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9 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (5 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Continuación Parte B:

04. Viabilidad de hipótesis (parte 1)
-Sismología
-Geomagnetismo


​04. Viabilidad de hipótesis (parte 1)

En una obra moderna leemos: "Los geólogos podrían estar equivocados sobre el interior de la Tierra, pero el modelo actual de un manto con roca maciza y un núcleo metálico líquido -de centro interno sólido- es ampliamente acogido porque es coherente con todo el conocimiento disponible; por ende, nuestro planeta no es hueco" (1). Se pregonan tres motivos contra la Tierra hueca: 

a) no tendría zonas de sombra para ondas sísmicas, 
b) no tendría densidad media de 5,5 g/cm3, y  
c) no presentaría un campo magnético.

Dichos puntos llevan a la aserción conveniente de que las teorías actuales sobre sismicidad, gravedad y geomagnetismo son "correctas", pero como se muestra en la Parte A, hay buenas razones para ponerlo en duda, ya que el modelo de Tierra sólida se basa en supuestos de supuestos con relación a cada parámetro.
En cuanto a la segunda impugnación, ya se demostró que las verdaderas masa y densidad planetarias son desconocidas, y a renglón seguido abordaremos las otras dos.


Sismología

Se cree que el límite principal dentro de la Tierra está ubicado entre el manto y el núcleo exterior, que la gran mayoría de ondas sísmicas se desplaza a través del primero, y muchas van y vuelven entre el segundo y la superficie; muy pocas de ellas penetrarían en el núcleo externo, y aún menos pasarían por el centro interno. Se dice que la profundidad del lindero entre núcleo y manto tiene 2900 kilómetros, pero es probable que sea incorrecto si los científicos están equivocados acerca de la distribución de densidad en el seno planetario. Como se muestra en la Parte A, los sismólogos han estado cometiendo desaciertos permanentes en sus interpretaciones sobre datos sísmicos incluso en los pocos kilómetros exteriores de la corteza terrestre.

Vimos que existen dos tipos principales de ondas sísmicas que cruzan el cuerpo de la Tierra, llamadas P y S: las primeras traspasan sólidos, líquidos y gases, y las S sólo viajan a través de entornos sólidos. Como prácticamente no hay ondas S directas que aparezcan más allá de 103° desde el epicentro de un terremoto, los científicos concluyen que éstas no penetran en el núcleo. Por otra parte, las vibraciones P están ausentes casi por completo entre unos 103° y 142° desde ese foco, de lo cual se infiere que sí se internan en el núcleo externo, pero se refractan bruscamente al entrar y salir, creando así la "región de sombra". De esta manera, los especialistas deducen que el núcleo externo es líquido, y en principio también podría ser gaseoso, pero esto es considerado imposible.

Se podría argumentar que los así llamados corteza y manto corresponden a la envoltura sólida-exterior de una Tierra hueca, mientras que el núcleo externo es la cavidad "vacía", y su corazón interno un "sol central". Los científicos sostienen que las ondas P (y no S) pasan por el núcleo externo líquido, pero ¿es eso plausible si el núcleo externo fuera realmente un "espacio en blanco"? Claramente los partidarios de una Tierra hueca no dicen que su interior constituya un "vacío absoluto". La superficie externa está cubierta por una atmósfera gaseosa, cuyos niveles extrínsecos son un gas ionizado (plasma) que disminuye en grosor hasta fundirse en el medio interplanetario (plasma aún más atenuado) y se despliega hasta al Sol (que según se piensa es una "bola plasmática"); así, el espacio entre la superficie interna de la Tierra y un sol análogo puede contener grados similares de materia. 
          
Con todo, ¿podría un modelo semejante reproducir los tiempos de viaje para ondas P, que según la ortodoxia traspasan el "núcleo externo" denso? Se dice que en este último sector la rapidez de dichas oscilaciones cae de unos 13,6 a 8,1 km/s, lo que simplemente es una inferencia basada en suposiciones actuales; y aunque se conocen los tiempos generales de desplazamiento para ondas sísmicas con un alto grado de precisión, es imposible determinar la ruta exacta y diferentes velocidades para esas ondulaciones dentro del planeta. Sin embargo, si en el modelo de Tierra hueca colocamos una atmósfera delgada sobre la superficie interna, entonces las velocidades de ondas telúricas en ella pueden ser sólo una fracción del valor "científico"; recordemos que en la atmósfera exterior la rapidez del sonido llega sólamente a 331 metros por segundo. En consecuencia, este modelo funcionaría sólo si asumimos que la cavidad interior contiene un medio etérico que permite que las ondas sísmicas se propaguen a velocidades mucho mayores. Si bien la existencia de un medio omnipresente y sutil de materia etérica es una necesidad razonable, no sabemos si daría lugar a los efectos ya descritos*.

*Resulta insatisfactorio sustituir un "espacio vacío" y ecuaciones de campo por un medio omnipresente, pues las descripciones matemáticas abstractas no explican nada (véase "Espacio, tiempo y relatividad"). La luz se disemina por el éter en lugar de un vacío absoluto, y se sabe que algunas ondas electromagnéticas en la atmósfera pueden producir vibraciones de sonido cuando alcanzan la Tierra, pero la rapidez lumínica es unas 33.000 veces mayor que las aceleraciones sísmicas conjeturadas en el "núcleo externo". 

Como reseñamos en la Parte A, se plantea que las ondas sísmicas van más rápido al aumentar la profundidad interna de la Tierra, hasta que alcanzan el núcleo exterior; sin embargo, la velocidad sísmica disminuye en materiales de densidad creciente, suponiendo que sus propiedades elásticas siguen siendo las mismas. Por consiguiente, el modelo de Tierra maciza argumenta que dicha elasticidad cambia más rápido que la compactación con el fondo, pero también podría objetarse que, más allá de cierta hondura, la densidad comienza a bajar. Si la Tierra fuese hueca y estuviera habitada la parte interior de su recubrimiento sólido, la fuerza gravitacional sobre ambas superficies tendría que dirigirse "hacia abajo", es decir, hacia dentro de esa cobertura, significando que debiera existir una zona de gravedad cero en algún lugar ínsito de la "cáscara", y donde ambas injerencias se anulan. El libro Etidorhpa sitúa esa "capa de energía" o "esfera de descanso" a una profundidad de 7/8 de la distancia desde el exterior a la superficie interna; más allá de este nivel, la densidad aumentaría de nuevo a medida que nos acercamos a la superficie interna.



Arriba: el aumento gradual de aceleración con la profundidad hace que las ondas sísmicas refracten a lo largo de trayectorias que se curvan hacia la superficie. Medio: al entrar en una zona de baja velocidad (LVZ), la mengua de rapidez hace que las ondas sísmicas sean curvadas hacia abajo, creando una zona de sombra en la superficie. Debajo: una zona de baja velocidad puede atrapar oscilaciones, creando una "onda guía" (2).

De acuerdo con este prototipo, las ondas sísmicas irían más rápido al aumentar la profundidad por reducción de solidez -en lugar de incrementarse ésta última- referente al cinturón de gravedad cero. Para explicar la zona de sombra de ondas S, dicha "franja" tendría que reflejarlas casi en su totalidad y también podría hacerlo con la mayor parte de sus opuestas. Las vibraciones P circularían por la materia más densa, y en vez de seguir una trayectoria en forma de U, sus caminos irían hacha abajo; como resultado, las ondas P podrían canalizarse a cierta distancia alrededor de la Tierra antes de emerger y llegar a la superficie, creando de esta manera las zonas de sombra para las mismas ondulaciones. Según este patrón, y en lugar de que las ondas P vayan más lento a través del "núcleo externo" que en el manto, la mayoría no puede trasladarse por la cavidad, sino que dan un rodeo en torno a ella, de modo que su aceleración más reducida es sólo aparente. Sin embargo, si prácticamente no existen ondas P difundidas mediante dicha oquedad, sería necesaria una explicación alternativa al "sol central" para dar cuenta de los datos sísmicos interpretados en términos de un núcleo interno.

En el modelo de Tierra hueca por Jan Lamprecht, la capa exterior sólida tiene unos 4500 kms. de espesor, mientras que el resto del núcleo se reemplaza por una cavidad, y su autor afirma que este patrón es de todo punto coherente con los datos sísmicos (3). Se cree erróneamente que la rapidez de ondas sísmicas en sólidos se incrementa con el alza en densidad (suponiendo que las propiedades elásticas se mantengan constantes), mientras que el caso es justo lo contrario. Lamprecht sostiene que a una hondura cercana a los 3000 kms. la densidad mantélica alcanza un máximo y luego disminuye, lo que hace que las ondas frenen y por lo tanto sean refractadas alrededor del bache, justificando así la zona de sombra P (marcada en verde). Jan no menciona la zona de sombra S mucho más grande, pero tendría que estar relacionada con el cinturón de gravedad máxima que él concibe.

Por sí solos, los datos sísmicos no determinan si la Tierra es sólida o hueca, porque no pueden ser interpretados sin elaborar ciertas suposiciones fundamentales. Como se indica en la Parte A, las hipótesis convencionales sobre aceleración de gravedad, densidad y presión dentro de la Tierra están sujetas a debate, y por ello es posible que las ondas sísmicas sigan caminos diferentes y posean velocidades distintas a las señaladas en ciencia, y que el modelo estándar planetario esté muy lejano de la realidad.


Geomagnetismo

Una Tierra hueca requiere un nuevo concepto de geomagnetismo, pues descartaría el presente modelo de dínamo, y que plantea graves dudas como se muestra en la Parte A. Se ha propuesto una serie de mecanismos alternativos, pero ninguno ha concitado un apoyo amplio (4). El magnetismo es producido por partículas cargadas en movimiento, y una teoría opcional es que el campo homónimo terrestre se crea por cargas en su atmósfera y corteza, que se trasladan con la Tierra a medida que ésta gira. La principal objeción es que los planetas deberían exhibir enormes ámbitos eléctricos en sus atmósferas y no hay evidencia de ello, pero tampoco hay pruebas que lo descarten, y la carga eléctrica planetaria en segundo plano no es mensurable directamente desde la Tierra (5). 

Un planeta giratorio puede compararse con un solenoide eléctrico (6), que consiste en una bobina de alambre, y cuando alguna corriente pasa a través de él se genera una fuerza magnética en ángulos rectos a la dirección del hilo metálico. Como los planetas llevan cargas atmosféricas y corticales con ellos, esto induce flujos eléctricos en el sentido de giro, o de este a oeste, mientras que el campo magnético es creado en ángulo de 90° respecto a ellos, es decir, de norte a sur.

El modelo facultativo más detallado del campo geomagnético ha sido propuesto por Harold Aspden, quien sostiene que es causado principalmente por giro etérico (7); más específicamente, surge mediante desplazamiento de carga por una esfera etérica giratoria, situada dentro de la Tierra, y que se extiende alrededor de 100 kms. encima de la superficie, combinado con un movimiento de equilibrio de carga en la materia que constituye el planeta físico. Aspden sostiene que con una carga de núcleo distribuida de una polaridad y otra superficial de carácter opuesto, la rotación terrestre produciría un campo magnético que coincide con el observado. La razón por la que los polos magnéticos se alejan de los geográficos se debe a que la "bola" eterizada da vueltas en torno a un eje inclinado con respecto al de rotación planetaria; aquél se alinea con los polos geomagnéticos y describe un círculo alrededor de los extremos norte y sur celestes en el transcurso de cada día. Entretanto, los polos magnéticos se mueven alrededor de sus contrapartes terrestres, pues el eje de dicho "globo inmaterial" precesa alrededor del centro rotativo planetario.

A la luz de esta teoría, un sol central etérico y giratorio podría desempeñar un papel clave en la generación del campo magnético primario. Otros factores que contribuyen a la naturaleza irregular y variable del campo geomagnético incluyen flujos eléctricos en la ionosfera y magnetosfera, rocas magnetizadas de la corteza terrestre, corrientes telúricas, caudales subterráneos de salmueras u otros de tipo conductivo, y efectos por corrientes océanicas (8). La concentración de cargas atmosféricas oscila de acuerdo con un ciclo de 24 horas, al igual que el campo magnético sometido a inestabilidad periódica. Éste último se amplifica durante las erupciones solares y actividad de manchas homónimas, cuando la Tierra recibe más partículas cargadas.

Las rocas no pueden conservar magnetismo cuando la temperatura está por sobre el punto de Curie (alrededor de 500° C para los materiales más magnéticos), y en el modelo planetario ortodoxo esto restringe las rocas magnéticas a los 40 kms. superiores del interior terrestre. Por otro lado, en el prototipo de Tierra hueca sólo algunas partes de la capa externa probablemente estarían por encima del guarismo Curie, y los depósitos metálicos harían una contribución mucho mayor al magnetismo permanente de la Tierra y sus irregularidades locales.

Los estudios paleomagnéticos señalan que algunas rocas antiguas han sido magnetizadas en una dirección contraria a la del campo magnético actual. Hoy el consenso científico es que el flujo geomagnético terrestre tuvo polaridad invertida para cuando se formaron esas rocas, pero en algunos casos las muestras con magnetismo inverso pueden haber sufrido auto-reversión en una etapa posterior, o reflejar anomalías magnéticas zonales. Incluso en la actualidad existen puntos aislados de polaridad opuesta en los hemisferios norte y sur.

Si realmente ocurrieron inversiones magnéticas globales, se habrían generado por el signo de la carga eléctrica terrestre o su atmósfera, o la dirección de corrientes homónimas en corteza o atmósfera, volteándose por obra de algún mecanismo. Aspden sugiere que ese fenómeno podría deberse al Sistema Solar que entra periódicamente en dominios espaciales donde se trastocan las polaridades eléctricas. Además, una célula electroquímica puede auto-invertirse, y la Tierra puede contener varias de ellas que tendrían enorme tamaño (9). Una de las fuentes externas del campo magnético planetario es la corriente anular en la franja de radiación Van Allen. Paul LaViolette opina que la actividad solar muy intensa puede fortalecer dicha banda, hasta el grado de invertir la polaridad en la extensión magnética global (10). Por otra parte, se sabe que las manchas solares experimentan inversiones de polaridad en un ciclo aproximado de 22 años, y algo similar podría ocurrir con un sol interior, contribuyendo a anomalías relacionadas en la superficie terrestre. 

Teniendo en cuenta los problemas que enfrenta la teoría de dínamo y la existencia de otras formas para generar un campo magnético planetario, el geomagnetismo no descarta la posibilidad de una Tierra hueca.


Referencias

1. D. McGeary y C.C. Plummer, Physical Geology: Earth revealed, 3era ed., Boston, MA: WCB, McGraw-Hill, 1998, p. 34, 45.

2. Peter M. Shearer, Introduction to Seismology, Cambridge: Cambridge University Press, 2da ed., 2009, p. 68, 76-7, ruangbacafmipa.staff.ub.ac.id.

3. Jan Lamprecht, "Hollow planet seismology vs solid earth seismology", bibliotecapleyades.net; Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 96-109 (hollowplanets.com).

4. Andrew Dominic Fortes, "The origin of planetary magnetic fields", 1997, ucl.ac.uk.
5. Frederic Jueneman, Raptures of the Deep, Des Plaines, IL: Research & Development Magazine, 1995, p. 121, 124.

6. Joseph H. Cater, The Ultimate Reality, Pomeroy, WA: Health Research, 1998, p. 163-6.

7. Harold Aspden, The Physics of Creation, 2003, haroldaspden.com, capítulo 8, p. 150-63.

8. W.R. Corliss (comp.), Science Frontiers: Some anomalies and curiosities of nature, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 235-7; William R. Corliss (comp.), Inner Earth: A search for anomalies, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1991, p. 147-51.

9. Science Frontiers, p. 235.
10. Paul LaViolette, Earth under Fire, Schenectady, NY: Starlane Publications, p. 188.

Enigmas al interior de la Tierra (4 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Continuación Parte B:

02. Teorías modernas
03. Lunas huecas


02. Teorías modernas

En 1906 apareció The Phantom of the Poles por William Reed (1), y en 1913 A Journey to the Earth's Interior de Marshall B. Gardner (2). Estas obras tuvieron mucha influencia sobre prácticamente todos los escritores siguientes e interesados en una Tierra hueca, y sobre la base de relatos por exploradores, Reed y Gardner concluyeron -de forma independiente- que en los polos Norte y Sur había enormes entradas al interior planetario. El primero de ellos sostuvo que la "cáscara" terrestre poseía un grosor de 1600 kms. y los diámetros en las aberturas austral y norte correspondían a 2400 y 1600 kms. respectivamente; por su lado, Gardner creía que dicha capa externa comportaba 1300 kms. y las oquedades extremas unos 2200. Como Symmes, Reed semejaba pensar que la luz solar brillante en esos resquicios sería suficiente para alumbrar el interior, mientras que su homólogo concibió un "sol central" de 960 kms. en magnitud. Al igual que Symmes, Gardner era evangélico y envió decenas de copias de su libro a académicos, legisladores, presidentes y reyes.

La Tierra según el concepto de Gardner.

Si en realidad existió un gran agujero polar, y si la superficie externa y convexa planetaria se curvara suavemente al interior hasta convertirse en una amplitud cóncava, en principio sería factible caminar o navegar desde fuera hacia dentro y a la inversa, siempre que sean erróneas las ideas convencionales sobre la gravedad. El punto más alto del borde en todo el agujero sería el "polo norte", implicando que la Estrella Polar estaría directamente por encima de un individuo parado en dicho sector. A medida que nos aproximamos a la orilla, un grado de latitud sería cada vez más corto, dando a los exploradores la impresión de que viajan mucho más allá de lo esperado.

Una gran cantidad de argumentos sobre amplios boquetes polares por Gardner y Reed son los mismos que Symmes visualizó; la mayoría de ellos es muy débil y algunos son claramente ridículos. Por ejemplo, Reed sostuvo que el aplanamiento de los polos (significando quizás para él que ellos eran realmente lisos) demostraba la presencia de un orificio, ya que esto disminuiría la redondez de la Tierra. Para explicar cómo se pudo crear la Tierra hueca y su "sol central", Gardner citó la Nebulosa del Anillo en la constelación Lyra, semejante a capas de gas que rodean una estrella, y creyó eventualmente que se contraería para crear un planeta con luz interna. A decir verdad, tales nebulosas eran llamadas "planetarias" en los textos astronómicos de entonces, por su gran semejanza a dichos astros cuando se apreciaban por telescopios de baja potencia. Sin embargo, la estrella central de la formación en Lyra es mucho más grande que cualquier planeta conocido, y la cobertura gaseosa circundante -con millones de kilómetros en extensión- se está ampliando y no presenta contracción, porque se trata del remanente de una supernova o estrella explotada. Gardner también pensó que la Nebulosa de Andrómeda estaba en las primeras fases de convertirse en un planeta, y hoy sabemos que la galaxia homónima es mayor que la Vía Láctea.

En 1906 Reed opinaba que el Polo Norte era desconocido pues no existía en la superficie, sino en el aire, y al centro de la abertura polar. Gardner, por otra parte, publicó su libro varios años después que aparentemente se hubiera alcanzado ese punto geográfico: el doctor Frederick A. Cook afirmó lograrlo en abril de 1908 y el comandante Robert E. Peary para abril del año siguiente. Sin embargo, Gardner enfatizó la amarga disputa entre ambos exploradores y sus partidarios (ver Parte C) sugiriendo que habían pasado semanas vagando perdidos en el borde del agujero polar, y que Peary en particular pudo haber tenido problemas para contar la verdad.

Tanto Reed como Gardner supusieron que el mundo interior poseía clima tibio y que el aire emanado por la abertura polar del septentrión era causa de que el Ártico fuera anormalmente cálido. Sin embargo, al seleccionar cuidadosamente ejemplos de exploradores que verificaron condiciones cálidas en ciertas zonas árticas, ambos tienden a ignorar el frío amargo que es mucho más frecuente. Se sabe bien que el clima en el Círculo Ártico varía bastante dependiendo de factores como latitud, proximidad del mar, elevación y topografía, y que las corrientes marinas cálidas alrededor de algunos litorales en ese lugar permiten la exuberancia de vida oceánica.

En el hemisferio norte la zona de temperatura más baja ("polo frío") se encuentra al este de Siberia, y varios cientos de kilómetros hacia el sur del Círculo Ártico, en una región muy distante de la influencia oceánica moderadora, donde se han registrado niveles de hasta -71° C. En Olekminsk, a unos 1100 kms. del océano más próximo, la temperatura llega hasta -60° C en invierno y 45° durante el verano, constituyendo así la mayor variación corroborada en todo el mundo, y asimismo el promedio anual se ubica en torno a los 0°. Las temperaturas más bajas de todo el año se encuentran en el interior de Groenlandia, con un promedio de -29° C, porque en contraste con el fino recubrimiento de hielo siberiano, el groenlandés nunca se derrite completamente en el periodo estival (3). El 5 de abril de 1969, Wally Herbert y su equipo de Expedición Transantártica determinaron que la temperatura en el Polo Norte era de -37,2° C, mostrando así que el "aire caliente" de Reed y Gardner debía estar soplando en la dirección equivocada para cuando difundieron sus teorías...

Dichos autores también propagaron la opinión de que existía un "mar abierto" en vez de un océano gélido al extremo norte. Esta idea fue apoyada por muchos exploradores del siglo XIX, pero se refutó por el viaje épico de Fridtjof Nansen en el navío Fram de 1893 a 1896, aunque Reed y Gardner lograron convencerse de lo contrario (ver Parte C).

Reed aducía que las lluvias de meteoros polares y el polvo o piedras encontrados en el hielo ártico eran "escombros de erupciones volcánicas" en la Tierra interior, y la nieve coloreada se debía a cantidades masivas de polen gracias al exuberante crecimiento de plantas y flores dentro del planeta. Gardner propugnó que los mamuts congelados descubiertos en Alaska y Siberia pertenecían a ese mundo ignoto; supuestamente murieron mientras buscaban comida, los atrapó el hielo de rápida congelación y luego fueron llevados al borde del resquicio por corrientes oceánicas. Según Marshall, el motivo para el buen estado de dichos cadáveres era su extinción reciente, pero muchos mamíferos se encontraron congelados en la tundra, a cientos de kilómetros del océano, y la gran mayoría no exhibe una preservación aceptable.

Reed y Gardner llamaron la atención sobre el hecho de que aves, osos polares, zorros y bueyes almizcleros en el Ártico habrían sido vistos emigrando al norte para el invierno, y a muchos exploradores esto les hacía pensar en la existencia de un continente cálido cercano a dicha área. Los autores creían que la comarca estaba realmente dentro del planeta, pero sus oponentes descartan las observaciones anómalas de desplazamiento animal como fragmentarias y poco fiables (4).

Los mencionados escritores especularon que el centro terrestre probablemente estaba poblado. Gardner sostuvo que era el hogar original de esquimales y todos los pueblos del este asiático, e incluso sugirió que la "posición ascendente y exterior" de los ojos chinos podía representar "un cambio del sitio ocular estándar, inducido por el hecho de que al interior [terrestre] el sol está siempre en el cénit". Terminaba exhortando a todos los patriotas para convencer al gobierno norteamericano de montar una expedición, con miras a colonizar el mundo interior, ya que esto "añadiría la página más gloriosa jamás escrita a la historia de Estados Unidos".

Gran parte de lo imaginado sobre la Tierra hueca durante el siglo XX es de poca relevancia o no tiene valor. Muchos argumentos por Reed y Gardner han venido citándose una y otra vez, mientras se ignoran en buena medida las conclusiones de travesías posteriores. Tal vez la obra más leída sobre el tema sea The Hollow Earth (1963) por el doctor Raymond Bernard -cuyo verdadero nombre era Walter Siegmeister (5)- y que reprocesa la mayoría de ideas más frágiles y absurdas para una Tierra hueca con "grandes aberturas polares". También múltiples exploradores caminaron o viajaron en trineo hasta los polos, se han hecho sobrevuelos y captado fotografías satelitales, y desde 1956 ha existido una base de tripulación permanente en el Polo Sur. Varias travesías cruzaron directamente por ambos extremos terrestres, y algunas se acercaron a diversos sectores de la Antártida para encontrarse en el punto correcto, pero aparentemente no existen descubrimientos sobre oquedades polares o al menos ninguna está señalada en mapas oficiales, lo cual es considerado por muchos "terrahuequistas" como evidencia de una "amplia conspiración internacional" (6).

En 1998 se dio a conocer el libro Hollow Planets de Jan Lamprecht (7), que trata de abordar el problema desde un ángulo más científico, pero él también cree en un encubrimiento masivo repecto a los mencionados agujeros, que probablemente miden 320 kms. y se alejan de los polos geográficos (ver Parte C). Al menos Lamprecht descarta que pueda verse una gran abertura septentrional en imágenes de satélite (8) que según algunos fueron "liberadas al público" antes que "las autoridades se percataran de la anomalía" y el material fuera "manipulado o suprimido". En su mayoría los "agujeros" resultan ser tormentas y corrientes de aire circulares momentáneas, y lo que es más, se encuentran en múltiples ubicaciones. Por ejemplo, una toma satelital muestra un ítem de casi 1500 kms. en diámetro sobre la península rusa de Kamchatka (imagen siguiente), y otra exhibe un rasgo de 1300 pasando por Groenlandia. Pero al parecer, algunos conspiracionistas no lo aceptan y prefieren creer en una entrada polar que cambia su tamaño y salta de un lugar a otro...

¿Un agujero polar? (9).


Referencias

1. William Reed, The Phantom of the Poles (1906), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1964, sacred-texts.com.

2. Marshall B. Gardner, A Journey to the Earth’s Interior or Have the Poles Really Been Discovered (2da ed., 1920), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1964, sacred-texts.com.

3. Isaac Asimov, The Ends of the Earth: The polar regions of the world, New York: Dutton, 1990, p. 158-60, 206.

4. Walter Kafton-Minkel, Subterranean Worlds: 100,000 years of dragons, dwarfs, the dead, lost races & UFOs from inside the earth, Port Townsend, WA: Loompanics Unlimited, 1989, p. 66.

5. Raymond Bernard, The Hollow Earth (1964, New York: Carol Paperbacks, 1991, edición revisada; Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1977, ourhollowearth.com.

6. Por ejemplo, Brinsley Le Poer Trench, Secret of the Ages: UFOs from inside the earth, St Albans, Herts.: Panther, 1976; William L. Brian II, Moongate: Suppressed findings of the U.S. space program, The NASA-military cover-up, Portland, OR: Future Science Research Publishing Co., 1982; Mark Harp, "A case for the hollow earth theory", Nexus, diciembre 1994-enero 1995, p. 35-41; Joseph H. Cater, The Ultimate Reality, Pomeroy, WA: Health Research, 1998, p. 88-99; Alec Maclellan, The Hollow Earth Enigma, London: Souvenir Press, 1999; Sadek Adam, Hollow Earth Authentic, Pomeroy, WA: Health Research, 1999.

7. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998 (hollowplanets.com).

8. Ibídem, p. 365-73.
9. pixabay.com; v-j-enterprises.com.


​03. Lunas huecas

Aunque no hay interés en la ciencia ortodoxa a propósito de una Tierra hueca, sí ha existido cierta especulación sobre lunas de igual característica. En 1959 el especialista soviético Iosif Shklovsky planteó que la aceleración de Fobos (luna interior de Marte) era tan grande que debía ser hueco, considerando además la fuerza de arrastre y su masa calculadas, dejando entrever que podría tratarse de un cuerpo artificial. Sin embargo, descartó su teoría más tarde pues dicha aceleración resultó ser menor y su modelo atmosférico incorrecto (1).

A mediados de la década '70, Mikhail Vasin y Alexander Shcherbakov, estudiosos de alto nivel, sugirieron que la Luna era parcialmente hueca, y al no aceptar que podría ser naturalmente vacía, sostuvieron que fue cavada hasta cierto punto por una civilización extraterrestre, para convertirla en una enorme nave espacial próxima a nuestro planeta; esta hipótesis luego fue ampliada por Don Wilson (2).

Uno de los argumentos por ambos científicos era que la posibilidad de que la Tierra capturara a su "compañera" por accidente es extremadamente pequeña, y aún son más remotas las chances de que esto tenga como resultado una órbita circular como la de nuestro satélite natural. Otros aspectos son que la densidad (teórica) lunar es mucho menor que la terrestre (3,3 frente a 5,5 g/cm3); los cráteres lunares, incluso aquellos de 160 kms. o más de extensión, tienen sólo dos o tres en profundidad, mientras que el más grande debía tener un fondo de 38-48 kms.; el calado consistentemente inferior de los cráteres (la mayoría supuestamente generada por impactos de meteoritos) fue consecuencia de que la Luna tenía una capa de 30 kms. de "blindaje metálico" bajo el estrato externo/rocoso de 4 kms. en espesor; y también cuando los módulos lunares y las partes empleadas de cohetes se hicieron chocar contra la Luna, ésta sonó como una campana o enorme esfera hueca por hasta cuatro horas; incluso las ondas de choque al comienzo eran muy pequeñas hasta llegar un máximo, y al final desaparecieron, lo cual fue completamente inesperado (3).

El 20 de noviembre de 1969, el módulo Apolo 12 fue enviado a estrellarse contra la superficie lunar, causando que el astro resonara durante una hora. Este registro fue obtenido por los sismómetros dejados en la superficie, y la reverberación prolongada de las ondas de choque se atribuyó a la naturaleza extremadamente seca de la roca lunar (4).

De acuerdo con más informaciones, varios científicos señalan que el interior selenita es hueco, aunque esa probabilidad no se ha tomado muy en serio. Por ejemplo, en 1962 G. McDonald, especialista de la NASA, escribió en Astronautics: "Si se reducen los datos astronómicos, éstos exigen que el interior de la Luna sea menos denso que las partes exteriores. De hecho, parece ser que ella es más vacía que una esfera homogénea" (5), pero McDonald no acogió esta inferencia y supuso que cualquiera de los datos o cálculos debían estar equivocados. En 1974 S.C. Solomon del MIT afirmó que un estudio del campo gravitacional lunar señalaba que el astro podía presentar oquedades, y concluyó así su análisis publicado en The Moon, An International Journal of Lunar Studies: "Los experimentos del Lunar Orbiter mejoraron enormemente nuestro conocimiento sobre el campo gravitatorio de la Luna (...) que indica la aterradora posibilidad de que podría ser hueca" (6). Se produjeron varios modelos lunares sobre la base de datos sísmicos, y en 1974 Science News informó que "algunos de estos prototipos han hecho parecer a la Luna bastante extraña, como por ejemplo una bola vacía de titanio" (7).

Mediante aplicación de "técnicas sismológicas avanzadas" a los datos de la "era Apolo", los científicos ahora han concluido que la Luna tiene un núcleo similar al de la Tierra, con un centro sólido y rico en hierro, y otro externo y fluido, principalmente compuesto por hierro líquido (8).


Referencias

1. W.R. Corliss (comp.), The Moon and the Planets, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1985, p. 227.

2. Don Wilson, Our Mysterious Spaceship Moon, London: Sphere Books, 1976; Don Wilson, Secrets of our Spaceship Moon, London: Sphere Books, 1980.

3. Tim Cullen, "Liesegang cavities: 2-The ringing moon", 28 de julio de 2015, malagabay.wordpress.com.

4. Hamish Lindsay, "ALSEP: Apollo Lunar Surface Experiments Package, 19 November 1969-30 September 1977", Apollo Lunar Surface Journal, 2010, hq.nasa.gov.

5. Citado en Secrets of our Spaceship Moon, p. 95.
6. Ibídem, p. 97.
7. Ibídem, p. 145.
8. "NASA research team reveals moon has earth-like core", 1 de junio de 2011, nasa.gov.

4 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (3 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Contenidos Parte B:

01. Primeras teorías


Parte B: Hipótesis de la Tierra hueca

01. Primeras teorías

Desde la revolución científica, un pequeño número de estudiosos notables ha propuesto la posibilidad de una Tierra hueca. Uno de los primeros fue el célebre astrónomo y matemático inglés Sir Edmond Halley (1656-1742), quien calculó que los cometas avistados en 1531, 1607 y 1682 eran el mismo objeto (ahora bautizado en su honor) y volvería en 1758. Halley sostuvo que la Tierra poseía una corteza externa de unos 800 kms. en espesura, y un interior hueco con tres esferas concéntricas más pequeñas del tamaño aproximado de Venus, Marte y Mercurio, cada una separada por 800 km. de atmósfera. El autor pensó que la "bola" más pequeña formaba un núcleo sólido, especulando que los globos internos podrían estar habitados pues "todas las partes de la Creación abundan en seres animados"; asimismo, la luz podía producirse de varias maneras: mediante una atmósfera luminosa, por los lados interiores de esas esferas o posibles "soles pequeños" dentro de la Tierra (1).

El principal argumento de Halley se basó en un estudio sobre variaciones en la brújula magnética, llevándole a creer que la Tierra tenía dos pares de polos homónimos (situados en Spitzbergen y al sur de las Américas): uno estacionario y otro que se movía lentamente al oeste. Para explicarlo, aseveró que las posiciones estáticas se hallaban incrustadas en la esfera planetaria externa, mientras que las móviles permanecían en un globo interior que gira un poco más lento que el primero. Otra de sus razones se fundamenta en cifras incorrectas contenidas en los Principia de Newton (1687). Según Halley, suponiendo que la masa terrestre es 26 veces la de la Luna y que la densidad de ésta última es mayor a nuestro planeta (proporción 9:5), los 5/9 del volumen terrestre deben representar una "cavidad" para igualarse en compactación con su satélite natural. No obstante y de acuerdo con cálculos modernos, la masa de la Tierra equivale a 81 veces la de aquél, y también ella es 1,67 veces más densa.


Arriba: retrato de un Halley octogenario, sosteniendo su dibujo de la Tierra hueca. Debajo: esquema ilustrativo (1692).

Edmond presentó dicha teoría a la Royal Society en 1691 y fue publicada al año siguiente. Concitó mucho interés y tuvo varias reimpresiones durante el siglo XVIII y principios del XIX, aunque se encontró con posturas disímiles:

"El puritano estadounidense Cotton Mather admiraba la noción de Tierra hueca por Halley y la incluyó en su libro The Christian Philosopher. William Whiston, matemático y clérigo que sirvió como asistente de Newton y luego sucesor como docente lucasiano en Cambridge, no sólo aceptó la teoría de Halley, sino que creía además que el Sol y otros cuerpos celestes y cometas estaban habitados por su oquedad. Por otro lado, la mayoría de miembros en la naciente comunidad científica respondió con menos entusiasmo. Newton, por ejemplo, nunca incorporó la noción de Tierra hueca en ediciones posteriores del Principia, sin duda porque reconoció el error en su estimación de densidad lunar y la redujo" (2).

Halley nunca abandonó su hipótesis. En 1716 aseveró que las impresionantes apariciones de auroras boreales eran causadas por vapores luminosos originados al interior planetario, a través de la corteza relativamente fina en las regiones polares, y en un retrato de él como Astrónomo Real, pintado en 1736, se lo ve empuñando su famoso dibujo.

Según algunos investigadores, Leonhard Euler (1707-1783), célebre matemático y físico suizo, especuló que la Tierra comportaba un interior hueco en cuyo centro existía un pequeño núcleo brillante, a modo de "sol en miniatura" para los hipotéticos pobladores del mundo interno (3), pero el caso es que no hay escritos conocidos donde Leonhard presente tales ideas (4). No obstante, sí discutió un experimento filosófico acerca de la gravedad, en el cual se cavaba un agujero de un lado a otro de la Tierra, y concluye que la gravitación atrae a todos los cuerpos hacia el corazón terrestre; su intensidad aumenta en la superficie y disminuye a medida que nos movemos hacia arriba desde aquélla, o hacia abajo en dirección al núcleo planetario, llegando a nivel cero en este nivel (5). Euler se refiere a la teoría por Halley de que la Tierra posee cuatro polos magnéticos y que existe "una doble piedra angular en las entrañas" del planeta, pero describe la hipótesis como una "conjetura más bien audaz" y favorece la noción (moderna) de que hay sólo dos extremos magnéticos (6). La primera persona que conectó a Euler con la Tierra hueca parece haber sido James McBride en un libro de 1826, que promueve la inferencia homónima por John Symmes (7; ver más abajo).

Sir John Leslie (1766-1832), físico y matemático escocés, creía que si la Tierra fuera del todo sólida, sería inimaginablemente más densa de lo aceptado, y elaboró esa idea a partir de sus opiniones sobre la compresibilidad de materia bajo gravitación; a diferencia de muchos otros científicos, pensaba que el agua era compresible, y por lo tanto propuso que el planeta debía ser hueco, cuya corteza o "cáscara" era sólo una proporción muy pequeña de su diámetro, y que la "vasta cavidad subterránea" no era un vacío absoluto, sino que estaba lleno de "la esencia etérica más pura, o luz en su nivel más concentrado" (8). Contrariamente a lo que algunos escritores opinan, Leslie nunca dijo que esa región soterrana incluyera dos soles llamados "Plutón" y "Proserpina" (9), y asimismo no obtuvo ningún apoyo de colegas científicos para sus ideas, pero la novela clásica Viaje al centro de la Tierra por Julio Verne (1864) se inspiró parcialmente en ellas.

Ilustración basada en la obra Viaje al centro de la Tierra (rou-g.deviantart.com).

Desde entonces, el concepto de "Tierra hueca" ha recibido poco interés de los científicos, pero hubo excepciones ocasionales. En 1892 C. Lapworth escribió:


"(...) por todas partes encontramos evidencias de aplastamiento simétrico de la corteza terrestre por esfuerzos tangenciales, y también pruebas de que diferentes capas en aquélla han sido afectadas en modo diferido y los estratos externos presentan el mayor pliegue. Al parecer no estamos tratando con un globo sólido, sino una cáscara globular compuesta por muchos niveles.

¿No es posible acaso que nuestra Tierra sea una cáscara hueca, o una serie de coberturas concéntricas, en cuya superficie la gravedad es máxima y prácticamente inexistente en su interior más profundo? ¿No puede ser éste también el caso del Sol, mediante cuyos remolinos de manchas podemos mirar en su interior vacío?" (10).

En 1818 el capitán John Cleves Symmes (1780-1829) propuso que la Tierra consistía en un revestimiento externo de aproximadamente 1600 kms. de grueso y un interior hueco, incluidas enormes aberturas en los polos: 6400 kms. en el norte y 9600 para la región austral. La refracción de luz solar filtrada a través de estos agujeros supuestamente permitía que todo el mundo interior disfrutara de luminosidad perpetua. Al principio Symmes planteaba que dentro de la cáscara externa y sólida había varios globos interiores y homocéntricos, todas habitables en sus superficies cóncavas y convexas, pero más tarde adoptó la idea más simple de una sóla esfera vacua y aseveró que todos los cuerpos celestes tenían una estructura similar (11).

Diagrama por Symmes de la Tierra hueca, mostrando una esfera interna (12).

Es difícil ver cómo un planeta recién formado podría convertirse en una serie de esferas concéntricas, pero Symmes interpretó los anillos de Saturno y los cinturones nubosos en Júpiter como evidencias de su postulado. Sus argumentos en favor de las gigantescas aberturas polares tampoco eran muy convincentes, citando el supuesto clima anormalmente cálido en esas regiones, y creía que no había hielo más allá de cierta latitud. También invocó la supuesta migración hacia el norte de aves y animales polares, el comportamiento errático de la brújula cerca de los polos y la aurora boreal, que pensaba era originada por rayos solares que se reflejaban en océanos internos y emergían a través de las mencionadas oquedades. Añadía que los exploradores probablemente habían navegado a cierta distancia sobre el borde de las aberturas, pero no lo suficiente para darse cuenta de su ubicación. Sus críticos replicaron que una persona en el mundo interior casi no tendría peso, y que la fuerza centrífuga producida por la rotación terrestre haría poco para compensar la atracción hacia arriba ejercida por gran parte del resto del globo; sin embargo, Symmes rechazaba la física newtoniana y sugirió que la gravedad era una fuerza de impulso ejercida por partículas ínfimas, huecas y eterizadas.

El agujero gigante de acuerdo con Symmes.

Symmes desempeñó un rol importante al masificar el concepto de una "Tierra hueca" en Estados Unidos, pero sus relatos sobre "enormes aberturas polares" le valieron amplias bufonadas. Las alusiones al tópico eran frecuentes en la década de 1820, y si alguien desaparecía repentinamente, el comentario solía ser "esperemos que haya ido al agujero de Symmes". John Cleves anunció que estaba listo para dirigir una expedición al mundo interior, siendo sus únicos términos "el patrocinio de este y el nuevo mundo", y así dedicó la empresa a sus esposa y diez hijos. En al menos nueve oportunidades se presentaron y debatieron solicitudes firmadas por cientos de acólitos de Symmes ante el Parlamento con miras a financiar tal periplo, pero sin éxito. Sin embargo, el entusiasmo por estas ideas parece haber sido responsable en gran parte por el viaje norteamericano de 1838-1840, el primero en determinar que la Antártica tenía dimensiones continentales.

Mientras Symmes aparentemente era el primer individuo en tiempos modernos que se refería a aberturas polares conducentes a una Tierra hueca, hubo ecos de ello en los escritos de varios autores durante el siglo XVII. Por ejemplo, en Mundus Subterraneus (1665) el jesuita Athanasius Kircher (1602-1680) reunió conocimientos y especulaciones alusivos al corazón planetario, y el libro se convirtió en una gran atracción editorial entre círculos científicos (13). Basándose en obras medievales, Kircher afirmó que los océanos septentrionales fluyen a través de cuatro canales hacia un mar polar abierto, y entran en un gran remolino del Polo Norte; luego pasaban por un sistema de ríos y embalses dentro de la Tierra y finalmente salían por el extremo sur. Incluso comparó esta descripción con el sistema digestivo humano y la recién descubierta circulación sanguínea. También Kircher creía que el interior terrestre incluía una red de canales y cámaras llenos de fuego y lava, mientras que otras grutas subterráneas y pasadizos eran hogar de gigantes, dragones, espíritus y demonios.

Diagrama de Kircher que muestra los océanos absorbidos en una abertura del Polo Norte.

En 1871 se publicó The Hollow Globe (14), escrito por William F. Lyon, basado en información canalizada a través del clarividente M.L. Sherman. El tema central del libro es que la Tierra constituye una esfera hueca, con un recubrimiento de entre 50 y 65 kms. en espesura, y que la superficie intestina es un "mundo hermoso" en una condición más desarrollada que el exterior, siendo accesible por una apertura en forma de espiral situada en el "mar polar abierto e inexplorado". Se dice también que la superficie interna y cóncava del planeta es habitable. El libro presenta varios argumentos contra la entonces teoría dominante de que, bajo su fina corteza, la Tierra estaba llena de lava fundida, y además declaró que los poderes espirituales o "constructores del mundo" hicieron todos los planetas huecos, porque esa es la forma más simple y económica que proporciona la mayor cantidad de fuerza compatible con una menor cantidad de material.

El libro de Lyon y Sherman fue comentado en la revista The Theosophist hacia julio de 1884 (15). El artículo está sin firmar, lo que implica que fue compuesto -o por lo menos aprobado- por Helena Blavatsky, su editora. La revisión indica que el escrito muestra un alto grado de inteligencia y el "espíritu" que lo inspiró fue probablemente uno de los Adeptos implicados en la fundación de la Sociedad Teosófica. Concluye que "al igual que otras obras de carácter similar, este libro apareció antes que el mundo tenga la madurez suficiente para comprenderlo, y en consecuencia es conocido y apreciado sólo por relativamente pocos". El revisor manifiesta la esperanza de que Lyon cumpliera su deseo de ingresar a las entrañas planetarias, "y si no es en su presente encarnación, será en la siguiente como miembro de la Sexta Raza, cuyos precursores ya han aparecido en la superficie exterior de nuestro globo hueco".

Otro libro destacado es Etidorhpa or The End of Earth por John Uri Lloyd (Etidorhpa es "Aphrodite" al revés), publicado en 1895 (16). Concebido en forma de novela -pues se trata de una historia dentro de otra-, parece implicar cierta cantidad de información científica y esotérica. La Tierra se representa como hueca, con una capa exterior de 1280 kms. de grueso (ciertamente más plausible que la cifra dada por Lyon y Sherman, e incluso algunos "terrahuequistas" sugieren 1600, 3200 kms. o más). Se dice que esta capa es abovedada con cavernas y alberga extensos tipos de vida vegetal y animal. A cierta profundidad la Tierra comenzaría a generar su propia luz, y Lloyd señaló asimismo que la gravedad se elevaba a 16 kms. bajo el nivel marino y luego disminuye constantemente, alcanzando cero en la "esfera de descanso", a 1120 kms. bajo la superficie externa y 160 de la interior. No se ofrecen detalles sobre los ámbitos o círculos internos, pero sí implica que son habitables.

En su obra que desacredita la Tierra hueca, Kafton-Minkel describe Etidorhpa como una obra especial y la más destacada novela del mundo interior (17). El texto fue comercializado por la Sociedad Teosófica Point Loma, y apareció el siguiente aviso en su revista Theosophy, mayo de 1896 (p. 62): "Uno de los libros más fascinantes que ha aparecido durante años es Etidorhpa. Es una ficción del tipo más científico, llena de hechos y teorías para el ciudadano promedio, y una veta de ocultismo serio recorre sus 360 páginas. El autor (...) es uno de los químicos más conocidos en EE.UU. y su libro ha despertado un maravilloso interés entre especialistas y literatos. Es seguro decir que ningún texto parecido ha hecho reflexionar con seriedad a tantos en varios años. Tendrá un interés adicional para los miembros de la S.T. debido a las muchas ilustraciones por J. Augustus Knapp de Cincinnati, uno de nuestros comprometidos miembros".

Callum Coats llama la atención sobre los importantes datos en Etidorhpa sobre el funcionamiento de manantiales y pozos artesianos (18) y comenta: "(...) de acuerdo con todas las demás estructuras celulo-globulares, la Tierra puede ser más hueca de lo que pensamos, lo cual puede ser un motivo de su reverberación cuando se liberan descargas sísmicas, y considerando que los cuerpos sólidos no lo hacen tan fácilmente" (19).


Referencias

1. Edmond Halley, "An account of the cause of the change of the variation of the magnetical needle, with an hypothesis of the structure of the internal parts of the earth", Philosophical Transactions, v. 16, 1692, p. 563-78, us.archive.org; N. Kollerstrom, "The hollow world of Edmond Halley", Journal for History of Astronomy, v. 23, 1992, p. 185-92, dioi.org; Walter Kafton-Minkel, Subterranean Worlds: 100,000 years of dragons, dwarfs, the dead, lost races & UFOs from inside the earth, Port Townsend, WA: Loompanics Unlimited, 1989, p. 52-4.

2. Duane Griffin, "What curiosity in the structure: the hollow earth in science", p. 9 (en Hanjo Berressem, Michael Bucher y Uwe Schwagmeier (editores), "Between Science and Fiction: The hollow earth as concept and conceit", Münster: LIT Verlag, 2012, p. 3-33).

3. Subterranean Worlds, p. 55.
4. Ed Sandifer, "Euler and the hollow earth: fact or fiction?", abril de 2007, eulerarchive.maa.org.

5. "Letters of Euler on Different Subjects in Natural Philosophy". Dirigidas a una princesa alemana, vol. 1, 1833, cartas XLIX y L, p. 176-82, us.archive.org.

6. "Letters of Euler on Different Subjects in Natural Philosophy". Dirigidas a una princesa alemana, vol. 2, 1835, carta LIX, p. 203-7, archive.org.

7. James McBride, Symmes’s Theory of Concentric Spheres; demonstrating that the earth is hollow, habitable within, and widely open about the poles, 1826, p. 132-3, archive.org; David Standish, Hollow Earth: The long and curious history of imagining strange lands, fantastical creatures, advanced civilizations, and marvelous machines below the earth’s surface, Cambridge, MA: Da Capo Pres, 2006, p. 48.

8. John Leslie, Elements of Natural Philosophy, Including Mechanics and Hydrostatics, 2da ed., 1829, p. 449-53, archive.org; Griffin, "What curiosity in the structure: the hollow earth in science", p. 9-10.

9. Subterranean Worlds, p. 55.
10. C. Lapworth, "The heights and hollows of the earth’s surface", Proceed. R. Geogr. Soc., v. 14, 1892, p. 688-97 (p. 697).

11. McBride, "Symmes’s Theory of Concentric Spheres", archive.org; Subterranean Worlds, p. 56-73; Joscelyn Godwin, Arktos: The polar myth in science, symbolism, and Nazi survival, Grand Rapids, MI: Phanes Press, 1993, p. 109-12; Duane A. Griffin, "Hollow and habitable within: Symmes’s theory of earth’s internal structure and polar geography", Physical Geography, v. 25, n° 5, 2004, p. 382-97, facstaff.bucknell.edu; Standish, Hollow Earth, p. 39-84.

12. Capitán Adam Seaborn (C.J. Symmes), Symzonia: A voyage of discovery, 1820, xroads.virginia.edu.

13. Arktos, p. 106-8; Subterranean Worlds, p. 50-2; Standish, Hollow Earth, p. 21-4.
14. M.L. Sherman y William F. Lyon, The Hollow Globe; or the World’s Agitator and Reconciler. A treatise on the physical conformation of the earth, Chicago: Religio-Philosophical Publishing House, 1871 (Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1971); 2da ed., 1876.

15. "The Hollow Globe. By M.L. Sherman", The Theosophist, v. 5, n° 10, p. 251-4, julio de 1884.

16. John Uri Lloyd, Etidorhpa or the End of Earth, Cincinnati: Robert Clarke Company, 1895, 11ava ed. 1901; reimpreso por Mokelumne Hill, CA: Health Research (healthresearchbooks.com), 1983; y Kila, MT: Kessinger (kessinger.net), sin fecha.

17. Subterranean Worlds, p. 265-70.
18. Callum Coats, Living Energies: An exposition of concepts related to the theories of Viktor Schauberger, Bath: Gateway Books, 1996, p. 133-4.

19. Ibídem, p. 86.

2 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (2 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Contenidos (final Parte A):

03. Masa, densidad y velocidad sísmica
04. Terremotos profundos
05. Geomagnetismo 


03. Masa, densidad y velocidad sísmica

Si el corazón de la Tierra fuera homogéneo, o compuesto de materiales con las mismas propiedades, las ondas sísmicas se desplazarían en línea recta a una rapidez constante. En realidad, ellas alcanzan sismómetros lejanos más pronto de lo que ocurriría si el planeta tuviera uniformidad, y cuanto mayor sea la distancia, mayor es la aceleración, implicando que las oscilaciones recibidas en estaciones apartadas han circulado más rápido. Dado que las ondas sísmicas no sólo se mueven por la superficie, sino también a través del cuerpo planetario, la curvatura de éste resultará claramente en el emplazamiento de terminales más lejanas a un foco sísmico, captando ondas que han pasado mediante profundidades mayores en la Tierra. De esto se infiere que la velocidad de ondulaciones telúricas se intensifica con la hondura, debido a cambios en los rasgos de la materia terrestre. Si las ondas se incrementan de modo constante con mayor profundidad, seguirán caminos que se curvan hacia la superficie, y si se ralentizan por la causa contraria, adoptarán trayectorias curvadas hacia abajo.

La rapidez sísmica en distintos medios depende no sólo de la espesura en la sustancia, sino también sus propiedades elásticas, es decir, rigidez (módulo de cizallamiento) e incompresibilidad (módulo de volumen). En el caso de sólidos y líquidos, no existe correlación entre la velocidad de onda sonora y densidad (1). Estos son algunos ejemplos de metales:


Por otro lado, en los gases sí existe vínculo entre compactación de materiales y velocidad sísmica: la segunda disminuye al acrecentarse la primera.

De acuerdo con fórmulas de cálculo aplicables*, la rapidez de ondulaciones sísmicas es más lenta a mayor densidad en las rocas por donde pasan, siempre que las propiedades flexibles de éstas permanezcan constantes. Como dichas vibraciones aceleran con la profundidad, ello implicaría que la compactación desciende; sin embargo, los científicos están convencidos del fenómeno contrario. Para resolver el problema, simplemente asumen que las propiedades elásticas cambian a una velocidad que compensa con creces el alza de la densidad. Un manual de geología señala:

"Puesto que la solidez planetaria aumenta con la profundidad, se esperaría más lentitud en las ondas a medida que la segunda se intensifica. Entonces, ¿por qué las oscilaciones P y S aceleran al ahondar más? Esto sólo puede ocurrir porque la incompresibilidad y rigidez de la Tierra ascienden más rápidamente con la hondura que el crecimiento en la densidad" (2).

Así, los geofísicos simplemente ajustan los valores de rigidez e incompresibilidad para calzarlos con sus preconcepciones respecto a la distribución de densidad y rapidez dentro de la Tierra. En otras palabras, sus argumentos son circulares.


*Velocidad onda P = √ [(K + 4/3 μ)/ρ], velocidad onda S = √ (μ/ρ), donde K = módulo de compresibilidad (incompresibilidad), μ = módulo de cizalladura (rigidez) y ρ = densidad. En un fluido, la rigidez desaparece y las ondas S no pueden propagarse.

Los resultados en el pozo de Kola determinaron mixtura significativa en la composición y densidad de rocas, velocidades sísmicas y otras cualidades. En general, la porosidad y presión líticas aumentaron con la profundidad, mientras que la solidez aminoró y las aceleraciones sísmicas no mostraron tendencias diferentes (3); también en el sitio de Oberpfälz la densidad y velocidad sísmica no mostraron propensión distinta con el aumento del fondo (4). Muchos científicos creen que a mayor calado, la supuesta acrecencia de presiones y temperaturas conducirá a mayor homogeneidad y los hechos se aproximarán más a los modelos actuales, pero esto no es más que un artículo de fe.


Densidad y velocidades sísmicas de acuerdo con la profundidad, según el modelo estándar de la Tierra.

La convicción entre los especialistas de que la densidad se acentúa con el fondo está basada en su creencia de que, por causa del peso acumulado de rocas superpuestas, la presión debe ascender en camino al centro terrestre, donde se cree alcanza 3,5 millones de atmósferas (en la superficie es de una atmósfera). También piensan conocer cuánto sube la densidad lítica hacia el corazón del planeta, pues "han determinado con exactitud" la masa planetaria (5,98 x 1024 kg.) y por lo tanto su densidad promedio (5,52 g/cm3). Dado que las rocas corticales -las únicas que se pueden muestrear directamente- tienen compacidad promedio de sólo 2,75 g/cm3, se concluye que las capas líticas profundas deben ser mucho más espesas. En el centro de la Tierra, la densidad supuestamente alcanza 13 g/cm3.

Pari Spolter pone en duda este modelo:

"Cerca del 71% de la superficie planetaria está cubierta por océanos a una profundidad media de 3795 mts. y un promedio en consistencia de 1,02 g/cm-3. El espesor medio cortical es 19 kms. y la densidad común en la corteza media corresponde a 2,75 g/cm-3. A partir de los estudios sobre el tiempo de recorrido para ondas sísmicas, los geofísicos han diseñado una esquema estratificado sobre el interior de la Tierra. Actualmente no se conoce con exactitud el cálculo de la distribución en densidad sólo a partir de datos sísmicos. Para llegar a una consistencia media de 5,5 se idearon modelos planetarios que establecen valores progresivamente más altos para las zonas internas del planeta (...)".

"Excepto para el océano y la corteza, no hay mediciones directas en la densidad de capas internas. El prototipo actualmente aceptado es ilógico respecto a la ley de sedimentación en una centrífuga. La Tierra ha estado girando durante casi 4,5 mil millones de años, y al momento de su formación se hallaba licuada y rotó con más velocidad que hoy. La mayor densidad de materia debería haber migrado a las capas externas, y excepto para el núcleo interno (...) la solidez en los estratos restantes debe ser inferior a 3 g/cm-3.

Además, los elementos pesados son raros en el Universo. ¿Cómo podría concentrarse en el interior de la Tierra tanto número de materiales, y con tan baja abundancia estelar?" (5).

Las cifras establecidas para masas y densidades de todos los planetas, estrellas, etc. son puramente teóricas; nadie los ha colocado jamás en una balanza ni pesado. El volumen de cuerpos celestes puede calcularse a partir de la llamada forma newtoniana de la tercera ley por Kepler, que establece que la proporción del cubo en la distancia media (r) de cada planeta al Sol, al cuadrado de su período rotatorio (T, es siempre el mismo número (r3/T2 = constante). La variante de Newton para dicha norma supone que r3/T2 es igual a la masa inerte del cuerpo multiplicada por la constante gravitatoria, y dividida por 4π2 (GM = 4π2r3/T2). Incluso si son correctos los guarismos convencionales para la masa total y densidad planetarias promedio, el modelo de la Tierra prevaleciente puede tener muchos errores pues nadie sabe con certeza qué tipo de materia existe en su centro.

El Devil´s Dictionary define la gravitación como "la tendencia de todos los cuerpos a acercarse entre sí con una fuerza proporcional a la cantidad de materia que contienen, y ésta última se determina mediante la fuerza de su tendencia a aproximarse entre sí". Tal es la lógica circular que subyace en la teoría estándar. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el peso es siempre una medida relativa, porque una masa sólo puede pesarse en relación con otra masa. El hecho de que las velocidades observadas en satelitales artificiales coincidan con las predicciones generalmente se toma como evidencia de que los fundamentos de la hipótesis newtoniana deben ser "exactos". Por otro lado, la fuerza gravitatoria neta no necesita ser directamente proporcional a la masa inerte, pues existen muchas pruebas de que aspectos como el giro y la carga pueden modificar las propiedades gravitatorias de un cuerpo (6).


Referencias

1. David R. Lide (editor), CRC Handbook of Chemistry and Physics, Boca Raton, FL: CRC Press, 1996, p. 14-34.

2. A. McLeish, Geological Science, Walton-on-Thames, Surrey: Thomas Nelson & Sons, 1992, p. 122.

3. N.I. Pavlenkova, "The Kola superdeep drillhole and the nature of seismic boundaries", Terra Nova, v. 4, 1993, p. 117-23.

4. E. Huenges, J. Lauterjung, C. Bücker, E. Lippmann y H. Kern, "Seismic velocity, density, thermal conductivity and heat production of cores from the KTB pilot hole", Geophysical Research Letters, v. 24, 1997, p. 345-8.

5. Pari Spolter, Gravitational Force of the Sun, Granada Hills, CA: Orb Publishing, 1993, p. 117-9.


​04. Terremotos profundos

La mayoría de terremotos es superficial -a no más de 20-25 kms. bajo el suelo- y acontecen cuando las rocas se fragmentan por estrés creciente. Los seísmos a profundidades mucho mayores plantean un gran desafío al modelo terrestre ortodoxo, pues por debajo de unos 60 kms. las rocas deben ser tan calientes y compactas que se vuelven dúctiles; en lugar de romperse catastróficamente bajo tensión, deben experimentar deformación o flujo plástico. Sin embargo, el 30% de los sismos se genera en fondos mayores a 70 kms., y se han registrado algunos en hasta 700. La mayoría de terremotos con centro profundo ocurren en las "zonas Benioff", y estas áreas de fallas profundamente arraigadas suelen etiquetarse como "zonas de subducción", donde las losas de litosfera oceánica supuestamente se hunden en el manto, si bien hay pruebas abundantes que contradicen esta hipótesis (1). Sin embargo, algunos terremotos hondos han sacudido Rumanía y el Hindukush donde no existen semejantes regiones. Se ha propuesto una variedad de explicaciones para temblores a gran hondura, pero son todos polémicos (2), y como dice un libro moderno:

"La existencia de eventos profundos fue un descubrimiento sorprendente, porque las altas presiones y temperaturas que existen a ese nivel deben provocar que la mayoría de materiales se deforme plásticamente, sin la repentina falla frágil que causa terremotos someros en la corteza. Aún hoy el mecanismo físico para ellos no está bien comprendido y es fuente continua de controversia" (3).

La radiación de terremotos hondos es similar a los de poca profundidad. Solía decirse que los primeros eran continuados por menos réplicas que los superficiales, pero existen indicios de que muchos sismos secundarios son difíciles de localizar y hay mucha más actividad a tales profundidades de lo que se piensa. El hecho de que los sismos profundos comparten varias características con eventos someros insinúa que pueden ser causados por mecanismos parecidos; sin embargo, la mayoría de geofísicos es incapaz de sostener el concepto de que la Tierra podría ser rígida a dicho nivel. Una excepción es E.A. Skobelin, quien señala la conclusión lógica de que, como los terremotos de centro profundo no pueden originarse en material plástico y deben estar vinculados a algún tipo de estrés en roca sólida, la litosfera rígida se extendería hacia fondos de incluso 700 kilómetros (4).

En Bolivia, el 8 de junio de 1994 se generó uno de los mayores terremotos profundos del siglo XX, con magnitud 8,3 en la escala Richter y a 640 kms. bajo la superficie. Hizo que todo el suelo retumbara a lo largo de meses, y cada aproximadamente 20 minutos todo el planeta se expandió y contrajo en una pequeña cantidad. Un rasgo significativo de dicho sismo fue que se extendía horizontalmente a través de un plano de 30 por 50 kilómetros dentro de la "losa subductiva", y esto opugna la idea de que esos eventos se producen por olivino en el "centro frío" de una losa convertida repentinamente en espinela, durante una reacción descontrolada cuando la temperatura sube por encima de 600° C. También subvierte el concepto de que la gravedad aumenta con la profundidad, porque en este caso el movimiento a tales profundidades debiera ser casi vertical (5). Parece que algo anda muy mal con las teorías científicas sobre lo que existe y está sucediendo en lo profundo de la Tierra.

La aceleración gravitacional es de 9,8 m/s2 en la superficie planetaria, y el consenso predominante es que se eleva a un máximo de 10,4 m/s2 en el límite núcleo-manto (2900 kms.), antes de caer a cero en el centro de la Tierra, pero no todos los geocientíficos están de acuerdo. Skobelin asevera que la fuerza de gravedad normal dirigida hacia abajo puede reemplazarse por un empuje inverso y ascendente, a profundidades de 2700 hasta 4980 kms., y que el guarismo ampliamente aceptado de 3500 kilobares para la presión en el centro puede ser un orden de magnitud demasiado alto (6).

Los terremotos y volcanes tienden a concentrarse a lo largo de algunas fallas principales en la corteza terrestre. El hecho de que ocurre actividad geológica intensa y longitudinal en estos "límites de placas" suele considerarse como uno de los grandes "éxitos" de la teoría tectonista, pero es precisamente la elevada incidencia de terremotos y actividad volcánica que llevó a los geólogos a clasificar dichos cinturones de esa forma. La ortodoxia no arroja luces sobre los sismos que ocurren dentro de placas, y así Officer y Page admiten: "Sabemos muy poco sobre los mecanismos implicados en este tipo de terremotos intraplaca, pero [a veces] ilustra los efectos que podrían esperarse de una gigantesca explosión interna, y por extraño que pueda ser tal concepto" (7).

Thomas Gold argumentó que, durante su formación, la Tierra conserva grandes cantidades de hidrocarburos en su interior, y sostuvo que esporádicamente varios gases son liberados desde profundidades cercanas a los 150 kms., y cuando invaden capas líticas quebradizas del exterior, las debilitan al crear nuevas fracturas o reducir la fricción en fallas existentes, causando o facilitando movimientos telúricos (8). Se sabe que la emisión de gases térreos (por ejemplo, metano) genera volcanes de lodo en tierra, pústulas circulares en el fondo del océano y "volcanes de hielo" o pingos en campos homónimos. Los hidrocarburos y el hidrógeno también son componentes principales de gases emitidos durante grandes erupciones volcánicas.

Las declaraciones de testigos proporcionan fuerte evidencia de que, por lo general, las emisiones gaseosas también ayudan en la génesis telúrica, pero hoy los científicos tienden a ignorar esos relatos "subjetivos" a favor de los "datos duros". En la actualidad y como el pasado, junto con seísmos se observan aspectos como erupciones, llamas, rugidos/silbidos, olores sulfurosos, brumas/nieblas, asfixia, fuentes de agua y lodo, o burbujeo vigoroso en cuerpos de agua. Sobre la base de tales pruebas, los antiguos sostenían que el movimiento y la erupción del "aire" subterráneo (es decir, gases) solían originar volcanes si escapaban y sismos en el caso contrario. Gold sostiene que ello podría explicar los terremotos hondos, pues cree que el mecanismo de cizalladura rocosa súbita no puede operar profundamente en el interior del planeta, pero como ya vimos, esta creencia puede ser errónea y ambos mecanismos pueden aplicarse a todo nivel interno.


Referencias

1. "Tectónica de placas: un modelo bajo amenaza", Journal of Scientific Exploration, v. 14, n° 3, 2000, p. 307-52.

2. T. Lay y T.C. Wallace, Modern Global Seismology, San Diego, CA: Academic Press, 1995, p. 17-23; H. Houston, "Deep quakes shake up debate", Nature, v. 372, 1994, p. 724-5; R.A. Kerr, "Bolivian quake deepens a mystery", Science, v. 264, 1994, p. 1659; R.A. Kerr, "Biggest deep quakes may need help", Science, v. 267, 1995, p. 329-30; R. Monastersky, "Great quake in Bolivia rings earth’s bell", Science News, v. 145, 1994, p. 391; C. Frohlich, "Deep earthquakes", Scientific American, v. 260, 1989, p. 32-9.

3. Peter M. Shearer, Introduction to Seismology, Cambridge: Cambridge University Press, 2da ed., 2009, p. 7, ruangbacafmipa.staff.ub.ac.id.

4. E.A. Skobelin, en: C.W. Hunt (ed.), Expanding Geospheres, Calgary, Alberta: Polar Publishing, 1992, p. 41-2.

5. M.I. Bhat, correo electrónico, 2000.
6. Expanding Geospheres, p. 35-6.
7. Charles Officer y Jake Page, Tales of the Earth: Paroxysms and perturbations of the blue planet, New York: Oxford University Press, 1993, p. 52.

8. Thomas Gold, The Deep Hot Biosphere, New York: Copernicus, 1999, p. 141-63; Thomas Gold y Steven Soter, "The deep-earth-gas hypothesis", Scientific American, v. 242, 1980, p. 130-7.


05. Geomagnetismo

Muchos científicos creen que el núcleo de la Tierra debe ser metálico para producir geomagnetismo, además de poseer compactación elevada al contrario del manto. De acuerdo con la hipótesis de dínamo, el movimiento del fluido en el núcleo externo planetario desplaza material conductor (hierro líquido) a través de un campo magnético débil ya existente, y genera una corriente eléctrica; ésta, a su vez, crea otro campo también relacionado con ese fluido para crear una injerencia magnética secundaria. Estos dos flujos atractivos son más poderosos que el original y se encuentran esencialmente a lo largo del eje rotativo terrestre.

Las principales características del campo geomagnético incluyen fluctuaciones a corto y largo plazo en magnitud, reversión de polaridad a intervalos irregulares (decenas de miles/millones de años), desplazamiento de 10° entre el centro geomagnético y de rotación, y la deriva de polos magnéticos en torno a los geográficos para una fase estimada en varios miles de años. Los expertos suponen que la teoría de dínamo puede aclarar estos rasgos, aunque un conocimiento detallado es insuficiente. Existen dos arquetipos en pugna, y se requiere un gran caudal de subterfugios para obtener los modelos numéricos con tal de reproducir algunas características del flujo magnético real (1).

Para explicar el desfase entre el centro geomagnético y rotativo, algunos científicos sostienen que el campo general planetario puede ser una combinación de un ámbito dipolo central, producido por dínamo y alineado con el eje revolvente, y múltiples campos dipolares variables situados en las porciones más externas del núcleo. Sin embargo, otros afirman que no existe un mecanismo físico para generar dipolos cerca de la superficie nuclear (2). Algunos planetas tienen inclinaciones todavía mayores y más desconcertantes entre ambos ejes: 47° para Neptuno y 60° en Urano.

Aún suponiendo que exista un núcleo exterior de hierro líquido, existen grandes problemas con la hipótesis de dínamo. Joseph Cater escribe:

"Los científicos son un tanto ambiguos para explicar cómo un campo magnético podría extenderse allende los 3000 kms. de una corriente eléctrica. Incluso se necesita un flujo análogo muy poderoso para producir efectos magnéticos relativamente débiles a muy corta distancia por encima del flujo, y sería asombrosa la resistencia eléctrica del hierro en las presuntas temperaturas del núcleo. Una fluencia constante de electricidad requiere variaciones asiduas de potencial; entonces, ¿cómo se producen y mantienen en este núcleo hipotético?

La magnitud, anchura y profundidad de tales corrientes tendrían que ser increíbles para ampliar el campo magnético incluso en una pequeña fracción de la distancia requerida, y la F.E.M. [fuerza electromotriz] precisada para generarlo sería aún más asombrosa. ¿Y de dónde provendría? Hasta ahora, los científicos se muestran reacios a explicar esto, sobre todo porque esas corrientes están confinadas a una 'pelota' y por ende siguen caminos cerrados" (3).

V.N. Larin se pregunta si hay una estructura que mantenga fuertes corrientes eléctricas en el interior de la Tierra durante toda su evolución, y sostiene que es dudosa la existencia misma de la convección activa en el núcleo. Si ella tiene origen termal, entonces la fuente de calor en el centro férrico es incomprensible. Otra opción es la radiactividad, pero no se conoce un mecanismo que podría tener elementos radiactivos segregados junto con hierro y níquel. Algunos científicos creen que dicho surtidor térmico puede ser el crecimiento permanente del núcleo, y en este escenario el calor puede provenir de la energía potencial de las partículas pesadas de sedimentación en el campo gravitatorio, pero es poco factible que haya perdurado por varios miles de millones en años (4).

Una idea alternativa ha sido propuesta por J.M. Herndon, sugiriendo que el campo magnético planetario se produce en gran medida por corrientes eléctricas generadas por fisión nuclear autosostenible en un subnúcleo de uranio (y torio) al centro de la Tierra, y que tendría una densidad de hasta 26 g/cm3 (5), pero la existencia de dicha zona es totalmente hipotética.

Considerando su creencia en la generación de campos magnéticos por flujos convectivos de hierro líquido y eléctricamente conductibles en el núcleo de un planeta, los expertos se sorprendieron por el descubrimiento de que Luna y Mercurio tenían campos sustanciales, pues se cree que el centro de la primera es completamente sólido y casi compacto en el caso de Mercurio. Venus poseería un núcleo totalmente líquido y se esperaba de ella un fuerte campo magnético, pero no se observó nada significativo ni autogenerado al respecto. Se cree que los entornos homónimos de Júpiter y Saturno son producidos por corrientes eléctricas dentro de una capa de hidrógeno metálico-líquido en el interior de ambos, mientras que los de Neptuno y Urano se conciben en sus mantos líquidos sobrecalentados, pero todo lo anterior representa sólo conjeturas (6). Es evidente que la teoría actual de dínamo no puede explicar los campos magnéticos percibidos en torno a algunos asteroides, y así los considerandos alternativos sobre el tema se exponen en la sección 4, Parte B.


Referencias

1. E. Dormy, J.-P. Valet y V. Courtillot, "Numerical models of the geodynamo and observational constraints", Geochemistry, Geophysics, Geosystems, v. 1, informe n° 2000GC000062, 2000 (onlinelibrary.wiley.com).

2. S. Bowler, "A simple model for planets’ magnetic fields?", New Scientist, 16 de junio de 1990, p. 32.

3. Joseph H. Cater, The Ultimate Reality, Pomeroy, WA: Health Research, 1998, p. 163.

4. Vladimir N. Larin, Hydridic Earth, Calgary, Alberta: Polar Publishing, 1993, p. 199-200.

5. J.M. Herndon, "Substructure of the inner core of the earth", Proc. Natl. Acad. Sci. USA, v. 93, enero de 1996, p. 646-8.

6. Andrew Dominic Fortes, "Magnetic fields of the planets", 1997, ucl.ac.uk; W.R. Corliss (comp.), The Moon and the Planets, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1985, p. 185-8.