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26 de febrero de 2022

Economía: desarrollo histórico y advertencias (2 de 6)

David Pratt
Octubre de 2019


Contenidos:

05. Feudalismo
06. Ascensión del capitalismo
07. Crisis capitalistas
-Rentabilidad, clave de las crisis


05. Feudalismo

Durante el declive del Imperio Romano, el comercio internacional se debilitó, la economía monetaria fue reemplazada de modo progresivo por el trueque y proliferaron las comunidades agrícolas pequeñas y aisladas. Tras el colapso del imperio, Europa Occidental no tenía países y numerosas tribus lucharon por el dominio sobre los territorios, pero no hubo gobiernos centrales ni ejércitos nacionales.

El sistema feudal floreció en Europa entre los siglos IX y XV. En la cima de la jerarquía social estaba el monarca, que poseía toda la tierra y cuyo "derecho" a gobernar supuestamente era "otorgado por Dios". El soberano otorgaba parcelas de territorio a los nobles (barones y obispos) a cambio de lealtad, protección y favores; también se concedía tierra a los caballeros en recompensa por servicio militar. Mientras que algunos campesinos eran libres, la mayoría se vinculaba como siervos al terreno de su señor; éstos labraban dicha parcela sin pago para producir alimentos para ellos y comida y ganancias para sus amos, al tiempo que recibían protección nominal contra ataques externos. El sistema feudal permitió que grandes territorios se gobernaran de manera descentralizada, aunque el poder de la monarquía estaba limitado por la aristocracia y la iglesia. Como los nobles controlaban a los ejércitos, eran muy poderosos y a menudo peleaban entre ellos.


Para el siglo XIII, el mayor uso del dinero cambió la forma en que funcionaba la modalidad feudal. Los señores podían pagar a su monarca en lugar de realizar labores de milicia, y como resultado los ejércitos compuestos por barones fueron reemplazados por mercenarios, reduciendo así el poder castrense de la nobleza. Además, ahora el monarca podía recompensar a personas dándoles dinero en lugar de tierras.

Otros golpes al feudalismo vinieron de reducciones repentinas en la población causadas por guerras, hambrunas y plagas. La Peste Negra, que alcanzó su punto máximo en Europa de 1347 a 1351, mató a unos 25 millones de personas en ese continente y se estima un número de 75 a 200 millones en toda Eurasia. La enfermedad aniquiló pueblos enteros, y la colosal pérdida de vidas significaba que no había suficientes trabajadores para reunirse en la cosecha ni artesanos que realizaran otras tareas necesarias, lo que llevó al abandono de algunas fincas.

Los labriegos exigían mayores salarios y alquileres más bajos, y si el señor se negaba iban en busca de otro amo. Muchos acudieron en masa a las ciudades en crecimiento para buscar fortuna, algunos compraron tierras y otros firmaron contratos favorables para alquilar terrenos a los señores que necesitaban repoblar sus propiedades. Hubo rebeliones campesinas generalizadas contra impuestos excesivos y otras injusticias, como la revuelta de los agricultores ingleses en 1381. De este modo, la Baja Edad Media se caracterizó por constantes conflictos y guerras.

La expansión constante del comercio llevó al surgimiento de una clase rica de comerciantes-fabricantes y un renacimiento de las ciudades. La piratería, el saqueo y la trata esclavista desempeñaron un rol importante en el establecimiento de fortunas iniciales para comerciantes árabes, italianos, franceses, flamencos, alemanes e ingleses en el periodo medieval. Más tarde, la compra de artículos baratos en mercados lejanos y su venta a un precio más alto en emporios del Mediterráneo, Europa Occidental y Central ayudó a enriquecer a comerciantes y banqueros portugueses, españoles, holandeses, británicos y franceses.

El feudalismo terminó efectivamente hacia el 1500, pero los vestigios del antiguo sistema persistieron en Francia hasta la revolución de 1789, y en partes de Europa Central y Oriental hasta la década de 1850, en tanto que Rusia abolió la servidumbre en 1861.


06. Ascenso del capitalismo

Aproximadamente entre los siglos V al XII, Europa estaba compuesta por economías en gran parte aisladas. Los viajes de descubrimiento en las centurias XV y XVI impulsaron el crecimiento del comercio internacional y los imperios coloniales, y abrieron vastos mercados nuevos.
 
El auge de los ciudadanos ricos y emprendedores ("burgueses") en Italia, Holanda, Inglaterra y más tarde Francia fue acompañado por un florecimiento extraordinario de cultura, arte y ciencia conocido como Renacimiento, en el que también hubo agitaciones revolucionarias destinadas a debilitar el poder de la aristocracia. Como la Iglesia Católica Romana y la Inquisición -su brazo militante- eran acérrimos defensores del orden feudal, se hicieron esfuerzos para lograr transformaciones religiosas.
 
La reforma protestante iniciada por Martín Lutero en 1517 fue parte de este proceso. Los burgueses y la nobleza menor estaban decididos a fracturar el poder del clero, escapar a las garras de Roma y enriquecerse confiscando la propiedad eclesiástica. Sin embargo y cuando estalló la guerra de los campesinos alemanes en 1524, Lutero se alió con los burgueses, la nobleza y los príncipes, y pidió que se aplastara la revuelta, lo cual se hizo mediante un salvajismo extremo con la matanza de hasta 100.000 de los 300.000 granjeros y agricultores mal armados.
 
A partir de 1568 los holandeses libraron una guerra de 80 años contra el dominio español, debido a la aspiración entre los protestantes neerlandeses por liberarse de la Iglesia católica. En la revolución inglesa (o guerra civil homónima) entre 1642 y 1660, la corona, los aristócratas y obispos con sede en Oxford se enfrentaron a la burguesía, los pequeños terratenientes y las masas plebeyas asentados en Londres. Esto llevó a la ejecución de Carlos I, un período de dictadura por Oliver Cromwell y finalmente una restauración de la monarquía, pero el parlamento (que representaba a las clases acaudaladas) mantuvo supremacía política.
 
La Revolución Francesa de 1789-1793, contendida bajo la consigna de "libertad, igualdad, fraternidad", condujo a la abolición de la monarquía hereditaria y el esquema feudal. Aunque fue seguida por una etapa de reacción que terminó en la dictadura de Napoleón Bonaparte, el gobierno aristócrata no fue restablecido y se mantuvieron los logros socioeconómicos de la revolución. Por otro lado, en España las fuerzas feudales retrasaron el nacimiento de una nueva sociedad, llevando así a un período prolongado de decadencia.

Los mercados y el intercambio han existido hasta cierto punto en todas las sociedades pasadas, pero sólo tuvieron un rol subsidiario. Las mansiones feudatarias eran casi completamente autosuficientes, y por ende el mercado tenía una importancia limitada. Como los señores feudales no producían bienes para comerciar, no tenían ninguna presión competitiva para invertir en nuevas tecnologías productivas, aunque en sí mismo el surgimiento de una clase de comerciantes ricos y pequeños fabricantes no fue suficiente para dar pie al desarrollo del capitalismo.
 
"El prerrequisito específico del capitalismo es una transformación de las relaciones de propiedad social que genera 'leyes de movimiento' capitalistas: los imperativos de la competencia y la maximización de ganancias, una compulsión por reinvertir los excedentes y una necesidad sistemática e implacable por mejorar la productividad laboral y desarrollar fuerzas de producción" (Meiksins Wood, 2013, cap. 2).
 
El capitalismo no nació en las ciudades-estado comerciales y exitosas del norte de Italia o la república holandesa, porque su inmensa riqueza no se derivaba de una producción competitiva. Tradicionalmente el comercio estuvo dominado por el principio de "comprar barato y vender caro", en vez de la necesidad por producir de modo más rentable que los competidores directos.
 
La tendencia capitalista surgió primero en la campiña inglesa. Durante el siglo XVI Inglaterra ya era un Estado de gran centralización y altamente unificado, al tiempo que Londres se convertía en el centro de un comercio nacional en desarrollo. Los aristócratas tenían poderes restrictos para extraer riqueza directamente de sus subordinados feudales por medios coercitivos, y dado que los grandes propietarios poseían una proporción inusualmente extensa de tierra, muchos agricultores ingleses no eran labriegos (con tierras propias), sino inquilinos (alquiler de terrenos). Los propietarios tenían incentivo para rentar a los alquilantes que podían pagar más, lo que significaba que éstos últimos eran estimulados para cultivar de la manera más productiva posible, con objeto de ganar contratos de arrendamiento en un mercado competitivo. Como consecuencia, los agricultores arrendatarios y exitosos se convirtieron en capitalistas agrarios, mientras que los imprósperos asumieron el papel de trabajadores asalariados.
 
Un factor clave en este proceso fue el cercamiento y la privatización de tierras que antes eran comunes, motivados en parte por el deseo de "mejorar" parcelas y darles uso rentable. Particularmente en los siglos XVI y XVIII, el desposeimiento del campesinado generó una gran población sin acceso a la agricultura de subsistencia y que necesitaba comprar productos básicos. La creación de un mercado de consumo masivo alentó producciones en masa y estrategias innovadoras. Más tarde el comercio ofició como agente crucial en la transmisión de presiones competitivas desde Inglaterra a otros Estados, estimulando así el desarrollo más amplio de las economías capitalistas. Asimismo, esta ideología también se extendió desde Europa por medio de los procesos colonialistas.
 
Todas las grandes potencias europeas de los siglos XVI y XVII estaban profundamente involucradas en emprendimientos coloniales, conquistas, saqueos y opresión imperial. Inglaterra, el primer país que experimentó un inequívoco desarrollo capitalista, se implicó tarde en la colonización de ultramar o incluso dominancia de rutas comerciales. Contrariamente, España y su temprano poder colonial hegemónico que acumuló una enorme riqueza -en particular de minas sudamericanas-, al comienzo no se desarrolló hacia una dirección capitalista y en cambio gastó su enorme fortuna colonial en guerras y la construcción de su imperio Habsburgo en Europa, y al extralimitar y sobrecargar su prevalencia europea entró en declive a largo plazo en las centurias XVII y XVIII.
 
Durante la revolución industrial a fines del siglo XVIII y principios del XIX, los artesanos tradicionales y sus gremios desaparecieron, y los industriales reemplazaron a comerciantes y capitalistas agrarios como actores imperantes en el esquema capitalista. Gran Bretaña se convirtió en la primera superpotencia económica mundial gracias a la tecnología de fabricación superior y las comunicaciones globales mejoradas como los barcos de vapor y ferrocarriles. Desde entonces, Estados Unidos se ha transformado en la nación capitalista más poderosa, y así este modelo económico se consolidó como el predominante por todo el mundo.

La "hiladora de muselina", ideada por Samuel Crompton en 1775. Este y otros inventos aumentaron la productividad de los trabajadores textiles en un factor de aproximadamente 1.000.


07. Crisis capitalistas

Bajo el capitalismo, los medios productivos en su gran parte son de propiedad privada, se generan muchos bienes para la venta en el mercado y la mayoría de la población se gana la vida a través del trabajo asalariado. La competencia impulsa a los capitalistas a encontrar formas de reducir costos y maximizar las ganancias, lo que pueden conseguir recortando salarios e imponiendo horas de trabajo más largas (en caso que la fuerza laboral no esté lo suficientemente organizada para resistir), o aumentando la productividad laboral mediante innovaciones tecnológicas y líneas de producción mecanizadas, convirtiendo a los humanos en apéndices de las máquinas.

Trabajadoras manipulando artefactos en la American Woollen Company, Boston, c. 1912.

Por ende, la lógica del capitalismo necesita que se reinvierta una buena parte de las ganancias en el desarrollo y aumento de los medios de fabricación, y el crecimiento en la productividad laboral. Esto significa que la producción capitalista es al mismo tiempo acumulación de capital, porque éste es "valor autoexpandible". Con el tiempo, existe una tendencia a incrementar el tamaño promedio de las empresas (concentración de capital), ya que esto permite ventajas de costos (economías de escala) y hay una propensión a que muchas casas comerciales sean arruinadas por la competencia y absorbidas por sus rivales (centralización del capital); es así que las industrias están cada vez más dominadas por un pequeño número de monopolios que distorsionan la competencia y sofocan las ideas innovadoras.
 
Se han producido enormes migraciones para satisfacer las necesidades de acumulación de capital: irlandeses con rumbo a Inglaterra y Escocia; polacos a Alemania; italianos, norafricanos, españoles y portugueses a Francia; indios hacia las colonias británicas y luego a Gran Bretaña; chinos hacia todas las regiones del Pacífico y coreanos a Japón; hubo además oleadas sucesivas de inmigrantes a Australia y también América del Norte (ingleses, irlandeses, italianos, judíos, polacos, griegos, mexicanos y puertorriqueños, junto con esclavos negros en los siglos XVII, XVIII y XIX). Generalmente los trabajadores migrantes son mal pagados y se les trata como ciudadanos de segunda clase.
 
Además de emplear operarios de extranjía, las empresas también pueden expandir las ganancias buscando fuentes de potencial laboral, materias primas y otros recursos más baratos en otros países, a saber, los pobres y subdesarrollados. Esto lleva a que una gran parte de la población en naciones capitalistas y avanzadas tenga un nivel de vida más elevado del que sería posible en otro modo.
 
En el siglo XIX, rápidamente se hizo manifiesto que una economía capitalista sufre una secuencia de auges y depresiones cada pocos años; por lo tanto, el capitalismo no puede garantizar el pleno empleo. Los propietarios de empresas se benefician del desempleo, porque el riesgo de perder trabajo ayuda a reducir las demandas salariales y endurecer la disciplina laboral. Además, las compañías que desean expandir la producción pueden echar mano de los desempleados. La ideología capitalista también estimula el consumismo a través de una extensa publicidad y cambios constantes en los tipos y modelos de productos.
 
El capitalismo inevitablemente genera enormes desigualdades de ingresos. Hoy las personas que tienen una fortuna superior a US$ 30 millones representan sólo el 0,003% de la población mundial, pero poseen el 11,3% de toda la riqueza global. El 1% más pudiente en el planeta, aquéllos con más de $1 millón, disponen del 45% de la riqueza en el mundo. Los que poseen más de $100.000 en activos componen menos del 10% de la humanidad, pero retienen el 84% de todo el caudal; y los adultos con menos de $10.000 en haberes constituyen el 64% de la población planetaria, pero cuentan con menos del 2% de las riquezas globales (inequality.org).

"La inequidad aumenta o se estanca a niveles extremadamente altos en casi todas partes: los 10 índices principales de participación en el ingreso mundial, 1980-2016" (fuente: World Inequality Lab Report, 2018). Porcentaje del ingreso nacional que tiene el 10% más rico de la población en varios países, desde 1980 hasta 2016. En Rusia, la proporción del ingreso nacional que posee el 10% más acaudalado aumenta desde poco más del 20% bajo el socialismo, a cerca del 50% tras la restauración del capitalismo en la década de 1990 (inequality.org).

 
Rentabilidad, clave de las crisis

Según la teoría laboral del valor, el precio de los bienes básicos fluctúa en torno a su valía de cambio subyacente, que está determinada por el tiempo de trabajo promedio actualmente necesario para producirlos. Esta idea fue desarrollada por primera vez a fines del siglo XVIII y principios del XIX por economistas políticos como Adam Smith y David Ricardo, en un esfuerzo por comprender el funcionamiento interno de la economía capitalista. Fue refinada más tarde por Karl Marx (1818-1883), quien la usó para explicar por qué las crisis son endémicas en el capitalismo (Kliman, 2007, 2012; Roberts, 2016, 2018), y debido a las implicaciones políticas revolucionarias de esta premisa, los economistas convencionales la abandonaron por completo. Hoy la oferta y la demanda se consideran como el factor principal que determina el precio de un producto básico, y no el motivo mayor por el cual dichas valías oscilan alrededor del valor de permutación.
 
De acuerdo con la hipótesis laboral del costo, sólo el trabajo humano crea un nuevo valor y las ganancias se generan a partir de la actividad no remunerada de los trabajadores. La economía consta de un sector productivo (por ejemplo, manufactura, transporte, comunicaciones) y otro improductivo (finanzas, comercio, administración, seguridad, servicios legales, bienes raíces). Durante una fracción de la jornada laboral, los trabajadores productivos generan ítemes o valor suficientes para cubrir la valía de su fuerza de trabajo (es decir, su capacidad para funcionar), representada por los salarios que reciben para mantenerse a sí mismos y a sus familias, y para el resto del turno producen bienes excedentes o plusvalía que se materializa como ganancia una vez que las mercancías se han vendido.
 
La plusvalía es fuente de todos los ingresos de la propiedad, esto es, ganancia industrial, dividendos, intereses y alquileres; la riqueza del sector improductivo se deriva en última instancia del valor y la plusvalía creados en el ámbito productivo (la "economía real"). Las instalaciones y la maquinaria no crean un nuevo valor, pero como son productos de trabajo anterior, incorporan una cierta valía que durante su vida útil se transfiere de modo gradual a los bienes elaborados con ellos (es decir, se desgastan y deprecian lentamente).
 
Para maximizar las ganancias y sobrevivir ante la competencia, las compañías se ven obligadas a invertir en maquinaria que ahorre trabajo. Como resultado la productividad laboral aumenta, y dado que esto permite que los bienes básicos se fabriquen en menos tiempo, su valor disminuye. Si una sóla empresa introduce una innovación tecnológica que reduce el coste productivo de un artículo determinado, puede mantener el precio sin cambios y embolsarse la diferencia como beneficio adicional, o bien bajar el valor, socavar a sus competidores, aumentar sus ventas y hacer más lucro. Sin embargo, eventualmente la competencia obligará a otras firmas a introducir la misma tecnología, por lo que esta ventaja desaparecerá y los precios reales tendrán caída.
 
Con el tiempo, el rendimiento del trabajo aumenta en todos los sectores de producción. No obstante, aunque esto significa que cada trabajador genera más ganancias, ahora hay relativamente menos operarios empleados en comparación con la cantidad de maquinaria. Esto implica que existe un mayor costo de dicho aparataje sobre el cual medir la tasa de ganancia, lo que resulta en una proclividad a largo plazo para que esa proporción disminuya, y así la competencia tiende a igualar este índice de utilidades en diferentes entornos de la economía.
 
Es más probable que estalle una crisis económica cuando una tasa de rentabilidad cada vez menor eventualmente conduce a un desplome en la masa de ganancias: la inversión se reduce, el desempleo crece, los bienes y servicios no se pueden vender y la economía sufre estancamiento. Durante una crisis, las empresas menos eficientes se declaran en quiebra, muchas de ellas son compradas a bajo precio por sus competidores y parte del capital se amortiza por completo. Un mayor desempleo debilita a los sindicatos, lo que generalmente reduce el estándar de vida, y en consecuencia la proporción de utilidades aumenta, permitiendo que comience un nuevo período de expansión económica. Dicho índice también se puede elevar buscando mano de obra y materias primas más baratas y mayores dividendos en países con salarios bajos.
 
Los datos empíricos confirman que ha habido una disminución secular en la tasa de ganancia (cualquiera que sea el método de cálculo utilizado) en los países capitalistas durante los últimos 150 años, acompañado por un aumento secular en el cociente entre el volumen de capital por persona empleada (Roberts, 2018; Maito, 2014; Kliman, 2012).

"Tasa de ganancias (ROP) en Reino Unido (%)". De izquierda a derecha: Aumento de ROP y larga bonanza; caída del ROP y depresión prolongada; subida de la tasa y recuperación; nueva caída y crisis; desplome de posguerra y depresión; tasa elevada, reactivación y prosperidad de posguerra; caída del ROP y crisis nacional; recuperación neoliberal; desplome de la tasa y depresión prolongada (Roberts, 2018, 42).

Tasa de ganancia promedio en 14 economías principales (utilidad como % de activos fijos; Roberts, 2018, 55).

Antes del capitalismo desarrollado, las crisis económicas eran causadas por subproducción, es decir, escasez o hambrunas. Las situaciones críticas en esta modalidad implican una superproducción de materias primas y una sobreacumulación de capital con respecto a la tasa de ganancia. Si bien Marx veía este fenómeno esencialmente como una coyuntura de rentabilidad provocada por contradicciones inherentes al modo de producción capitalista, los ecónomos principales la atribuyen al azar, la mala política, las conmociones externas o el mal funcionamiento técnico.

En particular hay dos teorías que ubican la causa principal de las crisis en la forma de distribución de riqueza:
 
a) Sobreconsumo: los trabajadores son demasiado codiciosos, sus demandas salariales "excesivas" afectan las ganancias y privan a los capitalistas de los fondos de inversión. Los remedios pasan por la restricción salarial, los recortes de impuestos corporativos, las reducciones en el gasto gubernamental en beneficios sociales y servicios públicos, y un mayor desempleo. Esta es la postura monetarista o neoliberal, asociada con la derecha política y también con ciertos socialdemócratas moderados.
 
b) Subconsumo: los capitalistas son codiciosos en extremo y los sueldos de trabajadores son muy bajos para comprar bienes producidos. La solución es más gasto público (ejecutando deficiencias presupuestarias) para impulsar la demanda, crear empleos y aumentar los estipendios. Este es el punto de vista keynesiano, sostenido por muchos izquierdistas.
 
Los keynesianos consideran la inversión como la clave para explicar los desarrollos macroeconómicos. John Maynard Keynes (1883-1946) atribuía la aportación inadecuada a una pérdida del "temple animal", es decir, la falta de confianza entre los empresarios, pero no pudo vincular esto con una merma de fe en las ganancias esperadas. Los datos empíricos proporcionan constataciones abrumadoras de que la rentabilidad es el principal impulsor del crecimiento en la inversión (Roberts, 2018). Además, existe poca evidencia de que el gasto gubernamental pueda impulsar la economía estimulando la inversión, a menos que se restablezca la rentabilidad del capital.
 
Yanis Varoufakis (2011, cap. 5) resume así el mensaje de Marx: "El capitalismo causará crisis incluso si está poblado por individuos muy amables, ¡y eso es justamente lo que hace! Lo hará incluso si quienes dirigen bancos, regulan mercados, presiden gobiernos y sus diversas instituciones, son personas verdaderamente buenas que hacen lo mejor que pueden".
 
Los defensores de la ideología capitalista creen que sean cuales sean sus defectos, las alternativas son mucho peores.

Economía: desarrollo histórico y advertencias (1 de 6)

David Pratt
Octubre 2019, actualizado noviembre 2020


Contenidos:

01. Paleolítico
02. Revolución neolítica
03. Civilizaciones prístinas
04. Esclavitud


01. Paleolítico

Según los científicos ortodoxos, los humanos descendieron de simios. Esta teoría se contradice por abundante evidencia en forma de herramientas líticas, huesos incisos y restos de esqueleto, la cual indica que los humanos modernos existieron millones de años antes que aparecieran nuestros supuestos "antepasados simiescos". Además, todos esos ancestros hipotéticos tenían características esqueléticas y musculares más especializadas que nosotros, lo que da un vuelco completo a la secuencia evolutiva esperada (véase "Orígenes humanos").

La perspectiva general es que la civilización humana surgió por primera vez hace unos 6.000 años, y por otro lado la Teosofía afirma que sociedades primitivas y culturas avanzadas han ido y venido durante millones de años (véase "Evolution in the Fourth Round", davidpratt.info). Tanto los colectivos tribales como las sociedades tecnológicamente desarrolladas han cohabitado en los últimos tiempos, y éste también pudo haber sido el caso en una época muy remota. De hecho, algunas tribus pueden ser remanentes menguados de antiguas culturas avanzadas, más que en una etapa temprana de desarrollo social. Es probable que esté enterrado a gran profundidad cualquier artefacto de civilizaciones tecnológicas muy antiguas que haya sobrevivido a los estragos del tiempo, incluidas las convulsiones geológicas.

Las primeras herramientas humanas en el registro arqueológico están hechas de piedra y materiales orgánicos como madera y hueso. La opinión oficial es que el Paleolítico -o Edad Antigua- comenzó hace al menos 3,4 millones de años, pues existe evidencia de que los supuestos ancestros australopitecinos empleaban instrumentos líticos (sciencedaily.com). Se dice que el Paleolítico terminó en algunas regiones a fines de la última era de hielo, alrededor del 9.700 a. de C., cuando comenzó el actual período interglacial del Holoceno. Fue seguido en ciertos lugares por el Mesolítico o Edad Media de la Piedra, que concluyó con el advenimiento de la agricultura.


Durante el Paleolítico los humanos vivieron como cazadores-recolectores, quienes obtenían alimento recolectando plantas silvestres y mediante caza y pesca. La evidencia respecto al uso habitual del fuego se remonta hace al menos 500.000 años, mientras que la prueba más temprana de sepelio intencional tiene una antigüedad aproximada de 300.000 años. Las primeras joyas conocidas (abalorios compuestos por conchas marinas) se encontraron en España y se cree que fueron fabricadas por neandertales hace unos 115.000 años. Los instrumentos musicales más antiguos localizados hasta ahora son flautas hechas con huesos de pájaros y marfil de mamut, descubiertas en Alemania y se piensa que tienen más de 42.000 años. Las pinturas rupestres sofisticadas surgieron en el sur de Europa hace unos 40.000 años, y la cerámica más antigua encontrada está fechada en torno a los 30.000.

El estudio sobre las sociedades de cazadores-recolectores que han sobrevivido en épocas recientes proporciona una idea de las antiguas comunidades pertenecientes a la Edad de Piedra. A menudo la vida era dura, una batalla constante contra las fuerzas naturales. Las personas vivían en pequeños grupos familiares y la cooperación era esencial para sobrevivir. Estas comunidades nómadas e igualitarias se basaban en el intercambio comunitario, la responsabilidad colectiva y la toma de decisiones, por cuanto no había propiedad privada de tierra y recursos, ni clases sociales ni autoridad estatal. La caza era realizada principalmente por hombres y la recolección de alimentos por mujeres, pero éstas generalmente eran tenidas en alta estima y no estaban subordinadas a los hombres. Así, Karl Marx y Friedrich Engels se refirieron a la etapa de desarrollo social cazadora-recolectora con la expresión "comunismo primitivo", que según ellos terminó en el desarrollo de la agricultura. No obstante, los arqueólogos han establecido que en abundancia de recursos aparecieron sociedades más numerosas, estacionarias y complejas de cazadores-recolectores (p. ej., Norteamérica), caracterizadas por inequidades instituidas y estructuras de poder jerárquico.



02. Revolución neolítica

El Neolítico o Edad de Piedra Nueva empezó con el descubrimiento de la agricultura. Los datos arqueológicos actuales indican que la domesticación de varias clases de plantas y animales comenzó hace unos 12.000 años en la Media Luna Fértil. Hacia fines del Neolítico se introdujo la metalurgia del cobre, marcando una transición a la Edad del Bronce (mezcla de cobre y estaño). Ésta última fase comenzó en el Cercano Oriente y el subcontinente indio alrededor del 3.300 a. de C. y fue seguida por la Edad del Hierro, aflorando en el Cercano Oriente y el sur de Asia alrededor del 1.200 a. de C.

La Media Luna Fértil.

La agricultura sentó las bases para una existencia más establecida y condujo al desarrollo de nuevas tecnologías como arados y sistemas de riego. El grano se pudo almacenar durante largos períodos, y ahora era más fácil producir excedentes de alimentos que sobrepasaban las necesidades diarias. Esto liberó a algunos habitantes de la carga directa del trabajo manual, para que pudieran dedicarse a otras actividades como tareas administrativas o artes y ciencias. A medida que la población aumentó, aparecieron los primeros pueblos junto con una división más especializada del trabajo.

Surgieron autoridades estatales formadas por administradores, soldados, políticos, jueces, escribas, sacerdotes y gran cantidad de otros funcionarios. La tenencia de propiedad fortaleció la división social en distintas clases, particularmente aquéllas que trabajaban la tierra o realizaban otras tareas productivas (por ejemplo, artesanos) y quienes se apropiaban del trabajo de otros ejerciendo su poder militar, político o judicial. La riqueza y el poder se concentraron cada vez más en manos de una minoría, y se desarrollaron ideologías religiosas y políticas para justificar esto como "orden natural de las cosas".

Este período atestiguó el desarrollo de escritura, arte y arquitectura monumentales (no portátiles). El comercio se expandió lentamente, con bienes que al inicio eran intercambiados por trueque hasta que se creó el dinero. Ya en el 1.200 a. de C. se usaron conchas de cauri (Monetaria moneta) para el comercio en sectores del Océano Índico, y las primeras monedas conocidas están fechadas cerca del 600 a. de C. en Lidia (Turquía moderna). A medida que aumentaba la productividad del trabajo, el incremento de excedentes presentó un objetivo tentador para los grupos rivales, y así la Edad del Hierro fue una época de constantes enemistades, redadas y guerras.


03. Civilizaciones prístinas

En 1877 el antropólogo estadounidense Lewis H. Morgan dividió el desarrollo social en tres etapas: salvajismo (comunidades de cazadores-recolectores), barbarie (comenzando con la invención de prácticas agrícolas) y civilización (sociedades más centralizadas, urbanizadas y afloramiento de estratos). Los dos primeros términos hoy tienden a evitarse debido a sus connotaciones negativas, y la palabra "bárbaro" se origina en un vocablo griego que refería a todos los pueblos que no hablaban la lengua helénica, sino una especie de galimatías ("bar-bar-bar...").

La perspectiva convencional es que la civilización surgió por primera vez hacia el cuarto milenio antes de Cristo en Egipto, Mesopotamia, Persia, el Valle del Indo y China. Sin embargo, se ha encontrado evidencia de civilizaciones miles de años más antiguas en muchas partes del mundo (ver "India, cuna de la civilización"; "América Precolombina", "Civilizaciones perdidas de los Andes"), y el origen de culturas más refinadas probablemente continuará remontándose cada vez más en el tiempo a medida que se desentrañen más constataciones. Con seguridad, las civilizaciones han surgido y caído muchas veces en el pasado "prehistórico", tal y como ha sucedido en tiempos más recientes.

Las primeras civilizaciones urbanas conocidas fueron principalmente sociedades agrícolas, con propiedad común (estatal) de la tierra. Se llevaron a cabo obras públicas a gran escala, a menudo asociadas con sistemas de riego, canales y drenaje. Estos colectivos tenían un sistema de gobierno despótico, por lo general encabezado por un dios-rey (o reina) y una gran burocracia. Las personas tenían que realizar trabajos obligatorios para el Estado y también pagar impuestos (inicialmente en especie), solían seguir las profesiones de sus padres y había poca movilidad social. Las comunas aldeanas eran en gran medida autosuficientes y el comercio interno fue débil al principio. Las ciudades estaban pobladas por artesanos, comerciantes, prestamistas y representantes locales de autoridades estatales. En su mayor parte, tales colectividades eran estáticas en el aspecto socio-económico, y además de los cambios climáticos y desastres naturales, el cambio principalmente se daba como resultado de invasiones o revueltas internas, cuyo efecto era un cambio de dinastía.


04. Esclavitud

La esclavitud estaba muy extendida en el mundo antiguo y asumió una importancia particular en Grecia y Roma.

En las ciudades-estado helénicas, sólo los ciudadanos varones (aristócratas terratenientes, agricultores pobres o artesanos y comerciantes) tenían derecho a votar, ocupar cargos públicos y poseer propiedades, mientras que éstas y otras facultades eran negadas a las mujeres, los trabajadores semi-libres, esclavos y extranjeros. Los ciudadanos libres generalmente no pagaban impuestos, ya que esto se consideraba degradante al igual que el trabajo manual. Las personas eran convertidas en esclavos ante todo a través de guerras, bandolerismo o piratería, y las estimaciones de su número en el mundo griego oscilan entre el 15 y el 40% de la población. Estos individuos eran propiedad de particulares y del Estado, y trabajaban en todos los ámbitos de la vida incluidos los hogares, la agricultura, los talleres, las minas, el transporte, el comercio minorista, la banca, el entretenimiento y las fuerzas armadas.

En la antigua Roma y a lo largo de varios siglos, la economía campesina de pequeños propietarios fue reemplazada por mano de obra esclava en minería, agricultura y una amplia gama de otras actividades. Hasta 1 de cada 3 personas en la población italiana ó 1 de cada 5 en todo el imperio eran esclavos, y fue sobre esta base de trabajo forzado que se construyó la sociedad romana. Las campiñas circundantes a Roma se convirtieron cada vez más en una vasta red de colonias esclavistas que residían en grandes plantaciones poseídas por ricos. El desempleo aumentó bruscamente a medida que más sirvientes eran utilizados para labores que solían efectuar los ciudadanos romanos.

Un panel en relieve de mármol (Esmirna, Turquía, 200 d. de C.) que muestra esclavos romanos con collares conducidos por un hombre premunido de casco.

Los esclavos no siempre fueron maltratados, pero los restos óseos de Pompeya muestran que muchos sufrieron artritis crónica y sus extremidades estaban deformadas, como resultado de trabajo excesivo y desnutrición. A los sirvientes con mayor destreza o educación se les permitió ganar su propio dinero y algunos ahorraron lo suficiente para comprar su libertad. Roma difería de las ciudades-estado griegas al permitir que los esclavos liberados se convirtieran en ciudadanos, y con el paso del tiempo a los trabajadores forzosos se les otorgaron más derechos, incluyendo la opción de presentar quejas contra sus amos. Una razón para esto fue la influencia de los estoicos entre la élite educada, quienes enseñaron que todas las personas eran manifestaciones del mismo espíritu universal y por tanto iguales en naturaleza. También sostuvieron que las circunstancias externas (como ser esclavizado) no impedían que un individuo siguiera el ideal estoico sobre el dominio interno de sí mismo. Tanto dichos filósofos como algunos de los primeros cristianos se opusieron al maltrato de esclavos, en lugar del sometimiento en sí.

La rebelión de siervos más célebre y exitosa fue liderada en el sur de Italia por un gladiador tracio llamado Espartaco, entre 73-71 a. de C. El ejército de esclavos -que fue cuantificado entre 70.000 y 120.000 hombres- infligió grandes derrotas a los romanos, pero finalmente fue aniquilado. El capitán murió en la batalla, y los 6.000 supervivientes de su grupo fueron crucificados a lo largo de la Vía Apia desde Roma hasta Capua, y sus cuerpos se dejaron allí para que se pudrieran como advertencia contra futuras insurrecciones.

(ancient.eu).

Debido a que los esclavos se reproducían muy lentamente en cautiverio, la única forma de garantizar un suministro suficiente de estos individuos era a través de una guerra constante, pero al final se alcanzaron los límites de expansión territorial. En su apogeo, a principios del siglo II d. de C., el Imperio Romano era la estructura política y social más extensa de la civilización occidental. Su declive duró casi cuatro siglos y el Imperio de Occidente finalizó alrededor del 480 d. de C., mientras que el sector oriental continuó como el llamado Imperio Bizantino, hasta que Constantinopla cayó ante los turcos otomanos en 1453.

El opresivo imperio occidental, con su inhumana economía esclavista, la burocracia abotagada y los depredadores que recaudaban impuestos, estaba decayendo lentamente desde su interior y esto se vio agravado por la pérdida de tierras agrícolas debido a deforestación y desertificación. El imperio se debilitó aún más por varios siglos de embestidas sucesivas por tribus bárbaras del este. Los invasores fueron recibidos como libertadores por esclavos y los sectores más pobres de la sociedad, pero aquellos extranjeros constituían pueblos agrícolas y muchas aldeas y ciudades fueron abandonadas o destruidas. Aunque los bárbaros lograron conquistar a los romanos, ellos mismos fueron absorbidos rápidamente por las poblaciones locales y terminaron hablando un dialecto del latín.

El Imperio Romano dejó un legado perdurable y se le atribuye la generación -o al menos el mejoramiento- de muchos inventos e innovaciones, incluidos la construcción de carreteras y edificios, fontanería interior, acueductos, cemento de secado rápido, complejos de apartamentos, baños públicos, cerraduras y llaves, periódicos, calcetines y zapatos, sistemas postales, cosméticos y lupas. También se hicieron avances significativos en los campos de la medicina, el derecho, el gobierno y las artes militares. Sin embargo, y pese a toda la ciencia de los griegos y las habilidades romanas en ingeniería, la institución de la esclavitud impidió el desarrollo de una sociedad industrial. Esto se debía a que, como a los esclavos no se les pagaba por su trabajo, hubo pocos incentivos para usar innovaciones con objeto de economizar el tiempo laboral.

El colapso del Imperio Romano marcó el comienzo de un largo período de estancamiento en la mayor parte de Europa, conocido como Edad Media, y no fue hasta el siglo X que este continente entró con lentitud en un nuevo período de ascenso.