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23 de febrero de 2022

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (4 de 19)


Aforismo 6: "Karma no se encuentra supeditado al tiempo, y por ende quien sepa cuál es la última división de éste en el Universo, también conoce el karma". Este pasaje es profundamente metafísico y trata de cuestiones abstrusas relacionadas con el tiempo, la conciencia y la ley moral kármica -de la cual se dice que está más allá de aquél-, y todos ellos se interrelacionan. Presentaremos un bosquejo de las enseñanzas teosóficas sobre esos temas y en un lenguaje tan simple como sea posible.

Es evidente que tiempo y conciencia son inseparables, pero ¿qué representan conciencia y mente? ¿Cuál es la relación entre ambos? Para solucionar esto debemos admitir y comenzar con lo que Platón llamaba los primeros principios universales. La metafísica oculta postula que la Realidad o Verdad Última es Conciencia Absoluta, Infinita, ilimitada e inmutable, la Causa sin causa, la Raíz desarraigada de todo lo que fue, es y siempre será. Desde Aquéllo -que en Sí Mismo es la fatalidad de la Ley- se irradia periódicamente una cualidad espiritual consciente, llamada Logos, Iswara o Brahma, la causa creadora del Universo manifestado y que se refleja a partir del Nirguna Absoluto. Mientras que el Logos o Iswara está sometido a ciclos de tiempo y Karma en su aspecto externalizado, se encuentra más allá de la Ley en cuanto a su esencia o Espíritu. AQUÉLLO de lo cual emana ese Logos trasciende Karma, siendo también éste en Sí mismo; es el Tiempo Absoluto o la Duración Eterna indivisible. Por esto, se dice que Karma no está subyugado al tiempo, y el "Bhagavad-Gita" (Sloka 16) sostiene: "Todos los mundos hasta el de Brahman están condenados a nacer una y otra vez, pero ¡oh, hijo de Kunti, quienes me alcanzan jamás renacen!"

Todos los seres o Almas -en cuanto unidades de conciencia y reflejando en sí mismos la potencialidad de Iswara o Inteligencia cósmica manifestada- se ven sometidos al tiempo, y por lo tanto a Karma y el renacimiento, hasta que en su viaje evolutivo durante los ciclos manvantáricos fusionan su Individualidad con la Conciencia Absoluta anterior, o alcanzan a Krishna hablando alegóricamente. En otras palabras, cuando la conciencia purificada de la personalidad terrenal/mente inferior se une a su Matriz Divina, la tríada Atma-Buddhi-Manas traspasa los límites de tiempo y Karma; entonces y como señala el aforismo, dicha Unicidad conocerá la "última división del tiempo en el Universo" y también la Ley.

Para entenderlo mejor, necesitamos conocer el vínculo entre el tiempo y sus divisiones, la mente, la conciencia y el Karma, al menos hasta cierto punto. Nuestra mente, tal como la conocemos, trabaja con el cerebro o su vehículo en el plano físico, y ella no constituye más que un reflejo breve en nuestro cuerpo de Manas Superior, que a su vez es un rayo divino en el plano espiritual de Inteligencia Cósmica (o Mahat). Este Ego Divino puede funcionar en el ámbito terreno para el caso del individuo no regenerado, y sólo indirectamente a través de su alter ego mundanal, el complejo cerebro-mente. Ésta última personalidad momentánea es lo que genera Karma y el resultado de sus propios actos pasados; por lo tanto, dicha parte efímera en nosotros está sujeta al tiempo y la Ley. Aunque el Ego es divino y no participa activamente en los pensamientos y acciones de la personalidad inferior, sí asume la responsabilidad kármica de ésta y se doblega al Karma y el renacimiento. El cometido del Rayo Manásico o "Padre Celestial" de cada persona en la Tierra es liberar la conciencia personal del elemento engañoso que aparece de la noción separatista de su sombra terrenal, y llevarla gradualmente para servir a su gran objetivo de lograr una completa autoconciencia -volviéndose uno con la Mente Universal de donde surgió al principio- al asimilar experiencias de muchas encarnaciones fatigosas y reguladas por la ley kármica.

Por lo tanto, la conciencia de Manas Superior es cósmica y divina, mientras que aquélla de su parte fugaz en la Tierra- el yo personal/mental/cerebral- se halla sometida y limitada por el tiempo, el espacio, la causalidad y el mundo tridimensional de la materia, a menos que rompa las cadenas espacio-temporales y se percate de la unidad con su "Padre Celestial" para llegar al estatus divino.

Entonces, ¿qué es el tiempo? Como lo conocemos en nuestro estado mundanal de vigilia, la Teosofía indica que es “una ilusión producida por la serie de estados de conciencia a medida que viajamos a través de la duración eterna” (DS, I, 37). Mientras permanecemos despiertos, nuestra conciencia personal recibe incesantemente impresiones de los cinco sentidos y otras que surgen de la memoria y asociaciones de ideas. La modificación de nuestra mente -causada por el flujo de dichas improntas y que provoca una cadena de condiciones mentales cambiantes- produce en nosotros la noción de "tiempo", la idea de un "yo separado" y lo "pretérito", "presente" y "futuro". De este modo, el tiempo es una noción subjetiva e ilusoria generada por la sucesión de estados de conciencia.

Por medio de analogías, Helena Blavatsky explica que al parecer sólo tenemos la ilusión de un momento presente, y antes que nos demos cuenta, el futuro ya se convierte en pasado. El término "duración" se aplica a lo que no tiene principio ni fin, y en ese sentido nunca tendremos la experiencia de dicho concepto mientras existamos en el mundo fenoménico. Hay un cambio constante o nitya pralaya; nada permanece estático ni siquiera por la milmillonésima parte de un segundo. Nuestra sensación de "presente" en realidad es una madeja de vislumbres momentáneas, o una sucesión de ellas tal como las emiten nuestros sentidos, conforme esas impresiones pasan de la región del futuro a la de los recuerdos que llamamos "pasado". Así, sólo experimentamos un “sentimiento de duración” en lo que se denomina “presente” cuando la serie de momentos se difumina y no tenemos una percepción del principio o final de esos intervalos, similar a la visión de una chispa eléctrica e instantánea.

Podemos emanciparnos de la esclavitud perpetua a las quimeras de la existencia condicionada y alcanzar el verdadero conocimiento de las cosas en sí mismas (Verdad Absoluta) sólo cuando las modificaciones mentales son obstaculizadas por la práctica del Yoga, si el intelecto se libera de la servidumbre a los sentidos y deseos, y la mente y el corazón purificados se asimilan al Ego que todo lo percibe (Ser Superior). Tal persona se eleva a sí misma del ámbito donde opera el Karma y rompe sus lazos, alcanzando el conocimiento sobre la última división del tiempo, o la conciencia espiritual discriminativa del orden de precedencia y sucesión en los períodos más diminutos que no pueden seguir fraccionándose. Esa experticia permite que el individuo se convierta en un "Yogui del Círculo del Tiempo" y conoce todo el Karma y sus ciclos análogos. Los "Aforismos de Yoga" por Patanjali abordan esto y las formas o medios de realizarlo: se obtiene desarrollando el poder latente de Buddhi, la facultad de conocimiento espiritual discriminante sobre la Verdad en todas las cosas.

Cuando un yogui practica Sanyama en lo relacionado al momento y el flujo continuo de instantes, llega a poseer una discriminación que a su vez lleva al conocimiento sutil o la sapiencia no limitada por espacio ni tiempo (Libro III, Aforismo 53). Aquí Patanjali habla sobre la última división del tiempo, es decir, los momentos (kshana) y el orden en que éstos preceden y continúan. El kshana que no puede subdividirse más es menor a un segundo, nanosegundo o pico-segundo en ciencia, y es factible de considerarse como la más ínfima medida de tiempo. Conocemos y podemos diferenciar períodos como días u horas; existen matemáticos natos que perciben la progresión en minutos y calculan sin reloj cuánto rato ha transcurrido entre dos puntos determinados en el tiempo. De este modo, un verdadero yogui es capaz de distinguir entre la sucesión de momentos.

¿Cuándo comenzó el primer momento para la Tierra? La ciencia no puede responder a esta pregunta con ningún grado de certeza. William Judge da una enseñanza muy importante sobre el tema en su obra "El Océano de la Teosofía" (p. 126): "La verdad sostenida por los teósofos antiguos es que durante los primeros momentos de solidificación para este globo, la masa de materia implicada alcanzó una cierta y definida tasa vibratoria que se mantendrá a través de todas las variaciones en cualquier parte de ella, y hasta que arribe su hora de disolución. Estos índices vibracionales son los que definen los diversos ciclos”. ¿Y qué determina el primer momento, los índices de vibración física y las fases posteriores de crecimiento, madurez, declive y muerte? Ciertamente no es la obra arbitraria de un "Dios" ni un evento aleatorio, sino el efecto kármico producido por la combinación de pensamientos y actos de todos los seres, desde aquéllos más evolucionados hasta la mónada mineral en el peldaño más bajo de la escala evolutiva.

El Karma no constituye sólamente acción-reacción o causa-efecto en el sentido newtoniano, sino además las consecuencias morales, mentales y físicas que siguen infaliblemente a nuestros pensamientos, deseos, emociones, afectos y animosidades que conducen a ciclos de reencarnación donde cosechamos experiencias benéficas y perjudiciales como merecimientos justos, y que dan forma a nuestras tendencias y carácter, llamados samskaras. La misma Ley se aplica en todas partes y también a individuos, naciones, la humanidad entera, sistemas planetarios y el Universo; el Karma del mundo es el conjunto kármico e interrelacionado de todas las entidades, desde involucionadas hasta egregias, unidas mutuamente a través de hilos indisolubles e interdependientes en la red de la vida. Así podemos apreciar el significado de un verso del "Bhagavad-Gita": "Karma es la emanación que causa la existencia y reproducción de las criaturas" (VIII, Sloka 3).

Sin embargo, los individuos pueden elevarse internamente superando la ilusión en el concepto del "yo separado" que encadena al alma con lazos kármicos, al perfeccionar la discriminación espiritual del verdadero Ego como el Ser que está más allá de Karma. Estos liberados serán maestros del conocimiento recóndito sobre las relaciones entre los momentos y su orden, y tendrán una sabiduría perfecta de todos los ciclos kármicos en este Universo.

("The Theosophical Movement", septiembre 2019).

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (3 de 19)


Aforismo 5: “Karma opera sobre todo objeto y entidad, desde el átomo más diminuto imaginable hasta Brahma. Al ejecutarse en los tres mundos de hombres, dioses y seres elementales, ningún lugar en el Universo manifestado está exento de su dominio". Como aquél es conciencia encarnada, toda forma de vida es consciente y puede poseer intelecto; por ende, la acción de cualquier nivel de inteligencia produce su propio efecto. Si consideramos que Karma es la normativa inherente al poder de actuar que tiene cada individuo en cualquier grado, entonces esa capacidad es ejercida por todo ser por el grado de razonamiento adquirido en su desarrollo evolutivo. No hay karma a menos que exista un ser que lo produzca o sienta sus efectos, y dado que el Universo en su totalidad se compone por varias jerarquías de "seres" con variados niveles de consciencia, podemos inferir que Karma trabaja por todo el espacio, en todo plano del ser y estado de conciencia. De esta suerte, todo en el Universo manifestado está sujeto a la Ley.

Cuando Karma se aplica a la vida moral humana, deviene un precepto de causación ética y justicia, o recompensa y castigo, como también la causante de nacimiento y reencarnación. En el aspecto retributivo o sancionatorio, Karma se aplica únicamente a la humanidad por constituir un conjunto de seres morales y dotados de Manas o mente. En cada momento de su encarnación mundana y para todo contexto, la persona debe tomar decisiones morales sobre cómo pensar y obrar, ya sea cumpliendo las leyes de virtud o siguiendo la forma más fácil de ceder a deseos egoístas y pasiones inferiores. En el primer caso experimenta el resultado kármico como placer y felicidad, y en la segunda opción, dolor y tristeza. Recibe sus frutos en la vida terrestre tanto en las fases de consciencia tras el fallecimiento como en las encarnaciones posteriores, y por ello la llamamos ley de causalidad ética.

Pero ese aspecto de la Ley no se aplica a los reinos naturales e inferiores al nuestro -elementales, rocas, plantas y criaturas animales- porque no incluyen seres con moralidad y tampoco están dotados de mente en su desarrollo evolutivo; por lo tanto, actúan según el instinto siempre acorde con la armonía y progresión del decreto natural. En su aspecto más simple, Karma es la regla de acción y reacción que siempre tiende e impulsa a las criaturas a un orden superior de vida. También las leyes físicas, químicas y fisiológicas de la Naturaleza están subordinadas a esta Ley de leyes, por lo cual conviene dejar en claro qué constituye un "acto".

Se dice que el karma se crea o llega a existir mediante la acción, pero la gente común no entiende muy bien que ella significa no sólo las obras conscientes y definidas de la vida, sino también todos los actos más pequeños, conscientes o inconscientes, automáticos o de otro tipo. Por esto se dice en los libros hindúes que el cuerpo dormido del ser humano crea Karma mediante su respiración, pues en éste último proceso se extinguen algunas vidas de seres diminutos, y para subsistir es necesario soportar esa pequeña porción kármica (revista Path, octubre de 1890).

Debemos distinguir entre Brahma neutro o Absoluto, y Brahma en cuanto Deidad manifestada que periódicamente irradia del primero, y se reabsorbe de nuevo en el Absoluto al terminar su ciclo de existencia, sólo para emanar otra vez de Aquéllo tras un período de no-manifestación, que es igual en lapso a la fase de manifestación [Manvantara]. Aquí Brahma, la Deidad que se externaliza, es la Vida Única y diferenciada en innumerables seres de varias etapas evolutivas "en los tres mundos de hombres, dioses y seres elementales". El nacimiento, desarrollo, muerte y renacimiento de Brahma en el campo ilimitado del Absoluto Desconocido es resultado de la sumatoria kármica de todos los seres, desde el más elevado hasta el más bajo, durante el período de su manifestación. Por lo tanto, todo ser hasta Brahma está bajo dominio del Karma. Allende Brahma se encuentra Para-Brahm, que está más allá del Karma, porque ES la Ley Absoluta en sí misma. El volumen 2 de "La Doctrina Secreta" explica: “Esta Ley, consciente o inconsciente, no predestina a nada ni a nadie. Verdaderamente existe desde y en la Perpetuidad porque ES la ETERNIDAD en sí; y dado que ningún acto puede ser co-igual a ella, no se puede decir que obra porque es la ACCIÓN misma" (304-5).

De forma análoga al macrocosmos o Brahma, tenemos al individuo o microcosmos. Así como Parabrahm (Absoluto) no está dominado por Karma al constituir la Ley misma, el Ser Divino de una persona o Atman es "uno con el Absoluto, como su radiación" ("La Clave de la Teosofía", p. 91), y Karma nunca le afecta ni puede operar sobre ello. En el tomo 1 de "La Doctrina Secreta" (p. 6) se afirma que ESO al mismo tiempo es Para (Supremo) y Apara (no Supremo): acción y no-acción, un aspecto sujeto a Karma y otro más allá de la regla. También el ser humano en su naturaleza septenaria es Para y Apara; su Ser Divino corresponde al primero y los seis principios restantes -o rasgos manifestados de Aquél- representan Apara. Esto significa que un humano, si bien está supeditado a la norma kármica, tiene el poder de elevarse por encima de ella y volverse un ser sin karma fusionándose con su Ser Divino, deviniendo un Jivanmukta o ente liberado, incluso mientras está en el cuerpo físico. Tal Ser de Unidad concretará todas las acciones en los tres mundos que ya mencionamos, pero dado que sus hechos están siempre en perfecto unísono con la armonía universal y para el bien de todos, por así decirlo instantáneamente ellos "se reducen a cenizas" en el fuego del conocimiento espiritual. La paradoja es que el Jivanmukta actúa y no actúa, y hará obras sin llevar nada a cabo en apariencia. Por ese motivo "La Voz del Silencio" indica al aspirante a devoto: "Tanto acción como inacción pueden encontrar lugar en ti" (p. 32).

Por consiguiente, la naturaleza espiritual humana (Atma-Buddhi) nunca se ve afectada por Karma, porque ese centro es un punto neutral, y en su ausencia las acciones no podrían ser; sin embargo, no es la causa ni el experimentador de esas obras. Los hechos son iniciados por el humano -o unidad de inteligencia- que opera desde la base de algún “principio” o "parcela" determinados de su ser. La acción comienza desde cualquier principio, alto o bajo, cuya resultante se hará sentir en ese mismo componente o punto de perturbación, y luego da lugar a un engarce causa-efecto en las secuelas físicas, mentales y morales a las que el Ego queda unido. Cuando esos procederes se inician espiritualmente -es decir, si son totalmente altruistas y por el impulso procedente del Ser Superior o Ser de Todo- y se tornan operativos en el plano físico, no hay rompimiento del equilibrio, sino más bien una expresión de armonía desde el principio hasta el final del hecho y su respuesta. Por el contrario, cuando un acto comienza con interés propio y termina concretándose, existe un desajuste en el balance y la reacción llega a la parte mortal o inferior del hombre (revista Theosophy, junio de 1929).

Esta obviedad se explica por una alegoría del Chhandogya Upanishad. En un diálogo, Prajapati dice que debe buscarse el Ser (Atman), el cual se halla libre de pecado, vejez, muerte, dolor, hambre y sed. Los dioses enviaron a Indra y los demonios a Virochana para aprender sobre ese aspecto. Prajapati pidió a ambos que observaran dentro de un recipiente con agua y les preguntó cuánto podían encontrar del Ser cuando miraban dentro del líquido, respondiendo que podían verse por completo, ¡hasta las uñas y el cabello! Entonces el anfitrión añadió que ése era el Ser inmortal e impávido, que a su vez representaba a Brahman. Virochana se retiró convencido de que el cuerpo era el Ser, pero Indra no quedó satisfecho; declaró entonces a Prajapati que así como el Ser se adorna cuando el cuerpo está decorado, Aquél se encuentra mutilado o cojo cuando pasa lo mismo con la cobertura física, y Aquéllo debe perecer cuando el organismo muere. En respuesta a Indra, Prajapati continuó dando instrucciones más elevadas sobre el Ser, diciendo que éste último cuando encarna se ve afectado por placer y dolor, y sin embargo ambos no alcanzan al Ser incorpóreo. Indra pronto se dio cuenta de que el Ser no se torna ciego, cojo, mutilado ni se siente molesto o herido cuando experimentamos todo esto a nivel físico, pero sí da la impresión de ser "golpeado" y "desplazado" o sintiera malestar y pena.

Es importante comprender la relación de dioses y elementales con el Karma. La "Doctrina Secreta" enseña que los dioses o ángeles son humanos de una clase superior que ya pasaron por nuestra etapa y adquirieron perfección física, intelectual y espiritual. Estos son los seres que guían, controlan y animan todo el Kosmos, y asimismo los agentes de leyes kármicas y cósmicas: “Ninguno de estos Seres, superiores o inferiores, tiene individualidad o personalidad como Entidades separadas” (DS, I, 275). Como resultado, no tienen Karma particular y tampoco ofrecen ningún enfoque individual a donde puedan regresar los efectos análogos. No obstante, toda entidad e incluido Brahma están sujetos al Karma en el sentido de que cuando llega la hora, aparecen Aquél y todos los seres celestiales sólo para volverse hacia lo Absoluto o Parabrahm cuando adviene el momento de la disolución.

Asimismo, los elementales semi-inteligentes y los que no tienen ese rasgo serán humanos en el futuro, pero como aquéllos son inferiores, aún deben pasar por nuestro nivel: “Un elemental es un centro de fuerza, sin raciocinio, carácter ni tendencias morales, pero capaz de ser dirigido en su actividad por pensamientos humanos, que de modo consciente o inconsciente pueden darle cualquier forma y hasta cierto punto inteligencia" ("Vernal Blooms", p. 135). Tan pronto como es emitida una cogitación, se combina con un elemental y forma lo que puede llamarse una "entidad", la cual obtiene su carácter desde nosotros y dependiendo de si esa idea era buena, mala o indiferente. En otras palabras, con todo pensamiento engendramos un demonio o ángel. Estas emisiones mentales buenas y malas no sólo ayudan o entorpecen a su creador, sino que permanecen grabadas en un registro invisible [físicamente] conocido como Luz Astral, formando un conjunto común de nociones. Por lo tanto, cada persona atrae de esta enorme "piscina" las ideas que son consustanciales a su propia naturaleza [véase también "La telepatía o transferencia de pensamiento" para más implicaciones sobre el tema].  

Junto con los seres divinos, los elementales son "portadores" o "mensajeros" del Karma y la normativa cósmica, porque constituyen instrumentos por cuyo medio la Ley reacciona a nuestros hechos. Esos elementales parecen obrar bajo el mandato de agentes superiores denominados Chitra-gupta o Lipikas, ejecutadores de la dispensación kármica. La palabra "lipi-ka" deriva de lipi que significa "escritura"; ellos son Seres Divinos conectados con Karma en su calidad de Registradores o Escribas, quienes imprimen en las “tablillas invisibles de la Luz Astral, 'la gran galería pictórica de la eternidad', un registro fiel de cada acto y pensamiento humanos de todo lo que fue, es o será en el Universo fenoménico". El Chitra-Gupta del hinduismo lee en voz alta el relato existencial de cada alma desde su "archivo", llamado Agra-Sandhani, que alude a los registros astrales (DS, I, 104-5).

Asimismo, "La Doctrina Secreta" (I, 122-124) menciona las Fuerzas Cósmicas del Norte, Sur, Este y Oeste, y cada una posee una propiedad oculta diferente. Están los cuatro Maharajás, conectados con el Karma y descritos como Rectores o Ángeles que presiden individualmente una de esas direcciones geográficas y los cuatro elementos, y además gobiernan dichas energías. Karma necesita agentes materiales para llevar a cabo sus decretos, como las cuatro clases generales de vientos, pues la ciencia admite que éstas últimas tienen influencias malignas y benéficas sobre la salud humana y de todo ser vivo. No son los dioses quienes castigan a individuos y naciones, pues simplemente ejecutan el decreto kármico inmutable que la propia humanidad evoca con sus hechos. Producimos el efecto que despierta poderes correspondientes (elementales) en el mundo sideral, y que son atraídos magnéticamente por aquellos que plantaron esas semillas mediante pensamientos u obras. Es el humano mismo quien atrae la calamidad para sí a través del Karma individual y colectivo. Las injerencias cósmicas en el plano invisible y los vientos a nivel terrestre se convierten en vehículos kármicos y traen los resultados de la actividad humana.

("The Theosophical Movement", agosto 2019).

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (2 de 19)


El Aforismo 3 establece: "El karma es una tendencia constante e infalible en el Universo para restaurar el equilibrio, y opera incesantemente". Como vimos, Karma quiere decir "acción", y no es difícil percibir que no hay término de obra o movimiento en el espacio ilimitado donde los universos nacen, progresan y desaparecen, para resurgir indefinidamente como las estaciones del año. Los ciclos de nacimiento y muerte de mundos han estado sucediendo sin comienzo y continuarán de igual modo en el futuro. Así como los universos se hallan en acción incesante, así es todo objeto y ser en cada universo. La ciencia moderna observa y constata ese hecho en el plano físico, pues no hay nada -ni siquiera una mota de polvo o un átomo- que esté en reposo, sino que cambia, se transforma y progresa sin fin en una escala ascendente de orden superior de existencia y actividad. Hemos visto que no puede haber Karma o acción a menos que tengamos un ser que lo genere o sienta sus efectos (Aforismo 1), lo cual significa que el movimiento incesante en el Universo no es "aleatorio" y "sin propósito", sino que está producido por la acción de seres encarnados de diversos niveles en desarrollo, dentro del progreso evolutivo universal. Por lo tanto, existe un diseño y objetivo en cada fenómeno de la naturaleza, por insignificante que parezca. De esta suerte, es evidente que el Universo es conciencia encarnada y toda la naturaleza muestra una marcha gradual hacia una vida superior que comienza con los elementales y progresa a través de minerales, plantas y animales, hasta la etapa del ser humano, y de allí sigue a las fases superhumanas, terminando en la mayor perfección posible en cada una de las series de manifestaciones universales. Entonces, este gran recorrido evolutivo -el de tipo individual, racial, planetario y universal también está gobernado por la ley cíclica y kármica- es llevado a cabo por acción de seres.

En "La Clave de la Teosofía" (p. 199) Blavatsky explica: "El karma es la ley infalible que ajusta los efectos a la causa en los planos físico, mental y espiritual del ser. Como ninguna causante permanece sin su debido resultado de mayor a menor -desde una perturbación cósmica hasta el movimiento de vuestra mano-, y como lo similar produce similar, Karma es esa ley invisible y desconocida que arregla sabia, inteligente y equitativamente cada efecto a su causa, rastreando ésta última hasta su productor; y aunque en sí mismo es incognoscible, su acción es perceptible". Así, comprendemos la tendencia incesante, indefectible y constante en el Universo de restaurar la armonía rota por acción de seres, trazando cada origen hasta su consecuencia, por la cual los individuos que causan el desajuste [o promueven su opuesto] reciben efectos buenos o malos.

El Aforismo 4 nos dice: “El aparente término de esa restauración del equilibrio se debe al ajuste necesario de la alteración en algún otro lugar o foco, que es visible sólo para yogis, sabios o videntes perfectos: por lo tanto, no hay interrupción, sino sólo un ocultamiento a la vista". Este precepto parece sugerir que, si bien normalmente la ley trabaja para calibrar el efecto a su causa, por ratos creemos que el proceso no ha tenido lugar y la ley no consiguió reponer el equilibrio. Por ejemplo, en una vida determinada ponemos en movimiento muchas causas buenas y malas, algunos de cuyos efectos experimentamos en esa misma vida, pero a casi todos nos sucede que morimos incluso antes de ser resarcidos o castigados por ello, lo cual puede parecernos una "interrupción en el restablecimiento del balance". Cuando no vemos a una persona malvada sufrir los resultados de sus crímenes hasta su muerte, nos invade la sensación de que "no existe justicia en el mundo" pues el responsable semeja "haber quedado libre de culpa" a pesar de todo su mal comportamiento; lo mismo vale para el buen karma que puede no haber sido recompensado.

El Aforismo 4 señala que en todos esos casos sólo hay una interrupción aparente al reintegrar el equilibrio. En realidad, aquellas causas que fueron creadas en esta vida y por las cuales no se experimentaron consecuencias, ahora se han convertido en sanchita o karma almacenado; nuevamente, esto simula un "corte" en el proceso, pero en realidad no es así, pues el necesario arreglo de la perturbación se está produciendo ahora en algún otro sitio que sólo es visible para el yogui. También hay muchas razones para un cese aparente del ajuste kármico. Uno de esos eventos se debe a la muerte del cuerpo, y todos tenemos que pasar por ello algún día. Cuando el cuerpo deja de funcionar en una vida específica, pareciera ser que se detiene la restauración del equilibrio de causas kármicas a través de esa cobertura material, pero el enfoque del equilibrio de causantes-efectos se desplaza a los estados post-mortem. Judge escribe: “Creamos causas en todo momento, pero existen dos ámbitos para la manifestación de ellas. Estos son: a) el objetivo, como se llama a este mundo, y b) el subjetivo, que está tanto aquí como después de haber dejado esta vida. El primero se relaciona con la existencia terrestre y la parte humana más burda (...) El segundo atañe a sus partes superiores y espirituales. En el campo objetivo los impulsos psíquicos no pueden funcionar ni tampoco las tendencias y aspiraciones superiores de su alma" ("El Océano de la Teosofía", p. 118).

Cada día producimos energías psíquicas por nuestras aspiraciones y sueños, y como no las vivimos concretamente, éstas se almacenan en Manas [Mente Superior] y encuentran su expresión en el estado posterior al fallecimiento, llamado devachán. El Ego permanece allí durante un tiempo exactamente proporcional a los impulsos psíquicos y las aspiraciones sublimes generados durante la vida. Un Maestro de Sabiduría señala que el "sueño devachánico” persiste hasta que karma se satisface en esa dirección. En devachán tenemos una asimilación de las experiencias esenciales de la vida que acaba de terminar: "Esa parte de nosotros que no pudo florecer bajo los gélidos cielos de la vida terrenal, termina por brotar y regresar más fuerte con nosotros a la existencia física y se ancla más que antes en nuestra naturaleza" (ibídem, p. 122).

Sin embargo, antes de ingresar en devachan, el Ego va a otro estado subjetivo llamado Kamaloka, donde tiene lugar la separación de aquél respecto a los principios inferiores, el "grano de la paja", y se prolonga en el caso de personas muy malvadas donde el Ego está detenido en ese nivel durante mucho tiempo. Normalmente, la Tierra es nuestro infierno, y aquí la mayoría de nosotros experimentamos sufrimiento por nuestros malos pensamientos y acciones, pero algunas almas pueden encontrarse en condiciones espantosas en Kamaloka. En "Forum Answers" (p. 107), Judge consigna: "Esto me lleva a concluir que el peor infierno y más bajo debe ser una condición de la mente y se produce fuera del cuerpo; por lo tanto, es una etapa o grado de Kamaloka". Aquí nuevamente vemos un ajuste parcial de efectos por causas perversas, generadas durante la vida que acaba de terminar.

De este modo, existen algunas causas producidas por el individuo que son compensadas durante la vida con resultantes adecuadas, y otras por las cuales se tienen consecuencias en la etapa post-mortem. Pero aparte de esto, todas las demás "semillas" generadas por la personalidad [ego inferior] son imperecederas y no pueden eliminarse hasta que sean equilibradas por sus legítimos efectos: "Las causas no ajustadas seguirán al Ego que encarna, y lo alcanzarán en su reencarnación posterior hasta que se establezca plenamente una armonía entre orígenes y repercusiones" ("The Theosophical Glossary", p. 174).

El libro "Answers to Questions on The Ocean of Theosophy" (p. 155) declara que, al igual que para un individuo tras su muerte aún queda Karma por calibrar que espera el regreso del Ego en otro cuerpo, así también permanece Karma no arreglado de masas de gente/seres al final de un Manvantara y Mahamanvantara. Robert Crosbie explica que, si bien la tendencia de Karma es siempre reestructurar el equilibrio, no hay un reajuste completo al final de cada ciclo existencial: "Siempre debe haber efectos de evolución que aún no se han corregido (...) Entonces, al final de un manvantara, puede decirse que hay un período de asimilación, en lugar de un ajuste total", antes que todo el grupo de seres continúe su desarrollo en un nuevo manvantara, análogo al aparente "término" del Karma de las causas no ajustadas de una persona cuando muere. Por lo tanto, lo que nos parece una "pausa" en el proceso de re-equilibrio en la muerte, es sólo la suspensión temporal del flujo de efectos kármicos mediante el cuerpo, y el proceso de "enmienda" es renovado cuando se proporcionan las condiciones correctas en la próxima vida terrena del Ego -u otra sucesiva- bajo la Ley Kármica.

En "Notes on the Bhagavad-Gita" (p. 57-58) Judge se refiere al karma retrasado y las afinidades sin agotar. Aquéllos que anhelan paz y bienaventuranza realizan ceremonias especiales, cierto tipo de sacrificios, penitencias, oraciones y obras, según lo prescrito en textos sagrados, y de lo cual se garantiza como "cosecha" una larga estadía en el mundo celestial por períodos incalculables. Sin embargo, los riesgos que implica tomar un curso de este tipo son enormes y numerosos, pues Judge aclara: “De modo que el individuo puede realizar en esta vida 'ceremonias especiales' y ajustarse a los textos y la doctrina, obteniendo la recompensa del cielo, y aún así le quedará una cantidad sin agotar de ese 'misterioso poder de meditación' y de cuya perspectiva es ignorante" ("Notes on the Bhagavad-Gita", p. 66).

Al morir, sólo una pequeña porción de conciencia encarnada se une a la naturaleza divina y pasa a devachán. Gran parte de nuestra mente envuelta en propensiones más bajas y búsquedas mundanas se queda atrás como depósitos mentales o Karma no gastado, y precisamente el "misterioso poder de meditación" es esta fuerza kármica y las afinidades no agotadas que se auto-afirman (también se le llama "línea meditativa de vida" o aquéllo en lo que estaba puesto nuestro corazón). Las personas que realizan solemnidades y rituales para obtener la recompensa del mundo celestial no se dan cuenta de que todavía tienen gran cantidad de Karma sin consumir, e incluye las innumerables afinidades engendradas en vidas anteriores que resultan en que nazcamos acompañados de individuos con quienes estas similitudes se crearon previamente. Debido a la estancia prolongada en el ámbito celestial, se genera retraso o interrupción pasajeros al restaurar el equilibrio de dichas causantes kármicas hasta el renacimiento, mientras que durante el estado de pausa aparente se resuelve otro conjunto de originantes para la persona, al proporcionarle los "placeres del cielo" que anheló durante su vida.

En los requisitos para el discipulado, que aparecen en el libro "Raja-Yoga or Occultism", vemos que quien aspira a convertirse en un verdadero chela no hará que se desvíe o evite el curso de karma mediante la oración o ceremonias exotéricas propiciatorias, y muestra que si ambas son eficaces, la persona no experimentará las consecuencias de sus acciones en ese momento. Luego tenemos otro caso de karma retardado en que el reajuste de raíces kármicas se retrasa o pospone temporalmente, ya que esa normativa no puede ser soslayada. Judge sostiene: “Pensar que podemos escapar de cualquier causa relacionada con nosotros es suponer que la ley y el orden abandonan el Universo manifestado” (WQJ Series, n° 22, p. 17). Esto también puede aplicarse a particulares que recurren a técnicas de "curación mental". William también explica que, excepto en los casos donde la enfermedad tiene orígenes en una imaginación muy fuerte de la persona, en todos los demás contextos tales modos curativos hacen recular las semillas de la enfermedad a su "escondite" e impiden su desarrollo y agotamiento. En otras palabras, se les hace retroceder a la fuerza sólo para esperar una vez más su expresión natural en alguna otra vida, y la dolencia se pospone para algún día futuro.

Blavatsky añade: "Ni siquiera el más grande de los yoguis puede desviar el progreso del Karma o detener los resultados naturales de acciones por más de un período corto; e inclusive en ese caso, dichas consecuencias sólo se reafirmarán más tarde con una fuerza incluso diez veces mayor, porque tal es el ocultismo en la ley del Karma y los Nidanas" (HPB Series, n° 32, p. 34).

("The Theosophical Movement", julio 2019).

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (1 de 19)


[Impresos posteriormente en el ULT Pamphlet n° 21, están anunciados por una nota de Judge: “Los siguientes preceptos, entre otros aún sin utilizar, me fueron otorgados por enseñantes, entre ellos H.P. Blavatsky; algunos estaban escritos y otros se comunicaron por distintos medios. Se declaró ante mí que provienen de documentos ahora inaccesibles al público general. Cada aforismo fue sometido a mi juicio y razón, y tal como ellos se mostraron verdaderos a mi razonamiento tras considerarlos seriamente -aparte de cualquier autoridad-, así espero también que obtengan la anuencia de mis colegas, para quienes los publico ahora”].

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Un sutra o aforismo es una expresión concisa y compacta de una verdad o principio general, y donde ninguna palabra es superflua. Muchas obras filosóficas se han presentado a modo de aforismos que sirven de ayuda a la memoria, por lo que su escritura implica la necesidad de elaboración y comentarios. En los “Aforismos sobre Karma” (ULT Pamphlet, n° 21) William Judge otorga ciertas ideas clave a través de las cuales aprendemos mucho sobre las ramificaciones de esa Ley. Dice que esos preceptos le fueron comunicados y luego sometidos a su propio "juicio y razón"; vemos así que los presentó a investigadores serios para una consideración seria y a fin de permitirles obtener un entendimiento más profundo sobre Karma. Esta doctrina se explica generalmente por la analogía de "lo que siembres, así cosecharás", o en otras palabras, si plantamos una semilla de mango sólo obtendremos mangos y no fresas ni rosas.

El primer aforismo sostiene: "No hay karma a menos que exista un ser que lo haga o perciba sus efectos". Karma significa acción; no puede haber tal sin alguien que obre y, por lo tanto, tampoco existe efecto sin un experimentador de ese resultado. Si la acción termina, comienza el pralaya (disolución) pues como señala Shri Krishna en el tercer capítulo del Bhagavad-Gita: "Si yo no realizara acciones, estas criaturas perecerían". En este caso, Krishna representa no sólo la Ley que gobierna el mundo exterior de las cosas y los seres, sino también la norma que domina el mundo interior de pensamientos y emociones. La Deidad o Parabrahm está simbolizada por el Gran Aliento, descrito como el eterno perpetuum mobile. En Teosofía, el único atributo absoluto de la Deidad es el Movimiento (o Gran Aliento) infinito e incesante, cuya actividad no se detiene ni siquiera durante el pralaya. Así, la venida y desaparición de universos se representan por la exhalación e inhalación del "Gran Aliento" inacabable.

El segundo aforismo dice: "Karma es el ajuste de efectos que fluyen de causas, donde experimenta dolor o placer la entidad sobre quien y a través de la cual se efectúa esa corrección". La Ley de Karma consta de causa y efecto. Cuando se lanza una pelota contra la pared, aquélla vuelve al lanzador; asimismo, la reacción va de nuevo al agente. Las buenas acciones traen resultados buenos y las malas, causas perjudiciales. Robert Crosbie añade: “Debemos saber que Karma no castiga; simplemente brinda la oportunidad de adaptarse"; en otras palabras, el ser humano crea causas y la ley kármica sólo acomoda las resultantes. Helena Blavatsky lo ilustra con el ejemplo de una piedra arrojada a un estanque. Cuando el guijarro cae al agua, crea olas de perturbación que oscilan hacia adelante y atrás, y finalmente se detienen por la ley de disipación energética. Después la superficie líquida vuelve a su estado de calma; sin embargo, dado que cada alteración comienza en algún punto particular, el equilibrio o la armonía pueden restablecerse mediante la convergencia hacia ese mismo punto de todas las fuerzas que se pusieron en movimiento a partir de él. De igual manera, las repercusiones vuelven al ser actuante: si una persona inclina hacia abajo la rama de un árbol con gran fuerza, rebotará con igual ímpetu al tratar de asumir su posición natural. En ese proceso, si la persona que dobló la rama se disloca el brazo, ¿culparemos al árbol por el perjuicio?

El Aforismo 2 debe considerarse junto con el 3, que reza: "El karma es una tendencia constante e infalible en el Universo para restaurar el equilibrio, y opera incesantemente". Dado que la esencia de la unidad es armonía (equilibrio), la disonancia se provoca por cualquier obra, pensamiento o emoción que altere esa integridad. Así y desde un punto de vista, dichos equilibrio o integridad son estancamiento o lo opuesto al desarrollo, y éste significa expansión, ruptura con un estado, vehículo o cosa (cuerpo) y el ingreso en otros, cuyo proceso genera dolor o sufrimiento de algún tipo. Una madre experimenta dolor cuando da a luz a un hijo; también hablamos sobre los "dolores del crecimiento" en la infancia, y sabemos que estos episodios son necesarios. Igualmente, la semilla se rompe y debe haber algo similar al “dolor” al germinar diminutas hojas. Del mismo modo, todas las cosas "mueren" cuando la forma que habitan ha sido superada. Estos son eventos naturales que conducen a la armonía y el equilibrio finales en una escala superior.

Pero cuando hay desarmonía o desbalance de dicho equilibrio- causados por acciones humanas incorrectas- experimentamos sufrimiento "innecesario" en el esfuerzo de la Naturaleza por restablecer su derrotero. En los reinos inferiores, aquélla no tiene que reponer la armonía pues la perturbación causada es congruente con la evolución natural, pero la humanidad causa problemas al ir en contra de ese desarrollo. Por lo tanto, la recompensa y el castigo pueden verse como una compensación por preservar o perturbar la armonía cósmica. En ocasiones, ese ajuste del efecto a la causa es rápido y luego podemos relacionar un origen con su resultado, como cuando sufrimos malestar estomacal por comer en exceso o ingerir alimentos rancios. Otras veces los actos en la infancia o juventud traen consecuencias en la vejez; por ejemplo, una persona que se entrega a fumar de modo compulsivo o mascar tabaco procesado puede padecer cáncer bucal/pulmonar u otras enfermedades cuando llegue a vieja. No obstante, algunas acciones no dan fruto en esta vida, y el individuo parece haber quedado "totalmente libre" de secuelas, pero no es cierto. Tales procederes en una existencia previa son como flechas lanzadas con un arco, actuando sobre nosotros en alguna vida posterior y produciendo nuestras recompensas y castigos. Entonces, cuando no podemos ver la causa del efecto o sus consecuencias kármicas, es porque podríamos haber plantado esas simientes en una vida pretérita.

Podríamos decir que karma es la ley natural de acción-respuesta, y también de retribución ética que trae felicidad o sufrimiento al perturbador. Este binomio se aplica en los reinos inferiores, pero como la especie humana tiene la facultad de pensar y elegir, puede optar por ir a favor o en contra de la naturaleza y así mantener o romper el equilibrio, por lo que experimenta "pagamiento" moral.

Es fácil apreciar que el mencionado "honorario" no debería aplicarse en casos donde las acciones son cometidas por individuos que no han progresado lo suficiente o no pueden actuar con deliberación y tomar decisiones. Por lo tanto, los delitos cometidos por ignorancia -como en el caso de niños [de cierta edad y según la legislación], enfermos mentales, salvajes, etc.- implican responsabilidades físicas, pero no morales o kármicas.

Por ejemplo, si una persona ciega e indefensa golpea accidentalmente a otra en el ojo y le causa una lesión, es normal que el afectado disculpe el acto y no albergue resentimiento, pero cuando la misma acción se hace a propósito despierta odio y rencores en el otro; éste al morir llevará consigo la semilla de animosidad y en alguna otra vida brotará produciendo antagonismo, dolor y también las chances con miras a aprender la lección. Para el primer caso habrá consecuencias en el plano físico, pero no sufrimiento moral, que está involucrado en el segundo.

William Judge trata de explicar las bases para el funcionamiento de la Ley de Retribución Moral (también conocida como Ley Moral de Compensación) en el caso de un niño retrasado mental, nacido de padres ricos, pero de carácter malicioso, quien mutila flores y mata insectos en su estado de idiotez; éstos últimos, sin conocer el subdesarrollo del victimario, volvieron sus ojos [consciencia] hacia él con dolor mientras los torturaba. Al morir, la imagen espiritual de aquél -junto con ese quebranto y el deseo de venganza- por así decirlo fueron "fotografiados" en los espíritus o elementales de las víctimas. Éstos últimos, impresionados con su imagen, mantuvieron un vínculo con él, y cuando reencarnó de nuevo dichos elementales precipitaron de vuelta su mirada al momento de dirigirla sobre cualquier cosa o persona. Vieron lo mismo que él y provocaron el desastre, pero gradualmente las viejas impresiones se desvanecieron y logró consumar todo lo que hizo. Por lo tanto, un niño con deficiencia que hasta cierto grado conocía un mejor criterio y no pudo elegir deliberadamente para bien o mal, todavía era castigado por sus malas acciones, pero sólo a nivel físico. De esta forma, parece ser que la compensación moral implicaría la dolorosa comprensión de que un acto particular fue incorrecto.

El karma también se llama doctrina de responsabilidad, y los aforismos 2 y 3 muestran cómo creamos nuestro sufrimiento y placer a través de nuestras acciones. No somos reprendidos ni recompensados arbitrariamente por ningún "Dios" o "diablo" externos, y tanto personas como circunstancias que ocasionan dolor son agentes de la ley kármica.

("The Theosophical Movement", L.U.T. de India, junio 2019).