12 de marzo de 2022

Blavatsky sobre la expiación vicaria


El primer libro escrito por H.P. Blavatsky, fundadora del Movimiento Teosófico, se llamó "Isis Develada" y llevaba el subtítulo de "Una llave maestra a los misterios de Ciencia y Teología antiguas y modernas".

El segundo volumen de este trabajo -que consta de dos tomos- se denomina "Teología", y trata en gran medida de revelar en el transcurso de sus 640 páginas llenas de información los hechos sobre los verdaderos orígenes y la naturaleza del cristianismo, su Iglesia y teología. Esos datos, respaldados en el libro por más de 1.000 referencias, son poco favorables para dicha religión y que Blavatsky describe como "farsa religiosa" y "crecimiento parasitario".

Quienes están interesados seriamente en saber la verdad respecto de los orígenes y el desarrollo de la religión cristiana sólo deben leer y estudiar "Isis Develada". Pero debemos advertir a aquéllos que valoran más sus creencias por sobre la Verdad que deberían evitar completamente la obra, ya que ningún cristiano que la revisara en tu totalidad sería capaz de permanecer como devoto, a menos que en la práctica no tuviera reparos en quemar enteramente su propia conciencia.

La doctrina de la "expiación vicaria" o "salvación mediante la sangre de Jesús" es hoy el pilar de todo el cristianismo evangélico a nivel mundial. Sin embargo, “Pedro [el apóstol] no sabía nada de la expiación y su reverencia por el mítico padre Adán nunca le habría permitido admitir que este patriarca había pecado y fue maldecido. Ni las escuelas de teología alejandrina parecen haber tenido conocimiento de esta doctrina, ni siquiera Tertuliano, ni fue discutida por ninguno de los Padres anteriores. Filón representa la historia de la Caída como simbólica, y Orígenes la consideró una alegoría y de la misma manera que Pablo” (“Isis Develada”, vol. 2, p. 546).

Debemos recordar la comprobación de que los Evangelios nunca fueron escritos por los apóstoles y discípulos de Jesús, sino que son obra de monjes y teólogos de siglos posteriores; pero incluso esos textos originales no dejaron rastro sobre la doctrina de expiación vicaria, la cual no se agregó hasta una de sus ediciones más tardías -de las cuales han existido muchas- porque se considera ampliamente que fue San Anselmo (1033-1109) quien formuló esta idea en su forma actual.

La verdad sobre el cristianismo es totalmente distinta a lo que la gran mayoría de sus seguidores cree o está dispuesta a aceptar, pero el lema del Movimiento Teosófico es "no existe religión más elevada que la Verdad". El libro "Isis Develada", Madame Blavatsky y la Teosofía en sí no tienen nada contra el Jesús real y "lo reverencian como hombre"; sin embargo, sostienen por motivos indiscutibles que "Jesús, el Dios de Cristo, es un mito inventado dos siglos tras la muerte del verdadero personaje homónimo hebreo".

Los siguientes extractos pertenecen a las páginas 541 a 545 del segundo volumen de "Isis Develada", en el capítulo titulado "Resultados comparativos entre budismo y cristianismo".

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La expresión “con la vara que mides, serás medido” [Mateo vii, 2] ni por expresión ni implicación apunta a ninguna esperanza de futura misericordia o salvación por el poder.

Muchas veces nos hemos preguntado sobre las extraordinarias ideas de Dios y Su justicia que parecen ser sostenidas honestamente por aquellos cristianos que confían ciegamente en el clero para su religión, y nunca en su propio raciocinio. ¡Qué extrañamente ilógica es esta doctrina de la expiación! Nos proponemos discutirlo con los cristianos desde la posición budista, y mostrar de inmediato una serie de sofismas -dirigidos al único objetivo de apretar el yugo eclesiástico sobre el cuello de la población- de los que finalmente se ha efectuado su aceptación como mandato divino, y que además han demostrado ser una de las doctrinas más perniciosas y desmoralizadoras.

El clero sostiene: no importa cuán enormes sean nuestros crímenes contra las leyes de Dios y del hombre, pues no tenemos más que creer en el sacrificio de Jesús por salvación de la humanidad y su sangre lavará todas las manchas, por cuanto la misericordia de Dios es ilimitada e insondable. Es imposible concebir un pecado humano tan condenable que el precio que se paga por adelantado mediante la redención del pecador no lo eliminaría en una forma mil veces peor, y además nunca es demasiado tarde para arrepentirse. Aunque el agresor espera hasta el último minuto del último día en su vida mortal, puede ir al Paraíso antes de que sus labios blanqueados emitan la confesión de fe; el ladrón moribundo lo hizo y así también todos los otros que sean tan viles como él, siendo éstos los supuestos de la Iglesia.

Pero si salimos del pequeño círculo de credos y consideramos el Universo como un todo equilibrado por el ajuste exquisito de las partes, ¡cuán lógico suena y cómo se revuelve el más tenue sentido de Justicia contra esta expiación vicaria! Este dogma no puede ser incomprensible si el criminal sólo pecara contra sí y no hiciera mal a nadie más que a sí mismo; o si por un sincero arrepentimiento podría causar la destrucción de eventos pasados no sólo de la memoria humana, sino también de ese registro imperecedero que ninguna deidad puede hacer desaparecer, ni siquiera el más Supremo entre los Supremos. 

No obstante, es absurdo sostener que uno puede maltratar a su prójimo, matar, perturbar el equilibrio de la sociedad y el orden natural de las cosas, y luego a través de cobardía, esperanza, compulsión (o lo que sea) pueda ser perdonado creyendo que un derramamiento de sangre limpia a otro. ¿Pueden eliminarse los resultados de un crimen a pesar de que el propio delito debiera ser perdonado? Los efectos de una causa nunca se constriñen a los límites de la misma, ni los resultados de la transgresión pueden limitarse al delincuente y su víctima. Tanto las acciones buenas como malas tienen sus efectos, tan palpables como la piedra arrojada a un estanque de agua tranquila. El símil es trillado, pero es el mejor concebido y lo usaremos aquí. Los círculos de remolinos son más grandes y rápidos ya que el objeto perturbador es más grande o pequeño, pero la piedra o mota más diminutas también crean ondulaciones. Y esta perturbación no sólo es visible en la superficie, porque por debajo, en todas direcciones y sin ser vistas, una gota empuja a la otra hasta que los lados y el fondo son tocados por esa fuerza. Más aún, el aire sobre el agua se agita y esta perturbación pasa, como dicen los físicos, de estrato en estrato hacia el espacio y para siempre; se ha dado un impulso a la materia y eso nunca se pierde, ¡nunca se puede recordar! (…). 

Así sucede con el crimen y su opuesto. La acción puede ser instantánea, pero los efectos son eternos. Si una vez que la piedra se arrojara al estanque pudiéramos recuperarla y hacer retroceder las ondulaciones, borrar la fuerza invertida, restaurar las ondas etéricas a su estado anterior de no-ser y eliminar todo rastro al lanzar dicho proyectil con tal que el registro del Tiempo no muestre que alguna vez sucedió, entonces y sólo entonces podemos escuchar pacientemente a los cristianos argumentar sobre la eficacia de esta "expiación".

Recientemente el Chicago Times imprimió un registro sobre ahorcados durante la primera mitad del presente año (1877), un registro largo y espantoso de asesinatos y ejecuciones. ¡Casi todos estos asesinos recibieron consuelo religioso, y muchos anunciaron que habían recibido el perdón de Dios a través de la sangre de Jesús y se dirigían ese mismo día al cielo! Y su conversión se efectuó en la cárcel. Vea cómo se sostiene este "libro mayor" de contabilidad en la justicia cristiana (!): en la mayoría de los casos estos asesinos culposos e instigados por demonios de lujuria, venganza, codicia, fanatismo o mera sed brutal de sangre mataron a sus víctimas sin darles tiempo para que se arrepintieran o que Jesús los limpiase con su sangre. Tal vez murieron pecaminosos y, por supuesto, de acuerdo con la lógica clerical obtuvieron la recompensa por sus ofensas mayores o menores. ¡Pero el asesino, aventajado por la justicia humana, es encarcelado, llorado por los sentimentalistas, le rezan y oran con él, pronuncia las palabras encantadas de conversión y se dirige al cadalso como hijo redimido de Jesús!

Excepto por el asesinato, al individuo no se le habría rezado, redimido ni indultado. Claramente este hombre “hizo bien en asesinar” porque así “ganó la felicidad eterna”. ¿Y qué pasa con la víctima y su familia, dependientes o relaciones sociales? ¿No tiene la Justicia una recompensa para ellos? ¿Deben sufrir en este mundo y en el próximo, mientras que quien les hizo daño se sienta al lado del 'santo ladrón' del Calvario y siempre es bendecido? Sobre esta cuestión el clero guarda un silencio prudente (…). 

Nos alejamos de una concepción tan insultante de la justicia divina como la que predican los sacerdotes bajo su propia autoridad, ¡porque es apta sólo para cobardes y criminales! Si están respaldados por toda una serie de padres y eclesiásticos, estamos apoyados por la más grande de todas las autoridades, un sentido instintivo y reverencial de la Ley Eterna y siempre presente de armonía y justicia.

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Otro nombre para esta "norma eterna de armonía y justicia" es la Ley de Karma. En la fraseología cristiana es el principio expresado en las palabras de Gálatas 6:7: “No te engañes, porque Dios no es burlado; todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará”. La Teosofía enseña que en realidad es una “burla” y futilidad que alguien piense poder escapar de las consecuencias justas y los resultados correspondientes de sus propias acciones, ya sean malas o buenas. Esto sería una negación flagrante de la ley de causa y efecto -o acción y reacción- que ninguna persona inteligente o educada puede ignorar.

El Karma, junto con la doctrina gemela de Reencarnación y a la cual está unido inextricablemente, es una de las enseñanzas centrales y más importantes de Teosofía, y en este sitio ofrecemos artículos que lo explican con mayor profundidad como "Para entender correctamente el Karma" y otros.

Gautama Buda enseñó en el Dhammapada: "No existe un sólo lugar en la Tierra, ni en el cielo, ni en las profundidades del mar, ni en las grietas de las montañas, donde el hombre pueda escapar de las consecuencias por su mala acción". Según las enseñanzas de la Teosofía, esta Ley del Karma (conocida como "doctrina de responsabilidad") es el "Gran Ajustador" y representa el camino y método por el cual el Universo mantiene su armonía y equilibrio.