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21 de octubre de 2022

Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico (6 de 8)

David Pratt
Noviembre de 2004, julio de 2018


Contenidos:

​07. Escritura rongorongo
08. Cronología
-Tallado de esculturas
-Datación de esculturas y plataformas
-Escritos teosóficos


07. Escritura rongorongo

Incluso los académicos ortodoxos admiten que la escritura pascuense o rongorongo constituye un verdadero enigma. Hoy dicho alfabeto (*) perdura sólo como marcas en 25 piezas de madera esparcidas por museos de todo el globo, aunque es posible que otras tabletas aún sigan ocultas en cavernas vinculadas a clanes ancestrales. Algunos patrones también sobreviven gracias a "libros" improvisados, escritos a fines del siglo XIX y principios del XX. Los glifos contienen alrededor de 120 elementos básicos: figuras humanas en múltiples posiciones, aves, animales heterogéneos, plantas, objetos celestes y formas geométricas, pero se combinan para formar entre 1500 y 2000 caracteres compuestos. Varios motivos también se encuentran en el arte rupestre isleño, y ninguno forma parte de moai o plataformas.

[N.del T.: la palabra se empleará aquí como "conjunto de símbolos usados en un sistema de comunicación"].


Fig. 7.1.

Los caracteres eran inscritos sobre tablas y en filas ordenadas con un centímetro de alto. Las líneas alternas se trazaban al revés, donde el final de una va hacia el comienzo de la siguiente, y este sistema se denomina bustrofedónico ("como ara el buey"): comenzando desde la esquina inferior izquierda de una tableta, la escritura procede de izquierda a derecha, pero al final de cada línea la pieza debe girarse.

Se desconoce la naturaleza precisa del rongorongo. El consenso predominante es que "los motivos representan una escritura fonética rudimentaria, en que se utilizaron símbolos pictóricos para nombrar ideas y cosas. En otras palabras, los glifos individuales no representan un alfabeto ni sílabas como otros sistemas, sino que son 'tarjetas de referencia' para vocablos o ideas completos, además de un medio para llevar cuentas a modo de 'rosario', y cada signo incluye una gran cantidad de texto memorizado" (1).

Según la leyenda, Hotu Matua trajo consigo 67 tablillas rongorongo que hablaban sobre tradiciones, líneas de genealogía y otra información histórica, y le acompañaban eruditos que conocían el arte de escribir y recitar dichas inscripciones. Algunos investigadores señalan que el rongorongo no es antiguo, sino que fue inventado por pascuenses tras la visita española en 1770, cuando se ofreció a los jefes y sacerdotes una proclama de anexión para ser firmada. Ciertos símbolos utilizados por nativos al rubricarla se asemejaban a jeroglíficos rongorongo, ¡y todavía debemos creer que "el resto del guión se creó más tarde"! Es posible que todas las muestras existentes daten de algunos siglos, como aquélla que ilustra un remo europeo, pero las inscripciones pudieron copiarse de ejemplares más antiguos.

Los últimos isleños verdaderamente alfabetizados murieron como consecuencia de redadas esclavistas en 1862 o el posterior brote de viruela. Los nativos que luego afirmaron leer rongorongo parecían recitar textos memorizados o simplemente describían figuras en lugar de interpretarlas, y a ratos ofrecían distintas versiones del mismo pasaje. El sistema aún no se ha esclarecido, a pesar de las múltiples afirmaciones contrarias; por ejemplo, en 1995 Steven Fischer anunció que muchas tablillas eran cantos religiosos en que el "dios A" copulaba con la "diosa B" engendrando animales, plantas o fenómenos de la naturaleza, pero más tarde fue desmentido por otros autores (2).

Heyerdahl sostuvo que el rongorongo estaba vinculado a métodos de escritura sudamericanos, y citó la pictografía de los indios cuna en Panamá y el noroeste de Colombia, quienes registran canciones pintando sobre tablillas de madera; algunos símbolos son idénticos a los pascuenses y se inscribían en estilo bustrófedon. Los alfabetos que se encuentran entre las primeras tribus históricas (o poscolombinas) aymara y quechua del lago Titicaca también emplearon esa modalidad, y supuestamente los incas anotaban su historia en "tableros" transmitidos por generaciones de monarcas y custodiados por sabios (3). Los españoles se hicieron con ejemplares en el Templo del Sol (Cuzco) y los quemaron, interesándose más por las obras forjadas en oro.

Los expertos convencionales creen que el rongorongo es polinesio, con signos que reflejan el entorno y la cultura locales. Reconocen que en Perú se utilizó bustrófedon, pero aclaran que no hay afinidad entre ambas regiones, aunque pudieron existir influencias en una u otra dirección. Otros ven similitudes más significativas entre ciertos diseños rongorongo empleados en las Islas Salomón (Melanesia), si bien ya no se considera sostenible una migración directa desde allí a Isla de Pascua. Thomas Barthel especuló que el sistema se originó en Huahine o Raiatea y llegó a Rapa Nui con Hotu Matua.

Dejando a un lado los supuestos modernos y preconcebidos, el rongorongo puede ilustrar una variedad de influjos. En la década de 1930 Guillaume de Hevesy identificó semejanzas entre los signos de aquél y 130 caracteres en una escritura con al menos 4500 años de antigüedad, encontrada en las ciudades de Mohenjo-Daro y Harappa en el Valle del Indo, pero la ortodoxia contiende que los parecidos "se exageraron" y son "pura casualidad" (4). La escritura del Indo generalmente se aplicaba de derecha a izquierda, pero hay algunos casos tempranos de bustrófedon (ciertas inscripciones etruscas e hititas también muestran dicho estilo, al igual que obras griegas del siglo VI a. de C.).

Los sellos utilizados en el Indo fueron hechos con esteatita, y cabe notar que una leyenda rapanui dice: "La primera raza inventó el rongorongo, escribiéndolo en piedra. De las cuatro partes del mundo que en un tiempo fueron habitadas por ellos, sólo en Asia perduran estos signos" (5). Curiosamente, Mohenjo Daro e Isla de Pascua se encuentran separadas en casi 180°: la primera está ubicada a 27° 23' N y 69° E, y la segunda a 27° 08' S y 109° 23' O.

Fig. 7.2 (6).

Otros escritores ven parecidos entre los signos rongorongo y unas 40 ideografías chinas arcaicas, en su mayoría anteriores al siglo VIII a. de C. Jean-Michel Schwartz afirma que hay reminiscencias no sólo en la forma de los diseños, sino también en sus significados (7).

Tres símbolos del conocimiento:


Fig. 7.3.

Con frecuencia se dice que el rongorongo es la primera forma hallada en Oceanía, pero en 1913 John Macmillan Brown localizó un compilado de 60 caracteres en el atolón Woleai de las Islas Carolinas (fig. 7.4) (8). Mientras que el alfabeto pascuense es en gran parte ideográfico, el de Woleai era silábico y diferente a cualquier otro en el mundo. Fue utilizado por el joven líder del área y sólo lo conocían cinco personas, aunque también se empleaba en Faraulep (160 kms. al noreste). En 1908 una expedición hacia esta isla colectó signos que formaban parte de un sistema de conteo; los guarismos oscilaban entre 100.000 y 60 millones y no habrían tenido ninguna aplicación cotidiana, y asimismo es poco plausible que la escritura Woleai se haya originado en una isla remota.

Fig. 7.4.

También son dignas de mención las pictografías que se conocen desde hace tiempo en las Islas Chatham, al este de Nueva Zelanda. Es posible que estuvieran relacionadas con algún método de escritura, y sus nativos decían que eran anteriores a los morioris o primeros habitantes polinesios de ese lugar.


​Referencias

1. John Flenley y Paul Bahn, The Enigmas of Easter Island, New York: Oxford University Press, 2002, p. 187.

2. Jacques B.M. Guy, "The Easter Island tablets", www.netaxs.com/~trance/rongo2.html; www.rongorongo.org.

3. Graeme R. Kearsley, Mayan Genesis: South Asian myths, migrations and iconography in Mesoamerica, London: Yelsraek Publishing, 2001, p. 536-7.

4. W.R. Corliss (comp.), Ancient Man: A handbook of puzzling artifacts, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1978, p. 616-9.

5. Francis Mazière, Mysteries of Easter Island, London: Collins, 1969, p. 207.
6. Jean-Michel Schwartz, The Mysteries of Easter Island, New York: Avon, 1975, p. 164.

7. Ibídem, p. 93-9, 179, 181.
8. John Macmillan Brown, The Riddle of the Pacific, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1996 (1924), p. 52-3, 84.


​08. Cronología

Los análisis por radiocarbono muestran que Isla de Pascua estuvo poblada hacia el 690 y posiblemente en el siglo IV. Esto armoniza con la leyenda tradicional sobre 57 generaciones de reyes desde Hotu Matua, y calculando un promedio de 25 años por cada una, ello nos retrotrae al 450 d. de C. Algunos arqueólogos sospechan que la isla debió colonizarse varios siglos antes, pero no hay evidencia -sólo teorías y suposiciones- para descartar que Rapa Nui albergara personas hace varios milenios. Como expone la sección 2, ciertas versiones locales apuntan a asentamientos prepolinesios; sin embargo, si se obtuvieran fechas de carbono "inaceptablemente tempranas", lo más probable es que terminen desechándose como "contaminadas".

Ya mencionamos la opinión estándar de que "los polinesios descubrieron Isla de Pascua por casualidad", y tras su colonización inicial nadie más la visitó hasta cuando llegaron los europeos a principios del siglo XVIII. El arqueólogo José Miguel Ramírez opugna esto, diciendo que los vegetales introducidos por pobladores prístinos muestran una habitabilidad sistemática y planificada, agregando: "Tampoco sería lógico sostener que se trató de un único contacto con personas involucradas, que a partir de entonces permanecieron en absoluto aislamiento hasta periodos históricos" (1).

Thor Heyerdahl sostuvo que la isla se colonizó originalmente por sudamericanos, y siglos después mediante polinesios (quizás importados a través de aquéllos). Hasta hoy la evidencia es ambigua, pero sí consistente con algún tipo de influjo amerindio junto con ascendiente oceánico predominante. El territorio pudo recibir colonos o visitantes de oriente y occidente en muchas ocasiones, y además existen pruebas claras sobre diferentes etapas en la construcción de moai y plataformas. La insistencia en que todos los restos arqueológicos deben incluirse en una historia que abarca sólo 1500 años está basada en teorías, e igualmente el fenómeno del rongorongo es difícil de conciliar con hipótesis ortodoxas.

Aún queda por hacer mucha exploración. En Anakena, la zona de planicies areniscas se sitúa a 4 mts. por encima del lecho rocoso, y en Rano Raraku el terreno donde se colocaron moai gigantes suele encontrarse a 6 mts. bajo la superficie actual. Heyerdahl observa: "Nadie puede asegurar qué tipo de monumentos y detalles podrían ocultar las capas de tierra tan altas como una casa", y Francis Mazière lo expresó en pocas palabras: "Habrá que excavar profundamente el suelo de esta isla para desentrañar los verdaderos comienzos" (3).


Tallado de esculturas

Se cree que todas las estatuas gigantes en Rapa Nui se confeccionaron en pocos cientos de años. Las fases son claramente discernibles y pueden estar separadas por períodos mucho más largos de lo establecido por la historia ortodoxa. Es de notar que esas figuras no muestren la menor semejanza con las polinesias, y son inigualables en el Pacífico respecto a su tamaño, apariencia y número.

Aparte de los célebres colosos pétreos, hay esculturas entre uno y dos metros con cabezas más redondeadas y de forma natural que nunca fueron diseñadas para exhibir tocados. Tienen rostros pequeños y cavidades oculares profundas, ninguna posee orejas largas y están hechas de toba roja, basalto negro o piedra Rano Raraku de color gris amarillento; asimismo tienen poco parecido a ejemplares más grandes, excepto que por lo general llevan sus manos en el vientre con los dedos apuntando unos con otros. Se piensa que estas son las obras isleñas más antiguas y precedieron las de Rano Raraku, ya que algunas permanecían sepultadas bajo gruesas capas térreas y se construyeron en plataformas subsecuentes. Sin embargo, otras parecen constituir fragmentos retallados en toba de esa pedrera que solían ser esculturas de tipo clásico.

La estatura de colosos de plataforma bordea los cuatro metros, mientras que los no situados en ellas alcanzan seis. Por lo común se dice que aquéllos de más altura fueron los últimos en labrarse, ya que todavía se encuentran en la cantera, pero algunos -o todos ellos- pueden datar de épocas previas y es factible que no se hayan destinado a otros ahu; en efecto, hay notables diferencias entre los prototipos de Rano Raraku y otros que alguna vez dominaron estradas costeras. Como señalan varios especialistas, éstos últimos parecen ser posteriores y su aspecto general sigue siendo el mismo, pero sus facciones son menos ásperas, los brazos y manos se ven atrofiados, no tienen la gracilidad de las primeras figuras y a veces tampoco símbolos en el dorso.

Fig. 8.1. Estatuas de Ahu Nau Nau (Anakena), restauradas en 1978.

Pierre Loti, quien visitó Isla de Pascua en 1872, asignaba las figuras de Rano Raraku a un período muy temprano: "Son obra de artistas menos pueriles que supieron darles expresión. Ellos asustan (...) ¿A qué raza humana representan, con sus narices puntiagudas y labios finos en tono de desprecio o burla? (...) Según la tradición conservada por ancianos, eran anteriores a la llegada de sus propios antepasados. Los inmigrantes de Polinesia (...) encontraron la isla desierta, custodiada sólo por esas caras monstruosas (...) Roídos por los líquenes, dan la impresión de tener de cincuenta siglos como nuestros menhires celtas" (1).

Fig. 8.2. Una de las esculturas más genuinas y tempranas en la pendiente exterior de Rano Raraku.

Francis Mazière también distinguió dos fases de escultura pascuense y creía que muchos arquetipos de Rano Raraku correspondían al primer periodo, incluidos casi todos los levantados al pie del volcán. En dicho sector localizó dos ejemplares de 10 mts. sin erosionar, completamente blancos y muy pulidos (más tarde se descubrieron otros del mismo tipo). Sus aletas nasales y el trazo muscular del labio superior se delineaban con sorprendente delicadeza y habilidad técnica; también las elegantes manos, unidas cerca del ombligo en postura meditativa, terminaban en uñas prodigiosamente largas y filosas. La parte superior de sus cabezas era muy estrecha y claramente no estaba diseñada para llevar un pukao.

También se aprecian grandes diferencias entre las figuras de Rano Raraku. Mazière apuntó que en la pendiente externa "la gran mayoría de esculturas está muy bien terminada, al tiempo que las de dentro se ven mucho más toscas y decadentes, por cuanto son obra de otro grupo de personas", añadiendo que éstas eran de "técnica y piedra común" y "copias degradadas" de sus homólogos extrínsecos (2).


Fig. 8.3. Esculturas en la ladera interior (arriba) y exterior (debajo) de Rano Raraku.

Mazière se preguntaba por qué los monumentos pedáneos en la falda exterior se hallaban cubiertos de escombros y tierra, mientras que a más de 60 mts. por encima de ellos había otras figuras libres de roca y preparadas para su transporte: "O bien los constructores empezaron cortando el acantilado en la parte cimera y llevaron las obras cuesta abajo -en cuyo caso las estatuas inferiores eran inexplicables-, o bien comenzaron desde abajo. Y en este caso, ¿por qué no extrajeron los moai que acabábamos de descubrir cuando estaban terminados y listos para su función? Un análisis más completo mostró que todas las figuras talladas en la zona superior del risco -es decir, el borde- se labraron con mucho menos cuidado, y sobre todo en una piedra claramente más pobre, perteneciendo así al segundo período. Esto tendió a fortalecer nuestra opinión de que efectivamente hubo dos etapas o migraciones, y en el medio la cantera permaneció abandonada por muchos años. Durante ese tiempo, la erosión cubrió la primera serie de ejemplares superpuestos que comenzaron al pie del acantilado. La segunda migración, al ver estos gigantes de pie, se apoderó de ese espléndido arte por cambios y degradaciones. Los recién llegados construyeron ahu, y por una curiosa anomalía, instalaron estas divinidades adaptadas en sus plataformas, al estilo polinesio" (3).

Pero tal vez hubo algo más que "dos migraciones o períodos de tallado". ¿Por qué suponer que los polinesios fueron primeros en colocar monumentos sobre plataformas? Si las estatuas de Rano Raraku se fabricaron en diversas fases, el hecho de que las inacabadas yazcan en pendientes internas y externas significaría que el trabajo concluyó repentinamente y más de una vez, lo que indica que la historia se repite.


Datación de esculturas y plataformas

En Rano Raraku, Katherine Routledge detectó líneas finas de carbón, atribuidas a incendios de pasto o malezas a varias profundidades y marcaban superficies pretéritas, cubiertas enseguida por deslizamientos de tierra. Estos descensos constantes de suelo y escombros hicieron prácticamente imposible aplicar datación estratigráfica, basada en el principio de que cuanto más honda es la capa, presenta más antigüedad.

La creencia por Heyerdahl de que los mejores moai fueron tallados y erigidos sobre plataformas en el "período medio" se basó parcialmente en su interpretación de fechas con radiocarbono de 1467 y 1206, para dos muestras de hulla en montículos de canteras y situados sobre las faldas de Rano Raraku. Sin embargo, como señala el geólogo Christian O'Brien, una sección transversa de dicho promontorio "apunta claramente a deslizamientos de tierra, con algunos vertidos adicionales de escombros en piedra gruesa". Pensaba que el carbón de un incendio a mediados del siglo XIX -a su vez producto de sismos- pudo enterrarse profundamente bajo fragmentos pétreos con una edad de mil años, y concluye que los moai erguidos estaban en su lugar cuando se formó la sustancia de donde provinieron las muestras: "Entonces, su manufactura es anterior a 1476 ± 100 años d. de C., y esta es la única deducción que puede extraerse a partir de las pruebas", agregando que para cálculos ulteriores se requiere un examen sobre el estado de conservación de esculturas y plataformas (1).

Varias obras están severamente desgastadas y otras mucho menos, pero ello no constata que se produjeran durante un largo tiempo pues la toba volcánica que las compone muestra calidad desigual. Como ya vimos, la roca de algunas estatuas es extremadamente dura, y refiriéndose a aquéllas alzadas a los pies del volcán, Mazière escribió: "¿Cuánto tiempo han estado allí? ¿Y por qué fueron trabajadas en una piedra diferente y no erosionada por el viento? Permanecen inalterables por acción eólica, lluvia o arenas, mientras que otras lucen carcomidas y cubiertas de musgo. Los nativos señalan que 'aún siguen vivos los moai donde no crecen líquenes', y quizás sea verdad, como lo es para muchos objetos mágicos al absorber y retener vibraciones" (2).

Fig. 8.4.

Un ejemplar de Rano Raraku tiene el modelado tosco de una embarcación y claramente es un diseño posterior (fig. 8.4). Heyerdahl encontró la parte superior de los mástiles en el terreno, mientras que el resto del graffiti permanecía sepultado bajo la escultura, quizá por 400 años. O'Brien señala que las partes desgastadas de aquéllos son sólo marginalmente menos nítidas que las enterradas, y si éste es un criterio de la meteorización generada en ese lapso, concluye que el proceso análogo, profundo y extenso de la cabeza pudo llevar tal vez 2000 años o más. "En otras partes del mundo, la arenisca dura y piedra caliza -o bloques y estatuas- han sobrevivido durante milenios sin más desgaste que las mejores obras de Rapa Nui, y las elaboradas con roca ígnea perduraron mucho más tiempo sin apenas cambios (...) Conociendo la hechura y el estado de conservación de bloques ciclópeos en yacimientos griegos de Micenas y Tirinto- con 4000 años de antigüedad y expuestos a un clima no muy diferente al de la isla-, no pudimos contemplar ningún rango menor entre 3000 a. de C. y 500 d. de C. tanto para los primeros ahu como para estatuas" (3). E incluso esa estimación puede resultar extremadamente conservadora.

Desde que se realizaron las primeras estatuas en Rano Raraku, ha existido aglomeración de escombros, tierra erosionada y polvo arrastrado por viento con 6 mts. o más de espesor, sepultando hasta el cuello a las obras erguidas al pie del declive. En las cercanías hay esculturas más pequeñas que siguen en la superficie, y claramente deben remontarse a una época muy posterior. Durante el tallado y luego de abandonar la empresa (lo que pareció ocurrir más de una vez), no habría crecido un lecho vegetal protector y estabilizante en las áreas intervenidas de dicha pendiente, y puesto que las capas de carbón señalan varias superficies antiguas y cubiertas por vegetación, el gran volumen de tierra y escombros alrededor de los moai no pareció acumularse previo al enraizamiento de las plantas. Luego, los cambios edafológicos subsiguientes habrían sido muy lentos, excepto como resultado de sismos y lluvias muy intensas, e incluso durante los últimos 150 años apenas ha precipitado sedimento desde el gradiente superior, pero está claro que podrían arrojarse más luces con un estudio cuidadoso del nivel erosivo a diferentes cotas de las figuras emplazadas.

El geólogo Robert Schoch -quien trabajó en la datación de la Esfinge- piensa que el moai más antiguo podría tener miles de años adicionales a lo sostenido convencionalmente. Los mútiples niveles de meteorización y erosión en diversas obras, como además sus estilos, indican que se construyeron en diferentes momentos. Como ya se mencionó, algunas fueron enterradas bajo mucho sedimento, y aunque este fenómeno puede producirse rápidamente por deslizamientos catastróficos de tierra, flujos de lodo o tsunamis, Schoch no pudo encontrar evidencia de ello y esas injerencias tenderían a derribar las estatuas. Las canteras donde se labraron los moai de basalto nunca han sido localizadas a pesar del pequeño tamaño de la isla. Si hoy estuvieran por debajo del nivel acuático, esas figuras pueden ser previas al cese de la última era glacial -hace unos 12.000 años- cuando aquél era mucho más bajo; en efecto, los buzos han descubierto agujeros o cavidades de aspecto muy rectangular en capas basálticas ubicadas frente a la costa (4).

En cuanto a las plataformas, Heyerdahl asignó la construcción inicial de los mejores ahu al "período temprano" (antes del 400 hasta aproximadamente el 1100), pero la mano de obra exhibida en Vinapu y otras tarimas "iniciales" contrasta marcadamente con las estatuas inferiores que él asignaba a la misma época. En su opinión, la albañilería análoga del "período medio" no muestra la perfección técnica ni el arte de los primeros arquitectos. El objetivo principal era crear estradas fuertes y capaces de soportar moai cada vez más altos y pesados, de la manera más rápida y práctica posible, pero nuevamente hay una incongruencia en su posición, pues aunque los talladores del período medio usaban piedra pequeña, fácil de mover y generalmente sin cortar, "su trabajo con cimientos, esculturas y tocados muestra habilidad y presteza en manipular grandes rocas, o al menos iguales a aquéllas de la fase temprana" (5).

Los especialistas ortodoxos indican que los sillares con más pulidez se remontan a fines del "período medio" (1100-1680); no obstante, las plataformas semipiramidales de mala calidad fueron un desarrollo tardío, y es muy poco probable que ese refinamiento pertenezca a dicho lapso. Incluso con herramientas de metal, el corte muy preciso de un basalto tan duro habría constituido una proeza espectacular, y no se sabe que los nativos posteriores hayan tenido utensilios homólogos.

Es indiscutible que muchas plataformas han sido reconstruidas y modificadas varias veces, y la evidencia sugiere que los primeros bloques finamente tallados se ensamblaron con menos precisión en versiones ulteriores. La pared megalítica encontrada en Anakena durante las excavaciones por Heyerdahl también es previa a la tarima actual, y sus losas bellamente perfiladas semejan haber formado parte de una estructura más antigua y fina. Considerando la dureza del basalto para construir plataformas (lo que plantea problemas serios y evadidos por muchos investigadores), las secciones más remotas de los ahu pudieron seguir en pie durante milenios sin sufrir meteorización grave. Y si de hecho las primeras esculturas y plataformas fueron realizadas con más habilidad, entonces ¿de dónde aprendieron los talladores esos métodos?

Sin duda, los habitantes polinesios de Rapa Nui eran competentes en grandes obras con basalto sin labrar, o reconstruir otras a partir de bloques cortados más antiguos, pero no hay evidencia sólida de que tuvieran medios para escindir con precisión piezas importantes de ese material. Recordemos que los cimientos o composición basáltica en hare-paenga y esculturas, a veces elaborados en plataformas tardías, también pueden pertenecer a una fase muy temprana. En cuanto al burilado, transporte y levantamiento de "gigantes" hechos con toba volcánica, no tenemos forma de saber con certeza de qué eran capaces los primeros habitantes de la isla, pero posiblemente gran parte del trabajo que se les confiere retrotraiga a otras épocas.

Los investigadores convencionales proclaman que es "ofensivo" y "racista" sugerir que los antepasados de pascuenses modernos no fueron responsables de todas las maravillas arqueológicas que admiramos hoy, ¡pero los berrinches emotivos difícilmente equivalen a un argumento racional!

Comúnmente se dice que no ha habido actividad volcánica durante la ocupación humana de Rapa Nui, ya que el folclor local no contiene alusiones a este fenómeno. Sin embargo, en marzo de 1936 algunos isleños contaban a expedicionarios chilenos que una raza antigua fue aniquilada por erupciones catastróficas de dos volcanes sagrados (6). Los geólogos creen que un evento menor pudo ocurrir hace 120 siglos, pero han existido muchas instancias homólogas a gran escala en los últimos cientos de miles de años.


Escritos teosóficos

Helena Blavatsky describe Isla de Pascua como el resto de un continente sumergido en el Pacífico (1). Según la Teosofía, las principales secciones de Lemuria y Atlántida se hundieron hace muchos millones de años (Mesozoico tardío y Cenozoico temprano-medio respectivamente), pero algunos fragmentos de variada magnitud continuaron existiendo durante mucho tiempo. Por ejemplo, la gran ínsula de Ruta fue destruida entre 850.000 y 700.000 años AP, y Daitya, situada en el Índico, se hundió aproximadamente 270.000 años atrás. Entretanto, el sector de Poseidonis -último reducto "atlante" del tamaño de Irlanda- y ubicado en el Océano Atlántico allende el Estrecho de Gibraltar, se sumergió en un gran cataclismo hacia el 9565 a. de C. (2).

Por lo tanto, el hecho de que Blavatsky vincule la civilización de Rapa Nui con lemurianos y atlantes no significa que sus restos arqueológicos tengan "millones de años". Además de señalar que las estatuas pascuenses representan a los últimos descendientes lemurianos (3), ella escribe: "Las reliquias (...) [son] los monumentos más admirables y elocuentes de gigantes primitivos. Son tan grandiosos como enigmáticos, y sólo debemos examinar las cabezas de dichos colosos -que han permanecido intactos en esa isla- para reconocer en ellas y de un vistazo los rasgos del tipo y carácter atribuido a los gigantes de la Cuarta Raza. Parecen tener una misma categoría, aunque de aspectos diferentes o claramente sensuales, como los atlantes (habitantes de Daitya o 'atlánteos') que se representan en libros esotéricos hindúes" (4).

Una de las Estrofas de Dzyan describe que los atlantes construyeron grandes imágenes de 8,2 mts., que corresponde al tamaño de sus cuerpos. Blavatsky agrega que la mayoría de esculturas gigantes y descubiertas en Isla de Pascua mide entre 6 y 9 mts., y casi todas las que halló el capitán Cook tenían 8 de estatura y tres en ancho a nivel de los hombros, descartando así la opinión estándar de que fueron hechas por polinesios y no son tan antiguas como "una de esas decisiones arbitrarias de la ciencia moderna que no tienen mucho peso". Helena incluso añade que las estatuas sólo pudieron fabricarse por gigantes del mismo tamaño (5), (*), pero debemos recordar que esos moai abarcan desde menos de dos metros hasta casi los veintidós [N.del T.: ¿y acaso el trabajo coordinado de múltiples gigantes no pudo erigir obras superiores a los 20 ó 30 metros?]

(*) Katherine Routledge citó esta declaración, junto con varias descripciones ambiguas de restos arqueológicos en Isla de Pascua (en gran parte debido a que Blavatsky utilizó relatos contemporáneos inexactos), como evidencia de que nada de lo dicho en La Doctrina Secreta sobre el tema debía tomarse en serio (6), pero ningún escritor es infalible. Otro ejemplo es un argumento muy débil a favor de la existencia de una gran masa continental y arcaica en el Pacífico: los actuales miembros de diversos grupos isleños tienden a hablar idiomas similares y manifestar creencias o costumbres parecidas, pero "según todos los testimonios" nunca se habrían comunicado entre sí antes del arribo europeo, ya que no tenían brújula ni habilidades de navegación (7).

[Objeción del traductor: ¿y dónde dejas el reacondicionamiento climático/marítimo tras una catástrofe global? ¿Podrías navegar en días o noches nublados y sin brújula, con tifones o tormentas permanentes, o con mareas traicioneras?].

Blavatsky dice que la antigua Rapa Nui fue parte de un enorme continente lemuriano (8): "(...) encontramos a los lemurianos en su Sexta Subraza construyendo las primeras ciudades de piedra y lava. Una de aquéllas con estructura primitiva se irguió enteramente de magma, unos 50 kms. al oeste de donde hoy Isla de Pascua extiende su paraje ceñido y yermo, y fue completamente destruida por una serie de erupciones volcánicas. Los restos antiquísimos de estructuras gigantescas fueron todos obra de lemurianos de las últimas subrazas". Helena sostiene que las reliquias pétreas en Isla de Pascua son de estilo ciclópeo y han sido comparadas con el templo de Pachacamac (Perú) y las ruinas en Tiwanaku (Bolivia) (9).

Refiriéndose a la Atlántida, Blavatsky explica: "Este continente se elevó al mismo tiempo que la inmersión de sectores ecuatoriales de Lemuria. Mucho más tarde, algunos trozos de ésta última reaparecieron sobre los océanos (...) los atlantes de la Cuarta Raza obtuvieron algunas reliquias lemurianas, y asentándose en islas, fueron incluidas entre sus tierras y continentes (...) La Isla de Pascua también fue ocupada de esa manera por ciertos atlantes quienes, habiendo escapado del cataclismo en su propia tierra, se asentaron en dicho fragmento de Lemuria sólo para morir allí cuando fueron destruidos en un día por sus fuegos volcánicos y lava. Esto puede ser considerado ficción por ciertos geógrafos y geólogos; para los ocultistas es historia" (10).

"La Isla de Pascua (...) pertenece a la primera civilización de la Tercera Raza. Sumergida con el resto, un levantamiento volcánico y súbito del fondo marino elevó intacta la pequeña reliquia de eras arcaicas, con su volcán y estatuas -durante la inmersión del Polo Norte en el periodo Champlain- como testigos permanentes de la existencia de Lemuria" (11); asimismo, dicha etapa geológica fue datada en tiempos de Blavatsky hace unos 200.000 años (12).

La última cita implica que algunas esculturas en Rapa Nui estuvieron sumergidas durante períodos considerables, a menos que todas las actuales sean posteriores al cataclismo mencionado. Charles Ryan afirmaba que, si bien la mayoría de moai comporta material de conglomerado frágil, algunos se tallaron en roca volcánica muy dura, y pensó que las obras de mayor resistencia pueden ser inmensamente más antiguas que las formadas por brecha blanda, o que éstas últimas eran mucho más duras y hoy se desintegran por su gran vejez. También argumentó que si las esculturas hubieran permanecido bajo el mar durante largo tiempo, no estarían expuestas a intemperie o vandalismo, pero reconoció que "esa hipótesis plantea otras dificultades" (13).

Otros escritores teosóficos no aceptan una antigüedad tan prolongada para los moai, aunque según ellos podrían tener la misma datación que la Esfinge (14). No hay fecha concreta para ésta última en literatura teosófica, pero se sugiere que las grandes pirámides globales -e incluidas aquéllas en Giza- se construyeron hace unos tres ciclos de precesión (78.000 años) o en la etapa homónima que comenzó hace 87.000 años (15). Dado que un templo adyacente a la Esfinge está vinculado con la Segunda Pirámide por una calzada, la escultura puede tener aproximadamente la misma edad, pero como ya se mencionó, es factible que los moai pertenezcan a eras muy diferentes. Puede comprenderse que bajo el clima templado del Pacífico las piedras durarían más que en países boreales donde la escarcha, el Sol, la lluvia, el viento y la arena desgastan rocas fácilmente. Entonces, ¿cuántos miles de años habrán permanecido esas plataformas en Isla de Pascua, como mudos testigos de una sabiduría exiliada?

Ryan indica que mientras las esculturas isleñas pudieron ser esculpidas con burdas herramientas líticas, las plataformas comprenden grandes bloques de basalto adamantino. El malecón de Vinapu consta de sillares finamente escindidos y tallados, comparables con el célebre revestimiento de la Gran Pirámide e iguales a las mejores estructuras ciclópeas peruanas, pero no se han encontrado utensilios aptos para tal faena. El autor agrega: "En algunos ahu, las irregularidades en esas vastas piedras contiguas y poligonales se hallan tan bien trabajadas, que las superficies ensamblan a la perfección como en Cuzco o Etruria. No había mortero para llenar los huecos, y las piedras extremadamente duras debieron ser cortadas y talladas a la medida exacta" (17).

"¿Cómo pudieron los constructores primitivos haber labrado estas piedras tan bellamente, o tal vez ellos no fueron sus artífices? Los habitantes de Rapa Nui no conocieron herramientas metálicas, y sus pequeños y débiles instrumentos pétreos serían tan efectivos (...) para cortar y moldear bloques del basalto más duro (...) Un arqueólogo calculó que se necesitaría toda una vida para burilar un material tan difícil, incluso si fuera posible sin maquinaria eléctrica moderna. Los ahu son un enigma mucho mayor que las estatuas en lo que se refiere a su fabricación" (18).

"No es imposible que los ahu sean muchísimo más antiguos que las figuras y representen el trabajo de habitantes extremadamente remotos, de los cuales Isla de Pascua es una reliquia, mientras que las estatuas son mucho más recientes, quizás copias de predecesoras. Las piedras de basalto son tan duras que podrían haber permanecido en su lugar durante cientos de miles de años o más sin desmoronarse" (19).


Referencias

1. José Miguel Ramírez y Carlos Huber, Easter Island: Rapa Nui, a land of rocky dreams, Alvimpress Impresores, 2000, p. 20.

2. Thor Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, New York: Random House, 1989, p. 239.

3. Francis Mazière, Mysteries of Easter Island, London: Collins, 1969, p. 148.


Tallado de esculturas

1. Citado en: John Dos Passos, Easter Island: Island of enigmas, New York: Doubleday, 1971, p. 92.

2. Mazière, Mysteries of Easter Island, p. 127, 212.
3. Ibídem, p. 142-3.


Datación de esculturas y plataformas

1. Christian y Barbara Joy O’Brien, The Shining Ones, Kemble, Cirencester: Dianthus Publishing, 1997, p. 513-5.

2. Mazière, Mysteries of Easter Island, p. 127.
3. The Shining Ones, p. 521, 523-4.
4. Robert M. Schoch, Forgotten Civilization: The role of solar outbursts in our past and future, Rochester, VE: Inner Traditions, 2012, p. 75-86.

5. Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, p. 196.
6. The Theosophical Forum, marzo 1938, p. 207-8.


Escritos teosóficos

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, Pasadena, CA: Theosophical University Press (TUP), 1977 (1888), 1:439, 2:316 nota al pie, 331, 337; The Theosophist, vol. 8, n° 91, abril de 1887.

2. "La Teosofía y los Siete Continentes", esoterismo-guia.blogspot.com.
3. La Doctrina Secreta, 2:339-40.
4. Ibídem, 2:224.
5. Ibídem, 2:331, 336-7.
6. Katherine Routledge, The Mystery of Easter Island, Kempton, IL: Adventures Unlimited Press, 1998 (1919), p. 290 nota al pie.

7. La Doctrina Secreta, 2:788-9; The Theosophist, vol. 1, n° 11, agosto de 1880; H.P. Blavatsky, Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 1:594-5 nota al pie.

8. La Doctrina Secreta, 2:323-4.
9. Ibídem, 2:317, 336-7.
10. Ibídem, 2:326-7.
11. Ibídem, 2:327-8.
12. Charles Gould, Mythical Monsters, San Diego, CA: Wizards Bookshelf, 1981 (1886), p. 98-9 nota al pie.

13. Charles J. Ryan, "The latest news from Easter Island", The Theosophical Path, noviembre 1925, p. 474-82; The Theosophical Forum, mayo 1946, p. 233-6.

14. Charles J. Ryan, "New light on Easter Island", The Theosophical Forum, febrero 1949, p. 86-96; The Theosophical Forum, mayo 1946, p. 233-6.

15. "Los misterios de Giza", parte 7.
17. The Theosophical Path, noviembre 1925, p. 477-8.
18. The Theosophical Forum, mayo 1946, p. 234-5.
19. The Theosophical Path, abril 1927, p. 357.

Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico (5 de 8)

David Pratt
Noviembre de 2004, julio de 2018


Contenido:

06. Plataformas
-Mampostería ciclópea
-Alineaciones astronómicas
-Los hare-paenga
-El misterio del basalto


​06. Plataformas

Rapa Nui comporta al menos 313 plataformas ceremoniales o ahu, santuarios al aire libre erigidos en honor a dioses y ancestros mistificados. Algunos se construyeron tierra adentro, pero la mayoría está ubicada alrededor del litoral, generalmente en calas protegidas y áreas favorables para ocupación humana, aunque otros se localizan en bordes de acantilados. Los ahu se componen por un núcleo de escombros revestido con mampostería, para el que no se utilizó mortero. Los muros con vista al océano suelen incluir piedras sin cortar, pero a veces tienen bloques con empalme preciso. En el sector de tierra había una rampla pavimentada con hileras de cantos rodados costeros y descendía en pendiente hacia una plaza con nivelación artificial.

Algunos ahu son bastante pequeños, pero otros son ejemplos notables de ingeniería comunitaria, alcanzando los 150 mts. o más de largo y 7 de alto. Otros requirieron el traslado de 300 a 500 toneladas pedregosas, mientras que el complejo de Tahai constaba de tres edificaciones que requerían 23.000 metros cúbicos de relleno (peñascos y tierra) con un peso estimado de 2000 toneladas.

Fig. 6.1. Esquema de una plataforma.

Los ahu sirvieron como centros sociales y religiosos, además de hitos fronterizos. Algunos parecieron destinarse a albergar entierros, aunque ésta no habría sido la intención original de las tarimas con figuras. No se han descubierto esqueletos primitivos, pero sí elaborados fosos crematorios tras la plataforma central en muchos lugares, al contrario del centro y este de Polinesia donde no se incineraba a los fallecidos. En una fase posterior, éstos últimos se alojaron en sepulcros revestidos de piedra en plataformas o ramplas, y tras derribar el monumento, los difuntos se situaban alrededor de la imagen caída u otras partes de aquéllas y terminaban cubriéndose con rocas. Las plataformas semipiramidales (menos de 75 catalogadas, frente a los 125 estrados conmemorativos) fueron el último tipo de ahu construido; por lo general se superponían a emplazamientos anteriores con monumentos, y parecen estar concebidos exclusivamente para objetos funerarios.

Ciertas plataformas muestran indicios de fabricación en una sóla etapa, pero la mayoría de aquéllas con imágenes evidencian más de un periodo y algunas hasta ocho. Según datación por radiocarbono, la obra más antigua (Tahai) se remonta al 690 d. de C., si bien un grupo de arqueólogos cuestiona mucho la vinculación del material fechado con esa estructura (1). En general se cree que la construcción de ahu devino una "obsesión" hacia 1200 y se mantuvo por buena parte del siglo XVI.


Mampostería ciclópea

Los ejemplares más refinados, como aquél en Ahu Tahiri (uno de los dos sitios en Vinapu), consisten en "enormes piedras escuadradas y talladas que doblan el acero moderno más resistente" (1). Las mejores losas del frontis suelen pesar 2 ó 3 toneladas; en Vinapu, uno de los componentes en basalto pulido mide 2,5 x 1,7 mts. y pesa 6 ó 7 toneladas, al tiempo que otro en Ahu Vai Mata tiene 3 x 2 mts. y alcanza 9 ó 10 toneladas.

La albañilería titánica de Ahu Vinapu y otros lugares recuerda a los monumentos "incaicos" (o más bien preincaicos) en Cuzco, Sacsayhuamán, Ollantaytambo, Machu Picchu y Sillustani en Perú. John Macmillan Brown escribe: "Los colosales bloques se labraron para encajar entre sí. En el Ahu Vinapu y el fragmento análogo cerca de la playa Hangaroa, las piedras son tan grandes como aquéllas del antiguo templo solar en Cuzco, y se hallan tan cuidadosamente forjadas -como las irregularidades de sus lados adyacentes- que dos caras cualquiera muestran un ajuste preciso. Dichos bloques son demasiado grandes para desplazarse con frecuencia y e impedirían que el albañil revisara si encajaban o no; por ello, debieron trabajarse según medidas o planes exactos. Tampoco hay evidencia de astillado tras su colocación. Todos los ángulos y proyecciones debieron medirse con rigor científico antes que las piedras adoptaran su forma final" (2).

Fig. 6.2. Pared en Ahu Tahiri (Vinapu), originalmente con una hilada pétrea más alta.


Fig. 6.3. Detalles del malecón.

En Perú, la albañilería megalítica se encuentra en una escala mucho mayor y los bloques poligonales suelen tener iguales dimensiones. Sobre la base de datación por carbono, los investigadores ortodoxos afirman que el ajuste preciso de grandes bloques y sin mortero comenzó en Perú después de 1440, mientras que Isla de Pascua poseía un trabajo lítico/tallado similar antes del 1200, y por lo tanto "no podría haber sido influenciada por Sudamérica". Sin embargo, no existen pruebas contundentes de que obras colosales como la "fortaleza" en Sacsayhuamán fueran construidas por incas hace sólo "unos cientos de años". Aunque éstos eran excelentes edificadores, utilizaban pequeños bloques rectangulares y perfectamente encajados; a menudo se observan capas de mampostería sobre la construcción poligonal anterior y más grande; así, las piedras de mayor antigüedad y dimensión en Sacsayhuamán en realidad podrían tener varios miles de años.

Fig. 6.4. Parte de la estructura de Sacsayhuamán, Cuzco.


Fig. 6.5. Mampostería similar a Vinapu en Sillustani, cerca del lago Titicaca.

El recurso de fechar obras pétreas por carbono -restos orgánicos asociados con ellas- obviamente puede derivar en conclusiones inexactas. Se utilizó igual método para establecer el principio de la fase de construcción clásica en Tiwanaku hacia el 800 d. de C., pero la evidencia de pobladores coetáneos no proscribe que algunas estructuras originales sean aún más remotas.

Hay señales de distintas fases constructivas en Vinapu. Los exámenes rigurosos durante la primera estancia de Heyerdahl señalaron que "Vinapu 1" o Tahiri (estructura con mampostería clásica) corresponde al periodo más arcaico (que él circunscribía al siglo VIII d. de C.), contrariamente a todas las hipótesis previas, y que la plataforma se remodeló y amplió dos veces por arquitectos mucho menos diestros. Sin embargo, la ortodoxia moderna asegura que Vinapu 1 data de 1516, mientras que el sitio 2 -una estructura de revestimiento burdo con losas verticales y típicamente polinesio oriental- se concretó en 857. Con esto, quieren hacernos creer que tanto la mampostería isleña más descollante como las estradas semipiramidales de mala calidad pertenecen al mismo periodo ulterior de la historia pascuense.

Fig. 6.6. Vista aérea de moai caídos en Ahu Tahiri (cortesía de John Flenley) (3).

La postura oficial es que todas las plataformas en Isla de Pascua son variaciones del tipo marae en Polinesia central y oriental, o centros sociales/religiosos y templos de dioses ancestrales. Se dice que la pared megalítica en Vinapu sólo muestra semejanzas aparentes con la mampostería "inca", porque a diferencia de los bloques sólidos en Perú, las murallas pascuenses son simplemente un revestimiento de losas que cubren un núcleo de escombros.

Sin embargo, también existen similitudes asombrosas con el estilo andino. Cada losa es convexa o en forma de "almohada", con bordes ligeramente biselados, y las piezas de cantos salientes encajan con aquéllas de bordes hundidos. Los sillares poseen formas asimétricas, empalme de máxima precisión y las pequeñas cavidades se llenan con guijarros perfectamente ensamblados. Un sector esquinal en Vinapu tiene una "manija" que resalta; sus cornijales están redondeados y de hecho todo su frontis es ligeramente convexo, como en las obras peruanas. Camila Laureani, conocedora de la mampostería Tiwanaku e "inca", escribe: "Vinapu es una obra arquitectónica que combina rasgos fundamentales de estructuras altiplánicas en Perú-Bolivia en una forma tan evidente, que no podríamos poner en duda el arribo a la isla de un contingente sudamericano" (4).


Fig. 6.7. Malecón megalítico de Ahu Tepeu.

Además de Ahu Tahiri, muchas otras tarimas incluyen piezas escrupulosamente articuladas, como los diques de 3 mts. en Ahu Tepeu y Ahu Vai Mata. La superficie externa de piedras verticales en éstos últimos tiene forma de almohada, al igual que las losas en Ahu Tahiri. El capitán Cook quedó impresionado por la enorme pared de megalitos perfectamente recubiertos en Hanga Roa, que comparó con aquélla de Vinapu. Si bien no hubo empleo de cemento, las junturas lucían muy apretadas y sus inmensos bloques presentaban acoplamiento de "caja y espiga" (5), pero desafortunadamente el muro fue destruido por colonos europeos que trataron sin éxito de instalar un puerto.

Fig. 6.8. Enormes piedras en el malecón de Ahu Vai Mata, 2,8 mts. de alto y 69 de largo.

William J. Thomson, quien pasó doce jornadas en la isla hacia 1886, describía cierto ahu con un número récord de 16 estatuas caídas sobre una terraza inaccesible y en mitad de los farallones al este de Rano Kao, pero después se precipitó al mar. En el altiplano de la costa norte, el grupo de Thomson vio una segunda estructura conocida como Ahu Oahu que corrió la misma suerte. Su dibujo de dicha construcción -en cuyas proximidades había otra de gran volumen (6)- muestra igual técnica admirada por el grupo de Cook en Hanga Roa y Vinapu.

Fig. 6.9. Ilustración de Ahu Oahu. La piedra central pesaba aproximadamente seis toneladas, y la fila superior se volteó con objeto de elaborar cimientos para un moai posterior.

Esparcidos por Anakena se encuentran bloques labrados con proporciones megalíticas, como también en la plataforma Nau Nau, y si bien no calzan a la perfección, esto refleja que allí existió otra tarima superior que fue desmantelada.

Fig 6.10. El rompeolas de Nau Nau muestra al menos seis etapas de construcción. Nótese la cabeza de moai incluida.

En 1987 el grupo de Heyerdahl realizó excavaciones en el sector orientado a tierra de Nau Nau, y se descubrió empedramiento muy ceñido y hecho de cantillos a 2,1 mts. bajo la superficie. A los tres metros localizaron una capa de desechos humanos, datado por radiocarbono en 850 d. de C.; asimismo, las trincheras abiertas a lo largo del mismo sitio exhibieron una hermosa pared de losas megalíticas con tallado y ajuste perfectos. Según Heyerdahl, esta clase de mampostería "era inequívocamente un producto del Período Temprano, que había sido enterrada en limo antes de erigirse el ahu del Período Medio. Un examen más cuidadoso demostró que estas finas losas componían una estructura aún más antigua que existía originalmente en otra parte, ya sea desmantelada por antropogenia o cataclismos naturales. Las losas se habían transferido a este lugar desde otro emplazamiento, y aunque perfectamente pulidas y empalmadas en el muro prístino, luego fueron reelaboradas para encajarlas según otro plano. Este hallazgo socavó la teoría popular de que tales murallas 'aparecieron hacia una fase tardía en Isla de Pascua' y representaban el 'punto cúlmine de su evolución local' debido a la falta de madera. Claramente, dicho paredón era más antiguo que los del Período Medio visibles en la superficie y no se ha encontrado nada similar en una sóla isla en toda Polinesia, pero es típico de las grandes estructuras de Sudamérica" (7).

Heyerdahl destaca el error en la creencia de que los espléndidos muros peruanos se remontan al "período tardío" y que los incas aprendieron albañilería de sus predecesores en Tiwanaku. Las excavaciones del montículo cubierto de tierra en Akapana demostraron que se trata de una pirámide escalonada mucho anterior a la era incásica, y está revestida de sillares labrados con precisión y articulados artísticamente como en Rapa Nui.


Fig. 6.11. Muros megalíticos de Anakena (arriba) y Tiwanaku (debajo).


Alineaciones astronómicas

Alrededor de 20 ahu semejan tener orientación astronómica, de forma tal que los moai se hallaban frente al Sol naciente o poniente. Las estradas del interior con dicha función suelen relacionanse con solsticios, especialmente de invierno, aunque las estatuas en Ahu Akivi miran hacia el oeste durante fases equinocciales. Las figuras en la zona costera atisban directamente los mencionados puntos cardinales, siendo éste el caso de Ahu Tahiri (Vinapu 1), mientras que Vinapu 2 marca la llegada del verano (1).

Fig. 6.12. El Ahu Akivi fue una de las pocas plataformas construidas tierra adentro. Sus siete moai sin pukao miden unos 5 mts. y pesan 18 toneladas cada uno.

Graham Hancock señala que el dios egipcio Ra (Sol) aparece frecuentemente en relación con la arquitectura sagrada de Rapa Nui, su pasado mítico y cosmología. Raa significa "sol" en idioma pascuense; había clanes llamados Raa, Hitti-ra ("amanecer") y Ura-o-Hehe ("sol rojo poniente"); los lagos del cráter se llaman Rano Kao, Rano Aroi y Rano Raraku, y Ahu Ra'ai estaba alineado con dos rocas volcánicas para funcionar como marcador y observatorio del Astro Rey en el solsticio de diciembre (2).

Las tradiciones señalan que hace mucho tiempo existió en la isla una cofradía de "sabios que estudiaban el cielo", los tangata rani. Katherine Routledge fue conducida a una gruta orientada al noroeste cerca de Ahu Tahi y le dijeron que había sido "un lugar donde los sacerdotes enseñaban constelaciones y caminos estelares a sus aprendices". Cerca del extremo oriental del promontorio Poike, Routledge vio un gran peñasco raso bautizado como papa ui hetu'u o "roca donde miraban los astros", que incluía un diseño en espiral. Próxima a aquél había otra piedra grabada donde se ven 10 nichos en forma de copa, que se dice representaban un mapa estelar (3).

En Orongo, al borde del cráter Rano Kau, hay cuatro pequeños agujeros en el lecho rocoso justo al lado de un ahu, y las observaciones detalladas en solsticios y equinoccios mostraron que constituían un dispositivo de observación solar. La temporada de paina o ritual veraniego en honor a los muertos dependía de la posición de las tres estrellas en el Cinturón Bálteo.


Los hare-paenga

Este nombre alude a casas largas, elípticas y angostas que se asemejan a una canoa volcada, y tienen un sólo ingreso constreñido. Las piedras de cimientos estaban hechas de basalto cortado, y para que los extremos puntiagudos tuvieran forma precisa, los bloques eran pulidos con curvatura apta. Las piedras miden de 0,5 a 2,5 mts. de largo, 20 ó 30 cms. de ancho, unos 50 cms. en altura y las más grandes pesan hasta 10 toneladas. Se perforaron pequeños agujeros en su capa externa donde los isleños insertaban ramas delgadas para sostener el techo arqueado de caña. Los domicilios variaban enormemente en tamaño, pues algunos podían albergar a más de 100 individuos, pero otros sólo una media docena.

Fig. 6.13. Cimientos en un hare-paenga.

Las rocas fundacionales deben remontarse a un período temprano de la historia pascuense, ya que con frecuencia fueron reutilizadas en murallas de tarimas posteriores (apiladas en Ahu Tepeu, fig. 6.7). Thor Heyerdahl menciona que la excavación en plataformas de imágenes preincaicas de Tiwanaku desenterró piedras notablemente similares a los paenga (fig. 6.13), pero se desconoce cuál era su objetivo primordial (1).

Fig. 6.14. Tihuanaco.

Pero surge una interrogante: ¿Es cierto que las piedras paenga originalmente estuvieron destinadas a los cimientos de hogares con techo de paja? John Macmillan Brown comenta: "Los travesaños se ven ridículos al costado de enormes cimientos rocosos, y situados en esos pequeños agujeros". Las piezas se componen del basalto más duro, labradas a la perfección, y "evidentemente sus arquitectos originales las diseñaron para soportar el marco de grandes estructuras (...) Es difícil entender cómo practicaron oquedades con una pulgada de profundidad para soportes de madera en el basalto adamantino de dichos cimientos" (2).

Las excavaciones de Heyerdahl en Nau Nau localizaron un enorme habitáculo en forma de bote, revestido de piedra e inmediatamente hacia el sector de tierra. Si bien los arqueólogos sostienen que todas esas estructuras son fundaciones de casas con dicho aspecto, algunas tradiciones se refieren a ellas como "barcos de huesos" y los asocian con un dios constructor llamado Nuku Kehu que llegó a Isla de Pascua con Hotu Matua. También hay siete plataformas con aquella forma, conocidas como ahu poepoe, que se utilizaron como tumbas. El mejor ejemplar tiene 21 mts. en longitud y 4 de altura, con la "proa" elevada más de un metro por sobre su "popa"; se encuentra justo al oeste de Anakena, cerca del océano y "como si estuviera listo para transportar pasajeros fallecidos a alguna costa lejana", según comenta Sebastian Englert.

Graham Hancock afirma que los cimientos del ahu poepoe y la "casa-embarcación" recuerdan a las "tumbas-bote" asociadas con pirámides y sepulcros en el antiguo Egipto, que podrían ser réplicas pétreas o en ladrillo, e incluso veleros de tamaño completo. Los textos funerarios y alusivos a la reencarnación en esa cultura describen las almas de reyes muertos que pasan entre la tierra y el cielo en dichas naves. Una leyenda pascuense sobre el dios-rey Hotu Matua dice: "Bajó del cielo a la tierra (...) y llegó en el barco" (3).

Otros ejemplos dignos de artesanía fina son los martillos popoi, que según Heyerdahl "tenían un diseño y balance tan perfectos, con líneas esbeltas, curvas elegantes y pulido de alta calidad, que nuestros ingenieros se negaron a creer que tal trabajo fuera posible sin recurrir a tornos industriales". También menciona los anzuelos de basalto exquisitamente elaborados, cuyo uso nunca presenciaron los primeros navegantes europeos y los lugareños se negaron a abandonar (4), y además esos ítemes no se han descubierto en otras islas polinesias.

Fig. 6.15. Anzuelo de roca ígnea.


El misterio del basalto

A objeto de esculpir los moai, tuvieron que desprenderse grandes volúmenes rocosos en torno a ellos. Teóricamente, ese trabajo sería factible utilizando los picos de basalto encontrados por millares en Rano Raraku, aunque para hoy nadie demuestra cómo se fabricaría una escultura completa con medios tan arduos y primitivos, y tampoco puede descartarse que en ciertos periodos se emplearan herramientas y técnicas más avanzadas.

Fig. 6.16. ¿Es así como se elaboró todo el tallado? (1).

Aunque las plataformas se componen principalmente por bloques de basalto sin labrar, muchas implican obras de contención con piezas hábilmente ajustadas. El burilado de ese material supondría un esfuerzo gigantesco, y ello también se aplica a la conformación y horadado de piezas fundacionales en hare-paenga, figuras cinceladas, el corte rocoso para abrir caminos y la talla de miles de petroglifos en relieve. El trabajo basáltico plantea problemas de una magnitud completamente distinta a la roca volcánica más blanda en Rano Raraku. Entonces, ¿qué herramientas se utilizaron para ese fin? ¿Se han hecho experimentos para probar los métodos propuestos, como en el caso del tallado, levantamiento y transporte de moai?

John Flenley y Paul Bahn argumentan que "no hay verdaderos misterios sobre Rapa Nui", si bien existen muchas "dudas intrigantes", aunque eso no les impide titular su libro como The Enigmas of Easter Island. ¡Y curiosamente, el problema del basalto no tiene una sóla mención en ninguna parte de su obra informativa, pero muy conservadora! Cuando se le preguntó por correo electrónico sobre dicho trabajo lítico, Flenley dijo no tener idea, y Bahn respondió: "Es una buena pregunta, y creo que nunca se ha probado con ensayos. Evidentemente, ese tipo de roca sólo puede labrarse con piedra de igual o mayor dureza, lo que sólo puede significar basalto pascuense" (2).

Pero como señaló Macmillan Brown, la mayoría de bloques en ahu corresponden a "un basalto vesicular que los albañiles europeos procesarían con mucha dificultad, incluso con herramientas endurecidas por mezcla de metales raros". Sin embargo, y pensando que los obreros no tenían más que "burdos artefactos de piedra", dice que las inmensas piedras con entre 2 y 20 toneladas "debieron requerir un trabajador con sus implementos básicos, ayudado por arena o agua, y muchos años para cortar y ranurar" (3). Aún así, parece poco factible que una labor tan especializada se hiciera con utensilios malavenidos. Y la razón de que nadie haya verificado si el basalto puede cortarse con precisión usando medios homólogos es muy simple: ¡porque nadie es tan estúpido para intentarlo!

La zanja de Poike es profunda y quizás completamente sintética, que separa el promontorio oriental del resto de la isla. Aunque hoy está repleta en gran parte por limo, conserva un fondo rectangular, 3,7 mts. de profundidad, unos 12,2 en ancho y 3,5 kms. de longitud. La dura roca basáltica extraída de allí fácilmente pudo suministrar bloques de construcción para todas las plataformas con mampostería ciclópea. Los ahu de Tahiri, Tongariki y muchos otros se edificaron con piezas basálticas de tipo similar; por ello, la zanja constituye una hazaña de excavación y es poco probable que haya sido intervenida con "pequeños picos de basalto".

Tras la cavadura inicial en el sector pedáneo de esta zanja -siguiendo el flujo magmático-, parece haber transcurrido un tiempo considerable en que se acumuló una capa de infiltración del área circundante, con al menos 1,8 mts. de espesura. Existe evidencia de que posterior a los cortes originales se elaboró otro socavón parcial, pero no está claro en qué momento. Las fechas de carbono obtenidas hasta ahora no dicen cuándo se dragó Poike por primera vez, sólo que pudo suceder no más allá del 200 d. de C. y posiblemente mucho antes (4).


Referencias

1. José Miguel Ramírez y Carlos Huber, Easter Island: Rapa Nui, a land of rocky dreams, Alvimpress Impresores, 2000, p. 25.


Mampostería ciclópea

1. John Macmillan Brown, The Riddle of the Pacific, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1996 (1924), p. 1.

2. Ibídem, p. 257-8.
3. John Flenley y Paul Bahn, The Enigmas of Easter Island, New York: Oxford University Press, 2002, lámina 13.

4. Citado en: Thor Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, New York: Random House, 1989, p. 230-1.

5. Ibídem, p. 43-4.
6. Ibídem, p. 105-7.
7. Ibídem, p. 230, 233.


Alineaciones astronómicas

1. Ramírez y Huber, Easter Island, p. 53, 110.
2. Graham Hancock y Santha Faiia, Heaven’s Mirror: Quest for the lost civilization, London: Michael Joseph, 1998, p. 242.

3. Katherine Routledge, The Mystery of Easter Island, Kempton, IL: Adventures Unlimited Press, 1998 (1919), p. 235.


Los hare-paenga

1. Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, p. 56-7.
2. Brown, The Riddle of the Pacific, p. 162, 241.
3. Hancock y Faiia, Heaven’s Mirror, p. 233.
4. Thor Heyerdahl, Aku-Aku: The secret of Easter Island, London: George Allen & Unwin, 1958, p. 340; Easter Island: The mystery solved, p. 114.


El misterio del basalto

1. Catherine y Michel Orliac, The Silent Gods: Mysteries of Easter Island, London: Thames and Hudson, 1995, p. 6-7.

2. Correos electrónicos, 24 de mayo de 2004.
3. Brown, The Riddle of the Pacific, p. 2.
4. Christian y Barbara Joy O’Brien, The Shining Ones, Kemble, Cirencester: Dianthus Publishing, 1997, p. 518.

Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico (4 de 8)

David Pratt
Noviembre de 2004, noviembre de 2020


Contenido:

05. Transporte de las esculturas
-Caminos
-Levantamiento de moai y tocados


05. Transporte de las esculturas

Las leyendas pascuenses narran que los moai fueron transferidos a plataformas y levantados verticalmente por uso del mana o poder mental. Ya sea que sus agentes fueran Makemake, los sacerdotes o líderes, les ordenaron caminar o flotar por el aire y, según un relato, se utilizó una esfera pétrea finamente tallada de 75 cms. en diámetro, llamada te pito kura ("ombligo de oro" o "luminoso") para enfocar dicha potencia. Asimismo, en todo el mundo existen tradiciones sobre el uso de técnicas levitatorias al erigir monumentos titánicos y famosos (1).

Fig. 5.1. El Te pito kura.

Algunos escritores aducen que en lo alto del borde interior de Rano Raraku hay una cueva abierta y excavada en la roca con "escaños" o asientos que recubren sus paredes, orientados hacia el lago del mismo sector. Según una versión isleña, allí siete maestros o magos se sentaron juntos y combinaron su mana para hacer que las esculturas salieran del cráter y rodearon la isla en una espiral de sentido horario (2); sin embargo, esa gruta también puede constituir sólo una cavidad de extracción para los moai, e igualmente se hallan depresiones irregulares "en forma de banca" por otras secciones de la cantera.


Fig. 5.2. Arriba: ¿"banquillos" en una "cueva abierta", o es sólo un agujero extractivo y vacío? Debajo: boceto que muestra cómo pudieron aparecer esas bancas.

Francis Mazière fue uno de los pocos estudiosos que tomó en serio las leyendas sobre el mana: "¿Qué pasaría si un grupo de individuos, en cierto período, pudo emplear fuerzas electromagnéticas o antigravitatorias? (...) En el sector escarpado del volcán hay algo maravillosamente extraño. Aquí las estatuas fueron derribadas sobre docenas de otras y sin dejar marcas, pero el traslado de diez o veinte toneladas no es un juego de niños (...) Los nativos dicen que todo murió en Isla de Pascua cuando el mana la dejó, y al mismo tiempo constato las asombrosas pruebas de un pasado excepcional. Es posible que la parapsicología encuentre una vibración simpática en esta isla a través de su magnetismo perturbado y confuso" (3).

Todos los especialistas actuales creen que la fuerza muscular por sí sóla es suficiente para mover estatuas al ahu e izarlas, en ocasiones a más de 20 kms. Durante la expedición de Heyerdahl, unos 180 hombres, mujeres y niños acarrearon un ejemplar con cuatro metros y cerca de 10 toneladas por poca distancia en un trineo con dos cuerdas. Por lo tanto, se habrían necesitado 1500 trabajadores para mover las 82 toneladas de Paro, y los cordeles debieron tener varios centímetros de grosor y un largo mínimo de 80 metros. La mano de obra se puede reducir significativamente remolcando el trineo sobre rodillos de troncos, y en un experimento de 1998 organizado por Jo Anne Van Tilburg, 40 hombres pudieron mover una réplica de 9 toneladas empleando este método.

Se estima que el principal obstáculo en el transporte no es el peso de los moai (pues su promedio no supera las 18 toneladas), sino su fragilidad, ya que era indispensable preservar el elaborado detalle inserto en las figuras. Si se hubieran movido de frente o espalda, estas obras requerirían considerables envolturas y acolchado con vegetación para protegerlas, pues ninguna exhibe marcas de cuerdas u otros daños. También aparecería otra dificultad a medida que las filas de remolcadores se acercaban a la plataforma costera, ya que no tendrían a dónde ir excepto al mar. Se piensa que esto fue solucionado con palancas, y durante un ensayo 12 hombres levantaron una roca de seis toneladas y casi cinco metros en 1,5 horas; no obstante, sigue siendo indemostrable que esas técnicas se aplicaran a moai de peso y estatura promedios sin estropearlos.

El geólogo William Mulloy sugirió usar un trineo curvo en forma de Y construido con la horquilla de un gran árbol, sobre el cual la escultura descansaría boca abajo. Dos inmensos soportes de madera en V están unidos al cuello del "gigante" por un lazo, y cuando aquéllos se inclinan hacia delante, la cuerda eleva al moai parcialmente y alivia la carga sobre el vehículo. Por ende, la estatua podría balancearse al frente utilizando el abdomen macizo como punto de apoyo o pivote. Sin embargo, este recurso -jamás probado en la realidad- pone especial énfasis en las nucas frágiles de esos monumentos, y no todos tienen las barrigas protuberantes ideales para lograr dicho cometido.

Fig. 5.3. Método de Mulloy.

El ingeniero checo Pavel descubrió que los gigantes líticos se pueden mover en postura vertical y haciéndoles "andar". Se unen dos jarcias a la parte cimera y tiran a cada lado alternativamente, en tanto que otras dos sostienen la base para llevar el coloso hacia delante. Mientras un equipo tira el cordel superior inclinando el moai a la derecha, el otro grupo jala el sector opuesto de la base hacia el frente, impidiendo que el momumento se recline sobre el dorso; luego las personas cambian de posición, produciendo que la estatua "camine" desplazándose adelante y de un lado a otro. Un nativo contó a Mazière que "las esculturas se movían de pie, dando medias vueltas sobre sus bases redondas", y muchos eruditos creen que este es el método al que se refieren.

En otro contexto se acarreó un moai de 2,8 mts. y 4-5 toneladas imitando esa técnica; sólo se necesitaron tres hombres para inclinarlo y cinco en su avance. De esta manera se trasladó una segunda obra de cuatro metros y nueve toneladas, mediante 16 personas y por una distancia de seis metros (siete que reclinaban y nueve tracccionadores); por lo tanto, podría haberse movido 200 mts. por día y era tan estable que se inclinaba 70° sin caer. Esto se debe al ingenioso diseño de los moai, pues el espesor dorso-delantero en la parte superior es tan insignificante comparado con el fondo voluminoso, que su centro de gravedad está casi en el ombligo. El traslado vertical evita la necesidad de recurrir a una escultura izada en la cantera, volcarla sobre trineos y luego enderezarla nuevamente en el ahu.

Fig. 5.4. Técnica de inclinación y giro (4).

Durante las pruebas realizadas por el geólogo Charles Love en Wyoming, cuadrillas de 14 a 21 hombres movieron una réplica de 10 toneladas y cuatro metros, equivalente al 20% más pequeño del moai, pero se desprendieron astillas de su base frontal y el modelo se volcó en dos ocasiones. Algunos expertos creen que la técnica de inclinación y giro probablemente se empleó sólo para traslados a distancias muy cortas o determinar el posicionamiento final. Muchos pesquisantes afirman que las bases de esculturas no muestran el nivel de desgaste que se espera de aquel método, pero Heyerdahl no estuvo de acuerdo, y respondió que los moai no transferidos lejos de la cantera tienen soportes perfectamente planos, pero cuanto más se alejan del sitio, sus fondos se tornan más convexos, hasta que muchos de los erigidos sobre plataformas tienen los bordes inferiores completamente redondeados por ablación.

Si las esculturas se arrastraron en posición vertical, no se habrían derrumbado en una cuesta de 10 ó 12 grados, ya que presentan una base ligeramente inclinada hacia delante, y tuvieron que colocarse piedras bajo algunas de ellas en tarimas reconstruidas para mantenerlas enderezadas; asimismo y en sectores de desnivel, el moai simplemente podría ser girado y movido en reversa.

El equipo de Love descubrió que si colocaba un "coloso" en posición vertical sobre dos troncos labrados en trineos, y luego lo elevaban sobre una pista de pequeños rodillos de madera, podía moverse 45 mts. en dos minutos con 25 hombres y dos cuerdas. Algunos ven este proceso como el más eficiente para transporte de larga distancia porque no causa daños y necesita pocos recursos humanos y materiales. Van Tilburg, por otro lado, dice que tanto esa modalidad como la de inclinación y giro son increíblemente peligrosas: "Hasta la fecha, la logística de cualquier método vertical sugerido abarca desde el amilanamiento hasta lo imposible en el terreno ondulado de Rapa Nui" (5). Ambas estrategias aún no se han implementado con monumentos más grandes en pendientes pronunciadas, pero las conclusiones pueden ser entretenidas.

Fig. 5.5. Método de trineo y rodillos (cortesía de Charles Love).

La opinión general es que se utilizaron diversas formas de transporte según el tamaño y estilo de la figura, la distancia a recorrer, mano de obra, volumen de madera y cuerdas disponibles. Incluso se planteó que algunos moai habrían sido llevados por 500 mts. hacia el litoral y luego se dejaron en vigas o balsas alrededor de la costa hasta llegar a los ahu. En varios puntos de la orilla existen calzadas de flujo de lava y rampas asfaltadas, y también se conocen reportes no confirmados de pescadores sobre moai sumergidos en el fondo marino.


Caminos

Katherine Routledge descubrió tres caminos principales que salían de Rano Raraku, cada uno aproximadamente con tres metros en ancho, y aparecieron cuando los rayos nivelados del Sol poniente mostraban desigualdades en el suelo. Hay esculturas caídas a lo largo de ciertos tramos, pero con intervalos muy irregulares. El camino del sur se puede trazar desde Rano Raraku, con uno o dos desniveles, casi hasta el pie de Rano Kao; tiene 29 moai esparcidos, la mayoría superiores a seis metros y otro tanto sobrepasa los nueve. La segunda vía atravesaba una oquedad en la pared del cráter hacia el occidente de la isla; no es tan regular como el primer sendero y tiene 14 estatuas que se separan más conforme aumenta la brecha hacia las montañas. La tercera pista corre en dirección norte y es mucho más corta que las anteriores, exhibiendo sólo cuatro figuras que abarcan una distancia aproximada de dos kilómetros, pero la más lejana es también el mayor ejemplar que se haya trasladado (11 mts. y 10 cms.).

Routledge escribió: "Por lo tanto, se llegaba a Rano Raraku por al menos tres magníficas avenidas, y en cada una el peregrino era recibido a intervalos por un coloso pétreo que vigilaba el camino a la montaña sagrada" (1). Además, hay señales de que algunas estatuas en el lado sureste de Rano Raraku pudieron emplazarse en un cuarto camino a lo largo de dicha área bajo el acantilado, y una plataforma en la costa sur estuvo conectada por un pasaje con cinco o seis moai.

Fig. 5.6.

Muchos académicos disienten con Routledge y afirman que todos los monumentos entre la cantera y las plataformas estaban en proceso de ser reubicados. El geólogo Christian O'Brien, sin embargo, consideró que al menos 56 de las 61 figuras ahora esparcidas dentro y fuera de los caminos antiguos al interior se hallan en el lugar previsto para su erguimiento (2); algunas se situaron sobre pavimentos de piedra, al igual que otros moai erguidos al pie de Rano Raraku.

Charles Love inspeccionó la mitad de los 40 kms. de caminos construidos desde Rano Raraku, focalizándose en los tres principales y varias ramificaciones. Flenley y Bahn califican sus hallazgos preliminares de "sorprendentes", detallando: "[Los senderos] atraviesan antiguos flujos basálticos y los valles poco profundos entre ellos, mostrando una construcción básica de corte y relleno; la excavación en tramos de 10 y 20 mts. indica cómo se realizó su limpieza, corte o nivelado, y en muchos lugares presentan rellenos de tierra. Hubo cortes y acomodos en varias pendientes hacia arriba y abajo para ayudar a los conductores de estatuas, y está claro que se necesitó muchísimo esfuerzo cooperativo durante el tramo; en los valles, la construcción de relleno puede alcanzar hasta un metro o más con capas de suelo arcilloso para formar una superficie plana de unos cinco metros de ancho. En al menos un lugar se elaboró pavimento, aparentemente para facilitar el traslado de Paro a través de una sección de lecho pétreo y rugoso. Algunos sectores viales fueron tallados en la superficie de flujos de basalto más empinados, quizá para evitar suelos planos, con caminos cortados en V poco profunda o U ancha, de 5,5 mts. de ancho y 30 cms. en profundidad (aunque en otras áreas las vías parecen algo erosionadas en la superficie y no se excavaron en la roca de fondo). Algunos segmentos tienen extensas alineaciones rocosas a lo largo de arcenes, que parecen ser bordillos colocados en el relleno, mientras otros comportan numerosos agujeros para postes excavados en el lecho rocoso fuera de los bordillos, presumiblemente con objeto de acomodar alguna clase de artilugio para tirar y sujetar la escultura y su marco hacia delante en determinados sitios (...). Estas características parecen más comunes donde la calzada va cuesta arriba".

En cuanto a las modalidades empleadas para el transporte de moai, los autores comentan: "Necesitamos revisar las teorías, porque los investigadores siempre han asumido que 'el suelo isleño era plano' y las vías 'horizontales', pero ninguno de los supuestos para trasladar moai o métodos experimentales presentados hasta ahora puede hacer frente a la estructura de los caminos excavados [por Love]. Las partes cortadas de la carretera no son propicias para rodillos o la inclinación de una estatua, y cualquier medio utilizado tendría que adaptarse tanto a las superficies planas de relleno como a aquéllas en V, por lo cual sigue intacto el misterio sobre el movimiento de las esculturas" (3).

Además, los frágiles colosos fueron transportados a muchos ahu distantes, subiendo y bajando colinas empinadas y en terreno áspero y pedregoso, donde no existe huella de ningún camino. Katherine Routledge relata: "Nos encontrábamos inspeccionando un ahu construido sobre una eminencia natural; de un lado estaba el risco, y por otro una pendiente de 9 metros, tan elevada como el techo de una casa, y yacía una estatua cercana a la cima. Entonces, el más inteligente de nuestros guías se volvió hacia mí y preguntó con vehemencia: '¿Tratas de decirme que eso no fue hecho por el mana?" (4).

Routledge manifiesta que aparte de las vías ceremoniales y sus bifurcaciones, hay indicios de una estrada diferente que se dice recorre todo el litoral isleño y conocida como Ara Mahiva, donde ara significa "camino" y Mahiva es el supuesto espíritu que la construyó. La pista se trataba de una hendedura continua; en las costas norte y oeste discurre principalmente a lo largo de las cimas de acantilados, y sube por los bordes este y oeste de Rano Kao. Routledge comenta: "Es un testigo silencioso de épocas olvidadas, uno de los aspectos más misteriosos e impresionantes en la isla" (5).

Este camino es señalado en una tablilla rongorongo conocida como Apai, que era recitada de forma independiente por dos nativos, y dice en uno de sus pasajes: "Cuando la isla se creó por primera vez y nuestros antepasados la descubrieron, había senderos bellamente pavimentados con rocas planas que cruzaban el terreno (...) Heke fue su constructor, y se sentó en el lugar de honor intermedio donde los caminos se bifurcaban en todas direcciones. Las pistas fueron ideadas astutamente para simbolizar el tejido de la araña gris y de punta negra, y ningún mortal pudo descubrir el principio o final de la misma".

En este párrafo, el relato se interrumpía debido a un texto incomprensible en otro idioma, pero luego viene la referencia a un "insecto" diferente que vive en la tierra aborigen (Hiva), "donde la araña de puntas blancas y negras se habría elevado al cielo, pero se lo impidió la amargura del frío" (6).

Según esta leyenda, la isla albergó un conjunto de vías semejante a una telaraña y partieron desde un centro, quizás Rano Raraku. En la actualidad no es visible ningún sistema con ese rasgo, aunque las rutas existentes podrían haber formado parte de él. Sin embargo, encontramos una correspondencia intrigante en Perú, pues la llanura de Nazca está cubierta por numerosas líneas rectas, zigzags, espirales y figuras geométricas, dibujadas en la superficie del desierto al remover cantillos o rocas volcánicas y mediante raspado superficial. También hay contornos que muestran especies de fauna -algunos con cientos de metros en longitud- incluidos un mono araña, un lagarto gigante, un cóndor, una criatura aviar no identificada y una araña Ricinulei. Para delinear la mayoría de esos motivos zoomorfos, el artista empleó una sóla línea que gira y se superpone, pero nunca se cruza a sí misma; en otras palabras, se dibujó para que nadie descubriera dónde comienza o termina, al igual que la red de caminos mencionada en el texto pascuense.

Fig. 5.7. La araña de Nazca, que representa a Orión según ciertos autores.


Levantamiento de moai y tocados

Todas las esculturas vistas hoy en plataformas han sido reconstruidas por trabajos arqueológicos en los últimos 50 años. La primera que se volvió a erigir poseía tamaño medio (20 toneladas) en Ahu Ature Huki (Anakena) durante la expedición de Heyerdahl en 1956. Doce isleños utilizaron dos postes de madera para izarla tres metros sobre su emplazamiento, agregando rocas paulatinamente por debajo, y la tuvieron en pie al cabo de 18 días (1); asimismo, resultó con grandes desprendimientos dado que las palancas se situaron contra la estatua. Los ensayos realizados hasta la fecha involucran figuras horizontales, pero se cree que si éstas llegaban erguidas a sus ahu, podrían haber sido levantadas de la misma forma gradual, inclinándolas primero de un lado y luego hacia el otro, como se hacía con los troncos o piedras insertados en la base. No hay indicios de rampas masivas para subir moai a sus plataformas, y ello habría implicado esfuerzos descomunales.

Fig. 5.8. Reconstruyendo la estatua en Ahu Ature Huki.

El pukao, tocado o "copa" es un cilindro blando de escoria roja extraída del pequeño cráter Puna Pau. Algunos tienen forma de cono truncado, mientras otros exhiben una protuberancia más estrecha en la cima. Puesto que sólo unas 60 estatuas llevan ese adorno, se cree que constituyen una adición posterior vinculada sólo con monumentos en plataformas más extensas y relevantes. Por lo demás, ciertos escritores los consideran un signo de rivalidad continua entre aldeanos o grupos de parentesco.

Fig. 5.9. Interior de Puna Pau.

Como la instancia de Rano Raraku, el trabajo en Puna Pau pareció terminar abruptamente, pues yacen alrededor de 30 cilindros dentro o fuera del sitio; poseen entre 2 y 3 mts. en ancho, 1,5 a 2,5 de altura y 20 toneladas, para hoy casi todos intervenidos con petroglifos. Según versiones locales fueron movidos por mana, pero la opinión convencional es que se sacaron de la pedrera siendo llevados por palancas en el terreno alpestre hacia sus destinos. Aún nadie demuestra esa teoría en forma práctica, y tampoco se han encontrado huellas que salgan del cráter y atraviesen el accidentado suelo volcánico. Al parecer, esas "copas" habían sido reelaboradas en las tarimas, y algunas se pulieron en un sector transversal más elíptico con una muesca poco profunda en su base; incluso ciertos moai de Anakena tienen "espigas" en la cabeza a objeto de empotrar dichos módulos.

Fig. 5.10. Pukao fuera del cráter.

El ensamble de esos añadidos sobre los monumentos conllevó una enorme obra de ingeniería; los que se ven hoy en obras restauradas fueron insertos por grúas (figura 5.11), y no con pocas dificultades. El capitán Cook pensaba que se emplearon ramplas y andamios, y algunos estudiosos proponen que dichos cilindros se amarraron a las estatuas para levantarlos juntos, pero esto suele descartarse por sus elevados riesgos. Los experimentos dirigidos por Pavel muestran que algunos pukao pudieron colocarse jalándolos gradualmente hacia arriba con travesaños de madera oblicuos. Un cilindro de hormigón con un metro de ancho y peso de 900 kgs. fue elevado hasta un moai con tres metros y del mismo material, por sólo cuatro hombres en seis horas (fig. 5.12) (2). Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el colosal pukao de Paro, que no era ni mucho menos el más grande, tiene casi 2 mts. de ancho, 1,7 en alto y 11,5 toneladas, y hubo que elevarlo a 10 metros.

Fig. 5.11.

Fig. 5.12.

Antiguamente los adornos similares de color rojizo se consideraban "sombreros", "cestas" o "coronas", ¡e incluso el entusiasta proextraterrestre Erik Von Däniken los vio como "cascos espaciales"! Los isleños les llaman pukao ("copa"), un peinado masculino común en Rapa Nui cuando los primeros europeos visitaron la isla, y el consenso actual es que representan esa característica (fig. 5.13); no obstante, en las Marquesas se colocaba una gran piedra sobre la imagen de un muerto como señal de luto, y algunos creen que el pukao tuvo una connotación paralela. Flenley y Bahn sostienen que son una versión estilizada del hau kurakura, un añadido de plumas rojas usado por guerreros. En toda Polinesia, el rojo se vinculó con rituales y el poder de mando, y las plumas de ese color aludían a las potencias divinas. Jean-Michel Schwartz pensó que los pukao eran signo de conocimiento y sede de la fuerza mística conocida como mana, pues todas las tradiciones isleñas coinciden en que esa facultad se llevaba en la cabeza (3).

Fig. 5.13. Isleño con tocado.

En conclusión, a pesar de las múltiples hipótesis barajadas sobre el tallado, transporte y erección de moai y sus pukao, y también de los numerosos experimentos in situ, todavía estamos muy lejos de haber resuelto todos los enigmas implicados.


Referencias

1. Ver "Gravedad y antigravedad", sección 5.
2. David Hatcher Childress, Lost Cities of Ancient Lemuria & the Pacific, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1988, p. 319-20.

3. Francis Mazière, Mysteries of Easter Island, London: Collins, 1969, p. 134-5.
4. Thor Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, New York: Random House, 1989, p. 240.

5. www.pbs.org/wgbh/nova/easter/move/past.html.


Caminos

1. Katherine Routledge, The Mystery of Easter Island, Kempton, IL: Adventures Unlimited Press, 1998 (1919), p. 197-8.

2. Christian y Barbara Joy O’Brien, The Shining Ones, Kemble, Cirencester: Dianthus Publishing, 1997, p. 509.

3. John Flenley y Paul Bahn, The Enigmas of Easter Island, New York: Oxford University Press, 2002, p. 131-3.

4. The Mystery of Easter Island, p. 198.
5. Ibídem, p. 199.
6. Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, p. 111; The Shining Ones, p. 510.


Levantamiento de moai y tocados

1. Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, p. 204-6.
2. Flenley y Bahn, The Enigmas of Easter Island, p. 144.
3. Jean-Michel Schwartz, The Mysteries of Easter Island, New York: Avon, 1975, p. 16, 107, 113.