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30 de abril de 2023

Extractos de "Magia: un tratado sobre ocultismo natural" (Manly P. Hall)


Aclaratorias y advertencias graves sobre la magia, y sugerencias de cómo hacer frente a materialistas crónicos y reconocer malintencionados en la rutina diaria.

[Traducción por autor (es) desconocido (s); se han hecho ligeras correcciones estilísticas].

Desde hace mucho tiempo, se ha venido cometiendo el error de llamar "magia negra" a la perversión del poder oculto. Ésta es una aceptación inadecuada de la palabra "negro/a", porque no significa necesariamente "perversidad". El negro es el fundamento incoloro de las cosas; es la fuente de todo ser y representa el cuerpo de la Inteligencia Absoluta. Toda conciencia y toda luz han surgido de la oscuridad del caos, y la Noche Cósmica -con su tenebroso Pralaya- es el Padre-Madre de la Creación. Las negras tinieblas encubren el trabajo del Infinito, y pese a toda luz que pueda existir en el alma humana, ésta siempre se encontrará rodeada por oscuridad, por las hirvientes sustancias del caos. Toda manifestación es una concreción de las tinieblas, y una inmensurable posibilidad.

Los "Hijos del Obscuro Origen" no son perversos, y laboran en las tinieblas de esa sustancia, moldeándola en miríadas de formas invisibles e incalculables. Son los hijos de Saturno (Satán), el Padre Negro, quien como la negrura del caos mismo, terminará devorando a sus propias obras [Cronos/tiempo], y al hacerlo, las vuelve a la vida sustrayéndoles de esa muerte que los hombres llaman creación. Todos provenimos [físicamente] de ese negro abismo y no tenemos derecho a considerarlo "malo"; es el origen de dioses y hombres, siempre envuelto en los inescrutables mantos de su propio misterio. El hombre debe extraer la piedra de su propia alma desde esa abismal negrura -insondable cofre de los tesoros de la Naturaleza-, del mismo modo que el minero arranca el diamante del negro carbón que lo envuelve (...).

Existe una falsa tiniebla y otra verdadera. La verdadera tiniebla es matriz de luz; la falsa oscuridad es la perversión de dicha luz que irradia desde la verdadera oscuridad. La oscuridad natural es el principio básico de todas las cosas, mientras que la falsa degrada el poder de los ángeles de Satán. El demonio, como arquetipo del abuso, no es hijo de Saturno, sino del hombre y la falsa oscuridad en la Tierra. El ser humano es encarnación del germen de inteligencia mental, y la magia negra sólo es posible para personas inteligentes. El Espíritu Absoluto y sin forma, despojado de todas las envolturas de los vehículos no compuestos, es verdadera Oscuridad, el fundamento adimensional de todo cuanto es, ha sido y será, y el velo final tras el que se oculta toda la Creación. La falsa oscuridad es cristalización absoluta y constituye el extremo incoloro inferior del espectro, en oposición al colorido extremo superior del espectro vibracional. Ambos extremos, en última instancia, son absorbidos en la oscuridad: uno en la del espíritu y otro en aquélla de la materia. La vida palpita en la oscuridad y se extingue en la luz; muriendo verdaderamente llega a la vida, porque ésta, tal como la conocemos [en el sentido terrenal] es pura muerte. De esta forma, la oscuridad natural es posibilidad latente; la falsa es oportunidad degradada (...).

Si las varias formas de oportunidad no existiesen, no habría perversión del poder. Un antiguo proverbio dice "la ocasión hace al ladrón”. La oportunidad es eterna tentación, y sin ésta última no habría pecadores. Por eso, cuando los poderes superiores ofrecen al hombre una oportunidad, también traen pecado y muerte; quien le porta luz, le acarrea falsa oscuridad. Luz y sombra son inseparables; la sombra de la luz es falsa oscuridad, porque la creación de la primera comporta la segunda. Para liberarse de la tentación, el hombre tendría que abandonar su raciocinio; para liberarse de la oscuridad renunciaría a la luz; tendrá que dejar los opuestos, pues si acepta uno, necesariamente debe asumir el otro (...).

Cuando el hombre aprende con su comprensión gradual los poderes de la Naturaleza -y principalmente de sus propias facultades-, con el aumento de su saber se acrecienta su responsabilidad. Si el humano actual conociese los poderes divinos aún dormidos en su interior, se convertiría en la criatura más peligrosa del Universo, tanto para sus semejantes como para él mismo. El alma debe crecer paralelamente al conocimiento que adquiere; de no ser así, los organismos se destruirán entre sí. La acción y reacción han de fortalecer al carácter para que la voluntad así ganada pueda siempre someter a los deseos. En caso contrario, si el deseo impera, sea cual fuere el nivel alcanzado por el individuo en el Sendero, se convertirá en mago negro (...).

Durante la primera mitad de este Cuarto Globo, los Grandes Seres se acercaron a la humanidad para fortalecerle a causa de su elección, y otorgar las enseñanzas básicas para aprender a redimir el alma. En la actualidad consideramos a estos semidioses como "seres mitológicos", pero en realidad colaboraron en la creación de la especie, sembrando en nosotros la semilla del discernimiento que es, en definitiva, el redentor de la razón humana. Quienes tomaron el sendero de la derecha [magia blanca] entraron en alguno de los siete rayos que conducen a la inmortalidad, mientras aquéllos que horadan el camino izquierdo van rumbo a la cristalización final. Ambos desembocan en oscuridad: uno en la inmortalidad de la unión divina, y el otro en la mortal lobreguez de la aniquilación divina (...).

Los adeptos del sendero siniestro han aceptado que sus espíritus inmortales estén sometidos a sus cuerpos inferiores, incrustándose en una materialidad cada vez más densa, y enredando cada vez más su conciencia en la materia. Si se persiste en esa práctica, el espíritu no podrá desembarazarse de la materia de los mundos inferiores, en los que habrán de permanecer atados hasta la disolución del Universo cuando sobrevenga la noche de Brahma, y la chispa divina sea arrojada a las tinieblas del infinito a través de los anillos de Saturno (...) serán las tinieblas de la tumba e inconsciencia, alcanzadas luego de un trayecto de perversión y negación. Su recompensa es la muerte negra, la pérdida del alma. Tales egos deambulan en lo ignoto sin esperanza, razón ni comprensión, mientras los engranajes del Caos van disolviendo los cuerpos de que no supieron hacer uso adecuado.

Por otro lado, en el caso del mago blanco su espíritu se identifica con aquéllos que aspiran a liberar la divina esencia de sus cuerpos, y convertir a éstos en servidores en lugar de amos. La conciencia se desembaraza de la materia con movimiento espiral, actuando en medios cada vez más sutiles, hasta separarse totalmente de la forma y alcanzar conscientemente la resurrección. Adquiere así el poder de modelar la materia en cualquier forma necesaria para su trabajo. Atraviesa el mundo del espíritu y penetra en lo que el individuo común sólo puede conocer como "tinieblas". La luz es una emanación-forma, y cuando penetramos en la divina Presencia, ingresamos en la Omnipotente Tiniebla. Es la divina Sombra, sobre la cual tenemos perfecto dominio y que contiene en sí misma todas las cosas en latente potencialidad. Nos hermanamos con la obscura causa, la matriz de Luz, y nos convertimos en arquitectos del esquema cósmico (...).

La magia es el arte de operar con las fuerzas invisibles de la Naturaleza, y así un mago es capaz de prestidigitar los cuatro elementos de los cuerpos; puede moldear conscientemente las substancias de tres y medio mundos de sustancia material. El mago blanco trabaja a fin de ganarse la confianza ante los poderes supremos, y probar -con la pureza de su vida y sinceridad de motivos- que se le puede confiar el Gran Arcano [carta n°1 del Tarot]. Por el contrario, el mago negro busca obtener dominio sobre los poderes espirituales más por la fuerza que merecimientos. En otras palabras, trata de tomar por asalto los portales del cielo, corriendo tras el poder espiritual y el dominio oculto con intenciones inconfesadas.

Resumiendo esto, la divisa del mago negro es “el poder es derecho” ("supervivencia del más apto" [hoy abismalmente malentendida]), mientras que el lema del mago blanco es "el derecho [mérito] es poder” (supervivencia de todos).

Siguiendo con otras clasificaciones, la llamada "magia gris" corrompe el poder en modo inconsciente o subconsciente, y "amarilla" es cuando adviene fracaso en el aprendizaje de cómo prevenir la degradación de dichas facultades (...) Todos los humanos pertenecen a alguna de estas cuatro clases, y es importante que cada cual se analice a sí mismo y trate de ver en cuál de ellas está. Nada hay más sutil en el Universo que las fuerzas de la falsa oscuridad. Constantemente debemos examinar y vigilar nuestra vida diaria, porque nunca nadie está en lugar seguro. Cuanto mayor sean el poder y la luz de que se dispone, mayores serán las tentaciones para abusar de ellos o emplearlos con fines egoístas. También ha de saberse que cuanto mayor sea el conocimiento, tanto más grande es el castigo por abusar de él. La falta o error tolerables en el niño son imperdonables en un adulto (...).

Todavía hoy perdura la magia negra del pasado, la oscuridad que fue causa de la inmersión de Atlántida, cuando el hombre esclavizó a los demonios de los elementos y les obligó a cumplir sus mandatos. No ha muerto la magia negra medieval con sus hechicerías y orgías; tan sólo ha cambiado su forma, como varían otras en la Naturaleza. Ha encarnado en nuestra época con toda su furia y todo su poder, y está carcomiendo, como ayer, el corazón mismo de nuestra civilización, y si continúa así terminará por derrumbar y aniquilar nuestra especie. Bajo una apariencia externa de "justicia" se disfraza como "enviados de lo Altísimo", y tras el manto de palabras promisorias acecha constantemente la amenaza del demonio cabrío de Mendes. En sus falsas sombras ocúltanse las furias del averno y los vampiros del plano astral. Como el mago negro no tiene medios legítimos para mantener su poderío, y no habiendo pasado por la escuela del perfeccionamiento, vaga por la Tierra como los primitivos hombres-lobo, vampirizando criaturas a fin de conseguir la vitalidad que necesitan para seguir actuando. Todos quienes no se han afirmado conscientemente en el Sendero Blanco son víctimas posibles de esos monstruos de iniquidad; todos cuantos no estén conscientemente en dicho camino, ni establecidos con firmeza en el camino de la verdad y sinceridad, están permanentemente bajo las amenazas de estas arpías que se mantienen al margen del curso de la evolución como espectadores desalmados. Tienen el poder de invocar a los demonios que les sirven de instrumento, en tanto que la imparcial ley natural es constantemente violada a fin de que ellos se perpetúen. En sus manos, el poder de la luz se convierte en cetro de muerte, pues muchos que esgrimen poderes espirituales tienen yerto el corazón. Sus mentes son basureros de maldad, y sus almas se han extraviado hace mucho. Están condenados hasta la próxima oleada de vida, pues en ésta han anulado dentro de sí todo germen de bien. Sin embargo, luchan desesperadamente, apegándose a la vida a todo precio, al darse perfecta cuenta de que la eternidad nada les reserva (...).

El diablo no es algo falso; no hay cosas falsas en la creación de un Dios verdadero. El diablo es un abuso o mal empleo del poder. Es un encuentro de corrientes, o si se quiere, una interferencia con el Plan. Podríamos establecer una definición del diablo, diciendo que es la cosa justa en el lugar equivocado. El peor de los demonios en la Naturaleza podría ser bueno por un proceso de simple reajuste. La inteligencia promedio del humano medianamente consciente basta para hacer un dios de todo demonio mediante un simple proceso de inversión. Análogamente, ella es capaz de hacer un demonio o una cosa mala de todo bien o dios, poniéndolos en una relación inadecuada con otros aspectos. La palabra "diablo" se utiliza para señalar los dos excesos de polaridad en la Naturaleza, que si estuvieran fuera de control destruirían el organismo que el hombre trata de construir. Los dos Grandes Demonios de la Creación son Satanás (Saturno) y Lucifer (Marte, o según los griegos, Venus) (1).

(1) Nota del administrador: hasta donde se sabe, muchos astrólogos occidentales distinguen a Saturno y Marte como planetas maléficos y opuestos, pero independiente de los nombres con que se conozcan estos principios (cuya dilucidación terminaría en conjeturas bizantinas e improductivas), sus características quedan bastante claras y son el eje pivotante de algunos párrafos ulteriores.

Satanás [en su parte positiva] es el espíritu de prudencia, que cuando es pervertido se convierte en negación. Ante su portal se agolpan los pecados de omisión, y pocos se dan cuenta de que el individuo es responsable por las cosas que deja de hacer, y éste es un aspecto de la Ley, porque es tan malo no hacer lo correcto como realizar lo indebido. Satanás inhibe, retrotrae, aísla, es cristalizante y lleva a la inercia cósmica porque destruye la acción. Se lo representa con un esqueleto que sostiene una guadaña, porque rige los huesos del hombre y los planetas, que son osamentas del Hombre Macrocósmico. Es el demonio de hielo que congela el espíritu en la sangre, y gobierna la muerte de las esperanzas no realizadas. Es el espíritu que finalmente reclama el retorno de todo lo que ha emanado a través de sus místicos anillos.

Por otra parte, Lucifer es el espíritu del exceso, el flamígero resultado del atolondramiento y rige la gratificación de los sentidos, sobre los que ejerce su dominio con un cetro de serpientes. Las víctimas de su poder ejecutan actos violentos, no porque él lo quiera así, sino porque ellas poseen esta energía y ellas mismas la han corrompido. Lucifer es portador de luz, y es trastocado por el hombre en fiero monstruo de encono y guerra. Se ha venido abusando de su poder como inspirador de sensualismo y pasión, en lugar de usarlo para el logro de un ideal. Cuando no son dominados, aquéllos que caen bajo su influencia se encaminan insensatamente hacia su propia destrucción. Está en perpetua oposición a Satanás, tratando de arrebatar el alma humana del frío abrazo de Saturno; es el calor que incuba al alma, pero el hombre lo utiliza como ardiente llama en que se consume la razón.

Todos los poderes de la Naturaleza sirven espontáneamente al bien, pero cuando caen en manos de quienes pueden ejercer mandato, el hombre los convierte en espíritus salvajes para perjuicio de su propio mundo. El espíritu humano se debate entre ambos extremos (Satanás/máxima frialdad y Lucifer/calor ardiente), crucificado como el Cristo alegórico, quemado por el fuego aniquilador de uno o congelado por la negación del otro (...).

Satanás y Lucifer no son malignos, sino que constituyen los dos más grandes poderes de la Creación. Sin ellos el Universo no podría existir; por un lado Marte (...) es el dínamo del Sistema Solar, y sin él los planetas no podrían mantener su incesante marcha; por otro lado, Satanás erige la Tierra y los mundos con su poder cristalizante, sin el cual no existirían sustancias sólidas con qué hacer los cuerpos. No es la fuerza o el poder lo que constituye el mal, sino su perversión (...). Por esto, el ser humano -como corruptor del poder- crea demonios porque es la más incapaz de las criaturas en lo que se refiere a ejercer poderío desde el interior de su propio ser. Los reinos inferiores se ven forzados a reaccionar ante impresiones grupales y obedecer sin vacilar (...).

Debemos desarraigar de nuestra mente la idea de que "el mago negro no puede dañarnos porque nosotros seguimos la senda recta" o "es débil por su maldad". Esto es un error difundido para evitar que una persona se fortalezca, y es propagado por los seguidores del sendero negro. Es tan insensato como imaginar que si un boxeador profesional estuviese peleando con un niño, éste ganaría el combate porque "su alma es pura". Millares de personas carecen de la suficiente ambición para desarrollar fuerza necesaria; viven honestamente, son buenos cristianos, pero tan negativamente puros que pregonan abiertamente ser blanco fácil para cualquiera que desee aprovechar la oportunidad. No son negros en sí mismos, pero sí el tipo que facilita la perpetuación de la magia negra.

Es innegable que en última instancia el bien triunfará, y el mago negro habrá de caer víctima de sus propios excesos (...) pero serán muchos los que bajarán sus cabezas al paso del tirano y sólo los fuertes estarán seguros. Los individuos que han logrado un dominio tal de las fuerzas naturales, siendo capaces de detener el corazón de una persona en el lado opuesto de la Tierra emitiendo un rayo mental (...) son peligrosos en cualquier parte que se encuentren, y la mayoría de "gente buena" promedio carece de posibilidades para resistir los embates de la magia negra. Sólamente los insensatos subestimarán este peligro; el sabio se protege contra él, porque un gramo de prudencia vale más que un kilo de curación (...).

Hemos llegado a un punto de la historia en que la ignorancia es criminal, y merece el más severo castigo. La ignorancia no es magia negra, pero constituye actualmente el mejor aliado del mago negro. Quienes no conocen nada mejor entorpecen constantemente el trabajo de los demás, y ese es el fruto de su indolencia. Cuando intentamos violar las leyes de la Naturaleza, quebrantamos nuestro cuerpo y ponemos nuestra conciencia en el lado negativo, abriendo aquellos centros de nuestro ser que nos exponen a ser influidos -y a veces obsesionados- por fuerzas malignas. Esto constituye un crimen casi tan grande como el ejercer uno mismo la magia negra. El humano debe comprender que no es posible ningún compromiso entre mal y bien; o está de un lado o del otro, y cuando aparece la duda, debe considerarse que está del lado negro, porque la misma duda es un atributo de Saturno (Satanás). Quienes no luchan por lo superior, participan de lo inferior (...).

Aprended a discernir entre la luz y las tinieblas en el mundo en que estáis, y vigilad vuestro corazón noche y día, para que no pueda surgir de él nada que pueda ser utilizado como arma para destruir la luz. No os preocupéis de vuestros errores pasados, porque la preocupación alimenta a los demonios, y eliminadlos de vuestra aura, sembrando en su lugar buenas acciones. Percibid vuestra responsabilidad personal en este problema, porque la percepción de ello nutre al alma. Haced que los poderes superiores del Cosmos adviertan esta aceptación de la responsabilidad, porque cuando vuestra propia luz brilla, los espíritus del mal corren a esconderse y cubren su faz con la sombra de sus mantos (...).

No experimentéis. En el terreno espiritual la mera experimentación es a menudo fatal, y muchos son los estudiantes que han ido a parar prematuramente a la tumba, o asilos de enfermos mentales por causa de ensayos indebidos. Apartaos del fenomenalismo, pues para el verdadero practicante nada valioso hay en él. El individuo sincero no busca la salvación "por los ojos", sino a través de su alma. El fenomenalismo no requiere la participación del aspecto superior del ser, y a lo sumo sirve únicamente para aplacar la mera curiosidad. Hoy, y como ayer, será rara la vez que se pida la salvación del alma, mientras que lo usual es que se exijan realizaciones de “milagros” (...).

El dominio que otorga el conocimiento sobre la ignorancia en los planos espirituales es mucho mayor que el que da la riqueza sobre la pobreza en el plano físico. La abundancia material puede ser una bendición o maldición, lo mismo que el conocimiento, que es riqueza mental. El sabio será siempre superior al ignorante, porque posee una mentalidad capaz de imponer respeto, y el ignorante deberá inclinarse ante lo que no comprende. En todas las épocas, unos pocos han logrado manifestar los tremendos poderes en la Naturaleza, y de un modo u otro -ya sea legítimo o ilícito- se han convertido en detentadores momentáneos del cetro serpentino. Alguien puede robar dinero y seguir rico hasta caer en manos de la ley humana, y de igual forma un mago negro puede sustraer cierta cantidad de poder divino y emplearlo para cumplir sus propios fines, hasta que al fin el abuso de poder será causa de su propia destrucción.

Durante la existencia del mundo atlante, y también en nuestra actual civilización, ha habido y existen mentes poderosas pero no virtuosas, y no siempre estas dos palabras son sinónimas. Algunos de esos seres hoy son "semidioses", tan gloriosos como el mismísimo Satanás, pero sus fechorías y falsedades los arrojan al olvido, como astros extraviados en el espacio. Estos dioses demoníacos hacen renacer la magia negra (perversión del poder) en las mentes humanas, y fomentada hoy por el pecado del egoísmo.

El mal nunca cesará de existir hasta que el egoísmo y la codicia sean desechados como factores determinantes de nuestras actitudes. Para la mente concreta, es corriente sacrificar lo eterno por lo temporal. El hombre, limitándose al reducido entorno de lo conocido, pierde de vista los efectos de sus acciones en la región ilimitada de lo desconocido. La cortedad de miras es causa de miseria sin fin. La miopía moral desemboca en vicios, la miopía filosófica en materialismo, la de tipo religioso en dogmatismo y la estrechez racional en fanatismo (...).

En ninguna parte es más evidente la magia negra como en las modalidades actuales de la religión. Tanto en sistemas antiguos como nuevos, en lugar de establecer la voluntad del Logos como la Ley para los hombres, se enseña al estudiante para "peticionar al Infinito y que Él debe obedecer". Nadie puede exigir nada justificadamente que no sea el fruto de su propio trabajo. Sin embargo, son millones los que sirviéndose de la psicología y la metafísica tratan de cosechar donde no han sembrado, creyendo que la posesión de un conocimiento les da "superioridad" sobre sus semejantes y "derecho a esclavizar" a quienes son más débiles o menos ilustrados (...).

Un pseudofilósofo permite a su mente vagar de aquí para allá, creando una multitud de abominables y absurdos entrelazamientos de vacuos pensamientos. Se enreda a sí mismo y a los demás en argumentos, disensiones e inacabables series de autocontradicciones. Trata de resolver la situación económica, o crear nuevas religiones sin estudiar las anteriores, siendo su principal función en la vida el estar siempre destruyendo algo (...). Su mente, que debería servir para aclarar los hechos de la vida, no hace sino complicarlos y sólo la emplea como medio para dar satisfacción a sus sentidos y estimular sus nervios. Su sistema emocional es un conglomerado de apetitos y caprichos. Toma la ambición por aspiración, la cobardía por prudencia, la codicia por economía y la lujuria por amor. Podemos ver entonces que la conciencia, en todo este encadenamiento de cuerpos, en lugar de aclararse mediante ellos, queda cada vez más desesperadamente enredada en ellos. A modo de definición, señalemos que la magia blanca es el servicio a lo real, la consagración de la vida a la protección y desarrollo de lo genuino. Es el empleo de las fuerzas de la Naturaleza para el bien de todos. La magia negra es utilizar la sabiduría y el poder que implica para satisfacer sensaciones, ambiciones, deseos, codicia y toda esa mezcla confusa de funciones llamada personalidad. Su resultado inevitable es el aniquilamiento de toda la estructura física y espiritual (...).

La magia negra mental es mucho más compleja, porque abraza prácticamente todo: prosperidad, metafísica, autosugestión, sugestión mental, procedimientos ocultos, influencia sobre el medio ambiente, abuso del hipnotismo mesmérico, culto de la personalidad y otras modalidades demasiado numerosas para enumerarlas. En un modo u otro, incluyo casi toda clase de deshonestidades religiosas y económicas; de hecho, abarca todos los procedimientos que una persona emplea sobre otra para engrandecimiento del más fuerte. Implica todas las formas de lograr superioridad sobre otros, ajenas al mérito personal, pues quienes pueden hacer las cosas mejor que otros no necesitan magia negra para sobresalir. Así, como perversión de esta idea, tenemos la psicología en el arte de vender, etc. Los procedimientos ejercitados actúan admirablemente bien, pero acarrean infortunio permanente a quienes se sirven de ellos.

Quienes emplean esos falsos sistemas, en su mayoría tratan de justificarse a sí mismos en base a dos argumentos inconsistentes: a) que "Dios destinó al hombre para cumplir los antojos de su mezquino intelecto", y b) que "el individuo sabe lo que quiere". Ambas son falsas premisas, pues el humano no fue creado para que sea rico, inteligente, sano, gracioso, bien educado o conseguir un matrimonio feliz; tampoco significa que "el Señor tenga objeciones" para alguno de esos contextos o todos ellos, sino simplemente que si desea esas cosas, habrá de seguir ganándose el pan con el sudor de su frente, como se ordenó a Adán, y no con el esfuerzo de otros.

El aura espiritual del hombre es su hogar (...) y éste es su santuario aún cuando sea exiliado de su morada física. Nadie, ni para bien ni para mal, tiene derecho de ingresar en él si no es por su entrada, así como nadie tiene derecho a invadir la casa de otro colándose por sus ventanas. La entrada del santuario es, en este caso, el mundo físico, porque en él todos tienen el privilegio de ver a su adversario, y todos tienen la oportunidad de luchar contra las cosas que no desean; en él, nuestros semejantes tienen ocasión de rechazar o aceptar nuestros ofrecimientos, según dictaminen sus anhelos. Pueden permitirnos entrar o mantenernos fuera de su templo, según les sea conveniente, pues al menos hay cierta igualdad. Podemos decir “sí” o “no” de acuerdo con los impulsos morales, y gozar del privilegio de defender nuestra integridad con la vida (...).

En las “Mil y una Noches” está escrito que "la felicidad debe ganarse”. Nacemos con ciertos derechos divinos de nacimiento: una mente, un corazón, dos manos y dos pies. Si alguno de ellos falta en el momento de nuestro advenimiento, tendremos alguna otra función proporcionalmente más desarrollada para reemplazarla. Es con esas herramientas que ha de seguirse el esfuerzo tras la felicidad, pero no tenemos ningún derecho a imaginar siquiera que nos haya de ser "prestada" o "dada". Venimos aquí para acumular experiencia, como un niño que va a la escuela; podremos tener éxito en nuestros estudios o debemos seguir cursándolos durante toda nuestra vida.

El sabio es feliz cumpliendo su deber; cuando queremos imponer al Universo que "sane al enfermo" o "enriquezca al pobre" no sabemos lo que hacemos, porque en nuestro celo ignorante podemos causar un daño irreparable a quienes amamos, como los padres que no pueden rehusar a sus hijos las golosinas que desean; gratificando sus deseos hacemos peligrar su vida y su capacidad futura. Colaboremos para que todos se adapten a las cosas tal como son, ayudándoles a construirse un destino más noble, sin tratar de darles algo o forzarlos a lo desconocido, sino ayudando a cultivar aquellas facultades que los harán merecedores de las cosas que desean y de aquella paz que todos ansían.

Cuando roguemos al Padre Infinito que nos conceda aquellos beneficios de que carecemos, o enderece nuestros tortuosos caminos, agreguemos siempre esta afirmación a nuestra larga lista: "Señor, que estos deseos me sean concedidos si es que han de ser lo mejor para mí; si no, que se haga tu voluntad y no la mía”. Subordinemos siempre el logro de nuestros deseos personales, con gran deferencia, a la Voluntad Divina, la única que obra con perfecta exactitud. Y ello servirá de garantía a nuestra marcha, y esta humildad nos salvará del gigantesco adversario del orgullo que nos susurra al oído que "somos más grandes que lo Infinito". Como dijo Milton, seremos expulsados del cielo cada vez que tratemos de sentirnos superiores al Poder que crea todas las cosas.

Todos queremos lo mejor de la vida; todos queremos estar rodeados de amigos, pero no esperemos obtener nada de eso a menos que por nuestra vida nos hayamos hecho merecedores de honor, respeto y admiración. Es muy dura la lucha en medio de nuestra moderna "ética" competitiva, pero ofrece un premio al vencedor por mantenerse firme en ella. El ambiente que ofrecen las actuales condiciones sociales fue creado por cualidades y temperamentos humanos, y nos situamos en medio de eso para aprender a adaptarnos a sus complicaciones e incertidumbres (2). La victoria consiste en el control que se obtiene sobre sí mismo y los propios puntos de vista, temperamento y hábitos (...).

(2) Nota del administrador: entiéndase el concepto de "adaptabilidad" como "carácter flexible de acuerdo con las circunstancias", y en ningún caso implica ser mediocre o conformarse con la estupidez de "seguir al rebaño/mentulosofías de llegar y llevar" por "miedo al qué dirán", en particular los mal llamados "tradicionalistas" y "progresistas" que para hoy mayoritariamente son sólo RAMERO$ INTELECTUALE$. ¿O cree usted que es sólo "coincidencia" la infiltración de magos negros y gente destructiva en ambas tendencias?

La magia negra acude a la mente masiva, a los principios de la civilización; ofrece algo por nada, y en tanto exista concupiscencia en el corazón del hombre, ello será una amenaza para la honestidad e integridad de la raza. Si el estudiante de ocultismo sólamente recordara que
la honestidad es enemigo mortal de la magia negra, y que ella no puede aterrorizar a quienes son sinceros para consigo mismos y en el cumplimiento de las Reglas Doradas, podría proteger su propia alma y la de aquéllos que ama, contra sus insidiosos y antinaturales influjos.

25 de septiembre de 2022

Los fiascos del materialismo en el estudio de la conciencia (2 de 2)

Por Larry Dossey, 30 de mayo de 2015


Contenidos:

-Teoría
-Doble asombro
-La mente en perspectiva
-El cerebro como filtro
-Creatividad
-Oposiciones
-La conciencia como fundamento
-Los médicos y la conciencia
-Epílogo: ampliando el ojo de la cerradura
-Bibliografía


Teoría

Uno de los principales obstáculos para la aceptación de estas pruebas en la ciencia ortodoxa es la falta de una teoría generalmente aceptada sobre cómo podrían ser ciertos los llamados fenómenos paranormales, pero si esto es una debilidad para la investigación de la conciencia, es igualmente problemática para el fisicalismo la fórmula "mente = cerebro", completamente desprovista de cualquier noción exitosa, como ya se mencionó.

El enigma básico no es saber cómo un evento paranormal determinado podría ser real (llámese telepatía, clarividencia, precognición, psicoquinesis o supervivencia tras la muerte corporal), sino cómo podemos estar conscientes de las experiencias ordinarias. En otras palabras, el misterio principal es la existencia misma de la conciencia. Por ejemplo, ignoramos despreocupadamente su rol cuando decidimos qué cenar, la forma en que elegimos levantar un tenedor con espagueti mientras abrimos la boca al mismo tiempo y tragamos poco después; se experimenta el gusto de la salsa, el sabor del ajo, la complacencia por una presentación encantadora, el aroma del vino y la admiración hacia el chef, todas las cuales son capacidades que jamás tendría ni el androide más desarrollado. Aunque los fisicalistas alardean con un cúmulo de "explicaciones" en términos senso-motores sobre cómo ocurren estos logros, sus alegatos carecen del papel ineludible de la conciencia en todas esas etapas.

Existe misterio en cualquier suceso donde intervenga la conciencia, ya sea estudiando la ecuación de Lorenz o al decidir rascarnos el cabello. Los hechos cotidianos son tan enigmáticos como cualquiera de las llamadas "pirotecnias sobrenaturales" que provocan incredulidad entre los fisicalistas. No hay categorías "normales" o "paranormales" de fenómenos relacionados con la conciencia: todos ellos se describen de una u otra forma, según el caso. Si estuviéramos lo suficientemente despiertos, podríamos percibir que mover un dedo o experimentar amor es tan asombroso como la continuidad de "algo" tras la muerte corporal. Cuando los ultramaterialistas se reprimen ante lo extraordinario e ignoran lo común, en las imágenes bíblicas están esforzándose por "colar el mosquito y tragando un camello" [87]. El propio Voltaire lo admitió -y eso que no era amigo de la espiritualidad- cuando escribía: “No es más sorprendente nacer dos veces que una” [88], entendiendo así que las maravillas están en la vida y la conciencia, no en cuántos giros den en el carrusel existencial.


Doble asombro

Emily Dickinson observaba: “Vivir es tan sorprendente que deja poco tiempo para cualquier otra cosa” [89], y el médico e investigador Lewis Thomas añade: "Estadísticamente, es tan pequeña la probabilidad de la existencia de una persona [con todos sus atributos] aquí y ahora, que pensaríamos que el sólo hecho de existir nos mantendría en un feliz estado de sorpresa" [90]. Y ese asombro sería doble, si agregamos que no sólo estamos aquí físicamente, sino también conscientes. Pero no es así para mucha gente, pues casi todo el tiempo la conciencia es tan "común" y "tediosa" que en gran medida permanece inobservada: ¡el colmo de la ingratitud cósmica!

Despertarnos a la conciencia de lo ordinario es el objeto de cualquier gran poeta y artista, siendo éste el leitmotiv del escrito "Flower in the Crannied Wall" de Tennyson: "(...) si pudiera entender lo que eres/raíz y completitud, y estando todo en todo/debería conocer lo divino y lo humano" [91]. George Eliot escribió en Middlemarch: "Si tuviéramos una visión aguda de todo lo común en la vida humana, sería como oír crecer la hierba o el latido cardíaco de un pájaro, y moriríamos de ese rugido que es la otra orilla del silencio (...) Tal como están las cosas, los más listos entre nosotros caminamos repletos de estupidez (...) No esperamos que la gente se sienta profundamente conmovida por lo que no es inhabitual" [92].

Si nuestra confortable bonanza impide que nos asombremos de lo cotidiano, ¿cómo nos deshacemos del acolchado cognitivo que nos aísla de una mayor conciencia? Esta es una pregunta crucial, porque generalmente los fisicalistas estándar y acomodaticios evitan con escrúpulo las pruebas que contradicen sus paradigmas, al grado que uno de sus representantes confesó: "Este es el tipo de cosas que no creería, incluso si realmente sucedieran" [93]. Muchos investigadores de la conciencia han escrito sabiamente acerca de cómo fomentar más apertura para una visión inmaterial, como Paul Marshall en su ensayo reciente "Why We Are Conscious of So Little" en el antes mencionado Beyond Physicalism [94]; de hecho, el impulso general de esas obras es empujarnos hacia una conciencia más completa a través de un marco conceptual ampliado, así como experiencias y prácticas que trascienden un enfoque materialista.

El reconocimiento de los prejuicios "científicos" y el imperativo por ópticas novedosas se ven especialmente alentados por las brechas en nuestros mapas del Universo y recientemente admitidos. Edward Kelly y David E. Presti explican: "Pese a todo el conocimiento científico genuino y la experiencia técnica -acumulados pacientemente durante siglos de esfuerzo sistemático y disciplinado- (...) hasta la última década aparentemente se ignoró cerca del 95% del contenido físico en el cosmos, o las así llamadas 'materia' y 'energia' oscuras. Esta bofetada de descubrimiento ciertamente debería inspirar mayor humildad, y quizás también un sentido de entusiasmo con respecto a lo que queda por descubrir sobre la mente humana" [95].

Como el ultramaterialismo asegura que los fenómenos extraordinarios y anómalos relacionados con la conciencia no pueden existir en principio, generalmente se niega a examinar la evidencia afín. Al hacerlo, es posible que haya duplicado sus equivocaciones para percibir "el 95 por ciento" de materia y energía en el Universo, sólo que esta vez el elemento que se pasa por alto es la naturaleza fundamental de la conciencia y sus manifestaciones.

Suponga que le digo: "Me gustaría ser su médico de medicina interna, pero le advierto que no entiendo nada sobre el 95% de sus órganos corporales". Probablemente os alejaríais de inmediato y disgustados por mi audacia, como debería ser. Entonces, ¿no deberíamos reaccionar con la misma cautela ante los fisicalistas que quieren alzarse como nuestros "intérpretes calificados de la realidad", cuando están a oscuras respecto a gran parte de la materia universal? Y con lagunas tan enormes sobre los problemas físicos, ¿por qué darles credibilidad en lo que se refiere a la conciencia?

¿Por qué entidades como la conciencia permanecen invisibles para los fisicalistas? El astrofísico David Darling sugiere: “Si la ciencia busca ciertos tipos de realidad en el Universo, éstos son inevitablemente los únicos que encontrará, porque todo lo demás se escapa a través de la malla" [96]. La red utilizada por los investigadores de la conciencia está compuesta por un material más sutil que el del fisicalismo al vislumbrar hechos que éste último no capta.

Sin embargo, no hay lugar para presunciones porque esta inadvertencia repercute en todos de una forma u otra, y así lo ejemplificó irónicamente el novelista Stephen King: "Los camarones tigre eran el oxímoron de todo el mundo, la especie que nadie comía en restaurantes hasta 1955 ó 1960, porque hasta entonces nadie pensaba en pescarlos después del anochecer. Estuvieron allí todo el tiempo, viviendo su rutina acuática, pero nadie los atrapaba; y cuando lo logró la gente puso cara de '¡hey, mira esto, es completamente nuevo!' Y si los camarones pudieran hablar, dirían: 'No somos ninguna novedad, y hemos existido durante unos miles de años, pero ustedes eran demasiado babosos para encontrarnos'" [97].


La mente en perspectiva

Un tema recurrente en la investigación moderna es que existe una conciencia más amplia, la cual sobrepasaría a nuestra mente individual. Este enfoque se remonta al menos a tres milenios y aparece bajo diversas formas en múltiples tradiciones orientales, pero sería erróneo restringir dicho concepto a culturas arcaicas. Un partidario de esta visión fue el investigador psíquico y clasicista inglés F.W.H. Myers (1843-1901): "Existen una conciencia y facultad más comprensivas y profundas, que en su mayor parte siguen siendo sólo potenciales (...) pero de la cual nuestra conciencia y la facultad terrenal de vida son meras selecciones (...) En realidad, todo ser que conocemos aquí representa un fragmento de otro Ser más grande, revelado de una manera cambiante y limitada al mismo tiempo, a través de un organismo que no está tan enmarcado para permitirle una manifestación completa" [98].

Muchos investigadores sobresalientes del siglo XX consensuaron acerca de un aspecto unificado y colectivo de la conciencia, donde todas las mentes individuales están conectadas. Erwin Schrödinger, ganador del Nobel de Física, escribió: “Es absurdo dividir o multiplicar la conciencia. En todo el mundo, no existe ningún tipo de marco dentro del cual encontremos la conciencia como plural; simplemente la construimos debido a la multiplicidad espacio-temporal de individuos, pero es una construcción falsa (...) Simplemente, no le son aplicables las categorías de 'número', 'totalidad' o 'partes'" [99], y también: "El número total de mentes es sólo uno (...) sólo existe una mente" [100]. El astrofísico Sir Arthur Eddington respaldaba así esta noción: "Pienso que la idea de una Mente o Logos universal sería una inferencia bastante plausible a partir del estado actual en la teoría científica, pues por lo menos se halla en armonía con él" [101]. El eminente físico David Bohm agregó: "A niveles profundos, la conciencia de la humanidad es una. Esto es una certeza virtual (...) y si no lo vemos es porque nos estamos cegando" [102]. Dichas imágenes entroncan con el concepto del "inconsciente colectivo" por el psiquiatra Carl G. Jung, la "superalma" de Emerson y la "mente total" de Aldous Huxley: una Mente Universal o Única, la plenitud que alimenta nuestra experiencia como criaturas individuales sensibles y conscientes. El filósofo Michael Grosso sostiene: “Nuestras mentes individuales son crecimientos superficiales que parecen separados y distintos, pero cuyas raíces se encuentran en un subsuelo psíquico más profundo; allí estamos mutuamente vinculados y formamos parte de un sistema mental más extenso" [103].

Una queja repetitiva hacia esa postura es "el horror de ser engullido y homogeneizado en una masa cósmica de conciencia indiferenciada", en que la individualidad desaparece, pero esta preocupación es enfáticamente contradicha por quienes afirman haber experimentado conexiones más amplias. El psicólogo William James subrayó que el sentido de individualidad jamás se extingue y se preserva en la Mente Universal: "Cada persona y su vida es como una isla oceánica o un árbol de bosque. El arce y el pino pueden susurrar entre sí con sus hojas (...) pero los árboles también mezclan sus raíces en la oscuridad bajo tierra, y muchas islas se originan desde el fondo marino. De igual manera, existe una ininterrupción de conciencia genérica contra la cual nuestra individualidad edifica muchos obstáculos, y donde nuestras diversas mentes se hunden en un 'reservorio original'. Nuestra conciencia 'diaria' está circunscrita para adaptarse al entorno terrenal o externo, pero las vallas son débiles en algunos puntos y se filtran influencias anómalas del 'más allá', que muestran la conexión común que de otro modo no podría verificarse" [104].


El cerebro como filtro

"El cerebro no genera pensamiento (...) como tampoco el cable produce corriente eléctrica" (Paul Brunton) [105].

Una afirmación relacionada con la mente general [mind at large] es que el cerebro trabaja no como un generador de mente o conciencia, sino a modo de filtro que recibe, limita, transforma y comunica información que surge fuera de él. El historiador de la religión Huston Smith declara: “El cerebro respira la mente, como los pulmones absorben aire” [106], y esa función reductora es vital pues de lo contrario nos sentiríamos abrumados por la información proporcionada, comprometiendo nuestra facultad para desenvolvernos normalmente en el mundo. Se ha reunido una plétora de opiniones en pro del "cerebro colador", que engloba autores de la talla de Aldous Huxley, F.W.H. Myers, William James, Henri Bergson, F.C.S. Schiller y otros.

No obstante, pagamos un precio por esta versión empequeñecida de la conciencia porque se bloquea una experiencia de nuestra índole esencial, o en palabras de Huxley: "De modo potencial, cada uno de nosotros es una mente general; pero en la medida en que somos animales, nuestro objetivo es sobrevivir a toda costa. Para hacer posible esta supervivencia, la mente genérica debe canalizarse mediante la válvula reductora del cerebro y el sistema nervioso. Lo que sale por el otro extremo es un mísero goteo del tipo de conciencia que ayudará a mantenernos vivos en la superficie de este planeta particular" [107]. El astrofísico Darling agregó que estamos conscientes no gracias al cerebro, sino a pesar de él [108].

Por su parte, Michael Grosso resume las características clave de ese enfoque: "El cerebro no produce conciencia, y sólo la transmite (...) La mente no es una propiedad del cerebro sino sólo un usuario (...) La conciencia preexiste [a ese órgano] y no surge a partir de él. Hay una mente transpersonal, es decir, de tipo más general o cósmico, el 'océano primigenio' de conciencia según James (...) Existe un umbral siempre fluctuante que separa la vida mental subyacente de aquélla supraliminal" [109]. El filósofo sigue diciendo: "Hagamos un análisis realista con una radio y las ondas homónimas: el aparato no produce éstas últimas; sólo las percibe, transmite y filtra. Si vuestro equipo se descompone, no significa que los sonidos que escucháis hayan dejado de existir; simplemente dejan de ser detectables. Por ello, es posible vincular esta analogía y la relación mente-cerebro" [110].

La permeabilidad de nuestros "coladores mentales" no es fija porque pueden obstruirse, pero también volverse más porosos a objeto de aumentar el "goteo miserable" que resulta, y como consecuencia de este "umbral en perpetuo cambio", son factibles las capacidades como telepatía, clarividencia y precognición. A lo largo de nuestra historia como especie se han desarrollado técnicas para mover dicho límite en favor de una mayor conciencia, como se ve en muchas tradiciones místicas y culturas aborígenes.


Creatividad

El "valor en efectivo" de los modelos trans-cerebrales de interacción mente-materia puede verse en el dominio de la creatividad. Los paradigmas fisicalistas sobre las funciones de esa "materia gris" no logran explicar, por ejemplo, las alucinantes hazañas de superdotados que presentan deficiencias mentales, o los prodigios como el gran matemático Srinivasa Ramanujan. Pero si todas las mentes individuales están conectadas entre sí -con un pleno de conciencia que supera la de tipo ordinario- y el umbral entre conciencia expandida y contraída cambia continuamente, entonces los individuos podrían tener acceso ocasional a todo el conocimiento imaginable, ya sea del pasado, presente o futuro. Esto aclararía lo que F.W.H. Myers llamó una "oleada subliminal" de creatividad y comprensión a nivel de quienes suelen denominarse "genios" [112].

Dichos "arrebatos" pueden ser espectaculares cuando ocurren en niños, y el psicólogo Joseph Chilton Pearce cuenta un ejemplo inaudito. Cuando cumplió poco más de treinta años e impartía clases universitarias, estaba absorto en cuestiones teológicas y las obras de Carl Jung; en efecto, Pearce se autodescribe como "obsesionado" por la naturaleza del vínculo "Dios-humano", soliendo dedicarse a prolongadas lecturas sobre el particular. Una mañana, mientras se preparaba para ir a una clase, su hijo de cinco años entró en la habitación, se sentó al borde de la cama y "lanzó" un discurso de veinte minutos sobre los orígenes divinos y humanos. Pearce se hallaba estupefacto:

"Hablaba con frases perfectas, publicables, sin pausa ni prisa, y de una forma acompasada y directa. Utilizó un léxico abstruso de teología y me dijo, por lo visto, todo lo que había que saber. Mientras le escuchaba asombrado, se me erizó el pelo, sentí la piel de gallina y finalmente lloré. Estaba en medio de lo inquietante, lo inexplicable. De pronto sonó la bocina del móvil que llevaba a mi hijo a la guardería, tras lo cual se levantó y se fue. Estaba nervioso y llegué tarde a mi clase, pero lo que había oído era sorprendente, demasiado vasto, y superaba con creces cualquier noción que hubiera manejado hasta entonces. La brecha era tan grande que no pude recordar casi ningún detalle y poco del amplio panorama que él expuso (...) [El niño] no estaba recogiendo sus ideas a partir de mí; yo no había adquirido nada semejante a lo que describió, y bien podría tener más de cincuenta años y estaría inmerso en la meditación antes que yo (...) Mi hijo tampoco recordaba el evento" [113].

Muchos investigadores de la conciencia sostienen que hay aspectos más profundos de conocimiento que los métodos racionales, lógicos y analíticos que generalmente se atribuyen a "hacer ciencia", pero estos caminos recónditos no niegan los sentidos físicos y la razón, sino que les incluyen y trascienden. Podemos vislumbrar este proceso gracias a declaraciones como aquélla de Thomas Edison: "La gente dice que he creado cosas. Nunca he inventado nada; obtengo impresiones del Universo en general y las resuelvo, pero soy sólo una placa de disco, un aparato receptor o como queráis llamarlo. Los pensamientos son realmente impresiones que recibimos del exterior" [114].

La lógica, la razón y el análisis intelectual pasan a un segundo plano en este desarrollo, y el Nobel de Física Eugene Wigner aclara: “El descubrimiento de las leyes naturales requiere ante todo intuición, concebir una imagen y un gran número de procesos subconscientes. Ratificar esas normas es otro asunto (...) La lógica aparece después de la intuición" [115]. El barón Carl Friedrich von Weizsäcker, prominente físico y alumno del legendario Werner Heisenberg, pensaba de manera similar sobre la creatividad y los descubrimientos relacionados: "Frecuentemente, un gran hallazgo científico (...) se describe como una 'inspiración' o un 'regalo especial' que llegan al experimentador cuando y como les dé la gana, a modo de respuesta por 'otra autoridad' y casi sin esfuerzo de su parte. Nunca se considera el resultado inevitable de su esfuerzo de investigación, y aquí encontramos la experiencia inquietante y feliz de decir 'no fui yo quien hizo esto'. Aún así, en cierto modo es él, pero no el ego (...) sino un estado del ser más incluyente" [116].

Carl G. Jung concibió una reserva atemporal de información, similar a la idea por Edison sobre las "impresiones del Universo en general": "De hecho, lo hemos sabido todo desde el principio, porque estas cosas siempre están ahí, sólo que nosotros no estamos allí para esos aspectos. A cada instante podemos tener una comprensión más profunda, pero siempre nos mantuvimos demasiado lejos (...) Originalmente todos venimos un mundo de plenitud, y en los primeros años de vida aún estamos totalmente inmersos en él. Allí tenemos todo el conocimiento sin saberlo; luego se pierde y le llamamos 'progreso' cuando es recordado nuevamente" [117].

El desarrollo de este conocimiento es revelador y no se puede manipular. En palabras de Aldous Huxley: "La comprensión no se hereda ni adquiere por arduo trabajo. Es algo que, por así decirlo, nos llega espontáneamente cuando las circunstancias son favorables. Todos somos conocedores, todo el tiempo; comprendemos directamente el misterio de una realidad específica sólo de forma ocasional y a pesar de nosotros mismos" [118].

Aún así, no estamos indefensos, pues si bien el conocimiento no se puede comandar, sí podemos invitarlo, preparando un escenario para la revelación. Esta paradoja se ha enfatizado repetidamente en las grandes tradiciones espirituales del mundo: desde el cristianismo Huston Smith comentaba que "todo es un regalo, pero nada es gratis" [119], y el hindú Vivekananda enseñó que "el viento de la gracia divina siempre sopla, pero debes izar las velas" [120]. También el mensaje del Islam es idéntico, como señaló Bayazid Bastami: "El conocimiento de Dios no puede obtenerse por el intelecto, y sólo le encontrarán quienes lo ansíen realmente" [121].


Oposiciones

Puede ser difícil encontrar mentes abiertas a las pruebas que hemos examinado, pero las cerradas tampoco representan una novedad, y no sólo hacia los fenómenos relacionados con la conciencia, sino también los desarrollos actuales en ciencias físicas [122]. A principios del siglo XX, la tectónica de placas y la deriva continental fueron objeto de acalorados debates en el campo de la geofísica. Repasando los pormenores, Sir Edward Bullard observaba este conflicto en palabras que se aplican a los argumentos modernos sobre hechos relacionados con la conciencia:

"Siempre existe una fuerte inclinación por ciertos especialistas a resistir criterios poco tradicionales. Las personas de esa clase muestran una inversión considerable en la ortodoxia: han aprendido a interpretar muchos datos según conceptos añejos, preparan conferencias y tal vez compongan libros con los viejos antecedentes. No es fácil pensar de nuevo todo el tema cuando uno ya tiene muchos años encima, y eso implicaría admitir a jóvenes parcialmente desaprovechados (...) Es más 'prudente' guardar silencio, ser un defensor tibio de la ortodoxia o sostener que todo es dudoso, proteger la valla y esperar por más datos con la ambigüedad de un político" [123].

Max Planck, el fundador de la mecánica cuántica, también se enfrentó a este problema y sentenció: "Una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus oponentes y haciéndoles ver la luz, sino cuando sus adversarios finalmente mueren y crece una nueva generación familiarizada con dicha certeza" [124], e incluso suele parafrasearse esta máxima con aquello de "la ciencia cambia de funeral en funeral".

La observación por Planck es especialmente aplicable a la medicina, que constituye mi campo, y tengo muchos colegas excelentes que retroceden ante cualquier postura antagónica al fisicalismo. Esto no me extraña, pues a los médicos se nos asegura continuamente que esa "filosofía" es "válida" desde inicios de dicha práctica. Por ejemplo, en 1999 -supuesto colofón para la "década del cerebro"- y durante un breve rol en el circo materialista, el neurocientífico Antonio Damasio (Universidad de California del Sur) "predecía" lo siguiente tras su nombramiento por el mandatario George H.W. Bush: "En un esfuerzo que continúa ganando impulso, prácticamente todas las funciones estudiadas en psicología tradicional (percepción, aprendizaje y memoria) se entienden en términos de sus fundamentos cerebrales. El misterio subyacente a muchas de aquéllas se está resolviendo, uno por uno, y ahora es evidente que incluso la conciencia -el mayor obstáculo en esa esfera- probablemente termine aclarándose en poco tiempo" [125].

Y como se regocijaba el filósofo Stan V. McDaniel, de la Universidad Estatal de Sonoma, la conclusión extraída es que “ahora la mente, el yo y la conciencia están por completo dentro de la neurociencia. De esto se concluye que todas las demás teorías de la mente (...) están destinadas al basurero" [126].

En realidad el vocablo "basurero" es un eufemismo para designar opiniones disidentes, y a veces los fisicalistas duros recomiendan la quema. Cuando el biólogo Rupert Sheldrake planteó la hipótesis de que la forma y función de las entidades vivientes y abióticas están influenciadas por campos inmateriales, y proporcionando una amplia evidencia de ello en A New Science of Life (1981), el respetable editor de Nature John Maddox lo denunció por apostasía, condenando la obra de Sheldrake como "un libro para lanzar a la hoguera" [127], [128]. Fue una penitencia que habrían entendido un nervioso Galileo y Giordano Bruno, quien terminó viviéndola.


La conciencia como fundamento

El protagonismo de la conciencia en la elaboración de lo que llamamos "realidad" no es una idea tan subversiva, sino que tiene una amplia trayectoria histórica desde que los humanos comenzaron a registrarla. Esta visión no dejó de existir con el advenimiento de la ciencia moderna, pues sus proponentes simplemente han sido ignorados [129]. A renglón seguido incluyo algunas citas:

-"Si bien creo que la vida puede ser resultado de un accidente, no pienso igual sobre la conciencia porque ella no puede explicarse en términos físicos. Es absolutamente fundamental, e imposible de dilucidar en términos de otra cosa (...) Si tenemos que decidirnos por un sólo ámbito, ese debe ser el psíquico, ya que existe de todos modos" (Erwin Schrödinger, Nobel de Física) [130], [131].

-"Estimo que la conciencia es imprescindible, y veo a lo material como un derivado de la primera. No podemos quedarnos atrás en esto. Todo apunta a una conciencia, desde lo que hablamos hasta todo lo considerado existente (...) Tras dedicar toda mi vida a la ciencia más lúcida, o al estudio de la materia, y como resultado de mi investigación sobre los átomos, puedo deciros que no existe la materia en los términos con que hoy se describe. Toda ella se origina y sólo existe en virtud de una fuerza que hace vibrar la partícula de un átomo, y mantiene unido ese diminuto 'sistema solar'. Debemos asumir que tras dicha injerencia existe una mente consciente e inteligente, que funciona como arquitecto de toda la materia" (Max Planck) [132], [133].

-"Es un prejuicio casi absurdo suponer que lo existente sólo puede ser material; de hecho, la única forma de existencia de la cual tenemos conocimiento inmediato es psíquica. Bien podríamos decir, por el contrario, que la vida física es una mera deducción, ya que sólo conocemos lo tangible en la medida que percibimos imágenes psíquicas mediadas por los sentidos" (Carl Jung) [134].

-“Al comparar la certeza de los hechos tanto espirituales como efímeros, no olvidemos que la mente es el primer detalle y más directo en la experiencia; todo lo demás es inferencia remota" (Sir Arthur Eddington) [135].

-“Al principio sólo había probabilidades. El Universo sólo podría llegar a existir si alguien lo escudriñara, pero no importa que los observadores aparecieran tras varios miles de millones de años. El Cosmos existe porque estamos conscientes de él" (Sir Martin Rees, Astrónomo Real de Inglaterra) [136].

-"La conciencia no está excluida del mundo físico, ni es un visitante foráneo; está en el corazón del mismo" (David Chalmers, científico cognitivo y filósofo de las universidades Nacional de Australia y Nueva York) [137].


Los médicos y la conciencia

Según lo anterior, puede parecernos que los apologistas de una conciencia trans-cerebral son principalmente físicos, estudiosos o filósofos, pero me complace declarar que muchos médicos también están despertando a una visión ampliada sobre el tópico. Podría citar muchos ejemplos, pero uno será suficiente: Lewis Thomas (1913-1993), decano en las universidades de Nueva York y Yale, y luego director de investigación y presidente del Sloan Kettering Institute (Nueva York), ahora llamado Memorial Sloan Kettering Cancer Center. Thomas era un profesional sensato, mostró dotes de poesía y compuso llamativos ensayos. Entre los temas que abordó se encontraba el destino post-mortem de la conciencia, y reflexionó así en su galardonado libro The Lives of a Cell: "Aún está pendiente aquella desaparición permanente de la conciencia. ¿A dónde diablos va? ¿Estaremos atrapados para siempre en este problema?¿Acaso sólo se detiene en seco, o terminó desperdiciándose con los humanos? Esto me parece antinatural, considerando la inclinación por la Naturaleza de encontrar usos para mecanismos complejos e intrincados. Prefiero pensar en ello como 'separado' por los filamentos de su unión, y es atraído de regreso a la membrana de su origen como un soplo fácil; un recuerdo fresco para todo sistema nervioso biofísico" [138].

Thomas sugirió que nuestros cerebros separados podrían experimentar una suerte de "unión", anexando mentes en un grupo mayor que se asemeja a una visión colectiva o genérica de la conciencia: "Transmitimos pensamientos de mente a mente, en una forma tan compulsiva y con tal velocidad, que en términos funcionales los cerebros humanos puedan estar pasando por una fusión (...) Tal vez los pensamientos que generamos hoy y viajan de una mente a otra (...) sean precursores de estructuras polimerizadas y más complejas que vendrán después" [139].


Epílogo: ampliando el ojo de la cerradura

"¡Qué notable obra es un ser humano! ¡Qué noble de razón, qué infinita facultad! En su forma y movimiento, ¡qué expresivo y admirable! ¡En acción, qué parecido a un ángel, y en desasosiego, muy semejante a un dios!" (William Shakespeare, Hamlet).

El novelista Arthur Koestler escribió: “Somos mirones en el cerrojo de la eternidad, pero al menos podemos quitarle el marco que ya obstaculiza nuestra visión limitada" [140]. La postura emergente de la conciencia que hemos explorado necesita desarmar ese aparataje restringente. Si logramos hacerlo, experimentaremos una visión más clara y elevada de nuestra conciencia; no un diorama completo porque eso está más allá de nuestra capacidad, sino un escenario resplandeciente que es tan intrínseco a nuestra humanidad como nuestra respiración o los latidos cardíacos. Esta magnífica vista constituiría una "reanimación cardiopulmonar" para la orilla recóndita de la experiencia humana, un vigoroso despertar al hecho de que nuestra conciencia es una Mente Universal, Única e Infinita, e incluso mucho más que lo concebido en el último tiempo.


Bibliografía

[87] Mateo 23:24, biblehub.com.
[88] Voltaire, La princesse de Babylone, en: Romans et Contes, París: Éditions Garnier Frères, 1960, p. 366.

[89] Dickinson, E., brainyquote.com.
[90] Thomas, L., Lives of a Cell, NY: Penguin, 1974, p. 141.
[91] Tennyson, A.L., "Flower in the crannied wall", bartleby.com.
[92] Eliot, G., schmoop.com.
[93] Targ, R. y Puthoff, H., Mind-Reach: Scientists Look at Psychic Ability, NY: Delta; 1977, p. 169.

[94] Marshall, P., en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. 387-422.

[95] Kelly, E.F. y Presti, D.E., citados en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. 123.

[96] David Darling, Soul Search, NY: Villard; 198:158.
[97] King, S., citado en: Naomi Epel, Writers Dreaming, NY: Carol Southern Books/Crown, 1993, p. 139.

[98] Myers, F.W.H., citado en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. xviii.

[99] Schrödinger, E., My View of the World, Woodbridge, CT: Ox Bow Press, 1983, p. 31-34.

[100] Schrödinger, E., What is Life? (and Mind and Matter), London: Cambridge University Press, 1969, p. 139, 145.

[101] Eddington, A., The Nature of the Physical World, NY: MacMillan, 1928, p. 338.
[102] Bohm, B., citado en: Renée Weber, Dialogues with Scientists and Sages, NY: Routledge & Kegan Paul, 1986, p. 41.

[103] Grosso, M., citado en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. 83-84.

[104] James, W., citado en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. 521-522.

[105] Paul Brunton, citado en: Network Newsletter (Scientific and Medical Network, Reino Unido), abril de 1987, 33, p. 18.

[106] Smith, H., Forgotten Truth: The Primordial Tradition, NY: Harper & Row, 1976, p. 63.

[107] Huxley, A., The Doors of Perception, London: Chatto and Windus, 1954, reimpreso por Granada Publishing (Londres), 1984, p. 19-20.

[108] Darling, D., Soul Search, NY: Villard, 1995, p. 154-166.
[109] Grosso, M., citado en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. 84-85.

[110] Grosso, M., Soulmaking, Charlottesville, VA: Hampton Roads, 1997, p. 85.
[111] "Srinivasa Ramanujan", wikipedia.org.
[112] Myers, F.W.H., citado en: Kelly, E.F., Crabtree, A. y Marshall, P. (eds.), Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2015, p. 26.

[113] Pearce, J.P., Evolution’s End, San Francisco, CA: HarperSanFrancisco, 1992, p. 8-9.

[114] Edison, T.A., citado en: Baldwin, N., Edison: Inventing the Century, NY: Hyperion, 1995, p. 376.

[115] Wigner, E., citado en: M. Greene, ed., "Toward a unity of knowledge", Psychological Issues, 1969, p. 22-45 .

[116] Von Weizsäcker, C.F., Introduction to Gopi Krishna, The Biological Basis of Religion and Genius, NY: Harper and Row, 1972, p. 35-36.

[117] Jung, C.G., citado en: Charet, F.X., Spiritualism and the Foundations of C.G. Jung’s Psychology, Albany, NY: State University of New York Press, 1993, p. 61.

[118] Huxley, A., Tomorrow and Tomorrow and Tomorrow, NY: Signet, 1964, p. 32.
[119] Smith, H., Forgotten Truth: The Primordial Tradition, NY: Harper Colophon, 1976, p. 113.

[120] Vivekananda, citado en: Smith, H., Forgotten Truth: The Primordial Tradition, NY: Harper Colophon, 1976, p. 113-114.

[121] Bastami, B., citado en: Smith, H., Forgotten Truth: The Primordial Tradition, NY: Harper Colophon, 1976, p. 114.

[122] Hellman, H., Great Feuds in Science, NY: John Wiley, 1998.
[123] Bullard, E., citado en: John A. Steward, Drifting Continents & Colliding Paradigms: Perspectives on the Geoscience Revolution, Bloomington, Indiana University Press, 1990, p .184. Cita original en: Edward C. Bullard, "The emergence of plate tectonics: A personal view", Annual Review of Earth and Planetary Sciences, 1975, p. 3-5.

[124] Planck, M., Scientific Autobiography (traducción de F. Gaynor), London: Williams & Norgate, 1950, p. 33-34.

[125] Damasio, A., citado en: Edward E. Kelly et al., Irreducible Mind, Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2007, p. xx.

[126] McDaniel, S.V., comentario del libro Pluralism and the Mind: Consciousness, Worldviews, and the Limits of Science (Matthew Colborn), Charlottesville, VA: Imprint Academic, 2011, en: Journal of Scientific Exploration, 2012; 26 (3), p. 657-661.

[127] Sheldrake, R., A New Science of Life: The Hypothesis of Formative Causation, Los Angeles, CA: J.P. Tarcher Inc., 1981.

[128] Adams, T., "Rupert Sheldrake: the 'heretic' at odds with scientific dogma", theguardian.com, 4 de febrero de 2012.

[129] Wilber, K., Quantum Questions: The Mystical Writings of the World’s Great Physicists, Boston: Shambhala, 1984.

[130] Erwin Schrödinger, citado en: Walter Moore, A Life of Erwin Schrödinger- Canto edition, UK: Cambridge University Press, 1994, p. 181.

[131] Schrodinger, E., My View of the World, Cambridge University Press, 1960, p. 62.

[132] Planck, M., The Observer, London, 25 de enero de 1931.
[133] Planck, M., Wikiquote.
[134] Jung, C.G., Psychology and Religion: West and East, volumen 11 de The Collected Works of C.G. Jung, Sir Herbert Read y Gerhard Adler (eds.), traducido por R.F.C. Hull, segunda edición, Princeton, NJ: Princeton University Press; 1975, p. 12.

[135] Eddington, A.S., Science and the Unseen World, London: Quaker Books, 2007, p. 7.

[136] Rees, M., citado en: Bruce Rosenblum y Fred Kuttner, Quantum Enigma: Physics Encounters Consciousness, NY: Oxford University Press, 2006, p. 193.

[137] Chalmers, D., citado en: MacIsaac T., "Eight scientists contemplate place of human consciousness in science", theepochtimes.com, 20 de agosto de 2014.

[138] Thomas, L., Lives of a Cell, NY: Penguin, 1978, p. 52.
[139] Thomas, L., Lives of a Cell, NY: Penguin; 1978, p. 142.
[140] Koestler, A., Janus, A Summing Up, NY: Random House, 1978, p. 282.

Los fiascos del materialismo en el estudio de la conciencia (1 de 2)

Por Larry Dossey, 30 de mayo de 2015


Contenidos:

-Introducción
-El rostro del fisicalismo
-"Esto me deja noqueado..."
-Costos humanos
-Sentido práctico
-Vuestra pareja como "ecuación diferencial"
-Evidencias
-Bibliografía


Introducción

"A pesar de los imponentes logros intelectuales y tecnológicos en la ciencia del siglo XX, su hechizo sobre nosotros se ha debilitado irreversiblemente, y hay al menos dos razones importantes para ello. En primer lugar, tanto especialistas como profanos se han dado cuenta de los límites y las deficiencias del conocimiento científico. En segundo término, nos percatamos que nuestra hambre perpetua por comprensión espiritual es real e innegable. No puede definirse mediante una lógica sutil, ni satisfacerse viendo el Universo como estéril, mecanicista y accidental" (Roger S. Jones, Physics as Metaphor) [1].

El problema más urgente que enfrenta la humanidad es saber cómo nos concebimos, ya sea como "complejos bultos de materia" guiados por las así llamadas "leyes ciegas y sin sentido de la naturaleza", o como criaturas que -aún siendo físicas- están imbuidas de algo más, llámese conciencia, mente, voluntad, elección, propósito, dirección, significado y espiritualidad; esa cualidad de difícil explicación que dice que estamos conectados con "algo" que trasciende nuestro yo y ego individuales. Cada decisión que tomamos está influenciada por cómo respondemos a la gran pregunta de "¿quiénes somos?"

Existe una creciente conciencia de que las interminables reyertas entre los defensores de ambas visiones son más frecuentes que los desacuerdos entre expertos, pero tienen consecuencias reales para nuestro futuro en la Tierra, y si es que tenemos algún porvenir [2], pues como dijo el novelista y político André Malraux (1901-1978), el siglo XXI será espiritual o no lo será [3].

El poeta, dramaturgo y diplomático Vaclav Havel (1936-2011), quien fuera primer presidente de la República Checa, vio cómo se avecinaba un infierno en nuestro mundo y tuvo el valor de denunciarlo en el escenario internacional. Como posible solución, declaró: “Me parece que una de las experiencias humanas más básicas, genuinamente universal y que vincula a toda la humanidad -o más precisamente, podría unirla-, es vivir la trascendencia en su significado más amplio" [4]. Havel propugnó lo que llamaba "responsabilidad hacia algo superior ", y en un discurso ante una sesión conjunta del Congreso estadounidense el 21 de febrero de 1990, sostuvo:

"La conciencia precede al Ser, y no al revés (...) Por eso, la salvación en este mundo humano no se encuentra en otro lugar que nuestro corazón (...) Sin una revolución global en la esfera de la conciencia humana, nada cambiará para mejor en el ámbito de nuestro ser, y será inevitable la catástrofe hacia donde se dirige este mundo, ya sea de tipo ecológico, social, demográfico o un colapso civilizatorio general. Si ya no nos amenaza la guerra mundial o el peligro de que las montañas absurdas de armas nucleares hagan estallar el planeta, eso no significa que hayamos ganado definitivamente. Todavía somos capaces de comprender que la única y verdadera 'columna vertebral' de todas nuestras acciones, si han de ser morales, es la responsabilidad hacia algo más elevado que 'mi familia', 'mi país', 'mi empresa' o 'mi éxito'; la responsabilidad hacia el orden del ser donde todas nuestras acciones quedan registradas de manera indeleble, y es sólo en ese nivel donde serán debidamente juzgadas" [5].

Hemos visto desarrollos emocionantes en áreas científicas clave que muestran una promesa real en la búsqueda y responsabilidad humanas por algo más trascendente, y también sólidas razones para creer que la "revolución global" de Havel en la conciencia puede estar más cerca de lo que pensamos. Luego de tres siglos de coqueteo con una visión puramente física de quiénes somos, comienza a aparecer otro panorama.


El rostro del fisicalismo

El fisicalismo es la doctrina de que la realidad consiste simplemente en el mundo material. Su primo cercano es el materialismo, o el credo de que nada existe excepto la materia y sus movimientos y transformaciones; señala también que la conciencia y voluntad se deben totalmente a injerencias materiales [6], y con frecuencia ambos conceptos se utilizan indistintamente.

¿Cómo se ve realmente el fisicalismo? Es una perspectiva multifacética en que, como ha dicho el astrofísico David Lindley, “los humanos somos sólo migajas de materia orgánica adheridas a la superficie de una pequeña roca. Cósmicamente, no somos más importantes que el moho en una cortina de baño" [7]. La espiritualidad, el sentido de conexión con algo que trasciende el yo individual, se equipara en este punto de vista con "autoengaño", "fantasía" o "alucinación", y según ello no hay significado, dirección, propósito ni libre albedrío. Como apunta el filósofo Daniel Dennett, “cuando consideramos si el libre albedrío es ilusión o realidad, estamos mirando hacia un abismo. Lo que parece enfrentarnos es una zambullida en el nihilismo y la desesperación" [8]. El fisicalismo implica que la idea cotidiana de la "mente" es "exagerada e innecesaria", y de acuerdo con la lingüista Karen Stollznow, "el acto de pensar es sólo la carne hablando consigo misma. Es generado por el cerebro; cuando morimos, por desgracia eso muere con nosotros y podemos afirmarlo categóricamente" [9]. En su libro Consciousness Explained, Dennett añade sin rodeos: "Todos somos zombies y nadie está consciente" [10]. Por su parte, el biólogo molecular Francis Crick -ganador del Premio Nobel- proclamó confiado que "las actividades mentales de una persona se deben enteramente al comportamiento de células nerviosas o gliales y los átomos, iones o moléculas que les componen e influyen en ellos" [11]. De manera similar, el astrónomo Carl Sagan declaró inequívocamente: "El funcionamiento [del cerebro], lo que a veces llamamos mente, es consecuencia de su anatomía y fisiología, y nada más" [12]. También el psiquiatra e investigador Allan Hobson escribió que "la conciencia, como el sueño, es del cerebro, por el cerebro y para el cerebro" [13]. En resumen, el fisicalismo constituye una visión desoladora que sintetizaba así Steven Weinberg, físico ganador del Premio Nobel: "Cuanto más comprensible parece el Universo, semeja ser más inútil" [14].

Algunos conocedores del ámbito científico han considerado que la religión/espiritualidad son relativamente inmunes a la influencia corrosiva del fisicalismo. Por ejemplo, en 1929 el astrofísico Sir Arthur Eddington en su Conferencia Swarthmore dijo: “Descartad la idea de que la ley natural puede engullir a la religión; ni siquiera puede abordar la tabla de multiplicación con una sóla mano” [15]. Otros sugieren que el debate intratable entre mente y materia se basa en malentendidos semánticos y es exagerado. Entre ellos se encuentra la filósofa británica anti-materialista Mary Midgley:

"El verdadero escollo con el problema de la mente y el cuerpo se centra en la palabra 'materialismo', que en sí constituye una reliquia del dualismo: sugiere que existen dos materias rivales, mente y materia, que compiten por ser vistas como básicas para el mundo. Nos dice que elijamos una de ellas y reduzcamos la otra a su contrario, pero no hay dos cosas tan separadas, sino un mundo intrincado que contiene seres complejos, sobre los cuales surgen muchos tipos de preguntas. Cada interrogante debe responderse en sus propios términos (...) Pero en realidad nuestros pensamientos son tan reales como las tazas de café, y 'materia' es un concepto tan oscuro como 'mente'" [16].

Ha sido difícil plantear avances en esta polémica. La tiranía fisicalista actual de que mente y conciencia son "productos de funciones cerebrales" se presenta dentro de la academia contemporánea no como una "hipótesis modesta" o "conjetura humilde", sino a modo de hecho incontrovertible, y cualquiera que no esté de acuerdo probablemente sea considerado apóstata o traidor en este campo. Edward F. Kelly, investigador de la conciencia en la Universidad de Virginia, observaba en su histórico libro Beyond Physicalism: "Estos bien intencionados defensores del racionalismo al estilo de la Ilustración (...) claramente se autoconsideran -y ven a la propia ciencia ortodoxa- como dictaminadores confiables de las virtudes intelectuales de razón y objetividad contra las fuerzas en retirada de 'autoridad irracional' y la 'superstición'. Para ellos, la verdad [fisicalista] ha sido demostrada más allá de toda duda, y pensar algo diferente es necesariamente abandonar siglos de progreso científico, desatar la 'invasión tenebrosa del ocultismo' y volver a las creencias sobrenaturalistas primitivas o características de tiempos pasados" [17].

El matemático y filósofo Charles Eisenstein subraya la mentalidad condescendiente que caracteriza dicha postura: "La visión infalsificable del mundo que ostenta el escéptico fisicalista [o más bien pseudoescéptico] se extiende mucho más allá de los paradigmas científicos para abarcar una visión muy cínica de la naturaleza humana. El desacreditador debe aceptar un mundo lleno de fraudes y personas mentalmente inestables, donde la mayoría de la gente es 'menos inteligente o sensata que él', y los individuos aparentemente honestos se entregan a las mentiras más escandalosas sin una buena razón. A primera vista, los testigos son honestos, ¿y cómo puedo explicar entonces su aparente sinceridad? Tengo que asumir: (1) que esta aparente franqueza es una tapadera cínica para los motivos más viles o fatuos, ó (2) se trata de sujetos ignorantes e incapaces de distinguir entre verdad y engaño" [18].


"Esto me deja noqueado..."

El dogma del fisicalismo presenta dos defectos mortales: a) la absoluta falta de evidencia de que "el cerebro produce conciencia", y b) los enormes costos humanos de un mundo que está saneado de una perspectiva espiritual y prohibida por esa doctrina.

Ninguna persona ha comprobado jamás que un cerebro o cualquier otra cosa genere conciencia, y tampoco existe una teoría aceptada sobre cómo podría suceder. Esta debilidad se está haciendo más obvia para un número en incremento de científicos de primer nivel, como muestran los siguientes comentarios, e incluyo varios ejemplos para mostrar que no se trata de opiniones "raras" y "aisladas":

-“Esto me deja noqueado. Tengo algunos prejuicios, pero no sé cómo empezar a buscar una respuesta defendible. Y nadie más lo hace" (Steven A. Pinker, psicólogo experimental de la Universidad de Harvard, sobre cómo la conciencia puede surgir de algo material como el cerebro) [19].

-"El estudio científico de la conciencia se encuentra en la embarazosa posición de no tener una teoría científica" (Donald D. Hoffman, científico cognitivo de la Universidad de California, Irvine) [20].

-“Nadie tiene la menor idea de qué es la conciencia (...) No lo sé y tampoco alguien más, incluidos los filósofos de la mente” (Stuart A. Kauffman, biólogo teórico e investigador de sistemas complejos) [21].

-"Simplemente, no se comprenden los procesos centrales del cerebro con los que tal vez se vincula la conciencia. Están tan lejos de nuestro entendimiento en la actualidad, y nadie que yo conozca ha sido capaz siquiera de imaginar su naturaleza" (Roger W. Sperry, neurofisiólogo ganador del Premio Nobel) [22].

-"En nuestra época, no tenemos ni la más vaga idea de cómo conectar los procesos fisicoquímicos con el estado mental" (Eugene P. Wigner, Nobel de Física) [23].

-“El mayor misterio científico es el origen de la conciencia humana. No es que poseamos teorías malas o imperfectas sobre ella; sencillamente no tenemos tales hipótesis. Todo lo que sabemos al respecto es que tiene algo que ver con la cabeza, más que con los pies" (Nick Herbert, experto en investigaciones sobre "no-localidad") [24].

-“El origen de la vida es un completo enigma, y también la conciencia humana. No tenemos una idea clara de cómo las descargas eléctricas que ocurren en las neuronas están emparentadas con nuestros sentimientos, deseos y acciones" (Freeman J. Dyson, físico) [25].

-"Nadie tiene la menor idea de cómo algo material podría ser consciente. Nadie sabe siquiera cómo sería tener la más ínfima noción de cómo lo físico puede estar consciente. Es demasiado para la filosofía de la conciencia" (Jerry A. Fodor, filósofo de la Universidad de Rutgers) [26].

-“En el estado actual de indagatorias sobre la conciencia, no sabemos cómo funciona y debemos probar muchas ideas diferentes" (John R. Searle, filósofo de la Universidad de California, Berkeley) [27].

-“Mi posición [sobre la conciencia] exige una revolución importante en la física (...) He llegado a creer que hay algo muy fundamental y ausente en la ciencia actual (...) Hoy nuestro conocimiento no es adecuado y tendremos que trasladarnos a nuevas regiones de la ciencia" (Sir Roger Penrose, físico y matemático) [28].

-“Es cierto que no podemos encontrar nada en física o química que tenga una influencia remota en la conciencia (...) Muy aparte de las leyes físico-químicas como se establecen en la teoría cuántica, también debemos considerar normas de un tipo muy diferente" (Niels Bohr, uno de los grandes pioneros en física cuántica) [29].

-“Siempre será absolutamente imposible explicar la mente sobre el fundamento de una acción neuronal al interior del cerebro (...) Aunque el contenido de la conciencia depende de la actividad neuronal en gran medida, aquélla en sí no lo hace (...) Para mí, parece cada vez más razonable sugerir que la mente puede ser una esencia" (Wilder Penfield, neurocirujano) [30].

-“Es todo un rompecabezas [determinar] en qué consiste la conciencia (...) A pesar de los maravillosos éxitos de la neurociencia en el siglo pasado (...) parece que estamos tan lejos de comprender el proceso cognitivo como hace cien años” (Sir John Maddox, editor durante veintidós años de la prestigiosa revista Nature) [31].

Los fisicalistas acérrimos no aceptan estas observaciones desdeñosas, y algunos promueven teorías que, según ellos, exponen de manera decisiva cómo el cerebro crea conciencia. Por tanto, no es del todo correcto decir que "el fisicalismo no tiene teorías" sobre los orígenes de aquélla, sino que "no dispone de premisas exitosas". El astrofísico David Darling describe este callejón sin salida: "Ahora un número cada vez mayor de científicos indaga en el cerebro tratando de explicar cómo se realiza el truco de la conciencia. Investigadores de la talla de Francis Crick, Daniel Dennett, Gerald Edelman y Roger Penrose han presentado recientemente una serie de ingeniosas teorías. De una forma u otra, todos pretenden explicar la conciencia como un 'epifenómeno' de procesos físico-químicos que ocurren en dicho órgano, y todos fallan por completo, no porque sus modelos no sean lo suficientemente precisos o detallados, sino porque desde el principio tratan de hacer lo imposible" [32], [33].

Lo cierto es que ninguna explicación de lo que sucede en el nivel mecanicista del cerebro arroja luces sobre por qué existe la conciencia. Ningún supuesto aclara por qué ese componente no debiera funcionar exactamente como lo hace, y sin producir la sensación que todos tenemos de "cómo se siente ser". Y creo que hay una razón muy obvia para esto: el cerebro no produce conciencia en absoluto, como tampoco un televisor crea los programas que aparecen en su pantalla. Por el contrario, ese órgano filtra y restringe la conciencia, al igual que nuestros sentidos determinan la "totalidad" de nuestra experiencia a lo que tendríamos acceso de otro modo [N.del T.: recuérdense por ejemplo los casos auténticos de clarividencia o sueños premonitorios que parecen ocurrir en niveles suprafísicos].

No obstante, la visión fisicalista inspira confianza mesiánica en sus adherentes, quienes se esfuerzan con devoción por extender su despotismo a cada rincón y grieta de las ciencias biológicas. Su celo llega a ser ilimitado, pues incluso el filósofo Dennett dijo que se suicidaría si los fenómenos paranormales resultaran ser verdaderos [34].

Suele recibirse con escarnio la implicación de que podría haber espacio en la ciencia para un componente espiritual. Se reserva un desdén especial por la posibilidad de que un aspecto humano e intangible sobreviva a la muerte física, ya que esto sería el acta de defunción para el supuesto "mente = cerebro" en que se basa la doctrina fisicalista. Esto es particularmente obvio cuando los propios fisicalistas tienen experiencias cercanas a la muerte [E.S.P.] que sugieren una continuidad de conciencia tras el óbito. Cuando describen estos relatos públicamente, sus colegas pseudoescépticos los intimidan para desmentir cualquier insinuación al respecto [35], [36], [37], [38], [39].

Muchos "escépticos" consideran que la trascendencia espiritual post-mortem es "tan peligrosa" que debe ser "rechazada a toda costa", y esos esfuerzos pueden convertirse en un encubrimiento deliberado que se hace pasar por "intenciones de proteger la ciencia". William James, psicólogo de Harvard, informó que un destacado biólogo le dijo una vez: "Incluso si algo así fuera cierto, los científicos deberían unirse para mantenerlo reprimido y oculto. Desintegraría la uniformidad de la naturaleza y todo tipo de cosas sin las cuales los especialistas no pueden llevar a cabo sus búsquedas" [40], [41].

En defensa de su credo, los fisicalistas sostienen que en realidad prefieren la aniquilación con la muerte física a cualquier tipo de supervivencia. El anhelo de inmortalidad se considera un "defecto de carácter" o una "cobardía filosófica en personas con voluntad muy débil" para enfrentar su "inminente perdición". Frente a un exterminio seguro, dicen que uno simplemente debe levantarse y entrar con orgullo y valentía silenciosos en esa noche oscura. Hay un indicio de este martirio heroico en el célebre aserto de Bertrand Russell: “Creo que cuando muera me pudriré y nada de mi ego sobrevivirá (...) Debería menospreciar los temblores pavorosos ante el criterio de aniquilación" [42].


Costos humanos

"La ciencia ha ido demasiado lejos al derribar la convicción del ser humano en su grandeza espiritual (...) y le ha nutrido con la idea de que es simplemente un 'animal despreciable' que ha surgido por 'casualidad y necesidad' en un 'planeta insignificante', perdido en la gigantez cósmica (...) El principal problema de la humanidad actual es que los líderes intelectuales son extremadamente soberbios en su autosuficiencia. Debemos percatarnos de las grandes incógnitas sobre la estructura material y el funcionamiento de nuestro cerebro, la relación de éste con la mente, nuestra imaginación creativa y la singularidad de la psique. Y debiéramos ser más humildes cuando pensamos en esos aspectos, además del misterio primordial de cómo llegamos a ser algo" (Sir John Eccles, neurocientífico y Premio Nobel) [43].

El fisicalismo conlleva enormes costos humanos que, a mi juicio, son enormemente subestimados por los porristas de ese dogma. La "aniquilación" es parte ineludible del "ofertón materialista", y como observara Carl Jung: “La pregunta decisiva y reveladora para el ser humano es '¿estoy relacionado o no con algo infinito?" [44]. Si la conciencia fuera producto del cerebro y desaparece con la muerte física, entonces cualquier relación significativa con la "infinitud" es sólo una quimera, pero Jung sostenía lo opuesto y convirtió el tema en un principio terapéutico: "Como médico, hago todo lo posible para fortalecer la creencia en la inmortalidad" [45]. También George Orwell fue uno de los que condenó el impacto de esta perspectiva mórbida: "El principal problema de nuestro tiempo es la decadencia de la fe en la inmortalidad personal" [46].

En cualquier caso, la visión que tengamos sobre dicho carácter perdurable depende del significado que otorguemos al "tiempo"; en efecto, la contrariedad es que no existe una definición monolítica y consensuada en física moderna. Richard Feynman, ganador del Premio Nobel, admitió: "¿Qué es el tiempo? Los físicos trabajamos con él a diario, pero no me pregunten en qué consiste; es demasiado difícil pensar en ello" [47]. Por su parte, el filósofo Ludwig Wittgenstein vislumbraba así la relevancia de esta cuestión: "Si consideramos que la eternidad no significa una duración temporal infinita, sino atemporalidad, entonces la vida eterna pertenece a quienes viven en el presente" [48]. Debido al concepto inestable del tiempo en la ciencia, los ultramaterialistas podrían reconocer al menos que, si bien la inmortalidad no se sostiene en física, el resquicio de tal cariz no está excluido del todo.

El materialismo a ultranza no admite los riesgos humanos de una creencia fallida en la inmortalidad, que ha ayudado a sostener nuestra esperanza durante quizás toda la historia mundial. Como señalamos, la opinión conocida de muchos fisicalistas es mantener la lengua rígida, flexionar el músculo intelectual y negar cualquier deseo o necesidad de tal convicción. Sin embargo, los viejos canales dentro de la psique son profundos, y el mero hecho de declarar la inmortalidad como "indeseable" o "superflua" no la equipara con esos prejuicios.

El miedo a morir es la gran enfermedad de nuestra especie, el terror que probablemente ha causado más sufrimiento a lo largo de la historia que todas las patologías reunidas. Ernest Becker reflexiona en su libro The Denial of Death, ganador del Premio Pulitzer: "El concepto de la muerte, y el pavor hacia ella, atormentan al animal humano como ninguna otra cosa; es el resorte principal de sus actividades diseñadas en gran parte para evitar la fatalidad mortuoria, y superarla negando de alguna manera que es nuestro destino final" [49].

Las certezas fisicalistas de que dichos problemas "están resueltos", "la espiritualidad y cualquier forma de supervivencia es un autoengaño" y el veredicto del "reinado materialista" son considerados como fanfarronería cansina por muchos investigadores de la conciencia. Por ejemplo, al hablar en nombre de sus colegas, Kelly escribe: "Creemos que se necesita una soberbia pasmosa para descartar en bloque la experiencia colectiva de una gran proporción de nuestros antepasados, incluyendo personas ampliamente reconocidas como bastiones de toda la civilización humana, y estamos unidos al creer que la tarea más importante que enfrenta toda la modernidad es la reconciliación significativa entre ciencia y religión (...) Creemos que los desarrollos emergentes en el seno científico le están conduciendo inexorablemente hacia una comprensión ampliada de la naturaleza, que pueda acomodar realidades de tipo 'espiritual'" [50].


Sentido práctico

Pero no se trata sólo de espiritualidad. Henry P. Stapp, considerado una autoridad moderna entre los teóricos cuánticos, expresa su preocupación por el impacto de los idearios fisicalistas en las formas prácticas y concretas de nuestra vida, afirmando en su artículo "Attention, Intention and Will in Quantum Physics": "Ahora se visto con claridad que la asimilación por parte del público general de esta opinión 'científica', según la cual cada humano es básicamente un robot mecánico, probablemente tenga un efecto significativo y dañino en el tejido moral de la sociedad", y advierte sobre la “creciente tendencia de la gente a exonerarse, argumentando 'no soy yo quien tiene la culpa', sino algún proceso mecánico interno: 'los genes o el nivel de azúcar en mi sangre me obligaron a hacer tal cosa'" [51], [52]. Stapp muestra cómo el fisicalismo duro nos desorienta al asumir que "el mundo se desarrolla por sí sólo" de acuerdo con supuestas "leyes naturales sin sentido"; ergo, no constituimos agentes activos para tal proceso, sino observadores pasivos en el mejor de los casos y víctimas en el peor.

El cosmólogo y físico Menas C. Kafatos, de la Universidad Chapman, es coautor de The Conscious Universe: Parts and Wholes in Physical Reality [53], y al igual que Stapp, le preocupa la importancia práctica de la conciencia en lo cotidiano, cómo será nuestro futuro y si tendremos un porvenir que pueda sustentar la vida tal como la conocemos: "¿Son estos temas otro conjunto de argumentos intelectuales que hacen los científicos, filósofos y académicos? Son muy importantes para vuestra vida y estilo saludable; pareciera que estamos atados por nuestras mentes y que a menudo no nos dan paz. Sin embargo, si lo que vemos como realidad es un producto de la mente, entonces podemos acercarnos a ésta última como una herramienta amigable, ponerla de 'nuestro lado', por así decirlo (...) [para] una vida saludable (...) y lo que deberíamos transmitir a las próximas generaciones" [54].


Vuestra pareja como "ecuación diferencial"

La inquietud por Stapp de que la ciencia fisicalista nos equipare a robots mecánicos es un tema grave. Si retiramos las capas de lógica materialista subyacente a esa postura, ¿qué encontramos? Una grave falta de lógica, descrita por el filósofo Sir Karl Popper en su Compton Lecture de 1965 [55]. Según el determinismo fisicalista, los estados mentales son efecto de "una cierta estructura física del titular, tal vez de su cerebro. En consecuencia, nos engañamos siempre al creer que hay argumentos o razones que nos hacen aceptar el determinismo. Las condiciones puramente materiales, incluido nuestro entorno, nos hacen decir o aceptar todo lo que decimos o asimilamos" [56].

Popper llamó a la narrativa fisicalista “materialismo promisorio": la noción de que un día, no muy lejano, habrá una explicación completamente física de la conciencia. Atraídos por los avances periódicos en la ciencia del cerebro, “hablaremos cada vez menos sobre experiencias, percepciones, pensamientos, creencias, propósitos u objetivos, y cada vez más sobre los procesos cerebrales" [57]. Su predicción se ha cumplido.

El Premio Nobel y neurofisiólogo Sir John Eccles estuvo de acuerdo con Popper y criticó el trasfondo fisicalista: "El materialismo promisorio es una superstición sin fundamento racional. Cuanto más descubrimos sobre el cerebro, más claramente se distingue entre eventos cerebrales y fenómenos mentales, y ambos se tornan más asombrosos. El materialismo promisorio es simplemente una creencia religiosa sostenida por materialistas dogmáticos (...) que confunden su credo con la ciencia. Tiene todos los rasgos de una profecía mesiánica" [58].

Como el ultramaterialismo sostiene que nadie es inmune a las leyes físicas, la implicación es que "todos en el mundo son androides mecánicos", abarcando inevitablemente a los propios fisicalistas, y Eccles observó que esto conduce a "una reductio ad absurdum eficaz" [59]. Consideremos la opinión anterior del filósofo Dennett de que "el libre albedrío es una ilusión". Al afirmarlo, presumiblemente cree que utilizaba su libre voluntad para inferir que ésta no existe, pero los fisicalistas nunca reconocen ese bache en su "lógica". El comportamiento robótico-determinado es para los demás, pero las mismas restricciones del fisicalismo no se aplican a sus partidarios; por lo tanto, se comportan como si llegaran libremente a sus conclusiones y deberíamos "tomarlas en serio". Tienen que eximirse de su teoría fisicalista, pues de lo contrario no tendrían ningún derecho a la verdad, ni "argumentos o razones" convincentes, como señaló Popper. No pueden reconocer que, si el fisicalismo es válido, obtuvieron sus premisas no como resultado de datos considerados libremente, sino porque sus átomos, moléculas o cerebros les obligaron a hacerlo, y terminando por dispararse a los pies.

Esta ridícula situación fue parodiada por el astrofísico Sir Arthur Eddington en su "Conferencia Gifford" de 1927: "El materialista convencido de que todos los fenómenos surgen de electrones, cuantos o similares, y controlados por fórmulas matemáticas, presumiblemente cree que su cónyuge es una ecuación diferencial bastante elaborada, pero quizás posea el tacto suficiente para no imponer ese criterio en la vida doméstica" [60].

El futurista Willis Harman identificó la hipocresía en los asertos fisicalistas: "Durante tres siglos y medio, la ciencia se ha edificado sobre la premisa de que la conciencia como factor causal no tiene que ser incluida (...) pero nadie ha vivido sobre la base de un concepto tan contradictorio. Nadie ha dicho 'voy a vivir como si mi conciencia o mente no fueran capaces de tomar decisiones, elegir o actuar" [61].


Evidencias

[N.del T.: Esta sección es incluida únicamente con propósitos ilustrativos. Los artículos del teósofo e investigador David Pratt relacionados con parapsicología y física sostienen que las suposiciones de "no-localidad" pueden estar muy equivocadas al no considerar el éter o sustancia-materia sutil para explicar fenómenos atípicos, y por ende no es necesario invocar siempre la "rapidez lumínica" o la "teoría de relatividad", también sujeta a múltiples cuestionamientos].

Son muchísimas las pruebas a favor de una conciencia que trasciende el fisicalismo, y describirlas aquí excedería el objetivo de la presente composición. Recientemente han aparecido varias síntesis encomiables, como Varieties of Anomalous Experience: Examining the Scientific Evidence [62], Irreducible Mind: Toward a Psychology for the 21st Century [63] y Beyond Physicalism: Toward Reconciliation of Science and Spirituality [64].

En total, las evidencias recopiladas durante más de una centuria de investigaciones sobre la conciencia indican que ésta posee rasgos ausentes en los procesos cerebrales. Miles de estudios señalan que los humanos podemos insertar información psíquicamente en el entorno de forma "no local", y también adquirirla en iguales modos.

La "no localidad" es un concepto que los físicos aplican a una clase de eventos cuya descripción se relaciona con la velocidad de la luz [65]. Nick Herbert explica que "una conexión no local enlaza un lugar con otro sin cruzar el espacio, no decae y tampoco se retrasa", y según él estas conexiones tienen tres características de identificación: carecen de intermediarios (no existe señal de vínculo), no están mitigadas (la fuerza de dichas correlaciones no se desvanece al aumentar la distancia) y son inmediatas o instantáneas [66].

Muchos especialistas subdividen la no localidad en tres tipos: el I es espacial, la clase II temporal y el III incluye a ambas [67], pero la física no es dueña de ese concepto y no tiene el monopolio de los eventos homónimos, ni el lenguaje que los describe. La gente tenía rutinariamente experiencias análogas miles de años antes que apareciera la física cuántica en el siglo XX, y no estamos obligados a ceder la no localidad a los científicos que matizan el término con otros diferentes.

Hay razones científicas, históricas y experimentales sólidas para pensar que la conciencia se comporta de manera no local en el espacio y tiempo, no está confinada espacialmente para nuestro cerebro y cuerpo, y además tampoco se limita al tiempo presente; por ende, espacio y tiempo no son aplicables a ciertas operaciones de la conciencia [68], [69]. El corolario abrumador es que la conciencia es tanto transespacial como transtemporal, y no se ubica en ninguna de esas dimensiones [70], [71].

Las evidencias empíricas señalan que los cerebros están separados, pero no las mentes. En el dominio de la conciencia, dicha separación no es fundamental; el grado de distancia espacial de las mentes individuales reviste poca importancia y sus conexiones son instantáneas, ya sea que las personas implicadas estén muy cerca o presumiblemente en extremos opuestos del Universo.

Muchos aceptan que las mentes pueden funcionar a distancia, pero se rebelan ante la posibilidad de que lo hagan fuera del tiempo presente. Sin embargo, decenas de experimentos controlados indican que nuestra conciencia trabaja de manera no local en el espacio y tiempo. En estos análisis, las intenciones parecen influir en determinadas clases de eventos pasados, aunque presumiblemente ya ocurrieron [72], [73]; además, existen personas capaces de adquirir información precisa del futuro antes que suceda, especialmente si esos datos son de naturaleza desagradable o traumática [74], [75], [76], [77], [78].

A partir de dichas búsquedas se ha elaborado una imagen más precisa de la conciencia. Si ésta no es local a propósito del espacio, tiene carácter infinito y omnipresente, y si tampoco es fija con relación al tiempo, se vuelve eterna e inmortal. Y si las conciencias individuales no conocen fronteras, en algún nivel deben unirse para formar un todo, o lo que llamaríamos Mente Universal o Única. Por lo tanto, cuando describimos la conciencia de esta manera no hablamos simbólica o poéticamente, sino que se invocan datos concretos y experiencias humanas.

Varios científicos destacados señalan que estas visiones son totalmente armónicas con ideas emergentes en física contemporánea. Por ejemplo, George Wald, premio Nobel de Biología, declaró: “No necesito iluminación espiritual para saber que estoy vinculado al Universo, y eso es simplemente buena física" [79], mientras que O. Costa de Beauregard observó: "La física actual permite la existencia de fenómenos 'paranormales' como telepatía, precognición y psicoquinesis (...) Todo el concepto de 'no localidad' (...) necesita dicho resquicio [80], y lejos de ser 'descabellado', la física moderna ya postula lo paranormal" [81].

La conciencia no local es una idea tan necesaria como las partículas subatómicas del mismo atributo, porque las manifestaciones no ubicables ocurren en el dominio humano macroscópico, al igual que los enlaces entre partículas a niveles desconocidos. Además, estas conexiones humanas y distantes parecen mostrar las características esenciales ya mencionadas de los eventos subatómicos inubicables: no requieren mediadores, tampoco pierden intensidad y ocurren al instante. Sin embargo, esto no significa que la no localidad subatómica necesariamente explique o fundamente aquélla de la conciencia, pese a la tentación generalizada de asignar una versión "cuántica" a las vivencias humanas no locales. Necesitamos ser precavidos, pues no hay evidencia concluyente de que la no localidad cuántica genere experiencias humanas de ese tipo; en efecto, es posible que estemos tratando sólo con correspondencias en terminología.

Muchas personas pueden sorprenderse al descubrir la profundidad de esas constancias empíricas. Existen al menos seis áreas de investigación que demuestran rotundamente las acciones de conciencia no local y su trascendencia a la fisica-química cerebrales. Los experimentos se han replicado en laboratorios de todo el mundo, y cada ámbito independiente ofrece probabilidades contra el mero azar en aproximadamente mil millones a uno, o combinadas de 1054 a uno, lo que representa un guarismo verdaderamente astronómico. Dichos campos de estudio son la visión remota, las influencias sobre generadores de números aleatorios, los proyectos Ganzfeld y de Conciencia Global, y las experiencias de presentimiento y precognición [82], [83], [84], [85].

Estas pruebas no constituyen una reelaboración cosmética de las posturas materialistas/fisicalistas actuales, sino un cambio radical de paradigma en el pensamiento. Kelly, investigadora de la conciencia, resume así lo que está en juego: "[Este concepto emergente sobre el mundo] no es sólo el mismo 'viejo mundo fisicalista' con una expresión alterada, sino un área cuya constitución es fundamentalmente distinta en formas que nos interesan como humanos. Dicha visión proporciona un antídoto contra el desencanto posmoderno prevaleciente del mundo y la degradación de las posibilidades humanas; no sólo describe nuestra condición de manera más precisa y completa, sino que produce esperanza y alienta nuestro desarrollo. Nos da razones para creer que la libertad es real, que nuestras elecciones importan y que apenas hemos arañado la superficie de nuestro potencial. También aborda la necesidad urgente de un mayor sentido comunitario, espíritu sostenible e interdependencia mundial, demostrando que, bajo las múltiples apariencias, el mundo y la especie humana se hallan mucho más interconectados de lo que se pensaba. Tenemos la profunda sospecha de que nuestro destino individual y colectivo en estos tiempos excepcionalmente peligrosos y difíciles -de hecho, el futuro de nuestro precioso planeta y todos sus habitantes- en última instancia puede depender de un reconocimiento más amplio y una utilización más eficaz de los estados superiores del ser que potencialmente están disponibles para nosotros, pero en gran parte ignorados o incluso activamente reprimidos por nuestra 'civilización' posmoderna, con su extraña mezcla de individualismo autoengrandecedor y tribalismos fundamentalistas" [86].


Bibliografía

[1] Jones, R.S., Physics as Metaphor, NY: Plume, 1983, p. 1.
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[3] Malraux, A., citado en: Hirst D., "On the spirituality of the 21st century, Malraux revisited" (researchgate.net, 30 de enero de 2009).

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