Mostrando entradas con la etiqueta Paleomagnetismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Paleomagnetismo. Mostrar todas las entradas

12 de febrero de 2022

Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar (4 de 9)

David Pratt
New Concepts in Global Tectonics Journal (www.ncgt.org), 
vol. 1, n° 1, marzo 2013, p. 66-152.
 
 
Contenidos:

04. Paleomagnetismo versus geología
-Problemas con Pangea
-Conexiones geológicas
-El sudeste de Asia
-India y Tetis
-Terrenos exóticos
-Wegener y la deriva continental
 
 
04. Paleomagnetismo versus geología

Problemas con Pangea

La figura 4.1 muestra cuatro reconstrucciones distintas. Pangea A (o A-1) es el ajuste generado por computadora según Bullard et al. (1965) y basado en el contorno de profundidad de 500 brazas como lo extendieron Smith y Hallam (1970). Es ampliamente aceptado como punto de partida para la apertura del Atlántico en el Jurásico y tiene respaldo por una buena combinación de paleopolos europeos y norteamericanos. Sin embargo, existen desacuerdos entre los paleopolos carboníferos, pérmicos y triásicos de Laurusia y Gondwana cuando los continentes se ensamblan de esta manera (Kent y May, 1987). Para minimizar las disensiones, los ajustes alternativos rotan Gondwana de forma horaria en relación con los continentes del norte en cantidades que van desde aproximadamente 20º en el ajuste Pangea A-2 (Van der Voo y French, 1974) hasta 35º en el modelo Pangea B (Irving, 1977; Morel e Irving, 1981), e incluso mayor para Pangea C (Smith et al., 1981).
 
En el ajuste Pangea A-2 el noroeste de Sudamérica se encaja firmemente con el Golfo de México, sin dejar espacio para el norte de este país y sus bloques continentales vecinos (Yucatán, Cuba, etc.). Reconstruir Pangea de acuerdo con las restricciones de longitud de un modelo tipo A daría lugar a ~1.000 kms. de superposición en la corteza entre Gondwana occidental y Laurusia (Domeier et al., 2012).
 
La versión Pangea B aprovecha la no-singularidad de longitud en reconstrucciones paleomagnéticas y sitúa el noroeste de Sudamérica adyacente al este de Norteamérica. Aunque los polos pérmicos (inferiores) de muchos continentes están de acuerdo con el ajuste Pangea B, los de Europa están significativamente compensados (Tauxe, 2013, 16.5). Morel e Irving propusieron que Pangea B existió durante fines del Carbonífero hasta inicios del Pérmico, y que a lo largo del Pérmico tardío y el Triásico Gondwana giró en sentido antihorario hacia la configuración Pangea A. Esto requiere una megacizalladura dextral de ~3.500 kms. entre Gondwana y Laurusia, para lo cual no existe evidencia (Domeier et al., 2012).
 
En Pangea C, Gondwana se desplaza más hacia el este en relación con su sitio en Pangea B, lo que permite empujar a Gondwana hacia el norte para que se ajuste a los datos paleomagnéticos sin provocar superposición entre los continentes. Pangea C enfrenta los mismos problemas que la versión B, pero exacerbado por el mayor contrabalance entre Gondwana y Laurasia. Si Pangea C se transformara en Pangea A en el Pérmico o Triásico, se requeriría una megacizalladura de ~6.000 kms. (Domeier et al., 2012). De este modo puede hacerse que las reconstrucciones de Pangea B y C puedan coincidir perfectamente con datos paleomagnéticos al permitir que Gondwana se mueva episódicamente con respecto a Laurusia durante el intervalo de interés.
 
Fig. 4.1. Cuatro reconstrucciones de Pangea (McElhinny y McFadden. 2000, fig. 7.10).

El escenario preferido en la tectónica de placas es una configuración inicial de Pangea A-2 carbonífera y pérmica que evoluciona a la configuración del modelo A hacia el Triásico tardío. Domeier et al. (2012) argumentan que los datos paleomagnéticos del Paleozoico tardío y Mesozoico temprano de Laurusia y Gondwana se pueden conciliar con un Pangea tipo A sin invocar reconstrucciones alternativas o campos no-dipolos, utilizando un conjunto de datos paleomagnéticos vigente, parámetros de Euler refinados y aplicando correcciones de inclinación superficial teórica.

 
Fig. 4.2. Reconstrucciones paleogeográficas por Domeier et al. (2012, fig. 23).
 
Todas las diversas reconstrucciones de Pangea son un ejercicio inútil, pues ignoran gran cantidad de evidencia que apunta a que la corteza subyacente a los océanos actuales tiene varios miles de millones de años y contiene muchos otros defectos evidentes. Por ejemplo, en el ajuste por Bullard et al. (1965) se omite toda América Central y gran parte del sur de México, a pesar de que allí se encuentran extensas áreas de rocas continentales paleozoicas y precámbricas. Este sector de unos 2.100.000 km2 se superpone a América del Sur en una zona que consiste en un cratón de al menos 2 mil millones de años. También se suprime todo el archipiélago de Indias Occidentales; de hecho, gran parte del Caribe está sustentado por corteza continental antigua, y el área total involucrada (300.000 km2) se traslapa a África; la superposición se extiende por 1.500 kms. en dirección este-oeste. La cuenca de las islas Cabo Verde-Senegal también está sostenida por corteza continental antigua, creando un traslapado adicional de 800.000 km2 (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974a; Meyerhoff y Hatten, 1974). La superposición centroamericana/caribeña es aún peor en el esquema A-2 y algunos modelos posteriores a Bullard de modo creativo han reconstruido América Central al colocar los bloques continentales Maya (Yucatán) y Chortis (Honduras-Nicaragua-Jamaica) en el Golfo de México, junto al suroeste de dicho país, donde rotaron 135º y 180º respectivamente en las posiciones actuales, pero los datos geológicos contradicen esto (James, 2012).
 
Todas las reconstrucciones sobre Pangea ignoran varias estructuras submarinas importantes en el Atlántico que parecen ser de origen continental, incluyendo la dorsal Feroe-Islandia-Groenlandia, la dorsal Jan Mayen, la meseta Vøring, la cadena Walvis, la elevación de Río Grande y la meseta de Malvinas. Sin embargo, la meseta Rockall se incluyó por la única razón de que podría ser "ranurada". En la reconfiguración por Smith y Hallam (1970) para los continentes de Gondwana se omiten las Orcadas del Sur y Georgia del Sur, al igual que la isla Kerguelen en el Océano Índico, y existe una gran brecha al oeste de Australia. El encaje de India contra Australia, como en otros ajustes, deja una abertura correspondiente en el Océano Índico occidental (Hallam, 1976). Como se muestra en la figura 4.3, incluso el celebrado ajuste de América del Sur y África es deficiente y requiere una adecuación ad hoc de la costa africana.
 
Fig. 4.3. Desajuste entre África (AFR) y América del Sur (SAM) (líneas continuas, tal como están constituidas actualmente). Van der Voo afirma que este desfase "debe corregirse postulando límites de placas dentro de África, de modo que el contorno de ésta última para los tiempos anteriores al Cretácico esté representado por la línea discontinua". FP = meseta de las Malvinas, AFZ = zona de fractura de Aguilhas. Se muestra también el polo de rotación Euler (Van der Voo, 1993, fig. 6.7; reimpreso con permiso de Cambridge University Press).
 
 
Conexiones geológicas

Se piensa que la apertura del Océano Atlántico comenzó en el Jurásico por separación de las placas Euroasiática y Americana. Sin embargo, en el otro lado del globo el noreste de Eurasia se une a América del Norte por la plataforma Bering-Chukotsk, sustentada por la corteza continental precámbrica que es continua desde Alaska hasta Siberia. Geológicamente, estas regiones conforman una sóla unidad y no es realista suponer que antes estaban divididas por un océano con varios miles de kilómetros en ancho que se cerró para compensar el abrimiento del Atlántico. Si allí no hay una sutura, se debe encontrar en Eurasia o América del Norte, pero no parece existir tal característica (Shapiro, 1990). La continuidad geológica entre la plataforma Bering-Chukotsk y la dorsal Lomonosov descarta la expansión del fondo marino o deriva continental en el Océano Ártico desde la época proterozoica. La idea de que Siberia colisionó con Europa a lo largo de los Urales contemporáneos en el Paleozoico tardío se contradice con abundante evidencia que demuestra que las plataformas de Siberia y Europa del Este (Rusia) formaron un sólo continente desde la época arqueana hasta la proterozoica temprana. Las estructuras y unidades rocosas de la Cordillera Timán en Europa del Este impactan bajo los Urales, reaparecen en el lado este y se hallan presentes bajo la cubierta mesozoica de la plataforma siberiana occidental (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974a).
 
Si la bahía de Baffin y el Mar de Labrador se hubieran formado por separación de Groenlandia y Norteamérica, esto habría producido cientos de kilómetros de desplazamiento lateral a través del Estrecho de Nares entre Groenlandia y la isla Ellesmere, pero los estudios geológicos de campo no revelan tal movimiento (Grant, 1980, 1992). Groenlandia está segregada de Europa al oeste de Spitsbergen por sólo 50-75 kms. en el contorno de profundidad de 1.000 brazas, y se une a Europa por la dorsal continental Feroe-Islandia-Groenlandia. En efecto, más del 60% de las áreas cubiertas por agua entre 62 y 82° N -en el Océano Atlántico norte- parece estar subyacente a la corteza continental (Meyerhoff, 1974; Meyerhoff y Meyerhoff, 1974a), por cuanto todos estos hechos descartan la posibilidad de una deriva este-oeste en el hemisferio norte.
 
Los modelos de placa requieren una zona de sutura que se extienda a lo largo del Mar Mediterráneo, a pesar de la continuidad estratigráfica entre Europa y África. Ha existido una conexión tectónica directa entre ambos continentes a través de las zonas de Gibraltar y Rif por un lado, y Calabria y Sicilia por el otro, al menos desde fines del Paleozoico, contradiciendo las afirmaciones tectonistas sobre cientos de kilómetros en desplazamiento lateral entre Europa y África durante este período (Kent, 1969; King, 1971; Trümpy, 1971; Beloussov, 1990). Sobre la base de datos paleomagnéticos, los tectonistas de placa sostienen que el Golfo de Vizcaya se formó por el giro de la Península Ibérica en sentido antihorario hasta 40°, pero esto se refuta con evidencia geológica y geofísica (Kent, 1969; Jones y Ewing, 1969; Bacon y Gray, 1971; Maxwell, 1970).
 
Los tectonistas de placa tienen opiniones muy diversas sobre la región del Medio Oriente. Algunos abogan por la presencia anterior de dos o más placas, otros postulan varias microplacas (hasta 19 según Reilinger et al., 2006), otro resto apoya las interpretaciones de arco insular y una mayoría favorece la existencia de al menos una zona de sutura (y otra de subducción) que señala la ubicación de un choque entre dos continentes. Kashfi (1992, p. 119, 128) comenta:
 
"Casi todas estas hipótesis son mutuamente excluyentes y muchas dejarían de existir si se respetaran los datos de campo. Esta información señala que no hay nada en el registro geológico que respalde una separación pasada entre Arabia-África del resto de Medio Oriente (...) La meseta iraní y el sudoeste de Irán y Arabia han sido una sóla zona geológica desde comienzos del Proterozoico, como se muestra por lo siguiente: (1) las correlaciones estratigráficas del Proterozoico tardío a través del Terciario y la continuidad a lo largo de Irán y todo el Medio Oriente, desde India a Yemen y Jordania; (2) la correlación biozonal desde Medio Oriente al Asia central; (3) la unidad estructural a lo largo del Golfo Pérsico en su mayor área; (4) la conexión de marismas Precámbrico-Cámbrico a través de India occidental, Pakistán, Irán, Golfo Pérsico y Arabia; (5) la existencia de una fuerte sismicidad fuera de la supuesta zona de subducción; y (6) la distribución aleatoria de ofiolitas y rocas volcánicas en Medio Oriente".
 
El hecho de que las evaporitas espesas y los carbonatos estén esparcidos y sean lateralmente continuos en Medio Oriente (incluyendo Irán, Irak y Arabia) muestra que ninguna zona de sutura que precise miles de kilómetros de transporte tectónico pasó alguna vez por esta región en el Paleozoico o Mesozoico (Meyerhoff et al., 1996b). Los datos geológicos y geofísicos simplemente apuntan a la compresión horizontal (tangencial) de la corteza entre el bloque afroárabe y el suroeste de Asia.
 
 
El sudeste de Asia

Tanto tectonistas de placa como paleomagnetistas tienen una gran afición por cortar continentes y mover fragmentos individuales. Esto también se aplica a China donde los bloques (o microcontinentes) del norte y sur de ese país supuestamente estuvieron separados. Una opinión es que sus extremos orientales habían chocado hacia el Pérmico tardío, luego de lo cual giraron uno hacia el otro en un ángulo de 67º (Zhao y Coe, 1987).
 
Por el contrario y basados en un acabado estudio estratigráfico y paleogeográfico, Meyerhoff et al. (1991) concluyeron que la cohesión ha caracterizado no sólo a China sino también a grandes regiones de Asia por más de tres mil millones de años en tiempo geológico. La idea de que Asia es un "collage" de microplacas o microcontinentes previamente dispersos -y que luego colisionaron- está en contradicción con muchos y detallados datos de campo. Los estudios en terreno muestran que muchas "suturas" no son zonas de colisión, sino sectores donde las rocas máficas y ultramáficas subieron a la superficie a lo largo de sistemas de fallas producidos en un entorno tectónico tensil y de ruptura (Meyerhoff, 1995).
 
Basado en su interpretación tectónica de tensiones para el sudeste asiático, Meyerhoff (1995) presentó mapas de fluencias tensionales en dicho sector desde fines del Precámbrico, mostrando que debido a la rotación planetaria la dirección general del flujo es hacia el este, pero en la mitad occidental del área los canales de tensión se abren paso en torno a los diversos macizos que se encuentran entre las regiones de plataforma norte (Angara) y sur (Gondwana), mientras que en la mitad oriental los canales se extienden hacia el noreste y sureste (ver figuras 4.4 y 4.5). La mayoría de áreas cratonales antiguas y también las zonas de Benioff en la cuenca del Pacífico occidental parecen actuar como barreras a los canales de sobretensión, probablemente al hallarse arraigadas en el manto.
 
Todo el patrón se asemeja al generado por un fluido que se mueve de izquierda a derecha (oeste a este) a través de una abertura estrecha en un recipiente más grande, y las posiciones de los canales y sus complejos cambiaron muy poco su posición con el tiempo. A nivel local iban y venían pequeños conductos, pero los patrones brutos se mantuvieron sin cambios. Meyerhoff (1995, p. 159) escribe: "Los patrones de anastomosis en canales de tensión y bloques estables (macizos y plataformas) (...) hablan por sí mismos. Ningún esquema ideado para 'colisiones' continentales o microcontinentales puede explicar la simplicidad de este canon que fundamentalmente es uno de flujo". La estabilidad de los principales modelos de fluencia en el sudeste asiático desde al menos el último periodo del Proterozoico contradice los modelos tectónicos de placa para la evolución geológica en esa región y también plantea dudas sobre la migración polar a gran escala.
 
Fig. 4.4. Mapa del sudeste asiático que muestra plataformas, macizos, brechas principales, zona norte-sur, gradiente de Hanoi-Da Hinggan Ling y anomalías magnéticas marinas. El diagrama inserto muestra el concepto tectónico de tensiones en la estructura fundamental "Y" de Asia que se extiende hacia el este (Meyerhoff et al., 1996a, fig. 5.2; reimpreso con permiso de Springer Science + Business Media BV).
 
Fig. 4.5. Mapa paleotectónico (canal de tensión) del sudeste asiático para el Jurásico tardío y el Eoceno medio (Meyerhoff et al., 1996a, fig. 5.17; reimpreso con permiso de Springer Science + Business Media BV).
 
 
India y Tetis

Existe una abrumadora evidencia geológica y paleontológica de que India ha sido parte integral de Asia desde al menos el Proterozoico medio (Chatterjee y Hotton, 1986; Ahmad, 1990; Saxena et al., 1985; Saxena y Gupta, 1990; Meyerhoff et al., 1991). Aún así y sobre la base de datos paleomagnéticos y anomalías magnéticas marinas, los tectonistas de placa afirman que India se separó de Antártida en algún momento durante el Mesozoico, luego se desplazó hacia el noreste a 7.500 kms. con velocidades de hasta 18 cms./año, y que finalmente colisionó con Asia en el Eoceno (55 m.a.), empujando hacia arriba el Himalaya y la meseta tibetana. Sería una coincidencia notable el hecho de que Asia tenga una indentación de aproximadamente la forma y el tamaño correctos y en exactamente el lugar apropiado para que India "atracase" (Mantura, 1972). Por lo general los modelos de colisión suponen que el levantamiento de la meseta tibetana comenzó durante o después del Eoceno temprano, mientras que los datos paleontológicos, paleoclimatológicos, paleoecológicos y sedimentológicos muestran de manera concluyente que el alzamiento mayor comenzó en el Plioceno inicial (5 m.a.) y no alcanzó su tasa actual (5 m.m./año) hasta aproximadamente 2 m.a. (Meyerhoff, 1995).
 
El modelo de colisión no explica por qué los lechos a ambos lados de la supuesta zona de impacto permanecen relativamente tranquilos y con baja inmersión, mientras que -según cabe suponer- los Himalayas se elevaron a unos 100 kms. de distancia como resultado, junto con las montañas Kunlun al norte de la meseta tibetana. Las terrazas fluviales en varias partes del Himalaya son casi perfectamente horizontales y planas, lo que sugiere que estas montañas se elevaron de modo vertical en lugar de originarse por compresión horizontal (Ahmad, 1990).
 
Se piensa que la zona de colisión está marcada por ofiolitas, pero éstas no son continuas al interior de la zona de "sutura" en el Indo, sino que forman afloramientos irregulares a lo largo del valle Yarlung Zangbo. Este sector de ofiolita en realidad es paralelo a otras dos zonas más al norte en Xizang (Tíbet), refutando así los modelos convencionales en la tectónica de placas. Los datos de campo indican que el acortamiento cortical máximo entre China central y el subcontinente indio no excede de 300 a 700 kms. (Saxena et al., 1985).
 
Los lineamientos trans-asiáticos en la figura 4.6 -que al parecer se originaron en la época precámbrica y algunos de los cuales se extienden hasta el Océano Índico- refutan las teorías en la tectónica de placas sobre la migración a larga distancia de India (Raiverman, 1992).
 
Fig. 4.6. Lineamientos trans-asiáticos. Leyenda: 1. eje orográfico; 2. ofiolitas; 3. lineamientos (Raiverman, 1992, fig. 2).
 
Si el largo viaje de India realmente hubiera ocurrido, habría sido un continente insular aislado durante millones de años, tiempo suficiente para haber producido una fauna endémica muy distinta durante el Cretácico tardío y el Terciario temprano. Sin embargo, las faunas mesozoicas y terciarias no muestran tal endemismo e indican que India estuvo muy cerca de Asia durante este período, y no de Australia y Antártica (Chatterjee y Hotton, 1986; Meyerhoff et al., 1996b). El 60% de las faunas de reptiles y anfibios indios es genéricamente idéntico a formas conocidas sólo del hemisferio norte, mientras que se conocen los taxones restantes de ambos hemisferios.
 
Meyerhoff y Meyerhoff (1978) señalaron que "el traslado hacia el norte de la Gran India desde Antártida y Australia no parece ser más que 'un vuelo de fantasía', a menos que los tectonistas de placa puedan proporcionar una explicación aceptable para la continuidad de estratigrafía y bioestratigrafía precámbrica-cenozoica a través de todo el sur de Asia y para la interdigitación de las biotas y formaciones de Gondwana y Tetis en el norte de India, e incluso en partes de la Unión Soviética y el Tíbet".
 
Según la tectónica de placas, un océano triangular llamado Tetis separó antaño Eurasia central y oriental -en el norte- de Arabia, India y Australia en el sur. Esta idea surgió porque Bullard et al. (1965), en sus esfuerzos por hacer que los continentes encajaran a lo largo del Atlántico (utilizando un criterio de mínimos cuadrados), se vieron en la obligación de rotar Eurasia en sentido antihorario con respecto a América del Norte, y a girar África-Arabia de modo horario referente a América del Sur. Según los datos paleontológicos disponibles, Dietz y Holden (1970) ubicaron sólo el noreste de África, la Península Arábiga, India, Madagascar, Antártica y Australia en Gondwana a lo largo de la costa sur de Tetis. En contraste, Drewry et al. (1974) también incluyeron a Turquía, Medio Oriente, Irak e Irán en Gondwana porque algunas biotas de ésta última habían sido reportadas desde localidades distantes en esas regiones. Se han propuesto muchos escenarios diferentes, en donde masas terrestres de varios tamaños migraron hacia el norte a través de grandes distancias, colisionando y fundiéndose con Eurasia, desde China hasta Europa occidental.
 
Meyerhoff et al. (1996b) mostraron que el 30-50% del área de Laurasia contiene biotas Gondwana con varias edades, el 50-80% de ésta comprende biotas laurasianas de múltiple datación, y en todo momento -desde el Cámbrico hasta el Cretácico temprano- una amplia zona de transición biológica está presente entre Gondwana y Laurasia, donde las biotas de ambas regiones están interestratificadas y en muchos casos se entremezclan en el mismo lecho. Esto hace insostenible el concepto sobre un "amplio océano de Tetis" y existe abundante evidencia de que el mar homónimo en la región del actual cinturón orogénico alpino-himalayo nunca fue un océano profundo y ancho, sino más bien una vía marítima intracontinental y estrecha, predominantemente poco profunda (Bhat, 1987; Dickins, 1987, 1994c; McKenzie, 1987; Stöcklin , 1989; Brinkmann, 1972; Trümpy, 1971). Toda la evidencia biogeográfica muestra claramente que los estratos en todas partes se desarrollaron en aguas poco profundas (Meyerhoff, 1991).
 
Fig. 4.7. Mar de Tetis (Butler 2004, fig. 10.10).
 
Fig. 4.8. Paleogeografía cámbrica de Tetis, desde el oeste de India hasta el Mediterráneo oriental (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974a, fig. 21; Wolfart, 1967; reimpreso con permiso de Urban-Verlag).
 
Fig. 4.9. Paleogeografía pérmica de Tetis, desde India occidental hasta el Mediterráneo oriental (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974a, fig. 22; Wolfart, 1967; reimpreso con permiso de Urban-Verlag).
 
Meyerhoff y Meyerhoff (1974a) escribieron: "El registro rocoso muestra que Tetis ha sido una unidad geológica desde el Atlántico oeste de Gibraltar hasta Nueva Guinea-Australia desde tiempos proterozoicos y probablemente arqueozoicos. La sucesión rocosa del norte de África es continua con aquélla de Europa mediterránea y está estrechamente vinculada al este con Arabia. La secuencia sedimentaria en Arabia e Irán se ha correlacionado con la sucesión en el subcontinente indio, y se rastreó en Asia central y oriental al norte y sur de la zona himaláyica (Himalaya inferior) (...) Si la temperatura determina la naturaleza de la fauna (...) entonces Tetis es un ejemplo clásico de una zona orientada este-oeste cuya latitud no ha cambiado significativamente desde el Proterozoico temprano o medio" (p. 87, 128).
 
 
Terrenos exóticos

Otro concepto dudoso e inspirado en el paleomagnetismo es el de "terrenos tectonoestratigráficos alóctonos", también conocidos como "terrenos exóticos" o "sospechosos" (Frisch y Meschede, 2011). Los terrenos delimitados por fallas varían en tamaño desde pequeños bloques con menos de 100 km2, hasta fragmentos de un microcontinente que pueden tener miles de kilómetros cuadrados. Parecen ser geológicamente distintos de los bloques corticales vecinos, y sobre la base de datos paleomagnéticos se cree que muchos se originaron lejos de sus ubicaciones actuales. Supuestamente fueron transportados a través de cuencas oceánicas sobre placas móviles, en ocasiones por miles de kilómetros, hasta que sufrieron colisión y se soldaron o fundieron a otro terreno o bloque continental más grande, y así fueron transferidos de una placa a otra. Tras experimentar acreción, se piensa que pueden deslizarse a lo largo del margen continental por varios cientos o miles de kilómetros. Las mesetas oceánicas -que generalmente tienen una corteza semicontinental- son consideradas como ejemplos de tales terrenos que todavía viajan sobre la superficie de la Tierra y son demasiado grandes para desaparecer finalmente en una zona de subducción; también los arcos insulares pueden convertirse en terrenos de acreción.
 
La mayoría de cinturones montañosos -incluidos Apalaches, Alpes e Himalayas- consisten supuestamente en terrenos alóctonos. Se dice que el orógeno de los Apalaches está compuesto por "un número embarazoso y una variedad de terrenos externos" (Williams y Hatcher, 1982). Se cree que más del 70% de la Cordillera Norteamericana es un mosaico de "terrenos sospechosos", la mayoría de los cuales habría viajado desde lejanos confines en el Océano Pacífico. A menudo el número de terrenos se establece en más de 50 (Coney et al., 1980), pero existe desacuerdo sobre el guarismo y la distancia que han recorrido (Carlson et al., 2008; Colpron et al., 2007). El mapa de terrenos circumpacíficos muestra a más de 300 de ellos en tierras fronterizas de ese océano (Howell et al., 1983).
 
Algunos tectonistas de placa han mostrado que, en lugar de explicar resultados paleomagnéticos discordantes (es decir, no coincidentes con la ruta APW para el continente en cuestión) mediante grandes movimientos horizontales, pueden solucionarse igualmente bien mediante rotaciones de bloques verticales, inclinación, plegado o superficialidad de inclinación (por ejemplo, Butler et al., 1989; Butler et al., 1991; Butler et al., 2002; Calderwood, 1991; Irving y Archibald, 1990; Hodych y Bijaksana, 1993). En muchos casos los datos de campo contradicen el transporte a larga distancia del terreno (por ejemplo, Laubscher, 1975; Donovan y Meyerhoff, 1982; Parnell, 1982; McDowell et al., 1984; Saul, 1986; Seiders, 1988; Hansen, 1988; Newton, 1988).
 
El trabajo cuidadoso por algunos geólogos indica que los cinturones tectonoestratigráficos desde Sierra Nevada hasta los sectores central y sur de las Montañas Rocosas en la Cordillera Occidental están esencialmente in situ y no se han movido por largas distancias, excepto posiblemente por empuje. Algunos investigadores están volviendo al concepto de cinturones o mantos de litofacies por corrimiento, una idea demostrada en los Alpes europeos hace más de un siglo (Meyerhoff et al., 1996a). Sengör (1990) resumió esta vieja noción y las razones por las cuales debería abandonarse el criterio de terreno alóctono actual. Como dice Dickinson (2003), "la confianza preferencial en la firma paleomagnética de rocas deformadas como un 'registro fiel de paleolatitud' tiene el sello distintivo del pensamiento mítico y parece innecesariamente restrictivo. La evaluación de los movimientos de terreno sólo se puede hacer con confianza adoptando una estrategia multidisciplinaria".
 
Fig. 4.10. Mapa que muestra la supuesta acumulación de terreno hasta el margen occidental del cratón norteamericano (http://pubs.usgs.gov).
 
 
Wegener y la deriva continental

Existe un mito prevaleciente en la actualidad de que Alfred Wegener fue un "pensador profético" cuya teoría sobre deriva continental se adelantó mucho a su tiempo, que fue frustrado por geólogos conservadores y dogmáticos, y que la tectónica de placas ha confirmado muchas de sus ideas. Por ejemplo, Hal Hellman (1998, p. 158) se pone lírico: "Cuando murió [Wegener] en 1930, su teoría aún estaba en una especie de limbo científico. Sin embargo, su legado sigue vivo: más grande, completo y majestuoso de lo que él podría haber imaginado". Tal punto de vista está muy lejos de la realidad pues muchos de los argumentos planteados contra la teoría de Wegener eran perfectamente válidos y algunos son igualmente aplicables a la tectónica de placas.
 
Charles Schuchert (1928, p. 111) sentenció: "Wegener se ha tomado libertades extraordinarias con la corteza rígida de la Tierra, haciéndola plegable para estirar las Américas de norte a sur por cerca de 2.400 kms." Philip Lake (1922, p. 344) declaró que si, además de mover las masas continentales "también se nos permite moldearlas a voluntad, las coincidencias que deducimos se convierten en evidencia de poderes imaginativos y no de realidades anteriores".
 
Refiriéndose a las similitudes geológicas en lados opuestos del Atlántico, J.W. Gregory (1929) escribió: "Las semejanzas son más notorias entre Terranova y la parte sur de las Islas Británicas, entre las cadenas de Antillas y del Mediterráneo, y entre África meridional y las secciones opuestas de Sudamérica. Estos parecidos no son mayores que aquéllos a lo largo de las cadenas montañosas de Eurasia a distancias similares entre sí. Las desemejanzas de detalle entre Terranova e Irlanda, Sudamérica y Sudáfrica (...) y el símil de Venezuela y el Atlas son tan marcadas que los países deben haber estado muy desunidos, aunque sufrieron las mismas vicisitudes geográficas generales. Las semejanzas se deben a que las áreas pertenecían al mismo cinturón tectónico, pero las diferencias son suficientes para mostrar que los sectores estaban situados en partes distantes del cinturón" (p. 116).
 
"Las montañas Apalaches y Armórica pueden haber pertenecido a un cinturón de montaña continuo sin haber sido realmente adyacentes, al igual que los Pirineos y el Cáucaso se consideran parte de un sistema montañoso, aunque siempre han estado desunidos por todo el ancho de Europa; en efecto, las diferencias entre los Apalaches y las montañas correspondientes en Europa occidental indican que probablemente se formaron a cierta distancia. El problema es si las estructuras respectivas en lados opuestos del Atlántico han sido separadas por un hundimiento de 3 kms. en el área de intervención, o por la deriva horizontal de América por 3.200 ó 4.800 kms." (1925, p. 256).
 
Lake (1922) consideró notable el hecho de que los pliegues de Apalaches y Armoricano estaban depositados en un gran círculo sugiriendo que antaño formaron un sistema continuo, pero con las partes aún visibles en sus posiciones originales.
 
Schuchert (1928) también argumentó que las similitudes geológicas de los continentes atlánticos son mucho menores de lo que se esperaría si la hipótesis derivacionista fuera correcta. Por ejemplo, Brasil y África occidental han permanecido independientes y muy separados desde al menos el Silúrico. Si bien Wegener tenía razón al conectar las tendencias corticales caledonianas del noroeste de Europa con aquéllas en el norte de Terranova, se equivocó al vincularlas directamente. Terranova nunca fue parte de Irlanda, pues cada tierra pertenece a una provincia geológica muy diferente.
 
Longwell (1944) objetó que el énfasis de Wegener en la distribución generalizada de la flora Glossopteris (helechos de semillas extintas) en los continentes del sur como evidencia "convincente" de deriva "parece peligrosamente cercano al procedimiento anticientífico de seleccionar pruebas para apoyar una teoría favorecida". Lake (1922), Gregory (1925, 1929), Berry (1928), Simpson (1943) y otros mostraron que la deriva continental creó más problemas de los que resolvió al explicar la distribución de flora y fauna. Además, la evidencia paleontológica muestra que las conexiones terrestres a través del Atlántico se establecieron y rompieron varias veces, por lo que en lugar de desplazarse constantemente hacia el oeste, las Américas tendrían que haberse movido hacia adelante y atrás como un bandoneón.
 
Schuchert (1928) señaló que si la teoría derivacionista fuera correcta, muchas faunas marinas fósiles deberían tener entre 50 y 75% de especies idénticas en lugar del 5%. El hecho de cerrar el Atlántico crea una brecha de 960 kms. entre Siberia y Alaska, que Schuchert describió como fatal para la hipótesis de Wegener porque la prueba fósil muestra que la región del Mar de Bering ha sido o bien un mar poco profundo o un puente terrestre desde el Cámbrico temprano, permitiendo las migraciones entre los lados asiático y estadounidense del Pacífico y también hacia el Ártico. Para explicar la dispersión de flora y fauna a través del tiempo geológico, Schuchert postuló la existencia de varios puentes terrestres en diferentes períodos (por ejemplo, a través del Estrecho de Bering, entre Brasil y el norte de África, entre América del Sur y Antártida, ésta última y Australia y a su vez ésta con Borneo y Sumatra), junto con la dispersión a lo largo de mares de plataforma, por corrientes de viento-agua y aves migratorias.
 
Alexander du Toit (1937), uno de los aliados de Wegener, respondió al argumento de que la deriva requeriría una identidad cercana de facies y faunas en costas opuestas, sosteniendo que las costas de Sudamérica y África nunca estuvieron más cerca de 400-800 kms. Si bien esto evita ciertas dificultades, también es una admisión de que el caso de la deriva continental basada en similitudes estratigráficas es menos convincente de lo que algunos partidarios nos harían creer (Longwell, 1944).
 
Wegener postuló no sólo la deriva continental hacia el oeste, sino también un gran desplazamiento polar que asciende a 60° desde el Carbonífero e incluso hasta 15° desde el Plioceno tardío. Los intentos de Köppen y Wegener (1924) para explicar los climas pasados por medio de deriva continental y migración polar fueron objeto de severas críticas (por ejemplo, Berry, 1927, 1928; Brooks, 1949). Brooks (1949) detalló numerosas deficiencias en sus teorías y señaló una tendencia a descartar constataciones que refutaba sus asertos: "La hipótesis de deriva ciertamente no ha alcanzado una etapa de prueba donde se pueda afirmar que se demuestra como falsa toda evidencia que no encaja con ella" (p. 234).
 
Si como propuso Wegener todos los continentes actuales se unieron alguna vez en un supercontinente Pangea, muchas de las áreas cubiertas por glaciares en el Carbonífero y el Pérmico temprano estarían una al lado de la otra; algunos científicos vieron esto como evidencia persuasiva de deriva, pero como señaló Coleman (1925, 1932) el frío por sí sólo no producirá una capa de hielo y se necesitan vientos húmedos provenientes de un mar cálido. En una reconstrucción de Pangea, algunas de las áreas glaciares estarían tan tierra adentro que se hallarían fuera del alcance de vientos cargados con humedad, y es por eso que Siberia, aunque al lado del Océano Ártico, no fue glaciada en un grado significativo durante el Pleistoceno.
 
Lake (1922, p. 338) declaró que Wegener "no está buscando la verdad; defiende una causa y es ciego a todos los hechos y argumentos contra ella". Berry (1928) señaló que su principal objeción a la hipótesis derivacional fue que el método de Wegener "no era científico, sino que toma el curso familiar de una idea inicial, una búsqueda selectiva mediante literatura de evidencia corroborativa, ignorando la mayoría de los hechos opuestos a la idea y terminando en un estado de auto-intoxicación donde la idea subjetiva llega a ser considerada como hecho objetivo".

Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar (3 de 9)

David Pratt
New Concepts in Global Tectonics Journal (www.ncgt.org), 
vol. 1, n° 1, marzo 2013, p. 66-152. 
 
 
Contenidos:

03. Supercontinentes
-Distribución de tierra y mar
 
 
03. Supercontinentes

En particular los datos paleomagnéticos han llevado a los tectonistas de placa a creer que durante la historia de la Tierra ha habido al menos tres supercontinentes, que consisten en la mayoría de los bloques continentales de hoy. Se han bautizado como Columbia, Rodinia y Pangea (Meert, 2012) y las reconstrucciones de todos ellos varían significativamente.
 
Se cree que el ensamblaje final de Columbia tuvo lugar hace unos 1.800 m.a. y se dividió entre aproximadamente 1.600 y 1.200 m.a. (Zhao et al., 2004; Hou et al., 2008; Rogers y Santosh, 2002). Los diversos bloques se separaron y giraron para volver a montarse formando el supercontinente de Rodinia entre aproximadamente 1.300 y 900 m.a.; se estima que comenzó a romperse hace 750 m.a. y durante el proceso algunas de las piezas se unieron para dar origen a Gondwana (Li et al., 2008; Evans, 2009; Dalziel et al., 2000).
 
 
Fig. 3.1. Reconstrucciones de Columbia. Arriba: Rogers y Santosh (2002); debajo: Zhao et al. (2004, fig. 17).
 
Fig. 3.2. Reconstrucción de Columbia por Hou et al. (2008, fig. 7).
 
Se supone que Pangea se creó hace 300-250 m.a. y de acuerdo con Torsvik et al. (2012, p. 340) "es el único supercontinente en la historia de la Tierra que puede modelarse con cierta confianza, si es que tiene alguna". La mitología de tectónica de placas señala que la formación de Pangea se inició a mediados del Silúrico (430-420 m.a.) cuando Laurentia -compuesta por la Norteamérica cratónica, Groenlandia, Ellesmere y partes de Europa actual (por ejemplo Escocia, el noroeste de Irlanda y Svalbard)- colisionó con Báltica (parte interior del noreste europeo) y Avalonia (compuesta de lo que ahora es el suroeste de Gran Bretaña y la costa oriental de Norteamérica) produciendo la orogenia caledonia, y Laurentia se convirtió así en la porción occidental de Laurusia. A finales del Cámbrico y principios del Ordovícico, Gondwana se extendía desde el Polo Sur (norte de África) hasta el ecuador (Australia); tenía casi 100 millones de km2 y cubría aproximadamente el 20% de la superficie de la Tierra. La mayor parte de Pangea se originó a fines del Carbonífero cuando colisionaron Gondwana, Laurusia y los terrenos intermedios produciendo el cinturón orogénico herciniano en Europa occidental. Hacia fines del Pérmico, Siberia se había unido a Báltica, y junto con otros elementos europeos y asiáticos la mitad norteña y combinada de Pangea se conoce como Laurasia. El primer rompimiento importante ocurrió a principios del Jurásico con la apertura del Atlántico central y la separación de Gondwana y Laurasia.
 
Fig. 3.3. Reconstrucción de Rodinia por Dalziel et al. (2000). G = Groenlandia; RP = Río de la Plata; SF = Sao Francisco; WAF = África occidental.
 
Fig. 3.4. El montaje de Rodinia, reconstruido por Li et al. (2008, fig. 9).
 
Fig. 3.5. Reconstrucción de Rodinia por Evans (2009, fig. 11). (a) Poco después del montaje (1.070 m.a.); (b) poco antes de la ruptura (780 m.a.) que muestra márgenes incipientes de rompimiento en fracturas (rojo) y compensaciones de transformación (negro).
 
Fig. 3.6. Laurusia (también conocida como Euramérica o Viejo Continente Rojo) en el Devónico (http://en.wikipedia.org). Los límites de placas se muestran en rojo. ¡Obsérvese cómo, cuando Laurentia supuestamente colisionó con Báltica y Avalonia (~ 430 m.a.), se produjo una combinación "perfecta y simultánea" entre las mitades norte y sur de las actuales Gran Bretaña e Irlanda!
 
Fig. 3.7. Terrenos de Gondwana y peri-Gondwana en el Ordovícico inferior (480 m.a.) basados en datos paleomagnéticos de las áreas verde oscuro. ATA = ensamblaje de terreno amoricano; MBL = tierra de Marie Byrd; FI = islas Malvinas; DML = tierra Reina Maud; MAD = Madagascar (Torsvik et al., 2012, figura 10).

Fig. 3.8. Ruta acanalada de APW para Siberia (con elipses de error) en comparación con la ruta estriada de Báltica que muestra su supuesta colisión (Torsvik et al., 2012, fig. 12).



Fig. 3.9. Reconstrucciones de geografía paleozoica y mesozoica temprana según los tectonistas de placa (Torsvik et al., 2012, fig. 17-19).
 
Se dice que las tasas de deriva rara vez fueron superiores a 10 cms./año, y los índices de rotación eran generalmente inferiores a 4º/m.a. (Torsvik et al., 2012). Por ejemplo, durante el Cámbrico África central supuestamente se desplazó hacia el sur a velocidades de hasta 10 cms./año o más y experimentó rotaciones en sentido antihorario de hasta 2°/m.a. Báltica rotó en sentido antihorario (1-2 °/m.a.) desde el Cámbrico hasta los primeros tiempos del Devónico (~160° en total de 500 a 400 m.a.). Desde finales del Devónico, Gondwana se desplazó hacia el norte, acompañada de grandes rotaciones en sentido horario que alcanzaron su máximo hace ~360 m.a. (>4°/m.a.).
 
De acuerdo con datos paleomagnéticos (Li et al., 1990) Australia giró rápidamente a 130º en sentido horario entre el Ordovícico temprano y el Silúrico medio; luego 30º en modo antihorario entre mediados del Silúrico y el Devónico temprano; después otros 30º de forma antihoraria desde inicios hasta mediados del Devónico, y otros 15º en sentido antihorario hasta el Devónico tardío. Durante este período Australia permaneció en latitudes bajas a ecuatoriales, y a esto le siguió un rápido movimiento hacia el sur durante mediados del Carbonífero. Laing (1998) concluyó que este escenario es tan improbable geológicamente que los datos paleomagnéticos no tienen valor.
 
Se piensa que Pangea abarcó un área de 160 millones de km2 hace 250 m.a., o aproximadamente el 30% de la superficie de la Tierra. Aunque el nombre Pangea significa "toda la tierra", los tectonistas de placa creen que no incluía toda la corteza continental. Por ejemplo, los bloques del norte y sur de China nunca fueron parte de él y durante la primera fase pérmica para el ensamblaje de Pangea se abrió el Neo-Tetis y los terrenos cimmerianos como Lut, Helmand, Qiangtang (norte del Tíbet) y Sibumasu se alejaron del margen noreste de Gondwana.
 
Las rutas APW publicadas para los continentes combinados de Gondwana difieren con amplitud y dependen crucialmente de los criterios de selección o rechazo de datos por los autores, lo que resulta en una gran variedad de formas y bucles (fig. 3.10).
 
Fig. 3.10. Varios caminos paleozoicos de migración polar aparente para Gondwana (polos sur; Van der Voo, 1993, fig. 5.15; reimpreso con permiso de Cambridge University Press). T = Terciario, K = Cretáceo, J = Jurásico, Tr = Triásico, P = Pérmico, C = Carbonífero, D = Devónico, S = Silúrico, O = Ordovícico, Є = Cámbrico, l = inferior, m = medio, u = Superior. (a) Morel e Irving (1978) con una ruta X y otra Y más compleja. (b) Bachtadse y Briden (1990). (c) Schmidt et al. (1990). (d) Kent y Van der Voo (1990).
 
Fig. 3.11. Paleopolos individuales cámbricos a través del Carbonífero inicial (polos norte) en cada uno de los continentes de Gondwana, rotados hacia las coordenadas de África occidental y combinados con una mejor estimación de la trayectoria aparente de migración polar (Van der Voo, 1993, fig. 5.14; reimpreso con permiso de Cambridge University Press).
 
De acuerdo con la reconstrucción paleomagnética en la fig. 3.12, Gondwana supuestamente colisionó con Norteamérica a principios del Devónico, causando la orogenia acadia desde la actual Nueva York a Terranova y transfiriendo la formación terrestre de Avalon a Norteamérica (donde ahora forma parte de los Apalaches). Luego Gondwana se movió hacia el sur otra vez y finalmente volvió a atracar con América del Norte en el Carbonífero/Pérmico antes de separarse nuevamente durante la división de Pangea. Scotese y Barrett (1990) aceptan el rápido movimiento hacia el norte de Gondwana durante fines del Ordovícico y comienzos del Silúrico, pero no el posterior traslado hacia el sur en el Devónico.
 
Fig. 3.12. (a) La ruta paleozoica aparente de migración polar para Gondwana contiene un bucle en el tiempo silúrico hasta el Devónico temprano; la interpolación "tradicional" de la parte silúrica a la devónica inicial del APWP se muestra por la línea discontinua; los polos sur paleomagnéticos están trazados en la actual cuadrícula geográfica fijada a África. (b) Paleogeografía ordovícica de Gondwana y América del Norte. (c) Paleogeografía a inicios del Devónico. (d) Paleogeografía devónica tardía (Butler, 2004, fig. 10.11).
 
 
Distribución de tierra y mar

Es interesante comparar la disposición altamente asimétrica de continentes y océanos durante los períodos de los supercontinentes hipotéticos ya mencionados con las notables regularidades que caracterizan hoy la distribución de tierra y mar. Primero, los continentes tienden a ser triangulares y con sus extremos puntiagudos hacia el sur. Segundo, el océano polar septentrional está rodeado casi completamente por tierra y desde el cual tres continentes se proyectan hacia el sur, mientras que la masa terrestre continental en el Polo Sur se halla circundada de agua, con tres océanos que se extienden hacia el norte. Tercero, los océanos y continentes están dispuestos de modo antipodal, es decir, si hay tierra en un área del globo tiende a haber agua en el sector correspondiente al lado opuesto del planeta (Gregory, 1899; Bucher, 1933; Steers, 1950). El Océano Ártico es antipodal a la Antártida; América del Norte es opuesta al Océano Índico; Europa y África son antípodas para el área central del Océano Pacífico; Australia, a la pequeña cuenca del Atlántico Norte, y el Atlántico sur corresponde -aunque menos exactamente- a la mitad oriental de Asia. Sólo el 6% de la superficie de la Tierra no obedece la regla antipodal y Harrison et al. (1968) calcularon que hay una probabilidad de 1 en 14 de que esta disposición sea resultado del azar.
 
La disposición antipodal de tierra y mar recuerda a un tetraedro o poliedro regular en que una cara siempre está opuesta a un ápice (Umbgrove, 1947; Bucher, 1933). Si se coloca un tetraedro imaginario dentro de la Tierra con una esquina en Antártica (Polo Sur), las otras tres se encontrarán en tres grandes bloques de rocas arqueanas muy antiguas en el hemisferio norte: el escudo Canadiense, Fenoscándico y Siberiano, y los tres bordes que bajan hasta el Polo Sur corresponden a las tres líneas aproximadamente meridionales que atraviesan tres pares de continentes: América del Norte/Sur, Europa/África y Asia/Australia. Como señaló Umbgrove, la disposición antipodal, axisimétrica y "tetraédrica" de tierra y mar es incompatible con el desplazamiento polar y la deriva continental, a menos que se descarte como "pura coincidencia".
 
Gregory (1899) especuló que en el Paleozoico Superior el tetraedro podría haber estado al revés, con una esquina en el Polo Norte. En lugar de un cinturón oceánico continuo en el sur que separa los puntos triangulares de tierra, existía un cinturón terrestre en el sur apoyado por tres grandes sitios equidistantes: los bloques arqueanos de América del Sur, Sudáfrica y Australia. Por su parte, Meyerhoff (1995, p. 172) sostuvo que la disposición antipodal de océanos y continentes indica que éstos últimos deben haber alcanzado sus posiciones actuales en una Tierra fundida hacia un tiempo muy temprano de su historia, siendo muy probable que fuese una respuesta a la rotación planetaria, y sus masas de superficie se repartieron más o menos aximétricamente para estabilidad rotacional. A medida que se acumulen más datos será interesante verificar si una distribución más o menos antipodal de tierra y mar también se aplicó en el pasado geológico cuando partes de los continentes modernos estaban sumergidos y existían masas de tierra en partes de los océanos actuales.
 
Fig. 3.13. Conformación antipodal de tierra y mar. Se describen las superposiciones en el hemisferio norte (http://nwhyte.livejournal.com).
 
Fig. 3.14. Mapa de retrasos en tiempo de viaje vertical para ondas sísmicas a una profundidad de 250 kms., calculado a partir del modelo tomográfico global CUB2.0. Los colores azules corresponden a regiones rápidas (cratones antiguos) y los tonos rojos a sectores lentos (Poupinet y Shapiro, 2009, fig. 2).

Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar (2 de 9)

David Pratt
New Concepts in Global Tectonics Journal (www.ncgt.org), 
vol. 1, n° 1, marzo 2013, p. 66-152.
 
 
Contenidos:

02. Tectónica de placas, una revolución fallida
-Edad del fondo marino
-Anomalías magnéticas marinas
-Movimiento de placas
-Reconstrucciones tectonistas
 
 
02. Tectónica de placas, una revolución fallida

Los cambios en la polaridad magnética antigua a intervalos irregulares permanecen en el registro de roca superficial, y durante unos cincuenta años los datos paleomagnéticos se han utilizado para crear la escala de tiempo geomagnético, documentar de forma sólida la expansión del fondo marino, validar la tectónica de placas y reconstruir los supercontinentes desaparecidos (Torsvik et al., 2012, p. 326).
 
La idea de deriva continental a gran escala ha existido durante unos 200 años, pero Alfred Wegener propuso la primera teoría detallada en 1912. Postuló que todos los continentes una vez se unieron en un supercontinente llamado Pangea y luego se separaron. Supuestamente los continentes, hechos de sial frágil y "blando", surcaron de modo lento la corteza oceánica más densa compuesta de sima fluida y "dura" bajo la influencia de fuerzas gravitacionales y rotacionales. Su teoría llevó a un debate vigoroso y se encontró con un rechazo generalizado (Le Grand, 1998).
 
El interés en la hipótesis de deriva continental se revivió en la década de 1950 con el surgimiento de la nueva ciencia del paleomagnetismo, que parecía proporcionar un fuerte apoyo para dicha teoría y el desplazamiento polar. A principios de los '60 los nuevos datos de la exploración oceánica dieron lugar al concepto de la expansión del fondo marino. Unos años más tarde, estos y otros postulados se sintetizaron en el modelo de tectónica de placas, que a inicios de la década de 1970 se había convertido en la nueva ortodoxia. Le Grand (1998, p. 229) lo describió como un "enorme camión de veloz movimiento" que rápidamente aplastó la mayoría de los focos de resistencia que quedaban. Aunque la tectónica de placas sigue siendo el paradigma dominante en la actualidad, todos sus elementos básicos han sido puestos en duda (por ejemplo, Meyerhoff et al., 1996a; Storetvedt, 1997; Pratt, 2000, 2001).
 
 
Edad del fondo marino

De acuerdo con la hipótesis sobre la expansión del fondo marino, la nueva litosfera oceánica se genera en las dorsales mesoceánicas ("límites de placas divergentes") por corriente convectiva ascendente de material fundido desde el manto, y cuando el magma se enfría éste se separa de los flancos de las dorsales. Se dice que las placas de movimiento horizontal vuelven a sumergirse bajo el manto en las fosas oceánicas o "zonas de subducción" ("límites de placas convergentes").
 
Los datos paleomagnéticos se interpretan en el sentido de que al final del Pérmico, hace unos 250 millones de años, prácticamente todos los continentes actuales formaban parte de un vasto supercontinente (Pangea) que comenzó a romperse en el Jurásico, hace unos 180 millones de años. Como resultado, se cree que casi todo el fondo del océano no tiene más edad que dicho periodo (ver figura 2.5); sin embargo, durante muchas décadas se ha acumulado evidencia que contradice esta afirmación fundamental.
 
Fig. 2.1. (a) a (d): Mapas de reconstrucciones continentales basados en datos paleomagnéticos. (e), polos y caminos APW para cinco continentes durante los últimos 200 m.a., evaluados a intervalos de 5 m.a. (Tauxe, 2013, fig. 16.8).

Ha habido numerosos hallazgos en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico de rocas que son muy anteriores a los 180 millones de años, y muchas de ellas de naturaleza continental (para una visión de conjunto, consúltense Vasiliev y Yano, 2007; Vasiliev y Choi, 2008; Yano et al., 2009; Yano et al., 2011). Esta evidencia por sí sóla es suficiente para refutar todas las fantásticas reconstrucciones de continentes basadas en paleomagnetismo que se desplazan a miles de kilómetros en torno a la superficie de la Tierra. También es fatal para las afirmaciones geoexpansionistas de que las áreas ocupadas por los océanos actuales no existían hace 200 millones de años, cuando la Tierra era supuestamente mucho más pequeña. Los tectonistas de placa ocasionalmente hacen esfuerzos ad-hoc para explicar todos estos hallazgos, por ejemplo, como glaciales erráticos, lastres de embarcaciones (Heezen et al., 1959) o "bloques no extendidos" que se quedan atrás durante la ruptura, causados por el eje de expansión y "fallas de transformación" relacionadas saltando de un lugar a otro (por ejemplo, Bonatti y Honnorez, 1971; Bonatti y Crane, 1982; Bonatti, 1990; Pilot et al., 1998). No obstante, en general simplemente se ignora esta evidencia abundante y bien documentada, una acusación condenatoria para el establecimiento de la tectónica de placas.

Un libro de geología reciente (Carlson et al., 2008) se limita a repetir el mantra de que la litosfera oceánica es "muy joven" y no dice nada sobre cualquier evidencia de lo contrario. Otro texto moderno sobre paleomagnetismo (Tauxe, 2013) asegura a sus lectores que "el fondo marino más antiguo tiene unos 180 millones de años", pero las determinaciones de edad reales contradicen esto. Por ejemplo, durante los tramos 37 y 43 del Proyecto de Perforación en Aguas Profundas (DSDP) se recuperaron rocas ígneas paleozoicas y proterozoicas en núcleos en la Dorsal Atlántica Media y la elevación de Bermudas (Reynolds y Clay, 1977; Houghton et al., 1979). Sin embargo, ninguno de estos casos de rocas antiguas se mencionó en los informes o síntesis sobre sitios de cruceros. Reynolds y Clay (1977), informando sobre una fecha proterozoica (635 ± 102 m.a.) cercana a la cresta de la Dorsal Atlántica Media, escribieron que la edad debía estar errada, porque sobre la base de anomalías magnéticas marinas el sitio no podía contener rocas mayores a aproximadamente 10 millones de años.
 
Fig. 2.2. Localidades de rocas continentales y "anormalmente" antiguas en el Océano Atlántico. A modo de comparación, los emplazamientos se superponen a la distribución teórica de la edad del fondo oceánico según la tectónica de placas (Yano et al., 2009, fig. 1).
 
Aumento y Loncarevic (1969) informaron que el 75% de las 84 muestras de rocas dragadas de la región Bald Mountain (al oeste de la cresta en la Dorsal Atlántica Media y a 45° N) consistían en rocas de tipo continental y describieron esto como un "fenómeno notable"; tanto es así que clasificaron esas muestras como "glaciales erráticas" y no les dieron más consideración. La localidad de Bald Mountain tiene un volumen estimado de 80 km3, por cuanto es poco probable que haya sido transportado en un iceberg o arrojado por un barco. Consiste en rocas metamórficas graníticas y silícicas con edades comprendidas entre 1.690 y 1.550 millones de años, y está intruida por rocas máficas de 785 m.a. (Wanless et al., 1968), mientras que su edad prevista es de 10 m.a. o menos. Se hallaron circones con edades de 330 y 1.600 m.a. en gabros bajo la Dorsal Atlántica Media cercana a la zona de fractura de Kane (Pilot et al., 1998). Las rocas St. Peter y Paul en la cresta de dicha dorsal, justo al norte del Ecuador, tienen una edad prevista de 35 m.a., pero Melson et al. (1972) encontraron un reservorio de peridotita de 835 m.a. asociado con otras rocas fechadas en 350, 450 y 2.000 m.a.
 
Fig. 2.3 Gráfico de edades rocosas versus la distancia desde la cresta en la Dorsal del Pacífico Oriental, basado principalmente en núcleos DSDP de los tramos 1-54 (1969-1980). Se muestra el tramo 9, en que se basa la expansión del fondo marino en el Pacífico. Se agregaron dragas de basalto cenozoico y cretáceo fechadas radiométricamente (Budinger y Enbysk, 1967; Ozima et al., 1968) para mostrar el engaño de la supuesta relación lineal entre edad rocosa y distancia desde la cresta de la dorsal. Téngase en cuenta que el Shipboard Scientific Party omitió el sitio 78, que no se ajusta a la teoría tectónica de placas (Meyerhoff et al., 1992a, fig. 25).
 
La distribución espacial de sedimentos de aguas poco profundas en los océanos actuales y su disposición vertical en algunas de las secciones perforadas son inconsistentes con la expansión del fondo marino (Ruditch, 1990; Orlenok, 1986). Los océanos modernos han sufrido hundimientos de gran amplitud desde el Jurásico, pero esto ocurrió de forma mosaica en lugar de mostrar una relación sistemática con la distancia desde las dorsales oceánicas. Los sedimentos más jóvenes de aguas someras a menudo se encuentran más alejados de zonas axiales en las dorsales que los más antiguos, y algunas áreas oceánicas parecen haber sufrido subsidencia y elevación alternas.
 
Debe realizarse un mayor esfuerzo para perforar el fondo oceánico a profundidades mucho mayores con tal de verificar si hay más sedimentos antiguos bajo la capa de basalto que actualmente se etiqueta como "subsuelo". La probabilidad de que se encuentren sedimentos con mayor datación se demuestra por el hecho de que algunos basaltos tienen contactos cocidos con sedimentos cubiertos, tienen márgenes fríos, se alternan con sedimentos o muestran otras características indicativas de intrusivos (diques comunes y concordantes o sill) o extrusivos en el fondo marino (por ejemplo, estructura de almohada; Meyerhoff et al., 1992a; Choi, 2001). Los basaltos parecen ser inundaciones de magma que cubren el verdadero subsuelo "oceánico" y esto se mostró claramente en el sitio de perforación 10 en la Dorsal Media Atlántica, donde los sedimentos más bajos son cretáceos (alrededor de 80 m.a.) y el sill basáltico subyacente, erróneamente llamado "basamento", tenía una edad por trazas de fisión de sólo 15,9 m.a. (Macdougall, 1971).
 
El muestreo y la perforación del suelo oceánico, la información sísmica, los datos de paleocorriente y procedencia de sedimentos, y la flora y fauna del lecho oceánico indican que solía haber grandes masas de tierra continentales (ahora sumergidas) en los océanos de hoy (Dickins et al., 1992; Dickins, 1994b; Choi et al., 1992; Choi, 1999, 2001). Muchas islas y mesetas oceánicas con corteza semi-continental parecen ser restos de paleotierras más grandes, cuya antigua corteza continental ha sufrido diversos grados de "oceanización".
 
Fig. 2.4. Antiguas áreas terrestres en los océanos Pacífico e Índico actuales. Sólo se muestran los sectores para los que ya existe evidencia sustancial. Sus esquemas exactos y extensión total son aún desconocidos. G1: área de Seychelles; G2: Gran Paleotierra de Oyashio; G3: elevación de Obruchev; G4: Lemuria; S1: área de la meseta de Ontong-Java, montes del Mar de Magallanes y montañas del Pacífico medio; S2: Pacífico nororiental; S3: Pacífico suroriental, incluidas la elevación de Chatham y la meseta Campbell; S4: Pacífico sudoccidental; S5: área que incluye la elevación sur de Tasmania; S6: elevación de Tasmania Oriental y de Lord Howe; S7: Océano Índico Noreste; S8: Océano Índico Noroeste (Dickins, 1994b, fig. 1).
 
Si la hipótesis sobre la expansión del fondo marino es incorrecta, también lo está la teoría de subducción, como sugiere una gran cantidad de evidencia (véase Meyerhoff et al., 1996a; Storetvedt, 1997; Pratt, 2000, 2001; Oard, 2000b; Choi, 2000; Smoot, 1997). Una explicación alternativa de las zonas de Benioff es que son fracturas de contracción muy antiguas producidas por el enfriamiento de la Tierra.
 
 
Anomalías magnéticas marinas

Supuestamente y de acuerdo con la tectónica de placas, la creencia en una corteza oceánica geológicamente joven y grandes desplazamientos continentales está respaldada por anomalías magnéticas marinas, es decir, bandas alternas de intensidad magnética ligeramente más alta o baja a cada lado de las dorsales oceánicas, y que según se cree son producidas por expansión del fondo marino en combinación con inversiones magnéticas globales. Sin embargo, las anormalidades magnéticas lineales se encuentran en sólo el 70% de las dorsales mesoceánicas sísmicamente activas, y los diagramas para bandas de irregularidades lineales, simétricas y paralelas que se muestran en muchas publicaciones sobre placas tectónicas tienen poca semejanza con la realidad. Las anomalías son simétricas al eje de la dorsal en menos del 50% del sistema de aristas donde están presentes, y en aproximadamente el 21% de ellas son oblicuas a la tendencia de dicha formación. Las irregularidades lineales a veces se presentan cuando un sistema de aristas está completamente ausente, y no todas las anomalías descritas están formadas por materiales de corteza oceánica (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974b; Grant, 1980; Choi et al., 1990, 1992).
 
El modelo inicial y altamente simplista sobre expansión del fondo marino para el origen de anomalías magnéticas oceánicas ha sido refutado por la perforación oceánica (Hall y Ryall, 1977; Hall y Robinson, 1979; Pratsch, 1986; Storetvedt, 2010). Las anormalidades no se producen en los 500 mts. superiores de corteza oceánica, como se pensaba originalmente, y las intensidades magnéticas, direcciones generales de polarización y la existencia frecuente de distintas zonas de polaridad a diferentes profundidades sugieren que la fuente de estas anomalías magnéticas radica en niveles más profundos de corteza oceánica aún no perforada o fechada. La ausencia virtual de complejos de diques laminares y pronosticada a lo largo de crestas mesoceánicas, y la abundancia de rocas continentales y dinamo-metamórficas en entornos oceánicos contienden enérgicamente la expansión del fondo marino y de la Tierra.
 
Fig. 2.5. Edad del fondo marino basada en anomalías magnéticas marinas (Müller et al., 2008; www.ngdc.noaa.gov).
 
Como se muestra arriba, hay numerosos casos en que las edades teóricas de anomalías magnéticas y el fondo marino se contradicen con dataciones de rocas realmente medidas. Las bandas de anormalidades magnéticas impactan los continentes en 16 lugares y se "sumergen" bajo rocas proterozoicas o más recientes; también son aproximadamente concéntricas alrededor de escudos continentales arqueanos. Esto sugiere que son sitios de fracturas antiguas que se formaron en parte durante el Proterozoico y se han reactivado desde entonces (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974b).
 
Fig. 2.6. Correlaciones subjetivas entre dos perfiles de arrastre profundo sobre alineaciones magnéticas de la "Zona Jurásica Tranquila" en el Pacífico occidental (Sager et al., 1998, fig. 5; reimpreso con permiso de la Unión Americana de Geofísica).
 
Las correlaciones entre bandas magnéticas a ambos lados de una dorsal o en diferentes partes del océano en gran medida han sido cualitativas y subjetivas, y por tanto sujetas a gran sospecha, pues en la práctica no se ha hecho ningún esfuerzo para probarlas cuantitativamente transformándolas al polo (es decir, recalculando cada perfil magnético a una latitud común). Se supone que las irregularidades magnéticas en la dorsal de Reykjanes son un ejemplo clásico de simetría de dorsal paralela, pero Agocs et al. (1992) concluyeron de un estudio detallado y cuantitativo que las interrelaciones eran muy pobres; el coeficiente de correlación a lo largo del impacto promedió 0,31 y el de la dorsal 0,17, con límites de +1 a -1. Por otra parte, las correlaciones entre anomalías y la topografía del fondo promediaron 0,42 y de este modo las anormalidades magnéticas se explican mejor por bandas de roca relacionadas con fallas de diferentes susceptibilidades magnéticas (Agocs et al., 1992; Choi et al., 1992; Storetvedt, 2010). Los valores de magnetización informados de rocas oceánicas son más que adecuados para producir las anomalías observadas (Luyendyk y Melson, 1967; Opdyke y Hekinian, 1967).
 
Las imágenes de radar por escaneo lateral muestran que las dorsales mesoceánicas están cortadas por miles de fisuras, fracturas y fallas largas, lineales y paralelas a las dorsales. Esto sugiere fuertemente que aquéllas subyacen a poca profundidad por canales de magma interconectados, en donde la lava semifluida se mueve horizontalmente y paralela a las aristas en lugar de en ángulo recto con ellas, como afirman los tectonistas de placa (Meyerhoff et al., 1992a, b). Las anomalías magnéticas están asociadas con dichas fracturas paralelas a las dorsales, y esta explicación elimina la necesidad de postular puntajes sobre "centros de difusión" con edades disímiles en distintos lugares y orientados en diferentes direcciones. Por ejemplo, Larson y Chase (1972) especularon que los diversos patrones de anomalías en el Pacífico Occidental eran generados por un sistema de cinco centros de expansión unidos en dos puntos triples, y afirmaron que todas las correlaciones entre los perfiles magnéticos se establecieron "al ojo". Por el contrario, si las irregularidades fueron producidas por canales de magma antaño activos, como propone la tectónica de tensiones, emerge un patrón de flujo coherente y de consistencia interna (fig. 2.7).
 
Fig. 2.7. Los diversos conjuntos de lineamientos magnéticos en la cuenca del Pacífico podrían haberse originado por encima de diferentes canales activos de tensión en diferentes momentos del pasado (Meyerhoff et al., 1992b, fig. 21).
 
 
Movimiento de placas

Según los tectonistas de placa, la capa externa de la Tierra o litosfera (corteza y manto superior) se divide en 13 placas principales que varían en tamaño desde aproximadamente 400 por 2.500 kms. y hasta 10.000 por 10.000 kms. Con el tiempo se han agregado cientos de microplacas y terrenos "exóticos", a menudo para acomodar polos paleomagnéticos discrepantes. Se supone que la fuerte litosfera se mueve de manera relativamente rígida sobre una astenosfera continua, más débil y más caliente (de baja velocidad).
 
Se piensa que la litosfera tiene un promedio de 70 kms. en espesor bajo los océanos, y un grosor de 125 a 250 kms. bajo los continentes. Se dice que la astenosfera se extiende hasta una profundidad de 200 kms. por debajo de los océanos, mientras se sigue debatiendo acaloradamente sobre su grosor, profundidad y existencia real bajo los continentes (Carlson et al., 2008). Originalmente se pensaba que la litosfera continental no era más gruesa que unos 150 kms., pero la evidencia en estudios de velocidad sísmica, flujo de calor y gravedad muestra que algunas partes de continentes -especialmente los escudos continentales antiguos y estables como el Fenoscándico, Siberiano, Canadiense, Australiano, Antártico y los cratones de Amazonía y el noroeste de África- tienen raíces muy profundas y que la astenosfera es muy delgada o está ausente bajo ellas (por ejemplo, MacDonald, 1963; Jordan, 1975, 1978, 1988; Pollack y Chapman, 1977; Pavlenkova y Pavlenkova, 2006; Artemieva y Mooney, 2002). La tomografía sísmica, que produce imágenes tridimensionales del interior de la Tierra, confirma que la litosfera continental se extiende en lugares con profundidades de hasta 400 kms. o más (Legendre et al., 2012; O'Reilly et al., 2009, Begg et al., 2009; Kustowski et al., 2008; Priestley y McKenzie, 2006; Zhou et al., 2006; Conrad y Lithgow-Bertelloni, 2006; Shapiro et al., 2004; Hirth et al., 2000; Rudnick et al., 1998; Masters et al., 1996). Las velocidades sísmicas más altas de raíces continentales (o quillas) se atribuyen a enfriamiento conductivo y agotamiento químico.
 
Fig. 2.8. Espesor litosférico estimado del escudo canadiense (Shapiro et al., 2004, fig. 15).
 
 
 
 
Fig. 2.9. Imágenes de modelo sismotomográfico (modelos Vs) para cuatro cortes de profundidad bajo África. Los colores calientes (rojo-blanco) indican velocidades más altas, y los tonos fríos las más bajas. Los dominios de alta velocidad bajo la corteza cratónica en África se extienden a profundidades de 300-400 kms. (O'Reilly, 2009, fig. 3).
 
Este tema sigue siendo controvertido, ya que los diferentes métodos y modelos sismotomográficos arrojan resultados disímiles.
 
A algunos tectonistas de placa les gustaría restringir el grosor máximo de la litosfera a 200-250 kms. (Gung et al., 2003; Van Summeren et al., 2012; Yuan y Romanowicz, 2010). Gung et al. (2003) señalan que las raíces continentales determinadas a partir de ondas de corte polarizadas horizontalmente (SH) son 100 kms. o más profundas que las establecidas por ondas sísmicas polarizadas en modo vertical (SV) (fig. 2.10) y atribuyen esto a una anisotropía radial significativa bajo la mayoría de los cratones a profundidades de 250-400 kms., con ondas de corte polarizadas horizontalmente que viajan más rápido que las ondas polarizadas verticalmente; también se encuentra una anisotropía similar bajo las cuencas oceánicas a profundidades de 80-250 kms. Proponen que en ambos casos la anisotropía está relacionada con el corte en una astenosfera global de baja viscosidad y argumentan que la "discontinuidad de Lehmann" -observada sobre todo bajo los continentes a aproximadamente 200-250 kms.- y la "discontinuidad de Gutenberg" -detectada bajo los océanos a unos 60-80 kms.- pueden marcar la transición litosfera-astenosfera. Esta interpretación es cuestionada por O'Reilly et al. (2009) quienes sostienen que "es improbable que las altas velocidades de la onda S observadas en raíces continentales profundas se expliquen simplemente por anisotropía" y que no hay evidencia clara de que la discontinuidad de Lehmann represente el límite entre la litosfera cratónica y el manto de convección.
 
Fig. 2.10. Secciones transversales sismotomográficas a través de tres continentes (ver ubicaciones en la parte superior) derivadas de ondas SH (izquierda) y ondas SV (derecha). Las secciones SH indican constantemente velocidades rápidas que se extienden a profundidades superiores a 220 kms., mientras que las secciones SV no lo hacen (Gung et al., 2003, fig. 4).
 
Los datos geofísicos muestran que la astenosfera está lejos de ser una capa continua, sino que se compone por lentes desconectadas que se observan sólo en regiones de activación tectónica y alto flujo de calor. La investigación sísmica revela una zonificación compleja del manto superior, con capas alternas de velocidades más altas y más bajas y diferentes fuerzas. En particular esta estratificación es obvia en regiones tectónicamente activas, pero también existe bajo plataformas antiguas. Las capas individuales de baja velocidad, que podrían estar asociadas con la astenosfera, se hallan asentadas a diferentes profundidades en distintas regiones y no componen una sóla capa continua. Además, existen correlaciones cercanas entre las características geológicas próximas a la superficie, estructura de corteza, flujo de calor, anomalías geoides e inhomogeneidades tanto en el manto superior como inferior. El hecho de que tales conexiones permanezcan estables durante largos intervalos de tiempo geológico contradice la idea de desplazamientos horizontales considerables de placas litosféricas en relación con estructuras de manto más profundas (Pavlenkova, 1990, 1995, 1996).
 
Aunque las observaciones onda-superficie promediadas sugirieron que la astenosfera estaba presente universalmente bajo los océanos, los estudios sísmicos detallados indican que aquí también sólo hay lentes astenosféricas. Varias zonas de baja velocidad ocurren en el manto oceánico, pero es difícil establecer una regularidad entre su hondura y distancia desde la dorsal mesoceánica. Además se descubrió que la estructura del manto era asimétrica en relación con las dorsales mesoceánicas y estaba compuesta de bloques, lo que contradecía el proceso de expansión en el fondo marino (Pavlenkova, 1990, 1996).
 
 
 
Fig. 2.11. Imágenes de modelo tomográfico en tres cortes de profundidad para el Océano Atlántico; las ubicaciones numeradas son provincias oceánicas de basalto insular (O'Reilly et al., 2009, fig. 4). Los colores calientes (rojo-blanco) indican velocidades más altas y las tonalidades frías rapideces más bajas. Algunas regiones de alta velocidad son continuas con regiones continentales y otras ocurren como "masas informes" discretas y dispersas por toda la cuenca (hay zonas similares de alta velocidad distribuidas en forma irregular y densa en el Océano Pacífico). O'Reilly et al. sugieren que "estos volúmenes de alta velocidad representan restos de litosfera continental antigua y agotada (flotante), fragmentaria y varada durante el proceso de agrietamiento en la apertura de la cuenca oceánica'', lo que representa una interpretación basada en la teoría.
 
Fig. 2.12. Perfil sísmico a través de la antigua plataforma de Europa Oriental, los Urales, la joven plataforma de Siberia Occidental y el cratón siberiano, derivado de explosiones nucleares en tiempos de paz. Leyenda: 1-línea de isovelocidad (km/s); 2-sitios sísmicos límite a partir de los cuales se obtuvieron las reflexiones de alta amplitud; 3-capa de baja velocidad; 4-bloques de alta velocidad; 5-zona de alta reflectividad. El perfil muestra que la astenosfera, como capa de fusión parcial, no existe bajo el norte de Eurasia (Pavlenkova, 2012, fig. 6).
 
Así como la base de las "placas" litosféricas a menudo está mal determinada, algunos límites entre ellas también se hallan mal definidos o incluso son inexistentes; por ejemplo, el límite Pacífico noroeste de las placas del Pacífico, América del Norte y Eurasia, el lindero entre las placas Norte y Sudamericana y la caribeña, y la frontera entre las secciones Sudamericana, Antártica y Escocesa (Oard, 2000a). Aunque inicialmente se consideraba que los límites de dichas divisiones eran bastante estrechos, ahora se cree que su ancho oscila entre unos cientos de metros y miles de kilómetros; se dice que los "límites de placa difusos" cubren aproximadamente el 15% de la superficie planetaria (Gordon y Stein, 1992).
 
La corteza terrestre está en constante movimiento. El relieve de la Tierra actualmente oscila entre 8,8 kms. sobre el nivel del mar y 10,8 kms. por debajo de él. Existe amplia evidencia de que el flujo calórico del manto y el transporte de material pueden causar cambios significativos en el grosor, la composición y densidad de la corteza, lo que resulta en elevaciones y subsidencias sustanciales, sin la necesidad de invocar "colisiones de placas" y "subducción" (Pratt, 2000). La escala de movimientos verticales está indicada por el hecho de que el espesor de capas sedimentarias marinas en cordones montañosos comúnmente supera los 10 kms. y puede alcanzar los 23 (Bucher, 1933). En lo que respecta a los movimientos horizontales, la evidencia de campo indica que los estratos de la corteza pueden ser empujados por decenas e incluso cientos de kilómetros, que ha ocurrido una extensión o acortamiento de la corteza de hasta cientos de kilómetros, y que se produjo un movimiento superior a cien kilómetros a lo largo de algunas fallas de torcimiento; pero dado el grosor muy variable de la litosfera, la existencia de raíces continentales profundas, la falta de astenosfera continua, la ausencia de algunos límites de "placa" y la correlación entre las características cercanas a la superficie y del manto profundo, el movimiento de losas litosféricas como cuerpos relativamente rígidos a lo largo de cientos o miles de kilómetros parecen completamente imposibles. Sin embargo, los tectonistas se han convencido de que sus modelos sobre movimientos de placas están respaldados por datos paleomagnéticos y anomalías magnéticas marinas, y también por datos geodésicos espaciales, a pesar de algunas discrepancias significativas con los modelos de placa tectónica (Pratt, 2001).
 
 
Reconstrucciones tectonistas

"Hoy los geólogos y geofísicos tienden a tratar las piezas de corteza terrestre como una habitación llena de muebles u objetos que pueden empujarse a voluntad hacia cualquier configuración que se requiera para satisfacer un modelo particular. Por desgracia la corteza terrestre no se manipula de modo tan fácil, particularmente si uno es fiel a las leyes físicas, así como a los datos geológicos. En cambio, la corteza rígida y el manto superior forman un mosaico masivo entrelazado, la litosfera (...)".
 
"Sabemos por el mapeo del campo geológico que los objetos dentro del mosaico litosférico se mueven a distancias considerables, tanto vertical como lateralmente. Sin embargo, se desafían todas las leyes físicas y el sentido común con el argumento de que las grandes placas de litosfera pueden moverse libre y sistemáticamente sobre la superficie de la Tierra, cada una de ellas con 50 a 200 kms. de espesor, extendiéndose por miles de kilómetros en todas direcciones y pesando incalculables toneladas" (Meyerhoff et al., 1996a., p. 1-2).