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4 de febrero de 2022

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (3 de 10)

David Pratt 
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenidos:
 
-La aparición de Homo
-Interpretaciones evolutivas


La aparición de Homo

Se plantean graves problemas al explicar la supuesta transición evolutiva de Australopithecus a Homo. Tattersall y Schwartz creen que A. africanus y A. garhi estaban más cerca de la línea Homo mientras que Johanson y Edgar piensan que fue A. afarensis (figura 1.9). Éstos últimos admiten que "existe una larga brecha en el registro fósil entre 2 y 3 millones de años donde los intermedios convincentes entre A. afarensis (...) y los Homo más temrpanos esencialmente se hallan ausentes", y agregan:

"Por el momento, las raíces evolutivas de Homo aún son poco conocidas, pero en última instancia serán halladas en depósitos anteriores a los 2 millones de años. A pesar de la amplia opinión de que A. africanus es un buen candidato para el antepasado Homo, igualmente pueden plantearse argumentos convincentes para apoyar un vínculo único entre africanus y A. robustus. Si éste fuera el caso, entonces las tres especies Homo del Plioceno-Pleistoceno [rudolfensis, habilis y ergaster] no tienen un predecesor identificable" (1). 


Fig. 1.10. Dos árboles genealógicos homínidos. Arriba, el de Tattersall y Schwartz; debajo, el de Johanson y Edgar quienes escriben: "La variedad de árboles genealógicos humanos que ahora abarrota la literatura hace virtualmente imposible identificar el árbol correcto por culpa del bosque" (2).

Fig. 1.11. Árbol genealógico humano compilado por Douglas Palmer y Patricia Ash (open.edu).

Los darwinistas admiten que "el registro fósil de homininos no incluye una forma verdaderamente intermedia entre un cuerpo simiesco y otro humano" (3). El biólogo evolutivo Ernst Mayr escribió en 2004:

"Los primeros fósiles de Homo, Homo rudolfensis y Homo erectus están separados de Australopithecus por una brecha grande e inconexa. ¿Cómo podemos explicar esta aparente saltación? Al no tener ningún tipo de fósiles que puedan servir como eslabones perdidos, tenemos que recurrir al método consagrado de la ciencia histórica y la construcción de una narrativa homóloga" (4).
 
Chris Stinger y Peter Andrews lo expresan así: "Aunque parece probable que haya ocurrido en África hace dos millones de años, no sabemos realmente cuándo, dónde y por qué evolucionaron los primeros miembros del género Homo" (5).
 
En 2008 se descubrió una nueva especie denominada Australopithecus sediba, con una antigüedad de aproximadamente 2 millones de años y se cree que practicó una combinación única de bipedismo y arboreidad. Algunos paleoantropólogos -como Lee Berger, cuyo hijo de nueve años lo descubrió- lo consideran una especie de transición entre A. africanus y también Homo habilis u Homo erectus. Sin embargo, se dice que tuvo un patrón de locomoción más humano que un fósil atribuido a Homo habilis. También se afirma que mostraba una forma previamente desconocida de marcha erguida, pues con cada paso giraba sus pies hacia dentro con el peso enfocado en el borde exterior del pie. Otros paleoantropólogos creen que fue parte de A. africanus o existió junto a los verdaderos antepasados directos de H. erectus (6).
 
Existen serios desacuerdos sobre cuántas especies de Homo debiesen ser reconocidas y cómo organizarlas en un árbol genealógico. Desde hace mucho tiempo se abandonó el escenario simplista original en que Homo habilis ("hombre práctico") evolucionó en Homo erectus ("hombre erguido") que luego se trastocó en Homo sapiens y se han añadido varias especies nuevas y polémicas. Mientras algunos antropólogos ovacionan a H. habilis como el ancestro más probable de nuestro linaje, otros sostienen que era una rama lateral en un callejón sin salida. Es ampliamente reconocido que habilis se convirtió en una especie-"basurero" y omnímoda en que se ha relegado convenientemente una variedad de fósiles. Algunos antropólogos creen que el "verdadero" habilis debe ser asignado al género Australopithecus más que al Homo (7). 

Fig. 1.12. Izquierda: El Homo habilis como se describe generalmente antes de 1987. Bajo la cabeza, la anatomía es esencialmente humana. Derecha: Tras hallarse los restos óseos de OH 62 (1,8 millones de años de antigüedad) en la garganta de Olduvai en 1987, apareció una imagen de H. habilis que lo mostraba mucho más pequeño y simiesco que antes. Puesto que la osamenta OH 62 tiene brazos más largos y piernas más cortas que afarensis, se describe a su ancestro sugerido como un "intrigante rompecabezas" (8).
 
El habilis ganó aceptación mayoritaria hacia fines de los años '70, especialmente tras el descubrimiento del cráneo ER 1470. No obstante, algunos científicos han asignado esta calavera a una segunda especie temprana de Homo conocida como rudolfensis, mientras que otros argumentan que pertenece a un australopiteco grácil y con un cerebro mayor (9). Otros investigadores creen que rudolfensis rivaliza con habilis por el estatus de nuestro antepasado Homo más antiguo, pero otros sostienen que rudolfensis tenía ciertas especializaciones que hacían menos probable que los habilis de cerebros más pequeños y miembros más primitivos hayan dado lugar a humanos posteriores. Ciertos especialistas piensan en rudolfensis como el antepasado de habilis; otros ven a ambos en líneas evolutivas completamente diferentes, y sin embargo otros tantos rechazan de plano la existencia de rudolfensis.
 
El Homo erectus tenía entre 1,45 y 1,85 mts. de alto y un tamaño cerebral entre 850 y 1250 c.c. La mayoría de paleoantropólogos ahora cree que desde el cuello hacia abajo el Homo erectus era casi lo mismo que los humanos modernos; no obstante, la frente se inclinaba hacia atrás desde enormes arcos ciliares, las mandíbulas y los dientes eran grandes y la mandíbula inferior carecía de barbilla. Existe evidencia de que utilizaba fuego y herramientas complejas, tenía embarcaciones navegables, cuidaba de los enfermos y era tan capaz de hablar como los humanos modernos (a pesar de la insistencia previa que sólo tenía un protolenguaje) (10). Aunque muchos paleoantropólogos todavía consideran a erectus como antepasado directo de los humanos modernos, algunos ahora sugieren que tiene demasiadas especializaciones. Tattersall dice que erectus se nominó como antepasado de H. sapiens "no por alguna razón morfológica atractiva, sino debido a que simplemente sucedió que fue dicho ancestro en el momento correcto" (11).

Fig. 1.13. Interpretación artística de Homo erectus (britannica.com).

Las fechas para el erectus han retrocedido cada vez más en el tiempo, mientras que se han hallado restos de habilis en depósitos progresivamente más recientes, por cuanto se hace muy improbable un linaje en donde habilis dé origen al erectus. Los fósiles erectus más antiguos están fechados en 1,9 millones de años y se dice que la especie persistió en Java hasta hace tan sólo 50.000 años (12). Algunos restos de erectus en esa zona arrojaron dataciones de incluso 27.000 años y la fecha de antigüedad más próxima para dicha especie es de 6.000 años, aunque esto es inaceptable para los antropólogos de cabecera (13). En general se cree que el erectus evolucionó en África, pero se descubrieron fósiles de éste último en Java y son tan viejos como los fósiles más pretéritos de África (14). También en el este de China se localizaron herramientas de piedra y algunos fragmentos fósiles de homininos fechados en 2,25 millones de años, y muchos científicos en ese país creen que el erectus progresó independientemente en Asia (15). Vemos así que a lo largo de su extensa trayectoria el erectus no muestra signos claros de evolucionar hacia algo más.

Se ha puesto en duda la validez de la especie erectus; algunos antropólogos han asignado fósiles africanos de ésta al Homo ergaster ("hombre de trabajo") mientras que otros restos se han atribuido al Homo sapiens, nuestra especie. No obstante, los investigadores que ven a ergaster como especie válida tienden a asignarle diferentes especímenes y por lo general consideran que es ancestro directo de los humanos modernos, en tanto que erectus constituiría un callejón evolutivo sin salida. Asimismo, muchos científicos rechazan la validez de ergaster por presentar demasiadas semejanzas con erectus. Los paleoantropólogos que apoyan la teoría de continuidad multirregional -como Milford Wolpoff y Alan Thorne- proponen que también el erectus debe ser abolido ya que no es lo suficientemente distinto de sapiens (16). Mientras que algunos investigadores reconocen siete u ocho especies Homo, Wolpoff y sus colegas admiten sólo dos, sapiens y habilis, incorporando a ergaster, erectus, heidelbergensis y neanderthalensis en sapiens, quien por tanto se remontaría a unos 2,5 millones de años.

Ciertos paleoantropólogos consideran a Homo antecessor ("hombre pionero") como vínculo evolutivo entre H. ergaster y H. heidelbergensis ("hombre de Heidelberg"), mientras que otros consideran que es la misma especie que éste último, el cual de este modo se remontaría a unos 1,3 millones de años (17). En general se cree que el Homo sapiens evolucionó en África hace unos 200.000 años, posiblemente del Homo heidelbergensis u Homo rhodesiensis ("hombre de Rhodesia", el nombre que a veces se da a la forma africana de heidelbergensis); los fósiles más antiguos de sapiens generalmente aceptados tienen 195.000 años de edad y se encontraron en Etiopía (18) (también se hallaron fósiles "candidatos" de Homo sapiens datados en hasta 300.000 años en África oriental y meridional, pero por lo general son fragmentarios y difíciles de datar) (19). En consecuencia y comenzando hace unos 100.000 años, se estima que sapiens se extendió por el resto del mundo. De acuerdo con la teoría de reemplazo "out-of-Africa" ("originado en ~") y dominante en la actualidad -que se basa principalmente en pruebas de ADN mitocondrial-, sapiens sustituyó en gran medida a las poblaciones nativas de homininos que encontró (las que supuestamente se originaron en una migración mucho anterior de Homo erectus o ergaster fuera de África). Por el contrario, los defensores de la teoría rival de continuidad multiregional y sobre la base de evidencia fósil, arqueológica y genética sostienen que sapiens se cruzó con otras poblaciones de homínidos tras abandonar África.

Fig. 1.14. Cráneos de Homo erectus, Homo neanderthalensis y Homo sapiens (en.wikipedia.org).
 
Los neanderthales (o neandertales) vivieron posiblemente entre unos 300.000 a 30.000 años atrás. La forma moderna de nuestra propia especie está ejemplificada por los cromañón (Homo sapiens sapiens) que comenzaron a llegar a Europa hace unos 45.000 años. En especial, los cromañones son famosos por su arte rupestre altamente sofisticado (20). Los neandertales generalmente son clasificados como una especie separada que se denomina Homo neanderthalensis, quizás procedente de Europa y Asia occidental desde el Homo heidelbergensis, pero algunos antropólogos todavía los catalogan como Homo sapiens neanderthalensis, es decir, una subespecie de Homo sapiens. Su capacidad craneal media (1.450 c.c.) era mayor que el promedio humano moderno (1.345 c.c.), pero también tenían un mayor tamaño corporal, construían robustas estructuras bien adaptadas a las condiciones de la edad de hielo y una fuerza inmensa. Muchos esqueletos muestran fracturas y lesiones -la mayoría de ellas curadas- probablemente continuas debido a la cacería de grandes animales. Los neandertales tenían lenguaje, vivían en grupos sociales complejos, edificaban viviendas, enterraban a los muertos, comían carne y vegetales cocidos, fabricaban herramientas sofisticadas, construían piraguas, practicaban arte y elaboraban objetos de ornamentación e instrumentos musicales (21); sin embargo, todavía existe una tendencia a representarlos como "brutos" y "subhumanos".
 
Los neandertales vivieron en Asia occidental hasta hace al menos 50.000 años y se dice que desaparecieron en gran parte de Europa hace alrededor de 39.000 años. Coexistieron con cromañones por miles de años, pero aún se discute el grado en que sus relaciones eran amistosas u hostiles (22). A veces los neandertales y humanos anatómicamente modernos eran enterrados juntos y se han apreciado gradaciones de neandertales a humanos contemporáneos en el registro fósil, lo que indica que se llevó a cabo cierto grado de entrecruzamiento.
 
El descubrimiento de una nueva especie fósil llamada Homo floresiensis ("hombre de Flores", también apodado "hobbit") en la isla indonesia de Flores (2003) ha sido descrito como "muy inesperado" y que muestra "lo poco que aún sabemos realmente acerca la evolución humana en Asia" (23). La especie en cuestión tenía brazos largos, cerca de un metro de altura y un cerebro muy pequeño (400 c.c.) comparables al de un chimpancé. Las piernas y la cadera sugieren que podían caminar en posición vertical, y dicho hueso coxal es similar al de los australopitecos. Algunos investigadores sostienen que esta especie evolucionó a partir de H. erectus (cuyos restos no se han encontrado en el mencionado sector) y sufrió enanismo isleño, un proceso mediante el cual se sabe que algunas criaturas confinadas a hábitats aislados se han hecho más pequeñas con el tiempo, mientras que otros especialistas creen que evolucionó a partir de una especie más pequeña y desconocida. Sin embargo, hay quienes hipotetizan que los individuos son H. sapiens, pero padecieron una condición patológica conocida como cretinismo endémico. Se cree que la especie sobrevivió hasta hace al menos unos 12.000 años; sus huesos fueron excavados junto con herramientas de piedra y restos de una forma enana de un elefante extinto. Las primeras herramientas líticas encontradas en Flores indican que los homininos llegaron allí hace al menos 800.000 años, presumiblemente por vía marítima (24).

 
Interpretaciones evolutivas

La teoría neodarwinista de que una especie evoluciona gradualmente en otras mediante una lenta acumulación de pequeños cambios y durante períodos muy largos se contradice con el registro fósil, incluyendo el de los homínidos (1) y así Stephen J. Gould señaló que "todavía no tenemos ninguna evidencia firme para cualquier cambio progresivo dentro de cualquier especie de homínido" (2). En cambio, las especies persisten sin modificaciones durante millones de años y estos períodos son seguidos por una aparición repentina de varias especies nuevas. Esto impulsó el desarrollo de la teoría darwinista modificada del "equilibrio puntuado" -propuesta primero por Gould y Niles Eldredge en 1972- la cual sostiene que las nuevas especies se separaron de las ancestrales tan rápidamente que hay pocas posibilidades de que exista una serie uniforme de fósiles transicionales conservados.
 
Sin embargo, la probabilidad de variaciones genéticas aleatorias y correctas que se producen (en medio de todas las desfavorables) y "seleccionadas" dentro de un espacio de tiempo muy corto para dar lugar a la aparición de una nueva especie, es aún más remota que la perspectiva de tales cambios cuando ocurren durante un periodo muy largo; de este modo, la gran mayoría de mutaciones genéticas son perjudiciales o incluso letales. En 1950 el genetista J.B.S. Haldane mostró que incluso bajo supuestos muy favorables, sólo una mutación nueva y beneficiosa podría ser sustituida por completo en una población cada 300 generaciones. Así, en 10 millones de años -mucho más tiempo que el transcurrido desde la presunta división chimpancé/humano de un ancestro común- podrían darse sólo 1.667 sustituciones de genes beneficiosos (3), lo cual equivale a 3,10 millonésimas del genoma humano y es muy poco probable que convierta a un simio en humano.
 
Más aún, los estudios han encontrado que la tasa de mutación humana es tan alta que cada pareja reproductiva tendría que generar al menos 10 hijos y más probablemente de 40 a 60 vástagos, simplemente para evitar que la población sufra deterioro genético (4). Para sortear este problema, los darwinistas invocan la "selección de truncamiento" o "epistasis sinérgica" mediante la cual se eliminan las mutaciones dañinas "en racimos", una idea puramente especulativa a pesar de su nombre impuesto.
 
En 2008 los neodarwinistas Rick Durrett y Deena Schmidt estimaron que se necesitarían 216 millones de años para generar y fijar dos mutaciones coordinadas en la línea homínida, mientras que supuestamente nos tomó sólo 6 millones de años evolucionar desde nuestro último ancestro común con los chimpancés. Durrett y Schmidt sugirieron que el problema se puede superar porque unos 20.000 genes están evolucionando de forma independiente; no obstante, muchos de los 16 principales cambios anatómicos necesarios que requerirían cientos o miles de mutaciones tuvieron que ocurrir en conjunto para ser beneficiosas. Ann Gauger comenta: "Incluso si una o dos mutaciones aleatorias resultasen en un cambio sería poco probable que se conservaran. Y conseguir que aparezcan todos los dieciséis y luego convertirse en fijos dentro de seis millones de años -y mucho menos en el millón y medio que al parecer tomó- no pudo haber ocurrido por un proceso no guiado" (5).

Varios evolucionistas han reconocido la necesidad de factores no convencionales para guiar la evolución. Por ejemplo, Alfred Russell Wallace -el codesarrollador de la teoría de selección natural en el siglo XIX- argumentaba que los seres humanos no podrían haber evolucionado sin la intervención de inteligencias superiores. En el siglo XX el paleoantropólogo Franz Weidenreich aceptó el principio de ortogénesis o la idea de que la evolución es dirigida por un impulso interno hacia un objetivo particular. El antropólogo Robert Broom creía que la evolución fue guiada y controlada por una variedad de agentes espirituales y psíquicos, algunos de ellos benévolos y otros malignos (6). Estos tres científicos, sin embargo, pensaban que los humanos habían descendido de los simios.
 
Los darwinistas modernos han asignado un papel importante a los ''genes reguladores" con el fin de explicar por qué encontramos tantas innovaciones que aparecen repentinamente en el registro fósil, en lugar de afinarse de modo lento a lo largo de los siglos por selección natural. Los genes reguladores controlan los patrones relevantes de desarrollo y aparentemente los cambios menores en estos genes pueden tener consecuencias importantes para los individuos y las poblaciones que los portan. Cada individuo posee dos copias de cada gen que pueden ser las mismas o diferentes; si son distintas, una copia será dominante y la otra recesiva o no expresada. Para empezar, usualmente las mutaciones genéticas no letales son recesivas. Se cree que en algún momento los genes reguladores y "por un mecanismo que aún no está claro" activan los genes mutados recesivos y desactivan otros, lo que lleva a la aparición repentina de un nuevo órgano o tal vez una nueva especie (7). En otras palabras, sólo los genes correctos mutan al azar en el modo apropiado y luego en el momento justo los genes correctos se "encienden" o "apagan" para producir una novedad evolutiva. Sin embargo, ¡los darwinistas insisten en que no creen en los milagros!

Además y contrariamente a la impresión que los darwinistas les gusta aparentar, los genes no llevan el "modelo" para la construcción de un organismo; simplemente codifican la producción de proteínas. Las proteínas especificadas por los genes estructurales proporcionan la materia prima utilizada en la construcción del cuerpo, mientras que las proteínas señaladas por los genes reguladores pueden transportar señales que activan o desactivan otros genes, pero no se conocen genes que porten instrucciones para el modelaje de proteínas en tejidos, órganos y organismos vivos complejos, ni explican el comportamiento instintivo y aprendido ni el funcionamiento de la mente; por tanto, existen grandes porciones de realidad no consideradas en la teoría darwinista-materialista.
 
Para que surja una nueva especie mediante una serie de cambios rápidos genéticos y no genéticos, esas transformaciones tendrían que estar dirigidas y coordinadas de alguna forma. Aún así la creencia de que los humanos descienden de australopitecos y en última instancia de algunos simios del Mioceno sigue siendo sólamente una hipótesis no probada; así, la Teosofía sostiene que en realidad son los simios que descienden parcialmente de los humanos (véase la sección 6). Algunos científicos han reconocido que incluso las criaturas simiescas tempranas tenían especializaciones anatómicas que hacen poco probable que aquéllas sean antepasados de los humanos al mostrar una anatomía más simple y generalizada (véase la sección 5). Como ya se explicó, ciertos investigadores sostienen que lejos de ser nuestros antecesores, los australopitecos descienden de un hominino bípedo y fueron evolucionando hacia el cuadrupedismo; no obstante, muchos evolucionistas consideran que no hay objeción a las especializaciones anatómicas pues fueron adquiridas y posteriormente se perdieron en el curso evolutivo, ¡si esto es lo que se necesita para salvar del colapso a la teoría de la ancestralidad simiesca!

A menudo se dice que "las afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias". La idea de que los seres humanos -con sus facultades mentales únicas- se desarrollaron a partir de un simio mediante mutaciones "al azar" y "selección natural" sin duda se cataloga como un aserto extraordinario, pero lo único sensacional acerca de la "evidencia" citada en apoyo de esta teoría es su asombrosa debilidad. Lo que realmente puede echar por tierra las presentes reivindicaciones de que Homo evolucionó a partir de Australopithecus sería si no se hallaran fósiles u otras pruebas de humanos similares a nosotros en los estratos más de uno o dos millones de años. Aunque está ausente en los libros modernos, de hecho se ha encontrado tal evidencia y se revisará en la sección 3.


Referencias

1. Citado en Michael A. Cremo y Richard L. Thompson, Forbidden Archeology, San Diego: CA: Bhaktivedanta Institute, 1993, p. 690.

2. Stephen Jay Gould, The Panda’s Thumb, London: Penguin Books, 1990, p. 106.
3. Duane T. Gish, Evolution: The fossils still say no!, El Cajon, CA: Institute for Creation Research, 1995, p. 328.

4. James M. Foard, "The Darwin papers", thedarwinpapers.com.
5. Evolution: The fossils still say no!, p. 330.


Primates y hominoides

1. Gish, Evolution: The fossils still say no!, p. 213-9.
2. Ver "Geological timescale", http://davidpratt.info.
3. Chris Stringer y Peter Andrews, The Complete World of Human Evolution, New York: Thames & Hudson, 2da edición, 2011, p. 110.

4. Evolution: The fossils still say no!, p. 223-4.
5. The Complete World of Human Evolution, p. 111.
6. Ibídem, p. 109.
7. Citado en Foard, "The Darwin papers".
8. Donald Johanson y Blake Edgar, From Lucy to Language, London: Cassell, 2001, p. 30-1.

9. Citado en Ian Tattersall, The Fossil Trail: How we know what we think we know about human evolution, New York: Oxford University Press, 1995, p. 125.

10. The Complete World of Human Evolution, p. 10.


Australopithecus y otros "ancestros"

1. Johanson y Edgar, From Lucy to Language, p. 18.
2. humanorigins.si.edu; Stringer y Andrews, The Complete World of Human Evolution, p. 115.

3. britannica.com; The Complete World of Human Evolution, p. 121.
4. en.wikipedia.org/wiki/Sahelanthropus; Bruce Bower, "Evolution’s surprise; fossil find uproots our early ancestors", 13 de julio de 2002, sciencenews.org; "'Oldest' skull causing headaches", 9 de octubre de 2002, cbsnews.com.

5. Bernard Wood, "Who are we?", New Scientist, 26 de octubre de 2002, p. 44-7.
6. C. David Kreger, modernhumanorigins.net.
7. The Complete World of Human Evolution, p. 115-6.
8. Ibídem, p. 116, 123.
9. Ian Tattersall y Jeffrey Schwartz, Extinct Humans, New York: Nevraumont, 2001, p. 98.

10. Michael A. Cremo, Human Devolution: A Vedic alternative to Darwin’s theory, Los Angeles, CA: Bhaktivedanta Book Publishing, 2003, p. 13-4.

11. Ann Gauger, Douglas Axe y Casey Luskin, Science and Human Origins, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2012, p. 71.

12. "Human evolution", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM 2004.
13. http://anthro.palomar.edu/hominid/australo_1.htm, /australo_2.htm.
14. The Complete World of Human Evolution, p. 12.
15. http://anthro.palomar.edu/hominid/australo_1.htm.
16. http://anthro.palomar.edu/hominid/australo_2.htm.
17. Gish, Evolution: The fossils still say no!, p. 238.
18. C.E. Oxnard, "The place of the australopithecines in human evolution: grounds for doubt?", Nature, v. 258, 1975, p. 389-95.

19. Cremo y Thompson, Forbidden Archeology, p. 710-22, 728-39.
20. Extinct Humans, p. 74, 90-1.
21. The Complete World of Human Evolution, p. 125.
22. Science and Human Origins, p. 60-4; The Complete World of Human Evolution, p. 120.

23. "First upright apes may have walked in 15 million BC", 1999, trussel.com.
24. evolhum.cnrs.fr/deloison; Yvette Deloison, "Les empreintes de pas de Laétoli, Tanzanie", Biométrie Humaine et Anthropologie, v. 22, n° 1-2, 2004, p. 61-5, hominides.com.

25. Yvette Deloison, "L’homme ne descend pas d’un primate arboricole! Une évidence méconnue", Biométrie Humaine et Anthropologie, v. 17, 1999, p. 147-50; Yvette Deloison, "New hypothesis on hominoid bipedalism", American Journal of Physical Anthropology, Supplement 30, 2000, p. 137.

26. Human Devolution, p. 11-2.
27. Citado en Forbidden Archeology, p. 749.


La aparición  de Homo

1. Johanson y Edgar, From Lucy to Language, p. 38, 164.
2. Ibídem, p. 37-8; Tattersall y Schwartz, Extinct Humans, p. 244.
3. britannica.com.
4. Ernst Mayr, What Makes Biology Unique? Considerations on the autonomy of a scientific discipline, Cambridge: Cambridge University Press, 2004, p. 198.

5. Stringer y Andrews, The Complete World of Human Evolution, p. 10.
6. humanorigins.si.edu; britannica.com/EBchecked/topic/44115/Australopithecus; en.wikipedia.org/wiki/Australopithecus_sediba.

7. The Complete World of Human Evolution, p. 132-5; Gauger, Axe y Luskin, Science and Human Origins, p. 65-7.

8. Michael Brass, The Antiquity of Man, Baltimore, MD: AmErica House, 2002, p. 78; Cremo y Thompson, Forbidden Archeology, p. 700.

9. A.W. Mehlert, "The rise and fall of skull KNM-ER 1470", 1999, www.trueorigin.org/skull1470.asp.

10. en.wikipedia.org/wiki/Homo_erectus.
11. Tattersall, The Fossil Trail, p. 168.
12. The Complete World of Human Evolution, p. 162.
13. Roger Lewin, "Ancient humans found refuge in Java", New Scientist, 21/28 de diciembre de 1996, p. 16; Marvin L. Lubenow, Bones of Contention: A creationist assessment of human fossils, Grand Rapids, MI: BakerBooks, 2da edición, 2004, p. 115-23.

14. Roger Lewin, "Human origins: the challenge of Java’s skulls", New Scientist, 7 de mayo de 1994, p. 36-40.

15. R. Ciochon y R. Larick, "Early Homo erectus tools in China", Archaeology, v. 53, enero/febrero 2000, p. 14-5.

16. Milford Wolpoff y Rachel Caspari, Race and Human Evolution, New York: Simon & Schuster, 1997, p. 250-6; M.H. Wolpoff, J. Hawks y R. Caspari, "Multiregional, not multiple origins", American Journal of Physical Anthropology, v. 112, 2000, p. 129-36, personal.umich.edu.

17. humanorigins.si.edu; en.wikipedia.org/wiki/Homo_antecessor.
18. "The oldest Homo sapiens: fossils push human emergence back to 195,000 years ago", ScienceDaily, 28 de febrero de 2005, sciencedaily.com.

19. New Scientist, 14 de junio de 2003, p. 4-5.
20. "América Precolombina", parte 10.
21. en.wikipedia.org/wiki/Neanderthal; Science and Human Origins, p. 71-3; Bones of Contention, p. 75-85, 207-69; humanorigins.si.edu.

22. Ewen Callaway, "Neanderthals: bone technique redrafts prehistory", 20 de agosto de 2014, nature.com; The Complete World of Human Evolution, p. 164-5.

23. The Complete World of Human Evolution, p. 174-5.
24. humanorigins.si.edu; en.wikipedia.org/wiki/Homo_floresiensis.


Interpretaciones evolucionistas

1. Ver "Diseño y evolución de las especies", parte 7.
2. Citado en Walter J. ReMine, The Biotic Message: Evolution versus message theory, Saint Paul, MN: St. Paul Science, 1993, p. 323.

3. Ibídem, p. 208-36.
4. Fred Williams, "Monkey-man hypothesis thwarted by mutation rates", 2002, evolutionfairytale.com/articles_debates/mutation_rate.htm.

5. Gauger, Axe y Luskin, Science and Human Origins, p. 24-6.
6. R. Broom, The Coming of Man, London: H.F. & G. Witherby, 1933, p. 11-2, 196-8, 220-5.

7. Tattersall y Schwartz, Extinct Humans, p. 46-9.

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (2 de 10)

David Pratt 
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenido:

-Australopithecus y otros "ancestros" 


Australopithecus y otros ancestros

Las peculiaridades físicas que distinguen a los homininos de otros homínidos incluyen postura erecta, locomoción bípeda, cráneos redondeados, cerebros más grandes y dientes pequeños que incluyen caninos no especializados ("hominino" ahora tiene el mismo significado que solía tener "homínido"). Los homininos incluyen no sólo nuestra propia especie Homo sapiens, sino también formas humanas más primitivas que pertenecen al género Homo y parcialmente simios bípedos que pertenecen en su mayoría al género Australopithecus ("mono del sur"). En la actualidad se piensa generalmente que están extintas todas las especies de homininos, excepto la nuestra.

Se ha hecho cada vez más difícil arreglar las diversas especies en una secuencia evolutiva a medida que se localizan más fósiles; al respecto los antropólogos Donald Johanson y Blake Edgar escriben:

"Los descubrimientos paleoantropológicos ponen de manifiesto que el árbol genealógico humano no es un sólo linaje en que una especie sucedió a otra llevando inexorablemente a la aparición de los humanos modernos. En cambio, el registro de fósiles homínidos sugiere que nuestra ascendencia sea considerada mejor como un arbusto cuyas ramas representan una serie de especies bípedas que progresaron a lo largo de diferentes líneas evolutivas" (1).
 
En 2002 se encontró en Chad -la zona desértica al sur del Sahara- el cráneo de Toumaï, de 6 a 7 millones de años, y la especie fue nombrada Tchadensis Sahelanthropus. Tenía cualidades simiescas tales como un cerebro pequeño, cara abuhardillada, prominentes arcos superciliares y cráneo alargado, además de características humanas como pequeños dientes caninos, un sector facial mediano-corto y una médula espinal que se abre bajo el cráneo y no hacia la espalda como se ve en los simios no bípedos. Sin embargo, su bipedismo es discutido y no se han descubierto restos poscraneales (es decir, huesos craneales inferiores) (2). Mientras que algunos evolucionistas creyeron que "el bipedalismo es el criterio de diagnóstico para la separación evolutiva de la tribu humana respecto a los simios", otros investigadores han indicado que los primates con restos esqueléticos que indican bipedismo no debieran asumirse automáticamente como antepasados humanos (3).
 
Sahelanthropus ha sido descrito como ancestro común de humanos y chimpancés; un antepasado humano directo pero no del chimpancé, y como un pariente ancestral de chimpancés o gorilas (4). Si Toumaï se acepta como antepasado humano directo, sus rasgos faciales tenderían a demoler el actual estatus de ascendencia de los australopitecos como ancestros humanos ya que sus gruesos arcos ciliares son parecidos a los de algunos homínidos fósiles posteriores (principalmente Homo erectus), mientras que los australopitecos carecen de este rasgo. El paleontólogo Bernard Wood comentó: "Si el nuevo hallazgo nos ha enseñado algo es que, paradójicamente, cuanto más descubrimos sobre nuestros orígenes, menos sabemos" (5). 

Fig. 1.3. El cráneo de Toumaï.

En 2000, un grupo de investigación franco-keniano encontró en Kenia los huesos de una criatura llamada Orrorin tugenensis (también conocido como "hombre del Milenio") fechados en aproximadamente 6 millones de años. Los expertos señalaron que era ancestral al Homo mediante Praeanthropus, nombre usado para referirse a Australopithecus afarensis por quienes no lo consideran ancestral a los australopitecos posteriores. Su desestimación total de éstos últimos como una "rama lateral sin salida" es muy controversial, y su afirmación de que Orrorin era bípedo es ampliamente considerada como prematura (6). Los dientes de Orrorin tienen esmalte grueso como Sahelanthropus, los homininos posteriores y muchas especies de simios fósiles, pero el canino es grande y puntiagudo como en los simios, justo lo contrario de lo que se aprecia en Sahelanthropus y los homininos ulteriores. El fémur tiene una cabeza más grande que en los homininos posteriores del Plioceno, un rasgo que se ha reivindicado como evidencia de bipedismo, pero también se encuentra en monos fósiles de tamaño similar y chimpancés (7).

Se hallaron osamentas de Ardipithecus kadabba en depósitos de Etiopía con fecha de 5,8-5,2 millones de años, mientras Ardipithecus ramidus se data entre 4,4-4,2 millones de años. Ambas especies tienen muchas peculiaridades simiescas, pero según Chris Stringer éstas son probablemente "retenciones primitivas" que "no indican por sí mismas que las especies fueran simios en lugar de homininos". Añade que "la falta de caracteres inequívocos compartidos con los homininos posteriores -en particular la limitada evidencia de bipedalismo- debe plantear interrogantes sobre la posición de Ardipithecus en la evolución humana"; sobre esto su dedo gordo del pie divergente excluye el bipedalismo habitual (8). Su foramen magnum (agujero en la base del cráneo por el cual pasa la médula espinal) está situado más adelante que en cualquier otro homínido, por lo que Ian Tattersall y Jeffrey Schwartz sostienen que tal posición "es tan singularmente derivada al compararse con cada uno de sus presuntos descendientes que no pudo haber sido ancestral para ninguno de ellos" (9). Los descubridores de Orrorin tugenensis creen que Ardipithecus era descendiente del primero, pero que fue ancestral a los chimpancés más que a los humanos.

Los australopitecos vivieron hace unos 4 millones y medio a un millón de años; eran predominantemente simiescos, medían entre 1 y 1,5 mts. de altura y tenían una pequeña capacidad cerebral que oscilaba entre 370 y 515 c.c., no muy diferente a la de los simios vivos. Mostraban algunos rasgos humanos en sus mandíbulas y dientes; por ejemplo, sus dientes frontales -incluyendo caninos- eran relativamente pequeños en comparación con los de los simios. Se dice que sus huesos de cadera y pierna indican que caminaban erguidos de modo regular, pero algunas especies muestran rasgos tales como brazos relativamente largos y huesos curvados en los dedos de manos y pies, indicando que todavía pasaban su tiempo en los árboles. La opinión oficial es que los australopitecos vivían sólo en África, pero algunos científicos los han reportado en China, Indonesia y el sudeste asiático (10).


No se considera que los australopitecinos "robustos" (que incluyen las especies robustus, boisei y aethiopicus) se encuentren en una línea directa de descendencia a los humanos modernos, y algunos paleoantropólogos los asignan a un género separado que se llama Paranthropus. Sobrevivieron por alrededor de 1½ millones de años más que las formas gráciles y tuvieron una pelvis mejor adaptada para escalar que para caminar (12). Asimismo, se piensa generalmente que los australopitecos "gráciles" africanus, afarensis o garhi dieron lugar a la especie Homo más temprana hace unos 2,5 millones de años.


Fig. 1.4. Australopithecus africanus (arriba) y Australopithecus robustus (debajo) (13).
 
Existe un gran debate sobre el rango de las distintas especies de Australopithecus. Por ejemplo, algunos científicos creen que los fósiles asignados a afarensis y los de anamensis realmente pertenecen a varias especies. Algunos piensan que africanus es una variación regional o subespecie de afarensis, otros lo consideran descendiente de afarensis y hay quienes dicen que el material fósil de africanus debe ser asignado a dos especies completamente diferentes. También hay los que dudan de si afarensis pertenece correctamente a Australopithecus (14). Entretanto, Australopithecus garhi es considerado como especie distinta, una variante tardía de afarensis e incluso una variedad de africanus (15). 

Fig. 1.5. Izquierda: Australopithecus afarensis. Centro: Australopithecus boisei. Derecha: cráneo humano moderno (16).


Fig. 1.6. Dos visiones contrastantes de los evolucionistas para Zinjanthropus boisei (ahora conocido como Paranthropus o Australopithecus boisei) (17).

Curiosamente, los homininos más antiguos como Sahelanthropus, Orrorin, Ardipithecus y Australopithecus afarensis vivieron en un entorno boscoso, mientras que los darwinistas siempre suelen afirmar que el bipedalismo se desarrolló cuando nuestros antepasados se movían en un entorno de praderas ya que les permitía ver a distancia cuando iban de caza o avistar depredadores. Este escenario nunca fue muy convincente pues los seres humanos, como bípedos, son bastante más lentos que los cuadrúpedos lo cual es un serio problema para un habitante arborícola que supuestamente se trasladó a sabanas abundantes en depredadores. Por otra parte, los perros de las praderas y los osos son muy buenos al escrutar su entorno, pero no han adoptado un bipedalismo completo.

Algunos científicos disidentes han desafiado el rango de los australopitecinos como homininos o nuestros antepasados directos. Louis Leakey sostuvo que los australopitecinos no estaban en la línea principal de evolución humana, sino que constituyeron una derivación temprana de ella. El anatomista Sir Solly Zuckerman consideró que los dientes, el cráneo, las mandíbulas, el cerebro y los miembros de Australopithecus eran esencialmente simiescos y concluyó que de ninguna manera estaba relacionado con el origen de los humanos. Por su parte Charles Oxnard señaló que los australopitecos poseían "un mosaico de rasgos únicos para ellos y caracteres que guardan algún parecido con los del orangután", y aunque eran bípedos en cierta medida, también estaban seguros en los árboles y no tenían lugar en el linaje humano directo (18).
 
Algunos investigadores modernos continúan planteando objeciones a las representaciones demasiado humanas de Australopithecus (19). Tattersall y Schwartz dicen que debido a que la paleoantropología se centra fuertemente en el descubrimiento de antepasados, la singularidad de los australopitecos ha sido menospreciada y que es discutible si "realmente podemos señalar a cualquier australopiteco como antepasado humano temprano pero directo", añadiendo que ni afarensis, africanus, aethiopicus, robustus ni boisei pueden ser ancestrales al linaje Homo porque en ciertas características -por ejemplo el fémur- son más "evolucionados" (especializados) mientras que "un antepasado debiera ser más primitivo -y no derivado- que sus presuntos descendientes" (20). Hoy muchos expertos se hacen eco de las dudas planteadas en 1925 cuando Australopithecus fue descubierto por primera vez y que aludían a que estas criaturas representan una rama extinta en la historia evolutiva humana (21). 

Fig. 1.7. Comparación entre un espécimen femenino de 1,6 millones de años (ER 1808) de una especie Homo (Kenya) con un australopiteco de 3.2 millones de años hallado en Etiopía ("Lucy", Australopithecus afarensis). ER 1808 tenía 1,73 de alto mientras que "Lucy" poseía 1 m. de altura, al igual que otros australopitecos que vivían en el mismo periodo que la primera. Los huesos negros indican los que se han descubierto.

Hay escepticismo en cuanto a si "Lucy" representa un sólo individuo o incluso una sóla especie, ya que los huesos se encontraron esparcidos a través de una ladera y se le describe con una cabeza parecida a la de un chimpancé encaramada en un cuerpo humano. Muchos afirman que la pelvis indica una forma bipedal de locomoción, pero se encontró "muy triturada" y algunos creen que su similitud con la de los humanos se debe a un "error en la reconstrucción". Según algunos investigadores, Lucy era principalmente simiesca con adaptaciones arbóreas; no era significativamente bípeda, no tenía forma de andar humana y habría tenido dificultades para mantenerse erguida mientras permanecía inmóvil. Hay pruebas de que Lucy caminaba con los nudillos como hacen hoy chimpancés y gorilas (22). 

Fig. 1.8. Reconstrucción de una hembra A. afarensis (en.wikipedia.org).

De acuerdo con la antropología dominante, los australopitecos fueron transicionales entre los primeros simios cuadrúpedos y los humanos modernos completamente bípedos. Sin embargo, algunos científicos que incluyen a partidarios de la teoría del bipedalismo inicial (ver sección 5) han remecido la posición ortodoxa y aseveran que los australopitecinos son en realidad ramificaciones de homínidos bípedos y evolucionaban hacia el cuadrupedismo, pues la evidencia fósil proporciona cierto apoyo para esto.

El Australopithecus anamensis, descubierto en Kenia en 1995, parece haber sido perfectamente bípedo hace 4 millones de años. "Lucy" (A. afarensis), fechada en 3,2 millones de años y descubierta en Hadar (Etiopía) en 1974 tiene características bípedas, pero también muestra dedos de pie grandes y divergentes como aquéllos utilizados por los simios modernos para trepar a los árboles. Afarensis también tenía una articulación de hombro orientada hacia arriba indicando que el brazo se utilizaba para comportamiento suspensor, una mano de muñeca poderosa y dedos curvos adecuados para trepar. "Little Foot", un esqueleto de australopiteco encontrado en las cuevas de Sterkfontein (Sudáfrica) en 1998 y datado en torno a los 3,3 millones de años, tenía una articulación de tobillo que muestra que ya era bípedo pero también capaz de trepar a los árboles gracias a sus dedos de pies grandes y divergentes. Como señala la paleontóloga Yvette Deloison, esto significa que tenemos un australopiteco de 4 millones de años que era perfectamente bípedo y dos esqueletos más recientes que son menos bípedos y más arborícolas (23). 

Fig. 1.9. Las huellas encontradas en Laetoli (Tanzania), con una antigüedad de 3,6 millones de años, suelen atribuirse a A. afarensis. Son muy similares a las huellas humanas, pero algunos investigadores han identificado ciertas características simiescas que indican que la criatura referida tenía un andar bípedo, aunque no completamente como el de los humanos (24).

Teniendo en cuenta que la evolución nunca retrocede (aspecto conocido como "ley de Dollo"), Deloison sostiene que "el pie humano, altamente especializado para el uso bípedo, no pudo haber derivado de un pie adaptado para trepar árboles y el cual también está muy especializado pero en un modo diferente". La investigadora estima que un simio primitivo caminaba erguido desde hace 15 millones de años y cree que había tres especies de primates bípedos: una de ellas se convirió en homininos (Homo), otra en australopitecos semi-bípedos y semi-arbóreos, y la tercera evolucionó hacia orangutanes, gorilas y chimpancés cuadrúpedos (25). François de Sarre afirmó que en realidad fueron algunos australopitecos los que eventualmente se convirtieron en gorilas y chimpancés.

A finales de 2001, Meave Leakey se sumó al ya confuso cuadro de los primeros homínidos al anunciar el descubrimiento de un nuevo homínido en Kenia con una edad de 3,5 millones de años, aproximadamente la misma que Australopithecus afarensis, y en lugar de identificarlo como un nuevo miembro del género Australopithecus remeció al mundo de los homínidos mediante la creación de un nuevo género y especie llamada Kenyanthropus platyops, lo que implica que los australopitecos son una rama lateral sin relación con los seres humanos (26). Otros científicos lo clasifican como una especie Australopithecus (A. platyops) o lo asignan a A. afarensis.

Es poco probable que la opinión dominante que teníamos de los antepasados australopitecos termine abandonándose sin discordias. En 1986 Pat Shipman hizo la siguiente confesión: "Podríamos afirmar que no tenemos ninguna evidencia sobre dónde surge Homo y eliminar así a todos los miembros del género Australopithecus de la familia homínida (...). Tengo una reacción negativa y tan visceral a esta idea que sospecho que soy incapaz de evaluarla racionalmente, pues me plantearon la noción de que Australopithecus es un homínido" (27).

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (1 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenidos:

01. Alegatos y controversias darwinistas
-Primates y hominoideos


01. Alegatos y controversias darwinistas

Según la ciencia convencional, los seres humanos son simios evolucionados que como resultado de mutaciones genéticas aleatorias y presiones ambientales pasaron a adquirir el poder único de la autoconciencia. Sin embargo, la fuerte publicidad y propaganda para la "teoría de los simios ancestrales" no puede alterar el hecho de que la evidencia es escasa y contradictoria, por cuanto sigue abierta a otras interpretaciones.

El antropólogo Richard Leakey aseveró que "si alguien se tomaba la molestia de reunir en una habitación todos los restos fósiles descubiertos hasta ahora de nuestros antepasados (y sus parientes biológicos) que vivían -digamos- hace cinco y un millón de años, sólo necesitaba un par de grandes mesas de caballete para extenderlas" (1). La mayoría de los fósiles de homínidos son fragmentos de mandíbulas y restos de cráneos, pero como dijo el paleontólogo Stephen J. Gould "sirven como base para la especulación infinita y la narración elaborada" (2). 

Las creencias, las expectativas y los prejuicios inevitablemente desempeñan un papel en la interpretación de los fósiles, al igual que las rivalidades personales y el deseo de fama. Más de un paleoantropólogo se ha hecho rápidamente célebre al realizar afirmaciones sensacionales y extravagantes tras descubrir algunos restos fragmentarios de una criatura que él/ella cree estar relacionada con los orígenes humanos, pero tales presunciones tienden a ser socavadas o invalidadas por investigaciones y descubrimientos adicionales. Los detalles sobre nuestra supuesta descendencia de los simios siguen siendo oscuros y son objeto de acalorados debates entre los evolucionistas.

A lo largo de los años se han cometido una serie de desatinos en la interpretación de fósiles. En 1922 se descubrió un diente en el oeste de Nebraska (EE.UU.) que varios científicos declararon que combinaba con las características del chimpancé, el pitecántropo (un hombre-mono postulado) y los humanos. Se hizo popularmente conocido como "hombre de Nebraska" y fue considerado por algunos como posible antepasado humano. Cinco años más tarde se anunció que el diente en cuestión pertenecía realmente a un cerdo, y así el científico creacionista Duane Gish comenta: "Este es el caso en que un investigador produjo un hombre a partir de un cerdo, y éste elaboró un mono a partir del científico" (3).

Fig. 1.1. Hombre de Nebraska según la imaginación alocada de un artista.

El primer esqueleto de un Neanderthal fue desenterrado en 1856. Originalmente se representaba como un medio-monstruo mal agraciado y brutal con piernas arqueadas y gruesas y un modo de andar en que se inclinaba y arrastraba, siendo considerado como intermedio entre humanos y simios. Un siglo más tarde, un examen minucioso del esqueleto reveló que era el de un anciano lisiado con osteoartritis y raquitismo. Ahora se reconoce que los neandertales caminaban erguidos como nosotros; de hecho, "si pusiéramos un suéter tipo cardigan en un neandertal, le agregamos una pipa en la boca y lo hubiéramos hecho caminar por el campus de una de nuestras principales universidades sería muy fácil confundirlo con un profesor de paleontología" (4).

En 1983 el paleoantropólogo Tim White acusó al científico Noel Boaz de haber confundido la costilla de un delfín con una clavícula (hueso del hombro) de un chimpancé pigmeo y se burló de que el fósil debería ser designado Flipperpithecus. Boaz incluso había sugerido que la curva del hueso podría indicar bipedalismo habitual. Los antropólogos también han descrito erróneamente el fémur de un caimán y el dedo gordo de un caballo tridáctilo como clavículas. En mayo de 1984 se anunció que un fragmento craneal localizado en España el año anterior y aclamado por expertos como el fósil humano más antiguo en Europa, pudo haber surgido de un asno de cuatro meses de edad, por cuanto se canceló apresuradamente un simposio organizado para discutir sobre el fósil (5). 

Incluso el fraude absoluto no es desconocido en el campo minado de los orígenes humanos. En 1912 un hueso de mandíbula y parte de una calavera fueron descubiertos en un pozo de grava cerca de Piltdown, Inglaterra. El resto mandibular era muy parecido al de los simios, excepto los dientes que mostraban el tipo de desgaste esperado para los humanos; asimismo el cráneo era muy similar al nuestro. Los ejemplares se combinaron en un sólo individuo que se conoció como "hombre de Piltdown", determinado en una antigüedad en torno al medio millón de años y se consideró como un vínculo auténtico en la evolución humana. En 1950 una nueva prueba reveló que la mandíbula no contenía prácticamente ningún fluoruro, sugiriendo así que era muy reciente. El cráneo tenía una cantidad significativa de dicho compuesto, pero se estimó que sólo presentaba una antigüedad de unos pocos miles de años. Luego se descubrió que los huesos habían sido tratados con sales de hierro para que se vieran más viejos y fueron detectadas marcas de rasguño en los dientes, lo que indica que fueron limados. En otras palabras, el hombre de Piltdown constituía un fraude. La mandíbula de un primate moderno y un cráneo humano habían sido adulterados para parecerse a un hombre-mono y la falsificación había engañado a la mayoría de los mejores expertos en el mundo. Hasta el día de hoy continúa el debate sobre quién fue responsable del timo.


Primates y hominoideos

El ser humano moderno u Homo sapiens ("hombre pensante") está clasificado en el orden Primates, uno de los 24 órdenes de mamíferos. Los primates se han dividido tradicionalmente en dos grupos, los prosimios (lemures, loris, tarseros) y simios/antropoides (monos y simios). Todos los primates comparten ciertas características, tales como visión binocular altamente desarrollada, dedos de manos y pies móviles con uñas planas en lugar de garras, hocico acortado, olfato reducido y cerebros grandes en relación con el tamaño del cuerpo. Los darwinistas interpretan estas similitudes como evidencia de que todos los primates han descendido de un antepasado común.

Los primeros fósiles de primates datan de fines del Paleoceno, pero la evidencia genética se interpreta en el sentido de que los primates divergieron de otros mamíferos hace alrededor de 85 millones de años en el Cretácico superior. El origen de los primates está envuelto en misterio; supuestamente evolucionaron de un mamífero primitivo que comía insectos, pero no existen formas transicionales que conecten primates con insectívoros. Se pensaba que el antepasado era la musaraña arborícola, pero ahora hay abundante evidencia de que estos animales no tienen relación con los primates. El registro fósil no produce ninguna prueba de formas transicionales entre los prosimios, los primeros primates y los monos del Nuevo y Viejo Mundo, y tampoco existen formas graduales identificables entre monos y simios, sino sólo una gran brecha (1). 

Fig. 1.2. Cronología de las edades geológicas. Todas las fechas indicadas en este artículo son las oficiales o "científicas" a menos que se indique lo contrario. Según la Teosofía, los periodos científicos son demasiado largos debido a un factor de entre 2 y 9 debido a los supuestos falsos en que se basa la datación radiométrica (2).

Dentro del orden Primates, los humanos, los simios y sus presuntos ancestros se clasifican dentro de la superfamilia Hominoidea (hominoides) que se divide en dos ramas principales: los gibones o simios menores y los homínidos o grandes simios. Se dice que los hominoideos (sin cola) divergieron de los monos (con cola) hace unos 25 millones de años. También hay cuatro géneros modernos de homínidos: orangutanes (Pan), gorilas (Gorila), chimpancés (Pan) y humanos (Homo). La teoría de la ascendencia de los simios no propone que los humanos descendieron directamente de los simios vivientes, sino que tanto unos como otros provinieron de un antepasado común simiesco.

Las primeras criaturas simiescas aparecieron en el Oligoceno, mientras que los primeros simios considerados como parte de la línea humana surgieron en el Mioceno. Los dos principales grupos de simios fósiles que se consideran relevantes para la evolución posterior de los homínidos son el Graecopithecus ("simio griego"), los simios con dientes gruesos esmaltados que ocuparon hábitats estacionales y llevaban un estilo de vida semiterrestre, y el Dryopithecus ("mono de roble"), simios con dientes finos y esmaltados que vivían en bosques subtropicales y con locomoción suspensiva por debajo de las ramas (3). Existe desacuerdo sobre qué grupo está más cerca de la ancestralidad humana. La opinión generalizada de que Dryopithecus está vinculado a la ascendencia humana ha sido puesta en duda sobre la base de que, si bien los driopitécidos tenían una anatomía mucho menos especializada que los simios modernos, todavía eran muy especializados para dar origen a los homininos (la tribu de homínidos que supuestamente condujo al hombre) (4). Chris Stringer comenta:

"Con tanto material nuevo, podría pensarse que Dryopithecus sería el simio fósil mejor conocido y el que posee las afinidades evolutivas más claras. Lo primero es ciertamente verdadero, pero en realidad hay más desacuerdo sobre cuál es su posición evolutiva que para cualquier otro simio fósil" (5). 

Contrariamente a la impresión creada por las ilustraciones fantásticas que adornan las publicaciones científicas populares, no se ha encontrado una serie gradual de fósiles que lleven de un antecesor común simiesco a los humanos por un lado, y a los simios actuales por el otro. Durante casi 50 años y basados en fragmentos mandibulares y unos pocos dientes, los paleoantropólogos insistieron en que Ramapithecus (o Sivapithecus), que vivió hace 16,6-5,3 millones de años, era un intermediario entre simios y humanos. Sin embargo, ahora se cree generalmente que es un antepasado del orangután, aunque se considera "desconcertante" el hecho de que Sivapithecus estaba parcialmente adaptado para vivir en el suelo mientras que el orangután habita en los árboles (6). Otra criatura que una vez fue propuesta como "eslabón perdido" es Oreopithecus ("mono del pantano") que vivió hace 11,6 a 3,6 millones de años, pero desde entonces ha sido relegado. El paleontólogo David Pilbeam comentó: "Oreopithecus ha tenido una historia bastante accidentada y fue descrito como un mono, simio, homínido ¡e incluso un cerdo!" (7). 

Antes del auge en la genética evolutiva, las estimaciones para la fecha de división entre los homininos y otros simios oscilaban en una antigüedad entre 4 y 30 millones de años y la mayoría de los expertos en fósiles escogió una fecha intermedia. Sin embargo, desde principios de los años sesenta se han desarrollado varias técnicas moleculares para determinar cuándo dos especies compartían un antepasado común, e implican la cuantificación en la cantidad de diferencia entre moléculas o proteínas particulares en las dos especies, junto con la tasa de evolución en la molécula implicada (que se supone es constante). A menudo los diversos "relojes moleculares" se calibran sobre la base de una fecha de 30 millones de años para la supuesta separación entre los monos del Viejo Mundo y los hominoides, una estimación basada en "evidencia fósil" y datación radiométrica (8). 

Estos estudios llevaron a la conclusión de que los simios africanos y los humanos divergieron hace aproximadamente 6 u 8 millones de años, y algunos dan una fecha más reciente de 4 millones o tan elevada como 10 millones de años dependiendo de qué regiones del genoma son comparadas. Uno de los investigadores participantes incluso declaró que "ya no tenemos la opción de considerar como homínido un fósil con más de unos ocho millones de años, ¡sin importar cómo luzca!" (9). Después de mucho debate polémico, los paleoantropólogos han aceptado esta escala de tiempo reducida para la evolución humana, pero como señala Chris Stringer: "Sigue siendo incierta la naturaleza exacta del último antepasado común que compartimos con los chimpancés" (10).