Aforismo 6: "Karma no se encuentra supeditado al tiempo, y por ende quien sepa cuál es la última división de éste en el Universo, también conoce el karma". Este pasaje es profundamente metafísico y trata de cuestiones abstrusas relacionadas con el tiempo, la conciencia y la ley moral kármica -de la cual se dice que está más allá de aquél-, y todos ellos se interrelacionan. Presentaremos un bosquejo de las enseñanzas teosóficas sobre esos temas y en un lenguaje tan simple como sea posible.
Es evidente que tiempo y conciencia son inseparables, pero ¿qué representan conciencia y mente? ¿Cuál es la relación entre ambos? Para solucionar esto debemos admitir y comenzar con lo que Platón llamaba los primeros principios universales. La metafísica oculta postula que la Realidad o Verdad Última es Conciencia Absoluta, Infinita, ilimitada e inmutable, la Causa sin causa, la Raíz desarraigada de todo lo que fue, es y siempre será. Desde Aquéllo -que en Sí Mismo es la fatalidad de la Ley- se irradia periódicamente una cualidad espiritual consciente, llamada Logos, Iswara o Brahma, la causa creadora del Universo manifestado y que se refleja a partir del Nirguna Absoluto. Mientras que el Logos o Iswara está sometido a ciclos de tiempo y Karma en su aspecto externalizado, se encuentra más allá de la Ley en cuanto a su esencia o Espíritu. AQUÉLLO de lo cual emana ese Logos trasciende Karma, siendo también éste en Sí mismo; es el Tiempo Absoluto o la Duración Eterna indivisible. Por esto, se dice que Karma no está subyugado al tiempo, y el "Bhagavad-Gita" (Sloka 16) sostiene: "Todos los mundos hasta el de Brahman están condenados a nacer una y otra vez, pero ¡oh, hijo de Kunti, quienes me alcanzan jamás renacen!"
Todos los seres o Almas -en cuanto unidades de conciencia y reflejando en sí mismos la potencialidad de Iswara o Inteligencia cósmica manifestada- se ven sometidos al tiempo, y por lo tanto a Karma y el renacimiento, hasta que en su viaje evolutivo durante los ciclos manvantáricos fusionan su Individualidad con la Conciencia Absoluta anterior, o alcanzan a Krishna hablando alegóricamente. En otras palabras, cuando la conciencia purificada de la personalidad terrenal/mente inferior se une a su Matriz Divina, la tríada Atma-Buddhi-Manas traspasa los límites de tiempo y Karma; entonces y como señala el aforismo, dicha Unicidad conocerá la "última división del tiempo en el Universo" y también la Ley.
Para entenderlo mejor, necesitamos conocer el vínculo entre el tiempo y sus divisiones, la mente, la conciencia y el Karma, al menos hasta cierto punto. Nuestra mente, tal como la conocemos, trabaja con el cerebro o su vehículo en el plano físico, y ella no constituye más que un reflejo breve en nuestro cuerpo de Manas Superior, que a su vez es un rayo divino en el plano espiritual de Inteligencia Cósmica (o Mahat). Este Ego Divino puede funcionar en el ámbito terreno para el caso del individuo no regenerado, y sólo indirectamente a través de su alter ego mundanal, el complejo cerebro-mente. Ésta última personalidad momentánea es lo que genera Karma y el resultado de sus propios actos pasados; por lo tanto, dicha parte efímera en nosotros está sujeta al tiempo y la Ley. Aunque el Ego es divino y no participa activamente en los pensamientos y acciones de la personalidad inferior, sí asume la responsabilidad kármica de ésta y se doblega al Karma y el renacimiento. El cometido del Rayo Manásico o "Padre Celestial" de cada persona en la Tierra es liberar la conciencia personal del elemento engañoso que aparece de la noción separatista de su sombra terrenal, y llevarla gradualmente para servir a su gran objetivo de lograr una completa autoconciencia -volviéndose uno con la Mente Universal de donde surgió al principio- al asimilar experiencias de muchas encarnaciones fatigosas y reguladas por la ley kármica.
Por lo tanto, la conciencia de Manas Superior es cósmica y divina, mientras que aquélla de su parte fugaz en la Tierra- el yo personal/mental/cerebral- se halla sometida y limitada por el tiempo, el espacio, la causalidad y el mundo tridimensional de la materia, a menos que rompa las cadenas espacio-temporales y se percate de la unidad con su "Padre Celestial" para llegar al estatus divino.
Entonces, ¿qué es el tiempo? Como lo conocemos en nuestro estado mundanal de vigilia, la Teosofía indica que es “una ilusión producida por la serie de estados de conciencia a medida que viajamos a través de la duración eterna” (DS, I, 37). Mientras permanecemos despiertos, nuestra conciencia personal recibe incesantemente impresiones de los cinco sentidos y otras que surgen de la memoria y asociaciones de ideas. La modificación de nuestra mente -causada por el flujo de dichas improntas y que provoca una cadena de condiciones mentales cambiantes- produce en nosotros la noción de "tiempo", la idea de un "yo separado" y lo "pretérito", "presente" y "futuro". De este modo, el tiempo es una noción subjetiva e ilusoria generada por la sucesión de estados de conciencia.
Por medio de analogías, Helena Blavatsky explica que al parecer sólo tenemos la ilusión de un momento presente, y antes que nos demos cuenta, el futuro ya se convierte en pasado. El término "duración" se aplica a lo que no tiene principio ni fin, y en ese sentido nunca tendremos la experiencia de dicho concepto mientras existamos en el mundo fenoménico. Hay un cambio constante o nitya pralaya; nada permanece estático ni siquiera por la milmillonésima parte de un segundo. Nuestra sensación de "presente" en realidad es una madeja de vislumbres momentáneas, o una sucesión de ellas tal como las emiten nuestros sentidos, conforme esas impresiones pasan de la región del futuro a la de los recuerdos que llamamos "pasado". Así, sólo experimentamos un “sentimiento de duración” en lo que se denomina “presente” cuando la serie de momentos se difumina y no tenemos una percepción del principio o final de esos intervalos, similar a la visión de una chispa eléctrica e instantánea.
Podemos emanciparnos de la esclavitud perpetua a las quimeras de la existencia condicionada y alcanzar el verdadero conocimiento de las cosas en sí mismas (Verdad Absoluta) sólo cuando las modificaciones mentales son obstaculizadas por la práctica del Yoga, si el intelecto se libera de la servidumbre a los sentidos y deseos, y la mente y el corazón purificados se asimilan al Ego que todo lo percibe (Ser Superior). Tal persona se eleva a sí misma del ámbito donde opera el Karma y rompe sus lazos, alcanzando el conocimiento sobre la última división del tiempo, o la conciencia espiritual discriminativa del orden de precedencia y sucesión en los períodos más diminutos que no pueden seguir fraccionándose. Esa experticia permite que el individuo se convierta en un "Yogui del Círculo del Tiempo" y conoce todo el Karma y sus ciclos análogos. Los "Aforismos de Yoga" por Patanjali abordan esto y las formas o medios de realizarlo: se obtiene desarrollando el poder latente de Buddhi, la facultad de conocimiento espiritual discriminante sobre la Verdad en todas las cosas.
Cuando un yogui practica Sanyama en lo relacionado al momento y el flujo continuo de instantes, llega a poseer una discriminación que a su vez lleva al conocimiento sutil o la sapiencia no limitada por espacio ni tiempo (Libro III, Aforismo 53). Aquí Patanjali habla sobre la última división del tiempo, es decir, los momentos (kshana) y el orden en que éstos preceden y continúan. El kshana que no puede subdividirse más es menor a un segundo, nanosegundo o pico-segundo en ciencia, y es factible de considerarse como la más ínfima medida de tiempo. Conocemos y podemos diferenciar períodos como días u horas; existen matemáticos natos que perciben la progresión en minutos y calculan sin reloj cuánto rato ha transcurrido entre dos puntos determinados en el tiempo. De este modo, un verdadero yogui es capaz de distinguir entre la sucesión de momentos.
¿Cuándo comenzó el primer momento para la Tierra? La ciencia no puede responder a esta pregunta con ningún grado de certeza. William Judge da una enseñanza muy importante sobre el tema en su obra "El Océano de la Teosofía" (p. 126): "La verdad sostenida por los teósofos antiguos es que durante los primeros momentos de solidificación para este globo, la masa de materia implicada alcanzó una cierta y definida tasa vibratoria que se mantendrá a través de todas las variaciones en cualquier parte de ella, y hasta que arribe su hora de disolución. Estos índices vibracionales son los que definen los diversos ciclos”. ¿Y qué determina el primer momento, los índices de vibración física y las fases posteriores de crecimiento, madurez, declive y muerte? Ciertamente no es la obra arbitraria de un "Dios" ni un evento aleatorio, sino el efecto kármico producido por la combinación de pensamientos y actos de todos los seres, desde aquéllos más evolucionados hasta la mónada mineral en el peldaño más bajo de la escala evolutiva.
El Karma no constituye sólamente acción-reacción o causa-efecto en el sentido newtoniano, sino además las consecuencias morales, mentales y físicas que siguen infaliblemente a nuestros pensamientos, deseos, emociones, afectos y animosidades que conducen a ciclos de reencarnación donde cosechamos experiencias benéficas y perjudiciales como merecimientos justos, y que dan forma a nuestras tendencias y carácter, llamados samskaras. La misma Ley se aplica en todas partes y también a individuos, naciones, la humanidad entera, sistemas planetarios y el Universo; el Karma del mundo es el conjunto kármico e interrelacionado de todas las entidades, desde involucionadas hasta egregias, unidas mutuamente a través de hilos indisolubles e interdependientes en la red de la vida. Así podemos apreciar el significado de un verso del "Bhagavad-Gita": "Karma es la emanación que causa la existencia y reproducción de las criaturas" (VIII, Sloka 3).
Sin embargo, los individuos pueden elevarse internamente superando la ilusión en el concepto del "yo separado" que encadena al alma con lazos kármicos, al perfeccionar la discriminación espiritual del verdadero Ego como el Ser que está más allá de Karma. Estos liberados serán maestros del conocimiento recóndito sobre las relaciones entre los momentos y su orden, y tendrán una sabiduría perfecta de todos los ciclos kármicos en este Universo.
("The Theosophical Movement", septiembre 2019).