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22 de octubre de 2024

Los subjetivistas depravados y su complejo de inferioridad moral


Desde hace tiempo, la internet ha devenido un pozo sin fondo de "influenciadores" y atrevidos de izquierda/derecha victimistas (o extremas) que se apoderan de la frase por Sócrates "sólo sé que no sé nada", al objeto de "educarnos" respecto a qué es aceptable o no en términos éticos, con tal de ganar o mantener séquitos o propensiones ridículos. Es más, su "ignorancia pulcra e irredargüible" los lleva a concluir que "ética" y "moral" son "idénticos", tratándose incluso de "expertos" en psicopolitiquismo que debieran conocer la distinción sin mayores problemas.

Varias entradas del blog -y otras fuentes anexas- ofrecen pruebas del carácter místico o paranormal de ciertas facultades humanas, que ponen en gravísimo entredicho las quimeras pseudoincrédulas supresoras del cuestionamiento válido y frontal hacia el materialismo más bruto, o en su defecto el estado decadente en las "religiones" expuesto por la Teosofía Genuina, lo cual engloba al vertedero salivante y poco provechoso de la "Nueva Era", haciendo salvedades honoríficas.

La Ética como tal tiene un origen metafísico, experimentado sólo por individuos valerosos y dispuestos a enfrentar y eliminar el germen psíquico de sus condicionamientos deletéreos y aquéllos de la "sociedad" que los avienta sin ningún escrúpulo. Se equivoca de plano quien piense que la espiritualidad real es siempre "deleitosa", y en ese contexto resultan curiosos y risibles los arrebatos entre pánfilos neo-lagrimeristas que promulgan "todo es válido mientras te proporcione placer espiritual", en contraste con las ordalías a que se someten voluntariamente los candidatos al chelado teosófico.

Antes de seguir, es necesario aclarar que, como se desarrolla hasta cierto punto en otros artículos, las pendejerías tiránicas en boga del "objetivismo" y "subjetivismo" no tienen cabida ni importancia en estudios teosóficos serios, pues en realidad éstos alientan una conciliación prudente de ambos sistemas, de acuerdo con el examen de hechos históricos o contemporáneos que incluso puede descubrir o analizar cualquier investigador imparcial. Digamos también de paso, y bajo esa óptica, que la hipocresía "nacionalista" en miríadas de esquizotípicos que juran "amar su patria" se sustenta en aquella pugna inservible, carcamal y depresiva que sólo acucia malignidades.

Veamos algunas características de estos patrañeros ultrasubjetivistas (anarco-) zurdifachos y mentirosos desdeñables:

-Todo el tiempo les mueve la envidia, incurriendo en tragantonas de generalizar conceptos o despreciar problemas específicos. Su miseria queda al descubierto cuando acusan a otros de "superioridad moral", pero a buen seguro son subjetivistas extremos (ya sean materialistas "rogelios" o misticoides "momios") que al funcionar con agendas preestablecidas NO tienen seriedad, y menos la honradez de poner a prueba sus "conocimientos" en debates racionales.

-Los comepañales antojócratas se resisten a madurar, culpando a quienes les ponen contra las cuerdas debido a su prontuario "honesto". En esencia, la "superioridad hipersubjetiva" se fundamenta en percepciones distorsionadas de lo "bueno"/"malo", exaltando de forma histriónica las disimilitudes en perspectivas éticas.

-Exhiben grados misérrimos de autoestima, pues la "resiliencia" con que enfrentan problemas en la cotidianidad es completamente falsa, adhiriéndose a escudos ideológico-emocionales prefabricados que intentan paliar su estrechez total de valor humano. De esta guisa, consideran que el sentimiento de "ultrablandeza conceptual" les da "carta blanca" para construirse una "atalaya social" denigrando o tergiversando hechos verídicos en todas las áreas disponibles.

-Se desviven por camuflar altos niveles de ignorancia buscada y encontrada, y al ser incapaces de admitir su condición falible, necesitan sobresalir en una cultura mediocre al instigar o "perfeccionar" el cochambre de pamplinas o masturbaciones cerebrales que inundan al neoerismo ñoñero y otros ámbitos.

-No tienen el valor de adquirir compromisos estables, y en consecuencia tampoco son de fiar, cubriéndose de jetonería cuando intentan aprovecharse económica o políticamente de males extendidos, sin jamás escarbar en su raíz verdadera y que se encuentra más allá de conceptos duales y fisicalistas impuestos de manera violenta por casi tres siglos.

-Muchos se pavonean de "enseñantes", sin importar su área de "trabajo", y se cierran a verdades parciales o perspectivas más valiosas, porque éstas revelan su miseria interior y a la que se esfuerzan por reprimir o contagiar por todas las vías posibles. Su guarrada mental se evidencia cuando por un lado se convencen de que "una crítica muestra la 'insatisfacción' (???) de quien la hace", y por otro se creen "superiores" al denostar el rigor ético en contextos graves que a todas luces ameritan dicha postura. En otras palabras, esta categoría de antisinápticos huye a perpetuidad de su marasmo interno, repleto de contradicciones y desperdicios especulativos, cayendo en el charco de adversarios "hiperobjetivistas" y deviniendo paranoicos, irresponsables, incoherentes y plañideros fracasados.

-La estrategia desesperada por el "subjetivismo moralizante" y pseudo/antiespiritual es un recurso perspicuo de agresividad psicológica, buscando aplausos al imponer "valores" o "principios" que son compartidos sólo a nivel politisectario, y así sus actitudes bajunas son admiradas y defendidas por salvajes con hedonismo terminal. Un aspecto común entre estos mafiosos de "inteligencia sublime" es el pretexto de "buscar armonía en el mundo", ya que al forzar sus "estándares" en los medios creen "separarse" de lo "malo" (deber ético) que condenan o critican, demostrando su profunda insatisfacción y ceguera a otras formas lógicas de abordar esas coyunturas.

-Los bebecitos alérgicos a poner límites (excepto cuando les obstaculizan sus planes) ventilan consejos de "bienestar" ya sea en espiritualidad o "psicolunatismo" y sin que nadie los solicite, demostrando su autofilia indiscutible. Se sienten poseedores de una varita mágica que les confiere el "poder" de un juicio "más compasivo" e "hiperflexible" según los esquemas artificiales que dictan. Los chafandrines mohosos del "sujeto" u "objeto" no necesariamente ocupan cargos de jefatura o similares, pero sí buscan que su discurso malabarístico e intragable sea adoptado por el "motivo incontrovertible" de que "nadie más tiene la verdad" que ofrecen.

-Si bien en algunos casos la palabra "moralizar" se reviste de acepciones peyorativas por quienes abusan de este concepto para proteger intereses malévolos, en general los diccionarios también apuntan al significado de "pensar o debatir sobre un asunto con el fin de enseñar buenas costumbres", y es justamente ese detalle lo que no entra en el "raciocinio honesto" del espectro (anarco-) zurdifacho. No quieren intercambios cristalinos, pero se sienten con la ufanía de pautear o dosificar su conocimiento-basura y promover desequilibrios. Entonces, sus armas preferidas son el miedo y la coerción para controlar audiencias y reducir las posibilidades de ser descubiertos en mentiras, jugando con actitudes de asenso, negativa o insultos gratuitos.

La única instancia donde puede condenarse el moralismo sospechosamente irracional y exagerado es cuando quien lo esgrime es sorprendido en los defectos que vitupera. En caso contrario, todo particular de "lengua filosa" deberá considerarse creíble y veraz, mientras no pueda comprobársele responsabilidad propia o compartida en los problemas que ataca, en especial si puede dejar constancia de su estatus, intenciones y argumentos.

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EQUILIBRANDO DERECHOS Y DEBERES

Asamblea presidida por Helmut Schmidt
20-22 de abril de 1997, Viena, Austria
(https://www.interactioncouncil.org/universal-ethical-standards).

Los frutos de este trabajo fueron resumidos por los profesores Thomas Axworthy, Kim Kyong-dong y Hans Küng. Éste último confeccionó un primer borrador muy útil al objeto de iniciar el debate, y además se hicieron recomendaciones al presidente de la instancia, Andries van Agt y Miguel de la Madrid. Oscar Arias, miembro del Consejo que no pudo estar presente, contribuyó con un documento sustantivo y muy valioso (...).

Es muy oportuna la presteza del Consejo InterAction en favor de una Declaración Universal de Responsabilidades Humanas. Aunque hemos venido hablando de derechos -y el mundo ha progresado bastante en su reconocimiento y amparo internacional desde que Naciones Unidas adoptó el canon genérico en 1948-, llegó la hora de emprender una búsqueda igualmente crucial en cuanto a obligaciones.

Este énfasis es necesario por múltiples causas. La idea es nueva sólo en algunas regiones del mundo; muchas sociedades han concebido los tratos humanos bajo una óptica de obligaciones o sentido comunal más que de facultades, lo cual es cierto en términos prevalentes, por ejemplo, para gran parte del pensamiento oriental. Entretanto y al menos desde la Ilustración en el siglo XVII, Occidente viene subrayando conceptos de libertad individual. El hecho de que se haya redactado una Declaración Universal de Derechos Humanos en lugar de otra que defina compromisos, bosqueja el escenario filosófico y cultural de los redactores que, como es sabido, representaban a las potencias occidentales que salieron victoriosas de la Segunda Guerra Mundial.

El concepto del "deber" también sirve para equilibrar las ideas de libertad (derechos) y responsabilidad (obligaciones); sin embargo y a pesar de esta diferencia, ambas son interdependientes. La segunda, como peculiaridad ética, actúa a guisa de control natural y voluntario de su contraparte. En cualquier sociedad, la autonomía jamás puede practicarse sin límites, y cuanto más independientes somos, mayor es la responsabilidad hacia los demás y nosotros mismos. Cuanto más talento poseemos en algún área, mayor es la obligación de desarrollarlo al máximo, alejándonos de una libertad abúlica y dando espacio a otra que estimule un carácter participativo.

Lo contrario también es cierto: a medida que practicamos responsabilidad, aumenta la libertad interior fortaleciendo el carácter moral. Cuando aquélla nos presenta diferentes opciones de actuar, incluida la alternativa de hacer bien o mal, un fundamento valórico responsable garantizará que prevalezca lo más auspicioso.

Por desgracia, esta relación no siempre se entiende claramente. Algunas ideologías otorgan más peso a lo individual, y otras se concentran en un compromiso inquebrantable a nivel colectivo. Sin un balance adecuado, la independencia sin márgenes es tan peligrosa como la responsabilidad social impuesta. La libertad económica extrema y la codicia capitalista han producido grandes arbitrariedades, al tiempo que se justifica el agobio cruel de prerrogativas básicas en nombre de intereses grupales o idearios comunistas, y ambos extremos son incompetentes. Con la desaparición de la Guerra Fría, el mundo parece estar más próximo al equilibrio entre libertad y responsabilidad, no sin antes superar muchos obstáculos.

El Consejo InterAction sostiene que la globalización económica va acompañada por otra que extiende los problemas generales. Puesto que la reciprocidad exige que vivamos en armonía, los humanos necesitan normas y restricciones. La ética es el conjunto de reglas mínimas que hacen posible una vida colectiva, y sin ella ni la autocontención que encarnan su resultado, volveríamos a la supervivencia prehistórica "del más apto".

Reconociendo esta necesidad, el Consejo efectuó su búsqueda de normas universales con una reunión de líderes espirituales y políticos, durante marzo de 1987 en La Civiltà Cattolica (Roma, Italia), y en 1996 solicitó un informe por expertos del más alto nivel. Para la junta de Vancouver en mayo de aquel año, se recibió con gusto el dictamen que fue posible gracias a eruditos y líderes místicos de varias confesiones. Los corolarios de este documento, llamado "In Search of Global Ethical Standards", demostraron que las religiones tienen mucho en común y el Consejo respaldó que "en 1998 o quincuagésimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, Naciones Unidas debería citar a una conferencia para evaluar una Carta de Obligaciones que complemente la labor previa".

La iniciativa no es sólo una forma de aunar libertades con deberes, sino también un medio de reconciliar ideologías y posturas políticas que se consideraban antagónicas, y como sigue ocurriendo hoy. La premisa básica, entonces, es que los humanos merecen la mayor libertad posible, pero también deben desarrollar al máximo el sentido de responsabilidad para administrar correctamente sus facultades.

No se trata de un requisito nuevo. A lo largo de milenios, profetas, santos y sabios imploraron a la humanidad que tome en serio sus compromisos. En nuestro siglo, por ejemplo, Mahatma Gandhi predicó sobre los siete pecados sociales:

01. Política sin principios,
02. Comercio sin moral,
03. Riqueza no obtenida con trabajo honrado,
04. Educación desprovista de carácter,
05. Ciencia inhumana,
06. Placer falto de conciencia, y
07. Adoración sin sacrificio.

Sin embargo, la globalización dio más imperativos a las enseñanzas de Gandhi y otros líderes éticos. La violencia se difunde en línea y canales televisivos a todo el planeta, la especulación en mercados financieros lejanos puede devastar comunidades locales, el poder de magnates privados se acerca ahora al medio gubernamental, y al contrario de los políticos electos, no hay rendición de cuentas por ese influjo excepto por su propio sentido de responsabilidad. De esta guisa, el mundo nunca necesitó más una declaración análoga que sea válida para todos.

Puesto que prerrogativas y deberes están inextricablemente vinculados, la idea de un derecho humano sólo tiene sentido si reconocemos la misión de toda persona para respetarlo. Independiente de los valores de una sociedad particular, nuestras relaciones se basan en la existencia de dichos parámetros. Tampoco es necesario un sistema ético abstruso para guiar actividades. Hay una normativa antigua, llamada Regla de Oro, que si se practica de modo sincero garantizaría nexos más justos (...).


Declaración Universal de Responsabilidades Humanas 
(01-09-1997)

Preámbulo

Consideraciones:

-El reconocimiento de la dignidad inherente y los derechos iguales e inalienables de todos los miembros en la familia humana es base de la libertad, justicia y paz en el mundo, e implica obligaciones y responsabilidades;

-la insistencia exclusiva en los derechos puede ocasionar divisiones y conflictos interminables, y el descuido de responsabilidades humanas llevar al desorden y caos;

-el imperio de la ley y la promoción de derechos humanos dependen de la disposición de hombres y mujeres a actuar con justicia;

-los problemas globales exigen soluciones homólogas que sólo pueden lograrse por medio de ideas, valores y normas respetados por todas las culturas y sociedades;

-todas las personas, en la medida de sus conocimientos y capacidad, tienen la responsabilidad de fomentar un mejor orden social, tanto en su patria como globalmente, lo cual es una meta que no puede alcanzarse exclusivamente por medio de leyes, prescripciones y convenciones; y

-las aspiraciones humanas de progreso y mejoramiento sólo pueden realizarse por medio de valores y normas convenidos que se apliquen a todas las personas e instituciones, en todo tiempo.

En consecuencia, la Asamblea General proclama esta Declaración Universal de Responsabilidades Humanas, a guisa de norma común a todas las personas y naciones, con objeto de que cada individuo y órgano de la sociedad, teniendo siempre en mente esta Declaración, contribuya al avance de las comunidades y la ilustración de todos sus miembros. Los pueblos del mundo renovamos y reforzamos así los compromisos ya proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, a saber, la plena aceptación de la dignidad de todos, su libertad e igualdad inalienables, y su mutua solidaridad. Se deberán enseñar y promover la conciencia y aceptación de estas responsabilidades por el mundo entero.

[Estimado (a) lector (a): sírvase atender a las cláusulas en rojo, y vea cuántos subjetivipuercos se adhieren a ellas].


Principios Fundamentales para la Humanidad

Artículo 1. Cada persona, y cualquiera sea su género, origen étnico, posición social, opinión política, idioma, edad, nacionalidad o religión, tiene responsabilidad de tratar a todos de modo humanitario.

Artículo 2. Nadie debe prestar ayuda a ninguna forma de conducta inhumana, sino que todos tienen responsabilidad de esforzarse por la dignidad y autoestima de todos los demás.

Artículo 3. Nadie ni ningún grupo, organización, Estado, Ejército ni cuerpo policiaco está por encima del bien y el mal. Todos están sometidos a normas éticas. Cada quien tiene responsabilidad de promover el bien y de evitar el mal en todo aspecto.

Artículo 4. Todas las personas dotadas de razón y conciencia deberán asumir obligaciones para con todos y cada quien, con familias, comunidades, razas, países y religiones, siempre con espíritu de solidaridad. Lo que no quieras que te hagan, no lo inflijas a otros.


No-Violencia y Respeto a la Vida

Artículo 5. Toda persona tiene responsabilidad de respetar la vida. Nadie tiene derecho de dañar, torturar o matar a otra persona, y esto no excluye el derecho a la defensa propia justificada de individuos o comunidades.

Artículo 6. Las disputas entre Estados, grupos o individuos deberán resolverse sin violencia. Ningún gobierno deberá tolerar actos de genocidio o terrorismo, o participar en ellos, ni deberá abusar de mujeres, niños, ancianos o cualesquiera otros civiles como instrumentos de guerra. Cada ciudadano y funcionario público tiene responsabilidad de actuar en forma pacífica.

Artículo 7. Cada persona es inapreciable, y se la debe proteger incondicionalmente. También los animales y el medio natural necesitan resguardo. Todos tienen responsabilidad de proteger el aire, el agua y la tierra, en bien de sus actuales habitantes y las generaciones futuras.


Justicia y Solidaridad

Artículo 8. Toda persona tiene responsabilidad de comportarse con integridad, honradez y justicia. Ningún particular o grupo deberá robar o arbitrariamente privar de su propiedad a otras personas o colectivos.

Artículo 9. Cada quien, dados los instrumentos necesarios, tiene la responsabilidad de esforzarse seriamente por superar la pobreza, desnutrición, ignorancia e inequidad. Deberá promover el desarrollo sostenible por el mundo entero, con objeto de asegurar dignidad, libertad, seguridad y justicia para todos.

Artículo 10. Todas las personas deberán responsabilizarse por desarrollar sus talentos a través del esfuerzo diligente, y deben tener igualdad de acceso a educación y trabajos significativos. Todos deberán prestar ayuda a menesterosos, o a quienes se encuentran en desventaja, incapacitados y víctimas de discriminación.

Artículo 11. Toda propiedad y riqueza deberá ser utilizada en modo responsable, de acuerdo con la justicia y para el progreso de la especie humana. El poder económico y político no deberá emplearse como instrumento de dominación, sino estar al servicio de la justicia económica y el orden social.


Veracidad y Tolerancia

Artículo 12. Cada persona tiene responsabilidad de hablar y actuar con veracidad. Nadie, por muy poderoso o elevado que sea, debe incurrir en mentiras. Deberá respetarse el derecho a la intimidad y a la confidencialidad personal y profesional, pues nadie está obligado a decir siempre toda la verdad y todo el tiempo.

Artículo 13. Los políticos, servidores públicos, jefes de empresa, científicos, escritores y artistas no están exentos de normas éticas generales, ni tampoco médicos, abogados y otros profesionales que tienen deberes especiales con sus clientes. Los códigos profesionales y de ética tendrán que reflejar la prioridad de normas generales, como las de veracidad y justicia.

Artículo 14. La libertad de los medios de comunicación para informar al público y criticar las instituciones sociales y actos gubernativos -esencial para toda sociedad justa- deberá utilizarse con responsabilidad y discreción. Esta prerrogativa entraña una obligación especial de reportaje preciso y veraz. En todo tiempo deberá evitarse el sensacionalismo que degrade personas o la dignidad humanas.

Artículo 15. Aunque debe garantizarse la libertad religiosa, los representantes de creencias análogas tienen responsabilidad especial de evitar expresiones de prejuicio y actos de discriminación hacia quienes profesan otros credos. No deberán incitar ni legitimar odio, fanatismo y guerras, sino fomentar tolerancia y respeto mutuos.


Respeto Mutuo y Asociación

Artículo 16. Todos los hombres y todas las mujeres tienen responsabilidad de mostrarse respeto entre sí y entendimiento en su asociación. Nadie debe someter a otra persona a explotación o dependencia sexuales. En cambio, cada miembro de una pareja deberá asumir responsabilidad de velar por el bienestar del otro.

Artículo 17. En todas sus variedades culturales y religiosas, el matrimonio requiere amor, lealtad y capacidad de perdonar, y deberá tender a garantizar la seguridad y el apoyo mutuo.

Artículo 18. Una sensata planeación familiar es responsabilidad de cada pareja. La relación entre padres e hijos deberá reflejar su mutuo amor, respeto, apreciación y cuidado. Ningún padre/madre deberá explotar, abusar o maltratar niños.


Conclusión

Artículo 19. Ninguna parte de esta Declaración deberá ser interpretada en el sentido de que implica para cualquier Estado, grupo o persona el derecho de dedicarse a alguna actividad o efectuar acciones tendientes a la destrucción de cualquiera de las responsabilidades, derechos y libertades promulgados en esta Declaración y la Carta de Derechos Humanos de 1948.