24 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (7 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Contenidos:

01. El mar polar abierto
02. Polémicas sobre la conquista del Polo Norte


Parte C: Rompecabezas polares

01. El mar polar abierto

Muchos exploradores del siglo XIX pensaban que más allá del cinturón gélido en el perímetro del Océano Ártico existía un mar polar abierto, y posiblemente tierra continental. La idea sobre este paraje tardó mucho en desvanecerse, pero ahora sabemos que no hay océano sin hielo más allá de los 80° N. Sin embargo, las polinias -o áreas transitorias de agua libre de hielo- se producen tanto en el Ártico como el océano austral que rodea la Antártica, y todavía no se explican completamente. Algunas miden cerca de 160 kms. en ancho, y la más grande puede cubrir hasta 300.000 kilómetros cuadrados, lo que implica una importante afluencia de calor (1).

En 1827 una expedición comandada por Edward Parry se aventuró muy al norte de Spitzbergen, sobre el hielo y mediante pistas de agua libre. A medida que avanzaban en trineo hacia el norte, el campo congelado se hizo más liviano y agrietado, y finalmente se encontraron en el borde de lo que parecía ser un extenso mar polar, conteniendo sólo unos pocos trozos de hielo dispersos. El equipo alcanzó los 82° 45' N, un registro que permaneció invicto por medio siglo. En 1853 Elisha Kent Kane realizó un intento fallido de llegar al Polo Norte a través de Smith Sound, que separa Groenlandia de la isla Ellesmere. La misma ruta fue cubierta en 1861 por Isaac Israel Hayes, cuya excursión arribó en trineo sólo un poco más de 80° N, pero ésta última y la anterior confundieron una zona de aguas expuestas con un mar polar abierto. El primer hombre que conquistó el borde del Ártico fue el estadounidense Charles Francis Hall, quien durante 1871 navegó por los canales que conducían desde la bahía de Baffin hasta el Océano Ártico y llegó a los 82° 11' N; sin embargo, Hall murió luego que su barco fuera golpeado por un témpano.

(Nordpil.com).

Mientras intentaban acercarse al polo en 1871-1873, dos jóvenes exploradores austríacos llamados Karl Weyprect y Julius Payer descubrieron las islas Francisco José y llegaron a creer que eran restos de una masa terrestre continental. El teniente George Washington De Long esperaba encontrar esta localidad y en 1879 navegó a bordo del Jeanette a través del Estrecho de Bering hacia el Océano Ártico, planeando aprovechar las cálidas corrientes en dirección al norte, que consideraba abrirían un camino a través del hielo. Sin embargo, en junio de 1881 su barco se hundió en el sector congelado del sector noreste de las Nuevas Islas Siberianas, un accidente al cual De Long y muchos de sus hombres no sobrevivieron.

Tres años después del incidente, se encontraron restos y trozos de ropa dispersos por el iceberg cercano al lugar del hundimiento, e incrustados en el hielo que llegaron a tierra en el suroeste de Groenlandia. Esto dio al explorador noruego Fridtjof Nansen el motivo para la odisea épica del Fram por el Ártico, desde junio de 1893 hasta agosto de 1896. El plan era conducir su nave especialmente diseñada por la banquisa de hielo en la vecindad de las islas siberianas y continuar a la ventura con las corrientes oceánicas hacia el mar de Groenlandia. El buque se desplazó a través de la Cuenca Polar, pero con el paso de los días se hizo evidente que no derivarían sobre el polo, sino que lo pasarían de largo. Así, Nansen y Johansen dejaron el barco para hacer una carrera hacia el polo a través de los témpanos con trineos y perros. Dejaron el Fram en la latitud 84° N en marzo de 1895 y en poco menos de un mes llegaron a los 86° 13', desde donde el prospecto norteño era "un verdadero caos de bloques gélidos". Prosiguieron entonces sobre el hielo traicionero hacia la Tierra Francisco José, unos 640 kms. al sudoeste, concretando un promedio inferior a 8 kms. por día. Nansen finalmente se reunió con el Fram en Tromsö en agosto de 1896.

El famoso viajero británico Wally Herbert (1934-2007) escribe: "La expedición de Nansen, a pesar del escepticismo y el desaliento, se había desplazado con la cambiante extensión de hielo polar a través de un océano ignoto, un valeroso viaje inspirado y dirigido con magistral perspicacia; en fin, una epopeya que nunca será superada" (2).

Los expedicionarios no encontraron suelo firme ni mar abierto. Con frecuencia se hallaron grandes extensiones de agua, y las condiciones meteorológicas -junto con la vida silvestre y su dirección de viaje- a veces les llevaban a sospechar que podría haber tierra en la zona del polo norte. Sin embargo, su conclusión final fue que era altamente improbable la existencia de un terreno considerable más allá de los 86° N.

Rutas de exploraciones importantes en el Ártico (3).

Algunas experiencias de Nansen durante el viaje, tal como se describen en su libro Farthest North (1898), se han convertido en parte integral del folklore de la Tierra hueca. Gardner, Reed y muchos escritores subsecuentes afirman que Nansen recorrió una distancia considerable en la abertura polar norte sin darse cuenta, pero no pudo haber entrado en ella sin pasar un punto en la superficie terrestre que diera una falsa impresión de 90° de latitud -es decir, de "estar en el Polo Norte"-, y no hay evidencia de que el Fram llegara a tal punto. Gardner exagera el hecho de que Nansen se perdió completamente por muchos meses tras dejar el barco por su intento de cancelación en el polo, e insinúa que se debió a que la curvatura planetaria era diferente a lo esperado, pues el capitán noruego estaba en el borde de una oquedad polar. Sin embargo, la dificultad de Nansen para encontrar la Tierra de Joseph se atribuye a que él y Johansen descuidaron sus cronómetros, con el resultado de que todos sus cálculos de longitud se desfasaron en varios grados.

El clima ártico parece haber variado notablemente durante los últimos 2000 años, reflejando en parte las tendencias mundiales. Por ejemplo, el clima pudo haber sido mucho más suave desde los siglos V a XI, con menos permafrost y hielo marino (4). Los informes históricos señalan que el invierno de 1476-77 en Islandia fue extremadamente benigno, apoyando el controvertido aserto por Cristóbal Colón de que encontró allí el mar relativamente libre de hielo para ese momento. El clima después se enfrió, pero Islandia también tuvo invernadas plácidas en épocas más recientes. Los registros meteorológicos establecen que entre 1800-1883 hubo veinte inviernos durante los cuales no bajó hielo desde la capa polar al norte de ese país (5), pero nada de esto requiere una creencia en "aire caliente" y "corrientes oceánicas que salen de un agujero polar".


Referencias

1. W.R. Corliss (comp.), Neglected Geological Anomalies, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1990, p. 118-9; W.R. Corliss (comp.), Science Frontiers: Some anomalies and curiosities of nature, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 204.

2. Wally Herbert, Across the Top of the World: The British trans-arctic expedition, London: Longmans, 1969, p. 17.

3. "Arctic", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000.
4. Neglected Geological Anomalies, p. 114-5.
5. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 399 (hollowplanets.com).


02. Polémicas sobre la conquista del Polo Norte

El comandante Robert E. Peary (1856-1920) estaba obsesionado con la ambición de ser el primero en llegar al Polo Norte. Su intento final se llevó a cabo cuando tenía 53 años y tras 23 de exploración ártica (en una de sus odiseas le amputaron siete de sus dedos de pies por la congelación). Partió del cabo Columbia en la costa norte de la isla Ellesmere el 22 de febrero de 1909 y afirmó alcanzar el polo el 6 de abril. Sin embargo, y justo antes de su regreso a Estados Unidos en septiembre, el doctor Frederick A. Cook (1865-1940), un respetado explorador americano que acompañó a Peary en Groenlandia entre 1891-92 y permaneció de 1907 a 1909 en el Ártico, anunció haber concretado el mismo objetivo el año anterior con dos esquimales, desde el punto boreal de la isla Axel Heiberg. La Enciclopedia Británica comenta: "El asunto despertó una considerable controversia, que todavía sigue muy vigente. Hay motivos para dudar seriamente de si alguno de ambos llegó al polo, ya que ni Peary ni Cook aportaron pruebas concluyentes en apoyo de su reclamación".


Arriba: Robert E. Peary; debajo: Frederick A. Cook.

Los problemas con la afirmación de Peary son sus velocidades de trineo muy altas y navegación laxa. En el viaje de ida cubrió la última fase de 133 millas náuticas en cinco marchas de 26 cada una, y en tres marchas de 43,5 en su trayectoria de regreso. Los partidarios de Peary intentan probar que estas increíbles cantidades no son imposibles al señalar la exitosa expedición polar de 1986 dirigida por Will Steger, quien alcanzó una rapidez promedio de 21,7 nmi por día, e incluso logró 32 en medio día (2). Así y todo, Steger tenía pocas raciones cuando llegó al polo el 1 de mayo de 1986, habiendo descartado la mayoría de ellas para aligerar su carga, y al final lo transportaron en avión. De esta forma, no pudo haber vuelto a su punto de partida sobre el tramo restante, mientras Peary tenía que llevar todo lo necesario para su periplo de ida y vuelta; nadie ha llegado jamás al extremo norte del globo y volvió tan rápido como Peary supuestamente lo hizo (3). Este hecho socava el argumento por algunos "terrahuequistas" de que las altas velocidades de trineo por Peary se debieron a una "curvatura anómala de la Tierra" en el sector de la hipotética "abertura polar".

En 2005 el navegante británico Tom Avery y cuatro compañeros "recrearon" la parte exterior de dicho viaje, cubriendo 413 nmi al Polo Norte en 36 días y 22 horas, cuatro horas más rápido que Peary; en cambio, éste salió de Columbia el 1 de marzo, mientras que Avery partió el 20, cuando las condiciones eran mucho más favorables. Robert sólo pudo viajar en 30 días y Tom invirtió 36, tomando seis jornadas adicionales a pesar de su tiempo inicial mucho más ventajoso, y porque además utilizó equipos no disponibles para Peary y se reabasteció en el camino. Al recalar, el equipo de Avery fue evacuado por aire pues el hielo empezaba a desintegrarse, pero si hubieran salido con destino al septentrión en la misma fecha que Peary, habrían tenido tiempo suficiente para intentar el periplo de regreso cuando Robert afirmó haber más que duplicado la rapidez en su trayectoria de ida. La marcha más veloz de cinco días por Avery completó 90 nmi, significativamente menos que las 135 reclamadas por Peary (4).

Peary asguraba haber seguido una línea recta de 660 kms. desde Cabo Columbia a lo largo del meridiano 70° O hasta el polo. Su última observación registrada del Sol fue a una distancia de seis días de viaje ó 220 kilómetros de su meta. Desde aquí fue acompañado únicamente por Matthew Henson (su sirviente) y cuatro esquimales. También dijo recorrer el último tramo a una tasa más rápida que en cualquier otro momento anterior, y haberlo realizado sin ningún otro auxiliar que la "navegación por estima", lo que significa mantener la dirección hacia delante observando su pista trasera. El problema con esto es que el hielo ártico siempre está cambiando y moviéndose con el viento y las corrientes, y así el explorador británico Wally Herbert pregunta: "¿Qué le dio entonces la loca idea de que podría abrirse paso por el hielo a la deriva, y apuntar y llegar al polo sin ninguna observación de longitud o control sobre la variación en su brújula?" (5). Adicionalmente, la afirmación por Peary de viajar al polo y regresar en línea recta es contradicha por el relato de Henson sobre los desvíos tortuosos para evitar crestas de presión y pistas abiertas (agua libre de hielo).

Peary sostuvo que había observado el Sol desde el polo para establecer su ubicación, pero esto no quedó registrado en su diario sino en un trozo de papel inserto. Herbert cree que Peary probablemente alcanzó poco más de 89°; además, están inusualmente vacías las páginas del diario para el 6 de abril (cuando dijo haber conquistado el polo) y las dos jornadas siguientes. Wally piensa que el comandante luchaba con un serio dilema, pues debía escoger entre "admitir que había ido en la dirección equivocada y no llegó a su objetivo, o mirar atrás en el camino durante todos esos años de sufrimiento y convencerse de que se había ganado el derecho a reclamarlo".

Por su parte, Frederick A. Cook dijo conseguir la ocupación del Polo Norte el 21 de abril de 1908. Salió de la última aldea esquimal en Groenlandia en febrero de 1907, y durante su travesía fue acompañado sólo por dos esquimales llamados Etukishuk y Ahwelah. Según él, en la trayectoria de regreso se desvió de rumbo y no pudo llegar a sus escondrijos de comida en el continente; de este modo, se vio obligado a pasar un invierno en el Ártico canadiense, antes de emprender un tortuoso y difícil viaje en trineo hacia Groenlandia.

Esto fue contradicho inmediatamente por su rival, pero al principio esta versión logró amplia credibilidad. Sin embargo, el Club Ártico Peary lanzó una vigorosa campaña para desacreditar a Frederick y publicó un artículo basado en entrevistas con Etukishuk y Ahwelah conducidas por varios de los hombres de Peary, incluidos Henson y Donald MacMillan. Los esquimales fueron citados diciendo que nunca se habían aventurado tan lejos en el océano polar, y acamparon en el hielo durante varios días antes de regresar a tierra. También en 1906 se atacó la afirmación por Cook de haber sido el primer viajero en llegar a la cumbre del Monte McKinley, la montaña más alta de Norteamérica (6194 mts.). Ed Barrill, quien acompañó a Frederick cuesta arriba, confesó que nunca estuvieron en ninguna parte cerca de la cumbre, y que la supuesta fotografía de ésta publicada en el libro de Cook fue tomada mucho más abajo.

Sin embargo, la reputación de Cook se vio aún más dañada cuando un grupo de la Universidad de Copenhague, al cual aquél había sometido algunas de sus notas de campo originales, dictaminó que no eran suficientes para probar su conquista del Polo Norte, y como resultado, la prensa estadounidense denunció a Cook como "uno de los impostores más monumentales de la historia". Mientras tanto, un comité de la National Geographic Society, compuesto enteramente por admiradores de Peary, respaldó la afirmación por Robert de haber descubierto el polo boreal, pero no todo el mundo estaba satisfecho. En 1911 sus pruebas fueron examinadas por un subcomité del Congreso, y si bien acreditó sus reclamaciones por cuatro votos contra tres, "el testimonio (...) estaba lleno de prevaricaciones, contradicciones e increíbles lapsus de memoria en puntos cruciales. Fue un desastre para él, y eso promovió todas las dudas que atormentan su reclamo hasta hoy" (7). Uno de los miembros del grupo lo tildó de "mentiroso deliberado" e incluso "pequeño y despreciable idiota".

Tras un año de exilio autoimpuesto, Cook recorrió Europa y América en un esfuerzo por recuperar apoyo público. Ridiculizaba a Peary en cada oportunidad, llamándolo una "mancha leprosa en la tela del esfuerzo humano limpio". Aunque el interés público en la controversia finalmente se extinguió, el debate acalorado entre los críticos, partidarios y detractores de Cook y Peary ha continuado hasta nuestros días. Los defensores del primero, que incluyen a varios exploradores y geógrafos de clase mundial, lo describen como "el hombre más difamado de la historia del Ártico".

En relación a la contienda del Monte McKinley, quienes defienden a Cook señalan que el Peary Arctic Club pagó a Barrill $ 5000 por su "confesión", y las reseñas por Cook de las características en los sectores más empinados de la montaña indican que debió haber estado allí. Conceden, sin embargo, que la mayoría de imágenes en el libro de Cook To The Top of the Continent (1908), si no todas ellas, no se tomaron realmente en la cima como declaran los subtítulos, pero dicen que el autor las utilizó como reemplazos al no obtener fotos claras en altitudes más elevadas. En todo caso, parece bastante inverosímil que él fotografiase por casualidad rasgos adecuados para "fines ilustrativos", incluso antes de comenzar el verdadero ascenso. Además existen importantes discrepancias entre el diario original de Cook sobre la escalada (que nunca presentó para examen) y sus relatos públicos, como si su historia siguiera evolucionando (8).

Respecto al testimonio esquimal contra Cook, los promotores de éste señalan que unos 35 habitantes de esa etnia fueron entrevistados por el explorador danés Knud Rasmussen en el verano de 1909, antes que Peary volviera de su intento en el polo, y confirmaron que Etukishuk y Ahwelah les habían dicho que viajaron durante semanas sobre el hielo con Cook, alcanzando la "Gran Uña" (como llaman al Polo Norte en su cultura). Sin embargo, un año después Rasmussen se retractó de su informe pues dichos hombres contaron a un misionero danés que en realidad no iban hasta el polo. Los partidarios de Peary emitieron declaraciones contradictorias con respecto a las menciones por Etukishuk y Ahwelah. Es muy posible que hubieran entendido mal o tergiversado a ambos esquimales, o que éstos modifcaran su historia para tranquilizar a Peary; así las cosas, Cook pudo haber ido más allá de lo reclamado por los seguidores de Peary. Pero es interesante destacar que las historias transmitidas entre los esquimales hasta hoy no apoyan la afirmación por Cook de conseguir su propósito expedicionario (9).

Según los defensores de Cook, su reseña de las condiciones geográficas y peculiaridades naturales en el polo y la Cuenca Ártica Central -por donde viajó en trineo- está confirmada por la exploración subsecuente en todos los detalles, demostrando que él se acercó al polo (10). Los escépticos, por su lado, argumentan que el relato por Frederick de las condiciones en banquisas de hielo y la deriva de éste próxima a dicho sector pudo ser una conjetura basada en lo que encontraron él y otros exploradores a menor distancia del norte.

En cuanto a la sentencia de la Universidad de Copenhague, los acólitos de Cook reconocen que los expedientes presentados eran incompletos, pero se debió a que mientras estaba en Groenlandia dio el resto a Harry Whitney, quien se suponía debía traerlos con él a EE.UU. en el buque de Peary; éste último, sin embargo, le había ordenado dejar atrás cualquier objeto que perteneciera a su rival. Curiosamente, Cook nunca trató de recuperar sus registros, afirmando en privado que tenía copias de ellos y no contenían nada que pudiera probar sus afirmaciones, aunque ésta no fue la impresión que dio a la Universidad de Copenhague, y admitió estar muy contento con su veredicto abierto. Hay evidencias sólidas de que las habilidades de navegación de Cook eran muy inadecuadas; tampoco sometió ninguna de sus observaciones para la latitud y longitud a los daneses, si bien incluyó algunas en su libro algunos años más adelante, pero contenían errores que fueron corregidos en ediciones posteriores (11).

Todos los diarios originales de Cook han salido a la luz, excepto uno. Robert Bryce sostiene que un estudio cuidadoso de ellos revela por qué su autor no deseaba que nadie los viera: contienen varios cambios en fechas, distancias y latitudes, son inconsistentes y difieren en puntos importantes de los relatos publicados sobre su viaje, mostrando cómo mejoró gradualmente su historia. Las velocidades señaladas por Cook también son difíciles de acreditar; afirmó haber viajado los 836 kms. del cabo Thomas Hubbard hacia el polo a un ritmo de 25 por día, y cuando las desviaciones lo permitían, su velocidad debió promediar 37 kms. por día durante 34 jornadas consecutivas. Si ignoramos los alegatos de Peary, ningún viaje de trineo con perros al polo -incluso aquéllos reabastecidos en el camino- logró acercarse a una rapidez similar hasta la expedición de Avery en 2005. Bryce concluye de los registros de Cook que hizo un ensayo honesto en el polo, pero se volvió tras avanzar unos 100 kilómetros sobre el peligroso hielo flotante (12). Con su manera gentil, seguridad en sí mismo y sonrisa infalible, Cook procedió a "embaucar a millones magníficamente". En 1911 uno de sus antiguos partidarios escribió: "Echemos un manto de caridad a su alrededor, y creamos, si podemos, que hay un hilo de locura que atraviesa la trama de su mente brillante" (13).

La controversia rodea no sólo la cuestión de quién fue la primera persona en llegar al Polo Norte a pie, sino también quién fue el primero en volar hasta allí. Los estadounidenses Richard E. Byrd y Floyd Bennett sostuvieron haber concretado el primer periplo en avión sobre dicha zona el 9 de mayo de 1926, partiendo desde su base en el oeste de Spitzbergen hasta el polo y de vuelta. Como Peary, fueron aclamados a guisa de héroes nacionales, pero persistieron algunas dudas sobre si realmente lograron el objetivo. En 1996 se descubrió el diario que Byrd llevó en su famoso vuelo, y a partir de sus entradas algunos investigadores piensan que la aeronave aún estaba a unos 240 kilómetros de la meta, cuando Byrd decidió regresar debido a su preocupación por una fuga de aceite (14). Tres días posteriores al vuelo de Byrd, Roald Amundsen (Noruega), Lincoln Ellsworth (Estados Unidos) y Umberto Nobile (Italia) volaron sobre el polo boreal en un dirigible, durante su odisea de Spitzbergen hacia Alaska.

Desde entonces, el Polo Norte se ha alcanzado muchas veces. El primer aterrizaje de avión se concretó en 1937 cuando un equipo soviético desembarcó para establecer una estación científica a la deriva. En agosto de 1958 el submarino nuclear Nautilus llevó a cabo un histórico viaje desde Point Barrow (Alaska) hasta el mar de Groenlandia, pasando bajo la capa de hielo. El primer buque de superficie en llegar al polo fue el rompehielos nuclear soviético Arktika, que se aproximó desde la dirección de las islas Nueva Siberia. La primera travesía de superficie confirmada en alcanzar esta región fue la norteamericana liderada por Ralph Plaisted, desde el norte de la isla Ellesmere por moto de nieve en 1968. Al año siguiente la Expedición Transártica de Reino Unido, conducida por Wally Herbert, era la primera en alcanzar el extremo septentrional con trineos tirados por perros durante el trayecto entre Point Barrow y Spitzbergen. En agosto de 2007 el equipo científico ruso Arktika 2007 empleó dos sumergibles para el primer descenso tripulado al suelo oceánico polar, a una profundidad de 4,3 kms.

Por todo lo anterior, no cabe duda de que el Polo Norte geográfico de la Tierra existe en la superficie exterior planetaria, y no constituye un "punto imaginario" en medio de un enorme "agujero polar".


Referencias

1. "Arctic", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000.
2. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 362-5.

3. Robert M. Bryce, Cook & Peary: The polar controversy, resolved, Mechanicsburg, PA: Stackpole Books, 1997, p. 1101-3.

4. Robert M. Bryce, "Review of Tom Avery’s To the End of the Earth" (2009), Polar Record, v. 46, n° 4, octubre 2010, p. 378-80, journals.cambridge.org; "North Pole", tomavery.net; en.wikipedia.org/wiki/Tom_Avery.

5. Wally Herbert, The Noose of Laurels: The discovery of the north pole, London: Hodder & Stoughton, 1989, p. 260.

6. Ibídem, p. 308.
7. Cook & Peary, p. 879.
8. Ibídem, p. 795-844; Robert M. Bryce, "Cook and Peary, up to date", septiembre 2015, humbug.polarhist.com; Robert M. Bryce, "The fake peak revisited", DIO, v. 7, n° 2, diciembre 1997, p. 40-76, dioi.org.

9. The Noose of Laurels, p. 298, 331-8.
10. Sheldon S.R. Cook, "Reflections on the polar 'noose of laurels' 1909-1999", Polar Priorities, vol. 19, septiembre 1999, p. 13-37.

11. Cook & Peary, p. 861-9, 910-1.
12. Ibídem, p. 881-2, 890-900, 969-75; "Cook and Peary, up to date", humbug.polarhist.com.

13. Ibídem, p. 844.
14. "Richard E. Byrd", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000; Cook & Peary, p. 1115-6.