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20 de octubre de 2023

La Cabalá y los claroscuros del judaísmo



Los orígenes cabalísticos según las enseñanzas de Teosofía

Muchas personas han oído de la Kabbalah, y otras saben que es el término para el lado esotérico de la religión judaica; en otras palabras, corresponde a su aspecto más profundo y espiritualmente poderoso.

En la mentalidad comerciohistérica de Occidente, dicha doctrina se ha vulgarizado mediante versiones populares y distorsionadas, a las que se opone la gran mayoría de verdaderos conocedores en el tema. Uno de esos delirios es la conexión de la Cabalá con variantes de magia ceremonial, es decir, rituales elaborados que utilizan símbolos de aquélla para invocar seres inmateriales. Esta no es una característica del misticismo judío real, y tampoco de la Teosofía Genuina, como aclaramos en este artículo.

En sus textos, Helena Blavatsky refiere muchas veces a elementos literarios y filosóficos de las religiones indias, principalmente hinduismo y budismo, pero también escribió y habló del tema cabalístico en gran medida. Existe otra tendencia llamada "Cabalá cristiana", pero ella fue muy crítica con eso y lo consideraba otra tergiversación más.

En su entrada del “Glosario Teosófico”, H.P.B. explica que “Kabbala” significa literalmente “una tradición oral o no escrita”, aunque debemos agregar que sólo fue así en el comienzo, y prosigue: “El cabalista es un estudiante de la 'ciencia arcana', interpreta el significado oculto de las Escrituras con ayuda de la Cabalá simbólica, y explica la verdadera por estos medios. Los tanaim fueron los primeros cabalistas entre los judíos; aparecieron en Jerusalén a principios del siglo III antes de la era cristiana [es decir, hace unos 2.300 años] (...) Esta doctrina secreta es idéntica a aquélla de los caldeos, e incluye al mismo tiempo gran parte de la sabiduría o 'magia' persa (...) Algunos dicen que proviene de los Patriarcas Bíblicos, Abraham e incluso Set; otros de Egipto o Caldea (...) es ciertamente muy antiguo, pero como todo el resto de sistemas, ya sean religiosos o filosóficos, la Kabalá se deriva directamente de la Doctrina Secreta Oriental y primigenia; a través de los Vedas y Upanishads, Orfeo y Tales, Pitágoras y los egipcios. En todo caso y cualquiera que sea la fuente, su fundamento es idéntico al de todos los demás sistemas”.

En ese extracto Blavatsky mencionó a Caldea, una nación que fue absorbida por Babilonia (actual Irak) hace más de 2.000 años. En numerosos lugares, la autora habla de lo que llamó "Cabalá caldea", y en particular, el Libro Caldeo de Números (no confundir con el apartado bíblico de Números), una obra desconocida para el mundo y descartada por narciescépticos como "producto de la imaginación blavatskiana". En “Diálogos de la Doctrina Secreta” (p. 498), la Agente de los Mahatmas sostiene: “En la Cabalá caldea, el Libro de los Números, tenéis la sabiduría de los iniciados hebreos (...) La Cabalá caldea, además (...) concuerda perfectamente con la disposición oriental, y no respecto a la versión ortodoxa de hoy en sus diagramas (...) Conocí un rabino que tenía el verdadero Libro de Números, y también hay otro; no creo que existan más. Aquél tenía fragmentos del sistema caldeo”. Por lo tanto, se da a entender que este conocimiento del judaísmo moderno se ha apartado en algunos aspectos de su génesis oriental.

En ciertos escritos, Blavatsky alude a su formación cabalística, si bien de forma sucinta:

“El individuo con quien mantuvimos correspondencia hasta el día de su muerte, y cuya efigie atesoramos como reliquia, era un judío rabino y erudito; en definitiva, fue el primero, el mejor y más venerado de los amigos de nuestra juventud con quien estudiamos la Kabalá. Dejemos que [el interlocutor crítico] pregunte, y descubrirá que tenemos varios judíos en nuestra Sociedad [Teosófica], aquí, en EE.UU. y Europa; y muchas de nuestras amistades más valiosas e inteligentes son judías” ("Doomed").

“He estudiado la Cabalá con dos rabinos eruditos, uno de los cuales era iniciado (...) un Rabí hebreo y ocultista, en Palestina” ("Tetragrammaton").

En “The Kabalah and the Kabalists" ella afirma: “Existen iniciados cabalistas, dispersos aquí y allá, de manera innegable, especialmente en Alemania y Polonia”. Con esto, quiso decir que se encuentran entre los judíos asquenazíes, pero esta era la situación décadas antes de la Segunda Guerra Mundial, tras lo cual la población judía en esos países disminuyó mucho.

Helena añade también en "The Secrecy of Initiates": “Los Misterios judíos eran idénticos a aquéllos de los griegos paganos, quienes a su vez los tomaron de Egipto, éste de Caldea, y anteriormente de los arios y atlantes, etc., e incluso remontándose mucho más en el tiempo que dicha Raza”.


La Cabalá en el judaísmo contemporáneo

Antes de entrar en pormenores, es necesario explicar que como cualquier otra religión, el judaísmo está compuesto por múltiples variantes. Étnicamente hablando hay dos grupos principales en el mundo, conocidos como judíos sefardíes y asquenazíes. Los primeros están repartidos en Medio Oriente, el norte de África, el Mediterráneo, España y Portugal. Los asquenazíes suelen tener una apariencia mucho más europea, y azshkenaz es la palabra hebrea que designa a Alemania y sus alrededores. Esta comunidad se desarrolló en Europa, pero a pesar de que sus integrantes no se hallan relacionados en contextura con sefarditas, los estudios de ADN apuntan a que son vernáculos del Medio Oriente, tal como siempre han afirmado. Hoy el 80% de todos los judíos en el mundo son asquenazíes, por lo que superan ampliamente en número a sus otros parientes. Todos consideran a Israel como su verdadero hogar, incluso si nunca han estado allí o lo han visitado en pocas oportunidades.

Tanto el judaísmo sefardí como asquenazí incluyen la Cabalá, pero debido a su mayor tamaño e influencia, en este artículo nos centraremos particularmente en el segundo de ellos, que también existe en varias formas. Por lo común se distinguen tres corrientes en esta religión:

a) Ortodoxa, representada por la mayoría de asquenazíes y muy observantes de la fe, si bien aún mantienen conexiones con otras personas y la sociedad actual.

b) Ultraortodoxa o judaísmo haredí; muchos consideran que aquélla es una "denominación peyorativa", pero los académicos y muchos particulares la utilizan sólo con objetos de mayor claridad, como también se hará en el presente artículo. Esta rama es conocida por su aislamiento social autoimpuesto y el conservadurismo extremo en vestimenta y apariencia distintivas (sombreros y trajes negros, empleo de barbas, rizos, etc.).

c) Reformista, progresista o liberal, que admite a mujeres rabinas y no hace distinciones entre sexos, acepta a personas de la comunidad LGBTI y tampoco tiene obligaciones ni reglas sobre vestuario, pero a la vez es altamente racionalista e ignora la mayor parte de conceptos metafísicos, incluida la Cabalá, que califica como "superstición obsoleta".

De los anteriores, el segundo grupo mantiene viva la doctrina cabalística y le otorga mucha relevancia. El jasidismo es la principal forma ultraortodoxa, y en un libro llamado “The Key to Kabbalah” se dice: “[Esta enseñanza] es parte integral de la tradición oral de la Torah, y corresponde a cada hebreo estudiar todos los aspectos de ésta última según sus capacidades -incluida la Cabalá-, según lo dispuesto en el código de la ley judía”.


Los hasidistas y sus prácticas espirituales

La filiación jasídica denota a "los piadosos" o "compasivos". Surgió por primera vez en Europa del Este a mediados del siglo XVIII y se extendió vigorosamente, por lo cual fue considerado como un renacimiento del judaísmo místico.

Su fundador, Israel ben Eliezer, es conocido como Baal Shem Tov -o Besht para abreviar-, que significa "Maestro del buen nombre". Esto no sólo implicaba su buena reputación, sino que también era experto en el conocimiento de los “nombres de Dios” y sabía cómo utilizarlos para producir efectos ocultos y positivos, que incluían notables curaciones y exorcismos. Gran parte de su vida está rodeada de misterio, pero sabemos que nació en una familia pobre, oriunda de un territorio que formaba parte de Polonia y hoy se encuentra en Ucrania.

Antes que el jasidismo fuera conocido con ese nombre, sus seguidores eran llamados "Di Freyliche" ("contentos" o "alegres"), debido al énfasis en la importancia de Simcha, el vocablo hebreo para "felicidad", y en particular la verdadera dicha espiritual que surge desde nuestro interior. Se cita a uno de los primeros maestros diciendo que "no es pecado estar triste, pero la congoja puede generar las acciones más innobles"; sin embargo, manifestaban que la desesperanza debía evitarse a toda costa, y hoy podemos entenderlo con los datos sobre la depresión clínica y sus consecuencias.

La enseñanza más fundamental del judaísmo hasídico es la de inmanencia, o la presencia interna de lo Divino en cada criatura y por todo el Universo. El apéndice Tikunei del Zohar consigna la frase "Leit Atar panuy mi-néya", que quiere decir "nada está exento de Él".

El Zohar, por cierto, se llama "Libro del Esplendor" o "de la Luz", y constituye el texto fundacional de la Cabalá; es una recopilación de varios textos y diálogos, efectuada por el rabino Shimon bar Yojai, también conocido como Rashbi, del siglo II d. de C., siendo escrito en parte por él y “generaciones de maestros y sus discípulos”. El volumen se mantuvo en secreto durante más de 1.000 años hasta que el rabino Moshé (Moisés) de León comenzó a publicarlo en España a principios del siglo XIII. El Sifra Detzniyutha, mencionado como Siphrah Dzeniouta en los escritos de H.P.B., es el "Libro del Misterio Oculto” y es parte del Zohar.

Blavatsky manifestó que éste último en realidad se compendió en el siglo I, y lo llama “la verdadera Cabalá de los Iniciados, que está perdida, y cuyo original se encuentra en el Libro Caldeo de los Números”, en tanto que el "Glosario Teosófico" añade: “Está perdido para todos, excepto los verdaderos Iniciados (...) el Zohar que tenemos ahora no es el que Simeón Ben Jochai legó a su hijo y secretario como reliquia familiar. El autor de la presente aproximación fue un tal Moisés de León, judío del siglo XIII".

Los jasidim sostienen que la materia sería nula sin la esencia espiritual que posee, y de manera similar el Espíritu no puede manifestarse excepto a través de vehículos y formas sustanciales. La mayoría de teósofos reconocerá que esto refleja la Tercera Proposición Fundamental de “La Doctrina Secreta”, y así como ésta habla sobre el "arco de involución descendente" desde lo divino hasta las profundidades materiales, y luego hay un "ascenso evolutivo", el primer rabino de la escuela jasidista de Jabad escribió: “Este es el propósito de la Creación; primero del Infinito a la finitud y luego al revés", lo cual es un comentario sobre Génesis 28:20-21, que dice: “Si Dios está conmigo, y me guarda en este camino por el que voy, y me da pan y vestido, entonces volveré en paz a la casa de mi Padre, y el Señor será mi Dios”.

Ahora bien, casi nadie que lea ese versículo bíblico o de la Torá podría entender el significado más profundo y poderoso explicado por el jasidismo, pero una vez que conocemos la filosofía esotérica y el simbolismo –una ciencia universal, no sectaria y esclarecida en la obra de Blavatsky, particularmente “La Doctrina Secreta”-, y si derivamos este saber de lo que llamamos Teosofía, Cabalá, Gnosis, enseñanzas herméticas, hindúes, budistas, sufistas, griegas, egipcias, etc., entonces percibimos naturalmente el núcleo real y velado en palabras y narrativas exotéricas.

El concepto de omnipresencia divina nos lleva al de Devekut, o "reunificación mística y dichosa con lo Divino". Al igual que el verdadero Yoga espiritual, es a la vez un objetivo y una práctica de comunión interior. De acuerdo con el hasidismo, lo Divino está en todas partes y es posible experimentar un vínculo con ello en cualquier momento, lugar u ocasión. Los legos o menos instruidos en esoterismo pueden vivirlo como una profunda emoción durante plegarias y cultos, mientras que los líderes más avanzados llegan a un nivel de éxtasis similar a lo que la Teosofía y las religiones índicas denominan Samadhi. A esos guías se les llama “Maestros”, aunque no están relacionados con los Mahatmas teosóficos, y tras lograr el nivel de Devekut, su misión es orientar a otras personas.

Lo anterior se logra a través de Bitul ha-Yesh o “negación de la quimera material”. Un verdadero devoto debe aprender a vislumbrar más allá de lo externo -comprendiendo que no es permanente- y aunque sirva a un propósito necesario, pues la Única Realidad es lo Divino. De este modo, abandona las preocupaciones materiales tanto como sea posible, se aleja de distracciones sensorias, supera los bajos impulsos, transfiere su atención del “alma animal” al espíritu, percibe con “los ojos del intelecto” como parte integrante del misticismo, medita acerca de la dimensión divina y oculta en todo lo que existe, y contempla su verdadero Ser como el INFINITO. Sin embargo, todo esto no implica desarrollar antipatía extrema por el mundo físico, sino hacerlo con Hishtavut o ecuanimidad.

Cualquiera que estudie adecuadamente la Teosofía verá que esas nociones también forman parte de ella. La “negación de lo material" es uno de los conceptos centrales del Advaita Vedanta o forma no-dual de hinduismo enseñada por Adi Shankaracharya. Esta doctrina subraya la necesidad de desidentificarnos con lo tangible, pues el verdadero Ser es AQUÉLLO, Brahman, el Absoluto, lo Infinito y Divino, tal y como William Judge aconsejaba recordar a diario.

De acuerdo con “La Clave de la Teosofía” (p. 108), el Zohar dice que el alma debe recibir “el beso sagrado” del espíritu, y en las escrituras judías esto suele ser una metáfora o alegoría para el Devekut; incluso las Escrituras sostienen que Moisés, Aarón y Miriam “murieron por un beso del Señor”.

Lo que venimos de describir es básicamente un movimiento interno hacia la Divinidad, pero el jasidismo también habla de Hamshacha, literalmente "atracción hacia abajo" o "absorción del flujo divino", esto es, que cuando alguien se eleva en conciencia a los niveles superiores de realidad, puede traer al plano físico parte del poder que los anima y energiza, manifestándose así en una mayor percepción espiritual o alegría exuberante, mejorías en salud y eliminación de problemas u obstáculos.


Los Tzadikim y el Mesías

Un rasgo que distingue al hasidismo de otras ramas judaicas es el nombre de Tzaddiq o "persona virtuosa". Muchos cristianos están familiarizados con Melquisedec, una figura enigmática que aparece en el Génesis, y Blavatsky indicó muy claramente en sus comentarios sobre el Pistis Sophia que aquél era uno de los varios apelativos del Gran Ser Innombrable, que “La Doctrina Secreta” llama a su vez "Gran Sacrificio", "Ser Maravilloso", "Iniciador", "Observante Solitario" o el Maha-Guru que habita en Shambhala, Jefe Supremo de toda la gran Jerarquía y Hermandad de Maestros.

Así, el fonema "-sedeq" equivale a "tzadiq", y el texto llamado Tanya -escrito por el fundador del Jabad- consigna que describe el estado del alma de ese individuo particular, y que un Tzaddiq ha transmutado sus inclinaciones animales e inferiores en santidad o liberación de toda avidez, sin sentido del ego personal, y por lo tanto sirve como Merkabah o vehículo para la energía e influencia divinas. Según el Talmud, en la Tierra viven al menos treinta y seis Tzadikim que trabajan en todo momento para beneficio de nuestra especie y sin que se conozca públicamente su verdadera naturaleza. La misma fuente señala que gracias a ellos el mundo no ha sido destruido, y podemos ver aquí una gran similitud con lo que dice la Teosofía sobre los Mahatmas/Adeptos y su labor noble por la humanidad.

El jasidismo sostiene que no todos los Tzadikim son necesariamente anónimos, y algunos desempeñaron roles destacados como rabinos en dicha corriente. Las comunidades homónimas se centran en torno a personajes análogos y se les conoce también como "tzadik", pero más comúnmente bajo el nombre Admor, acrónimo hebreo de "nuestro enseñante, guía y rabino", o Rebe, su equivalente en yiddish.

Los seguidores de esta rama dicen que uno de dichos Tzadikim es supremo o de mayor rango que los demás, y sería Moisés reencarnado. Añaden que en cada generación hay una gran alma jasídica que tiene potencial de convertirse en un Mesías, siempre y cuando el pueblo judío se haya hecho digno para ese acontecimiento tan esperado. A este personaje se le conoce como Tzadik Ha-Dor, o "Tzadik de la Generación".

El tzadik de un grupo no es sólo su líder espiritual, sino también sociopolítico, y detenta habilidades teúrgicas, por lo cual se cree que puede interactuar con planos superiores y realizar lo que los teósofos llamarían “levantar toda la masa de materia visible”, o en fraseología jasídica, “elevar las chispas divinas ocultas incluso en los lugares más humildes”.

Actualmente muchos individuos no son capaces de lograr Devequt en el modo ya descrito, y de esta forma se considera que la reverencia por el Tzadik ayuda a una persona en su progreso espiritual. Estos líderes eran nombrados originalmente por mérito personal, pero con el tiempo se convirtió en hereditario, es decir, sólo por parentesco de consanguinidad (padres a hijos), similar a lo ocurrido con los brahmanes o casta sacerdotal de India.

Han habido tzadiks en múltiples sectores del jasidismo, y muchos de sus adláteres creyeron que eran Mesías, aunque ellos mismos no afirmaban representarlo. El más reciente y conocido fue Rebe Schneerson (1902-1994), también conocido como Lubavitcher, el séptimo de su tipo en la corriente Jabad. Esto confirma que hay diversas modalidades jasídicas, llamadas "dinastías", que suelen llevar el nombre de una localidad europea -centro u oriente- donde comenzó un grupo, o bien el lugar de origen para sus fundadores. Existen cerca de 200 dinastías en el mundo actual, debido a varios cismas y fricciones a lo largo de los años. Todas ellas comparten las mismas enseñanzas y prácticas fundamentales, como las que venimos de reseñar, pero discrepan en numerosos asuntos de menor relevancia. Sin embargo, las relaciones entre muchas dinastías son cordiales, e incluso se celebran matrimonios mixtos. Algunas de las colectividades más grandes y con presencia internacional son Chabad, Satmar y Belz, y al igual que Nueva York, el norte de Londres y Stamford Hill son el hogar para miles de individuos pertenecientes a dichos grupos.

Respecto al tema del Mesías, y en al menos cuatro secciones del segundo volumen de “Isis Develada” (p. 328, 238, 256 y 203), Blavatsky opugna que Jesús fuera el "verdadero salvador" de acuerdo con las previsiones judaicas. Escribía que el Nazareno apareció con un cometido reformista, pero el Mesías real aún no ha llegado, y en realidad esta noción alude a las profecías de varias religiones, ya sea que hablemos del Avatar Kalki entre los hindúes, el Buda Maitreya, el Imam Mahdi musulmán, Saoshyant (o “Soshiosh” en literatura teosófica) para los zoroastristas, el "Cristo", etc. Asimismo, en su artículo “Lamas and Druzes” y otras partes, H.P.B. aclara que este advenimiento no sucederá hasta el final de la Sexta Raza Raíz o en muchos cientos de miles de años, y tampoco adoptará la forma que muchos esperan, porque no será la encarnación de un individuo especial, sino más bien el acudimiento grupal en toda la humanidad de la Sabiduría Divina y Única.


Karma y reencarnación en el judaísmo

Anteriormente explicamos la creencia de que el Tzadik principal en la Tierra es una reencarnación de Moisés. El artículo de Blavatsky “The Kabbalah and The Kabbalists” declara que sólo los verdaderos ocultistas pueden conocer quién fue ese patriarca y lo que representa, mientras que William Judge sostiene en “El Océano de la Teosofía”, página 8: “Abraham y Moisés son otros dos Iniciados, Adeptos que tenían una misión con cierto pueblo, y en la historia del primero nos encontramos con Melquisedec (...) Moisés fue educado por los egipcios y en Madián [todo cristiano seguramente recordará la historia bíblica del profeta en Egipto durante la infancia]; de ambos obtuvo mucho conocimiento esotérico, y cualquier estudiante lúcido de la gran Masonería Universal puede percibir a través de sus libros la mano, el plan y trabajo de un maestro”.

Sin embargo, el renacimiento periódico del alma en la Tierra -para todos los humanos y no sólo aquéllos "egregios"- constituye una enseñanza muy destacada en el judaísmo, no sólo en el pasado como algunos creen erróneamente, sino también al día de hoy. El concepto es prominente en las divisiones ortodoxa y ultraortodoxa, porque ambas han mantenido vivo el uso cabalístico y lo consideran de extrema importancia. Los seguidores de esas tendencias señalan que, por definición, todo judío que acepta y toma en serio sus Escrituras es un creyente en la reencarnación, incluso si no se percata; para dar sólo un ejemplo, el Libro de Job dice: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí” (1:21).

El jasidismo, por su parte, establece que el alma es tan poderosa que no puede encarnarse de todo punto en un cuerpo físico, y proyecta una parte de sí misma en nuestro plano material, añadiendo que no se debe confundir la "personalidad" humana con el alma. Nuevamente, encontramos la misma idea en las enseñanzas de Teosofía sobre el Manas Superior o Individualidad reencarnante que incluye una consciencia personal (ego inferior), o en otras palabras, la interrelación permanente entre ambos.

En hebreo, la reencarnación se llama Gilgul Haneshamot, y se habla tanto de ella que aquí sólo podemos esbozar los rasgos básicos. Al igual que la Teosofía, el judaísmo enseña que el ciclo de encarnaciones prosigue para nuestras almas hasta que alcancen los niveles más altos de perfección espiritual, y aquéllas que no necesiten renacer en el mundo continúan haciéndolo por compasión a la humanidad y únicamente para beneficiarle, ya sea en el caso de una generación entera, naciones, familias o individuos específicos. Esto es claramente paralelo al ideal del Bodhisattva o Nirmanakaya, que también es característica central del budismo Mahayana.

Aunque el judaísmo no emplea la palabra sánscrita “karma”, sí enseña que parte de la reencarnación consiste en expiar malas acciones pasadas y cancelar "deudas" con otros. También dice que en la ciencia cabalística del Gematria, que indaga en el significado numérico de letras y palabras, el término “Gilgul” tiene exactamente el mismo valor que la voz Chesed o "bondad". El renacimiento, de este modo, es un proceso de "piedad" para el alma, porque sin ello nunca podríamos crecer, mejorar, aprender, perfeccionarnos y equilibrar los desbalances que generamos. La doctrina teosófica comparte esta visión, manifestando que la justicia perfecta de la Ley Kármica es misericordia perfecta.

Asimismo, esta religión incluye el karma colectivo y la reencarnación grupal. El Rebe Lubavitcher declaró que la Shoah -asesinato de aproximadamente 6 millones de judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, y que redujo su población en casi un 70%- podría explicarse en parte por una remisión de pecados, pero agregó que es imposible imaginar que alguna vez se haya perpetrado un crimen colectivo tan horrendo para justificar semejante exterminio; concluyó, entonces, que en última instancia las razones precisas están más allá de nuestra comprensión mundana.

En la página 102 de “Answers to Questions on The Ocean of Theosophy", Robert Crosbie elucida esta interrogante: “Si la ley de reencarnación es justa, ¿por qué el pueblo judío ha sufrido tantas penurias? -La tendencia al egoísmo aumenta con cada encarnación, y si un pueblo o individuo continúan por ese camino, dañarán a otros y provocarán sus propias reacciones a manos de los afectados. Entonces, si encontramos personas particularmente 'marcadas' con acosos fatídicos, podemos estar seguros de que, como egos en otros tiempos, actuaron como ofensores y están cosechando lo que sembraron”.

Crosbie declaró esto en tiempos de la Primera Guerra Mundial, y lo más probable es que si hubiera vivido entre 1939-1945 su respuesta habría tenido más matices, pues hay una gran diferencia entre "persecución" y "holocausto", por lo cual cabría hablar de “separatividad” en vez de “egoísmo”. Históricamente, aquélla en el pueblo judío era mucho más aplicable que ahora, aunque persiste entre la mayoría de ultraortodoxos. Como vemos, no hay explicaciones simplistas, pero enseguida abordaremos parte de la causa primigenia de dichos escollos.

A pesar de las similitudes, existen varias diferencias entre las enseñanzas jasídicas y teosóficas sobre reencarnación. Según el primer caso, este proceso se mantiene sólo en el reino humano para el alma que rectifica al menos algunas fechorías pasadas, pero si ello no ocurre en tres vidas sucesivas -y probablemente todos estaríamos de acuerdo en que sería una situación extremadamente rara-, entonces comienza a renacer como animal, planta u otro integrante de ámbitos aún más bajos. Por el contrario, la Teosofía Original consigna que es absolutamente imposible reingresar en cualquier reino inferior, toda vez que hemos alcanzado la etapa humana de evolución. Una persona malvada o pervertida puede empeorar su condición de vida en vida, pero nunca convertirse en animal. Hay una parte nuestra que "migra" a dicho reino y otros, y no está relacionada con el alma, sino con los "átomos de vida" del prana y nuestro cuerpo astral.


La "superioridad" de las "almas judías"

El aspecto más controvertido y antiteosófico sobre la reencarnación en el judaísmo es la doctrina separativa de que hay "almas hebreas" y otras no pertenecientes a ese conjunto, que a nivel espiritual son intrínsecamente distintas unas de otras. Sostiene que todas las almas provienen de una Esencia Divina, pero las así llamadas “judías” tienen un "rasgo extra y necesario" porque tienen más obligaciones que cumplir en comparación con los restantes credos o etnias. Esto significa que las “almas judías” son "enjuiciadas más estrictamente que otras" porque se espera y exige más de ellas en términos místicos. Si bien esta idea enfatiza la responsabilidad kármica del individuo, también revela una fuerte creencia en el "predominio espiritual", que también puede apreciarse en las conocidas historias bíblicas sobre el “pueblo escogido de Dios”.

Según el judaísmo, las almas homólogas generalmente encarnan sólo en esa condición, y las no-judías renacen bajo cualquier otro sistema religioso o comunidad. En ocasiones, sin embargo, sucede que ciertas almas hebreas reaparecen en la Tierra como Goyim o "gentiles" [foráneas], lo cual se ve como un tipo de "castigo kármico" y en particular si durante una existencia previa esas personas vivieron de forma contraria a los preceptos de su raza. Estos sujetos pueden mostrar intereses muy fuertes hacia lo judaico (o "buscan el camino de regreso") y se les permite la conversión análoga, incluso por mediación ultraortodoxa, aunque implica un proceso muy largo y desafiante. Muchos hebreos están conscientes de que entre sus creencias no hay actitudes proselitistas, pero los potenciales conversos deben encontrar dicha tradición por su cuenta.

Contrariamente, la Teosofía Genuina señala que todas las almas tienen igual índole, y por ende cada ser humano reencarna en cualquier raza, país, religión y cultura que nuestro Karma necesite; en otras palabras, nadie se encuentra "espiritualmente atado” a ningún colectivo especial. Sin embargo, si alguien desarrolló un hondo afecto por cierta nacionalidad o etnia, esto colorea poderosamente sus skandhas (tendencias o características que constituyen nuestro yo personal) y se convierten en una fuerza irresistible de afinidad kármica que puede llevarnos de regreso a nuestro amado "clan", una y otra vez. Con el tiempo, empero, deben producirse cambios ya que la variabilidad de experiencias reencarnatorias amplía nuestro aprendizaje y despertar a nivel del alma.

Los sentimientos de odio también influyen en ese tránsito, pues en Teosofía se explica que la repulsión es otra forma de apego, y así quienes muestren encono obsesivo contra ciertos grupos seguramente volverán a nacer como un miembro de aquéllos, debido a la propia naturaleza del magnetismo, y deben vivir en carne propia las mismas animosidades y agresiones que alguna vez sintieron o expresaron. Este es quizá uno de los motivos para la continua persecución del pueblo judío, pero como dijimos en apartados previos, ¡nada en esto es simplista!

Muchos interesados en espiritualidad o religión no saben que la reencarnación es parte central del judaísmo contemporáneo, y esto se debe principalmente a la fuerte aversión jasídica por el uso de internet. Casi ninguna de sus 200 dinastías tiene algún sitio electrónico donde presenten sus enseñanzas, puesto que no buscan conversos y tampoco ven razones para que otros conozcan sus postulados, y así la educación de sus miembros se realiza en el hogar, escuelas, sinagogas, etc.; no obstante, el colectivo Jabad tiene una gran difusión online -en particular redes sociales- y trata de explicar sus creencias en detalle para el público general.


El "diablo", la vida de ultratumba y otros problemas del hasidismo

Naturalmente, la reencarnación plantea inquietudes sobre el estado post-mortem y la existencia de un "diablo". La Cabalá niega el concepto de "Satán" o algún ser personal/antropomorfo que actúe como un "anti-Dios", tal como enseñan y sostienen muchos cristianos. Los jasidistas declaran que ello no es cierto por tratarse de un dualismo, ya que sólo existe la Unidad Divina, si bien dicen que hay gente desencarnada y entidades malévolas fuera del plano material, pero no un “príncipe" o "regente de las tinieblas”. Agregan que las referencias escriturales a “Satanás” simplemente aluden a categorías de “adversarios”, y así es también como Blavatsky explica ese tema en “La Doctrina Secreta”.

En cuanto a lo que sucede entre la muerte y el renacimiento, sus enseñanzas disienten mucho de la Teosofía. Ésta última recomienda practicar la cremación en lugar del entierro, pero el judaísmo hace lo contrario y considera que incinerar un cadáver tiene algún "efecto oculto perjudicial". Tanto los Mahatmas himalayos como Blavatsky y William Judge manifestaron que al morir el cuerpo físico, y luego de un período inicial e inconsciente en los niveles astrales o Kama Loka, nuestra parte espiritual e imperecedera se separa de los principios inferiores y pasa a un estado de "cielo" autocreado (Devachan) sin saberlo, proyectado desde su propia consciencia y en el cual recrea todos los anhelos o expectativas no cumplidos mientras vivía en la Tierra. Ésta es una condición enteramente individual (no compartida con otros) y representa el efecto de móviles pasados. Durante dicho lapso no hay generación de nuevas causas, sino que se trata básicamente de un "sueño feliz" y ultravívido. En cambio, el jasidismo habla de Metivta D'Rkia o “academias celestiales”, donde las almas reciben más enseñanza mística entre vidas, aunque admiten que estas revelaciones sobrenaturales sólo estarán en exacta conformidad con las tentativas espirituales ejercidas por los individuos en su estadía terrenal.

También los jasidistas aseguran que desde el viernes por la noche hasta el sábado siguiente en igual horario (Shabat), todas las almas de difuntos reciben una "elevación temporal", siendo ésta una de las muchas razones para atribuir gran importancia a este ritual. Ese periodo proporciona un breve alivio para aquellas almas que pasaron sus vidas en “pecados de pasión febril” y se encontrarían en Gehinom, un estado temporal de sufrimiento y castigo entre vidas.

Las doctrinas jasídicas también afirman que tras la muerte vamos a una especie de "corte celestial", donde los ángeles sentencian de acuerdo con nuestras obras buenas o fechorías y hacen preguntas relativas a la "fidelidad de negocios", el "establecimiento de horarios para el estudio de la Torá" o incluso si "tuvimos muchos hijos", pues la procreación de familias numerosas es de suma importancia en el judaísmo.

Pero no todo está bien en el mundo jasídico. En su educación recluida y socialmente aislada, a muchos se les enseña a desconfiar de todos los no-judíos, o temerles y evitar contactos. Esto en parte es comprensible a la luz de las persecuciones masivas que han sufrido durante siglos y especialmente en el último, pero tales actitudes separatistas no pueden tener ningún resultado beneficioso a largo plazo. Cada vez que algún integrante decide abandonar comunidades jasídicas y seguir otro tipo de vida, se convierte en blanco de rechazos, amenazas o denuncias, y se le impide tener comunicación con sus familiares o cercanos.

De este pequeño número de disidentes, hay muchas mujeres que no toleraron actitudes misóginas y las estrictas reglas o censuras impuestas. Las casadas tienen obligación de afeitarse la cabeza, y algunos grupos exigen el uso de pañuelos o sombreros por el resto de sus vidas, mientras que otros admiten pelucas; tampoco se emplea maquillaje ni ropa colorida, sino sólo prendas estrictamente reguladas para preservar estándares puritanos y decretados por hombres. Menos aún se posibilita alguna carrera profesional a mujeres jasídicas, y su rol se define únicamente como esposas, hijas o madres obedientes, y ni siquiera pueden hablar con hombres no emparentados con ellas. Ciertamente el jasidismo es muy parecido a una secta, aunque algunas de dichas normas no son aplicables a la rama de Jabad.

Podemos ver cuán contradictorio es esto con las palabras del Maestro Koot-Hoomi a los primeros teósofos: “La redención del mundo depende del encumbramiento que se otorgue a la mujer, y hasta que ella no rompa las ataduras de la esclavitud sexual a que siempre ha estado sometida, el mundo no tendrá idea de lo que ella representa y su lugar apropiado en la economía de la naturaleza”. Blavatsky agregaba: “Fue [la mujer] quien llevó primero al hombre hasta el Árbol del Conocimiento y le hizo distinguir el Bien y el Mal; si la hubieran dejado en paz y permitido hacer lo que deseaba, lo habría conducido al Árbol de la Vida para hacerle inmortal" ("Alchemy in the Nineteenth Century").


El Árbol Cabalístico de la Vida

El "Árbol de la Vida" [imagen derecha] también es conocido como "sefirótico" (deletreo castellano proveniente de sephiroth, cuya pronunciación aproximada es /sf'i:rot/), aunque a ratos suele haber intermitencia comunicacional entre judíos y teósofos por sus alfabetos disímiles para citar dicho concepto. Este esquema es uno de los componentes de mayor importancia en la Cabalá, pero aquí no lo abordaremos con profundidad, en parte porque ello sería muy predecible, y en cambio precisaremos otros detalles metafísicos y relevantes que no son tan conocidos. El Árbol de la Vida es todo lo que mucha gente piensa cuando se habla de la Cabalá, pero hay mucho más en este sistema como esperamos haber demostrado.

En el diagrama luriánico seguido por los jasidistas, Kether no está incluido entre las Diez Sefirot (aunque se menciona) y es reemplazado por Daat, mientras que éste último no aparece en otras variantes. Todas las declaraciones de Blavatsky sobre ese grupo de diez comienzan con Kether, al que a veces simplemente llama "Sephira", y nunca menciona al segundo, si bien existe una breve entrada por Westcott en el "Glosario Teosófico". En síntesis, Daat representa el punto donde todas las Sefirot se unen bajo una completitud armoniosa.

La Realidad Absoluta, Infinita y Última no se muestra en el Árbol de la Vida, ya que precede y trasciende a todas las Sefirot. Esta Causa sin causa, Raíz sin raíz o Fuente sin origen de todo lo existente se llama En-Sof (también Ein Soph/Ain Soph en literatura teosófica), que significa literalmente "infinito", "ilimitado" o "interminable". A menudo Blavatsky lo expresa como “la Nada sempiterna que lo es todo”, por lo cual ello corresponde perfectamente al Principio Divino que suele designarse con el término hindú Parabrahm.

En la página 200 del primer tomo de “La Doctrina Secreta” [ilustración siguiente] los Siete Globos de nuestra Cadena Terrestre se muestran de acuerdo con el “Gupta Vidya Oriental” y luego según la “Cábala Caldea”, mientras que el triángulo sobre ellos tal vez podría considerarse como Kether, Chokhmah y Binah.


El gran diagrama cabalístico-cosmogónico desplegable en el volumen 2 de “Isis Develada” (p. 264-265) también es descrito por H.P.B. como representante de “la Doctrina Caldea”, y aunque utiliza términos hebreos, dicha ilustración es muy distinta a lo que se conoce públicamente en la Cabalá estándar. Como se dijo, el motivo es que ella la proporciona a partir de fuentes caldeas, consideradas más puras en cuanto a aspectos esotéricos. En esa obra, su autora explica que las Diez Sefirot representan iguales principios que los diez puntos del Triángulo Pitagórico o Tetraktys (“La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 111; vol. 1, p. 339, 579), y dice: “El Logos (...) irradia de sí mismo -así como la Tríada de Sefirots superiores expresa a los siete inferiores- los Siete Rayos o Dhyan Chohans” (ibídem, vol. 1, p. 130).

La Teosofía presenta casi exclusivamente un sistema septenario del macrocosmos y microcosmos en lugar del décuplo, y cabría preguntarse cómo el Árbol de la Vida Cabalístico y el Tetraktys pueden alinearse con la exégesis teosófica. La clave es que el diez constituye el guarismo real: “Este enigmático número Siete, nacido del triángulo superior △, y éste último emanado de su vértice (...) es la planta Saptaparna séptuple, nacida y manifestada en la superficie del suelo misterioso, de la triple raíz enterrada profundamente bajo ese estrato impenetrable” (“La Doctrina Secreta”, vol. 2, p. 574).

El término Adam Kadmon, alusivo al "Hombre Primordial/Celestial", es uno de los nombres cabalísticos que se encuentran con mayor prominencia en Teosofía, pero ambas doctrinas no apuntan literalmente a ningún tipo "humano" o "ser divino individual", y así la expresión es de todo punto simbólica.

Blavatsky afirma que el dicho “hágase la luz” (Libro del Génesis) no refiere a una luminiscencia visible, sino a la proyección de Adam Kadmon desde el Absoluto. En muchos lugares (ver por ejemplo el “Glosario Teosófico") habla de aquél como sinónimo del Tercer Logos o Manifestado. Esto parecería contradecir las descripciones ofrecidas en la Cabalá luriánica -y que por lo demás son sorprendentemente claras del Primer Logos (Inmanifestado) o el “punto dentro del círculo”-, pero en otros pasajes Helena describe al “Adam Kadmon” para incluir la definición de esa tendencia (“La Doctrina Secreta” vol. 1, p. 137 y vol. 2, 337) y lo equipara con Kether, la Sefirot más alta; asimismo, la entrada de “Adán Celestial” en la página 138 del "Glosario" le muestra como una "síntesis del Árbol Sefirotal, o de todas las Fuerzas de la Naturaleza y su esencia deífica instiladora”.

El Baal Shem Tov, fundador polaco del jasidismo en el siglo XVII, enseñó que los diez decretos del Génesis no dan cuenta sólo de un hecho histórico (y los teósofos añadirían que tampoco lo fue "a la letra"), sino de "una dinámica continua, y representa el flujo constante de energía Divina que insufla a toda la Creación. Si Di--s [forma reverente para escribir "Dios" en hebreo] retirara por un momento esa influencia, entonces el mundo dejaría de existir; y si anulase la energía configurada en esas letras o en sentido figurado, y sin pronunciar la orden de 'hágase la luz', entonces ésta se esfumaría".

Comparemos esto con lo expresado por William Judge en su artículo “AUM!”: “Hay una sóla resonancia o tono homogéneo que impregna todo el Universo, y actúa, por así decirlo, como despertador o poder vivificante (...) Esta es la palabra, el verbum o Logos (...) sin este movimiento entre partículas inactivas, no habría Universo visible (...) el Resplandor Divino [es] Aum (...) la Resonancia (...) no es Luz Divina, sino la exhalación del primer sonido de todo el Aum. Esto sucede durante el Día de Brahma según los hindúes (...) Se manifiesta como el poder que agita y anima las partículas del Universo, y además en la evolución y disolución de los reinos humano, animal y mineral, y los sistemas solares (...) La Resonancia Divina o sonido au es la energía universal que se conserva durante cada Día de Brahma, y al llegar la Gran Noche es absorbida nuevamente en el Todo”.


El nombre de YHVH, los cuatro planos y la constitución humana oculta

Es importante recalcar que el judaísmo nunca habla de “Jehová” o “Yahvé”, porque éstas son adaptaciones cristianas de YHVH, conocido con la palabra griega Tetragrammaton o más comúnmente Ha-Va-YaH entre los hebreos. Dicha inicial engloba las voces Yud Hei Vav Hei, consideradas "el Santo Nombre Inefable". Los vocablos más frecuentes para "Dios" son Ha Shem, literalmente "el Nombre", y luego Adonai, "el Señor".

Cuando Blavatsky critica la fe hebrea en Jehovah, ella emplea el término familiar para los lectores de origen o cultura cristianos. Lo que en realidad examina es cómo las concepciones reales, esotéricas y metafísicas de la Cabalá original se degradaron en el judaísmo popular, hasta convertirse en un “Dios” antropomorfo y personal que se revela más vicioso, sangriento y psicópata que una buena parte de los humanos. Helena no escribe mucho sobre esta “deidad tribal” alejada de lo divino -y que desafortunadamente lo fue y es en el cristianismo-, pero sí da a entender que en cierto sentido está vinculado con Saturno.

Vimos con anterioridad que muchos judíos tienen al menos cierta base cabalística en su credo, y por ello no consideran al pie de la letra toda referencia a "Dios" en su Tanakh, la Biblia hebrea o equivalente al Antiguo Testamento cristiano, pero como la iglesia homónima ha perdido o desestimado hace mucho tiempo las claves del simbolismo esotérico, muchos fundamentalistas y evangélicos adoptan esa obra a rajatabla y creen que su “Jehová” debe ser adorado, incluso si se lo muestra exigiendo sacrificios humanos o animales, y por ende es responsable de muchas más muertes en ese volumen que las atribuidas a “Satanás”. Sin embargo, la culpa no es únicamente del cristianismo, ya que está claro que en algún momento un puñado de líderes hebreos permitió una grosera exoterización de sus nobles concepciones de lo Divino.

El artículo “Tetragrammaton” por H.P.B. dice de YHVH: "Son los reflejos del Ain-Soph, el Parabrahmam al estilo hebreo (...) El 'Logos' que reconocemos no es el Tetragrámaton, sino la CORONA o Kether, la cual no tiene relación con el plano material, ni con el Macro o Microprosopus, sino que está asociado sólo al mundo proarquetípico”. La Agente de los Maestros prosigue explicando que la Y y V son masculinas y corresponden al Mundo Arquetípico/Formativo y las sefirás Chokmah/Tiphereth, en tanto que la primera y segunda haches son femeninas y aplican a los ámbitos Creativo/Material y Binah/Malkuth, siendo éstas las mismas paridades establecidas en postulados cabalísticos.

Los planos inferiores del Cosmos, reseñados en la ilustración previa de "La Doctrina Secreta" (vol. 1, p. 200), se nombran como Arquetípico, Intelectual-Creativo, Sustancial-Formativo y Material-Físico, pero esos conceptos no fueron creados por Blavatsky ni sus Maestros-Adeptos, sino que se utilizan en la Cabalá y figuran como Atziloth, Briah, Yetzirah y Asiah, respectivamente.

El enfoque cabalístico para la constitución séptuple humana se relaciona con esos cuatro “mundos”, evidenciando que “como es arriba, es abajo”; no obstante, por encima de los cuatro coloca a Yejidah, y Helena consigna que esto equivale al Atman o Ser Superior (“Glosario”, p. 137). Le sigue Chaya en orden descendente, y al mismo nivel que el rango Arquetípico o de Emanación (Atziloth). A pesar de la aparente similitud fonética, no está vinculado con “Chhaya” o Primera Raza Raíz, y equivale a Buddhi o Alma Espiritual que irradia la Luz Átmica (ibídem, p. 137). Luego está Neshamah en el estrato Intelectual o Creativo (Briah), equiparable a Manas, la Individualidad reencarnante o Alma Humana, pero no siempre de modo exclusivo, porque “existen la Neshamah (mente dual) 'superior' e 'inferior'" (“Glosario”, p. 348-349). Entretanto, Ruaj se halla en el plano Sustancial o Formativo (Yetzirah) y significa "aliento" o "espíritu", lo cual alude a Buddhi-Manas (ibídem, p. 280); sin embargo, los cabalistas no lo emplean así, pues le describen en un modo que coincide con Manas Inferior, la conciencia del ego efímero asociada a Kama o "alma animal" de deseos y pasiones. El estadio consciente más bajo es Nefesh y pertenece a Asiah, el mundo tangible, sinónimo con Prana (vitalidad) y también Kama (“La Doctrina Secreta”, vol. 1, p. 243), lo que por definición le une a Sthula Sharira o nuestra cobertura material. También se menciona a Tzelem (llamado a ratos ~Elokim), la dicción cabalística del Linga Sharira o cuerpo astral (“Glosario”, p. 348).

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Blavatsky comprendía el interés de muchos occidentales por la Cabalá, pero aunque ciertamente alentaba su estudio y exploración, advirtió que sería dañino elegir esta doctrina en lugar de la Teosofía o las enseñanzas esotéricas por Adeptos Orientales:

El flujo reprimido durante mucho tiempo [el río de 'misticismo natural' atajado en tiempos medievales] ahora se separó en dos corrientes: el ocultismo oriental y la Kabalah judía (...) Los dos sistemas amenazan a los místicos con un rápido conflicto que, en vez de aumentar la difusión de la Verdad Única y Universal, necesariamente sólo debilitará e impedirá su progreso. Sin embargo y una vez más, la cuestión no es saber cuál es la única certeza, porque ambos se basan en las realidades eternas del conocimiento prehistórico, y sólo pueden revelar cierta porción de aquéllas en la época moderna y el estado de transición mental que experimenta la humanidad (...) ¿Cuál de esos sistemas contiene los hechos más puros? Y lo más importante de todo: ¿cuál presenta mejor sus enseñanzas (...) de manera no sectaria e imparcial?

Uno -el esquema oriental- ha velado durante siglos su profundo unitarismo panteísta con la exuberancia de un politeísmo exotérico; el otro (...) con la pantalla del monoteísmo externo. Ambas son sólo máscaras para esconder la verdad sagrada a lo profano, porque ni los pensadores arios ni semíticos nunca aceptaron el antropomorfismo de muchos dioses, ni la personalidad del Dios único como proposición filosófica (...) la Kabalah judía, con sus métodos numéricos, ahora es sólo una de las claves de los antiguos misterios (...) Únicamente los sistemas oriental o ario pueden proporcionar el resto y exponer toda la verdad de la Creación (...) Incluso tal como está ahora y con sus diversas técnicas, la Kabalah sólo puede confundir presentando múltiples versiones, y nunca podrá divulgar todo su contenido” ("The Kabalah and The Kabalists").