David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016
05. Viabilidad de hipótesis (parte 2)
-Gravedad e isostasia
-Actividad geológica
-Formación de planetas
-Sol central
-Alquimia
05. Viabilidad de hipótesis (parte 2)
Gravedad e isostasia
Si el postulado newtoniano de la gravedad fuera correcto, no podrían haber grutas gigantescas en la cobertura extrínseca planetaria, y tampoco túneles que conecten los mundos exterior e interior. Incluso a pocos kilómetros bajo la superficie las enormes presiones causarían que esas cuevas se derrumbaran. Por otra parte, sería imposible una superficie interior habitable, y con fuerzas gravitacionales que oprimen a sus inquilinos "hacia abajo", pues la atracción material bajo sus pies se contrarrestaría por aquélla que forma la cubierta terrestre encima de sus cabezas -es decir, en el lado opuesto de la "cavidad"- y también mediante atracción del sol interno.
Sin embargo -y como varios experimentos sugieren-, si es erróneo el concepto newtoniano de que la gravitación tiene penetrabilidad ilimitada, y los iones/partículas negativas pueden ocultar o compensar la atracción gravitatoria (1), entonces las presiones y temperaturas no aumentarían de manera constante con la profundidad, la capa externa terrestre podría constituir un laberinto de cavidades y túneles, y asimismo la fuerza de gravedad sobre la superficie cóncava interior sería compatible con la vida.
La isostasia es el equilibrio teórico de todas las porciones grandes de la corteza planetaria como si estuvieran flotando en una capa más densa subyacente, a unos 110 kms. bajo la superficie. En principio, si se añade peso (por ejemplo, hielo) a un sector de litosfera, se sumergirá lentamente a una nueva posición de equilibrio; y si un área de aquélla experimenta decrementos de masa (p. ej., erosión) se eleva despacio a otro punto de balance. Se podría argumentar que la isostasia no funcionaría sin un manto supercaliente o viscoso bajo el límite Moho, pero en realidad y aunque exista o no el "manto" tradicional, se ha demostrado que el simplismo de la isostasia tiene graves deficiencias.
Gran parte de las evidencias que apoyan la isostasia proviene de observaciones sobre la aparente recuperación cortical tras desaparecer las últimas capas de hielo plesitocénicas desde el noroeste de Europa y Canadá. Sin embargo, mientras el norte de Suecia se halla en proceso de levantamiento, como requieren las ideas isostáticas, las regiones australes del mismo país se están hundiendo, y ya que los científicos basan sus estimaciones de viscosidad mantélica principalmente en datos selectivos sobre "rebote postglacial", es poco probable que sus estimaciones sean correctas.
Se cree que la Antártica ha albergado capotas de hielo durante largo tiempo en los últimos 15 millones de años. Si el manto estaba sometido a deformación bajo dicha carga, incluso a una tasa nominal de 1 mm/año, la corteza debería zambullirse por 15 kms., lo cual obviamente no ha sucedido. De hecho, las montañas transantárticas -con algunos millones de años en edad- se elevan a más de un kilómetro sobre el nivel del mar, lo que demuestra que la litosfera/manto es capaz de levantar masas de hielo continentales, en lugar de verse oprimidos por éstas. Probablemente el peso cortical más concentrado de la litosfera se produce por debajo de grandes montes submarinos, ya que la corteza oceánica es bastante delgada; no obstante y sobre la base del modelo actual de la Tierra, Peter James estableció que la capacidad de carga en la zona Moho es un orden de magnitud mayor que el peso impuesto de una montaña submarina, de modo que la isostasia no puede explicar su hundimiento (2).
La teoría de isostasia se prueba al hacer mediciones de gravedad sobre la superficie terrestre. En el supuesto de que la primera es proporcional a la masa inerte, las anomalías gravitacionales positivas o negativas se interpretan en el sentido de un exceso o deficiencia másica, y por ende desviaciones de equilibrio isostático. Estas mediciones revelaron muchas y decisivas irregularidades "isostáticas": por ejemplo, un enorme sector de "masa negativa" cubre parte de India y una gran extensión del mar de Arabia adyacente, pero no hay evidencia de que la litosfera no esté desarrollando un pliegue anticlinal. Por otra parte, y en las regiones de movimientos de corteza vertical por actividad tectónica, a menudo se intensifican las disrupciones de gravedad en vez de actuar para restablecer un equilibrio isostático. Por ejemplo, el Gran Cáucaso muestra una anomalía de Bouguer positiva (generalmente interpretado a modo de "sobrecarga"), pero va en aumento en lugar de remitir. La mayor extrañeza de todas es la deformación triaxial de la Tierra, pues además de los ejes rotativo y ecuatorial (43 kms. de largo), nuestro planeta posee un tercero, que se ubica aproximadamente al través de la línea ecuatorial; como resultado, el Ecuador es un poco aplanado y tiene forma oval en lugar de verdaderamente circular. La forma de la Tierra está distorsionada por protuberancias de varias formas y tamaños, equivalentes a casi un kilómetro de roca o más de dos en hielo, y las anomalías tienen ciclos del orden de miles de kilómetros (3).
El hecho de que no exista base empírica para el supuesto común de que "la gravedad es proporcional a la masa" arroja dudas sobre la interpretación estándar sobre mensuras análogas; en vez de representar una función directa de la cantidad de materia, la injerencia gravitatoria puede depender de propiedades materiales eléctricas y otras. Y ciertamente la suposición errónea de isostasia no puede utilizarse para validar el concepto ortodoxo del "manto".
Actividad geológica
A lo largo de la historia geológica, la corteza terrestre ha sido objeto de elevaciones y subsidencias oscilantes. La mayor parte de los sedimentos que forman los continentes fueron depositados bajo el mar, y ocasionalmente el espesor sedimentario supera los 20 kms. en total, demostrando que han tenido lugar movimientos verticales de casi igual magnitud. También hay evidencias de montaje para masas continentales sumergidas en los océanos actuales. La creencia general es que el flujo de calor "mantélico" y los desplazamientos verticales/horizontales del material homólogo pueden causar variaciones significativas en espesor, composición y densidad corticales, resultando en ascensos y hundimientos considerables.
Las circulaciones verticales de corteza, terremotos y volcanes no necesitan una tierra sólida con un "manto" de elevada compactación y siempre supercaliente, pero indudablemente deben existir zonas dentro de la cobertura planetaria donde haya temperaturas muy elevadas. La hipótesis sobre tectónica de tensiones postula que todas las características principales de la superficie, incluyendo rifts, franjas de plegamiento, cinturones metamórficos y zonas rumbo-deslizantes, se hallan sustentadas por cámaras y conductos de magma poco profundos (menos de 80 kms.), conocidos como "canales de sobretensión" (1). Se piensa que estos complejos atañen a lentes lineales del manto superior anómalo (baja velocidad) que comúnmente están revestidos por sectores de baja velocidad más pequeños y someros. Los datos sismotomográficos sugieren que estos canales pueden formar una red mundial interconectada, que se ha denominado "sistema cardiovascular de la Tierra". Se piensa que el magma fluye horizontal y verticalmente a través de cauces activos a razón de unos pocos centímetros al año, y debido al giro planetario la dirección preferida de dicho aflujo es hacia el este. La fluencia horizontal se demuestra por dos importantes rasgos de la superficie: a) fallas, fracturas y fisuras lineales y paralelas al cinturón, y b) el rompimiento de franjas tectónicas en secciones bastante uniformes. De igual modo, se dice que el magma es originado en la astenosfera, que por lo general constaría de roca parcialmente fundida. En lugar de ser una capa global, la astenosfera consiste en zonas desconectadas extendidas desde aproximadamente 60 a 150 kms. en profundidad.
Comúnmente, las interpretaciones de datos sísmicos asumen que las velocidades bajas significan temperaturas mayores, y viceversa. Por ejemplo, se supone que las "raíces" de gran velocidad en núcleos continentales se componen de rocas más frías, mientras que los sectores de baja rapidez (como la astenosfera) tendrían material lítico más caliente, o quizá parcialmente fundido. Sin embargo, las diferencias en velocidad sísmica también pueden reflejar diferencias en presiones, composición química o fases mineralógicas, y por lo tanto es un error suponer que todas las zonas de baja velocidad deben ser áreas de fusión incipiente. Sánchez Cela argumenta que las secciones astenosféricas se explican mejor como partes donde se realizan cambios de fase (2).
En la actualidad es tecnológicamente inviable la perforación a decenas de kilómetros en la corteza para comprobar interpretaciones sísmicas. No obstante, también podrían surgir mayores datos sobre la corteza inferior y el "manto" superior por el descubrimiento de túneles y cavernas que se extienden a fondos "imposibles". La cueva Veronja (o Krubera) en Abjasia (Georgia) es hoy la más profunda conocida en el mundo, con un máximo explorado de 2197 mts., y los yacimientos auríferos en Sudáfrica son los más hondos del planeta llegando a un calado de hasta 3,9 kms.
Los basaltos han erupcionado en la Tierra a lo largo de la historia geológica; cubren un 63% de las cuencas marinas y por lo menos el 5% de los continentes. Los enormes campos de inundaciones basálticas, como los Traps del Decán (India) y siberianos, tienen un volumen de entre 100.000 a 10.000.000 km3. En la tectónica de placas, generalmente los traps basálticos, las grandes comarcas ígneas y todo magmatismo intraplaca se atribuyen a "plumas mantélicas" o afloramientos de material caliente, producidos según dicen en el límite núcleo-manto. Se sostiene que el movimiento de placas a través de dichas plumas ocasiona "rastros de puntos calientes", es decir, cadenas de islas volcánicas y montes submarinos; por lo tanto, estas trazas deben exhibir progresión de edad de un extremo a otro, pero una gran mayoría muestra poca o ninguna. En una crítica detallada, H.C. Sheth argumentó que no existe evidencia geológica de cualquier tipo que necesite plumas mantélicas, y que el concepto es infundado, artificial e inválido, llevando a los geocientíficos a un callejón sin salida, y mostrando además que los procesos superficiales podían producir vulcanismo basáltico (4).
Mientras los efluvios ascendentes-cilíndricos de sustancia mantélica (no necesariamente desde grandes profundidades) podrían explicar los volcanes aislados, no lo hacen respecto a provincias de inundación basáltica ovales y lineales que se encuentran en muchas partes del mundo. Algunos geólogos señalan que el vulcanismo en dorsales mesoceánicas, islas lineales/cadenas de montes submarinos, mesetas marinas, arcos insulares e interiores continentales se atribuyen más fácilmente a ruptura de canales de sobretensión individuales o colisionantes (5). V. Sánchez Cela ha propuesto que el manto superior es mucho más siálico que lo afirmado por el prototipo moderno, y estima que las rocas ultramáficas que provendrían del manto superior, junto con sus productos de fusión parciales (basaltos), se pueden formar en la corteza superior bajo condiciones dinámicas y químicas adecuadas (6).
Se dice que el 80% de todos los terremotos es originado en los 100 kms. superiores, mientras que el resto lo hace a honduras de hasta 700*. La mayoría de sismos de foco profundo se produce en "zonas Benioff", que probablemente son fracturas de contracción recónditas que se formaron a principios de la historia planetaria. Además y como mencionamos en la Parte A, esos terremotos sugieren la existencia de rocas sólidas y frágiles a tales interiores, contrariando el modelo terrestre convencional.
*Debe tenerse en cuenta que todos los cálculos de profundidad sobre la base interpretativa de datos sísmicos propenden a errores, si son incorrectos los supuestos relacionados al interior de la Tierra. Sin embargo, dichas estimaciones pueden utilizarse como indicación relativa de profundidad.
Se han constatado perturbaciones eléctricas antes y durante movimientos telúricos, erupciones volcánicas y huracanes, y se ha sugerido que los cambios en corrientes geoeléctricas pueden preceder a un importante alivio de la tensión mecánica que aparece más tarde en la forma de un terremoto (7). Junto con la observación de flujos terrestres anómalos en las proximidades de epicentros sísmicos, se han notificado cambios en el campo magnético -tanto locales como globales- en el principio, desarrollo y final de terremotos y estallidos volcánicos (8).
En el siglo XIX se creía que terremotos, episodios volcánicos y otros fenómenos eran provocados por grandes corrientes de electricidad en la Tierra y su atmósfera. Hoy las ocurrencias eléctricas y magnéticas han sido degradadas a meros subproductos de tensiones en la corteza y el movimiento de fluidos internos. Sin embargo, las fuerzas electromagnéticas pueden desempeñar un propósito mucho más relevante en la actividad geológica de lo que se supone actualmente. Joseph Cater sugiere que las líneas de falla que atraviesan por doquier la corteza rocosa planetaria actuarían como condensadores que permiten una significativa acumulación de cargas eléctricas, resultando así en gigantescas fuerzas electrostáticas repelentes y descargas explosivas cuando la concentración alcanza un estado crítico. El consiguiente estrés, las tensiones y la acumulación calórica generarían paquetes de roca fundida, y desencadenando movimientos de corteza verticales y horizontales (9).
Si son desproporcionadas las presunciones científicas de temperatura muy por debajo de la superficie terrestre, su cobertura puede albergar agua mucho más líquida de lo conjeturado actualmente. Si ésta última (somera o subterránea) entra en contacto con rocas supercalientes localmente, esto tendría efectos explosivos. El libro Etidorhpa afirma que grandes cantidades hídricas se encuentran periódicamente con enormes depósitos de sodio y otras bases metálicas, y la reacción química violenta que sobreviene lleva roca fundida y vapor de agua a la superficie, resultando en terremotos o actividades volcánicas. Como se indica en la Parte A, el movimiento de gases subterráneos también podría tener una función importante en dicho proceso.
En resumen, ninguna actividad geológica observada en la superficie planetaria convalida el modelo geológico estándar, ni descarta la opción de una Tierra hueca.
Formación de planetas
Varios investigadores han planteado que una esfera giratoria podría llegar a ser hueca en forma natural. Si la Tierra primigenia lo fue en un estado más fundido o plástico y rotaba más velozmente que en la actualidad, las fuerzas centrífugas habrían contrarrestado en parte la gravedad y haciendo que la materia de mayor densidad se concentrara en zonas exteriores, con lo que se produciría el "vaciamiento" interior del planeta.
Los principales científicos creen que estrellas y planetas se formaron a partir de enormes nubes de polvo y gas, condensadas en cuerpos giratorios bajo una fuerza gravitacional. John Flora aduce que esos astros debieron rotar cada vez más rápido a medida que se contraían, de acuerdo con la ley de conservación del momentum angular, pero en realidad las estrellas más grandes revolucionan con más velocidad que las pequeñas, y al igual que los planetas de nuestro Sistema Solar. Por ejemplo, la Tierra tarda 24 horas en dar una vuelta sobre sí misma, mientras que Júpiter -con un diámetro casi 11 veces el de aquélla- lo hace en menos de 10, y ello no es lo que cabría esperar de planetas sólidos y condensados. Flora argumenta que un alto índice de rotación causaría que un cuerpo esférico se expanda hasta llegar a un punto de máxima estabilidad inercial, convirtiéndose así en hueco (1).
El matemático Gordeev sostiene que si un globo homogéneo comienza a girar, la fuerza centrífuga hará que los elementos ligeros se muevan hacia el exterior, dejando tras de sí un núcleo en el centro donde dicho influjo es cero. Suponiendo que existiera una corteza inicial, cuando los materiales livianos lleguen a ella será cada vez más "sólida", mientras que el resto de dicho cuerpo se convierte en "hueco". En cambio, Gordeev no acepta el argumento por Flora de que se produzca algún tipo de "agujeros polares" durante la creación de una esfera hueca (2).
Según la Teosofía, y en lugar de haber condensación de materia fundida, nuestro globo se cristalizó a partir de un nivel más etérico y descrito como "abrasador, fresco y radiante". Las Estrofas de Dzyan (6:4) señalan en lenguaje figurado cómo Fohat - fuerza vital y eléctrica guiada por la Mente Universal- construye planetas ("ruedas") mediante dinámica vorticular ("torbellinos") en la materia primordial o "niebla de fuego": "Recoge el polvo ígneo; moldea bolas de fuego, pasa por entre ellos y a su alrededor, insuflando vida para luego ponerlos en movimiento" (3). Las "semillas de ruedas" se explican como "centros de fuerza, alrededor de los cuales se expande la materia cósmica primigenia, y pasando por todas las seis etapas de consolidación, devienen esferoidales y terminan por transformarse en globos o esferas"; de este modo, la Tierra "pasó de ser un cuerpo plástico o blando a un globo de roca compacta". Se dice también que la "corteza rocosa" o "cáscara del cuerpo" alcanzó su estado más duro en el punto medio de evolución planetaria, hace varios millones de años, y desde entonces comenzó lentamente a retornar a una condición más etérea (4). El centro de cualquier globo consistiría así en un "reino interior", formado por el más bajo de los tres reinos elementales (fuerzas naturales etéricas y subminerales), y el núcleo terrestre sería "electricidad concreta" análogo al centro de un átomo (5).
Mientras la ciencia ve al Sol como una "bola de plasma" o condición material del cuarto grado, la Teosofía enseña que su interior consiste principalmente de materia en sus estados quinto, sexto y séptimo, desconocidos para nosotros. También afirma que sus manchas solares no demuestran solidez en la "masa central" -no más que las nubes tormentosas "prueban" la compacidad atmosférica tras ellas-, y que las "túnicas" visibles de electricidad vital condensada forman simplemente una cobertura externa (7). De acuerdo con el modelo científico, un fotón tarda aproximadamente un millón de años en viajar desde el centro del Sol a su superficie, y la literatura teosófica señala que las energías del Astro Rey toman sólo un año para atravesarlo; también algunos intérpretes hablan sobre cuerpos que circulan en torno a su núcleo.
Aunque los científicos no están seguros sobre las masas reales y densidades medias planetarias, sí tienen una buena idea de los guarismos relativos para dichas magnitudes. Eso significa que si la Tierra es hueca, probablemente lo sean sus restantes compañeros y también el Sol, porque de lo contrario fallarían las predicciones astronómicas de movimientos celestes y los programas espaciales serían imposibles. Incluso los valores convencionales/promedio de masa y solidez respecto a esos globos no descartan su oquedad, pues podría existir un tipo superdenso de energía-sustancia reunida en sus núcleos.
Sol central
En lo referente a un hipotético "sol central", tal vez podamos establecer una analogía con aquél de nuestro sistema planetario. La teoría de que el Sol se alimenta exclusivamente por reacciones termonucleares se enfrenta a serios problemas; el principal es que sólo produce alrededor de un tercio de tantos neutrinos como exigiría el modelo. Asimismo, el hecho de que esa estrella se somete a fluctuaciones periódicas en gasto energético y tamaño también es difícil de conciliar con el postulado termonuclear (1).
Para dar cuenta de dicha escasez, se ha propuesto que los electron-neutrinos solares cambian en muón- y tauón-neutrinos en su viaje hacia la Tierra, siendo estos dos "sabores" [cuánticos] los más difíciles de detectar. En junio de 2001 el Observatorio de Neutrinos de Sudbury (SNO), situado en Canadá, anunció que había "confirmado" esta hipótesis; sin embargo, la única forma de hacerlo realmente sería elaborando mediciones neutrínicas en el Sol y varios puntos entre éste y la Tierra. Dado que los experimentos en cuestión sólo implicaron mensuras a nivel terrestre, la alegre aceptación de los pronunciamientos del SNO por otros científicos principales se limita a constatar la forma acrítica y poco profesional que muestran cuando las teorías ortodoxas están en riesgo (2).
Harold Aspden es uno de los especialistas que rechazan la hipótesis de que el Sol obtiene energía por fusión de protones colisionantes en su interior, supuestamente supercaliente. Afirma que la gravedad cercana a la superficie solar "aprieta" de tal modo los átomos de hidrógeno que terminan por ionizarse, y puesto que el vínculo gravitatorio entre dos protones libres es 1836 veces mayor que el existente para dos electrones libres, la repulsión neta de los protones al interior del Sol equilibra las fuerzas gravitacionales y evita una compactación adicional. Como resultado, el Astro Rey tiene una densidad de masa uniforme y temperatura insuficiente para desencadenar la fusión, "y si así fuera, habría estallado en pedazos hace mucho tiempo", señala Aspden. Continúa diciendo:
"La energía que irradia el Sol se sostiene porque los electrones libres se recombinan con protones, y cuando lo hacen, esto trae energía del submundo cuántico (éter) para obtener otra vez los electrones en sus órbitas de estado análogo. La energía solar no es de fusión, sino una de tipo sencillo trazada desde el éter por gravedad y 'apretando' átomos de hidrógeno de tal forma que causan ionización" (3).
Paul LaViolette considera que los núcleos de planetas y estrellas producen lo que él llama "energía génica", porque constituyen zonas supercríticas del espacio donde los fotones obtienen potencia del éter subyacente. Sostiene que el 15% del vigor solar podría ser suministrado por el de clase génica, mientras que el resto proviene de fusión nuclear. Muestra también que el Sol y las estrellas de baja densidad (rojas y enanas marrones) tienen la misma relación masa-luminosidad como los cuatro gigantes gaseosos (Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano), sugiriendo que son impulsados principalmente por el mismo mecanismo de formación energética. Paul añade que la potencia génica puede explicar un 73% de la productividad calórica terrestre e incluido todo el flujo térmico nuclear, y esto haría innecesarias las especulaciones modernas de que aquél se crea por liberación paulatina de calor atrapado desde tiempos prístinos, solidez gradual de un núcleo fundido o desintegración radiactiva (4). Los experimentos en las décadas '20 y '30 mostraron que silicatos, lavas y arcillas eran capaces de evolucionar calor en forma espontánea, a pesar de que no eran radiactivos (5), proporcionando así otra fuente potencial para el originado en la corteza terrestre.
Jones et al. proponen que la fusión nuclear fría puede suplir buena parte del calor emanado por la Tierra (6), argumentando que la mezcla de deuterio e hidrógeno al interior profundo explicaría los altos niveles de helio-3 hallados en rocas, líquidos y gases de volcanes y en las regiones tectónicas activas de la corteza terrestre. Señalan que Júpiter irradia dos veces tanto calor como el que recibe del Sol, y sugieren que el exceso térmico podría provenir de fusión fría en el núcleo jupiteriano, que se cree consiste en hidrógeno metálico junto con silicatos de hierro. LaViolette asevera que mientras la fusión fría es factible para los cuerpos con tamaño planetario, las estrellas agotan su suministro de deuterio en unos pocos millones de años debido a su luminosidad mucho más alta; de este modo, la fusión fría no explica por qué los planetas comparten una relación masa-luminosidad común con estrellas menores de la secuencia principal.
La posible existencia de fuentes de radiación no identificadas en el corazón de la Tierra se muestra por el fenómeno de "cascadas", o grandes lluvias anómalas de partículas nucleares detectadas en minas profundas y que viene de los lados e incluso desde abajo. Los neutrinos son las únicas partículas conocidas capaces de penetrar en todo el globo para crear cascadas ascendentes, pero los neutrinos solares comunes no parecen tener mucha energía para producirlas (7).
Alquimia
Sobre la pregunta de qué hace funcionar a las estrellas, ciertos teósofos apuntan a que los interiores de distintos soles no existen en condiciones de temperatura incomprensiblemente intensa, si bien es probable que sus capas sutiles y más extrínsecas posean cierto calor propio como resultado de procesos químicos. El corazón de cualquier sol es un laboratorio alquímico maravilloso donde se producen cambios electrónicos, atómicos y moleculares que serían totalmente imposibles de reproducir en cualquiera de nuestros establecimientos artificiales.
Aunque en el Sol pueda ocurrir algún nivel de disociación atómica, esto no dilucida la fuente de las energías que emite sin cesar. Según esos intérpretes de la Doctrina Atemporal, cada estrella sería el vehículo exterior de una presencia espiritual-intelectual, y en su núcleo reside una mónada divina de origen y carácter estelares. Este "Logos solar" o "dios" no debe ser considerado como algo exclusivo del núcleo de nuestro Sol, sino que más bien se ubica en los reinos astral, mental y espiritual de esa estrella. Aquí se expresa un principio medular de la Antigua Sabiduría: cada organismo físico es la manifestación externa de una serie de "campos de energía" internos -o "almas"- con sutileza y poder crecientes.
También se dice que en la Tierra existe una serie permanente de procesos químicos y alquímicos, diferentes sólo en grado de los acontecidos en estrellas y nebulosas. El interior planetario es otro laboratorio de la naturaleza y allí ocurren constantemente fenómenos inexplorados; de hecho, lo mismo puede decirse de los rangos o estratos más elevados de la atmósfera terrestre y su interacción incesante de fuerzas y sustancias con los campos del espacio externo. Aún está por ver si esto se realiza a través de radiación o medios naturales no descubiertos.
A menudo la ciencia moderna tiende a adoptar enfoques poco gentiles en su estudio de la naturaleza. Por ejemplo, los físicos suelen creer que serán capaces de arrancarle sus secretos más profundos por la rotura de partículas subatómicas a energías ultra altas en aceleradores, y luego por estudio de los restos. También se piensa comúnmente que la fusión nuclear, en que los elementos ligeros se combinan en otros más pesados, sólo puede ocurrir a temperaturas de millones de grados, como las que se dice existen en estrellas. Sin embargo, numerosos experimentos han demostrado que el exceso anómalo de calor puede producirse por una variedad de reacciones nucleares poco conocidas, quizá con involucramiento de fusión, a bajas temperaturas y en dispositivos relativamente simples, en lugar de reactores que cuestan millones de dólares. En general la "fusión fría" ha sido ridiculizada por la comunidad científica (4), aunque como describimos anteriormente, algunos investigadores especulan que puede suceder dentro de la Tierra y otros planetas.
El biólogo Louis Kervran y otros especialistas demostraron que en plantas, animales, humanos e incluso minerales, los elementos comunes pueden ser transmutados en otros más pesados o ligeros sin necesidad de temperaturas y presiones muy altas (5). Estos cambios a menudo son reversibles, y la mayoría implican hidrógeno, que tiene un protón (1H), u oxígeno, que posee ocho (8O). Los ejemplos son:
Los científicos de cabecera descartan la posibilidad de tales transformaciones alquímicas, pues creen que los protones y neutrones sólo se pueden añadir o quitar de núcleos atómicos por métodos violentos y en condiciones extremas, pero la naturaleza aparentemente puede lograr estas hazañas por medios bastante menos grotescos.
Un revisor de los libros de Kervran escribió: "Sin duda, cientos de experimentos en laboratorios acreditados evidencian transmutaciones de núcleos atómicos en la materia viva. Puede ser imposible, pero parecen suceder cambios de sodio a potasio, calcio-potasio y viceversa; en ciertos ejemplos el silicio más carbono genera calcio, y el nitrógeno deviene monóxido de carbono. Esto contradice todas las leyes naturales conocidas, pero existen los experimentos y no conozco ninguna refutación seria contra ellos" (6).
En 1959 el químico francés Pierre Baranger declaró que, tras muchos años de indagatoria, "debemos someternos a la evidencia: las plantas saben el viejo secreto de los alquimistas. Todos los días y ante nuestros ojos están transmutando elementos" (7).
Kervran añadió que el surgimiento de transmutaciones de baja energía, a veces con ayuda de bacterias, permite explicar el origen de los metales y la composición de estratos geológicos sucesivos.
Durante una serie de ensayos con plántulas colocadas en recipientes herméticos de vidrio, Rudolf Hauschka descubrió que su contenido de minerales aumenta y disminuye, y llegó a la conclusión de que las plantas no sólo podían mutar sustancias físicas, sino además generar materia del éter y descomponerla otra vez. Asimismo observó una aparición y desaparición de materia en secuencia rítmica, a menudo combinada con fases lunares (8).
Parecería, entonces, que ningún modelo de la Tierra y su evolución puede estar correcto ni finalizado si se ignora la evidencia sobre estados más sutiles de materia y las transmutaciones alquímicas.
Referencias
Gravedad e isostasia
1. "Gravedad y antigravedad".
2. Peter James, The Tectonics of Geoid Changes, Calgary, Alberta: Polar Publishing, 1994, p. 19-23; Peter James, "Is isostasy a real phenomenon?", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 3, p. 3-4, 1997.
3. Charles H. Hapgood, The Path of the Pole, Philadelphia: Chilton Book Company, 1970, p. 352-60; V.V. Beloussov, Geotectonics, Moscow: Mir, 1980, p. 259-61.
Actividad geológica
1. Arthur A. Meyerhoff, Irfan Taner, A.E.L. Morris, W.B. Agocs, M. Kaymen-Kaye, M.I. Bhat, N.C. Smoot y Dong R. Choi, Surge Tectonics: A new hypothesis of global geodynamics (D. Meyerhoff Hull, editor), Dordrecht: Kluwer, 1996.
2. V. Sánchez Cela, Densialite: A new upper mantle, Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 2000, p. 176-8.
3. en.wikipedia.org/wiki/Krubera_Cave.
4. H.C. Sheth, "Flood basalts and large igneous provinces from deep mantle plumes: fact, fiction, and fallacy", Tectonophysics, v. 311, 1999, p. 1-29.
5. Surge Tectonics, p. 253-4.
6. Densialite, p. 207-12.
7. Erwin J. Saxl, "An electrically charged torque pendulum", Nature, v. 203, 1964, p. 136-8.
8. W.R. Corliss (comp.), Earthquakes, Tides, Unidentified Sounds and Related Phenomena, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1983, p. 89-96; Charles Officer y Jake Page, Tales of the Earth: Paroxysms and perturbations of the blue planet, New York: Oxford University Press, 1993, p. 32, 37, 45.
9. Joseph H. Cater, The Ultimate Reality, Pomeroy, WA: Health Research, 1998, p. 83-7.
Formación de planetas
1. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 25-6.
2. Ibídem, p. 26-7.
3. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta (1888), Pasadena, CA: Theosophical University Press, 1977, 1:33, 144, 252 nota al pie.
4. Ibídem, 1:116-7, 159, 260; 2:153.
5. A.T. Barker (comp.), The Mahatma Letters to A.P. Sinnett, Pasadena, CA: Theosophical University Press, 2da ed., 1975, p. 79.
7. The Theosophist, vol. 4, septiembre a octubre de 1883.
Sol Central
1. Don Scott, "The electric sun", users.qwest.net/~dascott/Sun.htm.
2. Don Scott, "Sudbury Neutrino Observatory report: an analysis", electric-cosmos.org.
3. Harold Aspden, "Tapping nature’s energy source", 2005, aetherometry.com.
4. Paul LaViolette, Subquantum Kinetics: A systems approach to physics and cosmology, Alexandria, VA: Starlane Publications, 2da ed., 2003, p. 189-204; Paul LaViolette, Genesis of the Cosmos: The ancient science of continuous creation, Rochester, VE: Bear and Company, 2004, p. 318-27 (etheric.com).
5. C. Brush, "Retardation of gravitational acceleration and the spontaneous evolution of heat in complex silicates, lavas, and clays", Physical Review, v. 31, 1921, p. 1113; E.A. Harrington, "Further experiments on the continuous generation of heat in certain silicates", Proceedings of the American Philosophical Society, v. 72, n° 5, 1933, p. 333-49.
6. S.E. Jones et al., "Observation of cold nuclear fusion in condensed matter", Nature, v. 338, 1989, p. 737-40; "Rocks reveal the signature of fusion at the centre of the earth", New Scientist, 6 de mayo de 1989, p. 30.
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Alquimia
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