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11 de febrero de 2022

Diseño y evolución de las especies (13 de 18)

Por David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero 2019


Contenidos:

06. Saltación, simbiosis y autorganización
-Equilibrio puntuado
-Saltación
-Los genes reguladores, al rescate


06. Saltación, simbiosis y autorganización

Equilibrio puntuado

La teoría del equilibrio puntuado fue propuesta a comienzos de los años 70 por los paleontólogos Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, a quienes pronto se les unió Stephen Stanley. Postulan que, en vez de experimentar cambio evolutivo continuo, las especies permanecen en un estadio de equilibrio inalterado durante gran parte de su existencia, pero estos largos periodos de estabilidad o estasis están puntuados ocasionalmente por breves estallidos de evolución rápida en los que emergen nuevas especies, y tan rápidamente hablando en tiempo geológico (pocas decenas o miles de años) que en el registro fósil no se preserva ninguna secuencia gradual de formas intermedias. 

La teoría evolutiva estándar reconoce que una nueva especie puede separarse muy rápidamente de otra existente, pero sólo en circunstancias especiales (proceso conocido como "especiación de cantidad"), al tiempo que el equilibrio puntuado considera la especiación acelerada más como una regla que la excepción. Muchos evolucionistas se oponen con firmeza a esta teoría y continúan atribuyendo la falta de fósiles transicionales a la "imperfección" del registro disponible, e igualmente han habido acalorados y a veces desagradables debates entre gradualistas y puntuacionistas, al punto que los primeros llaman al puntuacionismo "evolución de los estúpidos", mientras que éstos bautizan a sus rivales como "evolución de los rastreros". 

Los puntuacionistas sostienen que los eventos de especiación rápida ocurren en pequeñas poblaciones que se han aislado geográficamente, y esto tiene la ventaja de que es más fácil que los rasgos genéticos se fijen en una población cuanto más pequeña sea. Sin embargo y al mismo tiempo, la deriva genética accidental es mayor en los grupos reducidos, haciendo más improbable la acumulación de mutaciones favorables. La teoría también afirma que la especiación ocurre tan velozmente que no hay tiempo para que las mutaciones no adaptativas sean eliminadas por selección natural, y en lugar de haber selección de organismos individuales, las nuevas especies sobreviven o perecen dependiendo de su grado de adaptación al medioambiente en el que se encuentran, pero los críticos afirman que la selección de especies (o alopátrica) no puede explicar el grado de adaptación observado en el registro rocoso. 

El puntuacionismo originalmente fue presentado como teoría alternativa radical al gradualismo neodarwinista, el cual Gould declaró estar "efectivamente muerto a pesar de su persistencia en la ortodoxia libresca", aunque desde comienzos de los años 80 y enfrentando la crítica, los puntuacionistas comenzaron a moderar sus postulados. Gould (fallecido en 2002) eventualmente admitió que los nuevos rasgos anatómicos son producidos por el mecanismo neodarwinista estándar, es decir, selección natural que actúa sobre mutaciones accidentales durante largos periodos en poblaciones grandes y relativamente estables. Esto significaba que la teoría no podía seguir explicando la aparición abrupta de formas animales, tales como la radiación explosiva de nuevas formas corporales en el Cámbrico. Mientras que los puntuacionistas subrayaban algunas de las falencias del neodarwinismo, finalmente no lograron una interpretación alternativa satisfactoria para el origen de la forma biológica y la novedad (1). Los paleontólogos James Valentine y Douglas Erwin concluyeron en 1987 que ni el gradualismo filético ni el equilibrio puntuado daban cuenta del origen de nuevas formas corporales (2). 

La hipótesis de que una especie puede evolucionar rápidamente en otra nueva como resultado de mutaciones genéticas únicamente accidentales es rebuscada, ya que los genes no aclaran el mecanismo de la morfogénesis, y además el esquema puntuacionista no ofrece solución para el problema realmente serio de la ausencia de formas transicionales entre las categorías superiores de organismos: familias, órdenes, clases y filos. Michael Denton escribe:

"Las brechas que separan especies como perro-zorro, rata-ratón, etc., son muy triviales comparadas con aquéllas entre un mamífero terrestre primitivo y una ballena, o un reptil terrestre primitivo y un ictiosaurio; e incluso estas discontinuidades relativamente grandes son menores al lado de las que separan a los principales filos como moluscos y artrópodos. A menos que creamos en milagros, tales intermitencias simplemente no podrían haberse mezclado en periodos geológicamente cortos mediante una o dos especies transicionales que ocupaban áreas geográficas restringidas. Lo más seguro es que tales gradaciones implicaron largos linajes que incluían muchas líneas colaterales de cientos o probablemente miles de especies transicionales (...) Es rayar en lo increíble sugerir que los cientos, miles o incluso millones de especies transicionales -que se hallaban en el intervalo entre tipos vastamente disímiles- fueron todos 'ejemplares fracasados' que vivían en áreas aisladas y tenían números de población muy pequeños" (3). 


Referencias

1. Walter J. ReMine, The Biotic Message: Evolution versus message theory, Saint Paul, MN: St. Paul Science, 1993, p. 328-31; Stephen C. Meyer, Darwin’s Doubt: The explosive origin of animal life and the case for intelligent design, New York: HarperOne, 2013, p. 138-51. 

2. Darwin’s Doubt, p. 151. 
3. Michael Denton, Evolution: A theory in crisis, Bethesda, MA: Adler & Adler, 1986, p. 193-4.


Saltación

Varios biólogos influyentes han considerado que las mutaciones a gran escala o macromutaciones constituyen la manera más probable en que han aparecido nuevos tipos de organismos. Una teoría saltacionista de la evolución fue propuesta en los años 30 por el paleontólogo Otto Schindewolf, quien incluso especuló que antaño algún reptil puso un huevo del que salió un pájaro. En los años 40 el genetista Richard Goldschmidt desarrolló más su hipótesis sugiriendo que las macromutaciones dieron origen a "monstruos", muchos de ellos inviables y por ende extintos, pero ocasionalmente se manifestaba un "monstruo esperanzador" preadaptado a un nuevo nicho medioambiental y se convertiría en una nueva especie exitosa, y así tales eventos explicaban todos los principales vacíos en el registro fósil, pero Goldschmidt terminó siendo excomulgado de la comunidad darwinista y considerado un lunático por el resto de su vida. 

Los críticos objetaron que cuando se producen mayores cambios mutacionales en el laboratorio involucran errores en el desarrollo o ubicación de partes viejas (por ejemplo, una pata que salga de la cabeza de una mosca de la fruta) y nunca la aparición de un nuevo órgano. Ernst Mayr describió a estos monstruos generados por mutación como "sin esperanza" y Theodosius Dobzhansky afirmaba que la idea de que una mutación drástica generaría un nuevo tipo viable era equivalente a "creer en milagros". Nunca se han observado macromutaciones que conduzcan a resultados positivos o al surgimiento de una especie nueva y viable, e incluso si surgiera un animal mucho más mejorado no encontraría pareja, a menos que ocurrieran macromutaciones simultáneas y semejantes en un macho y una hembra, lo cual no sólo duplica la improbabilidad sino que la cuadruplica, y de haber ocurrido eventos saltacionales, es insostenible suponer que fueron sólo por accidente

Gould defendió el postulado de Goldschmidt de que las principales transiciones estructurales pueden ocurrir de forma rápida y supuestamente al azar, sin una serie gradual de fases intermedias, y expresó:

"Todos los paleontólogos saben que el registro fósil contiene muy poco material respecto de las formas intermedias, ya que las transiciones entre grupos mayores son característicamente abruptas (...) Aunque no tengamos evidencia directa de dichas gradaciones, ¿podríamos entonces inventar una secuencia razonable de formas intermedias, esto es, organimos viables y funcionales entre ancestros y desdendientes en transformaciones estructurales mayores? ¿De qué sirven las etapas incipientes e imperfectas de estructuras útiles? ¿Qué utilidad tienen la mitad de una mandíbula o de un ala?"

La respuesta convencional a este problema, decía Gould, es que las etapas iniciales en el desarrollo de un nuevo órgano ejecutaron una función diferente de aquélla que concretaron más tarde: "La mitad de esa mandíbula funcionaba perfectamente bien como una serie de huesos basales de branquias, y la mitad de esa ala pudo haber atrapado presas o controlado la temperatura del cuerpo", pero sospechaba que esta aproximación en muchos casos no salvaría al gradualismo (1). 

Fig. 6.1. Los darwinistas especulan que las plumas originalmente evolucionaron para el aislamiento de calor, aunque el pelo habría evolucionado de forma mucho más simple y realizado su función efectivamente, y también afirman que las alas primitivas de las protoaves pueden haber sido empleadas para capturar insectos antes que llegaran a ser aptas para el vuelo (2).

Michael Denton acepta que todas las formas de vida existentes descienden de un ancestro primigenio, pero rechaza la afirmación darwinista de que el árbol de la vida sea "un continuo funcional donde es posible moverse desde la base del tronco a todas las ramas periféricas en pequeños pasos adaptativos incrementados". En cambio, "la naturaleza es claramente un discontinuo" compuesta por distintos tipos y caracterizada por transiciones saltacionales y repentinas. Como muchos tipólogos del siglo XIX, Denton argumenta que "todo el patrón evolutivo fue prefigurado en el orden de cosas desde el principio", describiendo las novedades que definen los taxones como "bloques de construcción inmutables del mundo biológico", "formas naturales emergentes que surgen desde la autoorganización de categorías materiales específicas", "parte del orden natural desde el momento de la creación, hasta el cual se trazaron inevitablemente los caminos evolutivos" y señala que la mayoría de ellos deben haberse logrado "de una manera relativamente saltacional" (3). 


Referencias

1. Stephen Jay Gould, The Panda’s Thumb, London: Penguin Books, 1990, p. 157.
2. Michael Denton, Evolution: A theory in crisis, Bethesda, MA: Adler & Adler, 1986, p. 209.

3. Michael Denton, Evolution: Still a theory in crisis, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2016, edición Kindle, p. 112, 29, 59.


Los genes reguladores, al rescate

Al igual que Goldschmidt, Gould creía que muchos grandes cambios evolutivos son provocados por pequeñas alteraciones en las tasas de desarrollo:

"El problema de reconciliar la evidente discontinuidad en la macroevolución con el darwinismo está sobradamente solucionado por la observación de que se acumulan pequeños cambios iniciales en la embriología durante el crecimiento para producir profundas diferencias entre adultos (...) Efectivamente, si no consideramos el cambio discontinuo por pequeñas alteraciones en las tasas de desarrollo, no comprendo cómo puedan llevarse a cabo muchas de las transiciones evolutivas mayores. Pocos sistemas son más resistentes al cambio básico que los adultos complejos de grupos animales 'superiores' fuertemente diferenciados y especiados. ¿Cómo podríamos convertir alguna vez un rinoceronte adulto o un mosquito en algo radicalmente distinto?" (1). 

Gould pensaba que la neotenia (permanencia de rasgos juveniles de una especie ancestral en la forma de un descendiente adulto por desaceleración en la tasa de maduración física) "provee uno de los pocos mecanismos para el cambio evolutivo rápido y profundo en una modalidad darwinista sin el espectro de la macromutación. Un descendiente con una mezcla de caracteres ancestrales juveniles y adultos (...) puede ingresar de inmediato en una nueva zona adaptativa, y aún así la entrada genética sólo necesitaría algunos cambios en los genes reguladores" (2).

También Jeffrey Schwartz recurre a cambios en los genes reguladores y sus actividades (como los genes homeobox) y considera que son la clave para la aparición súbita de nuevos diseños morfológicos y especies. Schwartz declara que el concepto de las macromutaciones puede ser desechado, puesto que las micromutaciones en los genes reguladores pueden tener efectos macroevolutivos mayores y escribe: "Ciertamente, la expresión del gen homeobox en posiciones o combinaciones nuevas en diferentes periodos produce cambios significativos" (3), pero se adhiere a la creencia central darwinista de que sólo la suerte determina cuáles genes reguladores son activados o desactivados y el lugar o el momento en que ocurre.  

Cada individuo posee dos copias de cada gen, pudiendo ser los mismos o diferentes, y si son distintos, una copia será dominante y la otra recesiva o inexpresada. Usualmente, las mutaciones genéticas no letales son recesivas en un comienzo y Schwartz argumenta que en algún punto, luego de que han sido heredados por muchos miembros de la especie y "por un mecanismo que permanece incierto", los homeobox activan los genes mutados recesivos y desactivan otros, llevando a la abrupta aparición de un nuevo órgano o quizás una nueva especie (4), y también los homeobox en sí experimentan mutaciones azarosas haciendo que se "enciendan" y "apaguen" o pueden duplicarlos o alterarlos levemente. Schwartz admite que muchos de estos cambios azarosos no llevarían a ninguna parte y afirma que "probablemente la evolución de la vida está sembrada por cadáveres de especies fallidas" (5). Sin embargo, no existe evidencia de que hayan habido tales fallas y hay muchos reparos para que aceptemos la idea de que todos estos supuestos eventos accidentales de alguna manera podrían producir una pluma, un ojo, un riñón o un sistema de ecolocalización, menos aún un animal o planta completamente nuevos. Cien años de experimentos en mutagénesis muestran que las alteraciones del desarrollo inicial del plan corporal resultan invariablemente en la producción de animales anormales o muertos, y esto es porque cada homeobox coordina la expresión de varios otros genes

Inclusive, como se puntualizó antes, los genes reguladores no dan cuenta de la morfogénesis más que los genes estructurales. Es cierto que el orden y la localización en los cuales determinados genes Hox son "prendidos" o "apagados" se correlacionan con el desarrollo de estructuras particulares, pero nadie ha demostrado alguna vez que los genes reguladores u otros lleven instrucciones que determinan la forma de los órganos y organismos en crecimiento. Los cambios durante el desarrollo embrionario podrían ciertamente producir efectos de gran alcance, pero necesitarían desplegarse en una manera planeada y con propósito. Según la tradición teosófica, tales transformaciones reflejan cambios previos en el cuerpo astral que provee el plan para el desarrollo físico embrionario y posnatal. 


Referencias

1. Stephen Jay Gould, The Panda’s Thumb, London: Penguin Books, 1990, p. 160.
2. Stephen Jay Gould, Ontogeny and Phylogeny, Cambridge, MA: Belknap, Harvard University Press, 1977, p. 284. 

3. Jeffrey H. Schwartz, Sudden Origins: Fossils, genes, and the emergence of species, New York: John Wiley, 1999, p. 348. 

4. Ian Tattersall y Jeffrey Schwartz, Extinct Humans, New York: Nevraumont, 2001, p. 46-9. 

5. Sudden Origins, p. 373. 

Diseño y evolución de las especies (12 de 18)

David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero 2019


Contenidos:
 
-Embriología
-Afinidades genéticas


Embriología

Los embriones de vertebrados pasan a través de una serie de fases similares en las primeras etapas de desarrollo. Como explica Rupert Sheldrake:

"Las fases iniciales de la embriología a menudo se parecen a aquélla de muchas otras especies, o incluso familias y órdenes. A medida que tiene lugar este proceso de crecimiento, los rasgos particulares del orden, familia, género y finalmente especie tienden a aparecer en secuencia, y generalmente al fin emergen las diferencias relativamente menores que distinguen al organismo individual de otros miembros de la misma especie" (1).

En 1866 Ernst Haeckel formuló la "ley biogenética", la cual establece que "la ontogenia recapitula la filogenia", es decir, que el desarrollo embriológico resume la ancestralidad. Haeckel afirmaba que un organismo evoluciona por concreción de nuevas fases hacia su proceso de desarrollo embrionario, por lo que así como un individuo experimenta desarrollo embrionario, también traza nuevamente cada estadio adulto de sus ancestros evolutivos. Los biólogos pronto descartaron la idea de que la transformación estuviera limitada a los cambios acumulados al final del prcoeso y adoptaron el concepto de que la evolución puede afectar a todas las fases de crecimiento tanto al suprimir las fases como al acumularlas, por lo que la embriología no sería una repetición estricta de ancestralidad.

Fig. 5.9. Copia de George Romanes (1892) sobre los infames dibujos por Haeckel para embriones de vertebrados (en.wikipedia.org). Haeckel modificó sus ilustraciones para hacer que sus etapas "tempranas" fueran más parecidas de lo que realmente son e incluyó sólo un rango reducido de especies (2). En realidad los embriones de vertebrados "comienzan a verse muy diferentes entre sí, luego convergen en apariencia en la mitad del desarrollo (la "primera" etapa de Haeckel) antes de diverger a sus formas adultas" (3).

Fig. 5.10. De arriba abajo, imágenes de humano, cerdo, pollo y primer embrión en fases similares de desarrollo (4).

El embrión comienza siendo una sóla célula y luego se divide en una pequeña bola multicelular. El embrión de un mamífero continúa a través de diversas etapas pareciéndose a un pez y un reptil, antes de terminar como un joven individuo totalmente formado. La embriología comparativa muestra cómo las diferentes estructuras adultas de muchos animales tienen los mismos precursores embrionarios, y los darwinistas interpretan estas características compartidas de crecimiento como evidencia de que muchos animales tienen ancestros en común, pues las especies más próximas entre sí muestran mayores similitudes que las menos vinculadas. Por ejemplo, en una cierta fase del desarrollo, los embriones de vertebrados crean sacos faríngeos que se asemejan a los sacos branquiales hallados en peces, aunque estos rasgos no son nunca órganos funcionales, ni siquiera en el pez embrionario. Estas características luego continúan desplegándose en estructuras adultas muy diferentes, como branquias en peces, y oídos, mandíbula y faringe en mamíferos. Así, lo anterior se interpreta con la suposición de que todos los mamíferos comparten un ancestro común cuyo embrión tenía sacos faríngeos.

La Teosofía está de acuerdo con que la embriología provee información sobre la historia evolutiva, pero rechaza la noción darwinista de que cada nuevo tipo de organismo surge mediante la transformación continua de ancestros físicos (ver sección 8). Nótese que la ciencia materialista no puede explicar realmente algún aspecto del desarrollo embrionario, pues, por ejemplo, ¿cómo sabe un embrión cuándo detenerse al producir células de hígado y comenzar a generar células de riñón? Se cree que las señales químicas gatillan los cambios, activando o desactivando ciertas combinaciones de genes "accidentalmente" en los momentos correctos, pero esto plantea más preguntas que respuestas. Más aún, ningún mecanismo genético conocido explica la morfogénesis o cómo los organismos son capaces de retener una memoria de formas "ancestrales".

Otra manera de ver el desarrollo embrionario está expresada en las leyes de Von Baer, las cuales fueron formuladas antes que la ley biogenética de Haeckel. Estos postulados indican que los caracteres más amplios tienden a aparecer más tempranamente en la ontogenia, seguidos por caracteres menos generalizados y finalmente los más especializados. Esto significa que aquellas estructuras que se desarrollan al comienzo en el embrión son comunes a muchas especies diferentes, mientras que las estructuras que aparecen tardíamente pueden usarse para la distinción entre especies. En otras palabras, las formas de vida tienden a comenzar cerca de un punto común y divergen hacia el exterior, cada una en su camino propio y único como los rayos divergentes en una rueda. Von Baer era creacionista y formuló esta ley oponiéndose a la evolución, pero los darwinistas creen que la etapa de desarrollo en la que divergen dos especies depende de cuán cercanamente estén relacionadas, y su aserción es que la única manera que puedan estar vinculadas es por descendencia fisica. La Teosofía postula la existencia de "tipos-raíces astrales", las cuales se despliegan en muchas direcciones diferentes y no en una modalidad accidental, sino guiadas por la inteligencia instintiva de la Naturaleza.
 
Los darwinistas encuentran evidencia adicional de descendencia común en "órganos vestigiales" que ven como los remanentes de lo que alguna vez fueron órganos totalmente funcionales en los ancestros evolutivos de las especies concernientes. Algunos de ellos otrora etiquetados como "vestigiales" ahora se ha determinado que llevan a cabo funciones útiles, como es el caso del apéndice. También el cóccix humano es considerado una cola vestigial y prueba de que algunos de nuestros ancestros la tenían (5). Las señales de un hombro y extremidades posteriores en ballenas y los miembros traseros reducidos de serpientes primitivas son interpretados como modificaciones incompletas de las estructuras de sus ancestros, pero también esta clase de evidencia es compatible con alguna clase de "diseño consciente", ya que la transformación de ciertas estructuras básicas sería más eficiente que diseñar todo desde cero. Además, la falta de testimonios fósiles sustanciales para el cambio evolutivo gradual es consistente con la visión teosófica de que las preparaciones para nuevos rasgos físicos y formas tienen lugar en el nivel etérico.

 
Referencias

1. Rupert Sheldrake, A New Science of Life: The hypothesis of formative causation, London: Icon Books, 3era edición, 2009, p. 139.

2. Michael K. Richardson et al., "There is no highly conserved embryonic stage in the vertebrates: implications for current theories of evolution and development", Anatomy and Embryology, v. 196, 1997, p. 91-106, http://citeseerx.ist.psu.edu.

3. Jonathan Wells, Zombie Science: More icons of evolution, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2017, edición Kindle, p. 58.

4. pbs.org/wgbh/nova/odyssey/clips; geocities.com.
5. Véase "Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral", sección 6.


Afinidades genéticas

Los darwinistas no sólo explican las estructuras corporales similares, sino también las semejanzas genéticas en términos de descendencia común, pero nuevamente tales fenómenos no muestran nada definido sobre cómo los organismos se originaron y así podrían atribuirse a alguna forma de diseño consciente.

La visión dominante solía ser que el genoma humano contenía alrededor de 100.000 genes codificadores de proteínas. Sin embargo, las últimas investigaciones sugieren que el número puede llegar a 19.000 (1). Estos genes proteíno-codificantes constituyen sólo alrededor del 1,5% del genoma y el resto consiste en ADN no codificante que participa en la regulación génica u otras funciones biológicas. La cantidad de esos genes codificadores en humanos no es significativamente mayor que aquélla en muchos organismos menos complejos como lombrices intestinales o moscas de la fruta.

Las secuencias de ADN en diferentes especies deben alinearse antes de ser comparadas, pero dado que esas series generalmente contienen segmentos repetidos o eliminados a menudo no está claro dónde comenzar a alinearlas. Existen programas informáticos para este propósito, aunque dependen de los parámetros programados en ellos y a veces arrojan resultados biológicamente inverosímiles. Una encuesta reveló que más del 50% de biólogos evolutivos y sobre el 75% de estudiosos en filogenética intervienen de modo manual en sus alineamientos secuenciales. Los datos a menudo se excluyen porque no todas las sucesiones de ADN llevan "señales filogenéticas fuertes", especialmente series únicas de un linaje específico (conocido como "genes huérfanos" u ORFan en inglés). En otras palabras, los biólogos suelen elegir sus alineaciones preferidas y descartan cualquier secuencia no deseada (2).

"Se ha encontrado que cada especie cuyo genoma ha sido secuenciado hasta ahora tiene cientos de genes huérfanos, lo cual plantea un gran desafío para el neodarwinismo cuando predice que los genes en un taxón típicamente tendrán genes similares en taxones muy relacionados con diferencias cada vez más pronunciadas cuanto más distantes sean dichos organismos. En la actualidad se reconoce generalmente que los genes huérfanos debieron haber surgido de forma espontánea desde cero (es decir, de novo) y que se calcula entre 10 y 30% la proporción de todos los genes proteíno-codificantes producidos de ese modo a partir de secuencias no codificantes, mientras que la teoría darwinista predice que los nuevos genes deberían emerger gradualmente de otros genes funcionales (3). Los autores de un artículo (2016) sobre la filogenia de insectos decidieron ignorar por completo los genes huérfanos debido a que son "filogenéticamente no informativos" y seleccionaron los datos de cada insecto estudiado, descartando el 40% de las secuencias en la mosca de la fruta y el 80% de secuencias para la pulga de agua, con el objeto de producir un árbol filogenético a su gusto" (4).

Los darwinistas invocan las diferencias en las proteínas y el ADN como un "reloj molecular" para estimar hace cuánto tiempo diferentes especies se separaron de un ancestro común. Cada gen o proteína es un reloj individual que "marca" en un ratio diferente; por ejemplo, se estima que se necesitan 600 millones de años para producir un 1% de diferencia en las histonas de dos organismos diferentes, comparado con 20 millones de años para el citocroma C, 5,8 millones de años para la hemoglobina y sólo 1,1 millones en el caso de los fibrinopéptidos. Sin embargo, los árboles evolutivos basados en diferentes clases de proteínas a veces muestran diferencias considerables, y también existen grandes discrepancias entre árboles de familias basados en anatomía comparativa y aquéllos cimentados en la biología molecular (5). Un estudio de 1.070 genes en 20 levaduras diferentes arrojó 1.070 árboles genealógicos distintos y un biólogo evolutivo comentó: "Estamos tratando de descubrir las relaciones filogenéticas de 1,8 millones de especies y ni siquiera podemos resolver aquéllas para una veintena de levaduras" (6). Diversos estudios de reloj molecular indican que el ancestro común hipotético de todos los animales vivió en algún momento entre los 2 mil millones y 274 millones de años atrás (y esta última fecha calza en torno a los ¡250 millones de años después de la explosión cámbrica!) (7). Las tasas de evolución basadas en el registro fósil tienden a ser mucho más altas que las predichas por la genética (8).

El significado de la semejanza general en el ADN entre dos organismos es materia de debate. Por ejemplo, la similitud genética de humanos y chimpancés ha sido estimada en 95, 98,5 e incluso 99,4%; aún así, los humanos poseen inteligencia autoconsciente mientras que los simios carecen de ella. Por otra parte, hay dos especies de mosca de la fruta (Drosophila) que se parecen en términos físicos, pero al mismo tiempo poseen sólamente el 25% de sus secuencias de ADN en común. Un estudio determinó que la serpiente y el cocodrilo (ambos reptiles) compartían sólo alrededor de un 5% de sus secuencias de ADN, mientras que el cocodrilo y la gallina tenían el 17,5%, que es justo lo opuesto a las estimaciones del neodarwinismo. En la actualidad existen más de 3000 especies de ranas, todas las cuales superficialmente parecen ser las mismas, pero existe variación más grande de ADN entre ellos que entre el murciélago y la ballena azul (9), lo cual es una indicación adicional de que se requiere mucho más que ADN para construir un organismo.


Referencias

1. "Human genome could contain up to 20 percent fewer genes, researchers reveal", 30 de agosto de 2018, sciencedaily.com.

2. Jonathan Wells, Zombie Science: More icons of evolution, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2017, edición Kindle, p. 37.

3. Michael Denton, Evolution: Still a theory in crisis, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2016, edición Kindle, p. 143.

4. Zombie Science, p. 39.
5. John D. Morris y Frank J. Sherwin, The Fossil Record: Unearthing nature’s history of life, Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2010, p. 158.

6. Matti Leisola y Jonathan Witt, Heretic: One scientist’s journey from Darwin to design, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2018, edición Kindle, capítulo 4.

7. William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Mammals II, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1996, p. 182-8, 191-2.

8. Stephen C. Meyer, Darwin’s Doubt: The explosive origin of animal life and the case for intelligent design, New York: HarperOne, 2013, p. 102-13.

9. Walter J. ReMine, The Biotic Message, p. 449; Richard Milton, "Darwinism – the forbidden subject", alternativescience.com.

Diseño y evolución de las especies (11 de 18)

David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero 2019


Contenido:
 
-Homología, convergencia y paralelismo


Homología, convergencia y paralelismo

Se dice que las similitudes en estructura, fisiología o desarrollo de diferentes especies son homólogas si son atribuibles a descendencia de un ancestro común, como en el caso de las extremidades anteriores de humanos, ballenas, perros y murciélagos que se consideran homólogas o derivadas de un ancestro con miembros de disposición similar. Los rasgos correspondientes con funciones similares que se consideran como no originados por descendencia común son análogos (u homoplasia); por ejemplo, las alas de aves y moscas que se piensa fueron desarrolladas en forma independiente. Los darwinistas definen la homología en términos de ascendencia común, pero también la citan como evidencia de ascendencia común, lo que representa un argumento circular.

Por una parte, se supone que las estructuras "homólogas" inicialmente fueron originadas por acumulación accidental de pequeñas mutaciones ventajosas, y luego se heredaron por especies descendientes y con mayor adaptación, gracias a la selección natural o mutaciones azarosas posteriores. Por otra, se cree que las estructuras "análogas" surgieron por transformaciones azarosas varias veces y totalmente independientes, lo que se conoce como evolución convergente o paralela, refiriéndose a la aparición de patrones similares en especies de plantas y animales relativamente relacionadas, mientras que la evolución convergente es la aparición de similitudes llamativas entre organismos menos relacionados, pero el límite entre estos dos términos es difuso.
 
La evolución convergente demuestra que la similitud no siempre implica homología -esto es, herencia de un ancestro común- y sobre esto existen muchos casos donde rasgos similares clasificados una vez como homólogos fueron recatalogados más tarde como análogos. Más aún, las características controladas por genes idénticos no son necesariamente homólogas y las estructuras homólogas no requieren estar reguladas por genes iguales. Además, los genes homeobox considerados homólogos pueden estar dedicados a morfología no homóloga, y hay varias instancias en que las estructuras homólogas se desarrollan mediante rutas embriológicas completamente diferentes. Por ejemplo, el canal alimentario se forma desde el techo de la cavidad intestinal embrionaria en los tiburones, del piso en la lamprea, desde el techo y el suelo en las ranas, y a partir de la capa inferior del blastodermo en aves y reptiles (1).

También podemos apreciar muchas convergencias en el mundo vegetal, por ejemplo, los patrones de hojas muy similares que han aparecido una y otra vez en familias y géneros separados. Las plantas verdes dependen para su supervivencia de la fotosíntesis, proceso en que la luz solar se usa para convertir agua y dióxido de carbono en carbohidratos ricos en energía. El 3% de las plantas emplea fotosíntesis C4, en la que el CO2 primero es fijado en un ácido de carbono 4 con la ayuda de una enzima llamada fosfoenolpiruvato carboxilasa. Estos ácidos luego se difunden a las células en una estructura hermética conocida como haz vascular, donde son descompuestos en moléculas de CO2, luego de lo cual la fotosíntesis procede normalmente. Este proceso altamente complejo y eficiente permite que los vegetales crezcan más rápido y usen menos agua, y según Williams et al., "la fotosíntesis de C4 ha evolucionado independientemente desde el sendero ancestral del C3 en al menos 60 linajes de plantas, pero, como con otros rasgos complejos, no está claro cómo evolucionó" (2). 



Fig. 5.4. Tres especies de mariposas sudamericanas que se imitan unas con otras, incluso si pertenecen a distintas familias: Melinaea lilis imitata, Helinconius ismenius telchinia y Dismorphia amphione praxinoe (3). Se encuentran muchas similitudes próximas en los patrones de coloración en alas de mariposas, tanto dentro de familias como entre ellas.

Fig. 5.5. Evolución convergente de la pata delantera rapaz de la mantis religiosa y un insecto conocido como Mantispa; dicha estructura deriva de una pata generalizada de insecto que se modificó al atrapar y retener presas. También evolucionó independientemente en un tercer grupo de insectos denominado Rhachiberothidae (4).

Un ejemplo asombroso de evolución convergente está ejemplificado por las dos ramas principales de mamíferos, placentarios y marsupiales, los que supuestamente siguieron caminos evolutivos independientes al escindirse a fines del Cretácico de algún ancestro mamífero primitivo en común. Los placentarios se caracterizan por parir a sus crías completamente desarrolladas, mientras que los marsupiales dan a luz en forma prematura y nutren a sus vástagos en un "bolso". Los marsupiales de Australia han evolucionado en aislamiento de mamíferos placentarios de otras zonas, y aún así han dado origen a un competo rango de formas similares, como las versiones con saco marsupial de osos hormigueros, topos, zarigüeyas voladoras, gatos, lobos, etc. Una gran parte de este mismo fenómeno ocurrió también en Sudamérica, donde los marsupiales independientemente dieron origen a una variedad de formas paralelas. 

Fig. 5.6. Ejemplos de convergencia: ratón placentario y ratón marsupial; lobo placentario y lobo de Tasmania marsupial; zarigüeya voladora marsupial y ardilla voladora placentaria.

Fig. 5.7. Convergencia en el "tigre dientes de sable": ilustración de Carl Buell del Smilodon placentario (arriba) y el Thylacosmilus marsupial (5).

El ojo ha aparecido muchas veces en grupos no relacionados de animales, y existen dos tipos principales de este órgano: el compuesto hallado en los artrópodos y el ojo en cámara. Éste ha evolucionado independientemente al menos siete veces, en mamíferos (humanos), cefalópodos (calamares y pulpos), ciertos gusanos anélidos, cubozoos (una forma de medusa) y tres especies separadas de caracoles. Supuestamente las alas evolucionaron de modo autónomo no menos de cuatro veces, esto es, en insectos, reptiles voladores, aves y murciélagos. En otro caso, la electrogeneración en los peces surgió de forma independiente al menos seis ocasiones y en cada una implicó la modificación de las células musculares, mientras que hoy se piensa que la bioluminiscencia (habilidad de las criaturas para producir su propia luz con químicos) evolucionó de manera individual 40 ó 50 veces. La ballena, el delfín, el ictiosaurio extinto del Mesozoico y el tiburón son todos similares, y aún así el tiburón es un pez, el ictiosaurio fue un reptil acuático y la ballena y el delfín son mamíferos. Otras convergencias incluyen la producción de hilos de seda por arañas, polillas de seda, larvas de tricópteros y hormigas tejedoras, sistemas de ecolocación similares a sonares en micromurciélagos, ballenas dentadas y musarañas, y la presencia de sangre caliente en aves, mamíferos y ciertos peces. 

Fig. 5.8. Convergencia del ojo en cámara en humanos (vertebrados) y pulpos (cefalópodos). Los ojos están "cableados" diferentemente: en los humanos la luz pasa por los nervios en camino de los fotoreceptores (retina), mientras que en el pulpo no es así. 1. Retina. 2. Fibras nerviosas. 3. Nervio óptico. 4. Punto ciego en humanos, causado por las fibras nerviosas que circulan a través de la retina.

El paleobiólogo Simon Conway Morris ha catalogado la extraordinaria variedad de convergencias en animales y plantas, y dice que la extensión e importancia de este fenómeno ha sido subestimada persistentemente y que muchos ejemplos son conocidos sólo por los especialistas. Las descripciones de convergencias están llenas de adjetivos como "destacable", "asombroso", "extraordinario", "increíble" y "extraño", a lo que Morris reacciona afirmando que "existe casi un sentimiento de intranquilidad en las similitudes" y que algunos biólogos "sienten el fantasma de la teleología mirando sobre sus hombros". La vida, sostiene este autor, "muestra una clase de instinto para encontrar el camino de regreso" (6); la omnipresencia de la evolución convergente "significa que la vida no es sólo predecible en un nivel básico, sino que también tiene dirección" (7), pero Morris no tiene otra explicación que el cuento neodarwinista estándar de que las formas y estructuras afines evolucionan porque las mutaciones accidentales son filtradas por presiones de seleción similares y porque puede haber sólo un número muy limitado de maneras para solucionar desafíos particulares (por ejemplo, diseñar un ojo). No obstante, ya es lo suficientemente difícil imaginar cómo un órgano u organismo complejo podría haber evolucionado incluso una sola vez por combinación de miles de mutaciones "beneficiosas" generadas azarosamente, por lo que la idea de que podría haber pasado en varias ocasiones va más allá de lo increíble. Más aún, cuando especies relacionadas tienen rasgos físicos similares que evolucionan independientemente usan en ocasiones los mismos genes para ello, lo cual desestabiliza otra vez el concepto de que la evolución es esencialmente un proceso accidental (8).

De esta manera, los numerosos ejemplos del registro fósil sugieren que se repiten caminos evolutivos particulares y que aparecen una y otra vez organismos con rasgos casi idénticos a especies previas. En vez de pensar en términos de mutaciones accidentales, parece más razonable suponer que los registros de rasgos y estructuras pasados se "almacenan" en alguna forma y que esta información puede ser aprovechada y modificada durante el diseño de criaturas posteriores.


Referencias

1. Antony Latham, The Naked Emperor: Darwinism exposed, London: Janus Publishing Company, 2005, p. 176-8.

2. B.P. Williams, I.G. Johnston, S. Covshoff y J.M. Hibberd, "Phenotypic landscape inference reveals multiple evolutionary paths to C4 photosynthesis", eLife, 2:e00961, 2013, www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3786385.

3. butterfliesofamerica.com.
4. Simon Conway Morris, Life’s Solution: Inevitable humans in a lonely universe, New York: Cambridge University Press, 2003, p. 128-9.

5. scientificamerican.com/tetrapod-zoology/2012/07/12/meet-the-borhyaenoids-2012.

6. Life’s Solution, p. 128, 20.
7. Simon Conway Morris, "We were meant to be ...", New Scientist, 16 de noviembre de 2002, p. 26-9.

8. Ananthaswamy Anil, "Evolution returns to same old genes again and again", New Scientist, 23 de agosto de 2003, p. 15.

10 de febrero de 2022

Diseño y evolución de las especies (10 de 18)

David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero 2019


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05. Descendencia y diseño común


05. Descendencia y diseño común

La taxonomía o sistemática es la ciencia de la clasificación biológica, y busca disponer a plantas y animales en categorías de grupos superiores y subordinados sobre la base de los rasgos que tienen en común. Los diagramas arbóreos (cladogramas) muestran las afinidades entre diferentes especies, y así muchos taxonomistas interpretan cada nódulo donde comienza una nueva rama como la representación de un ancestro familiar hipotético. Alec Panchen afirma que la descendencia común "parece una respuesta correcta tan obvia a las aparentes relaciones de clasificación, que cualquier postura contraria a esa explicación se deberá seguramente a la ignorancia, la estupidez o el prejuicio" (1). Sin embargo, Carl Linneo, botanista del siglo XVIII y padre de la taxonomía moderna, consideraba como evidencia del diseño la facilidad con que plantas y animales calzaban en un sistema clasificatorio ordenado de grupos dentro de grupos o "jerarquía de inclusión". Richard Owen, uno de los grandes rivales de Darwin, creía que las características novedosas que definían diferentes taxones o tipos de organismos eran "patrones primarios" o arquetipos que reflejaban el propósito trascendente de la mente divina, pero que Dios había usado las leyes naturales para lograr "Sus" fines (2).

Existen más de 100.000 novedades definitorias de taxones. Por ejemplo, las características determinantes de la clase mamíferos incluyen pelaje/cabello, un glóbulo rojo nucleado, diafragma, glándulas mamarias y una corteza cerebral que consta de seis capas. Estos rasgos no están presentes ni siquiera de forma rudimentaria en ninguna otra clase de vertebrados. El registro fósil tampoco revela una serie larga de formas transicionales adaptativas que conduzcan a características definitorias de taxones; de hecho, en varios casos no hay indicios de que alguna vez hayan cumplido una función adaptativa específica o un propósito de supervivencia (3). Los curiosos patrones geométricos y numéricos en algunas de las características fortalecen la impresión de que son formas abstractas y no adaptativas. Por ejemplo, en muchas especies de flores la cantidad de pétalos corresponde a un número de Fibonacci (véase "Patrones en la Naturaleza").

Las novedades que definen los taxones han permanecido invariables en líneas evolutivas divergentes durante decenas o cientos de millones de años. Por ejemplo, la amplia gama de extremidades en vertebrados (aletas natatorias, manos de agarre o alas) son todas modificaciones del mismo plan de base: la extremidad pentadáctila (cinco dígitos, figura 5.1), un patrón básico conservado en todos los tetrápodos durante 400 millones de años. El plan del ciempiés -que incluye una garra venenosa y un número impar (nunca par) de segmentos- se ha mantenido sin cambios durante 420 millones de años, y también el esquema corporal de escarabajos adultos se ha mantenido esencialmente igual durante 300 millones de años (4). 

Fig. 5.1. La extremidad pentadáctila (ib.bioninja.com.au).

El biólogo Rupert Riedl aseveró: "Si cada rasgo tuviera libertad de cambiar en cualquier dirección el mundo viviente aparecería como una mezcla caótica aleatoria de patrones" (5); no obstante, la idea darwinista de que todas las formas vivas son parte de un eterno continuo mutante es claramente una ficción. Como señala Michael Denton, "toda la evidencia sobre 'evo-devo' sugiere que existen profundas restricciones de desarrollo que funcionan contra tal flexibilidad infinita" (6). Irónicamente, es la invariabilidad de dichas características definitorias de taxones lo que permite inferir el descenso con modificación. Denton está de acuerdo en que los cladogramas pueden interpretarse como evidencia sobre este tipo de linaje, pero insiste en que esto debe haber implicado transiciones repentinas, saltacionales y no aleatorias en lugar de un cambio gradual y azaroso (ver sección 6).

Fig. 5.2. Ejemplo de cladograma.

Fig. 5.3. Cuatro ejemplos de más de siete cladogramas planteados para la supuesta transformación de peces en tetrápodos (7).

Un grupo de científicos disidentes -llamados "cladistas transformados" por sus oponentes- califican la hipótesis de ancestralidad común como innecesaria y ven los cladogramas únicamente como representación de una jerarquía natural de características. Aunque ellos rechazan la aserción a priori de las secuencias de descendencia ancestral (filogenia) y expresan gran insatisfacción con los métodos y teorías evolutivas, varios de estos "herejes" son de hecho evolucionistas, incluso si sus colegas los consideran "traidores", pues sólo reconocen que en la práctica todos los grupos, vivos o extintos, ya están muy especializados para ser razonable y directamente llamados "anteriores" a cualquier otro, y que en el registro fósil no se encuentra ninguna de las formas ancestrales reales y lógicamente requeridas, por lo que sólo se pueden verificar los brotes externos del supuesto árbol evolutivo y las formas ancestrales constituyentes de su tronco y ramas están ausentes. Gareth Nelson y Norman Platnick escribieron en 1984: "Estimamos que el darwinismo es una teoría que ha sido puesta a prueba en la sistemática biológica y ha resultado ser falsa" (8).

Puesto que el registro rocoso no ha provisto alguna evidencia sustancial del árbol evolutivo de descendencia que los darwinistas esperan encontrar, ahora hablan a menudo de un "arbusto laberíntico", pero reconocen que a menudo es difícil juzgar dónde calza un resto determinado entre las muchas ramas de este sistema. Robert Wesson observa:

"En ocasiones, los cladogramas que muestran las ancestralidades a través de las eras se soslayan al dibujar conexiones donde ya están preconcebidas, y los más honestos dejan líneas punteadas. Los vacíos en el registro son reales (...) La ausencia de un registro de cualquier ramificación importante es fenomenal, pues las especies usualmente permanecen más o menos estáticas por largos periodos, y rara vez éstas y los géneros nunca muestran evolución hacia otros nuevos, sino reemplazos de unos por otros y el cambio es relativamente abrupto" (9).

Ernst Mayr sostiene: "Es una sorpresa para quienes no son taxonomistas cuán incierto es todavía hoy nuestro entendimiento sobre los grados de relación entre organismos. Por ejemplo, para muchos órdenes de aves aún se desconoce cuál otro es el pariente más cercano de un orden determinado. Lo mismo sucede con muchas familias y géneros de mamíferos (...) y estas incertidumbres en la clasificación de vertebrados superiores son muy menores comparadas con aquéllas de invertebrados, plantas inferiores, y por encima de todo, con procariotas y virus" (10).

David Raup puntualiza que muchos científicos piensan que el registro fósil es mucho más darwinista de lo que realmente es debido a libros sobresimplificados, artículos semipopulares y otras publicaciones, más la intromisión del pensamiento deseoso, y afirma que "algo de fantasía pura se ha infiltrado en los textos". Se usan varios "trucos" para fortalecer la impresión de la descendencia darwiniana; por ejemplo, algunos autores presentan una serie de fósiles que muestran progresión en la morfología, pero que no son cronológicamente sucesivos, y de esta forma no pueden constituir secuencias evolutivas. Alternativamente, se puede mostrar una serie cronológicamente paulatina de dientes, mandíbulas u otros como secuencia evolutiva, incluso si el autor pueda saber que dichas partes corporales son de organismos que razonablemente no podrían haber formado un linaje (11).


Referencias

1. Alec Panchen, Evolution, London: Bristol Classical Press, 1993, p. 59.
2. Michael Denton, Evolution: Still a theory in crisis, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2016, edición Kindle, p. 68.

3. Ibídem, cap. 4; "The Biology of the Baroque", Discovery Science News, 2016, youtube.com.

4. Evolution: Still a theory in crisis, p. 45-6, 51.
5. Citado en ibídem, p. 53.
6. Ibídem, p. 97.
7. John D. Morris y Frank J. Sherwin, The Fossil Record: Unearthing nature’s history of life, Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2010, p. 63.

8. Citado en Alexander Mebane, Darwin’s Creation-Myth, Venice, FL: P&D Printing, 1994, p. 30.

9. Robert Wesson, Beyond Natural Selection, Cambridge, MA: MIT Press, 1994, p. 39, 45.

10. Citado en Walter J. ReMine, The Biotic Message: Evolution versus message theory, Saint Paul, MN: St. Paul Science, 1993, p. 311.

11. Ibídem, p. 280, 409.

Diseño y evolución de las especies (9 de 18)

David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero 2019


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-Radiaciones y extinciones


Radiaciones y extinciones

Se piensa que las formas de vida más remotas se originaron hace unos 3.800 millones de años, principalmente microorganismos unicelulares (bacterias y arqueas) compuestas de células procarióticas (células sin núcleo). La célula eucariótica (nucleada) más compleja apareció hace unos 2 mil millones de años, encontrándose en los protozoos unicelulares, algas y hongos menores, y su advenimiento marca una gran discontinuidad en la secuencia de seres vivos.

Algunas procariotas eran multicelulares, pero los organismos complejos homólogos evolucionaron sólo entre eucariotas. La gran radiación y diversificación de los animales multicelulados o metazoos comenzó hacia el final del Precámbrico con la aparición de la fauna Ediacarense (o Vendiana) y alcanzó su clímax en la sucesiva "explosión cámbrica" de hace unos 530 ó 520 millones de años. La forma en cómo uno o más organismos de una sóla célula evolucionaron a metazoos y qué intermediarios estaban involucrados es uno de los más grandes enigmas evolutivos ya que existe un gran vacío entre los animales multicelulados y de una sola célula, y no se conoce animal que tenga dos, tres, cuatro o hasta 20 tipos, e inclusive no sólo la multicelularidad evolucionó separadamente en los tres reinos más grandes de la vida (plantas, hongos y animales), sino que se piensa haber surgido varias veces en cada uno.

La evidencia inequívoca más antigua de la vida metazoaria data de unos 600 millones de años. Una gran parte de la fauna ediacarense apareció abruptamente y se formó de modo completo hace unos 575 millones de años luego de una severa glaciación, se extinguieron antes del comienzo del Cámbrico (1) y comprendían una amplia variedad de invertebrados marinos de cuerpo liso y aguas poco profundas similares a medusas, líquenes, corales lisos, anémonas de mar, pennatuláceos, gusanos anélidos y macroalgas actuales, junto con algunos organismos no semejantes a algo conocido al día de hoy. Comúnmente las impresiones fósiles en forma de disco tienen unos pocos centímetros de largo y en ocasiones alcanzan los 20, mientras que las huellas en forma de fronde pueden llegar a longitudes de hasta un metro, y existen también "trazos fósiles" que asemejan caminos y madrigueras. La fauna consiste principalmente en variaciones de un solo plan anatómico; por ejemplo, una forma aplanada se dividió en secciones que están enmarañadas o acolchonadas, un diseño que no se encuentra hoy en la naturaleza. Aunque consideradas originalmente como precursores de algunas de las últimas criaturas cámbricas, ahora la creencia general es que muchas no estaban relacionadas a formas posteriores y que fueron un "experimento fallido", pero los animales metazoarios de diseño moderno, tales como las esponjas, compartían hábitats terrestres con la fauna ediacarense. 



Fig. 4.10. Tres fósiles de Ediacara. De arriba abajo: Dickinsonia costata, mostrando su característica apariencia acolchonada de la fauna ediacarense (las opiniones difieren de si es un animal, hongo o algo más); Charniodiscus arboreus, probablemente un suspensívoro estacionario, con rizoide, tallo y fronde; Spriggina floundersi (4 cms. de largo); su afinidad es actualmente desconocida y se ha clasificado como gusano anélido, fronde y artrópodo (2).

La primera fauna global de criaturas con partes corporales duras (tales como las conchas de carbonato de calcio) son anteriores al comienzo del Cámbrico y hasta unos 10 millones de años después. Esta "fauna de conchas pequeñas" incluye espinas, espículas (placas de armadura), tubos, arqueociatos (animales parecidos a esponjas) y diminutas conchas similares a aquéllas de los braquiópodos y moluscos semejantes a caracoles. Mayoritariamente estos vestigios tienen un largo de 1 a 5 mm. y el grueso de ellos lo componen fragmentos de esqueletos de organismos más grandes; se piensa que estos fósiles pueden representar otro "experimento fallido" y que la extinción de muchas de esas formas hace unos 530 millones de años fue seguida por la fase más crucial de la explosión cámbrica. 


Fig. 4.11. Arriba: organismos representativos de la "fauna de conchas pequeñas". Debajo: las más características y abundantes de todas estas criaturas son los arqueociatos, las primeras criaturas formadoras de coral. 1. Brecha. 2. Cavidad central. 3. Pared interna. 4. Poro (todas las paredes tienen poros). 5. Septum. 6. Pared externa. 7. Rizoide (3).

La explosión del Cámbrico es uno de los mayores misterios evolutivos (4) y Charles Darwin consideraba esta repentina aparición de muchos grupos de animales sin ancestros conocidos (en sus tiempos incluidos en estratos del periodo Silúrico) como el desafío más serio a su teoría. En un espacio no superior a los 10 millones de años hizo su primera llegada cerca del 20% de los apenas 26 filos animales presentes en el registro fósil conocido; tres emergieron en el Precámbrico y se piensa actualmente que otros tres se manifestaron durante el Cámbrico, aunque no puede descartarse que todos los filos surgieran hacia fines de este periodo o al término de su primera etapa (5). Probablemente, algunos fósiles cámbricos representan filos adicionales que se han extinguido desde entonces (6), y se cree que todas las divisiones de plantas o filos no atañentes a algas son poscámbricos.

Existe desacuerdo sobre cuántos filos figuran en los estratos cámbricos, y cómo clasificar ciertas criaturas, pero no se puede negar que el evento representa una profusión extraordinaria de nuevos planes corporales, los que incluyeron almejas, caracolas, trilobites, braquiópodos, gusanos, medusas, erizos de mar, holoturias (pepinos de mar), crustáceos nadadores, crinoideos y otros invertebrados complejos. Los trilobites abundaban y sus ojos eran tan proficientes como aquéllos de cualquier animal vivo de hoy. Aunque las criaturas difieren drásticamente de una a otra, a los darwinistas les gusta creer que todas ellas evolucionaron desde el mismo ancestro común hipotético, probablemente una criatura similar a un platelminto que vivió cientos de millones de años antes. Si la biota del Cámbrico hubiera surgido mediante variaciones graduales, existiría evidencia de incontables formas transicionales durante vastos espacios de tiempo geológico, pero como puntualiza Stephen Meyer: "En lugar de haber más y más especies que eventualmente conduzcan a más géneros, y estos a más familias, órdenes, clases y filos, el registro fósil muestra representantes de filos separados que primero aparecen seguidos de diversificación a menor nivel sobre estos planes básicos" (7). La historia de la vida animal principalmente ha consistido en incesantes variaciones sobre los planes corporales básicos que emergieron durante el Cámbrico. 




Fig. 4.12. Cuatro artrópodos de la explosión cámbrica. De arriba abajo: Marrella, de 2,5 a 19 mm. de largo; Opabinia, de 43 a 70 mm. de longitud, mostrando la característica probóscide con espinas, cinco ojos en la cabeza y secciones corporales con branquias en un extremo; reconstrucción de Sidneyia y Anomalocaris, un predador que tenía hasta 1 metro de largo (8).

Han habido varias otras notables radiaciones de nuevas formas viventes desde la explosión del Cámbrico; por ejemplo, el Gran Evento de Biodiversificación del Ordovícico (GOBE por sus siglas en inglés) consistió en un asombroso incremento de la biodiversidad marina, principalmente dentro de los filos establecidos durante la explosión cámbrica. La pluralidad de órdenes, familias, géneros y especies se triplicó durante un periodo de 25 millones de años, haciendo de este suceso el estallido de vida más dramático en la historia de la Tierra (9). 

Las plantas terrestres (esporas) aparecieron en el Ordovícico y experimentaron una rápida radiación durante el Devónico, hace unos 400 millones de años, periodo también conocido como la "edad de los peces" debido a la enorme diversificación de los principales y numerosos grupos de peces extintos y modernos. Las angiospermas o plantas con flores -un filo que incluye todas las gramíneas, palmeras y árboles no coníferos- se originaron hace unos 140 millones de años durante el período Cretácico y se diversificaron en aproximadamente 250.000 especies diferentes. Ninguna de las características definitorias en angiospermas (incluidas las novedades clave de la flor como sépalos, pétalos, estambres o carpelos) se encuentra en ningún otro grupo de vegetales existentes o fósiles. Desde el principio ya estaban divididas en diferentes clases, muchas de las cuales han persistido con pocos cambios hasta nuestros días. Darwin llamaba a esta repentina aparición "un misterio abominable" y aún no existe una secuencia continua de fósiles que muestre exactamente cómo evolucionaron las flores.

Al presente se estima que hay entre 6 a 10 millones de especies de insectos, que en potencia representan más del 90% de las formas animales de vida en la Tierra y la ancestralidad evolutiva de los insectos es un enigma porque el fósil más antiguo conocido data del Devónico y ya era completamente capaz de volar. Han habido cuatro principales radiaciones de insectos: escarabajos (~300 millones de años atrás), moscas (~250 millones de años), polillas y avispas (~150 millones de años).

Tal y como han habido grandes radiaciones de nuevos organismos, también ocurrieron varias extinciones mayores y muchas otras a menor escala. La destrucción en masa más grave ocurrió en el límite de los periodos Pérmico-Triásico, hace unos 252 millones de años, y eliminó más del 96% de todas las especies marinas y el 70% de los vertebrados terrestres. Otras devastaciones masivas ocurrieron a fines del Ordovícico, del Devónico y del Triásico, hace 450, 374 y 201 millones de años respectivamente.

Otra extinción a gran escala tuvo lugar hace unos 66 millones de años, al final del Cretácico y comienzos del Paleógeno ("evento K-Pg", por su nomenclatura inglesa) que borró tres cuartas partes de todas las especies de animales y plantas, incluyendo a los dinosaurios. La explicación más popular es que la Tierra fue golpeada por un asteroide o cometa, generando a su vez una gran nube de polvo que bloqueó la luz solar y llevó al colapso de la cadena alimentaria. Sin embargo, las extinciones comenzaron cientos de miles de años antes del límite K-Pg y algunos científicos piensan que las principales causas fueron un largo periodo de intenso vulcanismo global, cambios climáticos relacionados y alteraciones en el nivel del mar o elevaciones de tierra (10); a esta devastación le siguió el surgimiento y la rápida diversificación del dominio de los mamíferos.

Luego de la muerte de los dinosaurios, la llegada de los mamíferos modernos debiera haber dejado los mejores fósiles preservados de especies intermedias. Hace 66 millones de años muchos mamíferos eran pequeños animales nocturnos parecidos a musarañas arborícolas, y aproximadamente 10 millones de años después encontramos esencialmente ballenas modernas, delfines, roedores, marsupiales, osos hormigueros, caballos, camellos, elefantes, osos, leones, murciélagos, etc., por lo que todos los órdenes modernos de mamíferos parecen haber surgido independientemente y en torno a la misma época. No sólo no existe secuencia gradual de especies intermedias, sino que alguien que trate de imaginar una secuencia de animales intermedios viables entre, por ejemplo, una musaraña y un murciélago -cada uno de los cuales está "mejor adaptado" que su predecesor-, se convencerá muy pronto de que tal secuencia es inconcebible, y considerando que los murciélagos modernos aparecieron dos veces a comienzos del Cenozoico.


Referencias

1. Stephen C. Meyer, Darwin’s Doubt: The explosive origin of animal life and the case for intelligent design, New York: HarperOne, 2013, p. 79-81; britannica.com/Ediacara-fauna.

2. en.wikipedia.org.
3. Stephen Jay Gould, Wonderful Life: The Burgess Shale and the nature of history, New York: Norton, 1989, p. 315-6.

4. J.S. Levinton, "The big bang of animal evolution", Scientific American, noviembre 1992, p. 52-9; Chris Clowe, "The Cambrian 'explosion'", 2003, peripatus.gen.nz/paleontology/CamExp.html; Darwin’s Doubt; Duane T. Gish, Evolution: The fossils still say no!, El Cajon, CA: Institute for Creation Research, 1995, p. 53-69.

5. Darwin’s Doubt, p. 31-2, 85-6, 417-8; James W. Valentine, On the Origin of Phyla, Chicago, IL: University of Chicago Press, 2004, p. 187.

6. On the Origin of Phyla, p. 4, 37; britannica.com/Cambrian-explosion.
7. Darwin’s Doubt, p. 41.
8. Wonderful Life, p. 114, 126; en.wikipedia.org.
9. T. Servais, D.A.T. Harper, A. Munnecke, A.W. Owen y P.M. Sheehan, "Understanding the Great Ordovician Biodiversification Event (GOBE): influences of paleogeography, paleoclimate, or paleoecology?", GSA Today, abril-mayo 2009, p. 410, geosociety.org.

10. Ver "The great dinosaur extinction controversy", http://davidpratt.info.

Diseño y evolución de las especies (8 de 18)

David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero de 2019


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-Especies transicionales


Especies transicionales

Aunque no aparecieron las miríadas de formas intermedias que Darwin esperaba presentar, aún existen numerosas especies que muchos darwinistas catalogan como "transicionales".

Automáticamente se presume que cualquier especie que combine rasgos de dos grupos más o menos sucesivos de organismos pertenece a una serie de formas intermedias que relaciona a ambos, y se considera que la gran mayoría de especies "transicionales" poseen demasiados rasgos especializados para ser "verdaderos" antepasados y son clasificadas como "parientes cercanos" de los ancestros reales que todavía están perdidos. En el registro rocoso nunca se han encontrado criaturas con claros rasgos a medio terminar o mutantes con características no funcionales, y aún así las tan invocadas mutaciones accidentales debieran haber producido innumerables características de este tipo, las cuales posteriormente serían eliminadas por selección natural.

Más del 95% de todos los fósiles son de invertebrados marinos, principalmente moluscos, y el 5% restante pertenece a plantas, mientras que menos del 1% de dichos fósiles son peces, y una cantidad mucho menor representa a animales terrestres. Todos los diversos tipos de invertebrados aparecieron abruptamente en el registro rocoso y no hay pistas de cómo se organizaron a partir de vida unicelular ni señales de evolución gradual de unas en otras. A menudo, los restos muestran especímenes completos, lo cual dificulta que los evolucionistas especulen sobre los "transicionales", y por su parte, los fósiles de plantas, algas y peces tampoco presentan pruebas convincentes de evolución gradual, al tiempo que varias de las especies transicionales presentadas por los darwinistas pertenecen a vertebrados que moraban en tierra. Los individuos fosilizados se representan a menudo por un hueso o restos menores, lo cual significa que las interpretaciones son muy subjetivas y que existe un grave disenso entre los paleontólogos sobre cuáles especímenes calificar como transicionales y a cuál linaje se ajustan (1). 

Fig. 4.5. Se presume que los peces de aletas lobuladas del Devónico tardío evolucionaron a anfibios tetrápodos (2).

Los darwinistas sostienen que los tetrápodos (animales de cuatro extremidades como anfibios, reptiles, aves y mamíferos) evolucionaron de peces con aletas lobuladas (Rhipidistia) en el periodo Devónico, pero en 1938, pescadores en el Océano Índico llevaron a la superficie un celacanto de aletas lobuladas, pariente vivo de aquella especie prehistórica. Los celacantos aparecieron hace unos 400 millones de años y se los creía extintos hace unos 100 millones, y sobre la base de la evidencia fósil había sido considerado como "eslabón perdido" entre peces y anfibios, pero estas esperanzas se desvanecieron una vez que se pudo examinar la anatomía de un especimen vivo. Los científicos pensaban que los celacantos se arrastraban por el suelo oceánico con aletas lobulares parecidas a extremidades, pero finalmente resultó ser que nadaban, lo que muestra cuán difícil es obtener conclusiones sobre la biología general de los organismos sólo a partir de sus remanentes de esqueleto, y de esta forma, el celacanto es sólo otra ramita periférica en el supuesto "árbol de la vida". El dipnoo, otro tipo de pez con aletas lobulares, tiene extremidades, branquias y un intestino que contiene una válvula espiral como cualquier otro pez, pero sus pulmones, corazón y estado larvario son los de un anfibio. Aunque tenga una mezcla de rasgos de pez y anfibio, realmente las características individuales no son transicionales en ningún sentido entre ambos tipos y ya no se considera como ancestro de los tetrápodos. 


Fig. 4.6. Ichthyostega, uno de los primeros tetrápodos, bajo un presunto pez ancestro (Eusthenopteron) (3). Ichthyostega, un laberintodonto, combina cola y branquias parecidas a un pez con cráneo y miembros anfibios, pero como Acanthostega era predominantemente acuático. Acanthostega tenía ocho dedos, mientras que Ichthyostega tenía siete.

El siguiente candidato para el vínculo perdido entre la vida marina y terrestre era Eusthenopteron, un pez de aletas lobuladas que comparte varios rasgos con los tetrápodos más antiguos conocidos. Solía ser representado internándose en tierra, pero ahora se piensa que era estrictamente acuático y un depredador de aguas poco profundas. En el último tiempo, los elpistostégidos como Panderichthys y Tiktaalik (fig. 4.5) han sido presentados pomposamente como ancestros cercanos de los tetrápodos, siendo bautizados como "pescápodos"; dichas especies tenían aletas pares, más que miembros y patas reales, y eran capaces de una locomoción muy limitada. Luego de su descubrimiento en 2006, Tiktaalik fue presentado como el ancestro más cercano de los tetrápodos porque sus aletas pectorales (frontales) tenían rasgos similares a una cadera con huesos radiales. Sin embargo, algunos científicos han decidido que las aletas de Panderichthys son más parecidas a las de un tetrápodo, incluso si se había dicho previamente de esta especie que arrrojaba poca luz sobre el origen de los rasgos principales del cráneo, extremidades y esqueleto axial de los primeros animales de cuatro patas. Panderichthys tenía un "manubrio frontal", es decir, que sus aletas delanteras eran más grandes y más poderosas que las traseras, pero los primeros tetrápodos tenían "tracción posterior", y de esta forma los darwinistas esperaban hallar un fósil que ilustrara el surgimiento de la propulsión de extremidades posteriores en el intervalo entre Panderichthys y Acanthostega. Para colmo, se determinó que Tiktaalik era más un animal de "manubrio delantero" que Panderichthys (4). Un problema adicional es que los fósiles de elpistostégidos más antiguos fueron datados en 386 millones de años, pero el descubrimiento de huellas y restos mucho anteriores ha trasladado la aparición de los primeros animales terrestres a 395 millones de años atrás (5). 

Fig. 4.7. Aletas de peces con rayos finos de Eusthenopteron, Panderichthys y Tiktaalik comparadas con la extremmidad tetrápoda de Acanthostega. Supuestamente los huesos radiales en las aletas evolucionaron en dedos tetrápodos, pero todavía existe un gran vacío que completar (6).

Ciertamente hay un grado de continuidad entre los peces de aletas lobuladas y los primeros tetrápodos; por ejemplo, tanto Acanthostega como Ichthyostega "retienen la forma de pez, y aparentemente mantuvieron branquias internas, una línea sensorial lateral en el cuerpo (como en los peces) y tienen una clase de cola-aleta, aunque en forma diferente" (7). Sin embargo, todavía existen grandes discontinuidades concernientes a la supuesta transformación de aletas en miembros y el desarrollo de la locomoción terrestre. Como ilustración, el registro fósil no documenta cómo una pelvis u hombro funcionales evolucionaron gradualmente en la transición de peces a los primeros anfibios, y los restos de cartílago o hueso presentes en las aletas de algunos peces están empotradas débilmente en el músculo y no se conectan a la columna vertebral. Los tetrápodos devónicos muestran un mosaico de adaptaciones terrestres y acuáticas, pero es difícil considerarlos como ancestros "verdaderos" de criaturas posteriores; a modo de pauta, Ichthyostega es descrito como "un animal muy extraño" y "una mezcla curiosa de rasgos, algunos de ellos primitivos, pero otros especializados y únicos"; los hombros de los tetrápodos primitivos "obviamente no se hallan a medio camino en la estructura entre aquéllos de los peces y los últimos tetrápodos", aunque poseen "algunos rasgos únicos y otros inesperados" (8).

Seymouria, laberintodonto similar a un reptil de comienzos del Pérmico, es un intermediario "promocionado" comúnmente para anfibios y reptiles. En términos de características puramente esqueléticas parecería ser una transición convincente, pero hay un serio problema: la principal diferencia entre los anfibios y los reptiles yace en sus sistemas de reproducción, pues los anfibios ponen huevos en el agua y sus larvas experimentan una compleja metamorfosis (como un renacuajo) antes de alcanzar la fase adulta; en cambio, los reptiles se desarrollan dentro de un huevo revestido de una dura cáscara y son réplicas perfectas de los adultos en la primera aparición, y así los problemas para concebir la evolución gradual del huevo reptiliano son inmensos. No obstante, la evidencia fósil sugiere que Seymouria era totalmente anfibio en su sistema reproductivo, y una dificultad adicional es que Seymouria aparece en el registro rocoso hace unos 30 millones de años después que los verdaderos reptiles más antiguos, Hylonomus y Paleothyris (9).

Peripatus, un pequeño organismo similar a una oruga, es sugerido en ocasiones como intermediario entre gusanos anélidos y artrópodos, pero nuevamente las estructuras orgánicas no son estrictamente transicionales entre ambos. Por ejemplo, sus sistemas circulatorio y respiratorio son típicamente artrópodos en el diseño básico, mientras que los sistemas nervioso y excretor son como aquéllos de muchos gusanos anélidos. Peripatus es realmente una pléyade de características bosquejadas de dos grupos distintos, como es el dipnoo y también el ornitorrinco o monotrema, que es reptiliano por el hecho de poner huevos y completamente mamífero al poseer pelo, glándulas mamarias y tres huesos auriculares. Denton opina al respecto que:

"(...) presentan poca evidencia para creer que un tipo de organismo se haya convertido en otro (...) Entre los dipnoi y los anfibios, monotremas y reptiles, y entre Peripatus y los artrópodos, hay vacíos enormes que no están cubiertos por alguna forma transicional" (10).

Usualmente se afirma que la transición de reptiles mammaliaformes a mamíferos en el Triásico es el caso mejor documentado de macroevolución en el registro fósil. No obstante, la "secuencia" desde los pelicosaurios a los terápsidos y a los mamíferos contiene muchos sesgos que los neodarwinistas piensan que algún día estarán completados por nuevos descubrimientos de fósiles. Los rasgos mamíferos a veces aparecen, desaparecen y luego resurgen; en ocasiones emergen fuera de secuencia y otros surgen independientes -y "por accidente"- en diferentes linajes (11). Algunos investigadores declaran que, sobre la evidencia fósil actual, es improbable que los pelicosaurios evolucionaran a terápsidos, pero uno de los seis órdenes de terápsidos (los cinodontos) paulatinamente adquirieron ragsos mamíferos, y una rama de este grupo pudo haber evolucionado a los morganucodontes, un orden extinto de primitivos mammaliaformes, aunque todavía ningún grupo del Mesozoico puede ser identificado como el ancestro de los mamíferos modernos (12). 


Fig. 4.8. Arriba: la ballena y algunos de sus supuestos ancestros, dibujados a escala. Debajo: dos especies supuestamente intermedias (13).

Las ballenas (mamíferos marinos con dieta carnívora) aparecieron abruptamente a comienzos del Cenozoico, y Darwin hipotetizó que se crearon a partir de los osos. Los evolucionistas posteriores han propuesto varios otros ancestros: mesoniquios (carnívoros similares a lobos), hienas (Pachyaena), Sinonyx (criatura parecida a un gato), hipopótamos herbívoros, e Indohyus, un animal herbívoro similar a un ciervo. La transformación habría requerido cambios radicales en la reproducción, respiración y locomoción, pero no existe la menor secuencia fósil que demuestre su ocurrencia. Las especies intermedias sugeridas incluyen a Pakicetus, un terrestre parcialmente adaptado a la vida acuática, clasificado usualmente como ballena primitiva en base a ciertos rasgos de sus dientes y oídos; Ambulocetus, criatura anfibia de 3 metros de largo parecida a un cocodrilo, y Basilosaurus, de 20 mts. y semejante a una anguila, cuyos rasgos, según los evolucionistas más cautos, lo excluyen de ser un verdadero antecesor de las ballenas (14). Cada una de estas formas tiene sus propias características distintivas que deberían perder para ser considerados ancestros o descendientes directos entre sí (15).

Actualmente las aves son clasificadas como un tipo de dinosaurio, y muchos científicos creen que evolucionaron en el periodo Jurásico desde un grupo de saurios con plumas llamados terápodos. No obstante, los dinosaurios ya estaban bastante especializados, y debido a éste y otros problemas algunos expertos piensan que las aves evolucionaron de algún otro grupo de reptiles extintos (16). El antiguo pájaro-dinosaurio Archaeopteryx del Jurásico tardío es ampliamente considerado como pariente cercano del antecesor de las aves modernas, y los especímenes de este pájaro primitivo van del tamaño de un arrendajo azul al de una gallina grande. Archaeopteryx poseía características reptilianas como dientes, una larga cola de lagarto y garras en sus alas, pero también poseía rasgos similares a un ave, como patas de agarre, espoleta y alas totalmente formadas cubiertas no con plumas "primitivas", sino con las del tipo moderno, y en base a ello todavía se discute acerca de cuán bien podía volar. Archaeopteryx alude a un ancestro reptiliano, pero no es conducido por una serie de formas transicionales desde un reptil común terrestre mediante algunos ejemplares paulatinos con plumas cada vez más desarrolladas hasta que se alcanzó eventualmente la condición aviar total. Además, se han hallado trazos fósiles de aves en estratos de mucha más antigüedad, datados en 212 millones de años (Triásico tardío) y también existen restos controversiales de un ave de aspecto más moderno llamado Protoavis ubicados en estratos de fines del Triásico (17).

Fig. 4.9. La pluma es extremadamente liviana y estructuralmente fuerte, toda una maravilla de ingeniería (18). Una sóla pluma de paloma puede tener cientos de miles de barbillas y millones de hamuli.

Existen varias instancias en el registro rocoso donde una transformación morfológica relativamente menor puede ser trazada mediante una serie de formas fósiles, y en este sentido el caso mejor conocido es el caballo. La cadena comienza con el caballo original del tamaño de un perro, llamado Eohippus (Hyracotherium), que vivió hace unos 50 millones de años y tenía cuatro pezuñas en los miembros delanteros y tres en los traseros; luego éste pasó mediante variaciones de tres pezuñas y terminó con el Equus moderno de un casco. No obstante, ahora se admite que la evolución del caballo es mucho más complicada de lo asumido originalmente, pues muchas especies coexistieron con las llamadas "ancestrales", y en lugar de un cambio progresivo en los rasgos ocurrieron muchos retrocesos. Varias especies aparecieron abruptamente y permanecieron sin cambios a través de sus periodos de vida; también surgieron otras que son totalmente inconsistentes con la supuesta "tendencia" general, y los caballos de una y tres pezuñas comúnmente coexistieron en América del Norte (19).

Las diferencias entre Eohippus y el caballo moderno son relativamente triviales, y aún así los dos están separados por 50 millones de años, al menos diez generaciones y un gran número de especies. De esta manera, la serie del caballo enfatiza cuán vasto debe haber sido el número de géneros y especies, en el caso de que realmente todas las diversas formas de vida en la Tierra hubieran evolucionado en la manera gradual que plantean los neodarwinistas, pues según su punto de vista debieron haber innumerables especies transicionales que vinculaban a animales terrestres, ballenas y moluscos o artrópodos, pero apenas dejaron una traza de su existencia en el registro fósil, lo cual parece dar cabida a un modelo saltacionista como la única explicación evolutiva de los sesgos.


Referencias

1. Fred Williams, "Exposing the evolutionist’s sleight-of-hand with the fossil record", enero 2002, evolutionfairytale.com/articles_debates/fossil_illusion.htm; John D. Morris y Frank J. Sherwin, The Fossil Record: Unearthing nature’s history of life, Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2010, p. 129-77.

2. en.wikipedia.com.
3. Michael Denton, Evolution: A theory in crisis, Bethesda, MA: Adler & Adler, 1986, p. 167.

4. Casey Luskin, "The rise and fall of Tiktaalik?", 26 sept. 2008, evolutionnews.org; "Tiktaalik roseae – a missing link?", 2012, earthhistory.org.uk.

5. "Ancient four-legged beasts leave their mark", Science Magazine, 6 enero 2010, news.sciencemag.org.

6. evolutionnews.org.
7. Antony Latham, The Naked Emperor: Darwinism exposed, London: Janus Publishing Company, 2005, p. 76.

8. Citado en Paul Garner, "The fossil record of 'early' tetrapods: evidence of a major evolutionary transition?", Journal of Creation, vol. 17, n° 2, 2003, p. 111-7, creation.com; "The Fossil Record", p. 151-2.

9. Evolution: A theory in crisis, p. 176-7; Jonathan Sarfati, "The links are missing" en Refuting Evolution, creation.com.

10. Evolution: A theory in crisis, p. 110.
11. Ashby L. Camp, "Reappraising the 'crown jewel", Creation Research Society, 1998, trueorigin.org; J. Woodmorappe, "Mammal-like reptiles: major trait reversals and discontinuities", Journal of Creation, vol. 15, n° 1, 2001, p. 44-52, creation.com; James Downard, "A tale of two citations" (crítica de Woodmorappe), junio 2003, talkreason.org; The Fossil Record, p. 154-60; Shaun Doyle, "'Transitional form' in mammal ear evolution – more cacophony", Journal of Creation, vol. 25, n° 3, 2011, p. 42-5, creation.com.

12. "Transitional fossils – the top ten: 3. Reptile to mammal", 2011, earthhistory.org.uk.

13. The Fossil Record, p. 98-9, 101.
14. Ibídem, p. 94-104, 170-3; wikipedia.org/wiki/Evolution_of_cetaceans.
15. Jonathan Wells, Zombie Science: More icons of evolution, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2017, edición Kindle, p. 102.

16. Michael J. Oard, "Did birds evolve from dinosaurs?", Journal of Creation, v. 25, n° 2, 2011, p. 22-31, creation.com.

17. The Fossil Record, p. 86.
18. Evolution: A theory in crisis, p. 203.
19. Duane T. Gish, Evolution: The fossils still say no!, El Cajon, CA: Institute for Creation Research, 1995, p. 189-97; wikipedia.org/Evolution_of_the_horse.