5 de febrero de 2022

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (10 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014

 
Contenidos:

06. Teosofía: ángeles caídos, simios caídos
-Evolución desde el interior
-La descendencia de los simios
-El registro fósil
-El despertar de la mente


06. Teosofía: ángeles y simios caídos

Las enseñanzas teosóficas conocidas sobre la evolución desde que se formó la Sociedad Teosófica en 1875 son meramente un esbozo general de la información que posee la Hermandad de Adeptos (1). Se dice que estos datos fueron compilados y verificados repetidamente por innumerables generaciones de sabios y videntes cuyos poderes ocultos les otorgan acceso a reinos interiores de la naturaleza y les permite leer los registros de la historia terrestre mediante clarividencia. También se sostiene que dichos adeptos tienen registros escritos, fósiles, invenciones tecnológicas y otros artefactos de épocas pasadas; de esta forma difunden sus conocimientos proporcionalmente a la capacidad de la población para responder a ella en forma adecuada.


Evolución desde el interior

El darwinismo está enraizado en la suposición materialista de que el Universo consiste esencialmente en materia física y energía, y que la mente y la conciencia son sólo subproductos del cerebro. De acuerdo con la tradición teosófica el mundo físico es la cáscara externa de los ámbitos interiores, a saber, astral, mental y espiritual; igualmente, todo organismo físico está animado por "cuerpos" interiores o almas más sutiles incluyendo una cobertura/modelo astral (anteproyecto del cuerpo físico), una mente instintiva o autoconsciente con diversos grados de desarrollo y un ser (mónada) espiritual/divino. La evolución implica el despliegue de poderes y capacidades latentes en respuesta a impulsos internos y estímulos exteriores y el desarrollo de formas físicas adecuadas a través de las que puedan expresarse.

La Teosofía rechaza la teoría darwinista sobre la descendencia común, es decir, la noción de que los primeros organismos unicelulares experimentaron sucesivas transformaciones corporales, lo que finalmente resultó en todas las criaturas presentes en la Tierra incluyendo los humanos. Las enormes brechas en el registro fósil demuestran que no ha existido evolución continua y gradual de una especie en otra superior; los darwinistas de la escuela "puntuacionista" lo reconocen y sostienen que las nuevas especies surgen de forma "relativamente súbita" en poblaciones pequeñas y aisladas, y que tales episodios de especiación están separados por largos períodos de estasis en que dichas criaturas experimentan pocos cambios. Sin embargo, su insistencia en que esos "estallidos repentinos de creatividad evolutiva" se basan en última instancia en un "azar ciego" pone serios obstáculos al sentido común.

Las macromutaciones guiadas pueden desembocar en saltos evolutivos y permiten al miembro de una especie dar nacimiento a otra más avanzada, pero esto no sucede si las mutaciones se limitan a los genes que codifican la síntesis de proteínas sin determinar la forma corporal, proceso atribuido a los aún mal definidos factores "epigenéticos" (no genéticos). Además, esto no significaría que un gran reservorio de animales evolucione hacia otro en el sentido darwinista (por ejemplo, una especie de reptil no dio como resultado al primer mamífero). Como dice H.P. Blavatsky, "el abismo admitido entre los sistemas reproductivos de vertebrados ovíparos y mamíferos constituye un punto decisivo y desesperado para quienes -junto con los evolucionistas- tratan de vincular todas las formas orgánicas existentes en una línea continua de descendencia" y agrega: "En cierto sentido la 'unidad de tipo' común a todos los reinos animal y humano no es (...) prueba de la consanguinidad para todas las formas orgánicas, sino un testimonio sobre la unidad esencial en el 'plan básico' que la naturaleza ha seguido en la concepción de sus criaturas" (1). 

Los nuevos tipos de individuos "evolucionan" primero en el plano etéreo o astral basado en formas evolutivas pretéritas y almacenadas en la memoria de la naturaleza. En lugar de ser un proceso evolutivo "guiado" por el azar ciego como se describe en el esquema darwinista y contrariamente al paradigma creacionista donde un sólo ser supremo o "Dios" da origen desde la nada a nuevas clases de seres, la Teosofía habla de una inteligencia instintiva y omnipresente que surge del funcionamiento de agentes jerárquicos que van desde entidades superiores hasta fuerzas elementales de la naturaleza, incluyendo los impulsos del alma al interior de cada organismo que reflejan sus propias necesidades evolutivas.

La Teosofía sostiene que la Tierra es reencarnación de un planeta anterior y las diferentes clases o reinos de mónadas que ahora evolucionan en ella y la conforman -desde el ámbito submineral (elemental) a lo sobrehumano- siguen un viaje evolutivo (...). Nuestro planeta y sus formas de vida fueron originados en una condición altamente etérea y se materializaron gradualmente durante el "arco descendente" de evolución terrestre que duró hasta hace unos 4,5 millones de años en medio de la cuarta y presente ronda de actividad evolutiva. Desde entonces se inició el arco o "ciclo ascendente" hacia un proceso de mayor espiritualización (...). 

La primera raza raíz o humanidad en la ronda actual comenzó a desarrollarse a mediados del Paleozoico; estas primeras formas protohumanas eran seres enormes, ovoides, semi-astrales y no autoconscientes que se materializaron lentamente y disminuyeron en tamaño para adoptar la forma humana actual durante los millones de años siguientes.

A fines de la segunda raza raíz y comienzos de la tercera, la reproducción se llevaba a cabo por brotación o gemación donde las células vitales eran expulsadas de los cuerpos etéreos en ese entonces y se desarrollaban en otros seres humanos o antecesores mamíferos de acuerdo con sus tendencias evolutivas inherentes, lo cual explica el parecido general entre sus etapas embrionarias y las del humano. Se dice que la reproducción sexual en nuestro reino se originó en la segunda mitad de la tercera raza raíz (lemuriana) hace unos 18,5 millones de años y en la escala teosófica esto corresponde al Jurásico tardío de la Era Mesozoica o de los reptiles. En ese momento el cuerpo humano externo se tornaba más físico y también lo suficientemente desplegado para el surgimiento de la autoconsciencia inicial (2). 


La descendencia de los simios

H.P. Blavatsky [y otros autores de la línea original] citan diversos elementos que contradicen la teoría de la descendencia primate que comprenden hallazgos de restos humanos, huellas y herramientas de piedra (como se presentan en la sección 3) y muestran que los humanos de un tipo u otro existían en períodos geológicos mucho más antiguos que lo afirmado por la ciencia ortodoxa (1) y que la anatomía humana moderna es más simple y menos especializada en comparación con nuestros supuestos antepasados. También mencionaron a varios científicos contemporáneos que creían que los simios habían evolucionado a partir del ser humano y que éste se originó de otros tipos animales (3), por cuanto Blavatsky llama "autodegradante" a la hipótesis reinante y "la teoría más extravagante de todos los tiempos" (4). 

La Teosofía enseña que los simios inferiores o monos surgieron del cruce entre un reservorio "sin mente" o inconsciente de la tercera raza raíz (simiesca en apariencia*) y otro de animales más evolucionados, mientras que los monos antropoides resultaron de la unión entre un grupo menos progresado de la cuarta raza (o atlante) y la descendencia del cruce anterior (...). 

*Los embriones humanos desarrollan una cola bien definida hacia la cuarta semana y alcanza su longitud máxima en la sexta cuando puede tener hasta 12 vértebras, después de lo cual comienza a retroceder convirtiéndose en el coxis; por tanto, éste representa una cola vestigial en humanos y monos. Sin embargo, esto no requiere la creencia en un ancestro simiesco, pues la Teosofía dice que las formas humanas etéreas en la tercera ronda eran símicas y tenían una cola corta (la sexta semana de desarrollo embrionario también corresponde a los mediados de la segunda raza raíz e inicios de la tercera en la presente ronda). Inclusive la pérdida de cola ha llegado a una etapa más avanzada en el gorila que en el humano porque el coxis del primero se compone de sólo tres vértebras caudales, mientras que en nosotros por lo general consiste de cuatro o cinco (6).

Los "humanos" implicados en la producción de los ancestros primates estaban desprovistos de autoconciencia y actuaban instintivamente, por lo que el entrecruzamiento no constituía un crimen. Los animales involucrados -como todos los mamíferos- habían aparecido originalmente del "hombre" y el cruce condujo a una descendencia fértil debido a que la distancia entre los humanos y los animales en cuestión aún no era muy amplia. Los atlantes que más tarde repitieron el acto sí eran conscientes de lo que hacían y por lo tanto cometieron bestialidad deliberada. Incluso en ese entonces dichos humanos y animales no estaban lo suficientemente separados para evitar un apareamiento fértil.

En tiempos geológicos muy remotos ambas poblaciones de simios se parecían mucho más a sus respectivos "semi-padres" humanos que a sus descendientes actuales, los monos y simios vivos. Respecto al periodo, los reservorios anteriores se hallaban mucho más cerca al influjo humano dominante en su herencia, mientras que los simios actuales muestran efectos de especialización separados de dicha influencia sobre los millones de años intermedios.

En referencia al episodio de mestizaje lemuriano, las Estrofas de Dzyan (7) establecen que "los que no tenían la chispa" (humanos no-autoconscientes) "tomaron para sí grandes hembras animales"* que pertenecían a varias especies y eran muy distintas a cualquiera conocida hoy que "engendraron en ellas razas tontas". La descendencia se describe como una "raza de monstruos torcidos, cubiertos de pelo rojo y que iban en cuatro patas", "realmente una especie pitecoide ahora extinta" y un Comentario menciona a "hombres pelirrojos de piel oscura y cuadrúpedos que se encorvan y enderezan (erguidos y cayendo sobre sus manos una vez más) que hablan como sus padres y corren sobre sus extremidades como sus gigantes ascendientes femeninos" (8). 

*Aunque generalmente se hace referencia a lemurianos o atlantes masculinos apareándose con animales de sexo femenino (9), para hacer justicia es difícil creer que hayan existido hembras humanas que nunca sucumbieran al mismo vicio.

Otra estrofa señala que los primeros lemuro-atlantes también se acoplaron con una raza inferior de humanos todavía inconscientes que eran muy distintos física y mentalmente respecto a las razas más desarrolladas. Los semi-humanos o "así llamados animales" se describen en un Comentario como bípedos de forma humana y cubiertos de pelo por debajo de la cintura (10). También se nos dice que las coberturas ovoides en que se gestaron los humanos a comienzos de la tercera raza raíz a menudo eran manipuladas por enormes animales dando origen a monstruos semi-humanos, y que algunos lemurianos más tarde se cruzaron con algunas de estas criaturas gigantes (11). 

Respecto al período en que tuvieron lugar esos hechos, Blavatsky dice que el ocultismo "traza algunas de las especies más antropoides a la tercera raza humana del período atlante inicial", mientras que la tercera raza tardía se superpuso a los individuos de aquel periodo mencionado y los acontecimientos podrían haberse producido en el Cretáceo* después de que muchos humanos hubieron adquirido mentes autoconscientes (...). 

*El Cretáceo comenzó hace unos 16 millones de años según la Teosofía y 144 millones de acuerdo con la ciencia.

Se nos enseña que los descendientes de los enormes monstruos similares a humanos y producidos por ciertos lemurianos "fueron modificados por las condiciones externas hasta que la especie -al tiempo que disminuía en tamaño- culminó en los simios inferiores del periodo Mioceno. Con éstos los atlantes posteriores renovaron el pecado de los 'inconscientes' y esta vez con toda responsabilidad. Las resultantes de su crimen fueron las especies de simios ahora conocidos como antropoides" (13). Presumiblemente el apareamiento se generó con distintas poblaciones animales o semi-animales en el transcurso del tiempo ya que el resultado final no causó sólo la aparición de monos y simios actuales, sino también a tribus semi-humanas ahora ampliamente extinguidas (14). 

Según estas fuentes los monos originales eran vistos con recelo por humanos más evolucionados de esa época, pero fueron tolerados porque tenían destellos de nuestra mente activa; realmente eran entidades pensantes de un tipo más bajo y tenían idiomas distintos a los suyos.

Los más humanos de estos monos se extinguieron en parte porque los atlantes, al darse cuenta del pecado de sus propios individuos menos evolucionados, entablaron grandes guerras de exterminio sobre ellos y también porque el entorno no era propicio para la continuación de esta raza medio-humana y medio-animal. Los atlantes sólo permitieron que vivieran los menos evolucionados de los simios, y los actuales son descendientes de éstos últimos. 

En el poema épico hindú del Ramayana los monos son descritos con un semblante mucho más parecido a los humanos en comparación al que tienen hoy, e incluso hablaban y tenían sus propios gobiernos y leyes. Dirigido por Hanuman, el dios mono, luchan junto a Rama contra los Rakshasas de Lanka en la gran guerra épica de India y considerado teosóficamente la representación de los simios en esta leyenda no es completamente ficticia.

Las almas que encarnaron en monos y simios originales no habían llegado a la etapa humana, y así se dice que los simios están destinados a convertirse en humanos de rango inferior en las últimas dos razas-raíz de la actual ronda y en la quinta ronda siguiente. Esto no quiere decir que los cuerpos símicos se metamorfosearán en coberturas humanas, sino que las almas que habitan actualmente en esos animales van a reencarnar entre los reservorios humanos más bajos.


El registro fósil

En la actual ronda los primeros humanos -o más bien protohumanos- eran seres semi-astrales de tamaño titánico y desde entonces disminuyeron gradualmente en estatura. Los lemurianos tenían alrededor de 7,5 mts. de altura al momento de la destrucción de su continente como lo fueron los atlantes durante su apogeo. Hace aproximadamente medio millón de años la altura del ser humano había disminuido a unos 3,5 mts. y ha seguido reduciéndose a la mitad de ese tamaño en la actualidad (1). 

Imaginablemente los individuos pertenecientes a la última parte de la segunda raza-raíz y aquéllos en los inicios de la tercera podrían haber dejado fósiles y esto es aún más cierto en los cuerpos más solidificados a fines de la tercera raza y en la cuarta. Sin embargo, el registro fósil es extremadamente fragmentario; por ejemplo, se estima que nos proporciona evidencia de sólo el 3% de todas las especies de primates que han existido alguna vez (3) y hay varias razones para esto. En primer lugar la fosilización puede ocurrir sólo en condiciones excepcionales; segundo, la erosión y los cataclismos geológicos han destruido entre el 90 y 99% del registro fósil; tercero, muchos fósiles están enterrados en lugares de difícil acceso, incluso muy por debajo de los actuales fondos oceánicos (el sistema continental de Lemuria estaba centrado en el Océano Pacífico, y el atlante en aquél que lleva su nombre (4)); cuarto, se dice que la cremación fue una práctica extendida entre los humanos hasta hace unos 100.000 años.

Como ya se mostró, de hecho se localizaron muchos restos de humanos gigantes y ninguno de ellos se muestra en museos, por cuanto sólo podemos especular sobre lo que podría almacenarse en los sótanos de tales lugares. Dado que la ortodoxia imperante afecta a cómo los científicos perciben el mundo no hay garantía de que los fragmentos fósiles de humanos gigantes fuesen reconocidos como tales, pues al fin y al cabo ¡"todo el mundo sabe" que existen razas de personas gigantes sólo en los cuentos! En el pasado los huesos de grandes animales extintos a veces eran confundidos con restos de humanos de gran talla, pero también puede producirse lo contrario.

En el registro fósil los primeros mamíferos aparecen en el Mesozoico inicial, pero la mayoría de aquéllos conocidos en esa época no eran mucho más grandes que los ratones. Ninguno de los mamíferos fósiles del Mesozoico tardío parece ser candidato adecuado para las enormes criaturas con que se cruzaron ciertos lemurianos o para sus descendientes, los antepasados de los monos actuales. Los fósiles de monos primitivos y simios antropoides aparecen por primera vez en el Oligoceno; a modo de ejemplo, los depósitos de esa era situados en Fayum, Egipto, contienen una variedad de pequeños simios fósiles como Aeolopithecus, Aegyptopithecus y Propliopithecus (del cual algunos científicos especulan que fue uno de nuestros lejanos ancestros). El Aegyptopithecus evolucionó hasta tener el tamaño aproximado de un gato grande doméstico. 

El Mioceno atestiguó la aparición brusca de una increíble variedad de monos sin cola; alrededor de 100 especies recorrieron Europa, África y Asia durante ese periodo y se han clasificado en unos 27 géneros. Casi todas esas especies se extinguieron dejando sólo seis que prosperaron: dos tipos de gorila, dos de chimpancé y otras dos de orangután. De esta manera los grandes simios de hoy son "miembros de un grupo que ha estado disminuyendo constantemente desde finales del Mioceno" (5). 

El tamaño en los simios conocidos del Mioceno varió de 0,6 mts. de alto a alrededor de 3,1 o más en el caso de Gigantopithecus. No se sabe mucho sobre los cuerpos de dichas criaturas en ese tiempo pues una gran parte de las categorías se ha clasificado únicamente por cráneos, partes de éstos y dientes. Los cuadrúpedos presentan miembros anteriores claramente más largos que los traseros mientras que los humanos tienen brazos más cortos que sus piernas. Aunque algunos simios del Mioceno tienen brazos iguales en longitud a sus piernas, la mayoría de los científicos asume automáticamente que todos los monos de esa era fueron cuadrúpedos; sin embargo, es muy posible que al menos algunos de ellos como Gigantopithecus y Oreopithecus fuesen bípedos o semi-bípedos y que algunos de los "hombres salvajes" de todo el mundo sean sus descendientes (6). 

Al igual que en el caso del mestizaje lemuriano, en la literatura teosófica no se dan detalles sobre el tamaño de los humanos y especies animales implicados en el apareamiento atlante posterior y de su descendencia semi-animal y semi-humana. Algunos simios fósiles conocidos del Mioceno indudablemente podrían haber formado parte de ese evento, pero se dice que algunas especies de entre ellos son el resultado de un proceso evolutivo común (7). 

Las semillas de nuestra quinta raza raíz (aria o indoeuropea) empezaron a germinar en los primeros tiempos del Terciario, hace 7 u 8 millones de años según los cálculos teosóficos (...). No se nos dice qué tan altos fueron los primeros miembros de nuestra humanidad, pero si algunas de las pruebas fósiles documentadas por Cremo y Thompson son válidas, también podrían haber existido humanos de aproximadamente nuestro propio tamaño en el Plioceno, Mioceno e incluso antes; por lo tanto, ellos habrían sido pigmeos en comparación con muchos atlantes del periodo. La quinta raza se convirtió en un reservorio distinto en Asia Central a fines del Plioceno, hace aproximadamente 1 millón de años (8).

Desde comienzos del Mioceno muchas especies símicas y semi-humanas aparecieron y se extinguieron como también varias civilizaciones. La antropología convencional ignora gran parte de la evidencia "anómala" ya presentada en cuanto a la antigüedad de nuestra familia humana y la existencia de gigantes y homínidos bípedos en áreas remotas del mundo hasta hoy. Los fósiles descubiertos de humanos primitivos y simios bípedos no eran nuestros antepasados directos, sino vástagos deshumanizados de la principal corriente evolutiva humana y algunos de ellos son producto de diversos episodios de cruzamiento entre humanos y animales. Igualmente pudieron haber existido junto con civilizaciones avanzadas como las sociedades cazadoras-recolectoras que conviven con culturas más avanzadas en la actualidad.


El despertar de la mente

De todas las criaturas terrestres, sólo los humanos se distinguen por tener mentes autoconscientes, es decir, la capacidad de recordar el pasado y planear el futuro, y asimismo expresar pensamientos en una variedad de formas creativas. El cerebro humano es la disposición más compleja de la materia conocida con sus 12 mil millones de células cerebrales y 120 billones de conexiones. Según la ciencia convencional, de alguna manera la actividad del cerebro da lugar a la autoconciencia y el poder del pensamiento, pero los materialistas se ven obligados a admitir que "todavía no tienen ni idea sobre cómo una masa de descargas eléctricas y químicas en el cerebro se convierte en lo que de forma individual y subjetivamente experimentamos como conciencia" (1). Además de las mutaciones al azar se afirma que otra "fuerza motriz" tras la evolución de los simios a humanos es el desarrollo de condiciones climáticas más frías y secas; en otras palabras, ¡la inteligencia consciente de sí misma surgió debido a un cambio en el clima!

Algunos científicos han reconocido que la mente "desafía la explicación en términos de la teoría evolutiva" y es "imposible de dilucidar en términos puramente materiales" (2). El astrofísico Freeman Dyson sentenció:

"La opinión predominante entre los biólogos parece ser que la mente surgió en un modo accidental de moléculas de ADN o algo así. Me parece muy poco probable y es más sensato pensar que la mente era parte primordial de la naturaleza desde el principio y que somos simplemente manifestaciones de ella en la etapa histórica actual. No es tanto que la mente tenga una vida propia pues ella es inherente a la forma en que el Universo está construido, y la vida es la manera que tiene la naturaleza de dar oportunidades a la mente que no poseería de otro modo" (3). 

Sir John Eccles, neurocientífico y Premio Nobel, opinó que la teoría materialista de la mente es "pobre y vacía" y no tiene en cuenta "la maravilla y el misterio del ser humano con sus valores espirituales, su creatividad y carácter único para cada uno de nosotros" (4). Eccles piensa que existe un mundo mental separado del físico, que mente y cerebro interactúan y "cada alma es una nueva creación divina que se implanta en el desarrollo fetal durante algún instante entre la concepción y el nacimiento" (5).

La Teosofía también reconoce que "se necesita más que una simple interacción entre ciertos agregados materiales y su entorno para traer a la vida a un humano plenamente consciente" (6). Su enseñanza asigna a los humanos una ascendencia espiritual, pero rechaza la creencia de que fueron creados por un Dios antropomórfico y extracósmico sobrenatural. Si la naturaleza es infinita, la divinidad no puede estar fuera de ella y en sí misma debe abarcarla completamente; la naturaleza es sinónimo de conciencia-vida-sustancia que se manifiesta en formas infinitamente diversas (...). 

Las razas humanas etéreas y más antiguas en la actual ronda no tenían mentes autoconscientes. Después que sus formas externas se habían vuelto más físicas y alcanzaran el nivel necesario de complejidad y refinamiento pudo comenzar el despertar gradual y desenvolvimiento de nuestras facultades intelectuales y espirituales latentes bajo la influencia de una parte más elevada en nuestra constitución. Este proceso se denomina alegóricamente como la encarnación de los manasaputras, palabra sánscrita que significa "hijos de la mente" (7). 

Esta enseñanza se repite en muchos mitos y alegorías religiosas; por ejemplo, la historia de Prometeo quien roba el fuego espiritual de los dioses (inteligencia) para llevarlo a la humanidad, y en castigo es encadenado a una roca (nuestro cuerpo físico) en una ladera montañosa donde permanecerá a lo largo de los siglos hasta que la humanidad se eleve a su nivel para liberarlo.

En el libro del Génesis el Jardín del Edén representa el estado inocente, inconsciente e infantil de la humanidad inicial. Cuando habla de "comer el fruto del árbol del conocimiento sobre el bien y el mal" se refiere al despertar de la autoconciencia cuando el hombre llega a ser "como los dioses" y es dotado con libre albedrío. El ofidio que tienta a Eva es símbolo de sabiduría y de ahí el mandato de ser "cautelosos como serpientes" (Mateo 10:16). Luego Adán y Eva -que representan la humanidad temprana- son expulsados del Paraíso y "caen" de su estado de paz inconsciente y dichoso en uno de lucha, tentación y responsabilidad ética en el mundo material; además se "cubren con pieles" denotando que fue en el mismo período de nuestro despertar mental que los cuerpos semi-astrales de la humanidad temprana se hicieron más físicos. 

El despertar de la mente en la actual ronda comenzó durante la quinta subraza de la tercera raza raíz, hace unos 18 ½ millones de años. Sin embargo, no todos los humanos comenzaron a obtener autoconciencia al mismo tiempo o ritmo ya que no estaban exactamente en el mismo estadio de desarrollo. Incluso ahora nuestras facultades mentales se encuentran en evolución y alcanzarán su pleno florecimiento en la siguiente ronda a millones de años en el porvenir. 

En un sentido, la Teosofía está de acuerdo con la ciencia en que humanos y simios tenían un antepasado común, pero éste último fue el propio hombre en su forma inicial y más primitiva. En el pasado remoto -finales de la tercera ronda y al término de la tercera raza-raíz en la presente ronda- el cuerpo humano era símico en apariencia; sin embargo, no se desarrolló a partir de cuerpos animales sino de prototipos astrales, y de este modo los humanos podrían ser llamados "ángeles caídos" en lugar de "simios resucitados". Nuestra mónada espiritual, el "ángel" en nosotros, no desciende literalmente en la materia pues permanece en su propio plano y funciona mediante una serie de vehículos inferiores, y cuando el cuerpo físico estuvo listo la inteligencia humana latente y autoconsciente pudo comenzar su desarrollo y expresión. Las líneas físicas y espirituales de la evolución se encuentran en la tercera corriente progresiva o mental; por tanto, la humanidad forma un reino separado que se ubica a medio camino entre los animales y los reinos superhumanos o de los "dioses".


Referencias

1. Véase "The Mahatmas", http://davidpratt.info.
 

Evolución desde el interior

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, Pasadena, CA: Theosophical University Press (TUP), 1977 (1888), 2:735, 737.

2. Véase "Evolution in the fourth round", http://davidpratt.info.
 

Descendencia de los simios

1. La Doctrina Secreta, 2:10, 155, 675, 678, 686, 714 nota al pie, 723, 740, 746, 748, 751.

3. La Doctrina Secreta, 2:287-8, 682; H.P. Blavatsky, Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 2:274 nota al pie, 278-9.

4. La Doctrina Secreta, 2:689, 720.
7. Ver "The Book of Dzyan", http://davidpratt.info.
8. La Doctrina Secreta, 2:184-5, 192, 286, 775.
9. Ibídem, 2:184-5, 189, 192-3, 195, 262, 271, 283, 775.
10. Ibídem, 2:195, 271, 283-7.
11. Ibídem, 2:192.
12. Ibídem, 2:185, 262, 775.
13. Ibídem, 2:689.
14. Ibídem, 2:195-7, 287, 375.


El registro fósil

1. La Doctrina Secreta, 2:340, 753.
3. Ian Tattersall, The Fossil Trail, New York: Oxford University Press, 1995, p. 231.
4. Ver "La Teosofía y los Siete Continentes", http://davidpratt.info, esoterismo-guia.blogspot.cl.

5. Ian Tattersall y Jeffrey Schwartz, Extinct Humans, New York: Nevraumont, 2001, p. 218.

6. Lloyd Pye, "Earliest human ancestor? Not likely!", rense.com/general12/early.htm.
7. W.Q. Judge, El Océano de la Teosofía, TUP, 1973 (1893), p. 146-7.
8. La Doctrina Secreta, 2:147 nota al pie, 435.
 

El despertar de la mente

1. Tattersall y Schwartz, Extinct Humans, p. 243.
2. Robert Wesson, Beyond Natural Selection, Cambridge, MA: MIT Press, 1994, p. 276-7.

3. Citado en ibídem, p. 278.
4. John C. Eccles, How the Self Controls Its Brain, Berlin: Springer-Verlag, 1994, p. 33, 176; "John Eccles on mind and brain", http://davidpratt.info.

5. John C. Eccles, Evolution of the Brain: Creation of the Self, London: Routledge, 1991, p. 237.

6. La Doctrina Secreta, 2:348.
7. Ver "Origin of mind", http://davidpratt.info.