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21 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (5 de 12)

David Pratt
Enero 2000, octubre 2023


Contenidos (final Parte C):

03. Perturbaciones axiales y debacles geológicas
04. Cataclismos y ciclo precesional
05. La Tierra en movimiento


03. Perturbaciones axiales y debacles geológicas

Además de la oblicuidad paulatina en el eje, que asciende a unos 4° cada 25.920 años, se originan traslados "repentinos" de polos o perturbaciones axiales que a su vez causan trastornos geológicos de envergadura. Los libros teosóficos no dan detalles sobre su magnitud o el ritmo al que tienen lugar, si bien Blavatsky consigna que desde el surgimiento de la primera Raza-Raíz en la presente Cuarta Ronda "ya se han producido cuatro [alteraciones] de ese tipo, cuando los viejos continentes -salvo el primero- fueron absorbidos por los océanos, aparecieron otras tierras y emergieron inmensas cadenas montañosas donde antes no había. La faz del globo cambiaba completamente cada vez" (1). En consecuencia, los virajes polares tuvieron roles en cataclismos que afectaron a las cuatro razas-raíz y sistemas continentales previos como son descritos en Teosofía.

Blavatsky continúa: "(...) luego del primer trastocamiento geológico en el axis que terminó con todo el segundo continente [abarcando el norte de Asia, Escandinavia y Groenlandia] llevado hasta el fondo marino con sus razas primitivas (...) vino otro descalabro del eje que retomó con la misma rapidez su grado de inclinación anterior, y cuando la Tierra efectivamente fue levantada una vez más desde el agua" (2).

Se dice que la ruina de Lemuria fue gatillada por erupciones submarinas, terremotos y menguas en la velocidad de giro planetario (3). A mediados de la Tercera Raza se produjo un desplazamiento polar: "El eje de la Rueda se inclinó. El Sol y la Luna ya no brillaban sobre las cabezas de aquella porción de los NACIDOS DEL SUDOR; la gente conocía la nieve, el hielo y la escarcha, y también hombres, plantas y animales eran empequeñecidos en su crecimiento" (4).

Para el caso de Atlántida, su fin se precipitó mediante una serie de cambios en la rotación axial en las primeras fases del Terciario, y continuaron por largas edades (5). La subsidencia comenzó en el Eoceno y gran parte se hundió durante el Mioceno (6), pero la isla más grande de Ruta (Océano Pacífico) sucumbió hace 850.000 años, en el transcurso de un desplazamiento del eje terrestre (7).

Si bien H.P.B. dice por momentos que hubo cuatro alteraciones axiales hasta la fecha, también sostiene que tres de los siete grandes cataclismos en la presente Ronda serán por oblicuidad del eje, y esto puede significar que los movimientos polares sólo desempeñan un rol central en tres debacles (quizá relacionadas principalmente con crecidas hídricas que afectaron al segundo, cuarto y sexto continentes, pues la eversión del segundo fue resultado del "primer trastorno geológico en el axis planetario") (9).

Es posible que dichos eventos implicaran una seguidilla de desvíos "pivotales", repartidos en fases extremadamente largas. Blavatsky comenta: "Los desastres raciales no son como el diluvio de cuarenta días de Noé, porque esto sería equiparable al monzón de Bombay" (10). Por otro lado, especuladores neoteosóficos aducen que fueron necesarios cientos de miles de años para que los sectores principales de Atlántida quedaran sumergidos y aparecieran nuevas tierras en su lugar, haciéndose eco de los 150.000 años que demoró el colapso de Ruta (12).


Notas

1. La Doctrina Secreta, 2:330. Cada inversión de polos origina "desplazamiento de océanos, hundimiento de tierras polares y la consiguiente elevación de nuevos continentes en regiones ecuatoriales, y viceversa" (2:360).

2. Ibídem, 1:369.
3. Ibídem, 2:141 y siguientes, 266, 324-5.
4. Ibídem, 2:329.
5. Ibídem, 2:314. El Terciario comenzó hace menos de 8 millones de años según la Teosofía, y 66 millones a tenor de la ciencia.

6. Ibídem, 1:439 nota al pie, 2:8 nota al pie, 314, 395, 433 nota al pie, 693, 710, 740.

7. Ibídem, 2:144-5. Daitya, una isla bastante grande en el Océano Índico y más exigua que Ruta, se sumergió 270.000 años atrás, mientras que el último reducto de Poseidonis -aproximadamente del tamaño de Irlanda y situado en el Atlántico- habría desaparecido en un gran cataclismo hacia 9565 a. de C. (La Doctrina Secreta, 1:650-1; Cartas Mahatma para A.P. Sinnett, TUP, 2da edición, 1926, p. 151, 155). Se dice que tanto Daitya como Ruta fueron tragadas por el mar hace 850.000 años (La Doctrina Secreta, 2:314, 433), connotando que sólo se anegaron fragmentos de la primera al mismo tiempo que la mayor porción de su homóloga índica.

8. La Doctrina Secreta, 2:329.
9. Ibídem, 1:369. La Cuarta Raza se habría visto afectada por el "segundo diluvio" (2:146), pero también padeció el cuarto "sobre nuestro globo en esta Ronda" (2:350).

10. Ibídem, 2:325.
12. La Doctrina Secreta, 2:395, 751 nota al pie.


04. Cataclismos y ciclo precesional

Se dice que advienen catástrofes con cada renovación del ciclo precesional (1), sugiriendo que también se producirán terremotos a fines de la etapa homónima presente, cuando las oblicuidades axiales pueden o no influir. ¿Y en qué momento ocurrirá? De acuerdo con la Agente de los Maestros, y puesto que hoy el ladeo llega a casi 23,5°, aún quedan otros 2,5 antes que termine la precesión, lo que da a nuestra especie un "alivio" cercano a los 16.000 años (2).

¿Cómo llega Blavatsky al guarismo de "dos grados y medio"? Ello supone que el ciclo precesional corriente se inició cuando el ángulo axial era de 25° (esto es, hace un grado y medio en escala cronológica) y terminará al completar 21. A razón de 4° cada 25.920 años, un grado y medio equivale aproximadamente a 9740 años, por lo que el actual tiempo precesivo comenzó alrededor del 7740 a. de C., y cuyo punto equinoccial estaba en medio de Cáncer, mientras se esperaría que arrancara con el ingreso en Aries (2410 a. de C.) o al armonizar con el primer punto de esa constelación unos 2160 años después.

Por lo visto, S.A. Mackey constituyó una de las procedencias para el dato de los 16.000 años (o dos grados y medio) que Blavatsky dio para el término del ciclo precesional moderno, como demostrará una comparación de citas, pero antes debemos explicar el contexto. Mackey interpretó que cada uno de los diez avataras de Vishnu denotaba un lapso precesional. Varanasi (Benarés), sede histórica de la astronomía en India, se encuentra aproximadamente a 25°N, y al finalizar allí la "era de horrores" el eje planetario se inclinaría en 65°. En diez "avataras" futuros el ángulo habría sido de 25°, y por tanto el trópico de Cáncer pasaría por Varanasi, lo cual aconteció hace 9000 años. Mackey escribe:

"Ahora bien, hemos visto que el trópico se alejaría del polo cuatro grados en cada revolución desde los puntos equinocciales (...). Y como sabemos hoy que el trópico no tiene más de 23° y algo menos de medio grado desde el ecuador, entonces aún debe moverse otros 2,5 antes que se forme otra ronda, era o Avatar, que demora unos 16.000 años en realizarse. En vista de que han transcurrido unos 9000 años desde que el trópico se hallaba vertical en Benarés, sabemos también que los DIEZ AVATARAS entregan el conocimiento de la astronomía en ese período" (3). Dicho de otro modo, y contando desde 9000 AP cuando el trópico pasó por Varanasi, los 16.000 años nos llevarán al cierre de un ciclo de 25.000, equivaliendo así a 2,5°.

Contrapóngase el párrafo previo con lo escrito por Blavatsky: "Cada año sideral, los trópicos se alejan del polo cuatro grados en cada revolución desde los puntos equinocciales, y a medida que el ecuador recorre las constelaciones del zodíaco. Ahora bien y como todo astrónomo sabe, actualmente el trópico está sólo a 23° y fracción menor a medio grado del ecuador; por lo tanto, aún le quedan 2,5 por recorrer antes que finalice el año sidéreo, lo que da al grueso de la humanidad -y en particular sus razas civilizadas- un respiro de unos 16.000 años" (4). Así, H.P.B. apunta los mismos números que Sampson, pero elimina toda referencia a Benarés y los avataras. A primera vista, pareciera que los 16.000 años (ó 2,5°) estuviesen ajenos al trasfondo.

Dentro de 16.000 años, como hace 9000, el Sol estará en Cáncer y Blavatsky semeja calcular un ciclo precesivo a partir de ese punto. Otros señalan que la "raza nacional" europea completó 9000 años de 25.920, y le quedan otros 16.000 cuando sea exterminada por vía cataclísmica.

Fred J. Dick otorga mayores corroboraciones de que un periodo importante tuvo lugar hace 9000 años. Mencionando un Comentario arcaico, Blavatsky elucida que las grandes pirámides de Egipto se fabricaron al comienzo de un ciclo precesional "cuando Dhruva (Estrella Polar) estaba en su culminación más baja, y las Krittika (Pléyades) miraban sobre su cabeza (en igual meridiano y más arriba) para observar la faena de los gigantes", e identifica la estrella en cuestión como Polaris (7). Dick establece así que las primeras obras fueron levantadas cuando ésta -la luminaria en el momento que se escribió el Comentario- tenía mayor distancia del polo real al construirse la pirámide mayor, y además un meridiano idéntico con aquél y Alcione, situada a su vez más arriba del horizonte que el polo. Según sus cálculos, el último contexto de ese tipo fue a 86.960 años AP (8), connotando que las etapas precesivas posteriores se iniciaron a intervalos de 25.920 años después, ó 61.040, 35.120 y 9200 años atrás.


Notas

1. La Doctrina Secreta, 1:649; "(...) el bien y el mal de los países están íntimamente relacionados con el comienzo y fin del ciclo [precesión]" (2:330).

2. Ibídem, 2:331. A una tasa de 4° cada 25.920 años, el eje tardaría 16.234 en moverse 2,5°.

3. Mythological Astronomy, Apéndice, p. 25-6.
4. La Doctrina Secreta, 2:331.
7. La Doctrina Secreta, 1:435.
8. The Theosophical Path, marzo 1916, p. 299. Hacia 86.960 AP, el equinoccio estaba en 6,4° de Cáncer, una constelación muy prominente en los esquemas astrológicos de Dendera (Apéndice 5), y ello coincide con las afirmaciones por Blavatsky de que "los egipcios tienen en sus zodíacos pruebas irrefutables de registros que abarcan más de tres años sidéreos y medio [precesionales], o alrededor de 87.000 años" (La Doctrina Secreta, 2: 332). Así, tenemos: 87.000 = 3,356 x 25.920, ó 3,48 x 25.000, ó 3,625 x 24.000.


05. La Tierra en movimiento

Además de su viaje anual en torno al Sol, la Tierra posee desplazamientos rotativos, precesionales y de inversión.

Según los científicos, las vueltas paulatinas que dan lugar a los equinoccios son causadas por injerencia gravitatoria de la Luna sobre el bulbo ecuatorial terrestre, y jalando alternadamente abajo-arriba, pues ella no se mueve alrededor nuestro en el plano orbital, sino en una trayectoria que a veces le da oblicuidad hacia el norte y otras al sur. Este proceso trataría de hacer que el "pivote" de la Tierra sea vertical, pero su impulso rotativo lo obstaculiza; en cambio, las fuerzas solares y lunares voltean ligeramente el axis en un nuevo sentido, provocando así su viraje. Por ello, las etapas precesivas se atribuyen al giro planetario bajo dominios del par de torsión o gravitacional ejercidos por Sol y Luna sobre nuestro esferoide.

Con arreglo a ciertos teósofos, el origen de las dinámicas solares y planetarias serían los doce "magnetismos foháticos" del zodíaco, junto con las fuerzas internas de cuerpos celestes, dando cuenta de la precesión, el movimiento absidal y el cambio del eje (1), que a su vez marca los finales y comienzos de las razas-raíz y sus principales derivadas con estragos inmensos. Dos transposiciones completas (360°) equivalen casi a la mitad de la vida útil para una raza análoga, y Blavatsky afirma que los trastornos axiales, diluvios y otros cataclismos cósmicos son gatillados por influencias del Sol y la Luna (2) (...). En una línea similar, ella declara:

"Es absolutamente falso -y sólo como muestra adicional de la gran petulancia en nuestra época- asegurar (como hacen los científicos) que todos los grandes cambios geológicos y las terribles convulsiones se originaron por fuerzas físicas ordinarias y conocidas, las cuales no eran más que herramientas o medios finales para el logro de ciertos propósitos, actuando por lo visto en forma mecánica y periódica, a través de un impulso interno mezclado con su naturaleza material, y con todo, más allá de ésta. Hay un objetivo en cada acto importante de la Naturaleza, cuyas obras son todas cíclicas; pero como las fuerzas espirituales suelen confundirse con otras puramente tangibles, las primeras son negadas por la ciencia, y por lo tanto deben permanecer desconocidas para ella, porque no las examina (...). Existe una predestinación en la vida geológica de nuestro globo, como en la historia -o el pasado y futuro- de razas y naciones, y eso está íntimamente relacionado con lo que llamamos karma" (3).

William Judge complementa así lo anterior: "Karma opera para producir cataclismos naturales por concatenación, a través de los planos mental y astral del ser. Una debacle puede atribuirse a causas físicas inmediatas, como incendios internos o desequilibrios atmosféricos, pero ellos son causados por perturbaciones creadas mediante el poder dinámico del pensamiento humano" (4). En otras palabras, por "azarosos" e "indiscriminados" que parezcan los supradichos desastres, su génesis profunda puede remontarse a las emanaciones psíquicas y los actos individuales/colectivos de la humanidad.

La Teosofía añade que los polos de la Tierra son almacenes y liberadores de vitalidad cósmica y terrestre, y sin estas "válvulas de escape" el planeta habría sido destruido hace mucho tiempo por superávit energético; de igual modo, se dice que las auroras ocurren por agitación de fuerzas electromagnético-foháticas en aquellos sectores (5). Blavatsky cita de un Comentario: "Las moradas de Fohat son muchas (...). Coloca a sus cuatro hijos ardientes (electropositivos) en los 'cuatro círculos', es decir, el ecuador, la eclíptica y los dos paralelos de declinación, o trópicos (...). Otros siete (hijos) están encargados de presidir (...) lokas en los dos extremos del Huevo de Materia (nuestra Tierra y sus polos)" (6).

Fred Dick se opuso al considerando científico de que el actual descenso en la oblicuidad del eje terrestre es causado por influencias planetarias gravitacionales o fricción de mareas, y lo atribuyó al "dueto" generado por un extremo magnético de la Tierra que es repelido, y el segundo atraído por fuerzas eléctricas solares, combinados con efectos de la acción giroscópica. Propugnaba que las sutiles energías electromagnéticas del Sol, interactuando con los efluvios magnéticos de la Tierra -especialmente en los polos-, podrían establecer un par suficiente para originar la precesión de equinoccios y el desvío gradual del eje (7): "Un par termoeléctrico de componente axial y resuelto en el plano de la eclíptica, explicaría el movimiento precesivo (...). El fenómeno paulatino de inversión se esclarece por un dúo electromagnético [de] sólo una novena parte del que causa la precesión, con un componente axial fijo y perpendicular al plano eclíptico" (8).

Añade que ese trastocamiento (o también precesión vertical) aparecería rápidamente en algunos ciclos como respuesta a influjos relacionados con el karma de la Tierra y sus habitantes, produciendo grandes cataclismos (...). El autor describió un experimento "hermoso y sugerente" por Ampère: "Un imán, cargado con platino en su parte inferior, flota erguido en el mercurio de un recipiente circular de vidrio, a cierta distancia de su centro. En medio de la superficie mercurial, se aprecia que el imán rota al sumergir un punto conectado con uno de los terminales de una batería, y estando el otro extremo unido al borde periférico del líquido. He aquí una analogía perfecta con el Sol, visto como radiador de fuerzas eléctricas" (10).

En La Doctrina Secreta, el cambio en la rapidez de giro terrestre se identifica como uno de los principales motores de trastornos geológicos. Si la velocidad aumenta, la mayor fuerza centrífuga genera más enrase de polos y en el abultamiento ecuatorial. Los océanos se ajustarían inmediatamente al nuevo elipsoide, seguido por crecidas marinas en latitudes inferiores a 45° y disminuyendo en áreas superiores a dicho guarismo. A la inversa, si el giro reduce su intensidad, el efecto se revierte.

Un Comentario ilustra los efectos del descenso rotativo: "Cuando la Rueda (Tierra) gira al ritmo habitual, sus extremos (polos) coinciden con su círculo medio (ecuador); al revolucionar más lentamente e inclinarse en todas direcciones, hay grandes desajustes en la faz de la Tierra. Las aguas fluyen hacia los dos extremos, y nuevas tierras surgen en el cinturón medio (ecuador), mientras que las de los acabes están sujetas a pralayas por inmersión (...). Así, la Rueda está sujeta y regulada por el Espíritu de la Luna y el soplo de sus aguas (mareas). Hacia el final de la era (Kalpa) de una gran raza (raíz), los señores de la Luna (padres Pitar o Pitris) comienzan a tirar con más fuerza y así aplanan la rueda en torno a su cinto, cuando baja en algunos lugares y aumenta en otros; y con la hinchazón que corre hacia los extremos surgirán nuevas tierras y las viejas serán absorbidas" (11).

Blavatsky dice que esta mengua giratoria llevó al gran continente de Lemuria a separarse en áreas más pequeñas (12), y el cataclismo que lo destruyó fue por "una serie de convulsiones subterráneas y la ruptura de fondos oceánicos" (13), quizá producidas o aceleradas por dicho fenómeno.

Según la ciencia, nuestro planeta y su satélite natural provocan mareas recíprocas disipando la energía en calor, lo que a su vez desacelera el giro terrestre y posibilita el retroceso lunar. En la actualidad, el viraje planetario disminuye aproximadamente dos milisegundos por siglo, y la duración del día se incrementa en igual ratio. Al expandir esa característica en tiempos muy remotos, los científicos concluyen que el año debió ser mucho más largo; por ejemplo, se cree que tuvo 425 días en el Paleozoico temprano. También se sostiene que la Luna estaba a sólo 346.000 kms. de la Tierra en la fase precámbrica, y desde entonces ha retrocedido a un ritmo de casi 2 cms. por año hasta llegar a su distancia actual de 384.000 kms.; como consecuencia, 650 millones de años atrás hubo 13,1 meses lunares en un año, versus los actuales 12,4 (14).

Se cree que la idea de un año prehistórico más extenso está "verificada" al contar los anillos de crecimiento en conchas fósiles (15), pero esta "evidencia" ha sido cuestionada. Por ejemplo, Stephen Gould dijo que no podemos saber con certeza qué periodicidad reflejan las líneas, pues en vez de consignar días solares, podrían ser una respuesta a ciclos de mareas o incluso ritmos metabólicos internos sin relación aparente con días, reflujos o estaciones. Y concluye: "El corolario de estos problemas sin resolver es un grupo de datos mal sincronizados, y hay diferencias incómodamente grandes en la literatura" (16). Warren Carey manifiesta que las líneas de crecimiento en corales fósiles varían desde unas pocas milésimas de milímetro en ancho hasta casi cero, y a menudo es complejo determinar si una tiene que contarse o no: "(...) es evidente que las sumas finales arrojan lo que el investigador cree que deberían ser", citando que un "experto" enumeró primero 253 crestas y luego 359 en el mismo espécimen (17) (...).

Una disminución en la velocidad rotativa del planeta conduciría al aumento del diámetro polar y la reducción del ecuatorial. Esto puede hallarse en las medidas de la Gran Pirámide, que representa el hemisferio norte de la Tierra en una escala de 1:43.200: su perímetro equivale a medio minuto de latitud en el ecuador; el contorno de las basas esquineras asciende a medio minuto de longitud ecuatorial, ó 1/43.200 de la circunferencia terrestre; y su altura, incluida la plataforma en que se encuentra, es 1/43.200 del radio polar terrestre (19). El valor piramidal de éste último es 6356,6549 kms., ó 97,4 mts. más corto que la cifra moderna de 6356,7523. El guarismo de la estructura para el radio ecuatorial totaliza 6378,545 kms., que es 408 mts. más largo que el contemporáneo de 6378,137. En otras palabras, el radio polar sufrió alargamiento y el ecuatorial se acortó desde que la pirámide fue construida (hace unos tres ciclos precesionales, según la Teosofía) (20).

Las fracturas causadas por variabilidades en la rapidez de giro pueden explicar la red global de características o lineamientos rectos de la corteza, como fisuras y crestas, a menudo paralelas y que persisten durante cientos y miles de kilómetros. Dichos sistemas también se aprecian en la Luna, Marte y Mercurio (21).


Notas

2. La Doctrina Secreta, 2:771.
3. Ibídem, 1:640-1.
4. W.Q. Judge, Ecos del Oriente, Point Loma Publications, 1975-87, 1:315-6; véase también 1:528.

5. La Doctrina Secreta, 1:204-5.
6. La Doctrina Secreta, 1:204.
7. F.J. Dick, "Climatic and axial change", The Theosophical Path, febrero 1912, p. 83-7; "The spinning earth", The Theosophical Path, septiembre 1920, p. 227-31.

8. "Thoughts about the earth's rotation etc.", The Century Path, 31 de octubre de 1909, p. 11-2. La tasa precesiva es 90 veces más rápida que la de inversión axial.

10. The Century Path, 31 de octubre de 1909, p. 11-2.
11. La Doctrina Secreta, 2:324-5.
12. Ibídem, 2:324.
13. Ibídem, 2:314.
14. Whitaker's Almanac 1990, p. 1152.
15. William R. Corliss (comp.), Anomalies in Geology: Physycal, chemical, biological, Sourcebook Project, 1989, p. 55-60. Algunos datos indican que, si bien existió un enlentecimiento general del promedio rotatorio, en ciertos momentos hubo aceleración (Karsten M. Storetvedt, Our Evolving Planet: Earth History in New Outlook, Alma Mater, 1997, p. 228-30).

16. S.J. Gould, The Panda's Thumb, Penguin, 1990, p. 262-8.
17. S. Warren Carey, Theories of the Earth and Universe: A history of dogma in the earth sciences, Stanford University Press, 1988, p. 196.

19. William R. Fix, Pyramid Odyssey, Jonathan-James Books, 1978, p. 22-33, 236-45; L.C. Stecchini, "Notes on the relation of ancient measures to the Great Pyramid", apéndice a: Peter Tompkins, Secrets of the Great Pyramid, Harper & Row, 1978.

20. "Los misterios de Giza", parte 1. El cambio gradual en las dimensiones del planeta -por desbalances en la rapidez de giro- podría producir trastornos en latitudes y longitudes. La latitud actual de la Gran Pirámide es 29°58'51", y Fred J. Dick plantea que cuando se construyó alrededor del 67.700 AP era exactamente 30° ("Geophysics", The Theosophical Path, julio 1922, p. 69-70); sin embargo, esto se apoya en la creencia de que el volumen de la Tierra permanece constante: si experimenta inhalación y exhalación periódicas, su masa podría cambiar y la superficie alargarse y comprimirse de tal manera que la mayoría de latitudes y longitudes continuarían esencialmente iguales. Por su parte, Carl Munck demostró que la presente latitud del monumento corresponde a aquélla de su diseño.

21. William R. Corliss (comp.), Carolina Bays, Mima Mounds, Submarine Canyons, Sourcebook Project, 1988, p. 102-5; G.H. Katterfeld y G.V. Charushin, "General grid systems of planets", Modern Geology, vol. 4, 1973, p. 243-87.

17 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (4 de 12)

David Pratt
Enero 2000, enero 2024


Parte C: Cambios de polos y Teosofía

Contenidos: 

01. Inversión gradual de polos
02. De la eterna primavera a la época del horror


01. Inversión gradual de polos

"Es una doctrina tan antigua como el ser humano que los mundos (y también las razas) son destruidos periódica, alternada y renovadamente por fuego (volcanes y terremotos) y agua. Manu, Hermes, los caldeos y toda la Antigüedad creían en esto (1). Desde que apareció el hombre, se ha cambiado el rostro del globo dos veces por fuego y otras dos por agua. Como la tierra necesita descanso y renovación, nuevas fuerzas y un cambio para el terreno, también lo hace el agua. De ahí surge una redistribución periódica de tierra y agua, cambio de climas, etc., todo ello producido por revoluciones geológicas y que terminan con un cambio final en el eje (...) hay un trastorno secular en la inclinación del eje planetario, y su momento señalado se registra en uno de los grandes ciclos secretos" (2).

Con arreglo a las enseñanzas teosóficas, la inclinación del eje planetario cambia lentamente 4° en cada ciclo precesional (3). En la actualidad su ángulo está disminuyendo, lo que significa que dicha línea central -hoy a 23,44° (23°26')- se mueve hacia una posición vertical a un promedio de 56 segundos de arco (1/648°) por siglo, siendo la tasa actual 47"; por ello, los trópicos de Cáncer y Capricornio (4) se alejan de los polos y aproximan al ecuador, mientras ocurre justo lo contrario con los círculos Ártico y Antártico.

La siguiente tabla compara la oblicuidad eclíptica medida por los chinos en 160 y 1100 a. de C. (5), con los valores obtenidos según la ciencia moderna (6) y el canon teosófico para un desplazamiento de 4° cada 25.920 años.


¡Quizás la regla de 4° tenga más ventajas que sólo "ser más fácil de aplicar" que el modelo científico! Aquélla implica que hace unos 430.000 años la inclinación era de 90° y la Tierra estaba ladeada con su eje en el plano eclíptico; para entonces, los trópicos se encontraban en los polos y los círculos de éstos en el ecuador. En poco más de 150.000 años, la reclinación alcanzará 0° y el eje será perpendicular a la eclíptica, haciendo nuevamente que los trópicos y dicho paralelo inviertan sus lugares.

Blavatsky afirmó que el axis terrestre sufre un trastorno "secular" (progresivo): cuando los polos se sitúan perpendiculares a la eclíptica, el cambio axial continúa en la misma dirección, y el eje se invierte 360° completos en un período cercano a los 2.340.000 años.

De acuerdo con algunos especuladores, cada planeta o globo del Sistema Solar -visible o invisible- y en diversos momentos de su Manvantara cambia gradualmente la posición de su eje rotativo, experimentando una inclinación secular que aumenta o se reduce durante varios millones de años. Nuestro planeta puede estar a veces en ángulo recto -es decir, el plano ecuatorial coincide con la eclíptica- y hay primavera en todo el globo a lo largo del año; en otras, los extremos polares están paralelos a aquélla o la órbita terrestre. Este desplazamiento continúa hasta que los polos Norte y Sur intercambien sus sitios, para mucho más tarde retomar las antiguas posiciones verticales. Un traslapo de esa clase provocaría grandes reajustes continentales, con las consiguientes modificaciones kármicas en el destino de razas humanas, y asimismo una rotación retrógrada del globo así invertido.

De los nueve planetas conocidos por la ciencia, existen tres con movimiento retrógrado (esto es, giran en sentido horario alrededor de su eje) y por ende están "trastocados" en cierta medida; son Urano con 97,77°, Venus con 177,36° y Plutón que exhibe 119,59° (...). En cuanto a las inclinaciones de los restantes "vecinos", Marte llega a 25,19°, Júpiter a 3,12°, Saturno tiene 26,73° y Neptuno 28,33°.

La noción sobre "movimiento de polos" no indica por fuerza que éstos migren de un sector a otro en la Tierra. Dicho de otra forma, el actual extremo norte sigue siendo tal durante todo el presente Manvantara, pero no se traslada geológica o geográficamente. Cuando se producen movimientos bruscos de polos, las masas oceánicas se precipitarían hacia el norte y sur, surgiendo tierra seca en las inmediaciones del ecuador, y las tierras boreales y sureñas pueden hundirse. Esto también conllevaría una divergencia angular en los rayos solares, de modo que territorios con clima suave y subtropical queden atrapados en ambientes glaciales y viceversa.

En La Doctrina Secreta, Blavatsky menciona varias veces el texto Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated (1822/1823) por Sampson Arnold Mackey, zapatero y astrónomo aficionado a quien Helena llamó el "adepto de Norwich que se forjó a sí mismo" (11). Mackey aseveró que la inclinación axial terrestre varía lentamente en 360° a 4° por ciclo precesional, y señalando a los antiguos hindúes -que calcularon el intervalo de aquél en casi 24.000 años (12)-, la Tierra necesitaba 1.080.000 años (un maha-yuga) para ladearse en 180°, 2.160.000 (prajanatha-yuga) para llegar a 360°, y 4.320.000 (deva-yuga) respecto a dos vuelcos íntegros (13). En Teosofía, el lapso de 4.320.000 años se denomina maha-yuga y es aproximadamente igual a la mitad del período de una raza-raíz (14).

En el artículo póstumo por H.P.B. titulado "Secret Cycles", la autora cita un pasaje muy largo de Mackey donde refiere a los yugas y su nexo con el cambio paulatino en la inclinación planetaria. Helena preludia los extractos diciendo que la teoría por Sampson sobre dichas fases y su duración está "muy cerca de la doctrina correcta" (15).

La enseñanza teosófica añade que en cada ciclo de precesión el eje planetario no traza un "círculo" -con radio aproximado de 23,5°- alrededor de los extremos eclípticos, sino más bien una espiral. Puesto que hoy la inclinación disminuye, cada vórtice termina 4° más cerca del polo eclíptico, y dentro de unos 150.000 años la línea "pivotal" será recta y el Polo Norte apuntará directamente a su contraparte eclíptica, alcanzando el punto central helicoide. Pero el ladeo del eje seguirá más allá de la vertical, y el Polo Norte describirá otra voluta donde sus convoluciones queden 4° más lejos del centro. Aproximadamente medio millón de años después, dicho polo geográfico estará en el plano de la eclíptica, y a partir de ahí la espiral continuará hacia el polo sur de aquélla hasta que la Tierra se encuentre "de bruces", pero el eje seguirá cambiando y trazará una nueva forma acaracolada, moviéndose desde el extremo austral de la eclíptica y girando en torno a la esfera celeste, de regreso al polo boreal. Este proceso puede repetirse de modo indefinido, y cada circuito espiral completo, desde el polo norte al sur de la eclíptica y viceversa, comprende 90 vórtices y tarda entre dos y tres millones de años. Sin embargo, los escritos teosóficos no dan pistas sobre la extensión cronológica en el cambio secular del desvío axial, o por cuánto tiempo ha venido promediando 4° por ciclo precesional.

Blavatsky sugiere que en algún momento la Tierra efectuaba ciertos movimientos no presentes hoy. Una de las Estrofas de Dzyan dice: "Al expirar cada cuarenta soles (anuales), y al final de cada cuadragésimo día, el doble uno se convierte en cuatro; macho y hembra en uno, en el primero, segundo y tercero". Helena comenta: "Esto es claro, ya que 'cada sol' significaba un año entero, y este último se compone de un día, como en el Círculo Polar Ártico ahora se prolonga por seis meses. Según la antigua enseñanza, el eje mundial cambia paulatinamente su inclinación hacia la eclíptica, y en el período supradicho el ladeo era tal que un día polar duraba todo el lapso de la revolución terrestre alrededor del Sol; entonces advino una suerte de 'crepúsculo' muy corto, y después la Tierra Polar retomó su sitio directamente bajo los rayos solares. Esto sonará contrario a la astronomía tal como se enseña y entiende hoy, pero ¿quién puede asegurar que los cambios en el movimiento planetario, ahora ausentes, no ocurrieron hace millones de años?" (17). Una posibilidad es que el efecto reseñado se generaría por trastornos anuales significativos en la inclinación de la Tierra (18).

Blavatsky no sigue la moda científica de atribuir desplazamientos axiales y otras catástrofes a colisiones con asteroides, cometas u otros objetos astronómicos: "La ciencia admite no saber el origen de las vicisitudes climáticas (...) [y] cambios en la dirección axial, que son siempre seguidos por estos decursos, y tampoco parece muy segura sobre las modificaciones del eje. Y al no poder explicarlos, está más dispuesta a negar los fenómenos axiales por completo, que reconocer el influjo kármico y sus leyes inteligentes, los únicos que pueden elucidar razonablemente tales vuelcos repentinos y sus efectos. Los especialistas recurren a diversas teorías más o menos fantásticas, siendo una de ellas la brusca e imaginaria colisión de nuestra Tierra con un cometa (...) como causa de todas las revoluciones geológicas. Pero escogimos aferrarnos a nuestra postura esotérica, ya que FOHAT es tan bueno como cualquier cometa, y además posee una inteligencia universal que lo guía" (19).

Sin embargo, la autora sí refiere a las "batallas pregenéticas libradas por los planetas en crecimiento antes del modelado final del Kosmos", y dice que esto clarifica "la posición perturbada -a primera vista- de varios sistemas planetarios, y el ladeo de satélites en algunos (Neptuno y Urano, por ejemplo), dándoles así una apariencia de movimiento retrógrado” (20). El comentario no alude a la reclinación axial sino orbital, esto es, que ciertas lunas de esferas exteriores (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) giran alrededor de sus centros primarios en sentido horario (retrógrados) (21).

En lo que respecta a la deriva polar y el desplazamiento litosférico masivos, la Teosofía Original no parece dar ningún apoyo a tales conceptos (...). Blavatsky sostiene que desde el surgimiento de la Primera Raza-Raíz (a mediados del Paleozoico) la Tierra se convulsionó cuatro veces, y "aunque toda [su faz] se alteró en cada oportunidad, la conformación de los polos ártico y antártico ha cambiado poco. Las tierras polares se unen y separan entre sí en islas y penínsulas, pero siempre son las mismas" (22).

Si la capa exterior global se moviera sobre la interna, cambiarían las latitudes/longitudes y el sentido de los puntos cardinales. El arqueocriptógrafo Carl Munck demostró que los viejos montículos, templos, pirámides y otros monumentos de todo el planeta fueron concebidos y emplazados siguiendo un código universal, por cuanto sus características de diseño comprenden su latitud y longitud actuales y exactas (23), descartando cualquier movimiento relevante de la litosfera o continental desde que se construyeron esas reliquias. Oficialmente habrían sido elaboradas dentro de los últimos 10.000 años, pero la Teosofía adscribe varios cientos de miles a un grupo de ellas, o al menos sus estructuras originales. Según dicen, la Gran Pirámide se fabricó hace unos tres ciclos precesionales (78.000 años) (24), y dado que está alineada con los puntos cardinales de manera precisa, eso también nos lleva a excluir dinamismos corticales a partir de entonces. Además y como se muestra en la Parte B, son muy inverosímiles los "cambios polares" de esta clase.


Notas

1. "Hasta hoy, los mexicanos cuentan una tradición sobre el cuádruple asolamiento del mundo por fuego y agua, al igual que los egipcios en el pasado y los hindúes actuales" (La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:311). "Los cristianos no deberían oponerse a esta doctrina (...) pues el libro segundo de Pedro alude a una tierra 'sobresaliendo del y en el agua, y la tierra inundada pereció, pero ahora está reservada para el fuego'" (2:762). "[Los budistas] contabilizan veintidós apariciones visibles del Universo gobernado por Budas, y otros tantos aniquilamientos del mismo por fuego y agua en series regulares" (Isis Develada, TUP, 1972 (1877), 2:156 nota al pie). De acuerdo con Platón, un sacerdote egipcio le contó que hubo y habrá muchos descalabros para nuestra especie, el mayor de los cuales será por los mismos elementos (Timeo 22 C-D). Beroso el Caldeo afirmó que la Tierra quedaría sumergida cuando todos los planetas se encontraran en Cáncer, y perecerá por acción ígnea cuando se sitúen en Capricornio (R.H. Allen, Star Names: Their lore and Meaning (1899), Dover, 1963, p. 107-8).

2. La Doctrina Secreta, 2:725-6.
3. "Cada año sideral, los trópicos se alejan del polo cuatro grados en cada revolución desde los puntos equinocciales, a medida que el ecuador gira a través de las constelaciones del zodíaco" (La Doctrina Secreta, 2:331); "[hay] un cambio secular en la inclinación del eje planetario" (2:726); "(...) el eje de la Tierra cambia gradualmente su inclinación hacia la eclíptica" (2:292). Para ejemplos de la regla de 4° (tomados de S.A. Mackey), ver: 2:357, 407-8, 768. En su libro Pole Shift (ARE Press, 1991), John White dedica un capítulo completo a los enfoques de Blavatsky y la Teosofía, pero no se percata de que ella habla sobre una moción secular de 4° por ciclo precesional, aún incluyendo el pasaje relevante de La Doctrina Secreta (2:331).

4. Cuando Hiparco (re) descubrió y enseñó la precesión de los equinoccios alrededor del año 130 a. de C., el periodo primaveral ocurrió en la constelación de Aries, el verano en Cáncer, el otoño en Sagitario y la época invernal en Capricornio (según Blavatsky, el primero de ellos estaba en Piscis en 130 a. de C., al menos respecto del zodíaco artificial de 12 tramos idénticos). Desde ese tiempo el planeta ha precedido unos 30°, y el equinoccio de primavera se encuentra hoy en Piscis (acercándose a Acuario), el estío en los Gemelos, la fase otoñal en Virgo y el solsticio de invierno en el Saetero. Relativo a las constelaciones, actualmente los trópicos deberían llamarse de Géminis y Sagitario (o Tauro y Escorpio, si dividimos esa franja en 12 arcos de 30° y se considera que la Tierra ingresó en la undécima casa); no obstante, de acuerdo a los signos y dado que el punto equinoccial corresponde al primer punto del asterismo Carnero, los solsticios todavía acontecen en 0° de Cáncer y Capricornio.

5. Encyclopaedia Britannica, 1898, 2:794.
6. La fórmula científica para estimar la oblicuidad eclíptica (ε) de distintas épocas es: ε= 23°26'21,448" - 46,8150"T - 0,00059"T2 + 0,001813"T3, donde T = tiempo desde el periodo J2000.0 en siglos julianos (1 siglo juliano = 365,25 días), y T es negativo para fechas anteriores al 2000 d. de C. Se considera que esta regla es exacta sólo durante unos pocos miles de años.

11. Ver Apéndice 6, Sampson Arnold Mackey.
12. Un ciclo precesional de 24.000 años corresponde a una tasa anual de 54", y esta cifra aparece en el Surya-Siddhanta (1860) (Wizards Bookshelf, sin fecha, p. 243-4). Los hindúes midieron el ciclo no desde un punto fijo, sino considerando la estrella Revati, que tiene un movimiento propio y directo de 4" por año: 50" + 4" = 54". Véase Fred J. Dick, "Ancient astronomy", The Theosophical Path, julio 1911, p. 64-8.

13. Sampson Arnold Mackey, Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated (1822/1823), Wizards Bookshelf, 1973, Parte 2, p. 28-9, 142.

14. De acuerdo con H.P.B., las ciencias ocultas muestran que todos los fundadores de las Razas-Raíz estuvieron vinculados con la estrella polar, y cita de un Comentario: "Oh lanoo, quien entienda la edad de Dhruva, que mide 9090 años mortales, comprenderá los tiempos de los pralayas, el destino final de las naciones". Los "9090" podrían ser una referencia velada a trastocamientos del eje (90+90 = 180°). Helena prosigue con respecto al cambio secular: "Además, debió existir un buen motivo por el que una nación asiática ubicara a sus grandes progenitores y santos en la Osa Mayor, una constelación del norte. Sin embargo, han pasado 70.000 años desde que el polo de la Tierra señaló el extremo final en la cola de Osa Menor, y muchos miles más desde que los siete Rishis pudieron identificarse con Carro Mayor" (La Doctrina Secreta, 2:768; ver también 2:307 nota al pie).

En Mythological Astronomy (Parte 2, p. 74), S.A. Mackey consigna: "¡Han transcurrido 70.000 años desde que el polo de la Tierra señalaba la punta en el rabo de Osa Mayor!" Fred J. Dick observa que al escribir "punta", Mackey cometió un error de 180°, que Blavatsky corrige (The Theosophical Path, marzo de 1916, p. 299 nota al pie), y aparentemente la referencia por Blavatsky a la "cola de Osa Menor" es un desliz tipográfico que debiera decir "Mayor" (el asterismo mencionado por Mackey). Así, como aquélla pudo estar escribiendo bajo el dictado de un Mahatma, reemplazó "punta" por "final extremo", pero agrega "Osa Menor" en lugar de "Mayor". La frase en cuestión significa que 70.000 años atrás el polo celeste y Alkaid estaban aproximadamente al mismo número de grados desde el polo eclíptico, y su distancia llegaba a 180° de longitud. Entretanto, el polo celeste se situó en Osa Mayor entre 81.500 y 85.000 AP.

15. H.P. Blavatsky Collected Writings, TPH, 1950-91, 14:365-8; ver Apéndice 6.
17. La Doctrina Secreta, 2:292. El "periodo suscrito" quizás incumbe a la tercera raza temprana de la Cuarta Ronda (Mesozoico temprano), en vista de la indicación previa a los hermafroditas (2:291).

18. Existen dos escenarios posibles. Debido a refracciones atmosféricas, el Sol no se pondrá en los polos a menos que la inclinación sea mayor a 2°, mientras que para divergencias >18° habría completa oscuridad (y no crepúsculo) en aquellos sectores para algunos momentos del año.

a) Si el eje estuviera entre 0° y 2°, los polos disfrutarían de luz solar continua todo el año. Para producir un breve crepúsculo anual en el Polo Norte, al término de cada vuelta alrededor del Sol la inclinación axial tendría que aumentar a no más de 18° (cuando ese extremo geográfico se hallara en dirección opuesta al Sol) y luego bajar a menos de 2° en pocos días o semanas.

b) Para ángulos superiores a 2° (y la afirmación de que la "tierra polar" estaba "directamente bajo los rayos solares" implica una oblicuidad muy alta), el eje tendría que preceder en torno al polo eclíptico por un año (esto es, el ciclo precesional debería coincidir con la revolución anual), de modo que el Polo Norte señale permanentemente hacia el Sol; y al objeto de concebir el fugaz crepúsculo, la línea axial tendría que desplazarse de modo que el extremo norteño esté inclinado en dirección contraria al Astro Rey (entre 2° y 18°), regresando más tarde a su lugar anterior.

Como dice Joscelyn Godwin, "toda la situación es muy compleja (...) presupone condiciones y movimientos que a los astrónomos les resultarían muy difíciles de imaginar" (Arktos: The polar Myth in Science, Symbolism, and Nazi Survival, Phanes Press, 1993, p. 210).

19. La Doctrina Secreta, 2:329-30. En su sentido más amplio, Fohat es un nombre colectivo para las innumerables fuerzas que actúan desde los planos internos hacia el mundo físico, siempre en armonía con las "leyes" o hábitos kármicos de la Naturaleza.

20. Ibídem, 1:101, 593.
21. Pari Spolter declara que tienen órbitas retrógradas sólamente los satélites a distancias muy grandes de sus primarios, y plantea que ello forma parte integral de la gravitación (Gravitational Force of the Sun, Orb, 1993, p. 199- 201).

22. La Doctrina Secreta, 2:776. Blavatsky manifiesta que la ciencia contemporánea "niega cualquier cambio violento en el eje de la Tierra y atribuiría la razón del trastorno climático a otras causas. Pero esta sigue siendo una pregunta abierta. Si el doctor Croll arguye que todo eso puede explicarse por efectos de nutación y la precesión de equinoccios, hay otros como Sir H. James (Athenaeum, 25 de agosto de 1860) y Sir John Lubbock (ibídem) más tendientes a pensar que se producen por variabilidades en la posición del axis rotativo. Y nuevamente, la mayoría de astrónomos se les opone" (2:314). La frase en cursivas denota más bien una deambulación polar que los sesgos del eje (ver Charles Gould, Mythical Monsters (1886), Wizards Bookshelf, 1981, p. 92-3).

23. Carl P. Munck, Whispers from Time, 1997, LL Productions; www.pyramidmatrix.com.

24. La Doctrina Secreta, 2:432; "Los misterios de Giza", parte 1.


02. De la eterna primavera a la época del horror

Blavatsky alude muchas veces a periodos en que el eje planetario se encontraba más o menos derecho, y como Mackey, declara que la Tierra disfrutaba de una "eterna primavera" (1), al igual que Júpiter (pues su eje está inclinado sólo en 3,1°) (2). El punto equinoccial análogo es el sitio del ecuador celeste que cruza el Sol al momento de llegar dicha estación. Cuando los polos geográficos están derechos, el ecuador sidéreo coincide con la eclíptica y cada punto en ese paralelo representa un equinoccio. En ese contexto, nuestro "hogar azul" efectivamente gozaría de un clima agradable, pero no significa que sea idéntico en todas partes a lo largo del año, sino que el día y la noche siempre tendrían aproximadamente la misma duración y no habría cambios estacionales importantes como los que resultan de un eje sesgado, si bien aún existirían variabilidades menores por la órbita elíptica terrestre.

Asimismo, la autora refiere a momentos en que el eje se hallaba a 90° y por lo tanto en el plano de la eclíptica (3), los cuales Mackey bautiza genéricamente como "era del horror". En esos lapsos, el contraste de las estaciones sería máximo, con luz diurna permanente en verano y oscuridad continua en invierno, y la mayor parte del globo sufriría vuelcos climáticos anuales y extremos, desde calores tropicales o quemantes hasta fríos glaciales.

Hoy el ángulo axial es de unos 23,4° (o más bien 336,6°), los trópicos se localizan 23,4° al norte y sur del ecuador, y los círculos polares a 66,6° de latitud septentrional y austral (ó 23,4° de los extremos geográficos). Todas las regiones al norte del Círculo Polar Ártico y al sur del Antártico se hallan todavía en su "era de horror", pues no experimentan una sucesión normal de día y noche a lo largo del año, sino que tienen luz diurna y oscuridad continuas de entre un día (en círculos polares) y seis meses (en los polos) cada año.

El ángulo de inclinación preindicado en que comienza y termina la "era del horror" depende de la latitud, es decir, cuanto más al N ó S del ecuador se encuentre un lugar, más durará su "fase". En cualquier latitud específica, se inicia cuando el círculo "ártico" o "antártico" converge con esa coordenada a medida que retrocede del polo ecuatorial (es decir, la inclinación axial va de 0° a 90°, o de 180° a 270°), y termina si el círculo polar coincide otra vez con dicha latitud al volver del ecuador hacia el polo (el desvío cambia de 90° a 180°, o de 270° a 360° [0°]). Por ejemplo, en los 25° N ó S el "tiempo de terror" se extendería mientras el Polo Norte estuviera entre 25° por encima de la eclíptica y 25° bajo ella, equivaliendo así a unos 324.000 años, y a 45° boreales o australes duraría cerca de 583.000. Se dice que todo nivel latitudinal experimenta dos eras análogas durante cada inversión de 360° (4).

Durante ese "intervalo de espanto", el período anual de oscuridad completa sería más corto que la fase de luz diurna constante, debido a la refracción atmosférica. Generalmente se considera que el crepúsculo principia cuando el centro del Sol naciente está 18° por debajo del horizonte, y si en su puesta se localiza 2° bajo ese plano. En los polos la escurana no dura realmente seis meses, sino menos de la mitad, y cuando el Sol se pone en el extremo boreal -alrededor del 22 de septiembre- hay un crepúsculo perpetuo de casi dos meses hasta que aquél desciende por 18°. De igual forma, dos meses previos al solsticio invernal comienza otra penumbra al tiempo que el Astro Rey vuelve a situarse abajo de ese plano yacente. Las estrellas, la Luna y las auroras proporcionan luz adicional para las regiones polares, y si el eje se ubica perpendicular a la eclíptica, el Polo Norte no tendrá semioscuridad incesante, sino luz solar debido a la refracción de los haces por la atmósfera. El eje tendría que ladearse más de 2° antes que el Sol salga y se oculte, y su fulgor dé paso al crepúsculo en parte del año. Cuando el eje está a 90°, en el verano del hemisferio norte habrá una banda de luz solar inmutable que se extenderá 2° al S del ecuador, y más allá un sector de penumbra continua que llegará hasta 18° S.


Notas

1. La Doctrina Secreta, 2:138, 332, 356, 368, 400.
2. Ibídem, 2:135.
3. Ibídem, 2:52, 356-7, 368, 534.
4. Mackey señala que en la latitud de los antiguos hindúes (36°N), la era del horror comportaría 432.000 años (suponiendo que un ciclo precesional iguala a 24.000 años), y esto explica por qué el Kali-Yuga (Edad Oscura) tiene dicha extensión (Mythological Astronomy, Parte 2, p. 95, 98).

5. William F. Warren, Paradise Found (1898), reimpresión por Health Research, 1964, p. 61-2.

13 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (3 de 12)

David Pratt
Enero 2000, enero 2024


Contenidos (final Parte B):

03. Deslizamiento cortical terrestre
04. Premoniciones psíquicas
05. Tradiciones antiguas


03. Deslizamiento cortical terrestre

Una variante catastrófica de migración polar es el deslizamiento rápido de la corteza terrestre o litosfera. Este fenómeno hipotético equivale a una versión acelerada a nivel global del escenario tectonista, donde las "placas" individuales se mueven a una velocidad de pocos centímetros por año entre sí y hacia los polos.

Uno de los principales defensores era Charles Hapgood (1), muerto en 1982, y conforme a él se habían producido tres mociones litosféricas durante los últimos 100.000 años. El Polo Norte habría estado en la Bahía de Hudson bajo la última era gélida, y se desplazó 30° (3.300 kms.) hasta su ubicación actual hace 17.000-12.000 años; luego ese punto avanzó hacia la Bahía de Hudson desde el Mar de Groenlandia 55.000-50.000 años atrás, y en dirección al mismo cuerpo hídrico desde el distrito de Yukón (Canadá) entre 80.000-75.000 AP.

Fig. 1. Diagrama según Hapgood: 1) Yukón; 2) Mar de Groenlandia; 3) Bahía de Hudson; 4) Polo Norte actual.

En décadas recientes, esta categoría de suceso geológico ha sido difundida por los escritores populistas Rand y Rose Flem-Ath (2), y la idea fue retomada por Graham Hancock (3) y Colin Wilson (4). Los primeros afirman que antes del último y supuesto desplazamiento cortical hace 11.500 años, la Antártida Menor (zona que apunta a Sudamérica) se encontraba más al norte y parcialmente libre de hielo, tenía clima templado y era hogar de la adelantada civilización atlante. Se cree que la litosfera tuvo dinamismos repentinos en 30° y empujó toda la Antártida hacia el Círculo Polar Sur, provocando el exterminio de esa cultura y cuyos restos hoy estarían bajo kilómetros de hielo. Mientras Hancock escribió que ello tuvo lugar entre el 14.500 y 12.500 a. de C. con réplicas masivas que continuaron hasta 9.500 a. de C., los Flem-Ath dicen que fue extremadamente rápido y advino en torno al 9.600 a. de C.

La teoría del movimiento litosférico ignora muchas evidencias contrarias sobre la historia de la edad de hielo pleistocénica. No existen pruebas de trayectorias corticales en núcleos de aguas profundas, registros paleomagnéticos, cronologías glaciales, registros de polen y una amplia gama de datos geológicos, paleoclimáticos y paleontológicos (5). Es infundado el aserto de que una gran zona de Antártida se desglació antes de 12.000 años AP, y así Paul LaViolette escribe: "Los datos de núcleos de hielo, obtenidos en varias partes de la capa antártica, muestran que todos los sectores del continente blanco han permanecido continuamente álgidos durante la última edad glacial, y que la temperatura de Antártida fue hasta 9°C más fría en igual época. Esto invalida las premisas sobre cambios en la corteza terrestre, que aseguran era 'más cálida'" (6).

Los "corticalistas" también aducen que el Polo Norte estaba en el sector de la Bahía de Hudson antes del último desplazamiento, suscitando que Norteamérica desglaciara mientras Siberia y Alaska se enfriaban, pero lo cierto es que en la última edad de hielo los principales períodos glaciales e interglaciares en esas tres regiones y la Antártida fueron más o menos sincrónicos. La etapa final y muy gélida de Dryas Reciente comenzó alrededor del 12.700 AP y terminó cerca del 11.550, al iniciarse el período Preboreal de calentamiento planetario y las inundaciones por agua de deshielo (7). Ciertos escritores vinculan el último desplazamiento teórico de corteza con la extinción de mamuts y otros mamíferos siberianos y alasqueños, y suscriben al mito popular de que éstos "se congelaron instantáneamente" en un "cataclismo repentino de inmensas proporciones"; sin embargo, la mayoría de restos animales son anteriores al 12.000 AP en decenas de miles de años, y asimismo es falaz sostener que un gran número de esas criaturas fue congelado ipso facto y se mantuvo "en perfectas condiciones" (8).

Hancock y los Flem-Ath suelen tomar la corteza terrestre por litosfera y viceversa (a diferencia de Charles Hapgood, quien fue más preciso en los términos). En geología moderna, la primera incluye sólo el tramo superior de la litosfera rígida, hasta la discontinuidad de Moho, a una profundidad media de 7 kms. suboceánicos y 40 (8 a 70) bajo los continentes, pero está firmemente unida al manto subdural. Mark Carlotto especula sin fundamento que las reversiones de corto plazo en el campo geomagnético pueden "destrabarlos" al reducir su fricción mutua, de modo que las mareas Sol-Luna trasladan toda la corteza, ¡tal y como se mueven los océanos! (9).

Fig. 2.

La litosfera abarca la corteza y capa superior del manto. Conforme al tectonismo, está dividida en placas separadas que se mueven entre sí sobre una capa plástica basal o astenosfera; no obstante, existen pruebas convincentes que cuestionan la viabilidad del modelo (10). Se dice que la litosfera tiene un espesor promedio de 70 kms. bajo los océanos y de 100 a 250 debajo de continentes, pero la tomografía sísmica (que produce imágenes en 3D del interior terrestre) señala que las partes continentales más antiguas tienen raíces a profundidades de 400 kms. o más, y que la astenosfera está ausente o es muy delgada bajo ellas. Incluso bajo los océanos no existe astenosfera continua, sino sólo lentes astenosféricas desconectadas. Todo ello hace imposible el movimiento extenso de "placas" individuales, ¡y ni hablar de traslados litosféricos rápidos y masivos!

Varios autores arguyen que el desplazamiento de la litosfera se debe principalmente a un desequilibrio de hielo en casquetes polares, mientras que su "inspirador" Hapgood desechó ese mecanismo por considerarlo inadecuado; en cambio, planteó que era producido por desbalances gravitacionales (masas no compensadas) dentro de la litosfera o inmediatamente bajo ella, aunque sin proporcionar ninguna evidencia concreta. Los Flem-Ath sugieren que todo el manto y la corteza podrían moverse de forma rápida y simultánea sobre el núcleo de la Tierra, pero se agarran de un clavo ardiendo y no tienen idea de cómo trabajaría la física de un evento tan improbable.

Por último, cabe mencionar algunos escritores que postulan una combinación de desplazamiento axial y corteza. Immanuel Velikovsky (11) (1895-1979) argumentaba que hace unos 4000 años Venus surgió a guisa de un "cometa" expulsado de Júpiter y luego deambuló por el Sistema Solar. Supuestamente, la Tierra estuvo involucrada en cuasi-colisiones con Venus y Marte alrededor del 3500 y 2700 a. de C., lo que resultó en catástrofes devastadoras, incluidos cambios de polos y deslizamientos corticales. Para "respaldar" este absurdo, Velikovsky ofreció evidencia de literatura, tradiciones y folclore antiguos, y algunos hechos geológicos de cataclismos pretéritos (12), mas no existe prueba de destrucción global en los momentos definidos por él. Por ejemplo, los escombros que creía depositados en la atmósfera terrestre por Venus hace 35 siglos -y causando presuntos 40 años de oscuridad- no dejaron rastros en casquetes polares ni sedimentos oceánicos del mundo (13).

Paul Dunbavin (14) especula que hacia el 3100 a. de C. la Tierra sufrió el impacto de un cometa en los océanos, generando el desvío de polos rotativos en 1° e inclinación axial entre 20° y 26° hasta equilibrarse en su valor moderno alrededor del 800 a. de C.; además, en la misma época el número de días anuales aumentó de 360 a 365,25. Dunbavin vio constancias en el patrón de variabilidad marina, cambios climáticos y geológicos, y antiguos mitos y leyendas. Incluso conjeturó que la Atlántida de Platón correspondía a las Islas Británicas, comprendiendo las regiones de plataforma circundantes y una pequeña ínsula en el Mar de Irlanda, que quedaron sumergidas cuando el nivel del mar subió hace unos 5000 años.

D.S. Allan y J.B. Delair (15) postularon que alrededor del 9500 a. de C. un cuerpo astronómico ("Faetón"), lanzado por el estallido de una supernova, atravesó el Sistema Solar causando daños indescriptibles. Provocó desplazamientos de la corteza terrestre, cambios axiales, subsidencias de grandes masas térreas en los océanos Pacífico y Atlántico, extinciones generalizadas y trastornos de clima. Piensan que el eje estaba prácticamente derecho antes de ese cataclismo y suprimen todo el Pleistoceno, tachando de "ilusoria" la secuencia de períodos glaciales e interglaciares; así, el clima bastante tibio del Plioceno llegó a su fin con la injerencia destructiva de Faetón, marcando una brevísima edad de hielo con unos pocos cientos de años a principios del Holoceno. Sin embargo, las pruebas que incluyen no son suficientes para admitir dicho escenario extremo.


Notas

1. Charles H. Hapgood, The Path of the Pole, Chilton Book Company, 1970; John White, Pole Shift: Predictions and prophecies of the ultimate disaster, A.R.E. Press, 1991, p. 87-107.

2. Rand y Rose Flem-Ath, When the Sky Fell, Stoddart, 1995.
3. Graham Hancock, Fingerprints of the Gods, Heinemann, 1995.
4. Colin Wilson, From Atlantis to the Sphinx, Virgin, 1996.
5. Paul Heinrich, "The Mysterious Origins of Man: Atlantis, mammoths, and crustal shift", www.talkorigins.org, and "Fingerprints of the Gods", www.oocities.org.

6. Paul LaViolette, Earth Under Fire, Starlane Publications, 1997, p. 316.
7. Ibídem, p. 142, 180.
8. Sue Bishop y Philip Burns, "Woolly mammoths: evidence of catastrophe?", www.talkorigins.org; Earth Under Fire, p. 189-218; R. Dale Guthrie, Frozen Fauna of the Mammoth Steppe: The story of blue babe, University of Chicago Press, 1990.

9. Mark Carlotto, "Toward a new theory of earth crustal displacement", Journal of Scientific Exploration, 36:1, 2022, p. 8-23.

10. "Continentes hundidos vs. deriva continental".
11. Immanuel Velikovsky, Worlds in Collision (1950), Pocket Books, 1977; Velikovsky, Earth in Upheaval; Pole Shift, p. 109-32.

12. Para una crítica del (mal) uso que hace Velikovsky de mitos y leyendas, véase Bob Forrest, Guide to Velikovsky's Sources, Stonehenge Viewpoint, 1987.

13. Leroy Ellenberger: "Top ten reasons why Velikovsky is wrong about Worlds in Collision", http://abob.libs.uga.edu/bobk/vdtopten.html; "An antidote to Velikovskian delusions", http://abob.libs.uga.edu/bobk/velidelu.html; Sean Mewhinney: "Tree rings", www.pibburns.com/smtrerng.htm, 1996; "Minds in ablation", parte 1, www.pibburns.com/smmia.htm, 1998/2000.

14. Dunbavin, The Atlantis Researches.
15. D.S. Allan y J.B. Delair, When the Earth Nearly Died: Compelling evidence of a world cataclysm 11,500 years ago, Gateway Books, 1995.


04. Predicciones psíquicas

Varios individuos, con ayuda de sus "guías espirituales", han ofrecido relatos dramáticos y generalmente contradictorios sobre inversiones de polos pasadas y futuras, y hasta ahora ninguna de sus "profecías" se ha concretado.

Con arreglo a una interpretación de sus oscuros escritos, Nostradamus (1) anticipó que se produciría un fenómeno de esa clase en 1999 ó 2000, y a finales del siglo XX también se suponía que el mundo estaba en medio de una pavorosa guerra o Armagedón.

Edgar Cayce (2) (1877-1945) tuvo mucha fama por hacer diagnosis mientras se hallaba en trance, y además proporcionó información -en su mayoría no verificable- sobre las vidas anteriores de pacientes, junto con múltiples vaticinios. Afirmó que la Tierra experimentó innumerables cambios cataclísmicos de polos, con lo que parecía referirse a algún tipo de desplazamiento cortical más que un trastorno en la inclinación del eje. Sostuvo que habría otro evento análogo a fines del siglo XX, precedido por varias décadas de terremotos cada vez más fuertes y hundimientos en la mayor parte de Japón, extensas zonas boreales en Europa, las costas del oriente y occidente de Estados Unidos y la nascencia de nuevas tierras en el Atlántico y Pacífico, ¡todo ello seguido por la "reaparición de Cristo"! Cayce dijo que hace 10,5 millones de años las actuales locaciones polares migraron a sectores tropicales y semitropicales; asimismo, se cree que durante la época atlante hubo muchos cambios terrestres extendidos por 200.000 años, incluyendo un movimiento en el centro axial, y otro "cambio de polos" en torno al 50.772 a. de C. que provocó la destrucción de animales gigantes en la faz planetaria.

Aron Abrahamsen (3) adelantó que en 1999 ó 2000 tendríamos un enorme cambio polar en sólo días, gatillando la moción de actuales zonas gélidas hasta en 90°, y para variar, coronada por el "regreso de Jesús". Según él, los desplazamientos polares eran motivados por fuerzas interplanetarias (especialmente electromagnetismo) y formas de pensamiento humano, por lo cual si un número suficiente de personas mejorara la calidad de sus actos y proyecciones mentales, podrían evitarse los desastres como aquél. Creía que el último y más importante cambio de polos ocurrió en 70.000 a. de C., y fijó otro hace unos 147.000 años.

Paul Solomon (4) predijo un descalabro polar el 5 de mayo de 2000, que implicaría dinamismos en la corteza terrestre de 40°, y el paso cercano de Marte desempeñaría un rol protagónico, secundado -otra vez- por la llegada del Redentor. Ruth Montgomery (5) señaló que el último desplazamiento del eje advino en 48.000 a. de C., cuando Lemuria quedó sumergida; las tierras atlantes no se vieron relativamente afectadas y continuó albergando la civilización más importante del mundo durante otros 20.000 años, antes de ser destruida por abusos tecnológicos. Pronosticó también una inversión polar para fines de la década '90, y (¡cómo no!) con el "gentil auspicio" cristomaníaco.

Michio Kushi (6), creador de la fundación East-West en Massachusetts, sugiere que hubo miles de cambios polares (desplazamientos de corteza), incluidos algunos con 90° completos. Varios de ellos sucedieron en el último cuarto de millón de años, siendo el más reciente hace 12.000 AP, antes de lo cual el Polo Norte estaba en el Atlántico septentrional, ligeramente al suroeste de las Islas Británicas. Se afirmó que otro acontecimiento similar llegaría en el mediano plazo, pero no pasó nada al respecto.

Los miembros del Grupo Stelle (7) aseguran descender de Lemuria (o Mu), donde creen comenzó la civilización hace 78.000 años, y se hundió hace 26.000 como resultado de migraciones polares; también se originaron otras en 8500 y 5000 a. de C. que implicaban movimientos corticales "leves" de 30°. La comunidad dice acatar instrucciones de inteligencias superiores ("maestros") bajo la dirección del arcángel Melquisedec, y tras la batalla de Armagedón (cuyo supuesto inicio era en 1998, pero aparentemente fue reagendada) habría dinamismos polares (o en la corteza) de 90° en 2000, causados por "una rara alineación planetaria". Luego del desastre total, Melquisedec establecería la "Nación de Dios" lemuriana, que a su vez resurgiría desde las aguas del Pacífico.

Claramente, siguen "en el aire" muchas ideas de continentes sumergidos, civilizaciones antiguas y cataclismos globales (incluidas las inversiones polares) que prometen iniciar una "nueva era dorada" de "regeneración espiritual". Sin embargo y como vemos, la exactitud de los pronósticos y visiones por psíquicos comunes o no entrenados deja mucho que desear. En general, cuanto más alejados están dichos asuntos de la vida diaria, más tienden a degenerar en psicocharlatanería.

En el período previo al "fin" del calendario maya el 21 de diciembre de 2012, los sinvergüenzas volvieron a aparecer preludiando todo tipo de catástrofes que, obviamente, comprendieron movimientos de polos (8). Una vez más, la realidad se negó a colaborar, no sin antes de que se vendieran grandes cantidades de basura.


Notas

1. John White, Pole Shift: Predictions and prophecies of the ultimate disaster, A.R.E. Press, 1991, p. 307-11.

2. Hugh Lynn Cayce, Earth Changes Update, A.R.E. Press, 1980, p. 59-60, 69, 71, 84, 87, 98; Pole Shift, p. 193-207.

3. Pole Shift, p. 209-25. Abrahamsen empleó sus dotes clarividentes en lugares de Arizona donde se encontrarían pruebas arqueológicas de una civilización, logrando 78% de éxito (David Hatcher Childress, Lost Cities of North & Central America, Adventures Unlimited, 1992, p. 325).

4. Ibídem, p. 227-41.
5. Ibídem, p. 245-7.
6. Ibídem, p. 252-4.
7. Ibídem, p. 313-23.
8. Ver "El calendario maya y la estafa del 2012", partes 5 y 6.


05. Tradiciones antiguas

Existen referencias a variados tipos de cataclismos e inversiones polares en la literatura y mitología de numerosos pueblos y naciones, como muestran los siguientes ejemplos. Obviamente, ello no significa que las descripciones pretendan ser literales, pues los mitos representan una mezcla compleja de hechos, alegorías y simbolismo, a menudo entretejidos en una narrativa dramática.

En el Libro de Enoc (65:1,3) (1) tenemos: "En aquellos días vio Noé que la tierra se hundía, y la destrucción estaba próxima (...). Y él dijo: 'Dime qué pasa en la tierra, pues se está sacudiendo con violencia".

En la Biblia del Rey Jacobo encontramos:

"He aquí, que el Señor vacía, devasta y trastorna la Tierra, dispersando a sus habitantes (...). La Tierra se tambalea como un ebrio, y será removida como una choza; los pecados se agravarán sobre ella y caerá sin volver a levantarse" (Isaías 24:1,20) (2).

"Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días [antes de la Segunda Venida] el Sol se oscurecerá, la Luna no dará su luz, las estrellas caerán del firmamento, y las potencias celestiales serán conmovidas" (Mateo 24:29).

"La tierra tembló y los cielos también se inclinaron ante la presencia de Dios: hasta el mismo Sinaí se conmovió" (Salmos, 68:8) (3).

Las dos últimas citas pueden aludir a un cambio en la declinación de estrellas, como resultado de movimientos polares (4).

Según el relato por Ovidio sobre el diluvio, el carro del Sol -conducido por Faetón- modificó su rumbo, los corceles que lo tiraban se desviaron de su curso y corrieron sin ton ni son chocando contra las estrellas, y las constelaciones de los Osos Fríos intentaron esconderse en el océano (5). En el Timeo, Platón dice que esto "significan vuelcos en los astros que se mueven alrededor de la Tierra y los cielos", describiendo también un cataclismo en que nuestro planeta se mueve "hacia adelante y atrás, derecha e izquierda, arriba y abajo" (6).

Se dice que los paradisíacos Edén, Asgard, Meru o Airyana Vaejo disfrutaban de un clima primaveral eterno, a pesar de su mentada ubicación norte o polar, indicando que el eje debió ser más o menos vertical. El astrónomo griego Anaxágoras enseñó que durante la Edad de Oro las estrellas giraban de manera toliforme (es decir, en un plano horizontal), creencia compartida por su colega Anaxímenes. Diógenes Laercio añadió que al principio la estrella polar siempre aparecía en el cénit, pero luego adquirió cierta declinación. También se pueden hallar aspectos similares en la antigua cosmogonía japonesa y las tradiciones chinas (7).

Para los egipcios, un gran círculo de fuego simbolizaba el Cosmos y una serpiente con cabeza de halcón solía representar el polo. Cuando este último se situaba a través del diámetro circular, hacía referencia al extremo de la Tierra que se encontraría en el plano eclíptico (8). El Papiro Mágico de Harris habla sobre un levantamiento cósmico de fuego y agua cuando "el sur se convierte en norte, y la Tierra se voltea" (9).

Por su parte, la mitología hopi relata la creación de cuatro mundos. El primero sucumbió por incendios y volcanes, y en la génesis del segundo se trasladó tierra hasta donde había agua, y viceversa. Al momento de extinguirse, los "polos gemelos" abandonaron sus lugares en los extremos norte y sur del eje mundial, donde mantenían la rotación adecuada. Nuestra esfera perdió el equilibrio y giró locamente dos veces; las montañas se sumergieron en el mar, y la tierra se inundó y cubrió de glaciares rígidos. Finalmente, con un "gran estremecimiento" y "un trozo de hielo", se ordenó a dichos gemelos que regresaran a sus puestos originales; el planeta comenzó a girar nuevamente, y a medida que se derritieron los casquetes el planeta recobró vida y se creó el tercer mundo. Éste último se destruyó por olas más altas que cordilleras, azotando por doquier, y entonces los continentes se rompieron para terminar hundidos. El cuarto mundo (actual) será barrido por cambio polar y crecidas, a menos que cambiemos nuestra naturaleza en un grado suficiente para evitarlo (10).

Los indios pawnee conservan remembranzas de una época en que las estrellas polares norte y sur "cambiaban de lugar" o "fueron a visitarse" (11). Creían que una hecatombe similar ocurriría en el fin del mundo, cuando se produzcan grandes anegamientos, los cielos se agiten y "las estrellas vengan a la Tierra" (12). Asimismo, los esquimales de Groenlandia dicen que antiguamente el planeta se inclinó y toda la gente fue tragada por el mar (13), y los isleños de Andamán temen que se repita un desastre natural idéntico, como el ocurrido mientras vivían sus antepasados (14).

La Edda nórdica ilustra cambios en la posición de la "serpiente de Midgard", nombre que designa a nuestro planeta, y el ofidio connota el ecuador, la eclíptica o incluso la Vía Láctea (15). Según una leyenda, el lobo Fenrir, que había sido encadenado por los dioses, logró romper sus ataduras y escapar, tras lo cual se sacudió e hizo temblar al globo. El fresno Yggdrasil (eje terrestre) fue remecido desde sus cimientos hasta los ramajes más altos; las montañas se desmoronaron o fracturaban de arriba abajo, y las estrellas quedaron a la deriva en el cielo (16).

Una antigua obra china, que consta de 4320 volúmenes, habla de las consecuencias generadas cuando la humanidad se rebeló contra los dioses, y así el Universo cayó en desorden: "Los planetas alteraron su curso. El cielo se hundió más hacia el norte; el Sol, la Luna y las estrellas cambiaron sus movimientos; la Tierra se hizo añicos, y las aguas en su seno despertaron con violencia para inundar todos los lugares" (17).

Muchos relatos describen largas fases cuando la luz solar ya no existía (18), y otros hablan de que el Sol no se ocultaba por periodos prolongados. Una posible interpretación es que el eje planetario se desvió en 90°, cuando había oscuridad continua durante los meses de invierno y luz permanente en el estío. La mitología nórdica sostiene que antes del orden actual de cosas el Astro Rey se levantaba por el sur, y situó la zona gélida en el este, mientras que ahora se emplaza al norte (19), lo cual también podría representar una época en que la Tierra se hallaba en ángulo recto.


Notas

1. Libro de Enoc (1883), Wizards Bookshelf, 1983, p. 78 (traducido por Richard Laurence); ver La Doctrina Secreta 2:145, 314, 533-4, 726. Traducción alternativa de R.H. Charles (1917): "Y en aquellos días Noé vio que la tierra se había hundido y su destrucción estaba cerca (...). 'Dime qué es lo que está cayendo sobre la tierra, que se ve en tan mala situación y está siendo sacudida'" (65:1,3), sacred-texts.com.

2. biblegateway.com.
3. Ibídem.
4. Las estrellas que se precipitan a la Tierra pueden simbolizar el descenso del espíritu a la materia.

5. Allan y Delair, When the Earth Nearly Died, p. 153.
6. Ibídem, p. 191. El Timeo dice que la Tierra "se revuelve en torno al eje del Universo" (Dunbavin, The Atlantis Researches, p. 158), que posiblemente indica la precesión de los equinoccios y el carácter variable del axis global.

7. When the Earth Nearly Died, p. 14-15; William F. Warren, Paradise Found: the cradle of the human race at the north pole (1885), reimpresión de Health Research, 1964, p. 191-2

8. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:356-7; Sampson Arnold Mackey, Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated (1822/1823), Wizards Bookshelf, 1973, p. 41-2.

9. Velikovsky, Worlds in Collision, p. 120. Según Immanuel, el Papiro de Ipuwer reseña un tiempo en que "la Tierra gira [da vuelta] como un torno de alfarero", y el de Ermitage consigna una catástrofe que puso el mundo "al revés". Sin embargo, en la traducción por Faulkner del primero leemos: "(...) la Tierra gira como el torno de un alfarero; el ladrón es poseedor de riquezas y el rico se ha convertido en saqueador". Según Bob Forrest, esto es sólo la metáfora de un desorden social, y la expresión "al revés" debiera tomarse al pie de la letra (Guide to Velikovsky's Sources, p. 11).

10. Frank Waters, Book of the Hopi, Penguin, 1977, p. 14, 16, 18; Pole Shift, p. 284-5.

11. When the Earth Nearly Died, p. 153-4.
12. The Atlantis Researches, p. 105.
13. Ibídem.
14. When the Earth Nearly Died, p. 191.
15. Elsa-Brita Titchenell, The Masks of Odin: wisdom of the Ancient Norse, TUP, 1985, p. 143, 149-50.

16. Hancock, Fingerprints of the Gods, p. 204-5, 247.
17. Ibídem, p. 193-4.
18. Ibídem, p. 164, 202-4; Fred J. Dick, The Theosophical Path, diciembre 1915, p. 447-8, agosto 1925, p. 120-3.

19. La Doctrina Secreta, 2:535. Se menciona el Polo Norte como aquel paraje donde todavía hoy el Sol aparece por el sur.

10 de diciembre de 2023

Inversiones polares y catástrofes geológicas (2 de 12)

David Pratt
Enero 2000, enero 2024


Parte B: Ciencia, psíquicos y mitos

Contenidos:

01. Desplazamiento axial
02. Migración polar


01. Desplazamiento axial

Existen dos tipos básicos de cambio polar:

Desplazamiento axial: el eje modifica su inclinación cuando el planeta se reorienta en el espacio (sin afectar los sitios de polos geográficos y el ecuador); y

Migración polar: variaciones en el lugar de polos geográficos y el ecuador por el movimiento completo de la Tierra -o su capa exterior- con referencia al centro rotativo, cuya inclinación permanece sin cambios.

Los científicos no están de acuerdo sobre los cambios que ha tenido el ladeo axial durante la prolongada historia geológica; sin embargo, cualesquiera que sean las transformaciones a largo plazo, hace mucho se aceptó que la inclinación del eje muestra un vaivén lento. Se dice que durante los últimos 5 millones de años, la oblicuidad terrestre -actualmente de 23,44°- ha variado entre 22,1° y 24,5° con un período medio de 41.000 años (1), a tenor de cálculos sobre la interacción gravitacional de planetas (2). La inclinación de la Tierra está disminuyendo, y los estudiosos creen que alcanzó su último máximo en 8700 a. de C. y llegaría al mínimo hacia el 11.800 d. de C. Dado que la variabilidad axial produce el ciclo de estaciones, ello significa que hoy las disimilitudes entre dichas fases son menos extremas que hace 10.000 años; en igualdad de circunstancias, los veranos son un poco más fríos y los inviernos más templados.

El eje de cada planeta en el Sistema Solar tiene un ángulo distinto: Mercurio 0,01°, Venus 177,36°, Tierra 23,44°, Marte 25,19°, Júpiter 3,12°, Saturno 26,73°, Urano 97,77°, Neptuno 28,33° y Plutón 119,59° (3); en consecuencia, hay tres que se hallan "invertidos" y poseen rotación retrógrada, es decir, giran en sentido de las manecillas del reloj vistos desde "arriba". El eje del Sol está inclinado en 7,25°  respecto a la eclíptica, y el de la Luna se desnivela en 1,54°.

Fig. 1 (incluye tiempos de rotación y volúmenes relativos).

La astronomía moderna indica que todos los planetas del Sistema se formaron hace unos 4.600 millones de años, tras el colapso de una nebulosa solar primordial (4). La masa de gas y polvo en contracción desarrolló un núcleo denso que remolinaba lentamente, destinado a convertirse en el Sol, y estaba rodeado por un disco giratorio de partículas finas que, como resultado de pequeñas fluctuaciones en densidad, generaron pequeños grupos o planetesimales (con tamaño similar a asteroides), donde los más grandes acumularon materia y crecieron hasta alcanzar su condición de planetas (5). Los cuatro orbes interiores (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) habrían nacido principalmente a partir de materiales densos y rocosos, cuando el calor del Sol provocó la evaporación de hielos volátiles. En las áreas exteriores del "reino solar" aparecieron los cuatro gigantes gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) que eran lo suficientemente masivos para retener grandes cantidades de hidrógeno y helio.

Joseph Silk cree que esta hipótesis en vigor elucida naturalmente las trayectorias de revolución y giro de los planetas (6), y aunque la mayoría se creó por acopio de muchos cuerpos pequeños, dice que Urano es la salvedad: "Aparentemente se moldeó a partir de la coalescencia de unos pocos ítemes grandes, o tal vez sólo dos. Esto produciría una orientación aleatoria del eje rotativo y puede explicar su ladeo de casi 90° respecto a la eclíptica. Sólo los planetas que se formaron desde muchos cuerpos reducidos, cuyas direcciones individuales de giro y movimiento fueran promedios, darían como resultante un astro con axis de viraje paralelo al del Sol" (7).

Luke Dones y Scott Tremaine (8) sostienen que los giros en los cuatro planetas interiores probablemente estuvieron determinados por impactos con algunos cuerpos grandes, mientras aquéllos se formaban mediante acreción de planetesimales. Gerrit Verschuur (9) especula que en los albores de la Tierra un "vecino" con el tamaño de Marte chocó lateralmente contra ella y sacudiéndole de polo a polo; así, tras el descalabro su eje quedó inclinado. "Algunos escombros de ese impresionante hecho (...) se eyectaron al espacio y fueron detenidos por la atracción gravitacional del planeta, hasta quedar atrapados en órbita y reunirse en lo que más tarde sería la Luna" (10). Casi al mismo tiempo, habrían ocurrido estrellones similares entre protoplanetas y objetos en rumbos cercanos por todo el Sistema Solar: "Urano recibió colisiones de tal potencia que terminó inclinándose; este fue también el caso de Venus, que luego comenzó a girar en dirección contraria. A Mercurio lo habrían 'noqueado' de tal modo que sus capas exteriores fueron arrancadas, y perdidas en el vacío, terminaron yendo al Sol. ¿Y Marte? Un impacto cambió su eje, pero posteriormente no se formó ningún satélite".

Verschuur añade que, si hoy cayera sobre nosotros un gran asteroide de unos pocos cientos de kilómetros en diámetro, provocaría terremotos globales sin alterar la inclinación axial, por lo que sería necesario el impacto de un cuerpo equiparable a Marte para generar efectos perceptibles.

Como ya vimos, se cree que la rotación retrógrada de Venus tuvo origen en un choque o cuasimpacto con un enorme asteroide o planetesimal que invirtió la dirección de su giro, pero otros científicos piensan que el "encuentro cercano" con algún ítem celeste inclinó su eje poniéndolo casi del revés (11).

George Williams (12) cuestiona el aserto muy extendido de que la oblicuidad primordial de la Tierra era inferior a 10-15° y se incrementó poco a poco en su historia, sólo por fricción de mareas. Dice que esto no considera posibles mecanismos geofísicos dentro del planeta, como el "acoplamiento disipativo núcleo-manto", que tendería a mover el eje hacia una posición vertical. Postula que esa prototierra adquirió 70° oblicuos a partir del supuesto megaimpacto que produjo la Luna, y dicha inclinación se mantuvo por encima de 54° durante la mayor parte del Precámbrico. Esto significa que las regiones polares habrían recibido más energía solar que el ecuador, y los glaciares crecerían en latitudes bajas mientras los polos permanecieran libres de hielo; igualmente, en la glaciación tardía del Proterozoico (800-600 millones de años) los continentes en paleolatitudes inferiores (13) quizás incluían heleros (14). Williams añade que la oblicuidad disminuyó de 60° a casi 26° entre 650 y 430 millones de años, pero no ha cambiado mucho desde entonces, y que ese panorama está respaldado por el historial climático.

Si bien el criterio común es que durante el Fanerozoico (últimos 540 millones de años según la ciencia, ó 250 millones con arreglo a la Teosofía (15)) no hubo pruebas de que la oblicuidad haya superado de manera significativa los presuntos límites actuales de 22,1°-24,5°, esto no es universalmente admitido pues algunos datos paleoclimáticos y paleontológicos sugieren que en el Mesozoico y principios del Cenozoico la inclinación terrestre fluctuó entre 0° y 15° (16).

Como varios científicos, Williams dice que muchos planetas están sujetos a cambios importantes en oblicuidad, y rechaza la opinión de que "se desconocen los mecanismos físicos plausibles" para ese fenómeno. Algunos señalan que las inclinaciones axiales de espines han sufrido grandes vuelcos aleatorios o caóticos, debido a la injerencia gravitatoria de otros orbes. Basados en cálculos orbitales minuciosos, J. Laskar, F. Joutel y P. Robutel (17) concluyen: "No se puede considerar que alguno de los planetas interiores (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) tenga oblicuidades primitivas, y todos ellos pudieron formarse con ladeos cercanos a cero. Los desvíos angulares podrían mostrar comportamientos caóticos a gran escala durante su historia. Mercurio y Venus se han estabilizado por efectos disipativos; la Tierra mediante 'captura' de la Luna, y Marte todavía se encuentra en una gran región desorganizada que oscila entre 0° y 60°".

Otras estimaciones de variabilidad oblicua en Marte son 15°-35° (18) y 11°-49° (19). Respecto a las "esferas gigantes" en nuestro vecindario cósmico, Laskar et al. argumentan que sus ángulos de desviación central "son esencialmente estables y pueden considerarse primigenios, es decir, con aproximadamente el mismo valor que tenían cuando finalizó la génesis del Sistema Solar. Sin embargo, el comportamiento confuso de las oblicuidades bajo perturbaciones planetarias podría haber ocurrido en una etapa previa al origen de aquél". Asimismo, creen que el área caótica del eje terrestre abarcaría de 0° a 85° en ausencia de la Luna y del momento torsional que ejerce sobre nosotros.

En el apartado 3 se consideran las opiniones de algunos escritores catastrofistas y contrarios al statu-quo, quienes aseguraban que la Tierra sufrió grandes y repentinos cambios axiales en el pasado reciente.


Notas

1. A. Berger y M.F. Loutre, "Insolation values for the climate of the last 10 million years", Quaternary Science Reviews , vol. 10, 1991, p. 297-317. Berger estimó una variancia de 22°-24,5° con un cuasiperíodo muy prominente y estable de 41.000 años, y elapsos adicionales de 54.000 y 29.000 (A. Berger et al. (eds.), Milankovitch and Climate, Reidel, 1984, p. 35). J.J. Hidore y J.E. Oliver dicen que la cantidad oscila de 21,6° a 24,6° por 41.000 años (Climatology: An atmospheric science, Macmillan, 1993, p. 369), y ocasionalmente se menciona un rango mayor de 21,8°-28,3° (por ejemplo, Patrick Moore, Encyclopaedia of Astronomy, 1986; Brockhaus Enzyklopädie, 1968, 5:382-3).

2. Ver "Gravedad y antigravedad".
3. Sterrengids 2000, Nederlandse Vereniging voor Weer- en Sterrenkunde, p. 170.
4. La Teosofía consigna que: a) la Tierra en su forma actual tiene aproximadamente 2 mil millones de años, y b) después del nacimiento del Sol y su familia de planetas, los globos físicos de éstos (y luego sus correspondientes astrales) mueren y se desintegran cuando llegan al final de su vida. Tras un interludio, reencarnan en un subplano superior o inferior, reapareciendo en el Sistema Solar a guisa de cometas antes de crear órbitas permanentes, condensarse y crecer hasta devenir cuerpos planetarios; ídem, encarnan varias veces antes que su Sol parental se extinga ("Cosmología: cuestionamientos y nuevas tendencias", sección 10).

5. El astrónomo Tom Van Flandern señala varios problemas con la hipótesis planetesimal (Dark Matter, Missing Planets & New Comets, North Atlantic Books, 1993, p. 329-31).

6. No es correcto. Si la densidad de materia se distribuye en modo esféricamente simétrico dentro de cuerpos celestes, entonces los planos orbitales de planetas alrededor del Sol deberían orientarse aleatoriamente en el espacio tridimensional, como también la dirección de sus rumbos. Sin embargo, todos aquéllos circundan al Astro Rey formando sólo pequeños ángulos con el plano ecuatorial del mismo, y en el mismo sentido que la rotación solar. De igual manera, la probabilidad de que esta disposición se produzca por "azar" es extremadamente pequeña.

7. J. Silk, The Big Bang, W.H. Freeman & Company, 1989, p. 357-8.
8. L. Dones y S. Tremaine, "Why does the Earth spin forward?", Science, vol. 259, 1993, p. 350-4.

9. G.L. Verschuur, Impact: The threat of comets and asteroids, Oxford University Press, 1996, p. 69, 89.

10. Esta premisa del "gran salpicón" sobre el origen de la Luna ha venido entrando y saliendo del glamour científico durante más de un siglo. La Teosofía rechaza el concepto, e indica que nuestro satélite natural es un viejo remanente encarnatorio de la Tierra (H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 1:154-6, 2:64).

11. D.A. Pearlman (ed.), Stephen J. Gould and Immanuel Velikovsky, Ivy Press Books, 1996, p. 211-3.

12. G.E. Williams, "History of the earth’s obliquity", Earth-Science Reviews, vol. 34, 1993, p. 1-45.

13. Las paleolatitudes se establecen por la dudosa "ciencia" del paleomagnetismo (ver sección siguiente).

14. Ver también Darren M. Williams, James F. Kasting y Lawrence A. Frakes, "Low-latitude glaciation and rapid changes in the Earth’s obliquity explained by obliquity-oblateness feedback", Nature, vol. 396, 1998, p. 453-5.

15. Ver "Geological Timescale", https://davidpratt.info.
16. Véase la Parte 7, "El historial climático".
17. J. Laskar, F. Joutel y P. Robutel, "Stabilization of the Earth’s obliquity by the Moon", Nature, vol. 361, 1993, p. 615-7; J. Laskar y P. Robutel, "The chaotic obliquity of the planets", Nature, vol. 361, 1993, p. 608-12.

18. Nature, 18 de febrero de 1993, p. 610.
19. J. Touma y J. Wisdom, "The chaotic obliquity of Mars", Science, vol. 259, 1993, p. 1294-7.


02. Migración polar

Se reconocen dos tipos:

Migración polar geográfica o verdadera: movimiento de todo el planeta o alguna parte (litosfera, litosfera + manto, o sólo éste último) en relación con el eje rotativo, cambiando de lugar los polos geográficos y el ecuador en la superficie; y

Magnética: traslados de polos magnéticos con respecto a los geográficos.

Se cree que los polos magnéticos norte y sur deambulan con lentitud hacia el oeste alrededor de los geográficos, volviendo a su sitio original tras unos pocos miles de años (1), pero ¿a qué distancia de los extremos terrestres se mueven los magnéticos durante la historia geológica? El paleomagnetismo escruta la dirección y los desvíos del campo magnético en piedras de diferentes edades; luego, los datos se utilizan para determinar la situación de un polo magnético virtual en el momento que se formaron dichas rocas. Las ubicaciones de polos calculadas a partir de especímenes con menos de 20 millones de años no se alejan significativamente de los puntos actuales, pero a medida que retrocedemos en el tiempo, los virtuales se alejan cada vez más de las locaciones modernas. La unión de los sitios polares promediados para diferentes lapsos genera una aparente trayectoria de migración polar; asimismo, diversos continentes producen rumbos disímiles de aquélla, y se infiere que son principalmente estos grupos térreos los que se han desplazado y no los polos magnéticos (o geográficos). Se piensa que el aparente deambular de polos magnéticos es inducido por el movimiento real de continentes sobre la superficie, aunque también se admite cierto grado de migración polar verdadera.

El paleomagnetismo tiene muchos problemas, y a menudo lleva a resultados poco fiables e inconsistentes. Por ejemplo, los datos homónimos implican que durante el Cretácico medio Azerbaiyán y Japón estaban en el mismo lugar. Los estudios en rocas de diferentes edades sugieren un trayecto polar distinto no sólo para cada continente, sino también en varias partes de ellos. Cuando en los mapas mundiales se trazan posiciones polares paleomagnéticas e individuales, en lugar de curvas promediadas la dispersión llega a ser enorme, y por lo general más ancha que el Atlántico. Cuanto más retrocedemos en el tiempo, mayor es la dispersión, lo que sugiere que el magnetismo fósil se vuelve menos estable cronológicamente. El magnetismo rocoso está sujeto a modificaciones por magnetismo posterior, erosión, metamorfismo, deformación tectónica y cambios químicos, socavando así la teoría de que el magnetismo fósil hallado en muestras líticas antiguas proporciona un "registro preciso" del campo magnético terrestre en el momento que se formaron las rocas.

Los datos paleomagnéticos entregan una indicación de la latitud de un lugar con respecto al viejo polo magnético, y se supone que durante largas fases los extremos magnéticos tenderán a coincidir con los geográficos; sin embargo, el campo geomagnético actual difiere sustancialmente del de un dipolo axial geocéntrico. El eje magnético está inclinado unos 10° en cuanto al eje rotativo, y algunos planetas presentan desviaciones mucho mayores (p. ej., 47° para Neptuno y 60° en Urano); por lo tanto, en el campo magnético actual terrestre, la latitud análoga puede apartarse de la geográfica hasta en 4400 kms. Es factible que en el pasado los polos magnéticos hayan migrado considerablemente en relación a los físicos, y si hubo anomalías magnéticas estables sólo un poco más intensas que la apreciable hoy en el este de Asia, ello también invalidaría la premisa del dipolo axial geocéntrico. Los datos geológicos, paleoclimáticos y paleontológicos ofrecen evidencias poderosas contra los modelos de deriva continental, y por ende desafían las interpretaciones actuales (2).

Los estudios muestran que algunas rocas han sido magnetizadas en dirección opuesta a la del campo magnético actual. Conforme a la ciencia esto significa que, en el momento que se formaban rocas, el campo geomagnético global tenía polaridad invertida, pero al menos en ciertos casos son concebibles otras aclaratorias, como la autoreversión y anomalías magnéticas regionales. Por ejemplo, un conjunto de irregularidades paleomagnéticas del norte y centro de Europa, el este de Canadá, el Golfo de México y Nueva Zelanda, con fechas agrupadas alrededor del 12.500 a. de C., se interpretaron como una fluctuación geomagnética global (giro de Gotemburgo), pero el suceso aparentemente no está registrado en secuencias sedimentarias de la misma edad en el sur de Europa, el mar Mediterráneo y el oeste de Norteamérica (3). Incluso hoy existen sitios aislados de polaridad magnética opuesta tanto en el hemisferio norte como el austral (4), y ya sea que ocurran o no, las inversiones magnéticas no deben confundirse con aquéllas en el eje rotacional de la Tierra.

Además del axis magnético, se pueden distinguir otros tres: a) geográfico, o "raya" que une los polos N y S (los puntos iniciales de las líneas de latitud y longitud); b) el de giro o rotación instantánea, que pasa a través de la Tierra y alrededor del cual ésta vira en cualquier instante (los sectores donde corta la superficie terrestre se llaman polos de rotación); y c) de figura o máximo momento de inercia, el centro de simetría del esferoide terrestre, determinado por la distribución de masas al interior del planeta (5).

Para fines prácticos, estos tres ejes se hallan tan cerca que virtualmente coinciden. Sin perjuicio de ello, el eje de figura no corresponde de manera exacta con el rotacional, dando pie a leves movimientos polares que producen ligeras variaciones de latitud, y pueden medirse como la diferencia entre la latitud geográfica y la astronómica verdadera, considerada desde el axis de giro. Se pueden distinguir dos oscilaciones periódicas discretas: "una, llamada de Chandler, tiene un lapso de aproximadamente 14 meses [435 días], y la otra 12. Al combinarse, los polos describen trayectorias en espiral por fuera, alrededor y finalmente en dirección de sus partes medias durante unos 6,5 años. La separación entre los polos real y medio era excepcionalmente grande hacia 1952, cuando estaban alejados por 12 mts. ó 0,37 segundos de arco. Su distancia máxima en la fase de 6,5 años promedia 0,25" (6).

Se estima que la oscilación de Chandler está relacionada con terremotos, empujes de viento en la superficie, actividad solar y geomagnetismo. Sin embargo, no existe acuerdo sobre si dicho fenómeno provoca sismos, si es producido en parte por ellos o ambos tienen una causa común (7).

El único nivel de rotación perfectamente estable de un planeta se origina cuando torna sobre su eje de figura. Una redistribución interior de masa, o el impacto de un cometa o asteroide, arrastra a ese centro lejos del axis rotativo, creando una condición inestable. Después, éste trata de reajustarse con la línea de figura, que a su vez precede alrededor del primero en una espiral cada vez menor hasta que ambos vuelven a coincidir. En términos estrictos, la posición del eje de figura nunca es exactamente constante, pues los sistemas climáticos, las mareas oceánicas e incluso el movimiento de animales o humanos alteran la distribución de masa terrestre, y con ello el sitio del mencionado eje.

Este ligero bamboleo axial es un hecho, pero hay abundante polémica sobre la existencia de una migración sistemática verdadera y a gran escala de polos geográficos. A lo largo del siglo XIX y principios del XX, se invocaba con frecuencia la deriva polar para entender las constancias de temperaturas más cálidas en regiones polares y antiguas capas de hielo en latitudes bajas. Si bien hoy estos fenómenos tienden a explicarse en términos de deriva continental, algunos científicos creen que también se produjo un "vagabundeo" polar. Las opiniones difieren sobre hasta qué punto los cambios en el reparto de masa sobre o al interior de la Tierra pueden alterar la posición del centro rotativo y a qué velocidad, dependiendo principalmente de las suposiciones hechas sobre su estructura intrínseca.

En el siglo XIX, varios especialistas destacados -entre ellos Sir George Airy, Sir William Thomson (Lord Kelvin) y Sir George Darwin (hijo de Charles Darwin)- argumentaban que la deriva polar a gran escala era imposible, debido a la supuesta rigidez de la Tierra y el efecto estabilizador del abultamiento ecuatorial (8). La evidencia de que nuestro planeta no es perfectamente duro fue proporcionada por mareas menores en la corteza terrestre, causadas por influencias de Luna y Sol, y el descubrimiento del bamboleo de Chandler en 1884-1885.

En 1955, Thomas Gold (9) postuló que se podían esperar desplazamientos polares mayúsculos durante períodos geológicos en un cuerpo plásticamente deformable, y el axis de rotación podría migrar 90° en casi un millón de años. Aseveraba que si la Tierra fuera un globo perfecto en lugar de un esferoide aplanado, "el escarabajo más diminuto que caminara sobre ella modificaría el eje de su espín con respecto a las marcas esféricas en un ángulo deliberadamente grande; entonces, dicho eje en el espacio cambiaría sólo en una pequeña medida”.

Si el material que compone la Tierra cede por fluencias bajo disimilitudes en tensión de magnitud arbitrariamente pequeña, entonces se producirá una deriva polar en respuesta a cualquier fuerza excitatoria, por mínima que sea. Sin embargo, si ese material tiene un límite elástico distinto de cero, la migración se producirá sólo cuando el estrés excitativo sea suficiente para exceder el umbral. W.H. Munk y G.J.F. MacDonald (10) señalaron que si el manto fuera anelástico de tal modo que permitiera un vagabundeo polar significativo, los polos deberían moverse para situar continentes lo mejor posible encima del bulbo ecuatorial. La distribución moderna de aquéllos debería emplazar el polo en las proximidades de Hawai, o Pacífico ecuatorial, a la mayor distancia concebible del extremo; pero como no está en dicho océano ni se desplaza hacia él al ritmo esperado, ello sugiere que la Tierra (o al menos su capa exterior) tiene bastante fuerza finita para resistir las tensiones impuestas por el sistema continente-océano. Sin embargo, esa inferencia puede evitarse suponiendo que la tirantez está equilibrada por las faltas de homogeneidad en el manto. Los cambios en la distribución másica de la Tierra podrían dar lugar a polos erráticos, aunque también es posible que albergue suficiente fuerza para evitarlo. El hecho de que las principales anomalías gravitacionales estén asociadas con las cadenas montañosas del Paleozoico, indica que las principales diferencias de estrés pueden seguir durante períodos muy largos.

Hoy continúan los debates sobre el alcance de migraciones polares a lo largo de la historia geológica, y "qué es lo que se mueve" al producirse un verdadero desplazamiento. El consenso general, a tenor del paleomagnetismo, es que la dinámica polar no superó más de 30° en los últimos 200 millones de años (11), y desde esta panorámica, la mayor parte del movimiento de polos (magnéticos) implicado por esa rama se define en términos de deriva continental o tectónica de placas. Karsten Storetvedt, quien acepta la validez del paleomagnetismo (aun cuando reconoce que enfrenta muchos problemas) y opugna la deriva continental, desarrolló un modelo alternativo (tectónica de torsiones) interpretando datos paleomagnéticos escogidos en términos de rotaciones in situ de bloques térreos y migración polar verdadera. Sostiene que los polos se desplazaron 70° desde el Paleozoico medio, incluido un cambio latitudinal de 35° alrededor del límite Eoceno-Oligoceno, pero su hipótesis ha tenido serias objeciones (12).

Como ya se dijo, los datos paleomagnéticos no son totalmente confiables para respaldar las teorías de deriva continental o traslados polares a gran escala, y además se suele ignorar la evidencia de que el planeta posee fuerza suficiente al objeto de impedir un desplazamiento polar de envergadura. Es cierto que el registro de trayectorias polares confeccionado por el Servicio Internacional de Latitud (ILS) desde 1900 indica que, aparte de la oscilación de Chandler con 14 meses y el vaivén anual de 12, el polo giratorio tiene una deriva secular de aproximadamente 1° por millón de años hacia el este de Canadá, pero no hay certeza de que esta dinámica continúe en la misma dirección durante muchos millones o decenas de millones de años.

J.L. Kirschvink et al. (13) afirman que la verdadera migración polar ocurrió hace 535-520 millones de años (Cámbrico temprano), como secuela de un importante reordenamiento de placas tectónicas que cambió el equilibrio másico dentro de la Tierra. Toda la litosfera y el manto viraron unos 90°, de modo que las regiones que antes estaban en los extremos N y S se trasladaron al ecuador, y dos puntos antípodas cerca de éste último se convirtieron en polos. No obstante, la hipótesis se basa principalmente en datos paleomagnéticos, y por tanto es muy dudosa.

Los dictámenes mal concebidos de dos investigadores poco ortodoxos merecen un breve espacio. Hugh Auchincloss Brown (14), fallecido en 1975, creía que la fuerza rotativa excéntrica de la creciente capa gélida del Polo Sur eventualmente llegaría a ser muy fuerte, haciendo que la Tierra se volcara "como un buque sobrecargado", y con ello, el centro de giro y el abultamiento ecuatorial migrarían rápidamente en sentido opuesto, de forma que la inclinación axial continuaría siendo la misma. Según el autor, los cataclismos llegarían en una sóla jornada, tiempo en que los polos actuales recorrerían unos 80° de latitud (8.800 kms.) y los casquetes glaciares acabarían cerca del ecuador. Las consecuencias serían diluvios apocalípticos, actividad sísmica y el fin de la civilización. Brown pensaba que cada unos 7000 años existían desastres similares, causados por fuerzas gravitacionales y centrífugas, pero no hay pruebas serias que lo respalden, y de todos modos su idea es inviable pues la capa de hielo antártica no podría desarrollar suficiente impulso para trasponer la Tierra.

Peter Warlow (15) manifestó que una cuasi-colisión con un gran cometa, asteroide o astro errante -de 1.000 kms. o más en diámetro- podría provocar que sólo en un día los polos geográficos N y S intercambiaran lugares en el axis de giro, añadiendo que si la Tierra se volteara dentro del campo magnético, esto explicaría las aparentes inversiones análogas. Sin embargo, Victor Slabinski calculó que un traslapo en 180° de esta clase requeriría el encuentro con un ítem celeste 31% más masivo que Júpiter (16).

Varios científicos ven pistas de migraciones polares en la Luna y Marte. Por ejemplo, Kirschvink et al. dicen: "La provincia volcánica de Tharsis en Marte, que posee la mayor anomalía de gravedad positiva conocida en cualquier planeta, parece haber reorientado la litosfera marciana para colocar a Tharsis en el ecuador; de manera similar, todos los máscones lunares se encuentran mirando a la Tierra simétricamente respecto de su ecuador".

Peter Schultz (17) declara que múltiples y grandes terrenos estratiformes y marchitos cerca del actual ecuador marciano, separados en casi 180°, tienen muchas similitudes con sus depósitos polares contemporáneos, y plantea que representan ubicaciones de otros puntos extremos más antiguos. Se adhiere a la interpretación del desplazamiento polar, en vez de las alternativas sobre capas piroclásticas o eólicas acumuladas durante fases en que Marte tenía una oblicuidad muy alta. Según Schultz, ese movimiento se produjo en inicios y finales alternos, y los últimos cambios importantes de polos conciernen a la génesis de los amplios escudos volcánicos de Tharsis y Olympus Mons. Describe también una migración polar acumulativa superior a 90° durante 4 mil millones de años, y cada desajuste en sitios polares implicó un traslado inferior a 30° entre 100 y 1000 millones de años. Sus puntos de vista no tienen aceptación unánime, y los científicos muestran discrepancias sobre el grado de rigidez en Marte y la cantidad de "vagabundeo" polar que esto permitiría (18). Los lineamientos o fracturas globales en la superficie de aquél, como en la Tierra, constan de cuatro sistemas básicos orientados aproximadamente en E-O, N-S, N-E y N-O en relación con los polos giratorios actuales (19), lo cual arroja dudas sobre las teorías de polos migratorios a gran escala. En definitiva, dichos postulados siguen siendo especulaciones no probadas.


Notas

1. El campo dipolar se mueve hacia el oeste a un ritmo de 0,08° por año (equivalente a 4.500 años para un circuito planetario íntegro), mientras el campo no dipolar -que constituye entre el 5 y 20% del total, y se lo considera responsable de las variaciones seculares- va en sentido oeste con una tasa de 0,18° por año (vuelta completa en 2000 años). En el polo magnético septentrional, el norte de la brújula apunta hacia abajo, lo que se interpreta en términos de que ese lugar es en realidad el Polo Sur magnético (A. McLeish, Geological Science, Thomas Nelson and Sons Ltd., 1992, p. 131-3).

3. William R. Corliss (comp.), Unknown Earth, Sourcebook Project, 1980, p. 752.
4. "Journey to the centre of the earth", Inside Science n° 134, New Scientist, 14 de octubre de 2000, figura 2; Nicola Jones, "Anomalies hint at magnetic pole flip’", 10 de abril de 2002, newscientist.com.

5. Paul Dunbavin, The Atlantis Researches: The earth’s rotation in mythology and prehistory, Third Millennium, 1995, p. 51-64.

6. "Polar motion", britannica.com.
7. William R. Corliss (comp.), Earthquakes, Tides, Unidentified Sounds, Sourcebook Project, 1983, p. 120-3.

8. John White, Pole Shift: Predictions and prophecies of the ultimate disaster, A.R.E. Press, 1991, p. 54-7; Immanuel Velikovsky, Earth in Upheaval, Delta, 1955, p. 111-4.

9. T. Gold, "Instability of the earth’s axis of rotation", Nature, vol. 175, 1955, p. 526-9; Pole Shift, p. 60.

10. W.H. Munk y G.J.F. MacDonald, The Rotation of the Earth, Cambridge University Press, 2da edición, 1975, p. 275-85; Harold Jeffreys, The Earth: its origin, history and physical constitution, Cambridge University Press, 6ta edición, 1976, p. 478-81.

11. R.G. Gordon, "Polar wandering and paleomagnetism", Annu. Rev. Earth Planet. Sci., vol. 15, 1987, p. 567-93; J. Besse y V. Courtillot, "Apparent and true polar wander and the geometry of the geomagnetic field over the last 200 Myr", Journal of Geophysical Research, vol. 107, n° B11, 2002, p. 6–1-31.

12. K.M. Storetvedt, Our Evolving Planet: Earth history in new perspective, Alma Mater, 1997; "Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar", parte 6.

13. J.L. Kirschvink, R.L. Ripperdan y D.A. Evans, "Evidence for a large-scale reorganization of early Cambrian continental masses by inertial interchange true polar wander", Science, vol. 277, 1997, p. 541-5.

14. Pole Shift, p. 65-86.
15. Ibídem, p. 133-42, 417-8.
16. V.J. Slabinski, "A dynamical objection to the inversion of the earth on its spin axis", Journal of Physics A, vol. 14, 1981, p. 2503-7.

17. P.H. Schultz y A.B. Lutz, "Polar wandering of Mars", Icarus, vol. 73, 1988, p. 91-141.

18. B.C. Murray y M.C. Malin, "Polar wandering on Mars?", Science, vol. 179, 1973, p. 997-1000.

19. G.H. Katterfeld y G.V. Charushin, "General grid systems of planets", Modern Geology, vol. 4, 1973, p. 243-87.