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24 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (8 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Continuación Parte C:

03. ¿Un "encubrimiento" de la tierra polar?
-Tierra de Crocker
-Tierra de Bradley
-¿Una "mega-conspiración"?


03. ¿Un "encubrimiento" de la tierra polar?

Los primeros exploradores árticos informaron haber visto aves y animales moverse hacia el norte y no al sur mientras llegaba el invierno, sospechando que se dirigían a una tierra cálida boreal. Peary atestiguó una densa caída de polvo negro en Groenlandia y pensaba que podría ser material volcánico de regiones norteñas inexploradas. En 1904 R.A. Harris, del Servicio Geodésico Nacional de EE.UU., publicó un artículo aclarando las razones de su creencia en una gran extensión de tierra sin descubrir o aguas someras en la cuenca polar al noroeste de Groenlandia, aduciendo que las corrientes predominantes parecían indicar su desviación por una masa térrea sin identificar y situada en esta área aproximativa; añadió que la tradición esquimal en las franjas septentrionales del Ártico hablaba sobre un terreno boreal, y la interrupción de mareas al norte de Alaska indicaría un efecto moderador explicable por la intervención de aquel sector (1).

El mapa de Harris (1904) que muestra un terreno hipotético cercano al polo (2).

Incluso muchos navegantes señalaron ver tierra a la distancia, aunque debe recalcarse que la visibilidad puede ser muy baja y los espejismos son bastante comunes. En 1811 Jakov Sannikov informó sobre un amplio territorio al noroeste de las Nuevas Islas Siberianas y fue bautizado como Tierra de Sannikov. E. Moll dijo haberlo detectado en 1886 y 1893, y de igual modo aparecía en los mapas; Nansen tampoco halló dicha zona durante su expedición ni ningún otro viaje posterior, y ahora se piensa que pudo tratarse de una isla de hielo. Los esquimales de Alaska aluden en ocasiones a una tierra montañosa al norte en días luminosos y claros de primavera. En estas proximidades el capitán John Keenan y su equipo observaron tierra en el decenio de 1870 (3), pero hasta hoy no se ha descubierto dicha comarca.


Tierra de Crocker

Otra región desaparecida y famosa es la de Crocker, "descubierta" por Peary, quien la divisó por primera vez el 24 de junio de 1906 desde una cima de 600 mts. situada tras el cabo Colgate en el norte de Groenlandia. Escribió: "El norte prolongó la conocida y desigual superficie de la banquisa, y al noroeste generaba una emoción tal que mis anteojos revelaron las débiles cumbres blancas de una tierra lejana, que mis esquimales afirmaban haber visto a medida que veníamos desde la última vez que acampamos". El 28 de junio Peary se hallaba en el cabo Thomas Hubbard al extremo norte de la isla Axel Heiberg. Era un día despejado, y desde una colina con 490 mts. dijo que a través de sus binoculares pudo "distinguir en apariencia y un poco más claramente, los picachos nevados de la lejana comarca al noroeste, por encima del horizonte gélido", y en ambos lugares Peary construyó montículos de piedras en donde dejó un breve registro.

Peary estimó que la Tierra de Crocker se encontraba a 190 kms. de la costa norte de Axel Heiberg. En 1914 el capitán Donald B. MacMillan -y amigo de Robert- dirigió una expedición para encontrarlo; el 16 de abril abandonó Thomas Hubbard con el alférez Fitzhugh Green y los esquimales Pewahto y Etukishuk, y caminaron hacia el mar polar congelado, evitando muchas derivaciones de agua libre de hielo. Hacia el atardecer del 21 estaban a casi 160 kms. de la costa, pero no observaron nada en el horizonte, aunque la niebla se había disipado. A la mañana siguiente, MacMillan permanecía dentro de su iglú cuando oyó a Green gritar con júbilo que la Tierra de Crocker estaba a la vista, y en su diario apuntó:

"Todos nos precipitamos y subimos a la cima de un témpano. ¡Sin duda alguna, allí estaba tan nítida como el día: colinas, valles y casquete de hielo, una tierra enorme que se extiende por 150 grados en el horizonte! Incluso habíamos escogido el punto al cual dirigirnos para cuando Pewahto dijo que podía tratarse de niebla (...) semejante a tierra. A medida que la miramos más estrechamente, por instantes su aspecto cambiaba con lentitud, y entonces nos vimos obligados a concluir que era un espejismo del hielo marino. Este fenómeno ha engañado a muchos hombres honestos" (1).

El equipo creyó que observaría dicha zona otra vez en la mañana del 23, pero se desvaneció la tarde en que el Sol se situaba al suroeste. Aunque avanzaron un total de casi 240 kms., no encontraron tierra firme y MacMillan concluyó: "Mi sueño de cinco años ha terminado".

Tras regresar a la costa, el grupo encontró uno de los montículos de Peary y recobró su mensaje. Si bien aquél dijo avistar la zona de Crocker desde ese emplazamiento, el registro sólo decía "Peary, 28 de julio de 1906". MacMillan miró hacia el mar y pensó que también podría contemplar el sector, creyendo que si hubiera estado allí en lugar de Robert, él mismo habría declarado el descubrimiento. Más tarde dieron con la segunda pila, cuyo parte señalaba que cuando Peary encontró Crocker por primera vez tenía "una visión clara del horizonte boreal", pero de nuevo no se mencionó esta zona.

Wally Herbert subraya que las entradas en el diario de Peary para ambos días tampoco refieren a su descubrimiento de nuevas tierras al noroeste, ni tampoco los telegramas enviados en su viaje a casa informando a los patrocinadores de sus logros. Sólo en su libro Nearest to the Pole -publicado en 1907- aludió a "Crocker Land", llamándola así en honor a uno de sus benefactores financieros. Herbert piensa que dicho territorio y la muy dudosa pretensión por Robert de haber establecido un nuevo "extremo norte" en el mismo viaje, pudieron ser artimañas urdidas por él en su desesperación para tener una última oportunidad de alcanzar el polo (2).


Tierra de Bradley

Frederick Cook aseguró que durante su viaje al polo en 1908 buscó la zona de Crocker, pero no encontró nada en el lugar designado por Peary. Sin embargo, dijo avizorar un área montañosa, cubierta de hielo un poco más lejos de la costa, y que llamó Tierra de Bradley. La detectó al oeste de su línea de marcha hacia el norte a través de la banquisa el 30 de marzo de 1908 y de nuevo el 31. Se extendía de 83° 20' N a 85° 11' N y se localizaba a unos 102° O de longitud; parecía consistir en dos islas y tenía una elevación cercana a los 550 mts. en sus puntos más altos (1).

Las odiseas posteriores no hallaron tierra alguna en esa locación, pero a fines de la década 1940 el reconocimiento aéreo develó una serie de grandes "islas de hielo" -fragmentos de la antigua plataforma análoga- que se desplazan lentamente en sentido horario, en la cuenca ártica al norte de la isla Ellesmere. Varios investigadores sugieren que Cook puede haber confundido uno de esos trozos con tierra firme; no obstante, las islas de hielo son mucho más pequeñas que las características descritas por Frederick, y sólo se elevan unos ocho metros sobre el nivel del mar. Algunos de sus partidarios afirman que la isla observada no se situó a 60 kms. de distancia como él creía, sino a sólo tres, pero esto no convence pues Cook dijo ver la Tierra de Bradley bajo condiciones climáticas favorables.

Un detalle sí es cierto: la fotografía de este sector que Cook incluyó en My Attainment of the Pole (1911) no muestra una isla de hielo, sino suelo firme recubierto por capas gélidas. Sus adherentes propenden a estar de acuerdo, pero dicen que, como sucede con algunas fotos del Monte McKinley, Cook pudo utilizar la imagen de una masa terrena parecida a lo que había visto como un "sustituto" de la toma real, y probablemente con mala resolución. Otros pesquisantes como Wally Herbert consideran esta foto como evidencia de que Frederick falsificó su viaje al polo (2). Se dice que los compañeros esquimales de Cook declararon que éste no detectó la Tierra de Bradley, y que la ilustración de su libro corresponde a la costa noroeste de Axel Heiberg.

Previo a su intento en el polo, Cook expresó la creencia común de que se encontraría tierra en el Océano Ártico, añadiendo que era razonable encontrar algunos islotes rocosos al norte de Groenlandia, tal vez extendiéndose hasta el paralelo 85, y que cualquier masa firme tendría una elevación de al menos 300 metros. Quizás su confianza en el documento por Harris en 1904 sobre la probabilidad de un continente polar se reforzó por los asertos de Peary sobre su observación de Crocker. Parece ser que Cook hizo una apuesta calculada alegando haber percibido el territorio Bradley y marcando la ubicación en su mapa. Durante el viaje de regreso, supuestamente llegó a los 18 kms. de dicha zona y dijo no haberla visto, aunque sus esquimales sí lo hicieron mientras dormía, pero Frederick no hizo ningún esfuerzo por alcanzarla y confirmar su existencia (3).

A modo de prueba sobre cómo evolucionó la historia de Cook, se aprecia que en contraste con su posterior libro sobre la travesía, afirmó en uno de sus cuadernos que en efecto vio la Tierra de Crocker el 30 de marzo de 1908, e incluso otorga una reseña pormenorizada. También afirmó ubicar por primera vez la región Bradley el 4 de abril, en lugar del 30 de marzo, ¡y que a su retorno observó ambas! (4).

Cook aseguró encontrar una isla de hielo terrestre viejo y glacial entre los 87° y 88° N, a sólo 190 kms. del polo, y viajó sobre ella en tramos de dos días, sorprendiéndose por descubrir esta ínsula tan lejana de la costa. Si bien hoy sabemos que existen islas de hielo glacial y antiguo a la deriva en el Ártico superior, la fotografía análoga de Cook ha sido considerada fraudulenta. Wally Herbert descubrió que Frederick no imprime toda la placa en su libro, y en la Colección Cook de la Biblioteca del Congreso Estadounidense encontró una diapositiva no recortada, que muestra un enorme trozo de roca en el sector derecho del hielo. En otras palabras: el glaciar está visiblemente apoyado en tierra firme de magnitud desconocida, pero Cook jamás lo mencionó (5).

Puesto que no existe un territorio conocido próximo al Polo Norte, Herbert y otros consideran dicha foto como una prueba más de que Cook mintió. La diapositiva incriminatoria fue hallada originalmente en 1913 por Evelyn Briggs Baldwin y le llevó a renunciar a su creencia en Cook (6), mientras sus seguidores repiten el mantra familiar de que utilizó una fotografía sucedánea para "propósitos ilustrativos". En su libro, Cook expresó incertidumbre en cuanto a si la referida isla era hielo flotante o descansaba en tierra bajo el nivel del mar. Esto pudo servir como evasiva respecto a que se descubrirían algunas de dichas características, pues esta parte de su ruta cruzaba la zona que según Harris podría incluir un continente desconocido.


¿Una "mega-conspiración"?

Jan Lamprecht adopta un enfoque distinto al de Cook y Peary y la controversia en torno a ellos. Pese a toda la evidencia incriminadora, él cree que ambos fueron totalmente honestos, si bien admite que es inexcusable la ratificación por Peary de una campaña difamatoria contra su rival. Jan cree que los dos arribaron al Polo Norte, que sus avistamientos de las tierras de Crocker y Bradley eran auténticos, y que es verdadera la foto de ésta última obtenida por Cook. Para salvar su reputación, sin embargo, debe invocar un complot de proporciones increíbles, sosteniendo que una o más zonas polares en el sector boreal de hecho sí se descubrieron, pero no donde Peary y Cook creyeron que se situaban, sino al norte de Alaska, a unos 5° por debajo del Polo Norte, y emplazadas cerca o justo dentro de una abertura con 160-320 o más kilómetros en magnitud. Afirma que las autoridades castrenses y gubernamentales de Rusia, Estados Unidos, Canadá y posiblemente otras naciones perpetraron un encubrimiento sin precedentes para ocultar estos hallazgos revolucionarios (1).

Lamprecht escribe que la "tierra" observada por MacMillan y sus hombres en 1914 con picos nevados, cumbres blancas y paisaje ondulante no era un espejismo de hielo marino, sino una ilusión "telescópica" de una enorme zona polar en medio del Ártico, ubicada entre 400-560 kms. de donde fue atisbada. También sostiene que las vislumbres del territorio Crocker por Peary constituyeron el mismo fenómeno para esa área, desechando así la evidencia de que Robert inventó la historia. En raras ocasiones, la atmósfera puede comportarse como un telescopio; por ejemplo, en 1939 un capitán de goleta y su tripulación vieron señales de Islandia, como si estuviera a una distancia de 25-30 millas náuticas en lugar de las reales 335-350 millas terrestres (2).

Los espejismos son muy comunes en el Ártico, y con frecuencia involucran múltiples imágenes que se encuentran por encima del objeto que produce dicha eventualidad. Estas apariencias suelen verse distorsionadas y al revés, pero en ocasiones la figura superior es la posición correcta, aunque puede hallarse comprimida verticalmente; sin embargo, ni Peary ni MacMillan vieron alguna imagen inversa. Lamprecht plantea que la tierra en cuestión puede localizarse en la superficie hacia el interior curvado de un orificio polar, y que a partir del punto de visión para Peary o Macmillan la imagen inferior (invertida) se vio bloqueada por la curvatura aguda, pese a que se observó desde lejanías superiores a los 160 kilómetros. Para explicar la enorme anchura lateral de los espejismos que presenció MacMillan (aunque al parecer no fue el caso de Peary), Lamprecht especula que la tierra había sido ampliada horizontalmente; sin embargo, para que esta ilusión óptica se extienda por un tercio o más del horizonte, y sin ninguna degradación notable en el brillo, la tierra en sí tendría que ser enorme.

Lamprecht cree que la foto por Cook del sector Bradley también puede ser un espejismo telescópico, probablemente la extensión oriental del territorio Crocker, y que según él se ubica en la superficie exterior del planeta, pero está "siendo ocultado" por los rusos al hallarse muy próximo al agujero polar. Jan piensa que la Tierra de Keenan también se trataría del mismo fenómeno para igual continente gigantesco (¡visto desde un trecho superior a los 1500 kms.!), pero que probablemente este no es el caso de la comarca Sannikov dada la dirección en que fue avistada. El autor añade que ésta última puede ubicarse más lejos de lo supuesto originalmente, aunque esto es difícil de entender según su mapa, reproducido a continuación (3).


¿Cuán aceptables son estas versiones de una "amplia conspiración internacional" y "perfectamente hermética" para ocultar la existencia de una zona/abertura polares y la Tierra hueca? Considerando la extendida creencia en un gran continente análogo durante el siglo XX, y si cualquier tierra en realidad fue avistada, ¿por qué entonces lo silenciarían? Después de todo, si cubriera a medias una gran abertura polar, este hecho inesperado no sería obvio en el momento y es difícil ver por qué los militares impondrían inmediatamente el secreto total.

Nunca ha tenido lugar la más mínima filtración, pese al gran número de militares y personeros gubernamentales en diversos países, que a lo largo de los años deberían estar implicados en la perpetuación del supuesto "encubrimiento" o exploraban las presuntas tierras y aperturas polares, o tal vez incluso el interior planetario. Y también dicho complot semeja poco probable a pesar de que algunos países involucrados eran enemigos durante la Guerra Fría, no han existido disputas territoriales aparentes entre ellos ni guerras por los recursos del mundo interior.

Lamprecht sostiene que la tierra y el agujero polares pudieron ser descubiertos en 1926 cuando Amundsen, Ellsworth y Nobile realizaron su vuelo transpolar de Spitzbergen hacia Alaska, pero en vez de publicitar sus hallazgos supuestamente acudieron a los militares y se les obligó a guardar el secreto. Incluso cuando estalló una amarga polémica entre Amundsen y Nobile sobre los créditos para el viaje, ninguno de ellos rompió su silencio sobre la hipotética localización de una oquedad en el polo.

Es interesante consignar que la Expedición Transártica de Reino Unido dirigida por Wally Herbert (febrero de 1968-abril de 1969) que partió desde Point Barrow (Alaska) rumbo a Spitzberg, pasó muy cerca del lugar donde Lamprecht sitúa su agujero. Este autor sugiere que la velocidad lenta de Herbert pudo deberse no a la necesidad de efectuar desvíos alrededor de crestas de presión, sino por verse obligado a hacerlo en torno a una "entrada polar"; añade incluso que Herbert está comprometido en una campaña de "embaucamiento sofisticado" para ocultar su existencia, y que la "crítica feroz y desagradable" de aquél contra Cook y Peary está dirigida a desacreditar las evidencias sobre las regiones de Crocker y Bradley. Huelga decir que Lamprecht no ofrece ninguna prueba concreta para fundamentar esta acusación descabellada.

Si existe cualquier terreno o alguna abertura en la región del Polo Norte, seguramente interferiría con la deriva de la banquisa. En este sentido, Herbert hace una observación llamativa acerca de su experiencia en el viaje transártico:

"Empezamos a sospechar que debía existir alguna obstrucción a lo largo de la línea imaginaria que describe un círculo alrededor del polo, en un radio de 420 kms.; tal vez un bulto sobre el cual no podía pasar el hielo a la deriva hacia el norte. Nos habíamos desplazado hacia los 86° N no menos de cuatro veces desde fines de octubre [1968], sucediendo en una ocasión que, durante un recorrido de una hora sobre ese obstáculo imaginario, bajamos de nuevo a 85° 30' N, en la latitud que trasladamos nuestra choza tras la rotura del primer témpano invernal. Esperábamos establecer nuestros cuarteles de invierno en los 88° N, y ser transportados por la corriente de deriva transpolar a través del polo. Si hubiéramos concretado ese plan, nos habría dejado con menos de 900 kms. en trineo para llegar a tierra en Spitzbergen, pero no conseguimos alcanzar más de 85° antes de volver a nuestro témpano estival. Y la deriva de invierno, que habíamos esperado para llevarnos hasta la latitud 87° N, longitud 140° O para el 1 de marzo de 1969, nos alejó en cambio a 200 kms. con curso hacia el este.

Nansen había enfrentado un problema similar durante su travesía épica en el Fram. Tras los primeros dieciocho meses, se hizo evidente que la dotación de trece hombres no se acercaría al polo más de 480 kms. si no abandonaban el calor y la seguridad de la nave y seguían a pie" (4).

Aunque a menudo se dice que el Océano Ártico y el suelo marino se han explorado en profundidad, debemos subrayar que esta masa hídrica equivale a una y media veces el tamaño de EE.UU. En lo que se refiere a la posibilidad de una pequeña abertura o isla con túneles por descubrir, cabe consignar que de acuerdo con algunas tradiciones místicas y esotéricas, ciertas áreas sagradas de la Tierra están protegidas por aplicaciones de energía oculta (ver Parte D, sección 2).


Referencias

1. Robert M. Bryce, Cook & Peary: The polar controversy, resolved, Mechanicsburg, PA: Stackpole Books, 1997, p. 266-7.

2. Ibídem, p. 885.
3. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 417, 429.


Tierra de Crocker

1. Cook & Peary, p. 570.
2. Wally Herbert, The Noose of Laurels: The discovery of the north pole, London: Hodder & Stoughton, 1989, p. 197.


Tierra de Bradley

1. Cook & Peary, p. 407-8.
2. The Noose of Laurels, p. 317-9.
3. Cook & Peary, p. 884-5, 1105; Robert M. Bryce, "Cook and Peary, up to date", septiembre 2015, humbug.polarhist.com.

4. Ibídem, p. 893-4.
5. The Noose of Laurels, p. 319-20; DIO, v. 9, n° 2, diciembre 1999, p. 78-9, dioi.org.

6. Cook & Peary, p. 886.


¿Una "mega-conspiración"?

1. Hollow Planets, p. 434-42, 485-95, 499-500.
2. William H. Hobbs, "A remarkable example of polar mirage", Science, v. 90, 1939, p. 513-4; W.R. Corliss (comp.), Rare Halos, Mirages, Anomalous Rainbows and Related Electromagnetic Phenomena, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1984, p. 143-5.

3. Hollow Planets, p. 493.
4. Wally Herbert, Across the Top of the World: The British trans-arctic expedition, London: Longmans, 1969, p. 152.

Enigmas al interior de la Tierra (7 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Contenidos:

01. El mar polar abierto
02. Polémicas sobre la conquista del Polo Norte


Parte C: Rompecabezas polares

01. El mar polar abierto

Muchos exploradores del siglo XIX pensaban que más allá del cinturón gélido en el perímetro del Océano Ártico existía un mar polar abierto, y posiblemente tierra continental. La idea sobre este paraje tardó mucho en desvanecerse, pero ahora sabemos que no hay océano sin hielo más allá de los 80° N. Sin embargo, las polinias -o áreas transitorias de agua libre de hielo- se producen tanto en el Ártico como el océano austral que rodea la Antártica, y todavía no se explican completamente. Algunas miden cerca de 160 kms. en ancho, y la más grande puede cubrir hasta 300.000 kilómetros cuadrados, lo que implica una importante afluencia de calor (1).

En 1827 una expedición comandada por Edward Parry se aventuró muy al norte de Spitzbergen, sobre el hielo y mediante pistas de agua libre. A medida que avanzaban en trineo hacia el norte, el campo congelado se hizo más liviano y agrietado, y finalmente se encontraron en el borde de lo que parecía ser un extenso mar polar, conteniendo sólo unos pocos trozos de hielo dispersos. El equipo alcanzó los 82° 45' N, un registro que permaneció invicto por medio siglo. En 1853 Elisha Kent Kane realizó un intento fallido de llegar al Polo Norte a través de Smith Sound, que separa Groenlandia de la isla Ellesmere. La misma ruta fue cubierta en 1861 por Isaac Israel Hayes, cuya excursión arribó en trineo sólo un poco más de 80° N, pero ésta última y la anterior confundieron una zona de aguas expuestas con un mar polar abierto. El primer hombre que conquistó el borde del Ártico fue el estadounidense Charles Francis Hall, quien durante 1871 navegó por los canales que conducían desde la bahía de Baffin hasta el Océano Ártico y llegó a los 82° 11' N; sin embargo, Hall murió luego que su barco fuera golpeado por un témpano.

(Nordpil.com).

Mientras intentaban acercarse al polo en 1871-1873, dos jóvenes exploradores austríacos llamados Karl Weyprect y Julius Payer descubrieron las islas Francisco José y llegaron a creer que eran restos de una masa terrestre continental. El teniente George Washington De Long esperaba encontrar esta localidad y en 1879 navegó a bordo del Jeanette a través del Estrecho de Bering hacia el Océano Ártico, planeando aprovechar las cálidas corrientes en dirección al norte, que consideraba abrirían un camino a través del hielo. Sin embargo, en junio de 1881 su barco se hundió en el sector congelado del sector noreste de las Nuevas Islas Siberianas, un accidente al cual De Long y muchos de sus hombres no sobrevivieron.

Tres años después del incidente, se encontraron restos y trozos de ropa dispersos por el iceberg cercano al lugar del hundimiento, e incrustados en el hielo que llegaron a tierra en el suroeste de Groenlandia. Esto dio al explorador noruego Fridtjof Nansen el motivo para la odisea épica del Fram por el Ártico, desde junio de 1893 hasta agosto de 1896. El plan era conducir su nave especialmente diseñada por la banquisa de hielo en la vecindad de las islas siberianas y continuar a la ventura con las corrientes oceánicas hacia el mar de Groenlandia. El buque se desplazó a través de la Cuenca Polar, pero con el paso de los días se hizo evidente que no derivarían sobre el polo, sino que lo pasarían de largo. Así, Nansen y Johansen dejaron el barco para hacer una carrera hacia el polo a través de los témpanos con trineos y perros. Dejaron el Fram en la latitud 84° N en marzo de 1895 y en poco menos de un mes llegaron a los 86° 13', desde donde el prospecto norteño era "un verdadero caos de bloques gélidos". Prosiguieron entonces sobre el hielo traicionero hacia la Tierra Francisco José, unos 640 kms. al sudoeste, concretando un promedio inferior a 8 kms. por día. Nansen finalmente se reunió con el Fram en Tromsö en agosto de 1896.

El famoso viajero británico Wally Herbert (1934-2007) escribe: "La expedición de Nansen, a pesar del escepticismo y el desaliento, se había desplazado con la cambiante extensión de hielo polar a través de un océano ignoto, un valeroso viaje inspirado y dirigido con magistral perspicacia; en fin, una epopeya que nunca será superada" (2).

Los expedicionarios no encontraron suelo firme ni mar abierto. Con frecuencia se hallaron grandes extensiones de agua, y las condiciones meteorológicas -junto con la vida silvestre y su dirección de viaje- a veces les llevaban a sospechar que podría haber tierra en la zona del polo norte. Sin embargo, su conclusión final fue que era altamente improbable la existencia de un terreno considerable más allá de los 86° N.

Rutas de exploraciones importantes en el Ártico (3).

Algunas experiencias de Nansen durante el viaje, tal como se describen en su libro Farthest North (1898), se han convertido en parte integral del folklore de la Tierra hueca. Gardner, Reed y muchos escritores subsecuentes afirman que Nansen recorrió una distancia considerable en la abertura polar norte sin darse cuenta, pero no pudo haber entrado en ella sin pasar un punto en la superficie terrestre que diera una falsa impresión de 90° de latitud -es decir, de "estar en el Polo Norte"-, y no hay evidencia de que el Fram llegara a tal punto. Gardner exagera el hecho de que Nansen se perdió completamente por muchos meses tras dejar el barco por su intento de cancelación en el polo, e insinúa que se debió a que la curvatura planetaria era diferente a lo esperado, pues el capitán noruego estaba en el borde de una oquedad polar. Sin embargo, la dificultad de Nansen para encontrar la Tierra de Joseph se atribuye a que él y Johansen descuidaron sus cronómetros, con el resultado de que todos sus cálculos de longitud se desfasaron en varios grados.

El clima ártico parece haber variado notablemente durante los últimos 2000 años, reflejando en parte las tendencias mundiales. Por ejemplo, el clima pudo haber sido mucho más suave desde los siglos V a XI, con menos permafrost y hielo marino (4). Los informes históricos señalan que el invierno de 1476-77 en Islandia fue extremadamente benigno, apoyando el controvertido aserto por Cristóbal Colón de que encontró allí el mar relativamente libre de hielo para ese momento. El clima después se enfrió, pero Islandia también tuvo invernadas plácidas en épocas más recientes. Los registros meteorológicos establecen que entre 1800-1883 hubo veinte inviernos durante los cuales no bajó hielo desde la capa polar al norte de ese país (5), pero nada de esto requiere una creencia en "aire caliente" y "corrientes oceánicas que salen de un agujero polar".


Referencias

1. W.R. Corliss (comp.), Neglected Geological Anomalies, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1990, p. 118-9; W.R. Corliss (comp.), Science Frontiers: Some anomalies and curiosities of nature, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 204.

2. Wally Herbert, Across the Top of the World: The British trans-arctic expedition, London: Longmans, 1969, p. 17.

3. "Arctic", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000.
4. Neglected Geological Anomalies, p. 114-5.
5. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 399 (hollowplanets.com).


02. Polémicas sobre la conquista del Polo Norte

El comandante Robert E. Peary (1856-1920) estaba obsesionado con la ambición de ser el primero en llegar al Polo Norte. Su intento final se llevó a cabo cuando tenía 53 años y tras 23 de exploración ártica (en una de sus odiseas le amputaron siete de sus dedos de pies por la congelación). Partió del cabo Columbia en la costa norte de la isla Ellesmere el 22 de febrero de 1909 y afirmó alcanzar el polo el 6 de abril. Sin embargo, y justo antes de su regreso a Estados Unidos en septiembre, el doctor Frederick A. Cook (1865-1940), un respetado explorador americano que acompañó a Peary en Groenlandia entre 1891-92 y permaneció de 1907 a 1909 en el Ártico, anunció haber concretado el mismo objetivo el año anterior con dos esquimales, desde el punto boreal de la isla Axel Heiberg. La Enciclopedia Británica comenta: "El asunto despertó una considerable controversia, que todavía sigue muy vigente. Hay motivos para dudar seriamente de si alguno de ambos llegó al polo, ya que ni Peary ni Cook aportaron pruebas concluyentes en apoyo de su reclamación".


Arriba: Robert E. Peary; debajo: Frederick A. Cook.

Los problemas con la afirmación de Peary son sus velocidades de trineo muy altas y navegación laxa. En el viaje de ida cubrió la última fase de 133 millas náuticas en cinco marchas de 26 cada una, y en tres marchas de 43,5 en su trayectoria de regreso. Los partidarios de Peary intentan probar que estas increíbles cantidades no son imposibles al señalar la exitosa expedición polar de 1986 dirigida por Will Steger, quien alcanzó una rapidez promedio de 21,7 nmi por día, e incluso logró 32 en medio día (2). Así y todo, Steger tenía pocas raciones cuando llegó al polo el 1 de mayo de 1986, habiendo descartado la mayoría de ellas para aligerar su carga, y al final lo transportaron en avión. De esta forma, no pudo haber vuelto a su punto de partida sobre el tramo restante, mientras Peary tenía que llevar todo lo necesario para su periplo de ida y vuelta; nadie ha llegado jamás al extremo norte del globo y volvió tan rápido como Peary supuestamente lo hizo (3). Este hecho socava el argumento por algunos "terrahuequistas" de que las altas velocidades de trineo por Peary se debieron a una "curvatura anómala de la Tierra" en el sector de la hipotética "abertura polar".

En 2005 el navegante británico Tom Avery y cuatro compañeros "recrearon" la parte exterior de dicho viaje, cubriendo 413 nmi al Polo Norte en 36 días y 22 horas, cuatro horas más rápido que Peary; en cambio, éste salió de Columbia el 1 de marzo, mientras que Avery partió el 20, cuando las condiciones eran mucho más favorables. Robert sólo pudo viajar en 30 días y Tom invirtió 36, tomando seis jornadas adicionales a pesar de su tiempo inicial mucho más ventajoso, y porque además utilizó equipos no disponibles para Peary y se reabasteció en el camino. Al recalar, el equipo de Avery fue evacuado por aire pues el hielo empezaba a desintegrarse, pero si hubieran salido con destino al septentrión en la misma fecha que Peary, habrían tenido tiempo suficiente para intentar el periplo de regreso cuando Robert afirmó haber más que duplicado la rapidez en su trayectoria de ida. La marcha más veloz de cinco días por Avery completó 90 nmi, significativamente menos que las 135 reclamadas por Peary (4).

Peary asguraba haber seguido una línea recta de 660 kms. desde Cabo Columbia a lo largo del meridiano 70° O hasta el polo. Su última observación registrada del Sol fue a una distancia de seis días de viaje ó 220 kilómetros de su meta. Desde aquí fue acompañado únicamente por Matthew Henson (su sirviente) y cuatro esquimales. También dijo recorrer el último tramo a una tasa más rápida que en cualquier otro momento anterior, y haberlo realizado sin ningún otro auxiliar que la "navegación por estima", lo que significa mantener la dirección hacia delante observando su pista trasera. El problema con esto es que el hielo ártico siempre está cambiando y moviéndose con el viento y las corrientes, y así el explorador británico Wally Herbert pregunta: "¿Qué le dio entonces la loca idea de que podría abrirse paso por el hielo a la deriva, y apuntar y llegar al polo sin ninguna observación de longitud o control sobre la variación en su brújula?" (5). Adicionalmente, la afirmación por Peary de viajar al polo y regresar en línea recta es contradicha por el relato de Henson sobre los desvíos tortuosos para evitar crestas de presión y pistas abiertas (agua libre de hielo).

Peary sostuvo que había observado el Sol desde el polo para establecer su ubicación, pero esto no quedó registrado en su diario sino en un trozo de papel inserto. Herbert cree que Peary probablemente alcanzó poco más de 89°; además, están inusualmente vacías las páginas del diario para el 6 de abril (cuando dijo haber conquistado el polo) y las dos jornadas siguientes. Wally piensa que el comandante luchaba con un serio dilema, pues debía escoger entre "admitir que había ido en la dirección equivocada y no llegó a su objetivo, o mirar atrás en el camino durante todos esos años de sufrimiento y convencerse de que se había ganado el derecho a reclamarlo".

Por su parte, Frederick A. Cook dijo conseguir la ocupación del Polo Norte el 21 de abril de 1908. Salió de la última aldea esquimal en Groenlandia en febrero de 1907, y durante su travesía fue acompañado sólo por dos esquimales llamados Etukishuk y Ahwelah. Según él, en la trayectoria de regreso se desvió de rumbo y no pudo llegar a sus escondrijos de comida en el continente; de este modo, se vio obligado a pasar un invierno en el Ártico canadiense, antes de emprender un tortuoso y difícil viaje en trineo hacia Groenlandia.

Esto fue contradicho inmediatamente por su rival, pero al principio esta versión logró amplia credibilidad. Sin embargo, el Club Ártico Peary lanzó una vigorosa campaña para desacreditar a Frederick y publicó un artículo basado en entrevistas con Etukishuk y Ahwelah conducidas por varios de los hombres de Peary, incluidos Henson y Donald MacMillan. Los esquimales fueron citados diciendo que nunca se habían aventurado tan lejos en el océano polar, y acamparon en el hielo durante varios días antes de regresar a tierra. También en 1906 se atacó la afirmación por Cook de haber sido el primer viajero en llegar a la cumbre del Monte McKinley, la montaña más alta de Norteamérica (6194 mts.). Ed Barrill, quien acompañó a Frederick cuesta arriba, confesó que nunca estuvieron en ninguna parte cerca de la cumbre, y que la supuesta fotografía de ésta publicada en el libro de Cook fue tomada mucho más abajo.

Sin embargo, la reputación de Cook se vio aún más dañada cuando un grupo de la Universidad de Copenhague, al cual aquél había sometido algunas de sus notas de campo originales, dictaminó que no eran suficientes para probar su conquista del Polo Norte, y como resultado, la prensa estadounidense denunció a Cook como "uno de los impostores más monumentales de la historia". Mientras tanto, un comité de la National Geographic Society, compuesto enteramente por admiradores de Peary, respaldó la afirmación por Robert de haber descubierto el polo boreal, pero no todo el mundo estaba satisfecho. En 1911 sus pruebas fueron examinadas por un subcomité del Congreso, y si bien acreditó sus reclamaciones por cuatro votos contra tres, "el testimonio (...) estaba lleno de prevaricaciones, contradicciones e increíbles lapsus de memoria en puntos cruciales. Fue un desastre para él, y eso promovió todas las dudas que atormentan su reclamo hasta hoy" (7). Uno de los miembros del grupo lo tildó de "mentiroso deliberado" e incluso "pequeño y despreciable idiota".

Tras un año de exilio autoimpuesto, Cook recorrió Europa y América en un esfuerzo por recuperar apoyo público. Ridiculizaba a Peary en cada oportunidad, llamándolo una "mancha leprosa en la tela del esfuerzo humano limpio". Aunque el interés público en la controversia finalmente se extinguió, el debate acalorado entre los críticos, partidarios y detractores de Cook y Peary ha continuado hasta nuestros días. Los defensores del primero, que incluyen a varios exploradores y geógrafos de clase mundial, lo describen como "el hombre más difamado de la historia del Ártico".

En relación a la contienda del Monte McKinley, quienes defienden a Cook señalan que el Peary Arctic Club pagó a Barrill $ 5000 por su "confesión", y las reseñas por Cook de las características en los sectores más empinados de la montaña indican que debió haber estado allí. Conceden, sin embargo, que la mayoría de imágenes en el libro de Cook To The Top of the Continent (1908), si no todas ellas, no se tomaron realmente en la cima como declaran los subtítulos, pero dicen que el autor las utilizó como reemplazos al no obtener fotos claras en altitudes más elevadas. En todo caso, parece bastante inverosímil que él fotografiase por casualidad rasgos adecuados para "fines ilustrativos", incluso antes de comenzar el verdadero ascenso. Además existen importantes discrepancias entre el diario original de Cook sobre la escalada (que nunca presentó para examen) y sus relatos públicos, como si su historia siguiera evolucionando (8).

Respecto al testimonio esquimal contra Cook, los promotores de éste señalan que unos 35 habitantes de esa etnia fueron entrevistados por el explorador danés Knud Rasmussen en el verano de 1909, antes que Peary volviera de su intento en el polo, y confirmaron que Etukishuk y Ahwelah les habían dicho que viajaron durante semanas sobre el hielo con Cook, alcanzando la "Gran Uña" (como llaman al Polo Norte en su cultura). Sin embargo, un año después Rasmussen se retractó de su informe pues dichos hombres contaron a un misionero danés que en realidad no iban hasta el polo. Los partidarios de Peary emitieron declaraciones contradictorias con respecto a las menciones por Etukishuk y Ahwelah. Es muy posible que hubieran entendido mal o tergiversado a ambos esquimales, o que éstos modifcaran su historia para tranquilizar a Peary; así las cosas, Cook pudo haber ido más allá de lo reclamado por los seguidores de Peary. Pero es interesante destacar que las historias transmitidas entre los esquimales hasta hoy no apoyan la afirmación por Cook de conseguir su propósito expedicionario (9).

Según los defensores de Cook, su reseña de las condiciones geográficas y peculiaridades naturales en el polo y la Cuenca Ártica Central -por donde viajó en trineo- está confirmada por la exploración subsecuente en todos los detalles, demostrando que él se acercó al polo (10). Los escépticos, por su lado, argumentan que el relato por Frederick de las condiciones en banquisas de hielo y la deriva de éste próxima a dicho sector pudo ser una conjetura basada en lo que encontraron él y otros exploradores a menor distancia del norte.

En cuanto a la sentencia de la Universidad de Copenhague, los acólitos de Cook reconocen que los expedientes presentados eran incompletos, pero se debió a que mientras estaba en Groenlandia dio el resto a Harry Whitney, quien se suponía debía traerlos con él a EE.UU. en el buque de Peary; éste último, sin embargo, le había ordenado dejar atrás cualquier objeto que perteneciera a su rival. Curiosamente, Cook nunca trató de recuperar sus registros, afirmando en privado que tenía copias de ellos y no contenían nada que pudiera probar sus afirmaciones, aunque ésta no fue la impresión que dio a la Universidad de Copenhague, y admitió estar muy contento con su veredicto abierto. Hay evidencias sólidas de que las habilidades de navegación de Cook eran muy inadecuadas; tampoco sometió ninguna de sus observaciones para la latitud y longitud a los daneses, si bien incluyó algunas en su libro algunos años más adelante, pero contenían errores que fueron corregidos en ediciones posteriores (11).

Todos los diarios originales de Cook han salido a la luz, excepto uno. Robert Bryce sostiene que un estudio cuidadoso de ellos revela por qué su autor no deseaba que nadie los viera: contienen varios cambios en fechas, distancias y latitudes, son inconsistentes y difieren en puntos importantes de los relatos publicados sobre su viaje, mostrando cómo mejoró gradualmente su historia. Las velocidades señaladas por Cook también son difíciles de acreditar; afirmó haber viajado los 836 kms. del cabo Thomas Hubbard hacia el polo a un ritmo de 25 por día, y cuando las desviaciones lo permitían, su velocidad debió promediar 37 kms. por día durante 34 jornadas consecutivas. Si ignoramos los alegatos de Peary, ningún viaje de trineo con perros al polo -incluso aquéllos reabastecidos en el camino- logró acercarse a una rapidez similar hasta la expedición de Avery en 2005. Bryce concluye de los registros de Cook que hizo un ensayo honesto en el polo, pero se volvió tras avanzar unos 100 kilómetros sobre el peligroso hielo flotante (12). Con su manera gentil, seguridad en sí mismo y sonrisa infalible, Cook procedió a "embaucar a millones magníficamente". En 1911 uno de sus antiguos partidarios escribió: "Echemos un manto de caridad a su alrededor, y creamos, si podemos, que hay un hilo de locura que atraviesa la trama de su mente brillante" (13).

La controversia rodea no sólo la cuestión de quién fue la primera persona en llegar al Polo Norte a pie, sino también quién fue el primero en volar hasta allí. Los estadounidenses Richard E. Byrd y Floyd Bennett sostuvieron haber concretado el primer periplo en avión sobre dicha zona el 9 de mayo de 1926, partiendo desde su base en el oeste de Spitzbergen hasta el polo y de vuelta. Como Peary, fueron aclamados a guisa de héroes nacionales, pero persistieron algunas dudas sobre si realmente lograron el objetivo. En 1996 se descubrió el diario que Byrd llevó en su famoso vuelo, y a partir de sus entradas algunos investigadores piensan que la aeronave aún estaba a unos 240 kilómetros de la meta, cuando Byrd decidió regresar debido a su preocupación por una fuga de aceite (14). Tres días posteriores al vuelo de Byrd, Roald Amundsen (Noruega), Lincoln Ellsworth (Estados Unidos) y Umberto Nobile (Italia) volaron sobre el polo boreal en un dirigible, durante su odisea de Spitzbergen hacia Alaska.

Desde entonces, el Polo Norte se ha alcanzado muchas veces. El primer aterrizaje de avión se concretó en 1937 cuando un equipo soviético desembarcó para establecer una estación científica a la deriva. En agosto de 1958 el submarino nuclear Nautilus llevó a cabo un histórico viaje desde Point Barrow (Alaska) hasta el mar de Groenlandia, pasando bajo la capa de hielo. El primer buque de superficie en llegar al polo fue el rompehielos nuclear soviético Arktika, que se aproximó desde la dirección de las islas Nueva Siberia. La primera travesía de superficie confirmada en alcanzar esta región fue la norteamericana liderada por Ralph Plaisted, desde el norte de la isla Ellesmere por moto de nieve en 1968. Al año siguiente la Expedición Transártica de Reino Unido, conducida por Wally Herbert, era la primera en alcanzar el extremo septentrional con trineos tirados por perros durante el trayecto entre Point Barrow y Spitzbergen. En agosto de 2007 el equipo científico ruso Arktika 2007 empleó dos sumergibles para el primer descenso tripulado al suelo oceánico polar, a una profundidad de 4,3 kms.

Por todo lo anterior, no cabe duda de que el Polo Norte geográfico de la Tierra existe en la superficie exterior planetaria, y no constituye un "punto imaginario" en medio de un enorme "agujero polar".


Referencias

1. "Arctic", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000.
2. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 362-5.

3. Robert M. Bryce, Cook & Peary: The polar controversy, resolved, Mechanicsburg, PA: Stackpole Books, 1997, p. 1101-3.

4. Robert M. Bryce, "Review of Tom Avery’s To the End of the Earth" (2009), Polar Record, v. 46, n° 4, octubre 2010, p. 378-80, journals.cambridge.org; "North Pole", tomavery.net; en.wikipedia.org/wiki/Tom_Avery.

5. Wally Herbert, The Noose of Laurels: The discovery of the north pole, London: Hodder & Stoughton, 1989, p. 260.

6. Ibídem, p. 308.
7. Cook & Peary, p. 879.
8. Ibídem, p. 795-844; Robert M. Bryce, "Cook and Peary, up to date", septiembre 2015, humbug.polarhist.com; Robert M. Bryce, "The fake peak revisited", DIO, v. 7, n° 2, diciembre 1997, p. 40-76, dioi.org.

9. The Noose of Laurels, p. 298, 331-8.
10. Sheldon S.R. Cook, "Reflections on the polar 'noose of laurels' 1909-1999", Polar Priorities, vol. 19, septiembre 1999, p. 13-37.

11. Cook & Peary, p. 861-9, 910-1.
12. Ibídem, p. 881-2, 890-900, 969-75; "Cook and Peary, up to date", humbug.polarhist.com.

13. Ibídem, p. 844.
14. "Richard E. Byrd", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000; Cook & Peary, p. 1115-6.

13 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (6 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


​Contenidos (final Parte B):

05. Viabilidad de hipótesis (parte 2)
-Gravedad e isostasia
-Actividad geológica
-Formación de planetas
-Sol central
-Alquimia


05. Viabilidad de hipótesis (parte 2)

Gravedad e isostasia

Si el postulado newtoniano de la gravedad fuera correcto, no podrían haber grutas gigantescas en la cobertura extrínseca planetaria, y tampoco túneles que conecten los mundos exterior e interior. Incluso a pocos kilómetros bajo la superficie las enormes presiones causarían que esas cuevas se derrumbaran. Por otra parte, sería imposible una superficie interior habitable, y con fuerzas gravitacionales que oprimen a sus inquilinos "hacia abajo", pues la atracción material bajo sus pies se contrarrestaría por aquélla que forma la cubierta terrestre encima de sus cabezas -es decir, en el lado opuesto de la "cavidad"- y también mediante atracción del sol interno.

Sin embargo -y como varios experimentos sugieren-, si es erróneo el concepto newtoniano de que la gravitación tiene penetrabilidad ilimitada, y los iones/partículas negativas pueden ocultar o compensar la atracción gravitatoria (1), entonces las presiones y temperaturas no aumentarían de manera constante con la profundidad, la capa externa terrestre podría constituir un laberinto de cavidades y túneles, y asimismo la fuerza de gravedad sobre la superficie cóncava interior sería compatible con la vida.

La isostasia es el equilibrio teórico de todas las porciones grandes de la corteza planetaria como si estuvieran flotando en una capa más densa subyacente, a unos 110 kms. bajo la superficie. En principio, si se añade peso (por ejemplo, hielo) a un sector de litosfera, se sumergirá lentamente a una nueva posición de equilibrio; y si un área de aquélla experimenta decrementos de masa (p. ej., erosión) se eleva despacio a otro punto de balance. Se podría argumentar que la isostasia no funcionaría sin un manto supercaliente o viscoso bajo el límite Moho, pero en realidad y aunque exista o no el "manto" tradicional, se ha demostrado que el simplismo de la isostasia tiene graves deficiencias.

Gran parte de las evidencias que apoyan la isostasia proviene de observaciones sobre la aparente recuperación cortical tras desaparecer las últimas capas de hielo plesitocénicas desde el noroeste de Europa y Canadá. Sin embargo, mientras el norte de Suecia se halla en proceso de levantamiento, como requieren las ideas isostáticas, las regiones australes del mismo país se están hundiendo, y ya que los científicos basan sus estimaciones de viscosidad mantélica principalmente en datos selectivos sobre "rebote postglacial", es poco probable que sus estimaciones sean correctas.

Se cree que la Antártica ha albergado capotas de hielo durante largo tiempo en los últimos 15 millones de años. Si el manto estaba sometido a deformación bajo dicha carga, incluso a una tasa nominal de 1 mm/año, la corteza debería zambullirse por 15 kms., lo cual obviamente no ha sucedido. De hecho, las montañas transantárticas -con algunos millones de años en edad- se elevan a más de un kilómetro sobre el nivel del mar, lo que demuestra que la litosfera/manto es capaz de levantar masas de hielo continentales, en lugar de verse oprimidos por éstas. Probablemente el peso cortical más concentrado de la litosfera se produce por debajo de grandes montes submarinos, ya que la corteza oceánica es bastante delgada; no obstante y sobre la base del modelo actual de la Tierra, Peter James estableció que la capacidad de carga en la zona Moho es un orden de magnitud mayor que el peso impuesto de una montaña submarina, de modo que la isostasia no puede explicar su hundimiento (2).

La teoría de isostasia se prueba al hacer mediciones de gravedad sobre la superficie terrestre. En el supuesto de que la primera es proporcional a la masa inerte, las anomalías gravitacionales positivas o negativas se interpretan en el sentido de un exceso o deficiencia másica, y por ende desviaciones de equilibrio isostático. Estas mediciones revelaron muchas y decisivas irregularidades "isostáticas": por ejemplo, un enorme sector de "masa negativa" cubre parte de India y una gran extensión del mar de Arabia adyacente, pero no hay evidencia de que la litosfera no esté desarrollando un pliegue anticlinal. Por otra parte, y en las regiones de movimientos de corteza vertical por actividad tectónica, a menudo se intensifican las disrupciones de gravedad en vez de actuar para restablecer un equilibrio isostático. Por ejemplo, el Gran Cáucaso muestra una anomalía de Bouguer positiva (generalmente interpretado a modo de "sobrecarga"), pero va en aumento en lugar de remitir. La mayor extrañeza de todas es la deformación triaxial de la Tierra, pues además de los ejes rotativo y ecuatorial (43 kms. de largo), nuestro planeta posee un tercero, que se ubica aproximadamente al través de la línea ecuatorial; como resultado, el Ecuador es un poco aplanado y tiene forma oval en lugar de verdaderamente circular. La forma de la Tierra está distorsionada por protuberancias de varias formas y tamaños, equivalentes a casi un kilómetro de roca o más de dos en hielo, y las anomalías tienen ciclos del orden de miles de kilómetros (3).

El hecho de que no exista base empírica para el supuesto común de que "la gravedad es proporcional a la masa" arroja dudas sobre la interpretación estándar sobre mensuras análogas; en vez de representar una función directa de la cantidad de materia, la injerencia gravitatoria puede depender de propiedades materiales eléctricas y otras. Y ciertamente la suposición errónea de isostasia no puede utilizarse para validar el concepto ortodoxo del "manto".


Actividad geológica

A lo largo de la historia geológica, la corteza terrestre ha sido objeto de elevaciones y subsidencias oscilantes. La mayor parte de los sedimentos que forman los continentes fueron depositados bajo el mar, y ocasionalmente el espesor sedimentario supera los 20 kms. en total, demostrando que han tenido lugar movimientos verticales de casi igual magnitud. También hay evidencias de montaje para masas continentales sumergidas en los océanos actuales. La creencia general es que el flujo de calor "mantélico" y los desplazamientos verticales/horizontales del material homólogo pueden causar variaciones significativas en espesor, composición y densidad corticales, resultando en ascensos y hundimientos considerables.

Las circulaciones verticales de corteza, terremotos y volcanes no necesitan una tierra sólida con un "manto" de elevada compactación y siempre supercaliente, pero indudablemente deben existir zonas dentro de la cobertura planetaria donde haya temperaturas muy elevadas. La hipótesis sobre tectónica de tensiones postula que todas las características principales de la superficie, incluyendo rifts, franjas de plegamiento, cinturones metamórficos y zonas rumbo-deslizantes, se hallan sustentadas por cámaras y conductos de magma poco profundos (menos de 80 kms.), conocidos como "canales de sobretensión" (1). Se piensa que estos complejos atañen a lentes lineales del manto superior anómalo (baja velocidad) que comúnmente están revestidos por sectores de baja velocidad más pequeños y someros. Los datos sismotomográficos sugieren que estos canales pueden formar una red mundial interconectada, que se ha denominado "sistema cardiovascular de la Tierra". Se piensa que el magma fluye horizontal y verticalmente a través de cauces activos a razón de unos pocos centímetros al año, y debido al giro planetario la dirección preferida de dicho aflujo es hacia el este. La fluencia horizontal se demuestra por dos importantes rasgos de la superficie: a) fallas, fracturas y fisuras lineales y paralelas al cinturón, y b) el rompimiento de franjas tectónicas en secciones bastante uniformes. De igual modo, se dice que el magma es originado en la astenosfera, que por lo general constaría de roca parcialmente fundida. En lugar de ser una capa global, la astenosfera consiste en zonas desconectadas extendidas desde aproximadamente 60 a 150 kms. en profundidad.

Comúnmente, las interpretaciones de datos sísmicos asumen que las velocidades bajas significan temperaturas mayores, y viceversa. Por ejemplo, se supone que las "raíces" de gran velocidad en núcleos continentales se componen de rocas más frías, mientras que los sectores de baja rapidez (como la astenosfera) tendrían material lítico más caliente, o quizá parcialmente fundido. Sin embargo, las diferencias en velocidad sísmica también pueden reflejar diferencias en presiones, composición química o fases mineralógicas, y por lo tanto es un error suponer que todas las zonas de baja velocidad deben ser áreas de fusión incipiente. Sánchez Cela argumenta que las secciones astenosféricas se explican mejor como partes donde se realizan cambios de fase (2).

En la actualidad es tecnológicamente inviable la perforación a decenas de kilómetros en la corteza para comprobar interpretaciones sísmicas. No obstante, también podrían surgir mayores datos sobre la corteza inferior y el "manto" superior por el descubrimiento de túneles y cavernas que se extienden a fondos "imposibles". La cueva Veronja (o Krubera) en Abjasia (Georgia) es hoy la más profunda conocida en el mundo, con un máximo explorado de 2197 mts., y los yacimientos auríferos en Sudáfrica son los más hondos del planeta llegando a un calado de hasta 3,9 kms.

Los basaltos han erupcionado en la Tierra a lo largo de la historia geológica; cubren un 63% de las cuencas marinas y por lo menos el 5% de los continentes. Los enormes campos de inundaciones basálticas, como los Traps del Decán (India) y siberianos, tienen un volumen de entre 100.000 a 10.000.000 km3. En la tectónica de placas, generalmente los traps basálticos, las grandes comarcas ígneas y todo magmatismo intraplaca se atribuyen a "plumas mantélicas" o afloramientos de material caliente, producidos según dicen en el límite núcleo-manto. Se sostiene que el movimiento de placas a través de dichas plumas ocasiona "rastros de puntos calientes", es decir, cadenas de islas volcánicas y montes submarinos; por lo tanto, estas trazas deben exhibir progresión de edad de un extremo a otro, pero una gran mayoría muestra poca o ninguna. En una crítica detallada, H.C. Sheth argumentó que no existe evidencia geológica de cualquier tipo que necesite plumas mantélicas, y que el concepto es infundado, artificial e inválido, llevando a los geocientíficos a un callejón sin salida, y mostrando además que los procesos superficiales podían producir vulcanismo basáltico (4).

Mientras los efluvios ascendentes-cilíndricos de sustancia mantélica (no necesariamente desde grandes profundidades) podrían explicar los volcanes aislados, no lo hacen respecto a provincias de inundación basáltica ovales y lineales que se encuentran en muchas partes del mundo. Algunos geólogos señalan que el vulcanismo en dorsales mesoceánicas, islas lineales/cadenas de montes submarinos, mesetas marinas, arcos insulares e interiores continentales se atribuyen más fácilmente a ruptura de canales de sobretensión individuales o colisionantes (5). V. Sánchez Cela ha propuesto que el manto superior es mucho más siálico que lo afirmado por el prototipo moderno, y estima que las rocas ultramáficas que provendrían del manto superior, junto con sus productos de fusión parciales (basaltos), se pueden formar en la corteza superior bajo condiciones dinámicas y químicas adecuadas (6).

Se dice que el 80% de todos los terremotos es originado en los 100 kms. superiores, mientras que el resto lo hace a honduras de hasta 700*. La mayoría de sismos de foco profundo se produce en "zonas Benioff", que probablemente son fracturas de contracción recónditas que se formaron a principios de la historia planetaria. Además y como mencionamos en la Parte A, esos terremotos sugieren la existencia de rocas sólidas y frágiles a tales interiores, contrariando el modelo terrestre convencional.

*Debe tenerse en cuenta que todos los cálculos de profundidad sobre la base interpretativa de datos sísmicos propenden a errores, si son incorrectos los supuestos relacionados al interior de la Tierra. Sin embargo, dichas estimaciones pueden utilizarse como indicación relativa de profundidad.

Se han constatado perturbaciones eléctricas antes y durante movimientos telúricos, erupciones volcánicas y huracanes, y se ha sugerido que los cambios en corrientes geoeléctricas pueden preceder a un importante alivio de la tensión mecánica que aparece más tarde en la forma de un terremoto (7). Junto con la observación de flujos terrestres anómalos en las proximidades de epicentros sísmicos, se han notificado cambios en el campo magnético -tanto locales como globales- en el principio, desarrollo y final de terremotos y estallidos volcánicos (8).

En el siglo XIX se creía que terremotos, episodios volcánicos y otros fenómenos eran provocados por grandes corrientes de electricidad en la Tierra y su atmósfera. Hoy las ocurrencias eléctricas y magnéticas han sido degradadas a meros subproductos de tensiones en la corteza y el movimiento de fluidos internos. Sin embargo, las fuerzas electromagnéticas pueden desempeñar un propósito mucho más relevante en la actividad geológica de lo que se supone actualmente. Joseph Cater sugiere que las líneas de falla que atraviesan por doquier la corteza rocosa planetaria actuarían como condensadores que permiten una significativa acumulación de cargas eléctricas, resultando así en gigantescas fuerzas electrostáticas repelentes y descargas explosivas cuando la concentración alcanza un estado crítico. El consiguiente estrés, las tensiones y la acumulación calórica generarían paquetes de roca fundida, y desencadenando movimientos de corteza verticales y horizontales (9).

Si son desproporcionadas las presunciones científicas de temperatura muy por debajo de la superficie terrestre, su cobertura puede albergar agua mucho más líquida de lo conjeturado actualmente. Si ésta última (somera o subterránea) entra en contacto con rocas supercalientes localmente, esto tendría efectos explosivos. El libro Etidorhpa afirma que grandes cantidades hídricas se encuentran periódicamente con enormes depósitos de sodio y otras bases metálicas, y la reacción química violenta que sobreviene lleva roca fundida y vapor de agua a la superficie, resultando en terremotos o actividades volcánicas. Como se indica en la Parte A, el movimiento de gases subterráneos también podría tener una función importante en dicho proceso.

En resumen, ninguna actividad geológica observada en la superficie planetaria convalida el modelo geológico estándar, ni descarta la opción de una Tierra hueca.


Formación de planetas

Varios investigadores han planteado que una esfera giratoria podría llegar a ser hueca en forma natural. Si la Tierra primigenia lo fue en un estado más fundido o plástico y rotaba más velozmente que en la actualidad, las fuerzas centrífugas habrían contrarrestado en parte la gravedad y haciendo que la materia de mayor densidad se concentrara en zonas exteriores, con lo que se produciría el "vaciamiento" interior del planeta.

Los principales científicos creen que estrellas y planetas se formaron a partir de enormes nubes de polvo y gas, condensadas en cuerpos giratorios bajo una fuerza gravitacional. John Flora aduce que esos astros debieron rotar cada vez más rápido a medida que se contraían, de acuerdo con la ley de conservación del momentum angular, pero en realidad las estrellas más grandes revolucionan con más velocidad que las pequeñas, y al igual que los planetas de nuestro Sistema Solar. Por ejemplo, la Tierra tarda 24 horas en dar una vuelta sobre sí misma, mientras que Júpiter -con un diámetro casi 11 veces el de aquélla- lo hace en menos de 10, y ello no es lo que cabría esperar de planetas sólidos y condensados. Flora argumenta que un alto índice de rotación causaría que un cuerpo esférico se expanda hasta llegar a un punto de máxima estabilidad inercial, convirtiéndose así en hueco (1).

El matemático Gordeev sostiene que si un globo homogéneo comienza a girar, la fuerza centrífuga hará que los elementos ligeros se muevan hacia el exterior, dejando tras de sí un núcleo en el centro donde dicho influjo es cero. Suponiendo que existiera una corteza inicial, cuando los materiales livianos lleguen a ella será cada vez más "sólida", mientras que el resto de dicho cuerpo se convierte en "hueco". En cambio, Gordeev no acepta el argumento por Flora de que se produzca algún tipo de "agujeros polares" durante la creación de una esfera hueca (2).

Según la Teosofía, y en lugar de haber condensación de materia fundida, nuestro globo se cristalizó a partir de un nivel más etérico y descrito como "abrasador, fresco y radiante". Las Estrofas de Dzyan (6:4) señalan en lenguaje figurado cómo Fohat - fuerza vital y eléctrica guiada por la Mente Universal- construye planetas ("ruedas") mediante dinámica vorticular ("torbellinos") en la materia primordial o "niebla de fuego": "Recoge el polvo ígneo; moldea bolas de fuego, pasa por entre ellos y a su alrededor, insuflando vida para luego ponerlos en movimiento" (3). Las "semillas de ruedas" se explican como "centros de fuerza, alrededor de los cuales se expande la materia cósmica primigenia, y pasando por todas las seis etapas de consolidación, devienen esferoidales y terminan por transformarse en globos o esferas"; de este modo, la Tierra "pasó de ser un cuerpo plástico o blando a un globo de roca compacta". Se dice también que la "corteza rocosa" o "cáscara del cuerpo" alcanzó su estado más duro en el punto medio de evolución planetaria, hace varios millones de años, y desde entonces comenzó lentamente a retornar a una condición más etérea (4). El centro de cualquier globo consistiría así en un "reino interior", formado por el más bajo de los tres reinos elementales (fuerzas naturales etéricas y subminerales), y el núcleo terrestre sería "electricidad concreta" análogo al centro de un átomo (5).

Mientras la ciencia ve al Sol como una "bola de plasma" o condición material del cuarto grado, la Teosofía enseña que su interior consiste principalmente de materia en sus estados quinto, sexto y séptimo, desconocidos para nosotros. También afirma que sus manchas solares no demuestran solidez en la "masa central" -no más que las nubes tormentosas "prueban" la compacidad atmosférica tras ellas-, y que las "túnicas" visibles de electricidad vital condensada forman simplemente una cobertura externa (7). De acuerdo con el modelo científico, un fotón tarda aproximadamente un millón de años en viajar desde el centro del Sol a su superficie, y la literatura teosófica señala que las energías del Astro Rey toman sólo un año para atravesarlo; también algunos intérpretes hablan sobre cuerpos que circulan en torno a su núcleo.

Aunque los científicos no están seguros sobre las masas reales y densidades medias planetarias, sí tienen una buena idea de los guarismos relativos para dichas magnitudes. Eso significa que si la Tierra es hueca, probablemente lo sean sus restantes compañeros y también el Sol, porque de lo contrario fallarían las predicciones astronómicas de movimientos celestes y los programas espaciales serían imposibles. Incluso los valores convencionales/promedio de masa y solidez respecto a esos globos no descartan su oquedad, pues podría existir un tipo superdenso de energía-sustancia reunida en sus núcleos.


Sol central

En lo referente a un hipotético "sol central", tal vez podamos establecer una analogía con aquél de nuestro sistema planetario. La teoría de que el Sol se alimenta exclusivamente por reacciones termonucleares se enfrenta a serios problemas; el principal es que sólo produce alrededor de un tercio de tantos neutrinos como exigiría el modelo. Asimismo, el hecho de que esa estrella se somete a fluctuaciones periódicas en gasto energético y tamaño también es difícil de conciliar con el postulado termonuclear (1).

Para dar cuenta de dicha escasez, se ha propuesto que los electron-neutrinos solares cambian en muón- y tauón-neutrinos en su viaje hacia la Tierra, siendo estos dos "sabores" [cuánticos] los más difíciles de detectar. En junio de 2001 el Observatorio de Neutrinos de Sudbury (SNO), situado en Canadá, anunció que había "confirmado" esta hipótesis; sin embargo, la única forma de hacerlo realmente sería elaborando mediciones neutrínicas en el Sol y varios puntos entre éste y la Tierra. Dado que los experimentos en cuestión sólo implicaron mensuras a nivel terrestre, la alegre aceptación de los pronunciamientos del SNO por otros científicos principales se limita a constatar la forma acrítica y poco profesional que muestran cuando las teorías ortodoxas están en riesgo (2).

Harold Aspden es uno de los especialistas que rechazan la hipótesis de que el Sol obtiene energía por fusión de protones colisionantes en su interior, supuestamente supercaliente. Afirma que la gravedad cercana a la superficie solar "aprieta" de tal modo los átomos de hidrógeno que terminan por ionizarse, y puesto que el vínculo gravitatorio entre dos protones libres es 1836 veces mayor que el existente para dos electrones libres, la repulsión neta de los protones al interior del Sol equilibra las fuerzas gravitacionales y evita una compactación adicional. Como resultado, el Astro Rey tiene una densidad de masa uniforme y temperatura insuficiente para desencadenar la fusión, "y si así fuera, habría estallado en pedazos hace mucho tiempo", señala Aspden. Continúa diciendo:

"La energía que irradia el Sol se sostiene porque los electrones libres se recombinan con protones, y cuando lo hacen, esto trae energía del submundo cuántico (éter) para obtener otra vez los electrones en sus órbitas de estado análogo. La energía solar no es de fusión, sino una de tipo sencillo trazada desde el éter por gravedad y 'apretando' átomos de hidrógeno de tal forma que causan ionización" (3).

Paul LaViolette considera que los núcleos de planetas y estrellas producen lo que él llama "energía génica", porque constituyen zonas supercríticas del espacio donde los fotones obtienen potencia del éter subyacente. Sostiene que el 15% del vigor solar podría ser suministrado por el de clase génica, mientras que el resto proviene de fusión nuclear. Muestra también que el Sol y las estrellas de baja densidad (rojas y enanas marrones) tienen la misma relación masa-luminosidad como los cuatro gigantes gaseosos (Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano), sugiriendo que son impulsados principalmente por el mismo mecanismo de formación energética. Paul añade que la potencia génica puede explicar un 73% de la productividad calórica terrestre e incluido todo el flujo térmico nuclear, y esto haría innecesarias las especulaciones modernas de que aquél se crea por liberación paulatina de calor atrapado desde tiempos prístinos, solidez gradual de un núcleo fundido o desintegración radiactiva (4). Los experimentos en las décadas '20 y '30 mostraron que silicatos, lavas y arcillas eran capaces de evolucionar calor en forma espontánea, a pesar de que no eran radiactivos (5), proporcionando así otra fuente potencial para el originado en la corteza terrestre.

Jones et al. proponen que la fusión nuclear fría puede suplir buena parte del calor emanado por la Tierra (6), argumentando que la mezcla de deuterio e hidrógeno al interior profundo explicaría los altos niveles de helio-3 hallados en rocas, líquidos y gases de volcanes y en las regiones tectónicas activas de la corteza terrestre. Señalan que Júpiter irradia dos veces tanto calor como el que recibe del Sol, y sugieren que el exceso térmico podría provenir de fusión fría en el núcleo jupiteriano, que se cree consiste en hidrógeno metálico junto con silicatos de hierro. LaViolette asevera que mientras la fusión fría es factible para los cuerpos con tamaño planetario, las estrellas agotan su suministro de deuterio en unos pocos millones de años debido a su luminosidad mucho más alta; de este modo, la fusión fría no explica por qué los planetas comparten una relación masa-luminosidad común con estrellas menores de la secuencia principal.

La posible existencia de fuentes de radiación no identificadas en el corazón de la Tierra se muestra por el fenómeno de "cascadas", o grandes lluvias anómalas de partículas nucleares detectadas en minas profundas y que viene de los lados e incluso desde abajo. Los neutrinos son las únicas partículas conocidas capaces de penetrar en todo el globo para crear cascadas ascendentes, pero los neutrinos solares comunes no parecen tener mucha energía para producirlas (7).


Alquimia

Sobre la pregunta de qué hace funcionar a las estrellas, ciertos teósofos apuntan a que los interiores de distintos soles no existen en condiciones de temperatura incomprensiblemente intensa, si bien es probable que sus capas sutiles y más extrínsecas posean cierto calor propio como resultado de procesos químicos. El corazón de cualquier sol es un laboratorio alquímico maravilloso donde se producen cambios electrónicos, atómicos y moleculares que serían totalmente imposibles de reproducir en cualquiera de nuestros establecimientos artificiales.

Aunque en el Sol pueda ocurrir algún nivel de disociación atómica, esto no dilucida la fuente de las energías que emite sin cesar. Según esos intérpretes de la Doctrina Atemporal, cada estrella sería el vehículo exterior de una presencia espiritual-intelectual, y en su núcleo reside una mónada divina de origen y carácter estelares. Este "Logos solar" o "dios" no debe ser considerado como algo exclusivo del núcleo de nuestro Sol, sino que más bien se ubica en los reinos astral, mental y espiritual de esa estrella. Aquí se expresa un principio medular de la Antigua Sabiduría: cada organismo físico es la manifestación externa de una serie de "campos de energía" internos -o "almas"- con sutileza y poder crecientes.

También se dice que en la Tierra existe una serie permanente de procesos químicos y alquímicos, diferentes sólo en grado de los acontecidos en estrellas y nebulosas. El interior planetario es otro laboratorio de la naturaleza y allí ocurren constantemente fenómenos inexplorados; de hecho, lo mismo puede decirse de los rangos o estratos más elevados de la atmósfera terrestre y su interacción incesante de fuerzas y sustancias con los campos del espacio externo. Aún está por ver si esto se realiza a través de radiación o medios naturales no descubiertos.

A menudo la ciencia moderna tiende a adoptar enfoques poco gentiles en su estudio de la naturaleza. Por ejemplo, los físicos suelen creer que serán capaces de arrancarle sus secretos más profundos por la rotura de partículas subatómicas a energías ultra altas en aceleradores, y luego por estudio de los restos. También se piensa comúnmente que la fusión nuclear, en que los elementos ligeros se combinan en otros más pesados, sólo puede ocurrir a temperaturas de millones de grados, como las que se dice existen en estrellas. Sin embargo, numerosos experimentos han demostrado que el exceso anómalo de calor puede producirse por una variedad de reacciones nucleares poco conocidas, quizá con involucramiento de fusión, a bajas temperaturas y en dispositivos relativamente simples, en lugar de reactores que cuestan millones de dólares. En general la "fusión fría" ha sido ridiculizada por la comunidad científica (4), aunque como describimos anteriormente, algunos investigadores especulan que puede suceder dentro de la Tierra y otros planetas.

El biólogo Louis Kervran y otros especialistas demostraron que en plantas, animales, humanos e incluso minerales, los elementos comunes pueden ser transmutados en otros más pesados o ligeros sin necesidad de temperaturas y presiones muy altas (5). Estos cambios a menudo son reversibles, y la mayoría implican hidrógeno, que tiene un protón (1H), u oxígeno, que posee ocho (8O). Los ejemplos son:


Los científicos de cabecera descartan la posibilidad de tales transformaciones alquímicas, pues creen que los protones y neutrones sólo se pueden añadir o quitar de núcleos atómicos por métodos violentos y en condiciones extremas, pero la naturaleza aparentemente puede lograr estas hazañas por medios bastante menos grotescos.

Un revisor de los libros de Kervran escribió: "Sin duda, cientos de experimentos en laboratorios acreditados evidencian transmutaciones de núcleos atómicos en la materia viva. Puede ser imposible, pero parecen suceder cambios de sodio a potasio, calcio-potasio y viceversa; en ciertos ejemplos el silicio más carbono genera calcio, y el nitrógeno deviene monóxido de carbono. Esto contradice todas las leyes naturales conocidas, pero existen los experimentos y no conozco ninguna refutación seria contra ellos" (6).

En 1959 el químico francés Pierre Baranger declaró que, tras muchos años de indagatoria, "debemos someternos a la evidencia: las plantas saben el viejo secreto de los alquimistas. Todos los días y ante nuestros ojos están transmutando elementos" (7).

Kervran añadió que el surgimiento de transmutaciones de baja energía, a veces con ayuda de bacterias, permite explicar el origen de los metales y la composición de estratos geológicos sucesivos.

Durante una serie de ensayos con plántulas colocadas en recipientes herméticos de vidrio, Rudolf Hauschka descubrió que su contenido de minerales aumenta y disminuye, y llegó a la conclusión de que las plantas no sólo podían mutar sustancias físicas, sino además generar materia del éter y descomponerla otra vez. Asimismo observó una aparición y desaparición de materia en secuencia rítmica, a menudo combinada con fases lunares (8).

Parecería, entonces, que ningún modelo de la Tierra y su evolución puede estar correcto ni finalizado si se ignora la evidencia sobre estados más sutiles de materia y las transmutaciones alquímicas.


Referencias

Gravedad e isostasia
2. Peter James, The Tectonics of Geoid Changes, Calgary, Alberta: Polar Publishing, 1994, p. 19-23; Peter James, "Is isostasy a real phenomenon?", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 3, p. 3-4, 1997.

3. Charles H. Hapgood, The Path of the Pole, Philadelphia: Chilton Book Company, 1970, p. 352-60; V.V. Beloussov, Geotectonics, Moscow: Mir, 1980, p. 259-61.


Actividad geológica

1. Arthur A. Meyerhoff, Irfan Taner, A.E.L. Morris, W.B. Agocs, M. Kaymen-Kaye, M.I. Bhat, N.C. Smoot y Dong R. Choi, Surge Tectonics: A new hypothesis of global geodynamics (D. Meyerhoff Hull, editor), Dordrecht: Kluwer, 1996.

2. V. Sánchez Cela, Densialite: A new upper mantle, Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 2000, p. 176-8.

3. en.wikipedia.org/wiki/Krubera_Cave.
4. H.C. Sheth, "Flood basalts and large igneous provinces from deep mantle plumes: fact, fiction, and fallacy", Tectonophysics, v. 311, 1999, p. 1-29.

5. Surge Tectonics, p. 253-4.
6. Densialite, p. 207-12.
7. Erwin J. Saxl, "An electrically charged torque pendulum", Nature, v. 203, 1964, p. 136-8.

8. W.R. Corliss (comp.), Earthquakes, Tides, Unidentified Sounds and Related Phenomena, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1983, p. 89-96; Charles Officer y Jake Page, Tales of the Earth: Paroxysms and perturbations of the blue planet, New York: Oxford University Press, 1993, p. 32, 37, 45.

9. Joseph H. Cater, The Ultimate Reality, Pomeroy, WA: Health Research, 1998, p. 83-7.


Formación de planetas

1. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 25-6.

2. Ibídem, p. 26-7.
3. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta (1888), Pasadena, CA: Theosophical University Press, 1977, 1:33, 144, 252 nota al pie.

4. Ibídem, 1:116-7, 159, 260; 2:153.
5. A.T. Barker (comp.), The Mahatma Letters to A.P. Sinnett, Pasadena, CA: Theosophical University Press, 2da ed., 1975, p. 79.

7. The Theosophist, vol. 4, septiembre a octubre de 1883.


Sol Central

1. Don Scott, "The electric sun", users.qwest.net/~dascott/Sun.htm.
2. Don Scott, "Sudbury Neutrino Observatory report: an analysis", electric-cosmos.org.

3. Harold Aspden, "Tapping nature’s energy source", 2005, aetherometry.com.
4. Paul LaViolette, Subquantum Kinetics: A systems approach to physics and cosmology, Alexandria, VA: Starlane Publications, 2da ed., 2003, p. 189-204; Paul LaViolette, Genesis of the Cosmos: The ancient science of continuous creation, Rochester, VE: Bear and Company, 2004, p. 318-27 (etheric.com).

5. C. Brush, "Retardation of gravitational acceleration and the spontaneous evolution of heat in complex silicates, lavas, and clays", Physical Review, v. 31, 1921, p. 1113; E.A. Harrington, "Further experiments on the continuous generation of heat in certain silicates", Proceedings of the American Philosophical Society, v. 72, n° 5, 1933, p. 333-49.

6. S.E. Jones et al., "Observation of cold nuclear fusion in condensed matter", Nature, v. 338, 1989, p. 737-40; "Rocks reveal the signature of fusion at the centre of the earth", New Scientist, 6 de mayo de 1989, p. 30.

7. "Particle shower sprays upward", Science News, v. 118, 1980, p. 246.


Alquimia

4. Charles G. Beaudette, Excess Heat: Why cold fusion research prevailed, South Bristol, MA: Oak Grove Press, 2000; Tadahiko Mizuno, Nuclear Transmutation: The reality of cold fusion, Infinite Energy Press (infinite-energy.com), 1998.

5. Peter Tompkins y Christopher Bird, The Secret Life of Plants, New York: Harper & Row, 1973, p. 274-91; C.L. Kervran, Biological Transmutations, Woodstock, NY: Beekman Publishers, 1980, p. 70-3; C. Louis Kervran, Biological Transmutations, Magalia, CA: Happiness Press, 1989, p. 43-5, 48-50, 59-60, 68-9, 87-8, 100-1, 157.

6. Biological Transmutations, 1980, p. 72.
7. The Secret Life of Plants, p. 279.
8. Rudolf Hauschka, The Nature of Substance, London: Vincent Stuart Ltd., 1966, p. 11-20, 67-9, 118-20, 122-3.