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5 de febrero de 2022

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (10 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014

 
Contenidos:

06. Teosofía: ángeles caídos, simios caídos
-Evolución desde el interior
-La descendencia de los simios
-El registro fósil
-El despertar de la mente


06. Teosofía: ángeles y simios caídos

Las enseñanzas teosóficas conocidas sobre la evolución desde que se formó la Sociedad Teosófica en 1875 son meramente un esbozo general de la información que posee la Hermandad de Adeptos (1). Se dice que estos datos fueron compilados y verificados repetidamente por innumerables generaciones de sabios y videntes cuyos poderes ocultos les otorgan acceso a reinos interiores de la naturaleza y les permite leer los registros de la historia terrestre mediante clarividencia. También se sostiene que dichos adeptos tienen registros escritos, fósiles, invenciones tecnológicas y otros artefactos de épocas pasadas; de esta forma difunden sus conocimientos proporcionalmente a la capacidad de la población para responder a ella en forma adecuada.


Evolución desde el interior

El darwinismo está enraizado en la suposición materialista de que el Universo consiste esencialmente en materia física y energía, y que la mente y la conciencia son sólo subproductos del cerebro. De acuerdo con la tradición teosófica el mundo físico es la cáscara externa de los ámbitos interiores, a saber, astral, mental y espiritual; igualmente, todo organismo físico está animado por "cuerpos" interiores o almas más sutiles incluyendo una cobertura/modelo astral (anteproyecto del cuerpo físico), una mente instintiva o autoconsciente con diversos grados de desarrollo y un ser (mónada) espiritual/divino. La evolución implica el despliegue de poderes y capacidades latentes en respuesta a impulsos internos y estímulos exteriores y el desarrollo de formas físicas adecuadas a través de las que puedan expresarse.

La Teosofía rechaza la teoría darwinista sobre la descendencia común, es decir, la noción de que los primeros organismos unicelulares experimentaron sucesivas transformaciones corporales, lo que finalmente resultó en todas las criaturas presentes en la Tierra incluyendo los humanos. Las enormes brechas en el registro fósil demuestran que no ha existido evolución continua y gradual de una especie en otra superior; los darwinistas de la escuela "puntuacionista" lo reconocen y sostienen que las nuevas especies surgen de forma "relativamente súbita" en poblaciones pequeñas y aisladas, y que tales episodios de especiación están separados por largos períodos de estasis en que dichas criaturas experimentan pocos cambios. Sin embargo, su insistencia en que esos "estallidos repentinos de creatividad evolutiva" se basan en última instancia en un "azar ciego" pone serios obstáculos al sentido común.

Las macromutaciones guiadas pueden desembocar en saltos evolutivos y permiten al miembro de una especie dar nacimiento a otra más avanzada, pero esto no sucede si las mutaciones se limitan a los genes que codifican la síntesis de proteínas sin determinar la forma corporal, proceso atribuido a los aún mal definidos factores "epigenéticos" (no genéticos). Además, esto no significaría que un gran reservorio de animales evolucione hacia otro en el sentido darwinista (por ejemplo, una especie de reptil no dio como resultado al primer mamífero). Como dice H.P. Blavatsky, "el abismo admitido entre los sistemas reproductivos de vertebrados ovíparos y mamíferos constituye un punto decisivo y desesperado para quienes -junto con los evolucionistas- tratan de vincular todas las formas orgánicas existentes en una línea continua de descendencia" y agrega: "En cierto sentido la 'unidad de tipo' común a todos los reinos animal y humano no es (...) prueba de la consanguinidad para todas las formas orgánicas, sino un testimonio sobre la unidad esencial en el 'plan básico' que la naturaleza ha seguido en la concepción de sus criaturas" (1). 

Los nuevos tipos de individuos "evolucionan" primero en el plano etéreo o astral basado en formas evolutivas pretéritas y almacenadas en la memoria de la naturaleza. En lugar de ser un proceso evolutivo "guiado" por el azar ciego como se describe en el esquema darwinista y contrariamente al paradigma creacionista donde un sólo ser supremo o "Dios" da origen desde la nada a nuevas clases de seres, la Teosofía habla de una inteligencia instintiva y omnipresente que surge del funcionamiento de agentes jerárquicos que van desde entidades superiores hasta fuerzas elementales de la naturaleza, incluyendo los impulsos del alma al interior de cada organismo que reflejan sus propias necesidades evolutivas.

La Teosofía sostiene que la Tierra es reencarnación de un planeta anterior y las diferentes clases o reinos de mónadas que ahora evolucionan en ella y la conforman -desde el ámbito submineral (elemental) a lo sobrehumano- siguen un viaje evolutivo (...). Nuestro planeta y sus formas de vida fueron originados en una condición altamente etérea y se materializaron gradualmente durante el "arco descendente" de evolución terrestre que duró hasta hace unos 4,5 millones de años en medio de la cuarta y presente ronda de actividad evolutiva. Desde entonces se inició el arco o "ciclo ascendente" hacia un proceso de mayor espiritualización (...). 

La primera raza raíz o humanidad en la ronda actual comenzó a desarrollarse a mediados del Paleozoico; estas primeras formas protohumanas eran seres enormes, ovoides, semi-astrales y no autoconscientes que se materializaron lentamente y disminuyeron en tamaño para adoptar la forma humana actual durante los millones de años siguientes.

A fines de la segunda raza raíz y comienzos de la tercera, la reproducción se llevaba a cabo por brotación o gemación donde las células vitales eran expulsadas de los cuerpos etéreos en ese entonces y se desarrollaban en otros seres humanos o antecesores mamíferos de acuerdo con sus tendencias evolutivas inherentes, lo cual explica el parecido general entre sus etapas embrionarias y las del humano. Se dice que la reproducción sexual en nuestro reino se originó en la segunda mitad de la tercera raza raíz (lemuriana) hace unos 18,5 millones de años y en la escala teosófica esto corresponde al Jurásico tardío de la Era Mesozoica o de los reptiles. En ese momento el cuerpo humano externo se tornaba más físico y también lo suficientemente desplegado para el surgimiento de la autoconsciencia inicial (2). 


La descendencia de los simios

H.P. Blavatsky [y otros autores de la línea original] citan diversos elementos que contradicen la teoría de la descendencia primate que comprenden hallazgos de restos humanos, huellas y herramientas de piedra (como se presentan en la sección 3) y muestran que los humanos de un tipo u otro existían en períodos geológicos mucho más antiguos que lo afirmado por la ciencia ortodoxa (1) y que la anatomía humana moderna es más simple y menos especializada en comparación con nuestros supuestos antepasados. También mencionaron a varios científicos contemporáneos que creían que los simios habían evolucionado a partir del ser humano y que éste se originó de otros tipos animales (3), por cuanto Blavatsky llama "autodegradante" a la hipótesis reinante y "la teoría más extravagante de todos los tiempos" (4). 

La Teosofía enseña que los simios inferiores o monos surgieron del cruce entre un reservorio "sin mente" o inconsciente de la tercera raza raíz (simiesca en apariencia*) y otro de animales más evolucionados, mientras que los monos antropoides resultaron de la unión entre un grupo menos progresado de la cuarta raza (o atlante) y la descendencia del cruce anterior (...). 

*Los embriones humanos desarrollan una cola bien definida hacia la cuarta semana y alcanza su longitud máxima en la sexta cuando puede tener hasta 12 vértebras, después de lo cual comienza a retroceder convirtiéndose en el coxis; por tanto, éste representa una cola vestigial en humanos y monos. Sin embargo, esto no requiere la creencia en un ancestro simiesco, pues la Teosofía dice que las formas humanas etéreas en la tercera ronda eran símicas y tenían una cola corta (la sexta semana de desarrollo embrionario también corresponde a los mediados de la segunda raza raíz e inicios de la tercera en la presente ronda). Inclusive la pérdida de cola ha llegado a una etapa más avanzada en el gorila que en el humano porque el coxis del primero se compone de sólo tres vértebras caudales, mientras que en nosotros por lo general consiste de cuatro o cinco (6).

Los "humanos" implicados en la producción de los ancestros primates estaban desprovistos de autoconciencia y actuaban instintivamente, por lo que el entrecruzamiento no constituía un crimen. Los animales involucrados -como todos los mamíferos- habían aparecido originalmente del "hombre" y el cruce condujo a una descendencia fértil debido a que la distancia entre los humanos y los animales en cuestión aún no era muy amplia. Los atlantes que más tarde repitieron el acto sí eran conscientes de lo que hacían y por lo tanto cometieron bestialidad deliberada. Incluso en ese entonces dichos humanos y animales no estaban lo suficientemente separados para evitar un apareamiento fértil.

En tiempos geológicos muy remotos ambas poblaciones de simios se parecían mucho más a sus respectivos "semi-padres" humanos que a sus descendientes actuales, los monos y simios vivos. Respecto al periodo, los reservorios anteriores se hallaban mucho más cerca al influjo humano dominante en su herencia, mientras que los simios actuales muestran efectos de especialización separados de dicha influencia sobre los millones de años intermedios.

En referencia al episodio de mestizaje lemuriano, las Estrofas de Dzyan (7) establecen que "los que no tenían la chispa" (humanos no-autoconscientes) "tomaron para sí grandes hembras animales"* que pertenecían a varias especies y eran muy distintas a cualquiera conocida hoy que "engendraron en ellas razas tontas". La descendencia se describe como una "raza de monstruos torcidos, cubiertos de pelo rojo y que iban en cuatro patas", "realmente una especie pitecoide ahora extinta" y un Comentario menciona a "hombres pelirrojos de piel oscura y cuadrúpedos que se encorvan y enderezan (erguidos y cayendo sobre sus manos una vez más) que hablan como sus padres y corren sobre sus extremidades como sus gigantes ascendientes femeninos" (8). 

*Aunque generalmente se hace referencia a lemurianos o atlantes masculinos apareándose con animales de sexo femenino (9), para hacer justicia es difícil creer que hayan existido hembras humanas que nunca sucumbieran al mismo vicio.

Otra estrofa señala que los primeros lemuro-atlantes también se acoplaron con una raza inferior de humanos todavía inconscientes que eran muy distintos física y mentalmente respecto a las razas más desarrolladas. Los semi-humanos o "así llamados animales" se describen en un Comentario como bípedos de forma humana y cubiertos de pelo por debajo de la cintura (10). También se nos dice que las coberturas ovoides en que se gestaron los humanos a comienzos de la tercera raza raíz a menudo eran manipuladas por enormes animales dando origen a monstruos semi-humanos, y que algunos lemurianos más tarde se cruzaron con algunas de estas criaturas gigantes (11). 

Respecto al período en que tuvieron lugar esos hechos, Blavatsky dice que el ocultismo "traza algunas de las especies más antropoides a la tercera raza humana del período atlante inicial", mientras que la tercera raza tardía se superpuso a los individuos de aquel periodo mencionado y los acontecimientos podrían haberse producido en el Cretáceo* después de que muchos humanos hubieron adquirido mentes autoconscientes (...). 

*El Cretáceo comenzó hace unos 16 millones de años según la Teosofía y 144 millones de acuerdo con la ciencia.

Se nos enseña que los descendientes de los enormes monstruos similares a humanos y producidos por ciertos lemurianos "fueron modificados por las condiciones externas hasta que la especie -al tiempo que disminuía en tamaño- culminó en los simios inferiores del periodo Mioceno. Con éstos los atlantes posteriores renovaron el pecado de los 'inconscientes' y esta vez con toda responsabilidad. Las resultantes de su crimen fueron las especies de simios ahora conocidos como antropoides" (13). Presumiblemente el apareamiento se generó con distintas poblaciones animales o semi-animales en el transcurso del tiempo ya que el resultado final no causó sólo la aparición de monos y simios actuales, sino también a tribus semi-humanas ahora ampliamente extinguidas (14). 

Según estas fuentes los monos originales eran vistos con recelo por humanos más evolucionados de esa época, pero fueron tolerados porque tenían destellos de nuestra mente activa; realmente eran entidades pensantes de un tipo más bajo y tenían idiomas distintos a los suyos.

Los más humanos de estos monos se extinguieron en parte porque los atlantes, al darse cuenta del pecado de sus propios individuos menos evolucionados, entablaron grandes guerras de exterminio sobre ellos y también porque el entorno no era propicio para la continuación de esta raza medio-humana y medio-animal. Los atlantes sólo permitieron que vivieran los menos evolucionados de los simios, y los actuales son descendientes de éstos últimos. 

En el poema épico hindú del Ramayana los monos son descritos con un semblante mucho más parecido a los humanos en comparación al que tienen hoy, e incluso hablaban y tenían sus propios gobiernos y leyes. Dirigido por Hanuman, el dios mono, luchan junto a Rama contra los Rakshasas de Lanka en la gran guerra épica de India y considerado teosóficamente la representación de los simios en esta leyenda no es completamente ficticia.

Las almas que encarnaron en monos y simios originales no habían llegado a la etapa humana, y así se dice que los simios están destinados a convertirse en humanos de rango inferior en las últimas dos razas-raíz de la actual ronda y en la quinta ronda siguiente. Esto no quiere decir que los cuerpos símicos se metamorfosearán en coberturas humanas, sino que las almas que habitan actualmente en esos animales van a reencarnar entre los reservorios humanos más bajos.


El registro fósil

En la actual ronda los primeros humanos -o más bien protohumanos- eran seres semi-astrales de tamaño titánico y desde entonces disminuyeron gradualmente en estatura. Los lemurianos tenían alrededor de 7,5 mts. de altura al momento de la destrucción de su continente como lo fueron los atlantes durante su apogeo. Hace aproximadamente medio millón de años la altura del ser humano había disminuido a unos 3,5 mts. y ha seguido reduciéndose a la mitad de ese tamaño en la actualidad (1). 

Imaginablemente los individuos pertenecientes a la última parte de la segunda raza-raíz y aquéllos en los inicios de la tercera podrían haber dejado fósiles y esto es aún más cierto en los cuerpos más solidificados a fines de la tercera raza y en la cuarta. Sin embargo, el registro fósil es extremadamente fragmentario; por ejemplo, se estima que nos proporciona evidencia de sólo el 3% de todas las especies de primates que han existido alguna vez (3) y hay varias razones para esto. En primer lugar la fosilización puede ocurrir sólo en condiciones excepcionales; segundo, la erosión y los cataclismos geológicos han destruido entre el 90 y 99% del registro fósil; tercero, muchos fósiles están enterrados en lugares de difícil acceso, incluso muy por debajo de los actuales fondos oceánicos (el sistema continental de Lemuria estaba centrado en el Océano Pacífico, y el atlante en aquél que lleva su nombre (4)); cuarto, se dice que la cremación fue una práctica extendida entre los humanos hasta hace unos 100.000 años.

Como ya se mostró, de hecho se localizaron muchos restos de humanos gigantes y ninguno de ellos se muestra en museos, por cuanto sólo podemos especular sobre lo que podría almacenarse en los sótanos de tales lugares. Dado que la ortodoxia imperante afecta a cómo los científicos perciben el mundo no hay garantía de que los fragmentos fósiles de humanos gigantes fuesen reconocidos como tales, pues al fin y al cabo ¡"todo el mundo sabe" que existen razas de personas gigantes sólo en los cuentos! En el pasado los huesos de grandes animales extintos a veces eran confundidos con restos de humanos de gran talla, pero también puede producirse lo contrario.

En el registro fósil los primeros mamíferos aparecen en el Mesozoico inicial, pero la mayoría de aquéllos conocidos en esa época no eran mucho más grandes que los ratones. Ninguno de los mamíferos fósiles del Mesozoico tardío parece ser candidato adecuado para las enormes criaturas con que se cruzaron ciertos lemurianos o para sus descendientes, los antepasados de los monos actuales. Los fósiles de monos primitivos y simios antropoides aparecen por primera vez en el Oligoceno; a modo de ejemplo, los depósitos de esa era situados en Fayum, Egipto, contienen una variedad de pequeños simios fósiles como Aeolopithecus, Aegyptopithecus y Propliopithecus (del cual algunos científicos especulan que fue uno de nuestros lejanos ancestros). El Aegyptopithecus evolucionó hasta tener el tamaño aproximado de un gato grande doméstico. 

El Mioceno atestiguó la aparición brusca de una increíble variedad de monos sin cola; alrededor de 100 especies recorrieron Europa, África y Asia durante ese periodo y se han clasificado en unos 27 géneros. Casi todas esas especies se extinguieron dejando sólo seis que prosperaron: dos tipos de gorila, dos de chimpancé y otras dos de orangután. De esta manera los grandes simios de hoy son "miembros de un grupo que ha estado disminuyendo constantemente desde finales del Mioceno" (5). 

El tamaño en los simios conocidos del Mioceno varió de 0,6 mts. de alto a alrededor de 3,1 o más en el caso de Gigantopithecus. No se sabe mucho sobre los cuerpos de dichas criaturas en ese tiempo pues una gran parte de las categorías se ha clasificado únicamente por cráneos, partes de éstos y dientes. Los cuadrúpedos presentan miembros anteriores claramente más largos que los traseros mientras que los humanos tienen brazos más cortos que sus piernas. Aunque algunos simios del Mioceno tienen brazos iguales en longitud a sus piernas, la mayoría de los científicos asume automáticamente que todos los monos de esa era fueron cuadrúpedos; sin embargo, es muy posible que al menos algunos de ellos como Gigantopithecus y Oreopithecus fuesen bípedos o semi-bípedos y que algunos de los "hombres salvajes" de todo el mundo sean sus descendientes (6). 

Al igual que en el caso del mestizaje lemuriano, en la literatura teosófica no se dan detalles sobre el tamaño de los humanos y especies animales implicados en el apareamiento atlante posterior y de su descendencia semi-animal y semi-humana. Algunos simios fósiles conocidos del Mioceno indudablemente podrían haber formado parte de ese evento, pero se dice que algunas especies de entre ellos son el resultado de un proceso evolutivo común (7). 

Las semillas de nuestra quinta raza raíz (aria o indoeuropea) empezaron a germinar en los primeros tiempos del Terciario, hace 7 u 8 millones de años según los cálculos teosóficos (...). No se nos dice qué tan altos fueron los primeros miembros de nuestra humanidad, pero si algunas de las pruebas fósiles documentadas por Cremo y Thompson son válidas, también podrían haber existido humanos de aproximadamente nuestro propio tamaño en el Plioceno, Mioceno e incluso antes; por lo tanto, ellos habrían sido pigmeos en comparación con muchos atlantes del periodo. La quinta raza se convirtió en un reservorio distinto en Asia Central a fines del Plioceno, hace aproximadamente 1 millón de años (8).

Desde comienzos del Mioceno muchas especies símicas y semi-humanas aparecieron y se extinguieron como también varias civilizaciones. La antropología convencional ignora gran parte de la evidencia "anómala" ya presentada en cuanto a la antigüedad de nuestra familia humana y la existencia de gigantes y homínidos bípedos en áreas remotas del mundo hasta hoy. Los fósiles descubiertos de humanos primitivos y simios bípedos no eran nuestros antepasados directos, sino vástagos deshumanizados de la principal corriente evolutiva humana y algunos de ellos son producto de diversos episodios de cruzamiento entre humanos y animales. Igualmente pudieron haber existido junto con civilizaciones avanzadas como las sociedades cazadoras-recolectoras que conviven con culturas más avanzadas en la actualidad.


El despertar de la mente

De todas las criaturas terrestres, sólo los humanos se distinguen por tener mentes autoconscientes, es decir, la capacidad de recordar el pasado y planear el futuro, y asimismo expresar pensamientos en una variedad de formas creativas. El cerebro humano es la disposición más compleja de la materia conocida con sus 12 mil millones de células cerebrales y 120 billones de conexiones. Según la ciencia convencional, de alguna manera la actividad del cerebro da lugar a la autoconciencia y el poder del pensamiento, pero los materialistas se ven obligados a admitir que "todavía no tienen ni idea sobre cómo una masa de descargas eléctricas y químicas en el cerebro se convierte en lo que de forma individual y subjetivamente experimentamos como conciencia" (1). Además de las mutaciones al azar se afirma que otra "fuerza motriz" tras la evolución de los simios a humanos es el desarrollo de condiciones climáticas más frías y secas; en otras palabras, ¡la inteligencia consciente de sí misma surgió debido a un cambio en el clima!

Algunos científicos han reconocido que la mente "desafía la explicación en términos de la teoría evolutiva" y es "imposible de dilucidar en términos puramente materiales" (2). El astrofísico Freeman Dyson sentenció:

"La opinión predominante entre los biólogos parece ser que la mente surgió en un modo accidental de moléculas de ADN o algo así. Me parece muy poco probable y es más sensato pensar que la mente era parte primordial de la naturaleza desde el principio y que somos simplemente manifestaciones de ella en la etapa histórica actual. No es tanto que la mente tenga una vida propia pues ella es inherente a la forma en que el Universo está construido, y la vida es la manera que tiene la naturaleza de dar oportunidades a la mente que no poseería de otro modo" (3). 

Sir John Eccles, neurocientífico y Premio Nobel, opinó que la teoría materialista de la mente es "pobre y vacía" y no tiene en cuenta "la maravilla y el misterio del ser humano con sus valores espirituales, su creatividad y carácter único para cada uno de nosotros" (4). Eccles piensa que existe un mundo mental separado del físico, que mente y cerebro interactúan y "cada alma es una nueva creación divina que se implanta en el desarrollo fetal durante algún instante entre la concepción y el nacimiento" (5).

La Teosofía también reconoce que "se necesita más que una simple interacción entre ciertos agregados materiales y su entorno para traer a la vida a un humano plenamente consciente" (6). Su enseñanza asigna a los humanos una ascendencia espiritual, pero rechaza la creencia de que fueron creados por un Dios antropomórfico y extracósmico sobrenatural. Si la naturaleza es infinita, la divinidad no puede estar fuera de ella y en sí misma debe abarcarla completamente; la naturaleza es sinónimo de conciencia-vida-sustancia que se manifiesta en formas infinitamente diversas (...). 

Las razas humanas etéreas y más antiguas en la actual ronda no tenían mentes autoconscientes. Después que sus formas externas se habían vuelto más físicas y alcanzaran el nivel necesario de complejidad y refinamiento pudo comenzar el despertar gradual y desenvolvimiento de nuestras facultades intelectuales y espirituales latentes bajo la influencia de una parte más elevada en nuestra constitución. Este proceso se denomina alegóricamente como la encarnación de los manasaputras, palabra sánscrita que significa "hijos de la mente" (7). 

Esta enseñanza se repite en muchos mitos y alegorías religiosas; por ejemplo, la historia de Prometeo quien roba el fuego espiritual de los dioses (inteligencia) para llevarlo a la humanidad, y en castigo es encadenado a una roca (nuestro cuerpo físico) en una ladera montañosa donde permanecerá a lo largo de los siglos hasta que la humanidad se eleve a su nivel para liberarlo.

En el libro del Génesis el Jardín del Edén representa el estado inocente, inconsciente e infantil de la humanidad inicial. Cuando habla de "comer el fruto del árbol del conocimiento sobre el bien y el mal" se refiere al despertar de la autoconciencia cuando el hombre llega a ser "como los dioses" y es dotado con libre albedrío. El ofidio que tienta a Eva es símbolo de sabiduría y de ahí el mandato de ser "cautelosos como serpientes" (Mateo 10:16). Luego Adán y Eva -que representan la humanidad temprana- son expulsados del Paraíso y "caen" de su estado de paz inconsciente y dichoso en uno de lucha, tentación y responsabilidad ética en el mundo material; además se "cubren con pieles" denotando que fue en el mismo período de nuestro despertar mental que los cuerpos semi-astrales de la humanidad temprana se hicieron más físicos. 

El despertar de la mente en la actual ronda comenzó durante la quinta subraza de la tercera raza raíz, hace unos 18 ½ millones de años. Sin embargo, no todos los humanos comenzaron a obtener autoconciencia al mismo tiempo o ritmo ya que no estaban exactamente en el mismo estadio de desarrollo. Incluso ahora nuestras facultades mentales se encuentran en evolución y alcanzarán su pleno florecimiento en la siguiente ronda a millones de años en el porvenir. 

En un sentido, la Teosofía está de acuerdo con la ciencia en que humanos y simios tenían un antepasado común, pero éste último fue el propio hombre en su forma inicial y más primitiva. En el pasado remoto -finales de la tercera ronda y al término de la tercera raza-raíz en la presente ronda- el cuerpo humano era símico en apariencia; sin embargo, no se desarrolló a partir de cuerpos animales sino de prototipos astrales, y de este modo los humanos podrían ser llamados "ángeles caídos" en lugar de "simios resucitados". Nuestra mónada espiritual, el "ángel" en nosotros, no desciende literalmente en la materia pues permanece en su propio plano y funciona mediante una serie de vehículos inferiores, y cuando el cuerpo físico estuvo listo la inteligencia humana latente y autoconsciente pudo comenzar su desarrollo y expresión. Las líneas físicas y espirituales de la evolución se encuentran en la tercera corriente progresiva o mental; por tanto, la humanidad forma un reino separado que se ubica a medio camino entre los animales y los reinos superhumanos o de los "dioses".


Referencias

1. Véase "The Mahatmas", http://davidpratt.info.
 

Evolución desde el interior

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, Pasadena, CA: Theosophical University Press (TUP), 1977 (1888), 2:735, 737.

2. Véase "Evolution in the fourth round", http://davidpratt.info.
 

Descendencia de los simios

1. La Doctrina Secreta, 2:10, 155, 675, 678, 686, 714 nota al pie, 723, 740, 746, 748, 751.

3. La Doctrina Secreta, 2:287-8, 682; H.P. Blavatsky, Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 2:274 nota al pie, 278-9.

4. La Doctrina Secreta, 2:689, 720.
7. Ver "The Book of Dzyan", http://davidpratt.info.
8. La Doctrina Secreta, 2:184-5, 192, 286, 775.
9. Ibídem, 2:184-5, 189, 192-3, 195, 262, 271, 283, 775.
10. Ibídem, 2:195, 271, 283-7.
11. Ibídem, 2:192.
12. Ibídem, 2:185, 262, 775.
13. Ibídem, 2:689.
14. Ibídem, 2:195-7, 287, 375.


El registro fósil

1. La Doctrina Secreta, 2:340, 753.
3. Ian Tattersall, The Fossil Trail, New York: Oxford University Press, 1995, p. 231.
4. Ver "La Teosofía y los Siete Continentes", http://davidpratt.info, esoterismo-guia.blogspot.cl.

5. Ian Tattersall y Jeffrey Schwartz, Extinct Humans, New York: Nevraumont, 2001, p. 218.

6. Lloyd Pye, "Earliest human ancestor? Not likely!", rense.com/general12/early.htm.
7. W.Q. Judge, El Océano de la Teosofía, TUP, 1973 (1893), p. 146-7.
8. La Doctrina Secreta, 2:147 nota al pie, 435.
 

El despertar de la mente

1. Tattersall y Schwartz, Extinct Humans, p. 243.
2. Robert Wesson, Beyond Natural Selection, Cambridge, MA: MIT Press, 1994, p. 276-7.

3. Citado en ibídem, p. 278.
4. John C. Eccles, How the Self Controls Its Brain, Berlin: Springer-Verlag, 1994, p. 33, 176; "John Eccles on mind and brain", http://davidpratt.info.

5. John C. Eccles, Evolution of the Brain: Creation of the Self, London: Routledge, 1991, p. 237.

6. La Doctrina Secreta, 2:348.
7. Ver "Origin of mind", http://davidpratt.info.

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (9 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenidos:

05. Anatomía y orígenes
-Especialización y gracilización
-Neotenia y recapitulación embrionaria
-Bipedismo inicial


05. Anatomía y orígenes

Especialización y gracilización

Al comparar las características esqueléticas y musculares de simios vivos y humanos se aprecia que los primeros han desarrollado una anatomía más compleja y especializada, mientras que nosotros preservamos una simplicidad primitiva mamífera con sólo un sistema cerebroespinal necesario para la manifestación de inteligencia autoconsciente y que está altamente elaborado. Si tanto simios como humanos descendieron de un antepasado común, éste debía tener una estructura anatómica más generalizada que los simios modernos. Es ampliamente reconocido que el antecesor común e hipotético de humanos y chimpancés debe haberse parecido más a nosotros que a aquéllos (1). Los simios fósiles anteriores a este predecesor también tienden a mostrar características más simples y homínidas mientras que todavía poseen ciertas especialidades simiescas en grados variables.

El Ramapithecus es un primate fósil de aproximadamente 1,2 mts. de altura que data del Mioceno medio y tardío (alrededor de 16,6 a 5,3 millones de años). Durante los años sesenta y setenta se pensó que era el primer antepasado directo de los humanos modernos ya que su mandíbula y dentición parecían ser transicionales entre las de simios y las nuestras (es decir, más humanas que las de los monos actuales). Para entonces la edad de los primeros fósiles encontrados encajaba con la noción dominante de que la separación de simios y humanos había ocurrido hace al menos 15 millones de años; sin embargo, se cree que la división final ocurrió hace sólo 6 a 8 millones de años y después de más hallazgos fósiles a comienzos de los años '80 -incluyendo una mandíbula completa- se abandonó en buena medida la teoría de que Ramapithecus era el antepasado humano pues se develó que sus fósiles son similares a los del género Sivapithecus de primates fósiles que ahora está considerado como ancestro de los orangutanes (2). 

También se hallaron vestigios del primate Oreopithecus -que habitaba regiones pantanosas- en depósitos datados a fines del Mioceno en África oriental y del Plioceno temprano al sur de Europa (hace 11,6 a 3,6 millones de años). En 1958 se descubrió un esqueleto completo de esta criatura con 1,2 metros de alto y tenía una serie de curiosos rasgos casi humanos en sus dientes, mandíbulas, cráneo y hueso de la cadera. Su relación con otros primates ha sido motivo de cierto debate y confusión ya que combina rasgos primitivos y avanzados que por una parte parecen vincularse con los monos del Viejo Mundo, y por otra con simios avanzados similares a nosotros. Dicha especie ya no se considera perteneciente a la línea de descendencia humana, sino que en general es visto como rama secundaria y especializada de la evolución primate. Oreopithecus tenía brazos largos adaptados para el comportamiento suspensor y aún se discute sobre la medida en que era capaz de locomoción bípeda (3). El Gigantopithecus también muestra varios rasgos parecidos a los humanos incluyendo la reducción de caninos, y como señalamos en la sección 4 algunos científicos han llegado a la conclusión de que era bípedo.

Se cree generalmente que los simios driopitécidos arborícolas y frugívoros del Mioceno se acercan al origen de la línea descendiente homínida, pero incluso los primeros driopitecos tienen la dentición especializada característica de los simios y algunos investigadores piensan que es poco probable que tal rasgo pudiera perderse por una inversión al estado primitivo (4). No obstante, al igual que los humanos modernos los driopitécidos tenían arcos superciliares pequeños, en tanto que Australopithecus, Homo erectus y neandertales -junto con los simios modernos- presentan más amplitud en esa zona de la frente. Louis Leakey creía improbable que los monos del Mioceno sin arcos superciliares pudieran dar origen a homínidos primitivos con ese patrón y más grueso, los que a su vez dieron origen a humanos modernos carentes de dicha peculiaridad.

Además, en el Homo sapiens esa cresta frontal consta de dos partes, mientras que en Australopithecus, H. erectus y neandertales suele estar compuesta por una sóla masa ósea en forma de barra que se extiende horizontalmente sobre las órbitas oculares. Para Louis Leakey, la presencia de tales crestas "no sugirió una etapa ancestral en la evolución humana sino una rama lateral que se ha especializado más en este aspecto que cualquier otro tipo de Homo sapiens". Además, los simios del Mioceno tienden a presentar cráneos delgados, mientras que en el caso de australopitecos, H. erectus y neandertales son relativamente gruesos. Los humanos modernos tienen cajas craneanas delgadas lo que requeriría otra inversión evolutiva, y así Leakey pensaba que las especializaciones mostradas por australopitecos y H. erectus los descartaba como antepasados conducentes a humanos modernos (5). Como se indica en la sección 1, Tattersall y Schwartz adoptan una postura similar.

Por el nombre de "gracilización" se conoce a la tendencia a producir esqueletos más ligeros y delicados. Los científicos como Leakey que ven este proceso como inverosímil han respondido situando a H. erectus y neandertales -y en algunos casos australopitecos- en ramas diferentes del árbol evolutivo respecto a los humanos modernos; sin embargo, otros darwinistas no consideran que las reversiones evolutivas sean particularmente anómalas. Es bastante improbable la idea de que las mutaciones genéticas aleatorias (incluso después que las nocivas se eliminen por selección natural) produzcan un cambio evolutivo continuo, y aún es más irracional que una secuencia particular de mutaciones se repita más tarde en orden inverso, pero los darwinistas simplemente responden que "improbable no significa imposible". Algunos científicos han vinculado la gracilización con la neotenia o condición biológica en la cual los rasgos anatómicos juveniles se retienen en adultos (ver más abajo), pero dar un nombre exótico a un problema no es igual a explicarlo.

El antropólogo Björn Kurtén creía que las características anatómicas más especializadas debían desarrollarse a partir de rasgos homólogos a menor nivel. En el libro "Not from the Apes" (1972) aseveró que los contrastes anatómicos entre simios y humanos eran tan grandes que los dos linajes debieron bifurcarse hace más de 35 millones de años y sostuvo que el ancestro más antiguo del hombre moderno era indudablemente simiesco y vivía en los árboles, pero nunca fue lo que podría llamarse propiamente un "simio". Kurtén pensó que Propliopithecus -primate oligocénico del tamaño de un gato- con sus llamativos rasgos parecidos a los nuestros podría ser ancestral a Ramapithecus -que en el momento de escribir dicho libro era ampliamente considerado como homínido u "hominino" en terminología moderna- y a todos los homínidos posteriores, incluyendo los australopitecos, mientras que otros primates simiescos del Oligoceno dieron origen a Dryopithecus y los monos/simios posteriores. Kurtén concluyó que "la respuesta más lógica sugerida por la evidencia fósil es que los homínidos no descenden de los simios, sino al revés", queriendo decir que los simios vivos evolucionaron a partir de los primeros antepasados del hombre -es decir, homínidos simiescos- que a su vez se originaron a partir de un primate antiguo y primitivo de rasgos símicos (6). 

En un artículo escrito en 1981, John Gribbin y Jeremy Cherfas preguntaron: "¿Y si en lugar de que el hombre descendiera de los simios, éstos fuesen derivados nuestros?" (7). Sin embargo, como en el caso del libro de Kurtén su teoría resulta ser mucho menos radical que lo sugerido por el título, pues aceptan que el "humano" (Homo) descendió de una rama de los australopitecos, pero afirman que en lugar de extinguirse hace un millón de años los australopitecos restantes se convirtieron en el chimpancé y gorila actuales cuyos antepasados ahora son desconocidos. Esto significa que nuestros supuestos ascendientes símicos evolucionaron hacia homínidos bípedos (Australopithecus) algunos de los cuales más tarde volvieron a vivir en los árboles. Gribbin y Cherfas comentan: "Cualquiera que sean los pequeños cambios genéticos que se necesitan para llevar a cabo los retoques anatómicos que produjeron un simio erecto, seguramente pudieron haberse invertido de modo fácil y similar" admitiendo que su propuesta "puede parecer un arrebato de fantasía o la imaginación excesiva de dos antropólogos de butaca".

Existe una tendencia generalizada a enfatizar excesivamente las semejanzas corporales entre humanos y simios, mientras que se minimizan las diferencias amplias y significativas. A principios del siglo XX el anatomista Frederick Wood Jones citó varios hechos anatómicos como evidencia de que los humanos no podrían haber evolucionado a partir de simios o sus antepasados directos y aseveró que era difícil imaginar que en toda una serie de rasgos no correlacionados los humanos pudieran pasar de una condición primitiva a la fase pitecoide especializada y posteriormente retornar al estado primitivo, por cuanto Jones creía que el hombre se originó en el Terciario temprano a partir de una pequeña criatura arbórea que se asemeja mucho al mono tarsero de hoy y que los australopitecos no forman parte de nuestra ascendencia.

La evidencia que apunta al primitivismo del reservorio humano es resumida [por algunos autores] e incluye estas observaciones (8):

a) En muchos aspectos la estructura craneal humana está construida sobre líneas de mamíferos primitivos que se han desviado en alguna medida en todos los monos y simios. Por ejemplo, nuestros huesos del cráneo se articulan tanto en la base de dicha estructura como en sus costados en la manera característica de los mamíferos primitivos (p. ej., lemures) estableciendo así un marcado contraste con las articulaciones encontradas en monos y simios antropoides.

b) El esqueleto humano, especialmente en sus variaciones, muestra la misma condición de simplicidad en el mamífero primitivo.

c) También el sistema muscular humano conserva muchos elementos primitivos que se han perdido en el resto de los primates. Por ejemplo, en nosotros y otros animales extremadamente primitivos el músculo pectoral menor está unido al proceso coracoideo de la cintura escapular. En los antropoides se halla unido parcialmente al coracoide y en parte a un ligamento que pasa por debajo al húmero (brazo superior). En los monos se fija aún más abajo en el mismo ligamento, pero también en el húmero, mientras que en muchos cuadrúpedos está unido al húmero por completo.

d) Nuestros huesos nasales, lengua y pies son extremadamente primitivos en comparación con los de antropoides y otros reservorios símicos. El pie del simio en realidad es más parecido a la mano humana que a la suya, y es por eso que los simios a veces son llamados cuadrumanales (cuatro manos) en lugar de cuadrúpedos (cuatro patas).

e) Los músculos, los huesos y las articulaciones de mano y antebrazo humanos son extremadamente primitivos y no podrían haberse desarrollado en una fecha posterior durante la historia evolutiva del hombre. Algunos de los reptiles extintos del Mesozoico tenían patas y miembros anteriores de un parecido sorprendente con nuestra mano y antebrazo, y no existen indicios de que ambas estructuras fueran utilizadas para sostener su cuerpo cuando se suponía que era un mamífero cuadrúpedo.

f) El apéndice vermiforme humano es curioso como en el caso de ciertos marsupiales de Australia y se ve muy diferente en monos y simios.

g) Las grandes arterias que salen del arco aórtico en los humanos tienen los mismos números y clase y están dispuestas en igual orden que en el primitivo ornitorrinco australiano, mientras que simios y monos muestran una disposición muy distinta.


Neotenia y recapitulación embrionaria

La noción de neotenia (literalmente "mantener la juventud") implica la retención de los rasgos juveniles de una especie ancestral en la forma adulta de otra descendiente. Es el resultado de una desaceleración en la tasa de maduración física, de modo que el individuo se "congela" en un estado físicamente juvenil al alcanzar la madurez sexual. Como ya se mencionó, los humanos tienen varias características físicas que parecen ser más juveniles o primitivas que las mismas particularidades en otros primates. Muchas singularidades externas en los simios difieren de las de los humanos, pero estas divergencias tienden a ser menos pronunciadas a medida que nos remontamos al desarrollo corporal de los simios hacia los estadios juvenil y embrionario. En lo que respecta a la anatomía, esto sugiere que los simios están más especializados y evolucionados que los humanos y así muchas de nuestras características se hallan "retardadas" en su desarrollo. En la década de 1920 el anatomista Louis Bolk llegó a sostener que en realidad los humanos son fetos reproductivamente maduros o "embriones de andar erguido", una teoría a la que llamó "fetalización".


Fig. 5.1. Un chimpancé joven tiene un rostro muy similar al humano, pero los adultos desarrollan un hocico prominente (1).

En 1866 el archidarwinista Ernst Haeckel formuló la "ley biogenética" que establece que el desarrollo del embrión (ontogenia) recapitula la ascendencia evolutiva del reservorio en cuestión (filogenia) y a medida que un organismo pasa por el desarrollo embrionario vuelve a trazar cada etapa adulta de su ascendencia evolutiva, debido a que un organismo progresa marcando nuevas fases para su proceso de desarrollo embrionario. Los biólogos pronto descartaron esta idea reconociendo que la embriología no es una repetición estricta de la ascendencia, puesto que la evolución puede afectar todos los estadios de desarrollo eliminando y añadiendo pasos en dicho proceso. Sin embargo, todavía se acepta que muchas de las etapas que atraviesan los embriones pueden entenderse como remanentes de su pasado evolutivo. La Teosofía está de acuerdo con esto (2) aunque rechaza la teoría neodarwinista de que aparecen nuevas reservas de criaturas a través de la continua transformación de una forma física en otra como resultado de mutaciones aleatorias y selección natural.

La interpretación darwinista de la neotenia es que los humanos evolucionan conservando las características juveniles (más similares a las nuestras) de antepasados supuestamente simiescos. Desde una perspectiva teosófica las peculiaridades humanas de simios embrionarios y juveniles son un signo de su ascendencia semihumana (ver sección siguiente), esto es, los simios son humanos que evolucionaron físicamente y se desarrollaron en el aspecto mental.

Fig. 5.2. Comparación entre los cráneos de un humano (columna izquierda) y el mono capuchino (columna derecha) que representa a la mayoría de primates antropoides. Los individuos juveniles humanos y de monos (parte inferior) son similares al tener ambos una cabeza grande y redondeada, un hocico relativamente poco proyectado, ojos grandes, arcos superciliares débiles y mandíbulas y dientes pequeños. El humano adulto típicamente retiene estas características juveniles mientras que los adultos de monos y otros mamíferos tienden a desarrollar hocicos y crestas frontales más grandes y proyectadas (3).

La sutura o unión entre el premaxilar (parte anterior de la mandíbula superior que lleva los dientes incisivos) y los huesos maxilares se fusionan en una etapa temprana del desarrollo embrionario humano. Wood Jones afirmaba que esto imposibilita un origen a partir de monos, simios e incluso australopitecos en los cuales la sutura se cierra más tarde y las líneas en ella permanecen visibles en sus rostros. Los dientes humanos y de simios son similares en muchos aspectos, pero existen diferencias y son más pronunciadas en la segunda dentición (dientes permanentes) que en los dientes de leche. Las características juveniles se mantienen en los humanos mientras que los monos pasan a desarrollar caninos grandes, esmaltes finos y la geometría dental que les da su "perfil canino" (4).

Los monos y gorilas adultos son totalmente peludos, pero los monos nacen con pelo sólamente en cabeza y lomo, y los gorilas con cabello únicamente en la cabeza. Los humanos recién nacidos también presentan vello en esa parte y en comparación con monos y simios adultos los humanos maduros no son muy peludos. Desde una perspectiva darwinista la velocidad con que se extiende el cabello para cubrir el cuerpo se ha retardado significativamente en nuestro caso, y teosóficamente hablando ese mismo proceso se aceleró en los simios.

En una cierta etapa de su desarrollo el feto humano está cubierto con una capa de pelo suave que a veces permanece en la piel de los recién nacidos. Los darwinistas interpretan esto diciendo que el feto humano pasa por una "etapa simiesca"; sin embargo, este vello no tiene nada que ver con el de los animales y es completamente humano. En realidad, el pelo de los animales se convierte en la primera capa cabelluda de tipo humano, lo que constituye otra indicación de que los simios evolucionaron más allá de los humanos (5). 

Reconociendo que muchos rasgos anatómicos humanos se "retardaron" mientras nuestro desarrollo mental experimentó un desarrollo acelerado, E.D. Cope escribió:

"En la estructura de sus extremidades y dentición, el humano se corresponde con el tipo de Mammalia que prevaleció durante el Eoceno. Por lo tanto, en estos aspectos él se asemeja a las fases inmaduras de aquellos mamíferos que sufrieron modificaciones especiales de extremidades o miembros (...) En la forma de su cabeza el humano se asemeja a los embriones de todos los vertebrados en la frente protuberante y mandíbulas y rostro verticales. En esta parte de la estructura la mayoría de los vertebrados se han desarrollado más desde el tipo embrionario que el hombre, de modo que realmente puede decirse que el rostro de éste último es resultado de una retardación. Sin embargo, en la estructura de sus sistemas nervioso, circulatorio y reproductivo -éste último en su mayor parte- el humano se encuentra en la cúspide entre los vertebrados. Podemos establecer que el hombre es retardado y embrionario en aquellas partes de su estructura que son necesarias para la supremacía sólo por fuerza corporal" (6).


Bipedismo inicial

Esta teoría (1), como fue propugnada por François de Sarre del Centro de Estudio e Investigación sobre Bipedismo Inicial (CERBI), afirma que en lugar de ser una transformación evolutiva bastante reciente de un ancestro simiesco, los humanos son un reservorio extremadamente antiguo y han permanecido morfológica y anatómicamente más cercanos al vertebrado original del que descienden todos los demás. En opinión de Sarre, este prototipo era una hipotética y pequeña criatura marina que vivió hace unos 60 millones de años.

El autor describe la historia evolutiva tradicional humana como "una farsa gigantesca basada en observaciones erróneas y viejos prejuicios" y añade que como el registro paleontológico es tan incompleto debemos basarnos principalmente en la embriología y anatomía comparada para descubrir nuestros verdaderos orígenes. En lugar de interpretar la estructura primitiva humana ("juvenil") para dar a entender que somos simios fetales maduros, Sarre sostiene -y al igual que la Teosofía- que los simios descienden de nosotros y evolucionaron anatómicamente más allá del punto en que concluyó el desarrollo humano.

Los humanos constituyen los únicos mamíferos conocidos que habitualmente son bípedos. De modo significativo, en los embriones de humanos, ciertos primates y muchos otros mamíferos el foramen magnum (abertura en el cráneo por donde pasa la columna vertebral) se sitúa en posición central. En los humanos adultos esta ubicación se conserva -necesaria para el bipedismo- mientras que en otros animales, incluidos los simios, la abertura se dirige hacia atrás para la posición requerida por un cuadrúpedo a medida que avanza el crecimiento (2). 

Un hecho relacionado es que en todos los embriones de mamíferos -incluyendo humanos y simios- el ángulo entre el plano de la cara y el de la base craneal por donde pasa la médula espinal se halla extremadamente flexionado en unos 90°. Este ángulo permanece más doblado en humanos adultos (120°) lo que se vincula con nuestro modo bípedo de locomoción, pero en los animales maduros el ángulo se abre subiendo a 140° en simios y hasta 180° en los mamíferos totalmente cuadrúpedos.

Fig. 5.3. Representación del ángulo entre el esqueleto facial y la base del cráneo en un perro (arriba) y un humano (abajo) mostrando la etapa fetal (columna izquierda) y la etapa adulta (columna derecha) (3).

Un análisis de manos y pies humanos demuestra que nunca hemos sido cuadrúpedos. Los simios y monos tienen pies prensiles (es decir, un dedo gordo oponible) que son como manos inferiores y permiten el agarre de ramas, etc.; además, el tercer dígito de sus pies es el más largo de los cinco. El pie nuestro orientado al bipedismo es muy diferente y típicamente humano desde el momento de su primera aparición temprana en el desarrollo embrionario. De modo significativo, en el embrión todos los pies primates comienzan siendo similares a los nuestros, lo que implica que el pie de simios y monos es de un tipo humano que se convirtió en prensil a través de la adaptación a la vida en los árboles. Además, el tercer músculo peroneo de la pierna -uno de los más importantes que nos permiten estar de pie y caminar- no se encuentra en ningún otro mamífero; se puede apreciar en el embrión humano durante los inicios de su desarrollo sugiriendo así que debimos haber tenido una postura erguida tal vez desde el mismo origen del reservorio humano (4). 

La mano humana con sus cinco dedos ha permanecido muy primitiva y no puede haber evolucionado desde una pata animal. La estructura de nuestros brazos y manos ha servido como punto de partida para diversas transformaciones evolutivas como los antebrazos en los mamíferos cuadrúpedos, las alas de murciélagos y las aletas pectorales en cetáceos. Mientras que los humanos tienen un pulgar oponible bien desarrollado, dicho dígito en los primates no-humanos es corto y a menudo macilento o se halla totalmente ausente como resultado del desuso. En algunas especies de monos la especialización al escalar árboles ha producido que su pulgar se redujera a un tocón mientras que al mismo tiempo sus brazos se alargaron. Por su parte, los simios conservaron las manos que son anatómicamente muy similares a las nuestras, pero a menudo las emplean para caminar con los nudillos (5). 

Fig. 5.4. Cambios en la proporción corporal en humanos y simios. Max Westenhöfer sostuvo que si no tenemos ninguna opinión preformada, este diagrama excluye una ascendencia simiesca para el ser humano (6). Los miembros anteriores de los simios son más largos que los posteriores como resultado de la especialización en la vida arborícola.

La paleontóloga Yvette Deloison cita la estructura primitiva de la mano humana como evidencia de que el antepasado común de los australopitecos, grandes simios y humanos no pudo haber sido ni arbóreo ni cuadrúpedo. Por otra parte, el pie humano está especializado para la locomoción bípeda y en el supuesto de que la evolución nunca retrocede, Deloison afirma que nuestro primer antecesor primate debe haber tenido manos y pies no especializados y que tanto humanos como australopitecos tenían un ancestro común bípedo que apareció hace unos 15 millones de años. Por ende y en lugar de evolucionar hacia el bipedismo humano, los australopitecos semi-bípedos se estaban adaptando a un nuevo modo de vida en los árboles (7). 

Sarre adopta una posición similar y al igual que Gribbin y Cherfas cree que los simios antropoides actuales podrían estar relacionados con los australopitecos, pero en lugar de decir que éstos últimos eran bípedos que evolucionaron a partir de antepasados cuadrúpedos que después involucionaron para convertirse en simios cuadrúpedos, argumenta que los australopitecos tenían antecesores bípedos y en realidad estaban en proceso de perder su bipedismo avanzando hacia el cuadrupedismo como parte de una fase de deshumanización, y de acuerdo con esto Sarre considera a los salvajes como Bigfoot y los Yeti como reliquias de homínidos deshumanizados (8). 


Referencias

Especialización y gracilización

1. C. David Kreger, "Modern Human Origins", www.modernhumanorigins.com.
2. britannica.com/EBchecked/topic/490510/Ramapithecus.
3. britannica.com/EBchecked/topic/431788/Oreopithecus; William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans III, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 72-3.

4. Björn Kurtén, Not from the Apes: A history of man’s origins and evolution, Nueva York: Vintage Books, 1972, p. 31-2.

5. Michael A. Cremo y Richard L. Thompson, Forbidden Archeology, San Diego: CA: Bhaktivedanta Institute, 1993, p. 679-81.

6. Not from the Apes, p. vii, 4-5, 37-42.
7. John Gribbin y Jeremy Cherfas, "Descent of man – or ascent of ape?", New Scientist, 3 de septiembre de 1981, p. 592-5.

8. Frederic Wood Jones, The Problem of Man’s Ancestry, London: Society for Promoting Christian Knowledge, 1918; Frederic Wood Jones, Man’s Place among the Animals, London: Edward Arnold & Co., 1929, p. 307-53.


Neotenia y recapitulación embrionaria

1. William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans I, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1992, p. 26.

2. Ver "Sex and sexuality", sección 2, http://davidpratt.info.
3. Jeffrey H. Schwartz, Sudden Origins: Fossils, genes, and the emergence of species, Nueva York: John Wiley, 1999, p. 138.

4. Biological Anomalies: Humans I, p. 91-3.
5. François de Sarre, "Man, as an ancestral vertebrate", parte 1, Bipedia, n° 4, marzo de 1990, http://perso.wanadoo.fr/initial.bipedalism/4.htm.

6. Citado en Stephen Jay Gould, Ontogeny and Phylogeny, Cambridge, MA: Belknap, Harvard University Press, 1977, p. 355.


Bipedismo inicial

1. François de Sarre, "La théorie de la bipédie initiale: avancées récentes et perspectives", Bipedia, n° 26, marzo de 2007, http://initial.bipedalism.pagesperso-orange.fr/26a.htm.

2. Corliss, Biological Anomalies: Humans I, p. 27, 180-3.
3. Schwartz, Sudden Origins, p. 134-5.
4. Biological Anomalies: Humans I, p. 26-7; François de Sarre, "Initial bipedalism: an inquiry into zoological evidence", Bipedia, n° 1, septiembre de 1988, http://perso.wanadoo.fr/initial.bipedalism/1.htm

5. Sarre, "Man, as an ancestral vertebrate".
6. Biological Anomalies: Humans I, p. 31.
7. Yvette Deloison, "L’homme ne descend pas d’un primate arboricole! Une évidence méconnue", Biométrie Humaine et Anthropologie, v. 17, 1999, p. 147-50.

8. François de Sarre, "Essai sur le statut phylogenique des hominoïdes fossiles et récents", partes 1 y 2, Bipedia, n° 5 y 7, septiembre de 1990 y septiembre de 1991.

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (8 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenidos:
 
-Gigantopithecus y Meganthropus
-Hombres salvajes


Gigantopithecus y Meganthropus

En 1935 el paleontólogo Ralph von Koenigswald se encontró con un molar anormalmente grande mientras buscaba dientes fósiles en una farmacia de Hong Kong, donde eran conocidos como "dientes de dragón" y vendidos con fines medicinales. El investigador se dio cuenta de que el diente pertenecía a una nueva especie de primate que llamó Gigantopithecus blacki y desde entonces se han encontrado cientos de piezas dentarias junto con cuatro huesos de mandíbula, por cuanto Gigantopithecus ("mono gigante") es considerado como el más grande de los primates que jamás haya existido.

Se cree que otra especie conocida como Gigantopithecus bilaspurensis apareció en India hace 6-13 millones de años mientras que el Gigantopithecus blacki pudo haber habitado en el sudeste de Asia y extinguido hace unos 300 ó 400 mil años. Aunque son grandes, los dientes tienen algunas similitudes con los humanos y esto llevó a algunos científicos a especular que las criaturas podrían haber sido antepasados homínidos gigantes. Sin embargo, hoy el consenso científico es que el Gigantopithecus era un simio vegetariano, peludo y cuadrúpedo sin relación con nuestro linaje (1). Se estima que Gigantopithecus habría medido de 2,7 a 3,7 mts. de alto erguido en sus patas traseras, y que pesaba entre 270 y 545 kgs. comparado con el gorila más grande que tiene 1,8 mts. de alto y de 135 a 180 kgs. 


Fig. 4.19. Arriba: modelo de un Gigantopithecus de 3,1 mts. (2). Debajo: mandíbula de un macho adulto de la misma especie en comparación con una mandíbula humana (3).

En 1941 Von Koenigswald desenterró en Java el fragmento de un enorme hueso de mandíbula que contenía tres dientes aún más parecidos a los humanos que los de Gigantopithecus, pero ligeramente más pequeños. Koenigswald llamó a este nuevo hallazgo Meganthropus palaeojavanicus y desde ese periodo se hallaron otros fósiles atribuidos a esta especie, de la cual se cree que vivió hace 1 millón de años. El paleoantropólogo Franz Weidenreich estimó que era dos tercios el tamaño de Gigantopithecus y éste último dos veces tan grande como un gorila, lo que haría que tuviese unos 2,4 mts. de alto y aproximadamente 180 a 270 kgs. El punto de vista ortodoxo actual es que se trataba de una forma muy robusta de Homo erectus, una especie similar y nueva (Homo palaeojavanicus) o tal vez un australopiteco de gran complexión y no necesariamente gigante (4).

En "Apes, Giants and Man" (1946) Weidenreich afirmaba que tanto Gigantopithecus como Meganthropus eran en realidad homínidos gigantes en la línea que conduce a los humanos; dicho de otro modo, nuestros antepasados no eran pigmeos simiescos (como los australopitecos) como se supone por lo general, sino gigantes con rasgos símicos (5). El punto de vista convencional es que Gigantopithecus caminaba sobre sus nudillos como un gorila, pero el antropólogo Grover Krantz sostiene que fue un homínido bípedo y que "Bigfoot" puede representar un pariente vivo. Además de la dentición semihumana de Gigantopithecus, Krantz señala que la parte posterior de la mandíbula inferior se extiende mucho más ampliamente que la de un gorila, lo que sugiere que llevaba su cabeza verticalmente y era capaz de una locomoción bípeda y erguida. Después de examinar sus mandíbulas y dientes el antropólogo Ivan Sanderson también llegó a la conclusión de que los homínidos gigantopitecos eran probablemente fabricaban herramientas (6).


Hombres salvajes

Las pruebas resumidas en la sección 3 sugieren que los humanos de aspecto moderno, los primitivos y criaturas simiescas han coexistido en tiempos mucho más remotos que lo asumido por la ortodoxia actual. Aproximadamente en los últimos cien años varios investigadores han acumulado pruebas sustanciales sobre criaturas desconocidas que van desde muy simiescas a extremadamente similares a nosotros, o desde pequeños pigmeos a gigantes de 4,5 metros o más en altura y que recorren las áreas silvestres del mundo actual. Algunas pueden ser especies no reconocidas de monos o simios bípedos y otras podrían representar humanos primitivos, mientras los científicos convencionales afirman que los humanos son los únicos homínidos vivos hoy y que los simios bípedos se extinguieron hace un millón de años. Se han visto algunos "hombres salvajes" con ropa primitiva y que portaban herramientas y armas. Muchos de esos encuentros parecen involucrar a criaturas de carne y hueso, pero algunos informes se caracterizan por elementos de "alta extrañeza" e implicarían la presencia de criaturas paranormales del ámbito astral que se materializan brevemente (1).

Aunque no se sabe de ningún zoológico o museo que tenga una muestra de "hombres salvajes" en su colección, han habido innumerables avistamientos de testigos fiables. Otra evidencia incluye fotos, huellas, impresiones de manos, excremento, pelo, trozos de piel y partes del cuerpo junto con arte, tradiciones y folclore nativo. Casi todos los científicos descartan tales criaturas escurridizas sin examinar la evidencia, pero cuando un especialista hace el esfuerzo para investigar el tema con frecuencia su escepticismo inicial se desvanece. A pesar del riesgo a su reputación, un buen número de científicos que comprende a Ivan T. Sanderson, Grover Krantz, John Napier, Myra Shackley, Bernard Heuvelmans, Boris Porshnev y Jeffrey Meldrum han llegado a la conclusión de que los hombres salvajes de hecho existen o al menos que el tema merece un estudio serio.
 
La falta de fósiles para estas entidades no es ninguna sorpresa, ya que la fosilización es rara, e incluso para los primates aceptados en el mejor de los casos los hallazgos de este tipo son generalmente escasos; por ejemplo, no hay fósiles conocidos de gorilas o antepasados de éstos. En cuanto a los cuerpos de seres que han muerto de forma natural, rara vez encontramos cadáveres de osos en bosques y se estima que existen alrededor de 100 plantígrados para cada "pie grande" ("Bigfoot"); no obstante se han examinado pequeñas evidencias físicas de primates misteriosos. Por ejemplo, los pelos del Yeren chino analizados en 1976 sugirieron la existencia de un "primate desconocido"; las heces del pie-grande de Ohio o Grassman al parecer provenían de un "tracto digestivo desconocido o de tipo humano"; los excrementos del Teh-Ima nepalés ("Little Yeti") contenían "un parásito primate desconocido" y también partes de la mano de un Yeti en esa región resultaron provenir de un "hominoide desconocido" (2).
 
Según se dice, en 1941 un teniente coronel soviético examinó un hombre salvaje capturado vivo en la república autónoma de Daguestán, al norte de las montañas del Cáucaso, pero la criatura recibió un disparo mientras los rusos se retiraban ante el avance del ejército alemán y no se sabe qué pasó con el cuerpo. En Mongolia se informa que dos de estas criaturas fueron baleadas por una patrulla durante escaramuzas fronterizas entre rusos y japoneses en 1939, pero nuevamente los cuerpos desaparecieron. También en una ocasión los nepaleses capturaron un yeti macho vivo, pero se negó a comer y cuando murió su cadáver fue abandonado (3).
 
Se cree erróneamente que todas las áreas del planeta han sido exploradas a fondo y que los científicos poseen un inventario "completo" de las especies animales que viven en la Tierra; por ejemplo, el gorila de montaña, el siamang enano, el bonobo y el chimpancé pigmeo se descubrieron en el siglo XX. El noroeste de Estados Unidos tiene vastas regiones de densos bosques y en terreno montañoso que, aunque cartografiado desde el aire, rara vez ha sido explorado por humanos en tierra; igualmente el 95% del desierto de Gobi (hogar de Almas) y el Tíbet (tierra de los yeti) han sido poco inspeccionados. La razón por la que muchos de estos primates casi humanos son tan buenos para vivir ocultos puede deberse simplemente a que son más inteligentes que otros animales. En los párrafos siguientes se describen algunas de las especies bípedas y crípticas más conocidas.
 
El "Bigfoot" o "Sasquatch" es un homínido enigmático del que se ha informado sobre todo en el noroeste de Estados Unidos y la Columbia Británica (Canadá). Las criaturas de esta clase tienen generalmente de 2,1 a 2,4 mts. de altura y caminan erguidas de manera similar a la humana. Están completamente cubiertas con pelo de color rojizo-marrón o negro a excepción de la cara y el contorno ocular. El rostro es plano y simiesco con frente inclinada y arcos superciliares gruesos; la parte superior de la cabeza es redondeada y con una carnosidad similar a la cresta sagital del gorila macho. Los hombros y el pecho son enormes, y los brazos son largos en proporción a su altura. A menudo Bigfoot despide un olor insoportable, casi pútrido, y además los nativos norteamericanos tienen leyendas de criaturas gigantes y peludas parecidos a los humanos que se remontan a varios siglos. Algunos investigadores piensan que Bigfoot podría ser descendiente de Gigantopithecus o estar vinculado con el Australopithecus/Paranthropus robustus.



Fig. 4.20. Un "Sasquatch" hembra filmado por Roger Patterson en 1967 (4) que tenía 2,2 mts. de alto y dejó huellas de 36,8 cms. de largo y 15,2 de ancho. La autenticidad de la película ha sido cuestionada, pero nunca ha habido evidencia convincente sobre un engaño.
 
Los testigos han informado y examinado cientos de huellas pertenecientes a Bigfoot (5), y así John Napier declaró que si todos ellos fueran falsos "entonces tenemos que prepararnos para aceptar la existencia de una conspiración de tentáculos mafiosos con células en prácticamente cada localidad importante desde San Francisco a Vancouver". Por lo general las impresiones tienen entre 36 a 46 cms. de largo y de 13 a 23 de ancho, dando una superficie de aproximadamente tres o cuatro veces mayor que la de un pie humano promedio. Para imprimir una huella de la misma profundidad que Bigfoot un hombre de 90 kgs. tendría que llevar al menos 225 kgs. Por otra parte, la longitud de la zancada en un Bigfoot es de 1,2 a 1,8 mts. en contraposición con la media de 1 m. para un humano normal. Además dichas huellas a veces continúan hasta varios kilómetros en las regiones desérticas alejadas de los caminos más próximos, y un trazo de vehículo/maquinaria sería difícil de manejar por el terreno accidentado y montañoso y no produciría los bordes de impacto observados en huellas de Bigfoot. El 10 de junio de 1982 un patrullero del Servicio Forestal de EE.UU. en el estado de Washington observó un bípedo peludo de unos 2,6 mts. de altura a una distancia de 55 metros y luego de 30 segundos el animal se alejó. Un estudio sobre las huellas de la criatura mostró crestas dérmicas, poros sudoríparos y otras características en lugares adecuados para los pies de grandes primates (6).
 
El nombre "Yeti" ("yeh-teh", que significa "aquella cosa") es un nombre dado a varios tipos de primates desconocidos avistados en el Himalaya. Uno de sus tipos es el Meh-teh que se describe por testigos con un cuerpo simiesco y robusto de una cualidad claramente humana. De pie mide 1,7 mts. de alto y está cubierto con pelaje corto, grueso y de color marrón-rojizo a negro. Tiene cabeza de forma cónica con una corona en punta y brazos largos que llegan casi a las rodillas. Los investigadores tienden a creer que este yeti u "hombre de las nieves" clásico de tamaño humano es una especie de antropoide y dicha criatura puede vivir en los valles cálidos de las montañas del Himalaya utilizando los pasos nevados para moverse de un lugar a otro.


Fig. 4.21. Arriba: bosquejo por Bernard Heuvelmans del yeti (Meh-teh). Debajo: criatura retratada en un viejo libro tibetano que describe la fauna local (7).

Fig. 4.22. 1) Pie humano; 2) pie Yeti; 3) pie de gorila; 4) pie de langur; 5) pata delantera de oso negro himalayo; 6) pata posterior de oso negro himalayo (8). 

También se informa de yetis con un tamaño de hasta 2,4 mts. de altura y en China son conocidos como "Dzu-teh" y "Gin-Sung" ("hombre-oso"). Son animales grandes y voluminosos con pelambrera larga, oscura y peluda y que suelen ser cuadrúpedos, aunque pueden adoptar bipedismo. Algunos piensan que puede ser un oso grande no catalogado hasta ahora especialmente por invadir pequeñas explotaciones ganaderas y dejar huellas de garras. El tipo más pequeño de yeti es el "Teh-Ima" que por lo general es descrito con una altura de entre 1 y 1,4 mts., cubierto con pelo grueso gris-rojizo, hombros encorvados y una cabeza de punta afilada que se inclina hacia atrás desde la frente.
 
El inesperado descubrimiento de fósiles pertenecientes una pequeña criatura simiesca y bípeda llamada Homo (?) floresiensis (isla indonesia de Flores, 2003) es de gran interés para los criptozoólogos sobre todo porque algunos de los materiales encontrados podrían tener una antigüedad de tan sólo 12.000 años. Existe una tradición muy extendida en Indonesia sobre un simio pequeño, fuerte y peludo de 1 a 1,5 mts. que tiene un rostro más parecido al humano y camina de forma bípeda. En Indonesia se llama "Ebu Gogo" y en Sumatra y Malasia como "Sedapa" u "Orang Pendek" ("hombrecito") (9) reseñado como un ser de pelaje corto y oscuro a excepción de su cara marrón, lisa y sin pelo, con una melena espesa y gruesa que cuelga hasta la mitad o más abajo de su parte posterior (10) e igualmente sus avistamientos se han reportado durante siglos.

Fig. 4.23. "Orang Pendek".
 
El "Almas" ("hombre salvaje" mongoliano) es una criatura humanoide bípeda que según se cuenta habita en las montañas de Altai en el oeste de Mongolia y el sector de Tien Shan (provincia china adyacente de Sinkiang). Los especímenes adultos tienen una alzada de 1,5 a 1,8 mts. y están cubiertos de pelo negro rojizo; presentan frente aplanada, prominentes arcos superciliares, mandíbula sobresaliente y una parte posterior en la cabeza con forma cónica. Tienen brazos largos, piernas cortas y caminan con las rodillas flectadas; se les ha visto utilizar herramientas simples y no hay relatos sobre su forma de hablar. Incluso en Vietman se informa de homínidos similares con 1,8 mts. de altura y son conocidos por muchos nombres, incluyendo el de "Nguoi Rung" ("gente del bosque"). Otro ser que se avistó con frecuencia es el "Kaptar" o "Biabin-guli" que vive en las montañas del Cáucaso.

Fig. 4.24. "Almas" (cortesía de Harry Trumbore) (11).
 
El "Yeren" vive en las regiones montañosas y densos bosques del centro y sur de China. Los avistamientos modernos son frecuentes y es retratado como un bípedo peludo de 1,8 mts. de alto con gruesa pelambrea rojo-marrón, boca simiesca, orejas grandes y ojos parecidos a los humanos; también deja huellas grandes de hasta 41 cms. de longitud. Tal criatura ha sido mencionada en el folklore chino durante milenios y en algunos lugares se informó de una segunda forma de Yeren que se desplaza en cuatro patas y posee una cubierta de pelo rojiza y más larga.

El "Yowie" australiano es un ente simiesco de al menos 1,8 mts. de altura y de pelaje marrón bastante largo, de cara muy pequeña parecida a la humana, pero sin barbilla, y dientes caninos largos. Los hallazgos de yowies y sus huellas continúan hasta hoy principalmente en las regiones costeras y centrales de Nueva Gales del Sur y Queensland's Gold Coast. De igual forma los aborígenes tienen una larga tradición sobre este "hombre peludo" de las montañas. 

Fig. 4.25. El "Yowie" (12).
 
Hay informes ocasionales acerca de criaturas parecidas a Bigfoot avistadas en los Andes de América del Sur; se les llama "Ucu", "Ucumar" y "Ukumar-zupai"; en América Central se conocen -entre otros nombres- como "Sisemite" y "Ulak". También se sabe de encuentros con criaturas simiescas más pequeñas; por ejemplo, el "Didi" es un antropoide voluminoso y pelirrojo restringido a una estrecha franja de noroeste de Sudamérica. El "Mapinguary" de Brasil es un poco más alto (1,7 mts.) y se describe en las tradiciones nativas como un mono gigante principalmente pelirrojo, de andar bípedo e inclinado con largos brazos. La gente en Belice habla de criaturas semihumanas llamados "Dwendi" que varían entre 1 y 1,4 mts. de alzada que habitan en las selvas sureñas del país. Desde la vertiente oriental de los Andes ecuatorianos llegan reportes sobre "Shiru", una pequeña criatura de rasgos homínidos y cubierta de pelo, con una altura de entre 1,2 a 1,5 mts.
 
En el Congo africano se cuenta sobre criaturas simiescas y peludas de 2,4 mts. de alto conocidas como "Muhalu" o "Kikomba"; asimismo en Kenia hay póngidos similares y desconocidos llamados "Ngoloko". Existen antecedentes que refieren a pigmeos primitivos recubiertos de pelo en muchos países africanos, como el "Kakundakári" de Zimbabwe, el "Agogwe" del este de África y el "Séhité" de África Occidental; los dos últimos son descritos como pelirrojos*. La mayoría de los avistamientos de estas criaturas se remontan al menos hace 70 años o más.

*Hay varias tribus conocidas de pigmeos africanos que no están cubiertas de pelo. Por ejemplo, los "Akkas" se han descrito con un porte de 1,2 mts., cabezas grandes, mandíbulas muy proyectadas, narices planas y labios sobresalientes. Tienen brazos muy largos que llegan por debajo de las rodillas y su andar es oscilante debido al tamaño anormal de sus estómagos como sucede también con el chimpancé y el orangután. Ciertos científicos creen (...) que los "Akkas" son restos del "eslabón perdido" entre humanos y simios (13).

Los bípedos extraños como Bigfoot/Sasquatch, Ucumar, Sisemite y el Gran Yeti han sido clasificados como "neo-gigantes" de entre 1,8 y 2,7 mts. de altura. Se da el nombre de "homínidos marcados" a las criaturas peludas de aspecto más humano que Pie Grande con una altura promedio de 2,1 mts., cuerpos firmes y fuertes y que por lo general son vistos en las laderas boscosas y la tundra de regiones subpolares de América del Norte, Europa y Asia. Tienden a ser moteados y presentan un patrón de dos tonos de pelaje multicolor, una melena de cabello más claro, una apariencia casi albina o una mancha blanca en medio de pelo más oscuro. Los reportes indican que se acercan a viviendas humanas y áreas ganaderas, comercian con humanos y se comunican de forma no verbal (14).

Fig. 4.26. El homínido siberiano llamado "Mecheny" ("el marcado"), visto por el científico ruso Maya Bykova en 1987. Tenía 2 mts. de altura y un parche distintivo de pelo blanco en su antebrazo (15).
 
Se conoce como "gigantes verdaderos" a los homínidos peludos extremadamente grandes con hasta 6 mts. de altura. Sus cuerpos son muy magros -si no desgarbados- y cubiertos de pelo marrón-rojizo o más oscuro que es más largo en la cabeza y fino en los brazos. Parecen no tener cuello y sus rasgos faciales son aplanados. Sus pies miden unos 25 cms. de ancho por al menos 53 de largo y tienen cuatro dedos visibles; si tienen un quinto dedo vestigial éste no aparece en la mayoría de las impresiones. Se los ha visto en zonas montañosas de bosque por todo el mundo, principalmente en zonas templadas, y algunos investigadores creen que están relacionados con el Gigantopithecus (16).
 
En junio de 1965 se avizoró una criatura gigante de unos 3,7 mts. de alto en el lago Pitt, Columbia Británica (Canadá). Las historias referentes a criaturas altas con enormes huellas se remontan a 1829 y las tradiciones de los indios Creek del pantano Okefenokee de Georgia. Los avistamientos son transversales a toda América del Norte incluyendo casos en Carolina del Sur hacia 1977 y Pensilvania en 1993, pero se concentran en las altas montañas occidentales y bosques de abetos en el norte. Además hay testigos de la presencia de hombres salvajes gigantes con 3 a 6 mts. en Tíbet y Malasia donde se les conoce como "Nyalmo" y "Orang Dalam" respectivamente (17). 
 
Hacia 1960 dos hombres informaron sobre un encuentro con varias criaturas gigantes en Kalgoorlie, Australia Occidental, y vieron una criatura femenina de 2,1 mts. parecida a un gorila, con pechos largos y pelaje de color marrón oscuro. Luego apareció una hembra más pequeña seguida de un macho de al menos 2,7 mts.; más tarde avistaron otro "monstruo peludo como un gorila" con 3,1 mts. de alto en su cobertizo prefabricado separando las paredes y el techo de la estructura frágil. Los aborígenes más tarde les dijeron que este era el territorio de los Jimbra que habían habitado esa comarca desde el "tiempo del sueño". También en toda Australia y desde la época de colonización blanca inicial hasta el día de hoy se ha reportado la existencia de seres peludos y malolientes con 2,1 a 4,3 mts. de alto, caras similares a un gorila, huellas de 60 cms. de longitud con grandes dedos de pies extendidos y genitales grandes y visibles (18).
 
Los aborígenes creen que el legendario "Tjangara" o "gran hombre peludo" aún habita en las llanuras de Nullarbor (Australia del Sur). En agosto de 1972 el cazador de fósiles Steve Moncreif exploraba un arroyo seco cerca de Yarle Lakes (cercano al Gran Desierto de Victoria, Australia del Sur) cuando percibió un mal olor. Mirando hacia arriba avistó una enorme criatura peluda que lo observaba desde una ribera alta; a unos 6 metros de distancia había otro ejemplar de 3 mts. de alto con genitales masculinos y un gran mazo de piedra en su mano derecha quien persiguió a Moncreif mientras conducía su Land Rover, pero el explorador lanzó su azadón a la cara del animal y logró escapar. Dos años antes y en la misma área se conocieron otros encuentros con el Tjangara y sus huellas que miden 50 cms. de largo. En 1989 unos excursionistas a bordo de dos vehículos divisaron un gigante peludo de 4 mts. de alto que empuñaba un enorme garrote de madera cerca de Etadunna en Australia del Sur.

Fig. 4.27. Gigante visto cerca de Yarle Lakes, Australia del Sur (cortesía de Harry Trumbore) (19).

 
Referencias

Animales gigantes

1. Fuentes generales: britannica.com, prehistoric-wildlife.com, en.wikipedia.org.
2. Ted Holden, "Megafauna and the attenuated gravity of the antique system", bearfabrique.org; Bill Erickson, ‘Dinosaur giantism’, archive.today.

3. James Morgan, ‘“Biggest dinosaur ever' discovered", 17 de mayo de 2014, bbc.com.

4. ananova.com/news/story/sm_433247.html.


Humanos gigantes

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, Pasadena, CA: Theosophical University Press (TUP), 1977 (1888), 2:276-80, 293, 336, 753-6.

2. Richard J. Dewhurst, The Ancient Giants Who Ruled America: The missing skeletons and the great Smithsonian cover-up, Rochester, VE: Bear & Company, 2014; Ross Hamilton, "Holocaust of the giants: the great Smithsonian cover-up", greatserpentmound.org/articles/giants3.html; H.P. Blavatsky, Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 1:303-5; La Doctrina Secreta, 2:293; William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans III, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 44-5.

3. The Ancient Giants Who Ruled America, p. 44; gianthumanskeletons.blogspot.nl; Chris Parker, "Giant men", 2010, s8int.com.

4. Tédd St. Rain, Mystery of America: Book 1. Enigmatic Mysteries and Anomalous Artifacts of North America: A connection to the ancient past, Long Beach, CA, Lost Arts Media, 2003, p. 10; "Ooparts & ancient high technology", www.s8int.com/giants6.html.

5. David Hatcher Childress, Lost Cities & Ancient Mysteries of South America, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1986, p. 199.

6. Frank Edwards, Stranger than Science, New York: Lyle Stuart, 1959, p. 113-4.
7. Terje Dahl, "Did Ralph Glidden find bones of giants on Catalina Island?", sydhav.no; "Catalina Island giant skeletons", frontiers-of-anthropology.blogspot.nl; The Ancient Giants Who Ruled America, p. 302-15.

8. "Historical North American giants", bibleufo.com/humanphenom7.htm.
9. Stranger than Science, p. 112-4.
10. "Ooparts & ancient high technology", www.s8int.com/giants1.html.
11. museumofhoaxes.com; roadsidewonders.net/the-cardiff-giant; Stephen Jay Gould, Bully for Brontosaurus, London: Penguin, 1991, p. 42-5.

12. W.G. Wood-Martin, Traces of the Elder Faiths of Ireland, London: Longmans, Green and Co., 1902, 1:57-8.

13. Stranger than Science, p. 113.
14. Enigmatic Mysteries and Anomalous Artifacts of North America, p. 16-7.
15. David Hatcher Childress, Lost Cities of North & Central America, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1992, p. 496-7.

16. Peter Kolosimo, Timeless Earth, London: Sphere, 1974, p. 30-1.
17. G. de Lapouge, "Le géant fossile de Castelnau", La Nature, v. 18, n° 888, 1890, p. 11-2, cnum.cnam.fr; "A pre-historic giant", The Popular Science News y Boston Journal of Chemistry, v. 24, n° 8, agosto de 1890, p. 113, archive.org; "Prehistoric giants of France and Spain part 2.0", 17 de febrero de 2014, rephaim23.wordpress.com; "Bones of an 11.5 foot tall man, France", greaterancestors.com; en.wikipedia.org/wiki/Giant_of_Castelnau.

18. Terje Dahl, "Magazine editor confirms the giant bones of Georgia", sydhav.no; world-geographic.com.

19. "Bronze Age giants: Kurgan warriors of Russia & Asia 7 feet tall", 16 de julio de 2014, rephaim23.wordpress.com.

20. stangrist.com/giants.htm.
21. Harold T. Wilkins, Secret Cities of Old South America, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1998 (1952), p. 44-7; wisdomworld.org.

22. Enigmatic Mysteries and Anomalous Artifacts of North America, p. 15.
23. "Discoveries of giant human bones", returnofthenephilim.com/GiantBonesDiscoveries.html.

24. "The country of the giants", New Scientist, 24 de abril de 1958, p. 11.
25. Rex Gilroy, "Giants of the Dreamtime", 1999, internetezy.com.au/~mj129/Australasian_Ufologist2.html; Rex Gilroy, "And there were giants", 1976, internetezy.com.au/%7Emj129/strangephenomenonb.html.

26. "Giant axes and tools: evidence of real giants", 12 de abril de 2011, rephaim23.wordpress.com/2011/04/12/hello-world.

27. http://piclib.nhm.ac.uk/results.asp?image=001676.
28. "Giant Stone-age axes found in African lake basin", 14 de septiembre de 2009, sciencedaily.com/releases/2009/09/090911134624.htm.

29. Chris Stringer y Peter Andrews, The Complete World of Human Evolution, New York: Thames & Hudson, 2da edición, 2011, p. 225; en.wikipedia.org/wiki/Hand_axe.

30. Lee Burger, "Our story: human ancestor fossils", 25 de noviembre de 2007, thenakedscientists.com; Terje Dahl, "A period of gigantism confirmed by Professor Lee Berger", sydhav.no.

31. "Giants in South Africa – by Michael Tellinger", youtube.com.
32. F.E. Grine, W.L. Jungers, P.V. Tobias y O.M. Pearson, "Fossil Homo femur from Berg Aukas, northern Namibia", American Journal of Physical Anthropology, v. 97, 1995, p. 151-85, in-africa.org. Véase también E. Trinkaus, C.B. Ruff y G.C. Conroy, "The anomalous archaic Homo femur from Berg Aukas, Namibia: a biomechanical assessment", American Journal of Physical Anthropology, v. 110, 1999, p. 379-91, artsci.wustl.edu.

33. National Geographic, "Search for the Ultimate Survivor", youtube.com (longitud de "Goliat").

34. C.B. Ruff, E. Trinkaus y T.W. Holliday, "Body mass and encephalization in Pleistocene Homo", Nature, v. 387, 1997, p. 173-6, hopkinsmedicine.org; J. Kappleman, "They might be giants", Nature, v. 387, 1997, p. 126-7.

35. Adrienne Major, The First Fossil Hunters: Paleontology in Greek and Roman times, Princeton, NJ: Princeton University Press, 2000; La Doctrina Secreta, 2:278.

36. www.archaeology.org/0003/abstracts/monsters.html; The First Fossil Hunters, p. 123.

37. Ibídem, p. 79.
38. Cartas Mahatma para A.P. Sinnett, TUP, 2da ed., 1975, p. 2/TPH, edición cronológica 1993, p. 3.

39. La Doctrina Secreta, 2:352.


Gigantopithecus y Meganthropus

1. Eric Pettifor, "From the teeth of the dragon–Gigantopithecus blacki", wynja.com/arch/gigantopithecus.html; Elwyn L. Simons y Peter C. Ettel, "Gigantopithecus", Scientific American, enero 1970, p. 77-85.

2. mhhe.com; uiowa.edu/~nathist/Site/giganto.html.
3. uiowa.edu/%7Ebioanth/giganto.html.
4. en.wikipedia.org/wiki/Meganthropus.
5. Franz Weidenreich, Apes, Giants, and Man, Chicago, IL: University of Chicago Press, 1946, p. 47-66.

6. Grover Krantz, "The origin of the Sasquatch", 1984, www.n2.net/prey/bigfoot/biology/origins.htm; www.geocities.com/tomkinson99/theory/theory.html.


Hombres salvajes

1. Véase "Visitantes paranormales", parte 7.
2. Loren Coleman y Patrick Huyghe, The Field Guide to Bigfoot, Yeti, and Other Mystery Primates Worldwide, New York: Avon Books, 1999, p. 162-3.

3. Ibídem, p. 161-2.
4. "The Patterson-Gimlin film", oregonbigfoot.com; youtube.com.
5. John Green, "Historical overview and basic facts involved in the Sasquatch or Bigfoot phenomenon", Journal of Scientific Exploration, v. 18, n°1, 2004, p. 37-51, scientificexploration.org; John A. Bindernagel, "The Sasquatch: an unwelcome and premature zoological discovery?", Journal of Scientific Exploration, v. 18, n° 1, 2004, p. 53-64, scientificexploration.org.

6. Michael A. Cremo y Richard L. Thompson, Forbidden Archeology, San Diego: CA: Bhaktivedanta Institute, 1993, p. 601-3.

7. Corliss, Biological Anomalies: Humans III, p. 136, 141.
8. Ibídem, p. 140.
9. Jeff Meldrum, Journal of Scientific Exploration, v. 18, n° 4, 2004, p. 725-8; Henry Gee, "Flores, God and cryptozoology", 27 de octubre 2004, nature.com.

10. occultopedia.com.
11. The Field Guide to Bigfoot, Yeti, and Other Mystery Primates Worldwide, p. 121.
12. www.occultopedia.com.
13. 16.1911encyclopedia.org/A/AK/AKKA.htm.
14. The Field Guide to Bigfoot, Yeti, and Other Mystery Primates Worldwide, p. 20-3.
15. fthomas.clara.net/papers/mecheny.html.
16. Loren Coleman y Jerome Clark, Cryptozoology A to Z: The encyclopedia of loch monsters, Sasquatch, Chupacabras, and other authentic mysteries of nature, New York: Fireside, 1999, p. 241; Mark A. Hall, The Yeti, Bigfoot & True Giants, Wilmington, NC: Mark A. Hall Publications, 1997, p. 61-92.

17. The Field Guide to Bigfoot, Yeti, and Other Mystery Primates Worldwide, p. 44, 112.

18. Ibídem, p. 142.
19. Ibídem, p. 145.