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21 de octubre de 2022

Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico (8 de 8)

David Pratt
Noviembre de 2004, noviembre de 2020


Contenido:

​10. Megalitos en el Pacífico
-Japón
-Micronesia
-Melanesia
-Polinesia
-Cuadrícula mundial


10. Megalitos en el Pacífico

Fig. 10.A1. Islas del Océano Pacífico.

Se cree que hace unos 50.000 años grupos de cazadores-recolectores habitaron por primera vez Australia y Nueva Guinea (Pacífico occidental) cuando apareció tierra al descender el nivel marino y como consecuencia del periodo glacial. El conjunto avanzó hacia el este, llegando al norte de las Islas Salomón hace 28.000 años. Se dice que las islas polinesias fueron colonizadas originalmente en los últimos 2000 años pues sus moradores habrían tardado mucho en desarrollar la navegación que les permitió adentrarse en el mar, pero las fechas para el asentamiento de las diversas islas son muy provisionales, ya que se basan principalmente en las dataciones con radiocarbono más antiguas obtenidas hasta ahora, e incluso los futuros descubrimientos pueden indicar que este proceso demográfico se remontaría a incontables milenios.

Asimismo, hay defectos en la historia relacionada con los últimos miles de años; por ejemplo, y a pesar de las negativas persistentes de muchos arqueólogos ortodoxos, existen pruebas de contactos transatlánticos y transpacíficos entre múltiples grupos como egipcios, libios, fenicios, griegos, árabes, hindúes, dravidianos, chinos, mayas e incas (1). Algunos mapas antiguos proporcionan evidencias tentadoras y polémicas de que la Tierra habría sido cartografiada hace más de 10.000 años o en la última era glacial (2). De igual forma, pudieron generarse varias oleadas migratorias hacia el Pacífico desde otras regiones y durante un período mucho más extenso de lo contemplado por la arqueología convencional.

La oriundez de los polinesios sigue siendo controvertida. La suposición general a fines del siglo XIX y principios del XX -basada parcialmente en análisis lingüísticos- los describía como gente indoeuropea que llegó al Pacífico a través de India, y hoy se cree que los polinesios se originaron en el este de Asia o Melanesia. Para esas zonas respectivas, los estudios muestran influjos de un 94/6% en ADN mitocondrial polinesio (ADNmt), 34/66% sobre cromosomas Y homónimos, y 79/21% correspondiente al acervo autosómico (3). La teoría usual es que los antecesores polinésicos se remontan a China/Taiwán y emigraron al sur de Filipinas hace unos 6000 años, pero ciertos investigadores señalan que el conjunto de pruebas genéticas favorece la procedencia desde una isla en el sudeste asiático aproximadamente 10.000 años antes, cuando los niveles marinos más bajos hicieron posible que Indochina, Malasia e Indonesia se unieran por tierra formando una enorme península conocida como Sondalandia (4).

Existe otra controversia relacionada con las similitudes genéticas y culturales entre polinesios e indios tlingit, kwakuitl y haida de Alaska y Canadá, un aspecto que ninguna teoría ortodoxa explica fácilmente (5), y además del vínculo con el sánscrito, se detectó un gran ascendente libio en el alfabeto e idioma de los primeros polinesios; en efecto, los marineros de dicho sector africano fueron empleados en barcos egipcios que viajaron al Indo-Pacífico con objetivos comerciales y mineros (6).

Graeme Kearsley escribe: "En varios aspectos [los polinesios] están estrechamente relacionados con pueblos caucásicos; muchos análisis les consideraron como tales, y esta herencia étnica sigue siendo obvia en muchas islas de Polinesia oriental como lo fue para los primeros navegantes europeos. Estas migraciones siguieron el mismo patrón terrestre en el sentido de que los transhumantes -o marinos- comerciaban, compraban o capturaron parejas de pueblos costeros o isleños, produciendo así descendientes mestizos. Por lo tanto, el legado racial múltiple es fehaciente en todas las islas del Pacífico" (7).

Los primeros visitantes europeos aludieron muchas veces al color variable de la piel polinesia en diferentes islas y también en un mismo sector. Algunos nativos parecían ser amerindios, mientras que otros eran del tipo "judío" o emplearon turbantes. Se habló también sobre una alta proporción de aborígenes altos, dermis pálida y a veces con cabello rojizo que ocupaban puestos de alto rango. Con el paso del tiempo hubo menos encuentros de ese tipo, y como ejemplo, los blancos de Tahiti sucumbían más fácilmente a las enfermedades europeas que los polinesios de cabello negro. Durante miles de años parecieron existir vínculos mercantiles, transferencias culturales y migraciones desde Asia, India y Medio Oriente a través del Pacífico hacia América, y viceversa.

La siguiente información está centrada en restos de arquitectura megalítica, y como en Isla de Pascua, algunas estructuras pueden ser obra de culturas muy antiguas y aún desconocidas.


Japón


Fig. 10.B1. Base granítica, torre principal del antiguo Castillo Edo, Palacio Imperial de Tokio.


Fig. 10.B2. Muro de basalto, Castillo Edo, que muestra diferentes estándares en su construcción.

Fig. 10.B3. Estructura de basalto cerca del Palacio Imperial (cortesía de Hetu Sheth).

Fig. 10.B4. "Masuda-no-iwafune" ("barco pétreo de Masuda"), esculpido en granito y ubicado en una colina próxima a Asuka. Tiene 11 mts. de largo, 8 de amplitud y 4,5 en espesor, y contiene dos orificios cuadrados (kansaiasian.jimdofree.com).


Fig. 10.B5. Arriba: "piedra pulpo", Castillo de Osaka, que mide 11,7 por 5,5 mts. y pesa más de 120 toneladas; debajo: otra vista de la misma pared (hiddenandlittleknownplaces.com).


Fig. 10.B6. Otras obras megalíticas, Castillo de Osaka.


​Micronesia

A mediados de los '80 y frente a la pequeña isla japonesa de Yonaguni, se descubrió una estructura de piedra rectangular que medía unos 250 mts. de largo, 100 de ancho y 25 en altura. Hoy se encuentra a profundidades de hasta 30 mts., pero habría estado expuesta por 10.000 años cuando se situaba en el Trópico de Cáncer y el nivel marino era mucho más bajo. La construcción incluye amplias terrazas, grandes escalones, ramplas y zanjas, y dos bloques con 6 mts. de altura, 2,5 en amplitud y 4,9 de espesor. Algunas piedras exhiben marcas de herramientas y es probable que el yacimiento sea una formación geológica intervenida por humanos (1).


Fig. 10.C1. Estructura sumergida cerca de Yonaguni (cortesía de Robert Schoch) (2).

Se han hallado otras edificaciones sumergidas en una distancia de 500 kms. entre Yonaguni y Okinawa, e incluyen calles pavimentadas y cruces de caminos, enormes formaciones parecidas a altares, grandes escalinatas que conducen a superficies amplias y vías procesionales coronadas por elementos imponentes que se asemejan a pilones (3).

A lo largo de las Islas Marianas se encuentran "piedras latte" o columnas con una pieza angular hemisférica que recuerdan a setas, y los componentes verticales suelen apreciarse en filas dobles de 6 a 14 piedras. Estas obras van desde pequeñas y toscas construidas con rocas naturales, hasta grandes y cuadradas de 4,5 mts. o más, con enormes bloques cimeros. La isla de Tinian alberga dos megalitos de 3,7 mts. en alzada, 5,5 de periferia basal, 4,5 en su ápice y soportan capiteles con 1,5 de alto y 1,8 de diámetro. Cada monolito de coral pesa unas 30 toneladas y originalmente había 10 pilares dispuestos en dos filas paralelas, conocidas como la Casa de Taga (4).

Fig. 10.C2. Casa de Taga, Tinian.

Cuando los españoles llegaron por primera vez a inicios del siglo XVI, los latte ya estaban parcialmente en ruinas. Los nativos (descendientes de antiguos chamorro) negaron todo conocimiento de los constructores y atribuían esas piedras a "espíritus de la gente que vivió antes". Dado que los aborígenes les llamaban "casas de los ancianos" y todavía elaboran sus viviendas sobre puntales, se cree que los lattes cimentaron casas de madera, aunque nadie ha confirmado que sirvieran para dicho propósito. Otra opinión es que las obras de más altura sostuvieron techos de santuarios, como el de Luxor en Egipto.

Las notables desemejanzas en forma, tamaño y calidad de lattes sugieren que pudieron ser elaborados por varias culturas en épocas muy distintas. La fecha por radiocarbono más antigua del material orgánico encontrado en sus cercanías apunta al 900 d. de C., pero esto no dice nada respecto a cuándo fueron construidos. En 1949 se descubrieron dos piezas férricas no intrusivas bajo el cimiento de un pilar y algunos arqueólogos deducen que al menos una piedra latte fue erigida tras la llegada de los españoles. También y por motivos ideológicos se descarta la posibilidad de que culturas anteriores en la isla hayan empleado hierro (5).

Pohnpei (o Pónape, también llamada Ascensión) es una isla volcánica al este de las Carolinas y pudo ser el centro de un imperio extinto. En la laguna del litoral sureste se encuentra Nan Madol o la "Venecia del Pacífico" que cubre más de 18 kilómetros cuadrados, pero el núcleo del sitio tiene aproximadamente 1,5 por 0,5 y abarca 92 islas artificiales rodeadas por conductos de igual característica. Éstas se hicieron apilando grandes prismas hexagonales de basalto y sin cubrir sobre el arrecife de coral; muchos tienen un peso inferior a 10 toneladas y el centro del islote se rellenó con material coralífero. Los edificios presentan aspecto muy burdo, pero la escala del trabajo es impresionante. La estructura más grande, llamada Nan Douwas y que se orienta a los puntos cardinales, consta de dos muros perimetrales concéntricos separados por un foso de agua marina y encierra un montículo piramidal en su punto medio. Las paredes de basalto ciclópeo superan los 6 mts. de largo y 7,6 en alzada, pero originalmente pudieron ser más grandes. La enorme piedra angular basáltica al sureste de Nan Douwas pesa alrededor de 50 toneladas.

Fig. 10.C3. Nan Douwas (6).

Se transportaron entre 500 y 750 mil toneladas de material al sitio desde diferentes locaciones. Aunque la leyenda dice que los prismas flotaron mágicamente en el aire, el criterio ortodoxo sostiene que fueron llevados en balsas de cocoteros. De hecho, pueden verse piezas inmersas en lagunas a lo largo del trayecto desde las canteras, indicando así que al menos algunas se transfirieron por ese medio. En una de estas islas artificiales, las cenizas en una fogata a la intemperie datan del año 1000 d. de C., pero esto sólo muestra que el área estuvo habitada en ese momento y no que se haya construido en su totalidad. En cualquier caso, también se localizaron restos de una capa de construcción anterior.

Según la tradición, dos hombres egregios y sabios denominados Olosopa y Olosipa seleccionaron Nan Madol tras escalar un pico alto y avistar una ciudad submarina, por lo cual ese lugar se edificó a modo de una "imagen especular" de su contraparte hundida. La leyenda habla de dos locaciones o túneles sumergidos y se ha confirmado la existencia de vastas ruinas bajo el agua, que incluyen una serie de pilares altos sobre pedestales planos y llegan hasta los 8 mts. (7).

La ciudad gigante de Insaru en la isla Lelu, que se encuentra junto a Kosrae (la más oriental de las Carolinas), también estaba hecha de enormes murallas y pirámides en basalto, con islotes y edificios atravesados por una red de acequias conducentes al litoral. Sus ruinas son muy similares a Nan Madol, pero no tan extensas. Algunas paredes se empinan a más de 6 mts. y los bloques pesan hasta 50 toneladas, y mientras que Nan Madol se ha hundido un poco, el caso de Lelu es diferente pues sus canales están casi anhídricos. El origen de las piedras es un misterio, aunque el mito sostiene que el lugar fue construido en una noche por dos magos.

Fig. 10.C4. Uno de los murallones en Lelu (foto de 1899) (8).

En las islas Palau (Carolinas Occidentales) más del 5% de la superficie sólida está cubierta por terrazas (algunas de 4,5 mts. o más en altura y 9-18 en amplitud), y se esculpieron colinas enteras para semejar pirámides escalonadas. Dichos bancales no figuran en tradiciones originarias y nadie sabe quién los construyó. Por otro lado, el sitio de Bairulchan (Babeldaob) tiene dos filas de grandes monolitos basálticos, algunos con rasgos faciales tallados; hay 37 piedras en total, algunas pesan 5 toneladas y la más grande alcanza 3 mts. Se pueden encontrar muestras similares en Vao y Malekula de las islas Vanuata (Nuevas Hébridas).


Fig. 10.C5. Arriba: monolitos en la isla Babeldoab (Palau); se cree que antiguamente soportaron una estructura mayor. Debajo: parte de un monolito fragmentado en Malekula (9).


Melanesia

En Isla de los Pinos (Nueva Caledonia) hay alrededor de cuatrocientos túmulos grandes que van de 9 a 50 mts. de diámetro y entre 0,6 a 4,6 de altura. El material que los compone parece provenir del entorno inmediato: restos coralíferos, tierra y granos de óxido férrico. Los promontorios más relevantes encierran soportes con mezcla de cal y conchas, lo que sugiere que estas obras son humanas, pero muchos arqueólogos dicen que "los primeros colonos no usaron cemento" y dichas formaciones habrían sido construidas por "enormes aves" no voladoras -ahora extintas- para incubar sus huevos. Sin embargo, los cilindros son de un mortero de cal muy dura y homogénea que contiene fragmentos de conchas, con dataciones por radiocarbono de 5120 a 10.950 a. de C.; incluso ésta última fecha es unos 3000 años más antigua de lo que se cree respecto del poblamiento al suroeste del Pacífico desde Indonesia (1).


Polinesia

El triángulo polinesio se extiende desde Nueva Zelanda en el suroeste, Hawai por el norte e Isla de Pascua al sureste. En ningún lugar del Pacífico hay tantos ejemplos de megalitos concentrados en un área tan pequeña como Rapa Nui, pero también otras regiones comprenden varias estructuras sobresalientes.

La isla Tongatapu (Tonga) posee un particular arco megalítico llamado trilito de Ha'amonga. Cada sostén perpendicular esculpido en corales tiene 4,9 mts. de altura y cerca de 50 toneladas. El dintel incrustado en ranuras de piedras verticales comporta 5,8 mts. de largo y unas 9 toneladas. Se cree que el trilito fue erigido en el siglo XIV como una especie de asiento para el rey, mientras ingería una bebida alcohólica conocida como kava en el ritual homónimo.

Fig. 10.D1. Trilito de Ha'amonga (1).

El centro ceremonial de Mu'a (anteriormente Lapaha), una ciudad con canales en Tongatapu, exhibe muchas plataformas o langi. El área central estaba rodeada por una gran fosa, y enormes rocas de un antiguo puerto en el sector lacustre indican que allí atracaron grandes embarcaciones. La isla se ha elevado cerca de un metro en los últimos miles de años, y ahora estructuras como el muelle y el canal son inútiles. Langi Tauhala, de aspecto piramidal en la fortaleza de Tongatapu, está hecha con enormes bloques tallados y probablemente incluye la sección más grande utilizada por los polinesios, que llega a 7,4 mts. de largo, 2,2 de alto, 0,4 en espesor y pesa 30-40 toneladas; asimismo, contiene estriados y se encaja en un bloque adyacente, formando parte de un muro con 222 mts. de longitud.

Fig. 10.D2. El bloque de piedra más grande en Langi Tauhala. La muesca inusual se puede ver en el extremo derecho (2).


Fig. 10.D3. Otros trabajos pétreos en Lapaha.

Recurriendo a dataciones por carbono, se cree que Samoa fue colonizada por el pueblo lapita hacia el 1200 a. de C., casi al mismo tiempo que Tonga. En Savai'i existe un enorme montículo de cima plana (Pulemelei) y constituye el más grande de Polinesia. Fabricado en basalto natural, tiene 60 por 65 mts. en la base y se eleva por otros 12 mediante dos niveles. En cada extremo hay una rampla ligeramente hundida hasta el tope, junto con una acera, y está rodeada por muchas otras plataformas, caminos y muros líticos como corresponde a un importante centro ceremonial. En Upolu hay otro sitio análogo que consta de inmensos terraplenes, siete de los cuales son pirámides rectangulares y truncadas. El más extenso de ellos supera al Pulemelei: 105,5 por 95,8 mts. en su base, 12,2 en alto y parece estar hecho completamente de tierra. Se piensa que los túmulos se emplearon para cazar palomas como "diversión" de los reyes.




Fig. 10.D4. Arriba: dos vistas de Pulemelei y un montículo con forma de estrella en Savai'i. Debajo: plataforma superior de Pulemelei (3).

La isla Malden (República de Kiribati), hoy deshabitada, circunscribe unos 40 templos-plataforma piramidales y gradados, con 3 a 9 mts. de alto, 6-18 en extensión y 27-60 de longitud e incluye rastros de caminos con losas que bajan al mar (4).

En Rarotonga, la mayor de las islas Cook, era costumbre perforar las orejas y alargar sus lóbulos como ocurría en Rapa Nui, India y Perú, y asimismo su dialecto es cercano al pascuense. La isla tiene un camino megalítico que antaño la rodeaba completamente, así como varias estradas piramidales. Algunos tramos de aquél se pavimentaron con adoquines ensamblados a la perfección, pero la mayor parte se cubrió con asfalto moderno. El borde se compone por bloques muy ceñidos de basalto prismático, está mejor construido que las vías de Malden y es similar a los ejemplos de Perú. Separados de la calzada se yerguen cercos rectangulares que pudieron formar parte de tarimas ceremoniales.

Fig. 10.D5. Camino pavimentado que rodea a Rarotonga (5).

Los marae o construcciones piramidales truncadas se hallan en todas las Islas de la Sociedad, y algunos consisten en sillares ciclópeos cuidadosamente pulidos y ajustados. El mayor de todos fue Marae Mahaiatea en Tahiti, de disposición escalonada con una parte superior ancha y plana; medía 21,6 por 81,4 mts. en la base y tuvo 11 peldaños que completaron 13 mts. Los senderos estaban confeccionados con bloques de coral y cubiertos por piedras volcánicas escuadradas. Se dice que fue concluido poco antes de la visita del capitán Cook en 1769, pero se demolió posterior a 1897.

Fig. 10.D6. Marae Mahaiatea (grabado de 1799) (6).

Fig. 10.D7. El mayor tiki mide 2,75 mts. de altura y posee 2 toneladas en basalto. Fue tallado en Raivavae (Islas Australes), el centro religioso de Polinesia, pero ahora se exhibe en el Museo Gauguin de Tahiti. No se han probado los asertos de que los moai pascuenses sean un desarrollo del tiki.


Fig. 10.D8. En Rapa Iti las colinas se convirtieron en terrazas cubiertas de vegetación y pirámides enigmáticas, pero no se sabe quién las construyó (7).

Marae Taputapuatea (en Raiatea, Islas de Sotavento) tiene 43 mts. de longlitud, 7,3 de ancho y 3,7 en alzada. Se cree que fue erigida a principios del segundo milenio d. de C., pero está colocada sobre una plataforma antigua; también representa uno de los lugares más sacros, amplios y conservados de Polinesia. Al igual que este caso, los marae de Huahine y Bora Bora se labraron con grandes losas de coral, mientras que las estructuras comparables de Tahiti y Moorea tienen piezas basálticas redondeadas.

Fig. 10.D9. Losas coralíferas en Marae Taputapuatea.

Fig. 10.D10. Losas de coral en Marae Tainuu, Raiatea.

A lo largo de las Marquesas, los restos de grandes plataformas líticas y viviendas/terrazas amuralladas- muchas cubiertas por vegetación selvática- brindan testimonio silencioso de una cultura desaparecida. El sitio arqueológico más grande en Polinesia corresponde a Hiva Oa y ocupa todo el valle de Taaoa. Parcialmente restaurado, tiene más de 1000 paepae (fundaciones de casas), un gran tohua (centro ceremonial público) y varias me'ae (plataformas sagradas e inaccesibles al público). Algunas de éstas comportan 120 mts. de largo y 30 en ancho, y además basaltos ciclópeos con 10 toneladas; sin embargo, no se ha encontrado ninguna mampostería comparable al Ahu Vinapu en Isla de Pascua.

Fig. 10.D11. Plataforma en el Valle de Taaoa.

Fig. 10.D12. En el enorme Te I'ipona me'ae (Puama'u, Hiva Oa) se levantan cinco enormes tiki de piedra, y el más grande tiene 2,43 mts.

Una de las zonas arqueológicas más impresionantes es el punto ceremonial sin restaurar en el valle de Taipivai (Nuku Hiva) que incluye un enorme estrado (Vahangeku'a Tohua) sobre bancales antropogénicos en las faldas de una colina. Sus dimensiones son de 170 por 25 mts., posee un relleno de tierra cercano a 6.800 m3 y estaba frente a un muro de casi 3 mts. de altura formado por enormes piezas basálticas, algunas de 1,5 mts. en alto y ancho.

Fig. 10.D13. Muro en Vahangeku'a Tohua, Nuku Hiva.

En 1956 el arqueólogo Robert Suggs realizó excavaciones en Hikouku'a (valle de Hatiheu, Nuku Hiva), un lugar sagrado que durante mucho tiempo estuvo oculto a visitantes occidentales. Su equipo trabajó en la enorme plataforma esperando localizar artefactos datables, pero sus hallazgos incluyeron un mosquete utilizado en la Guerra Civil Estadounidense, una botella de brandy francés y un recipiente vítreo labrado en Filadelfia a fines del siglo XVIII. Así, Suggs concluyó que dichas estructuras se edificaron desde la llegada de los europeos a las Marquesas.

Sin embargo, el novelista Herman Melville visitó Nuku Hiva en 1842 y señalaba que esas obras eran muy viejas, pues su guía marquesano las describió como "coetáneas a la creación del mundo". El libro de Melville sobre el tema apareció en 1846, quince años antes de la Guerra Civil estadounidense; por ende, Suggs se equivocó al asumir que las fechas de utensilios o entierros en asociación con megalitos son "indicadores confiables" sobre el periodo de construcción original (8). Por supuesto, las estructuras podrían tener miles de años y haber sido reconstruidas o ampliadas varias veces.

Hoy las Islas Marquesas cuentan con unos 8000 habitantes y se cree que la población alcanzó los 100.000 hace pocos siglos, pero fue diezmada tras el arribo europeo en el XVI. Con frecuencia se asume que este sector fue colonizado por polinesios occidentales -probablemente desde Tonga o Samoa- alrededor del 300 d. de C., pero Suggs decía que se establecieron hacia el 300-500 a. de C. Se piensa que las islas fueron un punto medular de expansión demográfica por todo el océano, considerando que el idioma marquesano está estrechamente relacionado con aquéllos de Hawai, Mangareva e Isla de Pascua.

Una opinión minoritaria sostiene que las Marquesas fueron pobladas desde México o Perú, pero sus críticos aseguran que allí nunca se ha encontrado cerámica ni herramientas sudamericanas. Sin embargo y al ser una de las zonas más orientales en Polinesia, hay pruebas de que desempeñó un rol clave en los contactos bidireccionales entre Asia y América, y asimismo existen muchos paralelos culturales entre las Marquesas y el pasado precolombino de México, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

Por ejemplo, los marquesanos practicaban el alargamiento de orejas y cráneos como en Perú y los indios flathead de Montana. En esas islas también se han localizado estatuas de apariencia proptósica similares a las existentes en Tiahuanaco y Chavín, y también comparadas con obras chinas de la Edad de Bronce. Probablemente el centro sagrado de Nuku Hiva fue el valle de Taipivai, que se encuentra junto a la montaña Taipi, y es curioso que un sitio de Tihuanaco se llame Taypi. Además se cultivaban banianos sagrados próximos a plataformas de templos en Nuku Hiva y otras islas, como en el caso de lugares místicos indios (9).


​Cuadrícula mundial

Muchas culturas pretéritas estaban familiarizadas con la precesión equinoccial (1). Debido a una rotación muy lenta del eje planetario, el equinoccio de primavera ocurre unos 20 minutos antes cada año, y el Sol se mueve lentamente de un equinoccio al siguiente a una velocidad promedio de 1/72 grados por año; en consecuencia, se traslada 1° en 72 años, 30° en 2160 y tarda otros 25.920 en dar una vuelta completa al cinturón zodiacal (2). Los números 54, 72, 108, 144 y 180 (todos múltiplos de 18) se conocen como guarismos de precesión y se les asignó una connotación especial en sociedades prístinas.

Graham Hancock observa que si tomamos el meridiano Giza-Heliópolis en Egipto como inicio para medir longitudes, encontramos que el gran complejo de Angkor Wat (Camboya) se encuentra 72° al este de Giza, las ruinas de Nan Madol 54° al este de Angkor y las estructuras alineadas astronómicamente en Kiribati y Tahiti se hallan respectivamente 72° y 108° al oriente de aquélla.

Si en el mapa nos trasladamos 144° de longitud al este de Angkor (144° al oeste de Giza), encontramos a Rapa Nui que se sitúa a poco más de 3° (apenas 320 kms.) al oriente de la ubicación exacta. De este modo, Hancock plantea que Isla de Pascua originalmente pudo ser habitada "para servir como una especie de marcador geodésico, cumpliendo algunas funciones desconocidas en un antiguo sistema global de coordenadas cielo-tierra que unía muchos de los llamados 'ombligos del mundo'". Y añade: "Exactamente 180° al este de Angkor (y 108° al oeste de Giza), y casi tan al sur del ecuador (13° 48') como Angkor al norte (13° 26'), existe un faro colosal e inconfundible. Es el contorno de un tridente o candelabro con 250 metros, tallado en los riscos de la bahía de Paracas y es visible desde el océano. Parece apuntar hacia las llanuras de Nazca al sur y los Andes al este" (3).

Fig. 10.E1. El Candelabro de Paracas, Perú (4).


Referencias

1. Robert M. Schoch, Voyages of the Pyramid Builders: The true origins of the pyramids from lost Egypt to ancient America, New York: Tarcher/Putnam, 2003; Graeme R. Kearsley, Inca Origins: Asian influences in early South America in myth, migration and history, London: Yelsraek Publishing, 2003; David Hatcher Childress, Ancient Tonga & the Lost City of Mu’a, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1996, p. 76-9.

2. Charles Hapgood, Maps of the Ancient Sea Kings, IL: Adventures Unlimited Press, 1996 (1966); Graham Hancock, Underworld: The mysterious origins of civilization, New York: Three Rivers Press, 2002, p. 453-548, 626-74. Para una evaluación crítica, ver: Sean Mewhinney, "Minds in ablation part 5: charting imaginary worlds", www.pibburns.com/smmia5.htm.

3. M. Kayser et al., "Genome-wide analysis indicates more Asian than Melanesian ancestry of Polynesians", American Journal of Human Genetics, vol. 82, 2008, p. 194-8 (www.sciencedirect.com).

4. Stephen Oppenheimer y Martin Richards, "Fast trains, slow boats, and the ancestry of the Polynesian islanders", Science Progress, vol. 84, 2001, p. 157-81, http://class.csueastbay.edu/anthropologymuseum/2006IA/DNA_PDFS/mtDNA/Oppenheimer2001.pdf; Stephen Oppenheimer, Eden in the East: The drowned continent of southeast Asia, London: Weidenfeld and Nicolson, 1998.

5. Peter Marsh, Polynesian Pathways, 2002-08, www.polynesian-prehistory.com.
6. Barry Fell, America B.C.: Ancient settlers in the New World, New York: Pocket Books, 1989, p. 180; Ancient Tonga, p. 67-9.

7. Inca Origins, p. 8.


Micronesia

1. Hancock, Underworld, p. 596-625, www.grahamhancock.com; www.morien-institute.org/yonaguni.html.

2. www.robertschoch.com; www.morien-institute.org/yonaguni_schoch1.html.
3. Frank Joseph, "Japan’s underwater ruins", www.atlantisrising.com/issue13/ar13japanunder.html.

4. David Hatcher Childress, Ancient Micronesia & the Lost City of Nan Madol, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1998, p. 139.

5. William R. Corliss (comp.), Ancient Infrastructure: Remarkable roads, mines, walls, mounds, stone circles, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1999, p. 293-6.

6. www.pbase.com/bolla49/image/56002204.
7. Graham Hancock y Santha Faiia, Heaven’s Mirror: Quest for the lost civilization, London: Michael Joseph, 1998, p. 202-3, 206-7; Ancient Micronesia, p. 43-51.

8. Ancient Micronesia, p. 85.
9. http://travel.nationalgeographic.com/places/images/ga/
palau_pillars.jpg; Ancient Micronesia, p. 110.


Melanesia

1. William R. Corliss (comp.), Science Frontiers: Some anomalies and curiosities of nature, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 19-20.


Polinesia

1. www.sydhav.no/Tonga/haamonga.htm.
2. Childress, Ancient Tonga, p. 160-1.
3. Corliss, Ancient Infrastructure, p. 267; http://members.virtualtourist.com/m/p/m/23b06b.

4. David Hatcher Childress, Lost Cities of Ancient Lemuria & the Pacific, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1988, p. 205-7.

5. John Macmillan Brown, The Riddle of the Pacific, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1996 (1924), p. 44-5.

6. http://sorrel.humboldt.edu/~rwj1/POLY/poly008s.html.
7. Thor Heyerdahl, Aku-Aku: The secret of Easter Island, London: George Allen & Unwin, 1958, p. 288-9.

8. Ancient Tonga, p. 79-81.
9. Kearsley, Inca Origins, p. 480-1, 645, 647-8, 713, 734.


Cuadrícula mundial

1. Giorgio de Santillana y Hertha von Dechend, Hamlet’s Mill: An essay on myth and the frame of time, Boston, MA: Godine, 1977.

2. "Inversiones polares y catástrofes geológicas".
3. Hancock y Faiia, Heaven’s Mirror, p. 254.
4. www.yannarthusbertrand.com/us/dayphoto/full/p089.htm.

Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico (7 de 8)

David Pratt
Noviembre de 2004, noviembre de 2020


Contenidos:

09. Tierras hundidas
-Tectónica de placas, un dogma en apuros
-Continentes hundidos
-Islas desaparecidas en el Pacífico


​09. Tierras hundidas

"(...) Isla de Pascua, testigo viviente y solitario de un continente prehistórico sumergido en medio del Océano Pacífico" (H.P. Blavatsky) (1).

"Debe quedar claro que las islas de Polinesia no son parte de un continente inmerso, y jamás lo han sido" (un "especialista" moderno) (2).

Rapa Nui se encuentra a unos 500 kms. al este de la cima de un cordón montañoso submarino, llamado Elevación Oriental del Pacífico, y también se sitúa en la Zona de Fractura de Pascua. Se cree que esta isla es la cumbre de una inmensa montaña producida por efusión de roca volcánica fundida del lecho marino, y descansa sobre una plataforma a 50 ó 60 mts. bajo la superficie del océano, pero termina a 15 ó 30 kms. de la costa y el fondo desciende entre 1800 y 3600 mts.

La Isla de Pascua debe su forma casi triangular a los tres volcanes ubicados en sus esquinas, denominados Poike, Rano Kau y Terevaka, y aparte de ellos existen al menos 70 centros eruptivos subsidiarios. Los flujos de lava más antiguos se remontan hasta 3 millones de años, pero recientemente se han publicado fechas de 300.000 y 500.000 (3); asimismo, algunos científicos creen que las primeras lavas en el sector (ahora muy por debajo del nivel marino) entraron en erupción hace 4,5 ó 5 millones de años* (4).

*Para la conversión entre fechas, véase "Geocronología teosófica vs. científica".

La tradición nativa describe esta ínsula como el fragmento arcaico de un "país mucho más grande". Las sucesivas glaciaciones durante el Pleistoceno redujeron el nivel del mar en al menos 100 mts. y posiblemente mucho más en ocasiones, e Isla de Pascua habría sido más extensa. De acuerdo con la tectónica de placas reinante, Rapa Nui no tiene vínculos con terrenos hundidos, pero ese paradigma está siendo cuestionado por múltiples evidencias.

Fig. 9.1.

Francis Mazière pensó que el legendario continente perdido de Hiva pudo ser una extensa cordillera continental (Elevación Oriental del Pacífico). Como se verá, están surgiendo pruebas de que áreas oceánicas mucho más grandes constituyeron tierra firme en el pasado.


Tectónica de placas, un dogma en apuros

Aunque la mayoría de geocientíficos aceptó este modelo en las décadas de 1960 y 1970, siempre ha tenido detractores y su número se acrecienta conforme aparecen pruebas impugnatorias (1).

De acuerdo con esa hipótesis, la capa más externa de la Tierra o litosfera se divide en "placas" separadas que se mueven entre sí en una capa plástica subyacente, conocida como astenosfera. Se dice que aquella envoltura tiene un espesor promedio de 70 kms. bajo los océanos y de 100 a 250 kms. subdurales a continentes; sin embargo, la tomografía sísmica (que produce imágenes en 3D del interior planetario) demuestra que las partes continentales más antiguas tienen raíces muy profundas que se extienden a 400 kms. o más, y que no poseen astenosfera o es muy delgada. Incluso bajo los océanos no hay astenosfera continua, sino sólo lentes homólogos desconectados; además, en ocasiones los límites de placas principales están mal definidos o no existen. Estos hechos cruciales, ampliamente soslayados en textos geológicos modernos, hacen imposible el movimiento lateral de esas divisiones a gran escala.

La tectónica de placas afirma que constantemente se crea nueva corteza oceánica a partir del magma que brota de dorsales "medias" (incluida la Elevación del Pacífico Oriental) y se interna otra vez en el manto a lo largo de fosas, en su mayoría ubicadas alrededor de la Cuenca del Pacífico, lo cual significaría que toda esa corteza no debería tener más de 200 millones de años. Sin embargo, se han encontrado miles de rocas de las eras Paleozoica y Precámbrica en océanos del mundo; por ejemplo, aquéllas que forman las islas St. Peter y Paul (cercanas a la cima de la Dorsal Mesoatlántica) arrojaron edades de 350, 450, 835 y 2000 millones de años, mientras que según la ortodoxia sólo datan de 35 millones, e igualmente se demostró que las rocas centrales de Tahiti en el Pacífico Sur comprenden más de 800 millones. Ocasionalmente se intenta menospreciar esas irregularidades de forma artificial y laxa, atribuyéndolas a bloques corticales que de algún modo fueron producidos durante la "expansión del fondo marino".

Todos aceptan que enormes áreas continentales modernas se han sumergido varias veces, pues alrededor del 90% de todas las rocas sedimentarias que componen dichas superficies se depositó bajo el agua. No obstante y debido a sus creencias arraigadas, los tectonistas ignoran la creciente evidencia de que solía haber grandes masas de tierra ahora inmersas en océanos, siendo completamente descartadas en las fantasías de la así llamada "deriva continental". Muchos especialistas vienen sugiriendo perforaciones del lecho océanico a honduras mucho mayores para corroborar -y como ya sugieren los datos disponibles- si la capa de basalto que actualmente se denomina "subsuelo" oculta sedimentos más antiguos (2).

Los sismos que tienen lugar a diferentes calados en el sector terrestre de fosas oceánicas delinean una "zona de Benioff", que se interpreta en la ortodoxia como una "placa descendente", pero no hay explicaciones satisfactorias sobre cómo la corteza oceánica declina hacia el manto más denso. Además, esas zonas tienen una estructura altamente variable y compleja, con discontinuidades y segmentaciones transversales y verticales, y se parecen poco a las imágenes altamente estilizadas de losas descendentes y continuas en manuales geológicos.

Fig. 9.2. Distribución de un terremoto perpendicular a los Andes (15-30° S). La "losa subductiva" esbozada parece ser obra del "pensamiento deseoso" (3).

Se supone que el volumen cortical generado en dorsales oceánicas es igual a la cantidad subducida, pero mientras que 80.000 kms. de cimas mesoceánicas producirían nueva corteza, sólo hay 30.500 de fosas y 9000 para "zonas de colisión", es decir, sólo la mitad de longitud en "centros expansivos". Si realmente ocurriera subducción, grandes cantidades de sedimentos oceánicos deberían arrastrarse desde el fondo marino y quedar apilados contra el margen terrestre de las fosas. Sin embargo, los sedimentos en ellas generalmente no están presentes en volúmenes requeridos y tampoco muestran el nivel de deformación esperado. Así, los tectonistas apelan a la idea descabellada de que los sedimentos oceánicos blandos pueden deslizarse suavemente hacia una zona de subducción sin dejar ningún rastro significativo.

Una visión alternativa sobre las áreas Benioff es que son fracturas muy antiguas producidas por enfriamiento y contracción de la Tierra, y actualmente representan una interfaz de deformación entre el arco insular/región continental emergente y la corteza/manto oceánicos que se hunden.

Muchos tectonistas creen que las cadenas de islas y los montes submarinos en el Pacífico son resultado del movimiento de la placa homónima sobre "puntos calientes" de magma ascendente. Esto debiera generar una progresión sistemática de edad a lo largo de los trazados para dichos centros, pero una gran mayoría muestra poca o ninguna. Por ejemplo, las edades de islas y montes submarinos a lo largo de la cumbrera donde se hallan Rapa Nui/Sala y Gómez no aumentan con regularidad hacia el este (4). Los mencionados focos se suelen atribuir a las "plumas mantélicas" que se elevan desde el límite entre núcleo y manto, pero los detractores contienden que esa explicación es ad hoc, artificial, inadecuada e innecesaria para la evidencia geológica (5). Una alternativa es que las cadenas de islas oceánicas están formadas por magma que se eleva desde profundidades mucho más superficiales, quizás desde una red magmática de "canales de tensión" en la litosfera.

Los continentes y océanos están cubiertos por una red de grandes estructuras o lineamientos, muchos de los cuales datan del Precámbrico. En la cuenca del Pacífico hay intersección de megatendencias compuestas por dorsales, zonas de fractura y cadenas de montañas submarinas, que corren en dirección NNO-SSE y OSO-ENE (fig. 9.3) (6). En la tectónica convencional, esas cadenas supuestamente indican la dirección del movimiento de placas, pero para producir estas megatendencias ortogonales dichas secciones tendrían que moverse en dos sentidos a la vez. Aunque los ortodoxos siempre recurren a "microplacas" y "puntos calientes" ad-hoc cada vez que lo consideran necesario, no ofrecen una explicación convincente para ninguna de esas macrotendencias y prefieren ignorarlas.

Fig. 9.3. La "placa" del Pacífico.

Además, algunas megatendencias prosiguen en Australia, Asia y América del Norte/Sur donde se conectan con los principales lineamientos precámbricos, significando que la corteza "oceánica" está compuesta al menos en parte por rocas del mismo periodo, como se constató por dragado en aguas profundas, perforación y datos sísmicos. La zona de fractura oriental se encuentra en la Megatendencia del Pacífico Central, que se extiende por todo ese océano y continúa en América del Sur hasta el Atlántico (7). Estos lineamientos conectados destronan el mito de que "placas" y continentes se han movido por miles de kilómetros sobre la superficie terrestre.


​Continentes hundidos

Suele decirse que Isla de Pascua nunca estuvo asociada a un continente al no poseer granito ni rocas sedimentarias como caliza y arenisca, sino sólo material ígneo, pero H.F. Blandford señaló en 1890: "La aparición de islas volcánicas no prueba que el área donde ocurren no sea un continente hundido. Si África al sur del Atlas se zambullera dos mil brazas [3,6 kms.], ¿qué quedaría sobre el agua? Hasta donde indica nuestro conocimiento actual, las islas restantes consistirían en cuatro picos volcánicos: Camerún, Monte Kenia, Kilimanjaro y Ruwenzori, junto con una isla o más, que como las otras estarían compuestas en su integridad por rocas ígneas (...) Hay pruebas claras de que algunas zonas terrestres al interior de límites continentales se han sumergido por mil brazas [2 kms.] en fechas más o menos recientes, mientras que los fondos marinos actuales a dicha profundidad deben haber sido tierra en parte del Terciario" (1).

Las piedras volcánicas en Isla de Pascua consisten principalmente en basaltos y andesitas y una pequeña cantidad de riolita. Los basaltos son considerados parte sustancial de la corteza oceánica, pero los basaltos de inundación también se encuentran profusamente en áreas continentales; además y a medida que se inspeccionan más ejemplares, la diferencia entre aquéllos de tipo oceánico y terrestre se torna cada vez más ambigua (2). El esquema tectonista propugna que los volcanes andesíticos se forman a lo largo de un borde continental sobre una mítica "zona de subducción" (3), y Rapa Nui ahora se encuentra a 3600 kms. de Sudamérica. El equivalente en grano grueso de la riolita es el granito, que se localiza abundantemente en tierra firme y cada vez más bajo los océanos, y es así que varios geólogos en el pasado describieron sin rodeos las piedras pascuenses como "continentales" (4). P.E. Baker lo expresa con más cautela: "(...) las lavas en general son mucho más silíceas de lo común en un ambiente oceánico", y a este respecto son similares las rocas de otras islas en o cerca de la Dorsal del Pacífico Oriental como Pitcairn y Galápagos (5).

El soviético N. Zhirov aludió al hallazgo de rocas "continentales" (sial) como granito, esquisto, riolita y andesita en muchas islas del Pacífico, incluidas las Marquesas, Galápagos, Fiji, Tonga, Kermadec, Chatham, Bounty y Oakland, y también Chuuk, Yap y Man (Carolinas). Hoy la mayoría de geólogos prefiere asumir que la andesita y riolita en ambientes marinos se formaron por altos niveles de cristalización fraccionada de basaltos oceánicos, pero esto es sólo conjetural (6).

A menudo se afirma que la corteza continental tiene un grosor promedio de 35 kms. en comparación con sólo siete de la oceánica. En el primer caso llega a 40 kms. de espesor bajo Australia del Norte, 20 en el sector oriente de Mar del Coral, 22-28 en el área de Fiji-Tonga-Samoa y hasta 36 para Tonga. Hay más de 100 mesetas y cordilleras pelágicas con islas diseminadas, y muchas pueden ser escisiones de tierra inmersa y sin "oceanizar" del todo, como sugieren la corteza "anormalmente compacta" y los hallazgos de rocas continentales de "antigüedad imposible".

Fig. 9.4. Distribución mundial de mesetas oceánicas (en negro).

A principios del siglo XX y a partir de sus análisis detallados sobre geopaleontología, J.W. Gregory concluyó que masas térreas de variadas dimensiones experimentaron múltiples nascencias y zambullidas en los océanos Atlántico y Pacífico, desapareciendo principalmente durante el Mioceno. Escribió: "La evidencia geológica abrumadora y directa es que grandes bloques de corteza terrestre suben y bajan en cantidades verticales mayores que las profundidades oceánicas" (7).

De acuerdo con sus estudios sobre perforaciones, el ruso E.M. Ruditch determinó que no existe vínculo sistemático entre la edad sedimentaria de aguas poco profundas y su distancia desde los ejes de dorsales medias, rebatiendo la hipótesis de "expansión del fondo marino"; según ésta última, la edad de sedimentos debería aumentar progresivamente a mayor intervalo desde la dorsal. Algunas áreas oceánicas habrían experimentado hundimiento continuo, mientras que otras tuvieron fases alternas de elevación y subsidencia. Ruditch creía que antaño las principales zonas marinas constituyeron tierra firme: el Pacífico posiblemente se formó desde finales del Jurásico hasta el Mioceno, el Atlántico desde fines del Cretáceo hasta concluir el Eoceno, y el Índico entre el Paleoceno y Eoceno (8). Esto se corresponde estrechamente con las enseñanzas teosóficas sobre el hundimiento de Lemuria en postrimerías del Mesozoico y principios del Cenozoico, y el colapso atlante en la mitad inicial de ese periodo (9).

Fig. 9.5. Mapa de antiguas regiones terrestres en los océanos Pacífico e Índico actuales, realizado por J.M. Dickins y D.R. Choi sobre la base de muestreos y perforaciones en el lecho marino, datos sísmicos y ubicación de fuentes sedimentarias con prolongada datación (10). Sólo se incluyen masas terrestres para las cuales ya existe evidencia concreta, pero aún se desconocen sus contornos exactos y superficie total. Algunos geólogos sostienen que el área en el Pacífico Sudeste -denominada S3- probablemente se extendía mucho más al oeste y abarcaba lo que ahora es Isla de Pascua (11).


Islas desaparecidas en el Pacífico

El leyendario pascuense afirma que llegaron colonizadores a la isla después que se hundiera su patria lejana, y refiere al coloso Uoke quien en un arrebato de ira destruyó un gran continente, del cual Isla de Pascua era una parte. También se encuentran relatos análogos de tierras sumergidas en Polinesia-Melanesia y otras áreas que bordean el Pacífico; por ejemplo, en Hawai cuentan que hubo una gran comarca extendida desde aquél hasta Nueva Zelanda, pero se hundió dejando sólo cimas montañosas como "trozos" aislados en el mar. Sin embargo, las tradiciones no especifican el periodo en que existieron dichas zonas, y aunque es seguro que ningún continente amplio en el Pacífico se ha sumergido durante milenios recientes, varios escritores creen que sí ocurrió con islas de tamaño razonable.

En 1722 el holandés Roggeveen descubrió Isla de Pascua, pero realmente iba tras la pista de Davis Land. Un bucanero inglés llamado John Davis informó haberla divisado en 1687 a 27° 20' S; estaba a 800 kms. de la costa chilena y lucía baja, plana y arenosa, incluyendo no obstante "una larga extensión de tierra muy elevada" al noroeste. Esta reseña es inaplicable a Rapa Nui, pues hoy la creencia general es que Davis calculó mal su posición -un "gaje del oficio" común entre los primeros navegantes- y que ese sector correspondía a Mangareva, la isla principal del archipiélago Gambier y situada muy al oeste de Pascua.

Sin embargo, a principios del siglo XX Lewis Spence y John Macmillan Brown tomaron al pie de la letra el informe sobre Davis Land, deduciendo que un archipiélago de considerable amplitud fue engullido por el mar entre 1687 y 1722. Brown pensaba que Sala y Gómez, un islote rocoso 415 kms. al noreste de Rapa Nui, probablemente era un resto de Davis Land, considerando los numerosos arrecifes y el agua poco profunda en sus inmediaciones (1). Los pascuenses le llamaron Motu Matiro Hiva que significa "islote frente a Hiva", donde éste último nombre era el de su patria original.

Aparte del mencionado archipiélago, Spence y Brown indicaron que también se sumergió tierra en otras áreas durante los últimos miles de años (2); como ejemplo, decían que el grupo de las Carolinas pudo tratarse de reliquias de un vasto imperio insular en el Pacífico centro-oriente. Asimismo, las ruinas de Nan Madol en Pohnpei habrían requerido trabajadores por decenas de miles con sus enormes paredes, movimientos de tierra y grandes templos atravesados por kilómetros de conductos artificiales (ver sección 10). Brown señaló que en un radio actual de 2400 kms. no hay más de 50.000 personas, y agregó: "Es uno de los milagros del Pacífico, a no ser que aceptemos una subsidencia de veinte veces tanta masa firme como la que existe hoy" (3). En la pequeña isla coralina de Woleai -1600 kms. al oeste de Pohnpei- el autor localizó una escritura todavía en uso, muy diferente a cualquier otra en el mundo (ver sección 7).

Varias islas reseñadas por marineros desaparecieron con el tiempo (4). Por ejemplo, en 1879 un capitán italiano anunció el hallazgo de Podestá, con poco más de un kilómetro de circunferencia y 1390 kms. al oeste de Valparaíso (Chile), pero no se ha encontrado desde entonces y fue eliminada de los mapas en 1935. Hacia 1912 se avistó otra cercana a Rapa Nui y tampoco hubo más noticias. La isla Sarah Ann, al noroeste de aquélla, fue excluida de cartas navales cuando una búsqueda en 1932 no logró localizarla. En 1928 el capitán y dos oficiales de un transatlántico inglés aseguraban que la propia Isla de Pascua "había desaparecido", pero una cañonera chilena corroboró su presencia in situ. Por ende, esta anécdota subraya la necesidad de cautela al interpretar informes relacionados.

En 1955 pilotos militares estadounidenses detectaron una isla 615 kms. al oeste de Honolulu, pero se disipó algunas semanas más tarde dejando sólo rayas azufradas en las olas. En febrero de 1946 un buque de guerra británico presenció el nacimiento de dos conos volcánicos 320 kms. al sur de Tokio; se elevaron por 15 mts. abarcando un área de aproximadamente 2,5 km2, y se disolvieron a los dos meses en un bajío más grande que su tamaño inicial. Además de las islas volcánicas temporales que afloran de improviso en cuencas marinas profundas, también hay otras que se elevan y descienden en regiones someras. Fonuafo'ou (Isla Falcon), correspondiente al grupo de Tonga, aparecía en 1885 cuando una erupción levantó un bajío de 88 mts. sobre el mar. Durante los siguientes trece años se extinguió su masa de 3 kms. en diámetro; para 1927 volvió a surgir y hoy tiene unos 30 mts. de alto. Un contexto similar acaeció con la isla Metis a 120 kms. de Falcon, divisada en 1875 y perdida veinticuatro años después.

Hunter Island fue descubierta en 1823 a 15° 31' S y 176° 11' O. Era una tierra fértil, ocupada por polinesios instruidos que solían amputarse el meñique de su mano izquierda a ras de la segunda articulación, pero la isla nunca más fue vista. El trío Tuanaki, parte del grupo Cook en el Pacífico Sur, desapareció a mediados del siglo XIX e igualmente tenía moradores polinesios; en 1844 un barco misionero no pudo localizarlo y varios habitantes prístinos de dichas ínsulas -que abandonaron en su juventud- murieron en Rarotonga durante el siglo XX.

Si bien algunas islas del Pacífico se sumergieron durante los últimos milenios, la evidencia de archipiélagos como los imaginados por Spence y Brown continúa siendo inconsistente, pero no hay dudas repecto a la presencia antigua de masas firmes para este océano.


​Referencias

1. The Theosophist, vol. 8, n° 91, abril de 1887.
2. www.islandheritage.org/mysteries.html.
3. K.M. Hasse, P. Stoffers y C.D. Garbe-Schönberg, "The petrogenetic evolution of lavas from Easter Island and neighbouring seamounts, near-ridge hotspot volcanoes in the SE Pacific", Journal of Petrology, vol. 38, n° 6, 1997, p. 785-813.

4. R.I. Rusby, "GLORIA and other geophysical studies of the tectonic pattern and history of the Easter Microplate, southeast Pacific", en: L.M. Parson, B.J. Murton y P. Browning (eds.), Ophiolites and their Modern Oceanic Analogues, London: Geological Society Special Publication n° 60, 1992, p. 81-106 (p. 101).


Tectónica de placas, un dogma en apuros

2. J.M. Dickins, D.R. Choi y A.N. Yeates, "Past distribution of oceans and continents", en: S. Chatterjee y N. Hotton III (eds.), New Concepts in Global Tectonics, Lubbock, TX: Texas Tech University Press, 1992, p. 193-9.

3. "Problems with plate tectonics", https://davidpratt.info/lowman.htm.
4. J.G. Clark y J. Dymond, "Geochronology and petrochemistry of Easter and Sala y Gomez Islands: implications for the origin of the Sala y Gomez Ridge", Journal of Volcanology and Geothermal Research, vol. 2, 1977, p. 29-48.

5. H.C. Sheth, "Flood basalts and large igneous provinces from deep mantle plumes: fact, fiction, and fallacy", Tectonophysics, vol. 311, 1999, p. 1-29.

6. N.C. Smoot, "Magma floods, microplates, and orthogonal intersections", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 5, 1997, p. 8-13.

7. N.C. Smoot, "Earth geodynamic hypotheses updated", Journal of Scientific Exploration, vol. 15, n° 4, 2001, p. 465-94.


Continentes hundidos

1. Citado en Lewis Spence, The Problem of Atlantis, London: William Rider & Son, 1924, p. 34-5.

2. A.A. Meyerhoff, I. Taner, A.E.L. Morris, W.B. Agocs, M. Kaymen-Kaye, M.I. Bhat, N.C. Smoot y D.R. Choi, Surge Tectonics: A new hypothesis of global geodynamics (D. Meyerhoff Hull, ed.). Dordrecht: Kluwer, 1996, p. 192-3.

3. D. McGeary y C.C. Plummer, Physical Geology: Earth revealed, Boston, MA: WCB, McGraw-Hill, 3era ed., 1998, p. 170, 266.

4. P.L. Lyons, "Continental and oceanic geophysics", en: H. Johnson y B.L. Smith (eds.), The Megatectonics of Continents and Oceans, New Brunswick, NJ: Rutgers Univ. Press, 1970, p. 147-66 (p. 162).

5. P.E. Baker, "Preliminary account of recent geological investigations on Easter Island", Geology Magazine, vol. 104, n° 2, 1967, p. 116-22.

6. N. Zhirov, Atlantis. Atlantology: basic problems, Honolulu, HA: University Press of the Pacific, 2001 (1970), p. 150-1.

7. J.W. Gregory, "The geological history of the Pacific Ocean", Quarterly Journal of Geological Society, vol. 86, 1930, p. 72-136 (p. 132).

8. E.M. Ruditch, "The world ocean without spreading", en: A. Barto-Kyriakidis (ed.), Critical Aspects of the Plate Tectonics Theory, Athens: Theophrastus Publications, 1990, vol. 2, p. 343-95.

9. "La Teosofía y los Siete Continentes", esoterismo-guia.blogspot.com.
10. J.M. Dickins, "What is Pangaea?", en: A.F. Embry, B. Beauchamp y D.G. Glass, Pangea: Global environments and resources, Canadian Society of Petroleum Geologists, Memoir 17, 1994, p. 67-80; D.R. Choi, "Geology of the southeast Pacific", partes 1-3, New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 7, p. 11-15; n° 8, p. 8-13; n° 9, p. 12-14, 1998. Ver también B.I. Vasiliev y D.R. Choi, "Geology and tectonic development of the Pacific Ocean. Part 3: Structure and composition of the basement", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 48, 2008, p. 23-51; B.I. Vasiliev y T. Yano, "Ancient and continental rocks discovered in the ocean floors", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 43, 2007, p. 3-17.

11. L.S. Dillon, "Neovolcanism: a proposed replacement for the concepts of plate tectonics and continental drift", en: C.F. Kahle (ed.), Plate Tectonics-Assessments and Reassessments, Memoir 23, Tulsa, OK: American Association of Petroleum Geologists, 1974, p. 167-239 (p. 222); Zhirov, Atlantis, p. 154-5.


Islas perdidas del Pacífico

1. John Macmillan Brown, The Riddle of the Pacific, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1996 (1924), p. 45.

2. Lewis Spence, The Problem of Lemuria, Kila, MT: Kessinger, sin fecha (1933), p. 143.

3. The Riddle of the Pacific, p. 52.
4. Vincent Gaddis, Invisible Horizons, New York: Ace Books, 1965, p. 25-47.