Dicha exageración se basa en una supuesta "lógica de contraste" que no estimula ni admite una búsqueda en profundidad, para hacerla "atractiva" a primera vista.
Esta moda de pseudopolítica barata proviene del pensamiento utilitario y sus vulgaridades conceptuales asociadas. En efecto, muchísima gente supone con "seguridad" que todas las opciones ofrecidas tienen alguna forma de "maldad inherente", al creer la patraña pesimistidiota de que "la vida misma es mala", y así la "única manera" de salir adelante es seguir la vía "menos perjudicial". Ello forma parte de la falacia, ya que se basa en un estereotipo social de que la vida tiene que ser "intrínsecamente defectuosa" o "equivocada" para evolucionar, muy unido por lo demás a la pendejería materialista y bobalicona de que "todo es azar".
Los subconjuntos de esta falacia (generalmente "razones" sutiles que le componen, siendo no obstante mentiras por derecho propio) incluyen los siguientes:
-apelar a "perjuicios propios" como medio para apoyar el "mal menor", y evitar aquéllos ("yo sólo velo por mis intere$e$ y los tuyos me importan un carajo");
-apelar a un "daño hacia la mayoría" ("como líderes debemos fingir dar protección, para que los borregos nos crean y nosotros no perdemos nada");
-la falacia del "daño a la reputación" (como si los oligarcas o ácratas bipolare$ y corruptos la tuvieran);
-la falacia de amparar "ambiciones futuras" (ya sea evitando pérdidas de logros u ocultando codiciorrea autofílica);
-el embuste de que "no hay más alternativa", y
-el peluchito manoseado de la "ignorancia" (aducir "falta de conocimiento" sobre el tema u otras opciones, cuando la verdad es que los poderes al mando y la prensa MANIPULAN contenidos básicos permanentemente).
Contrarrestar semejantes idioteces dogmatistas y diabólicas necesita una serie de enfoques y etapas que pueden variar de un mal menor a otro, dependiendo de la metodología propuesta. Las opciones irrisorias presentadas debieran rechazarse ipso facto y sin hacer preguntas, lo cual presentará una disputa y generando espacios abiertos para la discusión transparente, por lo demás siempre minusvalorada por los putrefactos en la sombra.
Deben fomentarse indagatorias acerca del tema propuesto (claro que con las "ramerociencias" y "ramerofilosofías" ideologizadas va a ser muy complejo). Esto implicará consultar con expertos, hacer preguntas y aprender sobre el tópico, buscando sustentos para analizar las ofertas viciosas y repelerlas en consecuencia.
Hay que formular interrogantes válidas sobre el problema en cuanto a qué está tratando de resolver y evitar, dando así marcos más amplios de cuestionamiento ético; por ejemplo, podemos notar que un individuo o grupo estén siendo ambiciosos en extremo, o intenten "resolver una dificultad" que no es tal (ya sea por despechos, envidias o dramas intro/intergenealógicos en disputa que se venden como "aspiraciones de país").
Si la proposición implica una falacia de "daño mayoritario", es menester analizarla para ver si existen menoscabos o pérdidas aceptablemente distribuidos. En cuanto a los desmedros propios, eso estaría determinado por la propia resolución del individuo ante la adversidad (verbigracia, ¿es una pérdida que puede aceptarse?, ¿hay que seguir trabajando en un puesto que ahora es corrupto, o es factible cambiar a una alternativa más moral?, etc.). En caso de no conocerse otra alternativa, ¿existe investigación adicional que señale algo mejor? ¿Podría abrirse a un debate público para obtener más ideas?
Gerald Runkle (1976) sostenía que "la vida no siempre nos plantea dilemas éticos que tengan soluciones bonitas", y es cierto. En ocasiones concretas, excepcionales y justificadas, el mal menor se hace inevitable considerando que aún hoy nuestra especie no vive en equilibrio ni consigo misma, ni con la naturaleza, demostrando así su imperfección inherente de consciencia. Sin embargo, la desmesura bastarda, inconexa y espuria de ese principio filosófico viene como anillo al dedo para los zombies de tristomaterialismo tóxico, tan venenosos y exaltados como aquéllos paladines homólogos de las "religiones" organizadas, o los "new-agers" jipirisueños que arrancan de todo análisis duro y desprejuiciado.
La pretendida "solución lógica" del malminorismo es fuente de consuelo para los estúpidos sumisos. El problema con esto es que la elección entre el mal "menor" y "mayor" sigue siendo mala, llevándonos a renunciar a nuestro poder de escogencia atenta y conformándonos con caminos indeseables. Ciertamente no tendríamos muchas ganas de aplicar ese principio a la hora de buscar una relación de pareja, amigos o incluso carreras universitarias. ¿Qué o quiénes obligan a resignarse de modo incuestionable con "lo que había al alcance"? A ustedes que son padres/madres, pregúntense: ¿crían a sus hijos para que busquen el menor mal, o el mayor bien? Sólo pensemos en el desastre que haríamos en nuestras vidas si llamáramos a todas las alternativas decepcionantes como "males menores". El ápice de golfanería llega cuando se trata del espectáculo de las votaciones. Vivir en democracia implica llegar a acuerdos; entonces, ¿por qué de repente se impone el orgulloso cambio a una regla de no-concesión (otra vez, el malminorismo supresor de alternativas), cuando la mayoría de nosotros sabe que no debemos vivir así en el día a día?
El profesor de filosofía Camilo Pino (2017) añade: "(...) para que [una acción] pueda carecer de culpa tenemos que ponderar dos factores: a) que nosotros mismos, por voluntad, no nos hayamos puesto en el dilema de elegir entre dos males, y b) debemos salir lo antes posible del entuerto y hacer todo lo necesario para que no se repita una situación similar. Con el primer factor se intenta esclarecer que en el momento de la elección entre los males existe una rectitud de conciencia, y no el deseo de cometer un mal usando de argumento la 'imposibilidad de actuar de otro modo'. Ante la elección del mal menor, es la razón -y no las pasiones, gustos, preferencias, etc.- quien debe ayudarnos a desglosar el asunto. Si nos dejamos guiar, por ejemplo, por las preferencias, podríamos elegir un mal que afecte a nuestros enemigos en lugar del mal menor. Por otra parte, el factor de escapar del embrollo lo antes posible y velar para que no se vuelva a repetir implica que no se transforme en un hábito. Si nos viéramos continuamente en la posición de dirimir [sólo] entre males, claramente se estaría ejercitando una costumbre perniciosa. Habituarse a cometer constantemente males menores tiene como consecuencia estrechar nuestro horizonte de acción ética, a la vez que ejercita el actuar mal".
Históricamente, todos los crímenes contra la Humanidad estaban amparados por este dizque-argumento electivo. El genocidio, la esclavitud, la conquista y toda forma de coerción se basaron y siguen aprobándose firmemente en la idea de que "el opresor representa el mal menor y lucha contra el mal mayor". Felones como Hitler, Pinochet, Stalin y Mao -y sus seguidores- utilizaron ese pretexto para encaminar a sus pueblos hacia el camino de la destrucción.
Un desgraciado útil y pervertido ideológico que se decanta rígidamente por "el menor de dos males" pierde chances de perfeccionar las virtudes de prudencia, fortaleza, templanza y justicia. Se ignora la primera cuando tomamos decisiones basadas en el miedo, en lugar de hacerlo con sabiduría, o al menos la intención de llegar a una resultante mejor. La segunda se esfuma al enamorarnos del camino más fácil; se descuida la tercera al momento de no ejercer moderación, y nunca se podrá lograr justicia mientras apoyemos al "menor de dos males".
En esta virtud final no hay compromiso, porque si se transgreden o falsean los derechos y deberes de una persona, entonces se hace lo mismo con respecto a todas las demás. Aunque pueda semejar obvio, en realidad la fiesta vírica del mal hiper-relativista y cerrado de mente es el origen de todos los vicios, pues la maldad progresa y se nutre mediante cualquier resquicio de "perdonarla" basándose en el terminantidiotismo de la "fragilidad" en las perspectivas humanas. Cualquier cosa o actitud que no promuevan un balance de entendimiento empático y objetividad es TIRANÍA, ya sea encubierta o manifiesta, y esa noción debería resultar asquerosa para cualquier ciudadano con sentido crítico que utilice rabia dosificada y oportuna contra las tarascas que sólo entienden con sufrimiento y no por buenas maneras, a pesar de seguir lloriqueando en el suelo como imbéciles al sufrir a manos de otros el mismo mal que producen. "Pidri, pirdínilis pirqui ni síbin li qui hícin...".
Aquila in Terris
APÉNDICE
A un españolicastro "anti-odio", "todo-perfecto" y sanguijuela camuflada del "menormalismo"
"Para quienes no somos lambiscones de 'realismo' obsceno o politiquería, no es difícil comprender la manipulación de emociones o perspectivas, al percibir un desprecio inicial respecto a lo que se desea manipular o lo que simboliza, más o menos explícitamente, el objeto o persona así afectados. Un urdidor fatalista con aires 'intelectuales', 'literarios', 'misticones' o de autocontrol falso no es más que un posero, un siútico de oropel que se escandaliza mediante retruécanos ante quienes se oponen sin tapujos a los problemas artificiales que aquél soslaya, y necesita vociferar a los cuatro vientos 'mira qué ejemplo te doy de madurez' en una sociedad babienta que, por su hipocresía disimulada, no tarda en ofrecerle la alfombra roja al paso de sus distorsiones cínicas sobre valores permanentes. En nombre de su hiper-adaptabilidad 'pragmática', e incluso autodesprecio por ser incapaz de dejar la pacotilla matonesca, el urdidor requiere concitar la atención con tal de verse arrobado en alguna comunidad desde donde reforzar y restregar en otros su mala calaña y esnobismo. De esta forma, su carácter parasitario-emocional depende de esa nueva simbiosis, y por ello su veleidosidad radical es el único medio para no 'morir de locura' y evitar asimismo un cuestionamiento sin compromisos de sí mismo o su entorno. La manipulación, en pocas palabras, le mantiene anclado a la realidad que 'funciona para él' y su séquito retroalimentador".