23 de febrero de 2022

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (3 de 19)


Aforismo 5: “Karma opera sobre todo objeto y entidad, desde el átomo más diminuto imaginable hasta Brahma. Al ejecutarse en los tres mundos de hombres, dioses y seres elementales, ningún lugar en el Universo manifestado está exento de su dominio". Como aquél es conciencia encarnada, toda forma de vida es consciente y puede poseer intelecto; por ende, la acción de cualquier nivel de inteligencia produce su propio efecto. Si consideramos que Karma es la normativa inherente al poder de actuar que tiene cada individuo en cualquier grado, entonces esa capacidad es ejercida por todo ser por el grado de razonamiento adquirido en su desarrollo evolutivo. No hay karma a menos que exista un ser que lo produzca o sienta sus efectos, y dado que el Universo en su totalidad se compone por varias jerarquías de "seres" con variados niveles de consciencia, podemos inferir que Karma trabaja por todo el espacio, en todo plano del ser y estado de conciencia. De esta suerte, todo en el Universo manifestado está sujeto a la Ley.

Cuando Karma se aplica a la vida moral humana, deviene un precepto de causación ética y justicia, o recompensa y castigo, como también la causante de nacimiento y reencarnación. En el aspecto retributivo o sancionatorio, Karma se aplica únicamente a la humanidad por constituir un conjunto de seres morales y dotados de Manas o mente. En cada momento de su encarnación mundana y para todo contexto, la persona debe tomar decisiones morales sobre cómo pensar y obrar, ya sea cumpliendo las leyes de virtud o siguiendo la forma más fácil de ceder a deseos egoístas y pasiones inferiores. En el primer caso experimenta el resultado kármico como placer y felicidad, y en la segunda opción, dolor y tristeza. Recibe sus frutos en la vida terrestre tanto en las fases de consciencia tras el fallecimiento como en las encarnaciones posteriores, y por ello la llamamos ley de causalidad ética.

Pero ese aspecto de la Ley no se aplica a los reinos naturales e inferiores al nuestro -elementales, rocas, plantas y criaturas animales- porque no incluyen seres con moralidad y tampoco están dotados de mente en su desarrollo evolutivo; por lo tanto, actúan según el instinto siempre acorde con la armonía y progresión del decreto natural. En su aspecto más simple, Karma es la regla de acción y reacción que siempre tiende e impulsa a las criaturas a un orden superior de vida. También las leyes físicas, químicas y fisiológicas de la Naturaleza están subordinadas a esta Ley de leyes, por lo cual conviene dejar en claro qué constituye un "acto".

Se dice que el karma se crea o llega a existir mediante la acción, pero la gente común no entiende muy bien que ella significa no sólo las obras conscientes y definidas de la vida, sino también todos los actos más pequeños, conscientes o inconscientes, automáticos o de otro tipo. Por esto se dice en los libros hindúes que el cuerpo dormido del ser humano crea Karma mediante su respiración, pues en éste último proceso se extinguen algunas vidas de seres diminutos, y para subsistir es necesario soportar esa pequeña porción kármica (revista Path, octubre de 1890).

Debemos distinguir entre Brahma neutro o Absoluto, y Brahma en cuanto Deidad manifestada que periódicamente irradia del primero, y se reabsorbe de nuevo en el Absoluto al terminar su ciclo de existencia, sólo para emanar otra vez de Aquéllo tras un período de no-manifestación, que es igual en lapso a la fase de manifestación [Manvantara]. Aquí Brahma, la Deidad que se externaliza, es la Vida Única y diferenciada en innumerables seres de varias etapas evolutivas "en los tres mundos de hombres, dioses y seres elementales". El nacimiento, desarrollo, muerte y renacimiento de Brahma en el campo ilimitado del Absoluto Desconocido es resultado de la sumatoria kármica de todos los seres, desde el más elevado hasta el más bajo, durante el período de su manifestación. Por lo tanto, todo ser hasta Brahma está bajo dominio del Karma. Allende Brahma se encuentra Para-Brahm, que está más allá del Karma, porque ES la Ley Absoluta en sí misma. El volumen 2 de "La Doctrina Secreta" explica: “Esta Ley, consciente o inconsciente, no predestina a nada ni a nadie. Verdaderamente existe desde y en la Perpetuidad porque ES la ETERNIDAD en sí; y dado que ningún acto puede ser co-igual a ella, no se puede decir que obra porque es la ACCIÓN misma" (304-5).

De forma análoga al macrocosmos o Brahma, tenemos al individuo o microcosmos. Así como Parabrahm (Absoluto) no está dominado por Karma al constituir la Ley misma, el Ser Divino de una persona o Atman es "uno con el Absoluto, como su radiación" ("La Clave de la Teosofía", p. 91), y Karma nunca le afecta ni puede operar sobre ello. En el tomo 1 de "La Doctrina Secreta" (p. 6) se afirma que ESO al mismo tiempo es Para (Supremo) y Apara (no Supremo): acción y no-acción, un aspecto sujeto a Karma y otro más allá de la regla. También el ser humano en su naturaleza septenaria es Para y Apara; su Ser Divino corresponde al primero y los seis principios restantes -o rasgos manifestados de Aquél- representan Apara. Esto significa que un humano, si bien está supeditado a la norma kármica, tiene el poder de elevarse por encima de ella y volverse un ser sin karma fusionándose con su Ser Divino, deviniendo un Jivanmukta o ente liberado, incluso mientras está en el cuerpo físico. Tal Ser de Unidad concretará todas las acciones en los tres mundos que ya mencionamos, pero dado que sus hechos están siempre en perfecto unísono con la armonía universal y para el bien de todos, por así decirlo instantáneamente ellos "se reducen a cenizas" en el fuego del conocimiento espiritual. La paradoja es que el Jivanmukta actúa y no actúa, y hará obras sin llevar nada a cabo en apariencia. Por ese motivo "La Voz del Silencio" indica al aspirante a devoto: "Tanto acción como inacción pueden encontrar lugar en ti" (p. 32).

Por consiguiente, la naturaleza espiritual humana (Atma-Buddhi) nunca se ve afectada por Karma, porque ese centro es un punto neutral, y en su ausencia las acciones no podrían ser; sin embargo, no es la causa ni el experimentador de esas obras. Los hechos son iniciados por el humano -o unidad de inteligencia- que opera desde la base de algún “principio” o "parcela" determinados de su ser. La acción comienza desde cualquier principio, alto o bajo, cuya resultante se hará sentir en ese mismo componente o punto de perturbación, y luego da lugar a un engarce causa-efecto en las secuelas físicas, mentales y morales a las que el Ego queda unido. Cuando esos procederes se inician espiritualmente -es decir, si son totalmente altruistas y por el impulso procedente del Ser Superior o Ser de Todo- y se tornan operativos en el plano físico, no hay rompimiento del equilibrio, sino más bien una expresión de armonía desde el principio hasta el final del hecho y su respuesta. Por el contrario, cuando un acto comienza con interés propio y termina concretándose, existe un desajuste en el balance y la reacción llega a la parte mortal o inferior del hombre (revista Theosophy, junio de 1929).

Esta obviedad se explica por una alegoría del Chhandogya Upanishad. En un diálogo, Prajapati dice que debe buscarse el Ser (Atman), el cual se halla libre de pecado, vejez, muerte, dolor, hambre y sed. Los dioses enviaron a Indra y los demonios a Virochana para aprender sobre ese aspecto. Prajapati pidió a ambos que observaran dentro de un recipiente con agua y les preguntó cuánto podían encontrar del Ser cuando miraban dentro del líquido, respondiendo que podían verse por completo, ¡hasta las uñas y el cabello! Entonces el anfitrión añadió que ése era el Ser inmortal e impávido, que a su vez representaba a Brahman. Virochana se retiró convencido de que el cuerpo era el Ser, pero Indra no quedó satisfecho; declaró entonces a Prajapati que así como el Ser se adorna cuando el cuerpo está decorado, Aquél se encuentra mutilado o cojo cuando pasa lo mismo con la cobertura física, y Aquéllo debe perecer cuando el organismo muere. En respuesta a Indra, Prajapati continuó dando instrucciones más elevadas sobre el Ser, diciendo que éste último cuando encarna se ve afectado por placer y dolor, y sin embargo ambos no alcanzan al Ser incorpóreo. Indra pronto se dio cuenta de que el Ser no se torna ciego, cojo, mutilado ni se siente molesto o herido cuando experimentamos todo esto a nivel físico, pero sí da la impresión de ser "golpeado" y "desplazado" o sintiera malestar y pena.

Es importante comprender la relación de dioses y elementales con el Karma. La "Doctrina Secreta" enseña que los dioses o ángeles son humanos de una clase superior que ya pasaron por nuestra etapa y adquirieron perfección física, intelectual y espiritual. Estos son los seres que guían, controlan y animan todo el Kosmos, y asimismo los agentes de leyes kármicas y cósmicas: “Ninguno de estos Seres, superiores o inferiores, tiene individualidad o personalidad como Entidades separadas” (DS, I, 275). Como resultado, no tienen Karma particular y tampoco ofrecen ningún enfoque individual a donde puedan regresar los efectos análogos. No obstante, toda entidad e incluido Brahma están sujetos al Karma en el sentido de que cuando llega la hora, aparecen Aquél y todos los seres celestiales sólo para volverse hacia lo Absoluto o Parabrahm cuando adviene el momento de la disolución.

Asimismo, los elementales semi-inteligentes y los que no tienen ese rasgo serán humanos en el futuro, pero como aquéllos son inferiores, aún deben pasar por nuestro nivel: “Un elemental es un centro de fuerza, sin raciocinio, carácter ni tendencias morales, pero capaz de ser dirigido en su actividad por pensamientos humanos, que de modo consciente o inconsciente pueden darle cualquier forma y hasta cierto punto inteligencia" ("Vernal Blooms", p. 135). Tan pronto como es emitida una cogitación, se combina con un elemental y forma lo que puede llamarse una "entidad", la cual obtiene su carácter desde nosotros y dependiendo de si esa idea era buena, mala o indiferente. En otras palabras, con todo pensamiento engendramos un demonio o ángel. Estas emisiones mentales buenas y malas no sólo ayudan o entorpecen a su creador, sino que permanecen grabadas en un registro invisible [físicamente] conocido como Luz Astral, formando un conjunto común de nociones. Por lo tanto, cada persona atrae de esta enorme "piscina" las ideas que son consustanciales a su propia naturaleza [véase también "La telepatía o transferencia de pensamiento" para más implicaciones sobre el tema].  

Junto con los seres divinos, los elementales son "portadores" o "mensajeros" del Karma y la normativa cósmica, porque constituyen instrumentos por cuyo medio la Ley reacciona a nuestros hechos. Esos elementales parecen obrar bajo el mandato de agentes superiores denominados Chitra-gupta o Lipikas, ejecutadores de la dispensación kármica. La palabra "lipi-ka" deriva de lipi que significa "escritura"; ellos son Seres Divinos conectados con Karma en su calidad de Registradores o Escribas, quienes imprimen en las “tablillas invisibles de la Luz Astral, 'la gran galería pictórica de la eternidad', un registro fiel de cada acto y pensamiento humanos de todo lo que fue, es o será en el Universo fenoménico". El Chitra-Gupta del hinduismo lee en voz alta el relato existencial de cada alma desde su "archivo", llamado Agra-Sandhani, que alude a los registros astrales (DS, I, 104-5).

Asimismo, "La Doctrina Secreta" (I, 122-124) menciona las Fuerzas Cósmicas del Norte, Sur, Este y Oeste, y cada una posee una propiedad oculta diferente. Están los cuatro Maharajás, conectados con el Karma y descritos como Rectores o Ángeles que presiden individualmente una de esas direcciones geográficas y los cuatro elementos, y además gobiernan dichas energías. Karma necesita agentes materiales para llevar a cabo sus decretos, como las cuatro clases generales de vientos, pues la ciencia admite que éstas últimas tienen influencias malignas y benéficas sobre la salud humana y de todo ser vivo. No son los dioses quienes castigan a individuos y naciones, pues simplemente ejecutan el decreto kármico inmutable que la propia humanidad evoca con sus hechos. Producimos el efecto que despierta poderes correspondientes (elementales) en el mundo sideral, y que son atraídos magnéticamente por aquellos que plantaron esas semillas mediante pensamientos u obras. Es el humano mismo quien atrae la calamidad para sí a través del Karma individual y colectivo. Las injerencias cósmicas en el plano invisible y los vientos a nivel terrestre se convierten en vehículos kármicos y traen los resultados de la actividad humana.

("The Theosophical Movement", agosto 2019).