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14 de marzo de 2025

El Zodíaco y sus claves perdidas


The Theosophical Movement, parte 1, diciembre 2019

En astronomía y astrología, el Zodíaco es una "faja" celeste que se prolonga nueve grados a cada lado de la eclíptica -recorrido aparente del Sol por las constelaciones a lo largo de un año-, y comprende también las órbitas de la Luna y los planetas principales. Una constelación es un grupo de estrellas que forma paternas imaginarias en el cielo nocturno, que normalmente representan criaturas, dioses u objetos inertes, y puesto que la mayoría simboliza animales, los griegos hablaban del zodiakos kyklos o "círculo" análogo. A medida que la Tierra gira en torno al Sol, éste semeja transitar por diversos conjuntos estelares y cada uno de los doce signos ocupa 30 grados de dicho círculo, correspondiendo más o menos a las doce constelaciones reales.

De acuerdo con ciertos academistas, el Zodíaco no es muy viejo al ser concebido por los griegos bajo el período macedonio, y creen que los hindúes u otros pueblos orientales nunca conocieron el sistema hasta que lo "prohijaron" de aquéllos, dudando asimismo sobre su antigüedad egipcia. Helena Blavatsky nos remite al Libro de Job, considerado el más pretérito del canon hebreo -anterior a Moisés- que narra “la creación de 'Arturo, Orión y las Pléyades (Ash, Kesil y Cimah) y las cámaras del Sur' (ix. 9); de Escorpio y los Mazzaroths, los DOCE SIGNOS (xxxviii, 31, 32) [lo que implica] el conocimiento del Zodíaco incluso entre las tribus beduinas”. De hecho, ese texto bíblico menciona varios datos astronómicos, y basándose en ellos, J.S. Bailly demostró que esta ciencia existió alrededor del 3700 a. de C., fundada por un pueblo primitivo y prediluviano; así, los griegos no pudieron inventarla durante esa época. Además, si era conocida en los días de Job, ¿cómo pudieron los hindúes civilizados y filosóficos permanecer ajenos? (Doctrina Secreta, vol. 1, p. 647-48).

El Zodíaco estuvo presente en India y Egipto por tiempo incalculable, cuyos sabios (magos) practicaron un conocimiento mucho mayor que los expertos contemporáneos sobre la influencia oculta de estrellas y cuerpos celestes. En las cercanías de Ciudad de México se descubrió un bajorrelieve en una pirámide muy antigua, que representa a un personaje mirando astros por un "conducto largo" similar a los telescopios actuales, y en paralelo, las observaciones del Surya Siddhanta se remontan a unos 50.000 años (Le Lotus, septiembre 1886).

Los arios prístinos recibieron aspectos culturales maravillosos de la Cuarta Raza, como el Mayasabha descrito en planas del Mahabharata, construido por el místico atlante Mayasura (Asuramaya) en beneficio de los Pandavas. La cronología y los cálculos de iniciados brahmanes se sustentan igualmente en las obras de aquel sujeto.

Se piensa que Garga, el astrónomo indio con mayor historia, heredó su talento de Sesha, la serpiente de mil cabezas que transporta siete Patalas y al mundo, que también es Ananta ("infinito"), Sabiduría Divina y el “Ciclo Eterno” en esoterismo. Hay Estrofas remotas que atribuyen al sabio Narada el cómputo y registro de todos los ciclos cósmicos venideros, impartiendo esta erudición a la humanidad primitiva. Asuramaya -primer especialista del ámbito en el Aryavarta- empleó el trabajo de Narada a fin de determinar el lapso de períodos geológicos y cósmicos pasados, así como otros futuros, hasta el término de la Séptima Raza (DS, vol. 2, p. 49).

William Judge declaró: “No creáis que los astrónomos harían otra cosa que un desastre con el zodíaco, si los antiguos caldeos [y babilonios] no hubieran transmitido el que usamos hoy", ya que perdimos la clave para comprender el Bhagavad-Gita y el susodicho "círculo de animales", dos grandes "depósitos de conocimiento”. El origen y trasfondo real/oculto zodiacales seguirán constituyendo un misterio ante la persona común, excepto entre los Iniciados genuinos.

En Isis Develada su autora muestra que los doce signos refieren a los doce patriarcas judíos y la evolución del Universo. La Enseñanza Atemporal dice que éste último no se "crea", sino reviste un continuo desarrollo a partir de una Sustancia o Materia Primordial, y nuestro Espacio cósmico es sólo uno en medio de una serie interminable de otros. El "crecimiento" de todo mundo, incluida la Tierra, comporta doce transformaciones que comienzan con la índole metafísica y suprahumana, hasta llegar a la parte física del Cosmos y nuestra especie. Aplicado al globo tangible que habitamos, después de los primeros seis cambios aquél y todo lo que contiene es material y burdo, mientras que durante los siguientes se tornan finos y espirituales. De este modo, el concepto fue resumido en el diseño pictórico del Zodíaco para aprendizaje de los legos.

Al principio sólo eran públicos diez signos: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo-Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis, ya que había dos de carácter sibilino. Cuando fue preciso hacerlos exotéricos, se separó el dúo Virgen-Alacrán y apareció Libra, por lo cual éste último y Escorpio ocultan las denominaciones reales. Los símbolos arcanos tienen la clave de todo el secreto de la Creación, el origen del "bien y el mal" y los cambios paulatinos del mundo, desde su estrato espiritual/subjetivo al sublunar/“bisexual”. Estos doce emblemas se distribuyen en dos grupos: los primeros seis ascendentes o línea del Macrocosmos (ámbito del Espíritu), y los restantes figuran el tramo descendente o Microcosmos (reino secundario y reflejo de su contraparte superior). Libra cumple el rol de "interpósito" entre la Divinidad y el ser humano o la materia; su diseño de "balanza" recuerda a un punto de equilibrio e inflexión, mostrando que en el curso evolutivo los mundos llegan al sitio más bajo y los humanos se vuelven autofílico-materialistas, por lo que el Espíritu comienza a ascender y expresarse a través de índoles tangibles. La báscula también evidencia el contrapeso eterno entre fuerzas centrípetas y centrífugas, oscuridad y luz.

Se nos dice que los patriarcas de la Biblia -idénticos a los Sephiroth y Prajapatis ("progenitores") hindúes- son simplemente los signos zodiacales, refiriendo al progreso espiritual y físico de razas humanas. A lo largo del ascenso eran colectivos puros que nacían sin vínculo sexual, hasta llegar a Virgo-Escorpio, Jehová u hombre hermafrodita. El "divorcio" entre éstos produjo ambos sexos, historia "camuflada" en el símil de Caín y Abel. Sagitario corresponde a Seth, la última parte de la Tercera Raza en que advino ese episodio. Libra o Enoch es mitad humano divino y mitad terrestre; luego, la línea degresiva ilustra las razas reproducidas mediante bisexualismo. Con esta glosa, Blavatsky señala que sólo dio "una vuelta a la llave", y para asimilar el misterio íntegro quedan aún otras siete (Isis, vol. 2, p. 455-463).

En su artículo que aborda el tópico, Subba Row escribió que los nombres dados a los "domicilios zodiacales" no tienen nada que ver con la forma de las constelaciones, e intenta esclarecer el origen de esos apelativos con la filosofía subyacente. Desde una óptica, simbolizan diversas etapas en la evolución de lo Desconocido hasta el Universo físico y objetivo de panchamahabhutas o cinco elementos. El autor anexa los términos sánscritos respecto a dichos signos y sugiere cuatro reglas para obtener su trasfondo recóndito: a) investigar la sinonimia de cada uno; b) determinar el valor numérico de las letras que componen el vocablo; c) revisar sus enlaces con mitos o alegorías antiguas, y d) permutar las sílabas de la palabra, examinando nuevas mezclas.

Aries equivale al sánscrito Mesha o "carnero". Uno de sus sinónimos es Aja, "no nacido", la Realidad Única, la Causa Sin Causa, Parabrahman u origen autoexistente, perpetuo y autosuficiente de todo. Le sigue Rishabham, el "toro", pero se utiliza en varios sectores de los Upanishads y Vedas designando al AUM o Pranava. El Glosario Teosófico dice que "Taurus" denota la constelación más encubierta e indica el Aleph o primera letra del alfabeto hebreo. El toro implica la fuerza y el poder procreador del Logos, y bien puede aludir al Sabda Brahman, Logos Inmanifestado o las vibraciones etéreas que llenan el Espacio.


Parte 2, enero 2020

Volviendo al texto en Isis Develada, vemos que AUM apunta al primer Triuno. Parabrahman es Causa Eterna, Principio sin principio, infinito, Omnipresente, Omnipotente e Inmutable. Durante el Pralaya o “Noche de Brahma” estuvo en un sueño "eterno" desde la perspectiva humana, y periódico respecto a "Ello". Al concluir ese lapso e iniciarse la manifestación, Su Esencia irradia el poder activo y sempiterno de Aditi, que es femenino en el comienzo y se torna andrógino como “Padre/Madre Aditi”, pues cuando asume el papel creador tiene carácter "masculino". Junto con Parabrahman compone así la Tríada abstracta, el Triángulo Superior que encierra el Nombre Inefable. En filosofía cabalística equivale al En-Soph (Parabrahman), Sephira y Adam Kadmon, y a su vez estos son uno bajo dos aspectos (Isis, vol. 2, p. 266-67).

En Transactions (p. 2-4) leemos que la primera diferenciación se consideraba femenina según todas las cosmogonías mundiales, siendo "Madre Inmaculada" y “Padre-Madre Eterno” en las Estrofas de Dzyan por ser andrógina, homóloga con la Aditi védica, el Mulaprakriti del Vedanta y el Svabhavat budista. Allí surge el Logos Inmanifestado o Narayana; ende, el Triángulo Superior consta de Parabrahman y el Andrógino Infinito, es decir, Mulaprakriti y el Logos sin exteriorizar.

Géminis o Mithunam describe a los "gemelos", y en un nivel cósmico es el Andrógino Divino o Ardhanareeshwar, el Sephira bisexual-Adam Kadmon antes de polarizarse en masculino/femenino. Esotéricamente representa la energía cósmica unitaria, verbigracia, Brahmaprajapati, Ormazd, Adam Kadmon, etc., y aquí el nexo Espíritu-materia (Purusha/Prakriti, andrógino) es símil al calor y el fuego, permaneciendo inseparables. Tauro compete al Logos Inmanifestado, que después ingresa en el Huevo Áureo o Mundano (Hiranyagarbha/esfera de nuestro Universo, primera exteriorización y Materia Primordial) y termina por aflorar en calidad de Brahma andrógino.

Cáncer (Karkataka) tiene vínculos con el Tetragrama, cuando las sílabas sánscritas se convierten en números afines. "Tétrada" quiere decir "cuatro", y hay dos clases: “La verdadera Tetraktys pitagórica era (...) la Mónada invisible, que genera los tres primeros puntos, y luego se retira a oscuridad y silencio eternos; en otras palabras, la Tetraktys es el primer Logos” (Transactions, p. 90-91). “En geometría oculta y pitagórica se dice que la Tétrada combina dentro de sí toda la materia que integra el Cosmos (...). Kether o Sephira (...) emite a Chochmah y Binah -sinónimos de Mahat en los Puranas hindúes-, y este trío, descendiendo a lo físico, origina el Tetragrammaton o Tetraktys, como también el cuaternario inferior”. En la metafísica hindú, Brahma escinde su cuerpo en dos y a través de la mitad femenina (Vach) creó el polo "masculino” (Viraj). Se piensa que Cáncer atañe a Parabrahmadharaka ("portador de Parabrahman"), idea propuesta por Subba Row en el sentido de ser un reflejo de Aquéllo en el plano de las emanaciones.

El "cangrejo sideral" connota a Pranava resuelto en cuatro entidades, comparativas a igual número de Matras. La Voz del Silencio lo nombra el "Gran Pájaro", Kala Hansa o Cisne. La vocal A se considera el "ala derecha", U la "izquierda", M su "cola", y el Ardha-matra ("medio metro") la "cabeza". El Cisne fuera del Tiempo y el Espacio se empareja con Parabrahman, mientras que dicha figura aviar inserta en ellos alude a Brahma o el Logos manifiesto (p. 5-6). El simbolismo canceriano engloba además los cuatro Avasthas y estados de conciencia (vigilia, sueño, dormir profundo sin sueños y Turiya), agregando las condiciones o formas cuádruples de la Palabra Sacra (Vâch/"discurso mistérico y creativo de los Rishis"): Para, Pashyanti, Madhyama y Vaikhari, que en cierto modo constituyen las voces y sonidos místicos que escucha el Yogi en varias fases meditativas. Las tres primeras se captan sólo mediante sentidos espirituales plenos, y Vaikhari es la aptitud de oír con el órgano físico.

En la base de toda palabra existe pensamiento, y así nuestro lenguaje es un logos de la mente ("expresión externa" o "efecto de causas ocultas"); ítem, en el plano superior el Logos Manifiesto presenta a la Divinidad. El plan para el Universo fenoménico reside en la Mente Egregia, revelándose por vía de Brahmâ y Vâch/Saraswati (logos masculino/femenino). Subba Row consigna: "Parabrahm es el aspecto Para de Vach (...). Pasyanti concuerda con el Logos o Chit [Conciencia]; Vaikhari, emblema del Cosmos visible, es Achit; y Madhyama (luz del Logos [Fohat]) se llama Chidachit (...). [Patanjali habla sobre ésta a guisa de] nexo entre la idea del Universo o arquetipo mental (en el Logos) y exhibida en el plano tangible [Cosmos objetivo] (...) cuando esta fuerza transmite su imagen o impulso a la materia cósmica".

La cuarta casa zodiacal resume las índoles de Brahma que son Vaiswanara, Hiranyagarbha, Pragna e Iswara. Conforme a Subba Row, se tratan de principios en el Cosmos material, subroga al tercero con Mulaprakriti -"velo de Parabrahman"- y con este cimiento los tres restantes hacen posible la existencia del Sistema Solar. Vaiswanara es el "mundo objetivo" y la única base de su inicio; más allá se encuentra Hiranyagarbha o "soporte" del plano astral, luego Eswara/Sutratma en cuanto Karan Sarira cósmico, y finalmente Parabrahman (Notes on the Bhagavad-Gita). Esto puede homologarse con los atributos universales Eterno (desde donde evoluciona el Preexistente) y Fenomenal o "sombra" de aquél (DS, vol. 1, p. 278). El Universo perenne igualaría al Akasa o plano nouménico cuyos arquetipos se invierten en la Luz Astral (ámbito de imágenes subjetivas), que a su vez devienen concretos en el mundo corpóreo.

Leo tiene a Simha por palabra afín, la que encierra muchos conceptos esotéricos, y además empareja con Hari y Panchasyama (los cinco Brahmas, a saber, Isanam, Aghoram, Tatpurusham, Vamadevam y Sadyojatam, o incluso los Dhyani-Budas quíntuples). Hay doce grandes Poderes Creativos en los signos zodiacales; de ellos, siete revisten carácter misterioso, y el septenario manifiesto se conecta con igual número de planetas sacros. Dicho grupo creador integra seres espirituales, semiespirituales y etéreos, en tanto su orden oculta sólo se describe con los guarismos "4" y "3", donde las jerarquías principales conforman el Cuaternario, incumbente a los “cuatro cuerpos y tres facultades de Brahma” y al Panchasyama (DS, vol. 1, p. 213). A guisa de metáfora, los "cuatro cuerpos" de Brahma son Amanecer (que engendró el colectivo humano), Noche (origen de Asuras, los primeros en ser concebidos), Día (dioses pasivos o de bondad negativa) y Crepúsculo (venero de Pitris), mientras sus "cualidades" refieren a Sattva, Rajas y Tamas (DS, vol. 2, p. 58-60).


Parte 3, febrero 2020

El vocablo Hari engarza con Jivatma o "progenie de Paramatma", el Cristo real en nosotros (Espíritu puro) y Atman como rayo de Aquél. En los estratos vegetal y animal Jivatma equivale al principio de vida, si bien a nivel cósmico es Purusha expresado en Brahma del "huevo de oro" para convertirse en Viraj, el Universo.

Virgo (Kanya) personifica Sakti o Mahamaya, y al ocupar la sexta posición, indica fuerzas primarias sintetizadas en la Luz Astral o "virgen celeste" según los filósofos cabalistas y herméticos: (1) Para-Sakti (Poder Supremo), (2) Jnanasakti (Sabiduría), (3) Icchasakti (Voluntad), (4) Kriyasakti (Pensamiento), (5) Kundalinisakti (corriente electro-espiritual zigzagueante) y (6) Mantrikasakti (vigor del lenguaje, el sonido o la música). Es llamativo que, de acuerdo al Glosario Teosófico, Akasa es el medio indispensable de toda Kritya u obra mágica, ya sea religiosa o profana.

Libra (Tula) encierra 36 Tattwas o fuerzas cuando se asignan valores a sus letras, según los métodos en antiguas obras tántricas. Así, la diferencia entre Jivatma y Paramatma es que el primero está comprendido (finito) en ese conjunto, y el segundo es libre. Los filósofos antiguos dijeron que si el Sol se encuentra en Escorpio o Vrischika, adopta el nombre de Vishnu, "aquéllo que se expande a semejanza del Universo". Reseña el tiempo en que éste permanecía como Idea Divina previo a existir en el plano físico. Sagitario (Dhanus) encarna los nueve Prajapatis (Sephiroth), asistentes del Demiurgos (Brahma/Logos manifiesto) que participan en la construcción del Universo material.

Capricornio (Makaram) señala al Macro y Microcosmos. En sánscrito, Ma es "cinco" y kara "manos" o "flancos", indicando el pentágono. El término dasadisa explica que el Universo está circunscrito con esa figura, y Subba Row dice: “Si tomamos los pentágonos como regulares (...) la forma del Universo será un dodecaedro, modelo geométrico seguido por el Demiurgo [Logos creativo]" al edificar el mundo concreto (DS, vol. 1, p. 344).

El Sol llega a Capricornio en diciembre o el solsticio de invierno. Sin embargo y excepto los Iniciados, nadie conoce el verdadero vínculo místico entre Kumara y Makara, éste último anagrama del anterior. Conforme a Blavatsky, los teósofos debieran empezar el año un 4 de enero, ya que desde tiempos inmemoriales la fecha era consagrada para Mercurio-Budha o Thoth Hermes, dios de sabiduría. Se afirma que los Kumaras/Manasaputras (Seres Divinos) encarnaron en nuestra especie bajo el décimo signo zodiacal cuando ella careció de intelecto, pero poseía un cerebro mayor que otros animales; así, el humano adquirió autoconciencia y el poder de reflexionar y elegir. Helena agrega: "(...) Makaram o Panchakaram significa 'pentágono', la estrella de cinco puntas que delinea las cinco extremidades corporales (...). Manas es el quinto principio (...) del Hombre pensador y consciente" (DS, vol. 2, p. 576 nota al pie).

En Egipto, Sekhem o Se-khen es la residencia de Khem u Horus-Osiris, sinónimo con Devachán, y los muertos se transformaban en el cocodrilo Sebakh/Sevekh o “Séptimo”. Gerald Massey evidenció que esa criatura era la Séptima Alma, es decir, el segmento espiritual de la Mente Superior se une con Atma-Buddhi durante el proceso devachánico de asimilación, y el Ego retorna al planeta más "enriquecido" en la vida posterior (DS, vol. 1, p. 219-20).

Epilogando este "circuito sideral", Acuario (Kumbha) equivale a 14 lokas o "áreas", en tanto que Piscis (Meenam) recuerda los cinco elementos. Y Subba Row advierte: “El velo sabiamente puesto sobre una parte del misterio relacionado con los signos (zodiacales) por filósofos antiguos, nunca será abierto para recreo o enseñanza del público”.

Los efectos gravimétricos del Sol, la Luna y los planetas en el "bulto" ecuatorial terrestre hacen que el eje mundano oscile en sentido horario y describa un círculo paulatino, a manera de las peonzas que tambalean antes de caer. El axis traza un "cono" de radio angular de 23½ grados perpendiculares a la órbita por espacio de 25.868 años, y esta precesión cambia el sitio de varias estrellas o polos sidéreos, que se convierten a su vez en "faro boreal" astronómico. En la época que los egipcios construían sus Pirámides, la estrella del Polo Norte era Alpha Draconis (Draco) y hoy tenemos a Polaris (Osa Menor). La próxima será Al Deramin y después Vega (Lyrae) en 14.000 d. de C.


Los monumentos se edificaron “'cuando Dhruva (Estrella Polar) estaba en su punto más bajo y Krittika (Pléyades) miró encima de su cabeza (en igual meridiano) para observar la faena de los gigantes'. Como las primeras pirámides aparecieron al comienzo de un año sideral, bajo Dhruva (...) debió tener lugar hace 31.105 años" (DS, vol. 1, p. 435).

Durante un equinoccio vernal, el Sol semeja "retroceder" en torno al ecuador celeste y cruzarlo en el mismo punto transcurridos 25.868 años o Gran Año Sideral. Si comienza en Aries, se mueve un grado cada 72 años en el cinto zodiacal. Un signo ocupa 30 grados de la línea, y el sitio demora 2155 años en atravesar un "domicilio" (Ciclo Mesiánico samaritano y judío/72 x 30= 2160). Luego el equinoccio se mueve a Piscis y tarda otros 2160 para transitarlo, llegando hasta Acuario y así sucesivamente.

En 2410 a. de C. el equinoccio pasó al Carnero, hacia 255 a. de C. se alojó en Piscis y en 1898 marcó el comienzo de la Era Acuariana donde "los psicólogos tendrán un trabajo adicional, y las idiosincrasias psíquicas humanas sufrirán grandes cambios” (H.P.B., "The Esoteric Character of the Gospels"). Robert Crosbie explicó que ello refiere a una susceptibilidad sugestiva -buena, mala o indiferente-, de modo que hoy millones de personas veneran a falsos "mesías" deseñando el imperativo de discriminar entre bien y mal, verdades y mentiras (The Friendly Philosopher, p. 151). También han surgido nuevas y mútliples enfermedades psíquicas, y las terapias alternativas vienen complementándose con métodos que incluyen limpieza del aura, equilibrio de chakras, hipnotismo, etc.; ídem, desde los años '40 el campo de la Parapsicología recibe atención gradual de científicos ortodoxos.

William Judge consigna: “Se dice que el último año sideral terminó hace 9868 años, bajo una violenta catástrofe o serie de hecatombes planetarias, y las naciones se redistribuyeron. El fin de este gran período lleva a la Tierra hasta nuevos lugares del Cosmos” (El Océano de la Teosofía, p. 129).


Parte 4, marzo 2020

El ciclo de 25.868 años puede ayudarnos a definir la etapa en que se levantó la Gran Pirámide de Giza: "Suponiendo que el largo y estrecho pasaje degresivo se dirigía a la estrella polar de los constructores egipcios (...) los astrónomos prueban que Alpha Draconis (...) estaba en la posición requerida alrededor del 3350 y 2170 a. de C. (Proctor, cita por Staniland Wake); con todo, el sitio relativo de ésta y Alcyone 'es extraordinario, y no podría volver a ocurrir durante todo un año sideral” (ibídem). En resumen, y puesto que el zodíaco en Dendera muestra el paso de tres años siderales, la Gran Pirámide debió fabricarse 78.000 años atrás, o en cualquier caso, dicho resquicio merece estudio al menos tan fácilmente como la fecha posterior de 3350 a. de C." (DS, vol. 2, p. 432).

Situado 60 kms. al norte de Luxor (orilla occidental del Nilo), Dendera fue el principal centro de culto a Hathor, diosa de fertilidad, las mujeres y el parto. Su edificio actual data del periodo ptolemaico (305-330 a. de C.) siendo concluido por Tiberio (14-37 d. de C.), pero se asienta en bases previas que remontan a Keops, segundo rey de la Cuarta Dinastía (c. 2613-2494 a. de C.). Los célebres zodíacos interiores plantean grandes enigmas al tener estrechos nexos con ciclos siderales, y numerosos estudios ofrecen hipótesis abordables.

El templo alberga dos panorámicas del cielo: un techo circular y otro diseño rectilíneo en la sala hipóstila. El diagrama redondo muestra las constelaciones de emblemas astrológicos griegos, junto con perfiles variopintos, y a lo largo del borde desfilan los "espíritus" o estrellas de 36 decanatos [12 signos x 3 gajos cada uno] que aparecían antes del amanecer, correspondientes a las semanas egipcias de 10 días o lapso que tardaba un astro nuevo en hacerse visible al alba.

Según Heródoto, los sacerdotes egipcios declararon que sus registros cronológicos eran antiquísimos y hubo una época en que "el Sol salía dos veces por donde se oculta", y otras dos "desapareció en el punto de amanecida", un período de dos precesiones ó 51.736 años (DS, vol. 1, p. 435). Este zodíaco, con su "Virgo triple" entre Leo y Libra, justificó la enseñanza iniciática de que: a) los polos planetarios y la eclíptica coincidieron anteriormente, y b) desde que comenzaron sus cálculos, esos extremos geográficos estuvieron tres veces dentro del plano eclíptico.

"(...) 'Y en el cuadro que presenta los polos en ángulos rectos, sus marcas prueban que 'no fue la última vez que mostraron dicha posición, sino la primera', tras confeccionar los zodíacos (...). Capricornio aparece en el Polo Norte, y Cáncer dividido cerca de su mitad en el austral; de resultas, originalmente era invierno cuando el Sol moraba en el Cangrejo, pero Leo y la Virgen son las características principales de este monumento conmemorativo del primer turno que el polo definió ese sitio' (A Mystery of the Zodiac, parte 2 [Sampson Mackey])" (DS, vol. 2, p. 431).

Las pinturas triples de Virgo (por ejemplo, una amamantando a su retoño y otra con una espiga o símbolo de primavera) pertenecerían a los tres colectivos finales de la cuarta subraza de la Quinta Raza-Raíz, con un tiempo de vida respectivo entre 25.000-30.000 años [~25.868]. La inversión del eje se ratifica en el comentario de Mackey sobre algunos zodíacos que exhiben la cola de Leo arriba y con cabeza de ofidio, por cuanto la quinta casa estuvo al revés (DS, vol. 2, p. 433), mientras el cambio de 0 a 180° tomaría cerca de 11,6 millones de años. En un año sideral los trópicos se alejan del polo cuatro grados en cada vuelta desde los puntos equinocciales, conforme el ecuador transita las constelaciones astrológicas (ibídem, vol. 2, p. 331), pero la ciencia no admite el hecho. Estas y otras perspectivas no son categóricas, y existe una amplia literatura para quienes deseen elaborar mayores análisis.

Al principio y final de ciclos largos, como también su empalme, hay cambios polares y cataclismos que se expresan en terremotos, incendios y crecidas. “Si el período sideral se divide por cuatro, tenemos 6450 años o fase de cinco mil con el crepúsculo y amanecer. Los egipcios enseñaban que con cada cuarto del 'gran círculo solar' había secuelas físicas por alteración de polos, y se originan otras espirituales debido al desarrollo interno del colectivo humano (...) las trasformaciones interiores causan aquéllas materiales a través de (...) los movimientos de grandes astros" (W.Q.J. Series n° 7, p. 21).

Hay vínculos indisolubles entre el ser humano y toda contingencia en la Tierra: los vaivenes climáticos, continentales o glaciares, vulcanismos o rebalses prematuros se hallan sujetos a nuestras actividades y relacionan con el eje planetario. La filosofía oculta dice que, aparte del daño antropogénico al medioambiente, existen eslabones entre pensamientos humanos y desastres naturales. Beroso declaró que las profecías de episodios globales se realizaban mediante el Zodíaco, los que precipitan al renovarse el tiempo de 25.868 años; así, la bonanza y miseria de países tienen conexión íntima con el inicio y término de dicha fase (DS, vol. 2, p. 330).

Egipto y Grecia contemplaron ciclos brahmánicos, siendo Saros y Neros en aquél, de los cuales se sabe muy poco (Isis, vol. 1, p. 303). Hacia el fin de un “gran año” la Tierra experimenta grandes vuelcos; en “Ancient Doctrines Vindicated by Modern Prophecy” Blavatsky asevera que este periodo mayor consta de 21.000 años variables -o seis saros caldeos de 3500- repartidos en una mitad de 10.500 o "cúspide" con catástrofes menores, y la segunda conlleva trastornos geológicos universales y terribles. A lo largo de ese año "heliacal" (cuyo invierno fue llamado "diluvio" y el verano ecpyrosis) hubo enormes destrucciones y la zona fría/polar tuvo desplazamiento gradual al paralelo 0 con plantas frondosas y vida silvestre. Las culturas populares sostienen que el mundo se "quemó e inundó" de manera alterna, un hecho conocido además por babilonios y sacerdotes egipcios. En cuanto al cambio total de climas en trópicos y polos, durante el Mioceno Groenlandia y Spitzbergen -restos del Segundo Continente o Hiperbóreo- gozaron de calidez y comportaban árboles como robles, álamos, nogales y secuoyas (DS, vol. 2, p. 11).

El cálculo de saros y neros es secreto, y sin embargo ciertos matemáticos y arqueólogos fijan los últimos en "600 años", creyendo que la eclíptica y el ecuador coincidirán en 6000 cuando haya "hecatombes por fuego". Dicen que para otras diez nerosis el Sol estará emplazado al Hemisferio Sur produciendo "desatres hídricos"; los seis milenios próximos atestiguarán convergencia de dichos planos con "desolamientos ígneos", y los 6000 años postremos verán al Astro Rey en la mitad norte del globo como ahora, lo que causará "estropicios por agua". Todo ello completaría 24.000 años o un ciclo sidéreo aproximativo, pero esos números se equivocan íntegramente (Isis, vol. 1, p. 33-34).


Parte 5 y final, abril 2020

La astronomía era sinónimo de astrología en tiempos remotos. Tras culminar seis etapas, los sacerdotes egipcios recibían una cruz Tau y el título de Astronomos-Sanadores en el séptimo nivel, previa enseñanza relativa a los signos zodiacales en un baile circular que imitaba el curso de los planetas, también comparable a la danza mítica de Krishna y las Gopis (Glosario Teosófico). D.F.J. Arago escribe que Hipócrates demostró gran confianza en el predominio de aquéllos sobre criaturas y sus enfermedades, y advirtió no consultar médicos ignaros de astronomía, subrayando sus profundos nexos con la química y los estudios sibilinos del empíreo.

La astrología exotérica define la obra de cuerpos interplanetarios en asuntos mundanos, y vaticina ocurrencias a partir de posiciones singulares. El horóscopo es un "mapa" sidéreo dentro del lugar y la hora en que nace un individuo, y otorga ideas sobre su carácter, atributos o hechos críticos del porvenir. Las coordenadas básicas son el cenit (punto cimero o más alto), nadir (sector opuesto), ascendente (rumbo este) y descendente (sentido oeste), los cuales trazan líneas imaginarias que reparten el círculo en cuatro cuadrantes de tres "casas", y se cuentan empezando con la que figura en ascenso, sin importar el orden tradicional. La primera es afín con Aries y gobierna la cabeza; el segundo gajo corresponde a Tauro que rige la garganta, etcétera.

La carta astrológica incluye lazos entre planetas, de acuerdo con sus aspectos provechosos o perjudiciales, y las áreas que ocupan en el gráfico. Varios autores observan que la posición solar describe el carácter moral del nativo, mientras la Luna da pistas acerca de rasgos profanos. Alan Leo declara que el ascendente brinda la hechura de nuestro cuerpo material, el vehículo que utiliza la personalidad efímera con tal de cumplir los anhelos del Espíritu, aunque casi siempre "distraídos" por ella.

Los planetas se oponen cuando presentan distancia de 180° vistos desde la Tierra o en un horóscopo, y conjuntan si aparecen "en fila" o "acopladura". Blavatsky comentó que es raro distinguir dos orbes armónicos, inusual si son tres e insólito al haber cinco. En 2449 a. de C. los astrólogos chinos predijeron desgracias en su país tras un fenómeno de dicha clase inaudita, y hubo guerras civiles junto con otras penurias durante 500 años. Al margen de los charlatanes y oportunistas que se creen "expertos", Helena preguntaba por qué hay tanto descrédito contra las gobernanzas seráficas y sus corolarios en la Tierra.

A propósito de Piscis, Blavatsky señaló que la palabra dagon significa "pez", y connota las ideas de "profeta" o "mensajero". Los cristianos tratan de unir este signo con Jesucristo y datan su Venida al momento en que "el Sol marcó la duodécima casa", pero la constelación análoga representa a todos los místicos -pasados, presentes y futuros- que traen luz para disipar las tinieblas. Kepler afirmó que los planetas se hallaron conjuntos dentro de la misma y algunos cabalistas le nombraron “asterismo del Mesías", que además contuvo la "estrella de los Magos"; aun así, ningún ocultista perspicaz aprueba el aserto (DS, vol. 1, p. 653-54).

Las esferas cósmicas actúan a modo de "punteros" que dicen cuál será su influencia sobre personas, países o el mundo, y dependiendo del arreglo particular los astrólogos pueden establecer predicciones, pero ni éstos ni aquéllas prefijan el destino. Cada Ego porta un "atraso kármico" que debe ajustarse en una vida concreta, y así el gráfico natal es producto de causas hechas por el consultante. Los humanos están vinculados por medio del Ser Inmortal que nos enlaza a todo el Universo, y porque nuestros actos y mente crean ondas que inciden en Akasha; ergo, los sabios determinan sus pronósticos al conocer las leyes que rigen esa dinámica de energía. El trabajo interpretivo de horóscopos se basa en mezclas casi infinitas entre sus componentes, llevando a tomar muy en serio la perspicacia matemática, intuición y honradez del profesional.

Es trascendental comprobar que muchos advenimientos cósmicos se anuncian por las posiciones estelares circunscritas en los doce signos. Una reseña poética del futuro Pralaya o "muerte" solar cuenta que “se escuchan ruidos extraños (...) el Sol viene en pos del trigésimo grado de Makara (Capricornio) y no seguirá alcanzando Minam (Piscis). Ahora los maestros de pagodas [que vigilan el rasi-chakra (zodíaco)] pueden destruir sus artefactos y palestras, pues de ahora en adelante son inútiles” (DS, vol. 1, p. 376). La décima casa apunta al invierno boreal o fase en que "la vida duerme", resurgiendo en primavera con la diosa Ostara o Piscis, y luego de ese Pralaya el Astro Rey no ingresará en dicho asterismo. Sin embargo, Capricornio simboliza el arribo del "microcosmos" espiritual una vez desaparezca el Universo tangible. Los Kumaras, en cuanto "nacidos de la mente de Siva", atañen a procesos destructivos y de regeneración (DS, vol. 2, p. 579).

Los sabios hindúes fraccionaron el Zodíaco en veintisiete nakshatras de 13° 20', yendo desde Ashwini en el punto cero de Aries hasta Revati a los 30 de Piscis. Para el momento de llegar al mundo, la astrología del sur de India considera el grupo estelar que indica la Luna (...). El Vishnu Purana anticipa que la Edad de Oro o Krita Yuga volverá cuando Delta Cancri, nuestro satélite natural, el Sol y Júpiter sean vistos en el octavo nakshatra.

"La estrella bajo la cual nace una entidad humana (...) seguirá siendo la misma por siempre, a lo largo de todo el ciclo de sus encarnaciones en un Manvantara, pero ésta no es su 'luminaria' astrológica. Esta última se relaciona con los principios humanos mortales, y la primera con su Individualidad [Ego Reencarnante]" (DS, vol. 1, p. 572-73). Existen órdenes divinos séptuples que gobiernan el Universo, presididos por Dhyani-Budas o "ángeles" de esas lumbreras que guían los renacimientos de la Mónada y "son parte de su Esencia".

8 de febrero de 2022

El Zodíaco esotérico y la vida humana


El siguiente artículo apareció por primera vez en la revista “The Theosophist” en julio de 1953, la principal publicación mensual de la Logia Unida de Teósofos. El texto continuaba con un pie de página que decía:

“La pregunta es: ¿estamos lo suficientemente agradecidos a los Sabios de la antigüedad por el zodíaco? ¿Tiene algún valor moral conocer el simbolismo zodiacal? Para mayor información, el estudiante debe remitirse a los trabajos de H.P. Blavatsky y William Q. Judge, de los que se han recogido las aseveraciones de este artículo”. 

Hay una gran cantidad de información valiosa contenida en este trabajo, mucha de la cual proviene de “La Doctrina Secreta”, un libro que a menudo no puede estudiarse de forma suficientemente cuidadosa. Toma su esfuerzo, pero siempre valdrá la pena si se hace bien.

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“Al fin y como Adán, el 'Primer Nacido' de los sioux se cansó de vivir solo y formó un compañero para sí mismo -no como pareja, sólo un hermano- y no a partir de una de sus costillas, sino de un espigón que sacó de su gran dedo gordo del pie (…) Y éste fue el Pequeño Hombre (…) Su Hermano Mayor fue el guía en cada fase del progreso humano, desde la infancia a la adultez, y a partir de las normas que entregó, y de los consejos que dio al Pequeño Hombre, podemos definir muchas de nuestras creencias más profundas y costumbres más sagradas” 
(“The Soul of the Indian”).

En la simbología de “La Doctrina Secreta”, los más elevados de los “Primeros Nacidos” son las jerarquías de Arquitectos y Constructores del Universo y las criaturas vivas en la Tierra. Generalmente se los llama Dioses y Dhyani-Chonans, fuerzas inteligentes a través de las que funcionan los “principios” del Kosmos. Existen siete grandes jerarquías de Poderes Creativos, “los siete de la escala manifestada que están conectados con los Siete Planetas”, y a su vez, de éstos últimos descendieron o emanaron los Manus y Progenitores de la humanidad en sus aspectos espiritual, psíquico, astral y físico. 

Según Platón, el Universo fue configurado por los “Primeros Nacidos” en base a la figura geométrica del dodecaedro o figura de 12 lados, y esto es lo que se representa en los 12 signos del zodíaco. La Eternidad o la Duración está marcada por grandes ciclos, en cada uno de los cuales ocurren doce transformaciones a las que siguen destrucciones alternadas y parciales de fuego y agua. Dichas alteraciones comienzan a nivel metafísico y suprahumano y terminan con la naturaleza física del Kosmos y del ser humano; en lo que concierne a nuestro planeta, esos cambios tienen lugar durante las cuatro grandes eras (oro, plata, bronce y hierro) de la primera Mahayuga. No obstante, conllevan más de un significado de acuerdo a los relatos tradicionales de la Creación y de los Diluvios o similares. Existen eras dentro de otras, y las 12 horas diurnas del ser humano son las contrapartes microcósmicas de los 12 periodos prototípicos de una “eternidad”. En sus principles aspectos, los doce signos del zodíaco representan la evolución espiritual y psíquica de las razas humanas, las épocas y las divisiones del tiempo. 

Esta estupenda concepción fue sintetizada por los antiguos para instrucción de los profanos en un único diseño pictórico, conocido como Zodíaco o cinturón celestial. Los sabios enseñaron que la génesis de los dioses y la humanidad comienza en y desde el mismo punto, el Uno Universal, Eterno, Inmutable y Unidad Absoluta. Este primer o único poder era denominado “círculo del cielo” que se simbolizaba por el hierograma de un punto al interior de un círculo, siendo dicho punto el Logos o Sol Espiritual Central. Ese punto es la Primera Causa... pero Aquéllo que surge de esto (o más bien su expresión) era obviado por esos antiguos Instructores. El gran círculo zodiacal representaba el espacio o la Unidad. Igualmente, en el “Catecismo Oculto” de “La Doctrina Secreta” se hacen y responden las siguientes preguntas:

“¿Qué es lo que siempre es? El Espacio, o el eterno Anupadaka (sin padres). ¿Qué es lo que siempre fue? La Semilla en la Raíz. ¿Qué es lo que siempre va y viene? El Gran Aliento. Entonces, ¿hay Tres Eternidades? No, los tres son uno” (D.S. I, 11). 

En ocasiones, al Espacio se le llama la Gran Madre o Sustancia Madre, la materia homogénea verdaderamente primordial. Desde un núcleo de la Sustancia surgió el Huevo Dorado (Hiranyagarbha), el Sol Espiritual Central del Universo, del cual emergieron todas las jerarquías superiores e inferiores de las Fuerzas Creativas, Poderes y progenitores divinos del ser humano. Se designa muy acertadamente al “Espacio-Madre” como “Madre de los Dioses”, puesto que es desde su Matriz Cósmica que vinieron a la vida todos los cuerpos celestiales de nuestro sistema planetario; asimismo, la astronomía arcaica inculcaba la doctrina de un origen común para todos los cuerpos celestes antes de Kepler, Newton y otros. 

Con Pitágoras, el punto dentro del círculo representaba la Mónada inmanifestada que permanecía en soledad y penumbras. Cuando llegó el momento, irradió de sí mismo al UNO, o el primer número, y la Mónada vuelve al silencio tan pronto como había evolucionado a la Tríada, de la cual emergieron los restantes siete números de los diez, que son la base del universo manifestado. En lugar de los doce signos zodiacales actualmente conocidos por el público general, originalmente había 10: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, luego el dual Virgo-Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Estos signos eran exotéricos, pero sumados a ellos se insertaron dos signos místicos que sólamente comprendían los iniciados. Cuando se juzgó necesario exteriorizar dicho par de signos se agregaron con sus actuales nombres que, en realidad, ocultan su verdadera denominación y dan la clave al secreto de la creación y el origen del bien y el mal. 

Evidentemente, lo anterior se remite a una época en la que los signos Virgo y Escorpio en el comienzo estaban unidos y eran considerados como uno sólo; más tarde se separaron por la inserción de Libra, el punto de equilibrio o la Balanza. Ésta representaba aquel eterno equilibrio que es necesario en un universo de armonía y justicia exacta, el balance de las fuerzas centrípeta y centrífuga, luz y oscuridad o ESPÍRITU y MATERIA. Tanto en los mundos objetivos como subjetivos, éstos son los dos poderes y mediante su eterna interacción el Universo del espíritu y de la materia permanece en armonía. Esas potencias hacen que los planetas sigan sus trayectorias y se mantengan en sus órbitas elípticas, trazando así la cruz astronómica en sus revoluciones a través del zodíaco. La doctrina sabeana señalaba que dentro del signo doble Virgo-Escorpio estaba oculto el conocimiento de la transformación gradual del mundo desde lo espiritual y subjetivo hasta el estado bisexual sublunar, y contrariamente, se dice que la unión de esos signos conduce a la destrucción del universo fenomenológico. 

Los “Hijos de la Luz”, como se llamaba a los planetas y a menudo identificados con ellos -Saturno, Júpiter, Mercurio, Marte, Venus y, presumiblemente, el Sol y la Luna- son nuestros Progenitores celestes o “Padre” en una palabra. Antiguamente eran considerados como cuerpos celestiales en conexión astral, psíquica, moral y física directa con nuestro planeta, sus guías y vigilantes; sus esferas visibles revisten a nuestra humanidad con sus características internas y externas, llamándose así Rectores o Regentes de nuestras mónadas y facultades espirituales. Así como emanan siete rayos diferentes del Sol Espiritual Central, también todos los Adeptos y Dhyani-Chohans se dividen en siete clases, cada una de ellas conducida o controlada por una de las siete formas o manifestaciones de la Sabiduría Divina. 

En todas las épocas, dicha Sabiduría Suprema se identificó con el Dragón. Astronómicamente, la constelación Draco estuvo una vez en el centro del cielo y era tan amplia que se conocía como el Gran Dragón, extendiéndose sobre siete de los signos zodiacales. Cuando la gran pirámide de Egipto era un templo de iniciación según los primeros anales de la Quinta Raza, Draco era la Estrella Polar, el símbolo del Gurú y la dirección, la divinidad sideral guía. El hierofante o Maestro de Sabiduría era también la “Estrella” que llevaba al neófito a su renacimiento espiritual. Hermes Trismegisto se refirió a estos Hermanos Mayores de la humanidad como una colonia de Dioses o encarnaciones del Septenario Superior que se instaló en la Tierra con el objetivo de que el ser humano no estuviese desprovisto de su naturaleza superior. Los Ah-Hi, según Helena Blavatsky, mucho tiempo atrás fueron egos planetarios, solares, lunares y finalmente, egos reencarnantes. Son colectivos de seres espirituales que se convierten en humanos como parte de sus transformaciones, y de esta manera “los creadores del mundo renacen en la Tierra una y otra vez”. 

Cuando los mortales se espiritualicen lo suficiente, ya no será necesario forzarlos a una comprensión correcta de la Sabiduría Antigua. El ser humano sabrá entonces que siempre ha habido grandes Reformadores del Mundo que nuestra generación conoce y que a) fueron emanación directa del Logos (bajo cualquier nombre con el que se le llame), es decir, encarnación esencial de uno de los siete aspectos del Espíritu Divino, y que b) ya aparecieron antes o durante los ciclos pasados. Buda, Krishna, Zoroastro, Manu o Tot-Hermes se manifestaron primero en la Tierra como uno de los siete poderes del Logos, individualizado como Dios y luego, asumiendo forma material, reaparecieron sucesivamente como grandes Sabios e instructores para la Quinta Raza y después de haber enseñado a las dos precedentes. En el simbolismo antiguo se suponía que era siempre el Sol (el espiritual y no el visible) quien enviaba a los principales Salvadores y Avatares. Los Manus y Rishis también son dioses planetarios que, según se dice, vinieron al comienzo de las razas humanas para vigilar su evolución y descendieron o encarnaron en este planeta una y otra vez para enseñar a la humanidad. 

El género humano se divide en siete grupos diferentes y tiene subdivisiones mentales, físicas y espirituales. Cada uno de los grupos humanos nació bajo la guía e influencia de uno de los Siete Planetas Sagrados, las esferas de los espíritus que viven en ellos. En la Antigüedad se creía y con justa razón que todas las razas humanas estaban íntimamente ligadas con los planetas y éstos con los signos zodiacales, y así toda la historia del mundo está registrada en esos signos. En Egipto, el neófito era iniciado en el misterio de los signos del zodíaco con ocasión de una danza circular que representaba el curso de los planetas, tal y como hasta hoy se celebra en Rajputana la danza de Krishna y los Gopis. Luego de esta danza, el neófito recibía una cruz, el Tau, convirtiéndose en Astronomos o sanador. El ciclo de iniciaciones era una miniatura de la gran serie de signos cósmicos en el año sideral (25.868 años) y al igual que los cuerpos celestes al término de ese periodo vuelven a las mismas posiciones relativas que ocupaban al comienzo, también el “hombre interior”, al concluir el ciclo de iniciaciones, había recuperado el estado prístino de la pureza divina y el conocimiento con el cual se embarcó en el ciclo de encarnaciones terrestres. 

El zodíaco era conocido en India y Egipto por tiempos inmemoriales. Respecto de la influencia oculta de las estrellas y de los cuerpos celestes sobre la Tierra, el conocimiento de los sabios y magos de esas civilizaciones era mucho mayor del que la astronomía profesional esperaría alcanzar. La sabiduría moderna se regocija con cálculos astronómicos y predicciones basadas en las inequívocas leyes matemáticas, mientras que la Sabiduría Antigua agregaba a la fría cobertura científica el elemento vivificante de su alma y espíritu, la ASTROLOGÍA. 

Los principales rasgos en la vida de una persona siempre se dan en conformidad a la constelación bajo la cual nació; esto es, con el carácter de su principio animador o la deidad que preside esa constelación, ya sea que lo llamemos arcángel o Dhyani-Chohan. Todas las unidades humanas proceden de la misma fuente (el Sol Central) y su sombra, el Sol visible. Cada esfuerzo de la voluntad para purificarse y unirse con el Yo Divino produce uno de los rayos inferiores; la entidad espiritual del ser humano es conducida a niveles más altos y de rayo en rayo, hasta que nuevamente es reabsorbida en el único y supremo rayo del Padre-Sol. Este último es el verdadero centro de toda persona, como del Cosmos; cada uno puede recibir la influencia de ese centro, tal y como “cada persona está o estará ligada a algún Adepto en particular”. Nuestro destino está escrito en las estrellas y llegará un momento en que la Astrología será restaurada por aquellos miembros del Movimiento Teosófico que cumplan los requisitos morales para  poseer nuevamente el “Gran Misterio”. 

Todo lo anterior puede resumirse así: “La Jerarquía de Poderes Creativos se divide en el siete esotérico (ó 4 y 3), dentro de Doce Grandes Órdenes, registradas en los doce signos del zodíaco; además, los siete de la escala manifestada están vinculados con los Siete Planetas. Todo esto se subdivide en numerosos grupos de seres espirituales, semiespirituales y etéreos”. Las enseñanzas relativas al zodíaco son el trabajo de los Sabios que vienen al comienzo del gran ciclo humano, y cuando comienza su áspera ascensión al desarrollo espiritual, dan al hombre aquellos grandes símbolos e ideas de carácter astronómico que perdurarán en todos los ciclos, y aquéllos incluyen las “ideas innatas” que impactaron en el centro perenne de la naturaleza humana. A partir de ese recuerdo, se puede citar una noción antigua de la tradición zodiacal gracias a registros ocultos de una edad “desconocida para la historia”: “Sobre el esquema zodiacal del océano superior celeste y en cierto sector de la Tierra, un mar interior fue consagrado y conocido como el 'Abismo del Aprendizaje'. Doce centros en la forma de 12 pequeñas islas que representaban los 12 signos zodiacales -dos de los cuales permanecieron en el misterio por muchos años- eran las moradas de doce hierofantes o Maestros de Sabiduría. Este mar de conocimiento o aprendizaje permaneció allí por largo tiempo, donde ahora se extiende el desierto de Gobi, y perduró hasta el último periodo glacial cuando un cataclismo local, que llevó las aguas de este mar al sur y al oeste y creando así el gran desierto, dejó sólo un oasis con un lago y una isla en su centro como reliquia del anillo zodiacal en la Tierra”. 

La Doctrina Secreta enseña que cada suceso de importancia universal, tales como los cataclismos geológicos al final de una raza y el comienzo de una nueva -lo que implica un gran cambio en la humanidad cada cierto tiempo a nivel espiritual, moral y psíquico- se prepara, por así decirlo, en las regiones siderales de nuestro sistema planetario. Mediante observación, experimentación y conocimiento los Sabios antiguos tomaron en cuenta todas las combinaciones concebibles de causas y determinaron sus efectos con precisión matemática, y dicho conocimiento les llegó como resultado de su pureza en cada plano del ser. Los planetas eran como las agujas que señalaban las horas de ciertos eventos periódicos en el circuito de nuestro Sistema Solar. Cuando un gran ciclo da paso al siguiente, se producen efectos dinámicos que alteran la superficie del planeta mediante la inversión de los polos terrestres y otras convulsiones, lo que afecta el curso de la evolución humana. Los sabios orientales estaban perfectamente familiarizados con este aspecto de la ley cíclica; investigaron en ella, registraron sus observaciones y las preservaron. Habiendo presenciado las incontables vidas ciclo tras ciclo en el pasado, y visto su comportamiento bajo diferentes condiciones en otros espacios estelares hace eones, los sabios disponían de una base sobre la cual establecer sus conclusiones, tal y como sucederá en las eras futuras. 

Las profecías siderales del zodíaco nunca señalan un evento en particular, sin importar cuán solemne y sagrado pueda ser para una parte de la humanidad. “¿Por qué -se pregunta en 'La Doctrina Secreta'- ver en Piscis (los Peces) una referencia directa a Cristo, uno de los muchos reformadores mundiales, cuando esa constelación refulge como símbolo de todos los Salvadores espirituales del pasado, presente y futuro que dan la luz y disipan la oscuridad mental?” Todas esas profecías apuntan a leyes naturales periódicas y recurrentes, sólo comprendidas por los iniciados, y así “el Zodíaco es el modelo de la Gran Ley”. Doce grandes dioses, como en Egipto, o doce Órdenes de Seres como sostienen las enseñanzas himaláyicas, producen el giro completo de la Gran Rueda de la Vida y la Ley abarcando todos los planos objetivos y subjetivos y todos los estados. Tal y como se aplica a nuestro mundo, de las 12 transformaciones la Tierra se vuelve más densa luego de las primeras seis, y todo lo que ella contiene -incluido el ser humano- devienen cada vez más materiales, mientras que después de las seis transformaciones siguientes ocurre lo contrario, cuando la Tierra y los hombres se desarrollan de manera más refinada y espiritual con cada cambio. Cuando se alcanza el ápice de este ciclo tiene lugar una disolución gradual, y todo ser y forma objetiva son destruidos, pero una vez que se llega a ese punto la humanidad, las plantas, los animales y cada átomo se han adaptado a vivir tanto de forma objetiva como subjetiva. 

Entonces se suceden los ciclos de evolución o naturaleza septenaria: a) espiritual o divina, b) psíquica o semidivina, c) intelectual, d) pasional, e) instintiva, f) semicorpórea, y g) la puramente material o física. Todas ellas evolucionan y progresan cíclicamente, pasando de una a otra en una forma centrípeta y centrífuga, única en su esencia y septenaria en sus aspectos. Cada principio de la composición septenaria humana se relaciona con un plano, un planeta y una raza; cada uno, a su vez, puede ser beneficioso y constituir fuerzas poderosas para el ser humano. 

La simbología del zodíaco no es principalmente religiosa, astronómica ni astrológica y la llave de los misterios zodiacales debe girar siete veces. En cada evento de la vida, por pequeño que sea, hay un significado oculto que tiene una raíz septenaria, ya sea humana o cósmica, y el conocimiento para determinar ese aspecto oculto en cada suceso pertenece a los Adeptos de todas las épocas. El ser humano es en sí mismo un sendero zodiacal, a través del cual su “Sol particular” (Atman) realiza un circuito, y si logramos crecer a través de la devoción y el esfuerzo durante el viaje de nuestro Sol interior en ese zodíaco íntimo, entonces aprenderemos el significado de la peregrinación más importante de nuestra luminaria terrenal.


APÉNDICE
(de la revista "The Theosophical Movement", marzo 2011)

Pregunta: En Astrología, el Sol está representado por el símbolo de un círculo con un punto en el centro (☉). Sin embargo, en “La Doctrina Secreta” la misma representación tiene un significado diferente. ¿Cómo entender la denotación de los símbolos utilizados para los Siete Planetas astrológicos?

Respuesta: H.P.B. señala que cada símbolo es como un diamante con muchas facetas, y cada una de ellas está abierta a varias interpretaciones y se relaciona con con varias ciencias. Hay siete claves para la interpretación de cada símbolo, como las de tipo astronómico, metafísico, psicológico, filosófico, geométrico, etc. El símbolo del círculo ilimitado con un punto en el centro se refiere al Logos Inmanifestado que duerme en el seno de Parabrahmam durante Pralaya, a través del cual irradia la luz, energía y sabiduría de Parabrahmam, como escribe Subba Row (D.S., I, 429). El punto en el círculo también se denomina “punto matemático” o "semilla cósmica" que contiene todo el Universo como la bellota del roble, y se dice que corresponde al Sol en Astrología y Astronomía; y al igual que el Logos, el Sol físico es la ventana por cuyo medio se irradia la luz y vida del Sol Espiritual Central. En la Doctrina Secreta (II, 30), H.P.B. explica la simbología del planeta Venus, señalando que el diámetro -cuando se encuentra aislado en un círculo- representa la naturaleza femenina y las Razas-Raíces primitivas, mientras que el diámetro a partir del cual se extiende una línea vertical simboliza al macho y la hembra aún no separados. También se representa por el Tau (T) egipcio, que luego se convierte en la cruz (+) o macho-hembra separados y caídos en la generatividad. Venus está simbolizada por el signo de un globo terráqueo sobre la cruz. Asimismo, la cruz ansada egipcia es otra forma de Venus y significaba esotéricamente que la humanidad y toda la vida animal habían salido del círculo espiritual divino e "ingresando" en la generación física masculina y femenina. La forma de “fase creciente” o “croissant” de la Luna y que tiene forma de bote da cuenta del principio femenino o matriz de la naturaleza que lleva los gérmenes de vida.

Sin embargo, no encontramos ninguna explicación para los símbolos de otros planetas en la literatura teosófica, pero conseguimos algunas interpretaciones en libros de astrología. En un nivel simple, los símbolos planetarios se han derivado de los nombres griegos para los dioses asociados con estos orbes o de las armas utilizadas por dichos personajes. Venus está representada por un espejo de mano, ya que está asociada con la belleza; Mercurio se asocia con el caduceo de serpientes entrelazadas en una vara y las alas que forman un semicírculo; Marte, el dios romano de la guerra, posee un escudo y una lanza; el símbolo de Júpiter es el jeroglífico del águila o ave de Júpiter (la letra griega Zeta, la primera en “Zeus”, que es el nombre griego de Júpiter); y el símbolo de Saturno es la guadaña o la hoz, ya que se supone que este astro es el dios romano de la agricultura.

Metafísicamente, podemos ver que los símbolos de casi todos los planetas son una combinación de círculo, semicírculo y una cruz, en donde el círculo representa el espíritu puro, el semicírculo (o media luna) el alma, y la cruz la materia o cuerpo; así, el Sol y la Luna representan el Espíritu Puro y el Alma Pura, respectivamente. En su libro “Planetary Astrology”, Alan Leo señala que Marte () y Venus (♀) son el opuesto de cada cual y personifican la relación del Espíritu con el cuerpo o materia. El planeta Marte, que tiene una cruz (forma de flecha modificada) sobre el círculo, muestra al espíritu tratando de manifestarse a través de la materia y un impulso hacia la expresión; por lo tanto, se asocia con fuerza y energía en las que se encuentran tanto construcción como destrucción al figurar al antiguo dios de la guerra. Por su parte, Venus tiene una cruz bajo el círculo, y en este caso el Espíritu ha logrado expresarse a través de la materia y hay supremacía espiritual sobre la terrenalidad, siendo así un planeta de paz y amor. 

La Luna o medio círculo (☾) encarna el mundo psíquico y está conectada con los estados de ánimo y la mente. Saturno y Júpiter son inversos entre sí y representan la relación entre alma (mente) y cuerpo. Saturno, al dibujarse como una cruz sobre un semicírculo (♄), significa la materia sobre la mente y por ende el intelecto frío, seco y calculador; la mente o alma está bajo el dominio material y las pruebas y tentaciones son necesarias para liberar al alma. Júpiter tiene un símbolo inverso, con un semicírculo colocado sobre la cruz (♃), que muestra la mente elevándose sobre la terrenalidad; el alma se libera de la dominación materialista y siente compasión por la humanidad en su lucha. En el símbolo de Mercurio (☿) encontramos las tres figuras: una media luna en la parte superior del círculo que está al tope de la cruz. Este orbe ha sido llamado “mensajero de los dioses” y en su representación encontramos a Venus “alada” o la conciencia que se expresa a través de la materia y se eleva hacia regiones desconocidas.