Se cita mucho el adagio de "mente sana en cuerpo sano". Nuestra salud física depende de la nutrición que proporcionamos al cuerpo y la mente, pero ¿qué y cuánto deberíamos comer? Las respuestas a estas inquietudes dependerán de quién las plantee, porque por ejemplo la cantidad y calidad de comida para alguien que desea construir un cuerpo atlético sería muy diferente de la recomendada para otro que aspira a convertirse en modelo. Una cosa es adquirir un cuerpo que nos permita llevar una vida normal, saludable y libre de enfermedades, y otra muy distinta es mejorar la salud corporal de tal forma que nos permita tener una vida espiritual.
En el Gita, Shri Krishna dice: "Los seres son nutridos por la comida, el alimento es producido por la lluvia, ésta proviene del sacrificio y el sacrificio se genera por la acción". En “Notes on the Bhagavad-Gita”, William Judge explica que no se trata de que no se produzcan alimentos si no se realiza el sacrificio según el ritual védico, sino más bien que no se producirá el tipo correcto de alimentos que lleva a condiciones corporales que permitan al hombre cumplir con sus más elevadas posibilidades. En el Gita, los alimentos se clasifican en tres divisiones: tamásicos o impuros (que se describen como rancios, sin sabor y podridos), comida rajásica (amarga, salina, picante, seca, ardiente y excesivamente caliente) y sáttvica (pura y sabrosa, que tiende a aumentar la edad, vitalidad, fuerza, salud y alegría).
Podemos ver en la clasificación alimentaria anterior que no se insiste en una dieta vegetariana. En los “Aforismos Yoga” de Patanjali no se pide al discípulo que se abstenga de comer carne, y no es porque todas las personas fueran vegetarianas en ese momento, pues a los guerreros se les permitió consumir carne y de esa casta surgieron muchos de los que alcanzaron las alturas supremas del adeptado. Es un viejo y verdadero dicho que el reino de Dios no proviene de ingerir o abstenerse de la carne ni privarse de nada, sino que ese reino está dentro de nosotros. En otras palabras, no debemos dogmatizar que el vegetarianismo es lo único correcto; uno no puede pretender ser espiritual sólo porque sea vegetariano estricto, ¡y las vacas y los elefantes también son vegetarianos! Los pensamientos malvados y groseros son más dañinos que comer partes de animales y Helena Blavatsky lo plantea así:
“Recuerde de una vez por todas que en todas estas preguntas adoptamos una visión racional y nunca fanática de las cosas. Si por una enfermedad o un hábito prolongado un hombre no puede permanecer sin comer carne, ¿por qué habría de refrenarse? Déjenlo que coma. No es un crimen; sólo retrasará un poco su progreso, porque después de todo, lo que se dice y hace, las acciones y funciones puramente corporales, son de mucha menos importancia que lo que un hombre piensa y siente; lo que desea anima su mente y permite echar raíces y crecer allí” (“La Clave de la Teosofía”, p. 259) (1).
Judge intentó dejar la carne durante nueve años, pero lo encontró perjudicial. Esto se debe a que la persona occidental no tiene herencia o antecedentes de vegetarianismo, y a muchos estudiantes de Teosofía les resultó imposible cambiar a una dieta vegetariana, no porque experimentaran una debilidad causada por la falta de dieta cárnica, sino debido a una digestión imperfecta que causa enfermedades. Muchos fisiólogos sostienen que el estómago es un órgano sólo para procesar alimentos de origen animal, y como resultado, en una persona vegetariana la válvula pilórica entre el estómago y el intestino delgado está casi paralizada por falta de uso, por cuanto el alimento pasa casi directamente de ese órgano al intestino delgado. Además, en el caso de un no-vegetariano el alimento animal permanece en el estómago durante mucho tiempo y cuando una persona que come carne se vuelve vegetariana las células estomacales que se han acostumbrado a mantener la comida durante más tiempo en dicho miembro -porque demora más en digerir la carne- también conservan la materia vegetal por un periodo prolongado. Entonces, aunque la comida vegetariana se digiere con rapidez, la válvula pilórica no se abre y el estómago la retiene por mucho tiempo, lo que hace que se fermente y vuelva tóxica. Como resultado, la levadura y otros cultivos son arrojados a la circulación sanguínea lo que puede causar tuberculosis, enfermedades nerviosas y otros trastornos múltiples. Por otra parte, a veces es inevitable recurrir a la carne en ausencia de vegetación, como ocurre con los habitantes de lugares como Tíbet, Alaska y el Polo Norte.
Existen algunos argumentos sólidos por parte de los vegetarianos que muestran que comer carne es peligroso, incluso a nivel del plano físico. Por ejemplo, es cierto que ingerir carne puede contagiarnos con enfermedades del animal y no tenemos derecho a quitar la vida, puesto que no se la damos. Sin embargo, no es cierto que tomamos vida sólo al consumir carne, porque las verduras también tienen vida; ésta se encuentra en todas partes y se expresa de muchas maneras. Asimismo, la conciencia en plantas y animales se halla en un nivel diferente. Judge resuelve la cuestión de matar organismos más o menos evolucionados al afirmar que la vida sustenta la vida: Jivo jivasya jivanam; por tanto, en determinados entornos y etapas de evolución es inevitable crear cierta cantidad de daño a otros. Tanto los vegetarianos como quienes comen carne están destruyendo la vida y ninguna clase es del todo correcta o incorrecta; sí se vuelve realmente desacertado cuando en forma deliberada y sin necesidad real destruimos vidas de animales, insectos o incluso vegetales. Un epicúreo que saborea muchos platos de carne sólo para satisfacer su paladar y no son necesarios para su sustento es tan culpable como alguien que mata animales para hacer gorras de piel o botas de cuero.
Es cierto que la comida animal imparte a quien la ingiere las cualidades de la criatura y tiende a hacer que el cuerpo físico se haga más grueso y denso. No obstante, uno de los grandes científicos alemanes ha demostrado que todo tipo de tejido animal, como sea que se cocine, aún conserva ciertas características marcadas del animal al que pertenecía. Blavatsky observa que cuando la carne animal es asimilada por humanos como alimento, les imparte fisiológicamente algunos rasgos del ser de donde proviene, y así el efecto de "engrosamiento" o "animalización" en una persona es mayor con la la carne de animales más grandes, menor para las aves, más reducida en el caso de peces y otros animales de sangre fría, y todavía inferior cuando se comen sólo vegetales. La vida espiritual exige la eterización del cuerpo físico y de esta forma el consumo cárnico es perjudicial de dos maneras: a) conserva las características del animal incluso cuando está bien cocinado y b) conduce al engrosamiento del cuerpo. Sin embargo, la actitud interna y el magnetismo de quien cocina y manipula los alimentos hace que sea saludable o no, porque el alimento conserva la sugestión de quien prepara o sirve.
También debemos tener en cuenta la idoneidad o aptitud de los alimentos para cada persona. Todo cuerpo extrae de cualquier tipo de alimento sólo aquéllo que se ajusta a la naturaleza del poseedor de esa cobertura física y esa propiedad está sujeta a cambios desde dentro. En última instancia, la comida es necesaria para mantener el cuerpo en forma para que el alma pueda habitarlo.
La temperancia en la alimentación es tan importante como la calidad de los nutrientes, pues cualquiera que sea la comida es mejor no ingerir demasiado o muy poco. El descontrol al comer es una de las cosas que paraliza la fuerza de voluntad en la persona y por lo tanto allana el camino a la degradación física y moral. La gula se considera uno de los siete pecados mortales, y cuando se ejerce una presión severa sobre las energías vitales mediante una sobrecarga de maquinaria digestiva, el mejor y único remedio es dejarlo reposar por algún tiempo y recuperarse lo más posible. Se debe permitir que el suelo agotado permanezca en barbecho antes que produzca otro cultivo, y así los ayunos fueron instituidos simplemente con el propósito de corregir los males de comer en exceso. Los budistas no tienen costumbres de ayuno, pero parecen hacerlo a diario y durante toda su vida siguiendo el mandato de la moderación al comer. Ciertas carnes como la de res y también determinadas verduras siempre han estado prohibidos a los estudiantes de ocultismo. Blavatsky escribió que lo anterior se debe a que, si bien tal vez sean altamente nutritivos y representen un apoyo para el cuerpo, su magnetismo era mortal y obstructivo para el "hombre psíquico" (The Theosophist, vol. IV, enero de 1883). Sin embargo, también es cierto que no sirve de nada ayunar siempre que se requiera comida.
Hay algunos que logran controlar todos los demás órganos sensoriales, excepto la lengua, y la "comida" sigue siendo su punto débil. En nuestra civilización encontramos que se gasta demasiado tiempo y energía en preparar y comer manjares, además de discutir sobre ellos. Pueden haber diez o veinte variedades de té y café, y casi tantos tipos de pan y galletas, ¡y por supuesto, queremos probarlos todos! San Dhyaneshwar señala que para una persona que desea andar en el camino espiritual el dominio sobre la lengua es lo más esencial. Si uno se vuelve esclavo de ella, gradualmente conduce al enredo en todos los otros sentidos, pero es difícil obtener dominio sobre este órgano y así Dhyaneshwar escribe:
“Si uno tuviera que cortar las hojas y poner agua en las raíces, el árbol nunca será destruido. Al contrario, por medio de esa agua las hojas saldrán nuevamente con mayor fuerza; en consecuencia e indudablemente es a través de la comida que los objetos de los sentidos obtienen el control sobre la mente. Es fácil interrumpir la acción de otros sentidos, pero no es posible continuar sin alimentos, de los cuales depende el sustento del cuerpo físico”.
Es posible que no podamos prescindir de la comida, pero es factible llegar gradualmente a una etapa en que todo lo que se consume va hacia el crecimiento y desarrollo físico. El artículo “The Elixir of Life” menciona que en lugar del ayuno se debiera comenzar con una dieta de leche y frutas. Luego, muy gradualmente, debe disminuirse la cantidad de alimentos consumidos y de esta forma es posible sobrevivir con poca cantidad de comida. El artículo también señala que muchos de los organismos más simples no tienen excreción, como las lombrices de Guinea comunes que viven en el tejido humano, no presentan conducto evacuatorio y por tanto no excretan; todo lo que se consume se aplica a su crecimiento y propagación. El neófito humano, en cierta etapa de su desarrollo, se encuentra en una condición algo análoga, y a diferencia de aquel parásito él excreta sólo mediante los poros de la piel, y por medio de ellos también entran otras partículas etéricas de materia que ayudan a sostener su cuerpo, por lo que físicamente es casi como "un feto en el útero". Más tarde puede llegar un momento en que sea capaz de obtener alimento del Éter (Akasa).
En un incidente reportado en “The Times of India” (27 de agosto de 2001) se informaba que una persona de 64 años sobrevivió sólo con agua hervida y luz solar durante 411 días y hubo científicos estadounidenses que investigaron la hazaña, esperanzados de poder desarrollar una técnica que permitiera a los astronautas permanecer sin comer durante largos períodos. La parte más sorprendente del suceso fue que la persona era físicamente activa y realizaba todas las tareas normales durante su ayuno, y asimismo tales proezas de continencia no son infrecuentes entre yoguis y ascetas. El razonamiento de tales fenómenos se nos da brevemente en la declaración del suplemento para “The Theosophist” en diciembre de 1883 (p. 32): "Akasa es madre de todos los fenómenos y fuente de alimentación de quien sabe utilizarla".
¿Cuál es entonces la verdadera dieta teosófica? Es la que mejor concuerda con usted. El vegetarianismo debe ser practicado con el motivo correcto, porque si uno se abstiene de ingerir carne para desarrollar poderes y sentidos psíquicos y continúa con el mismo tipo de pensamientos sin cultivar ni practicar el altruismo más elevado, entonces ese vegetarianismo es inútil. Blavatsky sostuvo: “Aconsejamos a los estudiantes realmente serios que coman aquéllo que menos obstruya sus cerebros y cuerpos, y tendremos el menor efecto en obstaculizar y retrasar el desarrollo de su intuición, sus facultades y poderes internos".
“Haremos lo mejor que podamos con cualquier persona que desee aprender, pero para quienes esperan que los principios y métodos se ajusten a sus prejuicios personales, no podemos hacer nada y por mucho que deseemos. Sin embargo, siempre hay esperanza de que un poco de Teosofía funcione como una levadura que remueva o desplace los prejuicios existentes, y para esto se debe permitir tiempo. La Teosofía es para los que la quieren y no se puede dar a ningún otro” (Robert Crosbie).
(De la revista "Theosophical Movement", marzo 2009).
(1) Comentario del traductor: En años recientes hemos asistido a un extremismo inaudito en internet (y la vida real) por parte de varios vegetarianos/veganos sobre este tema tan polémico, y en muchos casos su postura obedece más bien a una propaganda política, corrupta y hormonal bien remunerada que a una preocupación real por la vida de los animales, especialmente cuando lo más sensato no es andar por la vida imponiendo ideologías que ni siquiera representan al individuo y menos aún manipular conciencias o descalificar para quedar como “héroe”/”heroína” o “ser superior” en un debate (lo que a todas luces es un narcisismo repugnante y confirma la cita anterior de Blavatsky), sino predicar con el ejemplo espontáneo y evitando caer en la petulancia moral. Incluso ni siquiera se ha tomado en cuenta (al menos en el ámbito industrial o político) que sería mejor consumir carne de animales muertos naturalmente o de forma más "ética" en vez de crear tanta desesperación y morbosidad mediática (otra vez, NEGOCIO) para forzar reformas tendientes a “abolir” su consumo por parte de dichos extremistas ideologizados. A usted como lector (a) le pregunto: ¿le gustaría que los teósofos difundiéramos videos o relatos detallados sobre las aberraciones cometidas en las logias negras para justificar nuestra postura sobre el tema? Y si usted tuviera material de ese tipo, ¿lo comercializaría necesariamente? Es más: hay animalistas/veganos consecuentes que hacen todo cuanto pueden para aliviar el dolor de nuestros hermanos menores y no perciben estipendios de ninguna clase, ni tampoco confunden "caridad" con "vanidad" en redes sociales.
¿Qué pasaría con los veganos/vegetarianos intolerantes si en algún momento se vieran involucrados en un contexto similar o peor al de los uruguayos cuyo avión se estrelló en Los Andes (1972, enlace a Wikipedia) y donde los supervivientes tuvieron que comerse a sus colegas muertos y poniendo en duda incluso su formación religiosa? Y con la "extraordinaria madurez psicológica" en la humanidad actual, ¿quién puede asegurar que en un contexto de guerra o catástrofe NO terminaríamos comiéndonos a nuestras mascotas? El periodista Dennis Wholey dijo: "Esperar que la vida te trate bien sólo porque seas 'buena persona' es como pensar que un toro no te atacará sólo porque seas vegetariano". Píensalo.
[Cabe mencionar que el administrador del presente blog es omnívoro, y en este vínculo ofrece evidencias de que su vitalidad prosigue en buenas condiciones generales].
Como se ve, crear odio y división instrumentalizando el dolor o la necesidad ajenos es muy rentable en el duopolio político, pero tiene resultados kármicos severísimos cuando menos se espera y sobre todo al echar mano del facilismo de “servir a dos amos”.
Actualizaciones:
Diciembre de 2019: recientemente la tendencia del sensocentrismo está siendo seriamente cuestionada incluso por varios veganos; aquí la reseña de un estudio que apunta a la existencia de memoria en especies vegetales y que refuta la aserción (entre los fanfarrones materialistas a sueldo) de que "la mente/consciencia es igual al cerebro": https://www.nytimes.com/es/2018/02/09/las-plantas-tienen-conciencia/.