Mostrando entradas con la etiqueta Discernimiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Discernimiento. Mostrar todas las entradas

18 de diciembre de 2024

Discernimiento y crítica


(The Theosophical Movement, junio 2021).

[N.del T.: se han hecho cambios para suprimir idealismos torpes y cínicos]. 

El significado del término “discernimiento" (en ocasiones sinónimo con "discriminación") es un buen juicio, o percibir con la mente y los sentidos de forma clara. Gracias a esta herramienta distinguimos o escogemos entre bien y mal, sumando nuestra pericia observacional y aprendizajes de vida. El verdadero discernimiento es para quien no se identifica con su personalidad [ego animal/perecedero] y se esfuerza por “actuar para y como el Ser” de las criaturas, evaluando todo desde esa perspectiva. Dicho agílibus prorrumpe si la luz Buddhi-Manásica se refleja en nuestra psique cotidiana, siempre que mire al interior o "Padre Divino" en busca de guía.

En Notas sobre el Bhagavad-Gita, Robert Crosbie sostiene que la agudeza real distingue entre naturalezas buenas, malas y mixtas. Procede con un punto de vista y comprensión universales, que surgen del conocimiento de que todo lo manifestado o visible proviene del Espíritu Único en mayor o menor medida. Necesitamos recordar que los seres humanos son mejorables; sus desdoros corresponden a la naturaleza burda adquirida, pues los vicios se deben a ignorancia y no maldad innata [con excepciones muy conocidas en criminalística que tampoco hay que subestimar, al tenor de psicópatas que fingen "rehabilitación" o "buena conducta" en la cárcel, y reinciden una vez liberados]. Es entonces cuando desarrollamos paciencia, fortaleza, modestia, mansedumbre y misericordia, y sabremos que lo que conduce a males y destructividad puede convertirse en actos benéficos y constructivos. Por lo tanto, en lugar de condenar irreflexivamente a violadores, asesinos, prostitutas/os o drogadictos, podrían crearse instancias para reformarles. Así, Crosbie define el acumen genuino en términos de "capacidad de hacer lo correcto, en el momento y lugar exactos, en todos los planos de acción.”

El acto de discriminar engloba desde los niveles más simples hasta los más sutiles y complejos. No sólo necesitamos diferenciar en temas incómodos, sino también poseer bases congruentes, porque de lo contrario degeneraríamos en parcialidad y prejuicio. Oímos hablar de “discriminación racial” y "castas”, donde se juzga o considera a un grupo de personas como “superiores” o preferibles a otras, de acuerdo con el estatus, color de piel o sistema religioso a que pertenecen.

El poder búddhico de discernir puede evaluarse a modo de raciocinio o cognición directos, y aptitud de juicio en su máximo esplendor; por ello, cada persona exhibe este rasgo a diferentes niveles. El de tipo sáttvico nos permite saber cuándo empezar o detenerse, qué hacer o abstenernos de realizar, qué temer o rebatir, e incluso qué impide un progreso del espíritu y cómo enfrentarlo. Asimismo, el juicio aflora cuando apreciamos los pares de opuestos: quien adhiere sólo a "lo bonito"/"feo" de la existencia nunca puede alcanzar discernimiento aceptable [y de aquí la importancia gravísima de hacer que todos accedan a educación holística]. Se dice que los Devas moran en ámbitos de pureza, mientras los seres iluminados llegan a ese estrato al practicar discernimiento. Una persona espiritualmente avanzada conoce más sobre lo malo que otra pecadora, porque ésta se hunde en el vicio, y la primera es capaz de observarla con desapego.

La crítica incluye aprobar o condenar el bien o mal de otros, comparando al prójimo con nosotros. Si caemos en favoritismos se verán todos los defectos ajenos, y sólo las buenas características propias, por lo que rara vez se contrasta en el sentido contrario, ayudando a un proceso de autosuperación. Siempre que nos dirigimos obsesivamente hacia imperfecciones "extrañas", perdemos tiempo y energía para cultivar buenos atributos o prácticas. A menudo no existe derecho a juzgar, y estaremos muy equivocados si creemos subsanar conductas recordando debilidades con majadería impertinente [tal y como sucede entre muchísimos "espirituales" o "psico-influencers" de derecha o izquierda que se culpan por "lo mal que está el mundo"]. En otros contextos y premunidos de buena voluntad, haremos que nuestros destinatarios tomen conciencia de sus faltas, pero una vez cumplido, podemos orientarlos a través de consejos y estímulos, siempre que decidan liberarse de estas fallas y que sean inintencionales.

La naturaleza humana tiende a no aceptar errores propios, en especial si los descubre otro, pues pocas veces una crítica se formula con anhelos benéficos; entonces, lo ideal sería condenar el acto y no al agente [aunque hay salvedades, como las leyes que protegen la libertad de prensa contra personajes públicos que abusan de su poder para dañar a otros con hechos corruptivos, y exhortan a quienes deseen involucrarse en política a repensar sus propósitos si no detentan valores éticos suficientes; de lo contrario, más les valdría dedicarse a trabajos humildes]. En tanto el equívoco a juzgar sea sólo por ignorancia y lo separemos de su autor, nuestro criterio se vuelve impersonal. Hoy varios profesores y padres/madres hacen referencias indirectas a desatinos moceriles, comentando el asunto que gira en torno a aquéllos. De esta manera, un alumno receptivo [y que no albergue malicia ególatra] capta el mensaje y aprende que las medidas correctivas quedan a su discreción.

A veces nos enorgullecemos de ser brutalmente "francos" para señalar lo que está mal, sin contemplar el efecto que las palabras tendrían en otros que cometen errores accidentales. Uno de los preceptos en las Leyes de Manu dice “no pronunciar verdades desagradables”. Aquí deberíamos tener sinceridad diplomática sin herir emociones o el desconocimiento natural del otro, y si no somos capaces, demuestra que no hemos logrado construir el vínculo necesario con quien comete un traspié. Cuando la fuerza de una crítica se basa en un juicio impávido y razonar objetivo, es factible de inducir pesar y reforma; ítem, si la reprensión se dirige a la corruptela y cobardía moral en un sistema, con argumentos seguros y expuestos de modo impersonal, es menos alcanzadizo que produzca reparos. Los adversarios honorables podrán estar convencidos por la exactitud en dichos dictámenes, y más aún porque no les importa el triunfo de sus caprichos, sino el de la verdad.

[N.del T.: inclúyase la hipergeneralización babosa de "no criticar a nadie y ser piadosos, pues la ecúmene es producto de su tiempo y circunstancias". Ante un reproche e independiente de la época, no todos arman escándalos sempiternos, y no todos asumen su cuota de culpa; ergo, ese matiz dice mucho acerca de nuestro fuero interno y qué tan cumplidores o indignos somos en ciertos contextos].

Si es nuestro deber indicar el mal involuntario de alguien, hagámoslo abierta y personalmente. “No condenéis a nadie en su ausencia, y hacedlo a la cara cuando os veáis obligados, con suavidad y palabras caritativas, porque el corazón humano es como la planta Kusuli: abre su copa al dulce rocío del alba, y la cierra antes de una fuerte lluvia” (HPB Series, n° 33, p. 41).

No hay que juzgar sin bases fácticas, o con chismes, porque el estado interior del individuo sólo es conocido por la Ley de Karma. Cuentan que una mujer se trasladó a un barrio nuevo, y era etiquetada de “orgullosa” y “floja" por los vecinos; más tarde supieron que era tímida, pero no egocéntrica. Inclusive, el hombre que la visitaba casi a diario era su abogado, ya que hubo un divorcio en proceso. Cuando criticamos al prójimo de mala forma, incluso mentalmente, los elementales se adhieren al pensamiento y crean una entidad. Al condenar de modo irresponsable, generamos un foco en nosotros y esas "vidas" sutiles nos llevan a perpetrar la misma falta que reprochábamos. Por ejemplo, si un particular ha cometido violencia [quizás en autodefensa o por móviles abyectos] las multitudes protestan que "debería ser condenado a muerte, azotado en público", etc. William Judge escribió: “(...) a través de la injusticia en vuestro castigo meramente humano, sin conocer el origen y las causas por obras foráneas, os convertís de inmediato en partícipes de sus yerros o culpables por vuestro proceder, y el 'espíritu' expulsado regresa ‘con siete demonios peores’”. El libro Luz en el Sendero declara: “Recordad que la vil prenda que os acobardáis de tocar puede haber sido vuestra ayer, y puede ser vuestra mañana”. Si no somos codiciosos ni iracundos en esta vida, no hay garantía de que no hayamos acogido esas taras en una encarnación pretérita, o tenerlas en existencias futuras [???]. [Paradojalmente, la Teosofía Original incentiva practicar esfuerzos autodiseñados y autoinducidos para evitar caer en males, y La Voz del Silencio enseña que ningún conato en pos del bien se pierde en la "marea kármica". El extracto previo por Mabel Collins bien podría leerse así: "Si teméis enfrentar el mal que veis al día de hoy, ya sea que esté dentro o fuera de vosotros, sólo postergáis el mal rato para mañana"].

“¿Por qué observan la mota en el ojo de un hermano, sin darse cuenta de la que hay en ustedes? Hipócritas, límpiense primero, y entonces verán mejor para hacerlo con otros” (Mateo 7:3,5). Hay muchos que tienen la monomanía de detectar "suciedades" en los demás, hasta que alguien les da su merecido. Puede que la falta ajena sea pequeña o baladí como una legaña, al tanto que el censurador incurre en actos parecidos o más graves. Una historia india satiriza: “El camello alegaba que en la reunión había muchos animales sin atractivo: la grulla y su pescuezo corvo, el loro y su pico deforme, el perro de cola antiestética, un tigre de uñas torcidas, un bisonte con cuernos anómalos... Y al oír esto, el zorro le dijo: 'Mientras ellos tienen sólo una parte fea, tú tienes casi todo eso'".

[A semejanza de otros credos mundiales, el Movimiento Politisófico hoy es un papelón divisionista absoluto y atroz, y no supo mantener la unidad que le caracterizó al inicio cuando los Maestros lo apoyaron. Al objeto de garantizar concierto en un grupo que se precie de "místico", Buda sentenció]: “No debemos fijarnos en los hechos indignos de otros, ni sus pecados de omisión o comisión, sino trabajar en los propios errores”. [Es risible que la misma "espiritualidad anti-crítica" contemporánea incluya seguidores politifanáticos que, no bien practican ciertas "virtudes", se arrogan "predominio" e intransigencia frente a los "resabios" de sus "enemigos" o "adláteres". Pensando en la armonía del novel curso teosófico en el siglo XIX, Judge aconsejó]: “Todos somos humanos, débiles y pecadores. Si en un aspecto somos mejores que los demás, en otras aristas ellos nos superan (...) nadie debería pensar sino lo mejor, sin importar cuáles sean las evidencias. Si los Maestros nos juzgaran por lo que saben que representamos, ¡adiós de inmediato!, y tendríamos que hacer las maletas. Pero Ellos nos tratan con bondad ante un mayor conocimiento de nuestras fallas y malos conceptos de los que nadie está libre todavía”.

Los pocos que comprenden la certeza de dichas sugerencias pueden cultivar buena voluntad hacia todos, discerniendo el bien o mal en ellos y mostrando percepción de su índole, pero se abstienen de criticar según las "costumbres" ya descritas, y esto es el fundamento verídico para la Hermandad Universal. Si uno trabaja por la Teosofía [no sus "respetables" logias de politiqueo barato], el valor y la eficacia del servicio están inversamente relacionados con el hábito de formular críticas penosas. En Letters That Have Helped Me, Judge sostiene: “Tanto ___ como ___ son dos puntos débiles, medio corroídos”, hablando sobre dos centros teosóficos en declive por múltiples razones, siendo el cotilleo uno de esos elementos. La murmuración no sólo causa daño individual: también afecta al colectivo, indica roces y los Mahatmas no pueden brindar ayuda. “Si no observamos tan de cerca sus errores, el Maestro podrá aclararlos y hacer que todo funcione bien”. Sólo un sabio o individuo honrado tienen las facultades de culpar a quien sea censurable, según el rango de perspicacia que les atañe.