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15 de marzo de 2022

El autoanálisis, un camino hacia la renovación


Si anhelamos devenir mejores seres humanos, entonces debemos introducir en nuestras vidas el ejercicio del autoexamen. Todos deseamos felicidad y aspiramos a hacer lo correcto, pero no nos evaluamos íntimamente ni a nuestras ideas, pensamientos, motivos y hábitos. Nunca nos enfrentamos con ellos de forma directa, sino que preferimos depender principalmente de la opinión de quienes nos rodean, y así nos sentimos como personas “bastante agradables”. Pero como dice el profesor Lewis, de ser individuos "agradables" debemos convertirnos en "nuevos" seres humanos, y para propiciar este cambio, la autoindagatoria es esencial. "Ya sean viciosos o virtuosos, aquéllos que no se examinan a sí mismos, ni a sus motivos, ideas, métodos y hábitos, son como animales. Pueden vivir como tigres rabiosos o gorriones felices, pero no crecen ni progresan" (“The Theosophical Movement”, abril de 1932). 

¿Qué es el autoexamen? Es la evaluación del yo personal/inferior mediante el Ser Superior e Impersonal. La Naturaleza nos obliga a examinar toda nuestra vida en el momento de la muerte, donde vemos con todo detalle las imágenes del proceso existencial en su integridad. Del mismo modo, es menester realizar una autoevaluación al final del día y revisar no sólo los eventos de cada jornada, sino también nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones, sin tratar de explicar o justificar nuestros errores. Debemos tomar nota de nuestros puntos buenos y débiles y determinar el fortalecimiento de los primeros y eliminar las debilidades. Algunas personas comienzan a primera hora de la mañana y continúan hasta el último instante, mientras que otros invierten el proceso comenzando con el último acto y van en retrospectiva.

Si bien podemos realizar un autoexamen al final del día, es necesario practicar la conciencia a lo largo de nuestra vigilia diurna, pues de lo contrario, cuando nos dispongamos a autoevaluarnos, es posible que no recordemos mucho. De vez en cuando tiene que haber un retiro para reflexionar sobre incidentes importantes y cuál fue nuestra reacción, emoción y actitud. En un nivel, la atención plena permite tomar conciencia de nuestros procesos mentales: lo que nos enoja y por qué, con tal de hallar la mejor forma de superar la ira preparándonos para una situación similar a futuro.

Cada uno de nosotros pasa por muchas experiencias en la vida. A menudo escuchamos que la gente dice: "¿Cómo sé lo que tenía que aprender de esta experiencia?" Para asimilar nuestras lecciones en la vida, el análisis introspectivo es igualmente vital. Pasamos por la vida igual como hurgamos los libros: hay lectores voraces que leen muchos textos, pero con superficialidad, al aceptar y rechazar indiscriminadamente los pensamientos allí presentados. Así también, la mayoría de la gente experimenta muchas vivencias presentadas durante el “peregrinaje terrenal”, sin reflexionar sobre ellas ni aprovecharlas como oportunidades para captar dichas lecciones.

Sin embargo, puede haber casos en que no estamos seguros de si hicimos lo correcto o no, o bien puede suceder que nos sintamos muy seguros y que teníamos razón, pero más adelante descubrimos que estábamos equivocados; por lo tanto, es muy importante que exista una base para justificarnos o criticarnos. En lugar de suplicar en nombre de nuestro ser inferior y justificando todas sus faltas, debemos ser nuestros propios evaluadores imparciales, y para ser un buen juez y dirimir de manera ecuánime y correcta, debemos poseer conocimiento.

Por lo anterior, es importante estudiar y comprender las leyes de la vida, la ética y la moral, como también cultivar la discriminación y el desapego. Se sugiere que hagamos un autoexamen a la luz de los Paramitas o Virtudes Trascendentales y de acuerdo con el Ser Superior, ya que de lo contrario no tendríamos ningún criterio para juzgar lo bueno y lo malo. A menudo surge un terrible sentimiento de culpa por la acción incorrecta, y en tal caso podemos adoptar la posición de un observador y permitir que nuestro Ser Superior sea juez, jurado, testigo y ejecutor. Recordemos que es necesario considerar la Ética Universal como nuestra base de juicio y no la moral social o lo que puede haber funcionado para unos pocos individuos. Por ejemplo, algunas personas no arruinarán su relación con los demás bajo la premisa de que "nunca se sabe cuándo podamos necesitar la ayuda de otro" (1). Tal base es limitada y egoísta y va en contra del mantenimiento de las relaciones humanas sobre la base de la HERMANDAD UNIVERSAL.

(1) Helena Blavatsky, en una carta a Alfred Sinnett, terminó diciendo: “Mi amor a la señora Sinnett, y para usted si lo acepta. Atenta PERO NUNCA SERVILMENTE, H.P.B”. Este es un ejemplo de cómo Blavatsky escribía con franqueza (para crear una comprensión profunda) y también preocupación por su destinatario para que reflexionara bien y examinara sus acciones: "Usted no puede dudar de mi amistad y gratitud por su persona y por lo que ha hecho, pero me consideraría la más cruel de las criaturas para leer cómo rebajas al pobre Olcott -cuyos zapatos ninguno de tus teósofos más cultos es digno de desatar- sin decirte lo que pienso de esto. Yo digo que eres injusto y siempre olvidas nuestra posición desventajosa” (“The Letters of H.P. Blavatsky to A.P. Sinnett”, T. Fisher Unwin Ltd., Londres, 1925, carta XXVII, p. 61).

A medida que progresamos, el mal en nosotros asume formas sutiles y difíciles de detectar. Es posible que no odiemos ni tengamos envidia o celos, pero si nos sentimos irritados porque una persona se expresa, se viste o aparenta ser de una determinada forma indica odio en un nivel sutil. El libro “Luz en el Sendero” (Mabel Collins) señala que los vicios del ser humano común experimentan una transformación sutil y reaparecen con un aspecto diferente en el corazón del discípulo, por lo que pasarían desapercibidos si no estamos atentos. Como escribió Gandhi, “podemos no dedicarnos a robar, pero si poseemos aquéllo que no necesitamos, entonces somos como ladrones”.

Además, no sólo debemos considerar nuestros vicios, sino también la autenticidad de nuestras virtudes y sentimientos y el motivo subyacente a las acciones que realizamos. Mencio, uno de los grandes maestros de China, dice:

“Si una persona ama a los demás y ese amor no es devuelto, que se examine a sí misma en cuanto a su amor por otros. Si gobierna a otros, pero su régimen no tiene éxito, que se examine a sí misma en cuanto a su sabiduría. Si dicha persona es gentil con los demás y los otros le responden con descortesía, que se analice a sí misma en cuanto a su verdadero respeto por ellos. Si con lo que hacemos no se logra nuestro objetivo, debemos evaluarnos en cada punto”.

Como el ejercicio del autoexamen continúa día tras día, también es importante determinar si estamos haciendo un esfuerzo genuino para enfrentar nuestras debilidades y fallas. Séneca escribió:

“Todas las noches deberíamos someternos a una revisión: ¿qué debilidad he dominado hoy? ¿A qué pasión me opuse? ¿Qué tentación resistí? Nuestros vicios disminuirán si los llevamos todos los días a la bancarrota”.

No es fácil aceptar con calma nuestras fallas y debilidades, y a menos que se cultive una cierta cantidad de desapego y se asuma la posición de drashta o testigo, el ejercicio de la autoexploración puede generar miedo e incluso depresión, porque lleva nuestra atención a malas tendencias y hábitos objetables. No necesitamos deprimirnos, sino de hecho sentirnos contentos de haber descubierto el tipo de persona que somos. Además, es esencial estudiar otros corazones humanos para tomar conciencia del bien y el mal en una persona desde su perspectiva más amplia, de modo que no nos desequilibremos ni sintamos desesperación al descubrir el mal en nosotros. Como señala “Luz en el Sendero”, "es una especie de bastón en el que apoyarse para saber que otros han seguido ese camino". Por lo tanto, si durante el autoexamen de muchos días resulta obvio que somos codiciosos o que fingimos la mayor parte del tiempo, entonces debemos pensar seriamente que esa debilidad o falta no representa nuestra total persona. “Mi Ser Superior es más grande y poderoso que ese defecto y puedo elevarme por encima de él”.

Siempre se recomienda que ningún autoexamen termine con la observación de las debilidades y flaquezas del ser inferior. El último paso en el ritual de esta introspección es permanecer en la posición de testigo, en unión con nuestra naturaleza divina, y ser gentil con la naturaleza inferior de uno, como una madre que después de reprender al niño que se comportó mal le habla de forma tranquilizadora y lo alienta a seguir madurando. Nuestra mente inferior es producto de la Mente Superior, y también un alumno que puede aprender por medio de la disciplina a lograr mejores cambios.

El autoexamen persistente y el reconocimiento de nuestras imperfecciones pueden dar lugar a una tendencia mórbida, enraizada en el egoísmo (2) o en la fantasía de que "tenemos más fallas que otros" y que "los nuestros son defectos terribles". En nombre de la humildad nos permitimos incurrir en la morbosidad, pues como dicen: “si no podemos ser alguien especialmente 'bueno', queremos ser alguien especialmente 'malo'". En el libro “Cartas que me han ayudado”, William Judge habla sobre la falta de sabiduría que implica "analizar siempre nuestros errores y fallas" y también da el importante consejo de que "lamentarse es un desperdicio de energía".

(2) El autor ha identificado un principio práctico muy útil de la psicología: no sólo se sabe en el esoterismo que el Ego puede actuar para humillarnos o exaltarnos (en este caso, a través de la autoidentificación mórbida con los defectos), aunque también puede crear orgullo cuando nos comportamos mejor. Sin embargo, si se transforma y redirige desde cualquiera de estas tendencias egoístas a través del Raja Yoga y se ponen a su servicio, la personalidad puede ser un gran aliado y ayudante del ser humano.

A muchas personas les disgusta cuando se les muestran sus debilidades o las ven por sí mismas y, por lo tanto, la práctica del autoexamen puede tomar bastante tiempo antes de nos enfrentemos cara a cara con esas fallas y defectos. Sólo cuando la sinceridad auténtica del corazón y la honestidad de la mente estén suficientemente desarrolladas podremos evaluar nuestras debilidades. El primer paso es tomar conciencia, incluso antes de que comencemos el trabajo de transformación; al respecto debemos reflexionar sobre estas palabras de Robert Crosbie:

“Nadie que vea sus errores puede ser un caso sin esperanza. Cuando nos damos cuenta que estamos engañados, en ese momento la ilusión desaparece, aunque nos encontremos rodeados por las consecuencias de esa quimera y tengamos que abrirnos paso a través de ellas. Cualquier problema e impedimento proviene de la autoidentificación con delirios y errores, y éste es el engaño de los engaños”.

Indudablemente, podemos tomar conciencia de nuestros defectos al compararnos con otros compañeros de estudio. Además, los estudiantes mayores y más experimentados pueden señalar las imperfecciones y errores en los aprendices más jóvenes y con menos camino recorrido, pero la mejor manera es tomar conciencia de esos defectos por nosotros mismos. Habiendo notado estos vicios uno debe trabajar de manera constante y sin perder tiempo, aunque también teniendo cuidado de no apresurarse demasiado ni entusiasmarse para lograr mucho en el corto plazo. La planificación de las horas de trabajo, sueño, recreación, etc., es el requisito externo, mientras que las necesidades internas son motivos limpios, pensamientos/sentimientos correctos y asiduidad en la aplicación teosófica. A menos que se cumpla este doble requisito, el autoexamen no tiene sentido.

El método introspectivo es un camino hacia el autoconocimiento. En parte, cada estudiante es un (a) "teósofo (a) de nombre" que sinceramente entiende y adhiere a la Doctrina del Ojo, y es en parte "teósofo (a) por naturaleza" que no sólamente predica sino practica las doctrinas teosóficas y que se ha transmutado a sí mismo (a) para convertirse en devoto (a), una persona "diferente" que vive por y sirve a la Teosofía y la humanidad a través de ella; de esta manera, la autoexaminación nos lleva cada vez más a convertirnos en "teósofos por naturaleza".

(De la revista "The Theosophical Movement", junio 2018). 

27 de febrero de 2022

Examinando nuestros motivos


La activista Peace Pilgrim, quien difundió mensajes de "paz", enfatizaba que la "purificación" es uno de los pasos hacia la tranquilidad interior y sugiere que además de limpiar el cuerpo, los pensamientos y deseos también existe la necesidad de purgar los motivos. Podríamos preguntarnos antes de realizar cualquier acción si la hacemos por codicia o con el motivo de auto-glorificación y no es fácil desistir de hacer tales acciones. Además, si examinamos de cerca encontramos que la mayoría de las veces tenemos motivos mixtos y sólo hay pocas circunstancias en que se nos pide que actuemos completamente por malas motivaciones. Incluso un individuo de negocios tiene razones encontradas: adquiere medios económicos pero también apoya a su familia y podría contribuir al bienestar de su comunidad. Usted no encontrará paz interior si su motivo es conseguirla sólo en términos egoístas; así, la finalidad debe ser el servicio. Peace Pilgrim conoció a un buen arquitecto y descubrió que estaba haciendo el trabajo correcto con un motivo equivocado, que era ganar mucho dinero y concretar sus ambiciones de arribismo social. Cuando cayó enfermo debido al exceso de actividades, Peace le aconsejó que hiciera poco trabajo sólo por servicio y le habló acerca de la alegría que hay implicada en ello pues sabía que una vez que él experimentara ese proceso nunca volvería a sus viejas costumbres. Tras algunos años y cuando se encontraron nuevamente, él era una persona distinta; Peace supo entonces que confeccionaba planos que se ajustaban al presupuesto de sus clientes. Se podía ver que su motivo era ser útil, y como resultado más personas acudían a este profesional para obtener diseños de casas. La autora escribe: "He conocido a algunas personas que se vieron obligadas a cambiar sus trabajos con tal de transformar sus vidas, pero he sabido de muchas más que simplemente tuvieron que cambiar su motivo de servicio para experimentar esa transformación".

En nuestra búsqueda de conocimiento y mientras aspiramos a la vida superior, de vez en cuando es bueno examinar cuáles son nuestras motivaciones. El móvil gobierna el pensamiento y está en el centro de nuestros corazones, por cuanto representa lo esencial. Sin un propósito no puede haber movimiento, ni iniciación de obras, ni voluntad. El pecado o efecto contaminante de una acción y el mérito o resultado purificador de la misma no residen en la naturaleza del mero acto realizado, sino en el sentimiento interno que lo acompaña. A menudo una llamada "buena obra" se realiza con un motivo impuro o ulterior, como también descubrimos que una acción aparentemente mala tiene un buen motivo subyacente.

Cuando surge el deseo de llevar una vida espiritual o entrar en el estudio del ocultismo debemos preguntarnos "¿por qué aspiro a esto?" A menudo el motivo aparente es sólo una máscara con que se oculta la razón real. Si examinamos cuidadosamente encontraremos que incluso en la formulación de motivos nobles se produce una serie de despertares progresivos. En este sentido hay personas que acuden a la Teosofía porque se sienten atraídas por un orador o una persona particular, y muchas veces el motivo que yace en nuestras actividades espirituales es la ambición de adquirir fama y ejercer poder e influencia, como también existe el deseo de conocer a los Maestros. Aún más común es la razón oculta de lograr moksha o la libertad del nacimiento o la muerte y por ende del sufrimiento. Es muy raro que uno comience a recorrer el camino con el motivo elevado de servir a la humanidad y por ello se nos advierte: “El discípulo que emprende la tarea esperando secretamente fama o éxito y con objeto de aparecer como maestro y apóstol ante el mundo, falla incluso antes de que intente esa tarea y su hipocresía oculta envenena su propia alma y las de aquéllos a los que toca" ("Light on the Path", p. 68).

La resolución de servir a la humanidad es la fuerza que brinda a una persona la oportunidad de recorrer el Camino del discipulado. Un Maestro de Sabiduría dice lo siguiente para quienes llegan a la Teosofía con el anhelo secreto de adquirir conocimientos y poderes ocultos o con el deseo de contactar a los Mahatmas:

"Sólo quien tiene el amor de la humanidad en su corazón es capaz de comprender a fondo la idea de una Hermandad práctica y regeneradora, y tiene derecho a la posesión de nuestros secretos. Tal persona nunca usará mal sus poderes ya que no habrá temor de que los convierta en fines egoístas. Un individuo que no sitúa el bien de la humanidad por encima de su propio bienestar no es digno de convertirse en nuestro chela y menos aún de llegar a ser más sabio que su prójimo".

Se nos alienta a que examinemos nuestro motivo para buscar este conocimiento, ya sea para ayudar a la humanidad o beneficiarnos y obtener ventajas sólo para nosotros. Este móvil traerá sus propias consecuencias que son nefastas para quien incursiona en el ocultismo práctico sin la purificación necesaria o con anhelos egoístas. Por lo tanto, se nos dice que analicemos nuestro propósito para asegurarnos de que nos lleve a ser más capaces de ayudar y enseñar a otros, pero como dice el libro "La Luz de Asia" (Edwin Arnold) “nada perdura, las virtudes justas se pierden con el tiempo y los pecados mefíticos se purgan de ese modo”. Nuestra motivación puede sufrir cambios y por tanto es necesario continuar el examen de la misma, porque es posible que hayamos comenzado con un motivo puro y a medida que escuchamos a otras personas sobre su progreso espiritual y la adquisición de ciertas habilidades podemos desear adquirir facultades similares para nosotros. A través del autoexamen diario nos daremos cuenta si estamos a la altura de nuestro motivo y en caso contrario podemos tomar medidas correctivas.

Es una buena práctica poner a prueba nuestros corazones periódicamente. Podemos mirar a profundidad en ese ámbito íntimo y descubrir nuestras motivaciones para varias obras que ya hemos realizado y para las que todavía debemos llevar a cabo. Si somos honestos con nosotros mismos admitiremos que nuestras razones son de naturaleza mixta, y si siempre hemos actuado con aliciente puro entonces deberíamos haber logrado un gran progreso en nuestros esfuerzos de llevar una vida espiritual. Tenemos que formularnos el motivo más elevado y esto se puede hacer a través de meditación y práctica. El Buda tuvo la inquietud de buscar la causa para la miseria humana cuando vio a un hombre enfermo, un anciano y otro muerto. De esta forma se dice que el primer paso en la verdadera magia es la devoción a los intereses de nuestros semejantes y en eso tendremos la oportunidad de probar la fuerza y pureza de nuestros motivos de muchas maneras y en varias ocasiones. William Judge escribe: “Que tu objetivo sea encontrar a Dios; tu motivo, conocerte a ti mismo por el bien de la Theosophia y la humanidad (...) Si quieres ayudar a otros, entonces debes poseer el motivo verdadero, y si usas tu voluntad en esta causa se te dará sabiduría, paz y todos los poderes".

Además, un buen motivo implica buena intencionalidad y un Maestro de Sabiduría señaló que ese aliciente es como la humedad atmosférica atenuada que si se concentra y aplica puede usarse como vapor o energía hidráulica; así, el valor práctico del motivo se ve mejor cuando toma la forma de hechos.

Es una experiencia muy común en la vida de un aspirante sincero que incluso cuando realiza un acto con motivo bueno y puro termina constituyendo un error; algo sale mal entre la finalidad y la acción real. Cuando aprendemos a juzgar nuestra motivación a la luz de los resultados reales de nuestras obras a menudo nos sentimos desconcertados o nos invade el horror, porque donde pretendíamos que de alguna manera resultara el bien vemos que se precipita lo malo, todo lo cual puede deberse a que asumimos que nuestros motivos son siempre correctos y justos cuando en realidad no es así; de esta forma necesitamos conocimiento para determinar la naturaleza de nuestros propósitos. También requerimos sapiencia con objeto de concretar acciones de conformidad con el motivo correcto; por ejemplo, en caso de un accidente callejero y para cuando la persona herida llegue al hospital, podemos tomar algunas medidas para aliviar su dolor sólo para descubrir que en ausencia de un conocimiento adecuado hemos causado daño en lugar de bien. Robert Crosbie señalaba: “Un buen motivo puede salvar el carácter moral, pero no asegura esos pensamientos y acciones que contribuyen al bien supremo de la humanidad. Un buen propósito sin conocimiento hace que en ocasiones el trabajo sea lamentable y a lo largo de las edades hay registros de buenas motivaciones, pero también un mal uso de poder y celo por falta de conocimiento”.

En el artículo titulado "Let Every Man Prove His Own Work" Helena Blavatsky muestra que los filántropos que buscaban hacer felices a otros mejorando sus condiciones físicas (construyendo hogares, instaurando comedores populares, etc.) finalmente terminaron decepcionados y quienes que se habían pasado la vida haciendo tales trabajos confesaron que “de hecho la miseria no puede ser aliviada porque es un elemento esencial en la naturaleza humana y tan necesario para algunas vidas como es el placer para otras (...) esa miseria no sólo es soportable, sino agradable para muchos que la padecen". Por ejemplo, una mujer que trabajó toda su vida para mejorar la calidad de vida entre las prostitutas confesó que esto no era posible para ellas porque parecían "amar el mismo estado que las personas ricas pueden llamar miseria". Incluso hoy sabemos que cuando se dan mantas a los pobres durante el invierno algunos de éstos las venden. A veces se edifican hogares apropiados para ellos e igualmente las comercializan para volver a vivir en sus chozas; por esto, Blavatsky aconseja ejercer discriminación incluso para ayudar a los demás y dice: "Se necesita ser alguien muy sabio para hacer buenas obras sin el peligro de producir un daño incalculable".

¿Y cómo juzga la Ley de Karma nuestras acciones? En Teosofía esta norma se describe como justa y misericordiosa, y mientras trae de vuelta las consecuencias de nuestras acciones buenas y malas el karma toma en cuenta el motivo con que se realizaron esas obras, el estado interno de la persona y también su grado de desarrollo. Cada acto tiene alma y cuerpo -el sentimiento interno y el desempeño externo- y así podemos decir que el motivo con que se realiza la acción constituye el alma de ese hecho. Un aspirante espiritual siempre debe tener cuidado de considerar la motivación interior y no juzgar el hecho externo; alguien puede regalar millones de rupias en caridad, pero si se hace lo mismo con intención de ganar nombre y fama entonces el acto no beneficiará en lo más mínimo a su verdadero personaje. Existe una diferencia en el mérito kármico ganado por una persona que es "caritativa" por obtener celebridad y otra que no tiene tal motivo oculto. Cuando una madre es severa con su hijo al desear que se transforme en una persona honesta y recta, la ley de Karma toma en cuenta su "buen motivo" mientras que reserva consecuencias por su rigidez. Es el motivo y sólo el motivo lo que traza una línea entre la magia blanca y la negra porque el poder oculto conlleva una responsabilidad desconocida e insospechada.

La motivación puede ser interna (como buscar la formación de un carácter noble y divino) o externa (por ejemplo, el beneficio efectivo para otros). Ambas pueden combinarse pues la primera produce una naturaleza comprensiva y la otra una existencia útil. A partir de esto el buen karma debe surgir naturalmente y de esa forma no nos veremos buscándolo; el deseo de sembrar buenas consecuencias también es un anhelo por tener algo de ello, cuando en realidad debemos "deshacer  los lazos kármicos".

La buena vida produce buen karma y el motivo correcto produce una buena existencia. El propósito recto surge de una verdadera concepción y una aspiración fuerte. Primero vemos la validez y belleza de la verdad espiritual y luego deseamos asimilarla y ejemplificarla; de esta doble experiencia del alma surge el motivo hacia el bien que carece del deseo de recompensa, felicidad o engrandecimiento personal en cualquier forma, y lo que sustenta tal motivación es el sentimiento de riqueza que surge de tales logros espirituales en oposición a cualquier tipo de ganancia. La otra fuerza que ayuda a mantener dicha finalidad es la formación del hábito de ofrecer todas las acciones -incluso las insignificantes- como sacrificios voluntarios, es decir, concretar las obras más pequeñas sin esperar recompensa o beneficio. Como asevera Judge, debemos preocuparnos por la calidad de las acciones y no por los resultados. O como Shri Krishna aconseja en el Gita: “Entonces, deja que el motivo de la acción esté en el hecho mismo y no en el evento. No te dejes incitar a las obras por la esperanza de su recompensa, ni dejes que tu vida se desgaste en la inacción. Persistiendo firmemente en el Yoga, cumple con tu deber, oh Dhananjaya, y dejando de lado todo deseo de cualquier beneficio personal haz que el evento sea igual a ti, ya sea éxito o fracaso, pues el Yoga es la disposición mental correcta".

(De la revista "Theosophical Movement", enero de 2012).