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18 de diciembre de 2024

Discernimiento y crítica


(The Theosophical Movement, junio 2021).

[N.del T.: se han hecho cambios para suprimir idealismos torpes y cínicos]. 

El significado del término “discernimiento" (en ocasiones sinónimo con "discriminación") es un buen juicio, o percibir con la mente y los sentidos de forma clara. Gracias a esta herramienta distinguimos o escogemos entre bien y mal, sumando nuestra pericia observacional y aprendizajes de vida. El verdadero discernimiento es para quien no se identifica con su personalidad [ego animal/perecedero] y se esfuerza por “actuar para y como el Ser” de las criaturas, evaluando todo desde esa perspectiva. Dicho agílibus prorrumpe si la luz Buddhi-Manásica se refleja en nuestra psique cotidiana, siempre que mire al interior o "Padre Divino" en busca de guía.

En Notas sobre el Bhagavad-Gita, Robert Crosbie sostiene que la agudeza real distingue entre naturalezas buenas, malas y mixtas. Procede con un punto de vista y comprensión universales, que surgen del conocimiento de que todo lo manifestado o visible proviene del Espíritu Único en mayor o menor medida. Necesitamos recordar que los seres humanos son mejorables; sus desdoros corresponden a la naturaleza burda adquirida, pues los vicios se deben a ignorancia y no maldad innata [con excepciones muy conocidas en criminalística que tampoco hay que subestimar, al tenor de psicópatas que fingen "rehabilitación" o "buena conducta" en la cárcel, y reinciden una vez liberados]. Es entonces cuando desarrollamos paciencia, fortaleza, modestia, mansedumbre y misericordia, y sabremos que lo que conduce a males y destructividad puede convertirse en actos benéficos y constructivos. Por lo tanto, en lugar de condenar irreflexivamente a violadores, asesinos, prostitutas/os o drogadictos, podrían crearse instancias para reformarles. Así, Crosbie define el acumen genuino en términos de "capacidad de hacer lo correcto, en el momento y lugar exactos, en todos los planos de acción.”

El acto de discriminar engloba desde los niveles más simples hasta los más sutiles y complejos. No sólo necesitamos diferenciar en temas incómodos, sino también poseer bases congruentes, porque de lo contrario degeneraríamos en parcialidad y prejuicio. Oímos hablar de “discriminación racial” y "castas”, donde se juzga o considera a un grupo de personas como “superiores” o preferibles a otras, de acuerdo con el estatus, color de piel o sistema religioso a que pertenecen.

El poder búddhico de discernir puede evaluarse a modo de raciocinio o cognición directos, y aptitud de juicio en su máximo esplendor; por ello, cada persona exhibe este rasgo a diferentes niveles. El de tipo sáttvico nos permite saber cuándo empezar o detenerse, qué hacer o abstenernos de realizar, qué temer o rebatir, e incluso qué impide un progreso del espíritu y cómo enfrentarlo. Asimismo, el juicio aflora cuando apreciamos los pares de opuestos: quien adhiere sólo a "lo bonito"/"feo" de la existencia nunca puede alcanzar discernimiento aceptable [y de aquí la importancia gravísima de hacer que todos accedan a educación holística]. Se dice que los Devas moran en ámbitos de pureza, mientras los seres iluminados llegan a ese estrato al practicar discernimiento. Una persona espiritualmente avanzada conoce más sobre lo malo que otra pecadora, porque ésta se hunde en el vicio, y la primera es capaz de observarla con desapego.

La crítica incluye aprobar o condenar el bien o mal de otros, comparando al prójimo con nosotros. Si caemos en favoritismos se verán todos los defectos ajenos, y sólo las buenas características propias, por lo que rara vez se contrasta en el sentido contrario, ayudando a un proceso de autosuperación. Siempre que nos dirigimos obsesivamente hacia imperfecciones "extrañas", perdemos tiempo y energía para cultivar buenos atributos o prácticas. A menudo no existe derecho a juzgar, y estaremos muy equivocados si creemos subsanar conductas recordando debilidades con majadería impertinente [tal y como sucede entre muchísimos "espirituales" o "psico-influencers" de derecha o izquierda que se culpan por "lo mal que está el mundo"]. En otros contextos y premunidos de buena voluntad, haremos que nuestros destinatarios tomen conciencia de sus faltas, pero una vez cumplido, podemos orientarlos a través de consejos y estímulos, siempre que decidan liberarse de estas fallas y que sean inintencionales.

La naturaleza humana tiende a no aceptar errores propios, en especial si los descubre otro, pues pocas veces una crítica se formula con anhelos benéficos; entonces, lo ideal sería condenar el acto y no al agente [aunque hay salvedades, como las leyes que protegen la libertad de prensa contra personajes públicos que abusan de su poder para dañar a otros con hechos corruptivos, y exhortan a quienes deseen involucrarse en política a repensar sus propósitos si no detentan valores éticos suficientes; de lo contrario, más les valdría dedicarse a trabajos humildes]. En tanto el equívoco a juzgar sea sólo por ignorancia y lo separemos de su autor, nuestro criterio se vuelve impersonal. Hoy varios profesores y padres/madres hacen referencias indirectas a desatinos moceriles, comentando el asunto que gira en torno a aquéllos. De esta manera, un alumno receptivo [y que no albergue malicia ególatra] capta el mensaje y aprende que las medidas correctivas quedan a su discreción.

A veces nos enorgullecemos de ser brutalmente "francos" para señalar lo que está mal, sin contemplar el efecto que las palabras tendrían en otros que cometen errores accidentales. Uno de los preceptos en las Leyes de Manu dice “no pronunciar verdades desagradables”. Aquí deberíamos tener sinceridad diplomática sin herir emociones o el desconocimiento natural del otro, y si no somos capaces, demuestra que no hemos logrado construir el vínculo necesario con quien comete un traspié. Cuando la fuerza de una crítica se basa en un juicio impávido y razonar objetivo, es factible de inducir pesar y reforma; ítem, si la reprensión se dirige a la corruptela y cobardía moral en un sistema, con argumentos seguros y expuestos de modo impersonal, es menos alcanzadizo que produzca reparos. Los adversarios honorables podrán estar convencidos por la exactitud en dichos dictámenes, y más aún porque no les importa el triunfo de sus caprichos, sino el de la verdad.

[N.del T.: inclúyase la hipergeneralización babosa de "no criticar a nadie y ser piadosos, pues la ecúmene es producto de su tiempo y circunstancias". Ante un reproche e independiente de la época, no todos arman escándalos sempiternos, y no todos asumen su cuota de culpa; ergo, ese matiz dice mucho acerca de nuestro fuero interno y qué tan cumplidores o indignos somos en ciertos contextos].

Si es nuestro deber indicar el mal involuntario de alguien, hagámoslo abierta y personalmente. “No condenéis a nadie en su ausencia, y hacedlo a la cara cuando os veáis obligados, con suavidad y palabras caritativas, porque el corazón humano es como la planta Kusuli: abre su copa al dulce rocío del alba, y la cierra antes de una fuerte lluvia” (HPB Series, n° 33, p. 41).

No hay que juzgar sin bases fácticas, o con chismes, porque el estado interior del individuo sólo es conocido por la Ley de Karma. Cuentan que una mujer se trasladó a un barrio nuevo, y era etiquetada de “orgullosa” y “floja" por los vecinos; más tarde supieron que era tímida, pero no egocéntrica. Inclusive, el hombre que la visitaba casi a diario era su abogado, ya que hubo un divorcio en proceso. Cuando criticamos al prójimo de mala forma, incluso mentalmente, los elementales se adhieren al pensamiento y crean una entidad. Al condenar de modo irresponsable, generamos un foco en nosotros y esas "vidas" sutiles nos llevan a perpetrar la misma falta que reprochábamos. Por ejemplo, si un particular ha cometido violencia [quizás en autodefensa o por móviles abyectos] las multitudes protestan que "debería ser condenado a muerte, azotado en público", etc. William Judge escribió: “(...) a través de la injusticia en vuestro castigo meramente humano, sin conocer el origen y las causas por obras foráneas, os convertís de inmediato en partícipes de sus yerros o culpables por vuestro proceder, y el 'espíritu' expulsado regresa ‘con siete demonios peores’”. El libro Luz en el Sendero declara: “Recordad que la vil prenda que os acobardáis de tocar puede haber sido vuestra ayer, y puede ser vuestra mañana”. Si no somos codiciosos ni iracundos en esta vida, no hay garantía de que no hayamos acogido esas taras en una encarnación pretérita, o tenerlas en existencias futuras [???]. [Paradojalmente, la Teosofía Original incentiva practicar esfuerzos autodiseñados y autoinducidos para evitar caer en males, y La Voz del Silencio enseña que ningún conato en pos del bien se pierde en la "marea kármica". El extracto previo por Mabel Collins bien podría leerse así: "Si teméis enfrentar el mal que veis al día de hoy, ya sea que esté dentro o fuera de vosotros, sólo postergáis el mal rato para mañana"].

“¿Por qué observan la mota en el ojo de un hermano, sin darse cuenta de la que hay en ustedes? Hipócritas, límpiense primero, y entonces verán mejor para hacerlo con otros” (Mateo 7:3,5). Hay muchos que tienen la monomanía de detectar "suciedades" en los demás, hasta que alguien les da su merecido. Puede que la falta ajena sea pequeña o baladí como una legaña, al tanto que el censurador incurre en actos parecidos o más graves. Una historia india satiriza: “El camello alegaba que en la reunión había muchos animales sin atractivo: la grulla y su pescuezo corvo, el loro y su pico deforme, el perro de cola antiestética, un tigre de uñas torcidas, un bisonte con cuernos anómalos... Y al oír esto, el zorro le dijo: 'Mientras ellos tienen sólo una parte fea, tú tienes casi todo eso'".

[A semejanza de otros credos mundiales, el Movimiento Politisófico hoy es un papelón divisionista absoluto y atroz, y no supo mantener la unidad que le caracterizó al inicio cuando los Maestros lo apoyaron. Al objeto de garantizar concierto en un grupo que se precie de "místico", Buda sentenció]: “No debemos fijarnos en los hechos indignos de otros, ni sus pecados de omisión o comisión, sino trabajar en los propios errores”. [Es risible que la misma "espiritualidad anti-crítica" contemporánea incluya seguidores politifanáticos que, no bien practican ciertas "virtudes", se arrogan "predominio" e intransigencia frente a los "resabios" de sus "enemigos" o "adláteres". Pensando en la armonía del novel curso teosófico en el siglo XIX, Judge aconsejó]: “Todos somos humanos, débiles y pecadores. Si en un aspecto somos mejores que los demás, en otras aristas ellos nos superan (...) nadie debería pensar sino lo mejor, sin importar cuáles sean las evidencias. Si los Maestros nos juzgaran por lo que saben que representamos, ¡adiós de inmediato!, y tendríamos que hacer las maletas. Pero Ellos nos tratan con bondad ante un mayor conocimiento de nuestras fallas y malos conceptos de los que nadie está libre todavía”.

Los pocos que comprenden la certeza de dichas sugerencias pueden cultivar buena voluntad hacia todos, discerniendo el bien o mal en ellos y mostrando percepción de su índole, pero se abstienen de criticar según las "costumbres" ya descritas, y esto es el fundamento verídico para la Hermandad Universal. Si uno trabaja por la Teosofía [no sus "respetables" logias de politiqueo barato], el valor y la eficacia del servicio están inversamente relacionados con el hábito de formular críticas penosas. En Letters That Have Helped Me, Judge sostiene: “Tanto ___ como ___ son dos puntos débiles, medio corroídos”, hablando sobre dos centros teosóficos en declive por múltiples razones, siendo el cotilleo uno de esos elementos. La murmuración no sólo causa daño individual: también afecta al colectivo, indica roces y los Mahatmas no pueden brindar ayuda. “Si no observamos tan de cerca sus errores, el Maestro podrá aclararlos y hacer que todo funcione bien”. Sólo un sabio o individuo honrado tienen las facultades de culpar a quien sea censurable, según el rango de perspicacia que les atañe.

30 de noviembre de 2023

La idiotez del "no juzgar" y sus patologías asociadas

Jiolito L. Benítez, Departamento de Ciencias Sociales, 
Universidad Estatal de Cebú, Filipinas/
Journal of Humanities and Social Sciences, vol. 11, n° 1, 
publicado el 27 de junio de 2022.
Correo electrónico: benitezj@cnu.edu.ph.

Optimismo y pesimismo venenosos: dos de las PEORES plagas humanas 
en nuestro tiempo.

[N.del T.: a) se optó por la expresión "juicio ético" y conceptos afines, en lugar de "juicio moral", de acuerdo con lo explicitado en este artículo; b) se eliminaron paráfrasis iteradas].


Resumen

El presente estudio perfila y examina diversos estilos de reflexión mórbida contra los juicios éticos. Según entrevistas con individuos que emitieron y fueron blanco de dichos juicios, así como diálogos con académicos de ciencias sociales y filosofía, se determinaron diez actitudes patológicas que veían esos dictámenes como muestras de "hipocresía", "superioridad moral", "perfeccionismo", "pedantería", "negatividad", "interferencia", "vaguedad moral", "sentimentalismo" y "ordinariez". De igual manera, quienes declaran juicios valóricos son estereotipados como "cínicos", "engreídos", "negativos", "hostiles", "soberbios", "moralistas" e "intolerantes", lo cual disuade a otros de formarse criterios en el ámbito público. A medida que la capacidad de juzgar se convierte en un "paria social", el orden ético degenera y se agrava la cultura de indiferencia moral que caracteriza a la mayoría de sociedades contemporáneas. Contrarrestar este fenómeno de disipación implica liberar el juicio ético de actitudes patológicas, y por ello, su ejercicio constructivo y responsable es primordial para el mantenimiento de límites morales en sociedad.

Palabras clave: actitudes, juicio ético, valores, disipación moral, responsabilidad ética, patologías.


Introducción

El juicio ético desempeña un rol primario en el discurso y la praxis análogos. Entendido como la evaluación de actos/consecuencias, motivos y carácter como buenos o malos, correctos o incorrectos, beneficiosos o dañinos, virtuosos o denigrantes, el criterio ético permite a los miembros de la sociedad atribuir aprobación e imponer castigos correspondientes. Dado que esta práctica es indispensable para la responsabilidad social, es también proritaria para el mantenimiento de límites morales (Furedi, 2021).

La reflexión ética se halla constreñida y en medio de un fuego cruzado de visiones contradictorias del mundo, como el realismo moral, o visión que postula la existencia de normas objetivas y universales (Fischer & Fuchs, 2015); relativismo moral, donde ésta última depende de culturas y grupos sociales (Luces, 2008); subjetivismo ético, que reduce todo concepto a una mera discreción individual (Baofu, 2011); escepticismo moral, cuya opinión es que el conocimiento y las creencias incumbidos no tienen justificación empírica (Machuca, 2017); nihilismo, o filosofía que niega la ética (Sinnott-Armstrong, 2007), y pluralismo moral, o perspectiva que reconoce la multiplicidad de valores y normativas (Hinman, 2012).

Los juicios éticos también reflejan las disimilitudes de orientaciones teóricas en competencia, que consideran la práctica de valores como un deber, mandatos divinos y consecuencias de acción o carácter. Estos desacuerdos de base son inevitables, pero principalmente apoyan la función legítima del criterio ético en lugar de repudiarlo.

Varios autores han dado la alerta sobre formas de pensar emergentes que desestiman la función del raciocinio ético en la vida social. Al abordar el problema de la identidad, Furedi (2021) ve la devaluación ética como síntoma del debilitamiento de pilares sociales. El asunto de la identidad está estrechamente asociado con el alejamiento del juicio valórico, una clase de apatía que manifiesta incapacidades para emitir visiones éticas frente al mal. De este modo, la vida humana contemporánea se desperdicia, es volátil e infundada. El creciente vacío ético es el precio a pagar por desatender la moralidad solidaria, en favor de un progreso tecnológico que se alimenta de la lógica comercial. En este caso, la ética se marginaliza o excluye respecto a la evaluación de cuestiones sociales (Bauman & Donskis, 2013; Juul, 2013; Furedi, 2021).

La sociedad y la cultura desempeñan cualidades importantes en la formación del juicio ético. Turiel (2012) sostiene que la estructura social y las prácticas civilizatorias influyen en la manera que los individuos emiten sus pareceres; por ejemplo, en Rusia y otros países occidentales los hombres exhiben una orientación utilitaria al momento de evaluar moralmente (Arutyunova et al., 2016).

En Foundations of Morality, Kupperman (2020) consigna que la sociedad occidental de los siglos XIX y XX censuraba el juicio ético por ser "moralista", lo que explica la reducción de su influencia, mientras Knox (2015) cree que esa actitud es consistente con el fenómeno de deriva moral que impregnó las instituciones en dicha parte del mundo. En África, Samson y Allida (2018) atribuyen las causas de decadencia valórica entre estudiantes secundarios ugandeses a la irresponsabilidad paterno-maternal, redes sociales y la tecnología de internet. Además, los educadores nigerianos sindican al materialismo, la permisividad, la mala formación religiosa/familiar y los medios de comunicación como culpables de ese contexto (Njoku, 2016).

En Asia, la academia responsabiliza a influjos occidentales por preludiar una cultura "pop" extranjera que amenaza los valores de la región (Otmazgin y Ben-Ari, 2013). Por su parte y al investigar el declive ético entre los jóvenes de Filipinas, Cordero (2013) sostiene que la participación familiar inadecuada en la vida de adolescentes, las presiones sociales y los medios de comunicación son raíces fundamentales que avientan dicha coyuntura. Benítez (2022a) vincula los problemas éticos que afectan a la sociedad filipina con fuerzas coloniales e internas, responsables de distorsión, disfuncionalización y ambivalencia de normas y valores locales (Benítez, 2022b).

Es evidente que el fenómeno de disipación ética en muchas sociedades se debe en gran medida a la marginación de valores sólidos, y dado que el criterio concerniente es vital para el mantenimiento del orden humano, es imperativo reconocer las patologías que le afligen.


Metodología

Se examinaron y describieron varios comportamientos hacia dictámenes éticos. En un comienzo, el análisis incluyó entrevistas a cincuenta personas y cuatro expertos en ciencias sociales y filosofía, pero debido a las posturas redundantes, el número de encuestados se redujo a veinte. Al esbozar la tipología de actitudes, las nomenclaturas R1 a R20 aluden al número de individuos.

Los diálogos se desarrollaron en torno a preguntas acerca de emociones, creencias y pensamientos al formar y recibir juicios valóricos, y asimismo se evaluaron las consecuencias de ello; entretanto, los coloquios con especialistas tenían por objeto revelar sus experiencias y posturas sobre criterios éticos. Además, quien suscribe analizó sus propias vivencias y observaciones, incluyendo datos que obtuvo en redes sociales y medios de comunicación. Cabe mencionar que este trabajo se adhirió estrictamente a los protocolos de ética de la investigación.

Las opiniones recopiladas sobre conceptos de valor sirven como base para perfilar diversos tipos de actitudes hacia los mismos. El objetivo de su análisis es separar por un lado aquéllas que presentan consistencia con la función legítima del juicio ético, y por otro las acciones patológicas.


Patologías del juicio ético

Las experiencias y opiniones declaradas revelaron modos de pensamiento enfermizos contra el juicio valórico. El siguiente inventario consta de diez patologías, e incluye sinopsis de testimonios.

01. "Ataque personal". Hay quienes ven los dictámenes éticos como "afrenta personal", y otros los utilizan para fustigar o manipular sin bases objetivas. R8 dijo sentirse ofendida por vecinos que reprobaron el mal comportamiento de sus niños: “Me dolió cuando dijeron que mis hijos son tan indisciplinados como sus padres”. Si bien admitía que algunos de aquéllos se portaron mal, percibió que criticar a la familia era "injusto". R15, R20 y R12 contaron vivencias similares, pero todos coincidieron con R8 en que el juicio ético es "ofensivo". R12, en especial, no tiene ningún problema con que las personas emitan sus criterios, siempre que los hechos sean correctos: “Me acusaron de ser 'chismera', supuestamente al 'difundir mentiras' sobre mis compañeros de clase”. R15 y R20 consideraban que la crítica moral, ya fuera verdadera o mendaz, era dolorosa y perjudicial para la reputación de alguien. R20 reconoció que se había enfrentado por error a un pariente, al que acusaba de sembrar historias negativas sobre ella. Exceptuando a R12, el resto creía que el juicio ético es lesivo, independiente de la culpa o inocencia.

02. "Hipocresía". En otras palabras, "quien juzga es un fariseo porque todo el mundo está moralmente deteriorado". R19 y R6 describían a las personas que juzgan a otros como "moralmente peores" que quienes se abstienen de ello. R19 destacó que "nadie debe juzgar" porque "nadie está libre de culpa"; en tanto, R1 admitió su renuencia a criticar porque él también tiene debilidad moral: “Siento que cuando juzgo a los demás, en realidad lo hago conmigo mismo. No hace ninguna diferencia, porque todos somos imperfectos”. R1 creía que sólo los fingidos apocan a sus semejantes; R1, R6 y R19 coincidieron en que regañar es “nakakahiya” (vergonzoso), pues la hipocresía es un comportamiento indeseable y las "escrituras bíblicas lo prohíben". Sólo Dios puede dar sentencia, porque Él ve el “kalooban” (interioridad) de un particular.

03. "¿Quién eres tú para juzgarme?" Esta es una pregunta más retórica que fáctica: primero, está la cuestión del derecho a juzgar, y luego el estatus moral y social de quien vitupera. R16 manifestó que sus parientes y allegados le reprochaban, y aunque afirmó que su vida era insatisfactoria, protestó: “¿Quiénes son ellos para censurarme?”. R18 sostuvo: “Mis flaquezas y errores no otorgan a los demás la prerrogativa de regañarme. Hay quienes creen que por ser educados y ricos ya tienen facultades para hacerlo. Los demás me critican porque piensan que son mejores y yo peor. ¿Y quién entonces tenía el derecho?” R1, R6, R16, R18 y R19 creían que incluso si algunas personas son moralmente buenas, sólo Dios tiene potestad de condenar.

04. "No me juzgues porque no me conoces". Aquí se establece la relación cercana o íntima como condición para el juicio ético. Según R9, a menos que conozcamos bien a alguien y estemos cerca de él/ella, nuestro dictamen sólo le causa daños: "No podemos juzgar a otro por hacer algo mal, sin saber plenamente sus antecedentes y por lo que está pasando". R14 denunció cómo la reprendieron extraños: "Estaba deprimida, así que cerré mi cuenta de Facebook porque la gente decía todo tipo de cosas horribles sobre mí". R7, R9 y R14 lamentaron que la gente pueda ser a la vez tan implacable e ignorante en sus críticas; piensan que quienes los conocen y sus allegados los tratan con amabilidad, pero admitieron haber reprendido a otros particulares aunque no les conocían íntimamente. R7 hizo una digresión afirmando que cuando se trata de figuras públicas, como funcionarios gubernamentales y políticos abusivos y corruptos, los ciudadanos deberían expresar su indignación en público.

05. "No es asunto tuyo". De acuerdo con esto, quienes transmiten un juicio ético lo utilizan como pretexto para "entrometerse", mientras que los destinatarios lo caracterizan como "interferencia no deseada". R3, R8 y R12 compartían esa postura: para ellos juzgar socialmente es indeseable por constituir un acto de intromisión, y así deberíamos dejar a los otros en paz. Reaccionando a cómo la gente le censuraba, R3 exclamó: “Esta es mi vida, y no es asunto suyo. Hago lo que quiero. Son venenosos todos los que hacen comentarios morales sobre cómo vivo”. Por su parte, R12 opinó que los "juzgadores" eran inquietos, aburridos y no tenían nada mejor que hacer, por lo que se entrometen en asuntos foráneos. Cuando se le preguntó si alguna vez había criticado, R8 respondió afirmativamente, “pero lo hago en serio y no pretendo interferir. También comparto mis pensamientos sobre otras personas con mis amigos”. R3, R8, R12 explicaron que, si hacer un juicio ético significaba prevenir daños, entonces no necesariamente entorpece cuestiones ajenas. De igual forma, mostraron su acuerdo en que está bien juzgar, siempre y cuando mantengan sus pareceres dentro del círculo de amistades.

06. "Pedantería". Por lo común, no se hace la distinción entre este concepto y el juicio valórico. R2, R5 y R10 afirmaron que quienes reprueban eran "pedantes", es decir, están “obsesionados con la crítica para avergonzar a otros”. R10 comentó que en su lugar de trabajo los fustigadores suelen hablar mal de casi todos, y R5 añadió que incluso cuando hay gente que hace algo malo, era "mejor ser compasivos y no juzgar; una sonrisa amistosa puede hacer maravillas, mientras que al condenar podemos destruir relaciones". R2 etiquetó a los críticos morales como agresivos: "Deberíamos tener empatía en vez de censurar y ser hostiles". R2, R5 y R10 admitieron la opción de formar juicios éticos sin crear enemistad, pero insistieron en que la mayoría de personas que lo hacen son "engreídas".

07. "Perfeccionismo y superioridad". R7 decía encontrarse en una situación compleja: "Estoy en una disyuntiva, porque si bien me opongo fuertemente a las malas acciones de otros, también me avergüenzo de mis errores, incluso si no son tan graves". A R13 no le agradaban los individuos que hacían juicios valóricos porque todos ellos eran "imperfectos": “Muchos despotrican en redes sociales sobre la corrupción moral, y olvidan que no son mejores. Cuanto más corrompidos son, mayor es la necesidad de condenar. ¡Son moralmente patéticos!" R20 adoptó un cariz más religioso: “En lugar de reprenderles, debemos invitarlos a arrepentirse y cambiar sus costumbres. El juicio contradice a la gente, pero predicar el amor santifica a nuestro prójimo”. R7, R13 y R20 aseveraron que quienes critican se consideraban "moralmente perfectos" cuando en realidad no lo eran.

08. "Negativismo" ("mala vibra"). R9, R15 y R20 piensan que la censura ética no es más que negatividad. R9 y R15 sostuvieron que los críticos de esa clase tienen "envidia de nuestro éxito, o se sienten muy miserables para creer que pueden juzgar compulsivamente". R20 apuntó a sus imperfecciones morales, pero desaprueba a los discriminantes “por centrarse en el lado oscuro y no ver lo positivo en nosotros”. R15 sospecha que las personas juzgadoras están llenas de odio y miseria, y la única manera de aliviar sus "cargas" es desmoralizando al resto. R19 adhirió a lo mismo, diciendo que “en realidad los moralistas proyectan su negatividad en los demás”.

09. "Empleo de lenguaje soez". Esta patología señala que el juicio ético equivale a un pretexto para agredir verbalmente. R11 y R25 lamentaron las "lluvias de groserías" lanzadas por sus profesores contra ellos, debido a que no cumplieron a tiempo con los requisitos académicos. Aún cuando confesaron humildemente su responsabilidad y pidieron disculpas, fueron humillados ante sus compañeros: “No nos hubiera importado que nos reprendieran, pero los insultos que proferían realmente nos dejaron muy mal”. R11 observó que celebridades deportivas y altos empleados usaban malas palabras en público, y R12 rememoró cómo se asombraba cada vez que un funcionario gubernamental de alto rango recurría a vocablos bajunos en sus discursos.

10. "Pareciera que..."/"Se siente como...". Esto minimiza la certidumbre del juicio ético a la ambigüedad y el sentimentalismo. R4 admitió con vergüenza que a menudo usa las fórmulas citadas, incluso cuando habla de aspectos muy definidos ("Yo diría que faltar a clases parece o se siente mal"); sin embargo, aclaró que a pesar de dichos asertos, en realidad quería expresar que no asistir al colegio era ciertamente reprensible. R17 sostuvo: "Aunque creo y siento firmemente que algunos actos son del todo incorrectos, es posible que otras personas no tengan el mismo criterio, y por eso utilicé las palabras 'siente/parece' a modo de respeto".


Examen de patologías

Las actitudes descritas no sólo atentan contra la función legítima del juicio ético, sino que además plantean preguntas relativas a sus bases fácticas, lógicas y normativas. Una lectura fría de esos comportamientos permite separar los puntos de vista consistentes con el rol práctico de la censura, de aquéllos que son francamente mórbidos, lo cual puede hacer que la condena moral se libere de esas tendencias.

Es importante subrayar que el juicio ético es una evaluación reglamentaria, implicando así un fundamento normativo, objetivo y de hechos; por tanto, su acogida o rechazo debe considerar sus bases reguladoras, factuales y lógicas. Las diez patologías anteriores comparten rasgos comunes: tienden a caracterizar erróneamente y distorsionar, o ridiculizan y menosprecian la función y el propósito legítimos de la condena moral.

Las actitudes que se mofan del criterio ético a guisa de "pedantería", "negativismo", "interferencia" o "ataque personal" son profundamente patológicas, porque ignoran sus soportes lógicos, fácticos y normativos, y en vez de ahondar en su veracidad y pertinencia, esas posturas desacreditan el juicio al atribuir motivos "perversos" o "falsos" a quienes exponen las faltas.

El capricho que adscribe "mala onda" a las críticas "envenena el pozo", por así decirlo, porque achaca presuntas "infamias" a quien elabora un juicio, pero sin sopesarlo objetivamente; de hecho, ésta es en sí misma una conducta negativa hacia la reprensión. Además, catalogar a ésta última en cualquier circunstancia como "engreimiento" es también una modalidad de aquél [ej., "no acepto tus regaños, por muy fundados que sean"]. Enmarcar las reprimendas valóricas a título de "ataque personal" es igualmente una agresión contra ellas y hacia quienes las formulan. Vemos así que todas esas variantes son patológicas porque proyectan una mala imagen de la crítica moral.

Por su parte, las morbosidades 03 y 04 buscan imponer falsos requisitos para un examen moral, y desplazan el foco hacia el juzgador. La cuestión del "derecho a condenar" es más retórica que fáctica, pues la capacidad de emitir juicios proviene de la naturaleza humana y los valores universalmente aceptados, por lo que criticar es a la vez un derecho y deber con carácter imprescindible.

Adicionalmente, es injustificado exigir que quienes critican deban poseer "conocimiento personal" y "vínculos entrañables" respecto de los individuos juzgados, pues estas condiciones son irrelevantes para el carácter veraz y la pertinencia autónomos de cualquier reprimenda válida.

Hay más complejidad en la etiqueta de "hipocresía" dada al juicio ético. Desde el punto de vista racional, dicho considerando es erróneo porque la verdad de una crítica no siempre se vincula al comportamiento de quien la emite; sin embargo, de acuerdo con una visión moral, el problema se torna más difícil. Como cristianos, los encuestados recurren a la exhortación de "no juzgar" (Mateo 7:1) y denunciar la hipocresía. La Biblia (Mateo 7:3-5) parece sostener que nadie debe criticar, pero en otras partes del libro hay varios casos que muestran lo contrario (Jeremías 5:4; Proverbios 26:4-5; 1 Juan 1:4; Lucas 12:57; 1 Cor. 6:9-10, 1 Tim. 1:8-11). Esta aparente contradicción puede superarse reconociendo que en realidad dicho texto sólo proscribe las formas doble estándar y arrogantes* de juicio valórico, no a éste en sí como evaluación fidedigna y justa de la calidad moral de actos, motivaciones y carácter.

[*N.del T.: Dícese del orgullo/autoestima desmedidos en una persona, su exigencia de aprecio inmoderado y creencias falsas de tener privilegios que no posee ni le corresponden (definicion.de)]. 

También es incorrecto enmarcar la reprimenda ética como acto de "hipocresía", ya sea porque "los críticos son culpables de las mismas faltas u otras". Si bien los humanos somos moralmente falibles, la infalibilidad análoga no es un requisito previo para formar juicios, y esto último representa una actividad ineludible [por muy infractora que sea una persona, eso no le quita cierta capacidad de evaluar su entorno de manera objetiva, y no siempre en relación con sus propias "manchas"]. Como seres morales, las personas expresan sus pareceres todo el tiempo, incluyendo a quienes aseguran que "la moralidad es un mito".

Los conceptos de "perfeccionismo" y "superioridad moral" son trastornos originados en la creencia de que el juicio ético es "exclusivo" de individuos "éticamente perfectos", y cuyas aserciones básicas son: a) "nadie es excelente en términos de valores", y b) "nadie es moralmente superior porque no todos alcanzan ese nivel"; por ello, "ninguna persona tendría derecho a juzgar". Esta visión ignora que existen desigualdades éticas significativas entre personas, y si bien es cierto que todos poseemos defectos morales, es una falacia asegurar que "nadie es moralmente superior".

La vida moral sigue una especie de jerarquía. Algunos particulares demuestran excelentes virtudes, al tiempo que otros llevan vidas moralmente despreciables; unos dan testimonio sobre las certezas de bondades valóricas, y otros corroboran actos de depravación. De hecho, cuando se trata de integridad no todas las personas son equiparables, y quienes detentan ascendencia moral pueden exhortar y reprender en ese contexto.

Además, las vidas de personajes mundiales demuestran claramente esa diferencia. El ex mandatario filipino Ramón S. Magsaysay, conocido como “presidente del pueblo” (y que da nombre a la condecoración homónima, o versión asiática del Premio Nobel), es sin duda moralmente superior al sátrapa Ferdinand E. Marcos; de igual modo, el sudafricano Nelson Mandela es con creces más preferible al tirano de Joseph Stalin. Es cierto que ninguna persona es moralmente perfecta, pero también es necesario discriminar entre gente admirable y repulsiva dentro de ese esquema.

Expresado en lenguaje profano, el juicio está perdiendo su disuasión moral, siendo esto un abuso del mismo. En esencia, dicha patología es similar a un ataque personal, y frente a desequilibrios graves, la indignación y protesta pueden extralimitarse fácilmente cuando incluyen andanadas de groserías.

El trastorno n° 10 se halla muy extendido, y no sólo perjudica gravemente el poder evaluativo del juicio ético, sino además promueve ambigüedad moral y trivializa aquél, convirtiéndolo en una cuestión de preferencia sentimentalista, y mermando así su índole objetiva y práctica. Los expertos entrevistados y quien suscribe coinciden en que esas patologías amenazan tanto el rol primordial de la crítica en sociedad como sus fundamentos valóricos, caracterizando el fenómeno de decadencia moral que ostentan muchas sociedades contemporáneas.

Ciertamente, las orientaciones relativistas y subjetivistas que enlazan la moralidad con aspectos de "discreción personal" y cultura, pueden producir actitudes marginadoras de funcionalidad ético-reprensiva en la esfera pública y reducirla a determinadas formas de pronunciamientos arbitrarios. Las posiciones relativistas y subjetivistas en realidad pueden problematizar el juicio, particularmente en una cultura y sociedad pluralistas. El escepticismo moral o visión de que nada es moralmente cierto ni justificado, es consistente con el rechazo del carácter práctico y objetivo de una reprobación. El comportamiento n° 04 apesta a escepticismo moral, pues dado que "nadie conoce completamente a otros, entonces nadie debería juzgar". El nihilismo u objeción más extrema a la ética, sustenta las anormalidades que desprecian la validez y licitud del criterio valórico, siendo sus expresiones afines repudiar el ejercicio y la legitimidad del juicio por razones prácticas, y apoyar la erradicación de conceptos morales en el ámbito público. Por último, el llamado pluralismo moral se alinea con la creencia de que las reprimendas constituyen "intolerancia" por el hecho de que los individuos abordan cuestiones morales de múltiples maneras.

Si bien las patologías mencionadas ocurren en el ámbito de la praxis moral, hay fuertes razones para creer que los postulados y cosmovisiones éticos en competencia ejercen grandes apremios en la génesis de desequilibrios mentales respecto al juicio regulativo. Los expertos en ciencias sociales y el autor de este informe concuerdan en que las exhortaciones, a pesar de su importancia normativa y lógica, probablemente causen reacciones negativas en quienes se aplica el juicio, como también es verosímil que las personas reaccionen más positivamente ante los halagos.

Todos los académicos consultados afirmaron que las patologías ya vistas son reacciones contra modos concretos de juicio ético que determinan actos, motivos o carácteres como malos, incorrectos o irresponsables, y tras esto se perciben voluntades que incluyen el rechazo de condenas valóricas para escapar de la propia responsabilidad, la utilización exclusiva de aquéllas como armas para fines sociopolíticos, y la devaluación de principios morales en sociedad (...). El miedo a ser estereotipados negativamente produce una cultura de silencio e indiferencia ética (...). Curiosamente, ningún encuestado expresó visiones patológicas sobre formas de juicio que aprobaran acciones, móviles o personalidades como buenos, correctos o virtuosos (...).


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