[N.del T.: se cambiaron cláusulas imprácticas, redundantes y puritanas].
La crítica es el acto de juzgar los méritos de algo o alguien, con objetos diversos, y puede ser personal (respecto al carácter, conducta, obras o peculiaridades de un individuo) o impersonal (dirigida a labores artísticas o científicas, estudio de textos y documentos históricos, análisis de contenido/estilo o pruebas disponibles, y valorar significados/conclusiones). El tipo periodístico se centra en la actualidad nacional e internacional, editoriales, reseñas de libros y artes escénicas, con miras informativas y pedagógicas para público general e incluyendo participación ciudadana.
La crítica es una actividad relevante que, si se realiza con sabiduría y perspicacia, tiene valor educativo y reformador en aras del desarrollo humano. También puede ser destructiva si quien la formula tiene segundas intenciones, especialmente cuando va contra personas sin considerar la verdad o los principios morales, basados a su vez en la Hermandad Universal y el Karma. Luego de asimilar principios de acción correcta, hay que apartarse del equívoco y seguir hacia el verdadero progreso; por lo tanto, al considerar la crítica constructiva, debemos comprender bajo dichos criterios qué tipo de juicios conllevan malicia, evitarlos con esfuerzo consciente y aprender a elaborar mejores observaciones.
Es un defecto banal en muchísima gente regodearse con las deficiencias de otros o sus actos, ya sean de omisión o comisión. Todos los grandes maestros advierten el peligro de incurrir en diálogos fútiles sobre asuntos ajenos. "No juzguéis, para que no seáis juzgados (...) con la vara que medís, se os volverá a medir" (Mateo, VII, 1-2). Aquí el Nazareno refiere a la ley del Karma retributivo, esto es, que cada acto propio nos devuelve una reacción. Cuando criticamos sin piedad ni motivo al unísono, no sólo nos autodegradamos, sino que recibiremos tratos similares en algún momento. La Hermandad Universal es un hecho porque toda la familia humana se origina, arraiga y constituye por una misma Sustancia Espiritual ubicua y eterna, y todos evolucionan bajo una ley inmutable hacia un destino común; por ello, toda naturaleza o carácter reacciona sobre otros. De ahí que los defectos comunes a nuestra índole sean compartidos por cada unidad humana, el proceder individual haga eco sobre el resto, y cada persona esté circunscrita a cierto nivel por Karma colectivo, o viceversa.
Así, el deber inexcusable e independiente de la clase socioeconómica o tesitura en que nos encuentre el normativo kármico, es pensar, vivir y actuar eliminando nuestras manchas, fortaleciendo virtudes y preparándonos para el servicio universal. A medida que alguien mejora en carácter y rasgos éticos, avanza toda la familia humana, aunque sea imperceptiblemente; asimismo, nadie puede pecar ni recibir efectos análogos sin crear problemas externos. En otras palabras, los resultados del Karma individual se distribuyen por toda nuestra especie. Al insistir en malos pensamientos/obras o defectos ajenos, les atraemos por descuidar el autoanálisis y entrometernos en asuntos extrínsecos, sufriendo "contaminación" de naturaleza y carácter por hipocresía. “Es mejor cumplir con el propio deber, aunque carezca de excelencia, que observar bien el ajeno. Es más preferible morir en el cumplimiento del propio deber, pues el foráneo está plagado de peligros” (Bhagavad Gita, III, 35). O incluso: “La suerte que recae sobre el malhechor también la comparte quien lo denuncia [con mala fe]” (Bhagavata Purana, skanda 1, cap. 17, verso 21). El Dhammapada sostiene: "Es fácil ver las faltas ajenas, y difícil considerar las propias. Se avientan las primeras como paja, ocultando las otras cual tramposo que disimula un juego perdido" (verso 252).
La regla de oro -indicada por los Mahatmas- es criticar un acto si lo exige el deber, pero nunca a la persona; de ser así, el motivo será subsanar el equívoco y ayudar al infractor a enmendarse, siempre que éste asuma su responsabilidad sin rodeos. Las excepciones palmarias son muchos "representantes dicotómicos" y "peces gordos" en el poder establecido que siguen empeorando la política, a pesar del escarnio anticorruptela en medios de prensa [chaqueteros]. También es una grave falta kármica hablar de modo lesivo o calumnioso acerca de un particular ausente. Si es necesario reprender actos indinos, hay que dialogar cara a cara con los culpables anteponiendo una diplomacia firme y honesta (...).
Es menester observar ciertas normas de sentido común si se recurre a la crítica. No deben entrar elementos antojadizos en reseñas del trabajo por autores, artistas, etc., sino ejercer parámetros imparciales y conocimiento profundo del tópico, garantizando honradez. Tampoco es admisible citar declaraciones fuera de contexto, ni atribuirles significado ajeno a la intención real. Como todo hecho humano conlleva errores eventuales, el peritazgo debiera incentivar mejorías amistosamente. El ámbito del periodismo incide en los criterios públicos, y detenta una gran responsabilidad al aplicar códigos de conducta que estén por encima de lealtades estrechas y patrioterismos. "Un verdadero teósofo debe ser cosmopolita y filantrópico en su corazón (...). Es mucho más noble amar a los semejantes sin priviegios de raza, credo o casta, que ser sólo un 'buen patriota' o exaltado. Medir a todos con igual vara es más santo (...) que ayudar al país en sus ambiciones ocultas de engrandecimiento, disputas o guerras sangrientas, conducidos por AVARICIA y EGOÍSMO" (HPB Series n° 33, p. 44).
Este principio crucial debe aplicarlo todo ciudadano responsable y en honor a la Verdad. Algunos fenómenos exigen pelear contra perjuicios sociales/individuales como la violencia psíquica de imponer actitudes mojigatas, distinciones étnicas o de casta arbitrales, mentiras promocionadas bajo disfraz de "moral" y "condena" religiosas, falsas creencias sostenidas por sectas, grupos "tradicionales" o "plásticos", corrupción en altas esferas, etc. "La Teosofía debe combatir la intolerancia, el prejuicio, la ignorancia y el egoísmo, ocultos con hipocresía. Debe proyectar todo el fulgor posible desde la antorcha (...) que se os ha confiado, sin temor ni duda por reprimendas o condenas. A través de su portavoz, la [entonces] Sociedad Teosófica, tiene que decir la VERDAD frente al ENGAÑO; desafiar monstruos en su guarida, sin apocarse ante malas consecuencias, y rechazar calumnias o amenazas. Como Asociación [tuvo y perdió] el encargo de desenmascarar vicios y hacer todo lo posible para enmendar agravios, por sus oradores seleccionados o la palabra impresa en revistas (...) velando que las denuncias, sin embargo, sean lo más impersonales (...). Ante todo, los miembros deben dar ejemplo de una ética firmemente delineada y práctica, previo a adquirir el derecho de denunciar, incluso con gentileza, la falta de unidad ética o propósito similar en otras asociaciones o individuos" (ULT Pamphlet n° 22, p. 12) (...).
La verdad y los métodos de violencia legítima escandalizan a quienes adoran hacerse los "simpáticos", gánsteres o "víctimas" para continuar produciendo daños lucrativos; en cambio, una persona de conciencia normal o cierta madurez puede sentir dolor, pero es capaz de corregirse por su bien y el de otros (...). Ciertamente genera amargura comprender y abandonar tónicas de pensamiento y acción inveteradas, que repiten ideas ficticias u obstaculizantes de la felicidad humana real. En el largo plazo, evadir problemas resulta más destructivo que analizarlos y ponerles término. William Judge agrega: "No puede haber sino buenos resultados al cambiar una creencia falaz, ilógica y oprobiosa, si se proporciona en su lugar un sistema completo y razonable (...). Esta 'gran humanidad huérfana', ahora adulta, ya no necesita los juguetes de hace mil años, sino retirar todo velo como exige el poderoso flujo actual, exponer toda mentira y encender los faros que la guíen en su duro camino" (Vernal Blooms, p. 20-21).
