11 de febrero de 2022

La Teosofía y el Libro Tibetano de los Muertos


El Libro Tibetano de los Muertos, en sus numerosas traducciones a cientos de idiomas, es una de las obras más vendidas y populares en el género de la espiritualidad. 

Algunos teósofos, que no se han informado debidamente sobre lo que la Teosofía enseña en realidad, recomiendan este libro expresándose a favor de él y positivamente, suponiendo que está en armonía con las enseñanzas teosóficas en lo que concierne a la muerte, la vida en el más allá y la reencarnación. Ciertos teósofos que promocionan dicha obra en realidad nunca la han leído alguna vez, o siquiera revisado su historia y orígenes, sino que de modo ingenuo y desinformado asumen que por el hecho de ser tibetana y estar relacionada con el tema de la muerte, entonces "debe ser más o menos lo mismo que enseñaron o dijeron los Maestros-Adeptos" de Blavatsky del Tíbet sobre esta materia. 

Pero se equivocan. El Libro Tibetano de los Muertos no sólo presenta una doctrina antagónica a aquélla de los Maestros y Helena Blavatsky, sino que también tiene su origen en cierta rama de la escuela de budismo tibetano a la que los Maestros muy claramente han expresado su oposición. 

El nombre tibetano para este escrito es "Bardo Thodol", que se ha traducido como "liberación por audición durante el estado intermedio". Según los historiadores, fue escrito aproximadamente en el año 800 de nuestra era por Padmasambhava, el misterioso fundador hindú de la escuela Nyingmapa de budismo tibetano, la original y más antigua entre las cuatro ramas de este credo. Aparentemente se basa en escenas y experiencias que el autor tuvo en una visión. Por lo común a Padmasambhava se le atribuye haber introducido el budismo -originalmente una religión india- en la nación del Tíbet; de hecho, ya se había establecido pero no se asimiló completamente hasta después de los esfuerzos realizados por aquel monje.

La forma de budismo inculcada por este autor, a quien cuyos devotos llaman "Guru Rimpoche", es profundamente contraria a las enseñanzas puras y nobles de Gautama Buda. Mientras que nadie discutiría que Padmasambhava poseía un gran poder espiritual, habilidades ocultas e influencia mística, él era -para ponerlo en forma simple- un hechicero tántrico. Siempre se lo describe acompañado con frecuencia a todas partes por una, dos o más mujeres, quienes eran sus "consortes tántricas" y con las que se embarcaba en varias formas de prácticas sexuales. La Teosofía no niega que esas modalidades puedan ser poderosas, pero sostiene firmemente que son peligrosas y malas, y que la magia sexual no es otra cosa que magia negra en su peor forma. 

Muchas veces se describe a la escuela Nyingmapa como un poco más avanzada que la religión nómada Bon del Tíbet (a veces escrita como "Bhon") y con una delgada capa de budismo en su fachada. Está imbuida de imaginería y práctica sexual y que difícilmente puede considerarse como simbólica o alegórica. En apariencia, Padmasambhava pensó que, con el objeto de que el budismo se aceptara en el Tíbet, tendría que comprometerse con la religión Bon de los nativos. ¡Es muy difícil imaginar al Buda recurriendo a semejante compromiso!

Para el caso del Bon, que introdujo gradualmente unos cuantos términos e imágenes budistas en sus propias prácticas e iconografía, Helena Blavatsky se refirió a él como "un remanente degenerado de los viejos misterios caldeos, y ahora es una religión totalmente basada en la necromancia, la hechicería y la predicción. La introducción del nombre de Buda no significa nada" (Blavatsky, "Reincarnations in Tíbet"). Muchos de los lamas Nyingmapa y los mismos monjes ponen particular énfasis en la "necromancia, la hechicería y la predicción". 

El término dugpa, que se encuentra en varios apartados de la literatura teosófica, se suele emplea como concepto genérico o sinónimo para cualquier clase de mago negro, oriental u occidental. "Su pernicioso trabajo está en todas partes de nuestro camino", escribió el Maestro Koot Hoomi. También a veces se los llama "Hermanos de las Sombras" y casi es innecesario decir que los jesuitas podrían también ser calificados de dugpas, por las razones explicadas en el artículo "La conspiración jesuita y la Iglesia Católica Romana". Sin embargo, en sus orígenes "dugpa" es una palabra tibetana y al comienzo designaba específicamente a los hechiceros y magos negros de las sectas Bon y Nyingmapa, como se explica en el artículo de Blavatsky "Reincarnations in Tibet". Principalmente se los conoce como "Hermanos de las Sombras” o de “Capucha Roja", y son ellos a quienes los Maestros se refieren en sus cartas. 

La Teosofía no recomienda ni habla positivamente sobre alguna de las cuatro escuelas principales de budismo tibetano, excepto de los Gelugpa, fundada por Tsong-Kha-pa y de quien se afirma vivió entre 1357-1419. Gelugpa literalmente significa "Virtuosos" o "Modelos de Virtud", llamados también "Capuchas Amarillas" o "Bonetes Amarillos", distinguiéndolos de las tres escuelas más antiguas que sólo usan los colores rojo y negro en sus cabezas (éstos últimos no son colores del todo espirituales; sin embargo, el amarillo fue el original en las vestimentas budistas de India), y es a la escuela Gelugpa que pertenecen tanto los Dalai Lamas como los Panchen Lamas. 

A pesar de que en los escritos de Helena Blavatsky se pueden encontrar amplias referencias al budismo y al budismo tibetano, inclueyendo su historia y orígenes, no se habla absolutamente nada de Padmasambhava, aunque sí se menciona a los propios Nyingmapas. Blavatsky menciona a Santarakshita, del que comúnmente se habla junto con Padmasambhava, pero por alguna razón declina extenderse sobre aquél por completo. ¡Ciertamente no es reverenciado, honrado o visto con estimación por Helena Blavatsky y los Maestros!

Aunque los Maestros y Helena Blavatsky se identifican con los Gelugpas, debemos enfatizar que ellos no representan ni pertenecen a ese movimiento como se dice generalmente (ya que incluso hay dugpas entre los Bonetes Amarillos), sino más bien a su corriente esotérica que es casi desconocida por completo. Para aquéllos que estén interesados en saber más sobre este tema pueden consultar nuestro artículo titulado "Alaya, el Alma Universal". 

Por ahora, habiendo mostrado las consideraciones que la Teosofía hace sobre los oscuros y repugnantes orígenes del Libro Tibetano de los Muertos, debemos examinarlo y contrastarlo con la enseñanza teosófica sobre el mismo tema. 

En realidad, el término "Bardo" fue introducido por primera vez en Occidente por la Teosofía en la década de 1880, y no por la primera publicación inglesa de W. Evans Wentz del "Bardo Thodol" en 1927. Literalmente significa "entre dos" y se refiere al periodo entre la muerte y el renacimiento, o, en otras palabras, al periodo entre dos vidas. Tanto el "Bardo Thodol" y las "Cartas Mahatma" enseñan que hay tres estados o sub-periodos del Bardo, pero sin ninguna similitud. 

Según el Libro Tibetano de los Muertos, el estado de Bardo dura siete semanas (49 días) para todos. Lejos de ser un periodo tranquilo, reponedor o asimilador de descanso y bendición para el alma, se parece más a una pesadilla, y cada uno de los tres "bardos" se describe en términos de una prueba. Dependiendo de cómo el muerto pase las pruebas determinará si renace a) en la Tierra, sea como humano, animal, demonio o "fantasma hambriento", b) en el cielo, o c) un terrible infierno. 

El primero de esos tres estados se llama Chikhai Bardo, que es el momento real de la muerte, en el que el individuo se halla enfrente de una brillante luz blanca (como un túnel lumínico) y entonces procede a entrar en ella. Luego se encuentra en el segundo estado de su viaje, conocido como Chonyid Bardo, "el Bardo de las Deidades de Paz y las Deidades Coléricas". Allí el viajero presencia al gran y divino Buda Vajrasattva y su consorte Lochana felizmente unidos en relación sexual y ellos, además de otras deidades y seres celestiales, comienzan a seducirlo y tentarlo. Pero el Bardo Thodol advierte: "Que la suave luz de los dioses no los seduzca". Pueden ofrecerle consejos y ayuda, pero también ponerle una trampa fatal. Si el muerto cae en ella sucumbiendo a las seducciones de las deidades pacíficas, será forzado a enfrentar su aspecto opuesto, el de las deidades terribles. 

Luego de esto, es confrontado con la figura más intimidante de todas, Yama, señor de la muerte. Este dios, espantoso y temible, espera por él y procede a examinar las acciones del alma, pesando las buenas en la forma de guijarros blancos y las malas como piedrecillas negras, representando así al Karma positivo y negativo. 

Sólo si entonces consigue pasar a través del Chonyid Bardo, el alma emerge en el tercer estado, Sidpa Bardo, que conduce al instante del renacimiento. Las oscuras y profundas obsesiones sexuales de Padmasambhava son dominantes a lo largo del segundo y tercer bardos; también en el Sidpa Bardo el alma se halla completamente rodeada por hombres y mujeres embarcados en apasionados coitos, y el viajero debe elegir a una de las parejas copulantes para que sean sus futuros padres en la Tierra. Habiendo decidido, entonces ocurre la concepción en el plano físico, momento en el que el alma experimenta un sentimiento de profunda bendición... otra vez parecida a algo sexual. 

Posteriormente, el alma se ve viajando nuevamente a través de un túnel, pero esta vez es oscuro y con una débil luz al final. El túnel es el útero y el canal de nacimiento, y la luz es lo que ve el recién nacido cuando abre sus ojos por primera vez.

Como se ha dicho, se supone que todo esto ocurre en exactamente 49 días y el individuo permanece consciente, o al menos casi consciente, durante todo el camino de comienzo a fin. Pero mientras todo esto prosigue, hay monjes y lamas que cantan las palabras del "Bardo Thodol" cada día en el plano físico, como un intento de guiar al alma a través de este viaje difícil y peligroso. Comienzan haciéndolo tan pronto como la persona ha fallecido y recitan las primeras secciones mientras se sitúan cerca del cuerpo, antes que sea llevado o eliminado. Ellos creen que el alma puede escucharlos y entonces es ayudada por los cánticos señalados por Padmasambhava. 

¿Y qué dice la Teosofía?

"El hombre a menudo aparenta estar muerto. Aún desde la última pulsación, entre el último latido de su corazón y el momento en que la última chispa de calor animal deja el cuerpo, el cerebro piensa y nuevamente el ego vive en esos pocos y breves segundos su vida completa. Hablad en susurros al que asiste a la cita mortal y os hallaréis en la solemne presencia de la muerte. Especialmente debéis estar quieto justo después que la muerte haya puesto su fría mano sobre el cuerpo. Hablad en susurros, os digo, para que no perturbéis la tranquila madeja de su pensamiento, y no se estorbe el afanoso trabajo del pasado proyectándose en su reflexión sobre el velo del futuro".

"'Bardo' es el periodo entre la muerte y el renacimiento, y puede durar de unos pocos años hasta una kalpa. Se divide en tres subperiodos: 1) cuando el ego liberado de su cobertura mortal entra al kama-loka [Yuh-Kai en tibetano] (nivel superior al de los elementarios); 2) cuando entra a su 'estado de gestación', y 3) cuando renace en el rupa-loka del Devachan. El subperiodo (1) puede durar entre unos pocos minutos a algunos años (la frase 'unos pocos años' es compleja y últimamente inútil sin una explicación más completa); el subperiodo (2) es 'muy largo', como dicen ustedes, más largo de lo que se imaginan, y aún así proporcionado a la fortaleza espiritual del ego; y el subperiodo (3) dura en proporción al buen karma, luego de lo cual la mónada reencarna nuevamente".

"Cuando el hombre muere, su 'Alma' (quinto principio) entra en inconsciencia y pierde todo recuerdo de las cosas internas como externas. No importa si su permanencia en kama loka debe extenderse por unos momentos, horas, días, semanas, meses o años; si la muerte fue natural o violenta; si dicha muerte ocurrió en su juventud o en su vejez, y si el ego era bueno, malo o indiferente, su conciencia lo deja tan rápidamente como la llama abandona la vela cuando se sopla. Cuando la vida se ha retirado hasta en la última partícula de materia gris, sus facultades perceptivas se extinguen para siempre y permanecen temporalmente sus poderes espirituales de cognición y volición (todos ellos facultades en suma, las que no son ni inherentes ni adquiridas por la materia orgánica)".

"Cada cuaternario desintegrado -si tuvo una muerte natural o violenta, por suicidio o accidente, si mentalmente estaba sano o enfermo, si era joven o viejo, bueno, malo o indiferente- pierde todo recuerdo al instante de la muerte: es mentalmente aniquilado y duerme su sueño akásico en el kama-loka. Este estado dura desde unas pocas horas (raramente menos), días, semanas, meses y a veces hasta varios años, todo ello dependiendo de la entidad, su estado mental al momento de la muerte, el carácter de su fallecimiento, etc. Esta remembranza volverá lenta y gradualmente hacia el fin de la gestación (de la entidad o ego) y aún más lento, pero mucho más imperfecta e incompletamente, al cascarón, y de forma completa al ego al momento de su ingreso a Devachán". 

"La recuperación de la conciencia comienza después de la lucha en el kama-loka a las puertas de Devachán, y sólo después del 'periodo de gestación'". 

(Mahatma K.H., extractos de cartas).

"El espíritu se aturde luego de la muerte y cae muy pronto en lo que llamamos 'la inconsciencia pre-devachánica'" (Helena Blavatsky, "La Clave de la Teosofía", p. 151). 

¿Y qué son Kama-Loka y Devachan? En otra parte explicamos:

"Inconscientemente, el alma entra en kama-loka, que es la atmósfera psíquica o 'plano astral' que rodea y hasta cierto punto interpenetra el plano físico. La duración de ese periodo está determinada por varios factores, pero principalmente por el grado de sensualidad y atracción material que caracterizó a la vida precedente. Lo que tiene lugar allí es la separación entre la naturaleza más baja, sensual y material, y la naturaleza más elevada o espiritual".

"El lado material, sensual y más bajo del individuo no puede ingresar al estado celestial y así tiene que desprenderse en el nivel intermedio de kama-loka. Mientras más espiritual y menos material haya sido la persona, o no inclinada a la sensualidad, más rápida será la separación. Puede tomar sólo unos minutos o varias horas, días, semanas, meses o, menos frecuentemente, varios años, dependiendo de la preponderancia de la naturaleza más baja o la superior."

"Mientras suceda todo esto, el individuo no estará consciente. El momento del quiebre entre las naturalezas inferior y superior, figuradamente hablando, se conoce como la 'segunda muerte'".

"Esto inevitablemente causa un shock posterior al alma y así el individuo entra en lo que se conoce como el 'estado de gestación', un estado de profundo reposo y recuperación interna, parecido al sueño más profundo que se pueda imaginar. No podemos especular cuánto duraría, pero en algunos casos es mucho más largo de lo que pensamos". 

"Lo cierto es que el individuo eventualmente saldrá del estado de gestación y entra al nivel celestial  que la Teosofía llama Devachan. La conciencia retorna a las puertas de Devachan; no es una localización o un plano, sino sólo un estado, y en realidad es bastante diferente de los conceptos religiosos populares sobre el cielo". 

"Para empezar, cada uno tiene su propio estado devachánico personal y cada quien lo crea para sí mismo en su conciencia sin darse cuenta. Es la representación exacta y la experiencia de lo que se ha creído, esperado y deseado que fuera el cielo mientras estábamos vivos en la Tierra".

"Es un estado perfecto de la mayor bendición, paz y felicidad. Allí no existe la más mínima sombra, traza o rastro de pena, desilusión, sufrimiento o dolor. Todo aquello y todos aquéllos que uno ha querido que estén ahí, estarán allí porque es nuestra propia creación mental. En Devachan no hay recuerdo o conciencia de estar muerto o incluso de que haya tal muerte. La bendición, la paz y la felicidad prevalecen siempre. Siendo una experiencia temporal, subjetiva y autocreada, es realmente una especie de sueño, pero uno vívido, tangible y bien definido como la vida en la Tierra". 

Hasta donde sabemos, ni uno sólo de los muchos relatos que existen hoy sobre experiencias cercanas a la muerte (E.C.M.) y recuerdos del "cielo" en vidas pasadas tiene alguna similitud con las pruebas, intentos, tentaciones y tormentos tan vívidamente retratados y descritos en el Libro Tibetano de los Muertos. El túnel de luz blanca brillante parece ser la única cosa que tienen en común. Puede ser factible, claro está, que aquéllos que creen lo que dice el "Bardo Thodol" experimentarán algo de eso después de la muerte, pero sólo servirá para reforzar la enseñanza teosófica de que después del fallecimiento uno vive exactamente lo que esperaba

En el caso contrario, sin embargo, y como se especifica en el artículo “¿Qué pasa con las personas que cometen suicidio?": "Es interesante notar que la naturaleza y descripción de casi todas las experiencias cercanas a la muerte en los tiempos modernos está en perfecta armonía con las explicaciones y los detalles provistos por la Teosofía. Nos referimos aquí a la Teosofía original y genuina, aquélla de Helena Blavatsky, William Quan Judge y los Maestros, y no la de los últimos 'teósofos' como C.W. Leadbeater, Annie Besant y Alice Bailey, desde que sus explicaciones y enseñanzas sobre la muerte y la vida en el más allá son totalmente diferentes de aquéllas de la Teosofía original y no están validadas por la investigación contemporánea de las E.C.M. u otros fenómenos similares".

En oposición al Libro Tibetano de los Muertos, la Teosofía también enseña que 1) un humano sólo puede reencarnar como humano y sólo en la Tierra; 2) no podemos elegir conscientemente a nuestros padres, familia, lugar ni tiempo de nacimiento ("No pide nacer, y tampoco puede elegir a los padres que le darán la vida", como dice Helena Blavatsky en "La Clave de la Teosofía", p. 139), desde que nuestros futuros padres y otras asuntos relacionados están determinados para nosotros por nuestro propio karma, es decir, por causas que hemos puesto en movimiento previamente durante la vida en la tierra; 3) durante el Bardo, el alma no puede contactarse o comunicarse con aquéllos que ha dejado atrás en el plano físico, y 4) la duración de tiempo entre la muerte y el renacimiento varía para cada individuo, y en casi todos los casos se prolongaría por más de 49 días

Helena Blavatsky dice en "La Clave de la Teosofía", p. 145: "¿Cuánto tiempo permanece el ego reencarnante en el estado devachánico? Esto, según se nos dice, depende del grado de espiritualidad y el mérito o demérito de la última encarnación". William Q. Judge nos recuerda en "El Océano de la Teosofía": "Debe tenerse en cuenta que para cada ego varía la duración de la permanencia en los estados post-mortem. No reencarnan en el mismo intervalo, sino que salen del estado posterior a la muerte en grados diferentes". Pero cuando se dice que variamos por causa nuestra en "la duración de la permanencia en esos estados", no significa que lo hagamos conscientemente, sino más bien que esos estados del Bardo son efectos kármicos, producciones que surgen de la naturaleza y carácter de nuestras acciones y pensamientos durante la vida que recién terminó. 

Refiriéndonos al material disponible, se nos dice que:

"La duración de la permanencia en Devachan estará en exacto acorde con la cantidad de karma bueno o positivo que se traiga de la vida precedente. Esto es lo que sostiene y prolonga la experiencia devachánica, y naturalmente variará enormemente de persona en persona. Para nosotros, Devachan puede durar 1000 años o más, como también puede durar quizás cien años o sólo varias décadas. Algunas personas vuelven a la vida terrenal después de unos pocos años, principalmente si la atracción por la existencia física y material es una fuerza potente en su alma".

"De todos modos, el estado devachánico eventualmente comenzará a degradarse y conducirá a su término, coincidente con el proceso de reencarnación del alma desde la concepción a través del embarazo y culminando con el renacimiento en el plano físico".

"Entonces, el individuo será despojado para siempre de la personalidad de la vida anterior y entroncará en una nueva vida, encarnando en, mediante y como una persona totalmente nueva, formada y determinada por su propio karma pasado. Y así continúa el viaje de la evolución interior y el desarrollo".

Aunque los teósofos han simpatizado y apoyado profunda y sinceramente a los tibetanos en sus penurias y luchas contra la injusticia tiránica, no compartimos la idea estúpida y demasiado prevalente de que todo lo que viene del Tíbet es automáticamente bueno, verdadero y maravilloso sólo por su "tibetaneidad". De manera similar, aunque enfatizamos y elogiamos la espiritualidad, civilización y gloriosa herencia cultural y religiosa de la India y su gente, procuramos cuidadosamente no caer en la trampa del "culto a la India" y estamos muy conscientes de que hoy esa gran nación se encuentra en un triste estado de degradación y declive espirituales. 

El Libro Tibetano de los Muertos es de muy poca utilidad para cualquiera, menos para todos los occidentales. Se puede argüir que se debe entender simbólica y esotéricamente, quizá como una guía para la iniciación, y que el número 49 -claramente un número esotérico muy importante-, puede referirise quizá en una forma muy oscura y velada a los siete subprincipios de cada uno de los siete principios, y los siete subplanos de los siete planos citados en las enseñanzas teosóficas, que colectivamente se conocen como los Cuarenta y Nueve Fuegos. No obstante, este celebrado escrito se lee y entiende al pie de la letra, tanto por tibetanos como por otras personas, y cualquiera sea el significado esotérico posible que pueda contener, es altamente cuestionable de todas formas considerando su origen y autoría. 

En justicia a Walter Evanz Wentz, el primer traductor al inglés del "Bardo Thodol", se debe mencionar que él era un ferviente admirador del trabajo y las enseñanzas de Madame Blavatsky y siempre la tuvo en alta estima. Wentz citó extractos del libro "La Voz del Silencio" en su obra llamada "Yoga Tibetano y Doctrinas Secretas". El escritor también dijo: "El último Lama Kazi Dawa-Samdup opinaba que, a pesar de las críticas adversas dirigidas contra los trabajos de H.P. Blavatsky, hay adecuada evidencia en ellos sobre la familiarización íntima de la autora con las mayores enseñanzas lamaístas, en las que ella dice haber sido iniciada". 

Aún así las "mayores enseñanzas lamaístas" en las que se inició Blavatsky fueron removidas más tarde del Libro Tibetano de los Muertos y adquirió una naturaleza Nyingma.

La discriminación y el discernimiento siempre deben ser usados por aquéllos que buscan la Verdad. Sólo porque algo sea "espiritual" no significa necesariamente que sea bueno y válido de imitar. No es "antiespiritual", intolerante o de "mentes cerradas" criticar y prevenir contra ciertas creencias, filosofías y prácticas; al contrario, los teósofos están llamados a hacer precisamente esto, si realmente desean beneficiar y servir al prójimo, en vez de agarrarse de la débil e ignorante actitud de que "todo es bueno, todo es maravilloso" que caracteriza hoy a tanta gente con intereses espirituales hoy en día

La enseñanza teosófica, con respecto a lo que pasa cuando morimos, debe ser mucho más difundida de lo que está en realidad, y cuando eso ocurra, se verá que responde a muchas dudas. Para este propósito se ha reunido una vasta colección de citas sobre el tema, ordenadas cronológicamente en el artículo "¿Qué ocurre cuando morimos?", e invitamos a todos quienes estén interesados a estudiarlo en detalle. Nuestro comentario previo de que "durante el Bardo, el alma no puede contactarse o comunicarse con aquéllos que dejó atrás en el plano físico" se explica con amplitud en ese texto, ya que muchos de los lectores tienen dudas y desean más información. Otros artículos relacionados con la muerte, la reencarnación, la Ley de Karma, el budismo y la constitución interna del ser humano, se pueden encontrar en las categorías de la página "Artículos". 

En sí misma, la Teosofía no puede ser comprendida si nos falta un entendimiento correcto de todo este importante tema, como señaló Helena Blavatsky en "La Clave de la Teosofía": "Debo decirles una cosa, y es que, a menos que hayan estudiado profusamente las funciones asignadas a todos los principios 'humanos' y el estado que presentan después de la muerte, difícilmente comprenderán nuestra filosofía oriental".