Mostrando entradas con la etiqueta Coronavirus. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Coronavirus. Mostrar todas las entradas

25 de febrero de 2022

Coronavirus: el infierno de la politización (2 de 2)

30 de junio de 2020 
Por Cain Burdeau y Robert Kahn

La politización del Covid-19 ha complicado los esfuerzos para combatirlo, como ejemplifican los líderes de EE.UU. y Brasil, las dos naciones que han sido más severamente devastadas por la enfermedad.

Una fosa común en Sheffield (Inglaterra) de 48 personas, 27 de ellos niños, víctimas de Peste Negra (Universidad de Sheffield/Instituto Smithsoniano).

Durante la pandemia del coronavirus se ha desarrollado un nuevo capítulo en la extensa y funesta historia de la politización de enfermedades, en el cual líderes de todo el mundo y sus seguidores buscan peligrosos chivos expiatorios en sus oponentes ideológicos, religiosos y étnicos.

Estos azotes sanitarios tienen una larga historia de sacar a relucir prejuicios, odio y racismo en la humanidad, y de manera más infame durante la Peste Negra europea cuando miles de judíos fueron masacrados por cristianos que los veían como "malvados forasteros" que "envenenaban pozos" para propagar enfermedades.

Este lado feo de nuestra especie no se ha borrado milagrosamente a pesar de la educación casi universal y los asombrosos avances científicos durante 670 años. A decir verdad, en muchos sentidos esta era de comunicación digital instantánea y teorías de conspiración nos revela que la capacidad social para convertir una enfermedad como el Covid-19 en un garrote político puede ser incluso más fácil de conseguir que en el pasado.

"En general, cuando tenemos una gran epidemia o pandemia se puede usar como una especie de arma en la propaganda o las guerras de información", dijo Mathias Girel, filósofo de la École Normale Supérieure parisina, durante una entrevista telefónica con Courthouse News.

Girel agregó: “La pandemia se instrumentalizó como arma política; incluso fue objeto de negación durante algún tiempo por parte de las personas a cargo y algunos gobiernos”, refiriéndose a los anuncios del presidente Donald Trump y sus mecenas, como los presentadores de Fox News Sean Hannity y Tucker Carlson quienes expresaron reparos por las "noticias falsas", hiperbólicas y fabricadas por los medios sobre el Covid-19, concebidas para dañar a la administración Trump y hacer que los demócratas recuperaran la Casa Blanca.

Esas afirmaciones se han hecho difíciles de sostener, ya que Estados Unidos [a junio de 2020] lidera los decesos a nivel mundial por la plaga con 128.500 individuos y 2,6 millones de infectados, con una tasa de muerte del 5%.

En todo el mundo se han reportado 10,2 millones de contagios por Covid-19 y más de 504.000 muertes, la misma tasa que en Estados Unidos: aproximadamente 50 veces más alta que el índice mortuorio del 0,1% de la gripe común que cambia estacionalmente.

Los expertos aducen que a buen seguro todas las estadísticas de Covid-19 están subestimadas, debido a la falta de pruebas, recursos inadecuados y presiones gubernamentales. Por ejemplo, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro ordenó a sus ministerios que dejaran de informar sobre contagios y óbitos por virus este mes, pero su corte suprema anuló la orden; entretanto, Donald Trump ha dicho en repetidas ocasiones que los nuevos casos "desaparecerían" si Estados Unidos dejara de realizar pruebas de detección vírica en personas, lo que a cierto nivel seguramente es así, pero excluyendo la realidad.

Estos son, en resumen, algunos de los modos en que la pandemia se ha convertido en un arma política peligrosa alrededor del mundo, alimentando el sentimiento del "peligro amarillo" en EE.UU., el antisemitismo en Medio Oriente y la fiebre antiamericana por muchos países.


La "amenaza" china

Más que la mayoría de otros países, Estados Unidos ha politizado el Covid-19 al convertir la pandemia en un ataque a pleno pulmón contra China y su gobierno y cultura comunistas.

En un ensayo reciente para Evergreen Review, Ju-Hyun Park escribió: "Desde el estallido de Covid-19, el Estado, los medios de comunicación y los actores de internet han producido una variedad de narrativas que racializan la enfermedad al enfatizar ideas similares de infiltración, despotismo y desviación chinos".

Una guardia de honor china marcha por la desierta plaza de Tiananmen el 4 de febrero. El severo bloqueo de ese país logró controlar la propagación del Covid-19 mucho mejor que las fofas medidas tomadas en Europa y América (foto AP).

Trump y su secretario estatal Mike Pompeo han intentado repetidamente convertir la enfermedad en un "monstruo chino". Al principio, el presidente la llamaba como "gripe china" y utilizó el término aún más inflamatorio "gripe Kung" en los mítines de campaña de este mes en Tulsa y Phoenix, dos puntos calientes virales y emergentes donde miles de sus partidarios evitaron el uso de mascarillas.

También ambos sostuvieron sin evidencia que el patógeno provenía de un laboratorio chino de virología en Wuhan y que el gobierno de esa nación ocultó datos sobre el brote. Otros republicanos han intensificado la retórica anti-china, llamando al país un "Estado paria" y "malvado". Esto a pesar de que China, donde surgió el nuevo coronavirus en diciembre, ha contenido su epidemia nacional con mucho más éxito que los países de Europa Occidental y América.

El senador por Texas John Cornyn culpó a los chinos y su cultura "donde la gente come murciélagos, serpientes, perros y cosas así"; al mismo tiempo, relacionó falsamente brotes víricos anteriores con aquel país. El senador Ben Sasse de Nebraska, republicano al igual que Cornyn, sentenció: "La gente de China cayó enferma porque su sistema también lo está".

Sin embargo y como informó The New York Times en una investigación a profundidad el domingo 28 de junio, ya en febrero "las autoridades sanitarias chinas habían advertido explícitamente que los pacientes eran contagiosos antes de mostrar síntomas".

Un ex redactor de discursos de la Casa Blanca comparó el virus Covid-19 con los ataques terroristas del 11 de septiembre, diciendo que ambos provenían de "los pantanos febriles del totalitarismo" (imagen de archivo AP).

Marc Thiessen, el ex redactor de discursos para la Casa Blanca, en un artículo del Washington Post equiparó la pandemia con los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001: “Tanto los virus como las ideologías purulentas se incuban en los pantanos febriles del totalitarismo y luego emergen para matarnos en nuestras ciudades y calles. Hace dos décadas fue un ataque terrorista; hoy es un patógeno que se presenta una vez en una generación. Pero en ambos casos, la ausencia de libertad en una tierra lejana generó condiciones que permitieron el crecimiento de una amenaza sin precedentes, que trajo muerte y destrucción a nuestro país”.

No obstante, los diseñadores de políticas occidentales se enfrentan al hecho de que los sistemas altamente centralizados y autoritarios como China y Vietnam han hecho una mejor labor para contener el virus mediante el rastreo de contactos y cierres estrictos [Nota: menciónese también el caso de Nueva Zelanda, que a octubre de 2020 informaba de un número muy bajo de infectados y fallecidos, gracias a un férreo sistema de confinamiento].  

Los republicanos del Senado dijeron la semana pasada que Estados Unidos debiera exigir una compensación a China por la enfermedad, que ha causado mucho más daño entre los norteamericanos en comparación con sus competidores. La Casa Blanca y sus aliados senatoriales demandan sanciones a funcionarios chinos, y Trump proscribió a los estudiantes universitarios de igual nacionalidad vinculados con el ejército homónimo. Asimismo, los demócratas se están subiendo al "tren anti-China". La convocatoria en el Senado para “reparaciones" -cuya aprobación es poco probable con los demócratas que controlan la Cámara- sería inaplicable en cualquier caso y podría llevar a Estados Unidos a demandas judiciales para deportar personas con Covid-19 a países de América, África y Asia. Pero en ambas instancias nos preguntamos "¿en qué tipo de foro?"

La marea "anti-china" ha llevado a violentos ataques contra asiáticos en Estados Unidos, Europa, Australia y otros lugares: en el primer caso hubo estudiantes orientales agredidos; un hombre birmano-estadounidense y sus dos hijos pequeños fueron apuñalados en Texas en abril porque el atacante creía que estaban infectando a personas, y también las tiendas de propiedad asiática han sido objeto de vandalismo.

Stop AAPI Hate, un grupo que rastrea incidentes racistas contra estadounidenses de origen asiático durante la pandemia, informó que para el 13 de mayo sólo en Estados Unidos se habían documentado unos 1.900 actos de discriminación contra norteamericanos con dicha ascendencia. 

Tras todo ello está la esperanza de Trump y sus aliados de poner al mundo contra China y perjudicar sus ambiciones geopolíticas, que se han expandido en los últimos años a medida que rivaliza con EE.UU. en términos económicos, tecnológicos y militares particularmente en la esfera de influencia china.


La "amenaza" estadounidense

En contraargumento, China y sus aliados también politizaron esta pandemia y la han vuelto contra Estados Unidos y todo lo que dicen que representa: gobierno al estilo americano, capitalismo egoísta de libre mercado e imperialismo.

Mucho antes de esta emergencia sanitaria, China había descartado su enfoque dócil y silencioso de política mundial y se alejaba de la filosofía según Deng Xiaoping respecto a que era mejor "esconder tu fuerza y esperar el momento".

Desde la crisis global anterior por el colapso financiero de 2008, China ha comenzado a verse no sólo como la potencia económica en ascenso del mundo, sino como una fuerza militar y diplomática para rivalizar con el orden mundial establecido por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial.

La prosperidad económica por sí sola ya no es el sueño de China pues ésta visualiza al siglo XXI como su momento de esplendor, por lo que ya sería hora de rehacer el mundo a su propia imagen

Sin embargo, la pandemia ha sido una gran prueba para el liderazgo chino, porque colocó a ese país de lleno en el centro de una crisis global por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial y la Revolución China que le siguió. De esta forma, el coronavirus está arrojando luz sobre los secretos de su gobierno comunista de partido único, sus problemas internos y ambiciones globales.

Buscando desviar la atención sobre sí misma, China ha recurrido a la política que es natural para las antiguas superpotencias de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia: propaganda, desinformación y ruido de tambores.

El 11 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró que el nuevo coronavirus constituía pandemia, los chinos ofrecieron un nuevo concepto sobre cómo surgió el virus en Wuhan, diciendo que se trataba de un arma biológica estadounidense, aunque los científicos coinciden casi universalmente en que el patógeno tuvo origen natural en China -probablemente transmitido de murciélagos a otro animal, quizás un mamífero, antes de infectar a los humanos- y descartan su génesis en un laboratorio.

Tras el rebote de los ataques políticos estadounidenses, el descarado portavoz Zhao Lijian del Ministerio de Relaciones Exteriores chino -y encarnación para el nuevo cuerpo diplomático de "guerreros-lobo" con discursos duros- utilizó Twitter para impulsar la teoría de que el virus fue llevado a Wuhan en octubre por soldados estadounidenses que participaron en los Juegos Mundiales Militares de 2019 y celebrados en esa ciudad. Para hacernos una idea, cabe señalar que dicha instancia es la versión castrense de los Juegos Olímpicos.

Esta noción fue promovida por el Centre for Research on Globalization, un sitio electrónico con sede en Canadá y dirigido por un profesor y teórico conspiracionista de la Universidad de Ottawa. La institución impulsa hipótesis análogas de índole antiamericana y ataques anticapitalistas; así, el 13 de marzo Zhao escribió en Twitter: "Este artículo es muy importante para todos y cada uno de nosotros”, enlazando a un texto publicado por la mencionada página. "Por favor, léanlo y difundan. Covid-19: Más pruebas de que el virus se originó en EE.UU." Los diplomáticos chinos de todo el mundo siguieron su ejemplo y promocionaron la fuente, que ha sido eliminada; sin embargo, el sitio canadiense ha continuado subiendo artículos similares.

Meses después, China continúa diciendo que EE.UU. oculta algo, haciéndose eco de las afirmaciones de éste último sobre aquélla. Los funcionarios chinos exigen que sus contrincantes otorguen información de salud sobre los soldados que participaron en los juegos militares de Wuhan y abran los laboratorios biológicos del ejército estadounidense en todo el mundo para su inspección, incluido el más famoso de Fort Detrick, Maryland.

China ha estado enviando equipos médicos y especialistas a los países más afectados en un esfuerzo por "ganar corazones" y sumar puntos políticos mediante el uso del "poder blando". El "dragón de Oriente" implementó esa estrategia en Italia cuando una comitiva médica china causó sensación al llegar a Milán el 19 de marzo, nueve días después que esta nación declarara el primer bloqueo nacional del mundo. Un alto funcionario de la Cruz Roja china manifestó en una conferencia de prensa que estaba sorprendido por la cantidad de personas vistas caminando, trotando o que viajaban en autobuses sin mascarillas. 

Florista dialogando con un cliente en Castelbuono, un pueblo montañés en Sicilia. Italia siguió el consejo de China cuando Covid-19 se extendió en ese país y tomó medidas drásticas (Courthouse/Cain Burdeau).

Italia escuchó y puso frenos. Los esfuerzos chinos en la "bota del Mediterráneo" están dando frutos, pues una nueva encuesta determinó que el 25% de los italianos percibe que los asiáticos fueron aliados en el punto álgido del brote, mientras que sólo el 4% dice que la Unión Europea ayudó en el momento de necesidad.

China también está utilizando la incapacidad de Estados Unidos para contener el patógeno como evidencia de que el sistema gubernamental norteamericano ha fallado. En marzo, Zhao -portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino- se burló de su rival con esta declaración en Twitter: “Como dice un adagio chino, 'vuelve a tu interior y examínate cuando encuentres dificultades'. Instamos a los funcionarios estadounidenses a respetar los hechos. Cada minuto desperdiciado en difamar y quejarse se invertiría mejor en perfeccionar la respuesta ciudadana y la cooperación internacional".

El 24 de junio Zhao emitió otro mensaje dirigido al Secretario de Estado Pompeo y su país: “Con una respuesta epidémica incompetente, recesión económica, racismo sistémico grave, disturbios sociales, abuso de drogas y violencia armada, ¿por qué Pompeo todavía tiene confianza y coraje en acusar a China? Le aconsejo que primero se ocupe de los asuntos domésticos". 


Convirtiendo la pandemia en oportunismo

Los líderes autoritarios de todo el mundo han utilizado la emergencia médica para perseguir sus objetivos políticos -a veces sin piedad-, menospreciando la amenaza que representa, y también echando mano de bloqueos y restricciones para perseguir a sus enemigos.

El presidente brasileño Jair Bolsonaro y Donald Trump han sido los líderes mundiales más arrogantes en su respuesta al Covid-19, y sus países han sufrido la mayor cantidad de muertes (foto AP).

En Brasil e imitando a su aliado ideológico del norte, el mandatario de extrema derecha Jair Bolsonaro desestimó el coronavirus y se negó a imponer un bloqueo, determinación que fue bienvenida por los industriales y empresarios que lo respaldan. “Después de ser apuñalado, no me va a matar una gripecita”, dijo Bolsonaro el 28 de marzo refiriéndose al ataque que sufrió durante su candidatura a la presidencia.

Bolsonaro ha ignorado repetidamente el virus, calificándolo de "pequeña crisis" e "histeria" diseñada por medios imaginativos de izquierda; incluso llegó a sostener que los brasileños son inmunes a las enfermedades y que "Dios es brasileño". Sus partidarios acérrimos en el país más grande de América Latina llamaron a la epidemia como una "mentira" y un "complot comunista", llamándolo "comunavirus".

Cuando apareció el brote de Brasil y los cuerpos se acumulaban, estallaron protestas y se hundieron las cifras en las encuestas sobre Bolsonaro. A fines de junio el gigante latinoamericano sólo estaba por detrás de Estados Unidos en contagios y muertes confirmadas: más de 1,4 millones de infecciones y superando los 58.000 decesos, ambas cifras aproximadamente la mitad de las reportadas en el país del norte.

Aún con este aumento en el número de víctimas, Bolsonaro ha intensificado sus ataques contra el poder judicial y otras instituciones gubernamentales que desprecia, pese a que él mismo las dirige. El presidente entregó al ejército la respuesta de Brasil a la pandemia, despidió a un ministro de salud que abogaba por el distanciamiento social y un sucesor renunció rápidamente, siendo reemplazado por un general castrense. De hecho, el gabinete de Bolsonaro está repleto de oficiales militares.

Ahora se teme que Jair, un ex capitán de Ejército, utilice las FF.AA. para propinar un golpe. El propio mandatario, sus hijos y aliados están bajo indagatoria por casos de corrupción y el Tribunal Superior Electoral podría incluso revocar su elección si se descubre que sus descendientes usaron estrategias desinformantes y difamatorias para llevar a su padre al poder en 2018.

“Ya no se trata de una opinión sobre si sucederá o no, sino cuándo”, declaró recientemente Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, sobre una toma de poder militar. Aún así, muchos expertos no creen que ello sea inminente. 

No obstante, la pandemia no ha retrasado la campaña de Bolsonaro para talar más selva amazónica con miras a despejar el camino para el cultivo de soja. La deforestación aumentó un 51% en el primer trimestre de 2020 si se compara con el año anterior, cuando Bolsonaro asumió el cargo.

Fosas recién excavadas para víctimas de Covid-19 en el cementerio de Vila Formosa en Sao Paulo, a principios de abril (foto de archivo AP/Andre Penner).


Al otro lado del planeta

En India, la pandemia se ha politizado de manera más abierta, apuntando a los musulmanes. El primer ministro Narendra Modi es un nacionalista hindú cuyo gobierno aplica políticas antimusulmanas extremas que incluyen una ley de ciudadanía discriminatoria. Además, incitaba al odio contra islámicos antes de la emergencia sanitaria, ejemplificado por una represión militar en Cachemira.

Las turbas que apoyan a Bharatiya Janata de Modi han atacado a islámicos desde que su partido asumió el poder en 2014. En febrero de este año, hordas de hindúes arremetieron contra barrios musulmanes en Delhi, dejando 53 muertos y cientos de heridos; asimismo, la policía de dicha ciudad participó en esos actos violentos.

El primer ministro indio Narendra Modi ha tomado medidas enérgicas en la Cachemira dominada por musulmanes durante casi un año (foto de archivo AP/Dar Yasin).

Jayshree Bajoria, un experimentado investigador de Human Rights Watch, manifestó en un informe fechado el 1 de mayo que las convocatorias antimusulmanes estallaron luego de que el gobierno asegurara haber descubierto grupos de infectados entre los asistentes a una reunión religiosa masiva en Delhi con Tablighi Jamaat, un fundamentalista del movimiento misionero islámico.

De esta forma, Modi y su partido nacionalista hindú provocaron furor al acusar a dicho grupo por propagar deliberadamente el virus. Los líderes de la colectividad calificaron el encuentro como "crimen talibani" y un acto de "terrorismo sanitario". Por su lado y según Bajoria, los grandes medios de comunicación lo llamaron "Corona-Jihad" y "la publicación de Twitter se volvió viral en redes sociales".

En un reporte de abril, Human Rights Watch señalaba que la islamofobia provocó une embestida en Delhi contra un hombre de 22 años acusado de coludirse para diseminar el Covid-19. La misma institución añadió que los pastores musulmanes en Punjab fueron obligados a jalar cientos de galones de leche "debido a los rumores de que dispersaban coronavirus" mediante ese producto.

Durante una entrevista en junio con Open Democracy, la aclamada escritora india y activista de derechos humanos Arundhati Roy declaró que los musulmanes vivían en un "clima genocida" y que la televisión india dedica programas completos al tema del "Covid-Jihad". Roy agregó que a los miembros de esa religión se les negaba el acceso a hospitales, y los seguidores de Modi exigían boicitear a los vendedores musulmanes de frutas y verduras.

Roy dice: “El lenguaje utilizado por los principales medios de comunicación contra los musulmanes fue diseñado para deshumanizarlos. Se está creando un clima de genocidio al culpar a toda una comunidad como 'corona-yihadista' durante esta pandemia, cuando existe una atmósfera preexistente de violencia contra islamitas. Fue pavorosamente similar a cómo los nazis responsabilizaron a judíos por ser transmisores de enfermedades como el tifus, durante el ascenso del Tercer Reich".


Es tan fácil echar la culpa...

A nivel global la emergencia vírica ha brindado a los gobiernos avasalladores la oportunidad de reprimir a sus opositores políticos.

En Camboya las autoridades arrestaron y amenazaron a decenas de personas con cargos falsos, alegando que habían difundido "noticias falsas" sobre el virus. Entre los detenidos se encuentran antagonistas del ahora censurado Partido Nacional por el Rescate de Camboya, un niño, personas que usan Facebook para criticar el régimen y varios periodistas. “El gobierno camboyano debiera dejar de utilizar la atención del mundo sobre el Covid-19 como tapadera para reprimir a la oposición”, sentenció Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch.

El primer ministro Hun Sen declaró que el mencionado partido usaba la pandemia para "causar caos", y así su mandato aprobó una ley de emergencia otorgándose amplios poderes marciales durante la crisis.

En Bangladesh, el gobierno dirigido por la Liga Awami ha tomado medidas enérgicas contra quienes critican su respuesta a la pandemia, arrestando a dibujantes, comunicadores y activistas. Las autoridades dijeron que los opositores dañaban la imagen nacional causando desorden, pero Brad Adams, director en Asia para Human Rights Watch, observó que "es sólo un dominio inseguro y autoritario que utiliza una pandemia para arrestar a toda esta gente".


Florecen las conspiraciones y la política se torna venenosa

Cuando el nuevo coronavirus comenzó a propalarse por todo el mundo, las teorías de conspiración brotaron circulando a la velocidad del rayo, como el patógeno mismo, alrededor de un mundo que ya estaba preparado para no creer. Y a medida que se difundían esas hipótesis, el discurso público se infectó y el virus terminó politizándose. Conspiracy Watch, un grupo francés que analiza este tema, creó un mapa global que abre una ventana a ese mundo retorcido de mentiras, racismo y suspicacias paranoicas.

En el Medio Oriente se responsabiliza del Covid a los judíos y sus aliados en Occidente, quienes intentarían un reforzamiento de su control sobre el poder mundial. Ciertas voces influyentes afirman que la pandemia fue inventada por compañías farmacéuticas occidentales propiedad de judíos.

Duramente afectado por el coronavirus, Irán ha comenzado a culpar a Israel, su enemigo tradicional. Trabajadores llevan el cuerpo de una víctima en Teherán el 30 de marzo (foto de archivo AP).

Estas nociones conspirativas -no sólo en Medio Oriente, sino también Estados Unidos- visualizan un complot que involucra a personeros de la élite mundial como Bill Gates, fundador de Microsoft y defensor en investigación sobre vacunas, y el multimillonario y filántropo estadounidense-húngaro George Soros, quien tiene ascendencia judía. En un tropo repetido hasta el cansancio, dichos teóricos acusan a estos y otros individuos de intentar la creación de un "Nuevo Orden Mundial".

En Turquía, el columnista Abdurrahman Dilipak del popular medio comunicacional islámico Yeni Akit alimenta esta narrativa con escritos que sugieren que el virus se creó en un laboratorio occidental para reducir la población planetaria, esterilizando a personas con cierta vacuna aún no está diseñada. Otros en ese país, incluidos políticos influyentes, afirmaron que el patógeno servía a los "objetivos del sionismo" mediante el control demográfico.

En Irán la televisión estatal sindica a Israel de estar "en el centro de la sospecha" por un arma biológica producida en laboratorio. El ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, conservador [anti-imperialista] de línea dura que puede postularse nuevamente para otro mandato en el país, escribió a Naciones Unidas que el "coronavirus mutado e inteligente" se creó de manera artificial como parte de un plan de "poderes diabólicos y antihumanos" para dominar la Tierra.

En Yemen, que actualmente padece una catastrófica guerra civil y la peor crisis humanitaria del mundo, los líderes del grupo hutí repiten como loros la línea iraní antiestadounidense, etiquetan la patología como "bioarma norteamericana" y se han negado a imponer un bloqueo, pues eso cortaría los ingresos que necesitan para financiar su alzamiento. Existe la preocupación de que Yemen no esté notificando casos de coronavirus, pues sólamente ha confirmado alrededor de 1.100 casos y 288 muertes, pero los países de todo el mundo seguramente no reportan contagios y decesos por numerosas razones, ya sean políticas o no. Abdul-Malik al-Houthi, un líder de esa facción, declaró por medio televisado: "Los estadounidenses han estado trabajando durante años para beneficiarse del coronavirus. Y por supuesto, éste es un acto criminal en todos los sentidos de la expresión". 

En Irak el líder religioso chií Moqtada al-Sadr, uno de los hombres más influyentes en esa nación, manifestó que el patógeno estaba relacionado con la homosexualidad y que debieran anularse las leyes sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. De manera similar y para el caso israelí, el rabino ortodoxo Meir Mazuz -también líder político y espiritual- afirmó que el Covid era una retribución divina por los desfiles del orgullo gay.

Asimismo, hay líderes africanos que politizaron el virus. En Tanzania su presidente John Magufuli es conocido por ser químico de profesión, católico acérrimo y nacionalista; declaró que la fe religiosa derrotaría al virus y las medicinas tradicionales no podrían curar la enfermedad, como la inhalación de vapor y un tónico elaborado con planta de artemisia. En marzo Magufuli espetó: "El coronavirus es un demonio y no puede vivir en el cuerpo de Cristo ”, y durante junio mientras buscaba su reelección, señaló que el Covid "gracias a Dios ha sido eliminado".

Este gobierno ha sido acusado de publicar datos selectivamente sobre cuántos casos de infección fueron descubiertos en Tanzania, donde no se ha impuesto un bloqueo estricto. Su estrategia ante la pandemia busca ganar el apoyo de nacionalistas africanos, conservadores religiosos y empresarios.


Las comodidades de la conspiración

El filósofo francés Mathias Girel comenta: "En general, las teorías de conspiración son muy cómodas para algunas personas porque hay incriminados, por lo común una minoría que puede ser poderosa o no; es decir, tienes toda una historia, un grupo o alguien responsable”. Este es particularmente el caso cuando el mundo se enfrenta a un virus invisible, difícil de entender y tan destructivo: "Tenemos un fenómeno muy complejo y desconocido, con muchas partes que son extremadamente difíciles de imaginar. Recurrir a teorías de conspiración es muy conveniente y agradable, en especial si ya decidiste quiénes son tus enemigos y puedes denunciarlos como responsables". Según Girel, es dañina la forma en que han florecido esas hipótesis sobre esta patología porque aquélla "no es neutral y usualmente hay consecuencias cuando se promueven estas ideas. Habrá víctimas al final del día". 

Por ejemplo, Girel sostiene que las nociones sobre el uso de posibles vacunas para "esterilizarnos" o "manipularnos en línea" desincentivarán la inoculación contra el virus, en caso que se encuentre un remedio. Las encuestas han determinado que alrededor del 25% de consultados en Francia y un 50% en Estados Unidos dicen no querer vacunarse si la panacea estuviera disponible. "Es extremadamente preocupante, porque en ese caso la enfermedad reaparecerá si hay una vacuna y la gente no se inmuniza".

************

"La Justicia es opuesta a la Parcialidad. Existe bien y mal en todos los rincones del Universo, y si uno trabaja por la propia parcialidad, aunque sea indirectamente, a ese grado se convierte en mago negro. El ocultismo exige justicia perfecta e imparcialidad absoluta. La magia negra se produce cuando alguien utiliza indiscriminadamente los poderes de la Naturaleza con parcialidad y sin atender a lo justo, y como un jugador de apuestas, ese tipo de mago actúa con cierto conocimiento. La magia es el poder sobre las fuerzas naturales (...)  y su variante perversa aparece al hipnotizar a la gente y emborracharla psíquicamente con vehemencia [léase hostigamiento psicológico por medios de comunicación politizados]. El primer trabajo de la magia negra es hacer que las personas especulen o razonen en términos psíquicos
(William Judge, "Letters That Have Helped Me", p. 160, edición 2018).    

Coronavirus: el infierno de la politización (1 de 2)

28 de junio de 2020 
Por Robert Kahn y Cain Burdeau 
(énfasis añadidos para esta versión)

La politización de pandemias tiene una historia larga y sórdida que se remonta a la Peste Negra. Actualmente, la mentalidad política medieval entre los líderes de muchos países indica que cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual.

La muerte celebra la peste bubónica, del "Liber Coronicarum", 1493.

La politización de enfermedades tiene una extensa y deprimente historia en lo que hoy conocemos como "mundo occidental". Durante siglos, fue una serie de ataques contra judíos -ya segregados en guetos y forzados a un trabajo (préstamo de dinero) que las poblaciones dominantes cristianas y musulmanas afirmaban aborrecer- lo que hizo más fácil matar, saquear y desterrar a los habitantes de esas comunidades en el momento que aparecía la plaga.

Si bien hasta ahora los judíos han escapado de ese destino durante la pandemia de Covid-19, los políticos de todo el mundo con mentalidad medieval han empleado las mismas tácticas y con una o varias peculiaridades.

Uno de los objetivos de esta serie es mostrar cómo se han politizado enfermedades a partir de la peste negra, la peor pandemia en el registro histórico, que llegó a Europa en 1347 luego de matar a incontables miles de personas en Asia.

Un segundo motivo es revisar cómo la politización viciosa y cada vez más alucinante del Covid-19 refleja los pogromos del pasado, nuevamente, con rasgos peculiares. Cuando los ciudadanos de la Europa medieval saquearon y quemaron guetos judíos durante la Peste Negra, alegando que éstos últimos "envenenaban pozos", los cristianos no tenían idea de qué causó la plaga, quién la llevó ni cuáles eran los vectores.

Hoy sí lo sabemos, pero el patrón es el mismo: Donald Trump culpa a China; ésta responde "lo hemos controlado mejor que ustedes"; Trump responsabiliza a Nueva York y California; el presidente brasileño Jair Bolsonaro dice que no existe ningún problema, y el indio Narendra Modi "abre" su país para atraer a votantes relativamente ricos, a pesar del subestimado número de muertos en alza.

El tercer propósito será examinar si la politización actual de la enfermedad difiere respecto de las anteriores y en qué modo.

Expondremos la conclusión de antemano: las sociedades precientíficas, envueltas en la ignorancia y luchando por una forma de lidiar con la peste, recurrieron a execración y violencia contra grupos “socialmente distantes”. Y aunque todavía no entendemos todos los entresijos del Covid-19, la humanidad moderna ha caído en los mismos hábitos condenables: culpar a forasteros, personas y gobiernos que ya despreciamos. Entonces, el lema es "ataca, difama y saquea si puedes".

La base de datos en Courthouse News ya contiene más de 100 demandas sobre estafas de Covid-19: pruebas de virus falsas, vacunas postizas y mascarillas adulteradas, además de fraude telefónico y mediante internet. Incluso el televangelista Jim Bakker fue acusado por el fiscal general de Arkansas de vender una cura mendaz.

Vistos hoy desde las imponentes alturas de la ciencia, los residentes del siglo XIV en Estrasburgo, Basilea y Frankfurt tal vez puedan ser perdonados por recurrir al terror de masas en un momento de miedo general.

Pero, ¿qué pretexto pueden dar los líderes gubernamentales de nuestra época al pasar tanto tiempo politizando una enfermedad letal, en lugar de dirigir todos sus esfuerzos en limitar su propagación, buscar una cura e invertir dinero en la ciencia necesaria para ello, en lugar de actividades propagandísticas? No existen evasivas para esto.

En medio de la pandemia Covid-19, que a la fecha ha cobrado más de 500.000 vidas [casi un millón a septiembre de 2020] y sigue acechando al mundo, es peor que triste para la humanidad que tantos supuestos "líderes" en varios países -sobre todo Brasil, Estados Unidos, India, Rusia y China- intenten utilizar una catástrofe global para obtener ventajas políticas partidarias y mezquinas que perjudican a su propia gente.


Política y plagas en la Europa medieval

Courthouse News describió una historia de flagelos víricos en una serie anterior. Este reportaje se centrará en cómo sociedades y gobiernos occidentales han politizado las enfermedades, convirtiéndolas en armas.

Comenzamos con la peste negra, la más mortífera de su tipo en la historia, que mató de un tercio a la mitad de la población europea. La mayoría de los relatos fija su llegada al Viejo Continente en octubre de 1347, cuando llegaron a Messina (Sicilia) las flotas que huían de esa epidemia en Crimea, o quizás simplemente navíos mercantes.

Para entonces, la enfermedad zoonótica Yersinia pestis -transmitida a los humanos por pulgas que abandonaban las ratas que morían a causa de aquélla- ya había matado a incontables miles en China y a través de las estepas asiáticas, mientras los comerciantes y guerreros la propagaban hacia el oeste.

Los padecimientos zoonóticos se contagian entre hospedadores animales, a veces de una especie a otra y luego a personas; de igual modo, la peste negra siguió el ciclo rata-pulga-humano. El Covid-19, según las mejores conjeturas científicas actuales, puede haberse transmitido de murciélagos a otros mamíferos y luego a poblaciones locales.

El "armamentismo" de la peste negra precedió a su politización. Probablemente el registro más antiguo sobre la llegada de Y. pestis a Europa es el testimonio de 1348 por Gabriele de Mussi (c. 1280-1356) que señala en su inicio: “En el nombre de Dios, amén. Aquí comienza un relato del trastorno o mortalidad que ocurrió en 1348, elaborado por Gabrielem de Mussis de Piacenza".


Cadáveres catapultados

Este cronista probablemente no se hallaba en la ciudad de Caffa (ahora Feodosija, Crimea) cuando surgió dicha plaga, pero su relato era casi contemporáneo. Escribe: "En 1346, en los países del Este, innumerables tártaros y sarracenos fueron atacados por una misteriosa enfermedad que provocaba muerte súbita", y sucedió cuando asediaban Caffa los tártaros o mongoles, descendientes de la Horda Dorada de Genghis Khan.

"Todos los consejos y atenciones médicos fueron inútiles: los tártaros murieron tan pronto como aparecían los signos de la enfermedad en sus cuerpos: hinchazones en axilas o ingle causadas por humores coagulantes, seguidos por una fiebre pútrida".

La descripción de intumescencias o bubones deja claro que se trataba de la peste bubónica. El adjetivo “pútrido” indica hedor, lo que seguramente influyó en las teorías europeas de que las infecciones eran transportadas por “vapores” en el aire.

De Mussi continuaba: “Aturdidos y estupefactos por la magnitud del desastre provocado por la enfermedad, y al percatarse de que no tenían esperanza de escapatoria, los tártaros moribundos perdieron el interés por el asedio; pero ordenaron que los cadáveres fuesen colocados en catapultas para arrojarlos a la ciudad con objeto de que el hedor intolerable matara a todos los que estaban dentro (...) Además, un hombre infectado podría llevar el veneno a otros e infectar a personas y lugares con la enfermedad con sólo mirar. Nadie conocía ni podía descubrir un medio de defensa". De Mussi agregó que algunos habitantes de Caffa escaparon por mar a Génova y Venecia, llevando la peste.

La crónica, citada por el microbiólogo Mark Wheelis en “Biological Warfare at the 1346 Siege of Caffa” (edición septiembre de 2002 de Emerging Infectious Diseases), establece con claridad que quienes se infectaban sabían que la enfermedad era propagada por contacto humano, aunque no determinaron cómo. Wheelis era entonces profesor titular de microbiología en la Universidad Davis de California, y nuestras repetidas llamadas a la institución quedaron sin respuesta.

La referencia al "hedor intolerable" se repitió durante cientos de años, incluso en Estados Unidos, donde se creía que el "miasma" o los "humores nocturnos" diseminaban enfermedades.

Wheelis no creía que los refugiados de Caffa fueran responsables de transportar la Peste Negra a Europa, pues habría llegado de todos modos, pero el relato de Mussi muestra un ejemplo temprano sobre el uso deliberado de dicha enfermedad como arma, y diferente a la politización de la misma, lo cual tampoco se quedó atrás.

Recordemos que durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial, países como Estados Unidos, la Unión Soviética y otros dedicaron recursos sustanciales a convertir patologías en armas, tales como Y. pestis, ántrax, botulismo, estafilococo, brucelosis (fiebre ondulante) y tularemia.

Supuestamente esas actividades fueron canceladas en los 109 países que firmaron el convenio sobre la prohibición y el almacenamiento de armas bacteriológicas y toxínicas y su destrucción, que habría entrado en vigor el 26 de marzo de 1975. Pero la militarización de enfermedades no se ha detenido y persiste a menudo bajo el disfraz de "biodefensa"; a este respecto, el programa ruso de guerra biológica se detalla ampliamente en el libro "Biohazard" de 1999 por el desertor Ken Alibek.


La peste negra como fórmula politizante

Un judío "envenenador de pozos" según un grabado francés del siglo XIV (Museo de Arqueología, Herne).

En 1348 la Y. pestis devastaba Europa, y en 1349 los cristianos masacraron a miles de judíos culpándolos por "envenenar pozos".

Uno de los primeros ataques en masa se produjo hacia abril de 1348 en Toulon (Provenza), donde los cristianos saquearon el barrio hebreo, asesinando a decenas de personas en sus hogares. Pronto siguieron más agresiones y atracos en Barcelona y otras partes de Cataluña.

El apogeo de esas mortandades se produjo durante 1349. El 9 de enero en Basilea, 600 judíos murieron quemados, incluido su rabino. Otros dos mil fueron abrasados vivos ese año el Día de San Valentín en Estrasburgo, incluso antes que la peste llegara a la ciudad. Un número indeterminado fue blanco de genocidios en Erfurt el 21 de marzo y las estimaciones oscilan entre 100 y 3.000 decesos; a ello siguieron más masacres en Flandes, Frankfurt am Main, Colonia y Mainz donde se mató a cerca de 3.000 judíos.

Tras estas matanzas, los cristianos tamizaron las cenizas para enriquecerse con pertenencias de sus víctimas; inclusive, más de 500 juderías fueron sometidas a pillaje e incendiadas en los dos primeros años de los pogromos.

Es posible que el aprovechamiento en la pandemia de Covid-19 no sea tan procaz como buscar entre cenizas medievales en busca de oro y plata derretidos, pero ha desembocado en un negocio multimillonario en Estados Unidos y otros lugares. El mayor botín conocido fue la compra imprudente que efectuó el primer ministro británico Boris Johnson por 20 millones de dólares en equipos de prueba casera para coronavirus por una empresa china, todos los cuales eran falsos según consignó The New York Times

Los fraudes a menor escala, que aún ascienden a millones de dólares, abundan en todo Estados Unidos y cada día se presentan más demandas de este tipo.

Durante la Peste Negra, algunos guetos judíos sufrieron menos infecciones per cápita que en los barrios donde estaban prohibidos. Los historiadores lo atribuyen a una mejor higiene con énfasis en el lavado de manos antes y después de comer, las restricciones dietéticas y el aislamiento social que ya se imponían en esos grupos.

Los pogromos disminuyeron en 1351, luego que la plaga acabara con más de un tercio de la población europea, pero su marcha no se detuvo ahí. El 22 de mayo de 1370 ciudadanos de Bruselas mataron a decenas de hebreos y desterraron a los supervivientes, cuya chispa fue la supuesta profanación de hostias en una sinagoga. Los cristianos sostenían que sus enemigos habían apuñalado los panes eucarísticos que derramaron sangre "de forma milagrosa".

Las hostias supuestamente robadas se recuperaron y fueron objeto de veneración por los cristianos de Bruselas como "Sacramento del Milagro", hasta que el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial lo hizo impopular. El relicario que contenía las obleas aún se encuentra en la catedral de esa ciudad.


Sífilis

Llagas palmares de sífilis secundaria, que también pueden aparecer en todo el cuerpo (cortesía de Centros para el Control de Enfermedades).

La sífilis, que comenzó a asolar Europa en 1494, era conocida en Italia como la "enfermedad francesa" y los galos afirmaban que venía de aquél país. Si bien continúan circulando actualmente, se han desacreditado las hipótesis de que fue traída por conquistadores del Nuevo Mundo, donde era una patología relativamente benigna. Lo cierto es que los nativos americanos sufrieron una mortalidad per cápita mucho mayor por sarampión, viruela, influenza y otras afecciones introducidas por los invasores que los europeos que padecían sífilis.

Debido a su transmisión sexual, la sífilis fortaleció el engaño precientífico de esta lacra como una "mancha moral" que fue "castigada por Dios". De acuerdo con esta visión religiosa, si la peste era un acto divino contra los pecadores, la “cura” consistiría en asesinar a las personas acusadas de propagarla.


Viruela

Las cicatrices pueden cubrir todo el cuerpo y ser más visibles en la cara (Centros para el Control de Enfermedades).

El número de óbitos por viruela a lo largo de milenios puede acercarse o superar a la mortalidad que dejó la Peste Negra. Hubo alrededor de 300 millones de muertes por causa de este padecimiento sólo en el siglo XX, y su tasa de morbilidad se eleva a un tercio, aunque muchas personas sobrevivieron a ella como la reina Isabel I y Beethoven. El registro más antiguo es "la erupción pustulosa en el cuerpo momificado del faraón Ramsés V de Egipto, que murió en 1157 a. de C.", según el informe "Smallpox: Eradicating the Scourge" publicado por la BBC en 2011. 


Vacunas

El médico inglés Edward Jenner inventó la vacuna en 1796. Siguiendo la pista de los cuentos populares y observando la aparente inmunidad a la viruela entre las ordeñadoras que contrajeron una forma leve de la enfermedad (conocida como viruela vacuna), Jenner extrajo pus desde la mano de una paciente y lo insertó en una incisión practicada en el brazo de un niño de 8 años. Así y en 1801, Jenner promovía públicamente su procedimiento como prueba contra la viruela.

La reacción pública fue inmensa, y a menudo hostil. Algunos clérigos lo llamaron “anticristiano” porque la viruela vacuna provenía de un animal. Los objetores "científicos" lo denunciaron porque se sabía que la viruela y otras enfermedades eran procedentes de "vapores" en el aire, particularmente por la noche.

No obstante y como dicha patología continuaba devastando Inglaterra y el mundo, el Parlamento inglés aprobó una Ley de Vacunación en 1853, que ordenaba inocular a los niños. En 1867, la misma instancia endureció la norma para exigir que se vacunaran todas las personas hasta los 14 años y especificó sanciones para los infractores.

Los opositores se hicieron eco de las objeciones religiosas y lo llamaron "invasión de privacidad". Formaron una "Liga Anti-Vacunación" y otra "Anti-Vacunación Obligatoria" y comenzaron a publicar panfletos, según consta en un informe de 2002 del BMJ (anteriormente British Medical Journal) llamado "Anti-vaccinationists past and present".

Durante una marcha contra la vacunación hacia 1885 en Leicester, un centro de resistencia a las medidas, miles de manifestantes portaban pancartas, el ataúd de un niño y una efigie de Jenner de acuerdo con un artículo de 2000 por The Society for the Social History of Medicine, “They might as well brand us: Working class resistance to compulsory vaccination in Victorian England".

La oposición masiva llevó al Parlamento a crear un comité para analizar el proceso inoculatorio, que en 1896 determinó que éste último sí prevenía la viruela, pero sugirió eliminar las sanciones por no inmunizarse. Esto llevó a la Ley de Vacunación de 1898 que agregó una cláusula sobre objeción de conciencia que los padres podían invocar, al igual que hoy en Estados Unidos donde pueden opugnarse las exigencias en los distritos escolares públicos de que los hijos estén vacunados contra una serie de enfermedades para inscribirse.

La resistencia inglesa provocó un fenómeno similar en Estados Unidos, incluida la Anti-Vaccination Society of America fundada en 1879, y entidades análogas en Nueva Inglaterra (1882) y la ciudad de Nueva York (1885). Los anti-vacunas estadounidenses lucharon en tribunales para derogar las leyes de inmunización en varios estados, incluidos Illinois, California y Wisconsin.

El movimiento contra-vacunación llegó a la Corte Suprema de Estados Unidos en 1905, en el caso denominado Jacobson v. Massachusetts, el primero de la Corte Suprema sobre el poder de los estados en las leyes de salud pública. El litigio arrancó en Cambridge (Massachusetts) durante 1902, donde la Junta de Salud en esa ciudad ordenó que todos los residentes fuesen inoculados contra la viruela. Henning Jacobson se opuso por motivos de privacidad y fue acusado penalmente. El individuo apeló y la Corte Suprema finalmente dictaminó que los estados podían promulgar leyes obligatorias para proteger al público de las enfermedades transmisibles.


La gripe "española"

Las estimaciones de mortalidad, difíciles de confirmar por falta de datos, se han revisado al alza para la "gripe española" que mató al menos a 50 millones de personas tras la Primera Guerra Mundial. 

Hoy los historiadores y epidemiólogos utilizan un amplio espectro para ese índice, que va del 2,5% al 5% de la población planetaria, lo que se traduce en 50 a 100 millones de muertes a causa de una gripe.

Por lo tanto, la pandemia fue de cinco a diez veces más mortífera que la mencionada conflagración, según un artículo del 23 de abril de 2020 en Humanitarian Law and Policy, una publicación de Cruz Roja Internacional.

La revista señala: "Las vidas que se perdieron durante este episodio nos enseñan una lección valiosa: la información transparente es crucial en todo momento. Para respetar y llevar a cabo las medidas de salud pública, la población necesita confiar en las autoridades, pero esa expectativa se rompió en 1918 luego de cuatro años de conflicto y propaganda. Lo que era cierto entonces lo es aún más en 2020, pues la desconfianza en los datos sanitarios oficiales sigue siendo un desafío. Los medios de comunicación modernos y el reciente crecimiento de las redes sociales en línea lo hacen aún más difícil. Las afirmaciones indocumentadas, informaciones falsas, teorías conspirativas y conclusiones peligrosas pueden propagarse tan rápidamente como los virus".


Poliomielitis

Esta enfermedad ha causado muertes y postraciones desde al menos el 1400 a. de C., cuando una estela egipcia mostraba a un paciente con una pierna marchita.

Probablemente debido a que la afección todavía dejaba inválidas y fulminaba a más de 500.000 personas al año, no hubo protestas generalizadas a fines del decenio de 1950 cuando Estados Unidos comenzó a vacunar a millones de niños en escuelas públicas con las versiones Salk y Sabin.

Los recuerdos del fallecido presidente Franklin D. Roosevelt, que padecía polio y usaba una silla de ruedas, seguramente contribuyeron a que los estadounidenses aceptaran las vacunas.


Vacunas DPT y MMR

No fue tan fácil la introducción de las vacunas DPT (difteria, tos ferina y tétanos en inglés) y MMR (sarampión, paperas y rubéola) en las décadas de 1960 y 1970.

La segunda de ellas comenzó a distribuirse ampliamente hacia 1971 en Estados Unidos, y para entonces el sarampión cobraba más de 2 millones de vidas al año por todo el mundo, en su mayoría niños.

Curiosamente, la resistencia pública semi-generalizada a la vacuna MMR no comenzó en ese país hasta una generación después de haberse introducido. En 1998 el científico británico Andrew Wakefield afirmó haber encontrado una conexión entre la vacuna MMR y el autismo, pero la prestigiosa revista médica inglesa The Lancet -que publicó el artículo de Wakefield- se retractó en 2010.

El British General Medical Council descubrió que el autor del texto tenía un "conflicto de intereses fatal" porque le habían pagado para buscar pruebas que respaldaran una demanda presentada por padres de niños autistas. Como consecuencia, a Wakefield se le prohibió ejercer medicina en Gran Bretaña (1).

Desde entonces, numerosos estudios no han hallado ninguna relación entre la MMR y el autismo (2), pero la cruzada anti-inoculaciones continúa en Estados Unidos, incluso denunciando la búsqueda de una vacuna para el Covid-19. Un investigador que pidió permanecer en el anonimato señaló a Courthouse News que cree que los padres de niños autistas impulsan la campaña, buscando a alguien a quien culpar de lo que sigue siendo un misterio científico: la recurrencia en la vinculación medieval de la enfermedad con el pecado moral.

[Notas del traductor (1) y (2): Recuérdese que este reportaje es netamente periodístico y no toma en cuenta el carácter oculto implicado en la aparición de efectos secundarios e incluso fatales por vacunas deficientes; véase al respecto el artículo "Medicina, epidemias y vacunas" que explica la postura teosófica sobre el tópico].


SIDA

La politización del SIDA fue tan obvia y es tan reciente que casi no es necesario contarla, pues se presenta detalladamente en el libro del difunto Randy Shilts "And the Band Played On" (1987), que describe la lenta respuesta de la administración Reagan a lo que algunos llamaron "la plaga gay". Al igual que con la sífilis y la manía de “culpar a los judíos” por casi cualquier cosa, los reaccionarios consideran este síndrome como castigo de Dios por una falla moral, y cuyo corolario tácito es que quienes murieron de ella "se lo merecían".


¿Cuáles son las lecciones aprendidas?

Los gobiernos, autoritarios o aparentemente democráticos, siempre aspirarán a un aprovechamiento del caos social para tratar de consolidarse en el poder. Por instinto, los regentes culparán a los "forasteros" de robustecer su posición explotando el miedo en tiempos de agitación.

En la pandemia de Covid-19, Estados Unidos, Brasil, China, India e Irán han hecho lo anterior de manera más desvergonzada que la mayoría de las otras naciones. Basta decir que la primera de ellas y según cualquier estimación, es el país más avanzado tecnológica y económicamente del mundo, representa el 4,25% de la población mundial y aún así ha sufrido el 25,4% de las muertes globales confirmadas por Covid.

Hasta ahora, el revestimiento politizado de esta pandemia no ha sido tan abiertamente violento como la militarización de la Peste Negra, pero puede devenir un proceso aún más vergonzoso en el siglo XXI después que se hubo controlado la viruela, la poliomielitis y otros padecimientos mortales.

El Comité Judicial del Senado norteamericano discutió la semana pasada un proyecto de ley para responsabilizar a China por miles de millones de dólares en daños que causó el Covid-19 en EE.UU. Fue un acto de pura grandiosidad o pánico políticos que no podría hacerse cumplir incluso si se aprobara. Del mismo modo, los gobernantes y ciudadanos de Europa se espantaron al desconocer el origen y mecanismo de propagación para la Peste Negra.

Sabemos qué causa el Covid-19, aunque hay mucho más que aprender al respecto, pero los gobiernos de todo el mundo -incluido el nuestro- no tienen excusa para gastar tanto tiempo, recursos y empeño en la ideologización de una enfermedad en lugar de esforzarse por controlarla.

Es importante señalar que los gobiernos de hoy tienen mucho más pavor que sus ciudadanos. La mayoría de habitantes en todo el mundo trata de acatar las sugerencias y órdenes de protección; sin embargo, el miedo más profundo viene de la institucionalidad

La peste negra en sí nunca se politizó, pero las acciones se dirigieron contra las personas que supuestamente la portaban. La politización del Covid-19 comporta un extraño retroceso a la época medieval: las descabelladas afirmaciones en sitios electrónicos estadounidenses de derecha respecto a que el virus fue diseñado por Bill Gates, George Soros y la Organización Mundial de la Salud; que las vacunas "nos matarán" o "controlarán la mente"; que, como dijo Donald Trump Jr., los informes sobre la pandemia son un complot fraudulento del Partido Demócrata y "los medios" para sabotear las elecciones presidenciales de este año, etcétera. 

Al parecer estas fantasías de inspiración política son creídas por millones de personas en Estados Unidos, donde incluso los bacilos, los virus y las reacciones químicas se han politizado. Antaño el "país del norte" era un líder mundial en ciencia y todavía lo es, pero ¿por cuánto tiempo?

La triste conclusión debe ser que no hay motivos para esperar que esta plaga termine pronto o sea la última, con los miles de millones de personas que viven en la pobreza por todo el mundo, sin acceso a atención médica básica, fármacos e incluso agua potable; y mientras sus gobiernos opresores rechazan la ciencia y se incrementan los llamamientos a variantes religiosas extremistas, ya sean cristianas, judías, musulmanas o hindúes, no presentan reformas administrativas de gran alcance y cuya implementación es poco probable.