El número es un objeto matemático que se utiliza para cuantificar, etiquetar y medir. Se ha comprobado que en el ser humano, como algunas especies animales, existe un "sentido numérico" independiente de si se sabe contar o no, y apunta a la facultad de reconocer que algo cambia en un pequeño grupo; por ejemplo, si se produce alteración en el monto de crías, la madre animal notará el suceso. De igual forma, vemos respecto a muchos pájaros que si un nido tiene cuatro huevos, se puede sacar uno de ellos sin peligro, pero si faltan dos, comúnmente el ave desatiende su hogar. En un experimento, cierto hombre trató de disparar a un cuervo que instaló un nidal en la torre de vigilancia de su finca, y descubrió que cuando se aproximaba a ésta última, el plumífero se iba y solía mirar desde lejos, sin regresar hasta que el sujeto abandonaba el lugar. Días más tarde el propietario llevó a un adjutor, y el cuervo tampoco apareció hasta que los cazadores se retiraban. El control se repitió con tres y cuatro voluntarios, con la misma respuesta, y sólo al efectuarlo con cinco, el "inquilino" volvió al edificio mientras aún había una persona. En su libro Number: The Language of Science, Dantzig Tobias sostiene que los niños pueden darse cuenta si faltan objetos o individuos en algún conjunto, pero tienen capacidad muy limitada para percibir incrementos o mermas a su alrededor, sobre todo si van más allá de tres o cuatro.
El profesor Brian Butterworth investigó la discalculia o ceguera numérica, en que existe un sentido análogo precario, y se estima que afecta a un tres o seis por ciento de la población. Los discalcúlicos no "perciben" números como la mayoría de nosotros; verbigracia, si escribimos 65 y 24 y les pedimos que digan cuál es la mayor cifra, tardarían unos tres segundos en replicar correctamente, mientras alguien normal lo haría en medio segundo o menos. No es que ellos sean "incapaces" de contar, pero parecen no demostrar esa aptitud y suelen ocupar más los dedos; inclusive, en los casos más graves apenas pueden leer la hora. Por esto, Alex Bellos afirma en Alex's Adventures in Numberland que la discalculia puede considerarse una versión numérica de la dislexia.
Los numerales son símbolos que representan números. Podemos expresar el cinco con el dígito de base diez “5”, el signo romano “V” y también letras cifradas. Hace miles de años recurríamos a dedos, piedras o palos para figurar cantidades, y los egipcios las anotaban mediante jeroglíficos. Los orígenes de nuestro sistema numérico-decimal se remontan a las antiguas culturas del Nilo, babilónica (sumeria) y china, pero el mayor mérito y que agregó un símbolo para el cero corresponde a los matemáticos hindúes de los siglos V y VI. Luego fue transmitido a estudiosos islámicos quienes lo desarrollaron para incluir fracciones decimales entre las centurias IX y XI d. de C. (Enciclopedia Británica). Así, esta popular trama se denomina numeración arábiga o hindú-arábiga.
Helena Blavatsky dijo que en la Antigüedad se concedía a los números una importancia profunda. No había pueblo que no albergara costumbres afines, y aplicaban aquéllos a observancias religiosas, el establecimiento de días festivos, símbolos e incluso la distribución geográfica de imperios. Al igual que Pitágoras, Agustín de Hipona creía que todo constaba de nexos numéricos y dependía de la mente investigar sus secretos, o permitir que se revelaran por gracia divina.
La numerología utiliza guarismos para interpretar el carácter de una persona o adivinar el futuro, y sus premisas se fundamentan en la idea pitagórica de que el Universo se traduce en formato numérico. Existen muchas variantes que asignan valores a las letras de un alfabeto, como la gematría -oriunda del judaísmo- que adscribe contextos místicos a las palabras en función de dichos aspectos. Los cabalistas emplean esta guisa para obtener ideas de escritos sagrados, entender conceptos esotéricos de letras, vocablos y oraciones, o vincular analogías entre ellos. La Enciclopedia Británica añade: “De las 22 letras hebreas, las primeras diez reciben importes consecutivos del uno al diez, las siguientes ocho del 20 al 90 en tramos decimales, y las últimas cuatro suman 100, 200, 300 y 400 (...). También se conocen estrategias como los cuadrados de números o hacer que una letra corresponda a su valor básico, más todas las cifras que le anteceden”. Blavatsky señala que en el Mahabharata los Prajapatis ("progenitores") son 21, o diez, seis y cinco (10-6-5), o tres veces siete. En las tendencias cabalísticas forman el término Jehová, que se descompone en Jod (10), He (5) y Vau (6); si sumamos esos dígitos tenemos 21 o el siete triple (La Doctrina Secreta, I, p. 90 nota al pie).
Los seguidores de esta disciplina indican que los números derivados del nombre o la fecha de nacimiento de alguien brindan claves para conocer su personalidad, tipo de relaciones o el futuro, y aunque es muy difícil comprobar tales asertos, muchos se han visto atraídos por ellos. En el prefacio del Book of Numbers por William J. Warner ("Cheiro"), su autor escribe que el rasgo oculto de cifras era conocido por individuos selectos y luego la humanidad desde tiempos inmemoriales. No conocemos el origen de la vida, pero sabemos que existe; de igual manera, no podemos saber de dónde aparecieron los números, pero recordando a Balzac, sin ellos "se derrumbaría todo el edificio de nuestra civilización". Hay sólo nueve números con que hacemos todo cálculo, a guisa de las nueve esferas en el Sistema Solar. Después del 9, todos los demás son frutos de los primeros; así, 10= 1 + 0= 1; 11= 1 + 1= 2; 12= 1 + 2= 3, etc. Las cantidades asociadas con planetas serían: Sol=1, Luna= 2, Júpiter= 3, Urano= 4, Mercurio= 5, Venus= 6, Neptuno= 7, Saturno= 8 y Marte= 9. Los días también se designan con estos números; la fecha en que llegamos al mundo abarca el denominado clave (que puede estar o no de acuerdo con aquél producido por el nombre) y relativo con el planeta que lo lleva. Por ende, si una persona nace el 1, 10, 19 ó 28 del mes, su cifra será 1 y se emparenta con el Sol.
En cuanto al nombre personal, Cheiro declara que el mejor sistema analítico viene de Caldea y fue transmitido a los hebreos. Cuando se aplica a los alfabetos inglés/español, tenemos: A=1, B=2, C=3, D=4, E=5, F=6, G=7, H=8, I=1, J=1, K=2, L=3, M=4, N=5, O=7, P=8, Q=1, R=2, S=3, T=4, U=6, V=6, W=6, X=5, Y=1 y Z=7. Como podemos apreciar, el 9 no se vincula con ninguna letra.
Napoleón solía rubricar "Buonaparte" y el valor de dos palabras era 5 cada una, haciendo un total de 10. Sin embargo, en la última parte de su vida reemplazó el apellido por “Bonaparte”, que mostraba al 8, y el importe del nombre cambió de 10 a 13. Se nos dice que el número 8 de Saturno denota acracia, revueltas, espíritu subversivo y finales trágicos de existencia en un plano inferior. El 13 en simbolismo oculto figura a modo de esqueleto humano con segadera o “cortando hombres” [véase también el arquetipo del Tarot], constituyendo el "poder" que si se torna irresponsable puede provocar la autodestrucción.
Según Cheiro, hay colores y gemas unidos a todo número, como también apego entre personas con dígitos compatibles o iguales. El 1 armonizaría con 2, 4 y 7; el 3 respecto a 6 y 9, mientras el 5 se coordina con todos. El símil con esa enigmática ley de vibración [algo voluble, pero aclaratorio] es que si esparcimos azúcar en un sitio de la jungla y atamos una cabra en otro, con varios kilómetros de distancia, las hormigas irán al primer paraje y un tigre hacia el segundo.
En el artículo “Occultism: What Is It?” William Judge sostuvo: “Se afirma que cada persona tiene un número o valor matemático distinto, siendo un compuesto o resultante de innumerables montos más pequeños. Cuando se conoce, pueden producirse efectos extraordinarios no sólo en la mente de alguien, sino además su entusiasmo, y esa cifra puede descubrirse merced a cálculos más recónditos que los de nuestras matemáticas superiores. A través de ello, el individuo puede enojarse sin causa, padecer locura o estallar de júbilo, tal como desee el operador” (ULT Pamphlet n° 18, p. 3).
En Vernal Blooms leemos que las discrepancias entre humanos se deben en gran medida a vibraciones: “(...) semejantes a las teclas de un piano, cada una con su sonido, y cuya mezcolanza engendra otros en una variedad infinita”. Uno de los aspectos que distingue a particulares comunes de estudiantes parcialmente desarrollados y los Adeptos, es el nivel de frecuencia vibratoria en moléculas cerebrales. La actividad encefálica de un chela se sintoniza con aquélla del Maestro, por cuanto podríamos alterar las ondas emitidas según la índole de ese órgano, y ello a su vez depende de generar o mantener pensamientos puros que "limpian" el cuaternario inferior, de modo que resuene con la Naturaleza Trina o Superior.
Blavatsky enseñó que al verbalizar letras originamos diversos sonidos referentes a notas musicales, números o matices de colores, y puede despertar varias fuerzas elementales. La Doctrina Secreta menciona seis saktis o poderes, uno de los cuales es Mantrika o potencia acústica de palabras, grafías y números que se emplean en mantras. El efecto está circunscrito por las cantidades, sílabas y entonación de métrica sacra; por ejemplo, Aum puede intepretarse como vocablo de uno, dos o tres fonemas, y cuando lo hacemos bien, el resultado será distinto conforme a la instancia.
Parte 2, febrero 2013
Existen dos clases de números: los matemáticos (tangibles) y sacros (metafísicos/superiores). Las cifras también se utilizan para delinear figuras geométricas como triángulos, cuadrados, pentágonos, etc., y cuando Pitágoras enseñaba que “todas las cosas son números”, quizás implicó que todo lo existente posee y constituye una serie de formas, las que a su vez pueden definirse por cantidades. Así, la hechura del cuadrado corresponde a 16= 4 x 4, ó 16 puntos en cuatro filas con puntos cuádruples. De igual manera, el rectángulo equivale a 12 puntos repartidos por tres filas de cuatro puntos.
Pitágoras evidenció el nexo místico de los números con todo lo comprensible para la mente humana, describiendo la Unidad indivisa tras toda manifestación como “Ningún Número”. El plano imperceptible [a nuestros sentidos] se ilustra por la "nada" o el Círculo, que el filósofo decía era la imagen más precisa de la Divinidad. Todo en el Kosmos y las formas que apreciamos existen a través de lo Superior, lo cual Balzac llama "Número dotado de Movimiento". La Deidad o Dinámica Abstracta-Absoluta comienza con los Números, así como todos ellos se inician con el uno, pero al mismo tiempo no tiene nada en común con otros dígitos: "Tú eres Uno, la Raíz de todos los dígitos, pero no a guisa de factor enumerable, porque no admite multiplicidad, cambio ni forma. Tú eres Uno, y en el secreto de esa completitud los más sabios se pierden, porque no lo saben (...) nunca disminuye, no se extiende y jamás varía (...) ningún pensamiento mío puede fijarte límites. Tú eres, pero no como 'algo existente', pues la conciencia y mirada de los mortales no pueden alcanzarte, ni determinar para Ti el dónde, cómo y por qué" (La Clave de la Teosofía).
En el sistema pitagórico, todos los guarismos eclosionan del “Ningún Número”. Al principio de la manifestación aparece la Mónada o primera cifra impar y Divina, surgiendo de ésta la geometría del Universo. En el mundo fenoménico, aquélla se trastoca en el vértice del triángulo equilátero manifestado o “Padre”, en tanto que la línea izquierda se llama Dúada o “Madre”. Esto representa el origen de todos los contrastes en la naturaleza, el sitio donde se bifurcan los caminos del bien y el mal, y por eso los pitagóricos “odiaban” el binario. Considerando el dos como encarnación de la ley de polaridad, subrayaron su aspecto positivo entrando en un templo por el flanco derecho y poniéndose primero el zapato análogo (Doctrina Secreta, I, p. 614). Se negaron a reconocer dicha cifra incluso como idea abstracta, argumentando que en geometría es imposible construir una figura con sólo dos líneas rectas, exigiendo al menos tres para circunscribir el espacio; así, el dos no se consideraba sacro. La línea derecha triangular es el “Hijo”, aludido en todas las cosmogonías antiguas como uno con el pináculo o “Padre”. El tramo de base apunta al plano universal de la naturaleza productiva, en que la tríada “Padre-Madre-Hijo” se une en el aspecto fenoménico, al igual que los mundos suprasensibles. Blavatsky señaló que por transmutación mística se convierten en el Cuaternario, y el triángulo devino la Tetraktis.
Las iglesias griega y latina, que tuvieron al matrimonio por sacramento, formaban un arreglo triangular durante la ceremonia. El sacerdote personifica el vértice; los novios (principios masculino/femenino) se sitúan frente a él a su izquierda y derecha, y la fila de testigos, damas de honor y padrinos de boda permanecen de pie tras ellos, generando la "raya" fundamental. El altar a espalda del presbítero refiere a la Deidad Suprema, y únicamente los clérigos meritorios podían entrar en él (DS, I, p. 614 nota al pie).
El cuatro era sacro entre los pitagóricos; resume el cuadrado perfecto, cuyas líneas tienen la misma longitud y ninguna supera a la otra ni siquiera en un punto, instituyendo además un emblema geométrico de justicia moral y divina. Estos seguidores reemplazaron el nombre indecible de la Deidad por Tetraktys, quienes establecían votos solemnes pronunciándola (Isis Develada, I, 9). Cuando el Ternario Superior se refleja en el Manas encarnado y puro durante el nivel de Turiya, se convierte en cuádruple manifestando la gloria, los poderes y potencialidades de los tres, o en otras palabras, la aptitud se transforma en vigor.
En geometría oculta y pitagórica, se dice que la Tétrada une todos los materiales que fabrican el Cosmos. Para comprenderlo, recordemos que esa figura también conlleva 10 puntos repartidos en un triángulo con cuatro filas: la primera representa un punto; la segunda con dos puntos traza una línea; la tercera conforma un triángulo, y la última esboza al tetraedro. El Glosario Teosófico señala que Tetraktys es un triángulo equilátero hecho a partir de la secuencia de los primeros diez números en cuatro series. Es a la vez un concepto matemático y egregio que abarca "en forma de semilla" los principios del mundo natural y la armonía cósmica. El Uno designa al Principio Impersonal (Espíritu); el dos, la materia; el tres, al plano fenoménico que sintetiza Mónada-Dúada y participa en la naturaleza de ambas. Luego, la Tétrada o perfección expresa el vacío de todo, y el Decaedro (sumatoria) involucra al Kosmos.
En su texto The Sleepwalkers, Arthur Koestler escribe: “(...) fue crucial para su tiempo el descubrimiento pitagórico de que el tono de una nota depende de la longitud en la cuerda que lo produce, y los intervalos congruentes en la escala se generan mediante proporciones simples (octava 2:1, quinta 3:2, cuarta 4:3, etc.)”, sugiriendo que dos fibras con esas amplitudes emitirían ondas musicales armoniosas. Si hablamos de violines, 1:2 significa que, cuando se encoge a la mitad, una cuerda (nota clave) de cualquier material reditúa la frecuencia de una octava por sobre su largo completo; asimismo, las notas escindidas por intervalos de quinta (2:3) y cuarta perfectas (3:4) siempre han sido las “consonancias” más trascendentes en música occidental.
Koestler agrega que cuando se extendió a los astros, la enseñanza devino “Armonía de las Esferas”: "(...) cada planeta zumbará en un tono particular, dependiendo de los ratios de sus respectivas órbitas alrededor del Sol, al igual que el timbre de una cuerda varía según su largueza. Así, dichos recorridos gestan una especie de 'lira' enorme cuyas fibras describen círculos. Parecía igualmente obvio que los intervalos entre aquéllas deben regirse por cánones armónicos”.
Los planetas se influyen entre sí, de modo similar a nuestros corpúsculos sanguíneos; estos orbes difieren en tamaño y distancia, modificando la intensidad del impulso que dan al éter circundante mientras se desplazan alrededor del Sol. La música es el arte de combinar y modular sonidos, siendo éstos generados por vibraciones etéricas. Blavatsky señala que podemos cotejar el ímpetu transmitido por diversos planetas al medio etérico con las notas de un instrumento musical. Es fácil comprender la influencia mixta causada por aquéllos, emitiendo ondas armoniosas, y apreciamos que ciertas características planetarias (como la posición medida por su distancia angular) implican varianzas en dicho estrato sutil de la Tierra, a la vez que otras comportan periodos de descanso y "amistad" (Isis Develada, I, p. 275).
En La Doctrina Secreta (II, p. 601) su autora enseña que es sobre el número siete que Pitágoras compuso su doctrina de la "Armonía y Música de las Esferas". Segun él, las brechas eran: Luna-Tierra/Sol-Marte/Saturno-Zodíaco (ámbito de estrellas fijas)= un tono; Luna-Mercurio/Mercurio-Venus/Marte-Júpiter/Júpiter-Saturno= un semitono, y Venus-Sol= 1 ½ tono (tercera menor). La melodía de la Creación está compuesta de ellas, y por eso se le denomina "Voz de la Naturaleza", sin constituir un mero "fantaseo". Shakespeare hace promulgar a Lorenzo en El Mercader de Venecia: “Hasta el más mínimo orbe que contemplas en su movimiento es un ángel cantor (...). Esa música existe en las almas inmortales, pero no podemos oírla mientras dejemos que nos esclavice este disfraz corpóreo y decadente”.
El cuatro forma la media aritmética entre mónada y héptada (1 + 7= 8/2= 4). Podemos considerar 1, 2 y 3 como cantidades productivas, ya que su fortaleza emerge de lo Único (tres en Uno, o viceversa), pero además encierra números producidos porque cuando se combina con tres forma el siete, vehículo de vida o materia.
La Doctrina Secreta (II, 592-93) menciona que 3 y 4 son los polos masculino y femenino, o Espíritu y Materia, cuya ligadura es emblema de vida eterna y ambos se circunscriben mutuamente. Toda la materia del Universo, cuando la ciencia le rastrea hasta el final, puede reducirse a los elementos carbono, oxígeno, nitrógeno e hidrógeno, asimilados también con los cuatro principios humanos inferiores. Dichos "anclajes" químicos se hallan en el plano fenoménico, pero derivan de los tres noúmenos, a los que Blavatsky llama "principios de la naturaleza física", tal como Atma-Buddhi-Manas pueden considerarse noúmenos o principios básicos, y en tanto el cuádruplo inferior es transitorio.
El hidrógeno, por ser el gas más liviano, arde con oxígeno emitiendo calor en la combustión y forma el agua, el más estable de los compuestos. Así, Kama -afín al hidrógeno- constituye el principio de los deseos animales que pulsan durante la vida mundana. El oxígeno corresponde a prana, y Kama depende de éste último, haciendo que los anhelos posean vitalidad. El nitrógeno, un gas inerte cuando se mezcla con oxígeno, provoca que su par sea útil en la respiración animal; se asocia al linga-sarira o parte sobre la que se moldea el cuerpo físico, y lleva a prana hasta una forma que puede asimilarse a nuestro plano. El oxígeno es base ígnea y dador de vida; el carbono es ustible por excelencia, fundamento de toda sustancia orgánica, y representa la materia bruta corporal. El cuatro fue llamado por los pitagóricos "guardián de las claves naturales", pero unido al tres y convertido en siete, es el número más perfecto y armonioso, la naturaleza misma.
En sánscrito, el ser humano se nombra Saptaparna o planta de siete hojas. La T o tau está formada por dicha cifra y la letra griega gamma; era símbolo de vida eterna porque esa grafía encarna la vida del planeta Tierra, y el siete vincula a ésta con el plano divino. De esa manera, el glifo doble se expresa en figuras geométricas con un cuadro bajo un triángulo, delineando la naturaleza septenaria humana (DS, II, 590-91).
Parte 3, marzo 2013
Helena Blavatsky manifestó que, desde la Antigüedad, el siete era divino entre todas las naciones cultas de Oriente y Occidente. Los planetas eran numerados con esta cifra -los cuales se transformaron en igual cuantía de deidades con el transcurso del tiempo-, y eran Sol, Luna, Marte, Venus, Mercurio, Saturno y Júpiter; los dos primeros ocultan orbes esotéricos o principales, mientras el resto debe considerarse como planetoides o secundarios, y en su conjunto son las "casas" primordiales de siete logoi o "rectores".
Todo asunto relevante era perquirido según este número por los filósofos arios [indios], incluyendo conceptos y gobierno de localidades (Isis, I, p. 407). Hablaban del Sapta-Loka o mundos celestiales, y otros siete inferiores o talas, estratos de conciencia más que lugares físicos. También dignificaron a los Sapta-Rishis que representan las siete razas humanas; ídem, su tradición engloba a los Sapta-Dwipas o islas divinas: Jambu, Plaksha, Salmalia, Kusa, Krauncha, Saka y Pushkara. Fundamentalmente, deben interpretarse como la Tierra séptuple o cadena planetaria, pues Jambu-Dwipa alude a nuestro globo material y los otros seis a sus "compañeros". Se dice que las dwipas estaban circunscritas por océanos, a saber, Lavana (agua salobre), Sura (vino), Dadhi (cuajada), Dugdha (leche), Jala (agua pura), Sarpi (mantequilla fina) e Ikshu (caña de azúcar); así, el tercero y cuarto eran retratos metafóricos de la Vía Láctea y sus nebulosas (DS, II, p. 320-21). Los nombres de dwipas serían aquéllos de regiones secas que cubrieron toda la faz del globo durante el período de una raza humana particular, o sitios que después de un cataclismo entrarán en la formación de nuevos "continentes" universales o penínsulas, y cada uno de éstos últimos puede erigir una zona más pequeña o grande ceñida por agua. Saka y Pushkara aún no existen, pero en su génesis formarán parte de las masas pertenecientes a América, África y Asia Central con el Gobi (DS, I, 404 nota al pie), en tanto que Saka y Pushkara parecen indicar a terrenos futuros.
Los pueblos de India, Arabia, Siria y Egipto utilizaron rondas de siete días, que más tarde copiaron los romanos. Los judíos las contaban como primera (yom ahad), segunda (yom sheni) y así hasta la séptima o yom shaba. Cuando Moisés menciona que "Dios guardó reposo el séptimo día" o Shabat luego de "crear el mundo en seis jornadas", ello consistió en una maniobra para ocultar el verdadero significado. Blavatsky explica que el vocablo hebreo shaba puede traducirse a modo de "vejez" o "descanso"; Sab también describe a un individuo "canoso", y por lo tanto el día homónimo los “padres ancianos” de una tribu tenían costumbre de celebrar concilios o sacrificios. Podemos equipararlo con los festivales lunares en India, donde había convocatorias una vez por semana; de igual forma, el mes lunar puede dividirse en cuatro cuartos de siete días, y con cada nueva etapa se producen cambios en la atmósfera y todo el Universo.
En el séptimo o más poderoso de los días prismáticos, los Adeptos de Ciencias Secretas se reúnen como hace miles de años para devenir agentes de poderes ocultos en la naturaleza y comunicarse con mundos invisibles, lo cual explica el verdadero motivo sobre la importancia adscrita al último día semanal. En efecto, éste no era un "descanso" entre los primeros cristianos, pues decían que los elementos nunca están inactivos. Al enmendarse alguien culpable de engaño o adulterio, practicaba el fervor que complacía a Dios (Isis, II, p. 418-19).
La creación bíblica de nuestro mundo no debe tomarse literalmente. En La Doctrina Secreta (I, p. 446-47) y al desglosar parte del Vishnu Purana, Blavatsky menciona que la filosofía hindú enseña siete “creaciones” primarias que pertenecen a los influjos que evolucionan por sí mismos a partir de la única Fuerza Sin Causa, y las otras siete ulteriores apuntan al Universo físico nacido de los elementos divinos singularizados. Estos episodios representan múltiples "actos"; así, cuando el "Creador" produce a los noúmenos, el Universo permanece inamovible durante un Día de Brahma, equivalente a 4.320.000.000 de años, y éste es el séptimo período pasivo o “de calma” que sigue a las seis fases de evolución activa.
Helena consigna que el siete juega un rol perentorio incluso en el campo de la fisiología, y los médicos no pueden dar cuenta del ciclo septenario entre organismos. Los sucesos o propiedades como nacimiento, desarrollo, madurez, rasgos vitales, cambios, enfermedades, purulencia y muerte de insectos, reptiles, peces, pájaros, mamíferos o humanos, están controlados por una ley de clausura en tramos septenarios, de acuerdo con H. Grattan Guinness en su obra The Approaching End of the Age. El doctor Laycock escribió en The Lancet (1842-1843) que las transformaciones animales ocurren cada tres días y medio, siete, catorce, veintiuno, veintiocho o en algún número definido de semanas, añadiendo que con cualquier clase de fiebre habrá un clímax al séptimo día, y el decimocuarto es crucial en cuanto sanación o muerte. Stratton afirmó como un hecho fisiológico y patológico que “en la salud, el pulso humano es más frecuente en la mañana que en la tarde durante seis días de cada siete; y en el séptimo adquiere mayor lentitud” (DS, II, 622-23 nota al pie). En su Descendencia del Hombre, Darwin catalogó de "misterioso" que en los vertebrados superiores y terrestres muchos procesos normales e irregulares se extienden por una o más semanas, como la preñez mamífera o ciertas pirexias. Según el caso, los huevos de paloma, aves de corral, patos, gansos y avestruces se incuban en dos, tres, cuatro, cinco y siete semanas (DS, II, p. 595).
En El Océano de la Teosofía, William Judge dice que los microbios, bacilos y bacterias no son las unidades vitales últimas, sino que a su vez están formadas por “vidas” aún más diminutas. Toda célula lleva compuestos infinitesimales destructores y conservadores; en su lucha al aproximarse la muerte, prevalecen aquéllos y por lo tanto la vida tiene capacidad de matar. Entretanto, La Doctrina Secreta (I, p. 262-63 nota al pie) afirma que el cuerpo humano renueva toda su estructura cada siete años, y los "estragos" o "mejoras" se deben al rol bilateral de esas "vidas". Durante la primera mitad en la existencia de un individuo (o cinco rondas de siete años), ellas edifican indirectamente la cobertura material, seguido de la vejez y terminando con el fallecimiento.
La revista Theosophy (vol. XIII) indica que desde una postura esotérica los 70 años humanos [promedio] revisten una enorme importancia y se dividen en diez tramos septenarios. Los primeros son: 1) nacimiento del cuerpo; 2) el Ego Inmortal asume su control a los siete años (quizás por ello los chicos no se considerarían culpables de agravios hasta entonces); 3) 14 años, que conllevan metamorfosis en el principio kámico (deseo); 4) los 21, donde tenemos cambios manásicos, se alcanza la adultez y debemos lograr raciocinio; y 5) los 28, que apuntan al desarrollo interior mediante iluminación búdica. En las otras cinco fases hay madurez y declive: de 35 a 42 años la espiritualidad debe progresar aún más; de 42 a 49 se consolida el quinto período (21-28) y así sucesivamente, dando lugar a la "segunda infancia" (63-70) que se caracteriza por un nivel más "candoroso", pero no irresponsable.
Los antiguos dividieron el cuerpo humano en siete áreas: cabeza, torso, estómago, dos manos y dos pies, y su existencia solía distribuirse en igual número. Los bebés tienen sus dientes al séptimo mes, y a los catorce aprenden a sentarse (2 x 7); a los veintiuno principian a caminar (3 x 7), hablan al cumplir veintiocho (4 x 7) y dejan de mamar a los treinta y cinco (5 x 7). Una vez alcanzados los catorce años (2 x 7) la persona empieza a formarse, y a los veintiuno (3 x 7) detiene su crecimiento.
Incluso en química vemos que los elementos se rigen por una ley periódica y el guarismo siete. Si se ordenan en grupos de acuerdo con pesos atómicos -como en la tabla por Mendeliev-, vemos que los constituyentes primero, segundo, tercero, etc. mantienen estrechos símiles en todas sus propiedades con los miembros de la serie ulterior. Además, en todo periodo las características generales de dichos elementos varían entre sí, con tasas aproximativas, hasta llegar al séptimo miembro de la "cadena", cuyos rasgos exhiben mucho contraste con el primero de la misma serie, y el inicial del conjunto posterior.
Por ejemplo, el cloro o séptimo del tercer arreglo se contrapone al sodio -primero en igual cadena- y potasio, el cual comienza la serie siguiente, pero éstos dos últimos permanecen relacionados. Así, con las diferencias entre los elementos iniciales y postreros, podemos esperar que el cuarto (verbigracia, silicio) tenga variación media y un rol transicional. Blavatsky señala que esto es normativo en disciplinas ocultas, porque si hablamos de globos o la estructura atómica, humana, animal, vegetal o mineral, el cuarto y séptimo componentes desempeñan funciones distintas en esos sistemas. Todo en el Universo, desde lo grande a lo pequeño, en su adelanto corpóreo y espiritual procede a fuero cíclico y septenario (DS, I, 585-86 nota al pie).
La Mensajera de los Maestros declaró que necesitaríamos una biblioteca íntegra para analizar todos los aspectos en que actúa la cifra siete. No sólo gobierna fenómenos vitales, sino también sonidos y colores, ya que existen ligámenes entre los siete matices básicos y la escala musical (el tono cromático de una octava es el mismo respecto a la sucesiva). Los principios humanos se conectan a un plano físico y de conciencia (incluidas sus fuerzas ocultas), como también planetas o razas. El poder de los ámbitos superiores es inmenso y causaría daños incalculables si se depositaran en manos erráticas. Este saber fue proscrito durante los primeros siglos de la era cristiana, porque otorga la clave de nuestra índole septenaria, y en ese tiempo la gente creyó en el ocultismo pero estaba moralmente corrupta, llevándole a la posibilidad de cometer los peores sortilegios.
El siete consiste en un "ensamblaje" de la tríada divina -humana y cósmica- y las cuatro fuerzas universales, lo que figuró en arquitectura sacra como la insigne catedral de Colonia. William Judge agrega: “Podemos captar el siete con holgura en temas 'inferiores' como las matemáticas, los días de semana, etc., pero dudo que una persona (...) con esta mente sin regenerar, perciba el hecho cuando se aplica a las cantidades desconocidas en la naturaleza superior”, aludiendo entre otros detalles a que nuestro Ego emplea siete conjuntos de sentidos para pensar, actuar y sentir en múltiples estratos de conciencia.
Parte 4, abril 2013
Los pitagóricos decían que todo individuo perfecto era un cuaternario-ternario con elementos materiales y sutiles, y también les encontramos en el número cinco, emblema del ser humano o microcosmos.
Makara (Capricornio) es el décimo signo zodiacal donde el Sol ingresa en el solsticio de invierno. En sánscrito, la palabra Ma equivale al guarismo cinco, y kara ejemplifica una mano pentadáctila, como también un pentágono; así, Makaram o Panchakaram significa "estrella de cinco puntas" que representa al individuo humano. Puesto que Manas es el quinto principio, la susodicha figura encarna más bien al hombre pensador y consciente. Kumara es anagrama de Makara con fines ocultistas, y aquel nombre apunta a cinco deidades solares que nos concedieron intelecto hace dieciocho millones de años, junto con el don de reflexionar y elegir. El signo está enlazado con el origen del “microcosmos” espiritual, y la muerte/disolución del Universo físico, o su paso a reinos intangibles, y además los Kumaras poseen vínculos con ambos (DS, II, 578-79). Es Manas lo que distingue a humanos de animales, y según el uso que le otorgue puede volverse peor que las bestias o superar ese nivel llegando a lo divino.
En el artículo “Numeral Five in Religion and Philosophy” (Bhavan's Journal, 31/12/2012), Satish Kapoor manifiesta que la cultura india engloba conceptos filosóficos, códigos morales y ritos abstraídos en péntadas. Por ejemplo, el conocimiento se clasifica en tattva (cosmología), muktiprada (aquéllo que permite la libertad del mundo material), bhakti prada (fervor), yaugika (enlace con lo divino) y vaishayika (objetos de deseo). También hay cinco elementos (bhutas) y otros sutiles (tanmatras), jnanedriyas (sentidos) y karmendriyas (órganos de acción). Algunos santuarios Shivalinga se asocian con ingredientes naturales: Prithvilinga (tierra) en Kanchipuram, Ablinga (agua) en Jambukeshwar, Tejolinga (fuego) oriundo de Arunachala; Akasha Linga (éter) cuyo enclave es Chidambaram, y Vayulinga (aire) en Kalahasti (Andhra Pradesh). El vedismo acucia que un individuo salde cinco deudas (panch-rina) con deberes obligatorios (pancha-mahayajna) respecto a dioses (deva-rina) cumpliendo sacrificios prescritos, con sabios (rishi-rina) asimilando consejos, a los padres (pitri-rina) por la vía de ritos expiatorios, hacia brahmanes (brahma-rina) ofreciendo regalos, y al prójimo (nri-rina) confiriendo hospitalidad. El código ético budista abarca cinco preceptos llamados panchashila, y el cálculo cronológico se establece mediante el Panchang o almanaque hindú, que incluye cinco partes.
La astrología india cataloga el tiempo en secciones fundamentales quíntuples o Panchang, y sus practicantes las utilizan para evaluar el auspicio de ciertas coyunturas y realizar horóscopos. Aquel término viene del sánscrito Panchangam, donde "pancha" es "cinco" y "anga" equivale a "miembro", aludiendo a parámetros del calendario: yoga, día (vaar), fecha lunar (tithi), constelación (nakshatra) y karana (medio día lunar), cuyos cómputos se basan en el Sol y la Luna, aparte de los nexos entre ellos.
En su manuscrito “Stars and Numbers”, Blavatsky afirmó que es rara la conjunción de dos planetas; de tres es aún más esporádica, y pasa a ser portentoso si vemos cuatro o cinco. En rigor, este último fenómeno se produjo hacia 2449 a. de C. cuando fue observado por astrónomos chinos, y no ha vuelto a ocurrir desde entonces. Los magos imperiales vaticinaron toda clase de infortunios y los siguientes 500 años conocerían muchos trastornos, guerras y cambios gubernamentales que llevaron al fin de la bienaventuranza en China.
El doce es otro número álgido; hay 12 meses en el año, igual monto de signos en la "faja" zodiacal, y la festividad religiosa Kumbh Mela (considerada la más grande a nivel mundial) denota un ciclo análogo. Existe el conocido mito del Samudra Manthan o “batido del océano”, en que los Devas (dioses) y Asuras (demonios) agitan el mar para conseguir el Amrita o néctar de inmortalidad. Según la fábula, Vishnu "concedió" el líquido a los Devas mediante engaño, lo que propició una "guerra divina" entre ambos bandos. Mientras continuaba la lucha y para protegerlo de fuerzas diabólicas, el recipiente se ocultó en cuatro áreas que fueron Prayag, Haridwar, Ujjain y Nasik. La leyenda cuenta que se derramó una gota en cada sector, contrayendo poderes místicos, y así el Kumbh Mela ("feria de cántaros") tiene lugar en uno de esos parajes. La fiesta se organiza de acuerdo con la posición de Brihaspati/Júpiter que tarda doce años en atravesar el Zodíaco, y el Sol, cuyo viaje dura uno, actuando como la "manecilla corta" y "larga" de un "reloj".
El ciclo Purna Kumbh Mela arranca cuando Júpiter se halla en Tauro (Vrishabha Rashi) y el Astro Rey bajo Capricornio (Makar Rashi), determinando la génesis mercantil en Prayag, y se repetirá cada 12 años cuando el "gigante gaseoso" vuelva a la casa del Toro. Después estos planetas ingresan en Leo (Simha Rashi), la ciudad elegida será Nashik y nuevamente luego de 12 años conforme al predominio jupiteriano en dicho asterismo. Continúa permaneciendo allí durante un año y el Sol se sitúa en Aries (Mesha Rashi), tiempo en que Ujjain acogerá la celebración. Para el momento en que el "padre de los dioses" visite Acuario (Kumbha Rashi) y el Sol al Carnero, la feria queda circunscrita a Haridwar y lo mismo si Júpiter entra en el undécimo signo después de 12 años. Prayag se engalana transcurridos 144, cuando Júpiter regresa a Tauro por duodécima vez, y lo cual correspondió a 2013. El Kumbha Mela habría sido un proyecto por Shri Shankaracharya -con la égida positiva de estos orbes- para que los sadhus (personajes beatíficos) se reunieran e intercambiasen puntos de vista, abordando doctrinas místicas y posibles reformas, mientras los peregrinos interactuaban con ellos.
Blavatsky contó en 1890 que el nueve era horrísono para los antiguos, pues la sumatoria de sus cifras arroja este símbolo de grandes metamorfosis cósmicas o sociales, y triste emblema de caprichos humanos, encarnando igualmente a la Tierra bajo controles malignos. El año previo totalizó el ocho, un número cósmico perfecto al representar el movimiento del Universo y además nuestra naturaleza animal. En Oriente los óctuples generan igualdad, orden y simetría en el cielo, que por egoísmo terrestre llegan a ser conflictos y disturbios. Los estudiosos de Cabalá dicen que el nueve corresponde a los actos generativos, de modo que 1890 reproduciría todos los males de la fase anterior y otros de hechura propia. Los antiguos tenían al novenario por "fisicalidad", y Platón enseñó que tres veces tres era sinónimo de materia bruta. El pitagorismo vertía que cada uno de los tres elementos que forman nuestro cuerpo es triple: el agua incluye tierra y fuego; el suelo alberga partículas acuosas e ígneas, y el fuego se templa por glóbulos líquidos y corpúsculos térreos que le sirven de base. Ello explica el origen del nombre “envoltura nonágona” dado a la materia (Lucifer, enero 1890).
Las supersticiones numéricas estilan basarse en episodios unidos a cantidades; algunas son "benéficas" o "perjudiciales" en función de su vínculo natural, histórico o religioso, si bien varias ideas pueden tener aflato en "golpes de suerte" y "desgracias fortuitas". Deborah Murrell sostuvo que la primera referencia al mal agüero del 13 data de 1852, pues se creía ominoso que existiera ese monto de personas en un convite o a guisa de acompañantes. Hasta hoy, las casas con un “13” en su dirección no se venden fácilmente, al grado que ciertos constructores lo omiten y reemplazan con "12a" ó "12 1/2". Incluso hay apartamentos y hoteles que no indexan un decimotercer piso. Una teoría se remonta a los siglos XVI y XVII, cuando las brujas se citaban en aquelarres de supuestos trece miembros. Otra hipótesis viene del mito escandinavo que retrata a Odín celebrando un banquete en el Valhalla para 12 personas, pero llegó Loki y asesinó al dios Baldur. Una tercera premisa apunta a la Última Cena de Jesús, en que participaron Él y sus doce discípulos. Para Murrell, esta cifra sería "desdichada" por ir más allá del doceavo o "número magistral", como apreciamos en los 12 meses, las 12 horas de día/noche o los signos astrológicos. Contrariamente y en el ámbito deportivo, el basquetbolista Wilt Chamberlain vestía la camiseta 13 y dijo que era presago sólo frente a sus rivales, siendo uno de los mejores contrincantes al anotar 4000 puntos en una ronda.
Parte 5 y final, mayo 2013
Blavatsky dice: “El número es una Entidad, como pensó el gran autor [Balzac], y al mismo tiempo, un Aliento que emana de lo que él llamaba Dios y nosotros el TODO; el hálito que por sí sólo organiza al Kosmos físico, 'donde nada obtiene su forma sino a través de la Deidad, que es un esfuerzo del Número". Esto alude a la jerarquía de poderes creativos que participan en la manifestación del Cosmos, desde el plano subjetivo al objetivo. Hay una clase de "Constructores" o "Masones invisibles" e inteligentes, que modelan la materia de acuerdo con el Plan Ideal previsto para ellos en la Mente Divina.
Platón enseñaba que "la deidad geometriza". En Notas sobre el Bhagavad-Gita, Robert Crosbie aseveró que desde el “punto” -cuyo centro está en todas partes y la "circunferencia" en ninguna- comienza a radiar y establece un perímetro, generando una esfera que limita la obra del “punto”; este sitio se prolonga horizontalmente y produce el diámetro, seccionando la "bola" imaginaria en mitades positiva y negativa, como base para acciones y reacciones. De modo similar, la magnitud vertical del punto forma una cruz en el círculo. Las líneas centrípetas y nucleares giran la esfera con líneas yacentes que van recíprocas, delineando la cruz ansada (esvástica) y el cuadrado interno. Luego tipifica los visos del cubo, el pentagrama y la estrella de seis puntas en el seno de este "globo".
El asunto es parte de la glosa del Viswarupa Darshan de Arjuna, o la Forma Divina que engloba todas las otras y actúa a modo de "espejo esférico", constituyendo un vistazo al mundo nouménico o arquetípico, donde todo lo manifiesto existe como abstracción. Así, una estrella de cuatro puntas indica el reino animal, o los seres que aún no despiertan su intelecto; un pentagrama connota la mente, al ser humano que no posee nivel de Adepto y el microcosmos o “pequeño universo” en su interior, reproduciendo el macrocosmos. Judge lo describe a fuero de "supremacía del entendimiento o espíritu" sobre la materia bruta, y si está al revés designa el lado oscuro y la muerte. El hexagrama representa el macrocosmos y consta de un “doble triángulo” blanco y negro; los europeos le nominan “Sello de Salomón” y en India “Signo de Vishnu” o Sri Chakra. La punta del triángulo blanco cimero refleja lo divino y su extremo inferior negro lo físico y burdo. Los ángulos bajos del polígono albo ilustran “el espíritu puro cayendo en la generatividad” o involucrándose en nuestro mundo fenoménico.
Dichas figuras trilaterales expresan que las parejas de opuestos surgen al Universo visible en términos de Espíritu/Materia o Purusha/Prakriti, y también oscurana/luz, calor/frío, placer/dolor, etc. Tanto el hombre como la naturaleza son trinos y sus aspectos son Cuerpo, Espíritu y Alma (medio "astral" o energizante que mora en el interior). Blavatsky añade que esto se resume en el triángulo equilátero, porque los mencionados principios se difunden por doquier bajo proporciones iguales. A su vez, estas facetas aparecen como tres "luces" o energías: creativa (infundiendo vida consciente), preservadora (labrando formas astrales desde la materia cósmica preexistente) y destructiva (materia física), que se aleja de la primera y conduce a tinieblas, desequilibrios y muerte.
Jeffrey Weeks, matemático neoyorquino, piensa que el Universo es comparable a una sala de espejos con 12 caras, y Subba Row lo explicita en "The Twelve Signs of the Zodiac”. Vimos que Makaram o Capricornio es el décimo signo del Zodíaco; la voz sánscrita Dasadisa o "diez lados" alude al trasfondo décuple en el Cosmos, y Row agrega: “Si tomamos los pentágonos como formas regulares (...) la hechura del universo material será, por supuesto, un dodecaedro, el modelo geométrico que imitaron los Demiurgos al construir el plano tangible” (ver DS I, p. 340), y al igual que el microcosmos (ser humano) concibe su Sthula Sarira sobre el Suskshma Sarira (arquetipo), el Macrocosmos encierra una parte burda (física) y otra sutil ("Luz Astral” o nivel nouménico).
Ciertos pasajes del Veda y los Upanishads insinúan que este "reino aeriforme" puede representarse por un icosaedro. Según Row y quien cita a Todhunter, podemos describir una esfera alrededor del poliedro y trazar perpendiculares desde el centro de aquélla sobre las caras, y luego extender esas líneas de modo que se encuentren con la superficie del "balón". Si unimos los puntos de cruce, tendremos un dodecaedro al interior, y mediante un proceso parecido es factible realizar justo lo contrario.
La geometría se define como el estudio sobre posiciones relativas de objetos y áreas, abordando las propiedades de puntos, líneas, superficies y sólidos. Los rosacruces denominaban "geometría viva" a todos los fenómenos cósmicos, y La Doctrina Secreta (I, p. 97) consigna que la Naturaleza crea pautas específicas. Primero apareció el tres o triángulo, y esto se corrobora en mineralogía, botánica y geología (II, p. 594); para la cristalización de sal en medios homólogos, las moléculas se depositan adquiriendo forma de pirámides o conos, y el fuego presenta igual apariencia mientras arde. Luego viene el cuadrado o cubo, que se aprecia en corpúsculos térreos. Cuando observamos cristales de nieve al microscopio, semejan "estrellas" hexaédricas dobles o triples, cuyo centro suele ser una "miniatura" del modelo mayor. Los primeros patrones básicos pudieron inferirse del orden celeste (I, p. 320), pues en todo asterismo sus luminarias muestran "esquemas de reparto". A medida que transitan alrededor del Sol, los orbes crean ángulos entre sí, lo que produce efectos particulares en la Tierra.
El número pi (π) ilustra el nexo entre la circunferencia y su diámetro, siendo de tipo irracional con dígitos perennes. Cuando una raya de cierta longitud (A) se divide en un sector grande (B) y otro pequeño (C), llegamos a un punto único donde la relación entre B (0,618) y C (0,382) es exactamente igual que aquélla entre la línea completa y B, haciendo que el ratio A/B y B/C sea 1,61803399 o phi, conocido además bajo el nombre de Proporción/Sección Áurea. Euclides la abordó en sus Elementos alrededor del 300 a. de C., Luca Pacioli con De Divina Proportione (1509) y Dan Brown (2003) la incluiría para su novela El Código Da Vinci. Se dice que este parámetro fundamenta las mensuras críticas en muchos animales, como los tramos anatómicos de hormigas u otros insectos, o espirales de conchas marítimas. El filósofo Heinrich Agrippa (s. XVI) cotejó al ser humano con el pentagrama al interior de un círculo, sugiriendo pistas de la proporcionalidad áurea.
Otro procedimiento es la serie Fibonacci, que empieza con cero y se le agrega 1; luego las cifras siguientes prorrumpen añadiendo dos anteriores, es decir: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, etc. Cuando cada monto de la serie se divide por su antecesor, aparece phi aproximado, y hay mayor exactitud cuanto más avanzamos. La tanda Fibonacci se repite a menudo en pétalos florales; verbigracia, los ranúnculos tienen cinco, lirios e iris tres, algunos delfinios ocho, caléndulas 13 y margaritas 34, 55 u 89. Incluso existen plantas que muestran dicha tasa en la estructura foliácea alrededor del pedúnculo.
La figura previa bosqueja un rectángulo áureo, cuyos lados están en proporción homónima. Al situar un polígono de esta clase con extremos “a” y “b” inmediato a un cuadrado con laterales de longitud “a”, produciremos un rectángulo similar, con una línea “a+b” y otra "a", con (a+b)/a= a/b= 1,618. Se especula que varias proporciones y fachadas del Partenón griego comportan ese modelo, pero algunos académicos no están de acuerdo. También la Gran Pirámide de Egipto parece encarnar el coeficiente en su base, altura e hipotenusa, mas es complejo demostrarlo porque no encontramos a phi en escritos egipcios antiguos. En épocas más contemporáneas, Le Corbusier centró su filosofía de diseño en sistemas armónicos, cuya fe en el orden matemático del Universo estaba muy adherida a los factores naturales ya descritos.
Blavatsky destacó la obra arquitectónica de Vitruvio Pollio, donde plasma las reglas proporcionales transmitidas en contextos iniciáticos, y sostuvo que en ellas hay un profundo esoterismo (DS, I, p. 208-209 nota al pie): “[Los profesionales modernos] pueden no haber[las] omitido por completo, pero añadieron suficientes cambios empíricos para destruir esas alícuotas. Es Vitruvio quien dio a la posteridad los cánones de construcción de templos griegos en honor de dioses inmortales”. Agrega que Pollio era iniciado y sus diez libros sólo pueden estudiarse desde el aspecto oculto. Los círculos druídicos, dólmenes o santuarios de India y Egipto también son herencia de arquitectos-sacerdotes.