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12 de febrero de 2025

La superchería del "renacimiento humano" en animales


The Theosophical Movement, parte 1, febrero 2015

Entre varios pueblos antiguos, así como hindúes y budistas modernos, era y es muy común asegurar que tras la muerte física un individuo responsable de actos malos renacerá en cuerpos de animales, plantas o incluso piedras, siendo para ellos una perspectiva terrorífica. Las Ordenanzas por Manu incluyen normas éticas y religiosas en pro de una vida correcta y la armonía social, puntualizando las clases de obras que llevan a "reencarnar" en especies orgánicas e inertes. Pitágoras, quien enseñó la metempsicosis, sostenía que el alma era inmortal y transmigraba en otros animales, de lo cual se hizo eco Jenófanes, su contemporáneo. Platón declaró en su República el carácter intemporal del espíritu y sus "viajes" en criaturas inferiores, mientras Heródoto describió que según los egipcios aquél renacía en animales antes de volver a formas humanas, luego de tres mil años. El Ramayana cuenta sobre Ahalya, consorte del sabio Gautama, quien la maldice y convierte en roca durante mil años por cometer adulterio, retornando al nivel humano gracias al toque de Rama.

El Vishnu Purana relata el episodio de un gran asceta, cuya penitencia fue interrumpida al forjar cariño extremo por un ciervo. Se dice que estuvo tan ansioso con el bienestar del rumiante, que cuando murió sus últimos pensamientos se centraron en la criatura y renació a semejanza de un ejemplar análogo. Terminado el ciclo reencarnatorio en dicha especie, llegó a una familia india de almas puras como un sabio a quien llamaron Jada Bharata, pues ocultó su iluminación y el mundo lo veía a modo de persona torpe, floja y obtusa. Otra historia refiere que Gautama Buda señaló a sus bhikkus [discípulos] cierta escoba en el lugar donde vivía, y dijo que anteriormente fue un novicio que descuidó barrer la sala del consejo, motivo por el cual reencarnó como ese utensilio.

Al tenor de William Judge, los persas creyeron que la gente mala volvía a nacer en bestias ferinas, y quienes incitaban crímenes eran condenados a venir al mundo en calidad de animales indefensos para ser destruidos por los primeros. En el Bhagavati Sutra del jainismo se lee que los malhechores regresan al planeta como animales y plantas, los actos agresivos conllevan a morar en el infierno y quienes muestran disposición benéfica y humilde logran el nacimiento humano.

¿Qué atisbo de verdad hay en esas creencias? No cabe duda de que ellas, junto con muchas otras en escrituras místicas, son mal entendidas porque los principios espirituales/psicofisiológicos humanos y las leyes de Karma, metempsicosis y reencarnación no se comprenden a nivel general. Huelga añadir que, cuando sean bien asimilados, desaparecerán el miedo supersticioso y las perspectivas inexactas, llevando a replantear nuestros destinos sobre la base de ideas correctas.

No existe más que UNA Vida, Infinita, Omnipresente, Ilimitada e Indivisible. A partir de ella y en su seno emergen Jivas o almas particulares; cada una representa una copia perfecta de dicha Vida y comporta todos los poderes ínsitos en ese Espíritu Universal. La evolución de aquéllas implica el crecimiento gradual de facultades ocultas a través de una larga serie de reencarnaciones dirigidas por la Ley Kármica, y sólo en la Tierra, el ser humano es la cumbre del proceso, cuyo destino es acoplar su Ser con la Divinidad, y ayudando a los reinos inferiores para conseguir el mismo objetivo; de esta guisa, no hay nada "muerto" en la Naturaleza. Los llamados "átomos minerales" o "inorgánicos" también encierran un potencial superior, y con el tiempo ascenderán la "escalera evolutiva" hasta alcanzar nuestra índole.

Lo que nos distingue de otros seres planetarios es el principio de Manas (Ego), un rayo de la Mente Universal, mientras las formas "pedáneas" entrañan ese rasgo inactivo que se "encenderá" rumbo a la etapa humana. Nuestra parte verdadera es este Ego Superior, que cuando encarna en un cuerpo humano se vuelve dual: una porción adquiere el rol de mente corpórea o mortal -personalidad mundana-, y la otra más sublime junto con Atma y Buddhi "incuba" al sujeto de carne y hueso. El Hombre Real es un Ego Reencarnante (Atma-Buddhi-Manas), en tanto que el individuo consiste en un reflejo burdo y transitorio del primero. Sólo perdura la esencia espiritual de los pensamientos y anhelos de un fallecido en el estadio post-mortem, los cuales se integran al Ser Superior como parte del progreso hacia la Completitud Absoluta.

Por ello, cuando decimos que "el humano reaparece en animales/vegetales" debe entenderse que no alude al Ego. Las almas en otros subreinos alcanzan nuestra etapa luego de incontables eras mediante todos los estratos inferiores, y habiendo conseguido venir al mundo entre nosotros, bajo ninguna circunstancia el Ego retrocede a jerarquías menos avanzadas, un hecho contrario al Plan Universal. Los bebés no reingresan en el útero, ni la sangre fluye por una sóla arteria para inundar el corazón, ni éste tampoco cierra sus válvulas forzando el ciclo.

Hay tres verdades principales que subyacen al tema. La primera reside en el misterio de la transmigración de átomos vitales. Nuestro cuerpo -como en todos los reinos de la Naturaleza y el planeta- está formado por innumerables "vidas" invisibles que pertenecen a los cuatro grandes elementos; son Jivas eternos, miríadas de chispas de la Vida Única que evolucionan en el peldaño más bajo. Los humanos, en cuanto Egos Espirituales, atraemos esos componentes de acuerdo con nuestro Karma y en toda encarnación, para concebir los principios físico, astral, pránico y kamásico. Al morir, ese conjunto cuádruple se desintegra y separa del Ego, y las vidas que les modelaron regresan al ámbito natural o van hacia nosotros cuando adoptamos otra "permanencia" terrena.

El Ego es indestructible, al igual que las mencionadas partículas. De modo continuo les "imprimimos" pensamientos, emociones y la energía de nuestros actos, buenos y malos. A su vez y durante la vida corpórea, el Manas Superior lleva un registro de esos predominios hasta en el último detalle, formando los vasanas o depósitos psíquicos, unidos magnéticamente a los átomos vitales de nuestra cobertura tangible. Así llegamos a la herencia de atributos y carácter (Samskara) que afloran desde nuestra propia creación, mejorados o corrompidos por obras individuales.

También en el curso mundano, dichas partículas surgen a diario de nuestro organismo y mente -cargadas con la fuerza de conductas o ideas-, entran en el caudal dinámico de la Naturaleza e influyen al prójimo u otros seres para bien o mal [es decir, consolidan o aminoran rasgos más o menos brutales]. Si somos egoístas y perversos, los efluvios que despedimos viajan al reino animal, vegetal o mineral, y metafóricamente se dice que el hombre "renace" entre ellos dependiendo de la similitud en su carácter. Este es el significado del aserto por Buda de que un joven perezoso adquirió "talle de escoba", pues sus átomos profusos de Tamas se integraron a plantas y hierbas con que se elaboró ese adminículo, y el Despierto presenció la imagen del individuo por medio de visión espiritual.

Las Ordenanzas de Manu, adicionalmente, se interpretan conforme a lo anterior: "El hombre (Nara) por sus acciones nefarias merece el estado (Yati) de los objetos inmóviles como plantas y minerales (Sthavarata); por las ofensas pronunciadas concurre a pájaros y animales (Pakshi Mrigata), y entregándose a malos pensamientos llega a lo más bajo de los hombres (Antya Jati)" (capítulo 12, verso 9).

Nara simboliza la personalidad terrestre. Hay una clara diferencia entre el “hombre”, su Ego Eterno/Real y el Espíritu: "Aquel impulsor de la vida y faenas del ser corpóreo se llama Kshetrajna ('conocedor del campo'), y el 'sabio Bhutatma' ('Ser que se compone de elementos') se encarga de realizar actos. Otro Ser interno que se genera con todos los encarnados (Kshetrajnas) es Jiva, a través del cual Kshetrajna se torna sensible a placeres y dolores en nacimientos sucesivos. Luego está el Gran Uno (Mahakshetrajna), y éstos dos últimos (...) se hallan muy unidos con los elementos, instilando a Aquél que reside en los seres multiformes" (Manu, capítulo 12, versos 12 a 14).

Asimismo, Nara refiere al engarce de Bhutatma (cuerpo) y Antaratman (Alma Interna/Mente Inferior) que moldean el "personaje terreno", y Kshetrajna (Ego Inmortal) se encuentra por sobre la vida efímera como testigo, experimentándola indirectamente a través de ellos, terminando con el Alma Suprema o Paramatma, la base de todo el cuadro.

Los humanos deben salvarse concretando los anhelos de su Divino Padre (Kshetrajna) o caer por inobservancia, prefiriendo vivir según pasiones grotescas. El Manava Dharma Shastra señala que los insensatos y vulgares (avidvamsonaradhamah), adictos a los sentidos y casquivanos, obtienen una existencia condicionada por múltiples faltas (ibídem, verso 52), siendo Nara [átomos vitales] lo que entra en dicha tesitura y no Kshetrajna. El concepto tampoco implica un "castigo personal", sino un efecto por acciones humanas que pueden perdurar a lo largo de varios renacimientos (HPB Series n° 25, p. 34).

Cualquier Sabio auténtico de perspicacia intachable ve la semblanza de alguien en plantas, criaturas o rocas, y saber que sus partículas les concibieron, pero los "psíquicos" imperfectos -para hoy contados por miles- desvirtúan o mezclan ambas facetas, contribuyendo a la superchería de que "renacemos en planos inferiores".


Parte 2 y final, marzo 2015

Nuestro Karma está indisolublemente conexo al que tiene el mundo. No es posible soslayar un destino común, pero estamos bajo el precepto ineludible de practicar virtudes y asistir al prójimo. Si atendemos a la Conciencia Divina y se demuestra ética cotidiana, damos a las "vidas" del cuerpo una índole superior haciendo que permanezcan en el reino humano, engendrando buenos pensamientos y emociones sutiles o más nobles, y atraemos influjos de carácter similar; entonces, toda la Naturaleza emite "ondas" finas y armoniosas para el bien de todos. Existen relatos de grandes sabios, en torno a cuyas ermitas residían animales salvajes mostrando y recibiendo perfecta calma. De tales individuos se habla en el Libro de Job (capítulo 5, versículos 22-23): "No tendrás temor de las fieras, porque con las piedras del campo estarás en alianza, y las bestias vivirán en paz contigo".

Si, por el contrario, nos focalizamos en impulsos viles y egoístas, nuestros "inquilinos metafísicos" contraen rasgos brutales, que al pasar a otros semejantes les inspiran a cometer obras de vicio y maldad. Así, nos hacemos responsables de impedirles a ellos y a la Naturaleza su marcha progresiva hacia estratos superiores, cosechando efectos de dolor, tristeza y más ignorancia.

Al explicar la doctrina persa del renacimiento en animales, Judge sostiene: "Esos átomos prorrumpen de todos nosotros a cada minuto, y buscan su centro apropiado o similar al temple de quien los desarrolla. Absorbemos de nuestros semejantes todo lo que se nos parece, y así es como el ser humano 'vuelve a encarnar' en reinos inferiores porque es el 'señor' del gran laboratorio de la naturaleza, su clave, foco y concentrador supremo. Y los corpúsculos que remite a las bestias volverán a él en alguna vida futura para desmedro, pero su faceta inmortal no decae, sino sólamente la más burda o personal. El hombre es hermano y maestro de todo ser que se halla a sus pies, por lo cual no tiene derecho a obstaculizar la naturaleza con faltas de virtud" (Heart Doctrine, p. 145).

En la Parte 1 esbozamos una de las tres realidades incumbentes al "retorno cíclico" en criaturas. La segunda es que los pensamientos de un individuo, aparte de modelar átomos de sus tejidos u órganos, tienen efectos inequívocos sobre el cuerpo astral mientras vive y posterior a la muerte. Si la persona fue egoísta, maléfica o viciosa, su "capa" interna asume el talle del animal feroz o reptil que homologa su carácter. En apariencia externa, los hombres o féminas con dicho pergenio pueden mostrar cariz normal o gran belleza, pero sus componentes invisibles a nuestros ojos -y bien percibidos por dotados veraces- adquieren figuras animales, grotescas o repulsivas, al ser el producto de sus pensamientos y actos.

Cuando un humano fallece, la anatomía tangible se desintegra y sus partículas somáticas (tendencias psicológicas) pasan por ciclos de transmigraciones en ámbitos naturales. La suma de pensamientos y deseos más nobles gravita hacia el Ego Superior, y aferrándose a él llega al Devachán; luego, en el área de Kama-Loka su constitutivo paralelo se une con el astral, carente de todo intelecto. Allí la "basura" tenue fabrica un "cadáver inconsciente" conocido bajo los nombres de bhut, pisacha, elementario, etc. Si en la vida mundana el occiso aplicó ideas y obras beneficiosas, su Kama rupa se disuelve pronto, mas si se entregó a modos perversos, manipuladores o materialistas la cobertura astral "digiere" el semblante de animales bravos o luce deforme, equivaliendo precisamente al carácter del muerto. Dichos residuos impuros siguen activos muchos años en Kama Loka y generan desequilibrios en la naturaleza, de lo cual la persona responderá bajo la Ley Kármica.

El cuerpo astral está hecho de cierta materia que el humano comparte con el mundo animal, exhibiendo afinidades espontáneas; por ello, los restos análogos de un muerto se adhieren a igual estrato sutil de sus "hermanos menores", pero sin implicar que el hombre adopte figuras animales. Aquí comprendemos mejor el episodio del asceta Jada Bharata [Parte 1], y el Bhagavad-Gita enseña: “Se dirige a lo mismo todo aquél que, como secuela de la constante meditación en una forma particular, piense en ella al abandonar su cuerpo físico” (VIII, verso 6). Así, el astral del sujeto adquirió la "estampa" del ciervo, y tras la muerte finalizó en el medio animal.

El tercer axioma se vincula con el reingreso del Ego en otro cuerpo, tras dejar su vida previa y Devachán. Todos sabemos que el marco físico humano es consecuencia del nexo entre células germinativas masculinas y femeninas. Puesto que la fineza de nuestro organismo y el proceso reproductivo dependen de los alimentos consumidos, el Ego que busca nacer debe "tomar posesión" en un gameto andrógeno y a través de la dieta seguida, con vistas a procurarse el nuevo soma alojado en el útero. Los Maestros teosóficos no se explayan mucho sobre el particular, al considerarlo más bien abstruso, pero dan ciertos indicios. El Chhandogya Upanishad consigna (cap. 5 y párrafo 10d): "Allí [la “esfera de la Luna” o Devachán] permanecen [los Egos espirituales] mientras les quede bondad. Cuando se agotan, vuelven por el camino que recorrieron: primero a esta esfera, del espacio al aire, para después convertirse en humo, nubes errantes y lluvia que nutre el campo, donde aparecen arroz, cebada, pastos, árboles, sésamo y frijoles. Es sumamente arduo salir de ahí, pues todo quien come alimento y esparce la semilla, como él nace el hombre caído" (versículos 5 y 6).

Las cláusulas previas tienen poco sentido si se toman literales. El "hombre caído" designa al Ego reencarnatorio, que adviene en un cuerpo análogo al de quien lo engendra. Se dice que Manas reside "prisionero" en plantas y granos alimenticios, desde donde emigra a diversos cuerpos animales que los ingieren; por eso, el Upanishad y Sri Shankaracharya sostienen que es complejo para Aquél -recluso en múltiples criaturas- entrar en un hombre fértil, y Su destino se halla condicionado a virtudes o defectos morales: “Entre ellos, los de buena conducta pronto alcanzarán nacimientos felices: maestros eruditos, héroes o gente de riqueza; pero los innobles devienen perros, cerdos, Chandalas o parias" (ibídem, verso 7).

En cuanto a los individuos ferósticos o proclives a malos pensamientos, el Ego puede quedar cautivo en animales y plantas durante la transición del estado incorpóreo al tangible, por tiempo considerable o proporcional a sus yerros, antes de encontrar un cuerpo humano acorde al Karma pretérito; sin embargo, es sólo un periodo de mayor o menor lapso, de acuerdo estricto con la Ley. Un paso rápido es producto de buen Karma, y la demora significa que el Ego se mantendrá sin encarnar, con la consiguiente pérdida de aprendizajes en el plano terrestre.

Además, en aquel contexto debe auscultarse el Manu Smriti que relata el "viaje humano" a cuerpos rocosos, vegetales y animales debido a ofensas por actos, mente y habla. Un mayor estudio de dichas leyes cruciales muestra el aspecto científico de la ética con que todos lograríamos el bien del mundo y la propia ventura. "Cada persona tiene un imperativo no sólo consigo misma, sino también para los átomos que utiliza, pues representa su principal educadora. Al poseer un número de ellos o desprendiéndolos en todo momento, debiera vivir de modo tal que asimilen un nuevo impulso hacia el entorno humano, en comparación con las bestias. Esa impronta y pujanza otorga afinidad por nuestros cuerpos y cerebros, o les envía a reinos inferiores mediante pasiones brutales (...). A partir de estos principios verdaderos, la gente podría llegar a creer en la transmigración como una manera oportuna y fácil de proponer el asunto, e indicar reglas de conducta" (Heart Doctrine, p. 131-132).

31 de octubre de 2023

La reencarnación en los animales


En 1894, William Judge compuso el texto llamado “Reincarnation of Animals”, que se publica hoy en “William Q. Judge Theosophical Articles”, vol. 1, y también "WQJ Pamphlet n° 1, 'Reincarnation'", de lo cual citamos:

“Se ha dicho muy poco acerca de si la teoría reencarnatoria es aplicable o no a los animales, y del mismo modo que a nosotros. Sin duda, si los miembros brahmanes que conocen bien las obras sánscritas sobre el tema publicaran sus puntos de vista, al menos tendríamos gran cantidad de material para pensar, y encontraríamos muchas claves en los supuestos y alegorías hindúes. Inclusive el folclor análogo sugeriría mucho. Bajo todas las 'supersticiones' populares se puede encontrar un gran elemento de verdad escondida, cuando se examina la noción vulgar a la luz de la Sabiduría-Religión (...) Si poseen tales conceptos sobre el destino de los animales, un análisis cuidadoso podría proporcionar sugerencias valiosas.

Si analizamos la inquietud de acuerdo con la Teosofía, vemos que existe una amplia diferencia entre el ser humano y los animales. El primero reencarna en la misma condición porque ha llegado al culmen de la actual escala evolutiva, y no puede regresar [a un nivel inferior] pues Manas está muy desarrollado. Tiene un Devachan [“paraíso” temporal creado por uno mismo luego de la muerte] en cuanto pensador consciente, pero los animales son incapaces de desarrollar dicho principio, y por eso tampoco están autoconscientes en el sentido humano. Además, y por su condición pedánea, el reino animal aún tiene el impulso de elevarse a formas superiores; mas tenemos la declaración inequívoca de los Adeptos a través de H.P.B., de que si bien es posible que los animales asciendan más en su propio reino, en esta evolución no llegarán al estado humano, ya que alcanzamos el punto medio o de inflexión en la Cuarta Ronda (1). Sobre este punto, y en el segundo volumen de la Doctrina Secreta (primera edición, p. 196), una nota a pie de página dice:

'Al llamar 'desalmados' a los animales, no se está privando de un alma a la bestia -desde la especie más humilde hasta la más elevada-, sino sólo de un Ego-Alma consciente y superviviente, es decir, ese principio que persiste tras la muerte humana y reencarna en un individuo semejante. El animal tiene un cuerpo astral que sobrevive a la forma física por un corto período, pero su Mónada (animal) no reencarna en la misma especie, sino en otra superior, y por supuesto no tiene 'Devachan'. Posee las semillas de todos los principios humanos, pero están latentes'.

Aquí se hace la distinción referida anteriormente: se debe al Ego-Alma, o Manas junto con Buddhi y Atma. Puesto que esos componentes son potenciales en el animal y la puerta al reino humano se encuentra cerrada, pueden elevarse a formas con mayor avance, pero no hacia la humana (2). Por supuesto, tampoco significa que 'ningún perro u otro animal jamás encarnen como tales', sino que la mónada es proclive a ascender a otra especie, cualquiera que sea, siempre que haya superado la necesidad de una experiencia más completa como 'perro', 'gato', etc. Este autor supone que sería lógico que la forma astral-animal no durara mucho, como dice Blavatsky, y con ello que los espectros homólogos no fuesen comunes, si bien este es el hecho. He oído hablar de muy pocos casos donde un animal favorito hizo una aparición tras la muerte, pero ni siquiera el prolífico campo del espiritismo ofrece tantos ejemplos similares. Quienes sepan sobre el mundo astral, están enterados de que los humanos asumen allí formas de animales u otras -a las que más se parecen en carácter-, y que ese tipo de manifestación no se limita a los muertos, sino que es más común entre gente viva. Es mediante tales signos que los clarividentes conocen la vida y el pensamiento de la persona que tienen ante ellos, y fue bajo el funcionamiento de esta ley que Swedenborg vio tantos aspectos curiosos en su época”.

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Habiendo visto la primera parte del artículo por Judge, es necesario explicar algunos puntos. Incluso con tentativas de elucidación, parte de las enseñanzas seguramente continuarán sin estar claras si uno no estudia Teosofía, pero la profundidad y riqueza del tema pueden inspirarnos a hacerlo.

Los extractos (1) y (2) se relacionan con un postulado en “La Doctrina Secreta”, donde Blavatsky y los Mahatmas sostienen que en el punto medio de la Raza o Época Raíz que precedió a la nuestra (Atlante), se mantuvo cerrada la “puerta” o posibilidad de ingreso desde los ámbitos inferiores de la Naturaleza al reino o condición humanos, por el resto del ciclo vital de los siete globos de la Cadena Terrestre. En otras palabras, aquellas mónadas o esencias espirituales que evolucionan en el reino animal no podrían volverse humanas hasta dentro de miles de millones de años, cuando se produzca una nueva Cadena Planetaria como “reencarnación” de la actual. Esto se debió a que ese momento cronológico -4ta subraza de la 4ta Raza-Raíz, en el 4to Globo y 4ta Ronda- era la medianía exacta de dicha serie, tras la cual se requirió alcanzar una especie de equilibrio durante el resto de sus Siete Rondas.

“Las Mónadas que aún no habían alcanzado la etapa humana, debido a la evolución de nuestra especie, se verán tan atrasadas que llegarán a nuestro nivel sólo al término de la séptima y última Ronda. Por lo tanto, no serán hombres en esta cadena, sino que formarán la humanidad de un futuro Manvantara y serán recompensados convirtiéndose en 'humanos' durante una cadena superior, recibiendo así su desagravio kármico. A esto sólo hay una excepción, por muy buenas razones, de la cual hablaremos más adelante [aludiendo a los simios, que según la Teosofía descienden del hombre primitivo y no al revés, y están destinados a extinguirse durante esta Quinta Raza, pasando algunos de ellos al reino humano al final de la Sexta; ver “La Doctrina Secreta” 1:184, 2:262-263] (...) No se han encarnado nuevas Mónadas desde el periodo medio de la civilización atlante (...) La última Mónada humana reencarnó antes del inicio de la 5ª Raza-Raíz (...) Aquéllos que aún ocupen formas animales tras el punto de inflexión de la Cuarta Ronda, no se convertirán en hombres durante este Manvantara. Llegarán muy cerca del nivel humano sólo en postrimerías de la Séptima Ronda para ser, a su vez, introducidos en una nueva cadena después del pralaya” (“La Doctrina Secreta”, vol. 1, p. 173, 182, 184-185; vol. 2, p. 302). A primera vista, esto puede parecer "injusto" para los seres “atrapados” en el reino animal durante largos millones de años, pero eso se aborda más adelante en el artículo de W.Q.J.

La cita anterior en color verde por Blavatsky aclara que los animales no poseen un alma individual o Ego divino como en nuestro caso. La potencialidad se encuentra latente en ellos, pero no se manifestará hasta que pasen al reino humano. Con respecto a los Siete Principios, el animal tiene cuerpo físico y astral, vitalidad (Prana), deseos (Kama) y en algunas especies un cierto grado de “mente animal” que podría verse como los rudimentos de Manas inferior. Por ejemplo, en los delfines y otros cetáceos su mente e inteligencia están notablemente desarrollados y parecen muy humanos, pero aún así no disponen de Egos particulares, aunque sin duda “van casi al grano”, como expresara H.P.B. No obstante, el Espíritu SÍ está presente en animales, plantas, minerales y también seres elementales. Toda criatura y todo lo existente conforman el Único Espíritu Divino e Infinito en su esencia más íntima, y esto teosóficamente suele llamarse “Mónada” (“unidad última”), o la conjunción de Atma y Buddhi.

“Los términos 'mónada mineral', 'vegetal' y 'animal' pretenden crear una distinción somera: no existe una Mónada (jiva) que no sea divina, y en consecuencia, haya sido humana o esté en proceso de serlo" (“La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 185).

“La 'Mónada' combina los dos últimos 'principios' humanos, a saber, sexto [Buddhi] y séptimo [Atman]; hablando con propiedad, la frase 'mónada humana' se aplica sólo a ellos (...) no únicamente a su parte espiritual más elevada o Atma (...) Ahora bien, la Esencia Monádica -o más bien Cósmica (si se permite el término)- en el mineral, vegetal y animal, difiere en la escala de progresión aunque sigue siendo la misma a lo largo del ciclo, desde el elemental más bajo hasta el Reino Dévico” (“La Doctrina Secreta”, vol. 1, p. 178).

“El 'hombre primitivo' fue un humano sólo externamente. No tenía mente ni alma (...) Esta especulación –si puede llamarse así– al menos es lógica, y llena el abismo entre la mente humana y animal" (“La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 189).

“Entre el hombre y un animal -cuyas Mónadas (o Jivas) son fundamentalmente idénticas- existe el abismo infranqueable de la Mentalidad y Autoconciencia. ¿Qué es la mente humana en su aspecto superior? ¿De dónde viene, si no es una porción de la esencia (...) de un Ser o plano divinos? (...) ¿Qué es lo que crea tal diferencia, a no ser que el humano represente un animal con un dios vivo al interior de su caparazón físico?" (“La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 81).

De conformidad con lo anterior, toda alma humana es un dios o Ser de Luz que encarnó masivamente en el “hombre-animal” desalmado de la Tercera Raza Raíz o Lemuriana. Estos seres se convirtieron en Egos o individualidades permanentes y reencarnantes, y la literatura teosófica los nombra como Manasaputras, Kumaras, Agnishvattas, Pitris Solares, Prometeo colectivo y Hueste Luciferina; por lo tanto, nuestro verdadero "yo" no es de un tipo personal, sino más bien aquel Manas Superior o rayo individualizado de la Mente Universal, permitiendo un vínculo consciente y poderoso entre Atma, Buddhi y el hombre físico.

“Los Hijos de MAHAT [designación para la Mente Universal] tuvieron por misión vivificar la 'Planta' humana. Son las Aguas que caen sobre el árido suelo de vida latente, y las Chispas insufladoras del animal humano, los Señores de la Vida Espiritual eterna” (Comentario Esotérico en “La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 103).

“La mónada del animal y el hombre son inmortales, pero la bestia no lo sabe, y tiene una vida de sensaciones tal como sucedía con el primer humano, cuando alcanzó el desarrollo corporal en la Tercera Raza, y si no hubiera sido por los Agnishwatta y Pitris Manasa” (“La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 525).

“Sería muy engañoso imaginar a la Mónada como una Entidad separada, continuando su lento camino en una vía distinta por los Reinos inferiores (...) pero es una manifestación concreta y secuencial de la Energía o Monas Universal que aún no se ha individualizado. El océano (de materia) no se divide en sus gotas potenciales y constituyentes, hasta que el barrido de impulso vital logra la fase evolutiva del nacimiento del hombre. La tendencia a la segregación es gradual en mónadas individuales, y en los animales superiores llega casi al punto (...) La 'Esencia Monádica' comienza a diferenciarse imperceptiblemente hacia la conciencia particular en el Reino Vegetal” (“La Doctrina Secreta”, vol. 1, p. 178-179).

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El artículo de Judge "Reincarnation of Animals" concluye así:

“De esta manera, se responde a la objeción basada en el inmenso número de animales, tanto vivos como muertos, que exige un suministro de mónadas en dicha etapa. Si bien se afirma que 'ya no pueden ingresar más mónadas animales en el escenario humano', no se dice ni infiere que se haya detenido el flujo entrante para el reino animal. Es probable que aún estén llegando desde otros mundos para evolucionar entre las especies de nuestro planeta. No hay nada inasequible en ello, y proporcionará pistas para elucidar la procedencia de nuevas mónadas animales, suponiendo que aquí todas las actuales hayan agotado el número total de especies superiores y posibles. Asimismo, es muy lógico que las mónadas animales sean transmitidas a otros miembros de la cadena terrestre antes que el hombre con el propósito de su desarrollo, y eso disminuiría la cantidad de sus apariciones en este globo, pues lo que mantiene al hombre por tanto tiempo en el plano físico es el gran poder de su pensamiento, lo cual hace que un Devachán dure cerca de quince siglos para todos -con excepciones-, y tenga mucha más extensión entre los que anhelan llegar al 'cielo'. Sin embargo, y al carecer de Manas desarrollado, los animales no tienen Devachán y avanzan al siguiente planeta de la cadena. Esto sería consistente y útil, ya que les da oportunidades de crecer y prepararse para el momento en que las mónadas de ese reino comiencen a elevarse hacia un nuevo reino humano. Y al contrario de lo que pudiera pensarse, no habrán perdido nada y se convertirán en ganadores”.

Además de explicar que cada planeta del Sistema Solar es una masa de siete globos unidos, en diferentes grados de sustancia, y que todas las mónadas progresan secuencial y colectivamente de uno a otro durante el largo sendero evolutivo, Blavatsky no reveló mucho sobre las otras seis esferas de nuestra “Cadena”, pero Judge sugiere -probablemente en un contexto muy oculto- de que el siguiente orbe con menor fisicalidad en dicha serie se utiliza con fines de desarrollo permanente de mónadas animales.

Por otra parte, varios teósofos han concluido que en general no puede aplicarse la afirmación de que "Devachán dura un promedio de 1.500 años", ya que el número de almas humanas conectadas con la Tierra ha sido fijado y concluyó desde los tiempos de Atlántida, y sin embargo, la población ha aumentado en más de 6 mil millones en el último siglo. Para más detalles, léase "¿Cuánto tardamos en reencarnar?".

Surge otra interrogante común: si los animales algún día se tornan humanos, ¿puede ser que éstos últimos eventualmente se conviertan en aquéllos? Blavatsky responde: "Aunque los simios descienden del hombre, no es cierto que la Mónada humana, una vez alcanzada esta condición, encarne de nuevo en la forma de un animal" (“La Doctrina Secreta”, vol. 1, p. 185).

Aun cuando la Teosofía reconoce que un alma humana puede hundir su consciencia de forma cada vez más denigrante a lo largo de vidas sucesivas, e incluso volviéndose peor que un animal, sostiene que no regresamos a ningún ámbito inferior cuando reencarnamos, y tampoco hay posibilidades para ello, en parte porque un cuerpo subhumano es incapaz de albergar una entidad tan compleja como el alma. Sin embargo, es cierto que religiones como hinduismo, budismo, jainismo y sikhismo enseñan que "el alma puede retroceder a una encarnación animal o más básica a raíz de karma negativo". Como se describe en esta entrada, ese concepto tiene una base supersticiosa e ignorante debido al malogramiento intencional de ciertas verdades metafísicas, a semejanza de lo que ocurre con todos los principales credos. También hay un cuento de William Judge sobre el particular, titulado “The Persian Student's Doctrine”.

Finalizando, cabría reseñar brevemente la visión teosófica atañente a dos problemáticas:

a) Crueldad hacia y entre especies. El texto por Blavatsky "¿Por qué sufren los animales?" ha tenido mucha trascendencia a nivel planetario y generacional, y aún si la autora denuncia que miríadas de "hermanos menores" padecen maltratos u óbitos por acción humana, esto no se trata de ningún Karma perteneciente a aquéllos, sino más bien es creado por particulares de nuestra especie, y de lo cual tendrán que asumir las consecuencias tarde o temprano. En cuanto a la pregunta de "por qué algunos animales causan sufrimiento a otros", la Teosofía no ahonda mucho en ello, pero posiblemente es un tipo de Karma a nivel puramente físico, es decir, que sobrevienen daños tangibles debido al instinto de ciertas criaturas para comer o defenderse (ver “William Q. Judge Theosophical Articles”, vol. 2, p. 566); pero al carecer de Manas Superior, ningún animal tiene la capacidad ni intención de infligir dolor o tortura deliberados, a diferencia del reino humano donde esto sucede a diario, y es uno de los peligros que arrostramos por constituir individualidades inteligentes y conscientes.

Sin embargo, no es sólo en Occidente donde se produce crueldad hacia los animales, pues incluso en países como India existe un historial significativo de violencia y actos negligentes contra ellos; por ejemplo, hoy esa nación posee estadísticamente más casos de esa categoría que Reino Unido, y asimismo exhibe un condicionamiento cultural de larga data y contraria a tener mascotas, domesticar animales y expresar afecto hacia ellos, lo cual desafortunadamente es respaldado por muchos indios de la L.U.T. como si fuera una actitud "espiritual".

b) Consumo de carne vs. vegetarianismo. Helena Blavatsky aclaró: "(...) cuando la carne animal es asimilada por el humano por alimentarse de ella, le imparte fisiológicamente algunas características del animal del cual provino. Además, la ciencia oculta enseña y prueba esto a sus alumnos mediante una demostración meticulosa (...) este efecto que hace al individuo 'más burdo' y 'animal' es de mayor intensidad si consume carne de especies grandes, menor en el caso de aves y todavía más reducida para el pescado y otros (...) Mientras tanto [la gente común] debe comer para vivir, por lo cual aconsejamos a los estudiantes realmente serios que se nutran de tal modo que haya poca obstrucción y peso en sus cerebros y cuerpos, y tengan la menor incidencia en obstaculizar y aplazar el desarrollo de su intuición, sus facultades y poderes internos (...) Recuerde, de una vez por todas, que (...) asumimos un punto de vista racional, y nunca fanático. Si una persona no puede dejar la carne debido a una enfermedad o hábitos muy largos, entonces que la coma. No es ningún crimen; sólo diferirá su proceso un poco, pues al fin y al cabo (...) los actos y funciones puramente corporales son mucho menos importantes que lo que alguien piensa y siente; lo que desea anima su mente, y permite echar raíces y crecer allí" ("La Clave de la Teosofía", p. 260-262, edición en español).