Mostrando entradas con la etiqueta Antropología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Antropología. Mostrar todas las entradas

5 de febrero de 2022

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (7 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014

 
Contenido:
 
-Humanos gigantes


Humanos gigantes

La altura de los humanos varía enormemente y va desde los pigmeos con cerca de un metro hasta los basquetbolistas de 2,3 mts. Alrededor de uno en un millón de individuos sufre gigantismo o el trastorno de crecimiento conocido como acromegalia, lo que provoca diversas enfermedades y también una altura excepcional. El hombre más alto medido con fiabilidad tuvo 2,55 mts. a los 8 años de edad y 2,72 cuando murió en 1940 a la edad de 22 años, mientras que la persona más baja fue una mujer holandesa que tenía sólo 58,9 cms. a los 19 años.

Fig. 4.10. Robert Wadlow (2,72 mts.) con su padre Harold (1,82 mts.).

Los "expertos" actuales rechazan firmemente la idea de que alguna vez hayan existido razas de gigantes e insisten que nuestros antepasados eran criaturas primitivas simiescas bastante más pequeñas. Por otra parte, muchas leyendas y tradiciones alrededor del mundo aseguran que hubo razas de gigantes en el pasado y la Teosofía concuerda con esto aseverando que tal y como muchas especies modernas de animales y plantas tuvieron ancestros gigantes, también fue el caso para la especie humana (1). En los últimos cien años los humanos han crecido un poco más, pero la tendencia a largo plazo -estimada a millones de años- es hacia una reducción de la estatura y considerando que en todas las épocas han habido "enanos" y "gigantes" relativos.

Según los registros existentes se ha descubierto un número asombroso de esqueletos humanos gigantes, algunos de ellos con tallas que alcanzan los 4,6 mts. o más. En muchos casos se desconoce el paradero actual de los restos, faltan varios detalles sobre dichas osamentas y las circunstancias de su descubrimiento, incluyendo las indicaciones en cuanto a su posible edad. Sin embargo, el desprecio de cualquier hallazgo tan fuera de control catalogándolo como "ilusión" o "engaño" al parecer se debe más a una clasificación de prejuicios que a un escepticismo saludable.

Durante la exploración de montículos en Norteamérica y otros sitios en los siglos XIX y XX se recuperaron cientos de huesos, incluyendo restos de gigantes humanos en su mayor parte de 2,1 a 2,7 mts. de alto y a veces hasta 3,7 mts. (2). El punto de vista oficial es que sólo se trataba de casos aislados de gigantismo entre los indígenas, pero algunos de los esqueletos parecen haber pertenecido a una raza extinta no-aborigen y asimismo muchas tribus tienen tradiciones de gigantes que antaño poblaban el área. En el caso de algunos enterramientos los restos óseos parecían ser inusualmente viejos y se convertían en polvo cuando eran expuestos a la atmósfera. Hubo científicos del Instituto Smithsoniano involucrados en algunos de estos hallazgos y así muchos de los huesos fueron enviados a su enorme museo para nunca más ser vistos. Sólo se exponen al público cerca de un millón de artefactos en su colección, pero no se encuentran gigantes entre ellos.

Fig. 4.11. De acuerdo con un informe publicado en The World (7 de octubre de 1895) un grupo de exploradores encontró los restos momificados de un hombre muy alto en una cueva cerca de San Diego, California, y sobre su cabeza tenía remanentes de una capucha de cuero. Un experto del Instituto Smithsoniano inspeccionó el cuerpo momificado que tenía 2,5 mts. de altura y se estimó en 2,7 cuando estaba vivo (3).

Un montículo lítico con más de 21 mts. en diámetro fue excavado cerca de Brewersville (Indiana) en 1879 y contenía varios esqueletos, al menos uno de los cuales medía 2,9 mts. Los artefactos se ubicaron en una cesta cerca de un molino de grano en la propiedad donde fueron encontrados, pero en 1937 una inundación barrió la construcción y con ella el contenido del recipiente (4). En 1925 un grupo de investigadores aficionados que cavaba un montículo indio de Walkerton (Indiana) exhumó ocho esqueletos humanos prehistóricos de entre 2,4 a casi 2,7 mts. de alto y todos ellos estaban revestidos con sólidas armaduras de cobre, pero por desgracia la evidencia se dispersó y extravió (5).

En 1833 unos soldados que perforaban para un depósito de pólvora en Lompock Rancho (California) se abrían paso a través de una capa gravítica cementada y descubrieron un esqueleto humano de aproximadamente 3,7 mts. de alto rodeado por conchas talladas, enormes hachas de piedra y bloques de pórfido cubiertos con símbolos ininteligibles. El gigante tenía filas dobles de dientes superiores e inferiores, una característica comúnmente informada que también se menciona en tradiciones antiguas. Cuando los indios locales comenzaron a atribuir significado religioso para los restos y artefactos las autoridades les ordenaron volver a sepultarlos en secreto (6). También se exhumaron restos de un individuo gigante con doble fila de dientes en la isla de Santa Rosa, frente a la costa de California, y en la década de 1920 se descubrieron osamentas humanas de 2,1 a 2,1 mts. -algunas de ellas con cabello rubio- en la isla de Catalina del Archipiélago del Norte (7). 

Al este de Wheeling, West Virginia (noviembre de 1856) ciertos trabajadores que araban un viñedo encontraron un esqueleto humano descompuesto que según los testigos medía alrededor de 3,3 mts. (8). En 1891 unos obreros que cavaban el sótano de un edificio cerca de Crittenden (Arizona) se toparon con un gran sarcófago de piedra de 2,4 mts. bajo la superficie. Al abrirlo hallaron una caja granítica que a juzgar por su tamaño contuvo alguna vez un cuerpo humano por sobre los 3,7 mts. de alto. De acuerdo con el tallado en dicho compartimiento, éste fue diseñado para una persona con seis dedos; de igual forma no es raro encontrar informes de polidactilia entre gigantes (9) y los casos de humanos con seis dedos en manos o pies todavía ocurren hoy como también los individuos con doble hilera dental (10). 


Fig. 4.12. Antepasados gigantes vs. fraudes gigantescos.

Arriba: El Gigante de Cardiff con 3,16 mts. de altura y un peso de 1,4 toneladas fue desenterrado en 1869 en una granja cerca de Cardiff, Nueva York. Este "gigante petrificado" fue puesto en exhibición y se pagaba 50 centavos por visitante para verlo. No obstante, hubo científicos que denunciaron "su origen muy reciente" y catalogándolo de "decidida farsa", y así en un plazo de tres meses fue tipificado como engaño. El montaje fue idea original de George Hull quien había tallado al gigante en un enorme bloque de yeso, trató de hacer que pareciese viejo y lo enterró en la granja de un cómplice. S.J. Gould describió el engaño como absurdo y sentenció: "¿Cómo puede un cadáver volverse yeso sólido y conservando toda su anatomía blanda desde las mejillas hasta los pies e incluso el pene?" (11). Actualmente este fósil falso se exhibe como "el mayor engaño de los Estados Unidos" en el Farmer's Museum de Cooperstown, Nueva York.

Debajo: Esta foto de un "gigante irlandés fosilizado" fue captada en una estación ferroviaria de Londres y apareció en la edición de diciembre de Strand Magazine (1895). Supuestamente este individuo fue desenterrado por un tal señor Dyer mientras realizaba prospección de hierro en el condado de Antrim (Irlanda); tenía 3,71 mts. de altura, 2 toneladas y presentaba seis dedos en su pie derecho. Después de ser exhibido en Dublín fue llevado a Inglaterra para presentarse en Liverpool y Manchester a seis peniques por cabeza y "atraía a tanto a científicos como turistas boquiabiertos" (12). Tras una disputa legal sobre la propiedad del objeto no se volvió a tener noticias sobre dicha exposición.

En noviembre de 1926 unos mineros descubrieron dos molares humanos gigantes en estratos al menos 30 millones de años en la mina carbonífera Eagle de Bear Creek, Montana (13). También en el mismo año y estado se desenterró un diente similar al humano e inusualmente grande en profundos depósitos mineros de carbón y cercanos a un pueblo fuera de Billings. El hueso tenía alrededor de tres veces el tamaño normal, las raíces habían sido reemplazadas con hierro y el esmalte con carbono. El arqueólogo que lo encontró conserva la pieza y la matriz mineral en que se hallaba incrustado, pero las autoridades no mostraron ningún interés (14).

Asimismo se descubrieron huesos y artefactos enormes en la zona de Lovelock-Winnemucca. En febrero y junio de 1931 fueron hallados esqueletos en el lecho del lago Humboldt cercano a Lovelock Cave. El primero tenía 2,6 mts. de largo y estaba envuelto en una tela recubierta de goma, y el segundo era de casi 3,1 mts. de longitud de acuerdo con el artículo del Lovelock Review-Miner fechado el 19 de junio de 1931. El 29 de septiembre de 1939 el Review-Miner informó sobre el descubrimiento de un esqueleto de 2,3 mts. en un rancho cerca de la ciudad (15).

A menudo se encuentran innumerables informes aunque muy incompletos sobre osamentas humanas gigantes desenterradas en otras partes del mundo. Un esqueleto de 5,2 mts. fue hallado en Gargayan (Filipinas) y también en el sureste de China se exhumaron huesos de otras criaturas humanas con más de 3 mts. de alto y un paleontólogo las dató en más de 300.000 años. En Agadir (Marruecos) el capitán francés Lafanechère develó un arsenal completo de armas de caza incluyendo 500 hachas de doble filo con un peso de 8 kgs. cuyo tamaño requeriría un individuo de 4 mts. de alto para manejarlas. Otros instrumentos gigantes de piedra se han encontrado en Moravia y Siria, y cercanos a ellos los huesos de sus usuarios. En Sri Lanka unos exploradores se toparon con restos humanos de aproximadamente 4 mts. de altura, y en Tura (Assam), cerca de la frontera con Bangladesh, se halló un esqueleto humano de 3,4 mts. (16).

En 1890 el antropólogo G. de Lapouge publicó en la revista científica La Nature el descubrimiento de tres fragmentos óseos pertenecientes a un humano con una altura estimada en 3,50 mts. ubicados en la parte inferior de un túmulo sepulcral de la Edad de Bronce en Castelnau-le-Lez, Francia (fig. 4.13). En 1894 la prensa informó que durante excavaciones en una planta depuradora hídrica se hallaron cráneos y otros huesos pertenecientes a humanos entre 3 a 4,5 mts. de alto en Montpellier, a 5 kms. de Castelnau. Otros reportes en ese país hablan sobre esqueletos cuya altura abarcaba los 2, 2,20, 2,60 y 3,9 metros (17).

Fig. 4.13. Restos óseos del gigante de Castelnau. El hueso medio en la parte superior es un húmero (brazo superior) de tamaño normal. Los trozos situados a izquierda y derecha son parte de un fémur (hueso del muslo) y parte de una tibia (espinilla) que pertenece al gigante. La pieza en la parte inferior es un fragmento de fémur que pertenece a una persona de estatura normal o la sección de un húmero correspondiente a este coloso.

En 2008 se descubrieron huesos de un humano gigante con una altura calculada de 2,5 a 3 mts. en una cueva de Borjomi-Kharagauli, reserva natural cercana a las montañas del Cáucaso en Georgia (fig. 4.14). Otros supuestos hallazgos en ese país incluyen un soporte óseo humano de 4 mts. cerca del pueblo de Udabno en 2000 y restos de gigantes en una cueva cercana a Gora Kazbek en la década de 1920. En 1945 hubo informes sobre un armazón óseo colosal con un cráneo 84 cms. de circunferencia y una tibia de 84 cms. desenterrados en las montañas de Tien Shan, Asia Central rusa (18). En 1976 se hallaron restos de un enorme cacique (2,20 mts.) en una tumba ricamente amueblada con oro en el Cáucaso septentrional. Hacia 2012 se descubrió otro esqueleto de 2,20 mts. y con unos 5000 años de antigüedad en Zaporizhia, Ucrania. También en el Museo de Historia y Etnografía de Ganja (Azerbaiyán) se exhibe un esqueleto femenino de 2,2 mts. fechado en 2000 a. de C. (19). 


Fig. 4.14. Arriba: cráneo del gigante de Borjomi. Debajo: dos fémures de Borjomi (al centro se muestra uno de tamaño normal).

De acuerdo con un recorte de prensa fechado en 1926 (Nayarit, México) los capitanes D.W. Page y F.W. Devalda desenterraron huesos de una raza de gigantes con un promedio de 3,1 mts. (20). En 1929 Dean Byron Cummings (Universidad de Arizona) y un científico del gobierno mexicano encontraron esqueletos gigantes de dos hombres y una mujer de al menos 2,4 mts. de altura y niños de 1,8 mts., pero su trabajo fue interrumpido por los yaquis locales que destrozaron algunos de los restos. Los informes de Casas Grandes (México) en 1923 anunciaban el hallazgo de varios esqueletos de indígenas con 4,6 mts. de altura y sepultados a cada lado con jarrones de piedras preciosas. Un informe en el New York Herald-Tribune (21 de junio 1925) indicaba que un grupo de mineros descubrió esqueletos que medían entre 3,1 y 3,7 mts. con pies de 46 a 51 cms. de largo cerca de Sisoguiche, México. En 1938 un conocido viajero encontró restos de hombres y mujeres gigantes de al menos 2,4 mts. en Ecuador (21).

En una ocasión el zoólogo Ivan T. Sanderson recibió la carta de un ingeniero que trabajaba en la isla Shemya de las Aleutianas (al sur del estrecho de Bering) durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras demolían colinas para construir una pista de aterrizaje los obreros desenterraron los restos de lo que parecían ser seres humanos de enorme talla. Gran parte de los cráneos medía aproximadamente 56 a 61 cms. desde la base a la corona y la historia más tarde fue confirmada por otra persona en la unidad. Aparentemente el Instituto Smithsoniano tomó posesión de los restos, pero nunca más se supo de ellos. Sanderson entonces se preguntaba: "¿Es que estos individuos no pueden hacer que se reescriban todos los libros?" (22).

Además se descubrieron humanos gigantes de 4,3 a 4,9 mts. durante la construcción de carreteras en el sureste de Turquía a fines de los años '50 (23). En 1958 Louis Leakey anunció que había encontrado un molar humano gigante en pisos del Pleistoceno medio en Olduvai (Tanzania) y asociados con muchos herbívoros gigantes, incluyendo dos cerdos enormes del tamaño de un hipopótamo con dientes similares a colmillos de elefante normales (24), pero no existen más detalles sobre dicho diente.

En ríos pleistocénicos de grava cercanos a Bathurst, Nueva Gales del Sur (Australia), el científico aficionado Rex Gilroy encontró enormes artefactos de piedra -garrotes, mazos, azuelas, cinceles, cuchillos y hachas de mano- con un peso de 3,6 a 11,3 kgs. dispersos en un área amplia. Gilroy piensa que los hallazgos más antiguos se remontan a 240.000 años y que algunos deben haber sido hechos y utilizados por humanos con más de 3 mts. de altura. También halló lo que considera son dientes y huellas fosilizadas datados en el Plioceno que apuntan a la existencia de homínidos incluso más elevados (25). Los aborígenes creen que mucho antes de su llegada el continente de Australia fue habitado por muchas razas que incluían a gigantes.


Fig. 4.15. Se han encontrado herramientas gigantes de piedra en muchas partes del mundo (26). Arriba: hacha de 30,6 cms. de largo y 2,8 kgs. de la cultura achelense (Paleolítico Inferior, hace unos 400.000 años) descubierta en Furze Platt, cerca de Maidenhead, Inglaterra (27). Debajo: cuatro hachas manuales líticas recuperadas en la cuenca seca del lago Makgadikgadi en el desierto de Kalahari (Botswana) junto con decenas de miles de herramientas homólogas más pequeñas (28).

Una teoría es que las hachas muy grandes o elaboradas a mano no estaban destinadas para uso bélico sino como un "símbolo de estatus" para los hombres. Un sitio británico del Paleolítico Inferior develó al menos 100.000 hachas de mano, e igualmente se afirma que la mayoría de esos instrumentos no muestran signos de uso o desgaste cuando se analizan con un microscopio electrónico (29).

Ciertos paleoantropólogos argumentan que algunas poblaciones arcaicas de Homo sapiens (en algún momento llamado Homo heidelbergensis o rhodesiensis), particularmente en África, pasaron por un período de gigantismo en el último medio millón de años. En 1965 se recuperó la mitad proximal de un fémur derecho humano con una cabeza de dos veces mayor al tamaño normal desde la mina Berg Aukas en las Montañas Otavi, norte de Namibia (fig. 4.16); Lee Berger cree que tiene de 350.000 a 400.000 años y que el individuo en cuestión habría medido más de 2 metros en altura (30) mientras que Francis Thackeray le asigna una edad de unos 100.000 años y considera que el espécimen pudo medir hasta 3,6 mts. (31). Estas fechas se basan en la morfología del fémur y las creencias actuales sobre la edad de Homo sapiens, pero la formación de roca en que se encontró está fechada en 10 millones de años. Una publicación importante indica que el fémur representa el 47% de la longitud total estimada y que el homínido en cuestión poseía un "cuerpo relativamente grande" pesando en torno a los 93 kgs. (32). Lee Berger señala que se han realizado muchos hallazgos fósiles similares (por ejemplo, el de Kabwe en Zambia- cráneo de Broken Hill- y Hoedjiespunt en Sudáfrica (33)) y la opinión estándar es que los especímenes Homo del Pleistoceno tenían en promedio una masa corporal 10% más grande que los humanos vivos (34). 

Fig. 4.16. El fémur de Berg Aukas junto a otro moderno.

Varios escritores griegos y romanos antiguos dan testimonio sobre la existencia de esqueletos humanos gigantes incluyendo Herodoto, Pausanias, Filóstrato, Flegón, Plinio, Plutarco, Solino y Estrabón (35) y asimismo hubo huesos en exhibición atribuidos a héroes legendarios y otros colosos de la antigüedad clásica. Adrienne Major señala que cada una de esas aseveraciones se debe a la mala interpretación sobre fósiles de animales inmensos y desconocidos tales como restos de mastodontes, mamuts, jirafas gigantes, rinocerontes, osos de cavernas y otros animales que se exhumaron en la región oriental del Mediterráneo, pero admite que varias osamentas fosilizadas fueron reconocidas correctamente como pertenecientes a enormes especies extinguidas. Es cierto que no todos los relatos antiguos de gigantes humanos son igualmente plausibles pues el tamaño indicado de los esqueletos se extiende desde 3 hasta los extravagantes 43 mts. y así tales números podrían referirse a una asociación fósil completa o simplemente una exageración o invención.

Fig. 4.17. Maqueta de un esqueleto de mamut reordenado para demostrar cómo los antiguos griegos pudieron haber interpretado fósiles de animales inmensos y desconocidos como restos de gigantes (36) (reproducido con autorización de Princeton University Press).

Fig. 4.18. Izquierda: fémur humano. Derecha: fémur fósil del elefante pleistocénico Palaeoloxodon antiquus (37) (reproducido con autorización de Princeton University Press).

En 1880, uno de los adeptos tras la formación de la Sociedad Teosófica se refirió por escrito al escepticismo reinante hacia la idea de ancestros humanos gigantescos diciendo que "cuando se encuentran sus enormes marcos invariablemente son considerados como anormalidades aisladas de la naturaleza" y añadió que en el Himalaya (territorio de India británica) "tenemos una cueva llena de esqueletos de estos gigantes" (38). H.P. Blavatsky sostuvo que no debiéramos burlarnos de la tradición universal referente a antepasados de gran estatura:
 
"El hecho de que se hayan confundido huesos de mamut y mastodonte -y en un caso de una salamandra gigante -con restos humanos, no excluye la posibilidad que de todos los mamíferos el hombre sea el único que no se haya reducido en estatura según la ciencia, al igual que todos los demás marcos de animales desde el diluvii homo gigante a la criatura actual que mide de 1,5 a 2 metros" (39).

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (6 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenidos:

04. Gigantes y salvajes
-Animales gigantes


04. Gigantes y salvajes
 
Animales gigantes

Casi todas las formas de vida que existieron en la Tierra parecen haber pasado por una fase "gigantesca", por cuanto ha habido plantas, insectos, reptiles, aves, peces y mamíferos de dimensiones enormes (1).

En la Era Paleozoica los animales terrestres más grandes eran los pelicosaurios herbívoros (reptiles similares a mamíferos) del Pérmico y con hasta 6 metros de largo. Algunos de los invertebrados paleozoicos también tuvieron gran tamaño e incluyen libélulas con una extensión de 60-75 cms., un miriápodo armado gigante de 1,8 mts. de largo y escorpiones de hasta un metro. La especie más grande de Dunkleosteus, un placodermo (pez blindado) de finales del Devónico, creció hasta los 10 mts. de longitud y pesaba 3,6 toneladas. También existió vegetación gigante; por ejemplo, los helechos de hoy son descendientes de aquéllos colosales del Carbonífero que tenían un porte tan encumbrado como los árboles. En éste último periodo algunos licopodios (licofitas) relacionados con los pequeños de la actualidad eran enormes árboles de 30 mts. de altura y tenían hasta 1,5 mts. de diámetro; las mayores colas de caballo (Calamites) alcanzaron un porte similar mientras que esas plantas hoy tienen sólo 1-2 mts.

Los animales más grandes que hayan vivido alguna vez en la Tierra fueron los dinosaurios que vagaban durante en la Era Mesozoica o edad de los reptiles. No todas esas criaturas eran gigantes pues algunas tenían el tamaño de un pollo, pero por ejemplo el Brachiosaurus poseía 7 metros de alzada desde las caderas y la cabeza en su largo cuello se encumbraba entre 12 a 16 mts. con lo cual se obtiene una longitud de aproximadamente 26 mts. y además pesaba entre 30 y 80 toneladas. El dinosaurio más alto llamado Sauroposeidon (figura 4.1) podía elevar su cabeza a una altura de 18 mts., tenía otros 34 de largo y pesaba hasta 60 toneladas. El Apatosaurus (antes Brontosaurus) pesaba alrededor de 20 toneladas y exhibía una longitud de 23 mts. incluyendo su largo cuello y la cola, y el Seismosaurus llegó a tener hasta 50 mts., equivalente a la mitad de una cancha de fútbol. Hubo otras especies como el Argentinosaurus que pesaba de 60 a 88 toneladas y el Amphicoelias fragillimus hasta 111. Algunos investigadores creen que la gravedad de la Tierra fue más débil durante la era de los reptiles para permitir la existencia de estas formas gigantescas vivas* (2). Los descendientes actuales de estos monstruos prehistóricos son una miniatura comparados con ellos; por ejemplo, el esfenodon de Nueva Zelanda -el único tipo de animal terrestre con un tercer ojo (pineal) en la parte superior de su cabeza- crece a una longitud de 71 cms. y el lagarto espinoso australiano mide 20 cm.

*Según la Teosofía, la Tierra se originó en un estado etéreo y todavía se hallaba en su "arco descendente" de materialización y densificación en el Mesozoico, alcanzando su etapa más densa alrededor del Oligoceno Tardío/Mioceno temprano. La gravedad más débil no tiene nada que ver con que la Tierra sea sólo la mitad del tamaño que tiene hoy como afirman los teóricos de la expansión planetaria.

Fig. 4.1.

Fig. 4.2. Fémur de una especie de titanosaurio innominado descubierto en 2014 (3). Se estima que el animal tuvo 40 mts. de largo, 20 de alto y 77 toneladas, un peso equivalente al de 14 elefantes africanos.

Fig. 4.3. Escala que compara a un humano y los dinosaurios conocidos más grandes de cinco grupos principales (en.wikipedia.org).

Las rocas mesozoicas contienen una variedad de otros grandes reptiles extintos que incluyen al cocodrilo gigante Sarcosuchus que vivió en África durante el Cretácico (fig. 4.4) y tenía unos 12 mts. de largo, pesaba cerca de 8 toneladas y probablemente comía dinosaurios pequeños. En el medio marino había plesiosaurios de cuello largo con hasta hasta 15 mts. de longitud e ictiosaurios pisciformes de hasta 21 mts. Entre las aves, los reptiles voladores llamados pterodáctilos comprendían criaturas del tamaño de una paloma con un largo de 46 cms. hasta Quetzalcoatlus ("serpiente emplumada") con una longitud calculada en 11 mts., siendo así la mayor criatura voladora jamás conocida (figura 4.5); las estimaciones originales le otorgaban 20 mts., pero los ingenieros aeronáuticos protestaron que esto era "absolutamente imposible" y así la figura fue rebosquejada.


Fig. 4.4. Sarcosuchus imperator (4).

Fig. 4.5.

La Era Cenozoica es conocida como "edad de los mamíferos" y las dos últimas épocas de aquélla -Mioceno y Plioceno- son conocidas como el periodo de los mamíferos gigantes. Los primeros individuos de este grupo aparecieron en el Triásico del Mesozoico y perduraron por casi 150 millones de años, en su mayoría como criaturas del porte de una musaraña que vivían principalmente en la maleza y muchas de las cuales sólo salían de noche para buscar comida. Durante el Paleoceno temprano y tras la desaparición de los dinosaurios los mamíferos comenzaron una explosiva radiación evolutiva al diversificarse y adquirir adaptación en varios nichos ecológicos diferentes; también experimentaron un rápido aumento en el tamaño corporal que continuó hasta el Oligoceno.

Los pantodontes, uintaterios y xenungulados fueron los primeros mamíferos conocidos que evolucionaron a un gran tamaño. Dos de los pantodontes más más grandes y conocidos del Paleoceno son Coryphodon con alrededor de 1 m. a la altura del hombro, 2,25 mts. de largo y un peso de hasta 500 kg., y Barylambda, que tenía unos 2,5 mts. de largo, cerca de 650 kg, y el tamaño aproximado de un poni (fig. 4.6). En el Eoceno algunos mamíferos habían alcanzado el porte de un rinoceronte o elefante, otros eran pequeñas criaturas de tipo roedor y la mayoría lucía muy diferente de los que viven hoy. El rinoceronte Uintatherium del Eoceno fue el primer mamífero realmente gigantesco que poseía unos 4 mts. de largo, 1,7 de altura y pesaba hasta 2 toneladas.

Fig. 4.6. Barylambda faberi.

Eventualmente los rinocerontes evolucionaron hacia gigantes como la especie sin cuernos Paracerotherium del Oligoceno/Mioceno (también conocido como Indricotherium), el mamífero terrestre más grande que haya existido (figura 4.7). Medía 4,8 mts. a la altura del hombro, 8 de largo y pesaba unas 16 toneladas. El segundo mamífero más grande fue el Deinotherium giganteum que se extendió por Europa, Eurasia y África durante el Mioceno al Pleistoceno (fig. 4.8) que tenía 4,5 metros de altura a los hombros y colmillos que se arqueaban hacia abajo y atrás en lugar de proyectarse arriba y adelante. Asimismo el primate más grande conocido fue Gigantopithecus blaki con 3.7 mts. de alzada (ver apartado siguiente).

Fig. 4.7. Paraceratherium /Indricotherium.

Fig. 4.8.

El Diatryma, una gran ave no voladora terrestre del Eoceno, desarrolló una altura de hasta aproximadamente 2,1 mts. El pájaro más alto que jamás haya existido fue el moa gigante (Dinornis maximus) de Nueva Zelanda que se originó a finales del Mioceno y alcanzó una alzada de hasta 3,7 mts. Las aves más grandes de todos los tiempos fueron los pájaros-elefante (Aepyornis) de Madagascar -relacionados con el avestruz- y el Dromornis stirtoni australiano. Ambas tenían unos 3 mts. de alto; el peso de las primeras fue de hasta 400 kg. y 500 kg. para las últimas. Las aves-elefante se originaron en el Pleistoceno y se extinguieron en los últimos tiempos, mientras que Dromornis vivió en Australia desde el Mioceno tardío hasta el Plioceno inicial. También las aves voladoras más grandes conocidas fueron los teratornítidos que vivieron en Suramérica durante el Mioceno; el Argentavis magnificens tenía una envergadura de hasta 8,3 mts., longitud de 3,5, una altura en el suelo de hasta 2 mts. y un peso corporal de al menos 80 kilos.

La ballena dentada fósil más grande fue la fisiteroidea Livyatan melvillei del Mioceno con un largo estimado de 13,5 a 17,5 mts. y poseyó dientes de hasta 36 cms. de longitud. El anfibio de mayor tamaño conocido fue el temnospóndilo Prionosuchus de 9 mts. de longitud que data del Pérmico. Asimismo el pez prehistórico de mayor talla fue el tiburón blanco Carcharodon megalodon que abundaba en el Mioceno, el cual pudo haber tenido hasta 20 mts. y alrededor de 100 toneladas.

Los fósiles de mamuts se han hallado en depósitos del Pleistoceno por todos los continentes excepto Australia y América del Sur. La mayoría eran tan grandes como los elefantes modernos, aunque el colosal Mammuthus trogontherii de la estepa de Eurasia se alzaba por 4,5 mts. a nivel del hombro. Muchas otras megafaunas se extinguieron durante la época glacial del Pleistoceno e incluyen al Megatherium -el más grande de los perezosos terrestres- que midió hasta 6 mts. de la cabeza a la cola; Megalania, un carnívoro tipo varano [original "goanna", sin equivalente español] de unos 7 metros de largo: Toxodon, parecido a un rinoceronte pequeño con una longitud cercana a los 2,7 mts. y 1,5 de altura al hombro; Diprotodon, marsupial similar al wombat y del tamaño de un rinoceronte, con un largo de 3 mts. y otros 2 de altura al hombro; Glyptodon, armadillo gigante con más de 3,3 mts. de longitud y un peso de hasta 2 toneladas, y Castoroides, castor del porte de un oso que tuvo una largura de 2,4 mts.

El mayor de todos los animales terrestres vivos es el elefante africano. Los machos tienen hasta 4 mts. de altura al hombro y pesan hasta 6 toneladas; de igual forma se ha informado de elefantes extintos con alturas de hasta 4,8 metros. El único animal de mayor talla que el elefante africano es la jirafa; la más alta que se haya medido poseía unos 5,8 mts. Los animales de mayor tamaño aún vivos son las diversas especies de ballenas y la mayor de todas -vivas o extintas- es la ballena azul (figura 4.9). De esta especie, el ejemplar más grande medido con exactitud fue una hembra de 29,5 mts. que pesaba 180 toneladas, pero hay informes sobre capturas de animales de hasta 33 metros que podrían haber llegado incluso a las 200 toneladas.

Fig. 4.9.

4 de febrero de 2022

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (5 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenido:

03. Evidencia suprimida de antigüedad humana


03. Evidencia suprimida de antigüedad humana

El año 1993 vio la publicación de un trabajo académico y controvertido de 900 páginas llamado "Forbidden Archeology" compuesto por Michael Cremo y Richard Thompson (1). Presenta una abundante evidencia -en forma de herramientas líticas, huesos incisos y restos óseos- que sugiere que los humanos modernos existían en el Plioceno, Mioceno e incluso los primeros tiempos del Terciario, millones de años antes de la aparición de nuestros presuntos ancestros simiescos como señala la teoría general. La mayor parte de esta evidencia fue descubierta por científicos de renombre en el siglo XIX y principios del XX antes que arraigara la escala de tiempo moderna y truncada sobre la evolución humana. Cremo y Thompson escriben:

"Estos descubrimientos no son bien conocidos y fueron olvidados por la ciencia en el transcurso de muchas décadas o en varios casos eliminados por un proceso sesgado de filtración de conocimiento. El resultado es que los estudiantes modernos de paleoantropología no están en posesión de la gama completa de evidencia científica relativa al origen y la antigüedad humanos; más bien, la mayoría de las personas -incluidos científicos profesionales- sólo está expuesta a una selección cuidadosamente revisada de pruebas que apoyan la teoría ahora aceptada de que los homínidos protohumanos evolucionaron de antecesores simiescos en África durante el Plioceno tardío y el Pleistoceno temprano, y que los humanos modernos se derivaron a partir de dichos homínidos en el Pleistoceno tardío, en África u otros lugares" (2). 

Los autores también analizan en detalle hallazgos fósiles más recientes y muestran cómo las preconcepciones teóricas todavía condicionan la aceptación o el rechazo de la evidencia y la forma en que se interpreta. Concluyen que varios tipos de seres humanos y simiescos han coexistido durante decenas de millones de años en el pasado.

La institucionalidad científica respondió con ira a Cremo y Thompson por su desafío a las creencias profundamente sostenidas. Richard Leakey llamó a su libro "pura farsa"; el American Journal of Physical Anthropology lo etiquetó como "babosería creacionista pseudo-hindú", "antropología popular torpe" y "una verdadera cornucopia de baratijas" (3). Ambos escritores declaran abiertamente su afiliación al Instituto Bhaktivedanta, una rama de la Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna y muchos críticos atacaron el libro con el argumento de que las creencias de sus autores impidieron el manejo imparcial del tema principal. Esto es injusto ya que todos los autores -incluidos los darwinistas- poseen una postura filosófica que podría afectar su objetividad y todas las pruebas y argumentos deben resistir o caerse según sus propios méritos.

Las respuestas de los científicos profesionales no fueron enteramente negativas. Algunos eruditos convencionales reconocieron la calidad de la investigación contenida en el texto; por ejemplo, David Heppell (Departamento de Historia Natural del Museo Real de Escocia) escribió: "Una recopilación muy exhaustiva y académica (...) Ya sea que se acepten o no las pruebas presentadas, ciertamente parece que ya no habrá ninguna excusa para ignorarlo" (4). Incluso un darwinista ortodoxo intentó refutar "Forbidden Archeology" con otro largo libro, pero simplemente trata de encontrar defectos en un puñado de casos dejando intacta la mayor parte de la evidencia (5). 

Gran parte de los casos presentados por Cremo y Thompson salió a la luz poco después de que Darwin publicara "El Origen de las Especies" en 1859. En ese momento no había hallazgos fósiles notables excepto el hombre de Neanderthal y tampoco existía una historia claramente establecida de descendencia humana para ser defendida. Como resultado, los científicos profesionales reportaron muchos descubrimientos que hoy nunca llegarían a las páginas de cualquier revista académica respetable. La mayoría de los fósiles y artefactos "anómalos" fue desenterrada antes del descubrimiento por Eugene Dubois del hombre de Java en 1891-1892, y así Dubois llamó a esta especie Pithecanthropus erectus creyendo que era intermedia entre los simios y el género Homo, pero hoy se clasifica bajo la categoría de Homo erectus.

"El hombre de Java se encontró en depósitos del Pleistoceno medio a los que generalmente de atribuye una edad de 800.000 años. El descubrimiento se convirtió en punto de referencia y a partir de entonces los científicos no esperan encontrar fósiles o artefactos humanos anatómicamente modernos en depósitos de igual o mayor edad. Si lo conseguían, ellos (o alguien más sabio) solían concluir que esto era imposible y encontraban alguna manera de desacreditar el hallazgo como error, ilusión o engaño" (6). 

En 1884 el antropólogo Armand de Quatrefages escribió: "Las objeciones a la existencia humana en el Plioceno y Mioceno parecen estar habitualmente más relacionadas con consideraciones teóricas que la observación directa" (7). Alfred Wallace expresó su consternación por la evidencia de que los humanos anatómicamente modernos y existentes en el Terciario tendía a ser "atacada con todas las armas de la duda, acusación y burla" (8). Por supuesto, ninguno de los cientos de casos documentados por Cremo y Thompson necesariamente son válidos y la  mayoría de ellos suscitó controversia en ese momento, pero los argumentos opuestos no fueron tan abrumadores y concluyentes para justificar la virtual ausencia de cualquier consideración seria de esta evidencia anómala en los relatos modernos sobre evolución humana.

En la segunda mitad del siglo XIX numerosos científicos descubrieron huesos y proyectiles con roturas e incisiones que indicaban una presencia humana en el Plioceno, Mioceno e incluso antes. Los opositores sugirieron que las marcas y agrietamientos observados en huesos fósiles fueron causadas por acción de carnívoros, tiburones o presión geológica, pero los partidarios de los hallazgos ofrecieron contraargumentos detallados. Los científicos también presentaron grandes cantidades de lo que suponían ser herramientas de piedra y armas. Estos descubrimientos fueron reportados en revistas consolidadas y discutidas a fondo en congresos científicos, pero hoy casi nadie ha oído hablar de ellos. El punto de vista actual es que los homininos del Plioceno tardío y medio eran australopitecos muy primitivos de los que generalmente se piensa eran incapaces de elaborar herramientas líticas.


Fig. 3.1. Arriba: herramientas de piedra encontradas por A. Rutot bajo arenas del Oligoceno tardío en Boncelles (Bélgica) en 1907. Debajo: implementos fabricados por nativos de Tasmania en tiempos históricos recientes y que se parecen bastante a los utensilios de la ilustración superior (9).

En 1881 y en la formación Red Crag del Plioceno tardío (Inglaterra) se encontró una concha que exhibía una cara humana tosca pero reconocible y tallada en su superficie exterior. Fue datada en más de 2 millones de años, mientras que según las opiniones estándar los humanos capaces de tal habilidad artística no llegaron a Europa hasta hace unos 40 mil años. A principios del siglo XX el geólogo J. Reid Moir encontró herramientas de piedra rudimentarias (eolitos) y artefactos líticos más avanzados (paleolitos) en y bajo la formación Red Crag que podrían tener de 2 a 55 millones de años. Los hallazgos obtuvieron el apoyo de Henri Breuil, uno de los críticos más abiertos de los eolitos; también en 1923 una comisión científica internacional viajó a Inglaterra para investigar los principales descubrimientos de Moir y los declaró genuinos.

Fig. 3.2. Concha tallada en la formación inglesa de Red Crag (10).

Entre 1912 y 1914 Carlos Ameghino encontró en Miramar (costa de Argentina) una serie de implementos de piedra que incluían bolas (esferas arrojadizas) y señales de fogones en estratos del Plioceno tardío de 2 a 3 millones de años. También halló una punta de flecha lítica firmemente incrustada en el fémur de una especie pliocénica de Toxodon, un mamífero extinguido. En 1913 su compañero Lorenzo Parodi descubrió una bola de piedra en un acantilado pliocénico de Miramar; la dejó en su sitio e invitó a varios científicos -entre ellos el etnógrafo Eric Boman, crítico ardiente de los hallazgos- a presenciar la extracción del instrumento. Una segunda esfera de piedra fue hallada en el mismo lugar seguida por otro instrumento a 200 metros de distancia, y pasmado, Boman sólo pudo insinuar en su informe que Parodi había colocado los artefactos. En 1921 Parodi descubrió un fragmento de mandíbula fósil totalmente humano en la misma formación de dicha localidad (11) y la creencia actual es que los humanos no entraron en América en una fecha no anterior a los 25.000 años.

Durante los siglos XIX y principios del XX se realizaron varios descubrimientos de restos óseos humanos de apariencia moderna en formaciones del Pleistoceno medio en Europa. Estos hallazgos incluyen los sectores de Galley Hill, Moulin Quingnon, Clichy, La Denise e Ipswich que podrían atribuirse a entierros intrusivos recientes o fraudes, pero hay razones para pensar que dichas osamentas en realidad pueden datar del Pleistoceno medio, es decir, ser más antiguas que los 200.000 años o más asignados actualmente al Homo sapiens. Por ejemplo, el esqueleto de 330.000 años de Galley Hill (cerca de Londres, 1888) fue descubierto en estratos imperturbables y el antropólogo Sir Arthur Keith concluyó que "no había posibilidad de negar la autenticidad del descubrimiento sin provocar daños a la verdad" (12); sin embargo, la opinión general de hoy es que debió tratarse de sepultamientos recientes.

En 1863 J. Boucher de Perthes descubrió una mandíbula humana anatómicamente moderna en el pozo de grava de Moulin Quingnon en Abbeville, Francia. La pieza fue extraída desde una capa de arena negra y grava de 5 mts. de hondura que también contenía utensilios de piedra del tipo acheliense con unos 400.000 años de antigüedad. Una comisión de geólogos y arqueólogos franco-británica respaldó la autenticidad de la mandíbula, pero dos de los miembros ingleses tenían reservas y finalmente ganó la mayoría de los especialistas que lo apoyaban. Boucher de Perthes realizó nuevas excavaciones en el sitio bajo controles muy estrictos y en presencia de observadores científicos capacitados y descubrió más huesos, fragmentos óseos y dientes humanos anatómicamente modernos, pero no recibieron casi ninguna atención en el mundo angloparlante.

En 1880 el geólogo Giuseppe Ragazzoni desenterró los huesos de una mujer, un hombre y dos niños en una formación del Plioceno medio (hace 3 ó 4 millones de años) en Castenedolo, norte de Italia (13). La capacidad craneal de la mujer era 1340 c.c., estando así dentro de la gama moderna; asimismo el especialista inspeccionó cuidadosamente las capas superpuestas de sedimento y las encontró sin perturbaciones, descartando así el entierro reciente. Un esqueleto de edad similar fue localizado por otros investigadores en Savona, Italia. En 1883 el anatomista Giuseppe Sergi examinó los restos humanos y el sitio confirmando plenamente los hallazgos de Ragazzoni y descartó el sepultamiento intrusivo señalando que "la arcilla de las capas superficiales superiores, reconocible por su color rojo intenso, habría estado entremezclada".

Sin embargo, muchos científicos influyentes estaban comprometidos con la evolución más reciente del tipo humano moderno desde las criaturas simiescas y primitivas, por cuanto se opusieron a tales descubrimientos por razones teóricas. Sergi protestó: "Por medio de un prejuicio científico despótico (...) se ha desacreditado todo descubrimiento de restos humanos en el Plioceno". El arqueólogo R.A.S. Macalister es un buen ejemplo de tal discriminación, ya que en 1921 afirmó que si los huesos de Castenedolo realmente pertenecieran al estrato en que fueron encontrados implicarían "un estancamiento extraordinariamente largo para la evolución" que crearía "muchos problemas insolubles" y entonces concluyó: "Es mucho más probable que haya algo malo en las observaciones".

Los científicos han utilizado pruebas químicas y radiométricas para negar una edad pliocénica a los huesos de Castenedolo. En 1980 se informó que los restos tenían un contenido de nitrógeno similar a las osamentas en sitios del Pleistoceno tardío y el Holoceno; no obstante, el grado de preservación de este elemento en el hueso puede variar ampliamente de un lugar a otro haciendo que tales comparaciones sean poco fiables como indicadores de edad. Los huesos se encontraron en arcilla, una sustancia conocida por preservar proteínas óseas que contienen nitrógeno, y también se determinó que dichos restos tenían un contenido de flúor relativamente alto para huesos recientes y una concentración de uranio inesperadamente elevada y consistente con una gran antigüedad. Una prueba de carbono-14 determinó una edad de 958 años para algunos de los huesos, pero éstos habían permanecido en un museo por casi 90 años y pudieron haberse contaminado con carbono reciente otorgando así una datación falsa. 

Durante los días de la Fiebre del Oro en California, comenzando en la década de 1850, hubo mineros que exhumaron varios huesos humanos anatómicamente modernos e implementos de piedra avanzados en pozos de minas hundidos a gran profundidad en depósitos de grava áurea cubiertos por espesos cursos de lava (14) y dichos reservorios localizados bajo esa capa fueron fechados en una antigüedad de entre 9 a 55 millones de años. En 1880 J.D. Whitney, geólogo estatal de California, publicó una extensa revisión sobre avanzadas herramientas de piedra descubiertas en minas de oro californianas y toda la evidencia reunida por Whitney indicaba que los objetos no podrían haber ingresado desde otros niveles; los implementos -que incluían puntas de lanza, morteros de piedra y pilones- fueron localizados a profundidad en yacimientos minerales bajo capas de lava espesas y no intervenidas. Así, Whitney concluyó que habían existido humanos similares a los actuales durante tiempos muy antiguos en Norteamérica. No obstante, W.H. Homes del Instituto Smithsoniano reaccionó diciendo: "Quizás si el profesor Whitney hubiera apreciado totalmente la historia de la evolución humana como se entiende hoy, habría dudado de anunciar las conclusiones formuladas, a pesar del impresionante conjunto de testimonios al que se enfrentaba". En otras palabras, si los hechos no están de acuerdo con la teoría predilecta, entonces tales evidencias debieran ser descartadas completamente incluso si es un "impresionante conjunto" de ellas

Fig. 3.3. Mortero y pilón descubiertos en un túnel minero excavado en depósitos del Terciario (33-55 millones de años de antigüedad) bajo Table Mountain, condado de Tuolumne, California.

Durante 1886, en el condado de Calaveras y en las mismas montañas de Sierra Nevada de California, el propietario de una mina encontró un cráneo humano altamente fosilizado en una capa pre-pliocénica de grava a 40 mts. bajo la superficie (15). Las opiniones sobre su autenticidad variaron, pero algunos científicos sostuvieron que un examen cuidadoso demostró que estaba incrustado con arena y grava provenientes del sitio y sus cavidades permanecían rellenas con el mismo material. Como se mencionó anteriormente, se descubrieron grandes números de implementos de piedra en depósitos cercanos de edad similar y asimismo fueron halladas otras osamentas humanas en la misma región datadas entre 9 y 55 millones de años. Sir Arthur Keith estableció que el cráneo de Calaveras "no puede ser ignorado y constituye el 'fantasma' que acecha al estudiante de los primeros humanos (...) poniendo a prueba las creencias más poderosas de todo experto llegando casi a un punto de quiebre"

También el libro "Forbidden Archeology" contiene otros informes sobre restos humanos anatómicamente modernos exhumados en estratos terciarios tempranos e incluso pre-terciarios (p. ej., Cretácico y Carbonífero), pero dichos reportes son más difíciles de evaluar debido a que existen muchos menos detalles disponibles.

Cremo y Thompson demuestran que los paleoantropólogos actuales aplican doble estándar a la evidencia fósil. Si un hallazgo se ajusta a la teoría convencional es aceptado fácilmente, mientras que una prueba anómala está sometida a un escrutinio tan severo que no se puede admitir ningún descubrimiento, por cuanto si los científicos aplicaran normas iguales a los fósiles anómalos y "normales" ambos serían aceptados o rechazados.

No todas las evidencias de orígenes humanos que se encuentran en los libros actuales cumplen altos estándares. Por ejemplo, la mayoría de los fósiles de homínidos africanos -entre ellos los de "Lucy" (Australopithecus afarensis)- fueron descubiertos en la superficie y se asignaron fechas específicas debido a su asociación ambigua con ciertos estratos expuestos. Del mismo modo, ninguno de los descubrimientos del hombre de Java -que van desde los originales realizados por Dubois en la década de 1890 hasta los de fines del siglo XX- se realizaron en excavaciones bajo supervisión, fotografiadas in situ, etc., y aunque fueron hallazgos superficiales se les asignó una edad de 800.000 años o más, con la suposición de que los huesos erosionaron desde formaciones del Pleistoceno medio. Los hallazgos fueron hechos por coleccionistas nativos no supervisados y a sueldo que más tarde los trajeron o enviaron a  científicos para su estudio. Por el contrario, casi todos los descubrimientos de huesos humanos anormalmente viejos ocurrieron in situ y en estratos bien definidos. En este sentido, dichas exhumaciones en gran parte olvidadas son superiores a muchas que ahora se aceptan plenamente.

Originalmente Dubois creó al hombre de Java a partir de un par de dientes, una calavera de apariencia simiesca y un fémur similar al humano encontrado a 15 mts. de distancia. Sin embargo, ahora se acepta universalmente que el fémur no difiere significativamente del de un humano moderno y no se corresponde con la calavera; y en lugar de concluir que los humanos de apariencia moderna vivían hace 800.000 años, se supone que el fémur (y otros similares encontrados posteriormente en los mismos depósitos) debieron mezclarse desde niveles más altos y recientes. Por supuesto, lo mismo podría aplicarse igualmente a la calavera, lo cual demolería completamente al hombre Java original, y no obstante algunas exposiciones de museo continúan exhibiendo el cráneo y dicho hueso original como pertenecientes a un individuo Homo erectus del Pleistoceno medio (16). 

Frecuentemente la evidencia paleoantropológica está sujeta a múltiples interpretaciones contradictorias y así los fundamentos partidistas determinan qué opinión prevalece en un momento dado. Como demuestra el caso sobre el fémur del hombre de Java, incluso algunas de las pruebas que se han adaptado a la teoría ortodoxa sobre la evolución humana son potencialmente anómalas. En 1965 se encontró un fragmento de húmero (hueso del brazo superior) de 4 a 4,5 millones de años en Kanapoi, Kenia, y algunos expertos afirmaron que era distinto al de los australopitecos y casi exactamente igual respecto al humano moderno, pero otros afirmaron exactamente lo contrario. A lo largo de los años el pie llamado OH 8 que se encontró en la garganta de Olduvai y datado en 1,7 millones de años ha sido descrito como humano, simiesco, intermedio entre humanos y simios, distinto de humano y mono y similar a un orangután. La mandíbula de Kanam, de 1,7 a 2,0 millones de años, ha sido atribuida a Australopithecus boisei, Homo habilis, individuos similares a neandertales, Homo sapiens temprano y Homo sapiens moderno (17). 

El húmero de Gombore con 1,5 millones de años y desenterrado en Etiopía (1977) se atribuyó antaño a Australopithecus boisei, pero actualmente se lo vincula a Homo ergaster y es descrito como muy parecido al de un humano contemporáneo. El talo ER 813 (hueso del tobillo) de 1,5 a 1,9 millones de años está asociado a Homo ergaster, pero también se cataloga como no demasiado diferente del de un bosquimano actual. Los fémures ER 1481 y 1472 de Kenia -con unos 2 millones de años- actualmente están conferidos a Homo rudolfensis; no obstante ambos se describen parecidos a los de nuestra especie (18). Desde luego, la posibilidad de que tales fósiles pertenezcan de hecho a individuos anatómicamente modernos es descartada por anticipado debido a razones teóricas.

De igual forma, Cremo y Thompson llaman la atención sobre la dudosa y deshonesta práctica de la datación morfológica. Esto significa que si por ejemplo un homínido simiesco y otro más humano se encuentran en dos sitios diferentes en asociación con la misma fauna del Pleistoceno medio, se da una fecha posterior al lugar con el individuo "más humano" que al otro. Más tarde ambos homínidos fósiles son citados en los textos como evidencia de una progresión evolutiva, por cuanto esta práctica distorsiona sustancialmente el registro fósil de dichas especies.

Un apéndice en "Forbidden Archeology" está dedicado a descubrimientos de artefactos que sugieren logros culturales y tecnológicos más desarrollados en formaciones geológicas que datan del Precámbrico. La evidencia incluye una uña encontrada en arenisca devónica, tubos metálicos en tizas del Cretácico, un hilo de oro insertado en piedra carbonífera, una pequeña cadena áurea carbonífera en un trozo de lignito, una taza de hierro de igual época proveniente de un trozo de carbón, una "huella de zapato" cámbrica, un jarrón metálico de rocas precámbricas y esferas de metal estriadas del Precámbrico sudafricano. Los informes emanan de fuentes científicas y no científicas, pero la mayoría de los artefactos no se han conservado en los museos y son imposibles de localizar. Aunque tal evidencia es a menudo débil, todavía merece el estudio apropiado y no debe descartarse sobre bases puramente ideológicas.

En 1937 una mujer de Wyoming descubrió una cuchara con unos 15 cms. de largo en un gran trozo de carbón blando de Pensilvania. Fue enviado al Instituto Smithsoniano que respondió que nunca podrían hallarse artefactos humanos en ese material (19). ¿Y debemos pensar acaso que esa institución jamás se equivoca?


Referencias

1. Michael A. Cremo y Richard L. Thompson, Forbidden Archeology, San Diego: CA: Bhaktivedanta Institute, 1993; versión resumida: The Hidden History of the Human Race, Badger, CA: Govardhan Hill Publishing, 1994. Ver también Michael A. Cremo, Forbidden Archeology’s Impact, Los Angeles, CA: Bhaktivedanta Book Publishing, 1998; Michael A. Cremo, Human Devolution: A Vedic alternative to Darwin’s theory, Los Angeles, CA: Bhaktivedanta Book Publishing, 2003.

2. Forbidden Archeology, p. 150.
3. Forbidden Archeology’s Impact, p. 53, 93.
4. Ibídem, p. 257.
5. Michael Brass, The Antiquity of Man, Baltimore, MD: AmErica House, 2002; véase la reseña de Richard Milton en grahamhancock.com/library/review001_brass.php.

6. Forbidden Archeology, p. 19.
7. Human Devolution, p. 19.
8. Forbidden Archeology, p. 390.
9. The Hidden History of the Human Race, p. 69.
10. Forbidden Archeology, p. 72.
11. Ibídem, p. 313-34, 438-9.
12. Arthur Keith, The Antiquity of Man, London: Williams and Norgate, 1925, p. 256.
13. Forbidden Archeology, p. 422-32.
14. Ibídem, p. 368-93.
15. Ibídem, p. 439-52.
16. The Hidden History of the Human Race, p. 155-62.
17. Forbidden Archeology, p. 656, 684-6, 705-6.
18. Ibídem, p. 686-7, 691-3; The Antiquity of Man, p. 56.
19. William R. Corliss (comp.), Archeological Anomalies: Small artifacts, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 2003, p. 113.

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (4 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014

 
Contenidos:
 
02. Fábulas genéticas: Adán y Eva
-Similitudes humano-simio
-La "Eva africana"
-El "Adán africano"
-Genética y arqueología
 
 
02. Fábulas genéticas: Adán y Eva

Similitudes humano-simio

Frecuentemente los darwinistas sostienen que el ADN humano y del chimpancé son idéntico en más del 98% (1); por ejemplo, el Instituto Smithsoniano señala que el ADN humano difiere de dichos monos y también bonobos por 1,2%, mientras que el ADN humano, de chimpancé y bonobo se diferencia del de los gorilas en alrededor de 1,6% y el ADN de estos simios africanos es distinto al que tiene el orangután -el gran simio asiático- en un 3,1%. Estas cifras se basan únicamente en las mediciones de reemplazos en los bloques de construcción básicos de genes seleccionados que comparten las especies en cuestión. Si además se tienen en cuenta las eliminaciones, duplicaciones e inserciones de segmentos de ADN hay una distinción adicional de 4 a 5% entre los genomas humanos y de chimpancé. A partir de cifras como éstas y planteadas por primera vez en la década de 1970, se infiere comúnmente que humanos, chimpancés y bonobos están más estrechamente relacionados entre sí que cualquiera de ellos con los gorilas u otro primate (2).
 
Los esbozos iniciales de los genomas humano y de chimpancé no se dieron a conocer hasta el año 2001 y 2005, respectivamente. Sin embargo, incluso hoy las cifras de similitud en el ADN no se basan en una comparación de genomas completos sino en las secuencias de ADN seleccionadas y ya conocidas por tener una elevada semejanza. Como explican Jeffrey Tomkins y Jerry Bergman, los datos secuenciales del ADN "a menudo pasan por varios niveles de prerevisión, filtrado y selección antes de ser sintetizados y discutidos. Con frecuencia las regiones y lagunas no alineables en los patrones de secuencia se omiten en los resultados finales o se complejiza su impacto". Tomkins y Bergman hallaron que cuando se toman datos omitidos la similitud humano-chimpancé para las secuencias consideradas no es mayor al 81 u 87% (3). Muchos de los estudios que encontraron una diferencia de 1-2% se basaron en secuencias muy escogidas de ADN proteíno-codificante -altamente conservado- mientras que parte del 95% del genoma humano se compone de ADN no codificante llamado hasta hace un tiempo "ADN basura", pero actualmente se reconoce como factor decisivo para regular la expresión génica. Tomkins y Bergman también señalan que mediante el empleo de técnicas similares a las utilizadas en la comparación de humanos y chimpancés, el ADN de los primeros es 35% idéntico al ADN del narciso [flor], pero "no se infiere que seamos físicamente el 35% de esa planta".
 
Un estudio detallado de cromosomas sexuales (cromosomas X e Y) y no sexuales (autosomas) por Tomkins informó los siguientes resultados:
 
"Sólo el 69% del cromosoma X de chimpancé fue similar al humano y sólo el 43% del cromosoma Y. La similitud autosómica de chimpancé a humano en promedio fue de 70,7% con un rango de 66,1% a 77,9% en función del cromosoma. En todo el genoma sólo el 70% del ADN de chimpancé fue similar al humano bajo las condiciones más óptimas de rebanado secuencial. Los chimpancés y humanos comparten muchas regiones proteíno-codificantes localizadas de alta similitud; sin embargo, en general hay una extrema discontinuidad secuencial de ADN entre los dos genomas" (4). 
 
La afirmación de que humanos y chimpancés son genéticamente iguales en un 98% es claramente absurda, pues se informa que el genoma de los últimos es 8% más grande que el de los primeros. Además, los humanos tienen 23 pares de cromosomas en comparación con los 24 en chimpancés y otros grandes simios. Otras discrepancias refieren a que los cromosomas 4, 9, y 12 son muy diferentes en humanos y chimpancés y que los genes y marcadores en estos cromosomas no se hallan en el mismo orden (5); incluso un estudio de 2010 demostró que los cromosomas Y entre ambos animales son "horriblemente distintos entre sí". El cromosoma Y del chimpancé tiene sólo dos tercios de tantos genes distintos o familias génicas como el cromosoma Y humano, y sólo el 47% de tantos elementos proteino-codificantes como los últimos; también más de 30% del cromosoma Y chimpancé carece de un homólogo alineable en el nuestro (6).
 
Para explicar por qué chimpancés y humanos tienen diferente número cromosómico, los darwinistas argumentan que los cromosomas 2A y 2B de chimpancé se fusionaron de principio a fin formando el cromosoma humano 2. Supuestamente la prueba llegó en 1991 cuando los investigadores descubrieron una secuencia de ADN con desempeño fusionador similar como en el cromosoma humano 2; sin embargo, tuvo un tamaño inesperadamente pequeño (800 bases) y se encontraba altamente degenerado (ambiguo) dados los supuestos 3 a 6 millones de años de divergencia de un ancestro común, y lo más relevante es que contenía una firma nunca antes vista: una fusión telómero-telómero (regiones en el extremo de los cromosomas que contienen miles de repeticiones para una secuencia de ADN particular). Ahora se sabe que la supuesta secuencia de fusión es parte clave de un gen regulador importante, y puesto que se ubica en la hebra cromosomal orientada inversamente tiene que ser leído en dicho sentido y no en la orientación directa que se usa típicamente como evidencia de una fusión. Además, los genes que rodean el presunto sitio de fusión no existen en el cromosoma 2A ó 2B de chimpancé (7). François de Sarre, quien rechaza la teoría la teoría de ancestralidad primate, sostiene que el cromosoma 2 humano en realidad se dividió en los cromosomas 2A y 2B, y éste último también ha adquirido material genético adicional (8), lo cual es coherente con la posición teosófica de que los monos descendieron parcialmente de los humanos y desarrollaron una anatomía más especializada.
 
Aunque la conexión chimpancé-humano recibe con creces la mayor publicidad, diferentes tipos de estudios genéticos dan resultados contradictorios respecto a la relación evolutiva entre humanos, chimpancés y gorilas. En el caso del ADN nuclear, la evidencia del cromosoma Y hace que los chimpancés se acerquen más a nosotros, pero la prueba del cromosoma X hace que los primeros se asemejen más a los gorilas al igual que el análisis para el gen de involucrina y bandas cromosómicas. Algunos estudios de ADN mitocondrial sugieren que humanos, chimpancés y gorilas están igualmente próximos unos de otros; no obstante, un análisis indicó que las mitocondrias humanas parecen representar una separación radical de organismos examinados previamente y no se originan de los familiares reconocibles en los organismos actuales (9).
 
Jeffrey Schwartz señala que de los 26 rasgos únicos que tenemos en común con los hominoideos vivos, todos comparten 26 con el orangután, 9 con chimpancés y gorilas y sólo cinco con el gibón. Por lo tanto, sostiene que los humanos están más estrechamente relacionados con el orangután que con los simios africanos y cuestiona el uso de datos moleculares y bioquímicos para establecer relaciones evolutivas entre humanos y simios (10). Jonathan Marks dice que con relación a la evidencia del esqueleto, el cráneo vincula humanos y chimpancés, pero el resto del esqueleto une a chimpancés y gorilas. Al igual que Schwartz, Marks pone en duda el aserto predominante de que la evidencia genética es superior a otros tipos de pruebas, diciendo que se ha utilizado para hacer "generalizaciones precipitadas" y "sacar conclusiones beligerantes sobre la base de suposiciones cuestionables" (11).
 
Como se ha señalado, los genes están muy sobrevalorados por los biólogos materialistas, pues esas estructuras sólo especifican qué aminoácidos deben enhebrarse para formar moléculas de proteínas, y no es tan sorprendente que los cuerpos de humanos y monos estén compuestos de ingredientes moleculares parecidos. El verdadero problema es explicar cómo esos componentes se organizan en estructuras complejas y por qué los humanos tienen mentes autoconscientes mientras que todos los simios no las evidencian.

 
La "Eva africana"

De acuerdo con la hipótesis dominante de la "Eva africana" o "mitocondrial", todos los humanos vivos pueden rastrear parte de su herencia genética a una hembra que vivió en África hace unos 150.000 años. Esta teoría se basa en estudios de ADN mitocondrial (ADNmt) que heredamos sólo de nuestras madres. Se supone que los únicos cambios que sufre el ADNmt son aquéllos que se acumulan por mutaciones azarosas, y que al calcular la tasa de mutación el ADNmt puede emplearse como una especie de reloj. Sobre la base de datos de ADN mitocondrial de diferentes poblaciones humanas, los programas computacionales identifican qué grupo tiene la mayor variación/mutación en su ADN mitocondrial, por cuanto se cree que éste es el grupo más antiguo y el parental. También se analiza que tan atrás en el tiempo debemos remontarnos respecto a la diversidad de ADNmt observada en las poblaciones humanas de hoy para fundirse en una sóla secuencia de ADNmt remoto, y se supone que esto proporciona la fecha del último ancestro común.
 
Todas las conjeturas subyacentes a este método son falsas (1). Se piensa que el ADN mitocondrial sufre mutaciones azarosas en una tasa fija y no está sujeta a selección natural, pero en realidad la tasa de mutación es en realidad estocástica o probabilística lo que hace imposible una perfecta calibración del reloj molecular. Por otra parte existe una creciente evidencia de que la selección natural afecta el ADNmt lo que significa que el reloj molecular se ejecutará a diferentes velocidades en distintas poblaciones. Por ejemplo, si en un grupo la selección natural elimina algunas de las mutaciones esto hará que ese colectivo parezca más joven de lo que es realmente. Algunos científicos también han desafiado la creencia de que el ADN mitocondrial se hereda exclusivamente de la madre y no se recombina de forma aleatoria con ADN masculino durante la reproducción sexual; hasta ahora se han encontrado pruebas de herencia paterna de ADNmt en mejillones, moscas de la fruta, ratones y anchoas.
 
El hecho de que las poblaciones africanas puedan mostrar un mayor nivel de diversidad ADNmt que las de Asia y Europa no significa necesariamente que los grupos africanos sean los más antiguos. Si la población aumenta más rápidamente en una región que en otra, esto puede causar en ella una mayor diversidad; por el contrario, los "embotellamientos" de población (donde ésta se reduce a sólo unas pocas parejas de apareamiento) conducen a una pérdida de variación. La variabilidad genética al interior de estos grupos y entre ellos también puede surgir de niveles bajos aunque consistentes de entrecruzamiento combinado con el desarrollo de cambios genéticos aleatorios en grupos regionales. Como señala el genetista Alan Templeton: 'La diversidad en una región no refleja necesariamente la edad de la población local, sino más bien la época desde que apareció la última mutación favorable en la población, la historia demográfica de expansión en el tamaño de la misma, la extensión del flujo génico con otras poblaciones y así sucesivamente" (2).
 
Se afirma con frecuencia que nuestro último ancestro común vivió hace 150.000 a 200.000 años, pero diferentes estudios de ADN mitocondrial han arrojado fechas ampliamente divergentes. Un análisis de 1986 que utilizó cálculos intraespecíficos para calibrar el reloj molecular (es decir, tasas de mutación sólo en poblaciones humanas) produjeron un rango de edad para "Eva" de 140.000 a 290.000 años; sin embargo, Templeton calculó que teniendo en cuenta los efectos probabilísticos y del nivel de divergencia del ADNmt entre 1,4 a 9,3% hallado por algunos investigadores, la fecha dilucidada sería de entre 33.000 a 675.000 años (3). También se determinó que el ADNmt parece estar mutando mucho más rápido de lo que se esperaba, y si esto fuera cierto también en el pasado la "Eva mitocondrial" tendría una antigüedad de sólo 6.000 años (4).
 
Un estudio de 1991 obtuvo un rango de 166.000 a 249.000 años mediante el empleo de cálculos interespecíficos para calibrar la tasa de mutación; se supone que los humanos divergieron de los chimpancés hace 4 ó 6 millones de años, pero P. Gingerich estima que dicha división tuvo lugar hace 9,2 millones de años, lo que daría una fecha de 554.000 años para "Eva". Por otra parte, Lovejoy et al. encontraron que los investigadores habían cometido un error matemático que cuando fue corregido arrojaba una datación para "Eva" de al menos 1,3 millones de años (5).

Algunos estudios de ADN mitocondrial han contradicho la hipótesis de la "Eva africana" y sugieren que los humanos modernos tienen raíces asiáticas o africano-asiáticas. En términos de anatomía, los asiáticos y europeos están más estrechamente relacionados que cualquiera de ellos con los africanos (6). Si el continente negro es el hogar de los humanos modernos, es difícil explicar por qué nuestros cromosomas carecen de una secuencia de gen protector denominado "marcador babuino", pues todos los primates no-humanos que se sabe llevan esta secuencia génica son africanos como el gorila y chimpancé (7). 
 
 
El "Adán africano"

La contraparte masculina del ADNmt es el cromosoma Y que se hereda sólo del padre. Muchos científicos creen que así como podemos rastrear nuestro ADNmt a una "Eva africana", así también podemos hacerlo con los cromosomas Y hasta un "Adán africano" u "hombre-Y", aunque otros investigadores lo ven como "una aparición estadística generada por dudosos supuestos evolucionistas" (1). Como en el caso del ADNmt, diversos factores interfieren con el reloj molecular del cromosoma Y: la mayor diversidad en cromosomas Y entre las poblaciones de África podría deberse a que este continente estaba más densamente poblado, y la diversidad fuera de este lugar pudo haberse reducido por la propagación de genes particularmente favorables a través de esas poblaciones. En otras palabras, los humanos podrían tener millones de años de antigüedad y la diversificación genética que vemos hoy podría reflejar simplemente eventos genéticos recientes en esa larga historia.
 
Un estudio publicado en 1995 llegó a la conclusión de que los humanos tuvieron un ancestro común hace 270.000 años. No obstante, los investigadores reconocieron que este corolario se basa en muchos supuestos de fondo; por ejemplo, que la línea humana se separó de la del chimpancé hace unos 5 millones de años y que los resultados están abiertos a otras interpretaciones. Un número de Nature de 1995 contenía dos artículos sobre el origen de los cromosomas Y existentes y uno de ellos determinó una edad de 37.000 a 49.000 años, mientras que el otro la estimó en 188.000 años con un rango posible de 51.000 a 411.000 años. Un análisis posterior arrojó una fecha de 150.000 años y encontró que la raíz del árbol estadístico estaba en África, pero que además de un movimiento "originado en África" hacia el Viejo Mundo pudo haber existido un desplazamiento de vuelta a África desde Asia (2). Un estudio de 2001 concluyó que tres mutaciones en los cromosomas Y entre las poblaciones de África oriental se pueden remontar a una mutación que surgió en dicho continente entre 35.000 y 89.000 años atrás. Los autores admitieron que los cromosomas Y arcaicos de humanos modernos podían ser borrados por selección natural ("barrido de selección") y también por procesos aleatorios tales como la deriva genética. Se percataron de que la edad de un ancestro común calculada utilizando genes de autosoma/cromosoma X oscilaban entre 535.000 a 1.860.000 años, mucho más antigua que las dataciones favorecidas de ADN mitocondrial y cromosoma Y. Para explicar esto los investigadores especularon que en el transcurso de "embotellamientos" en la población durante una supuesta migración fuera de África pudo haber tres o cuatro veces más hombres como mujeres, lo que lleva a una mayor diversidad en el ADN del autosoma/cromosoma X (3).
 
Un documento de 2013 informó el hallazgo de un linaje hasta entonces desconocido del cromosoma Y que dio una fecha de 338.000 años para el ancestro común más reciente (con un rango de 237.000 a 581.000 años); aquí también se sugirió que "los modelos más complejos para el origen de la diversidad del cromosoma Y" debían ser considerados con el fin de reconciliar esto con la fecha favorecida y basada en ADNmt (4), y esto demuestra cómo las hipótesis auxiliares siempre pueden ser trastocadas para generar resultados "anómalos" más en consonancia con la ortodoxia actual.
 
Los estudios de ADN nuclear (ADNn) también han llevado a corolarios divergentes acerca de nuestros antecesores humanos. En un análisis que apoya la hipótesis de la "Eva africana" los dos marcadores génicos examinados sugirieron que la especie humana se divide en tres poblaciones distintas, a saber, subsaharianos, africanos nororientales ¡y todos los demás en el mundo! Otra investigación indicó que los africanos y euroasiáticos están separados por una gran distancia genética, contradiciendo de este modo la teoría "fuera de África" (5). Un análisis de 1990 concluyó que las poblaciones caucasoides (localizadas desde el norte de África hasta India) estaban más cerca del reservorio genético ancestral en lugar de los subsaharianos. Otro estudio de alelos (formas diferentes del mismo gen) que codifican la molécula globina señaló una edad mayor de 200.000 años para las poblaciones humanas modernas y posiblemente hasta 3 millones de años (6).

 
Genética y arqueología

La última versión sobre la teoría multirregional está de acuerdo con la teoría "fuera de África" en que los modernos Homo sapiens probablemente se originaron en ese continente hace unos 200.000 años, pero difiere al sugerir que posterior a su salida de esa región tuvo lugar un entrecruzamiento significativo con homínidos pre-sapiens en otras partes del mundo, como los neandertales en Europa y erectus en Asia, llevando así a la evolución de los humanos modernos. Hay abundante evidencia fósil y arqueológica que apunta al cruzamiento entre diferentes poblaciones humanas (1) y el punto en cuestión es saber exactamente qué grado de entrecruzamiento se produjo. Como dice Erik Trinkaus, el debate ahora se centra en "cuantías triviales de mezcla frente a grandes cantidades" (2) o como señalaba el New Scientist: "Algunas disputas parecen terminar con argumentos sobre casi nada" (3). Ambas teorías probablemente son erróneas ya que los fósiles más antiguos de humanos modernos tienen una antigüedad de muchos millones de años, pero hoy esta evidencia prácticamente no tiene ninguna posibilidad de recibir una consideración justa (véase la siguiente sección).
 
Entretanto, el debate actual continúa. Mientras que la mayoría de los análisis genéticos se centran en una sóla región de ADN y producen resultados muy variables, Alan Templeton realizó un estudio basado en 25 de esas regiones y llegó a las siguientes conclusiones: a) un evento de expansión "fuera de África" tuvo lugar hace 1,9 millones de años, lo que corresponde a la propagación inicial del Homo erectus fuera de dicho sector; b) una segunda expansión externa al continente ocurrió hace unos 700.000 años coincidiendo con la difusión de la cultura achelense e implicó un cruzamiento con algunas poblaciones de Eurasia; c) finalmente los humanos anatómicamente modernos empezaron a expandirse fuera del África subsahariana hace 130.000 años y se cruzaron en niveles bajos con poblaciones euroasiáticas arcaicas, distorsionando así la hipótesis de que los humanos modernos reemplazaron por completo las poblaciones arcaicas que fueron encontrando. Templeton sostiene que los tres eventos de expansión son corroborados por fósiles y evidencia arqueológica y sucedieron durante períodos climáticamente favorables (4).
 
Las diferencias de ADN se han interpretado en el sentido de que la línea neandertal se separó de aquélla conducente a los humanos modernos hace unos 500.000 años (5). De igual forma, la evidencia fósil muestra signos de un considerable cruce entre neandertales y humanos contemporáneos (6). Hasta alrededor de 2010 los estudios genéticos parecían mostrar que los neandertales se extinguieron sin contribuir con genes a los humanos modernos; sin embargo, los análisis más recientes indican que los neandertales en promedio están más cerca de las personas en Eurasia que a los africanos y que entre un 1 y 4% de los genomas de individuos en Eurasia se deriva de los neandertales, probablemente a través de cruzamientos entre 80.000 y 28.000 años atrás (7). Otra investigación encontró que alrededor del 20% de la reserva génica neandertal estaba presente en un amplio muestreo de individuos no africanos, a pesar de que el genoma de cada sujeto era sólo 2% neandertal (8). La evidencia genética señala que los primeros humanos modernos se cruzaron no sólo con neandertales sino también con los denisovanos, una población hominina del Paleozoico que se extendió desde Siberia hasta el sudeste de Asia y también un grupo todavía más antiguo que sigue siendo desconocido (9).
 
Las limitaciones y falta de fiabilidad en los análisis genéticos están claramente expuestos por los resultados contradictorios producidos por diferentes estudios. David Frayer comenta:
 
"A diferencia de los datos genéticos derivados de humanos vivos, los fósiles se pueden utilizar para probar predicciones de teorías sobre el pasado sin depender de una larga lista de suposiciones sobre la neutralidad de marcadores genéticos, tasas de mutación u otros requisitos necesarios para retrodecir el pasado a partir de la variación genética actual (...) A lo sumo, la información genética ofrece una teoría de cómo pudieron ocurrir los orígenes de los humanos modernos si son correctos los supuestos utilizados en la interpretación de los datos genéticos".
 
Rosalind Harding afirma: "No hay ninguna prueba genética clara. Tendremos que dejar que la gente fósil responda a esto" (10). No obstante, la tendencia actual entre los darwinistas es crear una dependencia creciente de los análisis estadísticos en los datos genéticos en lugar de la evidencia fósil.
 
La literatura teosófica indica que los fósiles humanos asombrosamente antiguos pudieron aparecer en Asia Central ya que es aquí donde nuestra quinta humanidad (o raza-raíz) se convirtió en un reservorio humano distinto hace aproximadamente 1 millón de años. Se dice que esta región fue hogar de una serie de civilizaciones florecientes durante los últimos 4 ó 5 millones de años desde la época intermedia de la era atlante*.
 
*Los 4 a 5 millones de años en la escala temporal teosófica corresponden a los 26-34 millones de años en la cronología científica, es decir, el Oligoceno.
 
Los descubrimientos arqueológicos futuros están obligados a traer muchas sorpresas y encontrarse con una gran resistencia. Desde 1982 el arqueólogo Yuri Mochanov y su equipo han localizado varios miles de herramientas de piedra muy antiguas en Diring Yuriakh y otros sitios a lo largo del río Lena en Siberia. Varias técnicas de datación sugieren que los estratos en que se encuentran dichos artefactos tienen entre 1,8 y 3,2 millones de años, y tal fecha es inaceptable para los antropólogos tradicionales que prefieren la cifra más conservadora de unos 300.000 años. Mochanov dice que los descubrimientos nos obligan a reexaminar "el concepto olvidado que el norte y centro de Asia fue el hogar original de la humanidad" (12).
 
En las colinas de Pabbi (norte de Pakistán) fueron desenterrados artefactos de 2 millones de años, lo cual "pone en tela de juicio toda la cronología de la evolución y dispersión de los homínidos, tanto en África como en Asia". La mayoría de los científicos considera que los artefactos de edad muy superior fueron fabricados por el Homo erectus, pero la datación en este caso es difícil de cuestionar (13). En el yacimiento fósil de Renzidong en el este de China hay huesos de animales que muestran signos de descuartizamiento mezclados con herramientas líticas fechadas en 2,25 millones de años. En el este de África también se halló un fragmento mandibular con dientes parecidos a los del primer Homo y muchos científicos chinos creen que H. erectus evolucionó independientemente en Asia (14). Una fecha de homínido aún más antigua en Asia proviene de Yenangyaung en el centro de Myanmar (Birmania) donde en la década de 1890 se hallaron utensilios de sílex simples y un fémur o húmero humano en estratos de 3 y 4 millones de años (15). Este último descubrimiento parece haber sido olvidado desde hace mucho tiempo, y como se muestra en la siguiente sección, esto se aplica a un gran número de otros hallazgos que destruyen el paradigma.

 
Referencias

Similitudes humano-simio

1. Chris Stringer y Peter Andrews, The Complete World of Human Evolution, New York: Thames & Hudson, 2da edición, 2011, p. 24.

2. humanorigins.si.edu/evidence/genetics.
3. Jeffrey Tomkins y Jerry Bergman, "Genomic monkey business – estimates of nearly identical human-chimp DNA similarity re-evaluated using omitted data", Journal of Creation, v. 26, n° 1, 2012, p. 94-100, creation.com; Jerry Bergman y Jeffrey Tomkins, "Is the human genome nearly identical to chimpanzee? – a reassessment of the literature", Journal of Creation, v. 26, n° 1, 2012, p. 54-60, creation.com.

4. Jeffrey Tomkins, "Comprehensive analysis of chimpanzee and human chromosomes reveals average DNA similarity of 70%", Answers Research Journal, v. 6, 2013, answersingenesis.org.

5. Science Frontiers, n° 150, nov.-dic. 2003, p. 2.
6. Lizzie Buchen, "The fickle Y chromosome", Nature, v. 463, 2010, p. 149, nature.com; J.F. Hughes et al., ‘Chimpanzee and human Y chromosomes are remarkably divergent in structure and gene content", Nature, v. 463, 2010, p. 536-9, nature.com.

7. Jeffrey Tomkins, "New research debunks human chromosome fusion", Acts & Facts, v. 42, n° 12, 2013, icr.org; Jeffrey Tomkins, "Alleged human chromosome 2 'fusion site' encodes an active DNA binding domain inside a complex and highly expressed gene – negating fusion", Answers Research Journal, v. 6, 2013, p. 367-75, answersingenesis.org.

8. François de Sarre, "Statut phylogenique des hominoïdes", part 1, Bipedia, n° 5, septiembre 1990, http://perso.wanadoo.fr/initial.bipedalism/5.htm.

9. William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans III, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 101-2, 105-6.

10. William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans I, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1992, p. 28-30.

11. Jonathan Marks, "Blood will tell (won’t it?): a century of molecular discourse in anthropological systematics", American Journal of Physical Anthropology, v. 94, 1994, p. 59-79.

 
La "Eva africana"

1. Alan R. Templeton, "The 'Eve' hypotheses: a genetic critique and reanalysis", American Anthropologist, v. 95, 1993, p. 51-72; Marvin L. Lubenow, Bones of Contention: A creationist assessment of human fossils, Grand Rapids, MI: BakerBooks, 2da edición, 2004, p. 225-9.

2. "The 'Eve' hypotheses: a genetic critique and reanalysis", p. 59; B. Bower, "DNA’s evolutionary dilemma", 6 de febrero de 1999, sciencenews.org.

3. "The 'Eve' hypotheses: a genetic critique and reanalysis’, p. 58.
4. A. Gibbons, "Calibrating the mitochondrial clock", Science, v. 279, enero 1998, p. 28-9.

5. Michael A. Cremo, Human Devolution: A Vedic alternative to Darwin’s theory, Los Angeles, CA: Bhaktivedanta Book Publishing, 2003, p. 85-6.

6. Ronald A. Fonda, "Africa Eve, Eurasian Adam, the age and origin of the human species", heretical.com/science/rafonda1.html.

7. Biological Anomalies: Humans III, p. 78-9, 91-2.

 
El "Adán africano"

1. B. Bower, ‘'Y-guy' steps into human-evolution debate", Science News, v. 158, 2000, p. 295.

2. Nature, v. 378, 1995, p. 376-80; Cremo, Human Devolution, p. 92.
3. Human Devolution, p. 94.
4. F. Mendez et al., "An African American paternal lineage adds an extremely ancient root to the human Y chromosome phylogenetic tree", American Journal of Human Genetics, v. 92, 2013, p. 454-9, ucl.ac.uk.

5. Corliss, Biological Anomalies: Humans III, p. 93, 104.
6. Human Devolution, p. 89.

 
Genética y arqueología

1. Kate Wong, "Is out of Africa going out the door?", 19 de agosto de 1999, www.sciam.com; B. Bower, "Gene, fossil data back diverse human roots", Science News, v. 159, 2001, p. 21; Milford Wolpoff y Rachel Caspari, Race and Human Evolution, New York: Simon & Schuster, 1997, p. 270-80.

2. Citado en Lubenow, Bones of Contention, p. 177.
3. New Scientist, 14 de junio de 2003, p. 3.
4. A.R. Templeton, "Haplotype trees and modern human origins", American Journal of Physical Anthropology, v. 128, 2005, p. 33-59, wiley.com; A.R. Templeton, "Gene flow, haplotype patterns and modern human origins", eLS, 2012, wiley.com.

5. R.E. Green et al., "Analysis of one million base pairs of Neanderthal DNA", Nature, v. 444, 2006, p. 330-6, nature.com.

6. B. Bower, "Gene test probes Neandertal origins", Science News, v. 158, 2000, p. 21.

7. R.E. Green et al., "A draft sequence of the Neandertal genome", Science, v. 328, 2010, p. 710-22, sciencemag.org; S. Sankararaman, N. Patterson, H. Li, S. Pääbo y D. Reich, "The date of interbreeding between Neandertals and modern humans", PLoS Genetics, v. 8, 2012, e1002947, plosgenetics.org.

8. B. Vernot y J.M. Akey, "Resurrecting surviving Neandertal lineages from modern human genomes", Science, v. 343, 2014, p. 1017-21.

9. E. Pennisi, "More genomes from Denisova Cave show mixing of early human groups", Science, v. 340, n° 6134, 2013, p. 799, scribd.com; K. Prüfer et al., "The complete genome sequence of a Neanderthal from the Altai Mountains", Nature, v. 505, n° 7481, 2013, p. 43-9.

10. Citado en Cremo, Human Devolution, p. 90, 95.
12. Patrick Huyghe, "On human origins: out-of-Siberia. An interview with Yuri Mochanov", The Anomalist, n° 2, primavera de 1995, p. 28-47; Heather Hobden, "Diring Yuryakh – and the first Siberians", 2014, cosmicelk.net/Siberiahistory1.htm; Yuri A. Mochanov y Svetlana A. Fedoseeva, Archaeology, the Paleolithic of Northeast Asia, a Non-Tropical Origin for Humanity, and the Earliest Stages of the Settlement of America, Burnaby, BC: Archaeology Press, Simon Fraser University, 2008.

13. H. Rendell y R. Dennell, "Asian axe 2 million years old", The Geographical Magazine, v. 59, 1987, p. 270-2; S. Bunney, "First migrants will travel back in time", New Scientist, 18 de junio de 1987, p. 36.

14. R. Ciochon y R. Larick, "Early Homo erectus tools in China", Archaeology, v. 53, enero/febrero 2000, p. 14-5.

15. William R. Corliss (comp.), Archeological Anomalies: Small artifacts, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 2003, p. 189-90.