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7 de octubre de 2024

Víctimas reales vs. falsas: ¿cómo distinguirlas?

Por Juan Álvarez, medium.com, febrero 2024


[N.del T.: a) véanse también: enlace 1/enlace 2; b) los acápites entre corchetes no forman parte del texto original].

En nuestra sociedad moderna y bizantina, la imagen del "desvalido" o la "víctima" adquiere gran envergadura. La aptitud de presentarse como blanco de una injusticia u opresión es un talante poderoso que puede influir en audiencias políticas, culturales y mediáticas, pero detrás de esta apariencia vulnerable e indefensa se esconde un territorio muy sutil en que lo verdadero se entrelaza con la manipulación.

Este sucinto artículo explora el cenagoso ambiente de la estrategia de victimización, desentrañando sus facetas, examinando sus repercusiones y aclara de qué manera puede identificarse a quienes la utilizan con malos designios.

Cuadro-resumen, taller “Truth, Reality and Opinion” por Juan Álvarez.

El artificio de victimización consta de figurar a modo de "presa" por injusticias o abusos, una táctica que emplean tanto individuos como grupos en diversas escalas de la vida social. Apelando a la empatía, solidaridad e indignación, quienes adoptan ese rol buscan ganar apoyo y afecto. Sin embargo, es necesario comprender que dicho método no es exclusivo de los verdaderamente oprimidos: muchísima gente se sirve de él para manipular, obtener dominio o incluso desviar la atención de sus actos cuestionables.

Las resultantes de victimización falsa pueden ser perjudiciales. En el ámbito político intensifica el extremismo y desencadena episodios de violencia; los medios comunicacionales siembran desinformación que tergiversa la realidad, y respecto al ambiente farandulero, aprovecha las emociones de seguidores como vimos en el caso de Amber Heard y Johnny Depp.

A pesar de las críticas que han recibido por sus posturas, famosos como Donald Trump y Russell Brand denuncian que los medios tradicionales los “censuran”, pero si analizamos el contexto más de cerca, se observan otros matices.

Durante su campaña de 2020, Trump se quejó con frecuencia de la parcialidad hostil de los medios en su contra; no obstante, esa narrativa se queda corta si ponderamos su enorme alcance en las plataformas Truth Social y X [ex Twitter]. Con millones de acólitos, él tenía un diálogo directo y sin filtros, eludiendo cualquier barrera percibida por sus oponentes. De esta guisa, la afirmación de "ser perseguido" suena hueca frente a su acceso sin límites a una vasta audiencia en línea.

De manera análoga, y pese a enfrentar críticas por sus opiniones provocadoras, Russell Brand [el "ícono caído de la izquierda británica"] mantiene una presencia sólida en los "reinos" digitales de YouTube y Rumble, que le ofrecen amplias cobertura y férula sobre la distribución de contenido, y asimismo una voz significativa más allá de los canales ortodoxos. Si bien el actor puede sentirse mal representado por ciertos medios, su capacidad para conectar con audiencias en sus propios términos socava los alegatos de estar siendo "reprimido".

Si bien la estrategia de victimización puede brindar ventajas temporales, sus consecuencias indeseables y trascendentes pueden desmantelar el tejido social. No es fácil reconocer a "propietarios" de este ardid, pero hay señales específicas. Quienes perpetúan esa conducta suelen focalizarse obsesivamente en sus problemas, buscando de continuo la compasividad o atención foráneas, y desplegando su "estatus" como moneda de cambio para obtener beneficios o evadir responsabilidades.

Es fundamental mantener un espíritu crítico y muy agudo frente a dichas narrativas, sin aceptar ciegamente representaciones mendaces. [A todo esto, agréguese el carácter cuasi-criminal entre varios "psicólogos" lambetas de equiparar el concepto de perseverancia con "obsesión por justicia", lo cual ilustra su "gran profesionalismo" para eludir hechos tangibles en la politiquería que defienden].


Si eres víctima real:

-Reúne evidencias de lo que padeciste o sobrellevaste: documentos, fotografías, testimonios, reportes, etc.

-Busca apoyo de amigos, familiares, terapeutas o abogados para obtener orientación y respaldo.

-Considera recurrir a profesionales para comprender tus derechos y seguir los cauces legales apropiados.

Para fines ventajistas [allá tú con la conciencia...]: Previo a utilizar este plan, asegúrate de haber recibido injusticias fidedignas, y evita exagerar o inventar historias, sincerando tus motivaciones.


Rasgos de las víctimas falsas ["chupasangres" del sistema]:

-Crean narrativas convincentes y sensacionalistas que les retratan como "blancos" de circunstancias o abusos, independiente de la verdad real.

-Inventan fábulas con atractivo emocional, resaltando sus "luchas" y "dificultades".

-Buscan plataformas o audiencias donde la simpatía y el apoyo estén más disponibles, y comparten sus mentiras estratégicamente.

-Construyen alianzas con personas o colectivos que agrandan su blablablá de victimización, otorgando mayor "gravidez" charlatanesca.

-Mantienen cierta coherencia en su representación de victimismo, evitando contradicciones que pongan la fama en peligro.


Para detectar a alguien que se hace la "víctima":

-Aplica criterios escépticos frente a quienes cotorrean de sus "desafíos", y se presentan con la tarjeta de "míseros" perpetuos [o hacen creer a la gente que "mi causa es vuestra causa"].

-Analiza si están empleando su condición "desvalida" para ganar notoriedad o beneficios personales.

-Busca patrones de comportamiento donde ellos exploten su rango "indefenso" para manipular a otros o evadir responsabilidades.


Para desmontar falsas narrativas:

-Cuestiona la validez de victimización difundida por particulares o grupos. Examina la evidencia y compara minuciosamente los asertos para descubrir incompatibilidades.

-Consulta otras fuentes y perspectivas para comprender mejor la situación. Interactúa con quienes tengan ideas alternativas, o pruebas contradictorias con miras a evaluar pamplinas victimistas.

-Fomenta la rendición de cuentas y transparencia, promocionando plataformas o iniciativas que prioricen la búsqueda de la verdad y hechos más precisos. Apoya el periodismo de investigación y los grupos que verifican datos independientes contra chorradas tendenciosas.

-Propugna diálogos abiertos y constructivos a fin de estimular críticas veraces y comprensión mutua. Genera espacios donde haya perspectivas múltiples, y participa en debates con reglas definidas para rebatir de modo contundente la victimización falsa.

-Promueve empatía y empoderamiento, destacando las experiencias y voces de gente que ha superado genuinamente adversidades o injusticias. Celebra la resiliencia y fortaleza ante los contratiempos, inspirando a rechazar victimistas ideologizados y aceptando la autonomía personal.

En definitiva, la técnica de victimización deja entrever síntomas molestos que exponen tanto el perjuicio verdadero como la manipulación calculada, lo cual nos permite discernir entre matices y resultados. El periodismo, en su función [no tan admirable ni 100% objetiva] de proteger la verdad y lo íntegro, tiene el deber de iluminar dichas sombras y contar lo real que se esconde en las narrativas propuestas, acercándonos así a la clave para preservar empatía y justicia verdaderas en nuestros países.

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[Si pasaste o te hallas en un contexto de injusticia flagrante, tienes los elementos demostrativos y tus propósitos son honrados, sé fuerte y que ningún excremento (anarco-) zurdifacho, "religioso" o neoeristucho secuestre tu dignidad. Que nadie ni nada te haga callar o persuada de hacerlo, y ojalá tengas el éxito y las compensaciones que mereces. Y si eres falsario (a) de victimización o cómplice pasivo (a), que se te devuelva toda tu maldad y sufras lo indecible todas las veces que sea necesario, porque no conoces otra forma de aprender].

5 de octubre de 2024

La patología del victimismo zurdifacho y hedonista


Es bien conocido el adagio por Marco Aurelio que sostiene: "Quien corre tras los placeres, no puede evitar cometer alguna injusticia". Muchos deseamos vivir y morir de buena forma, y en lo posible, inspirar a otros en su búsqueda de sentido vital. Al mismo tiempo, una horrenda mayoría no se interesa por aprender que estamos llamados a conseguir y practicar el criterio de la moderación, lo cual implica actuar siempre -y por sobre cualquier amenaza ideológica, incluyendo sus extremos perdedores- del modo más despierto, porque así lo exige nuestro sentido de conciencia natural, y el Universo del que formamos parte no suele funcionar en modo arbitrario. Y a pesar de ello, ¡con qué desparpajo esa manada de libertinos claudica a vivir de modo responsable y cae en el victimismo duopolista, por representar el camino más fácil! ¿Cómo piensa y vive un hedovictimastro? Veremos a renglón seguido algunos de sus comportamientos cíclicos.

Un hedovictimista suele pertenecer a cualquier oficio o profesión, y su objetivo es minimizar/exacerbar siempre la gravedad de problemas a nivel individual o colectivo, viviendo por tanto en rencores pasivos: todo le ocurre porque sí, haciendo que estos monstruos de avaricia y resentimiento seculares nunca asuman responsabilidad o autocríticas, o si las elaboran, proceden del modo más hipócrita o tangencial posible; tampoco "se equivocan" ni aceptan denostaciones merecidas, y sólo se nutren de la "compasión" y el "consuelo" de sus feligreses subnormales. Los hedovictimistas, prefiriendo no correr el riesgo de seguir el difícil camino medio, se pasan la vida en reclamos contra el malentendido hacia sus "libertades", que achacan como origen principal de obstáculos. Así, vemos que el "trabajo" de un victimista zurdifacho resulta muy conveniente pues no necesita apostar por nada que esté fuera de "lo establecido", que él mismo contribuye a edificar durante sus periodos de maldad premeditada.

Los hedovictimistas de duoimbecilidad lamentan no tener las oportunidades que "los otros" les bloquean (pensando "ellos sí se salen con la suya, y nosotros no"), pero son incapaces de construir una mentalidad propia, o les parece "insatisfactoria" para hacer algo realmente constructivo con sus vidas-soretes, por cuanto creen más juicioso (o "políticamente correcto") reprimirla o ignorarla. Piensan que los demás "les hacen la vida imposible" para llegar a ser lo que desean y pudieron llegar a ser, una oligomanía recurrente y autodestructiva que deviene su "aria" predilecta, venero de culebreos psíquicos y trasfondo de pseudo-existencia patética.

Un hedovictimastro comunidiota o capitalidiota (da igual el tipo de régimen) suele exhibir grandes medidas de conducta narcisa o paranoica, que encubre maravillosamente de optimismo falso o prepotencia petulante, de acuerdo con sus planes o el contexto donde les corresponda alardear. El primero de ellos se adscribe a una sensiblería extrema sobre lo que sus partidarios o enemigos "deben/deberían llevar a cabo" o "estar cediendo por ellos", y la segunda por un modo falaz de pensar y vivir: como su "sistema soñado" se ve en "tan malas condiciones" -o no puede concretarse- y esta gentuza fingida necesita "destacar" por ser una caterva de plagios bípedos y miserables, creen que lo mejor es polarizar más los problemas, renovar querellas y dárselas de "justicieros" denunciando el "pésimo estado" de la humanidad o sus países, para continuar insultando y responsabilizando a quienes, en su juicio pautado del establishment, son la causa de tantas opresiones y desgracias en sus trincheras.

También hemos de explorar su obsesión extralimitada por "justicia", lo que absurdamente bloquea toda instancia de debate maduro en la arena político-administrativa de nuestro tiempo. Esto se convirtió en la otra cara de su hedovictimismo comercial y animalizante, rehusando valorar las situaciones conflictivas en forma imparcial, y argumentando que "la culpa siempre es del otro bando", cuya solución pasaría por "transmutar" ese factor, pero casi nunca emprendiendo acciones coherentes ni razonables que perduren con el tiempo. Lo más obvio que apreciamos en estos adefesios repugnantes es su teatro contumaz de hallarse en "vulnerabilidad" recíproca, haciendo de ello su "convicción" para delinear el "discurso justiciero" que les otorgue una "eximiente". Incluso esparcen dicha perorata a otros detalles o facetas donde simplemente no es aplicable: por ejemplo, decir que "la religión/espiritualidad está en peligro por ciertas tendencias nihilistas y negacionistas", versus "la materia es el reino supremo y no hay nada más fuera de ella", mientras Helena Blavatsky ya consignaba en la década 1880 que las estulticias canónicas en el cristianismo parieron irremediablemente a los ateos sañosos e infantiles que hoy rebaten la putrefacción conceptual de aquéllas, sin que hasta hoy los actores comprometidos muestren voluntad de subsanar fechorías.

Cuando estos monstruos manipuladores se ven sobrepasados ante la cruda realidad, huyen de las consecuencias de sus actos o influencias y aplican ese patrón de pensamiento a otras áreas. Para ellos, el negocio multimillonario se sostiene gritando a los cuatro vientos que "algo o alguien externo" tienen que responder por su infelicidad, y no contentos con eso, infectan al resto de la gente a través de codicia y acrimonia sectarias, perpetuando la "neurosis culpabilista de oídos sordos" en familias, entornos laborales, jefaturas, sindicatos, relaciones de pareja y otros ámbitos. Lo fundamental es evitar a toda costa que más ciudadanos cuestionadores se atrevan a abuchear el espectáculo, pues entonces "los de allá arriba" se acogen al mantra de que "si el sistema es abusador contigo, es porque no te comprometes con la dicotomía que imponemos".

En conjunto, esos detalles preparan el terreno para saturar los medios comunicacionales con actitudes pseudocontestatarias que exigen "cambios foráneos" o a "nivel mundial". El objetivo de mayor relevancia es bombardear a los receptores con premisas ético-morales birladoras, de tal guisa que terminen considerando todos los problemas más urgentes como meros "errores" o "falencias", y que "no hay en absoluto ninguna voluntad de dañar"; es decir, las obligaciones de honor incumplidas por sedicientes "autoridades" o sus influencerdos pelotilleros se traspasan a la ciudadanía, y en esta labor es crucial el apoyo de un ejército de psicolobastardos condicionados con fobia a la parresía, que tan bien inculcaran los pioneros del cinismo filosófico y sus continuadores modernos. Estos malnacidos, pazguatos y rancios útiles del prostipolio político, al permanecer alejados de la honestidad, esperan entonces que si los demás les otorgasen lo que anhelan, o fueran objeto de mayor "compasión", nunca les darían motivo para iniciar discusiones o pleitos, etiquetándose mutuamente de "tacaños", "envidiosos" e "inoportunos".

El enfrentamiento entre obsesiones hedonistas o de falsa espiritualidad suele rendir personas muy torticeras con los demás o consigo mismas, incluso cometiendo delitos de múltiples niveles. La trampa de su lloriqueo victimista es hacernos creer que, como están en un rango polarizado de "desventaja" y no quieren abandonar la inoperancia en puestos de mando, justifican su "privilegio" a tratar con desprecio toda iniciativa de conciliación honesta y moderada. Es imposible que estos "justicieros" de microtestículos/microvarios e improvisadores de "certeza absoluta" y dicotómica sean sólo "ignorantes" atrapados en delirios, incluyendo la mencionada tropa de psicolotipejos entrenados en la moda del "blanco/negro", y no por las "razones" que elucubran, sino porque están habituados a la autocompasión enfermiza por sus inseguridades y frustraciones vomitivas, regándolas como orina a guisa de pretextos para demorar una y otra vez la consecución de metas más nobles.

Los manyaorejas zurdos y fachos, sumidos en el hedonismo antieutrapélico, tienen por costumbre pasar del análisis a la rutina podrida del prejuicio; es más, su "razonamiento" está concebido o diseñado para autoconvencerse y sermonear a las masas de que "lo más importante y sublime es lo que se nos antoja hacer, ahora y ya". A esta clase de bestias podríamos ilustrarla con un refrán de María Zambrano: "Todo extremismo destruye lo que afirma". Siempre es posible hacer algo que no esté dictado por semejantes prostitutos de facilismo, incluso en situaciones extremas, como muestran los ejemplos de quienes han sabido -y saben- afrontar eventos aciagos de manera sobria y con plena confianza en los dictados de su temperancia disciplinadora. Los hedovictimistas escogen, no obstante, vivir en calidad de verdugos falsos y maníacos, lo cual les permite compararse constantemente, envidiar, calumniar o pisotear. Diseccionan los errores de otros, pero tampoco actúan de conformidad con principios éticos universales, quizás soslayando que los electores u oponentes les retribuyan con el mismo mal que tanto temen. El hedovictimista bipolar encarna el modelo de despojo humano que encubre sus fracasos -o traspiés- porque opta directamente por culpabilizar a las "fronteras enemigas" y renuncia a construir armonía en su vida, sin controlar sus pasiones animales, vericuetos literatuchos o paranoias asalariadas.

El mayor equívoco de la actitud hedovictimista es su visión antojadiza de la vida. En el fondo de ese tártaro espumante, las arpías de esta calaña no creen en liberarse de la egolatría ni en el deber que tiene toda persona de dominar sus impulsos salvajes, menos aún la posibilidad real de sobreponerse a las malas experiencias o enseñanzas falaces provenientes del sistema o su entorno inmediato (familiar, educativo, económico, político, etc.), lo cual surte graves efectos en el plano personal. A su vez, cuando dicho enfoque logra una injerencia más amplia -tanto en Occidente como Oriente-, produce angustia, resentimiento e insatisfacción a escala social, y es precisamente esto lo que sirve de carga en los disparos de furcios doctipalurdos contra los individuos más perceptivos y honrados que se niegan a rendirles pletesía. Un caso especial son algunos "pedánticos" y lloricas chingones referente al alza de votos nulos en comicios, calificando el descontento neutral de "antirepublicano", "antidemocrático" y hasta "incivilizatorio".

Ante ese panorama, es necesario recordar que el hedovictimismo es grosero para quien está convencido de que nada ni nadie, ni siquiera las sabandijas demoníacas con tufos "libertarios" y de cualquier tribuna similar, puede impedirle ser o vivir de modo conscientemente autónomo, en estrecho vínculo con su sentido ético. Nada ni nadie puede sustraerle la libertad más radical y profunda de menospreciar y combatir la obsesión por lo material u otro tipo de fanatismos, muchísimas veces disfrazados como "credos respetables", y de tomar decisiones o juzgar por sí mismo incluso con violencia razonable de palabra u obra. Empero, cuando los hedovictimistas duopólicos se consideran "encarcelados" por la "irresponsabilidad" o "inmadurez" de sus adversarios, no demuestran intenciones de ejercer dicha autonomía, negándose a aceptar y gestionar el caos cotidiando generado por ellos, y así pretenden "aleccionar" mediante rebeliones y llantinas por lo que denominan "injusticias" provenientes del bando antílogo. No les conmueve la idea de convertirse en personas de bien aceptando las dificultades en su extensión real ni sacar de ellas las mejores enseñanzas posibles, y en su lugar se autodestruyen y denigran más porque no asumen esos obstáculos "injustos" sin afrontarlos en la verdadera libertad que sólo ofrece el vilipendio perdurable y furibundo a la codicia y el sensorialismo, sean cuales sean sus variantes.

Para vivir libres de coerciones materialistas, es necesario aceptar y estudiar el origen de todo desequilibrio humano, por más incómodo que pueda parecer. Los extremos idiotas del optimismo/pesimismo nunca han enaltecido a nadie en el largo plazo -excepto los bolsillos de tiranos bipolares y estercorarios-, inhibiendo permanentemente la mejoría o transformación eficaces de sociedades, instituciones o países. Quejarse por caprichos personales o grupales que pierden fuerza o interés es uno de los actos más ridículos y fútiles que pueden existir; de hecho, hoy es una forma "aceptable" de autoamargura, y de ese modo los hedovictimastros del "mal menor" tienden a corroerse por quebrantos "representativos" de generaciones enteras.

Los chupadores crónicos del duopolivictimismo son miedosos de primera, al no reconocer los errores o adversidades engendrados en su ignorancia comodona, sin admitir necesidades y obligaciones de crecer o madurar. En su soberbia infinita se creen "resistentes", olvidando que desde los grandes males pueden emerger provechos impensados, toda vez que las partes implicadas abandonen sus cárceles sensorias y de onanismo mental. Esas facciones podrían aprender mucho unas de otras, pues les permitiría actuar más allá de sus límites auto- o interimpuestos, en lugar de quejarse, culparse y victimizarse en la arena del hedonismo abyecto. Si estos gorrones despechados adoptaran esa óptica, se sentirían incluso agradecidos con sus oponentes y las situaciones creadas de mutuo infantilismo. Pero por desgracia, aún hoy vemos que el aprecio genuino es lo más contrario a la babería hedovictimista del rameropolio, una enfermedad que no conoce sitio en la riqueza interna de toda persona que transite el camino del refrenamiento, la agresividad ética y el realismo antimanipulador.

Aquila in Terris


10 de septiembre de 2024

Oye, prostisofista, ¡nadie te debe nada!


Por todas partes encontramos sabandijas "espirituales/altruistas" o "incrédulas" que con una mano promueven y perpetúan injusticias o desbalances en pos de sus interese$ creados, y con la otra seducen mediante discursos de "tolerancia", "amabilidad" y "lucidez". Esta clase de monstruos (anarco-) zurdifachos no logra dominar sus mentes-emociones desequilibradas, con anclaje obsesivo en el pasado y futuro, y se repleta de especulaciones oscuras, miedos e inseguridades por muchas formas de rencor, ya sean motivadas en dictaduras, guerras civiles, expropiaciones, crímenes de lesa humanidad, malpraxis o teorías conspirativas, amén de sus estrategias para hacerse daño mutuo o anticipar movimientos.

No desean que les examines ni analices sus móviles sórdidos, ni ates cabos para entender cómo se las arreglan al objeto de continuar sus piruetas manipuladoras. Lo que más les agrada es romantizar o condenar en un modo fanático la "riqueza" o "pobreza" materiales, desdeñando por completo el escarmiento histórico de mucha gente acaudalada que terminó en miseria, puesta en prisión o muriendo a manos de delincuentes, y otros tantos ex-menesterosos (o los típicos "don/doña nadie") que "llegan arriba" y pierden su prestigio o bonanza, todo en nombre de los VICIOS que les condenaron merecidamente a esos destinos... por ser haraganes de consciencia.

Semejantes pelagatos son el origen real de la psicopatía bipolar y ultramaterialista que afecta a millones de personas en todo el mundo, haciendo de las redes sociales su medio favorito para conseguir "admiradores" o "ayudantes". Toda su perorata de monomanía la centran en el falso "equilibrio" entre materia-espíritu (tal vez ellos vivirán en ambientes perfectos, quién sabe) y socavado por ellos mismos, pero son los primeros idiotas en hacerse las víctimas cuando alguien o algo les hace daño o expone sus mentiras. Son ellos los responsables de esclavizar con ojerizas premeditadas, sádicos infernales que encuentran gozo en ventilar sus psiques tormentosas y buscando apoyo de pelmazos útiles en todas las clases sociales.

Durante siglos, muchas "autoridades" religiosas y políticas (incluyendo cómplices) se esmeraron intencionalmente para hacer que la educación ética no fuera parte del desarrollo humano íntegro, y en vez de eso instauraron dogmas a sangre y fuego, retrasando en cada oportunidad el avance correcto y armónico de nuestra especie. Hoy están pagando las consecuencias, y seguirán rindiendo cuentas carísimas, no obstante sus "consejos-tapadera" de practicar "relajaciones", "introspección contemplativa" o "emplazamientos inconcusos" que siguen estando dentro de marcos fisicalistas y "balsámicos".

Es una vergüenza mundial que las tendencias místicas más "importantes" sean todo un ejemplo de acobardamiento en su cometido, vendiéndose al (anarco-) zurdifacherío cortoplacista. De esta forma, es evidente que muchísimas "personas", a pesar de elegir torturarse con mentes/sensaciones desbocadas (propias o foráneas), no tienen las agallas de hacer sacrificios para alcanzar la verdadera felicidad, repitiendo ciclos de perfidia como su "herencia más sublime" para las generaciones venideras.

Ahondemos un poco más en las "cualidades" de estos holgazanes e inmaduros. En general, podríamos distinguir tres tipos de lamesuelas pro-sistema:

a) Gandules éticos. Siempre utilizan los conceptos de bien/mal con fines malévolos, encasillando de "maniqueos" a los individuos más atinados que saben poner límites. Se sabe que los psicópatas politicastros y terminales (es decir, quienes ya perdieron todo nexo interno con su consciencia) se comportan con fingimientos para atraer secundantes, y suelen alardear de mucho carisma, cometiendo sus salvajadas toda vez que las presas no oponen resistencia.

Apenas olfatean que están siendo descubiertos, dichos soberbios y lamepatas con ínfulas de "impermeabilidad" despliegan el rol de víctimas a su antojo. Esta clase de charlatanes suele imponer su "ética a la carta", fluctuando entre amabilidad y prepotencia, y como creen vivir en un mundo "hecho a la medida", nunca admiten su parte de responsabilidad toda vez que son objeto de humillación o burla merecidas. Por ende, sus seguidores "deben" consentirles y los demás son "perversos". En pocas palabras, se revisten con una falsa autovalía porque tratan de convertir a otros en forofos de arbitrariedad.

También les da igual mentir o tergiversar con miras a "ganar discusiones" (cuando en realidad las pierden desde el comienzo). Uno de los ejemplos más insolentes y tóxicos es el cacareo mediático en torno a los mal denominados "debates electorales", cuyos representantes comodones apelan todo el tiempo a exaltaciones brutas y bajos instintos en los consignatarios.

b) Pelafustanes emocionales. Al tenor de múltiples observadores, esta puede ser la plaga de mayor incidencia actual. Probablemente la mejor clave de su "éxito" consiste en una búsqueda enfermiza de aprobación, pero que a la larga resulta en un total fiasco. Es muy curioso que cierta manada de psicopatrañeros e influenciadores bi-mamelucos de "todo-perfectismo" asegure "estar satisfecha con su vida y circunstancias", aun cuando se obsesiona a diario con cumplidos ajenos para adoctrinar en sus "credos infalibles". Se nota a leguas que su "verdad absoluta" los tiene "muy complacidos"...

Muchos personajes de inodoro, trastornados y narcisos se deleitan infligiendo desasosiego, creando polémicas descontextualizadas o baladíes, y cargan siempre los malentendidos en otras espaldas. Por eso, no es verdad de que "asumen el control de sus dichos o actos", ignorando con excusas de toda laya lo que sus audiencias comprenden o interpretan. Según ellos, "jamás se toman nada personal", pero viven dando explicaciones no solicitadas, por cuanto les calza bastante el dicho "tirar la piedra y esconder la mano, es de villanos".

Otra subespecie de flojos excrementales la componen los sensibleros incurables que no asimilan otros vericuetos de realidad y huyen del orden ético, viviendo encerrados en sus constructos ególatras y repartiendo tufos victimistas de "alegría" o "tristeza" a dondequiera que vayan. Tienen mucha experiencia en melodramatizar con perdones facticios y prejuzgando aquéllo que les genera menos éxtasis sensualista, en aras de su "inteligencia emocional" y "superior" al resto. Así, terminaron por infectar todos los principios valóricos en las "religiones" y el cinismo colorido "Nueva Era", involucionando con gravedad paulatina hacia lo que algunos llaman "supermercado místico", y también la dictadura de "compasión babienta", pues hoy por hoy casi nadie se atreve a poner el dedo en la llaga promoviendo instancias de diálogo responsable y cristalino para localizar o expulsar elementos pútridos.

Asimismo, y referente al tipo previo, esta banda de facilones "ilustrados" nunca acepta intercambiar ideas ni aprender con transparencia, menos todavía si se trata de contextos públicos, porque necesitan el apoyo y las órdenes contumaces de sus dueños bajo el más turbio secretismo. La espontaneidad para ellos no existe; lo más apremiante es fingir las poses, siempre maquilladas de acuerdo con sus objetivos infames.

c) Zánganos mentales. El caso más difundido actualmente es la paranoia conspirativa entre zurdeques y derechistoides ociosos. Uno se pregunta cómo pueden llegar a esas cotas de vagancia adictiva, siendo que es innecesario especular cuando en nuestros trabajos, familia o vida social hallamos tanto gente mala como bienintencionada. Esto recuerda mucho a un artículo que compuso William Judge en la revista teosófica The Path, para un lector que inquiría cómo reconocer magos negros en la cotidianidad. Judge fue lacónico y directo: si no tienes motivos para convertirte en uno de ellos, entonces no te servirá de nada saber los pormenores, pues semejante atrae semejante. De esta manera, las paranoigallinas son auténticas buenas para nada al discernir entre conocimiento provechoso e inútil, creyéndose "paladines" de misticismo y, obviamente, anhelando que todos los extraterrestres e "Illuminati-satanistas" sepan de su actividad, por ser muy peligrosos e intocables al poseer la "certeza definitiva". Quizás varios youtubers o tiktokianos podrían agradecer sin ambages ni rodeos a sus "enemigos de la Matrix" por dejarles la lengua enterita... si es que antes no se les cae o enreda para candidatearse a un trasplante, pobrecitos.

También hay que mencionar su especial predilección por la estulticia del "mal menor", no obstante sus arengas llenas de "fraternidad" en ocasiones concretas. Esta es la causa de que ventilen contenidos para atosigar audiencias/lectores, cayendo en permanentes incongruencias conductuales y reflejando su pereza de mantener hilos discursivos o argumentos sólidos, haciéndose los melifluos o dominadores según corresponda a las instrucciones o pagas recibidas. Esa característica los lleva sutilmente a desplegar orgullo intelectual/pedantería y disonancia cognitiva cuando se les presentan hechos o constancias que remecen sus estructuras demoníacas.

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Es tu condena diaria creer a rajatabla que tu "izquierdita" o "derechita" de burdel te deben otorgar "decencia" o una "buena imagen", ya que no fuiste capaz de creártelas por ti mismo (a). La premisa más desafiante en ello es aceptar, desde una postura adulta, que tu papi-mamistema sólo te enseña los vicios que conoce, y nada más. Por lo tanto, y conforme vas creciendo, forjarte los principios y autonomía valóricos que te faltan son sólo TU RESPONSABILIDAD, y SÓLO TÚ debes proporcionártelos. Dice una sentencia que "no eres culpable por la programación venenosa que te inculcaron en tu madurez de pacotilla, pero como grandulón (a) y viejo (a) que eres, te haces 100% consciente y metódico al buscar soluciones".

Los anarco-zurdifachos mediáticos, superficiales, de mala vida y peor muerte se tornan más que ridículos ante la existencia mundana, cada vez que asumen el papel tenaz de rezongones por "lo mal que actúan" otros, o pensando que "podríamos estar mejor si se extinguieran -o nos hicieran caso- aquéllos del frente contrario" para obtener "más reconocimiento o aprecio".

Estos infantes bravucones, deschavetados, cotorrientos y básicos no ganan dinero honradamente, no tienen habilidades de crear ni mantener familias, y tampoco hacen lo necesario para ejercitar la confianza en sí mismos, sin apoyarse en las muletas dicotómicas del papi-mamistema. Un niñato como éstos siempre espera que aquél haga todo con tal de "no sentirse perdido", por cuanto su único destino es bloquearse o padecer estancamiento a todo nivel, y de aquí la fanfarronería de "tapar sus vergüenzas" dándoselas de "intelectuales", mostrando desesperación por "regalar" su "bondad" y que todo el mundo les aplauda. Los ñoños malcriados detestan la frialdad racional y el análisis en perjuicio de ellos, al ser indignos de la "almohada perfecta" que les aguante el peso de su "conciencia" manipuladora.

Seamos claros: si ya tienes la edad suficiente, NADIE está obligado a echarte crema en el trasero ni disimulártelo con billetes cuando te deshonren los del "bando antílogo", y ahora la responsabilidad de CUESTIONAR y RENUNCIAR a tu pantano calientito es sólo TUYA. Lloriquear por chupetes ideológicos y falsos paradigmas es de vagos "cuchi-cuchi", pedorrientos hechizos y envidiosos de neuronas. Los fuertes jamás demuestran ni sienten compasión por gente diabólica, venga de donde venga, arropada con el pellejo ovino y cagueta de lo "políticamente correcto". Ciertamente y desde esa óptica, es "muy inspirador" vivir con miedo y resentimiento bajo un disfraz de "autoestima" y arrastrándote con clichés.

Ambos lados -y sus extremos- se la pasan sufriendo en un masoquismo patológico, y esperan que sus "amos todopoderosos" les brinden todas las energías o pautas para sacarlos de la desgracia personal. Es evidente que jamás apreciarían la ayuda de personas realmente amables, porque dependen de traiciones, malquerencias y una serie de delitos que continúan impunes. No tienen la iniciativa para levantarse y seguir un camino de libertad honesta, y en su lugar gimotean por "trabajo" a esperpentos individualidiotas/colectivimarranos. Lo que les obsesiona es camuflar su dolor, limosnear al poder establecido o clandestino, y armar rabietas por todas las circunstancias en que "nadie escuchó su gimoteo sincero" al negarse a quemar puentes o averiguar caminos alternativos de bienestar.

Nadie os debe absolutamente nada, filosoretes y odiosos remunerados de cuarta. No tenéis derecho a nada sólo por existir, pues ¿para qué querríais vivir con seriedad si en el fondo sentís que muchos aspectos "no funcionan", aguardando que otros acarreen el peso de vuestros desencantos y "errores"? Lo mejor de todo es que más personas los ignoran, y el "espejito de proyección" no servirá de nada en el juicio inclemente que hará la posteridad.

Aquila in Terris