26 de febrero de 2022

Economía: desarrollo histórico y advertencias (2 de 6)

David Pratt
Octubre de 2019


Contenidos:

05. Feudalismo
06. Ascensión del capitalismo
07. Crisis capitalistas
-Rentabilidad, clave de las crisis


05. Feudalismo

Durante el declive del Imperio Romano, el comercio internacional se debilitó, la economía monetaria fue reemplazada de modo progresivo por el trueque y proliferaron las comunidades agrícolas pequeñas y aisladas. Tras el colapso del imperio, Europa Occidental no tenía países y numerosas tribus lucharon por el dominio sobre los territorios, pero no hubo gobiernos centrales ni ejércitos nacionales.

El sistema feudal floreció en Europa entre los siglos IX y XV. En la cima de la jerarquía social estaba el monarca, que poseía toda la tierra y cuyo "derecho" a gobernar supuestamente era "otorgado por Dios". El soberano otorgaba parcelas de territorio a los nobles (barones y obispos) a cambio de lealtad, protección y favores; también se concedía tierra a los caballeros en recompensa por servicio militar. Mientras que algunos campesinos eran libres, la mayoría se vinculaba como siervos al terreno de su señor; éstos labraban dicha parcela sin pago para producir alimentos para ellos y comida y ganancias para sus amos, al tiempo que recibían protección nominal contra ataques externos. El sistema feudal permitió que grandes territorios se gobernaran de manera descentralizada, aunque el poder de la monarquía estaba limitado por la aristocracia y la iglesia. Como los nobles controlaban a los ejércitos, eran muy poderosos y a menudo peleaban entre ellos.


Para el siglo XIII, el mayor uso del dinero cambió la forma en que funcionaba la modalidad feudal. Los señores podían pagar a su monarca en lugar de realizar labores de milicia, y como resultado los ejércitos compuestos por barones fueron reemplazados por mercenarios, reduciendo así el poder castrense de la nobleza. Además, ahora el monarca podía recompensar a personas dándoles dinero en lugar de tierras.

Otros golpes al feudalismo vinieron de reducciones repentinas en la población causadas por guerras, hambrunas y plagas. La Peste Negra, que alcanzó su punto máximo en Europa de 1347 a 1351, mató a unos 25 millones de personas en ese continente y se estima un número de 75 a 200 millones en toda Eurasia. La enfermedad aniquiló pueblos enteros, y la colosal pérdida de vidas significaba que no había suficientes trabajadores para reunirse en la cosecha ni artesanos que realizaran otras tareas necesarias, lo que llevó al abandono de algunas fincas.

Los labriegos exigían mayores salarios y alquileres más bajos, y si el señor se negaba iban en busca de otro amo. Muchos acudieron en masa a las ciudades en crecimiento para buscar fortuna, algunos compraron tierras y otros firmaron contratos favorables para alquilar terrenos a los señores que necesitaban repoblar sus propiedades. Hubo rebeliones campesinas generalizadas contra impuestos excesivos y otras injusticias, como la revuelta de los agricultores ingleses en 1381. De este modo, la Baja Edad Media se caracterizó por constantes conflictos y guerras.

La expansión constante del comercio llevó al surgimiento de una clase rica de comerciantes-fabricantes y un renacimiento de las ciudades. La piratería, el saqueo y la trata esclavista desempeñaron un rol importante en el establecimiento de fortunas iniciales para comerciantes árabes, italianos, franceses, flamencos, alemanes e ingleses en el periodo medieval. Más tarde, la compra de artículos baratos en mercados lejanos y su venta a un precio más alto en emporios del Mediterráneo, Europa Occidental y Central ayudó a enriquecer a comerciantes y banqueros portugueses, españoles, holandeses, británicos y franceses.

El feudalismo terminó efectivamente hacia el 1500, pero los vestigios del antiguo sistema persistieron en Francia hasta la revolución de 1789, y en partes de Europa Central y Oriental hasta la década de 1850, en tanto que Rusia abolió la servidumbre en 1861.


06. Ascenso del capitalismo

Aproximadamente entre los siglos V al XII, Europa estaba compuesta por economías en gran parte aisladas. Los viajes de descubrimiento en las centurias XV y XVI impulsaron el crecimiento del comercio internacional y los imperios coloniales, y abrieron vastos mercados nuevos.
 
El auge de los ciudadanos ricos y emprendedores ("burgueses") en Italia, Holanda, Inglaterra y más tarde Francia fue acompañado por un florecimiento extraordinario de cultura, arte y ciencia conocido como Renacimiento, en el que también hubo agitaciones revolucionarias destinadas a debilitar el poder de la aristocracia. Como la Iglesia Católica Romana y la Inquisición -su brazo militante- eran acérrimos defensores del orden feudal, se hicieron esfuerzos para lograr transformaciones religiosas.
 
La reforma protestante iniciada por Martín Lutero en 1517 fue parte de este proceso. Los burgueses y la nobleza menor estaban decididos a fracturar el poder del clero, escapar a las garras de Roma y enriquecerse confiscando la propiedad eclesiástica. Sin embargo y cuando estalló la guerra de los campesinos alemanes en 1524, Lutero se alió con los burgueses, la nobleza y los príncipes, y pidió que se aplastara la revuelta, lo cual se hizo mediante un salvajismo extremo con la matanza de hasta 100.000 de los 300.000 granjeros y agricultores mal armados.
 
A partir de 1568 los holandeses libraron una guerra de 80 años contra el dominio español, debido a la aspiración entre los protestantes neerlandeses por liberarse de la Iglesia católica. En la revolución inglesa (o guerra civil homónima) entre 1642 y 1660, la corona, los aristócratas y obispos con sede en Oxford se enfrentaron a la burguesía, los pequeños terratenientes y las masas plebeyas asentados en Londres. Esto llevó a la ejecución de Carlos I, un período de dictadura por Oliver Cromwell y finalmente una restauración de la monarquía, pero el parlamento (que representaba a las clases acaudaladas) mantuvo supremacía política.
 
La Revolución Francesa de 1789-1793, contendida bajo la consigna de "libertad, igualdad, fraternidad", condujo a la abolición de la monarquía hereditaria y el esquema feudal. Aunque fue seguida por una etapa de reacción que terminó en la dictadura de Napoleón Bonaparte, el gobierno aristócrata no fue restablecido y se mantuvieron los logros socioeconómicos de la revolución. Por otro lado, en España las fuerzas feudales retrasaron el nacimiento de una nueva sociedad, llevando así a un período prolongado de decadencia.

Los mercados y el intercambio han existido hasta cierto punto en todas las sociedades pasadas, pero sólo tuvieron un rol subsidiario. Las mansiones feudatarias eran casi completamente autosuficientes, y por ende el mercado tenía una importancia limitada. Como los señores feudales no producían bienes para comerciar, no tenían ninguna presión competitiva para invertir en nuevas tecnologías productivas, aunque en sí mismo el surgimiento de una clase de comerciantes ricos y pequeños fabricantes no fue suficiente para dar pie al desarrollo del capitalismo.
 
"El prerrequisito específico del capitalismo es una transformación de las relaciones de propiedad social que genera 'leyes de movimiento' capitalistas: los imperativos de la competencia y la maximización de ganancias, una compulsión por reinvertir los excedentes y una necesidad sistemática e implacable por mejorar la productividad laboral y desarrollar fuerzas de producción" (Meiksins Wood, 2013, cap. 2).
 
El capitalismo no nació en las ciudades-estado comerciales y exitosas del norte de Italia o la república holandesa, porque su inmensa riqueza no se derivaba de una producción competitiva. Tradicionalmente el comercio estuvo dominado por el principio de "comprar barato y vender caro", en vez de la necesidad por producir de modo más rentable que los competidores directos.
 
La tendencia capitalista surgió primero en la campiña inglesa. Durante el siglo XVI Inglaterra ya era un Estado de gran centralización y altamente unificado, al tiempo que Londres se convertía en el centro de un comercio nacional en desarrollo. Los aristócratas tenían poderes restrictos para extraer riqueza directamente de sus subordinados feudales por medios coercitivos, y dado que los grandes propietarios poseían una proporción inusualmente extensa de tierra, muchos agricultores ingleses no eran labriegos (con tierras propias), sino inquilinos (alquiler de terrenos). Los propietarios tenían incentivo para rentar a los alquilantes que podían pagar más, lo que significaba que éstos últimos eran estimulados para cultivar de la manera más productiva posible, con objeto de ganar contratos de arrendamiento en un mercado competitivo. Como consecuencia, los agricultores arrendatarios y exitosos se convirtieron en capitalistas agrarios, mientras que los imprósperos asumieron el papel de trabajadores asalariados.
 
Un factor clave en este proceso fue el cercamiento y la privatización de tierras que antes eran comunes, motivados en parte por el deseo de "mejorar" parcelas y darles uso rentable. Particularmente en los siglos XVI y XVIII, el desposeimiento del campesinado generó una gran población sin acceso a la agricultura de subsistencia y que necesitaba comprar productos básicos. La creación de un mercado de consumo masivo alentó producciones en masa y estrategias innovadoras. Más tarde el comercio ofició como agente crucial en la transmisión de presiones competitivas desde Inglaterra a otros Estados, estimulando así el desarrollo más amplio de las economías capitalistas. Asimismo, esta ideología también se extendió desde Europa por medio de los procesos colonialistas.
 
Todas las grandes potencias europeas de los siglos XVI y XVII estaban profundamente involucradas en emprendimientos coloniales, conquistas, saqueos y opresión imperial. Inglaterra, el primer país que experimentó un inequívoco desarrollo capitalista, se implicó tarde en la colonización de ultramar o incluso dominancia de rutas comerciales. Contrariamente, España y su temprano poder colonial hegemónico que acumuló una enorme riqueza -en particular de minas sudamericanas-, al comienzo no se desarrolló hacia una dirección capitalista y en cambio gastó su enorme fortuna colonial en guerras y la construcción de su imperio Habsburgo en Europa, y al extralimitar y sobrecargar su prevalencia europea entró en declive a largo plazo en las centurias XVII y XVIII.
 
Durante la revolución industrial a fines del siglo XVIII y principios del XIX, los artesanos tradicionales y sus gremios desaparecieron, y los industriales reemplazaron a comerciantes y capitalistas agrarios como actores imperantes en el esquema capitalista. Gran Bretaña se convirtió en la primera superpotencia económica mundial gracias a la tecnología de fabricación superior y las comunicaciones globales mejoradas como los barcos de vapor y ferrocarriles. Desde entonces, Estados Unidos se ha transformado en la nación capitalista más poderosa, y así este modelo económico se consolidó como el predominante por todo el mundo.

La "hiladora de muselina", ideada por Samuel Crompton en 1775. Este y otros inventos aumentaron la productividad de los trabajadores textiles en un factor de aproximadamente 1.000.


07. Crisis capitalistas

Bajo el capitalismo, los medios productivos en su gran parte son de propiedad privada, se generan muchos bienes para la venta en el mercado y la mayoría de la población se gana la vida a través del trabajo asalariado. La competencia impulsa a los capitalistas a encontrar formas de reducir costos y maximizar las ganancias, lo que pueden conseguir recortando salarios e imponiendo horas de trabajo más largas (en caso que la fuerza laboral no esté lo suficientemente organizada para resistir), o aumentando la productividad laboral mediante innovaciones tecnológicas y líneas de producción mecanizadas, convirtiendo a los humanos en apéndices de las máquinas.

Trabajadoras manipulando artefactos en la American Woollen Company, Boston, c. 1912.

Por ende, la lógica del capitalismo necesita que se reinvierta una buena parte de las ganancias en el desarrollo y aumento de los medios de fabricación, y el crecimiento en la productividad laboral. Esto significa que la producción capitalista es al mismo tiempo acumulación de capital, porque éste es "valor autoexpandible". Con el tiempo, existe una tendencia a incrementar el tamaño promedio de las empresas (concentración de capital), ya que esto permite ventajas de costos (economías de escala) y hay una propensión a que muchas casas comerciales sean arruinadas por la competencia y absorbidas por sus rivales (centralización del capital); es así que las industrias están cada vez más dominadas por un pequeño número de monopolios que distorsionan la competencia y sofocan las ideas innovadoras.
 
Se han producido enormes migraciones para satisfacer las necesidades de acumulación de capital: irlandeses con rumbo a Inglaterra y Escocia; polacos a Alemania; italianos, norafricanos, españoles y portugueses a Francia; indios hacia las colonias británicas y luego a Gran Bretaña; chinos hacia todas las regiones del Pacífico y coreanos a Japón; hubo además oleadas sucesivas de inmigrantes a Australia y también América del Norte (ingleses, irlandeses, italianos, judíos, polacos, griegos, mexicanos y puertorriqueños, junto con esclavos negros en los siglos XVII, XVIII y XIX). Generalmente los trabajadores migrantes son mal pagados y se les trata como ciudadanos de segunda clase.
 
Además de emplear operarios de extranjía, las empresas también pueden expandir las ganancias buscando fuentes de potencial laboral, materias primas y otros recursos más baratos en otros países, a saber, los pobres y subdesarrollados. Esto lleva a que una gran parte de la población en naciones capitalistas y avanzadas tenga un nivel de vida más elevado del que sería posible en otro modo.
 
En el siglo XIX, rápidamente se hizo manifiesto que una economía capitalista sufre una secuencia de auges y depresiones cada pocos años; por lo tanto, el capitalismo no puede garantizar el pleno empleo. Los propietarios de empresas se benefician del desempleo, porque el riesgo de perder trabajo ayuda a reducir las demandas salariales y endurecer la disciplina laboral. Además, las compañías que desean expandir la producción pueden echar mano de los desempleados. La ideología capitalista también estimula el consumismo a través de una extensa publicidad y cambios constantes en los tipos y modelos de productos.
 
El capitalismo inevitablemente genera enormes desigualdades de ingresos. Hoy las personas que tienen una fortuna superior a US$ 30 millones representan sólo el 0,003% de la población mundial, pero poseen el 11,3% de toda la riqueza global. El 1% más pudiente en el planeta, aquéllos con más de $1 millón, disponen del 45% de la riqueza en el mundo. Los que poseen más de $100.000 en activos componen menos del 10% de la humanidad, pero retienen el 84% de todo el caudal; y los adultos con menos de $10.000 en haberes constituyen el 64% de la población planetaria, pero cuentan con menos del 2% de las riquezas globales (inequality.org).

"La inequidad aumenta o se estanca a niveles extremadamente altos en casi todas partes: los 10 índices principales de participación en el ingreso mundial, 1980-2016" (fuente: World Inequality Lab Report, 2018). Porcentaje del ingreso nacional que tiene el 10% más rico de la población en varios países, desde 1980 hasta 2016. En Rusia, la proporción del ingreso nacional que posee el 10% más acaudalado aumenta desde poco más del 20% bajo el socialismo, a cerca del 50% tras la restauración del capitalismo en la década de 1990 (inequality.org).

 
Rentabilidad, clave de las crisis

Según la teoría laboral del valor, el precio de los bienes básicos fluctúa en torno a su valía de cambio subyacente, que está determinada por el tiempo de trabajo promedio actualmente necesario para producirlos. Esta idea fue desarrollada por primera vez a fines del siglo XVIII y principios del XIX por economistas políticos como Adam Smith y David Ricardo, en un esfuerzo por comprender el funcionamiento interno de la economía capitalista. Fue refinada más tarde por Karl Marx (1818-1883), quien la usó para explicar por qué las crisis son endémicas en el capitalismo (Kliman, 2007, 2012; Roberts, 2016, 2018), y debido a las implicaciones políticas revolucionarias de esta premisa, los economistas convencionales la abandonaron por completo. Hoy la oferta y la demanda se consideran como el factor principal que determina el precio de un producto básico, y no el motivo mayor por el cual dichas valías oscilan alrededor del valor de permutación.
 
De acuerdo con la hipótesis laboral del costo, sólo el trabajo humano crea un nuevo valor y las ganancias se generan a partir de la actividad no remunerada de los trabajadores. La economía consta de un sector productivo (por ejemplo, manufactura, transporte, comunicaciones) y otro improductivo (finanzas, comercio, administración, seguridad, servicios legales, bienes raíces). Durante una fracción de la jornada laboral, los trabajadores productivos generan ítemes o valor suficientes para cubrir la valía de su fuerza de trabajo (es decir, su capacidad para funcionar), representada por los salarios que reciben para mantenerse a sí mismos y a sus familias, y para el resto del turno producen bienes excedentes o plusvalía que se materializa como ganancia una vez que las mercancías se han vendido.
 
La plusvalía es fuente de todos los ingresos de la propiedad, esto es, ganancia industrial, dividendos, intereses y alquileres; la riqueza del sector improductivo se deriva en última instancia del valor y la plusvalía creados en el ámbito productivo (la "economía real"). Las instalaciones y la maquinaria no crean un nuevo valor, pero como son productos de trabajo anterior, incorporan una cierta valía que durante su vida útil se transfiere de modo gradual a los bienes elaborados con ellos (es decir, se desgastan y deprecian lentamente).
 
Para maximizar las ganancias y sobrevivir ante la competencia, las compañías se ven obligadas a invertir en maquinaria que ahorre trabajo. Como resultado la productividad laboral aumenta, y dado que esto permite que los bienes básicos se fabriquen en menos tiempo, su valor disminuye. Si una sóla empresa introduce una innovación tecnológica que reduce el coste productivo de un artículo determinado, puede mantener el precio sin cambios y embolsarse la diferencia como beneficio adicional, o bien bajar el valor, socavar a sus competidores, aumentar sus ventas y hacer más lucro. Sin embargo, eventualmente la competencia obligará a otras firmas a introducir la misma tecnología, por lo que esta ventaja desaparecerá y los precios reales tendrán caída.
 
Con el tiempo, el rendimiento del trabajo aumenta en todos los sectores de producción. No obstante, aunque esto significa que cada trabajador genera más ganancias, ahora hay relativamente menos operarios empleados en comparación con la cantidad de maquinaria. Esto implica que existe un mayor costo de dicho aparataje sobre el cual medir la tasa de ganancia, lo que resulta en una proclividad a largo plazo para que esa proporción disminuya, y así la competencia tiende a igualar este índice de utilidades en diferentes entornos de la economía.
 
Es más probable que estalle una crisis económica cuando una tasa de rentabilidad cada vez menor eventualmente conduce a un desplome en la masa de ganancias: la inversión se reduce, el desempleo crece, los bienes y servicios no se pueden vender y la economía sufre estancamiento. Durante una crisis, las empresas menos eficientes se declaran en quiebra, muchas de ellas son compradas a bajo precio por sus competidores y parte del capital se amortiza por completo. Un mayor desempleo debilita a los sindicatos, lo que generalmente reduce el estándar de vida, y en consecuencia la proporción de utilidades aumenta, permitiendo que comience un nuevo período de expansión económica. Dicho índice también se puede elevar buscando mano de obra y materias primas más baratas y mayores dividendos en países con salarios bajos.
 
Los datos empíricos confirman que ha habido una disminución secular en la tasa de ganancia (cualquiera que sea el método de cálculo utilizado) en los países capitalistas durante los últimos 150 años, acompañado por un aumento secular en el cociente entre el volumen de capital por persona empleada (Roberts, 2018; Maito, 2014; Kliman, 2012).

"Tasa de ganancias (ROP) en Reino Unido (%)". De izquierda a derecha: Aumento de ROP y larga bonanza; caída del ROP y depresión prolongada; subida de la tasa y recuperación; nueva caída y crisis; desplome de posguerra y depresión; tasa elevada, reactivación y prosperidad de posguerra; caída del ROP y crisis nacional; recuperación neoliberal; desplome de la tasa y depresión prolongada (Roberts, 2018, 42).

Tasa de ganancia promedio en 14 economías principales (utilidad como % de activos fijos; Roberts, 2018, 55).

Antes del capitalismo desarrollado, las crisis económicas eran causadas por subproducción, es decir, escasez o hambrunas. Las situaciones críticas en esta modalidad implican una superproducción de materias primas y una sobreacumulación de capital con respecto a la tasa de ganancia. Si bien Marx veía este fenómeno esencialmente como una coyuntura de rentabilidad provocada por contradicciones inherentes al modo de producción capitalista, los ecónomos principales la atribuyen al azar, la mala política, las conmociones externas o el mal funcionamiento técnico.

En particular hay dos teorías que ubican la causa principal de las crisis en la forma de distribución de riqueza:
 
a) Sobreconsumo: los trabajadores son demasiado codiciosos, sus demandas salariales "excesivas" afectan las ganancias y privan a los capitalistas de los fondos de inversión. Los remedios pasan por la restricción salarial, los recortes de impuestos corporativos, las reducciones en el gasto gubernamental en beneficios sociales y servicios públicos, y un mayor desempleo. Esta es la postura monetarista o neoliberal, asociada con la derecha política y también con ciertos socialdemócratas moderados.
 
b) Subconsumo: los capitalistas son codiciosos en extremo y los sueldos de trabajadores son muy bajos para comprar bienes producidos. La solución es más gasto público (ejecutando deficiencias presupuestarias) para impulsar la demanda, crear empleos y aumentar los estipendios. Este es el punto de vista keynesiano, sostenido por muchos izquierdistas.
 
Los keynesianos consideran la inversión como la clave para explicar los desarrollos macroeconómicos. John Maynard Keynes (1883-1946) atribuía la aportación inadecuada a una pérdida del "temple animal", es decir, la falta de confianza entre los empresarios, pero no pudo vincular esto con una merma de fe en las ganancias esperadas. Los datos empíricos proporcionan constataciones abrumadoras de que la rentabilidad es el principal impulsor del crecimiento en la inversión (Roberts, 2018). Además, existe poca evidencia de que el gasto gubernamental pueda impulsar la economía estimulando la inversión, a menos que se restablezca la rentabilidad del capital.
 
Yanis Varoufakis (2011, cap. 5) resume así el mensaje de Marx: "El capitalismo causará crisis incluso si está poblado por individuos muy amables, ¡y eso es justamente lo que hace! Lo hará incluso si quienes dirigen bancos, regulan mercados, presiden gobiernos y sus diversas instituciones, son personas verdaderamente buenas que hacen lo mejor que pueden".
 
Los defensores de la ideología capitalista creen que sean cuales sean sus defectos, las alternativas son mucho peores.