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27 de enero de 2022

Los derechos de los animales según Blavatsky


“El genuino AMOR inegoísta combinado con la VOLUNTAD, es en sí mismo un 'poder'. Aquéllos que aman a los animales debieran demostrar ese afecto de una manera más eficiente que cubrir a sus mascotas con adornos y enviarlas a aullar y hacer espectáculo en las exhibiciones comerciales” (Helena Blavatsky, “Why Do Animals Suffer?”).

En términos generales, la Teosofía explica que comer carne es un detrimento para los humanos en varias formas, sin mencionar que es también innecesario y un acto de abuso hacia nuestros hermanos y hermanas menores del reino animal.

Sin embargo, en su extenso artículo “Have Animals Souls?”, Madame Blavatsky fue más lejos en algunos aspectos de la materia, que en su libro “La Clave de la Teosofía”. Al explicar el propósito de este artículo, publicado en la revista “The Theosophist” en 1886, ella dice:

“Aunque es un débil intento -pues uno más elaborado requeriría varios volúmenes-, el presente ensayo (…) pretende convencer a la gente de la gran criminalidad de sustraer la vida animal, particularmente como deporte y en la vivisección”.

Según Madame Blavatsky, en realidad es un gran crimen privar de la vida a los animales, y más aún si se hace para los propósitos del así llamado “deporte” o “entretenimiento”. El artículo comienza diciendo:

“Son muchas las 'supersticiones religiosas orientales anticuadas' que a menudo las naciones occidentales desprecian con estupidez; pero ninguna ha sido tan objeto de burla y prácticamente considerada un desafío como el gran respeto de los orientales por la vida animal. Aquéllos que comen carne no pueden simpatizar con los que se abstienen totalmente de consumirla. Los europeos constituimos naciones de bárbaros civilizados, y hay pocos milenios que nos separan de nuestros ancestros cavernícolas que succionaban la sangre y la médula de huesos crudos. Así, es natural que aquéllos que arrebatan vidas humanas tan a menudo y frívolamente en sus guerras perversas, debiesen menospreciar por completo las agonías mortales de la 'creación bruta', y sacrificar diariamente a millones de vidas inocentes e inofensivas; aún cuando somos demasiado epicúreos para devorar filetes de tigre o chuletas de cocodrilo, debemos procurarnos con corderos tiernos y faisanes de plumas doradas (…) Tampoco es un asunto de gran preocupación que el rudo europeo se mofe del gentil hindú, quien se horroriza al mínimo pensamiento de matar una vaca, o que rehúse simpatizar con los budistas o jainistas, en su respeto por la vida y de cada criatura sintiente, desde el elefante al mosquito”.

Reconociendo -aunque no se esté de acuerdo o se condene- la queja de muchos occidentales de que “comer carne se ha convertido en una necesidad vital” para su constitución física y salud, a pesar del hecho de que eso signifique “miríadas de víctimas en cada ciudad, municipio o pueblo del mundo civilizado que se sacrifican diariamente en templos dedicados a la deidad, como lo denunció San Pablo, y reverenciados por personas 'cuyo Dios es su barriga'”, Blavatsky continúa diciendo: “¿Y quién puede echar mano de la misma excusa para los deportes?”

“La pesca y la cacería, las más fascinantes de todas las 'entretenciones' de la vida civilizada, son ciertamente las más objetables desde el punto de vista de la filosofía oculta, las más pecaminosas a los ojos de los seguidores de esos sistemas religiosos que son la herencia directa de la Doctrina Esotérica: el hinduismo y el budismo. Con todo, ¿no hay acaso alguna buena razón para que los adherentes de estas dos religiones, las más antiguas del mundo, vean a los animales -del más grande cuadrúpedo al insecto infinitesimalmente más pequeño- como sus 'hermanos menores', sin importar cuán estúpida sea la idea para un europeo?”

En un artículo posterior, titulado “Why Do Animals Suffer?”, Helena Blavatsky escribe: “Puede ser útil, si acaso desagradable para algunos religionistas, si se les dijera que la culpa de este sufrimiento universal [de los animales en manos humanas] recae completamente sobre nuestra religión occidental y la educación temprana. Todos los sistemas filosóficos orientales, cada religión y secta en la antigüedad -brahmánicos, egipcios, chinos y finalmente el budismo, el más puro y noble de todos los sistemas éticos existentes- inculcan la gentileza y la protección hacia cada criatura viviente, desde las terrestres hasta las aves, incluyendo a las más raras y a los reptiles. Por sí sola, nuestra religión occidental se mantiene en su aislamiento, como un mausoleo al egoísmo más gigantesco concebido alguna vez por el cerebro humano, y sin una sola palabra a favor o por la protección del pobre animal. Todo lo contrario. La teología, que destaca una frase en el capítulo jehovista de la Creación, ¡la interpreta como una prueba de que los animales, como todo el resto, fueron creados por el hombre! Ergo, la matanza deportiva se ha convertido en una de las entretenciones más nobles de la lista. De esa manera tenemos todos los pobres e inocentes pájaros heridos, torturados y asesinados cada otoño por millones, en todos los países cristianos, para recreación humana. De aquí también la crudeza, a menudo cruel sangre fría, hacia el potro y el novillo, la indiferencia brutal a su destino cuando su edad se considera inapta para el trabajo, y la ingratitud después de años de trabajo duro al servicio del hombre. En cualquier país que pise el europeo, comienza el asesinato de animales y su inútil aniquilación”.

En “Have Animals Souls?”, Helena Blavatsky continúa informando al lector que “en la antigua Esparta -aquélla cuyos serios ciudadanos nunca fueron menos sensibles a los delicados sentimientos del corazón humano-, cuando alguien era acusado de torturar a un animal para diversión, era ejecutado de la misma manera como aquél cuya naturaleza 'era tan villana que no se le podía permitir continuar viviendo'. Pero en la Europa civilizada -que progresa rápidamente en todo salvo en las virtudes cristianas-, el poder, hasta hoy, permanece como sinónimo de derecho”.

“La práctica cruel y completamente inútil de disparar a huestes de aves y animales por mero deporte, en ninguna otra parte se lleva a cabo con más fervor como en la Inglaterra protestante, donde las piadosas enseñanzas de Cristo difícilmente han suavizado los corazones de lo que eran en los días de Nimrod, 'el cazador poderoso que se presentaba ante el Señor'. Para su conveniencia, la ética cristiana se ha convertido en silogismos tan paradojales como aquéllos de los 'paganos'”. Un día, un cazador le contaba a la escritora que desde que “ningún gorrión cae al suelo si no es con la voluntad del Padre”, él, que mataba por deporte -digamos, cien gorriones- ,¡hace entonces cien veces la voluntad de su Padre!

Sentimos decir que, a grosso modo, casi toda forma de cristiandad o espiritualidad basada en el cristianismo recurre a grandes sofismas con el objeto de defender la práctica de matar animales y comer sus cuerpos.

Para dar sólo dos ejemplos, el ismo del Nuevo Pensamiento (de la cual las dos ramas principales son el Centro de Cristianismo Práctico -movimiento Unity- y la Ciencia Religiosa o Ciencia de la Mente) y “Curso de Milagros” (“A Course In Miracles”/ACIM), tienen a la Unidad y la Divinidad de toda vida como enseñanza central, las cuales enfatizan constantemente, junto con destacar la importancia de la compasión, la paz, el amor, etc. Las personas adscritas al Nuevo Pensamiento enseñan que la Biblia debe ser interpretada esotéricamente más que de manera literal, y que Dios no es una entidad antropomorfa o un Ser Personal, sino más bien un Principio Divino impersonal y universal, y que están orgullosos de frases cautivantes y admirables como “Dios es todo lo que es”, “no hay nada más que Dios” y que “sólo Dios existe”.

Pero muy a pesar de estas aparentes creencias y convicciones, la vasta mayoría de los adherentes a estas filosofías son entusiastas consumidores de carne y ven el vegetarianismo como un despropósito e innecesario. Incluso hemos sabido de miembros de la Unidad que tienen un deleite particular al hablar de su “gran apetito” por la carne y de otros que, a pesar de su ostensible simpatía a las creencias ya delineadas, dan como excusa para comer carne que “Dios no me ha dicho ser vegetariano y obviamente no es Su Voluntad que yo lo haga”; “la Biblia nos dice que Jesús multiplicó los peces para alimentar a miles”, y “que en Génesis se dice que Dios nos dio dominio sobre todos los animales”.

Es interesante notar la rapidez y facilidad con la cual estas personas pueden retrotraerse a las aproximaciones tradicionales, literalistas y antropomorfas de la religión cuando les conviene...

Otra visión comúnmente utilizada por el Nuevo Pensamiento y los miembros del ACIM, entre muchos otros, es que “los dientes humanos no tendrían su actual configuración si los humanos no fueran aptos para comer carne”. Interesada en saber la opinión de un maestro espiritual indio en esta materia, Helena Blavatsky discutió este punto con él y, como ella cuenta en su fascinante y entretenido libro “Desde las cuevas y junglas del Indostán”, “él replicó citando capítulos casi completos de 'El origen de las especies por medio de la selección natural' de Darwin. 'No es verdad', argumentó, 'que los primeros humanos nacieron con dientes caninos. Eso fue sólo al pasar el tiempo, con la degradación de la humanidad, y cuando ella desarrolló apetito por la carne, las mandíbulas comenzaron a cambiar gradualmente bajo la influencia de la necesidad, hasta que al final se alteró completamente su forma original'”.

Sin embargo, entre los millones de seguidores del cristianismo fundamentalista o evangélico, encontramos a muchos que son muy contrarios al vegetarianismo, y a quienes tanto privada como públicamente critican y ridiculizan a aquéllos que eligen abstenerse de comer carne, u objetan matar o cazar animales por deporte.

Helena Blavatsky continúa: “El consumidor de carne, el cazador deportista e incluso el viviseccionador -si es que hay entre los últimos aquéllos que creen en la creación especial y en la Biblia- generalmente citan para su justificación aquél versículo del Génesis, en el que Dios da al Adán dual 'señorío en los peces del mar, en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra' (Cap. I, v. 28); de aquí deriva, como el cristiano lo entiende, el poder sobre la vida y la muerte de todo animal en el mundo”.

“Es totalmente cierto que Dios dio al Adán dual, o al 'macho y hembra' del capítulo I del Génesis (que tiene poco que ver con nuestro antepasado poltrón del capítulo II) 'dominio sobre toda criatura viva', pero en ninguna parte encontramos que 'el Señor Dios' mandó a Adán o al otro devorar la creación animal o destruirla por deporte. Todo lo contrario. Designando al mundo vegetal y a 'todo árbol en que hay fruto y semilla', Dios dice muy claro: 'os serán para comer' (I, 29)”.

Citando íntegramente ese versículo (Génesis 1:29): “Y Dios dijo: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”. En ninguna parte de la historia de la Creación se dice que Dios da al hombre el derecho a matar animales para alimentarse. Seguramente, sería suficiente recordarle en esta materia a un literalista bíblico aquél de los Diez Mandamientos que señala, inequívocamente y sin ninguna distinción, “No matarás”. Pero si pensamos así, estamos subestimando el poder y la extraña naturaleza de la mentalidad fundamentalista.

Helena P. Blavatsky también cita en su artículo las palabras registradas en Eclesiastés, un escrito atribuido por los cristianos a Salomón, “rey y predicador [que] es definitivamente una autoridad y reconocido en todo aspecto haber sido el más notorio de los sabios bíblicos”. En Eclesiastés 3:19 encontramos a Salomón declarando: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia, porque todo es vanidad”.

De esta forma, según el libro considerado por los cristianos como “la palabra sagrada e infalible de Dios”, hombre y animal tienen una misma respiración, y el hombre no tiene preeminencia sobre los animales.

Tal es la naturaleza cuestionable y el tono frecuentemente ambiguo de la Biblia que hacen que cada quien la haga hablar a su gusto, y sin duda hay muchos que conocen este versículo del Eclesiastés y han tratado de interpretarlo bajo una luz diferente o explicarlo sobre otras bases. Sin embargo, “tan entusiasta era la percepción de esta verdad entre los primeros cristianos que durante muchos siglos nunca tocaron la carne. En 'Octavio', Tertuliano escribe a Minutius Felix: 'no se nos permite ser ni testigos, ni tampoco escuchar (novere) sobre un homicidio, a nosotros como cristianos, que rehusamos probar platos en que se pudo haber mezclado sangre animal'”.

Helena Blavatsky explica que, según la enseñanza teosófica, “la evolución comienza a moldear las futuras humanidades dentro de las más bajas escalas del ser. De esta forma, al matar un animal, o incluso un insecto, frustramos el progreso de una entidad hacia su meta final en la naturaleza: el SER HUMANO. Dice ella que podemos “agregar que esto no sólo retarda la evolución de esa entidad, sino que detiene aquélla de la próxima raza humana más perfecta por venir”.

Por lo tanto, matar animales no sólo dificulta el progreso del reino animal, sino además el progreso evolucionario del reino humano.

¿Cómo pueden esperar razonablemente las almas humanas continuar evolucionando, expandiéndose y ascendiendo cada vez más hacia la Divinidad (o la espiritualidad), si continúan justificando el quitarle la vida preciosa a otros seres sintientes, y especialmente de aquéllos que no tienen la capacidad de defenderse? En uno de sus mensajes a la Convención de Teósofos Estadounidenses (ver el folleto “Five Messages from H.P. Blavatsky to American Theosophists”), la autora citó las palabras de uno de los Maestros, quien amonestó a los teósofos llamándolos “occidentales que juegan a ser los salvadores de la humanidad, ¡antes que quiten la vida de un mosquito que los amenace con su aguijón!”*.

*Muchos lectores pensarán en lo “extremo” de esta declaración, pero pensemos sólo por un momento que muchas “plagas” en realidad son consecuencia directa del egoísmo humano que destruye hábitats y produce desequilibrio ecológico. Si hemos de ser consecuentes, recordemos también la Ley de Karma detallada en otros artículos; que cada quien analice y saque sus propias conclusiones (N.del T.).

Como miembros del reino animal, que no tenemos escrúpulos para privar de su vida a los integrantes del reino animal que van por debajo nuestro, debiéramos considerarnos afortunados que los seres del reino espiritual que están sobre nosotros no nos tratan de la misma forma. Pero aquí reside una importante lección: aquellos seres celestiales y divinos -a quienes la Teosofía llama Dhyani-Chohans- jamás podrían haber llegado a su nivel actual si no hubieran superado completamente el comportamiento sádico y agresivo que tristemente caracteriza a la humanidad.

Helena P. Blavatsky hace otra declaración definitiva e importante en “Have Animals Souls?” cuando dice que “matar a cualquier ser viviente es un pecado contra el trabajo de la naturaleza y su progreso”.

Es importante repasar lo dicho en el artículo “¿Cuál debiera ser la comida correcta?”, y subrayar que la Teosofía no juzga ni condena [arbitrariamente] a los individuos por sus elecciones y acciones. Dicha corriente enseña que aquéllos que juzgan a otras personas también serán juzgados, como necesidad bajo la Ley del Karma. Es erróneo tomar sólo la aproximación segura, pasiva e impersonal; en lugar de eso, los teósofos desafían y luchan contra todas las ideas, conceptos, creencias y modos de pensamiento y acción perjudiciales [recuérdese la nota previa de esta entrada].

Concluyendo su artículo, el que en tiempos recientes ha sido muy elogiado por activistas de los derechos animales, Helena Blavatsky escribe: “Realmente cuando el mundo se convenza -y no se puede evitar que un día advenga tal convicción- de que los animales son criaturas eternas como nosotros, la vivisección y otras torturas permanentes, diariamente infligidas a esas pobres criaturas, forzarán a todos los gobiernos a poner fin a estas prácticas barbáricas y vergonzosas, y luego de una explosión repentina de maldiciones y amenazas de la sociedad en general”.

En el intertanto, “la autora no es tan ingenua como para imaginar que todo un Museo Británico colmado de registros contra la dieta carnívora tendría el efecto de refrenar a las naciones civilizadas de tener mataderos, o de que renuncien a su bistec y al pavo de Navidad”.

Pero, ¿a qué se debe? “Es el pernicioso sistema de teología, largos siglos de teocracia, y el egoísmo feroz y cada vez más creciente en los países occidentales civilizados. ¿Qué podemos hacer?”


APÉNDICE PARA REFLEXIÓN 
Sobre la tenencia de mascotas (revista "The Theosophical Movement", enero 2007)

Pregunta: ¿Qué tiene que decir la Teosofía sobre el mantenimiento de mascotas?

Respuesta: El ser humano siempre ha tenido mascotas por varias razones. Los perros fueron domesticados y entrenados para ser guardianes y también en actividades de cacería. Del mismo modo, caballos, gatos y ciertas aves como loros han sido amaestrados a lo largo de los siglos, pero hoy y de manera alarmante cada vez más personas crían mascotas para superar la depresión y la soledad, por cuanto los animales de compañía parecen estar tomando el lugar de los humanos. Es más fácil amar las mascotas y encontrar el "amor correspondido", casi sin defectos. Los dueños forman un vínculo cercano con sus animales y lloran profundamente la muerte de éstos, pero ¿acaso mantenerlos es la solución adecuada para la soledad? Los animales deben ser tratados con amor y compasión, pero no necesitamos hacerlos nuestros compañeros constantes, y lo que es peor, intentar humanizarlos. Una vez se informó en la prensa sobre una mujer que creyó inconveniente que su loro no se acostara boca arriba, por lo que solía llevarlo a la cama con ella y con palmadas lo obligaba a que yaciera en esa posición. Lo más importante para el animal es poseer experiencia en la especie a la que pertenece y no puede adquirirla cuando está aislado de su entorno natural. Un animal tiene que aprender defensa personal, encontrar comida para sí mismo, etc.; por lo tanto, cuando algunos señalan que "su perro puede apreciar música" no vislumbran que la estimación sobre este arte no es el siguiente paso en el desarrollo del animal. De hecho, en estrecha proximidad con los humanos recogen tendencias de naturaleza más baja. Por ejemplo, un perro que todo el tiempo se baña con amor y atención, por celos daña a un bebé recién nacido y así la atención familiar puede desplazarse a éste último.

Sería comparativamente mejor tener un perro y usarlo como guardián. En la Inglaterra de antaño la gente mantenía y entrenaba caballos, pero durante un período de aproximadamente tres a cuatro meses estos animales podían pastar en tierras abiertas, lo que les permitía permanecer en su entorno natural y al término de ese período tuvieron que amaestrarlos otra vez.

Existe un mayor peligro en mantener mascotas que la infección por gérmenes. El ocultismo enseña que hay un intercambio continuo de átomos o "vidas" entre el hombre y los reinos inferiores. Cuando tenemos animales de compañía hay un intercambio anormal de partículas vitales; así, el animal se halla en una etapa más baja de evolución mientras que el humano se ubica en un peldaño más alto. La evolución animal es forzada de manera antinatural y se ve interferida con la tarea de desarrollar el instinto. Por otro lado, ¿qué tipo de partículas de vida estamos atrayendo por nuestro llamado apego "amoroso" a las mascotas? Cuando nos vinculamos tan íntimamente con la naturaleza de nuestros hermanos menores frenamos la evolución humana y así "animalizamos" nuestro carácter. La necesidad de abstenerse de mascotas es aún mayor a medida que el individuo avanza en el camino espiritual pues se requiere mantener el magnetismo puro. Como consecuencia y en una determinada etapa del discipulado existe una regla estricta de que “no se permiten animales de compañía y está prohibido incluso tocar ciertos árboles y plantas. Por así decirlo, un discípulo tiene que vivir en su propia atmósfera para individualizarla con fines ocultos".

Los reinos inferiores nos buscan para su salvación y progreso evolutivo, como hacemos nosotros hacia los Grandes Seres. De esta forma, tener mascotas para nuestro propio placer, en un ambiente artificial para ellas y debido a nuestra ignorancia sobre sus necesidades especiales se convierte en una forma de egoísmo/egolatría y crueldad sutiles.

En ocasiones contemplamos la locura moderna por mascotas exóticas como cobras, ranas, lagartijas, conejos, tortugas, peces, etc. La naturaleza humana a veces se llena de diversiones no convencionales, como a menudo vemos en circos y la televisión. Es completamente irreflexivo y degradante derivar la diversión del comportamiento animal en condiciones creadas de manera artificial, especialmente al imponerles conductas contrarias a su naturaleza.

Hay otro punto que debemos tener en cuenta sobre el tema de nuestra relación con los animales. Durante siglos se ha admitido que los hombres han tratado tanto a animales salvajes como domesticados en modo indigno y mucha crueldad, porque creemos que son "inferiores" e "incapaces" de articular su propia defensa. Los hemos estado explotando desde la época de la Cuarta Raza o atlante, y como señala Helena Blavatsky todavía debemos cumplir con el pesado karma de la crueldad (trasplantes de órganos, etc.) hacia las "bestias tontas".

Quizás una forma en que podemos expiar o compensar estas transgresiones es cuidando de su bienestar con amabilidad, u organizando la protección de sus especies como hacen algunos individuos e instituciones. Algunos de ellos, desinteresadamente, toman a los animales bajo su cuidado sincero y con conocimiento, tal y como hacemos con nuestros hijos. Los animales responden con confianza y gratitud, y su servicio hacia nosotros nos ha convertido en deudores.