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17 de junio de 2022

La química oculta en Teosofía


("The Theosophical Movement", febrero 2008).

En los primeros años del Movimiento Teosófico, los Mahatmas enviaron mensajes a través de Helena Blavatsky, y apenas una de cada cien cartas "ocultas" fueron realmente escritas por Ellos. En realidad, estas misivas eran precipitadas con ayuda de chelas (discípulos) o aspirantes a ese grado que actuaban como amanuenses. ¿Y qué se entiende por "precipitación" en química? Ocurre cuando la sustancia contenida en un fluido se desprende del mismo, a partir de la unión íntima con dicho afluente, y cayendo así al fondo de un receptáculo.

De la misma manera, es posible que una persona precipite un mensaje sin utilizar pluma ni lápiz. Para conseguirlo, el individuo elabora en su mente una figura nítida de ese recado, e imagina con claridad toda la oración tal y como debería aparecer; en otros términos, se establece una imagen para cada letra, palabra y línea. Una vez concebida esta "matriz", la voluntad e imaginación le mantienen cohesionada durante el tiempo necesario para permitir que el carbono -o cualquier otra sustancia- filtre dicho centro y aparezca sobre papel, madera o cualquier otra superficie (y como empieza a admitir la ciencia moderna, todos los metales, sustancias, pigmentos y materiales existen en el aire, mantenidos en suspensión). Luego que la materia se deposita en una superficie escogida, la masa tangible es apartada de su atracción a la fuente. La propia Blavatsky demostró tal proceso a William Judge, cuando miró con fijeza un determinado trozo de madera lisa, y sobre él lentamente aparecieron letras que perfilaron una larga frase. En realidad, Judge vio cómo eran precipitadas las letras, a medida que la materia se condensaba en dicha superficie; además, el escrito lucía exactamente como la caligrafía de Helena, aunque en este caso ella concibió la imagen en su cerebro, y en medio de esa estructura gramatical una letra estaba borrosa, pues en aquel punto había dejado vagar su mente. "Así, están implicados en tal fenómeno la imaginación llevada a su más alto nivel, el deseo combinado con una voluntad inquebrantable, y el conocimiento sobre química oculta en la Naturaleza".

Las mismas facultades y sabiduría son utilizadas al integrar o desintegrar objetos. Cuando se hace pasar un anillo metálico a través de otro, uno de éstos semeja experimentar fusión en el punto de contacto, y con ese método incluso podríamos generar la aparición de una sortija al interior de un cajón cerrado, sin tocarlo. Esto se logra atomizando el objeto y haciéndolo entrar en aquél, o bien disgregando la caja durante el tiempo suficiente, en cuyo caso el obstáculo intermedio siempre se torna fluido o difuso. De la misma manera, y utilizando voluntad e imaginación entrenadas, un ocultista puede desintegrar un objeto y enviarlo a lo largo de corrientes astrales a otro lugar, y luego recomponerlo a su forma y apariencia originales en ese sitio. Si por medio de procesos mecánicos, químicos y eléctricos las moléculas pueden ser separadas o presionadas, lo mismo se consigue por la vía de poderes mentales y deseos firmes. Existe una fuerza llamada cohesión, por la cual una masa de materia se conserva íntegra dentro de los límites que impone la forma. Los minerales se deshacen muy lentamente, en comparación con masas bióticas como vegetales, animales y humanos. El ritmo normal de disgregación para los minerales es bastante prolongado, pero al emplear la voluntad dicha tasa normal podría verse alterada. Por otra parte, puede introducirse una fuerza repulsiva para oponerse a la cohesión/atracción, de modo que las moléculas se mantengan separadas y en esa posición por voluntad entrenada; así, cuando la repulsión afloja, las moléculas se unen y el objeto recupera su aspecto anterior. Entre otros detalles, lo que se necesita en estos fenómenos es un entrenamiento mental apropiado para vislumbrar en el cosmos oculto tras el velo de la materia. Lo mismo es fundamental en el ocultismo de la alquimia, que es generalmente aceptada para producir la transmutación en oro de un metal como el plomo. Como indica su nombre, la alquimia (del árabe ul-khemi) consiste en la química de la naturaleza, sugiriendo que en el plano de existencia más elevado existe una materia homogénea llamada Mulaprakriti o Materia Primordial, y que todo ha surgido como resultado de un proceso alquímico a partir de ese sustrato homogéneo, descrito como "el ropaje de la deidad":

"El alquimista postula como primer principio la existencia de un cierto Solvente Universal [Alkahest], por el que todos los cuerpos compuestos se resuelven en la sustancia homogénea de la cual evolucionan, y a la cual denomina oro puro o summa materia. Este disolvente, también conocido como menstruum universale, posee la capacidad de eliminar todos los gérmenes de enfermedad en el cuerpo humano, renovar la juventud y prolongar la vida; tal es el lapis philosophorum (piedra filosofal)" (Theosophical Glossary).

La piedra filosofal y el elixir vital no son sólamente alegóricos (o aplicables a nivel espiritual), sino que constituyen realidades físicas. Si se detiene la circulación de fluidos en una persona, puede provocar estancamiento y muerte, y estos colapso y deceso debieran evitarse si los alquimistas hubieran descubierto algún compuesto químico capaz de mantener desobstruidos dichos canales de flujo corporal. Sabemos que existen manantiales minerales, cuyas aguas curan enfermedades y restablecen el vigor físico; entonces, ¿por qué no habrían sustancias químicas en las entrañas de la Tierra que puedan renovar nuestra juventud y extender la vida? El científico Jennings afirmaba que el elixir era producido por algunos Adeptos en laboratorios químicos y secretos de la naturaleza (ver Isis Develada, I, p. 503).

En las profundidades internas de nuestro planeta se gesta una alquimia que provoca transmutación de metales comunes en oro, y Blavatsky sostuvo que, cuando los científicos acepten que los elementos conocidos existían al principio en la masa ígnea, será posible plantear la presencia de un disolvente que los reduzca nuevamente a esa forma original. Algunos especialistas, como el profesor Crookes, acogieron la posibilidad de abreviar esos elementos a su estado o constitutivo primordiales, pero el problema es que hoy la química moderna sólo está familiarizada con la materia bruta y desconoce la de tipo "real", o SUSTANCIA. Por el contrario, la Ciencia Oculta enseña que hay sólo un elemento, y que los diversos ingredientes y subelementos no son más que modificaciones y aspectos del mismo. La química ortodoxa sólo conoce los elementos análogos, pero en realidad los hay terrestres y cósmicos, y así ella considera erróneamente que estos materiales son "cuerpos simples y homogéneos". El profesor Crookes se acercó mucho al postulado esotérico al aseverar que éstos representaban en sí cuerpos complejos formados por dos o más constituyentes. Por ejemplo, demostró que cuando el itrio era sometido a algún método de fraccionamiento, contenía cinco componentes diversos y cada uno con propiedades distintas. De igual manera, cuando el didimio pasaba por dicho proceso, se resolvió en praseodimio y neodimio, nuevamente, con propiedades disímiles. ¿Y acaso no es factible que praseodimio y neodimio puedan resolverse todavía más en otros cuerpos simples? ¿Dónde se halla entonces el verdadero elemento final? Como sostenía el propio Crookes, parece cada vez menos clara la idea misma de un elemento como algo absolutamente primario y último (Doctrina Secreta, I, p. 140-41 nota al pie; 625).

Tales observaciones apuntaban a la existencia de alguna fuente homogénea y la opción de reducir los elementos a su forma original. Por ello, Crookes concluía que los elementos comúnmente aceptados por la química no son simples, y que han evolucionado a partir de materias sencillas, o quizá una categoría única. En otras palabras, postuló una materia uniforme o sustrato primordial que llamó "protilo" [protyle], de donde surgen todos esos componentes. Esta sugerencia sentó las bases de la Metaquímica, es decir, una filosofía íntegra y combinadora de física-química que pudiera sustituir las meras hipótesis y al empirismo. En Transactions, página 6, H.P.B. comenta: "Probablemente el protilo de Crookes se utiliza para denotar la materia homogénea en el plano más material de todos [es decir, el nuestro], y ella posee esa condición sólo para quienes están en el mismo plano perceptivo; de modo que, si se descubre alguna vez el protilo de la ciencia moderna, será homogéneo sólo para nosotros".

El artículo "What is Matter and What is Force?" (The Theosophist, septiembre de 1882) reseña el descubrimiento por Crookes de la "materia radiante" o "cuarto estado" mediante el refinamiento de gases, hasta obtener una condición muy etérea para llegar a un grado que podría describirse como "ultragaseoso", y exhibiendo un conjunto de propiedades totalmente nuevo. Varios especialistas prominentes admitieron su existencia y la posibilidad por analogía de que puede haber materia superior al nivel gaseoso, tal y como hay vibraciones de sonido y luz imperceptibles para nuestros ojos y oídos.

Este nuevo estado de materia fue denominado "plasma" por el químico estadounidense Irving Langmuir en 1928: se trata de un gas en que los átomos han sido ionizados, es decir, están desprovistos de electrones. Tiene campos magnetoeléctricos con movimiento imprevisible, alterando su entorno; y a medida que el ambiente es transformado, se produce el correspondiente cambio en el plasma, por lo que se genera un juego continuo de acción y reacción. También el plasma suele ser caliente, pero también puede exhibir temperaturas bajas. En febrero de 2006, el número de National Geographic citaba a Joel Achenbach: "El 99% del Universo se compone de plasma; la Tierra está rodeada por él, siendo la aurora boreal un hermoso ejemplo, e igualmente está contenido en los rayos atmosféricos". En nuestros días el plasma ya se utiliza con múltiples fines, y es probable que se incluyan finos haces plásmicos altamente acelerado en cohetes; además, el plasma frío es imprescindible para muchas operaciones industriales. Mounir Laroussi, físico de la antigua Universidad de Dominion, ha desarrollado una especie de lápiz que dispara un pequeño chorro de plasma frío y puede esterilizar equipos que se dañarían con el calor. Asimismo, es capaz de desinfectar heridas cutáneas sin dañar células adyacentes, y podría incluso hacer más absorbentes las fibras de pañales desechables.

Un Maestro de Sabiduría señaló que los tres estados de materia -sólido, líquido y gaseoso- son sólo parte de muchas fases en una cadena ininterrumpida de continuidad física. Más allá del plasma existen los niveles quinto, sexto e incluso séptimo, así como los siete sentidos humanos. De este modo, no es imposible que con el tiempo se develen más materiales superiores y otras dimensiones elevadas del espacio, o terminemos revalidando que la Naturaleza es séptuple en su constitución. En efecto, los Mahatmas adelantaron en sus Cartas que la naturaleza del Sol y sus diversos fenómenos pertenecen al sexto estado de la materia.