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17 de febrero de 2022

América Precolombina: migraciones, contactos y atlantes (12 de 12)

David Pratt
Mayo 2009, actualizado octubre 2020


Contenido:

-Gigantes


Gigantes

Los principales científicos rechazan firmemente la idea de que alguna vez hayan existido razas de gigantes, e insisten que nuestros antepasados eran criaturas primitivas simiescas bastante más pequeñas. Por otra parte, muchas leyendas y tradiciones alrededor del mundo aseguran que hubo razas de gigantes en el pasado, y la Teosofía concuerda con esto aseverando que tal y como muchas especies modernas de animales y plantas tuvieron ancestros gigantes, también fue el caso para la especie humana. Se dice que durante su apogeo hace varios millones de años, los atlantes eran enormes, exhibiendo una altura de hasta 8,2 mts., aunque se dice que probablemente hubo "gigantes" y "enanos" relativos en todas las eras. Desde entonces, poco a poco los humanos han declinado en altura, y hace alrededor de 500.000 años muchos individuos no tenían más de 3 ó 4 mts. (1).

Helena P. Blavatsky aseguraba que las ruinas megalíticas de todo el mundo, incluyendo las de Stonehenge en Inglaterra, Carnac en Bretaña y aquéllas a lo largo de América fueron el trabajo de gigantes, y menciona también una tradición americana de que seres colosales habían invadido América tan pronto como se había alzado de las olas. Igualmente existen leyendas, por ejemplo, sobre la enorme pirámide de Cholula en México y las estructuras más antiguas de Tihuanaco en Bolivia que fueron construidas por una raza ciclópea (2).

En efecto, se ha descubierto un sorprendente número de esqueletos humanos gigantes y algunos de ellos alcanzan alturas de 4,6 mts. o más. En muchos casos, se desconocen las localizaciones actuales de los restos y faltan muchos detalles sobre estas osamentas y las circunstancias de su descubrimiento, incluyendo las indicaciones a su posible edad. A continuación se exponen varios ejemplos de tales hallazgos en el continente americano:

-Durante la exploración de montículos norteamericanos en el siglo XIX y comienzos del XX, se recuperaron cientos de huesos y restos de humanos gigantes, principalmente de 2,1 a 2,4 mts. de altura, pero a veces con una estatura de hasta 3,1 mts. (3). Están asociados, por ejemplo, con las culturas Old Copper, Red Ochre, Glacial Kame, Adena, Hopewell y Mississippian, fechadas en más de 4000 años. La versión oficial es que sólo eran casos aislados de gigantismo entre indígenas, pero algunos esqueletos semejaban haber pertenecido a una raza extinta y no aborigen, al tiempo que muchas tribus locales tienen tradiciones sobre seres muy altos que una vez ocuparon esa región. Los sepulcros indican que dichos restos pertenecieron a individuos con posiciones de liderazgo social; en otros casos los remanentes parecían ser inusualmente antiguos y se convertían en polvo cuando eran expuestos a la atmósfera. Los científicos del Instituto Smithsoniano estuvieron implicados en algunos de esos hallazgos, y muchos huesos fueron enviados a otro lugar desde el gran museo, por lo que nunca más han sido vistos. Sus arqueólogos de la Oficina de Etnología extrajeron al menos 17 esqueletos grandes desde montículos, que iban de 2 a 2,4 mts., y 14 de ellos medían 2,1 (4), mientras que la altura promedio masculina llegaba a cerca de 1,7.    

-Un montículo de piedra con más de 21 mts. en diámetro fue explorado cerca de Brewersville, Indiana, en 1879; contenía varios esqueletos, al menos uno de los cuales tenía más de 2,9 mts. de alto (5).

-En 1925 y mientras excavaba en un montículo indígena de Walkerton, Indiana, un grupo de investigadores aficionados desenterró los esqueletos de 8 humanos prehistóricos, cuyas alturas variaban entre 2,4 y 2,7 mts., todos ellos mostrando sólidas armaduras de cobre, pero desafortunadamente la evidencia fue dispersada y se perdió su rastro (6).

-En 1833, soldados que cavaban un foso para construir un almacén de pólvora en Lompock Rancho, California, se abrían camino por una capa gravítica cementada cuando dieron con el esqueleto de un hombre de aproximadamente 3,7 mts. de alto, rodeado por conchas esculpidas, grandes hachas de piedra y bloques de porfirio cubiertos con símbolos ininteligibles. El enorme ser tenía filas dobles de dientes superiores e inferiores, una característica comúnmente reportada que también se menciona en las tradiciones antiguas. Cuando los indígenas locales comenzaron a darle significación religiosa a estas osamentas y los artefactos, las autoridades les ordenaron que se volvieran a enterrar en secreto.

-En la isla Santa Rosa, fuera de la costa de California, también se extrajeron remanentes de un hombre gigante con filas dobles de dientes (7).

-Otro esqueleto humano en mal estado, que según testigos medía alrededor de 3,3 mts., fue desenterrado por trabajadores mientras araban un viñedo en East Wheeling, Virginia del Oeste, en noviembre de 1856 (8).

-Se han descubierto huesos y artefactos enormes en el área de Lovelock-Winnemucca de Nevada. En febrero y junio de 1931 se encontraron dos esqueletos en el lecho del lago Humboldt cerca de la Cueva de Lovelock; el primero de ellos tenía 2,6 mts. de largo envuelto en una tela cubierta de goma y el segundo era de casi 3,1 mts. de longitud, según el artículo del periódico local Review Miner fechado el 19 de junio de 1931. El 29 de septiembre de 1939, el Review Miner reportaba el descubrimiento de un esqueleto de 2,3 mts. en un rancho cercano al pueblo, y coincidentemente los indígenas paiute de la región hablan de una raza ciclópea de cabellos rojizos que llegaron al área en embarcaciones, aparentemente cuando ésta era un mar interior (9).

-De acuerdo a un recorte de prensa de 1926 datado en Nayarit, México, los capitanes D.W. Page y F.W. Devalda descubrieron los huesos de individuos gigantes que promediaban más de 3,1 mts. en altura (10) y las leyendas que circulan en el área sostienen que vinieron desde Ecuador.

-En 1929 Dean Byron Cummings de la Universidad de Arizona y un científico del gobierno mexicano encontraron tres esqueletos enormes pertenecientes a dos hombres y una mujer de al menos 2,4 mts. de alto y niños de 1,8 mts., pero su trabajo fue interrumpido por los yaquis locales quienes destruyeron algunos de los restos. 

-Algunos informes de 1923 desde Casas Grandes, México, anunciaban el hallazgo de varios esqueletos de "indios" de 4,6 mts. de estatura, dispuestos lado a lado con vasijas de piedras preciosas. 

-Otro artículo en el New York Herald-Tribune del 21 de junio de 1925 aseguraba que un grupo de mineros había hallado osamentas de 3,1 a 3,7 mts. de alto, con pies de 46 a 51 cms. de largo, cerca de Sisoguiche, México.

-En 1938 cerca de Tepic, México, se localizó una serie de montículos sepulcrales muy antiguos que contenían 7 esqueletos de hombres y mujeres de entre 2,4 a 2,7 mts. de alto bajo delgados bloques de piedra. Las tumbas contenían alfarería similar a la griega y con un patrón serpenteante, pero en la que no se utilizó metal.

-En 1928 y al interior de una caverna en Manta, Ecuador, se hallaron huesos humanos con más de 2,4 mts. de altura y las inmensas estalagmitas testificaron la remota edad de los restos. Durante 1938, fueron extraídos más remanentes de hombres y mujeres gigantes de al menos 2,4 mts. de altura en el mismo país (11).

-En una ocasión, el zoólogo Ivan T. Sanderson recibió la carta de un ingeniero que durante la Segunda Guerra Mundial se encontraba en la isla Shemya de las Aleutianas al sur del Estrecho de Behring. Mientras demolían un grupo de cerros para construir una pista de aterrizaje, los trabajadores desenterraron piezas óseas que parecían corresponder a humanos extremadamente grandes (el relato más tarde fue confirmado por otra persona en la unidad). Muchos de los cráneos gigantes medían entre 56 y 61 cms. desde la base a la coronilla, mientras que un cráneo adulto normalmente tiene unos 20 cms. El Instituto Smithsoniano aparentemente tomó posesión de los restos, pero nunca más se oyó de ellos otra vez, y Sanderson se preguntaba: "¿Es que acaso esta gente es incapaz de emprender una reescritura de todos los textos?" (12).

************

Con unas contadas excepciones (13), los posibles artefactos humanos encontrados en estratos del Terciario y más antiguos tienden a estar fabricados en piedra y hasta la fecha no se han descubierto otros utensilios que provean evidencia concluyente sobre civilizaciones tecnológicamente avanzadas en pasadas eras geológicas, lo cual es común dado el poder destructivo de los elementos y los muchos cambios climáticos severos y eventos cataclísmicos que han tenido lugar. Sin embargo, es muy probable que espere ser descubierta una gran parte de los artilugios elaborados por civilizaciones perdidas, ojalá por aquéllas personas capaces y dispuestas a reconocerlos por lo que son.

Se dice que la Hermandad de Adeptos himaláyica posee vastas bibliotecas subterráneas y depositorios en los cuales preservan no sólo registros históricos y trabajos literarios de civilizaciones antiguas, sino también ejemplos de sus invenciones, manualidades y los esqueletos de sus habitantes, incluyendo gigantes de la Atlántida (14). De igual manera, se afirma que dichos registros serán presentados en el momento apropiado, presumiblemente en una época de mentalidad más abierta y receptiva.


Referencias

1. Ver "Continentes hundidos versus deriva continental" y "Los Siete Continentes explicados por la Teosofía", esoterismo-guia.blogspot.com.

2. http://jan.ucc.nau.edu/~rcb7/90moll.jpg.

 
Origen del Atlántico

1. V.V. Beloussov, "Endogenic regimes and the evolution of the tectonosphere", en S. Chatterjee y N. Hotton III (editores), New Concepts in Global Tectonics, Lubbock, TX: Texas Tech University Press, p. 411-20; N.I. Pavlenkova, "Endogenous regimes and plate tectonics in northern Eurasia", Physics and Chemistry of the Earth, vol. 23, 1998, p. 799-810.

2. B.I. Vasiliev y T. Yano, "Ancient and continental rocks discovered in the ocean floors", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 43, 2007, p. 3-17.

3. J.W. Gregory, "The geological history of the Atlantic Ocean", Quarterly Journal of Geological Society, vol. 85, 1929, p. 68-122; Hermann von Ihering, Die Geschichte des Atlantischen Ozeans, Jena: Verlag von Gustav Fischer, 1927.

4. "The geological history of the Atlantic Ocean", p. 116.
5. Blavatsky, La Doctrina Secreta, 2:791.


Migraciones

2. La Doctrina Secreta, 2:606 nota al pie.
3. Ibídem, 2:406-7.
5. La Doctrina Secreta, 2:739-40.
6. Ibídem, 2:740 nota al pie, 748; Forbidden Archeology, p. 54-70, 227-42.
7. La Doctrina Secreta, 2:746, 750; "Los misterios de Giza", parte 7.


Esqueletos humanos y artefactos

1. Cremo y Thompson, Forbidden Archeology; versión abreviada: The Hidden History of the Human Race. Ver también La Doctrina Secreta, 2:10, 675, 678, 723, 740 nota al pie, 746, 748, 751.

2. Ver "Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral".
3. Forbidden Archeology, p. 413-19; The Hidden History of the Human Race, p. 132-3.

4. Forbidden Archeology, p. 291-307, 435-8; The Hidden History of the Human Race, p. 75-6, 141-2.

5. Forbidden Archeology, p. 313-34, 438-9; The Hidden History of the Human Race, p. 77-84, 142-3.

6. Forbidden Archeology, p. 802-5; The Hidden History of the Human Race, p. 110-13; Michael A. Cremo, The Forbidden Archeologist, Badger, CA: Torchlight Publishing, 2010, p. 175-9; Robert E. Gentet y Edward C. Lain, "The Nampa image – an ancient artifact?", www.creationhistory.com.

7. Forbidden Archeology, p. 368-93; The Hidden History of the Human Race, p. 94-101.

8. Forbidden Archeology, p. 439-52; The Hidden History of the Human Race, p. 143-9.

9. Rex Dalton, "Footprint claims get stamped on", 30 de noviembre de 2005, nature.com; Austin Whittall, "Toluquilla footprint; is it erectus?", 4 de enero de 2011, patagoniamonsters.blogspot.com; The Forbidden Archeologist, p. 135-9.

10. The Forbidden Archeologist, p. 225-9.


Gigantes

1. La Doctrina Secreta, 2:276-80, 293, 336-40, 753-6; "Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral", parte 6, y "Secret cycles", sección 2, http://davidpratt.info.

2. La Doctrina Secreta, 2:276 nota al pie, 337-8, 341.
3. Ross Hamilton, "Holocaust of the giants: the great Smithsonian cover-up", 2001, www.xpeditionsmagazine.com; H.P. Blavatsky, Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 1:303-5; La Doctrina Secreta, 2:293; William R. Corliss (compilación), Biological Anomalies: Humans III, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 44-5.

4. Andrew Collins y Gregory Little, Denisovan Origins: Hybrid Humans, Göbekli Tepe, and the Genesis of the Giants of Ancient America, Rochester, VE: Bear & Company, 2019 (Kindle), p. 274. 

5. Tédd St. Rain, Mystery of Ancient America: Book 1. Enigmatic mysteries and anomalous artifacts of North America: a connection to the ancient past, Long Beach, CA: Lost Arts Media, 2003, p. 10; "Ooparts & ancient high technology", www.s8int.com/giants6.html.

6. David Hatcher Childress, Lost Cities & Ancient Mysteries of South America, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1986, p. 199.

7. Frank Edwards, Stranger than Science, New York: Lyle Stuart, 1959, p. 113-14.
8. "Historical North American giants", www.bibleufo.com/humanphenom7.htm.
9. David Hatcher Childress, Lost Cities of North & Central America, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1992, p. 496-7; Mystery of Ancient America, p. 14-15.

10. "Giant human remains", www.stangrist.com/giants.htm.
11. Harold T. Wilkins, Secret Cities of Old South America, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1998 (1952), p. 44-7; Harold T. Wilkins, Mysteries of Ancient South America, Kempton, IL: Adventures Unlimited Press, 2005 (1947), p. 192; "The return of the giants", Theosophy, vol. 32, n° 11, septiembre de 1944, www.wisdomworld.org.

12. Lost Cities of North & Central America, p. 223-4.
13. Forbidden Archeology, p. 795-814.
14. La Doctrina Secreta, 1:xxiii, xxxiv, 2:530; Cartas Mahatma para A.P. Sinnett, 2da edición, p. 2/edición cronológica, p. 3. Ver también "The Mahatmas", http://davidpratt.info.

América Precolombina: migraciones, contactos y atlantes (11 de 12)

David Pratt
Mayo 2009, agosto 2011


Contenidos:
 
09. Atlántida y la antigüedad americana
-Origen del Atlántico
-Migraciones
-Esqueletos humanos y artefactos


09. Atlántida y la antigüedad americana

La corteza continental y oceánica se levanta y hunde con frecuencia. Grandes extensiones de los continentes actuales han estado periódicamente bajo el agua durante el transcurso del tiempo geológico, ya que un 90% de todas las rocas sedimentarias que los componen se hallaban debajo del mar, y también existe evidencia extensa y en aumento de que grandes regiones oceánicas fueron tierra firme en diferentes épocas pasadas. El Océano Pacífico pudo haberse formado principalmente desde fines del Jurásico al Mioceno, el Atlántico desde las postrimerías del Cretácico a fines del Eoceno, y el Índico durante el Paleoceno y Eoceno (ver "Geological Timescale" para las fechas correspondientes "científicas" y teosóficas; aparece también en "Diseño y evolución de las especies", parte 17). Esto se asemeja bastante a las enseñanzas teosóficas sobre la sumersión de Lemuria hacia fines del Mesozoico y comienzos del Cenozoico, y al hundimiento de Atlántida en la primera mitad del Cenozoico (1). 

Fig. 9.1. Este mapa de placas tectónicas muestra cómo aparecía el mundo supuestamente a finales del Cretácico (hace 90 millones de años), otorgando una indicación aproximada sobre las áreas de los continentes actuales que en ese entonces permanecían cubiertos por mares poco profundos. Un defecto fatal es que se ilustran los continentes del Atlántico más cerca uno de otro, ya que está basado en las nociones obsoletas de "placas" en movimiento y deriva continental (2).
 
En su sentido más amplio el concepto "Atlántida" se refiere en Teosofía a todas las masas de tierra que existían durante la era de la humanidad atlante (o cuarta raza-raíz), la cual tuvo su apogeo a comienzos del Terciario, mientras que en una acepción más específica el nombre hace mención al sistema continental centrado en lo que es ahora el océano que lleva su nombre durante el periodo atlante. La Atlántida ya comenzaba a hundirse a comienzos del Terciario y una gran parte se había sumergido hacia fines del Mioceno.


Origen del Atlántico

La tectónica de placas asegura que el Océano Atlántico se formó debido a que las "placas" de Norteamérica y Sudamérica se separaron de las "placas" de Eurasia y la africana. Supuestamente el Océano Atlántico Norte comenzó a abrirse a comienzos del Jurásico, pero Sudamérica no se distanció completamente de África hasta los inicios del Cretácico, unos 50 millones de años más tarde; desde entonces los continentes unidos al principio se separaron hipotéticamente cada vez más mientras que rotaban en diversas extensiones. Al tiempo que es cuestionado por una gran cantidad de evidencia geológica, este escenario no logra explicar la evidencia paleontológica, pues las afinidades faunísticas tienden a incrementarse y reducirse alternativamente, lo que requiere conexiones terrestres repetidas entre África y Sudamérica y entre Europa y Norteamérica. 

Fig. 9.2. Esta animación muestra la fragmentación de Pangea y la apertura del Atlántico, según la mitología de la tectónica de placas.

Existe creciente evidencia que respalda la teoría alternativa de que una buena parte del Atlántico actual había sido tierra en diferentes periodos pasados y que la moderna cuenca de este océano (que consiste en un canal relativamente angosto en forma de S) se originó por el hundimiento progresivo de antiguas áreas continentales, y así el geólogo ruso Vladimir Beloussov llama a este proceso "basificación" u "oceanización de la corteza continental" (1). 

Fig. 9.3. Diagrama de formaciones minerales y rocas continentales muy antiguas (más remotas que la supuesta "apertura" del Atlántico) descubiertas hasta ahora en el océano mencionado (2). Todos estos hallazgos son "anómalos" en el contexto de la tectónica de placas, ¡aunque más anormal es dicha hipótesis!...

De esta manera, los datos modernos reivindican la opinión sostenida por muchos geólogos en el siglo XIX e inicios del XX. Por ejemplo, sobre la base de información proveniente de la geología y la paleontología estratigráficas, J.W. Gregory y H. Von Ihering afirmaban que el Océano Atlántico se formó por sucesivas subsidencias de antiguas masas terrestres (3), aseverando que el principal hundimiento comenzó en el Cretácico superior y fue completado posterior al Mioceno. 

Fig. 9.4. Esquema del Atlántico por J.W. Gregory desde comienzos hasta mediados del Terciario (blanco= tierra; sombreado= mar). Es probable que esté más cerca de la verdad que la caprichosa concepción de tectónica de placas que habla de un Atlántico expandiéndose constantemente y desprovisto de cualquier masa terrestre importante.

Respecto de las similitudes en la estructura y los movimientos de tierra en las costas opuestas del Atlántico -sobre lo cual los partidarios de la deriva continental desde Wegener en adelante han puesto tanto énfasis-, Gregory escribe:

"Las semejanzas son más conspicuas entre Terranova y las partes australes de las Islas Británicas, entre las cadenas de Antillas y del Mediterráneo, y entre el sur de África y las partes opuestas de Sudamérica, y estos parecidos no son mayores a los que se encuentran a lo largo de las cadenas montañosas de Eurasia a distancias separadas análogas. Las diferencias en detalle entre Terranova e Irlanda, Sudamérica y Sudáfrica [y] entre Venezuela y los Montes Atlas, son tan prominentes que estas regiones deben haber estado muy apartadas, aunque sufrieron las mismas vicisitudes geográficas generales. Los parecidos se deben a las áreas que pertenecieron al mismo cinturón tectónico, pero las diferencias son suficientes para demostrar que dichos sectores estaban situados en porciones distantes del cinturón" (4).

De forma similar, Helena P. Blavatsky asevera que las similitudes en la estructura geológica, los fósiles y la vida marina de las costas atlánticas opuestas en ciertos periodos se deben al hecho de que "en distantes eras prehistóricas hubo un continente que se extendía desde la costa de Venezuela, a lo largo del Océano Atlántico, hacia las Islas Canarias y el norte de África, y desde Terranova hasta cerca de las costas de Francia" (5).


Migraciones

Cuando el sector principal de Atlántida comenzó a hundirse, los colonizadores de este continente migraron a nuevas tierras que se alzaban al este, oeste y sur, las que se convirtieron en las Américas, África, partes de Asia y los presentes países europeos, extendiéndose desde los Montes Urales de Rusia a las Islas Británicas e incluso más hacia el oeste en periodos previos; Europa fue el último continente en emerger mientras que las porciones de ambas Américas son mucho más antiguas (2). Poseidonis era un remanente del sector oriental de Atlántida de la que sucumbió una gran parte poco tiempo después del surgimiento de América (3).

Hace millones de años algunos migrantes se desplazaron al Asia Central, la cual se convertiría en la cuna de la presente y quinta raza-raíz indoeuropea o aria, y se han radiado una serie de oleadas migratorias desde esa región durante el último millón de años. Se dice que los habitantes de Europa de fines del Terciario y del Cuaternario han sido ramificaciones de reservorios atlantes y afroaltlantes puros (5). Por su parte, Blavatsky afirma que los implementos de pedernal hallados en estratos del Mioceno en Thenay (Francia) y los huesos de ballena localizados en Italia que muestran marcas de cortes y que apuntan a la existencia de humanos en el Plioceno, son el trabajo de estos colonizadores quienes eran resabios de una raza antaño gloriosa y cuyo ciclo había ido en declive desde inicios del Terciario (6). La ciencia oficial rechaza estos hallazgos arqueológicos porque en esa época los homínidos fabricantes de herramientas no habían evolucionado según la teoría darwinista (ver apartado siguiente).

Egipto fue colonizado por inmigrantes atlantes durante largo tiempo antes del hundimiento de Poseidonis y algunos de ellos viajaron a las tierras recientemente formadas de Abisinia (Etiopía) y a las que se situaban justo al norte. Hace unos 400.000 años, una parte de estos colonizadores se desplazó en dirección a Egipto; entre 80.000 a 100.000 años atrás hubo otra llegada atlante (o más bien ario-atlante) desde Poseidonis a esa comarca africana y fue esta oleada la que construyó la Gran Pirámide hace unos 70.000 u 80.000 años (7).

En el caso de América del Norte, Central y del Sur [desde el punto de vista teosófico] se sostiene que pudieron estar pobladas por diferentes migraciones desde varias partes de la Atlántida, tanto del lado atlántico como del pacífico, y los desplazamientos provenientes de éste último sector hacia América fueron quizás algo mayores. Así, este proceso continuó por millones de años, por lo que no sería sorprendente encontrar restos humanos antiguos "imposibles" en algunos sectores del Nuevo Mundo.


Esqueletos humanos y artefactos

Según la teoría darwinista convencional, los humanos modernos evolucionaron de homínidos protohumanos, quienes a su vez se originaron de predecesores similares a monos en África durante fines del Plioceno y comienzos del Pleistoceno. La evidencia presentada en apoyo de esta teoría es en realidad una selección cuidadosamente editada de la evidencia total disponible, ya que existen abundantes pruebas en la forma de herramientas de piedra, huesos con incisiones y remanentes de esqueleto que sugieren que los humanos del tipo moderno existieron en el Plioceno, Mioceno e incluso las etapas iniciales del Terciario, millones de años antes que aparecieran nuestros supuestos ancestros simiescos (1). Esta evidencia es ignorada o descartada por los antropólgos ortodoxos, quienes exigen evidencias para contradecir sus teorías consentidas y que calcen con estándares mucho más altos en lugar de solicitar pruebas que las respalden.

De acuerdo con la Teosofía, las primeras civilizaciones humanas fueron resultado de los últimos lemurianos hacia fines del Mesozoico, y más que ser nuestros ancestros, los monos antropoides son el producto del cruzamiento entre ciertos reservorios atlantes y simios; a su vez, éstos se originaron de una mezcla mucho anterior entre lemurianos y un linaje animal (2).

En los párrafos que siguen se citan brevemente algunas de las evidencias que apoyan la tesis de una presencia humana antigua en América. Alex Hrdlicka (fallecido en 1943) del Instituto Smithsoniano fue un instigador clave para llevar a cabo esfuerzos tendientes a desacreditar algunos hallazgos, ya que estaba convencido que los humanos habían llegado a América sólo hace unos pocos miles de años.

En 1896 trabajadores que excavaban un muelle seco en Buenos Aires hallaron un cráneo humano en una formación del Pleistoceno temprano que se piensa data de al menos 1 a 1,5 millones de años. Puesto que era similar a las calaveras humanas modernas, muchos científicos concluyeron que debía tener fecha reciente y que de alguna forma quedó incluido en dicha formación. Durante 1970, en un museo brasileño un arqueólogo encontró una tapa de cráneo fósil con paredes muy finas y arcos superciliares excepcionalmente pesados que recordaban al Homo erectus y proveniente de una caverna en la región de Lagoa Santa (Brasil). La presencia de homínidos con características Homo erectus en ese país durante el pasado es altamente anómala, pues se supone que dicha especie apareció hace 2 millones de años y se extinguió hace unos 300.000 o quizá más tarde. Misteriosamente la pieza desapareció del museo brasileño luego de ser sometida a análisis (3).

En 1887 Florentino Ameghino descubrió fogones aparentemente artificiales, herramientas primitivas de pedernal, huesos esculpidos y una espina dorsal semejante a la de un humano moderno en estratos del Plioceno de 3 a 5 millones de años en Monte Hermosa, Argentina, y también realizó hallazgos similares en estratos del Mioceno en el mismo país, de entre 5 a 25 millones de años (4).

Desde 1912 a 1914 Carlos Ameghino localizó una serie de implementos líticos incluyendo bolas arrojadizas e indicios de chimeneas en estratos del Plioceno tardío de entre 2 a 3 millones de años en Miramar, en la costa de Argentina. También encontró una punta de flecha lítica firmemente adherida en el hueso femoral de una especie pliocénica de toxodon, un animal ya extinto. En 1913 su colaborador Lorenzo Parodi descubrió una bola de piedra en un acantilado del Plioceno en Miramar, por lo que decidió dejarla en el sector e invitó a varios científicos, incluyendo el etnógrafo Eric Boman -un ardiente crítico de los hallazgos- para atestiguar la extracción del implemento. Un segundo instrumento esférico de roca fue encontrado más tarde en el mismo sitio, seguido por otro artefacto 200 metros más adelante. ¡Confundido, Boman sólo pudo insinuar en su informe que el propio Lorenzo había puesto los implementos! En 1921 Parodi descubrió un fragmento de mandíbula fósil completamente humana en la misma formación de Miramar (5)

Fig. 9.5. Punta lítica de flecha firmemente adherida en el fémur de una especie pliocénica de toxodon.

En 1889 una figura femenina de arcilla de unos 4 cms. de largo fue encontrada en un pozo perforado al nivel de una superficie de tierra sepultada, a 91 mts. de profundidad, en Nampa, Idaho (EEUU). Las partes de la figurilla que se veían terminadas evidenciaban una hábil artesanía y la capa en que se halló el objeto data de la etapa plio-pleistocénica, alrededor de 2 millones de años atrás. Nunca se han probado las afirmaciones de que el descubrimiento sea un fraude y que el objeto constituya un juguete elaborado por los indígenas locales (6).

Fig. 9.6. Figurilla encontrada en Nampa, Idaho.

Durante los días de la Fiebre del Oro en California, comenzando en la década de 1850, mineros descubrieron varios huesos humanos anatómicamente modernos e implementos de piedra avanzados en pozos de minas hundidos a gran profundidad en depósitos de grava áurea cubiertos por espesos cursos de lava, y dichos reservorios localizados bajo el magma fueron fechados en una antigüedad de entre 9 a 55 millones de años. En 1880 J.D. Whitney -geólogo estatal de California- publicó una extensa revisión de avanzadas herramientas de piedra encontradas en las minas de oro californianas y toda la evidencia reunida por Whitney indicaba que los objetos no podrían haber ingresado desde otros niveles; los implementos, que incluían puntas de lanza, morteros de piedra y pilones, fueron localizados a profundidad en yacimientos minerales bajo capas de lava espesas y no intervenidas. Así, Whitney concluyó que habían existido humanos similares a los actuales durante tiempos muy antiguos en Norteamérica. No obstante, W.H. Homes del Instituto Smithsoniano reaccionó diciendo: "Quizás si el profesor Whitney hubiera apreciado totalmente la historia de la evolución humana como se entiende hoy, habría dudado de anunciar las conclusiones formuladas, a pesar del impresionante conjunto de testimonios al que se enfrentaba". En otras palabras, si los hechos no están de acuerdo con la teoría predilecta, entonces tales evidencias, incluso si es un "impresionante conjunto" de ellas, debieran ser descartadas completamente (7). 

Fig. 9.7. Mortero y pilón descubiertos en un túnel minero excavado en depósitos del Terciario (33-55 millones de años de antigüedad) bajo Table Mountain, Condado de Tuolumne, California.

Durante 1886, en el Condado de Calaveras y en las mismas montañas de Sierra Nevada de California el propietario de una mina encontró un cráneo humano altamente fosilizado en una capa pre-pliocénica de grava a 40 mts. bajo la superficie (8). Las opiniones sobre su autenticidad variaron, pero algunos científicos opinaron que un examen cuidadoso demostró que estaba incrustado con arena y grava provenientes del sitio y sus cavidades permanecían rellenas con el mismo material. Como se mencionó anteriormente, se descubrieron grandes números de implementos de piedra en depósitos cercanos de edad similar, y asimismo fueron halladas otras osamentas humanas en la misma región, datadas entre 9 y 55 millones de años. Sir Arthur Keith estableció que el cráneo de Calaveras "no puede ser ignorado, y constituye el 'fantasma' que acecha al estudiante de los primeros humanos (...) poniendo a prueba las creencias más poderosas de todo experto llegando casi a un punto de quiebre". 

Fig. 9.8. El cráneo de Calaveras.

En 2003 se localizaron huellas de humanos, aves y animales en el lecho seco del lago Valsequillo cercano a Puebla, México. Originalmente se dijo que tenían 41.500 años de antigüedad, basado en la edad de radiocarbono para trozos de conchas desde una capa superior a los vestigios. En 2005 se asignó una edad de 1,3 millones de años a la capa de ceniza volcánica que contenía las huellas en base a la datación radiométrica (Ar-Ar) y paleomagnética, lo que hizo que muchos científicos concluyeran que posiblemente ninguno de los rastros podría pertenecer a humanos modernos, aunque algunos pensaron que corresponderían a un hombre-mono antiguo, tal como el Homo erectus (9). 

Fig. 9.9. Huellas de Valsequillo, México.

También se encontraron huellas recientemente en una formación del Mioceno cerca del lago Titicaca en Bolivia. Una de ellas tiene 29,5 cms. de largo y pudo haber pertenecido a un humano de 1,7 mts. de alto (10).

13 de febrero de 2022

América Precolombina: migraciones, contactos y atlantes (10 de 12)

David Pratt
Mayo 2009-agosto 2011


Contenidos:

08. Poseidonis y cromagnones
-Migraciones cromagnon


08. Poseidonis y cromagnones

Según Platón, los antecedentes que entregó sobre la Atlántida en Timeo y Critias (escritos alrededor del 360 a. de C.) fueron otorgados originalmente por sacerdotes egipcios en Sais al estadista ateniense Solón en el siglo VI a. de C., quien entonces los pasó a Critias, abuelo de Platón. La isla se situaba "más allá de los Pilares de Hércules" (Estrecho de Gibraltar), tenía una gran cultura y conquistó muchas partes de Europa occidental y África, y luego de un periodo de grandes terremotos e inundaciones, fue tragada por el mar "en un solo día y una sola noche de desgracia" por causa de la creciente maldad de sus habitantes. Helena P. Blavatsky afirma que, como iniciado, Platón no estaba en condiciones de divulgar todo lo que sabía y optó por presentar una mezcla de verdad, alegoría y mito, con el objeto de mantener vivo el conocimiento acerca de este mítico continente. Por ejemplo, una parte de lo que asevera el filósofo se refiere al vasto y antiguo continente de Atlántida, mientras que otras veces alude a la isla de Poseidonis, su remanente final, que tenía el tamaño aproximado de Irlanda (1) y de acuerdo a la Teosofía moderna Poseidonis fue destruida en el 9.565 a. de C. (2).

Aunque Platón sostuvo que la teoría de Atlántida era "extraña pero perfectamente verdadera" los historiadores de cabecera la descartan como ficción, pero también esta tierra es mencionada directa o indirectamente por otros autores clásicos. Escribiendo en torno al 450 a. de C., unos 100 años antes de Platón, Heródoto llamaba lo que ahora se denomina Océano Atlántico como "Mar de Atlántida", y describió una tribu de "atlánteos" (atlantes) que vivían cerca del Monte Atlas en el noroeste de África. Alrededor del 100 a. de C. Claudio Eliano reportó que según los habitantes de las costas oceánicas los antiguos reyes de Atlántida trazaban su ascendencia al dios Poseidón, y Marcelo el Historiador apuntó que los pobladores de las Islas Canarias preservaban tradiciones sobre la Atlántida, que una vez había gobernado todas las islas en el océano que lleva su nombre. En torno al 8 a. de C., Diodoro Sículo habló de "tribus atlantes" (Atlantoi) que vivían en el norte de África cerca del océano y cuyas deidades se originaron en el Atlántico. A mediados del siglo V d. de C. Proclo informaba que alrededor del 300 a. de C. los sacerdotes de Sais habían mostrado a Crantor, alumno de Platón, las columnas del templo donde se registró la tradición atlante (3).

Blavatsky asevera que el mundo sabría mucho más sobre la Atlántida si no fuera por el hecho de que muchos trabajos antiguos se eliminaron deliberadamente; por ejemplo, incontables y valiosos trabajos en la biblioteca de Alejandría fueron destruidos por romanos, cristianos y finalmente musulmanes. Se estima que ha sobrevivido hasta hoy sólo un 5 ó 10% de obras escritas sobre las civilizaciones mediterráneas precristianas.

Asimismo, a ambos lados del Atlántico pueden detectarse numerosas leyendas que se refieren a la Atlántida u otras tierras sumergidas. Los aborígenes de Norteamérica tienen tradiciones que hablan de sus ancestros llegados desde una tierra "en dirección del sol naciente", y cuando América fue descubierta por primera vez, se encontraron algunas tribus nativas que llevaban el nombre de "Atlanta" (4). Según el Popol Vuh los mayas quiché eran emigrantes del este que vivían en la oscuridad y viajaron al oeste en barcos buscando al sol. En Bretaña la historia arturiana sitúa la isla de Avalon en el Atlántico y se refiere a la tierra sumergida de Lyonesse situada fuera de las Islas Sorlingas, al suroeste de Cornwall. En Irlanda existe una leyenda acerca de Hy-Brasil, una tierra en el océano del oeste y de pueblos con poderes mágicos oscuros que emergen del mar. Por su parte, los celtas de Bretaña contaban un relato sobre la isla sumergida de Ys situada más allá de la costa. 

Muchos pueblos de la Antigüedad daban nombres perceptiblemente similares a una isla-continente localizada antaño en el Océano Atlántico (5). Por ejemplo, las tribus beréberes del norte africano la llaman Attala, los vascos Atlaintika, los vikingos Atli, los babilonios Arallu y los aztecas Aztlán o Tulán. Los hindúes se referían a la Atlántida o a sus diferentes sectores en varias fases de su evolución como Atala, Saka-dvipa (Atlántida prístina), Sveta-dvipa ("isla blanca"), Ruta y Daitya (grandes islas que quedaron luego que se hubiera hundido la mayor parte de este continente), y Sankha- (o Sancha-) dvipa (Poseidonis) (6). 

Fig. 8.1. Relieve maya en Tikal, Guatemala, descubierto por Teobert Maler. Fue llevado a Berlín, pero desapareció durante la Segunda Guerra Mundial, y puede representar los eventos que llevaron a la huida de los ancestros mayas de su legendaria tierra natal de Aztlán o Tulán (ambos significan "lugar de juncos"). El relieve muestra un volcán en erupción hundiéndose en el océano, un templo piramidal que se desmorona, olas parecidas a maremotos, un individuo que escapa en su barca y una persona que se ahoga.

Los hindúes localizaban Atala en la séptima zona climática, esto es, en los 24-28°N, la misma latitud que las Islas Canarias (7). Blavatsky describe estas islas como "los remanentes de un continente gigantesco aunque sumergido, y que antiguamente unía África con América" (8). Christian O'Brien, geólogo de exploración antigua, cree que Poseidonis se situaba más al norte, alrededor de las Azores en la Dorsal Media Atlántica (9). Al contornear el lecho marino descubrió que las Azores estaban separadas y rodeadas por una red de valles submarinos que tenían todas las marcas distintivas de haber sido en otra época valles fluviales en la superficie, y de esta forma concluyó que Poseidonis medía 720 kms. de este a oeste y 480 kms. de norte a sur con altas cadenas de montañas que se elevaban a más de 3.660 mts. sobre el nivel del mar. Actualmente sólo se aprecian los picos montañosos sobre las aguas que componen las nueve islas volcánicas de las Azores. 

Fig. 8.2. Reconstrucción de Poseidonis según Christian O'Brien.

Existe evidencia de que muchas otras áreas en la Dorsal Media Atlántica pueden haberse sumergido aproximadamente en los últimos 12.000 años (10). Además, durante la última era gracial varias de las islas actuales en el Atlántico y el Caribe eran mucho más grandes debido a que los niveles del mar solían ser unos 130 mts. más bajos que hoy. También grandes zonas de plataformas continentales actuales fueron tierra firme como el caso de la costa oriental de EE.UU. que tenía unos 160 kms. adicionales de ancho, mientras que en el Caribe el área total de los Bancos de Bahamas estaba sobre el nivel del mar durante la última glaciación. Se han descubierto estructuras de piedra, a menudo de proporciones megalíticas, fuera de la costa de E.E.U.U., México, Venezuela, Cuba, las Bahamas, las Azores, las Islas Canarias, España, Portugal, Marruecos, Egipto y muchas islas mediterráneas incluyendo Malta, Cerdeña, Córcega, Sicilia, Creta y las Baleares (11). Igualmente se localizaron tres esqueletos bien preservados en cuevas submarinas fuera de la costa de Yucatán fechados en más de 13.000 años A.P. (12).

En el Caribe existen numerosos sitios arqueológicos submarinos, como por ejemplo el "camino de Bimini", una estructura de piedra en forma de J al revés con más de 400 mts. de largo y situado entre 5 a 7 mts. bajo la superficie del mar fuera de la isla de Bimini en las Bahamas (13). La versión oficial es que sólo consiste en una disposición natural de roca costera, pero otros investigadores reportan evidencia de que podría haber sido un rompeolas similar a varios otros hallados en el Mediterráneo. Muchas partes de dicha estructura tienen dos o tres senderos de piedra, y diversos bloques están mortajados y espigados exhibiendo asimismo marcas de herramientas. En 2001 imágenes de sonar revelaron lo que parecía ser un complejo íntegro de estructuras piramidales y otras formas a más de 700 mts. fuera de la costa oeste de Cuba, y si esto se confirma, la sumersión no podría deberse sólo al aumento del nivel del mar ya que éste nunca ha estado a ese nivel de disminución (14).

Fig. 8.3. El rompeolas de Bimini.

Se dice que Poseidonis controló un vasto imperio que incluía partes de Europa y el norte de África. Blavatsky sostiene que Grecia, Creta, Sicilia, Cerdeña y muchas otras islas del Mediterráneo fueron colonias de Atlántida, no así Egipto (15), y de esta manera dicha civilización también puede haber incluido al Caribe y partes de América


Migraciones cromagnon

Una de las primeras formas modernas conocidas de nuestra subespecie (Homo sapiens sapiens) fue el Cro-Magnon, la cual difería de sus descendientes actuales en el Viejo Mundo sólo en su fisiología más robusta y capacidad cerebral ligeramente mayor. Los cromagnon comenzaron a llegar a Europa hace unos 40.000 años, en el Paleolítico Superior, época en que Europa estaba habitada principalmente por neandertales. Los orígenes de los cromagnon han sido denominados como "un completo misterio" pues representaron un alto nivel de civilización y no mostraron parecido a la imagen popular de los salvajes desaliñados, peludos y cavernícolas. Estos individuos cazaban y pescaban en grupos organizados, vivían en refugios construidos artificialmente, usaban ropas zurcidas e incluso joyería y también enterraban a sus muertos. Hay indicios de que ejercían la agricultura incluso hacia el 16.000 a. de C., mientras que usualmente se afirma que esta práctica fue concebida durante la revolución del Neolítico alrededor del 10.000 a. de C. (1). 

Fig. 8.4. Reconstrucción de un hombre cromagnon.

Fig. 8.5. Esta pintura rupestre de Minateda, España, muestra a una mujer cromagnon con un vestido hasta la rodilla y que sostiene la mano de un niño cuyo cabello está levantado con un lazo (2).

Los cromagnon fueron creadores del asombroso arte rupestre descubierto en el sur de Europa, y es tan altamente sofisticado que las pinturas inicialmente fueron descartadas como "falsificaciones" (ningún arte comparable se ha descubierto aún en América). Ocasionalmente hay representaciones de los propios cromagnon como hombres con cabello corto y afeitados, otros que tocan instrumentos musicales y también mujeres de apariencia bastante moderna. Sin embargo, una gran parte de esta artística se centra en los animales que cazaban, retratados a menudo en una forma muy realista y haciendo un hábil uso de los contornos de la cueva para producir un efecto tridimensional vívido. Las cámaras en cuestión tienden a ser bastante pequeñas y difíciles de alcanzar, no muestran señales de haber sido empleadas para propósitos domésticos, y por consiguiente ahora se acepta la teoría de que fueron utilizadas como santuarios para ritos religiosos e iniciatorios (3), mientras que las marcas halladas en cavernas y huesos indican que los cromagnon también realizaban observaciones astronómicas y cómputos calendáricos (4). 

Fig. 8.6. Caballo café moteado y calendario lunar en la Sala de los Toros, Lascaux, Francia. Los puntos denotan el ciclo lunar de 29 días (5).

Actualmente existe una tendencia a evitar el término "cromagnon" y a referirse a este pueblo del Paleolítico Superior como "humanos anatómicamente modernos" o "humanos modernos prístinos". Cualquiera sea la forma en que se los llame, los cromagnon parecen haber llegado en cuatro oleadas principales o "invasiones", y en Europa éstas se conocen como: auriñaciense (c. 34.000 A.P.), solutrense (c. 21.000 A.P.), magdaleniense (c. 18.000 A.P.) y aziliense (c. 12.000 A.P.). Estas etapas de fabricación artefactual aparecieron de improviso y nunca se han encontrado fases formativas. Los cromagnon se asentaron principalmente en las regiones occidentales de Europa y el norte de África y algunas islas cercanas, aunque también sus restos fueron localizados en partes de América del Norte y del Sur (6). La "invasión" aziliense ocurrió alrededor de la época que Platón dio para el hundimiento de Poseidonis y esta cultura era inferior a la auriñaciense en varios sentidos.

Algunos investigadores han propuesto que los cromagnon tuvieron su origen en Poseidonis y quizás otras islas del Atlántico, y que migraron a Europa y América en varias oleadas a medida que las islas mostraban mayores señales de inestabilidad geológica que culminaron en el hundimiento de esta legendaria comarca (7). Blavatsky aduce que la actividad sísmica llevó a que se esparciera un número de pequeñas islas en torno a Poseidonis que se encontraban deshabitadas mucho tiempo antes de la catástrofe final (8). Entretanto, la versión oficial basada en la datación de sitios cromagnon es que estos migrantes ingresaron a Europa desde el oriente. 

Fig. 8.7. Arte rupestre magdaleniense, Lascaux (9). Los cromagnon practicaban el culto al toro y su sacrificio, y Platón informó que los habitantes de Poseidonis también veneraban a este animal (10).

Según Platón, Poseidonis antiguamente era "una gloriosa nación" y Blavatsky por su parte sostuvo que sus habitantes "seguramente no fueron una raza de paleolíticos salvajes" y puntualiza que, si bien en la práctica no hubo progresos durante la última etapa del Paleolítico, los cromagnon europeos representaron una fase cultural superior a las últimas culturas del Neolítico (11), y así describe su habilidad artística como un "destello de cultura atlante que reaparecía ancestralmente" (12). 

Fig. 8.8. Reno grabado en una pieza de asta por un individuo del Paleolítico. Blavatsky señala: "Esta cornamenta grabada prueba tan elocuentemente como cualquier otro hecho que la evolución de las razas siempre ha procedido en una serie de surgimientos y caídas" (13).

Como se mencionó en la sección 6, la industria artefactual solutrense parece haber sido precursora de aquélla de Clovis y es posible que exista un vínculo entre solutrenses y "arcaicos marítimos". Mientras que los solutrenses y quizás los magdalenienses pueden haber navegado directamente desde Europa a América entre 18.000 y 12.000 años atrás, también podrían haber arribado a esa zona desde Poseidonis siguiendo la corriente ecuatorial sur e ingresando en el área caribeña, antes de dispersarse por América del Norte y del Sur. Esto explicaría los sitios arqueológicos que han sido descubiertos en Pennsylvania, Virginia y California del Sur, fechados entre 15.000 a 18.000 años atrás.

Los antropólogos concuerdan en que el cromagnon se halla representado en la época moderna por los pueblos beréber y tuareg del norte africano, los guanches recientemente extintos de las Islas Canarias, los vascos del norte de España, los aquitanos del valle de Dordoña y Bretaña en Francia, y hasta hace poco tiempo por los habitantes la isla de Oleron. Cedric Leonard establece que ibéricos, mauritanos, lusitanos y británicos (antiguos bretones) también descendieron de refugiados atlantes de la era glacial, y asegura que los variados dialectos de la lengua original atlante acompañaron a los cromagnon a medida que se esparcían en las zonas occidentales de Europa y África, y que los remanentes de este fenómeno existen hasta hoy en lo que él denomina "complejo lingüístico beréber-iberovasco" que se extendió desde Marruecos hasta la Península Ibérica, luego hacia Dordoña y Bretaña y continuando al norte en dirección de las Islas Británicas (14); incluso algunos investigadores han señalado semejanzas entre el idioma vasco y las lenguas de los aborígenes americanos (15).

También Blavatsky sostiene que los cromagnon, guanches y vascos son descendientes de atlantes, y menciona que se han encontrado restos líticos en las Islas Canarias que muestran símbolos esculpidos similares a los descubiertos en la costa del Lago Superior (16). Muchos pueblos europeos posteriores están más o menos emparentados con los atlantes incluyendo hiperbóreos, cimerios, arimaspos, escitas y los ancestros de los primeros griegos y romanos (esto es, eolios, dorios, jónicos) y sus predecesores (pelasgos, yapigios, etruscos) y también egipcios, fenicios, cartagineses y minoicos (17). De igual manera hubo una fuerte influencia atlante en los amerindios del Nuevo Mundo y también en los posteriores mayas e incas (18).

Los antiguos cráneos braquicefálicos (de cara ancha y cabeza redondeada) hallados en América bien pueden constituir los vestigios de mongoloides que entraron al Nuevo Mundo desde Asia por el puente de Beringia, pero como se mencionó en la sección 6, varias calaveras muy antiguas descubiertas en este continente son dolicocefálicas (alargadas), de caras cortas y muestran rasgos caucasoides y cromagnoides.

El ADNmt recuperado de dos especímenes cromagnon fue identificado como haplogrupo N, del cual se cree que tuvo su origen hace 65.000 años y es ancestral a casi todos los haplogrupos europeos y polinesios, además de muchos asiáticos y amerindios. Su frecuencia promedio entre éstos últimos es del 3,2% y sus presuntos haplogrupos descendientes incluyen los tipos A y X (19). Como ya fue señalado, la clase X está presente en Europa, norte de África, el Medio Oriente y América, pero casi no existe en el este de Asia. Los araucanos de Chile, que comúnmente tienen cabello rizado café-rojizo y ojos verdes, poseen genes caucásicos paleolíticos significativos y podrían haber llegado desde España entre unos 18.000 a 12.000 años atrás, y asimismo esta etnia chilena puede descender de cromagnones ya que en esa área se localizaron varios cráneos de dicho pueblo europeo. Los mayas, incas y araucanos pertenecen virtualmente en un 100% al grupo sanguíneo O, de cuya población el 5-20% constituye rhesus negativo, y acerca de este punto Leonard escribe: "Esta fue la sangre de los europeos originales y resultado de los hombres cromagnon. Las razas que la poseen se encuentran en América y las Islas Canarias, además de los beréberes, vascos y celtas gaélicos" (20).


Referencias

Poseidonis

1. Blavatsky, La Doctrina Secreta, 2:211, 266, 394-5, 743 pie de página, 760-8.
2. A.T. Barker (compilación), The Mahatma Letters to A.P. Sinnett, TUP, 2da edición, 1975, p. 151, 155 / Wheaton, IL: Theosophical Publishing House, edición cronológica, 1993, p. 309, 313.

3. R. Cedric Leonard, "Echoes of Atlantis: Myths and traditions of ancient lands", 2005, www.atlantisquest.com; R. Cedric Leonard, "Ancient writings: Pre-Platonic writings pertinent to Atlantis", 2009, www.atlantisquest.com; R. Cedric Leonard, "Timeline of ancient sources", 2007, www.atlantisquest.com; La Doctrina Secreta, 2:408-9, 760-8.

4. "A Land of Mystery", H.P. Blavatsky Theosophical Articles, vol. III.
5. Charles Berlitz, Atlantis: The lost continent revealed, London: Fontana/Collins, 1985, p. 19-20.

6. La Doctrina Secreta, 1:650-1, 2:141, 147, 322-3, 402-8, 433, 436, 740.
7. La Doctrina Secreta, 2:402-3, 407.
8. Ibídem, 2:791.
9. Christian y Barbara Joy O’Brien, The Shining Ones, Kemble, Cirencester: Dianthus Publishing, 2001, p. 435-42; "Survey of Atlantis", www.goldenageproject.org.uk.

11. David Hatcher Childress, Lost Cities of Atlantis, Ancient Europe & the Mediterranean, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1996, p. 30, 36; Berlitz, Atlantis, p. 16, 91-2, 162; Graham Hancock, Underworld: The mysterious origins of civilization, New York: Three Rivers Press, 2002, p. 514.

12. Leonard, "Atlanteans in America: Paleolithic Cro-Magnons in America".
13. Underworld, p. 516-27; William Donato, "Bimini: the 'road' to discovery", en Joseph, Unearthing Ancient America, p. 148-57.

14. Underworld, p. 527-9.
15. La Doctrina Secreta, vol. 2, p. 351-352.


Migraciones cromagnon

1. R. Cedric Leonard, "Anthropological insights: Atlantis and Cro-Magnon Man", 2009, www.atlantisquest.com.

2.http://www.creationism.org/books/TaylorInMindsMen/TaylorIMMh08. htm.
3. E.C. Krupp, Skywatchers, Shamans & Kings: Astronomy and the archaeology of power, New York: John Wiley & Sons, 1997, p. 116-25.

4. "Oldest lunar calendar identified", 2000, http://news.bbc.co.uk; "Astrotheology of the ancients", 2009, http://forum.prisonplanet.com; W.R. Corliss (compilación), Archeological Anomalies: Graphic artifacts I, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 2005, p. 74-5.

5. http://news.bbc.co.uk/2/hi/science/nature/975360.stm.
6. "Anthropological insights: Atlantis and Cro-Magnon Man"; Lewis Spence, The History of Atlantis, New York: Gramercy Books, 1996 (1926), p. 84.

7. "Anthropological insights: Atlantis and Cro-Magnon Man"; "Atlanteans in America: Paleolithic CroMagnons in America"; Peter Lemesurier, The Great Pyramid Decoded, Shaftesbury, Dorset: Element Books, 1990, p. 277-80; Blair A. Moffett, A world had passed, partes 1 y 2; Spence, The History of Atlantis, p. 75-100.

8. La Doctrina Secreta, vol. 2, p. 250 (nota al pie).
9.http://media.washingtontimes.com/media/img/photos/2008/11/30/20081129-134729-pic-944681651.jpg.

10. The History of Atlantis, p. 22-3, 48, 180-5.
11. La Doctrina Secreta, 2:740-1, 743, 749.
12. Ibídem, 2:741 nota al pie.
13. Ibídem, 2:720-1.
14. R. Cedric Leonard, "Linguistic connections: a Paleolithic language", 2009, www.atlantisquest.com.

15. W.R. Corliss, Science Frontiers, n° 175, 2008, p. 1; La Doctrina Secreta, 2:790.
16. La Doctrina Secreta, 2:678, 790-1.
17. La Doctrina Secreta, 2:436, 743, 749, 774.
18. La Doctrina Secreta, 2:792.
19. http://en.wikipedia.org/wiki/Haplogroup_N_(mtDNA); C. Lalueza et al., "Lack of founding Amerindian mitochondrial DNA lineages in extinct Aborigines from Tierra del Fuego-Patagonia", Human Molecular Genetics, vol. 6, 1996, p. 41-6, http://hmg.oxfordjournals.org.

20. "Linguistic connections".

América Precolombina: migraciones, contactos y atlantes (9 de 12)

David Pratt
Mayo 2009, agosto 2011


Contenidos:

07. Rastros genéticos
-Contactos transoceánicos
-Haplogrupo X


07. Rastros genéticos

En la actualidad los estudios de ADN son utilizados ampliamente para arrojar luz sobre la ancestralidad y los patrones migratorios. Sin embargo, las conclusiones obtenidas de tales estudios a menudo son inconsistentes y contradictorias, y una razón para ello es que los análisis se focalizan frecuentemente en sólo unos pocos marcadores genéticos -desde el ADN mitocondrial (ADNmt), cromosomas Y (ADN-Y) o cromosomas somáticos (asexuados)- que pueden no ser representativos del genoma como conjunto. Otros problemas que complican la interpretación de los datos de ADN son:          
 
-Las mutaciones genéticas no tienen lugar en una tasa fija, esto es, que el "reloj molecular" no corre en una razón constante. 

-La selección natural y la deriva genética pueden eliminar mutaciones.
-Generalmente se admite que mientras más grande sea la deriva genética en un grupo de población, más antigua debe ser, pero la diversidad es afectada por muchos otros factores incluyendo el incremento o descenso de la población, el desarrollo de genes particularmente favorables y el flujo génico con otras poblaciones (1).

Se suele citar evidencia genética para repaldar la teoría imperante de que los humanos modernos (Homo sapiens) evolucionaron en África hace unos 200.000 años. No obstante, diferentes análisis han propuesto fechas que varían desde unos 33.000 a 1,9 millones de años atrás y algunos estudios de ADNmt sugieren que los humanos modernos tienen raíces asiáticas o afroasiáticas más que orígenes sólo en el continente negro. La opinión convencional es que los humanos dejaron África hace unos 70.000 años y se habían expandido a través de Europa, Asia y Australia 40.000 años atrás, mientras que las migraciones hacia América tuvieron lugar hace unos 30.000 a 14.000 años, y muchas de las islas del Pacífico fueron colonizadas hace unos 2.000, aunque esta versión ridículamente comprimida de la historia humana es refutada por abundante evidencia arqueológica.

Los estudios genéticos han dado origen a escenarios considerablemente desiguales para el poblamiento de América, pues algunos de ellos aprueban una oleada de migración, otros señalan dos y otras teorías tres o más. La fecha para la migración más remota varía de 14.000 hasta más de 30.000 años A.P. (2); sin embargo, la evidencia presentada en la sección anterior muestra que pueden haber existido muchas olas migratorias en los pasados 30.000 años, y cualquiera que sea su cronología deben haber tenido lugar desplazamientos aún más antiguos.

El ADNmt, que según la ciencia es heredado sólamente por vía de la madre (aunque se discute), está dividido en diferentes haplogrupos que se usan para trazar los orígenes ancestrales de poblaciones actuales. Los haplogrupos principales en América son llamados A, B, C, D y X, y los tipos A y D son frecuentes en Asia, lo cual se cita como respaldo a un origen del noreste asiático para estos linajes. Algunos investigadores creen que que el haplogrupo B vino más tarde que el A, C y D y posiblemente por medio de alguna ruta en el Pacífico. También en ocasiones se afirma que el haplogrupo X representa una migración separada, quizá desde Europa, ya que este tipo está virtualmente ausente en Siberia.

Basados en un estudio de dos haplogrupos raros de ADNmt (D4h3 y X2a), A. Torroni et al. (2009) concluyeron que dos de ellos habían viajado del noreste de Siberia a través de Beringia hacia Norteamérica hace unos 15.000 ó 17.000 años; uno siguió luego el litoral pacífico libre de hielo, mientras que otro atravesó un pasadizo de tierra abierta entre dos calotas glaciales para llegar directamente a la región este de las Montañas Rocallosas (3) y en general se piensa que los na-dené y esquimo-aleutianos representan una migración posterior hacia la parte septentrional de Norteamérica.

Las figuras 7.1 y 7.2 ilustran otros dos escenarios basados en el ADNmt para el poblamiento de América. El primero muestra tres migraciones diferentes, y el segundo esquematiza cuatro desplazamientos principales. 

Fig. 7.1. Mapa de migraciones humanas basadas en ADNmt. Se reconocen tres desplazamientos a Norteamérica; uno hace 34.000-26.000 años que trajo haplogrupos A, C y D; otro de hace 15.000-12.000 años que importó el haplogrupo B, y otro de 15.000 años atrás que implantó el tipo X (4).

Fig. 7.2. Otra reconstrucción basada en ADNmt de patrones migratorios. Las fechas están en miles de años A.P. (5).

Los haplogrupos A, B, C y D se encuentran en restos humanos antiguos examinados a lo largo de Sudamérica, cuya interpretación es que los habitantes de América del Norte y del Sur estaban relacionados, pero además otros análisis han hallado evidencia de haplogrupos ADNmt raros en ciertas áreas. Por ejemplo, la tribu yanomami del Amazonas brasileño se caracteriza primariamente por los haplogrupos A, B, C, y D e incluso se encontraron tres tipologías no identificadas (6).


Contactos transoceánicos

Algunos investigadores han reportado evidencia genética de contactos transoceánicos precolombinos durante algunos miles de años atrás. Sobre este tema, James Guthrie escribe:

"Los estudios han demostrado que el número de antígenos leucocitarios humanos [HLA en inglés]* característico de las poblaciones indígenas americanas es relativamente pequeño, y que algunas tribus sudamericanas aisladas poseen sólo unos pocos tipos que son comunes a través de América, pero otros grupos, especialmente aquéllos cercanos a sitios de antiguas sociedades urbanas mesoamericanas y andinas, exhiben alelos HLA que son raros en América y comunes en ciertas poblaciones afroasiáticas, sudasiáticas y europeas. Estos genes inesperados dan cuenta, en el promedio, del 6-7% del HLA americano total, aunque tienen grandes variaciones que llegan al 24%. Se postula que los genes atípicos fueron adquiridos por asimilación de poblaciones foráneas en varias épocas después de la colonización inicial del hemisferio y previamente al influjo de europeos y africanos en el siglo XVI, porque sugieren efusión genética desde lugares que algunos expertos sostienen se hallaban en antiguo contacto con las Américas, tales como el norte de África y el sudeste de Asia". Guthrie también agrega:

"El HLA del sur asiático parece haber llegado en diferentes etapas: B*22 a los esquimales del oeste y los otros cuatro (A*10, A*11, A*33, B*13) a las costas occidentales de México y Sudamérica en varias épocas, apoyando así las teorías de ingresos remotos polinésicos o indonesios a Ecuador y Perú, y más tarde influencias oceánicas, indias y chinas en las sociedades nahua, maya y araucana. Los genes de sistemas aparte del HLA también señalan incidencias de India, Indonesia o Arabia en las poblaciones aymaras, quechuas y mayas como también en varios grupos mexicanos y sudandinos para los cuales no existen datos de HLA" (1).

*Los HLA son proteínas que se encuentran en la superficie de leucocitos y otras células que desempeñan una parte importante en la respuesta inmune del cuerpo a las sustancias extrañas, y que varían de persona en persona. Los alelos son las diferentes formas de un gen.


Haplogrupo X

Un enigma para los expertos que sostienen que todos los nativos americanos descendieron de asiáticos nororientales es la presencia del haplogrupo X del ADNmt en un pequeño porcentaje de aquéllos aborígenes, puesto que esta variante génica virtualmente no existe en el noreste de Asia y es mucho más prevalente en Europa y el Cercano Oriente, donde algunos creen que se originó (1). Se piensa que este tipo ingresó a América entre unos 36.000 y 12.000 años (2).

El haplogrupo X está compuesto principalmente de dos subgrupos distintos, X1 y X2. El X1 se halla restringido en gran medida al norte y este de África, mientras que el X2 se extiende en el oeste de Eurasia. Ésta última variante compone alrededor del 2% en los linajes europeos de ADNmt y su presencia es más fuerte en el Cercano Oriente, el Cáucaso y la Europa mediterránea. Las concentraciones particulares ocurren en Georgia (8%), las Islas Orcadas (7%) y entre la comunidad israelita de los drusos (26%), lo cual se atribuye a un "efecto fundador", es decir, al establecimiento de una nueva población por algunos fundadores originales que llevan sólo una pequeña parte de la variación genética total en la población procreadora.

El haplogrupo X aparece en una frecuencia total de un 3% entre la población indígena actual de las Américas. No obstante, en los indígenas algonquinos esta frecuencia llega a un 25%, en los sioux al 15%, 11-13% en los nuu-chah-nulth, 7% en los navajo y entre los yanomami de Brasil 12%. La rama del haplogrupo X encontrada en estos grupos de aborígenes americanos es el X2, el cual está casi ausente en el este de Asia. El X2 sólo ha sido identificado en la República de Altai, pero se piensa que se originó en esa zona hace menos de 7000 años, mientras que en el Nuevo Mundo tiene un origen mucho más antiguo. Sin embargo, esto no ha sido obstáculo para que muchos investigadores especulen de que fue importado a América por migrantes de Siberia (3). Algunos argumentan que individuos con el haplogrupo X migraron hacia el este desde Europa a Asia y luego a través del puente de Beringia, y que sus descendientes en Asia se extinguieron posteriormente... ¡una hipótesis que parece ser más preferible que un desplazamiento a través del Atlántico!

Según la "hipótesis solutrense" el haplogrupo X llegó a Norteamérica con una oleada de migración europea alrededor del 20.000 A.P. por los solutrenses. Algunos autores sugieren que el haplogrupo X puede haberse originado en Poseidonis (la Atlántida de Platón) que de acuerdo a la tradición se hundió en un gran cataclismo hace unos 9.600 años (4).


Referencias

1. Ver "Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral", parte 4.
2. B. Bower, "Migrants settled New World in tandem", Science News, 31 de enero de 2009, www.sciencenews.org; N.J. Fagundes et al., "Mitochondrial population genomics supports a single pre-Clovis origin with a coastal route for the peopling of the Americas", American Journal of Human Genetics, vol. 82, 2008, p. 583-92; M.C. Bortolini et al., "Y-chromosome evidence for differing ancient demographic histories in the Americas", American Journal of Human Genetics, vol. 73, 2003, p. 524-39.

3. A. Torroni et al., "Distinctive Paleo-Indian migration routes from Beringia marked by two rare mtDNA haplogroups", Current Biology, vol. 19, 2009, p. 1-8, www.cell.com.

4. http://en.wikipedia.org/wiki/File:Human_mtDNA_migration.png
5. http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Map-of-human-migrations.jpg.
6. Gregory L. Little, John Van Auken y Lora Little, Ancient South America: Recent evidence supporting Edgar Cayce’s story of Atlantis and Mu, Memphis, TN: Eagle Wing Books, 2002, p. 54.


Contactos transoceánicos

1. James L. Guthrie, "Human lymphocyte antigens: apparent Afro-Asiatic, Southern Asian, & European HLAs in indigenous American populations", Pre-Columbiana, vol. 2, diciembre de 2000 y junio de 2001, www.neara.org.


Haplogrupo X

1. https://genographic.nationalgeographic.com/genographic/atlas. html; http://genealogy.wikia.com/wiki/Haplogroup_X_(mtDNA).

2. M.D. Brown et al., "mtDNA haplogroup X: an ancient link between Europe/Western Asia and North America?", American Journal of Human Genetics, vol. 63, 1998, p. 1852-61, www.pubmedcentral.nih.gov.

3. E.g. Fagundes et al., ibídem; www.explore-qatar.com/imglib/spencer_4.jpg; www.cambridgedna.com/genealogy-dna-ancient-migrations-slideshow.php.

4. Leonard, "Atlanteans in America: Paleolithic Cro-Magnons in America"; Gregory L. Little, John Van Auken y Lora Little, Mound Builders: Edgar Cayce’s forgotten record of ancient America, Memphis, TN: Eagle Wing Books, 2001, p. 60-8, 148-9.