Mostrando entradas con la etiqueta Inversiones polares-catástrofes geológicas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Inversiones polares-catástrofes geológicas. Mostrar todas las entradas

3 de enero de 2024

Inversiones polares y catástrofes geológicas (9 de 12)

David Pratt
Enero 2000, enero 2024


Contenidos:

03. Heródoto y los egipcios
04. ¿Tres inversiones axiales?


03. Heródoto y los egipcios

En La Doctrina Secreta hay cuatro versiones diferentes de ciertos comentarios -posiblemente relacionados con cambios de polos- que los sacerdotes egipcios le hicieron a Heródoto en el siglo V a. de C., y sólo una de ellas es estrictamente precisa.

En la primera de ellas, dichos místicos informaban al historiador que el Sol no siempre había salido por donde aparece hoy, y en tiempos pasados la eclíptica cortaba el ecuador en ángulo recto (1). Para entonces, la Tierra se habría recostado con sus polos en el plano eclíptico. También Blavatsky señala en una nota a pie de página al texto Histoire de l'Astronomie Ancienne por Bailly, donde el aserto se atribuye a la Historia de Heródoto, Libro II (Euterpe), 142. Pero si indagamos en la referencia, encontramos que el griego realmente dijo: "El Sol, sin embargo, durante ese período [341 generaciones] y en cuatro oportunidades distintas, se había desviado de su curso habitual, saliendo dos veces donde ahora se pone, y ocultándose otras dos por el sector en que ahora aparece" (2). No hay aquí ninguna alusión al ecuador ni a la eclíptica, aunque obviamente los polos tendrían que pasar por ésta última para invertirse, momento en el cual cortaría ese paralelo en ángulos rectos. Además, Heródoto convierte la cifra de 341 generaciones en un lapso de 11.340 años.

En otra oportunidad, Helena muestra a los egipcios diciendo al autor que antiguamente el polo de la Tierra y el eclíptico habían coincidido (3), es decir, que los extremos geográficos eran perpendiculares a la eclíptica. No proporciona fuentes, pero sospecharíamos de S.A. Mackey (4).

La Agente Mahátmica señala de nuevo los datos de aquellos religiosos: "(...) incluso desde que comenzaron sus primeros registros zodiacales, los polos han estado tres veces dentro del plano de la eclíptica, como enseñaron los Iniciados" (5), y más adelante: "(...) desde el establecimiento regular de los cálculos zodiacales en Egipto, los polos se han invertido tres veces" (6). Si se refiere a tres cambios axiales de 360°, la frase "dentro del plano de la eclíptica" tendría que denotar "bajo el plano" homónimo (es decir, una inclinación entre 90° y 270°) para que ambos alegatos fueran consistentes. Por otro lado, si quiere decir que los polos se encuentran en aquel plano (desvío de 90° ó 270°), no sería coherente ya que el Polo Norte pasaría dos veces a través de la eclíptica en cada vuelco de 360°. En el caso que Blavatsky apunte a oblicuidades de 180°, el segmento "tres veces dentro del plano de la eclíptica" puede interpretarse en el sentido de que los polos transitaron por ella igual número de turnos.

Blavatsky cita otra mención (¡exacta!) a Heródoto de Gerald Massey, quien escribió: "Los sacerdotes informaron (...) que habían computado el tiempo por épocas tan largas, que el Sol emergió dos veces donde antes se puso, y se ocultó otras dos en el lugar de su asomo (...). Esto sólo puede considerarse como un hecho en la naturaleza mediante dos ciclos de precesión, o un lapso de 51.736 años [= 2 x 25.868]" (7). Para Massey, entonces, este cambio no es efecto de un trastocamiento polar, sino puramente de la precesión equinoccial.

En cualquier día, el Sol se levanta y oculta con la misma constelación de fondo. Un observador mira hacia el este para verlo "despertar", mientras que cuando anochece, la Tierra ya giró en 180° y el sujeto contempla la puesta solar al oeste en la misma dirección del asterismo que al despuntar el día. De mes a mes, y conforme la Tierra viaja alrededor del Sol, éste parece atravesar las casas astrológicas; sin embargo, nuestro planeta no vira 360° completos de un equinoccio de primavera (u otoño) al siguiente, o de un solsticio veraniego (o hibernal) al ulterior, sino unos 50 segundos de arco menos, debido a la precesión. Si en el equinoccio vernal el Sol aparece y se esconde en Piscis, medio ciclo de precesión más tarde hará lo mismo en Virgo, ya que estas dos regiones estelares se hallan una frente a otra. Por lo tanto, es algo falaz la expresión relativa a la salida del Astro Rey "en el lugar donde antaño se puso".

Fig. 1.

R.A. Schwaller de Lubicz ofrece una interpretación similar a Massey, pero apunta correctamente que sólo se necesitaría un ciclo y medio de precesión para generar el efecto mencionado: las observaciones por Heródoto significan que "el punto primaveral se emplazó dos veces en Aries, y también otras dos en Libra. Esto garantizaría el intervalo de un círculo precesivo y medio a todos los períodos históricos y prehistóricos, o aproximadamente 39.000 años" (8). En tiempos de Heródoto, el amanecer y ocaso primaverales ocurrían en Aries, con Libra hacia el oeste. Trece mil años antes (medio lapso precesivo) tuvieron lugar en la Balanza; contando otros 13.000, la salida del Sol tenía al Carnero de fondo, y 13.000 años más atrás en el grupo estelar contrario.

La cifra de 39.000 años concuerda estrechamente con el Papiro de Turín; de conformidad con éste, los antiguos egipcios consideraron que su prehistoria se remontaba a 36.620 años antes de Menes (c. 4240 a. de C.), o unos 40.000 previos a nuestra era. Diodoro Sículo informó que, al tenor de varios cronistas, dioses y héroes gobernaron Egipto durante 18.000 años, y después fue comandado bajo reyes mortales por otros 15.000, lo que eleva el transcurso a un total de 33.000 años. Manetón concede 15.150 a las dinastías divinas y 9777 para todos los antecesores de Menes, dando una suma de 24.927 a la prehistoria. George Syncellus afirma que un documento egipcio antiguo mencionaba 30 sucesiones regias precedidas por el mandato de dioses, que comprendían 36.525 años (25 periodos sóticos de 1461) (9).

W. Marsham Adams, siguiendo a Rawlinson, explica los comentarios por Heródoto de otra forma. En su opinión, éste habla del ciclo sótico y las salidas y puestas helíacas de Sirio (griego: Sothis; egipcio: Sepdet), es decir, cuando una estrella sale justo antes del amanecer, de modo que es visible muy brevemente y se "esfuma" en la luminosidad del Sol. Los egipcios tenían un año civil o vago de 365 días, y otro fijo o sótico con 365,25 basado en dicho fenómeno, que coincidió aproximadamente con el solsticio de verano y las riadas del Nilo. Un ciclo sótico se origina en el momento que esos dos cómputos empiezan el mismo día. El primer día civil retrocede en relación con el año sótico un cuarto de jornada todos los años, o un día cada cuatro años. Por lo tanto, el primer día de ambos calendarios volverá a converger luego de 365 x 4 = 1460 años sóticos (ó 365,25 x 4 = 1461 años civiles), siendo esta la duración del periodo sotíaco. Adams escribe:

"Dado que en el transcurso del ciclo los ortos helíacos tienen lugar todos los días del año, durante la primera mitad de aquél se desarrollarán en una dirección (con respecto a la órbita terrestre) y en la segunda hacia el lado contrario. Y como existe también una secuencia correspondiente de ajustes, sometidos a un cambio de trayectoria similar, las dos series constituirían en cada fase una doble inversión, intercambiando lugares dos veces (...). Aprendemos [de Heródoto] que se habían completado dos ciclos sóticos (cuatro inversiones) desde que fue establecido el calendario científico, de manera que el periodo vigente en la época de Heródoto sería el tercero. Hay evidencias de que este lapso se completó en 139 d. de C., y por lo tanto comenzó en 1322 a. de C., época en que Sothis surgió helíacamente en Menfis casi una semana antes del solsticio, y la salida del río fue anunciada por el oriente de la estrella. Así, concluimos que el inicio del primer ciclo sotíaco y la institución del calendario científico (2 x 1461 años antes) tuvo lugar en el solsticio de verano de 4244 a. de C." (10).

Todas las hipótesis son plausibles, pero ignoran las "341 generaciones" ó 11.340 años que mencionaba Heródoto. La posibilidad de tres volteos axiales se considera en el siguiente Apéndice.


Notas

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:534.
2. Heródoto, Historias, traducido por G. Rawlinson, Everyman's Library, 1992, p. 194.

3. La Doctrina Secreta, 2:332, 368, 431.
4. Sampson Arnold Mackey, Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated (1822/1823), Wizards Bookshelf, 1973, p. 2.

5. La Doctrina Secreta, 2:353.
6. Ibídem, 2:368.
7. La Doctrina Secreta, 1:435; G. Massey, The World's Great Year, Sure Fire Press, 1988, p. 4-5.

8. R.A. Schwaller de Lubicz, Sacred Science: The king of pharaonic theocracy (1961), Inner Traditions, 1982, p. 87.

9. Ibídem, p. 86-7.
10. W. Marsham Adams, The Book of the Master of the Hidden Places, editado por E.J. Langford Garstin, Search Publishing Company, 1933, p. 109-10.


04. ¿Tres inversiones axiales?

Blavatsky escribió: "Se dice que los registros astronómicos de la Historia Universal (...) tuvieron sus inicios con la tercera subraza de la Cuarta Raza-Raíz o atlante. ¿Cuando ocurrió esto? Los datos esotéricos muestran que incluso desde el establecimiento regular de los cálculos zodiacales en Egipto, los polos han estado invertidos tres veces" (1).

Hay tres maneras posibles de ver de este pasaje, no excluyentes entre sí:

a) En la centuria VI d. de C., Simplicio declaró que los egipcios mantuvieron cómputos de observaciones astronómicas durante 630.000 años (2); no obstante, esto sólo da tiempo suficiente para que el ángulo de inclinación cambie unos 100°. Blavatsky sostiene que los zodíacos en Dendera muestran el paso de tres ciclos precesivos y medio, pero en ese tiempo el desvío habría tenido sólo 12°. Quizás la palabra "invertir" no se emplea literalmente, y Helena quiso decir que el eje se desplazó (cuatro grados) en cada una de las últimas tres fases precesionales.

b) Se dice que los antiguos egipcios obtuvieron su esquema astrológico de los atlantes de Ruta (3). En lo concerniente a dicha raza, se afirma que "sus registros zodiacales no pueden fallar, pues fueron compilados bajo la pauta de quienes enseñaron astronomía por primera vez a la humanidad, entre otras cosas" (4). Quizás la referencia a Egipto es ciega y las tres inversiones apuntan al período transcurrido desde que se estableció el zodíaco atlante en su tercera subraza. Algunos creen que si nuestra Quinta Raza-Raíz se originó al comienzo de la quinta subraza de la Cuarta, el período desde el inicio de la tercera subraza atlante habría cubierto casi cinco y media subrazas; cada una viviría por 49 ciclos precesionales, de modo que el tramo completo habría abarcado aproximadamente 260 fases análogas. Dado que el eje planetario necesita 90 frecuencias precesivas para invertirse en 360°, se requerirían 270 de ellas para sufrir tres vuelcos íntegros.

Además, se cuenta que en los zodíacos de Dendera la constelación Virgo aparece en tres oportunidades (7), significando tal vez que el equinoccio precedió por dicho asterismo igual número de veces -como en todos los demás-, y estos diseños indicarían entre otros detalles el paso de tres ciclos precesivos. Pero Blavatsky da otra versión: "(...) las tres 'Vírgenes' o Virgo en posiciones diferentes, denotaban -tanto para hindúes como egipcios- el registro de las tres primeras 'dinastías divinas o astronómicas' que enseñaron a la Tercera Raza-Raíz; y tras abandonar a los atlantes en su desgracia, volvieron (o más bien redescendieron) durante la tercera subraza de la Quinta, para revelar a la humanidad salvada los misterios de su lugar de nacimiento, o los Cielos Siderales" (8).

¿Obtuvieron los atlantes (y en cierto sentido los egipcios subsecuentes) el zodíaco por instructores egregios durante su tercera subraza, tal como pasó con la Quinta Raza? Blavatsky también menciona la Tercera Raza-Raíz, y dado que las razas principales se superponen y cada una comienza alrededor del punto medio de su predecesora, la tercera subraza atlante habría coincidido con una de las siguientes (quizás la sexta) de la Tercera Raza-Raíz lemuriana (9). Se afirma que durante sus dos últimas subrazas, los lemurianos (o lemuro-atlantes) establecieron las primeras civilizaciones bajo la guía de seres divinos, quienes les enseñaron artes y ciencias, incluida la astronomía (10).

c) El pasaje puede aludir a tres inversiones axiales de 180° y no 360°. Como vimos, en el siglo V a. de C. los sacerdotes egipcios revelaron a Heródoto que durante las últimas 341 generaciones el Sol apareció y se ocultaba dos veces en lugares contrarios. Esto no significa por fuerza que aquél recorría el cielo de oeste a este, porque mientras la Tierra gire en esa dirección, el Astro Rey siempre hará la trayectoria desde el oriente e incluso cuando los polos están invertidos, excepto si lo que ahora llamamos Polo Norte geográfico pase al sur cuando el ladeo supere 90°, y entonces podría decirse que nuestro hogar planetario rota en sentido E-O. Mackey sugería que Heródoto hablaba de constelaciones por las que el Sol aparece y se pone: en cualquier momento dado, ellas se invertirían si el mundo volcara repentinamente (11).

Heródoto transforma las 341 generaciones en un período de 11.340 años; sin embargo, el tramo sólo es suficiente para que la oblicuidad del eje cambie en 1,7°. El historiador explicó que los 11.340 se basan en un factor de conversión de 100 años por cada tres generaciones, y a su vez éste produciría un lapso cercano a 11.367 años. Quizás el autor supo más de lo que estaba dispuesto a revelar, y por "generación" indicaría una fase de 11.340 años. Al multiplicar esta cifra por 341 obtenemos 3.866.940 años, tiempo durante el cual el eje se habría movido 597° (3 x 180° = 540°).

Dicho segmento empezó poco después de originarse el Satya-Yuga, durante la primera subraza del flamante grupo ario. Para entonces, el eje se habría mantenido en un ángulo de casi 100°, permaneciendo en el plano eclíptico cuando llegó a 270°, y luego de volver a 0° (360°), nuevamente adquirió 90° y 270° antes de asumir su posición actual de 336,6° (23,4°). Esto armoniza con la afirmación previa por H.P.B. (tomada de Mackey (12)): "(...) incluso desde que comenzaron sus primeros registros zodiacales, los polos estuvieron tres veces dentro del plano de la eclíptica, como enseñan los Iniciados" (13), representando también un lapso suficiente para que el Sol emergiera dos veces donde ahora se pone y viceversa, en el sentido propuesto por Mackey (14). Según éste último, los zodíacos de Dendera contabilizan un período de aproximadamente 3,5 millones de años, o tres inversiones polares de 180°.

Las especulaciones anteriores se fundamentan en la conjetura de que el desvío axial cambia a una velocidad promedio de 4° cada 25.920 años, y no se tiene en cuenta la influencia de perturbaciones súbitas del eje, sobre lo cual no existe información clara.


Notas

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:353.
2. Ibídem, 1:650.
3. Ibídem, 2:436 y siguientes.
4. Ibídem, 2:49.
7. La Doctrina Secreta, 2:368, 433, 435. Blavatsky se apoya en el trabajo de S.A. Mackey, cuyos argumentos a favor de la existencia de tres "Virgos" son completamente inverosímiles, tanto en el zodíaco circular como rectangular en Dendera (ver Apéndice 5).

8. La Doctrina Secreta, 2:435-6. Helena añade: "Por supuesto, como las tres inversiones de polos trastocaron la faz del zodíaco, hubo que construir uno nuevo cada vez".

9. Contando un ciclo precesional de 25.920 años, esto implicaría que la tercera subraza atlante y la sexta (?) de los lemurianos vivieron hace unos 6,5 ó 7,5 millones de años, pero esto es difícil de aunar con los 18,5 millones que transcurrieron desde la separación de los sexos en la quinta subraza de la Tercera Raza-Raíz (La Doctrina Secreta, 1:150 nota al pie; 2:69, 197, 715 nota al pie). Si esa última cantidad es más o menos correcta esotéricamente, la duración de subrazas en la Tercera Raza y principios de la Cuarta pudo ser mucho mayor a 49 ciclos precesionales, salvo que uno de ellos fuese más largo por una velocidad más lenta. Debe considerarse que el ratio de hoy es 1/72° por año, ó 1° en 72 años, siendo este guarismo la vida "ideal" de un humano en nuestra raza y ronda evolutivas, y también el promedio de nuestros latidos cardíacos por minuto. Si hubiésemos vivido más en tiempos pretéritos (H.P. Blavatsky Collected Writings, TPH, 1950-91, 6:117 nota al pie), el compás precesivo pudo ser más gradual.

10. La Doctrina Secreta, 2:198, 221-2, 316-8.
11. Sampson Arnold Mackey, Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated (1822/1823), Wizards Bookshelf, 1973, Apéndice, p. 11-12.

12. Ibídem, p. 2-6; La Doctrina Secreta, 2:332, 432, 433, 435, 436.
13. La Doctrina Secreta, 2:353.
14. Ver Apéndice 3.

31 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (8 de 12)

David Pratt
Enero 2000, última revisión octubre 2023


Parte E: Apéndices

Contenidos: 

01. El zodíaco y la precesión
02. El zodíaco y los cataclismos


01. El zodíaco y la precesión

En una nota a pie de página del primer segmento de su artículo "The Esoteric Character of the Gospels", publicado en noviembre de 1887, Helena Blavatsky escribió: "Hay varios ciclos importantes que terminan a finales de este siglo. Primero, los 5000 años de Kali-Yuga, y de nuevo el tiempo mesiánico de los judíos samaritanos (también cabalistas) del hombre conectado con Piscis (Ichthys u 'hombre-pez' Dag). Es un periodo histórico y no muy largo, pero bastante esotérico, que dura unos 2155 años solares, y sólo tiene verdadero significado al computarse mediante los meses lunares. Ocurrió entre 2410 y 255 a. de C., o cuando el equinoccio entró en el signo del Carnero y nuevamente en Piscis. Cuando dentro de unos años ingrese en Acuario, los psicólogos tendrán trabajo extra que hacer, y la idiosincrasia psíquica de la humanidad sufrirá un gran cambio" (1).

Según las cifras canónicas y ocultas de la precesión equinoccial, la etapa de primavera retrocede 50 segundos de arco al año, por lo que demora 2160 años en recorrer una constelación del zodíaco (30°) y 25.920 en completar un circuito a dicha franja, pero el índice continúa variando. Blavatsky utilizó 50,10 segundos de arco/año, equivalente a 25.868 años para un ciclo precesivo entero (2), y dividiendo ese último número por 12 obtenemos ~2155 años que se denominan mesiánicos. El promedio para la época J2000.0 es 50,288 segundos de arco, y se dice que aumenta en 0,00024" al año. Recordemos que las constelaciones zodiacales no se reparten a 30° exactos de la eclíptica, pues tienen diferentes tamaños y algunas se superponen en el sentido de que algunos tramos de longitud pasan por dos asterismos. Además, hay una brecha entre Escorpio y Sagitario, donde esa línea pasa por el área sur de Ophiucus, el "Portador de la Serpiente".

El Kali-Yuga comenzó en febrero de 3102 a. de C. y sus primeros 5000 años concluyeron en febrero de 1899 (= 5000 - 3102 + 1) (3). Blavatsky sugiere que la era de Piscis también lo hizo en postrimerías del siglo XIX, apuntando que transcurrieron 2155 años entre el inicio de la Era de Aries en 2410 a. de C. y los albores de la pisciana en 255 a. de C. Si ésta también duró 2155 años, la fase de Acuario arrancó en 1901 (= 2155 - 255 + 1) si 255 es una fecha cronológica, ó 1900 si es astronómica. Sobre la base del ritmo actual de aumento precesivo, la Era de Piscis se habría prolongado por 2157 años suponiendo que esa constelación cubre 30° de arco.

Las fechas de 2410 a. de C. y 255 a. de C. también son citadas por Gerald Massey y Blavatsky las añade en su artículo "Esotericism of Christian Dogma", aparecido en diciembre de 1887 (4). En otros lugares señala números ligeramente distintos: por ejemplo, La Doctrina Secreta hace dos referencias a la observación por C.F. de Volney de que Aries estaba en su grado 15 en 1447 a. de C. (5), un poco más de 100 años antes del 1333 a. de C. que esperaríamos sobre la base de las fechas según Massey y Helena; asimismo, ella refiere en varias oportunidades a A.H. Sayce, quien sostuvo que la Era de Tauro principió alrededor del 4700 a. de C. y Aries en 2540 a. de C. (6), lo que constituye 130 años anteriores a las dataciones por Blavatsky.

Según un libro de astronomía, la época ariana se "inauguró" en torno al 2100 a. de C., el tiempo de Piscis hacia el amanecer de la era cristiana y Acuario llegaría en 2200 (7), siendo éstos cálculos 300 años posteriores a los que ofreció la Agente de los Maestros. La fecha astronómica por el Instituto Geográfico Nacional francés para principios de la Era de Acuario es 2010, mientras Schwaller de Lubicz se decanta por el 2100. Vemos así que no hay acuerdos sobre dónde emplazar el límite entre Piscis y Acuario, ni cómo dividir el zodíaco en 12 segmentos iguales de 30°.

Tomar la posición del equinoccio en 2410 a. de C. como frontera entre Tauro y Aries (como hace Blavatsky) es ciertamente una forma razonable de calibrar un zodíaco artificial de 12 figuras parejas con el esquema real, si bien coloca al cúmulo de Pléyades en Aries, pero dentro de 1,5° del borde con el Toro. Fred Dick propuso que Alcíone, la luminaria principal de aquéllas, marca el límite entre esas constelaciones (8), en cuyo caso la Era del Carnero habría comenzado hacia el 2335 a. de C., basado en la rigurosa fórmula de precesión y corrección de movimiento adecuado. De considerarse Alcíone como 0° de Tauro, ello situaría a Regulus en 0° de Leo, Antares en 9° de Escorpio y Fomalhaut en 4° de Acuario, siendo estas las cuatro estrellas regias de los persas. En este diseño, el periodo acuariano tendría su inicio en 1975.

Blavatsky añade que al comienzo de Kali-Yuga en 3102 a. de C., el equinoccio vernal "caía" dentro de Tauro (9). Hay una referencia a J.S. Bailly en La Doctrina Secreta, quien expresó que al advenir esta "era de tinieblas" dicho equinoccio coincidía aproximadamente con el Ojo del Toro o Aldebarán (10). Helena lo respalda al escribir que ese astro también se hallaba en conjunción con el punto equinoccial de primavera hace 31.000 años, y agrega: "Desde este punto eclíptico comenzaron los cálculos del nuevo ciclo" (11). El guarismo 31.000 equivale casi a 3102 a. de C. más un tramo precesional completo (3102 + 1888 + 25.920 - 1 = 30.909). Usando la estricta fórmula precesiva, Aldebarán se alineó con el equinoccio en 3045 a. de C., y suponiendo una tasa de 50" por año y un cambio axial de 4° cada 25.920 años, el mismo fenómeno se repitió en 30.920 AP (contando desde J.2000.0).

Basándose en la posición real del antedicho sector equinoccial entre las constelaciones, J.B. Kaler declaró que la Era de Tauro arrancó en 4500 a. de C., la de Aries en 2000 a. de C. y Piscis en 100 a. de C., determinando la entrada del Aguador en 2700 d. de C. (12).

En 255 a. de C., cuando según Blavatsky arribó la Era de Piscis, el punto vernal se encontraba 2,6° al poniente de Beta Arietis (13). La duodécima casa se extiende sobre unos 40°, y si consideramos que cubre sólo 30°, el periodo de Acuario habría tenido su alba en torno a 1900. La posición del equinoccio primaveral en 2022 se muestra en la figura 1, y claramente aún está dentro de Piscis. Pasarán varios cientos de años antes que esa estación corresponda con las estrellas principales del Aguador (es decir, previo a que su longitud eclíptica sea 0º). Si examinamos los astros de hasta magnitud seis, el equinoccio coincidirá con la primera luminaria de aquél en 2363, y si ponderamos las que llegan hasta magnitud cinco, el punto convergerá con Omega 2 Aquarii para 2700 (figura 2). Además, la primavera no armonizará con respecto a la última estrella en Piscis (Beta Piscium) hasta 2815.

Fig. 1. Posición del equinoccio vernal en 2022, que muestra el ecuador celeste (rojo), la cuadrícula eclíptica de coordenadas (verde), Piscis y Acuario, y sus linderos reconocidos por la astronomía moderna (CyberSky 5.2).

Fig. 2. Posición del equinoccio de primavera en 2700. Omega 2 Aquarii está marcado con una cruz (CyberSky 5.2).

Actualmente nos hallamos en camino hacia la Era de Acuario; sin embargo, cabe tener en cuenta que el Sol, visto desde la Tierra, pasa cada año por todas las constelaciones del zodíaco, y que la edad análoga toma su nombre del grupo estelar en que se sitúa el Astro Rey al momento del equinoccio primaveral en el hemisferio norte. Si elegimos otoño o el solsticio de verano/invierno, la era actual tendría una denominación diferente, tal como si adoptáramos la perspectiva sureña. Así, la fase moderna no significa que sólo existan influencias piscianas.


Notas

1. H.P. Blavatsky Collected Writings, TPH, 1950-91, 8:174 nota al pie.
2. La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:330 nota al pie.
3. Es necesario añadir "1", porque en el conteo histórico o cronológico -a diferencia del método astronómico- no hay "año 0" entre el 1 a. de C. y el 1 d. de C. Algunos dicen que Kali Yuga comenzó en 3101 a. de C., siendo ésta la fecha equivalente con arreglo al sistema astronómico. De cualquier forma, el año 1 d. de C. no fue el 3103 de dicha era, sino 3102 (Subba Row, Esoteric Writings, TUP, 1931, p. 55). J.S. Bailly indica con claridad que 3102 a. de C. es un dato cronológico cuando dice que transcurrieron 4383 años (y no 4384) entre 3102 a. de C. y 1282 d. de C. (La Doctrina Secreta, 1:666-7).

4. Blavatsky Collected Writings, 8:384. Massey apunta que el 255 a. de C. es definido por el astrónomo francés Cassini y Sir William Drummond (Gerald Massey, "The prehistorical period of man in Egypt and Africa", en: Brad Steiger y John White, Other Worlds, Other Universes, Health Research, 1986, p. 48-62).

5. La Doctrina Secreta, 1:658, 2:436 nota al pie.
6. Ibídem, 2:693; A.H. Sayce, Astronomy and Astrology of the Babylonians (1874), Wizards Bookshelf, 1981, p. 237.

7. Elisabeth Mulder, Zon, maan en sterren, Christofoor, 1991, p. 47.
8. The Theosophical Path, marzo 1916, p. 299.
9. H.P. Blavatsky, Theosophical Glossary, Theosophy Company, 1973 (1892), p. 387.

10. La Doctrina Secreta, 1:663.
11. Ibídem, 2:785. También aparece el guarismo de 31.105 años (1:435).
12. James B. Kaler, The Ever-Changing Sky: A guide to the celestial sphere, Cambridge University Press, 2002 (1996), p. 152.

13. El equinoccio de primavera intersectó con el punto inicial del zodíaco hindú en 560 d. de C. (E. Burgess y W.D. Whitney, Surya-Siddhanta (1860), Wizards Bookshelf, sin fecha, p. 323, 326). A tenor de la fórmula precesiva y también CyberSky 5.2, el año real era 564 d. de C, y empleando el mismo parámetro, desde 564 d. de C. hasta 1935 el equinoccio se desplazó 19,089°, por lo que si evaluamos la posición de éste en 564 d. de C. como 0° Aries/30° Piscis, habría sido en 30-19,089 = 10,9° de Piscis (u 11°) en 1935.


02. El zodíaco y los cataclismos

Se ha dicho que las catástrofes suceden en cada renovación del ciclo precesional (1). Puede haber cambios en el sector del zodíaco desde donde se contabiliza esta periodicidad, y por lo visto hoy comienza en 6,4° de Cáncer (Parte 5, sección 4). A continuación se describen algunos desastres para los cuales hay datos accesibles. Los trastornos planetarios pueden advenir en cualquier punto de la precesión, y los informes no son apropiados para determinar patrones comunes; por ejemplo, diversos asterismos pueden favorecer múltiples categorías de hecatombes; el círculo del zodíaco podría dividirse en cuatro cuartos (correspondientes a las estaciones) con límites marcados por Aries (primavera), Capricornio (verano), Libra (otoño) y Cáncer (invierno), y los cataclismos que acompañan la entrada del equinoccio en cada trimestre sean más cruentos de lo normal. Con todo, recordemos que la probabilidad "por azar" de un descalabro en una de esas cuatro constelaciones es de 1 en 3.

Se afirma que la gran isla de Ruta, en el Océano Pacífico, se hundió hace 859.000 años (2) cuando el equinoccio vernal estaba a 19° de Aries. La ínsula más pequeña de Daitya en el Índico sucumbió 270.000 años atrás (3), y para entonces aquel punto señaló 28,5° de Cáncer.

Los periodos aproximados en que comenzaron las últimas nueve eras zodiacales son (las siete primeras en años AP o antes del 2000): Libra 17.380, Virgo 15.220, Leo 13.060, Cáncer 10.900, Géminis 8740, Tauro 6580, Aries 4420 (2420 a. de C.), Piscis 255 a. de C. y Acuario 1900.

El derretimiento glacial a fines de la última edad de hielo generó un aumento significativo del nivel marino en el mundo. Este no fue un proceso paulatino, porque tres retiradas súbitas de glaciares y el colapso de lagos gélidos llevaron a tres crecidas rápidas, cuando decenas de miles de kilómetros cúbicos se desprendieron de casquetes polares, causando movimientos telúricos y maremotos. Estas inundaciones comenzaron hace 14.000, 11.500 y 8000 años, y la consiguiente alza de 120 mts. en el nivel del mar destruyó muchos poblados costeros (4).

Blavatsky refirió a un diluvio en Asia Central entre 10.000 y 12.000 a. de C., que modificó toda esa comarca y también el actual desierto de Gobi que albergó un mar por última vez (5). Poseidonis, uno de los restos posteriores e importantes de Atlántida y emplazado en el Atlántico medio, se sumergió "en un sólo día y una noche" en 9565 a. de C. (6) y el equinoccio indicaba más o menos 9° de Leo. El humano de Cromagnon comenzó a aparecer en las costas occidentales europeas y alrededor del Mediterráneo hace unos 40.000 años, y llegó en grandes cantidades entre 15.000 y 10.000 a. de C. Una teoría es que eran originarios de Poseidonis y otros territorios diseminados en el mar, que emigraron en oleadas a medida que sus zonas vernáculas mostraban signos cada vez mayores de hundimiento (7).

Una tabla sumeria parece afirmar que el Diluvio ocurrió en la Era de Leo (8), y los Textos de las Pirámides egipcios también vinculan al signo con una etapa de terrible destrucción, incluido un gran anegamiento (9). Hubo además enormes crecidas que arrasaron repetidamente el valle del Nilo entre 15.000 y 11.500 a. de C., alcanzando un clímax alrededor del 12.500 a. de C. (10).

Volviendo a tiempos más recientes, hubo importantes desbordes en Sumer hacia el 5000-4800 a. de C. (fines de la Era de Tauro), quizás como consecuencia de que los ríos Tigris y Éufrates cambiaron drásticamente sus cursos (11); sin embargo y con arreglo a otra interpretación, el grueso estrato cenagoso de Ur pudo depositarse entre 7500 y 5500 a. de C. debido al aumento considerable en el nivel del mar (12).

Conforme a la línea temporal bíblica por Ussher, el diluvio de Noé se remontaría al 2349 a. de C., pero desde luego sin anegamientos "mundiales". Blavatsky aclaró que ese evento es "una representación puramente mítica de viejas tradiciones (...) como se describe en letra muerta y dentro del período de la cronología bíblica (...) nunca existió [y es] una fábula basada en la ignorancia geológica y geográfica" (13). Añade que esta debacle se relaciona con el diluvio incompleto que cambió Asia Central en torno al 10.000 a. de C. (14), si bien la Era del Carnero fue testigo de numerosas catástrofes naturales.

De acuerdo con la cronología china, se produjeron crecidas desastrosas en el país homónimo hacia 2953 a. de C., 2357-2205 a. de C. y 1766 a. de C. (15), como también en 2297 a. de C., el año n° 61 del gobierno de Yao (16). Los mismos fenómenos asolaron Babilonia en 2379 a. de C. y Palestina en 2355 a. de C. (17), y se cree que las erupciones volcánicas seguidas de cambios climáticos radicales precipitaron el colapso del imperio mesopotámico de Acad, en algún momento posterior al 2290 a. de C. (18).

El amplio desierto de Thar -al oriente del río Indo- era atravesado por un gran torrente conocido en escritos védicos como Sarasvati (una extensión del actual Ghaggar o Hakra), y esta zona, antaño fértil, fue un centro clave de la civilización índica temprana. Alrededor del 1900 a. de C. (periodo de Aries) una racha de sacudones tectónicos hizo que varios ríos cambiaran su dirección, llevando a crecidas devastadoras y el secado del Sarasvati y otras corrientes. La actividad local quedó temporalmente eclipsada y su centro se desplazó a los valles del Ganges y el Yamuna (19).

La cultura minoica en el Egeo sufrió incendios y anegamientos tras una seguidilla de volcanismos en la isla Thera (Santorini), 125 kms. al norte de Creta, datándose su explosión final en 1628 a. de C. (20). La lista de reyes por Manetón sitúa el diluvio de Deucalión en el reinado del sexto monarca de la Dinastía XVIII, ó 1500 a. de C. (21) (mientras Platón escribió que fue subsecuente al hundimiento de Poseidonis). Cerca del 1250 a. de C. habrían caído formidables aluviones en Anatolia que sepultaron Tirinto (de la Edad del Bronce), y casi al mismo tiempo un terremoto destruyó la ciudad mercantil de Troya (nivel arqueológico VI) (22).

El registro de anillos arbóreos de los últimos 5000 años indica trastornos ambientales genéricos entre 2354 y 2345 a. de C., 1628 y 1623 a. de C., 1159 y 1141 a. de C., 208 y 204 a. de C., y 536 y 545 d. de C. Los tres primeros se hallan dentro de las fechas según Blavatsky para el tiempo de Aries, y estos cinco episodios coinciden con el amanecer de la "edad oscura", implicando seísmos, maremotos, erupciones volcánicas y desgasificación del fondo océanico (23).

En referencia a la época contemporánea, los terremotos más devastadores fueron: 526, Antioquía (Siria), 250.000 fallecidos; 1201, Alto Egipto o Siria, 1.100.000; 1556, provincia de Shensi (China), 830.000, y 1737, Calcuta (India), que cobró 300.000 vidas. La catástrofe del Vesubio en 79 d. de C. enterró a Pompeya y Estabia bajo cenizas y cubrió a Iapilli y Herculano con densas capas de lodo, matando a unas 16.000 personas. Otros sucesos análogos incluyen al Kelud (Java, Indonesia) en 1586 con 10.000 occisos, y el Etna (Italia) que se llevó a 20.000 para 1669. En 1815 un maremoto que siguió a la erupción del Tambora (Sumbawa, Indonesia) acabó con 56.000 pobladores, y en 1713 otro tsunami azotó Awa (Japón) dejando un saldo de 100.000 víctimas. El despertar del Krakatoa (Indonesia) en 1883 fue uno de los más catastróficos de la historia, pues el más poderoso de sus enormes retumbos se escuchó a una distancia de 4670 kms. La mayoría de las 36.000 personas que murió en Java y Sumatra se ahogó por olas que alcanzaron hasta 35 metros (24).

En el siglo XX los peores anegamientos ocurrieron en China: 1931, 3,7 millones de muertos; 1938 y 1939, 500.000 fallecidos cada uno, y en 1959, 2,9 millones. Los seísmos más destructivos también ocurrieron en dicho país: 1920, 180.000 pérdidas humanas; 1927, 200.000, y 1976, 242.000. Respecto a huracanes o tifones, mencionamos a China, 1922, con 100.000 víctimas; Bangladesh, 1991, 138.866, y Bangladesh, 1970, con 300.000 (25). Los tres mayores desastres naturales en lo que va del siglo XXI fueron el ciclón Nargis (Myanmar), mayo de 2008, 146.000 víctimas; el tsunami del Océano Índico, diciembre de 2004, con 230.000, y el terremoto de Haití, enero de 2010, que mató a 316.000 individuos (26).

Al tenor de menciones teosóficas, los inmensos maremotos y sismos en los últimos miles de años serían "adelantos" de lo que ocurrirá con energía aumentada dentro de unos 160 siglos (28) cuando el equinoccio se sitúe en medio de Cáncer (29). El cataclismo europeo supondrá el hundimiento de las Islas Británicas y buena parte de Francia, Países Bajos, sectores de España e Italia. No tendría lugar de un momento a otro, sino que estaría precedido por lentas subsidencias costeras y fuertes terremotos.


Notas

1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 1:649. Cita: "(...) el bien y el mal de las naciones están íntimamente vinculados con el comienzo y fin del ciclo [precesivo]" (2:330). Blavatsky también refiere a un periodo de 21.000 años (Parte 1, sección 5), diciendo que ocurre un cataclismo menor luego de los primeros 10.500, y otro de rango planetario tras la segunda mitad (Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 1:30-1; H.P. Blavatsky Collected Writings, TPH, 1950-91, 3:150).

2. Carta de Blavatsky a J.R. Skinner, 17 de febrero de 1887. El tramo que suele darse es de 850.000 años, cuando el punto equinoccial ingresó en Sagitario; no obstante, el hundimiento de Ruta habría tardado 150.000 (La Doctrina Secreta, 2:395, 751), ¡tiempo suficiente para casi seis vueltas completas al zodíaco!

3. La Doctrina Secreta, 1:650-1.
4. Stephen Oppenheimer, Eden in the East, Weidenfeld & Nicolson, 1998, p. 18, 29-38.

5. La Doctrina Secreta, 2:5, 141; Isis Develada, 2:426.
6. Cartas Mahatma para A.P. Sinnett, TUP, 2da edición, 1926, p. 151/155.
7. "América Precolombina", parte 10.
8. Zecharia Sitchin, The 12th Planet, Avon Books, 1976, p. 409.
9. Graham Hancock, Fingerprints of the Gods, Heinemann, 1995, p. 370-2.
10. Ibídem, p. 411-2, 414.
11. Paul Dunbavin, The Atlantis Researches, Third Millennium, 1995, p. 101.
12. Eden in the East, p. 49-62.
13. La Doctrina Secreta, 1:370, 2:141, 393; Blavatsky Collected Writings, 5:199 nota al pie.

14. Isis Develada, 2:426.
15. The Atlantis Researches, p. 114-5.
16. Charles Gould, Mythical Monsters (1886), Wizards Bookshelf, 1981, p. 129-30.
17. James DeMeo, Saharasia, Orgone Biophysical Lab. Inc., 1998, p. 321.
18. Georg Feuerstein, Subhash Kak y David Frawley, In Search of the Cradle of Civilization, Quest, 1995, p. 84.

19. Ibídem, p. 87-99.
20. Ibídem, p. 83-4.
21. The Atlantis Researches, p. 102.
22. In Search of the Cradle of Civilization, p. 83.
23. New Scientist, 9 de enero de 1999, p. 42.
24. Encyclopaedia Britannica, CD98.
25. www.disastercenter.com/disaster/TOP100K.html .
26. www.tiptoptens.com/2011/03/28/10-worst-natural-disasters-of-21st-century.
28. La Doctrina Secreta, 2:330-1. Blavatsky menciona el "gran año" de los caldeos, que duró unos 21.000, y dice que los cataclismos primarios ocurren al fin de cada ciclo y los menores en su punto medio. A este respecto, incluye la teoría por R. Falb de que existió un diluvio "universal" en 4000 a. de C. y el próximo desastre análogo se produciría en 6500 d. de C.; por lo tanto, el siguiente acaecería en 17.000 d. de C. (Collected Writings, 3:149-50; Isis Develada, 1:30-1).

29. El símbolo de Cáncer es parecido al número 69, y Blavatsky consigna que las figuras de un hombre de pie y una mujer de cabeza ante él simbolizan "polos invertidos". Se cuenta que el rey Cambises soltó una carcajada en el templo egipcio de los Kabiri al ver dicha representación. Entre otros aspectos, los Kabiri son "dioses del 'Diluvio'" (La Doctrina Secreta, 2:360). ¿Podría esto significar que, cuando la Tierra está en Cáncer, es más susceptible a vuelcos importantes del eje y no desvíos completos? Cabe recordar, sin embargo, que los Kabiri también se emparentan con Castor y Pollux (2:362) o el Dioscuros, emplazados en la constelación adyacente de Géminis.

28 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (7 de 12)

David Pratt
Enero 2000, enero 2024


Contenidos (final Parte D):

02. Clima e inclinación axial
03. El historial climático


02. Clima e inclinación axial

La temperatura está regida por dos aspectos principales: el ángulo en que los rayos del Sol inciden en la superficie terrestre, y el tiempo que éste último permanece sobre el horizonte cada día (1). El efecto de calentamiento por unidad de área (insolación) es máximo cuando el Sol está verticalmente sobre nosotros, y mínimo al emplazarse en el horizonte. La cantidad de radiación es modulada por la atmósfera, en términos de su espesor, densidad y composición; al mismo tiempo, dicha capa retrasa la pérdida de calor al espacio.

Cuando aumenta el desvío axial, los veranos en ambos hemisferios reciben más insolación y los inviernos menor cantidad, y al disminuir ese ángulo ocurre lo contrario. Sin embargo, estos cambios no son homogéneos en todo el mundo: las latitudes altas experimentan mayor insolación media anual al incrementarse la oblicuidad del eje, mientras que en las más bajas aquélla se reduce. Puesto que una menor inclinación atenúa la injerencia solar en verano y también la de tipo medio en latitudes altas, se ha argumentado que ello favorece una edad de hielo (2).

Las variaciones axiales dividen la Tierra en tres zonas climáticas de base: tropical o tórrida, templada, y polar o frígida. Las primeras se ubican entre el trópico de Cáncer y Capricornio, donde el Sol de mediodía se encuentra verticalmente en los solsticios de verano e invierno, respectivamente. Los sectores templados se hallan entre los trópicos y círculos polares (23,4° y 66,6° N y S); aquí, el Sol nunca llega a una posición vertical y el nivel de "baño solar" se hace cada vez más estacional con la lejanía desde el ecuador. A 50° de latitud hay poco más de 16 horas de luz en el solsticio veraniego, pero sólo unas 8 en igual fase de invierno, y a 60° las cifras son 19 y 6 horas según el caso. En áreas polares, los círculos Ártico y Antártico tienen luz de 24 horas al llegar el estío, y 24 de oscuridad en invierno; a 79° y en conformidad, ambas estaciones tienen dos meses continuos para el día y otros dos de noche. En los polos, habría seis meses de luz durante el verano y otros seis de escurana en el tiempo frío, a no ser por la refracción atmosférica que reduce la ausencia lumínica aproximadamente a la mitad.

Si bien la inclinación planetaria define los límites teóricos de zonas tropicales, templadas y polares, las circunstancias climáticas verdaderas pueden diferir significativamente debido a múltiples factores, en que las corrientes oceánicas tienen un rol muy importante. Así, y aunque teóricamente las partes tibias se sitúan entre los trópicos y círculos polares, en términos de condiciones reales hoy están entre aproximadamente 40° y 50° en el hemisferio norte, y 35° y 55° del austral. Además, ni siquiera estas locaciones más restringidas pueden describirse como "templadas" en su totalidad, ya que si bien incluyen Europa occidental y otras áreas similares como Nueva Zelanda, también abarca territorios intrínsecos como Siberia y el centro-norte de Estados Unidos y Canadá, donde las condiciones distan mucho de ser templadas, y por ello suele adscribírseles un clima continental. Los únicos sectores verdaderamente temperados pertenecen a las franjas occidentales de continentes, regidos por sucesivos sistemas climáticos que llegan desde los océanos allende el oeste. De esa manera, los vientos marinos predominantes les mantienen frescos en verano, y más cálidos de lo que serían bajo inviernos normales (3).

Si ponemos como ejemplo un aumento en la inclinación del eje a 26°, se ampliarían las zonas tropicales y polares (teóricas), comprimiendo además las tibias, y sólo en las coordenadas medias de 45° N y S habría pocas alteraciones perceptibles. Es casi seguro que empeoraría el rango de calidez al interior del continente; el alza de temperaturas extremas en verano e invierno requeriría una circulación atmosférica y oceánica más vigorosa para transportar calor desde trópicos a polos, generando frecuencia de tormentas, vientos feroces y patrones climáticos generalmente impredecibles. Si el ángulo disminuyera a 20°, las áreas templadas se ensancharían a expensas de tropicales y polares. La flora y fauna de aquéllas podrían extender sus distribuciones al norte y sur de los límites actuales, se acortarían las desemejanzas entre la insolación de verano e invierno, y el marco de temperatura en regiones continentales sería mucho más uniforme. El gradiente de la misma entre sectores tropicales y polares se reduciría considerablemente, y sería necesario transferir menos calor a través de la zona templada; asimismo, los patrones climáticos se volverían más estables y predecibles.

Con una hipotética oblicuidad axial de 30°, los trópicos están a 30° de latitud y los círculos polares a 60°, de modo que los sitios calurosos, templados y gélidos cubren cada uno 30° de latitud en cada hemisferio. A un ladeo de 45°, los trópicos y círculos polares se encuentran en 45° y la zona templada desaparece, aunque todavía pueden haber condiciones más tibias en algunas partes. Con un desvío de 60°, los trópicos quedarán a 60° de latitud y los círculos polares a 30°, haciendo que las franjas entre 30° y 60° vayan al interior de los trópicos y la zona "polar". En divergencias más altas del axis, habría mayor superposición entre esos dos lares, hasta que a 90° (y 270°) alcanza 90°, de forma que todo el planeta se encuentra tanto en zonas tropicales como "frígidas", resultando así en cambios estacionales de extrema intensidad, incluso en latitudes medias. Por el contrario, con una inclinación de 0°, la zona templada cubriría todo el globo, y el día y la noche durarían 12 horas en todos lados. No habría estaciones pronunciadas, existiría poco flujo de calor y el sistema climático quedaría constreñido únicamente a las circulaciones atmosféricas más suaves y los océanos producidos por rotación de la Tierra.

Un artículo de la revista Astronomy (1992) intentó describir los escenarios prevalentes si el eje estuviera a 90° (4). En primavera y otoño, todas las regiones planetarias aún tendrían ciclos diarios de luz y oscuridad, pero habría períodos largos de luz constante en verano y tinieblas persistentes en invierno. Dos veces al año, cada latitud experimentaría un calentamiento tropical cuando el Sol pasara directamente sobre nosotros. En una latitud de aproximadamente 34° N ó S, el ciclo día-noche se extendería por 7,5 meses/año, mientras que los otros 4,5 tendríamos día o noche constantes, junto con veranos e inviernos inclementes, y la permanencia de esas etapas fluctuaría en diversas latitudes.

El ciclo de calentamiento estacional previene la formación de casquetes polares permanentes. Las zonas gélidas atravesarían el mismo contexto tropical y sus altas temperaturas como las ecuatoriales previas; sin embargo, las localidades polares en invierno son excepcionalmente frías, por lo que pueden aparecer casquetes estacionales, y como éstos no son fijos, los océanos (y litorales de continentes) serían más altos.

"Si se producen capas de hielo estacionales, la fuerza dominante que controla el clima puede pasar de las corrientes en chorro que circundan la Tierra a lo largo de líneas de latitud, a un flujo entre ambos polos. Esto emula las afluencias de condensación observadas en Marte, causadas por la congelación y descongelación de casquetes polares en ese planeta. Los flujos térmicos creados por el intenso calor en un lugar y el enfriamiento en otros pueden reemplazar a los vientos alisios de la antigua Tierra, y otros que se mueven de este a oeste.

Puede que los habitantes del 'nuevo hogar azul' perciban fuertes variaciones estacionales en la costa, dependiendo de si el deshielo de una capa polar se produjo a igual ritmo que el congelamiento en el otro polo. Este cambio ocurriría en el nivel del mar, además de un vuelco en el rango de mareas debido a efectos gravitacionales de Luna y Sol (...)".

"Los relojes biológicos, también llamados ritmos circadianos, ayudan a los animales y las plantas a aprovechar al máximo el tiempo de vigilia, impulsando sus necesidades de nutrirse, dormir, buscar refugio o almacenar alimentos para el invierno (...). La mayoría de seres vivos tiene 'coordinaciones internas' que funcionan con ciclos de entre 23 y 25 horas. Las frecuencias día-noche de la Tierra reajustan aquéllos constantemente para mantenerlos sincronizados con los cambios de estaciones. Por el contrario, durante experimentos en que no se produce ningún cambio en la iluminación (...) las personas acuden a su reloj natural con alrededor de 25 horas para modificar sus actos, como las fases de sueño.

Aún así, la vida en la flamante Tierra -donde habrían largos períodos de luz y oscuridad- tendría que adaptarse de otra manera. Las formas biológicas pueden depender exclusivamente de sus 'relojes' para evitar el problema del ciclo cambiante día-noche y los tramos prolongados de luz y oscuridad, o tal vez estos 'parámetros internos' tomarían el control durante ambas sólo si presentan carácter continuo. Cuando finalmente volvieran éstas últimas, entonces ellas regirían las actividades. (Preguntamos: ¿padecerían los seres una 'dosis masiva' de desfase horario, en el momento que el ciclo día-noche sustituya al reloj interno?). Quizás la vida no tendría ningún 'cronomedidor', o bien sus formas pueden mostrar un conjunto inextricable de ritmos que manejarían las actividades durante oscuridad y luz extensas, ajustándose a los cambios en el ciclo análogo. Claramente y bajo cualquier aspecto que domine esas proporciones, las aristas sociales y emocionales humanas evolucionarían de manera distinta en la 'nueva Tierra'".

Utilizando modelos informáticos, Williams y Pollard (5, fig. 1) descubrieron que, con la geografía actual planetaria, las inclinaciones axiales más altas producen temperaturas medias anuales y globales superiores al ratio contemporáneo de 14,0°C: 17,6°C con un ángulo de 54°, 16,4°C a 70° y 15,5°C en 85°. Afirman que con 54° o más, los polos reciben más insolación promedio que los trópicos, lo que lleva a un flujo de calor meridional (norte-sur) hacia el ecuador, en lugar de alejarse de él como en la Tierra moderna, pero el calentamiento anual en latitudes altas se contrarresta con un influjo solar reducido y temperaturas más frías en los trópicos, y aquéllas en latitudes bajas seguirían decreciendo por la mayor reflectividad oceánica cuando el Sol está más cerca del horizonte. Los autores observan que la temperatura media anual en el mundo sería independiente de la inclinación del eje si un planeta tuviera uniformidad topográfica, mientras que si hay una mezcla de tierra y océano, "la respuesta climática exacta a diferentes oblicuidades dependerá de los tamaños y ubicaciones de continentes".

Fig. 1. Variación estacional de temperatura media en la Tierra actual, con múltiples desvíos axiales.

Con la geografía moderna y una oblicuidad "pivotal" de 0°, la línea gélida en ambos hemisferios se ampliará hasta dentro de los 50° del ecuador, o aproximadamente 20° más que la extensión máxima de hielo en nuestro planeta actual. En una Tierra de continentes en torno al ecuador, el límite nieve-hielo llega hasta unos 40° del mismo. Para reclinaciones axiales muy altas, se descubrió que una Tierra con masas firmes alrededor de los polos era más hostil a la vida, porque más del 50% de la superficie continental presentaría temperaturas bajo 10°C, o superando 50°C hacia la llegada de los solsticios; asimismo, el planeta oscilará estacionalmente entre dichos rangos de alta y baja temperatura. En enero, el gradiente térmico ecuador-polo se elevaría a 120°C, de modo que los niveles alcanzan el punto de ebullición hídrica cerca del polo, mientras que en los trópicos -a sólo miles de kilómetros de distancia- caerán tormentas de nieve.

Fig. 2. Radiación solar promedio al año (watts/metro cuadrado) en la atmósfera superior, a diferentes latitudes para declives de 90° (azul), 54° (rojo) y 23,45° (negro). Para el primer caso, el ecuador es la zona más fría del globo en todas las estaciones, y las temperaturas se incrementan hacia los polos (Ferreira et al.) (6). 

Debemos considerar que los modelos climáticos exhiben muchos defectos, y no hacen justicia a las retroalimentaciones negativas que han mantenido la temperatura media planetaria dentro de límites relativamente estrechos (~15±8°C) durante más de 500 millones de años. Un problema evidente es el tratamiento simplista de las nubes, que constituyen el factor más relevante que determina cuánta radiación solar llega a la superficie. Sin nubes, la temperatura en el globo sería unos 20ºC más alta, pero los parámetros climáticos etiquetan la nubosidad como una "constante" y definen el vapor de agua puramente a modo de "retroalimentación positiva" que amplifica el calentamiento inducido por CO2
, conduciendo a una alta "sensibilidad climática" de 3ºC (esto es, la temperatura subiría 3º si la concentración atmosférica de CO2 se duplicara). Otros investigadores sostienen que las nubes bajas proporcionan una retroalimentación negativa; el aumento de temperaturas origina más de aquéllas en niveles bajos y provocando enfriamiento, lo que genera una sensibilidad inferior a 0,5ºC. Esto sugiere que, en lugar de ser susceptible a "puntos de inflexión" (ya sean naturales o antropogénicos) que resulten en una "catástrofe climática", la Tierra es un organismo autorregulado con ciclos alternos de calentamiento y enfriamiento.


Notas

1. Paul Dunbavin, The Atlantis Researches: The Earth's Rotation in Mythology and Prehistory, Third Millennium, 1995, p. 82-6.

2. en.wikipedia.org/wiki/Ice_age.
3. John Gribbin, Future Weather, Penguin, 1982, p. 69.
4. Neil F. Comins, "A new slant on Earth", Astronomy, julio 1992, p. 45-9.
5. D.M. Williams y D. Pollard, "Extraordinary climates of earth-like planets: three-dimensional climate simulations at extreme obliquity", International Journal of Astrobiology, vol. 2, n° 1, 2003, p. 1-19.

6. D. Ferreira, J. Marshall, P.A. O'Gorman y S. Seager, "Climate at high-obliquity", Icarus, v. 243, 2014, p. 236-48.


03. El historial climático

El clima global ha sufrido cambios importantes a lo largo de la historia geológica, y la figura 1 ilustra cómo ha fluctuado episódicamente entre períodos de calentamiento y enfriamiento.

Fig. 1. Temperatura global desde fines del Proterozoico (por C.R. Scotese). La del Cenozoico se apoya en datos de isótopos de oxígeno, y la precenozoica en indicadores climáticos como carbones, evaporitas y tillitas.

Fig. 2. Escala de tiempo geológica (Teosofía vs. ciencia) (1).

Las probanzas de temperaturas muy cálidas en latitudes altas y glaciaciones en coordenadas bajas muestra que la amplitud de zonas climáticas se ha transformado radicalmente con el tiempo. Dado que su anchura y el rango de cambio estacional se determinan en gran parte por la inclinación del eje rotativo, esto podría atribuirse a cambios críticos en aquélla; empero, las cosas no son tan simples porque alterar ese desvío no conducirá de modo automático a fases de calentamiento o enfriamiento globales de relevancia, y aún así es esto lo que presentan los registros disponibles. En una Tierra más cálida, las latitudes altas pudieron tener un clima predominantemente templado, incluso con la actual oblicuidad del eje.

En dicho escenario, es llamativo considerar las modificaciones en el gradiente térmico meridional (ΔT), es decir, la diferencia homónima entre el ecuador y los polos, que en parte se vincula con la eficiencia del transporte calórico entre estas regiones. Durante un período relativamente cálido en una era Cenozoica por lo demás fría, hoy el ΔT está medido en unos 33ºC; en el clima mesozoico globalmente calinoso fue de 19-23ºC, y en el transcurso del Máximo Térmico Paleoceno-Eoceno (hace 55 millones de años) alcanzó 15ºC, mientras que para el último máximo glacial (21.000-22.000 años atrás) marcó 50ºC (2).

Como los registros indican que hoy y en el pasado la Tierra comportaba tres zonas primarias -un clima principalmente tibio en latitudes bajas y entornos fríos para sectores altos-, la creencia reinante es que "no hay necesidad de invocar trastornos importantes en la inclinación axial", pero varios especialistas no están de acuerdo.

Las tendencias de calentamiento-enfriamiento en la figura 2 eran de carácter global, y por lo común duraban muchos millones o decenas de millones de años; entonces, no pueden aclararse sólo en función de un desplazamiento constante del eje, incluso considerando que, de acuerdo a la Teosofía, los períodos geológicos son mucho más cortos que lo postulado por la ciencia sobre la base de dataciones radiométricas (figura 3). Una dinámica axial perdurable tampoco elucida el enfriamiento prevalente (y muy convulso) durante el Cenozoico. Los datos indirectos de temperatura con mayor resolución están confirmando largos ciclos planetarios de cambio climático, a la vez que resaltan oscilaciones a corto plazo y variantes locales. Por ejemplo, la edad de hielo del Pleistoceno consistió en una seguidilla de períodos glaciales e interglaciares; el número de los primeros se estimó inicialmente en cuatro, mientras que los análisis modernos de isótopos de oxígeno en sedimentos de fondos oceánicos señalan que hubo 52 épocas afines (3).

La figura 2 expone glaciaciones importantes a fines del Precámbrico, Ordovícico, Permo-Carbonífero y Pleistoceno. Se cree que el hielo sólido envolvió a todo el planeta -o su mayor parte- al menos dos veces, y posiblemente tres o cuatro entre 750 y 580 millones de años atrás, aunque ciertas regiones oceánico-tropicales habrían permanecido libres (4). G.E. Williams argumenta que la oblicuidad axial era superior a 54° durante un buen tramo del Precámbrico, y disminuyó con rapidez de 60° a 26° entre 650 y 430 millones de años (5). Los estudios de modelización sugieren que un ángulo elevado del axis (hasta 70°) a lo largo del Precámbrico podría explicar las temperaturas cálidas en glaciaciones del Arcaico, o por lo menos algunas proterozoicas, dependiendo de la geografía predominante (6).

Han habido muchos periodos históricos en que las regiones polares tuvieron clima cálido (7); por ejemplo, los fósiles de animales y plantas (abarcando los primeros anfibios conocidos) señalan niveles calientes en las regiones árticas del Devónico, y los restos de grandes reptiles pérmicos, que debieron necesitar calor, se encuentran a lo largo del río Dvina de Rusia, bajo el Círculo Polar Ártico. En el monte Achernar (Montañas Transantárticas) se descubrió un bosque de postrimerías pérmicas, que según se interpreta existió entre 80 y 85°S; de igual modo, a lo largo del Eoceno tardío aparecieron pequeños mantos de hielo efímeros en la Antártica. En el Oligoceno temprano (~33,5 millones de años) se habría cruzado un umbral climático que permitió la rauda formación de grandes calotas gélidas. La hipótesis convencional solía ser que el crecimiento de hielo en el hemisferio norte no comenzó antes de 15 millones de años atrás, pero ahora hay evidencias del mismo en Groenlandia y también de génesis episódicas de hielo marino en el Ártico con hasta 30 millones de años previos a esa fecha. Tras un período más caluroso desde finales del Eoceno hasta después del Mioceno medio, se establecieron indlandsis permanentes en la Antártica y el Ártico hace unos 14 millones de años (8).

El clima general del Mesozoico, y específicamente del Cretácico, era notablemente uniforme y más cálido que hoy. Las condiciones tropicales a subtropicales modernas se extendieron por lo menos a 45°N y quizá 70°S, con patrones cálido-tibios a fríos-templados más allá de esta zona. En el Triásico, algunos anfibios se propagaron entre 40°S y 80°N, y el Cretácico fue testigo de grandes dinosaurios y árboles en latitudes tan elevadas como Svalbard y la vertiente boreal de Alaska. Desde fines del Paleoceno hasta mediados del Eoceno, había bosques en la isla Ellesmere (80°N) con fósiles de cocodrilo, palmeras en el centro-oeste de Groenlandia y el sur de Alaska, y manglares en la cuenca Londres-París. Para el Eoceno medio-tardío la selva tropical se encontraba al menos a 20° y posiblemente 30° hacia el polo del actual límite norte. Las floras del Mioceno de Grinnell Land, Groenlandia y Spitzbergen requerían contextos templados con abundante humedad (9). Asimismo, se han descubierto grandes vegetales pliocénicos en bosques fósiles a 82,5°N en el septentrión groenlandés y 83,5°S del área antártica Beardmore.

En nuestros días, hay grandes árboles en puntos del Ártico bajo un clima mucho más frío que en el pasado, y algunos de tamaño notable en Siberia se ubican incluso a 73°N. Sin embargo, existe debate acerca de si estos empinados ejemplares, la holgada vegetación y los abundantes y macizos animales prehistóricos que ocuparon esas regiones pudieron sobrevivir en niveles de luz polar como los que existen con un rango axial parecido al de hoy. Algunos científicos creen que éste último debió tener sólo 5-15° para explicar la aparición de floras subtropicales en latitudes altas durante el Cretácico y Paleógeno (Cenozoico temprano) (10). H.A. Allard argüía que la débil zonificación climática que caracterizó ciertas eras geológicas es difícil de armonizar con un eje muy corrido como el de ahora, y postuló que en el Cretácico, cuando había pocos cambios estacionales, aquél se mantuvo en alrededor de 0° (11).

Quienes se oponen a dicha idea sostienen que, si bien una oblicuidad axial menor aumentaría la insolación invernal en latitudes altas, la de tipo medio y anual disminuiría provocando temperaturas polares más heladas, mientras que la evidencia indica grados térmicos polares y calientes en el Mesozoico y Cenozoico temprano; de esta forma, una opción es que la vida pudo adaptarse a un régimen de luz polar (12), pero se cuestionan los modelos climáticos que pretenden justificar tal concepto. Jack Wolfe sugirió que en algún valor crítico de trastorno axial la circulación atmosférica cambia de predominantemente celular (es decir, E-O como hoy) a meridional, lo que habría compensado con creces la mengua de insolación anual en latitudes elevadas.

También es concebible que crecieran árboles en sitios polares si la Tierra presentaba una deflexión mucho mayor que la actual. Fred Dick ejemplificó que a 45° -una órbita de gran excentricidad y pleno invierno en el perihelio- los veranos en Groenlandia habrían sido lo suficientemente largos y cálidos para los vegetales que solía haber allí (13). Esta posibilidad ilustra lo difícil que es obtener conjeturas firmes sobre la inclinación del eje a partir de datos paleoclimáticos y paleontológicos.

En la literatura teosófica se dice que los polos han sido gélidos y calinosos a la vez (14), y ello está respaldado por el registro climático, pero los ciclos análogos no afectaron sólo a dichas zonas. Según un antiguo Comentario, la Tercera Raza-Raíz (lemuriana) se encontraba en el punto medio de su desarrollo cuando: "El eje de la Rueda se inclinó. El Sol y la Luna ya no brillaban sobre las cabezas de aquella porción de los Nacidos del Sudor; la gente conocía la nieve, el hielo y la escarcha, y también hombres, plantas y animales eran empequeñecidos en su crecimiento" (15), tal vez aludiendo al tiempo frío que comenzó a finales del Jurásico (figura 2) (16).

Existió un calentamiento paulatino y general desde el Paleoceno hasta mediados del Eoceno, seguido de un enfriamiento dilatorio hasta el mayor estrago climático al terminar el Eoceno, si bien hubo varias fluctuaciones durante ese tiempo. Desde entonces, una tendencia importante de los climas en el Hemisferio Norte ha sido un descenso en el rango medio anual de temperatura, y por lo tanto una mayor igualdad, aunque nuevamente con muchos altibajos. Jack Wolfe plantea que si los principales cursos climáticos durante el Terciario fueron en gran medida el resultado de cambios en la inclinación axial, en el tramo Paleoceno-Eoceno medio ésta disminuyó gradualmente de 10° a 5°, iniciando un ligero aumento hasta el fin del Eoceno cuando el ángulo llegó a 25-30°. A partir de allí, cree que la inclinación ha venido bajando hasta completar 23,5°, pero admite que ese modelo no explica los trastornos en la temperatura media anual, que pudieron originarse por fluctuaciones en la radiación solar que llega a la Tierra (17). Por su parte, Xu Qinqi sospecha que la causa real de alternancia de períodos glaciales y no glaciales es la variación del eje entre aproximadamente 10 y 25° (18). Como podrá inferirse, tales escenarios son muy conservadores en comparación con los cambios axiales implícitos en los escritos teosóficos.

Se cree que desde los albores del Plioceno el ancho de la zona templada ha cambiado más de 15° (1650 kms.) en los hemisferios norte y sur. Si aplicamos la regla de un desplazamiento axial de 4° por ciclo precesivo, la región templada hipotética (definida únicamente por la inclinación del eje) debería haber tenido 90° en cada hemisferio desde inicios pliocénicos (~1,87 millones de años en escala teosófica), aunque esto podría quedar oscurecido por la complejidad del sistema climático. Al comienzo de dicha era, la deflexión habría sido de 48° y pasando por 90°, 180° y 270°, antes de alcanzar su tasa moderna de 336,6° (23,4°). A principios del Pleistoceno (~1.090.000 años de acuerdo con la Teosofía) completaría 190° y el Polo Norte planetario quizá formó un ángulo de 10° con el extremo sur de la eclíptica. Luego advino una serie de fases glaciales e interglaciares, y el actual interglaciar comenzó hace unos 11.700 años cuando la inclinación exhibía 25°. No sabemos si este era el panorama teosófico, al no haber detalles sobre cómo evolucionó exactamente el desvío axial durante ese período. El fin de la última edad de hielo (~13.000-8000 años AP) estuvo acompañado por un aumento de 120 metros en el nivel del mar e inundaciones generalizadas. En postrimerías del Pleistoceno también se produjo actividad volcánica a gran escala y la extinción de animales colosos en muchas partes del mundo. Blavatsky afirma que la última debacle ocurrió hace unos 12.000 años (19), pero no lo vincula explícitamente con un cambio de polos, y se dice que la inmersión de Poseidonis -última isla del continente atlante- ocurrió en 9565 a. de C. (20).


Notas

1. "Geological Timescale", davidpratt.info.
2. Thomas M. Cronin, Paleoclimates: Understanding climate change past and present, Columbia University Press, 2010, p. 77; "Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar", parte 7.

3. K.M. Cohen y P.L. Gibbard, "Global chronostratigraphical correlation table for the last 2.7 million years, v. 2010", www.stratigraphy.org.

4. Cronin, Paleoclimates, p. 60.
5. G.E. Williams, "History of the earth’s obliquity", Earth-Science Reviews, vol. 34, 1993, p. 1-45.

6. G.S. Jenkins, "Global climate model high-obliquity solutions to the ancient climate puzzles of the faint-young-sun paradox and low-latitude Proterozoic glaciation", Journal of Geophysical Research, vol. 105, n° D6, 2000, p. 7357-70; G.S. Jenkins, "High obliquity as an alternative hypothesis to early and late Proterozoic extreme climate conditions", en: G.S. Jenkins, M.A.S. McMenamin, C.P. McKey y L. Sohl (eds.), The Extreme Proterozoic: Geology, geochemistry, and climate, Unión Geofísica Estadounidense, Geophysical Monograph 146, 2004, p. 183-92; Y. Donnadieu, G. Ramstein, F. Fluteau, J. Besse y J. Meert, "Is high obliquity a plausible cause for Neoproterozoic glaciations?", Geophysical Research Letters, vol. 29, n° 23, 2002, doi:10.1029/2002GL015902.

7. A.A. Meyerhoff, A.J. Boucot, D. Meyerhoff Hull y J.M. Dickins, Phanerozoic Faunal & Floral Realms of the Earth, Sociedad Geológica de EE.UU., Memoir 189, 1996, p. 46-9; Charles H. Hapgood, The Path of the Pole, Chilton Book Company, 1970, p. 61-7; Jack A. Wolfe, "A palaeobotanical interpretation of Tertiary climates in the northern hemisphere", American Scientist, vol. 66, 1978, p. 694-703; Jack A. Wolfe, "Tertiary climates and floristic relationships at high latitudes in the northern hemisphere", Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, vol. 30, 1980, p. 313-23; J.G. Douglas y G.E. Williams, "Southern polar forests: the early Cretaceous floras of Victoria and their palaeoclimatic significance", Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, vol. 39, 1982, p. 171-85.

8. Cronin, Paleoclimates, p. 87-8, 104-7.
9. Blavatsky afirma que Groenlandia era una "tierra casi subtropical" en el Mioceno (La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:12). Las tres especies de plantas que cita como prueba (2:726) crecen hoy en climas templados.

10. Wolfe, "A palaeobotanical interpretation of Tertiary climates in the northern hemisphere"; "Tertiary climates and floristic relationships at high latitudes in the northern hemisphere"; Douglas y Williams, "Southern polar forests: the early Cretaceous floras of Victoria and their palaeoclimatic significance"; Xu Qinqi, "Climatic variation and the obliquity", Vertebrata PalAsiatica, vol. 18, 1980, p. 334-43.

11. H.A. Allard, "Length of day in the climates of past geological eras and its possible effects upon changes in plant life", en: A.E. Murneek y R.O. Whyte (eds.), "Vernalization and photoperiodism: A symposium", Chronica Botanica, 1948, p. 101-19.

12. E.J. Barron, "Climatic implications of the variable obliquity explanation of Cretaceous-Paleogene high-latitude floras", Geology, vol. 12, 1984, p. 595-8.

13. F.J. Dick, The Theosophical Path, febrero 1912, p. 86.
14. La Doctrina Secreta, 2:150, 329, 356, 770 nota al pie, 771 nota al pie, 773-4, 777.

15. Ibídem, 2:329. No está claro si el enfriamiento se debió a un alza o disminución del desvío axial.

16. Aún no se descubren evidencias inequívocas de depósitos glaciares del Jurásico, pero existen indicios de que los climas eran lo suficientemente fríos para que se formara hielo marino en latitudes altas (M.J. Hambrey y W.B. Harland (eds.), Earth's Pre-Pleistocene Glacial Record, Cambridge University Press, 2011 (1981), p. 952-3, books.google.nl).

17. Wolfe, "A palaeobotanical interpretation of Tertiary climates in the northern hemisphere"; "Tertiary climates and floristic relationships at high latitudes in the northern hemisphere".

18. Xu Qinqi, "On the causes of ice ages", Scientia Geologica Sinica, vol. 7, 1979, p. 252-63; "Climatic variation and the obliquity".

19. La Doctrina Secreta, 2:8-9.
20. Cartas Mahatma para A.P. Sinnett, TUP, 2da edición, 1926, p. 151/155.

24 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (6 de 12)

David Pratt
Enero 2000, enero 2024


Parte D: Cambio climático

Contenidos:

01. El sistema climático


01. El sistema climático

Si no fuera por otros agentes, el cambio incesante en el desvío axial de 4° por ciclo precesivo alteraría la cantidad de radiación que llega a la superficie terrestre de manera regular, y se esperaría que nuestro planeta sufriera las mismas variabilidades climáticas durante cada inversión polar de 360°. En realidad, el "engranaje" climático de aquél es inmensamente complejo, que involucra muchas causales interactuantes; además, la literatura teosófica no señala por cuánto tiempo ha persistido esa dinámica axial, o cómo varió la tasa de inversión en el pasado. Es factible que haya habido momentos en que la oblicuidad del eje continuara prácticamente inalterable, incluidos largos períodos de "eterna primavera".

Paul Davies comenta: "La mayoría de simulaciones por computadora sobre la atmósfera de la Tierra predice algún tipo de desastre incontrolable, como una glaciación general, ebulliciones marinas o enormes incendios debido a la sobreabundancia de oxígeno (...). Sin embargo, la resultante integradora de muchos procesos complejos y entrelazados ha mantenido de algún modo la estabilidad atmosférica frente a cambios de gran escala, e incluso durante perturbaciones cataclísmicas" (1).

Algunos aspectos que influyen en el clima son los siguientes:

a) La producción de energía solar, donde la radiación varía en ciclos de diferente lapso, y el más conocido es el de las manchas solares, que se extiende aproximadamente por 11 años. El campo magnético del Sol invierte su polaridad en cada ciclo, y por tanto vuelve al mismo estado cada 22 años (ciclo de Hale). Las fases de más largo plazo incluyen la de Gleissberg (~870 años) y Suess (~210). El Mínimo de Maunder (1645-1715) fue un período en que hubo pocas manchas solares o ninguna, y coincidió con la Pequeña Edad del Hielo más fría. Otros con baja actividad de manchas, como el Mínimo de Spörer (1420-1530) y Dalton (1795-1825) también armonizaron con períodos más gélidos. Asimismo, los cambios en la actividad solar se han relacionado con un ciclo de 1500 años de calentamiento y enfriamiento globales. Si bien la irradiancia total del Astro Rey varía sólo alrededor del 0,1% a lo largo de una etapa solar, la cifra es aproximadamente del 5% para la energía ultravioleta y del 3 al 20% en el caso de rayos cósmicos galácticos. Cuando el viento solar se hace más fuerte, llegan menos de éstos a la Tierra y eso puede generar una menor formación de nubes de bajo nivel y temperaturas más cálidas.

b) La geometría orbital terrestre, que determina el importe de radiación solar que llega a la atmósfera exterior de nuestro planeta. Las tres variables primarias son:

-Inclinación axial, que estipula cuánta radiación existe en diversas latitudes. Una mayor oblicuidad amplifica los ciclos estacionales en latitudes altas, porque el aumento relativo de radiación en zonas polares es mayor que en los trópicos. Un cambio inclinatorio de 1º aumenta en 2,5% la insolación de verano a 65ºN, 1,2% a 45ºN y ocasiona un alza promedio general de sólo 0,8% para todo el hemisferio análogo, suponiendo una excentricidad orbital de 0,039 (3).

-Precesión climática (fase de 21.000 años resultante de la precesión de equinoccios, combinada con el movimiento absidal), la cual especifica en qué época del año la Tierra está más próxima o alejada del Sol. En la actualidad, aquélla se acerca al mismo en pleno invierno del hemisferio norte, haciendo que dicha estación en la mitad boreal sea menos intensa.

-La elipticidad orbital (grado de desviación de un círculo, que conlleva cambios en la distancia Tierra-Sol) (4), calculada hoy en 0,017, y se cree que oscilará entre 0,005 (casi circular) y 0,058 durante unos 100.000 años, debido principalmente a efectos gravitacionales de Júpiter y Saturno. La excentricidad orbital moderna significa que la radiación solar entrante en el invierno del hemisferio norte es hasta 6,8% mayor que en igual fase del hemisferio sur. Cuando la órbita es más elíptica, el nivel de insolación en el perihelio será un 23% mayor que en el afelio, y si el desvío axial fuera 0°, la excentricidad contemporánea aún produciría 0,7°C en insolación por el transcurso de un año (5).

c) La transparencia atmosférica, ya sea a la radiación solar entrante o al calor saliente, siendo las nubes el factor crucial que devuelve aquéllos al espacio. Otro agente es la concentración aérea de gases de efecto invernadero como vapor de agua, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y ozono. También se menciona la cantidad de aerosoles (pequeñas partículas) en la atmósfera, incluido el polvo arrojado por erupciones volcánicas y el de tipo meteórico (ej., pasos de colas cometarias, corrientes de meteoritos, nubes de polvo interestelar, etc.) (6). El dióxido de azufre proveniente de vulcanismo se combina con el vapor hídrico para formar pequeñas gotas de ácido sulfúrico, que reflejan la luz solar y provocan temperaturas frías en capas inferiores. El nivel de calor mundial bajó unos 2°C tras el gran estallido del Krakatoa en 1883, y luego de la destrucción por el Tambora en 1815, la extensa neblina volcánica hizo que el año siguiente "no tuviera verano".

Paul LaViolette propuso que un caudal de rayos cósmicos o superonda galáctica -causada por explosiones en el centro de la Vía Láctea- puede empujar grandes cantidades de polvo cósmico hacia el Sistema Solar. Ese material modificaría sustancialmente el clima de la Tierra a través de su efecto en el Sol (quizá provocando erupciones similares a las novas) y el "vertido" de su fulgor a través del espacio. Las superondas pasarían por nosotros una vez cada 26.000 +/- 3.000 años (aproximadamente un ciclo de precesión polar), con la posibilidad de un intervalo de recurrencia de 13.000 (7). A medida que la Tierra gira en torno al centro de la galaxia, oscila hacia arriba y abajo a través del plano homólogo en un ciclo superior a 80 millones de años, y cuando cruza dicho ámbito, encuentra mayores concentraciones de polvo y escombros. El Sol se halla actualmente a casi 100 años-luz por encima (al norte) del nivel galáctico, y se aleja cada vez más, regresando a él dentro de unos 27 millones de años. Se cree también que la Luna desempeña un rol para modular la afluencia de polvo meteórico (8).

d) Patrones de circulación atmosférica y oceánica, motivados por los diferentes niveles de energía recibida del Sol en distintas latitudes, y a causa de la rotación planetaria. Dichos tipos de actividad reducen los desequilibrios de temperatura a escala regional, así como entre latitudes altas y bajas. Todavía queda mucho por aprender sobre la Oscilación del Sur o El Niño (ENSO), la Decadal del Pacífico (PDO) y Multidecadal del Atlántico (AMO), entre otras, aparte de sus vínculos con períodos de calentamiento y enfriamiento.

e) La distribución de tierra y mar, y la topografía de continentes y el fondo marino (elevación térrea, profundidad del umbral, ancho del canal, etc.), que inciden en patrones circulatorios atmosféricos y oceánicos. La génesis de montañas y el alzamiento de mesetas continentales, así como la apertura y cierre de vías de acceso a los océanos, tienen un impacto relevante en la circulación marina y el transporte de calor, lo cual es aún más cierto en el caso del levantamiento o subsidencia de masas continentales completas. Las temperaturas terrestres reflejan tanto la elevación como la cercanía al mar (que posee mayor capacidad de almacenamiento calórico que el suelo). La temperatura media anual disminuye unos 4°C por cada 550 mts. de altitud, y de ahí que exista nieve permanente en el Kilimanjaro, a pesar de que se encuentra a horcajadas sobre el ecuador. En el Atlántico, la Corriente del Golfo transporta agua superficial cálida hacia el norte y mantiene la Europa septentrional mucho más templada que Canadá en la misma latitud; por el contrario, la fresca corriente peruana mejora el clima tropical de Chile y Perú. Se cree que la Corriente del Golfo era un 35% más débil durante el último máximo glacial, hace unos 21.000 años (9).

Fig. 1. 

Se invoca con frecuencia el dogma popular de la "tectónica de placas/deriva continental" para dar cuenta de climas pretéritos, pero una serie de estudios detallados muestra que el desplazamiento de continentes logra, en el mejor de los casos, explicar rasgos paleoclimáticos locales o regionales de un período, e invariablemente no elucida el clima global durante la misma fase. Además, los "derivacionistas" aseguran que los continentes se movieron poco desde inicios del Terciario, aunque allí se produjeron cambios climáticos significativos. La distribución geográfica de indicios paleoclimáticos como evaporitas, rocas carbonatadas, carbones y tillitas (material formado a partir de depósitos glaciales) se clarifica más por continentes estables y cambios periódicos en el clima, desde globalmente cálido/caliente a frío. Por ejemplo, el 95% de todas las evaporitas (indicadoras de clima seco) desde el Proterozoico hasta el presente, se encuentran en sectores que ahora reciben menos de 100 cms. de lluvia al año, es decir, en los actuales cinturones de viento seco. Las zonas de evaporita y carbón muestran importantes traslados hacia el norte, similar al actual desplazamiento del ecuador meteorológico en igual sentido (10). Entretanto, las mociones horizontales en la corteza terrestre poseen relativamente menor importancia climática que los movimientos verticales de aquélla y la aparición/inmersión vinculada de continentes (11).

f) El albedo o reflectividad de la superficie terrestre (debido a los tipos de suelo, presencia de hielo/nieve, vegetación, etc.), que afecta la absorción o radiación de energía por la Tierra.

g) Corrientes de electricidad telúrica al interior planetario y en la atmósfera, como asimismo las variabilidades del campo geomagnético. Los patrones de éste último coinciden estrechamente con los de circulación atmosférica, y del mismo modo alteran las fluencias marinas (12). F. Jueneman sugirió que un colapso repentino de dicho campo provocaría que el aire se enfriara hasta devenir lluvia líquida o copos de nieve, seguido por vientos súper-huracanados para llenar el vacío atmosférico (13).

h) El impacto de asteroides, meteoroides o cometas de diferentes tamaños. Actualmente está de moda asignarles un rol protagónico en el desencadenamiento de trastornos climáticos y catástrofes globales; sin embargo, los estudios en núcleos de hielo polar no muestran evidencia de que las transiciones climáticas en la última edad de hielo fueran precipitadas por impactos de cometas, si bien existen cuerpos cósmicos que golpean la Tierra de vez en cuando (14).

i) Las relaciones entre formas de vida y sus entornos. Según la "hipótesis Gaia", la biota planetaria no responde simplemente al clima de modo pasivo, sino que ayuda a modularlo, e incluso regulando la concentración de dióxido de carbono atmosférico y otras sustancias orgánicas, para preservar la temperatura y las precipitaciones en niveles ventajosos. James Lovelock describe la Tierra como un organismo autorregulado, capaz de garantizar la supervivencia de un clima global que sustenta vida. Los humanos también influyen en el clima, por ejemplo, mediante cambios en el empleo del suelo (procesos urbanísticos, deforestacionales, etc.) y las emisiones de gases de efecto invernadero y aerosoles, pero algunos creen que su impacto estaría compensado por factores naturales.

Según el modelo admitido de las edades de hielo por Milankovitch, la historia del surgimiento y desaparición de glaciares está definida principalmente por los cambios de insolación en tres ciclos orbitales: oblicuidad (el bamboleo axial entre 22,1° y 24,5°), con un periodo de 41.000 años; precesión climática (23.000 y 19.000 años) y excentricidad (~100.000). Se suele afirmar que los estudios del registro climático hallaron "probanzas" de variaciones análogas esencialmente con las mismas frecuencias; no obstante, el panorama es mucho más complejo, ya que las periodicidades descubiertas en el registro climático del Pleistoceno incluyen 140.000, 104.000, 100.000, 44.000, 43.000, 41.000, 40.000, 25.000, 24.000, 23.400, 23.000, 20.000, 19.000, 18.600, 15.700, 9300, 9200, 6400 y 5700 años (15). Así, vemos que los científicos parecen más interesados en encajar datos con la teoría de Milankovitch que en probarla objetivamente o examinar alternativas.

Incluso si la regularidad de 41.000 años fuera genuina (y las determinaciones de edad son cada vez más inciertas cuanto más retrocedemos en el tiempo), sería prematuro concluir que esto "valida" la fase de inclinación postulada por la ciencia, ya que pueden haber otros factores responsables. También se cuestiona la creencia general de que el periodo de 100.000 años está relacionado con la excentricidad (16). LaViolette plantea que las superondas galácticas se vinculan con la etapa climática de 23.000 años, y también explicarían el lapso de 100.000 que se aproxima a cuatro períodos de superondas (17). Muller y MacDonald propusieron que este ciclo se debe a la alteración periódica del ángulo entre la eclíptica y el plano invariable del Sistema Solar (casi convergente con la zona orbital de Júpiter), donde existe un cúmulo de polvo y otros escombros. Se cree que el desvío eclíptico respecto al plano invariable oscila entre 0,8° y 2,6° por unos 100.000 años (18), pero esto ha sido criticado pues la inclinación orbital de la Tierra referente a las bandas de polvo que la cruzan no varía de manera periódica ni homogénea (19).

Alistair Dawson concluye que algunos datos paleoclimáticos del Cuaternario tardío no pueden aclararse en términos de las fases "milankovitchianas". Advierte que cualquier compatibilidad debería moderarse con cautela, puesto que el arreglo entre la cronología astronómica por Milankovitch y las edades radiométricas no es conocido con certeza, y tampoco está claro cómo se traducen los efectos postulados por aquél en cambios del clima global (20). Hay bastante incertidumbre para fechar núcleos de hielo; las capas anuales superiores pueden contarse individualmente, pero en niveles inferiores es necesario aplicar diversos métodos de datación indirecta, que pueden llevar hasta discrepancias superiores a 5000 años en profundidades de 400 mts. o más. A manera de analogía, se cree que un núcleo de 3190 mts. perforado cerca del Domo C en la Antártica representa una edad de 800.000 años (21). Un artificio muy cuestionable es la "sintonización astronómica", en donde las periodicidades descubiertas en registros paleoclimáticos (p. ej., valores de isótopos de oxígeno) se ajustan para coincidir con uno o más ciclos orbitales, y utilizando fechas radiométricas o paleomagnéticas para anclar la escala de tiempo cuando esté disponible (22).

Existen varios problemas que enfrenta el modelo de Milankovitch (23):

-Primero, no explica las vastas épocas en que la Tierra estuvo libre de capas de hielo polares;

-segundo, las variabilidades relativamente pequeñas de radiación estacional y latitudinal -resultantes de parámetros orbitales- son insuficientes para elucidar la magnitud de cambios climáticos;

-tercero, el ciclo de 100.000 años domina el registro paleoclimático durante aproximadamente los últimos 900.000, mientras que el periodo de 41.000 era prevaleciente en el tramo comprendido entre 2,8 y 0,9 millones de años atrás, cuya razón se desconoce;

-cuarto, es problemático vincular el lapso de 100.000 años con vaivenes de excentricidad, pues: a) los cálculos orbitales muestran que aquélla claramente ha resuelto variaciones de casi 95.000 y 125.000 años, y éstas no aparecen en registros climáticos; b) se supone que están combinadas en un ciclo de 100.000 años, mas los cambios de excentricidad en dicho parámetro tienen el efecto más débil sobre la insolación de todos los factores orbitales; y c) las alteraciones excéntricas tienen un fuerte ciclo de 400.000 años, pero está ausente en la mayoría de registros;

-quinto, hay asimetrías en el patrón del registro climático, esto es, las edades de hielo semejan principiar lentamente y tardar mucho tiempo en adquirir glaciación máxima, para terminar de modo abrupto e ir de condiciones glaciales máximas a interglaciares totales, en menos de 7.000 años;

-sexto, los cambios climáticos en los hemisferios norte y sur parecen ser isócronos, mientras que el ciclo precesivo opera en distintas direcciones en ambas mitades;

-séptimo, se cree que el instante del penúltimo interglaciar comenzó en 10.000 AP previo al forzamiento solar que se supone lo causó; y

-octavo, probablemente las erupciones solares hayan alterado la cuantía de radiación análoga percibida en la atmósfera exterior, mientras que la premisa de Milankovitch dice que se ha mantenido constante.

En Teosofía se citan las inversiones polares como una causa de vuelcos climáticos y edades de hielo repentinos. Blavatsky sostuvo que "el desajuste axial kármico" ha producido diluvios periódicos y épocas glaciales (24), mientras William Judge agrega: "Los cataclismos gélidos aparecen no sólo por cambios bruscos de polos, sino también por menguas de temperatura debido a modificaciones en las corrientes cálidas marinas, y los fluidos magnéticos calientes en tierra, siendo sólo las primeras conocidas por la ciencia. El estrato inferior de humedad se congela súbitamente, y vastas áreas de suelo quedan cubiertas en una noche con múltiples capas de hielo. Esto puede suceder con holgura en las Islas Británicas, si los flujos cálidos del océano se desvían de sus costas" (25).


Notas

1. Paul Davies, The Cosmic Blueprint, Unwin, 1989, p. 132.
3. Thomas M. Cronin, Paleoclimates: Understanding climate change past and present, Columbia University Press, 2010, p. 116.

4. Elipticidad (e) = 1 - b/a, donde b es la longitud del axis menor de la órbita (diámetro más corto), y a la longitud del mayor (diámetro más largo). Por ende, un círculo tiene elipticidad 0 porque ambos ejes tienen igual extensión. Si el menor es 10% más corto que su homólogo, la elipticidad es 0,1.

5. en.wikipedia.org/wiki/Ice_age.
6. Toda la atmósfera está impregnada de polvo meteórico, y se estima que al año caen sobre la Tierra entre 20.000 y 40.000 toneladas. Según la Teosofía, las fuerzas solares que llegan a nuestro planeta despiertan corrientes electromagnéticas en dicha capa espesa de partículas; los intercambios electromagnéticos entre la Tierra y su velo meteórico producen fenómenos como tormentas, relámpagos, vientos, sequías y auroras, y también son responsables de casi el 70% del calor terrestre. Se dice que las expansiones y contracciones atmosféricas están relacionadas con series glaciales y cálidas.

7. Paul LaViolette, Earth Under Fire, Starlane Publications, 1997.
8. William R. Corliss (ed.), Science Frontiers, n° 100, julio-agosto 1995, p. 3.
9. Jean-Claude Duplessy, "Climate and the Gulf Stream", Nature, vol. 402, 1999, p. 593-4.

10. "Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar", parte 7.
11. "Continentes hundidos vs. deriva continental".
12. John Gribbin, Future Weather, Penguin, 1982, p. 154-68.
13. Frederic Jueneman, Raptures of the Deep, publicado por Research & Development Magazine, 1994/95, p. 122, 127.

14. Earth Under Fire, p. 321.
15. "Geochronology", Encyclopaedia Britannica CD98; A. Berger et al. (eds.), Milankovitch and Climate, Reidel, 1984.

16. W.S. Broecker, en: Berger, op. cit., p. 687-98.
17. Earth Under Fire, p. 301-2.
18. R.A. Muller y G.J. MacDonald, "Spectrum of 100-kyr glacial cycle: orbital inclination, not eccentricity", Proceedings of the National Academy of Sciences, USA, vol. 94, 1997, p. 8329-34; B. Peucker-Ehrenbrink y B. Schmitz (eds.), Accretion of Extraterrestrial Matter Throughout Earth’s History, Kluwer Academic/Plenum Publishers, 2001, capítulo 9.

19. Accretion of Extraterrestrial Matter Throughout Earth’s History, capítulo 2; J.A. Rial, "Pacemaking the ice ages by frequency modulation of earth’s orbital eccentricity", Science, vol. 285, 1999, p. 564-8.

20. A.G. Dawson, Ice Age Earth, Routledge, 1992, p. 247, 255.
21. en.wikipedia.org/wiki/Ice_core.
22. Cronin, Paleoclimates, p. 99, 102, 117, 119; E.W. Bolton, K.A. Maasch y J.M. Lilly, "A wavelet analysis of Plio-Pleistocene climate indicators: a new view of periodicity evolution", Geophysical Research Letters, vol. 22, n° 20, 1995, p. 2753-6.

23. W.S. Broecker, op. cit.; Cronin, Paleoclimates, p. 130-2; Muller y MacDonald, "Spectrum of 100-kyr glacial cycle: orbital inclination, not eccentricity"; en.wikipedia.org/wiki/Ice_age; en.wikipedia.org/wiki/Milankovitch_cycles.

24. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:274, 144-5. Ella cita de un artículo por Henry Woodward en Popular Science Review: "Si fuera necesario invocar orígenes extramundanos para esclarecer el gran aumento de hielo en este período glacial, preferiría la hipótesis propuesta por el doctor Robert Hooke en 1688, y desde entonces por Sir Richard Phillips, Thomas Belt (C.E. [ingeniero civil], F.G.S. [Fellow of the Geological Society]) y otros, es decir, un ligero aumento en la oblicuidad actual de la eclíptica" (2:726).

25. W.Q. Judge, El Océano de la Teosofía, TUP, 1973 (1893), p. 140.