11 de febrero de 2022

Diseño y evolución de las especies (12 de 18)

David Pratt
Mayo 2004, última revisión enero 2019


Contenidos:
 
-Embriología
-Afinidades genéticas


Embriología

Los embriones de vertebrados pasan a través de una serie de fases similares en las primeras etapas de desarrollo. Como explica Rupert Sheldrake:

"Las fases iniciales de la embriología a menudo se parecen a aquélla de muchas otras especies, o incluso familias y órdenes. A medida que tiene lugar este proceso de crecimiento, los rasgos particulares del orden, familia, género y finalmente especie tienden a aparecer en secuencia, y generalmente al fin emergen las diferencias relativamente menores que distinguen al organismo individual de otros miembros de la misma especie" (1).

En 1866 Ernst Haeckel formuló la "ley biogenética", la cual establece que "la ontogenia recapitula la filogenia", es decir, que el desarrollo embriológico resume la ancestralidad. Haeckel afirmaba que un organismo evoluciona por concreción de nuevas fases hacia su proceso de desarrollo embrionario, por lo que así como un individuo experimenta desarrollo embrionario, también traza nuevamente cada estadio adulto de sus ancestros evolutivos. Los biólogos pronto descartaron la idea de que la transformación estuviera limitada a los cambios acumulados al final del prcoeso y adoptaron el concepto de que la evolución puede afectar a todas las fases de crecimiento tanto al suprimir las fases como al acumularlas, por lo que la embriología no sería una repetición estricta de ancestralidad.

Fig. 5.9. Copia de George Romanes (1892) sobre los infames dibujos por Haeckel para embriones de vertebrados (en.wikipedia.org). Haeckel modificó sus ilustraciones para hacer que sus etapas "tempranas" fueran más parecidas de lo que realmente son e incluyó sólo un rango reducido de especies (2). En realidad los embriones de vertebrados "comienzan a verse muy diferentes entre sí, luego convergen en apariencia en la mitad del desarrollo (la "primera" etapa de Haeckel) antes de diverger a sus formas adultas" (3).

Fig. 5.10. De arriba abajo, imágenes de humano, cerdo, pollo y primer embrión en fases similares de desarrollo (4).

El embrión comienza siendo una sóla célula y luego se divide en una pequeña bola multicelular. El embrión de un mamífero continúa a través de diversas etapas pareciéndose a un pez y un reptil, antes de terminar como un joven individuo totalmente formado. La embriología comparativa muestra cómo las diferentes estructuras adultas de muchos animales tienen los mismos precursores embrionarios, y los darwinistas interpretan estas características compartidas de crecimiento como evidencia de que muchos animales tienen ancestros en común, pues las especies más próximas entre sí muestran mayores similitudes que las menos vinculadas. Por ejemplo, en una cierta fase del desarrollo, los embriones de vertebrados crean sacos faríngeos que se asemejan a los sacos branquiales hallados en peces, aunque estos rasgos no son nunca órganos funcionales, ni siquiera en el pez embrionario. Estas características luego continúan desplegándose en estructuras adultas muy diferentes, como branquias en peces, y oídos, mandíbula y faringe en mamíferos. Así, lo anterior se interpreta con la suposición de que todos los mamíferos comparten un ancestro común cuyo embrión tenía sacos faríngeos.

La Teosofía está de acuerdo con que la embriología provee información sobre la historia evolutiva, pero rechaza la noción darwinista de que cada nuevo tipo de organismo surge mediante la transformación continua de ancestros físicos (ver sección 8). Nótese que la ciencia materialista no puede explicar realmente algún aspecto del desarrollo embrionario, pues, por ejemplo, ¿cómo sabe un embrión cuándo detenerse al producir células de hígado y comenzar a generar células de riñón? Se cree que las señales químicas gatillan los cambios, activando o desactivando ciertas combinaciones de genes "accidentalmente" en los momentos correctos, pero esto plantea más preguntas que respuestas. Más aún, ningún mecanismo genético conocido explica la morfogénesis o cómo los organismos son capaces de retener una memoria de formas "ancestrales".

Otra manera de ver el desarrollo embrionario está expresada en las leyes de Von Baer, las cuales fueron formuladas antes que la ley biogenética de Haeckel. Estos postulados indican que los caracteres más amplios tienden a aparecer más tempranamente en la ontogenia, seguidos por caracteres menos generalizados y finalmente los más especializados. Esto significa que aquellas estructuras que se desarrollan al comienzo en el embrión son comunes a muchas especies diferentes, mientras que las estructuras que aparecen tardíamente pueden usarse para la distinción entre especies. En otras palabras, las formas de vida tienden a comenzar cerca de un punto común y divergen hacia el exterior, cada una en su camino propio y único como los rayos divergentes en una rueda. Von Baer era creacionista y formuló esta ley oponiéndose a la evolución, pero los darwinistas creen que la etapa de desarrollo en la que divergen dos especies depende de cuán cercanamente estén relacionadas, y su aserción es que la única manera que puedan estar vinculadas es por descendencia fisica. La Teosofía postula la existencia de "tipos-raíces astrales", las cuales se despliegan en muchas direcciones diferentes y no en una modalidad accidental, sino guiadas por la inteligencia instintiva de la Naturaleza.
 
Los darwinistas encuentran evidencia adicional de descendencia común en "órganos vestigiales" que ven como los remanentes de lo que alguna vez fueron órganos totalmente funcionales en los ancestros evolutivos de las especies concernientes. Algunos de ellos otrora etiquetados como "vestigiales" ahora se ha determinado que llevan a cabo funciones útiles, como es el caso del apéndice. También el cóccix humano es considerado una cola vestigial y prueba de que algunos de nuestros ancestros la tenían (5). Las señales de un hombro y extremidades posteriores en ballenas y los miembros traseros reducidos de serpientes primitivas son interpretados como modificaciones incompletas de las estructuras de sus ancestros, pero también esta clase de evidencia es compatible con alguna clase de "diseño consciente", ya que la transformación de ciertas estructuras básicas sería más eficiente que diseñar todo desde cero. Además, la falta de testimonios fósiles sustanciales para el cambio evolutivo gradual es consistente con la visión teosófica de que las preparaciones para nuevos rasgos físicos y formas tienen lugar en el nivel etérico.

 
Referencias

1. Rupert Sheldrake, A New Science of Life: The hypothesis of formative causation, London: Icon Books, 3era edición, 2009, p. 139.

2. Michael K. Richardson et al., "There is no highly conserved embryonic stage in the vertebrates: implications for current theories of evolution and development", Anatomy and Embryology, v. 196, 1997, p. 91-106, http://citeseerx.ist.psu.edu.

3. Jonathan Wells, Zombie Science: More icons of evolution, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2017, edición Kindle, p. 58.

4. pbs.org/wgbh/nova/odyssey/clips; geocities.com.
5. Véase "Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral", sección 6.


Afinidades genéticas

Los darwinistas no sólo explican las estructuras corporales similares, sino también las semejanzas genéticas en términos de descendencia común, pero nuevamente tales fenómenos no muestran nada definido sobre cómo los organismos se originaron y así podrían atribuirse a alguna forma de diseño consciente.

La visión dominante solía ser que el genoma humano contenía alrededor de 100.000 genes codificadores de proteínas. Sin embargo, las últimas investigaciones sugieren que el número puede llegar a 19.000 (1). Estos genes proteíno-codificantes constituyen sólo alrededor del 1,5% del genoma y el resto consiste en ADN no codificante que participa en la regulación génica u otras funciones biológicas. La cantidad de esos genes codificadores en humanos no es significativamente mayor que aquélla en muchos organismos menos complejos como lombrices intestinales o moscas de la fruta.

Las secuencias de ADN en diferentes especies deben alinearse antes de ser comparadas, pero dado que esas series generalmente contienen segmentos repetidos o eliminados a menudo no está claro dónde comenzar a alinearlas. Existen programas informáticos para este propósito, aunque dependen de los parámetros programados en ellos y a veces arrojan resultados biológicamente inverosímiles. Una encuesta reveló que más del 50% de biólogos evolutivos y sobre el 75% de estudiosos en filogenética intervienen de modo manual en sus alineamientos secuenciales. Los datos a menudo se excluyen porque no todas las sucesiones de ADN llevan "señales filogenéticas fuertes", especialmente series únicas de un linaje específico (conocido como "genes huérfanos" u ORFan en inglés). En otras palabras, los biólogos suelen elegir sus alineaciones preferidas y descartan cualquier secuencia no deseada (2).

"Se ha encontrado que cada especie cuyo genoma ha sido secuenciado hasta ahora tiene cientos de genes huérfanos, lo cual plantea un gran desafío para el neodarwinismo cuando predice que los genes en un taxón típicamente tendrán genes similares en taxones muy relacionados con diferencias cada vez más pronunciadas cuanto más distantes sean dichos organismos. En la actualidad se reconoce generalmente que los genes huérfanos debieron haber surgido de forma espontánea desde cero (es decir, de novo) y que se calcula entre 10 y 30% la proporción de todos los genes proteíno-codificantes producidos de ese modo a partir de secuencias no codificantes, mientras que la teoría darwinista predice que los nuevos genes deberían emerger gradualmente de otros genes funcionales (3). Los autores de un artículo (2016) sobre la filogenia de insectos decidieron ignorar por completo los genes huérfanos debido a que son "filogenéticamente no informativos" y seleccionaron los datos de cada insecto estudiado, descartando el 40% de las secuencias en la mosca de la fruta y el 80% de secuencias para la pulga de agua, con el objeto de producir un árbol filogenético a su gusto" (4).

Los darwinistas invocan las diferencias en las proteínas y el ADN como un "reloj molecular" para estimar hace cuánto tiempo diferentes especies se separaron de un ancestro común. Cada gen o proteína es un reloj individual que "marca" en un ratio diferente; por ejemplo, se estima que se necesitan 600 millones de años para producir un 1% de diferencia en las histonas de dos organismos diferentes, comparado con 20 millones de años para el citocroma C, 5,8 millones de años para la hemoglobina y sólo 1,1 millones en el caso de los fibrinopéptidos. Sin embargo, los árboles evolutivos basados en diferentes clases de proteínas a veces muestran diferencias considerables, y también existen grandes discrepancias entre árboles de familias basados en anatomía comparativa y aquéllos cimentados en la biología molecular (5). Un estudio de 1.070 genes en 20 levaduras diferentes arrojó 1.070 árboles genealógicos distintos y un biólogo evolutivo comentó: "Estamos tratando de descubrir las relaciones filogenéticas de 1,8 millones de especies y ni siquiera podemos resolver aquéllas para una veintena de levaduras" (6). Diversos estudios de reloj molecular indican que el ancestro común hipotético de todos los animales vivió en algún momento entre los 2 mil millones y 274 millones de años atrás (y esta última fecha calza en torno a los ¡250 millones de años después de la explosión cámbrica!) (7). Las tasas de evolución basadas en el registro fósil tienden a ser mucho más altas que las predichas por la genética (8).

El significado de la semejanza general en el ADN entre dos organismos es materia de debate. Por ejemplo, la similitud genética de humanos y chimpancés ha sido estimada en 95, 98,5 e incluso 99,4%; aún así, los humanos poseen inteligencia autoconsciente mientras que los simios carecen de ella. Por otra parte, hay dos especies de mosca de la fruta (Drosophila) que se parecen en términos físicos, pero al mismo tiempo poseen sólamente el 25% de sus secuencias de ADN en común. Un estudio determinó que la serpiente y el cocodrilo (ambos reptiles) compartían sólo alrededor de un 5% de sus secuencias de ADN, mientras que el cocodrilo y la gallina tenían el 17,5%, que es justo lo opuesto a las estimaciones del neodarwinismo. En la actualidad existen más de 3000 especies de ranas, todas las cuales superficialmente parecen ser las mismas, pero existe variación más grande de ADN entre ellos que entre el murciélago y la ballena azul (9), lo cual es una indicación adicional de que se requiere mucho más que ADN para construir un organismo.


Referencias

1. "Human genome could contain up to 20 percent fewer genes, researchers reveal", 30 de agosto de 2018, sciencedaily.com.

2. Jonathan Wells, Zombie Science: More icons of evolution, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2017, edición Kindle, p. 37.

3. Michael Denton, Evolution: Still a theory in crisis, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2016, edición Kindle, p. 143.

4. Zombie Science, p. 39.
5. John D. Morris y Frank J. Sherwin, The Fossil Record: Unearthing nature’s history of life, Dallas, TX: Institute for Creation Research, 2010, p. 158.

6. Matti Leisola y Jonathan Witt, Heretic: One scientist’s journey from Darwin to design, Seattle, WA: Discovery Institute Press, 2018, edición Kindle, capítulo 4.

7. William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Mammals II, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1996, p. 182-8, 191-2.

8. Stephen C. Meyer, Darwin’s Doubt: The explosive origin of animal life and the case for intelligent design, New York: HarperOne, 2013, p. 102-13.

9. Walter J. ReMine, The Biotic Message, p. 449; Richard Milton, "Darwinism – the forbidden subject", alternativescience.com.