21 de octubre de 2022

Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico (4 de 8)

David Pratt
Noviembre de 2004, noviembre de 2020


Contenido:

05. Transporte de las esculturas
-Caminos
-Levantamiento de moai y tocados


05. Transporte de las esculturas

Las leyendas pascuenses narran que los moai fueron transferidos a plataformas y levantados verticalmente por uso del mana o poder mental. Ya sea que sus agentes fueran Makemake, los sacerdotes o líderes, les ordenaron caminar o flotar por el aire y, según un relato, se utilizó una esfera pétrea finamente tallada de 75 cms. en diámetro, llamada te pito kura ("ombligo de oro" o "luminoso") para enfocar dicha potencia. Asimismo, en todo el mundo existen tradiciones sobre el uso de técnicas levitatorias al erigir monumentos titánicos y famosos (1).

Fig. 5.1. El Te pito kura.

Algunos escritores aducen que en lo alto del borde interior de Rano Raraku hay una cueva abierta y excavada en la roca con "escaños" o asientos que recubren sus paredes, orientados hacia el lago del mismo sector. Según una versión isleña, allí siete maestros o magos se sentaron juntos y combinaron su mana para hacer que las esculturas salieran del cráter y rodearon la isla en una espiral de sentido horario (2); sin embargo, esa gruta también puede constituir sólo una cavidad de extracción para los moai, e igualmente se hallan depresiones irregulares "en forma de banca" por otras secciones de la cantera.


Fig. 5.2. Arriba: ¿"banquillos" en una "cueva abierta", o es sólo un agujero extractivo y vacío? Debajo: boceto que muestra cómo pudieron aparecer esas bancas.

Francis Mazière fue uno de los pocos estudiosos que tomó en serio las leyendas sobre el mana: "¿Qué pasaría si un grupo de individuos, en cierto período, pudo emplear fuerzas electromagnéticas o antigravitatorias? (...) En el sector escarpado del volcán hay algo maravillosamente extraño. Aquí las estatuas fueron derribadas sobre docenas de otras y sin dejar marcas, pero el traslado de diez o veinte toneladas no es un juego de niños (...) Los nativos dicen que todo murió en Isla de Pascua cuando el mana la dejó, y al mismo tiempo constato las asombrosas pruebas de un pasado excepcional. Es posible que la parapsicología encuentre una vibración simpática en esta isla a través de su magnetismo perturbado y confuso" (3).

Todos los especialistas actuales creen que la fuerza muscular por sí sóla es suficiente para mover estatuas al ahu e izarlas, en ocasiones a más de 20 kms. Durante la expedición de Heyerdahl, unos 180 hombres, mujeres y niños acarrearon un ejemplar con cuatro metros y cerca de 10 toneladas por poca distancia en un trineo con dos cuerdas. Por lo tanto, se habrían necesitado 1500 trabajadores para mover las 82 toneladas de Paro, y los cordeles debieron tener varios centímetros de grosor y un largo mínimo de 80 metros. La mano de obra se puede reducir significativamente remolcando el trineo sobre rodillos de troncos, y en un experimento de 1998 organizado por Jo Anne Van Tilburg, 40 hombres pudieron mover una réplica de 9 toneladas empleando este método.

Se estima que el principal obstáculo en el transporte no es el peso de los moai (pues su promedio no supera las 18 toneladas), sino su fragilidad, ya que era indispensable preservar el elaborado detalle inserto en las figuras. Si se hubieran movido de frente o espalda, estas obras requerirían considerables envolturas y acolchado con vegetación para protegerlas, pues ninguna exhibe marcas de cuerdas u otros daños. También aparecería otra dificultad a medida que las filas de remolcadores se acercaban a la plataforma costera, ya que no tendrían a dónde ir excepto al mar. Se piensa que esto fue solucionado con palancas, y durante un ensayo 12 hombres levantaron una roca de seis toneladas y casi cinco metros en 1,5 horas; no obstante, sigue siendo indemostrable que esas técnicas se aplicaran a moai de peso y estatura promedios sin estropearlos.

El geólogo William Mulloy sugirió usar un trineo curvo en forma de Y construido con la horquilla de un gran árbol, sobre el cual la escultura descansaría boca abajo. Dos inmensos soportes de madera en V están unidos al cuello del "gigante" por un lazo, y cuando aquéllos se inclinan hacia delante, la cuerda eleva al moai parcialmente y alivia la carga sobre el vehículo. Por ende, la estatua podría balancearse al frente utilizando el abdomen macizo como punto de apoyo o pivote. Sin embargo, este recurso -jamás probado en la realidad- pone especial énfasis en las nucas frágiles de esos monumentos, y no todos tienen las barrigas protuberantes ideales para lograr dicho cometido.

Fig. 5.3. Método de Mulloy.

El ingeniero checo Pavel descubrió que los gigantes líticos se pueden mover en postura vertical y haciéndoles "andar". Se unen dos jarcias a la parte cimera y tiran a cada lado alternativamente, en tanto que otras dos sostienen la base para llevar el coloso hacia delante. Mientras un equipo tira el cordel superior inclinando el moai a la derecha, el otro grupo jala el sector opuesto de la base hacia el frente, impidiendo que el momumento se recline sobre el dorso; luego las personas cambian de posición, produciendo que la estatua "camine" desplazándose adelante y de un lado a otro. Un nativo contó a Mazière que "las esculturas se movían de pie, dando medias vueltas sobre sus bases redondas", y muchos eruditos creen que este es el método al que se refieren.

En otro contexto se acarreó un moai de 2,8 mts. y 4-5 toneladas imitando esa técnica; sólo se necesitaron tres hombres para inclinarlo y cinco en su avance. De esta manera se trasladó una segunda obra de cuatro metros y nueve toneladas, mediante 16 personas y por una distancia de seis metros (siete que reclinaban y nueve tracccionadores); por lo tanto, podría haberse movido 200 mts. por día y era tan estable que se inclinaba 70° sin caer. Esto se debe al ingenioso diseño de los moai, pues el espesor dorso-delantero en la parte superior es tan insignificante comparado con el fondo voluminoso, que su centro de gravedad está casi en el ombligo. El traslado vertical evita la necesidad de recurrir a una escultura izada en la cantera, volcarla sobre trineos y luego enderezarla nuevamente en el ahu.

Fig. 5.4. Técnica de inclinación y giro (4).

Durante las pruebas realizadas por el geólogo Charles Love en Wyoming, cuadrillas de 14 a 21 hombres movieron una réplica de 10 toneladas y cuatro metros, equivalente al 20% más pequeño del moai, pero se desprendieron astillas de su base frontal y el modelo se volcó en dos ocasiones. Algunos expertos creen que la técnica de inclinación y giro probablemente se empleó sólo para traslados a distancias muy cortas o determinar el posicionamiento final. Muchos pesquisantes afirman que las bases de esculturas no muestran el nivel de desgaste que se espera de aquel método, pero Heyerdahl no estuvo de acuerdo, y respondió que los moai no transferidos lejos de la cantera tienen soportes perfectamente planos, pero cuanto más se alejan del sitio, sus fondos se tornan más convexos, hasta que muchos de los erigidos sobre plataformas tienen los bordes inferiores completamente redondeados por ablación.

Si las esculturas se arrastraron en posición vertical, no se habrían derrumbado en una cuesta de 10 ó 12 grados, ya que presentan una base ligeramente inclinada hacia delante, y tuvieron que colocarse piedras bajo algunas de ellas en tarimas reconstruidas para mantenerlas enderezadas; asimismo y en sectores de desnivel, el moai simplemente podría ser girado y movido en reversa.

El equipo de Love descubrió que si colocaba un "coloso" en posición vertical sobre dos troncos labrados en trineos, y luego lo elevaban sobre una pista de pequeños rodillos de madera, podía moverse 45 mts. en dos minutos con 25 hombres y dos cuerdas. Algunos ven este proceso como el más eficiente para transporte de larga distancia porque no causa daños y necesita pocos recursos humanos y materiales. Van Tilburg, por otro lado, dice que tanto esa modalidad como la de inclinación y giro son increíblemente peligrosas: "Hasta la fecha, la logística de cualquier método vertical sugerido abarca desde el amilanamiento hasta lo imposible en el terreno ondulado de Rapa Nui" (5). Ambas estrategias aún no se han implementado con monumentos más grandes en pendientes pronunciadas, pero las conclusiones pueden ser entretenidas.

Fig. 5.5. Método de trineo y rodillos (cortesía de Charles Love).

La opinión general es que se utilizaron diversas formas de transporte según el tamaño y estilo de la figura, la distancia a recorrer, mano de obra, volumen de madera y cuerdas disponibles. Incluso se planteó que algunos moai habrían sido llevados por 500 mts. hacia el litoral y luego se dejaron en vigas o balsas alrededor de la costa hasta llegar a los ahu. En varios puntos de la orilla existen calzadas de flujo de lava y rampas asfaltadas, y también se conocen reportes no confirmados de pescadores sobre moai sumergidos en el fondo marino.


Caminos

Katherine Routledge descubrió tres caminos principales que salían de Rano Raraku, cada uno aproximadamente con tres metros en ancho, y aparecieron cuando los rayos nivelados del Sol poniente mostraban desigualdades en el suelo. Hay esculturas caídas a lo largo de ciertos tramos, pero con intervalos muy irregulares. El camino del sur se puede trazar desde Rano Raraku, con uno o dos desniveles, casi hasta el pie de Rano Kao; tiene 29 moai esparcidos, la mayoría superiores a seis metros y otro tanto sobrepasa los nueve. La segunda vía atravesaba una oquedad en la pared del cráter hacia el occidente de la isla; no es tan regular como el primer sendero y tiene 14 estatuas que se separan más conforme aumenta la brecha hacia las montañas. La tercera pista corre en dirección norte y es mucho más corta que las anteriores, exhibiendo sólo cuatro figuras que abarcan una distancia aproximada de dos kilómetros, pero la más lejana es también el mayor ejemplar que se haya trasladado (11 mts. y 10 cms.).

Routledge escribió: "Por lo tanto, se llegaba a Rano Raraku por al menos tres magníficas avenidas, y en cada una el peregrino era recibido a intervalos por un coloso pétreo que vigilaba el camino a la montaña sagrada" (1). Además, hay señales de que algunas estatuas en el lado sureste de Rano Raraku pudieron emplazarse en un cuarto camino a lo largo de dicha área bajo el acantilado, y una plataforma en la costa sur estuvo conectada por un pasaje con cinco o seis moai.

Fig. 5.6.

Muchos académicos disienten con Routledge y afirman que todos los monumentos entre la cantera y las plataformas estaban en proceso de ser reubicados. El geólogo Christian O'Brien, sin embargo, consideró que al menos 56 de las 61 figuras ahora esparcidas dentro y fuera de los caminos antiguos al interior se hallan en el lugar previsto para su erguimiento (2); algunas se situaron sobre pavimentos de piedra, al igual que otros moai erguidos al pie de Rano Raraku.

Charles Love inspeccionó la mitad de los 40 kms. de caminos construidos desde Rano Raraku, focalizándose en los tres principales y varias ramificaciones. Flenley y Bahn califican sus hallazgos preliminares de "sorprendentes", detallando: "[Los senderos] atraviesan antiguos flujos basálticos y los valles poco profundos entre ellos, mostrando una construcción básica de corte y relleno; la excavación en tramos de 10 y 20 mts. indica cómo se realizó su limpieza, corte o nivelado, y en muchos lugares presentan rellenos de tierra. Hubo cortes y acomodos en varias pendientes hacia arriba y abajo para ayudar a los conductores de estatuas, y está claro que se necesitó muchísimo esfuerzo cooperativo durante el tramo; en los valles, la construcción de relleno puede alcanzar hasta un metro o más con capas de suelo arcilloso para formar una superficie plana de unos cinco metros de ancho. En al menos un lugar se elaboró pavimento, aparentemente para facilitar el traslado de Paro a través de una sección de lecho pétreo y rugoso. Algunos sectores viales fueron tallados en la superficie de flujos de basalto más empinados, quizá para evitar suelos planos, con caminos cortados en V poco profunda o U ancha, de 5,5 mts. de ancho y 30 cms. en profundidad (aunque en otras áreas las vías parecen algo erosionadas en la superficie y no se excavaron en la roca de fondo). Algunos segmentos tienen extensas alineaciones rocosas a lo largo de arcenes, que parecen ser bordillos colocados en el relleno, mientras otros comportan numerosos agujeros para postes excavados en el lecho rocoso fuera de los bordillos, presumiblemente con objeto de acomodar alguna clase de artilugio para tirar y sujetar la escultura y su marco hacia delante en determinados sitios (...). Estas características parecen más comunes donde la calzada va cuesta arriba".

En cuanto a las modalidades empleadas para el transporte de moai, los autores comentan: "Necesitamos revisar las teorías, porque los investigadores siempre han asumido que 'el suelo isleño era plano' y las vías 'horizontales', pero ninguno de los supuestos para trasladar moai o métodos experimentales presentados hasta ahora puede hacer frente a la estructura de los caminos excavados [por Love]. Las partes cortadas de la carretera no son propicias para rodillos o la inclinación de una estatua, y cualquier medio utilizado tendría que adaptarse tanto a las superficies planas de relleno como a aquéllas en V, por lo cual sigue intacto el misterio sobre el movimiento de las esculturas" (3).

Además, los frágiles colosos fueron transportados a muchos ahu distantes, subiendo y bajando colinas empinadas y en terreno áspero y pedregoso, donde no existe huella de ningún camino. Katherine Routledge relata: "Nos encontrábamos inspeccionando un ahu construido sobre una eminencia natural; de un lado estaba el risco, y por otro una pendiente de 9 metros, tan elevada como el techo de una casa, y yacía una estatua cercana a la cima. Entonces, el más inteligente de nuestros guías se volvió hacia mí y preguntó con vehemencia: '¿Tratas de decirme que eso no fue hecho por el mana?" (4).

Routledge manifiesta que aparte de las vías ceremoniales y sus bifurcaciones, hay indicios de una estrada diferente que se dice recorre todo el litoral isleño y conocida como Ara Mahiva, donde ara significa "camino" y Mahiva es el supuesto espíritu que la construyó. La pista se trataba de una hendedura continua; en las costas norte y oeste discurre principalmente a lo largo de las cimas de acantilados, y sube por los bordes este y oeste de Rano Kao. Routledge comenta: "Es un testigo silencioso de épocas olvidadas, uno de los aspectos más misteriosos e impresionantes en la isla" (5).

Este camino es señalado en una tablilla rongorongo conocida como Apai, que era recitada de forma independiente por dos nativos, y dice en uno de sus pasajes: "Cuando la isla se creó por primera vez y nuestros antepasados la descubrieron, había senderos bellamente pavimentados con rocas planas que cruzaban el terreno (...) Heke fue su constructor, y se sentó en el lugar de honor intermedio donde los caminos se bifurcaban en todas direcciones. Las pistas fueron ideadas astutamente para simbolizar el tejido de la araña gris y de punta negra, y ningún mortal pudo descubrir el principio o final de la misma".

En este párrafo, el relato se interrumpía debido a un texto incomprensible en otro idioma, pero luego viene la referencia a un "insecto" diferente que vive en la tierra aborigen (Hiva), "donde la araña de puntas blancas y negras se habría elevado al cielo, pero se lo impidió la amargura del frío" (6).

Según esta leyenda, la isla albergó un conjunto de vías semejante a una telaraña y partieron desde un centro, quizás Rano Raraku. En la actualidad no es visible ningún sistema con ese rasgo, aunque las rutas existentes podrían haber formado parte de él. Sin embargo, encontramos una correspondencia intrigante en Perú, pues la llanura de Nazca está cubierta por numerosas líneas rectas, zigzags, espirales y figuras geométricas, dibujadas en la superficie del desierto al remover cantillos o rocas volcánicas y mediante raspado superficial. También hay contornos que muestran especies de fauna -algunos con cientos de metros en longitud- incluidos un mono araña, un lagarto gigante, un cóndor, una criatura aviar no identificada y una araña Ricinulei. Para delinear la mayoría de esos motivos zoomorfos, el artista empleó una sóla línea que gira y se superpone, pero nunca se cruza a sí misma; en otras palabras, se dibujó para que nadie descubriera dónde comienza o termina, al igual que la red de caminos mencionada en el texto pascuense.

Fig. 5.7. La araña de Nazca, que representa a Orión según ciertos autores.


Levantamiento de moai y tocados

Todas las esculturas vistas hoy en plataformas han sido reconstruidas por trabajos arqueológicos en los últimos 50 años. La primera que se volvió a erigir poseía tamaño medio (20 toneladas) en Ahu Ature Huki (Anakena) durante la expedición de Heyerdahl en 1956. Doce isleños utilizaron dos postes de madera para izarla tres metros sobre su emplazamiento, agregando rocas paulatinamente por debajo, y la tuvieron en pie al cabo de 18 días (1); asimismo, resultó con grandes desprendimientos dado que las palancas se situaron contra la estatua. Los ensayos realizados hasta la fecha involucran figuras horizontales, pero se cree que si éstas llegaban erguidas a sus ahu, podrían haber sido levantadas de la misma forma gradual, inclinándolas primero de un lado y luego hacia el otro, como se hacía con los troncos o piedras insertados en la base. No hay indicios de rampas masivas para subir moai a sus plataformas, y ello habría implicado esfuerzos descomunales.

Fig. 5.8. Reconstruyendo la estatua en Ahu Ature Huki.

El pukao, tocado o "copa" es un cilindro blando de escoria roja extraída del pequeño cráter Puna Pau. Algunos tienen forma de cono truncado, mientras otros exhiben una protuberancia más estrecha en la cima. Puesto que sólo unas 60 estatuas llevan ese adorno, se cree que constituyen una adición posterior vinculada sólo con monumentos en plataformas más extensas y relevantes. Por lo demás, ciertos escritores los consideran un signo de rivalidad continua entre aldeanos o grupos de parentesco.

Fig. 5.9. Interior de Puna Pau.

Como la instancia de Rano Raraku, el trabajo en Puna Pau pareció terminar abruptamente, pues yacen alrededor de 30 cilindros dentro o fuera del sitio; poseen entre 2 y 3 mts. en ancho, 1,5 a 2,5 de altura y 20 toneladas, para hoy casi todos intervenidos con petroglifos. Según versiones locales fueron movidos por mana, pero la opinión convencional es que se sacaron de la pedrera siendo llevados por palancas en el terreno alpestre hacia sus destinos. Aún nadie demuestra esa teoría en forma práctica, y tampoco se han encontrado huellas que salgan del cráter y atraviesen el accidentado suelo volcánico. Al parecer, esas "copas" habían sido reelaboradas en las tarimas, y algunas se pulieron en un sector transversal más elíptico con una muesca poco profunda en su base; incluso ciertos moai de Anakena tienen "espigas" en la cabeza a objeto de empotrar dichos módulos.

Fig. 5.10. Pukao fuera del cráter.

El ensamble de esos añadidos sobre los monumentos conllevó una enorme obra de ingeniería; los que se ven hoy en obras restauradas fueron insertos por grúas (figura 5.11), y no con pocas dificultades. El capitán Cook pensaba que se emplearon ramplas y andamios, y algunos estudiosos proponen que dichos cilindros se amarraron a las estatuas para levantarlos juntos, pero esto suele descartarse por sus elevados riesgos. Los experimentos dirigidos por Pavel muestran que algunos pukao pudieron colocarse jalándolos gradualmente hacia arriba con travesaños de madera oblicuos. Un cilindro de hormigón con un metro de ancho y peso de 900 kgs. fue elevado hasta un moai con tres metros y del mismo material, por sólo cuatro hombres en seis horas (fig. 5.12) (2). Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el colosal pukao de Paro, que no era ni mucho menos el más grande, tiene casi 2 mts. de ancho, 1,7 en alto y 11,5 toneladas, y hubo que elevarlo a 10 metros.

Fig. 5.11.

Fig. 5.12.

Antiguamente los adornos similares de color rojizo se consideraban "sombreros", "cestas" o "coronas", ¡e incluso el entusiasta proextraterrestre Erik Von Däniken los vio como "cascos espaciales"! Los isleños les llaman pukao ("copa"), un peinado masculino común en Rapa Nui cuando los primeros europeos visitaron la isla, y el consenso actual es que representan esa característica (fig. 5.13); no obstante, en las Marquesas se colocaba una gran piedra sobre la imagen de un muerto como señal de luto, y algunos creen que el pukao tuvo una connotación paralela. Flenley y Bahn sostienen que son una versión estilizada del hau kurakura, un añadido de plumas rojas usado por guerreros. En toda Polinesia, el rojo se vinculó con rituales y el poder de mando, y las plumas de ese color aludían a las potencias divinas. Jean-Michel Schwartz pensó que los pukao eran signo de conocimiento y sede de la fuerza mística conocida como mana, pues todas las tradiciones isleñas coinciden en que esa facultad se llevaba en la cabeza (3).

Fig. 5.13. Isleño con tocado.

En conclusión, a pesar de las múltiples hipótesis barajadas sobre el tallado, transporte y erección de moai y sus pukao, y también de los numerosos experimentos in situ, todavía estamos muy lejos de haber resuelto todos los enigmas implicados.


Referencias

1. Ver "Gravedad y antigravedad", sección 5.
2. David Hatcher Childress, Lost Cities of Ancient Lemuria & the Pacific, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1988, p. 319-20.

3. Francis Mazière, Mysteries of Easter Island, London: Collins, 1969, p. 134-5.
4. Thor Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, New York: Random House, 1989, p. 240.

5. www.pbs.org/wgbh/nova/easter/move/past.html.


Caminos

1. Katherine Routledge, The Mystery of Easter Island, Kempton, IL: Adventures Unlimited Press, 1998 (1919), p. 197-8.

2. Christian y Barbara Joy O’Brien, The Shining Ones, Kemble, Cirencester: Dianthus Publishing, 1997, p. 509.

3. John Flenley y Paul Bahn, The Enigmas of Easter Island, New York: Oxford University Press, 2002, p. 131-3.

4. The Mystery of Easter Island, p. 198.
5. Ibídem, p. 199.
6. Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, p. 111; The Shining Ones, p. 510.


Levantamiento de moai y tocados

1. Heyerdahl, Easter Island: The mystery solved, p. 204-6.
2. Flenley y Bahn, The Enigmas of Easter Island, p. 144.
3. Jean-Michel Schwartz, The Mysteries of Easter Island, New York: Avon, 1975, p. 16, 107, 113.