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3 de marzo de 2022

Plotino sobre la Realidad Suprema y Única


[Nota: para una introducción sobre este autor y la Escuela Neoplatónica, consúltese “Plotino sobre la belleza y fealdad del alma”].


Lo Bueno o el Único

“Es mediante el Uno que todos los seres son seres (…) Como el ser de cada cosa consiste en multiplicidad y el Uno no puede ser multiplicidad, Éste debe diferir del Ser (...)”.

“Debemos concebir que la Inteligencia disfruta de la presencia del Bien y del Uno y lo contempla, mientras que también está presente para sí misma, piensa por sí misma y se considera que es todas las cosas. Constituyendo tal diversidad, la Inteligencia está lejos de ser el Uno (…) El Uno no es todas las cosas porque entonces ya no sería único.

¿Qué es entonces el Uno? ¿Cuál es su naturaleza? No es sorprendente que sea difícil decir qué representa cuando es complejo dilucidar incluso qué es el ser o la forma, aunque el conocimiento tiene algún tipo de enfoque a través de las formas. A medida que el alma avanza hacia lo desprovisto de forma, incapaz de comprender lo que no tiene contorno o recibir la huella de la realidad tan difusa, teme que se encuentre con la nada y se escabulla. Su estado es angustiante y así busca consuelo en retirarse al reino de los sentidos para descansar como en tierra firme, al igual que el ojo cansado de mirar objetos pequeños que se dirige alegremente a los grandes (...)”.

“Debido a que el alma busca al Uno y vería así la fuente de toda realidad -es decir, lo Bueno y el Uno-, no debe retirarse del reino primigenio y hundirse en lo más bajo. Más bien, debe retirarse de los objetos sensoriales, de la existencia más inferior y recurrir a los de la más elevada. Debe liberarse de todo mal, ya que aspira a elevarse al Bien. Debe elevarse al principio que posee en sí misma; desde la multiplicidad que era, debe volver a ser uno. Sólo así puede contemplar el principio supremo, el Uno (...)”. 

“El Uno, entonces, no es la Inteligencia, sino algo más elevado (…) El Uno no es un ser porque es precedente a todo ser. Podríamos decir que el ser tiene la forma del ser, pero el Uno no posee forma, incluso inteligible.

Como el Uno engendra todas las cosas, no puede ser ninguna de ellas, ni cosa, ni calidad, cantidad, inteligencia ni alma. No está en movimiento, ni en reposo, ni en el espacio ni en el tiempo; es 'lo uniforme en sí mismo' o más bien la 'forma sin forma' que precede a la forma, el movimiento y el descanso que son característicos del Ser y lo hacen múltiple (...)”. 

“Debemos ir más allá del conocimiento y mantenernos en la unidad. Debemos renunciar a conocer y a lo conocido, a cada objeto del pensamiento e incluso la Belleza, porque la Belleza también es posterior al Uno y se deriva de Ello como la luz diurna del Sol. Por eso Platón dice del Uno que 'no se puede hablar ni escribir sobre Esto'. Sin embargo, si hablamos sobre este tema lo hacemos sólo para orientar e impulsar esa visión más allá del discurso, para señalar el camino a alguien deseoso de ver. La instrucción va tan lejos como permita mostrar el sendero y la dirección, pero obtener dicha visión es únicamente el trabajo de quien desea obtenerla. Si no llega a la contemplación, o si su alma no alcanza la conciencia de esa vida que está más allá; si el alma no siente un arrebato dentro de ella como el del amante que descansa en su amor; si debido a su cercanía al Uno recibe su verdadera luz -y toda su alma se vuelve luminosa-, pero aún se ve abrumado y su visión frustrada; si no se eleva solo y aún lleva en su interior algo ajeno al Uno; si aún no está lo suficientemente unido o todavía no se ha levantado lo suficiente, y se halla en la lejanía debido a los obstáculos que acabamos de mencionar, o por la falta de instrucción que le habrían dado dirección y fe en la existencia sobre las cosas del más allá, entonces ese individuo no ha de culpar a nadie sino a sí mismo, y debe tratar de volverse puro separándose de todo.

El Uno está ausente de todo y de nada. Está presente sólo para quienes están preparados para eso y que puedan recibirlo, entrar en armonía con Ello, aprehenderlo y tocarlo en virtud de su semejanza con él, en virtud de ese poder interno similar y derivado del Uno cuando se halla en ese estado donde permanecía cuando se originó desde Aquéllo. De este modo, el Uno será 'visto' en la medida en que pueda convertirse en un objeto de contemplación (...)”. 

“El Uno, la fuente de todas las cosas, es simple. Está por encima incluso de lo más elevado en el mundo del ser porque está por sobre la Inteligencia (...) Lo increíble que existe arriba es el Uno (…) y la verdad es que no existe un nombre que se adapte a Esto, pero dado que debemos nombrarlo, podemos llamarlo apropiadamente 'uno' en el entendimiento, sin embargo, de que no es una sustancia que posee unidad sólo como atributo. Por tanto, es difícil conocer lo estrictamente anónimo. El mejor enfoque es a través de su descendencia, o el Ser; sabemos que trae la Inteligencia a la vida, que es la fuente de todo lo mejor, el procreador autosuficiente e incansable de cada ser que no se encuentra entre ninguno de ellos puesto que es su precedente.

Estamos obligados a llamar a esto como 'el Uno' en nuestras discusiones para designar mejor la cualidad de 'ausencia de partes', mientras nos esforzamos por llevar nuestras mentes a la 'unidad'. Decimos que Esto es Único y no comprende partes (…).”

“Además, el Uno es infinito, no como extensión o una serie numérica infinita, sino en su poder ilimitado. Concíbelo como inteligencia o divinidad, pero es más que eso. Comprime la unidad dentro de tu mente, pero todavía es más que eso. Aquí hay una unidad superior a cualquiera que posea vuestro pensamiento, la unidad que existe por sí misma, en sí misma y no tiene atributos (...)”.

“Lo que no es único, sino múltiple, necesita algo más. Su ser necesita unificación, pero el Uno ya es único y ni siquiera se necesita a sí mismo. Un ser que es múltiple y para ser lo que es, requiere la multiplicidad de aspectos que contiene y cada uno de ellos es lo que es por su unión con los demás y no por sí mismo, y por eso necesita a los otros. En consecuencia, tal ser es deficiente tanto en lo que respecta a sus partes como en su conjunto. Debe haber algo que sea completamente autosuficiente y eso es el Uno, que por sí sólo interna y externamente no tiene necesidad. No requiere nada fuera de sí mismo para existir, alcanzar el bienestar o sostenerse en la existencia. Y como es la causa de las otras cosas, ¿cómo podría deberles su existencia? ¿Cómo podría derivar su bienestar desde fuera de sí mismo, ya que ese bienestar no es algo contingente sino su naturaleza misma? Y dado que no ocupa espacio, ¿cómo puede necesitar apoyo o fundamento? Lo que necesita fundamento es la masa material que se cae sin él. El Uno es la base de todas las demás cosas y les da, al mismo tiempo, existencia y ubicación; lo que se necesita localizar no es autosuficiente (...)”. 

“El Uno no puede apuntar a ningún bien o desear nada: es superior al Bien y es el Bien, no para sí mismo, sino para otras cosas en la medida en que puedan compartirlo. El Uno no es una existencia intelectiva, pues si así fuera constituiría una dualidad. Es inmóvil porque es anterior al movimiento tanto como es previo al pensamiento. En cualquier caso, ¿qué pensaría? ¿Pensaría en sí mismo? Si lo hiciera, se hallaría en un estado de ignorancia antes de pensar, y la autosuficiencia necesitaría pensamiento. Tampoco se debe suponer que se encuentra en un nivel de ignorancia sobre la base de que no se conoce ni se piensa a sí misma. La ignorancia presupone una relación dual: uno no conoce al otro, pero el Uno, en su soledad, no puede saber ni ignorar nada porque estando consigo mismo no necesita autoconocerse. Aun así, ni siquiera deberíamos atribuirle esta presencia si queremos preservar su unidad, y quedan excluidos de Ello tanto pensar en sí mismo como en otros* (...)”.

[*El UNO, debido a su Absolutez y Unidad Infinita, no se conoce a sí mismo, no sabe de NADA y NO PIENSA. Sin embargo y a pesar de esto, no se puede decir que se halla en un estado de ignorancia. Ni el conocimiento ni la ignorancia pueden ser aplicables en modo alguno a AQUÉLLO que es, como dicen los Upanishads, "el UNO sin segundo", precisamente porque ES UNO NO SECUNDADO y así está completamente libre de toda dualidad. Como dice Plotino: "El Uno, en su soledad, no puede saber ni ignorar nada"]. 

“El Uno no está en un sólo lugar, privando a todo el resto de su presencia. Está presente para todos aquéllos que pueden tocarlo y se halla ausente sólo para quienes no sean capaces. Ningún hombre puede concentrarse en una cosa pensando en otra; por lo tanto, no debe conectar otra cosa con el objeto en que está pensando si realmente desea captarlo. De manera similar, es imposible que un alma, impresionada con otra cosa, conciba al Uno mientras dicho sobrecogimiento ocupe su atención; y también es imposible que un alma, en el momento en que esté atenta a otras cosas, deba recibir la forma de lo que es su contrario. Se dice que la materia debe estar desprovista de todas las cualidades para poder recibir todas las formas; en consecuencia y por una razón más fuerte, el alma debe ser despojada de todas las formas si lo Supremo la llena y enciende sin ningún obstáculo dentro de sí misma.

Habiéndose liberado así de todo lo externo, el alma debe volverse totalmente hacia el interior; debe olvidar todo sin permitirse ser devuelta al exterior, primero lo subjetivo y finalmente lo objetivo. Ni siquiera debe saber que es ella misma la que se está aplicando a la contemplación del Uno (...)”.

“Se dice que esta divinidad no está fuera de ningún ser; por el contrario, está presente para todos los seres aunque no lo sepan. Son fugitivos de lo divino, o más bien de ellos mismos, y no pueden alcanzar Aquéllo de lo que se alejan (...)”.

“El autoconocimiento revela al alma que su movimiento natural -si no está interrumpido- no va en línea recta, sino de forma circular, como alrededor de algún objeto interior o un centro, el punto al que debe su origen. Si el alma lo conoce se moverá alrededor del núcleo desde el cual vino, se aferrará a él y se comunicará con esto como de hecho deberían hacerlo todas las almas, pero sólo las almas divinas lo logran. Este es el secreto de su divinidad, porque ésta consiste en hallarse unido al centro. Quien se aleja mucho de él se convierte en un hombre común o un animal.

Entonces, ¿es este 'centro' de nuestras almas el principio que estamos buscando? No. Debemos indagar algún otro principio en que todos los núcleos converjan y al cual -sólo por analogía con el círculo visible- se aplique la palabra 'centro'. Digamos que el alma no es un círculo como la figura geométrica. Nuestro significado es que en el alma y alrededor de ella existe la 'naturaleza primordial' que deriva su existencia de la primera existencia, especialmente cuando está completamente separada del cuerpo. Sin embargo, como ahora tenemos una parte de nuestro ser contenida en el cuerpo, somos como un hombre cuyos pies están sumergidos en agua, mientras que el resto de su cuerpo permanece sobre ella. 

Elevándonos sobre el cuerpo mediante la parte de nosotros que no está sumergida, por nuestro propio centro estamos uniéndonos al núcleo de todo. Y así permanecemos, como los centros de los grandes círculos que coinciden con el de la esfera que los rodea. Si estos círculos fueran materiales y no espirituales, el centro y la circunferencia tendrían que ocupar lugares definidos; pero como las almas son del reino inteligible y el Uno todavía está por encima de la Inteligencia, nos vemos obligados a decir que la unión del ser intelectivo y pensante con su objeto procede por diferentes medios.

El ser de pensamiento intelectivo está en presencia de su objeto en virtud de su similitud e identidad, y está unido a su parentela con nada que lo separe de ellos. Los cuerpos -por su característica- se mantienen alejados de la unión, pero lo que no tiene cuerpo no está sostenido por esta limitación física. Lo que separa a los seres sin cuerpo no es la distancia espacial, sino sus propias diferencias y diversidades; cuando no hay diferencia entre ellos, están presentes mutuamente.

Como el Uno no contiene ninguna diferencia, siempre está presente y nosotros también lo estamos cuando ya no contenemos diferencia. El Uno no aspira a nosotros o moverse a nuestro alrededor, sino que nosotros lo hacemos. En realidad, siempre nos movemos en su derredor, pero no siempre observamos. Somos como un coro agrupado en torno a un director de orquesta que permite que la atención del grupo sea distraída por el público. Sin embargo, si se volvieran hacia su director cantarían como se debe y realmente estarían con él. Siempre estamos alrededor del Uno y si no fuera así nos disolveríamos y dejamos de existir; sin embargo, nuestra mirada no permanece fija en el Uno. Cuando lo miramos, alcanzamos el final de nuestros deseos y encontramos descanso; y entonces cuando pasa toda discordia, ejecutamos una danza inspirada a su alrededor.

En esta danza el alma mira a la fuente de vida e Inteligencia, el origen del Ser, la causa del Bien, la raíz del Alma.

Todas estas entidades emanan del Uno sin ninguna disminución, ya que no es una masa material. Si así fuera, los emanantes serían perecederos, pero son eternos porque su principio de origen siempre permanece igual y, sin fragmentarse en producirlos, Aquéllo permanece completo. Así también ellos persisten, como la luz persiste mientras brilla el Sol. No estamos separados del Uno ni permanecemos lejos de él, si bien la naturaleza corporal se cerró a nuestro derredor y nos ha atraído a Sí misma. Es a causa del Uno que respiramos y tenemos nuestro ser (...)”. 

“A medida que nos dirigimos hacia el Uno existimos en un nivel más elevado, mientras que retirarnos significa la caída. Nuestra alma es liberada del mal al encumbrarse a ese lugar que está libre de todos los vicios. Ahí lo sabe, es inmune y realmente vive. La vida que no se une con la divinidad es una sombra e imitación de la vida auténtica. La existencia allí es el acto nativo de la Inteligencia que, inmóvil en su contacto con el Uno, da a luz a los dioses, la belleza, la justicia y la virtud.

Con todo esto, el alma llena de divinidad está embarazada; este es su punto de origen y su objetivo. Es su punto de partida porque proviene del mundo superior del que procede, y su objetivo porque en el mundo superior está el Bien al que aspira, y al regresar a él recupera su propia naturaleza. La vida aquí abajo y en medio de los objetos sensoriales es una degradación para el alma, un exilio, y sus alas se cortan (...)”.

“Sin embargo, cuando el alma ha descendido aquí al nacimiento humano, intercambia (como engañado por las falsas promesas de un amante adúltero) su amor divino por uno que es mortal; y luego, lejos de su engendramiento, el alma cede a toda clase de excesos. Pero cuando el alma comienza a odiar su vergüenza y repudia el mal y regresa, encuentra su paz (...)”.

“El alma vive otra existencia a medida que avanza hacia el Uno, lo alcanza y comparte en Ello. Así restaurada, el alma reconoce la presencia del dispensador de la vida verdadera y no necesita nada más. Por el contrario, debe renunciar a todo lo demás y descansar sólo en Aquéllo, volverse solitario y todo lo terrenal desaparece; ansioso por ser libre, impaciente por cada grillete que se une a continuación para poder abrazar el verdadero objeto de su amor con todo su ser y que ninguna parte de eso no toque al Uno. Entonces, de Eso y de sí misma, el alma tiene toda la visión que puede ser, ahora por sí misma luminosa y llena de brillo intelectual; se convierte en luz pura, sutil e ingrávida. Se ha vuelto divina y es parte de lo eterno que está más allá del 'llegar a ser'. Es como una llama, y si más tarde se vuelve a reducir por el ámbito de los sentidos, es como una llama apagada.

¿Por qué un alma que se ha elevado al reino superior no se queda allí? Porque todavía no se ha separado completamente de las cosas aquí abajo. Sin embargo, llegará un momento en que tendrá una visión ininterrumpida cuando ya no será molestada por el cuerpo (...)”.

“Por así decirlo, el individuo que obtiene la visión se convierte en otro ser. Deja de ser él mismo y no retiene nada de sí mismo. Absorbido en el más allá, es uno con él como un centro coincidente con otro. Mientras los núcleos convergen, son uno y llegan a ser dos sólo cuando se separan; es en este sentido que podemos hablar del Uno como algo separado. Por ello es tan difícil describir esta visión, pues ¿de qué manera podemos representar como diferente de nosotros lo que parecía nada -mientras lo contemplábamos-, excepto nosotros mismos, pero perfectos y en unidad?

Indudablemente esto es lo que se halla tras el mandato de las religiones misteriosas que prohíben la revelación a los no iniciados. Lo divino no es expresable, por lo que el iniciado no puede hablar de ello a cualquiera que no haya tenido la suerte de haberlo visto por sí mismo.

En cualquier caso, la visión no implicaba dualidad; el hombre que vio era idéntico a lo que contempló. Por tanto, él no lo 'vio', sino más bien se 'unió' con Ello. Si tan sólo pudiera conservar el recuerdo de lo que era mientras estaba absorto en el Único, poseería dentro de sí una imagen de lo que fue.

En ese estado había alcanzado la unidad y nada dentro o fuera de él ocasionaba la diversidad. Cuando realizó su ascenso, no había en su interior ninguna perturbación, ira, emoción, deseo, razón o pensamiento. En realidad ya no era él mismo; pero arrastrado y lleno de lo divino, estaba quieto y solitario sin volverse hacia este lado o al otro, ni hacia sí mismo. Estaba en completo descanso, y por así decirlo se convirtió en quietud en sí mismo. En este nivel ya no se ocupaba ni siquiera de lo bello, se había elevado por encima de la belleza y había pasado más allá incluso del coro de las virtudes.

Ese individuo era como alguien que, al penetrar en el santuario más interno de un templo, deja atrás las imágenes de ese edificio. Serán los primeros objetos que se reflejen en su visión al salir del santuario, después de su contemplación y comunión en dicho lugar; no con una imagen o estatua, sino con lo que representan. No son más que objetos de contemplación menores.

Tal experiencia es apenas una visión y de un tipo bastante diferente, una autotrascendencia, una simplificación, un autoabandono, un esfuerzo por la unión y una quietud, una concentración intensa sobre la conformación. Así es como uno se ve en el santuario, y cualquiera que intente ver de otra manera no apreciará nada (...)”. 

“Igualmente nosotros trascendemos el Ser en virtud del Alma con la cual estamos unidos. Ahora, si te miras a ti mismo en este estado, te encuentras como una imagen del Uno. Si te elevas más allá de ti mismo como una imagen que se encumbra a su modelo, has alcanzado el objetivo de tu viaje. Cuando caigas de esta visión, y al despertar la virtud dentro de ti y al recordar la perfección que posees, recuperarás tu semejanza; a través de la virtud ascenderás a la Inteligencia, y a través de la sabiduría, al Uno.

Tal es la vida de la divinidad y de los hombres divinos y bendecidos, el desapego de todas las cosas aquí abajo, el desprecio de todos los placeres terrenales, el vuelo de lo solitario a lo Único”.

Plotino sobre la belleza y fealdad del alma


Plotino (204-270 d. de C.) fue la figura más influyente entre los neoplatónicos o  la "Escuela Filosófica Ecléctica" fundada por Ammonius Saccas. Fueron los primeros en autodenominarse "teósofos" y eran conocidos también como "filaleteos" -que significa "amantes de la verdad"- y "analogistas" debido a su énfasis en la ley de correspondencia y analogía en las enseñanzas espirituales y filosóficas.

Plotino, a quien algunos consideraban reencarnación de Platón, era tenido en muy alta estima por H.P. Blavatsky -fundadora del Movimiento Teosófico- y dedica algunas páginas en "La Clave de la Teosofía" al hablar sobre Ammonius Saccas y los neoplatónicos, a quienes mencionó por primera vez en su libro "Isis Develada".

Sin embargo, debe entenderse que ni Saccas, ni Plotino ni sus seguidores se refirieron a sí mismos bajo esa denominación ni a sus enseñanzas como "neoplatonismo", siendo éste un término acuñado más de mil años después por académicos como un medio conveniente por el cual describirlos e identificarlos.

En el "Glosario Teosófico", H.P.B. dice de Plotino que era "el más noble, elevado y grandioso de todos los neoplatónicos después de Ammonius Saccas, fundador de la escuela. Fue el más entusiasta de los filaleteos o 'amantes de la verdad', cuyo objetivo era fundar una religión en un sistema de abstracción intelectual, que es verdadera Teosofía, o toda la sustancia del neoplatonismo (…) Él enseñó una doctrina idéntica a la de los vedantinos [es decir, la mayoría de hindúes], a saber, que el Alma-Espíritu que emana del principio deífico del Uno se reunía con Ello luego de su peregrinación".

Blavatsky también escribe que Plotino y Porfirio, su discípulo más cercano, siguieron y practicaron "el entrenamiento indio y genuino de Raj-Yoga que conduce a la unión del Alma con la Superalma o Ser Superior (Buddhi-Manas)".

Ciertamente, las principales luces del neoplatonismo fueron iniciadas por la Doctrina Esotérica o Ciencia Sagrada, conocida como Teosofia o "Sabiduría Divina". De acuerdo con Blavatsky, el neoplatonismo constituyó el último intento en esa era por parte de la Gran Hermandad para presentar la VERDAD en medio de y como fuerza opuesta a toda la falsedad y fraude de la naciente "Iglesia" cristiana. Algunos de los neoplatónicos más conocidos e influyentes posteriores a Ammonius Saccas y Plotino fueron Porfirio, Jámblico, Proclo, Casio Longino y la joven filósofa Hipatia.

Pero la oscuridad siempre ha odiado la luz. Madame Blavatsky nos informa en el segundo volumen de "Isis Develada" que "la dispersión de la escuela ecléctica se había convertido en la esperanza más ferviente de los cristianos, que se había contemplado con intensa ansiedad y finalmente se logró. Los miembros fueron dispersados por la mano de los monstruos Teófilo, el obispo de Alejandría, y su sobrino Cirilo, ¡el asesino de la joven, sabia e inocente Hipatia!”

El salvaje asesinato de la filósofa hizo que se convirtiera “en una masa irreconocible de carne y huesos, convertida en gelatina bajo los golpes de porra de Pedro el Lector (…) su cuerpo joven e inocente cortado en pedazos, la carne arrancada de los huesos por conchas de ostra y el resto lanzado al fuego, por orden del mismo obispo Cirilo”, y esto marcó el ocaso del neoplatonismo y el comienzo de la Edad Oscura, un período en que la mayoría del mundo occidental se hundió en oscuridad mental y espiritual al imponer ignorancia, falsedad y miedo por parte de la "Iglesia" cristiana, que hoy reverencia al hombre que orquestó el asesinato de Hipatia (y también comprobado ladrón y estafador) como uno de los primeros y más grandes “santos” del cristianismo.

Los discursos y tratados escritos por Plotino se conocen colectivamente como “Enéadas”, y lo que sigue es una selección de extractos que capturan la esencia de su famoso primer tratado que se llama “Belleza”:

“Toma por ejemplo un alma fea. Es disoluta, injusta, llena de lujuria, desgarrada por discordia interna, acosada por temores cobardes y envidias mezquinas. En verdad piensa, pero sólo en lo perecedero y en la base. En todo lo perverso y simpatizante de los placeres inmundos, lleva una vida abandonada a la sensación corporal y disfruta de su depravación. ¿No deberíamos decir que esta fealdad le ha llegado como un mal externo, que la ensucia, corrompe y 'grava' con vilezas de todo tipo para que ya no tenga una actividad o sensación de limpieza? Porque la vida que lleva es oscura con el mal, sumida en la muerte múltiple. Ya no ve lo que el alma debería contemplar y no puede descansar dentro de sí misma, sino que siempre se arrastra hacia lo externo, lo más bajo y oscuro. Digo que es una cosa sucia llevada en todas partes por el atractivo de los objetos sensoriales marcados por el cuerpo, siempre inmerso en la materia y aspirando a ésta en sí misma. En su trato con los indignos, ha intercambiado su Idea por una naturaleza ajena a sí misma.

Si alguien está inmerso en barro o embadurnado con él, su belleza nativa desaparece; todo lo que uno ve es el fango con que está cubierto. La fealdad se debe a la materia extraña que lo engalana, y si volviera a ser atractivo tendría que lavarse nuevamente, hacerse lo que era antes. Por lo tanto, tendríamos razón al decir que la fealdad del alma proviene de su mezcla o fusión con el colapso en lo corporal y material, y el alma es fea cuando no es puramente ella misma. Es lo mismo con el oro que se mezcla con partículas terrosas: si se remueven queda el oro y luce hermoso; separado de todo lo que le es extraño, es áureo por su propio material. Así también sucede con el alma; separada de los deseos que le llegan del cuerpo con el que tiene un vínculo demasiado estrecho, limpia de pasiones y liberada de todo lo que la encarnación ha embadurnado o retraído en sí misma otra vez, en ese momento se desvanece la fealdad que es extraña al alma.

Porque es como se dijo en el pasado: 'La templanza, el coraje y cada virtud son purificaciones, incluso la prudencia misma'. Pues, ¿qué otra cosa es la templanza, así llamada correctamente, sino abstenerse de los placeres corporales y rechazarlos más bien como inmundos e indignos de lo limpio? ¿Qué otra cosa es el coraje, sino abandonar el miedo a la muerte, esa simple separación del alma desde el cuerpo, un evento que nadie puede temer y cuya felicidad reside en ser su propio yo sin mezcla? ¿Qué es la magnanimidad, excepto el desprecio de las cosas terrenales? ¿Qué es la prudencia, sino el tipo de pensamiento que aleja al alma de las cosas terrenales y la atrae hacia lo elevado? (...)”.

“Cuanto más intelectiva es [el alma], más hermosa se vuelve. La intelección y todo lo que proviene de ella es para el alma una belleza que es propia y no de otra, porque es entonces cuando el alma es verdaderamente como tal (…) Como una entidad divina y parte de la belleza por así decirlo, en la plenitud de su capacidad el alma hace bello todo lo que toca o controla (...)”. 

¿Cómo es esta visión? ¿Cómo se logra? ¿Cómo se puede ver esta inmensa belleza que habita, por así decirlo, en santuarios interiores y no llega a ser avizorada por lo profano? Que el que pueda levantarse se retraiga en sí mismo, abandone todo lo conocido a los ojos y se desvíe para siempre de la belleza corporal que una vez fue su alegría. No debe anhelar las formas gráciles que aparecen en los cuerpos, sino tratarlas como copias, tracerías, sombras, ni apresurarse hacia lo que dicen. Porque si uno persigue lo que es como una hermosa forma que se mueve sobre el agua, ¿acaso no recuerda el mito acerca de cierto estúpido que se hundió en las profundidades de la corriente, y fue arrastrado a la nada? Así también alguien que es atrapado por la belleza material y no se libera a sí mismo se precipitará, no en el cuerpo, sino en el alma, hacia las profundidades oscuras que la Inteligencia detesta, y donde estando ciego incluso en el Hades sólo transitará allí con sombras como hizo aquí (...) Debemos cerrar los ojos e invocar una nueva forma de ver, una vigilia que es el derecho de nacimiento de todos nosotros, aunque pocos la ponen en práctica (...)”.

“¿Cómo puede uno ver la belleza de un alma buena? Retírate a ti mismo y mira. Si todavía no ves la belleza dentro de ti, haz lo mismo que el escultor de una estatua que se va a embellecer: corta aquí, alisa por allá, haz más clara esta línea, esta otra más pura, hasta que se desengarzan hermosos lineamientos en el mármol. Haz esto también contigo. Corta todo lo que sea excesivo, endereza todo lo torcido, trae luz a todo lo que está cubierto y trabaja para hacer que todo sea un resplandor de belleza. Nunca dejes de 'trabajar en la estatua' hasta que brille sobre ti el resplandor divino de la virtud, hasta que veas la perfecta 'bondad firmemente establecida en el altar incorruptible'. ¿Te has vuelto así? ¿Te ves a ti mismo permaneciendo dentro de ti y en soledad pura? ¿Ya no queda nada que destruya esa unidad interior, ni nada externo se aferra a tu auténtico ser? ¿Eres del todo esa única luz verdadera que no está contenida en el espacio, no se limita a ninguna forma circunscrita ni se difunde como algo sin término, sino siempre inconmensurable y superior a toda medida y toda cantidad? ¿Te ves en ese estado? Entonces te has convertido en la visión misma. Sé de buen corazón. Quedándote aquí has ascendido a lo alto y ya no necesitas una guía. Esfuérzate y contempla.

Sólo el ojo de la mente puede contemplar esta poderosa belleza. Pero si se trata de la contemplación cegada con vicio, impura y sin la fuerza para mirar objetos brillantes, entonces no ve nada incluso si se coloca en presencia de un objeto que se puede ver (…) Que cada uno, por lo tanto, se vuelva bello y divino y lo contemple”.