De la historieta "Calvin and Hobbes":
"-¿Es un derecho permanecer ignorante?
-No sé, ¡pero me rehúso a averiguarlo!"
Para quienes recién comienzan a explorar la Teosofía Original y este sitio, es necesario dejar muy claro que la siguiente entrega no representa una "guiñada" a versiones espurias de la Doctrina -como algunos "teósofos" han señalado hipócritamente en foros online-, cuyos orígenes y nefastos alcances se mencionan con detalle en la sección "Pseudoteosofía y controversias relacionadas" de la página "Artículos" en este blog. Del mismo modo, puede verse que dichos "acólitos de dictadura interpretativa" pasan por alto que TODAS las religiones exoteristas y muchas "filosofías" occidentales han terminado por diluirse y TRAICIONAR a la humanidad, hundiéndola más en el fango del separatismo y otros vicios análogos, lo cual y según declaró el Maha-Chohan en su Carta, es una prueba más que suficiente para declarar el malogramiento de semejantes fachadas para cumplir su verdadera misión.
En "'¿No juzgar?': de la devoción a la COERCIÓN" también se añaden otras aristas relacionadas con lo que Judge sostiene para esta oportunidad, considerando además que el defecto de mostrar celo desmedido a la obra y persona de H.P.B. puede manifestarse en lo que respecta a los trabajos y semblanzas de Judge, Robert Crosbie o B.P. Wadia, por lo cual se dejará la tarea reflexiva a aquellos asociados de la Logia Unida de Teósofos -y también de otras ramas del Movimiento- con objeto de autoanálisis y para obtener sus propias conclusiones.
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"Blavatskianismo" oportuno e inoportuno
¡Teósofos, consultémonos! Inspeccionemos el ejército, el campo de batalla y los combatientes. Examinemos nuestros modales y nuestra forma de hablar, para darnos cuenta de lo que hacemos en este gran tumulto que puede durar por años, y donde cada acto tiene consecuencias. ¿Qué vemos? Una Sociedad Teosófica que está luchando contra el mundo, unos pocos miembros devotos involucrados en tal batalla y también contra algunos adversarios en sus propias filas. Esta Sociedad ha llegado a su año decimoctavo gracias al tiempo, energía y fama de quienes estuvieron con ella desde su infancia, los que venían esporádicamente, y aquéllos que trabajaron para legado de esta generación. Tiene su karma como cualquier otro cuerpo, siendo una entidad viva y no una mera organización nominal; además, ese karma está entretejido con el de las unidades que la componen.
Nuestro grupo vive y crece no sólo por medio de trabajo y estudio, sino gracias al método, la obra oportuna y atención idónea que los miembros prestan al pensamiento y la palabra en sus exposiciones teosóficas. Los trabajadores sabios, al igual que los generales expertos, inspeccionan el campo de vez en cuando para averiguar si sus métodos son buenos o malos, estando, sin embargo, totalmente convencidos de la nobleza y justicia de su causa. No sólo confían en la virtud de su propósito y trabajo, sino que también atienden todos los defectos que, de vez en cuando, indican los asaltos enemigos. Escuchan los avisos de quienes detectan o piensan ver errores de omisión y comisión. Entonces, que todos hagamos esto.
Resulta ser un hecho que la mayoría de quienes trabajan más duro por la Sociedad, son al mismo tiempo discípulos devotos de H.P. Blavatsky, abiertamente o no. Sin embargo, entre estos asiduos colaboradores tenemos un gran número de miembros que se puede clasificar de varios modos: primero, los que no confían para nada en Blavatsky, aun sin oponérsele, y continúan siendo buenos colegas. Segundo, hay quienes objetan abiertamente a su nombre y fama, los cuales -mientras leen sus obras, beneficiándose de ellas y del trabajo que H.P.B. despertó en otros- no quieren oír su nombre, son hostiles a la libre afirmación devota hacia ella, y de vez en cuando les gustaría liberar a la Teosofía totalmente de Blavatsky porque, según ellos, el hecho de que su personalidad esté entretejida con la Sociedad Teosófica disuade a muchas personas que podrían ser buenos miembros. Obviamente, es imposible satisfacer los dos últimos deseos porque, sin Helena ni su literatura, la Sociedad Teosófica no habría nacido. En tercer lugar, están los no pertenecientes a nuestras filas y quienes pueden tener una actitud amistosa, hostil o indiferente hacia la S.T.
Nuevamente, los trabajadores activos pueden dividirse así:
(a) Moderados, buenos pensadores que presentan sus ideas en palabras que muestran una manera de reflexionar independiente y original sobre temas teosóficos, sin hacer referencia a autoridad alguna, siendo no obstante devotos, leales y sinceros.
(b) Los devotos, leales y sinceros, pero que más o menos presentan la Teosofía como citaciones de los escritos de H.P.B., nombrándola constantemente, y refiriendo sus pensamientos y conclusiones a ella, dando la impresión de presentar la Teosofía sólo basándose en Helena como autoridad.
(c) Los excesivamente entusiastas que yerran como los anteriores, por repetir el nombre de Blavatsky con mucha frecuencia y en momentos inoportunos, relatando lo que supuestamente hizo, dijo o no, atribuyéndole una infalibilidad de manera directa o indirecta, generando así una oposición que se añade a cualquier impresión de dogmatismo o autoridad producida por otros miembros.
(d) Los que creen en fenómenos [paranormales o psíquicos] enfatizando los prodigios atribuidos a Blavatsky. Acentúan el valor de todo el campo de esos actos ocultistas, suponiendo sinceramente -y por equivocada que sea la noción- que esos hechos suscitarán atención, estimularán interés e inspirarán confianza; mientras que, en realidad, los resultados casi seguros son curiosidad, desconfianza y decepción. Casi toda persona es potencialmente como Tomás el incrédulo que necesita un duplicado de cada fenómeno, al tiempo que su deseo queda insatisfecho. En el libro El Mundo Oculto, el Adepto que escribe sobre el tema señala que la exigencia de nuevos fenómenos aumentará hasta que la duda aplaste al individuo o produzca superstición y fe ciega, siendo éste un resultado todavía peor. Toda persona capaz de reflexionar podrá verificar que tal será la consecuencia.
Es cierto que el movimiento [teosófico] ha crecido en gran parte gracias al esfuerzo de quienes sienten devoción hacia un ideal, son inspirados por el entusiasmo y están embebidos de una gratitud duradera hacia H.P. Blavatsky. Su meta es el servicio a todos sus semejantes y la perfectibilidad potencial última del ser humano, según la ejemplifican los Maestros y Adeptos de todas las eras, incluyendo la presente. Su entusiasmo nace de la devoción que este ideal despierta; su gratitud es una cualidad noble, fruto del celo incesante del alma que trajo a su atención las joyas preciosas de la Religión-Sabiduría. La ingratitud es el vicio más repugnante del cual una persona puede ser culpable; sería una actitud despreciable recibir el mensaje grandioso y denigrar al mensajero.
Pero, ¿acaso la devoción, lealtad o gratitud demandan que enfaticemos nuestra estima de una persona a la atención del público, de modo que ciertamente provocaría oposición? ¿Acaso nuestro trabajo en un gran movimiento que se propone incluir a todos los seres humanos y condensar la verdad de todas las religiones, debería ser impedido o puesto en peligro por una lealtad personal excesiva? Creo que no, pues deberíamos ser astutos como serpientes. La sabiduría no consiste en lanzar el objeto de gratitud en nuestro corazón al rostro de quienes no comparten un sentimiento similar, y es muy probable que dichas consideraciones personales anulen nuestros esfuerzos por el bien de los seres a quienes nos dirigimos.
Ahora bien, en varios círculos se nos acusa que, como Sociedad, somos "dogmáticos". Esto es fácilmente refutable y ya se tomaron medidas para ello, pero ¿no subsiste el peligro que nos extralimitemos en esta dirección, pues al continuar refutando por mucho tiempo, quizá incrementemos esa creencia que catalogamos como infundada? A menudo es muy cierto el refrán "mientras más pruebas se ofrecen, menos se cree en ellas”. Nuestra constitución es la Ley Suprema [Karma] y su índole no dogmática es una prueba suficiente. Años de notificación en casi todo documento han preparado las pruebas que cada uno puede consultar, y parece ser que ya se dijo bastante sobre nuestro no-dogmatismo.
Sin embargo, la acusación cambia pasando del “dogmatismo” al “blavatskianismo”, y aquí los críticos tienen algo a lo cual aferrarse. Puede existir un peligro, y por lo tanto los generales, capitanes y todo el ejército deberían prestar la debida atención y estar alerta. El origen de la acusación se anida en las palabras y los métodos de los varios tipos de miembros mencionados. El asunto no es si éstos últimos “creen en Blavatsky o no”, pues la denuncia implica que se habla mucho de ella como autoridad, fuente y guía, sin elaborar un pensamiento original, y se produce una dependencia excesiva en las palabras de una sóla persona.
En años anteriores fue necesario rechazar los crueles ataques personales dirigidos al carácter de Blavatsky, y para entonces constituía una actitud sabia levantar armas en su favor. Ahora quedan sus obras, y por lo tanto no existe el imperativo de rechazar calumnias contra ella. Debemos emplear el juicio en esto, y no hay ninguna deslealtad cuando el buen criterio sugiere que no es menester replicar. Una de las mejores respuestas consiste en seguir trabajando con el espíritu noble y altruista que Helena siempre indicó. Consideremos, por ejemplo, las embestidas casi seniles de la Sociedad para la Investigación Psíquica [S.P.R.]. ¿Qué beneficio se puede traer al prestarles atención? Ninguno, excepto hacerle creer que sus flechas han dado en un punto vulnerable. Tras este acontecimiento y desde que sus representantes llegaron a India para jugar a la investigación psíquica, la existencia de ese conglomerado se ha sostenido sólo por sus ataques, siendo éstos los que infunden atención hacia él. La personalidad de Blavatsky, incluso hoy, añade interés a las discusiones descabelladas en dicha organización. También en los Congresos Mundiales de Chicago sus diálogos eran simplemente un refrito de las mismas historias, como si aún desconociendo la ley psíquica, hubiera individuos orgullosos de haber descubierto por lo menos un ser humano cuya naturaleza no podían explorar, deseando mostrarlo al mundo entero con las varias etiquetas que su fantasía les inspiraba. Sin embargo, si se lanza una embestida en determinados círculos o nuevas publicaciones, el buen juicio debe compeler a una respuesta que haga aflorar la declaración de las ignominias y sus copiosas respuestas previas. Nuestro trabajo ahora continúa mediante reuniones, publicaciones y diálogos, y aquí es donde se puede generar un desfile inútil sobre la vieja idea de "repeler un ataque" dirigido a aquella mujer a la cual somos leales en nuestros corazones, mientras a menudo lo voluminoso de sus escritos se utiliza como excusa para "no investigar", llevando a citar su nombre como autoridad y con mucha frecuencia.
Helena nunca afirmó ser autoridad; al contrario, lo negaba. Sin embargo, sólo pocas de las teorías que expuso eran nuevas para nuestra era, y aún así se trataba de ideas claves. Todavía esos conceptos de base no son los que se citan con frecuencia cuando se habla de Blavatsky. Ella nunca inventó las doctrinas de Karma, Reencarnación, Devachan, los Ciclos, etc.; tampoco dijo que eran nuevas, pues fueron tratadas exhaustivamente en varias literaturas como la budista, jainista, brahmánica y zoroastrista. Estas, como cualquier doctrina teosófica, pueden examinarse de manera independiente valiéndose de pruebas filosófico-lógicas y por analogía; pero si se repiten como loros y luego se emplea una citación de Blavatsky para sustentarlas, ¿acaso un adversario o cualquier miembro -e incluso alguien foráneo a la S.T.- no tiene el derecho de decir que la persona en cuestión no está pensando de manera independiente y su creencia no tiene base sólida, sino que actúa por fe ciega, respecto a asuntos en que ésta no es necesaria? Si muchos miembros hacen lo mismo, es muy natural que alguien eleve el grito de “blavatskianismo”.
Si en Occidente viviéramos una época donde las personas sintieran un respeto general, entonces podrían citarse las palabras de un sabio como autoridad. Pero no es así, pues por el momento la reverencia está paralizada y las palabras de sabiduría no tienen peso alguno. H.P. Blavatsky llegó en este periodo irreverente considerándose sólo como una mensajera, o alguien que indicaba un camino, y no a modo de una "sabia pura y simple". Por lo tanto, citar sus palabras de manera inoportuna sólo despertará una irritación inútil. Puede indicar que un ser no logra considerar un problema independientemente, y una falta de diligencia en elaborar nuestra propia salvación según sugirió Gautama Buda. Entonces, ¿cuál es el momento y lugar apropiado, y cuál el inoportuno?
Cuando el tema tratado en una reunión sea sobre la vida y obra de Blavatsky, entonces es justo, adecuado y sabio hablar de ella, sus escritos, actos y palabras. Si se está haciendo un análisis o una compilación de sus artículos o libros sobre cualquier tema, hay que usarlos, citando su nombre, etc. Sin embargo, incluso en dichos momentos sus declaraciones no deberían usarse como autoritativas, pues ella misma dijo que no la tenían, y quienes las consideran como tal, las aceptarán rápidamente. Puesto que Helena nunca presentó algo como "investigación original y propia" en el reino de la ciencia, el campo de experimentos hipnóticos/clarividentes, la lectura de la mente, etc., deberíamos tener cuidado sobre cuándo y cómo presentar sus declaraciones a un público incrédulo.
No obstante, en una reunión de miembros sobre doctrinas teosóficas generales tales como Karma-Reencarnación, la Constitución Septenaria humana, etc., seguramente es una actitud irreflexiva presentar un "tren" de citaciones procedentes de Blavatsky, lo cual no es justo para el público y sólo muestra un poder de memoria o compilación que nada dice sobre la comprensión del tema por parte del orador. Es muy simple compilar o citar una frase tras otra, tejiendo una larga serie de extractos, pero esto no constituye progreso, ni independencia ni sabiduría. En cambio, eso anula completamente el trabajo de por vida de Helena que nos dirigió al Sendero, y es contrario al espíritu y al carácter de la Sociedad. Tampoco viene al caso si en dichas convocatorias se dedica mucho tiempo al relato de los fenómenos de H.P.B., o si se habla de cuando declaró una cosa y en otro momento otra. Las sesiones teosóficas son para ofrecer a los miembros y las personas interesadas un conocimiento de las doctrinas, sólo gracias a las cuales nuestro movimiento podrá progresar verdaderamente. Existe una permanente necesidad de miembros nuevos y buenos, y no se pueden extraer del océano de investigadores que hablan sobre la historia personal de fulano o zutano, tampoco permanecerán si usamos temas que no les enseñan el verdadero propósito y la filosofía de vida, y se marcharán si los inundamos de citaciones.
Si una lealtad agradecida hacia Blavatsky tiene poder, como creo plenamente, no es eficaz si la presentamos constantemente o con tal frecuencia que se vuelva notable, sino que el efecto de esta devoción se manifestará en nuestro trabajo, acto y pensamiento desde su profundidad, su verdadera base y sabio fundamento. Por lo tanto y según mi punto de vista, no es desleal mencionar su nombre y sus cualidades sólo en momentos oportunos. Es cierto que la Teosofía no presenta un sistema ético nuevo, sino sólo introduce la ética siempre predicada; por esto, es infundado sostener -si llegara a ocurrir- que nuestra ética y nuestro esfuerzo elevado sólo se hallan descritos en las obras de H.P.B. Además, esto llevará a conclusiones erróneas, fomentando una reacción que no podrá aplacar ningún argumento. No existe ilustración más grande sobre una antigua religión mundial que la proporcionada por el budismo; sin embargo, ¿qué dijo el Iluminado a sus discípulos cuando quisieron saber qué honores tributar a sus restos? Que no se preocuparan ni pensaran en ello, sino que debían hallar la manera de elaborar su salvación con diligencia (consúltese el Mahaparinibbana Sutta).
El hecho de que H.P. Blavatsky coincidiera con esto se nota al leer el cuadernillo titulado The Theosophical Society and H.P.B., una republicación de artículos que aparecieron en la revista Lucifer para diciembre de 1890. Helena pidió que se volviera a imprimir incluyendo algunas notas al artículo, en el cual el hermano Patterson asumió más o menos la misma posición del presente escrito, que ella calificó con términos muy positivos.