30 de enero de 2022

Continentes hundidos vs. deriva continental (1 de 4)

David Pratt
Diciembre 2000, última revisión marzo 2011
 
www.ngdc.noaa.gov
 
Contenido:

01. Introducción
02. Tectónica de placas, una revolución fallida
-¿Placas en movimiento?
-Deriva continental
 

01. Introducción

"Es una doctrina tan antigua como el ser humano que los mundos (y también las razas) son destruidos periódica, alternada y renovadamente por fuego (volcanes y terremotos) y agua (...) Desde que apareció el hombre se ha cambiado el rostro del globo dos veces por fuego y otras dos por agua. Como la tierra necesita descanso y renovación, nuevas fuerzas y un cambio para el terreno, también lo hace el agua. De ahí surge una redistribución periódica de tierra y agua, cambio de climas, etc., todo ello provocado por la revolución geológica y que termina en un cambio final en el eje" (H.P. Blavatsky, "La Doctrina Secreta", 2: 725-6).

En la segunda mitad del siglo XIX, cuando se escribió el pasaje anterior, muchos geólogos prominentes aceptaron la idea de continentes sumergidos y continuó siendo así hasta bien entrado el XX, aunque dicha noción comenzó a pasar de moda gradualmente. A mediados de la década '60 llegó la "revolución" de las placas tectónicas en geociencias, y este concepto niega firmemente que las grandes masas terrestres puedan elevarse desde el fondo del océano o sumergirse a las profundidades oceánicas.

De acuerdo con la tectónica de placas, la capa exterior de la Tierra o litosfera se divide en una serie de placas grandes, rígidas y móviles que interactúan en sus límites donde convergen, divergen o se deslizan entre sí. Se cree que tales interacciones son responsables por la mayor parte de la actividad sísmica y volcánica en el planeta. Las placas hacen que las montañas se eleven donde se juntan, y también los continentes se fracturan y los océanos se forman en los sectores de separación. Los continentes, ubicados pasivamente en la parte posterior de las placas, se desplazan con ellos a una velocidad de unos pocos centímetros al año. Se dice que a fines del Pérmico, hace unos 250 millones de años*, todos los continentes actuales estaban reunidos en un sólo superconjunto llamado Pangea que consta de dos grandes masas de tierra: Laurasia en el norte y Gondwana en el sur. Se piensa que Pangea comenzó a fragmentarse en el Jurásico temprano, lo que llevó a la configuración de los océanos y continentes observados en la actualidad.

*Todas las fechas dadas en este artículo son oficiales o "científicas". Para dataciones teosóficas correspondientes, véase "Geological Timescale", davidpratt.info.

Se ha dicho que "una hipótesis que apela a su unidad o simplicidad actúa como un filtro, aceptando el refuerzo con holgura, pero que tiende a rechazar las pruebas que no parecen encajar". Algunos apologistas de la tectónica de placas han admitido que a fines de la década '60 se desarrolló una atmósfera triunfalista y que los datos que no encajaban en el nuevo modelo "tectonista" no se consideraron lo suficiente, resultando así en un dogmatismo perturbador. En palabras de un crítico, la geología se ha convertido en "una mezcla insípida de investigación descriptiva y artículos explicativos en que la interpretación es una aplicación fácil de los recetarios sobre conceptos de placas tectónicas (...) utilizada con tanta confianza como las funciones trigonométricas" (1), y también un moderno libro geológico reconoce que "los geólogos, como otras personas, son susceptibles a las modas" (2).

V.A. Saull señaló que ningún modelo tectónico global debería considerarse definitivo, ya que las observaciones geológicas y geofísicas están casi siempre abiertas a explicaciones alternativas. También afirmó que incluso si la tectónica de placas fuera falsa, sería difícil de refutar y reemplazar por las siguientes razones: a) los procesos supuestamente responsables de la dinámica de placas están arraigados en regiones de la Tierra tan poco conocidas que es difícil probarlas o refutar cualquier modelo particular de ellos; b) el núcleo duro de la creencia en la tectónica de placas está protegido del "asalto directo" por hipótesis auxiliares que aún se están generando, y c) se cree que el modelo es "tan correcto" que se torna difícil obtener interpretaciones alternativas publicadas en la literatura científica (3).

En el primer número de New Concepts in Global Tectonics Newsletter, que apareció en diciembre de 1996, los editores J.M. Dickins y D.R. Choi escribieron:

"(...) en los años '50 y '60 la nueva teoría de tectónica de placas fue propuesta por 'geofísicos' (físicos) y principalmente geólogos jóvenes con poca experiencia o profundidad de comprensión ni respeto por la geología existente. Si bien es cierto que la teoría es simplista y tiene poca base fáctica -y aún así afirma abarcarlo todo-, fue seguida por sus defensores de manera agresiva, intolerante, dogmática y a veces inescrupulosa. La mayoría de los geólogos con conocimientos basados local o regionalmente no se sentían seguros de tratar con una nueva teoría global que barría el mundo y era atractiva para dar a la geología un prestigio sin igual desde el siglo XIX.

La influencia ideológica y fuerza en la teoría sobre Tectónica de Placas dejaron de lado muchos datos bien fundamentados como si nunca hubieran existido, inhibieron muchos campos de investigación y dieron lugar a la supresión o manipulación de datos que no se ajustan al paradigma. Con el transcurso del tiempo, el método se ha vuelto estrecho, monótono y aburrido: un catecismo repetido con demasiada frecuencia. A medida que surgen nuevos datos, hay un creciente escepticismo acerca de la teoría" (www.ncgt.org).

La tectónica de placas se ha enfrentado a crecientes críticas a medida que aumenta el número de anomalías observacionales. A continuación se mostrará que la teoría enfrenta algunos problemas básicos y fatales.
 
 
02. Tectónica de placas, una revolución fallida

¿Placas en movimiento?

De acuerdo con el modelo tectonista clásico, las placas litosféricas se mueven sobre una capa relativamente plástica de roca parcialmente fundida que se conoce como astenosfera (o zona de baja velocidad). Se dice que la litosfera -que comprende la corteza terrestre y el manto más elevado- tiene un promedio de unos 70 kms. de espesor bajo los océanos y de 100 a 250 kms. en grosor bajo los continentes. Se plantea un poderoso desafío a este modelo mediante la tomografía sísmica, que produce imágenes tridimensionales del interior de la Tierra, y muestra que las partes más antiguas de los continentes tienen raíces que se extienden a profundidades de 400 a 600 kms. y que la astenosfera está esencialmente ausente bajo ellas. La investigación sísmica comprueba que incluso bajo los océanos no hay astenosfera continua, sino sólo lentes astenosféricas desconectadas.

La corteza y el manto superior tienen una estructura altamente compleja e irregular; se dividen por fallas en un mosaico de bloques separados con diferentes formas y tamaños que se empujan mutuamente y presentan estructura y resistencia internas variables. N.I. Pavlenkova concluye: "Esto significa que apenas es posible el movimiento de las placas litosféricas en largas distancias como cuerpos rígidos individuales. Además, si tenemos en cuenta la ausencia de astenosfera como una única zona continua, entonces este movimiento parece absolutamente imposible" (1). Si bien es insostenible el concepto de placas litosféricas delgadas que se mueven miles de kilómetros sobre una astenosfera global, la mayoría de libros geológicos continúa propagando este modelo simplista y no da la más mínima indicación de que tenga problemas.


Fig. 1. Sección transversal sismotomográfica que muestra la estructura de velocidad a través del cratón de Norteamérica y el Océano Atlántico Norte. La litosfera de alta velocidad (más fría) que se muestra en tonos oscuros subyace al escudo canadiense a profundidades de 250 a 500 kms. (reimpreso con permiso de Grand (2); derechos de autor por la Unión Americana de Geofísica).

Inicialmente se afirmó que la fuerza motriz de los movimientos de placa eran corrientes de convección profundas en el manto que brotaban bajo las dorsales medias oceánicas y se producía un descenso de material bajo las fosas marinas. Los tectonistas de placa esperaban que la sismotomografía proporcionara evidencia clara sobre un patrón de convección bien organizado de células, pero en realidad otorgó constataciones sólidas contra la existencia de grandes células de convección que impulsan la placa en el manto. Los mecanismos de accionamiento de placa favorecidos en la actualidad son el "empuje de dorsal" y "de losa", pero su adecuación está muy en duda. Por ejemplo, parece absolutamente irreal pensar que las fuerzas gravitacionales que actúan en las laderas de la Dorsal Mesoatlántica sean lo suficientemente poderosas para mover toda la "placa" euroasiática de 120° de ancho.

Actualmente se reconocen trece placas principales que varían en tamaño desde aproximadamente 400 por 2.500 kms. hasta 10.000 por 10.000 kms., junto con un número creciente de microplacas (más de 100 hasta el momento). Los límites de placas se identifican y definen principalmente sobre la base de terremotos y actividad volcánica; por tanto, puede esperarse una estrecha correspondencia entre los bordes de placas y los cinturones de terremotos y volcanes, y éste difícilmente puede considerarse como uno de los "éxitos" de la tectónica reinante. Un problema no menor es que varios "límites de placa" son puramente teóricos y parecen no existir, incluida la frontera noroeste del Pacífico de las placas del Pacífico, Norteamérica y Eurasia, el límite sur en la placa Filipina, parte del contorno sur de la placa del Pacífico y la mayor parte de los bordes norte y sur en la placa Sudamericana.
 
 
Deriva continental

El mapeo del campo geológico proporciona evidencia de que los estratos de la corteza en ciertas circunstancias pueden ser empujados unos sobre otros para distancias de hasta unos 200 kms., pero la tectónica de placas va mucho más allá y afirma que se han movido continentes enteros hasta 7.000 kms. o más desde la supuesta ruptura de Pangea. Ciertos geólogos han sostenido que las mediciones satelitales de movimientos en la corteza demuestran la tectónica de placas; tales resultados arrojan luz sobre las tensiones de la corteza local y regional, pero no dan pruebas de movimientos de placas del tipo predicho por ese modelo, a menos que se observen movimientos relativos predichos entre todas ellas. Sin embargo, muchos resultados no evidencian un patrón definido y se muestran confusos y contradictorios, dando lugar a una variedad de hipótesis ad hoc. Por ejemplo, las distancias desde los Andes centroamericanos a Japón o Hawai son más o menos constantes, mientras que la tectónica de placas predice una separación significativa; así, la práctica de extrapolar los movimientos actuales de la corteza por decenas o cientos de millones de años hacia el pasado o el futuro es claramente un ejercicio peligroso.
 
Se dice que una pieza "convincente" que muestra que todos los continentes estuvieron unidos en una gran masa de tierra es el hecho de que se pueden unir como secciones de un rompecabezas; sin embargo, aunque se han intentado muchas reconstrucciones, ninguna es del todo aceptable. Por ejemplo, en el ajuste generado por computadora de Bullard et al. hay una serie de omisiones evidentes. Toda América Central y gran parte del sur de México -una región de unos 2.100.000 km2- se excluyeron porque se superponen a América del Sur, y también se omitió todo el archipiélago de las Indias Occidentales. De hecho, gran parte del Caribe está sustentado por la antigua corteza continental y el área total involucrada (300.000 km2) está sobrepuesta a África. La cuenca de las islas Cabo Verde y Senegal también está sustentada por la antigua corteza continental creando un traslapo adicional de 800.000 km2. Asimismo, se ignoran varias de las principales estructuras submarinas que parecen ser de origen continental, incluyendo las dorsales Faeroe-Islandia-Groenlandia, Jan Mayen y Walvis, la elevación Río Grande y la meseta de Falkland.

Fig. 2. El ajuste de Bullard. El diagrama muestra algunas superposiciones y espacios en negro, pero ignora otros traslapos que cubren más de 3 millones de kilómetros cuadrados (ver texto anterior; reimpreso con permiso de Bullard et al. (3); derechos de autor por la Royal Society).
 
Al igual que el ajuste de Bullard, la reconstrucción de Smith y Hallam para continentes de Gondwana intenta adaptarlos a lo largo del contorno de profundidad de 500 brazas (1 km.) en las plataformas continentales. Se omiten las Orcadas del Sur y Georgia del Sur, al igual que la isla Kerguelen en el Océano Índico, y existe una gran brecha al oeste de Australia, mientras que como en otros ajustes la adaptación de India contra Australia deja un espacio correspondiente en el Océano Índico occidental. Dietz y Holden basaron su ajuste en el contorno de profundidad de 2 kms., pero todavía tienen que excluir la plataforma de Florida-Bahamas e ignorando la evidencia de que es anterior al supuesto comienzo de la deriva. En muchas regiones, el límite entre la corteza continental y oceánica parece ocurrir bajo profundidades oceánicas de 2 a 4 kms. o más, y en algunos lugares la zona de transición océano-continente tiene varios cientos de kilómetros en ancho, lo cual significa que es defectuosa cualquier reconstrucción basada en contornos de profundidad seleccionados arbitrariamente. Dadas las libertades que los "derivacionistas" han tenido que tomar para obtener las coincidencias continentales deseadas, sus ajustes generados por computadora pueden ser un caso de "si entra basura, sale basura".

A menudo la curvatura de los contornos continentales es tan similar que muchas líneas costeras se pueden unir bastante bien, aunque nunca hayan estado yuxtapuestas. Por ejemplo, Australia oriental encaja bien con el este de América del Norte y también hay notables similitudes geológicas y paleontológicas, debido probablemente a los antecedentes tectónicos similares de ambas regiones. Las semejanzas geológicas en las costas atlánticas opuestas pueden atribuirse a que las áreas pertenecían al mismo cinturón tectónico, pero las diferencias -que rara vez se mencionan- son suficientes para mostrar que los sectores estaban situados en partes distantes del cinturón. H.P. Blavatsky consideró las similitudes en la estructura geológica, los fósiles y la vida marina de las costas opuestas del Atlántico en ciertos períodos como evidencia de que "en edades prehistóricas distantes ha existido un continente que se extendió desde la costa de Venezuela a través del Océano Atlántico, hacia las Islas Canarias y al norte de África, y desde Terranova hasta casi la costa de Francia" (4).

Uno de los principales soportes para la deriva continental es el paleomagnetismo o estudio del magnetismo de rocas y sedimentos antiguos. Para cada continente se puede construir un "camino de desplazamiento polar" y esto significaría que los continentes se han movido a grandes distancias sobre la superficie de la Tierra. Sin embargo, el paleomagnetismo es muy poco confiable y con frecuencia produce resultados inconsistentes y contradictorios. Por ejemplo, los datos paleomagnéticos implican que durante el Cretácico medio Azerbaiyán y Japón estaban en el mismo lugar, pero cuando en los mapas mundiales se trazan las posiciones de los polos paleomagnéticos individuales, en lugar de las curvas promediadas la dispersión es enorme y a menudo más ancha que la del Atlántico.

Uno de los supuestos básicos del paleomagnetismo es que las rocas retienen la magnetización que adquieren en el momento que se formaron. En realidad, el magnetismo rocoso está sujeto a modificaciones por magnetismo posterior, meteorización, metamorfismo, deformación tectónica y cambios químicos; también las rotaciones horizontales y verticales de los bloques de la corteza complican aún más el panorama. Otro supuesto cuestionable es que durante largos períodos el campo geomagnético se aproxima a un campo de dipolo simple (norte-sur) orientado a lo largo del eje de rotación terrestre. Si en el pasado hubo anomalías magnéticas estables de la misma intensidad que el desarreglo actual de Asia oriental (o algo más intensas), esto haría que la hipótesis del dipolo axial geocéntrico quedase invalidada.

Supuestamente la apertura del Océano Atlántico comenzó en el Cretácico por la separación de las placas Euroasiática y Estadounidense. Sin embargo, en el otro lado del globo, el noreste de Eurasia está unido a América del Norte por la plataforma Bering-Chukotsk que subyace a la corteza continental precámbrica que es continua e ininterrumpida desde Alaska hasta Siberia. Geológicamente, estas regiones constituyen una sóla unidad y no es realista suponer que anteriormente estuvieron divididas por un océano con varios miles de kilómetros de ancho que "se cerró" para compensar la apertura del Atlántico. Si una sutura está ausente allí, se debiera encontrar una en Eurasia o América del Norte, pero no parece existir tal formación. De forma similar, la geología indica que por un lado ha habido una conexión tectónica directa entre Europa y África a través de las zonas de Gibraltar y Rif, y por el otro Calabria y Sicilia al menos desde fines del Paleozoico, lo que contradice las afirmaciones tectonistas de desplazamiento significativo entre Europa y África durante este lapso.

Se piensa que India se separó de Antártida en algún momento durante el Mesozoico y luego se desvió hacia el noreste hasta 9.000 kms. por un lapso de hasta 200 millones de años, hasta que finalmente chocó con Asia en el Terciario medio elevando el Himalaya y la meseta tibetana. El hecho de que Asia tuviera una indentación de aproximadamente la forma y el tamaño correctos y en el lugar exacto para que India se "acoplara" sería una notable coincidencia. Sin embargo, existe evidencia geológica y paleontológica abrumadora de que India ha sido parte integral de Asia desde la época precámbrica. Si el largo viaje de la primera realmente hubiese ocurrido, habría sido una isla-continente aislada durante millones de años, tiempo suficiente para que evolucionara una fauna endémica muy distinta. Sin embargo, las especies mesozoicas y terciarias no muestran tal endemismo e indican que India se encontraba muy cerca de Asia durante este período, y no de Australia y Antártida. ¡Parece ser que el supuesto "viaje de India" no es más que un vuelo de fantasía!

A menudo se afirma que los reagrupamientos de placas tectónicas continentales pueden explicar los cambios climáticos y la distribución de plantas y animales en el pasado. Sin embargo, estudios detallados demostraron que en el mejor de los casos el desplazamiento de continentes tiene más éxito al explicar las características climáticas locales o regionales para un período particular, e invariablemente no da cuenta del clima global para la misma fase. A.A. Meyerhoff et al. mostraron en un estudio detallado que la mayoría de los límites biogeográficos más importantes basados en distribuciones florales y faunísticas no coinciden con los límites de placa generados parcialmente por computadora y postulados por la tectónica oficial. Los autores comentan: "Lo desconcertante es que se permite que tales inconsistencias importantes entre los postulados tectónicos de placas y datos de campo -que involucran los límites que se extienden por miles de kilómetros- pasen desapercibidas, no reconocidas y sin analizarse". Antes que su análisis fuese publicado por la Sociedad Geológica de EE.UU., se invitó a un grupo de graduados en geociencias a estudiar el manuscrito. Se sintieron profundamente perturbados por el contenido y comentaron: "Si este estudio global de biodiversidad a lo largo del tiempo es correcto -y se presenta de manera muy convincente-, mucho de lo que se nos enseña sobre la tectónica de placas debería llamarse más acertadamente 'Globochorrada'" (5).

No es científico seleccionar algunas identidades de fauna e ignorar el número mucho mayor de diferencias faunísticas de diferentes continentes que supuestamente estuvieron unidos alguna vez (6). Las distribuciones conocidas de organismos fósiles son más consistentes con un modelo terrestre como el de hoy que con los paradigmas de deriva continental. Parte de la evidencia paleontológica parece requerir el surgimiento e inmersión alternativos de las rutas de dispersión terrestre sólo después de la supuesta ruptura de Pangea. Por ejemplo, la distribución de mamíferos indica que no hubo conexiones físicas directas entre Europa y Norteamérica durante el Cretácico Tardío y el Paleoceno, y sugiere una conexión temporal con Europa durante el Eoceno. Unos cuantos "derivacionistas" han reconocido la necesidad de puentes de tierra intermitentes tras la presunta separación de continentes. Varias dorsales, elevaciones y mesetas oceánicas pudieron haber servido como puentes terrestres, pues se sabe que muchas de ellas estuvieron parcialmente sobre el agua en varias ocasiones durante el pasado. Existe una creciente evidencia de que estos puentes terrestres formaron parte de antiguas masas de tierra más grandes en los océanos actuales (ver secciones siguientes).

La distribución actual de tierra y agua se caracteriza por una serie de notables regularidades. Primero, los continentes tienden a ser triangulares, con sus extremos puntiagudos orientados hacia el sur; segundo, el océano polar del norte está rodeado casi por completo por tierra, desde la cual se proyectan tres continentes hacia el sur, mientras que la masa continental en el Polo Sur está circundada de agua con tres océanos que se proyectan hacia el norte; y tercero, los océanos y continentes están dispuestos de forma antípoda, es decir, si hay tierra en un área del globo, tiende a haber agua en el área correspondiente en el lado opuesto del planeta.

El Océano Ártico es precisamente la antípoda de Antártida; Norteamérica está exactamente opuesta al Océano Índico; Europa y África son antípodas a la zona central del Océano Pacífico; Australia está al otro lado del Atlántico Norte, y el Atlántico sur corresponde -aunque con menos exactitud- a la mitad oriental de Asia.* Sólo el 7% de la superficie planetaria no obedece a la regla antípoda, y si los continentes se hubieran desplazado lentamente miles de kilómetros a sus posiciones actuales, la disposición antípoda de tierra y agua tendría que considerarse como pura coincidencia. La disposición antípoda del terreno y los mares refleja el plano tetraédrico del planeta. Si una esquina del tetraedro se coloca en Antártida -en el Polo Sur-, las otras tres se encuentran en tres grandes bloques de rocas arcaicas muy antiguas en el hemisferio norte: el escudo canadiense, escandinavo y siberiano, y los tres bordes corresponden a las tres líneas aproximadamente meridionales que recorren tres pares de continentes, a saber, América del Norte y del Sur, Europa y África, Asia y Australia**.

*Rupert Sheldrake compara la Tierra con un organismo en desarrollo y dice que la existencia de un océano en el Polo Norte y un continente en el sur puede ser la culminación de un proceso morfogenético: "Una polarización morfológica tal en un cuerpo esférico es muy familiar en el ámbito de la biología; por ejemplo, en la formación de polos en huevos fertilizados" ("The Rebirth of Nature", Bantam, 1991, p. 161).

** J.W. Gregory sugirió que en el Paleozoico superior el tetraedro estaba al revés, con una esquina en el Polo Norte. En lugar de un cinturón oceánico sur y continuo que separa puntos triangulares de tierra, había un cinturón terrestre sureño apoyado por tres grandes pilares equidistantes: los bloques arqueanos de Sudamérica, Sudáfrica y Australia.

Fig. 3. Disposición antípoda de tierra y mar (reimpreso con el permiso de Gregory (7); derechos de autor por la Royal Geographical Society).

Otro hecho significativo es que los puntos triples se formaron donde los "límites de placa" (es decir, cinturones sísmicos) coinciden muy estrechamente con los vértices de un icosaedro, que como el tetraedro es uno de los cinco poliedros regulares o sólidos platónicos. Esto también sería una concurrencia notable si las "placas" realmente hubieran cambiado su forma y tamaño como se postula en la tectónica de placas.

Fig. 4. Cinturones sismotectónicos principales/"límites de placa" (líneas discontinuas) en comparación con un icosaedro (reimpreso con permiso de Spilhaus (8); derechos de autor por la Unión Geofísica Americana).