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3 de marzo de 2022

Plotino sobre la Realidad Suprema y Única


[Nota: para una introducción sobre este autor y la Escuela Neoplatónica, consúltese “Plotino sobre la belleza y fealdad del alma”].


Lo Bueno o el Único

“Es mediante el Uno que todos los seres son seres (…) Como el ser de cada cosa consiste en multiplicidad y el Uno no puede ser multiplicidad, Éste debe diferir del Ser (...)”.

“Debemos concebir que la Inteligencia disfruta de la presencia del Bien y del Uno y lo contempla, mientras que también está presente para sí misma, piensa por sí misma y se considera que es todas las cosas. Constituyendo tal diversidad, la Inteligencia está lejos de ser el Uno (…) El Uno no es todas las cosas porque entonces ya no sería único.

¿Qué es entonces el Uno? ¿Cuál es su naturaleza? No es sorprendente que sea difícil decir qué representa cuando es complejo dilucidar incluso qué es el ser o la forma, aunque el conocimiento tiene algún tipo de enfoque a través de las formas. A medida que el alma avanza hacia lo desprovisto de forma, incapaz de comprender lo que no tiene contorno o recibir la huella de la realidad tan difusa, teme que se encuentre con la nada y se escabulla. Su estado es angustiante y así busca consuelo en retirarse al reino de los sentidos para descansar como en tierra firme, al igual que el ojo cansado de mirar objetos pequeños que se dirige alegremente a los grandes (...)”.

“Debido a que el alma busca al Uno y vería así la fuente de toda realidad -es decir, lo Bueno y el Uno-, no debe retirarse del reino primigenio y hundirse en lo más bajo. Más bien, debe retirarse de los objetos sensoriales, de la existencia más inferior y recurrir a los de la más elevada. Debe liberarse de todo mal, ya que aspira a elevarse al Bien. Debe elevarse al principio que posee en sí misma; desde la multiplicidad que era, debe volver a ser uno. Sólo así puede contemplar el principio supremo, el Uno (...)”. 

“El Uno, entonces, no es la Inteligencia, sino algo más elevado (…) El Uno no es un ser porque es precedente a todo ser. Podríamos decir que el ser tiene la forma del ser, pero el Uno no posee forma, incluso inteligible.

Como el Uno engendra todas las cosas, no puede ser ninguna de ellas, ni cosa, ni calidad, cantidad, inteligencia ni alma. No está en movimiento, ni en reposo, ni en el espacio ni en el tiempo; es 'lo uniforme en sí mismo' o más bien la 'forma sin forma' que precede a la forma, el movimiento y el descanso que son característicos del Ser y lo hacen múltiple (...)”. 

“Debemos ir más allá del conocimiento y mantenernos en la unidad. Debemos renunciar a conocer y a lo conocido, a cada objeto del pensamiento e incluso la Belleza, porque la Belleza también es posterior al Uno y se deriva de Ello como la luz diurna del Sol. Por eso Platón dice del Uno que 'no se puede hablar ni escribir sobre Esto'. Sin embargo, si hablamos sobre este tema lo hacemos sólo para orientar e impulsar esa visión más allá del discurso, para señalar el camino a alguien deseoso de ver. La instrucción va tan lejos como permita mostrar el sendero y la dirección, pero obtener dicha visión es únicamente el trabajo de quien desea obtenerla. Si no llega a la contemplación, o si su alma no alcanza la conciencia de esa vida que está más allá; si el alma no siente un arrebato dentro de ella como el del amante que descansa en su amor; si debido a su cercanía al Uno recibe su verdadera luz -y toda su alma se vuelve luminosa-, pero aún se ve abrumado y su visión frustrada; si no se eleva solo y aún lleva en su interior algo ajeno al Uno; si aún no está lo suficientemente unido o todavía no se ha levantado lo suficiente, y se halla en la lejanía debido a los obstáculos que acabamos de mencionar, o por la falta de instrucción que le habrían dado dirección y fe en la existencia sobre las cosas del más allá, entonces ese individuo no ha de culpar a nadie sino a sí mismo, y debe tratar de volverse puro separándose de todo.

El Uno está ausente de todo y de nada. Está presente sólo para quienes están preparados para eso y que puedan recibirlo, entrar en armonía con Ello, aprehenderlo y tocarlo en virtud de su semejanza con él, en virtud de ese poder interno similar y derivado del Uno cuando se halla en ese estado donde permanecía cuando se originó desde Aquéllo. De este modo, el Uno será 'visto' en la medida en que pueda convertirse en un objeto de contemplación (...)”. 

“El Uno, la fuente de todas las cosas, es simple. Está por encima incluso de lo más elevado en el mundo del ser porque está por sobre la Inteligencia (...) Lo increíble que existe arriba es el Uno (…) y la verdad es que no existe un nombre que se adapte a Esto, pero dado que debemos nombrarlo, podemos llamarlo apropiadamente 'uno' en el entendimiento, sin embargo, de que no es una sustancia que posee unidad sólo como atributo. Por tanto, es difícil conocer lo estrictamente anónimo. El mejor enfoque es a través de su descendencia, o el Ser; sabemos que trae la Inteligencia a la vida, que es la fuente de todo lo mejor, el procreador autosuficiente e incansable de cada ser que no se encuentra entre ninguno de ellos puesto que es su precedente.

Estamos obligados a llamar a esto como 'el Uno' en nuestras discusiones para designar mejor la cualidad de 'ausencia de partes', mientras nos esforzamos por llevar nuestras mentes a la 'unidad'. Decimos que Esto es Único y no comprende partes (…).”

“Además, el Uno es infinito, no como extensión o una serie numérica infinita, sino en su poder ilimitado. Concíbelo como inteligencia o divinidad, pero es más que eso. Comprime la unidad dentro de tu mente, pero todavía es más que eso. Aquí hay una unidad superior a cualquiera que posea vuestro pensamiento, la unidad que existe por sí misma, en sí misma y no tiene atributos (...)”.

“Lo que no es único, sino múltiple, necesita algo más. Su ser necesita unificación, pero el Uno ya es único y ni siquiera se necesita a sí mismo. Un ser que es múltiple y para ser lo que es, requiere la multiplicidad de aspectos que contiene y cada uno de ellos es lo que es por su unión con los demás y no por sí mismo, y por eso necesita a los otros. En consecuencia, tal ser es deficiente tanto en lo que respecta a sus partes como en su conjunto. Debe haber algo que sea completamente autosuficiente y eso es el Uno, que por sí sólo interna y externamente no tiene necesidad. No requiere nada fuera de sí mismo para existir, alcanzar el bienestar o sostenerse en la existencia. Y como es la causa de las otras cosas, ¿cómo podría deberles su existencia? ¿Cómo podría derivar su bienestar desde fuera de sí mismo, ya que ese bienestar no es algo contingente sino su naturaleza misma? Y dado que no ocupa espacio, ¿cómo puede necesitar apoyo o fundamento? Lo que necesita fundamento es la masa material que se cae sin él. El Uno es la base de todas las demás cosas y les da, al mismo tiempo, existencia y ubicación; lo que se necesita localizar no es autosuficiente (...)”. 

“El Uno no puede apuntar a ningún bien o desear nada: es superior al Bien y es el Bien, no para sí mismo, sino para otras cosas en la medida en que puedan compartirlo. El Uno no es una existencia intelectiva, pues si así fuera constituiría una dualidad. Es inmóvil porque es anterior al movimiento tanto como es previo al pensamiento. En cualquier caso, ¿qué pensaría? ¿Pensaría en sí mismo? Si lo hiciera, se hallaría en un estado de ignorancia antes de pensar, y la autosuficiencia necesitaría pensamiento. Tampoco se debe suponer que se encuentra en un nivel de ignorancia sobre la base de que no se conoce ni se piensa a sí misma. La ignorancia presupone una relación dual: uno no conoce al otro, pero el Uno, en su soledad, no puede saber ni ignorar nada porque estando consigo mismo no necesita autoconocerse. Aun así, ni siquiera deberíamos atribuirle esta presencia si queremos preservar su unidad, y quedan excluidos de Ello tanto pensar en sí mismo como en otros* (...)”.

[*El UNO, debido a su Absolutez y Unidad Infinita, no se conoce a sí mismo, no sabe de NADA y NO PIENSA. Sin embargo y a pesar de esto, no se puede decir que se halla en un estado de ignorancia. Ni el conocimiento ni la ignorancia pueden ser aplicables en modo alguno a AQUÉLLO que es, como dicen los Upanishads, "el UNO sin segundo", precisamente porque ES UNO NO SECUNDADO y así está completamente libre de toda dualidad. Como dice Plotino: "El Uno, en su soledad, no puede saber ni ignorar nada"]. 

“El Uno no está en un sólo lugar, privando a todo el resto de su presencia. Está presente para todos aquéllos que pueden tocarlo y se halla ausente sólo para quienes no sean capaces. Ningún hombre puede concentrarse en una cosa pensando en otra; por lo tanto, no debe conectar otra cosa con el objeto en que está pensando si realmente desea captarlo. De manera similar, es imposible que un alma, impresionada con otra cosa, conciba al Uno mientras dicho sobrecogimiento ocupe su atención; y también es imposible que un alma, en el momento en que esté atenta a otras cosas, deba recibir la forma de lo que es su contrario. Se dice que la materia debe estar desprovista de todas las cualidades para poder recibir todas las formas; en consecuencia y por una razón más fuerte, el alma debe ser despojada de todas las formas si lo Supremo la llena y enciende sin ningún obstáculo dentro de sí misma.

Habiéndose liberado así de todo lo externo, el alma debe volverse totalmente hacia el interior; debe olvidar todo sin permitirse ser devuelta al exterior, primero lo subjetivo y finalmente lo objetivo. Ni siquiera debe saber que es ella misma la que se está aplicando a la contemplación del Uno (...)”.

“Se dice que esta divinidad no está fuera de ningún ser; por el contrario, está presente para todos los seres aunque no lo sepan. Son fugitivos de lo divino, o más bien de ellos mismos, y no pueden alcanzar Aquéllo de lo que se alejan (...)”.

“El autoconocimiento revela al alma que su movimiento natural -si no está interrumpido- no va en línea recta, sino de forma circular, como alrededor de algún objeto interior o un centro, el punto al que debe su origen. Si el alma lo conoce se moverá alrededor del núcleo desde el cual vino, se aferrará a él y se comunicará con esto como de hecho deberían hacerlo todas las almas, pero sólo las almas divinas lo logran. Este es el secreto de su divinidad, porque ésta consiste en hallarse unido al centro. Quien se aleja mucho de él se convierte en un hombre común o un animal.

Entonces, ¿es este 'centro' de nuestras almas el principio que estamos buscando? No. Debemos indagar algún otro principio en que todos los núcleos converjan y al cual -sólo por analogía con el círculo visible- se aplique la palabra 'centro'. Digamos que el alma no es un círculo como la figura geométrica. Nuestro significado es que en el alma y alrededor de ella existe la 'naturaleza primordial' que deriva su existencia de la primera existencia, especialmente cuando está completamente separada del cuerpo. Sin embargo, como ahora tenemos una parte de nuestro ser contenida en el cuerpo, somos como un hombre cuyos pies están sumergidos en agua, mientras que el resto de su cuerpo permanece sobre ella. 

Elevándonos sobre el cuerpo mediante la parte de nosotros que no está sumergida, por nuestro propio centro estamos uniéndonos al núcleo de todo. Y así permanecemos, como los centros de los grandes círculos que coinciden con el de la esfera que los rodea. Si estos círculos fueran materiales y no espirituales, el centro y la circunferencia tendrían que ocupar lugares definidos; pero como las almas son del reino inteligible y el Uno todavía está por encima de la Inteligencia, nos vemos obligados a decir que la unión del ser intelectivo y pensante con su objeto procede por diferentes medios.

El ser de pensamiento intelectivo está en presencia de su objeto en virtud de su similitud e identidad, y está unido a su parentela con nada que lo separe de ellos. Los cuerpos -por su característica- se mantienen alejados de la unión, pero lo que no tiene cuerpo no está sostenido por esta limitación física. Lo que separa a los seres sin cuerpo no es la distancia espacial, sino sus propias diferencias y diversidades; cuando no hay diferencia entre ellos, están presentes mutuamente.

Como el Uno no contiene ninguna diferencia, siempre está presente y nosotros también lo estamos cuando ya no contenemos diferencia. El Uno no aspira a nosotros o moverse a nuestro alrededor, sino que nosotros lo hacemos. En realidad, siempre nos movemos en su derredor, pero no siempre observamos. Somos como un coro agrupado en torno a un director de orquesta que permite que la atención del grupo sea distraída por el público. Sin embargo, si se volvieran hacia su director cantarían como se debe y realmente estarían con él. Siempre estamos alrededor del Uno y si no fuera así nos disolveríamos y dejamos de existir; sin embargo, nuestra mirada no permanece fija en el Uno. Cuando lo miramos, alcanzamos el final de nuestros deseos y encontramos descanso; y entonces cuando pasa toda discordia, ejecutamos una danza inspirada a su alrededor.

En esta danza el alma mira a la fuente de vida e Inteligencia, el origen del Ser, la causa del Bien, la raíz del Alma.

Todas estas entidades emanan del Uno sin ninguna disminución, ya que no es una masa material. Si así fuera, los emanantes serían perecederos, pero son eternos porque su principio de origen siempre permanece igual y, sin fragmentarse en producirlos, Aquéllo permanece completo. Así también ellos persisten, como la luz persiste mientras brilla el Sol. No estamos separados del Uno ni permanecemos lejos de él, si bien la naturaleza corporal se cerró a nuestro derredor y nos ha atraído a Sí misma. Es a causa del Uno que respiramos y tenemos nuestro ser (...)”. 

“A medida que nos dirigimos hacia el Uno existimos en un nivel más elevado, mientras que retirarnos significa la caída. Nuestra alma es liberada del mal al encumbrarse a ese lugar que está libre de todos los vicios. Ahí lo sabe, es inmune y realmente vive. La vida que no se une con la divinidad es una sombra e imitación de la vida auténtica. La existencia allí es el acto nativo de la Inteligencia que, inmóvil en su contacto con el Uno, da a luz a los dioses, la belleza, la justicia y la virtud.

Con todo esto, el alma llena de divinidad está embarazada; este es su punto de origen y su objetivo. Es su punto de partida porque proviene del mundo superior del que procede, y su objetivo porque en el mundo superior está el Bien al que aspira, y al regresar a él recupera su propia naturaleza. La vida aquí abajo y en medio de los objetos sensoriales es una degradación para el alma, un exilio, y sus alas se cortan (...)”.

“Sin embargo, cuando el alma ha descendido aquí al nacimiento humano, intercambia (como engañado por las falsas promesas de un amante adúltero) su amor divino por uno que es mortal; y luego, lejos de su engendramiento, el alma cede a toda clase de excesos. Pero cuando el alma comienza a odiar su vergüenza y repudia el mal y regresa, encuentra su paz (...)”.

“El alma vive otra existencia a medida que avanza hacia el Uno, lo alcanza y comparte en Ello. Así restaurada, el alma reconoce la presencia del dispensador de la vida verdadera y no necesita nada más. Por el contrario, debe renunciar a todo lo demás y descansar sólo en Aquéllo, volverse solitario y todo lo terrenal desaparece; ansioso por ser libre, impaciente por cada grillete que se une a continuación para poder abrazar el verdadero objeto de su amor con todo su ser y que ninguna parte de eso no toque al Uno. Entonces, de Eso y de sí misma, el alma tiene toda la visión que puede ser, ahora por sí misma luminosa y llena de brillo intelectual; se convierte en luz pura, sutil e ingrávida. Se ha vuelto divina y es parte de lo eterno que está más allá del 'llegar a ser'. Es como una llama, y si más tarde se vuelve a reducir por el ámbito de los sentidos, es como una llama apagada.

¿Por qué un alma que se ha elevado al reino superior no se queda allí? Porque todavía no se ha separado completamente de las cosas aquí abajo. Sin embargo, llegará un momento en que tendrá una visión ininterrumpida cuando ya no será molestada por el cuerpo (...)”.

“Por así decirlo, el individuo que obtiene la visión se convierte en otro ser. Deja de ser él mismo y no retiene nada de sí mismo. Absorbido en el más allá, es uno con él como un centro coincidente con otro. Mientras los núcleos convergen, son uno y llegan a ser dos sólo cuando se separan; es en este sentido que podemos hablar del Uno como algo separado. Por ello es tan difícil describir esta visión, pues ¿de qué manera podemos representar como diferente de nosotros lo que parecía nada -mientras lo contemplábamos-, excepto nosotros mismos, pero perfectos y en unidad?

Indudablemente esto es lo que se halla tras el mandato de las religiones misteriosas que prohíben la revelación a los no iniciados. Lo divino no es expresable, por lo que el iniciado no puede hablar de ello a cualquiera que no haya tenido la suerte de haberlo visto por sí mismo.

En cualquier caso, la visión no implicaba dualidad; el hombre que vio era idéntico a lo que contempló. Por tanto, él no lo 'vio', sino más bien se 'unió' con Ello. Si tan sólo pudiera conservar el recuerdo de lo que era mientras estaba absorto en el Único, poseería dentro de sí una imagen de lo que fue.

En ese estado había alcanzado la unidad y nada dentro o fuera de él ocasionaba la diversidad. Cuando realizó su ascenso, no había en su interior ninguna perturbación, ira, emoción, deseo, razón o pensamiento. En realidad ya no era él mismo; pero arrastrado y lleno de lo divino, estaba quieto y solitario sin volverse hacia este lado o al otro, ni hacia sí mismo. Estaba en completo descanso, y por así decirlo se convirtió en quietud en sí mismo. En este nivel ya no se ocupaba ni siquiera de lo bello, se había elevado por encima de la belleza y había pasado más allá incluso del coro de las virtudes.

Ese individuo era como alguien que, al penetrar en el santuario más interno de un templo, deja atrás las imágenes de ese edificio. Serán los primeros objetos que se reflejen en su visión al salir del santuario, después de su contemplación y comunión en dicho lugar; no con una imagen o estatua, sino con lo que representan. No son más que objetos de contemplación menores.

Tal experiencia es apenas una visión y de un tipo bastante diferente, una autotrascendencia, una simplificación, un autoabandono, un esfuerzo por la unión y una quietud, una concentración intensa sobre la conformación. Así es como uno se ve en el santuario, y cualquiera que intente ver de otra manera no apreciará nada (...)”. 

“Igualmente nosotros trascendemos el Ser en virtud del Alma con la cual estamos unidos. Ahora, si te miras a ti mismo en este estado, te encuentras como una imagen del Uno. Si te elevas más allá de ti mismo como una imagen que se encumbra a su modelo, has alcanzado el objetivo de tu viaje. Cuando caigas de esta visión, y al despertar la virtud dentro de ti y al recordar la perfección que posees, recuperarás tu semejanza; a través de la virtud ascenderás a la Inteligencia, y a través de la sabiduría, al Uno.

Tal es la vida de la divinidad y de los hombres divinos y bendecidos, el desapego de todas las cosas aquí abajo, el desprecio de todos los placeres terrenales, el vuelo de lo solitario a lo Único”.