12 de febrero de 2022

Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar (2 de 9)

David Pratt
New Concepts in Global Tectonics Journal (www.ncgt.org), vol. 1, n° 1, marzo 2013, p. 66-152.
 
 
Contenidos:

02. Tectónica de placas, una revolución fallida
-Edad del fondo marino
-Anomalías magnéticas marinas
-Movimiento de placas
-Reconstrucciones tectonistas
 
 
02. Tectónica de placas, una revolución fallida

Los cambios en la polaridad magnética antigua a intervalos irregulares permanecen en el registro de roca superficial, y durante unos cincuenta años los datos paleomagnéticos se han utilizado para crear la escala de tiempo geomagnético, documentar de forma sólida la expansión del fondo marino, validar la tectónica de placas y reconstruir los supercontinentes desaparecidos (Torsvik et al., 2012, p. 326).
 
La idea de deriva continental a gran escala ha existido durante unos 200 años, pero Alfred Wegener propuso la primera teoría detallada en 1912. Postuló que todos los continentes una vez se unieron en un supercontinente llamado Pangea y luego se separaron. Supuestamente los continentes, hechos de sial frágil y "blando", surcaron de modo lento la corteza oceánica más densa compuesta de sima fluida y "dura" bajo la influencia de fuerzas gravitacionales y rotacionales. Su teoría llevó a un debate vigoroso y se encontró con un rechazo generalizado (Le Grand, 1998).
 
El interés en la hipótesis de deriva continental se revivió en la década de 1950 con el surgimiento de la nueva ciencia del paleomagnetismo, que parecía proporcionar un fuerte apoyo para dicha teoría y el desplazamiento polar. A principios de los '60 los nuevos datos de la exploración oceánica dieron lugar al concepto de la expansión del fondo marino. Unos años más tarde, estos y otros postulados se sintetizaron en el modelo de tectónica de placas, que a inicios de la década de 1970 se había convertido en la nueva ortodoxia. Le Grand (1998, p. 229) lo describió como un "enorme camión de veloz movimiento" que rápidamente aplastó la mayoría de los focos de resistencia que quedaban. Aunque la tectónica de placas sigue siendo el paradigma dominante en la actualidad, todos sus elementos básicos han sido puestos en duda (por ejemplo, Meyerhoff et al., 1996a; Storetvedt, 1997; Pratt, 2000, 2001).
 
 
Edad del fondo marino

De acuerdo con la hipótesis sobre la expansión del fondo marino, la nueva litosfera oceánica se genera en las dorsales mesoceánicas ("límites de placas divergentes") por corriente convectiva ascendente de material fundido desde el manto, y cuando el magma se enfría éste se separa de los flancos de las dorsales. Se dice que las placas de movimiento horizontal vuelven a sumergirse bajo el manto en las fosas oceánicas o "zonas de subducción" ("límites de placas convergentes").
 
Los datos paleomagnéticos se interpretan en el sentido de que al final del Pérmico, hace unos 250 millones de años, prácticamente todos los continentes actuales formaban parte de un vasto supercontinente (Pangea) que comenzó a romperse en el Jurásico, hace unos 180 millones de años. Como resultado, se cree que casi todo el fondo del océano no tiene más edad que dicho periodo (ver figura 2.5); sin embargo, durante muchas décadas se ha acumulado evidencia que contradice esta afirmación fundamental.
 
Fig. 2.1. (a) a (d): Mapas de reconstrucciones continentales basados en datos paleomagnéticos. (e), polos y caminos APW para cinco continentes durante los últimos 200 m.a., evaluados a intervalos de 5 m.a. (Tauxe, 2013, fig. 16.8).

Ha habido numerosos hallazgos en los océanos Atlántico, Pacífico e Índico de rocas que son muy anteriores a los 180 millones de años, y muchas de ellas de naturaleza continental (para una visión de conjunto, consúltense Vasiliev y Yano, 2007; Vasiliev y Choi, 2008; Yano et al., 2009; Yano et al., 2011). Esta evidencia por sí sóla es suficiente para refutar todas las fantásticas reconstrucciones de continentes basadas en paleomagnetismo que se desplazan a miles de kilómetros en torno a la superficie de la Tierra. También es fatal para las afirmaciones geoexpansionistas de que las áreas ocupadas por los océanos actuales no existían hace 200 millones de años, cuando la Tierra era supuestamente mucho más pequeña. Los tectonistas de placa ocasionalmente hacen esfuerzos ad-hoc para explicar todos estos hallazgos, por ejemplo, como glaciales erráticos, lastres de embarcaciones (Heezen et al., 1959) o "bloques no extendidos" que se quedan atrás durante la ruptura, causados por el eje de expansión y "fallas de transformación" relacionadas saltando de un lugar a otro (por ejemplo, Bonatti y Honnorez, 1971; Bonatti y Crane, 1982; Bonatti, 1990; Pilot et al., 1998). No obstante, en general simplemente se ignora esta evidencia abundante y bien documentada, una acusación condenatoria para el establecimiento de la tectónica de placas.

Un libro de geología reciente (Carlson et al., 2008) se limita a repetir el mantra de que la litosfera oceánica es "muy joven" y no dice nada sobre cualquier evidencia de lo contrario. Otro texto moderno sobre paleomagnetismo (Tauxe, 2013) asegura a sus lectores que "el fondo marino más antiguo tiene unos 180 millones de años", pero las determinaciones de edad reales contradicen esto. Por ejemplo, durante los tramos 37 y 43 del Proyecto de Perforación en Aguas Profundas (DSDP) se recuperaron rocas ígneas paleozoicas y proterozoicas en núcleos en la Dorsal Atlántica Media y la elevación de Bermudas (Reynolds y Clay, 1977; Houghton et al., 1979). Sin embargo, ninguno de estos casos de rocas antiguas se mencionó en los informes o síntesis sobre sitios de cruceros. Reynolds y Clay (1977), informando sobre una fecha proterozoica (635 ± 102 m.a.) cercana a la cresta de la Dorsal Atlántica Media, escribieron que la edad debía estar errada, porque sobre la base de anomalías magnéticas marinas el sitio no podía contener rocas mayores a aproximadamente 10 millones de años.
 
Fig. 2.2. Localidades de rocas continentales y "anormalmente" antiguas en el Océano Atlántico. A modo de comparación, los emplazamientos se superponen a la distribución teórica de la edad del fondo oceánico según la tectónica de placas (Yano et al., 2009, fig. 1).
 
Aumento y Loncarevic (1969) informaron que el 75% de las 84 muestras de rocas dragadas de la región Bald Mountain (al oeste de la cresta en la Dorsal Atlántica Media y a 45° N) consistían en rocas de tipo continental y describieron esto como un "fenómeno notable"; tanto es así que clasificaron esas muestras como "glaciales erráticas" y no les dieron más consideración. La localidad de Bald Mountain tiene un volumen estimado de 80 km3, por cuanto es poco probable que haya sido transportado en un iceberg o arrojado por un barco. Consiste en rocas metamórficas graníticas y silícicas con edades comprendidas entre 1.690 y 1.550 millones de años, y está intruida por rocas máficas de 785 m.a. (Wanless et al., 1968), mientras que su edad prevista es de 10 m.a. o menos. Se hallaron circones con edades de 330 y 1.600 m.a. en gabros bajo la Dorsal Atlántica Media cercana a la zona de fractura de Kane (Pilot et al., 1998). Las rocas St. Peter y Paul en la cresta de dicha dorsal, justo al norte del Ecuador, tienen una edad prevista de 35 m.a., pero Melson et al. (1972) encontraron un reservorio de peridotita de 835 m.a. asociado con otras rocas fechadas en 350, 450 y 2.000 m.a.
 
Fig. 2.3 Gráfico de edades rocosas versus la distancia desde la cresta en la Dorsal del Pacífico Oriental, basado principalmente en núcleos DSDP de los tramos 1-54 (1969-1980). Se muestra el tramo 9, en que se basa la expansión del fondo marino en el Pacífico. Se agregaron dragas de basalto cenozoico y cretáceo fechadas radiométricamente (Budinger y Enbysk, 1967; Ozima et al., 1968) para mostrar el engaño de la supuesta relación lineal entre edad rocosa y distancia desde la cresta de la dorsal. Téngase en cuenta que el Shipboard Scientific Party omitió el sitio 78, que no se ajusta a la teoría tectónica de placas (Meyerhoff et al., 1992a, fig. 25).
 
La distribución espacial de sedimentos de aguas poco profundas en los océanos actuales y su disposición vertical en algunas de las secciones perforadas son inconsistentes con la expansión del fondo marino (Ruditch, 1990; Orlenok, 1986). Los océanos modernos han sufrido hundimientos de gran amplitud desde el Jurásico, pero esto ocurrió de forma mosaica en lugar de mostrar una relación sistemática con la distancia desde las dorsales oceánicas. Los sedimentos más jóvenes de aguas someras a menudo se encuentran más alejados de zonas axiales en las dorsales que los más antiguos, y algunas áreas oceánicas parecen haber sufrido subsidencia y elevación alternas.
 
Debe realizarse un mayor esfuerzo para perforar el fondo oceánico a profundidades mucho mayores con tal de verificar si hay más sedimentos antiguos bajo la capa de basalto que actualmente se etiqueta como "subsuelo". La probabilidad de que se encuentren sedimentos con mayor datación se demuestra por el hecho de que algunos basaltos tienen contactos cocidos con sedimentos cubiertos, tienen márgenes fríos, se alternan con sedimentos o muestran otras características indicativas de intrusivos (diques comunes y concordantes o sill) o extrusivos en el fondo marino (por ejemplo, estructura de almohada; Meyerhoff et al., 1992a; Choi, 2001). Los basaltos parecen ser inundaciones de magma que cubren el verdadero subsuelo "oceánico" y esto se mostró claramente en el sitio de perforación 10 en la Dorsal Media Atlántica, donde los sedimentos más bajos son cretáceos (alrededor de 80 m.a.) y el sill basáltico subyacente, erróneamente llamado "basamento", tenía una edad por trazas de fisión de sólo 15,9 m.a. (Macdougall, 1971).
 
El muestreo y la perforación del suelo oceánico, la información sísmica, los datos de paleocorriente y procedencia de sedimentos, y la flora y fauna del lecho oceánico indican que solía haber grandes masas de tierra continentales (ahora sumergidas) en los océanos de hoy (Dickins et al., 1992; Dickins, 1994b; Choi et al., 1992; Choi, 1999, 2001). Muchas islas y mesetas oceánicas con corteza semi-continental parecen ser restos de paleotierras más grandes, cuya antigua corteza continental ha sufrido diversos grados de "oceanización".
 
Fig. 2.4. Antiguas áreas terrestres en los océanos Pacífico e Índico actuales. Sólo se muestran los sectores para los que ya existe evidencia sustancial. Sus esquemas exactos y extensión total son aún desconocidos. G1: área de Seychelles; G2: Gran Paleotierra de Oyashio; G3: elevación de Obruchev; G4: Lemuria; S1: área de la meseta de Ontong-Java, montes del Mar de Magallanes y montañas del Pacífico medio; S2: Pacífico nororiental; S3: Pacífico suroriental, incluidas la elevación de Chatham y la meseta Campbell; S4: Pacífico sudoccidental; S5: área que incluye la elevación sur de Tasmania; S6: elevación de Tasmania Oriental y de Lord Howe; S7: Océano Índico Noreste; S8: Océano Índico Noroeste (Dickins, 1994b, fig. 1).
 
Si la hipótesis sobre la expansión del fondo marino es incorrecta, también lo está la teoría de subducción, como sugiere una gran cantidad de evidencia (véase Meyerhoff et al., 1996a; Storetvedt, 1997; Pratt, 2000, 2001; Oard, 2000b; Choi, 2000; Smoot, 1997). Una explicación alternativa de las zonas de Benioff es que son fracturas de contracción muy antiguas producidas por el enfriamiento de la Tierra.
 
 
Anomalías magnéticas marinas

Supuestamente y de acuerdo con la tectónica de placas, la creencia en una corteza oceánica geológicamente joven y grandes desplazamientos continentales está respaldada por anomalías magnéticas marinas, es decir, bandas alternas de intensidad magnética ligeramente más alta o baja a cada lado de las dorsales oceánicas, y que según se cree son producidas por expansión del fondo marino en combinación con inversiones magnéticas globales. Sin embargo, las anormalidades magnéticas lineales se encuentran en sólo el 70% de las dorsales mesoceánicas sísmicamente activas, y los diagramas para bandas de irregularidades lineales, simétricas y paralelas que se muestran en muchas publicaciones sobre placas tectónicas tienen poca semejanza con la realidad. Las anomalías son simétricas al eje de la dorsal en menos del 50% del sistema de aristas donde están presentes, y en aproximadamente el 21% de ellas son oblicuas a la tendencia de dicha formación. Las irregularidades lineales a veces se presentan cuando un sistema de aristas está completamente ausente, y no todas las anomalías descritas están formadas por materiales de corteza oceánica (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974b; Grant, 1980; Choi et al., 1990, 1992).
 
El modelo inicial y altamente simplista sobre expansión del fondo marino para el origen de anomalías magnéticas oceánicas ha sido refutado por la perforación oceánica (Hall y Ryall, 1977; Hall y Robinson, 1979; Pratsch, 1986; Storetvedt, 2010). Las anormalidades no se producen en los 500 mts. superiores de corteza oceánica, como se pensaba originalmente, y las intensidades magnéticas, direcciones generales de polarización y la existencia frecuente de distintas zonas de polaridad a diferentes profundidades sugieren que la fuente de estas anomalías magnéticas radica en niveles más profundos de corteza oceánica aún no perforada o fechada. La ausencia virtual de complejos de diques laminares y pronosticada a lo largo de crestas mesoceánicas, y la abundancia de rocas continentales y dinamo-metamórficas en entornos oceánicos contienden enérgicamente la expansión del fondo marino y de la Tierra.
 
Fig. 2.5. Edad del fondo marino basada en anomalías magnéticas marinas (Müller et al., 2008; www.ngdc.noaa.gov).
 
Como se muestra arriba, hay numerosos casos en que las edades teóricas de anomalías magnéticas y el fondo marino se contradicen con dataciones de rocas realmente medidas. Las bandas de anormalidades magnéticas impactan los continentes en 16 lugares y se "sumergen" bajo rocas proterozoicas o más recientes; también son aproximadamente concéntricas alrededor de escudos continentales arqueanos. Esto sugiere que son sitios de fracturas antiguas que se formaron en parte durante el Proterozoico y se han reactivado desde entonces (Meyerhoff y Meyerhoff, 1974b).
 
Fig. 2.6. Correlaciones subjetivas entre dos perfiles de arrastre profundo sobre alineaciones magnéticas de la "Zona Jurásica Tranquila" en el Pacífico occidental (Sager et al., 1998, fig. 5; reimpreso con permiso de la Unión Americana de Geofísica).
 
Las correlaciones entre bandas magnéticas a ambos lados de una dorsal o en diferentes partes del océano en gran medida han sido cualitativas y subjetivas, y por tanto sujetas a gran sospecha, pues en la práctica no se ha hecho ningún esfuerzo para probarlas cuantitativamente transformándolas al polo (es decir, recalculando cada perfil magnético a una latitud común). Se supone que las irregularidades magnéticas en la dorsal de Reykjanes son un ejemplo clásico de simetría de dorsal paralela, pero Agocs et al. (1992) concluyeron de un estudio detallado y cuantitativo que las interrelaciones eran muy pobres; el coeficiente de correlación a lo largo del impacto promedió 0,31 y el de la dorsal 0,17, con límites de +1 a -1. Por otra parte, las correlaciones entre anomalías y la topografía del fondo promediaron 0,42 y de este modo las anormalidades magnéticas se explican mejor por bandas de roca relacionadas con fallas de diferentes susceptibilidades magnéticas (Agocs et al., 1992; Choi et al., 1992; Storetvedt, 2010). Los valores de magnetización informados de rocas oceánicas son más que adecuados para producir las anomalías observadas (Luyendyk y Melson, 1967; Opdyke y Hekinian, 1967).
 
Las imágenes de radar por escaneo lateral muestran que las dorsales mesoceánicas están cortadas por miles de fisuras, fracturas y fallas largas, lineales y paralelas a las dorsales. Esto sugiere fuertemente que aquéllas subyacen a poca profundidad por canales de magma interconectados, en donde la lava semifluida se mueve horizontalmente y paralela a las aristas en lugar de en ángulo recto con ellas, como afirman los tectonistas de placa (Meyerhoff et al., 1992a, b). Las anomalías magnéticas están asociadas con dichas fracturas paralelas a las dorsales, y esta explicación elimina la necesidad de postular puntajes sobre "centros de difusión" con edades disímiles en distintos lugares y orientados en diferentes direcciones. Por ejemplo, Larson y Chase (1972) especularon que los diversos patrones de anomalías en el Pacífico Occidental eran generados por un sistema de cinco centros de expansión unidos en dos puntos triples, y afirmaron que todas las correlaciones entre los perfiles magnéticos se establecieron "al ojo". Por el contrario, si las irregularidades fueron producidas por canales de magma antaño activos, como propone la tectónica de tensiones, emerge un patrón de flujo coherente y de consistencia interna (fig. 2.7).
 
Fig. 2.7. Los diversos conjuntos de lineamientos magnéticos en la cuenca del Pacífico podrían haberse originado por encima de diferentes canales activos de tensión en diferentes momentos del pasado (Meyerhoff et al., 1992b, fig. 21).
 
 
Movimiento de placas

Según los tectonistas de placa, la capa externa de la Tierra o litosfera (corteza y manto superior) se divide en 13 placas principales que varían en tamaño desde aproximadamente 400 por 2.500 kms. y hasta 10.000 por 10.000 kms. Con el tiempo se han agregado cientos de microplacas y terrenos "exóticos", a menudo para acomodar polos paleomagnéticos discrepantes. Se supone que la fuerte litosfera se mueve de manera relativamente rígida sobre una astenosfera continua, más débil y más caliente (de baja velocidad).
 
Se piensa que la litosfera tiene un promedio de 70 kms. en espesor bajo los océanos, y un grosor de 125 a 250 kms. bajo los continentes. Se dice que la astenosfera se extiende hasta una profundidad de 200 kms. por debajo de los océanos, mientras se sigue debatiendo acaloradamente sobre su grosor, profundidad y existencia real bajo los continentes (Carlson et al., 2008). Originalmente se pensaba que la litosfera continental no era más gruesa que unos 150 kms., pero la evidencia en estudios de velocidad sísmica, flujo de calor y gravedad muestra que algunas partes de continentes -especialmente los escudos continentales antiguos y estables como el Fenoscándico, Siberiano, Canadiense, Australiano, Antártico y los cratones de Amazonía y el noroeste de África- tienen raíces muy profundas y que la astenosfera es muy delgada o está ausente bajo ellas (por ejemplo, MacDonald, 1963; Jordan, 1975, 1978, 1988; Pollack y Chapman, 1977; Pavlenkova y Pavlenkova, 2006; Artemieva y Mooney, 2002). La tomografía sísmica, que produce imágenes tridimensionales del interior de la Tierra, confirma que la litosfera continental se extiende en lugares con profundidades de hasta 400 kms. o más (Legendre et al., 2012; O'Reilly et al., 2009, Begg et al., 2009; Kustowski et al., 2008; Priestley y McKenzie, 2006; Zhou et al., 2006; Conrad y Lithgow-Bertelloni, 2006; Shapiro et al., 2004; Hirth et al., 2000; Rudnick et al., 1998; Masters et al., 1996). Las velocidades sísmicas más altas de raíces continentales (o quillas) se atribuyen a enfriamiento conductivo y agotamiento químico.
 
Fig. 2.8. Espesor litosférico estimado del escudo canadiense (Shapiro et al., 2004, fig. 15).
 
 
 
 
Fig. 2.9. Imágenes de modelo sismotomográfico (modelos Vs) para cuatro cortes de profundidad bajo África. Los colores calientes (rojo-blanco) indican velocidades más altas, y los tonos fríos las más bajas. Los dominios de alta velocidad bajo la corteza cratónica en África se extienden a profundidades de 300-400 kms. (O'Reilly, 2009, fig. 3).
 
Este tema sigue siendo controvertido, ya que los diferentes métodos y modelos sismotomográficos arrojan resultados disímiles.
 
A algunos tectonistas de placa les gustaría restringir el grosor máximo de la litosfera a 200-250 kms. (Gung et al., 2003; Van Summeren et al., 2012; Yuan y Romanowicz, 2010). Gung et al. (2003) señalan que las raíces continentales determinadas a partir de ondas de corte polarizadas horizontalmente (SH) son 100 kms. o más profundas que las establecidas por ondas sísmicas polarizadas en modo vertical (SV) (fig. 2.10) y atribuyen esto a una anisotropía radial significativa bajo la mayoría de los cratones a profundidades de 250-400 kms., con ondas de corte polarizadas horizontalmente que viajan más rápido que las ondas polarizadas verticalmente; también se encuentra una anisotropía similar bajo las cuencas oceánicas a profundidades de 80-250 kms. Proponen que en ambos casos la anisotropía está relacionada con el corte en una astenosfera global de baja viscosidad y argumentan que la "discontinuidad de Lehmann" -observada sobre todo bajo los continentes a aproximadamente 200-250 kms.- y la "discontinuidad de Gutenberg" -detectada bajo los océanos a unos 60-80 kms.- pueden marcar la transición litosfera-astenosfera. Esta interpretación es cuestionada por O'Reilly et al. (2009) quienes sostienen que "es improbable que las altas velocidades de la onda S observadas en raíces continentales profundas se expliquen simplemente por anisotropía" y que no hay evidencia clara de que la discontinuidad de Lehmann represente el límite entre la litosfera cratónica y el manto de convección.
 
Fig. 2.10. Secciones transversales sismotomográficas a través de tres continentes (ver ubicaciones en la parte superior) derivadas de ondas SH (izquierda) y ondas SV (derecha). Las secciones SH indican constantemente velocidades rápidas que se extienden a profundidades superiores a 220 kms., mientras que las secciones SV no lo hacen (Gung et al., 2003, fig. 4).
 
Los datos geofísicos muestran que la astenosfera está lejos de ser una capa continua, sino que se compone por lentes desconectadas que se observan sólo en regiones de activación tectónica y alto flujo de calor. La investigación sísmica revela una zonificación compleja del manto superior, con capas alternas de velocidades más altas y más bajas y diferentes fuerzas. En particular esta estratificación es obvia en regiones tectónicamente activas, pero también existe bajo plataformas antiguas. Las capas individuales de baja velocidad, que podrían estar asociadas con la astenosfera, se hallan asentadas a diferentes profundidades en distintas regiones y no componen una sóla capa continua. Además, existen correlaciones cercanas entre las características geológicas próximas a la superficie, estructura de corteza, flujo de calor, anomalías geoides e inhomogeneidades tanto en el manto superior como inferior. El hecho de que tales conexiones permanezcan estables durante largos intervalos de tiempo geológico contradice la idea de desplazamientos horizontales considerables de placas litosféricas en relación con estructuras de manto más profundas (Pavlenkova, 1990, 1995, 1996).
 
Aunque las observaciones onda-superficie promediadas sugirieron que la astenosfera estaba presente universalmente bajo los océanos, los estudios sísmicos detallados indican que aquí también sólo hay lentes astenosféricas. Varias zonas de baja velocidad ocurren en el manto oceánico, pero es difícil establecer una regularidad entre su hondura y distancia desde la dorsal mesoceánica. Además se descubrió que la estructura del manto era asimétrica en relación con las dorsales mesoceánicas y estaba compuesta de bloques, lo que contradecía el proceso de expansión en el fondo marino (Pavlenkova, 1990, 1996).
 
 
 
Fig. 2.11. Imágenes de modelo tomográfico en tres cortes de profundidad para el Océano Atlántico; las ubicaciones numeradas son provincias oceánicas de basalto insular (O'Reilly et al., 2009, fig. 4). Los colores calientes (rojo-blanco) indican velocidades más altas y las tonalidades frías rapideces más bajas. Algunas regiones de alta velocidad son continuas con regiones continentales y otras ocurren como "masas informes" discretas y dispersas por toda la cuenca (hay zonas similares de alta velocidad distribuidas en forma irregular y densa en el Océano Pacífico). O'Reilly et al. sugieren que "estos volúmenes de alta velocidad representan restos de litosfera continental antigua y agotada (flotante), fragmentaria y varada durante el proceso de agrietamiento en la apertura de la cuenca oceánica'', lo que representa una interpretación basada en la teoría.
 
Fig. 2.12. Perfil sísmico a través de la antigua plataforma de Europa Oriental, los Urales, la joven plataforma de Siberia Occidental y el cratón siberiano, derivado de explosiones nucleares en tiempos de paz. Leyenda: 1-línea de isovelocidad (km/s); 2-sitios sísmicos límite a partir de los cuales se obtuvieron las reflexiones de alta amplitud; 3-capa de baja velocidad; 4-bloques de alta velocidad; 5-zona de alta reflectividad. El perfil muestra que la astenosfera, como capa de fusión parcial, no existe bajo el norte de Eurasia (Pavlenkova, 2012, fig. 6).
 
Así como la base de las "placas" litosféricas a menudo está mal determinada, algunos límites entre ellas también se hallan mal definidos o incluso son inexistentes; por ejemplo, el límite Pacífico noroeste de las placas del Pacífico, América del Norte y Eurasia, el lindero entre las placas Norte y Sudamericana y la caribeña, y la frontera entre las secciones Sudamericana, Antártica y Escocesa (Oard, 2000a). Aunque inicialmente se consideraba que los límites de dichas divisiones eran bastante estrechos, ahora se cree que su ancho oscila entre unos cientos de metros y miles de kilómetros; se dice que los "límites de placa difusos" cubren aproximadamente el 15% de la superficie planetaria (Gordon y Stein, 1992).
 
La corteza terrestre está en constante movimiento. El relieve de la Tierra actualmente oscila entre 8,8 kms. sobre el nivel del mar y 10,8 kms. por debajo de él. Existe amplia evidencia de que el flujo calórico del manto y el transporte de material pueden causar cambios significativos en el grosor, la composición y densidad de la corteza, lo que resulta en elevaciones y subsidencias sustanciales, sin la necesidad de invocar "colisiones de placas" y "subducción" (Pratt, 2000). La escala de movimientos verticales está indicada por el hecho de que el espesor de capas sedimentarias marinas en cordones montañosos comúnmente supera los 10 kms. y puede alcanzar los 23 (Bucher, 1933). En lo que respecta a los movimientos horizontales, la evidencia de campo indica que los estratos de la corteza pueden ser empujados por decenas e incluso cientos de kilómetros, que ha ocurrido una extensión o acortamiento de la corteza de hasta cientos de kilómetros, y que se produjo un movimiento superior a cien kilómetros a lo largo de algunas fallas de torcimiento; pero dado el grosor muy variable de la litosfera, la existencia de raíces continentales profundas, la falta de astenosfera continua, la ausencia de algunos límites de "placa" y la correlación entre las características cercanas a la superficie y del manto profundo, el movimiento de losas litosféricas como cuerpos relativamente rígidos a lo largo de cientos o miles de kilómetros parecen completamente imposibles. Sin embargo, los tectonistas se han convencido de que sus modelos sobre movimientos de placas están respaldados por datos paleomagnéticos y anomalías magnéticas marinas, y también por datos geodésicos espaciales, a pesar de algunas discrepancias significativas con los modelos de placa tectónica (Pratt, 2001).
 
 
Reconstrucciones tectonistas

"Hoy los geólogos y geofísicos tienden a tratar las piezas de corteza terrestre como una habitación llena de muebles u objetos que pueden empujarse a voluntad hacia cualquier configuración que se requiera para satisfacer un modelo particular. Por desgracia la corteza terrestre no se manipula de modo tan fácil, particularmente si uno es fiel a las leyes físicas, así como a los datos geológicos. En cambio, la corteza rígida y el manto superior forman un mosaico masivo entrelazado, la litosfera (...)".
 
"Sabemos por el mapeo del campo geológico que los objetos dentro del mosaico litosférico se mueven a distancias considerables, tanto vertical como lateralmente. Sin embargo, se desafían todas las leyes físicas y el sentido común con el argumento de que las grandes placas de litosfera pueden moverse libre y sistemáticamente sobre la superficie de la Tierra, cada una de ellas con 50 a 200 kms. de espesor, extendiéndose por miles de kilómetros en todas direcciones y pesando incalculables toneladas" (Meyerhoff et al., 1996a., p. 1-2).