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18 de marzo de 2022

Mediocridad y ética


"El esclavo tiene sólo un dueño, 
pero el codicioso tiene tantos 
como personas útiles a su vicio"
(La Bruyère).
 
En nuestros días existe una horrible tendencia a manipular las palabras para acomodarlas a los intereses personales, sin siquiera consultar un diccionario confiable. Una de esas palabras es “mediocridad”, cuya connotación ha sido manoseada hasta la saciedad por granuja$ que no escatiman en los medios para alcanzar sus objetivos.
 
Como todos sabemos, la “mediocridad” implica el concepto de “calidad media” o “deficiente”, pero al parecer según la visión estrecha de varios despreciable$, los “mediocres” son quienes no viven satisfaciendo el “más”. Lo que más sorprende de esta actitud y pensamiento entre los “referentes” ideológicos con deformidad moral es que implícitamente constituye una afrenta y tergiversación directas de uno de los principios postulados por Buda cuando enseñó la doctrina del Noble Sendero Óctuple.

Dentro de la doctrina teosófica original debemos recordar el concepto del Ego Inferior, llamado “personalidad”, y que constituye una de nuestras partes mortales o “renovables” en cada una de las encarnaciones que experimentamos, por lo cual no existe lógica alguna en aferrarnos a ese constituyente y creer que nuestra vida terrena gira en torno a él. Justamente, el materialismo/consumismo imperante en nuestra sociedad alienta a un constante endiosamiento de los bajos instintos en detrimento de la ética que debiera regir la convivencia diaria y todo contexto.

Entre muchos teósofos y los practicantes de budismo, es bien conocida la anécdota cuando Siddharta Gautama enseñaba a su discípulo Sona sobre la importancia de mesurarse en la vida, mostrando el caso de un músico que tocaba un laúd. Si las cuerdas del instrumento están muy flojas, éste no sonará adecuadamente (tonos muy bajos) y tampoco habrá buen sonido si están demasiado tensas (tonos muy altos) o, menos deseable aún, se cortarán.

Dentro de este concepto, el autodominio o autoequilibrio es mencionado con gran énfasis. Para quienes siguen alguna filosofía o práctica espiritual, la clave está en lograr ese dominio de sí mediante la temperancia: todo en su justa medida, cuando corresponda y de acuerdo al sentido común y la ética universal; tal es la antítesis cotidiana de muchas basura$ bípeda$ que viven con tanta despreocupación, endeudándose para “tener lo que tiene el de al lado” y olvidando por completo que la verdadera riqueza está en la cultura.

Sin embargo, el problema no se detiene allí. Desde hace algunas décadas, especialmente a partir de ese periodo histórico donde comenzaron las grandes revoluciones industriales y científicas -y con ello el surgimiento y especialización de la economía moderna-, se han logrado muchísimos avances en beneficio de la humanidad en varios aspectos, y la tecnología de la que nos sentimos tan orgullosos ciertamente es una parte de ese proceso evolutivo. Pero el costo implicado es estratosférico si hablamos de las relaciones humanas y los principios éticos que conlleva. El grado de desarrollo en una civilización se mide por los ideales éticos que profesa, y en este sentido quienes están comprometidos o familiarizados con temas espirituales señalan que indudablemente como especie hemos retrocedido demasiado para llamar “civilización” a nuestra cultura presente, donde se suele blandir la maza de la brutalidad calculada contra el prójimo cuando los caprichos más queridos están en juego.

También es necesario señalar un matiz que muchas veces se ignora intencionalmente. La temperancia de la cual hablo no se aplica a la ética ni a las intenciones verdaderas del individuo, pues de acuerdo a las enseñanzas teosóficas, la Ley de Karma nos compensa con efectos beneficiosos o perjudiciales considerando tanto el resultado de las acciones como su intencionalidad, sumando además la intensidad del pensamiento que hayamos puesto previo a esas acciones. Es posible que los resultados materiales que obtengamos de nuestros actos sean “mediocres” o derechamente “malos” si no tenemos expertiz respecto de la tarea que tenemos entre manos, pero la intención que pongamos en ello determinará la calidad de esos resultados y aquélla sólo puede ser buena o mala (el carácter dual de la mente o "no se puede servir a dos amos"), mientras que la indiferencia (en el sentido de "abstención" cuando se requiera) es sólo la ausencia de intención o interés en plasmar un deseo determinado.

De acuerdo a la experiencia cotidiana y las informaciones disponibles, se puede mencionar específicamente tres ejemplos donde el concepto de “mediocridad” no está a la altura de quienes la evitan con tanto ahínco:

01) En el ámbito político-administrativo tenemos el vicio del nepotismo, práctica común entre casi todos los partido$ político$ y en varias institucione$, definiéndose generalmente como la designación a cargos gubernamentales o de importancia entre familiares o amigos de la autoridad de turno. Esto, como podemos apreciar e intuir, jamás fue, es ni será garantía de probidad e integridad en quienes ostentan responsabilidades, y es evidente que en muchos mugriento$ de ese estatus su consciencia no está dirigida a un mejoramiento del país o comunidad que dicen representar.

Esta actitud demoníaca se fundamenta a su vez en otros vicios "normalizados", y se expande hoy a todas las clases sociales, impidiendo un progreso saludable y ejemplar basado en principios intransables de convivencia. Sobre las profundas connotaciones del nepotismo, recordemos estos extractos para hacernos una idea de lo serio que es el asunto: 

“Observe, momentáneamente, lo que usted llamaría los hechos concretos de la sociedad humana. Compare la existencia, no sólo de las masas, sino también de los muchos de la llamada clase media y alta con lo que tal existencia -bajo condiciones mejores y más nobles- sería una donde prevalecieran la justicia, la bondad y el amor en lugar del egoísmo, la indiferencia y la brutalidad que hoy, muy a menudo, parecen reinar supremos. Toda cosa buena y mala en la humanidad tiene sus raíces en el carácter humano que la cadena interminable de causa y efecto ha condicionado y sigue condicionando. Sin embargo, este condicionamiento se refiere tanto al futuro como al presente y al pasado (…) El progreso es asequible y sólo por medio del desarrollo de las cualidades más nobles. Ahora bien: la verdadera evolución nos enseña que, alterando los alrededores de un organismo, se puede cambiar y mejorar a este último y, en sentido más riguroso, lo anterior es verdadero en lo que atañe al ser humano. Por lo tanto, cada teósofo, valiéndose de todos los medios a su alcance, se ve obligado a hacer lo mejor para ayudar cada esfuerzo social sabio y cuerdo que tenga como objetivo mejorar la condición de los pobres. Tales esfuerzos se deberían llevar a cabo teniendo en perspectiva su emancipación social última o el desarrollo del sentido del deber en los que ahora lo descuidan, a menudo, en casi toda relación de la vida” (“La Clave de la Teosofía”, p. 234-235).

“Esta misma ley de Karma es la que corrobora todo lo que he dicho. El individuo no puede separarse de la raza, ni ésta del individuo. La ley de Karma se aplica igualmente a todos, sin importar que no todos estén igualmente desarrollados. Al ayudar al desarrollo ajeno, el teósofo cree que no sólo ayuda a los demás a cumplir con su Karma; sino que, en sentido muy riguroso, está cumpliendo con el suyo. Él tiene siempre presente el desarrollo de la humanidad de la cual tanto él como los demás son partes integrantes y sabe que cada vez que no logre responder a lo más elevado dentro de él, no sólo se aplaza a sí mismo, sino a todos, en su marcha progresiva. Por medio de sus acciones puede hacer que para la humanidad sea más difícil o fácil el alcance del próximo plano superior del ser” (“La Clave de la Teosofía”, p. 236).

En nuestros días nos percatamos de un ejemplo muy vigente: el desmoronamiento gradual y ruidoso de “autoridade$” -en muchos casos elegidas por quienes tienen una obsesión crónica con la forma de los problemas en lugar del fondo- y encarnadas por mediocre$ que se jactan de haber egresado de universidades prestigiosas o provenir de familias de alcurnia, y quienes relegan su misión ineludible a la hora de asumir responsabilidades de envergadura. Por esta razón, cualquier régimen político es una total pérdida de tiempo, dinero y recursos humanos si no contempla una reforma ética profunda y urgente, donde los mediocre$ de cerebro lavado (y a su vez lavadores de cerebro) sean descartados a menos que posteriormente demuestren los méritos necesarios.
 

02) Muy ligado con lo anterior está el ámbito educacional, sobre el que Blavatsky señala:

“Por supuesto que el sistema clásico es respetable sobre todas las cosas, y hoy produce algo bueno. Sigue siendo el favorito en nuestras grandes escuelas privadas, donde se puede obtener no sólo una educación intelectual, sino también social. Por lo tanto es de suprema importancia que los jóvenes aristocráticos aburridos y los padres acaudalados vayan a estas escuelas para encontrar el resto de la estirpe de las clases ricas. Desafortunadamente, existe una gran competencia hasta para entrar, ya que las clases acaudaladas están aumentando y los jóvenes pobres e inteligentes tratan de entrar a las escuelas privadas valiéndose de las suculentas becas para pasar, de la misma forma, a las universidades.

Pregunta: ¿Según este punto de vista, los ricos 'torpes' deben trabajar más duro que sus compañeros más pobres?

Respuesta: Así es. Parece extraño; mas los fieles del culto de 'la supervivencia del más apto' no practican su credo, porque se esfuerzan a fin de que los naturalmente ineptos suplanten a los aptos. Por lo tanto, sobornando con amplias sumas de dinero, alejan a los mejores maestros de sus estudiantes naturales, para mecanizar su progenie, naturalmente inepta, en profesiones que inundan de personas inútilmente” (“La Clave de la Teosofía”, p. 268-269).

Una consecuencia catastrófica de esto es el fenómeno de la “cesantía ilustrada”, especialmente en Latinoamérica. En un estudio independiente realizado durante 2018, se determinó que Chile tiene un alarmante incremento de desempleo incluso entre profesionales con doctorado (https://ciperchile.cl/2018/09/03/desempleo-masivo-de-doctorados-en-chile-lo-que-dicen-los-datos/). Cabe señalar que actualmente los egresados de profesiones humanistas son quienes más sufren esta lacra, sumado al nepoti$mo “aprobado como práctica normal” en ámbitos laborales donde se supone debiesen postular candidatos idóneos, como pedagogía, traducción, derecho, psicología, sociología, etc. (es decir, disciplinas formadoras de seres humanos integrales) en lugar de lo cual asistimos a una constante saturación de profesionales en el mercado. Los responsables, sin duda, son los mediocre$ ávidos de poder que mandan las instituciones educativas, los manipuladores intelectuales y sus aprendices que se esfuerzan a diario -previo estímulo monetario- para denigrar los principios éticos, y como prueba de ello tenemos que, sin ir más lejos, en Chile aún se plantea el debate sobre eliminar la asignatura de Filosofía en las escuelas (https://www.latercera.com/nacional/noticia/expertos-debaten-posible-eliminacion-filosofia-ensenanza-media-cavernario-realmente-grave/81709/). Nuevamente, el nepoti$mo barbárico también se ha apoderado de este terreno, pues dicho fenómeno de cesantía está sustentado en gran parte por los “amiguismos” de mediocre$ que incluyen a muchos académicos y sus cohortes de discípulos coludidos para continuar en este -para ellos- “círculo virtuoso”.
 

03) El ámbito de las relaciones laborales tampoco está exento de esta inversión semántica sobre la “mediocridad”. Como se señaló en el artículo “La magia negra y su lavado de imagen”, este tipo de prestidigitación consiste en aplicar consciente y sistemáticamente las facultades espirituales para beneficios egoístas
Es totalmente inaceptable que aún se considere "natural" lidiar en la vida real contra la “civilidad” de quienes descargan su soberbia por asumir compromisos materialistas que no son capaces de cumplir. Muchísimas personas asumen roles de clientes y trabajadores al mismo tiempo -una distinción superficial y hasta inútil si nos atenemos a un trasfondo estrictamente valórico-, y esos hechos violentos son indefendibles cuando aquéllas se protegen cobardemente en su “estré$” y las groserías de “dar poder" a cualquiera de esas partes, o endiosar "rivalidades" intersociales (como si no necesitaran autoexaminarse en primer lugar), pues quienes las defienden suelen ser pazguatos y utilitaristas de faccione$ ideológica$ que -en honor a la verdad demostrada por los duros hechos ya mencionados- tampoco deben ser bienvenidas en ninguna de sus variantes como parte de las enseñanzas de la Teosofía Original. Es indudable que los "modelos" de ambas clases debieran volver a la educación parvularia y reaprender valores de convivencia por amor al bien. Lo peor de todo es que cuando hay denuncias en algunos casos, éstas terminan en acosos o despidos en aras del consentimiento indiscriminado de mediocre$ y bacteria$ tiránica$ que se parapetan tras su estatus inmerecido y “exigen” ser tratados con “dignidad”, “respeto” y “empatía” -los mismos valores que se incentivan en toda empresa con tal de aumentar ganancias, es decir, magia negra- bajo supuestos ridículos y mediocre$ destinados a exaltar antojos individuales. Por esto, no hay "humilde" más despreciable que aquél que impone su "humildad" para fines egoístas.

El tema de la competitividad merece cierto análisis en este punto. Si hemos de recurrir al pensamiento crítico que ofrece la filosofía (en su verdadero sentido) vemos que si debe haber competencia, ésta es dirigida hacia uno mismo y no contra los demás. ¿De qué sirve compararse tanto con otros? ¿Cuál es la utilidad permanente de ser el/la preferido (a) (repetimos: permanente, porque el dinero no lo es)? ¿Por qué aún hay quienes tienen la "urgencia" de ocultar su vacío interno imponiéndolo constantemente en otros y esperando que ellos (sus espejos rotos) le devuelvan una imagen efímera? Quien más ostenta externamente, más pobre es en el plano interior

Reivindicando el tema de la “vía media” enseñada por Buda y ante la evidencia presentada, podemos concluir lo siguiente:

Los verdaderamente mediocres y fracasados no son quienes se contentan con la eutrapelia o lo justo, sino aquellos IMBÉCILE$ que sistemáticamente se prostituyen con la moda borreguil de "es lo que hay" -ignorando el deber de "darse cuenta"- o imponen "valores" morales para sus objetivos egocéntrico$. La mediocridad es para quien no desea la comprensión de su propia consciencia con tal de vencerse a sí mismo; para quien corre tras una quimera de pseudofelicidad ignorando la agonía sociomoral como si no fuera parte de sí, para los "nuevos sabihondo$" que colapsan RR.SS. con "frases mística$/inteligentodiosa$" sin contexto o alteradas, y para los "empresario$", "trabajadore$" o "jefatura$" que contagian a otros con su cobardía, pues si desean enriquecerse tanto, el libre albedrío está para todos (con las consecuencias kármicas que involucra), pero el sólo hecho de manipular a otros (en este y otros contextos) da cuenta de su plena incapacidad para habérselas con su codicia aberrante y por ende no tienen ningún poder sobre nada ni nadie, ni siquiera sobre ellos mismos, excepto en sus sueños grotescos. Es más, el verdadero poder se gana con méritos y jamás se impone, por lo que su mediocridad se refuerza al doble o más.

De igual forma, en la rutina cotidiana y especialmente la del trabajo no hay ninguna razón para aceptar atropellos o manipulaciones (sean cuales sean y vengan de quien vengan) contra quienes están convencidos de “estar en el mundo, pero no ser del mundo”, sin vender su dignidad ni méritos espirituales al capricho explotacional y el lavado de cerebro desde ciertos $ectore$. Por tanto, desde aquí también se hace un serio llamado a cuestionar cuál es el verdadero trasfondo de esa compulsión materialista de comprometerse con “responsabilidades” o “modas” (mejor dicho, “cadenas”) que obstaculizan la legítima práctica espiritual y ganarse la vida correctamente sin hacer daño directo/indirecto a otros con tal de alimentar placeres animalizantes e ideologías nefastas y que suprimen la sagrada intuición que tantos ignoran o someten para servir a dos amos.
 

Una mención especial en este ensayo son los que se aprovechan de la política barata del duopolio para manipular el dolor del prójimo con tal de escalar posiciones en el gobierno o llegar a la fama. Ha habido episodios en la historia donde ellos mismos han padecido la ira del pueblo o la milicia en tiempos de inmoralidad, y al parecer hay quienes no aprenden la lección. La rueda de Karma todavía gira...

Y una última pregunta para los defensores mediocre$ de la corrupción: hay personas que viven en ambientes de mucha necesidad y tienen un corazón ejemplar/amargo, mientras existen otros que habitan rodeados de lujos y jamás ayudan a sus semejantes, o lo hacen toda vez que pueden. ¿De qué “mediocridad” hablarán esos miserables de consciencia?

Aquila in Terris