24 de febrero de 2022

Gravedad y antigravedad (7 de 8)

David Pratt
Febrero 2001, última revisión octubre 2019


Contenidos:

05. Levitación y tecnología
-Mitos y megalitos
-Entre los tibetanos
-Keely y Leedskalnin
-Schauberger y la levedad en la naturaleza


05. Levitación y tecnología

Mitos y megalitos

Las estructuras megalíticas encontradas en muchos sitios alrededor del mundo han generado controversias interminables acerca de su construcción. Los arqueólogos convencionales descartan la posibilidad de civilizaciones altamente avanzadas en el pasado remoto e insisten en que fueron edificadas únicamente con el uso de herramientas primitivas y fuerza bruta. Algunas de las estructuras o partes de ellas podrían haberse ensamblado de esta manera, pero varios ingenieros han declarado que ciertas características serían difíciles -si no imposibles- de duplicar hoy incluso con la tecnología más avanzada. El peso y tamaño de algunos bloques de piedra han llevado a varios investigadores a preguntarse si los antiguos constructores habían dominado alguna forma de tecnología de levitación*.

*Las técnicas de levitación acústica y magnética actualmente desarrolladas por científicos convencionales crean una fuerza de elevación física más fuerte que la gravedad y no modifican ésta última ni generan una fuerza antigravitacional.

Las fortalezas preincaicas en Ollantaytambo y Sacsayhuamán (Andes peruanos) consisten en muros ciclópeos construidos con bloques de piedra poligonales y muy ajustados, algunos con 120 toneladas de peso o más. De alguna manera los bloques utilizados en Ollantaytambo se transportaron desde una cantera ubicada en la cima de otra montaña a 11 kms. de distancia, cuyo descenso era obstaculizado por un desfiladero de río con paredes verticales de roca que miden 305 metros. Las ruinas de Tiahuanaco (Tiwanaku) cerca del lago Titicaca (Bolivia) incluyen bloques que pesan alrededor de 100 toneladas que fueron transportados desde canteras a 50 kms. de distancia (1), y según los indios aymaras locales el complejo fue construido en el "principio del tiempo" por el dios fundador Viracocha y sus seguidores, quienes hicieron que las piedras fueran "transportadas por el aire al son de una trompeta". Un tema alternativo es que crearon un "fuego celestial" que consumió las piedras y permitió que los segmentos grandes se levantaran de modo manual "como si fueran corcho". Según una leyenda maya, el complejo de templos en Uxmal (península de Yucatán) fue construido por una raza de enanos que mediante silbidos pudieron mover rocas pesadas a su lugar (2). 

En rigor existe un carácter universal en las leyendas sobre el poder oculto que se emplea para levantar y transportar bloques de piedra. Por ejemplo y según se relata la ciudad megalítica de Nan Madol en la isla de Pohnpei (Micronesia) fue construida por los reyes-dioses Olosopa y Olosipa quienes utilizaron hechizos mágicos para hacer que las enormes rocas "volaran por el aire como pájaros" (3). También hay leyendas sobre las enormes estatuas de piedra o moai en Isla de Pascua -muchos de los cuales son tan altos como un edificio de tres pisos- y cuentan cómo los magos o sacerdotes usaban el maná o poder mental para hacerlos "caminar" o flotar en el aire (4). 

Según los primeros historiadores griegos, las murallas de la antigua ciudad de Tebas fueron construidas por Amphion -un hijo de Júpiter- quien trasladó los bloques "a los sones de su arpa" mientras que sus "cantos dibujaban incluso piedras y bestias tras él"; otra versión afirma que cuando tocó "fuerte y claro en su lira dorada la roca dos veces más grande le siguió sus pasos". El historiador árabe Mas'di del siglo X escribió que para construir las pirámides los antiguos egipcios insertaron papiros con ciertos caracteres bajo los bloques de piedra, y luego fueron golpeados por un instrumento produciendo un sonido que les hizo elevarse y viajar una distancia de más de 86 metros (5). 

Los logros de los antiguos constructores egipcios han hecho que incluso algunos investigadores bastante ortodoxos se pregunten si se podría haber empleado levitación (6); por ejemplo, el techo de la Cámara Regia en la Gran Pirámide -a 61 mts. de altura- consiste en enormes vigas de granito que pesan hasta 70 toneladas, y además los templos más importantes de la meseta de Giza -dos junto a la Esfinge y los que están al costado de la Segunda y Tercera Pirámides- contienen colosales bloques de piedra caliza colosales que pesan entre 50 y 200 toneladas y situados uno encima del otro. Los más grandes tienen 9 metros de largo, 3,6 de ancho y 3,6 de altura. Actualmente sólo hay unas pocas grúas en el mundo capaces de levantar objetos que pesen 200 toneladas o más (7). 

Los bloques más grandes utilizados en cualquier estructura artificial conocida se encuentran en el muro ciclópeo en forma de U que se encuentra en torno a la plataforma fundacional del Templo Romano de Júpiter en Baalbek (Líbano) (8). En la pared occidental y a una altura de 10 metros hay tres enormes segmentos de piedra caliza conocidos como "Trilithon" que miden 19,1, 19,3 y 19,6 metros de largo, 4,34 de altura y 3,65 de profundidad y pesan alrededor de 800 toneladas cada uno. Las piedras encajan perfectamente y ni siquiera se puede empujar una cuchilla entre ellas; asimismo la base del Trilithon contiene siete piedras gigantes que pesan cerca de 450 toneladas cada una.

Fig. 5.1. El enorme Trilithon en Baalbek (9) (la casa de dos pisos dibujada se insertó para escala).


Fig. 5.2. Otras vistas del Trilithon.

En la cantera y a un kilómetro de distancia hay tres monolitos incluso más grandes que los del Trilithon (10). Uno de ellos, conocido como "Piedra de la Mujer Embarazada" o "del Sur", pesa alrededor de 1000 toneladas y la parte inferior de su base todavía está unida a la roca de fondo. Otro pesa 1.240 toneladas mientras que el más grande mide cerca de 19,6 x 6 x 5,5 mts. y una masa estimada en 1.650 toneladas. Fue descubierto en 2014 y se encuentra junto a la "Piedra del Sur", pero en un nivel inferior, y constituye la piedra tallada antigua más grande conocida en el planeta.

Fig. 5.3. A la izquierda, la "Piedra del Sur" con el megalito más grande del mundo a su lado (hiddenincatours.com).

No hay rastros de una calzada que salga de la cantera o rastros de ninguna rampa y tampoco existen registros escritos sobre cómo se construyó el muro megalítico. Según la leyenda árabe local la primera ciudadela de Baalbek se construyó antes del Diluvio y luego fue reconstruida por una raza de gigantes. El historiador fenicio Sanjuniatón declaró que la primera ciudad del Líbano fue Byblos y fundada por el dios Ouranus quien diseñó estructuras ciclópeas y pudo hacer que las piedras se movieran como si tuvieran vida propia.


Entre los tibetanos

La evidencia de que las leyendas mundiales sobre levitación acústica podrían tener una base factual fue proporcionada por el ingeniero sueco Henry Kjellson, quien en la década de 1950 registró las experiencias de dos viajeros occidentales -desconocidos entre sí- que presuntamente atestiguaron demostraciones de tecnología sónica en el Tíbet (1), pero como los siguientes relatos no pueden verificarse los detractores asumen que Kjellson probablemente las inventó.

Durante una visita a un monasterio tibetano situado al suroeste de la capital Lhasa, el doctor Jarl -de origen sueco- fue llevado a un pradera donde había un alto acantilado al noroeste y a unos 250 metros sobre este desfiladero se ubicaba la entrada a una cueva, frente a la que había un amplio saledizo donde los monjes construían un muro de piedra. Incrustada en el suelo y a 250 metros del pie del acantilado se situaba una gran losa de roca con una depresión en forma de cuenco, y otro bloque de piedra de 1,5 metros de largo, 1 de ancho y 1 de alto era movido manualmente en ese hueco. Había monjes con 19 instrumentos musicales compuestos de 13 tambores y 6 trompetas muy largas, dispuestos en un arco de aproximadamente 90 grados y a 63 metros del tazón de piedra. Los tambores abiertos en un extremo apuntaban al bloque de piedra y tras cada instrumento había una línea de monjes de ocho a diez de profundidad. Un individuo en el centro del arco comenzó a cantar y golpear el ritmo en un tambor pequeño y luego se unieron los otros instrumentos. Transcurridos cuatro minutos el gran bloque de piedra comenzó a tambalearse y flotó en el aire meciéndose de lado a lado. Todos los instrumentos fueron probados constantemente en la piedra a medida que se elevaba a una rápida velocidad y finalmente se estrelló contra el saledizo. Los monjes continuaron realizando esta hazaña a razón de 5 ó 6 piedras por hora y no estaba claro el papel de los aproximadamente 200 monjes tras los instrumentos: una sugerencia es que utilizaron algún tipo de psicoquinesia coordinada para ayudar en el movimiento del bloque.

Fig. 5.4. El bosquejo del Dr. Jarl muestra cómo los monjes tibetanos podían levantar bloques líticos en el aire usando el poder del sonido.

El segundo caso involucró a un austriaco de apellido Linauer quien afirmó que mientras estaba en un monasterio remoto al norte de Tíbet durante la década de 1930 presenció la demostración de dos curiosos instrumentos acústicos que podían inducir ingravidez en bloques de piedra. El primero era un gong extremadamente grande de 3,5 metros en diámetro, compuesto por un área circular central de oro muy suave seguido por un anillo de hierro puro y finalmente otro en bronce muy duro. Cuando este gong se golpeaba producía un "dum" extremadamente bajo que cesaba casi de inmediato. El segundo instrumento también estaba compuesto de tres metales diferentes, tenía una forma semiovalada similar a una concha de mejillón y medía 2 metros de largo y 1 de ancho con cuerdas estiradas longitudinalmente sobre su superficie hueca. Se dijo a Linauer que emitía una onda de resonancia inaudible cuando se ejecutaba el gong y ambos dispositivos se utilizaban junto con un par de pantallas grandes colocadas de tal modo que formaran una configuración triangular con ellos. Cuando se golpeó el gong con un cipote grande para producir una serie de sonidos breves y de baja frecuencia, un monje pudo levantar un pesado bloque lítico con una sóla mano; también Linauer fue informado de que esta era la forma en que sus ancestros habían construido muros de protección alrededor del Tíbet y que tales dispositivos también podrían desintegrar la materia física.


Keely y Leedskalnin

Un hombre que parece haber recorrido un largo camino para descubrir los secretos del sonido fue John Ernst Worrell Keely (1827-1898), oriundo de Filadelfia y quien pasó 50 años en el desarrollo y perfeccionamiento de una amplia variedad de dispositivos que utilizaban "fuerza vibratoria simpática" o "etérica" para levitar objetos, hacer girar grandes ruedas, impulsar motores y desintegrar rocas. También realizó muchas demostraciones convincentes en su laboratorio para científicos y otros observadores interesados e intentó poner su aparato en producción comercial, pero se vio obstaculizado por el hecho de que debía ajustarse a las vibraciones corporales del operador y a los alrededores (1). 

Fig. 5.5. John Keely.

Keely construyó varios dispositivos para manipular la gravedad (2) y uno de ellos era el "transmisor simpático", un globo de cobre de aproximadamente 30 cms. de diámetro que contenía una placa Chladni y varios tubos metálicos, cuya posición podía ajustarse mediante una manilla. El globo era sostenido por un soporte de metal, alrededor de cuya base se proyectaban pequeñas varillas de metal con diferentes tamaños y longitudes que vibraban como tenedores de sintonía cuando se las tocaba con los dedos. En un experimento el transmisor se conectó mediante un cable hecho de oro, platino y plata a la parte superior de un frasco de vidrio lleno de agua. Cuando se hizo sonar el acorde correcto en las cuerdas de una cítara, unas bolas de metal que pesaban 0,9 kgs. se elevaron desde el fondo del frasco hasta que golpearon la tapa metálica, y permanecieron allí hasta que se tocó una nota diferente causando que se hundieran otra vez. Tras un ensayo adicional los testigos relataron cómo Keely pudo hacer que pesadas bolas de acero se movieran en el aire simplemente tocando una especie de órgano bucal, y empleando la misma combinación de transmisor, cable de conexión e instrumento musical pudo hacer que un modelo de aeronave con un peso de 3,6 kgs. subiera en el aire, descendiera o flotara con un movimiento "tan suave como el de un cardo". También pudo levantar pesas extremadamente macizas conectándolas a aparatos vibratorios usados en su persona; varios testigos lo vieron levitar y mover una esfera de hierro fundido de 3 toneladas con este procedimiento y también la hizo más pesada para que se hundiera en el suelo como si fuera barro.

Asimismo Keely pudo catalizar la fuerza vibratoria necesaria para hacer que los objetos se movieran empleando una variedad de instrumentos musicales incluyendo trompetas, trompas, armónicas, violines y cítaras e incluso podía operar el equipo con sólo silbar. No obstante, un detractor afirmó que Keely no ejecutaba un instrumento para configurar una vibración simpática, sino para avisar a un cómplice en otra parte del recinto cuándo encender o apagar el aire comprimido que supuestamente alimentaba sus dispositivos "fraudulentos".

Otro personaje que en tiempos más recientes afirmó saber el secreto de cómo se construyeron las pirámides y otras estructuras megalíticas fue Edward Leedskalnin (3) quien residía en un lugar llamado Coral Castle, cerca de Miami (Florida), y él mismo lo construyó con bloques gigantes de coral que pesaban hasta 30 toneladas. Durante 28 años, trabajando solo y sin el uso de maquinaria de construcción moderna extrajo y erigió un total de 1.100 toneladas. Era un hombre muy reservado, generalmente trabajaba de noche y murió en 1952 sin divulgar sus técnicas de construcción a pesar de las visitas de ingenieros y funcionarios gubernamentales. Algunos adolescentes que lo espiaban una noche dijeron haberlo visto "flotar bloques de coral por el aire como globos de hidrógeno" y otras personas piensan que descubrió una forma de revertir localmente los efectos de la gravedad. A partir del contenido restante del taller y la evidencia fotográfica de Leedskalnin, el ingeniero Chris Dunn sugirió que fue capaz de generar una señal de radio haciendo que el coral vibrase a su frecuencia de resonancia y luego usó un campo electromagnético para voltear los polos magnéticos de los átomos para que fueran rechazados por el campo homónimo de la Tierra.

Fig. 5.6. Puerta de nueve toneladas en Coral Castle. Originalmente utilizada como torniquete de acceso, esta estructura de 2,5 mts. de alto está perfectamente montada y balanceada para que un niño pueda abrirla con el toque de un dedo (4).


Schauberger y la levedad en la naturaleza

Según los expertos aeronáuticos el vuelo de un "simple" abejorro es un misterio que desafía las leyes físicas convencionales ya que sus alas no revolotean lo suficientemente rápido para crear una elevación suficiente. El escarabajo rinoceronte también debiera ser incapaz de volar ya que su masa corporal es completamente desproporcionada con su área de ala, y así algunos escritores han sugerido que las fuerzas levitacionales ayudan a explicar cómo vuelan aves e insectos y cómo nadan los peces.

El científico e inventor austriaco Viktor Schauberger (1885-1958) creía que en la naturaleza y junto con la gravedad operaba un principio de ligereza que regulaba todo movimiento ascendente de energía y crecimiento ascendente y ascendente. Durante su vida temprana como trabajador forestal en tierras alpinas vírgenes observó cómo las grandes truchas de montaña podían permanecer inmóviles en las corrientes más fuertes, excepto por un ligero movimiento ocasional de sus aletas caudales. Si estaban alarmados, los peces se lanzaban corriente arriba a la velocidad del rayo y en lugar de permitir que la corriente los tirara hacia abajo. Cabe señalar que la trucha y el salmón pueden saltar cascadas altas (de hasta 60 mts.) con poco esfuerzo aparente. Schauberger observaba la danza de truchas en un frenético movimiento giratorio en el fondo de una cascada, luego salían de esta dinámica y flotaban inmóviles hacia arriba. De este modo el austríaco desarrolló la idea de que además del movimiento gravitatorio hídrico desde el manantial hasta el mar existe un flujo de energía "levitacional" en la dirección opuesta.

En un experimento Schauberger hizo que se vertieran 100 litros de agua caliente en un arroyo. Aunque no calentó notablemente el agua, una trucha que descansaba unos 150 mts. río abajo se alteró de inmediato: comenzó a agitar su cola moviéndose hacia atrás todo el tiempo mientras luchaba por mantener su posición y finalmente fue arrastrada río abajo para regresar mucho más tarde, por cuanto Schauberger concluyó que el agua caliente había destruido el flujo ascendente de energía levitacional. En una noche de invierno con luz de luna vio piedras ovaladas del tamaño de una cabeza que subían a la superficie de una piscina profunda y dedujo que el efecto combinado del frío y la composición metalífera de las piedras (especialmente su contenido de sílice) era responsable de potenciar las energías levitacionales.

Schauberger se sorprendió al descubrir que los extremos de musgos sobre rocas en un arroyo de montaña sombreado apuntaban corriente arriba, y de alguna manera resistían la presión del caudal con flujo rápido. Consideraba esto como un indicador confiable sobre la salud de un torrente al mostrar que la fluencia gravitacional de materia descendente y el curso levitacional de energía ascendente estaban en equilibrio. Sin embargo, si debido a la deforestación una corriente se expone a la luz solar directa entonces el agua se vuelve más cálida y menos densa y las puntas de musgo apuntan río abajo. Hoy sabemos que la naturaleza virgen es difícil de encontrar por causa de la acción humana.

Schauberger buscó desarrollar máquinas generadoras de energía que sólo por el poder de la forma y el movimiento pudieran imitar los procesos de la naturaleza. Mientras que las principales tecnologías energéticas de hoy utilizan una explosión hacia el exterior -como la quema de combustible y la división de átomos- sus máquinas funcionaron sobre la base de movimientos de espiral hacia el interior o implosión y escribió: "Si el agua o el aire se rotan en una forma de oscilación giratoria conocida como 'coloidal' se produce una acumulación de energía que con un poder inmenso puede causar levitación". El movimiento vortical con velocidades de rotación de 15-20.000 r.p.m. y acompañado de enfriamiento rápido creó fuertes efectos de vacío dentro de sus máquinas y algunos investigadores creen que también se generó transmutación de materia en estados más etéreos y la producción de fuerzas levitacionales genuinas.

Por lo general faltan informes detallados de sus experimentos con una variedad de diseños, pero sus esfuerzos parecen haber tenido al menos un éxito parcial. Durante la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a trabajar para los nazis y desarrolló pequeños "platillos voladores" y se informó que uno de los científicos involucrados dijo que en el primer intento de ejecutar uno de los modelos éste se disparó hacia arriba inesperadamente, arrastrando un resplandor azul-verdoso y luego de color plateado para terminar estrellándose contra el techo del hangar. Al final de la guerra la investigación de Schauberger fue investigada por estadounidenses y rusos, pero en lo que respecta al registro público no se siguió desarrollando ninguno de sus modelos. Más recientemente ha habido un resurgimiento del interés en sus ideas revolucionarias (1). 

Fig. 5.7. Dos prototipos del platillo volante de Schauberger (aproximadamente 65 cms. de diámetro).


Referencias

Mitos y megalitos

1. Paul LaViolette, Genesis of the Cosmos: The ancient science of continuous creation, Rochester, VE: Bear and Company, 2004, p. 343; Ian Lawton y Chris Ogilvie-Herald, Giza: The truth, London: Virgin, 1999, p. 201; "Civilizaciones perdidas de los Andes", parte 5.

2. Andrew Collins, Gods of Eden: Egypt’s lost legacy and the genesis of civilisation, London: Headline, 1998, p. 58-62.

3. Graham Hancock y Santha Faiia, Heaven’s Mirror: Quest for the lost civilization, London: Michael Joseph, 1998, p. 235.

4. "Los secretos latentes en Isla de Pascua y el Pacífico", sección 5.
5. Gods of Eden, p. 35-7, 62-3.
6. Giza: The truth, p. 198-210.
7. Robert Bauval y Graham Hancock, Keeper of Genesis, London: Heinemann, 1996, p. 28-9.

8. Andrew Collins, "Baalbek, Lebanon’s sacred fortress", andrewcollins.com/page/articles/baalbek.htm; Gods of Eden, p. 63-4; David Hatcher Childress, Lost Cities of Atlantis, Ancient Europe & the Mediterranean, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1996, p. 31-6, 48-50; Christian y Barbara Joy O’Brien, The Shining Ones, Kemble, Cirencester: Dianthus Publishing, 2001, p. 265-82; Graham Hancock, Magicians of the Gods: The forgotten wisdom of earth’s lost civilisation, London: Coronet, 2015, p. 249-87.

9. The Shining Ones, p. 269.
10. en.wikipedia.org/wiki/Stone_of_the_Pregnant_Woman.


Entre los tibetanos

1. Collins, Gods of Eden, p. 66-72.


Keely y Leedskalnin

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, Pasadena, CA: Theosophical University Press, 1977 (1888), 1:554-66.

2. Theo Paijmans, Free Energy Pioneer: John Worrell Keely, Lilburn, GA: IllumiNet Press, 1998, p. 58, 144, 200, 207-12; Clara Bloomfield Moore, Keely and his Discoveries: Aerial navigation, London: Kegan Paul, Trench, Trübner & Co., 1893, Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1971, p. 106, 122-3; Dale Pond, Universal Laws Never Before Revealed: Keely’s secrets, Santa Fe, NM: Message Company, 1996, p. 54-60, 214-17, 232-4, 257 (svpvril.com); Dan A. Davidson, Energy: Breakthroughs to new free energy devices, Greenville, TE: RIVAS, 1990, p. 12-13.

3. Christopher Dunn, The Giza Power Plant: Technologies of ancient Egypt, Santa Fe, NM: Bear & Co, 1988, p. 109-19; Frank Joseph, "Mysteries of Coral Castle", Fate, 1998, parascope.com/en/articles/coralCastle.htm; Kathy Doore, "The enigma of Coral Castle: a geomantic wonder", labyrinthina.com/coral.htm.

4. coralcastle.com.


Schauberger y la levedad en la naturaleza

1. Callum Coats, Living Energies: An exposition of concepts related to the theories of Viktor Schauberger, Bath: Gateway Books, 1996; Olaf Alexandersson, Living Water: Viktor Schauberger and the secrets of natural energy, Bath: Gateway Books, 1996; John Davidson, The Secret of the Creative Vacuum, Saffron Walden, Essex: Daniel Company, 1989, p. 246-62; Nick Cook, The Hunt for Zero Point, London: Arrow, 2002, p. 296-328; schauberger.co.uk.