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24 de junio de 2022

Vampiros y muertos vivientes (3 de 3)

David Pratt, septiembre de 2009


Contenidos:

05. Animales y monstruos hematófagos
06. Vampiros psicóticos
07. Subcultura vampírica
08. Referencias 


05. Animales y monstruos hematófagos

Ciertas criaturas en el reino animal están especialmente adaptadas a una dieta de sangre, siendo el murciélago la más conocida.

Esta especie, que tiene una envergadura aproximada de 20 cms., vive sobre todo en cuevas de Centro y Sudamérica, y aprovecha la sangre de pájaros grandes, vacas, caballos y cerdos. Tras posicionarse en el cuello o costado de un animal dormido, emplea sensores de calor en su nariz para encontrar venas próximas a la piel, y practica pequeños cortes con sus incisivos afilados que suelen dejar una marca doble. Los químicos salivales del quiróptero evitan que ese líquido coagule, y adormece la piel provocando que la presa no despierte (de hecho, el estudio sobre esta saliva permitió el desarrollo de medicamentos para tratar derrames cerebrales). Los murciélagos no chupan sangre, sino que utilizan sus lenguas ranuradas para lamer el fluido emanante de la herida. Incluso se sabe que las colonias homólogas practican cierto altruismo, pues los especímenes que han comido en una noche regurgitan sangre para beneficiar a sus pares con menos suerte, ya que suelen morir en pocos días si no se alimentan regularmente.

Murciélago común.

Los murciélagos ocasionalmente pueden atacar a humanos, pero casi siempre los muerden en ortejos, en lugar de abalanzarse sobre el cuello o la cara. No se produce óbito por mordedura de este animal, pero sí juega un papel relevante en el contagio por rabia. Dichos quirópteros sólo pasaron a formar parte del folklore vampírico tras ser descubiertos en Sudamérica durante el siglo XVI; de hecho, la cultura mesoamericana creía en dioses-murciélago asociados con la muerte, pero son muy raros en otras religiones.

Existen unas 14.000 especies de insectos chupadores de sangre, muchos de los cuales atacan personas y transmiten patologías, incluyendo mosquitos, garrapatas, insectos asesinos, pulgas, piojos y chinches. Se conocen varias clases de sanguijuelas que almacenan sangre para una digestión lenta, al secretar un antibiótico en su sistema digestivo que impide el crecimiento de bacterias y retarda la putrefacción.


Sanguijuelas.

Las anguilas lampreas, que pueden alcanzar el metro de largo, se adhieren a la carne de otros peces y absorben su sangre. Tienen un embudo bucal dentado, segregan un poderoso anticoagulante que puede durar semanas o meses, y se desprenden del "anfitrión" cuando quedan satisfechos o si éste muere. El candiru es otro pez parásito que busca la cavidad branquial de homólogos más grandes y se aloja allí con sus espinas; después produce un agujero hacia un vaso sanguíneo importante y se atiborra durante unos minutos, a veces con consecuencias fatales para su víctima. Tiene asimismo un pariente más pequeño conocido como "pez vampiro" (Paracanthopoma vampyra) que llega a medir unos 25 milímetros.

Lamprea.

También existen pájaros hematófagos, como los picabueyes africanos [Buphagus] que succionan sangre del animal que quita sus garrapatas, y además estas aves se las comen repletas de líquido. Igualmente el pinzón vampiro de las Islas Galápagos hace lo propio con aves marinas tras herirles la piel con su pico afilado.

Recientemente ha habido innumerables informes de ganado, caballos y perros atacados por criaturas sin identificar que les absorben sangre. En algunos casos se han extraído órganos vitales como ojos, lengua, ubres, genitales o recto, a veces con precisión quirúrgica ("Ovnis", parte 3), y la responsabilidad tiende a atribuirse automáticamente a "depredadores naturales" o cultos satánicos, incluso si esto es muy poco factible considerando la naturaleza de las lesiones o el gran número de eventos homólogos. Algunos investigadores apuntan como autores a especies críptidas, es decir, animales ignotos y sin catalogar, al tiempo que otros culpan al ejército estadounidense o experimentación por alienígenas de otros mundos. Ciertos decesos animales pueden ser obra de criaturas astrales que, bajo ciertas condiciones, son capaces de manifestarse en el plano físico.

Se dice que el "chupacabras" engulle carne o sangre de animales domesticados; según las descripciones mide aproximadamente 1,2 mts. de altura, posee pelaje corto y fino de color gris con manchas, y exhibe una fila de espinas sobre su lomo. Tiene además ojos oscuros y protuberantes, un tajo por boca, piernas largas y delgadas con sólo tres dedos terminados en garras, y brazos/ "manos" de igual forma y grosor (en otros testimonios la criatura ha sido vista con "escamas" o "alas de murciélago"). Este monstruo caza de noche atacando cabras, caballos, perros y gatos, y en múltiples contextos se comprobó la presencia de dos pequeños agujeros en sus cuellos, por los cuales se había drenado toda la sangre. Hasta la fecha no se han adscrito muertes humanas a chupacabras, pero sí existen reportes de personas amenazadas.


Posibles apariencias del chupacabras (www.itsnature.org).

El chupacabras fue reportado mediáticamente y por primera vez en Puerto Rico durante 1995, llegando poco después un cúmulo de noticias desde México, América Central y Brasil. A fines de 1996 hubo presuntos avistamientos en España, Portugal y Estados Unidos, incluida el área de Oregon. Para 2005 y 2006 hubo informes sobre esta criatura en Rusia Central donde se encontraron muertos 32 pavos y totalmente drenados de su sangre en sólo una noche, mientras que en aldeas vecinas una treintena de ovejas tuvo el mismo final.

A continuación se presentan otros ejemplos anteriores de ataques inexplicables contra animales y ocasionalmente objetivos humanos (Fort, 1974, 643-8; Keel, 1979, 28-31):

-Hacia 1810 en Ennerdale -cerca de la frontera entre Escocia e Inglaterra- "algo" atacaba a las ovejas y el ganado mordiendo sus venas yugulares para absorber sangre, matando hasta una decena de ejemplares por noche. Los enrabiados granjeros registraron el área sin éxito, pero en septiembre un perro murió por disparos en una campiña de maíz, y según los informes las muertes cesaron.

-A partir de enero de 1874 y durante casi cuatro meses, un ser desconocido mató unas 30 ovejas por noche en Cavan (Irlanda), que dejó incisiones en el cuello y sangre derramada, aunque sin comer su carne. El monstruo dejó huellas largas, similares a las de un cánido, pero más grandes y pesadas. La amenaza se extendió a otros vecindarios y condados, mientras que hombres premunidos de armas recorrían el campo disparando a perros callejeros. En abril de 1874 la "bestia" rondaba Limerick, a 160 kilómetros de Cavan, donde varias personas fueron atacadas o mordidas, y entre éstas hubo víctimas internadas en asilos porque trabajaban "mostrando síntomas extraños de locura".

-En 1905 un ente merodeador mató ovejas cerca de Badminton, Inglaterra. La carnicería continuó esporádicamente, y sólo en diciembre un total de 30 borregos se halló inerte cerca de Gravesend. Un sargento policial declaró que no podía tratarse de perros porque éstos no chupan la sangre de una oveja mientras dejan su carne casi intacta. Tampoco se sabe de murciélagos vampiro en Europa, y el último lobo fue exterminado en Irlanda para 1712. Como en casos anteriores, las muertes animales se detuvieron de improviso y el monstruo simplemente desapareció.

-En marzo de 1906 una criatura anónima rondaba el castillo de Windsor atacando especies lanares. A 27 kms. de distancia y en las inmediaciones de Guildford, 51 borregos fueron sacrificados durante una sóla noche. Para octubre de 1925 en Edale (Derbyshire) un "gran animal negro" que despedazó a su primera presa también arrasó con otros rebaños, y no mostraba signos de ser un "chupasangre", pero el autor nunca fue identificado ni detenido.

-En septiembre de 1967 hubo mucha publicidad respecto a la muerte del caballo "Snippy" en Colorado (EE.UU.), pues "algo" había cortado su garganta con meticulosidad y extrajo cuidadosamente toda la carne de cabeza y cuello, tras lo cual su propietario asoció el crimen con los platillos voladores vistos en la zona. Este caso configuró el patrón para una serie de mutilaciones contra animales en EE.UU., Canadá y América del Sur, donde solían extraerse partes como ojos, orejas, genitales y recto. En Virginia Occidental y Ohio, para entonces con gran actividad de ovnis y otros "monstruos", cabezas de ganado y varios perros murieron de igual forma repentina y trágica. En diciembre de 1967 una vaca de Ohio fue cercenada por la mitad con gran exactitud, como si se hubieran utilizado "tijeras enormes"; hubo además numerosos canes desangrados y sin rastros de lesiones en sus cadáveres.

Las mutilaciones de animales continúan hasta hoy (Perlmutter, 2004) y por lo general se sospecha de intervención humana, pero los culpables casi nunca son atrapados a pesar de las extensas investigaciones.


​06. Vampiros psicóticos

Algunas personas, en su mayoría hombres, sufren compulsión por beber sangre y generalmente le adscriben poderes para mejorar la vida. En ocasiones se afirma que ellos padecen el síndrome de Renfield -también llamado "vampirismo clínico"-, mas no está reconocido por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. Dicho trastorno también se clasifica como "un síntoma delirante de esquizofrenia" o "parte de una perversión sexual llamada hematomanía", pero ambos términos no explican nada y sólo permiten que los enfermos sean catalogados en un tipo concreto. Para comprender realmente por qué actúan así, sería menester descubrir cómo se han desarrollado sus virtudes y flaquezas en varias existencias pretéritas.

A lo largo de la historia ha habido desquiciados cuya obsesión hematófaga los llevó a cometer repulsivos ataques y asesinatos, como ilustran los siguientes ejemplos de "vampiros" psicóticos y psicópatas:

-La condesa húngara Erzebet Bathory, nacida en 1560, torturó y mató a unas 650 personas, en su mayoría mujeres jóvenes. Según algunos relatos, les abría las arterias para tomar su sangre; también hubo rumores de que se bañaba en dicho líquido con la esperanza de prolongar su juventud. Finalmente fue detenida y condenada, pero por pertenecer a un linaje real se le confinó a reclusión solitaria en un habitáculo de su castillo, donde murió unos años más tarde (Ramsland, 2002, 103-4; Keel, 1979, 36).

Retrato de la condesa Bathory.

-En la década de 1920, Peter Kürten -llamado el "monstruo de Düsseldorf"- cometió numerosos asaltos y violaciones, incluidas trece muertes usando hachas u otras armas incisorias, bebiendo sangre de muchas víctimas porque lo encontraba "sexualmente emocionante"; es más, una vez ingirió tanto volumen que cayó enfermo. Fue ejecutado en 1931 por nueve cargos de asesinato (Ramsland, 142-4).

-Comenzando en 1918, Fritz Haarmann y la prostituta Hans Grans atraparon a cincuenta hombres para darles muerte. Grans atraía jóvenes vagabundos a su casa ofreciéndoles comida y alcohol, al tiempo que su cómplice ejercía sexo con ellos mientras masticaba sus gargantas hasta prácticamente descabezarlos, obteniendo orgasmos cuando ingería sangre. Luego Haarmann cortaba la carne, consumía un poco y vendía el resto, arrojando a un canal huesos, cráneos y partes sobrantes. A petición suya, Fritz fue decapitado públicamente en 1924 (Ramsland, 149-50; Konstantinos, 2002, 77-8).

-Tras cumplir prisión por robo en 1943, el inglés John Haigh asesinó a Donald McSwann y tomó su sangre, deshaciendo el cuerpo en ácido sulfúrico. Durante los siguientes cinco años hizo lo mismo con los padres de McSwann y otras tres personas, y en 1949 terminó siendo ahorcado por sus crímenes (Konstantinos, 79-80).

[Desde la visión teosófica, la pena capital es un gran error pues matar el cuerpo físico no sólo elimina cualquier oportunidad de rehabilitación para los delincuentes, sino que posibilita que su kama-rupa -con todos los impulsos viciosos de lujuria o pasiones desmedidas- se libere del cadáver y ejerza influencias maléficas en individuos susceptibles].

-Se registró una instancia de auto-vampirismo en el decenio de 1960, cuando un adolescente perforaba su arteria carótida y hacía que la sangre brotara de tal forma que la llevaba a su boca, causándole excitación sexual (Ramsland, 106-7).

-James Riva estaba fascinado con los vampiros desde los 13 años y comenzó a matar animales, incluido un caballo, para succionarles líquido vital. Golpeó a un amigo en la nariz e intentó hacerlo con otro para el mismo objeto, y también atacaba a extraños, siendo diagnosticado como esquizofrénico-paranoico cuando dijo a un psiquiatra que oía voces advirtiéndole que "tuviera cuidado con los vampiros". Luego de múltiples hospitalizaciones, y durante las cuales nuevamente obtuvo sangre de otros pacientes, James retornó con su familia, pero los parientes estaban aterrorizados por él y entonces se mudó con su abuela. Afirmando escuchar la voz de un vampiro, disparó cuatro veces contra dicha anciana en la primavera de 1980 e intentó consumir sangre de sus heridas para "lograr vida eterna", antes de quemar el cadáver. Riva sostuvo que había "actuado en defensa propia" porque ella le robaba sangre mientras él dormía; asimismo creyó que "todos eran vampiros" y "necesitaba hacer algo para ser como ellos" (Ramsland, 113-15).

-En 2002, el estudiante galés de arte Matthew Hardman -para entonces con 17 años- fue condenado a prisión perpetua por asesinar brutalmente a su vecino de 90 años, y se decía que estaba
obsesionado con el vampirismo y la inmortalidad. Hardman [foto derecha] apuñaló a la viuda 22 veces, colocó dos hurgadores de bronce en forma de cruz bajo sus pies y situó velas junto a su cuerpo y la repisa de la chimenea. Luego le abrió el pecho arrancando el corazón que envolvió en un periódico, y lo depositó en un cazo sobre una bandeja de plata a un costado del cadáver; también drenó sangre de la pierna de su víctima en el sartén y la ingirió con la esperanza de adquirir vida eterna. Al momento de dictar sentencia contra Matthew, el juez comentó: "Es difícil comprender por qué debes actuar de esta forma, siendo un joven por lo demás agradable y bien considerado" (Perlmutter, 2004;
http://news.bbc.co.uk).

-En marzo de 2005, Diana Semenuha (29 años) fue arrestada en Odessa (Ucrania) cuando las autoridades descubrieron que atraía niños vagabundos hasta su casa, ofreciéndoles alcohol y adhesivos para inhalar con objeto de sacarles sangre con una jeringa y tomarla en una copa de plata. Diana sostuvo que esa práctica la curaría de su desgaste muscular, y cuando un niño tenía mucha extenuación, lo enviaba de regreso a la calle. También se autodefinía como bruja, enseñaba hechizos, permitía que sus alumnos bebieran sangre de ella y el líquido no utilizado de las víctimas lo vendía a practicantes de magia negra. Los policías allanaron su departamento rescatando a siete niños, pero desaparecieron en la calle nuevamente, lo que dificultó el enjuiciamiento.


​07. Subcultura vampírica

En décadas recientes ha florecido una próspera subcultura de vampiros en todo el mundo, especialmente Europa y América del Norte. Los vampiros modernos pueden reunirse en un club o aquelarre, experimentan con drogas, intercambian sangre o disfrutan de ritos sexuales clandestinos que a menudo involucran sadomasoquismo. Su estilo de vida se basa en la imagen de vampiros propagada en películas populares de ficción y terror. Estos individuos pueden vestirse de negro, usar lápiz labial negro o rojo sangre, emplear colmillos protésicos y lentes de contacto multicolores, dormir en ataúdes, rehuir la luz diurna o adornar sus hogares a una sombría usanza victoriana. Algunos sienten que es estupendo imitar a vampiros ficticios como Drácula o Lestat, mientras que otros tienen una necesidad instintiva por beber sangre y pueden encontrarlo erótico. Incluso ciertas personas atraídas por ese mundo lo ven como una licencia para cometer actos violentos.

Una encuesta entre vampiros autodeclarados reveló que la gran mayoría era caucásica, y las mujeres superaban en número a los hombres. Un tercio participaba en estilos de vida vampíricos, muchos lo mantenían en secreto y afirmaban usar colmillos y beber sangre, si bien pocos esperaban vivir más en comparación con los no practicantes. Asimismo, el 75% de los encuestados afirmó haber sufrido abusos durante la niñez (Ramsland, 2002, 191-2).

La sangre induce al vómito si es consumida en grandes proporciones, pero los candidatos a vampiros la toman sólo en pequeñas dosis y a menudo sobre la base de un contrato entre ellos y sus "donantes", lo cual protege a ambos del enjuiciamiento si algo sale mal; por supuesto, existen graves riesgos de higiene, incluida la posible transmisión de enfermedades sanguíneas. El acto de morder tiende a ser mal visto por las posibilidades de causar infección y daño a los tejidos, o provocar sangrado excesivo. Un método más común es usar bisturís, cuchillas de afeitar finas o jeringas, y por lo general sólo se toman unas gotas o como máximo un par de cucharaditas. Algunas personas beben su propia sangre y otros pocos depredadores confiesan matar animales con objetivos hematófagos.

Además del vampirismo sanguinario, algunos aspirantes declaran practicar el de tipo psíquico, con lo cual intentan drenar la energía vital de personas mediante visualización/concentración, mientras otros pueden proyectar su cuerpo astral en busca de víctimas dormidas. Ciertos clarividentes que han sido testigos de esos actos describen que la forma etérica del vampiro desarrolla "zarcillos" o "tentáculos" de varios metros en longitud para extraer energía de los cuerpos astrales de sus víctimas (Konstantinos, 2002, 148). En la medida que los vampiros psíquicos intencionales no se entregan al autoengaño, sí lo hacen respecto a la magia negra, y como se mencionó anteriormente, la absorción psíquica inintencional es un hecho cotidiano, pero aprovecharse de los demás y robarles deliberadamente su prana es injustificable en todo sentido. Por todo ello, algunos autores extienden el concepto de "vampirismo" para designar cualquier forma de explotación, abuso y control ilegítimo en que una persona o grupo se fortalecen a expensas de otros.

Debemos recordar que las múltiples fases de ultratumba experimentadas tras la muerte física están definidas por la calidad de nuestros pensamientos y actos durante las encarnaciones vividas en la Tierra. Todo deseo de perjudicar a otros, los pensamientos hostiles y las obras egoístas contaminan y ennegrecen nuestros cuerpos y mentes, retrasan nuestro paso por kama-loka e impactarán negativamente las existencias futuras que nos aguardan. En otras palabras, cualquier abuso contra alguien finalmente regresará al infractor. La Sabiduría Antigua es muy clara acerca de cómo debemos vivir, siendo siempre la regla de oro "amarnos unos a otros" y estimular el apoyo mutuo con palabras, pensamientos y obras amables. La búsqueda asidua de este camino refina gradualmente nuestra naturaleza inferior y permite que las cualidades más nobles y espirituales iluminen poco a poco nuestra estadía mundana.

La manera más confiable de protegernos contra todo daño y mal es vivir de modo limpio y altruista, basándonos en el amor fraternal. Helena Blavatsky aconseja a los estudiantes de ciencias ocultas que purifiquen y eleven toda su naturaleza, pues con ello podemos "dormir sin ser molestados por vampiros, incubos o súcubos. En torno a la forma insensible de tal durmiente, el espíritu inmortal arroja un poder divino que lo protege de acercamientos malvados, como si fuera un muro de cristal" (Isis 1: 460).


08. Referencias

Abreviaturas:

-Isis: H.P. Blavatsky, Isis Develada, TUP, 1972 (1877).
-Clave: H.P. Blavatsky, La Clave de la Teosofía, TUP, 1972 (1889).
-ML
2: A.T. Barker (comp.), The Mahatma Letters to A.P. Sinnett, TUP, 2da ed., 1975.
-MLC: The Mahatma Letters to A.P. Sinnett, TPH, ed. cron., 1993.
-TG: H.P. Blavatsky, The Theosophical Glossary, Los Angeles, CA: Theosophy Company, 1973 (1892).

************

-John Dowson, A Classical Dictionary of Hindu Mythology and Religion, Geography, History, and Literature, London: Routledge & Kegan Paul, 12° edición, 1972.

-Charles Fort, The Complete Books of Charles Fort, New York: Dover, 1974.
-Doctor Fortin, "Living vampires and the vampirism of the grave in our social institutions", The Theosophist, marzo 1884, 148-9; abril 1884, 158-60.

-Tom Harris, "How vampires work", http://science.howstuffworks.com/vampire.htm.
-Franz Hartmann, The Life of Paracelsus and the Substance of his Teachings, San Diego, CA: Wizards Bookshelf, 1985 (1887).

-Franz Hartmann, "A modern case of vampirism", Lucifer, vol. 4, mayo 1889, 17-18.
-John A. Keel, Strange Creatures from Time and Space, London: Sphere, 1979.
-Konstantinos, Vampires: The occult truth, St. Paul, MN: Llewellyn Publications, 2002.

-www.monstropedia.org.
-H.S. Olcott, "The Vampire", The Theosophist, vol. 12, abril 1891, 385-93, www.theosophical.org.

-Dawn Perlmutter, "The forensics of sacrifice: a symbolic analysis of ritualistic crime", Anthropoetics, vol. 9, 2003/2004, www.anthropoetics.ucla.edu/archive/ap0902.pdf.

-Katherine Ramsland, The Science of Vampires, New York: Berkley Boulevard Books, 2002.

-Wikipedia, "Vampire folklore by region", http://en.wikipedia.org/wiki/Vampire_folklore_by_region.

-Dudley Wright, Vampires and Vampirism: Legends from around the world, Maple Shade, NJ: Lethe, 2001 (1924).

Vampiros y muertos vivientes (2 de 3)

David Pratt, septiembre de 2009


Contenidos:

03. Ciencia y superstición
04. La perspectiva teosófica


03. Ciencia y superstición

Claramente, es absurda la idea de cadáveres humanos enterrados que vuelven a la vida, abandonan sus sepulturas y luego regresan a ellas sin alterar el suelo; pero ¿qué pasa con el aserto de que, en la exhumación, los presuntos vampiros a menudo no se veían como muertos "normales"? Según las crónicas, éstos se encontraron hinchados y rojizos, con brotes de sangre en boca y nariz, y también sus cabellos, piel y uñas parecían haber crecido un poco o mostraron renovación. De acuerdo con los críticos, lo que antaño fueron considerados signos de vampirismo son resultantes de cambios normales sufridos por la descomposición corporal.

Cuando el corazón deja de latir, la sangre se deposita en las partes del cuerpo más cercanas al suelo. Gran parte de la piel palidece y comienza a adquirir consistencia cerosa, mientras que los sectores donde hay sangre estancada se tornan de color rosáceo o rojo púrpura luego de unas diez horas. A medida que el cuerpo se enfría los músculos quedan relajados, pero luego se vuelve tieso por completo a medida que progresa el rigor mortis (documentado científicamente por primera vez en 1811). Tras un periodo de uno o tres días, el cuerpo se distiende otra vez conforme prosigue la descomposición de fibras musculares; asimismo, y al tiempo que las bacterias se multiplican por el cuerpo, la putrefacción cobra rapidez produciendo mal olor. Boca y nariz se enrojecen por purulencia en los pulmones; la cara se hincha y decolora, y la piel asume tonalidades verdes y negras. Las bacterias intestinales producen gases que hinchan el cuerpo a casi el doble de su tamaño normal y eventualmente hacen que la piel en gran parte quede ennegrecida. Además, el aumento de presión obliga a la sangre y otros líquidos oscuros a salir de nariz y orejas. La mencionada hinchazón hace que lengua y ojos sobresalgan, y los labios se curven hacia atrás para revelar dientes y encías, mientras que los senos y genitales se expanden a un volumen grotesco. Por su parte, los órganos internos se abren, licúan y escapan de todos los orificios corporales. La piel se despega, revelando capas nuevas por debajo; el cabello deja de crecer y cae, como también en el caso de uñas, que al precipitarse dejan textura fresca al descubierto, pero ésta eventualmente se pudre (Ramsland, 2002, 13-14).

Cara "sonriente" de un cadáver parcialmente descompuesto (www.karyom.com).

Los escépticos argumentan que los labios curvados hacia atrás en un cuerpo exhumado podrían parecer una "sonrisa maléfica", dando igual carácter a las manchas rojas bucales, y un ataúd lleno de líquido semejaría aterrador especialmente si está mezclado con sangre fluida. Cuando las uñas caen y la piel se desprende, la dermis y otras capas cartilaginosas surgentes podrían interpretarse a modo de componentes nuevos. A medida que piel y encías pierden líquido y asumen contracción, quedan expuestas las raíces de cabello, uñas y dientes (incluso los que estaban ocultos en la mandíbula), lo cual podría generar la idea de "crecimiento" en esos tres constitutivos; ad interim, la ausencia de rigidez en extremidades cadavéricas puede darnos la impresión de que la persona "recobró capacidad de moverse". La inflamación produce que un cadáver se vea regordete, "bien nutrido" y rojizo, provocando incluso que una persona mayor se vea más joven, y si dicha característica hace que el cuerpo cambie su posición en el ataúd, esto puede confundirse con evidencia de que el individuo entra y sale de aquél. El hallazgo de penes rígidos, y a menudo agrandados, solía tomarse como prueba de un "continuo interés en el sexo", e igualmente un cuerpo abultado en descomposición genera importantes emisiones sanguíneas, mientras los gases que escapan causarían estrépitos similares a gemidos. Entretanto, la hesitación de animales (como caballos o gansos) para caminar sobre tumbas de presuntos vampiros podría explicarse mediante el hedor de féretros a poca profundidad, especialmente porque estas criaturas tienen un mejor sentido olfativo que el humano.

"Le Vampire", grabado por R. de Moraine, en Les tribunaux secrets (1864, en.wikipedia.org).

Tampoco existe base científica en la vieja creencia de que un muerto debería descomponerse completamente luego de 40 días, porque pueden pasar varios meses o incluso años para que un cadáver termine en osamentas; además, ciertas condiciones edafológicas o del ataúd pueden preservar cuerpos mucho más allá de lo esperado. En nuestros días existen cuerpos que, según informes, han perdurado cientos de años con pocos signos de necrosis y como ilustran varios casos. En la localidad china de Nanjing, trabajadores de construcción desenterraron un cadáver que tenía 500 años y aún presentaba piel y articulaciones flexibles. Durante una inundación en Kentucky para 1927, un hombre cuyo féretro se hundió en cierto río parecía haber tenido un sepelio muy reciente, pero en realidad llevaba inerte 113 años. Posterior a su asesinato en 1963, Medgar Evers, un líder de derechos civiles, fue exhumado tres décadas más tarde para examinar los impactos de bala, y cuando se aperturó el ataúd, todos se sorprendieron al descubrir que la persona semejaba haber fallecido sólo el día anterior.


Hacia 1789 y en la bóveda de una capilla monástica de Toulouse, algunos cuerpos se hallaron perfectamente completos y tenían gran parecido a personas vivas, si bien resistieron el paso de casi doscientos años. Los individuos estaban alineados en torno a la pared, y aún con las prendas con que fueron cubiertos; pero cuando tiempo después fueron perquiridos los cadáveres yacientes en el lado opuesto de la capilla, curiosamente éstos terminaron por desintegrarse.


Otros eventos que alguna vez se interpretaron como evidencia de vampirismo incluyen una serie de óbitos en la familia de un presunto engendro o la comunidad donde había vivido. No está claro por qué los muertos querrían causar estragos entre sus cercanos aún vivos, pero una teoría era que el cadáver estaba controlado por uno o varios demonios. También es sabido que en epidemias decimonónicas de cólera hubo casos de personas quemadas vivas por sus vecinos bajo sospecha de ser vampiros.

A finales de los siglos XVIII y XIX existió una creencia generalizada sobre vampiros en partes de Nueva Inglaterra, particularmente Rhode Island y el este de Connecticut, donde se hablaba de familias desenterrando congéneres y quitándoles el corazón, pensando que los occisos eran vampiros responsables de enfermedades y muertes en sus respectivas parentelas. Se consideraba que la tuberculosis (o "consunción" como solía llamarse) era causada por visitas nocturnas de un familiar muerto por ese mal; los síntomas incluían demacración, piel progresivamente pálida, mejillas carmesí y aparición de sangre en esputos y labios.

"En 1896 el New York World informó que la creencia en vampiros estaba muy vigente en Rhode Island. Cerca de Newport se documentaron seis incidentes aislados en que se exhumaron personas de muerte reciente, y les extrajeron el corazón para incinerarlo. Por lo común, esto sucedía cuando varios miembros del mismo grupo aparentaban morir por patologías atrofiantes similares. Las personas de dichas área y época sostuvieron que un vampiro se alimentaba de aquéllos que podía encontrar más cerca, y luego pasaba a escoger otras víctimas; entonces, la impresión era que el familiar que moría primero se transformaba en vampiro y a la postre lanzaba ataques contra sus parientes" (Ramsland, 17).

Entre los hechos más bullados destaca el que tuvo lugar hacia 1892 en Exeter, Rhode Island. La esposa de George Brown murió, seguida de su hija mayor, y Edwin, uno de los hijos, enfermó y se trasladó a otro lugar, tras lo cual falleció otra primogénita llamada Mercy. Cuando Edwin regresó, volvió a ponerse mal y George exhumó los restos de su mujer e hijas. Su cónyuge y la primera descendiente estaban putrefactas, pero el cuerpo de Mercy, enterrado durante tres meses, lucía joven e inclinado en el féretro, y asimismo emanaba sangre de su boca. Le cortaron el corazón, lo quemaron y disolvieron las cenizas en una medicina para que Edwin la bebiera; sin embargo, él también pereció y Mercy Brown se hizo conocida como la "vampiresa de Exeter".

Al igual que la tuberculosis, el tipo neumónico de la peste bubónica se asoció con purulencia del tejido pulmonar, lo que provocaba aparición de sangre en los labios. La rabia también se ha vinculado con muchas historias sobre vampiros, pues quienes la portan son hipersensibles a olores y la luz, tienen conducta hipersexual, experimentan mucha sed, no les agrada verse en espejos, las contracciones musculares dejan sus dientes al descubierto, expelen espuma sanguinolienta por la boca, evidencian comportamientos agresivos y feroces, e infectan a otros a través de mordeduras ya que el virus se transmite mediante la saliva. De esta forma, se han encontrado paralelos entre brotes de rabia para ciertas regiones y la creciente popularidad de relatos vampíricos.

Es muy probable que las supersticiones e ignorancia médicas sobre la putridez corporal y dichas epidemias hayan contribuido a fortalecer la histeria de siglos pasados. Los individuos con inclinaciones materialistas pueden pensar que ella está ligada completamente a fenómenos "naturales" y atribuyen cualquier aspecto desconocido a "exageraciones" e "inventos", pero para negar las manifestaciones de cualquier entidad paranormal o ataques análogos, tendrían que rechazar un enorme cúmulo de testimonios en todas las épocas (ver "Visitantes paranormales"); por el contrario, quienes conocen el factum del mundo esotérico ofrecen una variedad mucho mayor de explicaciones posibles.


04. La perspectiva teosófica

La Teosofía que subyace a todas las religiones ortodoxas modernas, y bajo perspectivas más o menos distorsionadas en ellas, enseña que nuestro cuerpo físico es el recubrimiento más externo de la constitución humana, y a través del cual funciona una serie de componentes o niveles más inmateriales, los que a su vez experimentan diversos finales tras la muerte física ("Vida después de la muerte"/"¿Qué ocurre cuando morimos?").

El cuerpo tangible muere cuando rompe su conexión con el molde o prototipo astral. En sánscrito la mente es denominada Manas, y su variante inferior -principalmente instintiva- corresponde a una clase más etérea, a veces llamada "alma animal" del ser humano o Kama-Rupa ("cuerpo del deseo"). Luego de la muerte física, cuerpo astral y kama-rupa se descomponen en sus propios planos a un ritmo que depende de cuán materialista o espiritual haya sido la persona. Se sostiene que la cremación del cuerpo físico permite que la parte astral se desintegre más rápidamente, pero si el cadáver se entierra, aquélla permanece a su alrededor y el kama-rupa también es atraído hacia la tumba.

La mente superior concierne al alma reencarnante -no sujeta a la misma descomposición comparativamente rápida en nuestros vehículos inferiores- y está eclipsada sólo por nuestro Ser Superior, espiritual y divino. Algún tiempo después del óbito ocurre una "segunda muerte", cuando el alma reencarnada se separa de kama-rupa y asciende a fases más sublimes, e ingresa a un estado de sueño reparador (Devachan) donde imagina cumplir todos los impulsos desinteresados y nobles que no encontraron plena expresión durante la vida terrenal. Una vez concluido este segundo proceso, los kama-rupas comienzan a decaer por un periodo que puede prolongarse desde pocos meses hasta algunos siglos, nuevamente en función de las cualidades que tuvo en la vida mundana recién finalizada. Estos cadáveres o "cascarones astrales", en gran parte desprovistos de inteligencia activa, son tomados equivocadamente por "almas verdaderas" entre muchos médiums.

Durante la vida física, nuestras mentes suelen estar inmersas en los ámbitos astrales, pues atraemos pensamientos y deseos (energías elementales) que resuenan con nuestro estado psíquico actual -ya sea bueno, malo o indiferente- y luego son reenviados allí con otro carácter. Los kama-rupas de fallecidos también pueden ejercer preponderancias negativas en humanos vivos, cuyos defectos o debilidades los hacen receptivos a tales causas. El mayor peligro se esconde en dichos remanentes de personas (llamados elementarios) que han vivido de modo particularmente egoísta y animal; mientras que la mayoría de humanos pasa a través de Kama-loka (plano de los kama-rupas) prácticamente inconsciente después de morir, esto no se aplica a los elementarios, pues quienes fallecieron como resultado de accidentes o asesinatos ("legales" o no), o incluso si han cometido suicidio, también pueden retener un grado de conciencia post-mortem si su existencia intelecto-espiritual en la Tierra no tuvo mucho desarrollo. En otras palabras, ciertos kama-rupas pueden convertirse en "vampiros psíquicos" y alimentarse de la energía vital, emocional y mental de los vivos.

Helena Blavatsky describe esos kama-rupas como "cascarones vampíricos, los elementarios que continúan una vida póstuma a costa de sus presas vivas" (Journal of the Theosophical Society, vol. 1, n° 2, febrero 1884, p. 36-37). La autora añade que, al despojarse de sus dramatismos, las supersticiones sobre demonios y vampiros se basan en la creencia sobre estas "almas astrales inquietas y errantes" (Isis 2: 564). En casos de locura, "el ser astral del experimentador está semiparalizado, confundido y sujeto a la influencia de cualquier espíritu huidizo de algún tipo, o bien se ha ido para siempre; y así el cuerpo es poseído por alguna entidad vampírica cercana a su propia desintegración para aferrarse desesperadamente a lo terrenal, cuyos placeres sensuales puede disfrutar por un breve período más largo mediante ese recurso" (Isis 2: 589). Blavatsky continúa explicando lo que sucede con el kama-rupa en su respectivo plano tras la "segunda muerte":

"Aquí, la copia pálida del individuo muerto vegeta por un tiempo (...) Despojado como está de su mente superior, espíritu y sentidos físicos, se desintegrará poco a poco si se deja a sus propios dispositivos inconscientes, pero si retorna por la fuerza al ámbito terrestre a causa de anhelos apasionados y llamamientos de amigos sobrevivientes, o prácticas necrománticas habituales -siendo la mediumnidad una de las más perjudiciales-, entonces el 'fantasma' puede prevalecer durante un período que excede en gran medida el lapso de la vida natural de su cuerpo. Una vez que el kama rupa aprende el camino de regreso hacia cuerpos humanos vivos, se convierte en un vampiro que absorbe la vitalidad de quienes se hallan tan ansiosos por su compañía. En India, estos eidolones se llaman pisachas y son muy temidos" (Clave 340-1; TG 172).

En otro sentido, los pishachas son "sombras", restos desvanecidos o cascarones de humanos en kama-loka que devienen elementarios, o seres astrales malévolos, respecto a personas que llevaron una vida de permanente maldad mientras estuvieron encarnadas. En las tradiciones australes de India, los pisachas son fantasmas, demonios, larvas y vampiros femeninos que persiguen hombres.

Otro término sánscrito y análogo para kama-rupa es bhuta, que algunos escritores teosóficos definen tanto como un cadáver en los reinos astrales como el cuerpo físico en descomposición que queda en la muerte terrena; y en consecuencia, las relaciones astrales o psíquicas de cualquier tipo con estos cascarones sólo producen maldad. Los bhutas, aunque pertenecen al mundo astral, se sienten atraídos magnéticamente por localidades físicas similares a los restos de impulsos aún latentes en ellos. Por ejemplo, el bhuta de un alcohólico siente afinidad por bodegas de vino y tabernas, y los lascivos van a sitios de prostitución o degeneramiento individual, mientras que el bhuta fino y tenue de un individuo bueno gusta de sectores menos perniciosos o aborrecibles. En todo el mundo antiguo y moderno ha existido temor hacia estos eidolas o "imágenes" de humanos muertos, y se han evitado relaciones de cualquier tipo con ellos de manera consistente y universal.

El término tibetano correspondiente es ro-lang ("Tibetan Teachings", Blavatsky Collected Articles) o "estrigias" en la cultura romana como ya vimos. En ciertas ocasiones se cree que asumen forma de lechuzas u otras aves rapaces nocturnas, y según ciertas tradiciones clásicas designan a una especie de vampiro que absorbía sangre de niños. Constituye así una clase mitológica diferente de entidades astrales más o menos terrestres, que a veces pueden incidir físicamente sobre humanos jóvenes o mayores, con un estado de receptividad negativa en un momento particular.

Otros entes símiles son conocidos como "larvas" y "lemures" (Isis 1: 353), al igual que el término eslavo "vurdalak" (TG 366; Journal of the Theosophical Society, n° 2, febrero 1884). Hablando de los suicidados y las víctimas de accidentes cuyo pasar mundano fue "pecaminoso y sensualístico", el Mahatma Koot-Hoomi sostiene que deambulan por los ámbitos astrales hasta que mueren de forma natural:

"Separados súbitamente de las pasiones terrenales que los unen a escenas familiares, se sienten atraídos por las oportunidades que ofrecen los médiums para gratificarles indirectamente. Son los pisachas, íncubos y súcubos de la época medieval. ¡Los demonios de antojo, gula, lujuria y avaricia, elementarios de destreza, malicia y crueldad intensificadas que llevan a sus víctimas a perpetrar crímenes horribles y se deleitan en su comisión! No sólo arruinan a esos incautos, sino que estos vampiros psíquicos, arrastrados por el torrente de sus impulsos infernales, al terminar su período natural de vida (...) son llevados desde el aura de la Tierra a regiones donde por largo tiempo soportan un sufrimiento exquisito, que termina con la destrucción total" (ML
2, 109-10 / MLC, 197-8).

En algunos casos, los vampiros kama-rúpicos mantienen un fuerte lazo con los cadáveres sepultados de las personas que una vez fueron, especialmente si no estaban realmente fallecidas al momento de su sepelio. Blavatsky escribe:

"Mientras la forma astral no esté completamente liberada del cuerpo, existe la posibilidad de que la atracción magnética le obligue a un retorno. A veces estará a mitad de camino cuando el cadáver se halla enterrado, y que aparenta su semblante mortuorio. En tal caso, el alma astral aterrorizada reingresa violentamente en su ataúd y tiene lugar una de dos circunstancias: la víctima infeliz se retorcerá en tortura agonizante de asfixia, o se convertirá en vampiro si hubiera sido groseramente materialista. Comienza así la vida bicorpórea, y estos infaustos catalépticos enterrados sostienen sus desdichadas vidas al hacer que sus cuerpos astrales roben la sangre vital de personas vivas. La forma etérea puede ir a donde quiera y es libre para deambular alimentándose de víctimas humanas -en forma visible o invisible-, siempre que no rompa el vínculo que lo une al cuerpo" (Isis 1: 449, 459).

Esa parte etérica transmite los nutrientes que absorbe al cadáver a través de un cordón conectivo, manteniendo así los restos en un estado de catalepsia. Cabe mencionar que a fines del siglo XIX las estadísticas sobre el número de personas enterradas prematuramente en Inglaterra y Gales oscilaban entre 800 y 2700 por año.

Blavatsky a ratos llama "vampiros magnéticos" a las entidades kama-rúpicas (Isis 1: 353), porque se sienten atraídas por individuos y localidades que simpatizan con su naturaleza. Al concluir la segunda muerte, el alma animal:

"(...) todavía posee una consciencia más o menos indiferente, y sus acciones se parecen a las de un sonámbulo. También tiene un residuo de voluntad en una condición más o menos latente; pero como los principios superiores han dejado todo lo anterior, la voluntad ya no se guía por ninguna consideración moral y no puede actuar de otra manera que siguiendo sus atracciones. Aún permanecen sus bajas avideces, deseos animales y aficiones materiales; y en proporción a su desarrollo, estímulo o fortalecimiento más o menos consolidado durante la vida terrestre, actuarán en igual intensidad y de manera relativamente poderosa tras la muerte del cuerpo físico. A nada le gusta morir de hambre: cada cuerpo y principio tiene una poderosa atracción y ansia por los elementos necesarios para subsistir. Los principios de lujuria, glotonería, envidia, avaricia, venganza, intemperancia, etc., se precipitarán ciegamente al lugar al que se sienten atraídos y donde su anhelo puede satisfacerse por un tiempo, ya sea en forma directa como los vampiros al absorber emanaciones de sangre fresca, o indirectamente al establecer relaciones magnéticas con personas sensibles (médiums), cuyas inclinaciones se corresponden con las suyas. Si todavía existe un nexo magnético entre el vampiro (elementario) y su cobertura física bajo tierra, regresará a la tumba, y seguirá otros atractivos de no haber tal relación. Asimismo ansía un cuerpo, y si no encuentra uno de tipo humano, puede sentirse atraído por aquél de un animal" (The Theosophist, vol. 5, n° 7, abril 1884, p. 159).

H.S. Olcott (1891) comenta lo que sigue respecto al "enlace o cordón de comunicación entre el cuerpo y su doble astral proyectado":

"A partir de datos bien conocidos, parece probable -si no cierto- el hecho de que existe un cordón o vínculo astral, por cuyo medio los nutrientes en la condición etérea pueden transmitirse de uno al otro. Por ejemplo, muchos frecuentadores de sesiones mediúmnicas han constatado líquidos bebidos por una 'forma materializada' en vasos de vino, cerveza, agua, grog, etc., que desaparecieron de dicho recipiente a la vista de todos, y pasaban al estómago del canalizador sentado a cierta distancia en su cabina. También se arrojó tinta o líquidos de anilina sobre la forma proyectada, y luego se descubrió que manchaban al propio médium (hablo, por supuesto, sólo de casos en que está claramente demostrada la no identidad entre médium y forma). Las apariciones incluso comían alimentos en presencia de testigos y desaparecían de manera similar".

Olcott menciona un caso bien atestiguado en que un yogui o fakir en Lahoré permaneció bajo tierra durante seis semanas y luego resucitó:

"En consecuencia, es posible que un individuo aparentemente muerto pueda ser enterrado por tiempo indefinido y sin que se extinga su vida, si la persona está todo el periodo en ese nivel de hibernación humana conocido como samadhi, en que los pulmones no necesitan aire al detenerse la respiración, y el corazón no impulsa sangre a través de las arterias pues el reloj humano se detiene. Así, el cuerpo del vampiro puede permanecer fresco y róseo en la tumba, siempre que pueda atraer nutrientes para contrarrestar el gasto mediante acciones químicas y más sutiles que operan sobre los tejidos, incluso en samadhi".

La sangre que circula en nuestro cuerpo físico corresponde a los caudales de energía vital (prana o chi), que a su vez se disemina mediante la cobertura astral y el kama-rupa. Este líquido es prana condensado, mientras que los fluidos nerviosos son de tipo vital y psicomental denso; asimismo, la sangre y sus emanaciones ejercen una atracción particular sobre las entidades malignas del mundo astral (The Theosophist, vol. 4, n° 2, noviembre 1882, p. 36-38).

En la Edad Media hubo numerosos informes de personas poseídas y que tenían relaciones sexuales con "demonios" masculinos/femeninos, conocidos como incubi/succubi respectivamente, y al día de hoy continúan los casos de abusadores sexuales intangibles ("Visitantes paranormales", sección 5; "Ovnis", secciones 8 y 9). Aunque las interacciones análogas con dichas entidades tiende a adoptar la forma de un ataque, a veces se busca deliberadamente pues algunos médiums espiritistas se jactaban de tener "esposas y maridos espirituales". Según la Teosofía, con frecuencia succubi e incubi son cuerpos astrales de humanos desencarnados particularmente lujuriosos y malévolos (es decir, elementarios) que intentan aferrarse a la existencia material vampirizando a los vivos. Tales "demonios" pueden volverse concretos y visibles al atraer materia de la atmósfera circundante, ya sea desde el cuerpo de la víctima si ésta es un médium, o de cualquier otra persona en que haya poca cohesión de elementos inferiores, a veces como resultado de enfermedad. Los agresores etéricos pueden estar atraídos e incluso ser generados, al menos en parte, por la intensa imaginación y anhelos sexuales de la víctima; algunos pueden ser hechiceros o magos negros, es decir, individuos que han logrado poderes ocultos como la capacidad de proyectar sus formas astrales, pero utilizan dichas habilidades para fines malvados (Lucifer, vol. 3, n° 14, octubre 1888, p. 131-132; ML
2 109- 10 / MLC 198; Hartmann, 1985, 29, 35, 40, 86-94).

Pintura de un incubus (1870; http://en.wikipedia.org).

Al comentar sobre algunos médiums que creían estar "casados" con "espíritus masculinos y femeninos", Blavatsky escribe: "Las explicaciones de locura y alucinación nunca funcionarán, cuando se enfrentan cara a cara con los hechos innegables de las materializaciones espirituales. Si existen 'espíritus' capaces de beber té o vino, comer manzanas y pasteles, o besar y tocar a visitantes de séances -todo lo cual ha sido probado así como la existencia de dichos visitantes-, entonces ¿por qué esos mismos espíritus no podrían cumplir también deberes matrimoniales?" (Lucifer, vol. 6, n° 33, marzo 1890, p. 177-178).

[Incubi y succubi son] fantasmas de la demonología medieval, convocados desde las regiones invisibles por pasiones y lujurias humanas, ahora vistos como 'novias' y 'esposos espirituales' entre algunos espiritistas y médiums ignorantes. Estos nombres poéticos no ocultan lo que realmente son en lo más mínimo: demonios, vampiros y elementales desalmados, centros de vida sin forma y carentes de sentido; en resumen, protoplasmas subjetivos cuando se dejan solos, pero son llamados a un ser y forma definidos por la imaginación creativa y morbosa de ciertos mortales. Eran conocidos en todas partes y épocas, y los hindúes pueden contar más de una terrible historia sobre los dramas representados en la vida de jóvenes estudiantes y místicos por los pisachas, su nombre en India" (TG, 154).

Blavatsky subraya en varias ocasiones que algunos "guías espirituales" y "ángeles" materializados de Occidente constituyen "espíritus inmundos" o pisachas (The Theosophist, vol. 3, n° 10, julio 1882, p. 249-250). Hacia 1883 mencionaba un caso contemporáneo en India donde "la víctima [masculina] fue asesinada por su horrible sirena", y otro "en un país adyacente terminó con el sacrificio de una señora muy estimable", advirtiendo que "una relación demasiado estrecha con estos vampiros morales de 'guías' materializados puede conducir a la ruina espiritual o incluso muerte física" (The Theosophist, vol. 4, n° 4, enero 1883, p. 92).

Helena agrega que muchos médiums son débiles, pasivos, enfermos y neuróticos: "Por lo común el antiguo taumaturgo y apóstol, si no casi siempre, disfrutaba de buena salud; su magnetismo nunca transmitía al paciente enfermo ninguna mancha física o moral y nunca era acusado de vampirismo, al contrario de un documento espiritual que cataloga así muy acertadamente a algunos médiums-curanderos" (Isis 1: 490-1).

Cuando se le preguntó por qué los asistentes de una sesión espiritista se sentían extremadamente cansados al día siguiente, la Agente de los Mahatmas respondió: "Entre otras razones, porque los médiums absorben la vitalidad para el uso de los 'fantasmas', y con frecuencia están presentes canallescos vampiros elementarios (...) Durante estas séances son horribles las escenas visibles en el astral, toda vez que estos 'espíritus' -bhutas- se precipitan sobre la audiencia y los médiums por igual; también hay mucho vampirismo pues no hay sesión espiritista sin tener presentes algunos o muchos elementarios malos, o seres humanos medio muertos. Éstos caen sobre las personas como nubes o grandes pulpos, y desaparecen dentro de ellas como si fueran absorbidos por una esponja" (The Path, vol. 3, nros. 1-6, abril a septiembre 1888).

Después la autora proporciona una descripción respecto a los múltiples tipos de elementarios: "(...) no son del todo malos, pero en un sentido general tampoco representan bondad. Sin duda son cascarones; les queda mucha acción automática e inteligente en apariencia si corresponden a personas fuertemente materialistas que murieron aferradas a asuntos terrenales, y si se trata de individuos con carácter opuesto, entonces sus residuos no son tan vigorosos. Luego tenemos otros que realmente no están fallecidos, como los suicidados o muertos en forma repentina, y también personas muy malvadas, todos los cuales detentan gran poder. Los elementales (*) entran en todos ellos, y por eso obtienen una personalidad e inteligencia ficticias que son propiedad exclusiva de dicho cascarón; le impulsan a actuar, y por sus medios pueden ver y oír como si fueran seres como nosotros. En este caso dichos cascarones se asemejan a un cuerpo humano que camina dormido. A través del hábito exhibirán el avance que obtuvieron mientras estaban en la carne (...) Este culto por las sesiones [espiritistas] es lo que en India antigua se llamaba adoración de pretas, bhutas, pisachas y gandharvas" (The Path, vol. 3, nros. 1-6, abril a septiembre 1888).

(*) Los elementales son entidades etéricas primitivas o criaturas de los elementos (tierra, agua, aire, fuego y éter), también llamados fuerzas/espíritus de la naturaleza. Pueden adoptar toda clase de formas, generalmente reflectando imágenes presentes en el plano astral o incluso sobre mentes humanas ("Visitantes paranormales", sección 11).

En su sentido más amplio y esotérico, el término "vampiro" alude a cualquier ente -humano o no humano, físico o intangible- que se alimenta de sangre, la vitalidad o energía psíquica de otro ser. Así, el vampirismo implica la "transmisión parcial de la esencia vital por una especie de ósmosis oculta desde una persona a otra".

"[Este proceso] puede tornarse benéfico o perjudicial, ya sea inconsciente o a voluntad. Cuando un operador sano hipnotiza a un aquejado con el deseo firme de curarlo, la extenuación que siente el primero es proporcional al alivio concedido: se genera un proceso de endosmosis, donde el sanador desprende parte de su aura vital para beneficiar al enfermo. El vampirismo, por otro lado, es un proceso ciego y mecánico, generalmente producido sin el conocimiento del absorbente o la parte afectada. Es magia negra consciente o inconsciente, según sea el caso (...) cuando el motivo que estimula al operador es egoísta o perjudicial para cualquier ser vivo, todos esos actos son clasificados por nosotros como magia negra" (Lucifer, vol. 7, n° 40, diciembre 1890, p. 295-301).

H.S. Olcott (1891) escribió que, cuando hay reuniones de personas, todos los días y a cada hora surge una forma leve e impremeditada de absorción magnética: "Uno vampiriza estrechando la mano, sentándose con otros, durmiendo en la misma cama (...) Las mentes superiores aman permanecer aisladas, a partir del sentimiento instintivo de que si llevan una existencia de multitud, serán absorbidas hasta el nivel más bajo de ella (...) Era esta sensación lo que dictaba al yogui y hierofante encerrarse en un santuario o retirarse a una gupta (cueva del yogui), la jungla o alguna cumbre montañosa".

Blavatsky señala que la emperatriz rusa Alexandra Feodorovna (1798-1860) era tan endeble durante sus últimos años, que sus médicos le aconsejaron mantener a una campesina joven, robusta y saludable en su cama por la noche. Igualmente relata el caso de Frederika Hauffe (1801-1829, llamada la "vidente de Prévorst"), mística y clarividente alemana:

"En repetidas ocasiones declaró que seguía viva simplemente gracias a la atmósfera de las personas que le rodeaban y sus emanaciones magnéticas, que eran aceleradas de manera extraordinaria por su presencia. La vidente era a todas luces un vampiro magnético, que absorbía vida atrayendo a quienes eran lo suficientemente fuertes para entregarles su vitalidad en forma de sangre volatilizada. Dichos individuos se vieron más o menos afectados por esa pérdida forzada" (Isis 1: 463).

Otra instancia refiere a una parisina muy vieja que a menudo era vista en compañía de muchachas (Fortin, 1884) y se integraban a su servicio en perfecto estado de salud, pero pronto mostraron signos de debilitamiento y solían morir; cuando había reclamos de padres, éstos eran silenciados con regalos o dinero. Así pues, circularon rumores de que la mujer era "vampiresa" y "se comía a las chicas para prolongar su vida". La última persona en servirle fue la hija de un cochero, y a medida que la salud de ésta empeoró, su padre interpuso una denuncia policial. Finalmente la vieja fue multada y se le prohibió que tuviera más compañeros, muriendo poco después.

Por su parte, el doctor Franz Hartmann (1889) escribió que un tío rencoroso y avaro planeaba impedir que su sobrina Rose recibiera la herencia del padre, y le ofreció un acuerdo que lo habría dejado en posesión de casi todos los bienes, pero un abogado eminente aconsejó a Rose que no lo aceptara, lo cual enfureció al viejo quien prometió matar al profesional si tuviera la oportunidad. Luego el tacaño salió de Viena hacia Meran, pues se encontraba en etapas finales de tuberculosis y quería evitar el clima frío. Tras su partida, de pronto la salud del abogado comenzó a fallar; rápidamente se hizo más delgado y lábil, quejándose de fatiga extrema, y murió en diciembre de 1888. Se determinó, sin embargo, que todos sus órganos estaban en condiciones perfectamente normales, por lo que su óbito se registró como consecuencia de una "demacración", y durante sus últimos días a menudo imaginó que lo molestaba un extraño similar a aquél hombre. Mientras tanto, el codicioso tío había ganado fuerza y experimentó una recuperación "milagrosa", pero tras el deceso del abogado, la condición del vengativo cicatero empeoró súbitamente y terminó por fenecer.

En consecuencia y desde una perspectiva oculta, la gente puede ser vampirizada por kama-rupas de humanos muertos que llevaron una rutina mundana particularmente egoísta o sensual (elementarios), y también mediante cuerpos astrales proyectados por personas vivas con intenciones maléficas, siendo éstos los "demonios" acosadores y vampiros "no muertos" de los mitos y el folklore; con todo, los vampiros reales son más propensos a extraer energía vital, emocional, psíquica y sexual de sus presas que a nutrirse de sangre. Aparte de extenuar a las víctimas, los elementarios pueden poseerlas e incluso generarles obsesiones, fortaleciendo en ellas cualquier base o impulso malévolo. Las historias folclóricas sobre entes que cambian de aspecto tal vez refieran al grado etérico de su condición, que en algunos casos puede volverse visible y material, e igualmente existen razones ocultas en la creencia de que hay mayores posibilidades para devenir vampiro entre los suicidados, muertos en modo prematuro/violento o quienes tenían una existencia materialista.

Como explicó Blavatsky, los cuerpos enterrados pueden recibir sangre mediante las actividades vampíricas del kama-rupa vinculador, pero es muy probable que algunos cadáveres "inocentes" sean sospechosos de vampirismo debido al poco entendimiento sobre la desintegración corporal. También varias epidemias, abortos espontáneos y decesos infantiles solían atribuirse a estos personajes u otros seres demoníacos, si bien la ciencia moderna lo cataloga exclusivamente como ignorancia, pero aún muchos especialistas ortodoxos son ciegos a sus propias limitaciones severas al enfocarse sólo en los agentes físicos de la enfermedad, y no muestran una comprensión real de las dimensiones internas emocionales y psicológicas en el ser humano, ni del rol que cumplen las energías y fuerzas más sutiles. Además, en última instancia nuestro carácter, estado de salud y otras experiencias de vida son resultado de pensamientos, afectos y obras elaborados en el transcurso de varias encarnaciones.

Es indudablemente cierto que las convicciones y los miedos supersticiosos representan un aspecto importante en las leyendas sobre vampiros, pero los pensadores materialistas no reconocen que dichas creencias, incluso las falsas, pueden tener efectos paranormales si tienen suficiente poder; dicho de otro modo, nuestros propios pensamientos e imaginación, tanto individuales como colectivos, contribuyen a moldear las formas adquiridas por entidades del mundo astral que a ratos se entrometen en nuestra vida física. Al pensar firmemente que "los muertos se levantan para dañar gente viva", "el alma de un occiso excomulgado no encontrará paz", o "los objetos sagrados como crucifijos o agua bendita alejan a agresores demoníacos", ello puede aumentar las posibilidades de que un acosador fantasmal asuma el semblante de una persona muerta conocida por sus víctimas, determinará la frecuencia de ataques paranormales por parte del difunto u otros seres, o mostrará resultados beneficiosos en cuanto a la seguridad personal.

Por otro lado, la incineración del cadáver romperá el lazo con un kama-rupa que puede mantenerlo semi-vivo a través de actividades vampíricas, pero incluso si los restos en cuestión no evidencian nexos con ataques análogos, el efecto deseado se obtiene con una creencia fuerte y generalizada de que al cremarlos terminará ese fenómeno o alguna epidemia. De esta manera, la ciencia convencional aún no asimila ni entiende los poderes mentales humanos reales y su verdadera índole, y tampoco la verosimilitud del reino astral y sus habitantes.

17 de junio de 2022

Vampiros y muertos vivientes (1 de 3)

David Pratt, septiembre de 2009


Contenidos:

01. Folclore y mitología
02. Historias de vampiros


01. Folklore y mitología

Los vampiros se consideran tradicionalmente como cadáveres reanimados o "muertos en vida", que salen de sus tumbas por la noche para alimentarse con sangre de personas normales. En todos los pueblos del mundo pueden encontrarse relatos sobre humanos vivos o medio muertos y otras criaturas demoníacas que consumen sangre, carne o energía vital de aquéllas. Incluso algunos seres fantasmales atacan, atormentan y en ocasiones matan a sus víctimas de otras maneras.

En la mitología mesopotámica se habla de Lamashtu, hija del dios celeste Anu, representada como una mujer-demonio o diosa malévola que urgía a las encintas a abortar, secuestrar lactantes y cometer infanticidio, o que ingirieran sangre y carne de hombres, y en general causaba múltiples enfermedades mortales. La cultura babilónica alude a demonios-vampiresas llamadas lilu, que deambulaban durante las horas de oscuridad, cazando y matando bebés recién nacidos y mujeres gestantes; una de ellas, Lilitu, fue adaptada más tarde como Lilith a la demonología judaica. En los escritos talmúdicos, ésta última suele describirse como un demonio femenino alado y noctámbulo con garras afiladas, que aparece principalmente para robar bebés y fetos. En Sumer, los ekimmu eran entidades perversas y fantasmales que vagaban por la Tierra, incapaces de descansar; podían poseer a niños/adultos dormidos o apoderarse de su fuerza vital, y se creaban cuando alguien moría de forma violenta o no se concretaban los ritos funerarios adecuados.

En el caso de India y entre otras características, los rakshasas son espíritus perjudiciales que cambian de forma, y a menudo se les consideraba humanos con especial perversidad estimulada en encarnaciones anteriores. Suelen manifestarse como personas con rasgos animales (por ejemplo, garras y colmillos) o animales semihumanos (en particular tigres); infestan los cementerios, resucitan cadáveres y anhelan la carne y sangre de sus presas. Otra categoría corresponde a los vetalas, parecidos a demonios, que rondan sitios de entierro y se apoderan de cuerpos inertes. También los denominados pishachas pueden metamorfosear e ingerir carne, y a veces se afirma que equivalen a las almas reaparecidas de gente mala, por lo cual son considerados como el orden más vil y peligroso. Ocasionalmente éstos poseen a humanos e infligen varias enfermedades, incluida la pérdida de razón. Por otra parte, los bhutas y pretas se describen como entes repulsivos que merodean cementerios, acechan desde los árboles, resucitan muertos y engañan o devoran incautos. Además, las dakini beben sangre y son antropófagas, asistiendo adicionalmente a Kali, diosa india habituada a ese líquido.

Representación imaginativa de un pishacha (www.evilrestuneasy.com).

Por su lado, las leyendas chinas informan acerca de los chiang-shih (o jiangshi), cadáveres reanimados que matan otras criaturas para absorber su esencia vital (qi o chi). De esta forma, se dice que les roban el "aliento", y la noción de su hematofagia parece reverberar la influencia de historias alusivas a vampiros occidentales. Estas variantes asiáticas tienen el hábito de brincar frenéticamente por el dolor y la rigidez que les causa el estado de muerte; algunas parecen humanos normales y otras exhiben dientes aserrados, uñas largas y resplandor verdoso fosforescente. Arrancan las cabezas o extremidades de sus víctimas, violan mujeres y son concebidos cuando el alma inferior de una persona fallecida (p'ai o p'o) no puede abandonar el cuerpo, generalmente debido a un óbito violento o sepultación inadecuada. Luego de un tiempo desarrollan la capacidad de volar y posiblemente convertirse en lobos.

Los tibetanos también sostienen que las almas de los muertos podían animar cuerpos inertes y hacer que se levantaran con tal de acosar a los vivos. Los khado o khadomas son demonios femeninos, equivalentes a las dakinis hindúes, y sólo el Libro Tibetano de los Muertos menciona 58 deidades consumidoras de sangre.

En Filipinas, el mandurugo adopta la apariencia de una joven atractiva durante el día, pero exhibe alas y una lengua larga, hueca y filosa por la noche, que utiliza para absorber sangre de presas dormidas. La manananggal es una mujer mayor y hermosa, que puede dividir su torso superior para volar en la oscuridad con enormes alas de murciélago, y también utiliza su lengua alargada con forma de trompa para alimentarse de bebés en gestación. De igual forma, come los órganos (específicamente corazón e hígado) y la mucosidad de personas enfermas.

El penanggalan de Malasia es similar al manananggal, pero desprende sólo su cabeza -a la que todavía están unidos sus pulmones, estómago e intestinos-, y se describe comúnmente con colmillos. Prefiere alimentarse de la sangre de un recién nacido o una mujer que haya dado a luz, e ingerir placentas. Los malayos también aseguran que una mujer puede transformarse en un monstruo llamado langsuir si paría un mortinato; posee uñas extensas, cabello negro y se transforma en un ave nocturna con ojos rojos, garras filudas y dientes prolongados. Utiliza un orificio de alimentación en la parte posterior de su cuello para succionar lentamente sangre de bebés hasta que mueren, y una creencia señala que el langsuir se tornaba en humano si le introducían en ese agujero su cabello y uñas cortados.

Un penanggalan (www.monstropedia.org).

Los aborígenes australianos creían en el yara-ma-yha-who, una criatura baja y peluda que vivía principalmente en higueras, y saltaba sobre los incautos drenándoles sangre con dedos de manos y pies en forma de ventosas. Los nativos elaboraban rituales y mantenían fuego encendido durante la noche al instante de un fallecimiento, para evitar que influencias malignas ingresaran al cuerpo para volverlo a la vida y dañar otras personas.

Varias regiones de África tienen relatos locales de seres vampíricos; por ejemplo, la etnia ewe (parte occidental) hablan de los adze, brujos masculinos o femeninos capaces de convertirse en luciérnagas que roban niños, succionan su sangre y poseen personas. Entre los ashanti de igual comarca, el asasabonsam es un vampiro arborícola, caza presas con sus pies corvos y usa dientes de hierro para morderles en el pulgar; asimismo, el obayifo representa una bruja viva que abandona su cuerpo de noche y consume sangre de individuos durmientes.

En México, el tlahuelpuchi generalmente es vinculado a una mujer con transmutaciones zoomorfas y extrae sangre, por lo común de bebés. La soucoyant caribeña es una anciana que en horas nocturnas desecha su piel y se mueve por el aire como una bola de fuego, buscando desprevenidos para sorber su sangre; si toma demasiado líquido, las víctimas pueden morir y convertirse a su vez en vampiros como aquélla. El asema de Surinam (Sudamérica) también es una mujer normal en tiempo diurno, y como las soucoyants se quita el pellejo para adoptar la apariencia de una luz azul, un murciélago u otro animal, alimentándose de energía vital o sangre humanas.

Empusa, hija de la divinidad griega Hécate, era retratada como un demonio de cabeza y torso femeninos, y con parte inferior de una serpiente, quien se transformaba en una joven seductora de hombres durmientes previo a extraerles sangre. Según otro mito, Hera aniquiló a todos los descendientes de Lamia, reina de Libia, tras descubrir que era amante secreta de su esposo Zeus; así, ésta juró venganza y en la noche se ensañaba con infantes dormidos para robarles líquido vital. Con el tiempo, los vocablos "empusa" y "lamia" se convirtieron en términos generales para describir brujas o vampiros que mutaban su semblante y engullían carne o sangre de personas.

En la mitología romana, los llamados lemures o larvas son almas inquietas de malvados o quienes morían violentamente, y regresaban a la Tierra para atormentar a los vivos. Las estirges (strix en singular) solían ser brujas con habilidades para adoptar forma de lechuzas nocturnas; aprovechaban la sangre de bebés y hombres jóvenes e incluso comían ocasionalmente sus órganos.

A principios del siglo XVIII la histeria vampírica se propagó por Europa del Este y continuó hasta la generación sucesiva. El pavor comenzó con un brote de presuntos ataques por vampiros en Prusia Oriental hacia 1721 y bajo la monarquía de los Habsburgo entre 1725 y 1734, extendiéndose a otras localidades. Se decía que los atacantes violentaban a parientes vivos; de ese modo, con frecuencia eran desenterrados los cadáveres de presuntos culpables y se les clavaban estacas o terminaban siendo incinerados, e incluso había funcionarios de gobierno que participaron en esas actividades. La emperatriz María Teresa de Austria finalmente envió a su médico personal para investigar denuncias sobre vampiros, y si bien el galeno concluyó que dichos seres no existían, la monarca aprobó leyes que prohibían abrir tumbas y profanar cuerpos, lo cual determinó el fin de la epidemia.

En Polonia y Rusia los vampiros a menudo se denominan upior y upyr respectivamente. De manera distinta a la mayoría de otros personajes análogos, tienden a perpetrar sus ataques desde mediodía hasta medianoche, pero un gran número de especímenes rusos no eran considerados medio muertos y tampoco bebían sangre. Los vampiros en Moldavia, Valaquia y Transilvania (ahora Rumanía) se llamaban comúnmente moroi o strigoi (del "strix" romano); algunos eran brujas vivas que podían abandonar su cuerpo y atacaban gente desprevenida. Otros eran cadáveres animados por almas atribuladas que salían de sepulcros por la noche, con apariencia fantasmal o zoomorfa y succionaban sangre de familiares, vecinos y ganado, siendo acusados asimismo por muertes durante las epidemias. Se pensaba que los vampiros rumanos mordían a sus víctimas sobre el corazón o entre los ojos, y la gente local también cree en el nosferatu, que suele tener relaciones sexuales con los vivos. En otras partes de Europa Oriental las criaturas de tipo strigoi eran conocidas bajo los nombres de "vampir" o "vampyr", quizás una variación del upyr ruso. Los europeos occidentales finalmente acogieron el término, y "vampyr" pasó a formar parte del idioma inglés ("vampire").

Entre los romaníes, los mulo atañen a espíritus de muertos que dejan sus coberturas materiales en el féretro al anochecer, y usualmente se abalanzan sobre ovejas y ganado. En la zona de los Balcanes, el mulo como hombre adulto normalmente reanudaba el nexo con su esposa o buscaría otra pareja; podía imitar la forma de una persona muerta y ayudar con tareas domésticas, o bien ser invisible y violar a la mujer en cuestión, causándole una muerte potencial.

Algunos griegos todavía propugnan la existencia de inquietos fantasmas bautizados como vrykolakes (singular vrykolakas), que en ocasiones se equiparan con vampiros. Por lo general, se afirma que ellos son indistinguibles de personas vivas y tienden a agredir a sus conocidos mientras viven. De vez en cuando aplastan y sofocan víctimas dormidas sentándose sobre ellas, o tocan puertas de casas y gritan los nombres de sus residentes, pero si alguien les abre en la primera llamada, morirán días después y se convertirán en vrykolakas.

En Europa y otros lugares, los siguientes motivos son comunes para sospechar que una persona podría convertirse en vampiro luego de su muerte: a) suicidio, b) óbito violento, c) falleció sin ser bautizada o en un estado pecaminoso sin arrepentimiento, d) excomulgación por la Iglesia, e) muerte repentina o poco después de otro pariente, y f) había sido mordida por otro vampiro, pero también subsisten nociones prejuiciosas. Esporádicamente, se pensaba que un bebé nacido con omento (tejido de membrana fetal unida a la cabeza), dientes, cola o pezones adicionales corría el riesgo de transfigurarse en vampiro, al igual que cuando animales o aves pasaban por encima de un cadáver o su ataúd vacío. En el sur de Rusia se creyó que incluso las personas que hablaban consigo mismas arriesgaban devenir esas entidades, y entre los rumanos esto se aplicaba a particulares de cabello rojizo y ojos azules. Para no pocos romaníes, los vampiros correspondían a personas poco agraciadas, con un dedo faltante o que mostraran apéndices similares a los de un animal. Respecto al folklore griego, el vampirismo también podía ocurrir al desecrar una jornada religiosa, cometer crímenes graves, morir en soledad y comer carne de una oveja matada por un hombre lobo.

Como precaución episódica, y si había temores de que alguien se volviera tal engendro luego de la muerte, se rellenaba la boca y nariz del cadáver con ajo antes del entierro y lo ponían de bruces a fin de impedir que excavara; le sepultaban con objetos afilados como hoces o colocando estacas afiladas en el suelo para perforar el cuerpo en caso de escape. Los griegos también horadaban los corazones de posibles vampiros con clavos de hierro sobre los cuerpos aún soterrados. En la comunidad valaca se martillaba un largo clavo en el cráneo y añadían encima del muerto los tallos espinosos de un rosal silvestre, que se enredaban si el fallecido intentaba huir. En Inglaterra, comúnmente se incrustaba una estaca de fresno en el pecho de suicidados hasta 1823, cuando se aprobó una ley contraria a esta práctica.

Dependiendo de la cultura, las defensas contra vampiros incluyen recursos como ajos, ramas de rosa silvestre, crucifijos, agua bendita u otros objetos sagrados, e incluso algunos pueblos utilizan la sangre de aquéllos como medio de protección. El folklore de Europa Oriental recomienda esparcir semillas sobre la tumba con un clavo escondido entre ellas, o en el suelo exterior de una casa, ya que estos monstruos sienten compulsión de contar las simientes; entonces, la pieza de hierro aguijonea al vampiro durante el cálculo, desconcentrándole, y tiene que comenzar de nuevo. Además, los mitos chinos sostienen igual creencia si el indeseado visitante encuentra un saco de arroz.

Solían existir indicadores de que alguien realmente se transformaba en vampiro, como por ejemplo: a) luego que una persona fallecía, comenzaban a morir sus parientes, vecinos y ganado; b) la visita nocturna al hogar de una figura sombría; c) desaparición de objetos en el mismo sitio; d) el hallazgo de dos o tres agujeros del tamaño de un dedo en la tumba, o e) un caballo blanco, semental negro o ganso hembra se niegan a caminar sobre el entierro. El siguiente paso era exhumar al individuo en cuestión, y se le catalogaba de vampiro si aparecía hinchado y bien nutrido con sangre roja brillante, estaba en sueño cataléptico y con una posición distinta a la hora de ser sepultado, tenía piel nueva o cabello/uñas más largos, lucía extremidades flácidas y presentaba poca o ninguna descomposición.

Uno de los métodos más comunes para destruir a particulares sospechosos era clavar una estaca (con madera de fresno, espino o roble) sobre el corazón, o en su defecto a través de boca o estómago, y si los ataques continuaban, se procedía a incinerar el cuerpo y dispersar las cenizas. En ocasiones también el muerto era decapitado y la cabeza se enterraba entre los pies, detrás de nalgas u otro lugar donde estuviera fuera del alcance, a menudo rellenando la misma extremidad con ajo. Otros métodos incluían rociar agua bendita sobre el cuerpo, cortar y quemar el corazón, disparar al engendro con una bala de plata, exponerlo al Sol, abrir el cuerpo y lavarlo con vino hirviendo, y que un sacerdote oficiara una excomunión o realizase un exorcismo. En la Grecia de los siglos XVIII y XIX, por lo común los fallecidos eran exhumados tres años después de morir, y se les echaba vino mientras un párroco leía las Escrituras. Sin embargo, si el cadáver no se descomponía lo suficiente, entonces se le catalogaba de vrykolakas y recibía el tratamiento adecuado.

El imaginario europeo delinea a los vampiros como abotagados, de aspecto rubicundo y cubiertos con mortajas; por el contrario, la ficción moderna tiende a ilustrarles un semblante demacrado, pálido, encantador y aristocrático. Esta imagen nació en 1819 con la publicación de "The Vampyre" por John Polidori, si bien la novela "Drácula" de Bram Stoker (1897) tuvo un impacto aún mayor en la configuración del estereotipo.

Christopher Lee como Drácula.

Nosferatu (Max Schreck), alias Conde Orlok, a punto de morder.

La creencia en vampiros continúa hasta hoy. A fines de 2002 y principios de 2003, en Malawi se desató la histeria sobre presuntas embestidas relacionadas: las multitudes apedrearon a un individuo y agredieron al menos otros cuatro, incluido el gobernador Eric Chiwaya, en el supuesto de que el gobierno estaba "coludido con vampiros". Los rumores comenzaron cuando el presidente del país acordó recolectar sangre humana para las agencias de ayuda internacional, a cambio de alimentos con objeto de mitigar la grave hambruna.

En 2002 Nicolae Mihut, que vivía en Transilvania, concluyó que su madre muerta se transformó en vampira porque un gato había saltado sobre el ataúd, y sus mejillas y labios estaban muy rojos. Para "liberar su alma", Mihut hundió una daga de plata en su corazón y más tarde fue enterrada. Otro caso ocurrió hacia febrero de 2004 en la aldea rumana de Martotinu de Sus, donde Toma Petre fue exhumado por familiares porque después de su entierro tres de ellos enfermaron, y cuando se abrió la tumba, Petre yacía de lado con sangre en la boca, lo cual fue visto como prueba de su carácter vampírico. Los parientes le quitaron el corazón y lo quemaron, mezclando las cenizas con agua y luego bebieron el preparado, siendo éste un rito local para matar presuntos seres análogos (www.trutv.com).


​02. Historias de vampiros

A continuación se presentan varios relatos ilustrativos, y algunos no implican consumo de sangre. De igual modo, es imposible establecer con certeza cuánto hay de realidad o ficción en ellos.

En 1591 un zapatero oriundo de Breslau se cortó la garganta, y tras fallecer, varias personas dijeron haber visto su fantasma junto al lecho, por lo que las autoridades decidieron extraer el cadáver que llevaba siete meses bajo tierra. Se le encontró completo y carente de putridez y mal olor, con articulaciones todavía flexibles, y asimismo la herida del cuello no se había infectado. Algunos reportaron que en el dedo gordo del pie derecho había una excrecencia en forma de rosa, que se vio a manera de "señal mágica". El cuerpo se mantuvo exhumado durante seis días y las apariciones continuaron; se le enterró bajo una horca, pero la entidad todavía pellizcaba y sofocaba personas por la noche, dejándoles heridas en la piel. Quince días después el acosador fue desenterrado nuevamente y se observó un aumento en su tamaño, por lo que se procedió a cortar cabeza, brazos y piernas, y le quitaron el corazón que aún se veía fresco. Los restos fueron incinerados, arrojando sus cenizas a un río, y la aparición nunca más volvió a verse. Se contaba también que una de las sirvientas del zapatero actuó de manera similar luego que ella muriera. Sus despojos fueron extraídos y quemados, tras lo cual dejó de molestar a los habitantes (Wright, 2001, 91-2; www.shroudeater.com).

Durante 1672 y en la ciudad de Kringa (actual Croacia), murió Jure Grando y el padre George estuvo oficiando su sepelio, pero cuando el párroco regresó a casa de la viuda vio a Grando sentado en el interior, causando la huida del monje y los vecinos. Pronto comenzaron a oírse historias de un ser oscuro visto de noche en las calles, deteniéndose a ratos para tocar la puerta de una casa, pero nunca esperaba respuesta; así, y de modo inexplicable, comenzaron a morir habitantes en los hogares donde el espectro llamó a la entrada. La viuda protestó por las visitas que el "espíritu" del esposo le hacía cada noche, y le dejaba profundamente dormida para alimentarse de su sangre. Dirigidos por el magistrado en jefe, un grupo de vecinos aperturó la tumba del occiso y descubrió que el cuerpo estaba perfectamente sano y sin descomponer; su cara lucía risueña y las mejillas se mostraron sonrojadas, ante lo cual muchos participantes escaparon aterrorizados. Hubo una segunda visita con un sacerdote, y cuando éste se dirigió al cadáver, supuestamente se vieron lágrimas rodando por las mejillas del monstruo. Se llevaron a cabo intentos para hundirle una estaca de espino, pero ésta rebotaba en cada ocasión. Finalmente un anónimo decidió abrir la tumba y cortó la cabeza del vampiro, momento en que el espíritu maligno se marchó profiriendo un agudo grito y provocando contorsión de las extremidades (Wright, 87-9; www.shroudeater.com).

El Consejo de Kringa situó un letrero a la entrada del pueblo, en referencia al legendario vampiro Jure Grando.

Después de su muerte en 1725, el campesino Peter Plogojowitz -quien vivió en la aldea serbia de Kisilova (hoy parte de la nación húngara)- se aparecía al anochecer a varios aldeanos y les apretaba el cuello. En las 24 horas siguientes murieron nueve personas, tanto jóvenes como ancianos, aparentemente debido a una patología desconocida. La viuda de Peter declaró que éste la visitó para exigirle sus zapatos, y tuvo tal miedo que decidió mudarse a otra aldea. En presencia del oficial imperial de Gradiska y un sacerdote, el cadáver fue desenterrado y se encontró libre de cualquier olor nauseabundo y totalmente saludable como si estuviera vivo, excepto que la punta de la nariz estaba algo seca y marchita. Su barba y cabello habían crecido y un nuevo juego de uñas reemplazó a las viejas que estaban caídas. Bajo la piel anterior, que semejaba pálida y muerta, exhibía otra nueva de color natural y fresco, y también sus manos y pies se notaron como si pertenecieran a una persona en buen estado de salud. Como en otras instancias, la boca del vampiro estaba llena de sangre fresca, que se supuso había absorbido de las personas que mató. El informe oficial también habló de "otros signos salvajes que omito con gran respeto", sin duda refiriendo al pene hinchado del cadáver. Cuando le martillaron una estaca afilada en el pecho, emanó de él mucha sangre nueva como también por nariz y boca. Luego los campesinos colocaron el cuerpo sobre una pila de leña para quemarlo, y en consecuencia el pueblo dejó de preocuparse (Wright, 83-5; Konstantinos, 2002, 43-5; www.shroudeater.com).

Arnold Paole, militar serbio, sostuvo haber sido atacado por un vampiro mientras permanecía en Gossowa (Serbia turca). Para deshacerse del engendro comió un puñado de tierra de la tumba y se untó con su sangre, de acuerdo con la creencia local. Paole regresó en 1727 a su pueblo natal de Meduegna, lindante con Belgrado, y tras confesarle a su prometida el episodio con el vampiro, cayó de un carro con heno una semana más tarde y murió poco después. No hubo que esperar mucho para que varios aldeanos informaran que el propio soldado los agredía por la noche, y fallecieron así cuatro víctimas. Al cabo de 40 días muerto se decidió desenterrar su cuerpo en público, constatando ausencia de descomposición, desprendimiento/reemplazo de piel y uñas, y flujo de sangre fresca por sus orificios. Los habitantes clavaron una estaca de madera en el cuerpo de Paole, quien supuestamente gemía mientras le brotaba dicho líquido. En lo sucesivo quemaron los restos y la entidad nunca volvió a molestar a nadie. Sus cuatro víctimas también fueron desenterradas, y se las eliminó de igual manera al constatarse que presentaban "condición vampírica". Años después y en medio de otra epidemia, 16 presuntos vampiros fueron extraídos en el mismo cementerio y quienes compartían los mismos rasgos fisicos detectados en Arnold (Wright, 95-102; Konstantinos, 39-40).

En 1738 y tres días posteriores a su defunción, un serbio de 62 años en la aldea de Kisilova se apareció por la noche a su hijo y le pidió algo de comer, desapareciendo tras alimentarse. Dos noches después volvió con el mismo pretexto, y al día siguiente el hijo fue encontrado muerto en su cama; la misma jornada, cinco o seis aldeanos enfermaron repentinamente y sucumbieron uno tras otro en poco tiempo. Dos oficiales y un verdugo encargados de investigar los hechos abrieron las tumbas de quienes llevaban inertes seis semanas, y encontraron al anciano "con los ojos abiertos, un color fino y respiraba en modo natural, y sin embargo se hallaba rígido como los muertos", concluyendo que se trataba de un vampiro. El verdugo entonces procedió a estacarle el corazón y su cadáver quedó reducido a cenizas. En este acontecimiento nunca se encontraron marcas de vampirismo en los restos del hijo o las otras víctimas (Wright, 123-5).

Durante el verano de 1875 en Croglin Grange, residencia de un piso en la actual Cumbria (Inglaterra), una noche la joven Amelia Cranswell estaba sentada en el lecho mirando por la ventana de su habitación cuando notó que dos luces extrañas se movían entre los árboles, y se dio cuenta que eran ojos de una criatura oscura y humanoide que se aproximaba a la casa. Cuando ésta desapareció de vista, Amelia corrió hacia la puerta de su aposento y escuchó que el visitante rasgaba la ventana; tenía una horrible cara marrón con mirada llameante, logró entrar por dicha cristalera y se alzó sobre su víctima, agarrándola por el cabello y le echó la cabeza hacia atrás para morder su garganta. Los gritos alertaron a sus hermanos Edward y Michael quienes rompieron la puerta en un intento de socorro, pero la encontraron inconsciente con heridas ensangrentadas en cuello y hombros. Uno de aquéllos persiguió a la criatura por el bosque y ésta desapareció sobre la pared del cementerio parroquial. Para recuperarse, Amelia fue a Suiza por unos meses, y a su regreso nuevamente el monstruo trató de ingresar a su habitación con igual modus operandi, pero los hermanos lo ahuyentaron a tiempo y balearon en una pierna, tras lo cual el atacante cruzó la cerca del cementerio y desapareció en una vieja bóveda. A la mañana siguiente, ambos hermanos y otros inquilinos descorrieron la cripta comprobando que todos los ataúdes del interior habían sido abiertos y su contenido sacado a la fuerza. Una tumba se localizó intacta y dentro yacía el vampiro que atacó a Cranswell: presentaba una supuesta momificación, aspecto rugoso y tono atezado, exhibiendo asimismo la marca de un disparo de pistola en una pierna, y fue así que terminó quemado en una pira (Konstantinos, 48-52; Keel, 1979, 29; www.shroudeater.com).

Según un informe del siglo XVIII, el espectro de cierto pastor provinciano comenzó a manifestarse ante varios testigos cerca de Kodom (Baviera), y todos murieron durante la semana siguiente, ya fuera por miedo u otras causas. Presos de la desesperación, los campesinos desenterraron el cadáver y lo clavaron al suelo con una estaca larga, pero la misma noche apareció otra vez, sumiendo a la gente en convulsiones de pánico y sofocando a muchos. Más tarde las autoridades entregaron el cuerpo a un verdugo, quien lo carbonizó en el campo, y se sostuvo que el muerto "aulló como loco, pateando y rasgando como si estuviese vivo", y cuando lo estacaron "lanzó gritos penetrantes vomitando sangre carmesí". Las apariciones terminaron sólo después que los restos fueran incinerados (Isis 1: 451-2).

Helena Blavatsky menciona otro caso de vampirismo en Rusia (Isis 1: 454-5). A principios del siglo XIX, el cruel y tiránico gobernador de la provincia de Tchernigov, sexagenario para entonces, se enamoró de la hija de un funcionario subordinado, a quien forzó para permitirle casarse con ella, y a pesar de que estaba comprometida con un joven a quien amaba. El viejo la golpeó y confinó en su habitación durante semanas y le impidió tener visitas, excepto en su presencia. Finalmente el psicópata cayó enfermo y cuando se acercaba su final, hizo prometer a la joven que nunca volvería a casarse, amenazando con que en caso contrario él regresaría del más allá con objeto de matarla. Poco tiempo después fue sepultado en el cementerio al otro lado del río.

No obstante, la mujer y su ex novio se comprometieron otra vez. En la noche del banquete que selló su compromiso, y luego que todos los asistentes se retiraron a dormir, el tirano "fallecido" entró repentinamente en el cuarto de la joven, luciendo extremadamente pálido; le reprendió por su inconstancia aplicando golpes y pellizcos que la dejaron con manchas negras y azules, y también le provocó un ligero pinchazo sanguinoliento en el cuello. A la mañana siguiente, un guardia emplazado en el puente que cruzaba el río informó que, justo antes de la medianoche, un carruaje negro y seis caballos pasaron a toda velocidad hacia la comarca, sin responder a sus órdenes.

Aunque el nuevo gobernador no creía en la historia, duplicó el número de centinelas para resguardar el acceso. Blavatsky continúa: "Sin embargo, sucedió lo mismo noche tras noche; los soldados declararon que la barrera en su estación cerca del puente se elevaba sola, y el grupo espectral pasaba a través de ellos anulando sus esfuerzos por detenerlo. Al mismo tiempo, todas las noches el carruaje sonó con estruendo en el patio de la casa; los vigilantes, incluido el grupo familiar de la joven y sus sirvientes, se quedaban profundamente dormidos, y cada mañana la joven amanecía magullada, sangrando y desmayándose como antes. La ciudad quedó sumida en consternación y los médicos no tenían explicaciones, mientras los sacerdotes pasaron madrugadas en oración, pero a medida que se acercaba la medianoche todo quedaba poseído por ese terrible letargo. Finalmente, acudió el arzobispo de la provincia y realizó la ceremonia de exorcismo en persona, mas al día siguiente la víctima del ex gobernador fue encontrada peor que nunca, y ahora estaba a punto de morir".

El nuevo soberano decidió situar cincuenta cosacos a lo largo del puente. Esa noche, el carruaje fantasma se acercó desde la dirección del cementerio a la hora acostumbrada, y cuando el oficial y un sacerdote gritaron la orden de parar, el monstruo asomó la cabeza por la ventanilla del birlocho y dijo su nombre y cargo. En ese momento, todo el grupo fue arrojado a una orilla como si los golpeara una descarga eléctrica al pasar la cuadriga.

Helena escribe: "El arzobispo resolvió, como última alternativa, recurrir al plan tradicional de exhumar el cuerpo y sujetarlo a tierra con una estaca de roble que atravesara su corazón. Esto se llevó a cabo con una gran ceremonia religiosa en presencia de todo el pueblo. La historia señala que el cuerpo fue encontrado lleno de sangre y con mejillas y labios rojos, y en el instante que se dio el primer golpe sobre la estaca, escapó un gemido del cadáver brotando por el aire un chorro de sangre. Luego el mitrado pronunció el exorcismo habitual, el cuerpo fue reinhumado y desde ese momento ya no se supo nada del vampiro (...) No podemos decir hasta qué punto los hechos de este caso pueden haber sido exagerados por la tradición, pero lo oímos hace años de un testigo ocular, y en la actualidad hay familias en Rusia cuyos miembros mayores recordarán la terrible experiencia".

Henry Olcott (1891) mencionó a una mujer hindú que según se creía estuvo poseída por un pishacha. Durante casi un año se despertaba débil, pálida y anémica en la mañana, y además quedó encinta dos veces, pero sufrió abortos involuntarios. Decidió acudir a un mantriki musulmán o exorcista, quien por medio de artes ocultas determinó que la entidad responsable era un hombre fallecido del mismo credo islámico; entonces, abrió en secreto la tumba del sospechoso que llevaba inhumado aproximadamente un año, encontró el cadáver en buenas condiciones y emanó sangre fresca al generarle cortes en un pulgar. Luego realizó ritos aplacadores, recitó mantras y alejó al fantasma de su víctima llevándolo de regreso al sepulcro, conllevando a la recuperación de la mujer.

Hacia 1922 y en el pueblo griego de Pyrgos, un joven agricultor deprimido se ahorcó en un árbol, y por ese motivo se le excomulgó de la Iglesia Ortodoxa para terminar siendo enterrado en un área sin consagrar. La esposa y varios otros aldeanos pensaron que el alma del difunto jamás encontraría descanso, pero el sacerdote se negó a ceder. Tras dos meses de luto, ocho aldeanos informaron ser zamarreados y mordidos por "algo" en sus camas por la noche; tuvieron que permanecer en reposo por debilitamiento y dos de ellos murieron, si bien al comienzo no se estableció vínculo con aquél suicidio. Posteriormente la viuda admitió que durante toda la semana previa su esposo regresaba a verla cada noche y se había "acostado con ella" hasta la madrugada. De esta forma, el sacerdote reunió a algunos pobladores y exhumaron al presunto vrykolakas, comprobando que estaba arrugado y endurecido como esqueleto, y sólo poseía una fina capa de carne rugosa. Comenzaron a desmembrar su cadáver, y al abrir el ataúd se informó el hallazgo de un corazón completamente preservado y que aún latía. El religioso vertió agua bendita y dicho órgano empezó a descomponerse hasta que fue licuado por completo. Los restos del cuerpo fueron quemados, como asimismo aquéllos de sus dos víctimas a modo de precaución, y al volver a la aldea el equipo comprobó la recuperación de los enfermos restantes. Sin embargo, después la viuda alumbró un bebé que consideró engendrado por el vampiro, pero murió segundos luego de nacido. Inclusive, los elementos básicos de esta historia fueron considerados reales por los habitantes locales hasta mediados del decenio de 1970 (Konstantinos, 52-7).