12 de febrero de 2022

Paleomagnetismo, movimiento de placas y migración polar (6 de 9)

David Pratt
New Concepts in Global Tectonics Journal (www.ncgt.org), vol. 1, n° 1, marzo 2013, p. 66-152.
 
 
Contenidos:

06. Tectónica de torsiones
-Desplazamiento polar
-Continentes giratorios
-Fuerzas inerciales
 
 
06. Tectónica de torsiones

Desplazamiento polar

Con base en datos paleomagnéticos seleccionados, la tectónica de torcimiento postula migraciones polares verdaderas a gran escala y "modestas" rotaciones y translaciones de continentes y placas (Storetvedt, 1997, 2003). Se dice que este "deambular" de polos implica una reorientación de toda la Tierra con respecto al eje rotativo y es desencadenado por redistribución de masa a gran nivel dentro del planeta, principalmente como resultado de desgasificación interna y delaminación cortical asociada; asimismo, se cree que los desplazamientos polares son eventos relativamente rápidos y están separados por largos períodos de tranquilidad tectónica. Supuestamente el eje de rotación ha migrado a unos 70º de latitud con respecto a la superficie de la Tierra desde el Paleozoico medio hasta el presente en el plano meridiano 0º/180º. También se cree que hace 35 m.a., cerca del límite Eoceno-Oligoceno (E-O) los polos se movieron más o menos 35º a sus ubicaciones actuales aproximadas dentro de 2 a 3 m.a.
 
Según la tectónica de torsiones (Storetvedt, 1997, p. 246-50; Storetvedt y Bouzari, 2012) la migración general del Polo Norte ha sido hacia el Pacífico, pero también ha habido cambios de dirección. Sobre la base de datos paleomagnéticos, se afirma que en el Jurásico y el Cretácico inferior los polos no eran muy diferentes a los actuales y el paleoecuador atravesaba el Sahara Central. Cien millones de años atrás el ecuador se habría desplazado a la orilla norte del continente africano, pero luego retornó a la posición del Sahara Central hace 80-60 m.a., antes de volver al borde sur del Mediterráneo en el Terciario Inferior. Tras el rápido estallido de migración polar alrededor hace 35 m.a. -cuando dicha línea cambió del Mediterráneo a su posición actual a través de África Central- el ecuador se movió nuevamente al norte a mediados del Mioceno cruzando Arabia Central, antes de regresar a su ubicación actual hace unos 5 m.a.
 
Fig. 6.1. "Ruta de migración polar global" desde mediados del Paleozoico y basada en datos paleomagnéticos europeos y africanos seleccionados "de los cuales se elimina el efecto de los movimientos continentales en la edad alpina". UT = Terciario superior, LT = Terciario inferior, P = Carbonífero superior-Pérmico, LC = Carbonífero inferior (Storetvedt, 1997, fig. 9.5).
 
La tectónica de torcimiento afirma que durante al menos 450 m.a. (Storetvedt, 1997, p. 60) la migración polar se ha limitado en la práctica al mismo plano. El eje sobre el que supuestamente gira la Tierra durante la migración polar pasa a través de dos puntos en el ecuador: 0° N-90° E y 0° N-90° O (este es virtualmente el mismo eje que en la teoría de pendulación ya mencionada). Esto sólo puede suceder si las anomalías de densidad surgen continuamente dentro de la Tierra y se centran en el mismo plano. En términos del sistema de coordenadas actual, para que el Polo Norte se mueva hacia el Pacífico tendrían que aparecer irregularidades de masa positivas en el cuadrante del hemisferio norte centrado en el meridiano 180º o en el cuadrante antipodal; el exceso de masa a 45° norte o sur tendría el mayor efecto. La migración polar (suponiendo que la viscosidad y resistencia del manto sean lo suficientemente bajas para que ocurriera) luego movería estas masas en exceso hacia el ecuador, y con tal que el traslado de polos continúe en la misma dirección, tendrían que producirse anomalías de masa positivas en los mismos cuadrantes anteriores (o en aquéllos al lado opuesto del ecuador para invertir el sentido de migración polar). Sin embargo, para alejar las masas positivas del ecuador y que ya se ubican en éste, las nuevas anomalías másicas deberían ser aún mayores, a menos que las anormalidades ecuatoriales disminuyan o desaparezcan. Estos procesos tendrían que continuar por varios cientos de millones de años, y tal escenario con los polos moviéndose hacia atrás y adelante en el mismo plano es extremadamente artificial y no puede tomarse en serio. Si fuera posible una migración polar a gran escala, seguramente seguiría un camino más aleatorio como el simulado por Goldreich y Toomre (1969; véase la figura 5.3).
 
Según la tectónica de torsiones, desde el Carbonífero inferior a los polos les llevó más de 300 m.a. para migrar 35º (excluyendo las reversiones de dirección) y luego sólo 2 ó 3 m.a. para moverse otros 35º, lo que representa una aceleración céntuple. Storetvedt (1990, p. 158) dice que esto está "bien dentro de las expectativas teóricas" y como referencia cita a Gold (1955) quien asumió una Tierra Maxwell con resistencia cero y baja viscosidad. Tsai y Stevenson (2007) calcularon que el TPW se limitaba a 8º en 10 m.a.; asumieron una viscosidad del manto de 3 x 1022 Pa·s (probablemente con varios órdenes de magnitud demasiado baja) junto con procesos tectónicos de placas como convección de manto y subducción de losa, así como un aumento de las plumas.
 
Un ejemplo de evidencia paleomagnética que Storetvedt presenta para un desplazamiento de 35º de los polos en el límite Eoceno-Oligoceno se da en la figura 6.2, que muestra polos paleomagnéticos mesozoicos-cenozoicos seleccionados para África y Europa. Se dice que los caminos APW simétricos y de tendencia opuesta significan que estos dos continentes giraron en direcciones contrarias hasta la cúspide común a aproximadamente 180º E, 55º N, que se supone coincidente con el límite E-O. Se piensa que la siguiente ruta APW conjunta y cuasi-meridional representa un período de migración polar rápida que cubre 35º de latitud, y para esto téngase en cuenta la completa falta de datos de edad en el diagrama. Storetvedt (1992, p. 205) simplemente se refiere a "la inferencia de que los paleopolos se incrementan con la edad" en dirección opuesta a las flechas. El mismo defecto se encuentra en todas sus ilustraciones que pretenden mostrar la "deambulación" polar de 35° (p. ej., figura 6.3). Sería más científico presentar las determinaciones de época reales, explicar por qué se consideran inexactas y por qué se justifica más la asignación de edades basada en preconceptos teóricos. Más adelante se examinará la afirmación de que este TPW rápido explica los principales cambios climáticos en el límite E-O.
 
Fig. 6.2. Polos paleomagnéticos del Mesozoico-Terciario inferior y seleccionados para África (círculos), las islas Canarias y Cabo Verde en comparación con datos relevantes para Europa occidental (triángulos; Storetvedt, 1992, fig. 2).
 
Fig. 6.3. Comparación de tendencias polares paleomagnéticas del Mezosoico-Terciario inferior en Europa y América del Norte cratónica. Storetvedt (1992, p. 210) escribe: "La relación edad-paleopolo no debe tomarse tan literalmente, pues la magnetización y las edades de rocas físicas pueden haberse desconectado sin dificultad mediante remagnetización causada por la fase principal de rotación en la placa alpina durante el Terciario Inferior". En otras palabras, las dataciones reales determinadas para los polos virtuales (que el autor no da) no deben tomarse en serio debido a la posible remagnetización; en cambio, deberíamos aceptar su propia secuencia de edad "inferida" e indicada por las flechas (Storetvedt, 1992, fig. 8).

Los corrimientos latitudinales producidos por polos migrantes tendrían sus valores máximos (un cambio neto de 35° desde el Paleozoico medio al límite E-O, y otros 35° dentro de 2-3 m.a. a partir de entonces) sólo en ubicaciones en el meridiano 0°/180° y para otros lugares serían más pequeños. Los datos paleomagnéticos presentados por Besse y Courtillot (2002, 2003) para los distintos continentes y según Beaman et al. (2007) para la placa del Pacífico no parecen proporcionar ningún apoyo claro para las afirmaciones anteriores en tectónica de torcimiento. Por ejemplo, Groenlandia (relativamente cercana al supuesto meridiano de migración polar) no muestra los cambios latitudinales de la magnitud requerida. Como mínimo esto comprueba que se pueden extraer conclusiones muy variadas sobre la base del paleomagnetismo, dependiendo de qué datos sean seleccionados y cómo se manipulan e interpretan.
 
Si los datos paleomagnéticos se consideran confiables, una ruta de migración polar "global" debe basarse en datos universales y no sólo de Europa y África; a este respecto sería interesante ver cuánta selección y procesamiento de datos se requiere para obtener un escenario consistente. La figura 6.4 muestra el camino principal de migración polar aparente según Besse y Courtillot (2002) para África durante los últimos 200 millones de años (tengamos en cuenta que se duplica sobre sí mismo en el intervalo 200-90 m.a.). Esto también puede apreciarse en el APWP sudafricano para el Fanerozoico presentado en la ilustración 6.5. El esquema 6.6 muestra el APWP de Sudamérica, lo cual es notable porque muestra muy poca migración polar aparente, sabiendo que la mayoría de los polos tienen latitudes superiores a 80º. Sería llamativo apreciar cómo los APWP para estos dos continentes se reconcilian con la afirmación en tectónica de torsiones referente a los 70º de TPW hacia el norte en los últimos 350 m.a. y 35º de TPW alrededor de 35-32 m.a., especialmente si se supone que las rotaciones continentales comenzaron sólo a finales del Cretáceo. Los APWP para Siberia y Báltica (figura 3.8) también plantearían un llamativo desafío para la tectónica de torcimiento y será más necesario hacerlo cuanto más datos paleomagnéticos y rotaciones/translaciones se tengan en cuenta y la posible interrupción en la continuidad geológica.
 
Fig. 6.4. APWP maestro para África en los últimos 200 m.a., con elipses de confianza del 95% (promedios cada 10 m.a. con una ventana deslizable de 20 m.a.); se indican las edades medias para cada ventana de tiempo (Besse y Courtillot, 2002, fig. 1).
 
Fig. 6.5. APWP sudafricano para el Fanerozoico. (a) Sólo polos sudafricanos. (b) Ruta APWP de estriamiento y suavizada utilizando el enfoque de ruta principal para Gondwana en coordenadas sudafricanas (Tauxe, 2013, fig. 16.10).
 
Fig. 6.6. APWP sudamericano durante los últimos 200 m.a. (Besse y Courtillot, 2002, fig. 9).

Storetvedt (1997) afirma que los cinturones de plegamiento Caledonio-Apalaches, Herciniano y Alpino-Himalayo (o al menos partes de ellos) se encuentran más o menos a lo largo de paleoecuadores contemporáneos (ver figura 6.7). Atribuye una mayor actividad tectónica en el ecuador a efectos de fuerza centrífuga (con máximo en el ecuador) sobre el plumado del manto que ocurre en pulsos. Por tanto, es extraño que no veamos más actividad tectónica y volcánica a lo largo del ecuador actual. Según los tectonistas de torcimiento, toda la superficie de la Tierra entre el ecuador actual y el Carbonífero inferior debe haber tenido una protuberancia ecuatorial al menos una vez; como se supone que los polos se han movido adelante y atrás, algunas áreas debieron haber formado parte de ese bulto ecuatorial hasta cuatro veces. Si consideramos la distribución geográfica de orogénesis en diferentes períodos, podemos ver que la mayor parte no coincide con los paleoecuadores de la tectónica de torcimiento (fig. 6.8-6.10). Storetvedt también aduce que se esperaría una mayor actividad tectónica en ángulos casi perpendiculares a los paleoecuadores y como ejemplos menciona el cinturón de los Urales, el Rift de Oslo y el graben del Rin (p. 359), pero nuevamente las elecciones no son impresionantes.
 
Fig. 6.7. Paleoecuadores en la tectónica de torsiones para el Carbonífero, Pérmico, Terciario inferior y Paleozoico inferior-Precámbrico superior (Storetvedt y Bouzari, 2012, fig. 3).
 
Fig. 6.8. Cinturones orogénicos continentales, por época de mayor distribución orogénica (Burchfiel, 1990; www.accessscience.com).
 
Fig. 6.9. Distribución de orogenias con edades similares a la caledoniana/varisca (380 a 280 m.a.; en.wikipedia.org).
 
Fig. 6.10. Áreas con plegamiento del Pérmico medio e inconformidad transgresiva y distintiva asociada con el inicio en la fase de plegamiento orogénico de Hunter-Bowen (Indosiniano). Se muestran los términos utilizados en diferentes partes del mundo para dicha etapa tectónica (Dickins, 1994a, fig. 2).

McKenzie y Priestley (2008) aducen que la deformación tectónica de los continentes ha estado dominada por "núcleos" continentales, es decir, áreas subyacentes por litosfera gruesa y fría; estos sectores no incluyen todos los cratones, a menudo se extienden allende los límites de aquéllos en actualidad y también engloban regiones no cratónicas. El núcleo de Norteamérica (fig. 6.11) está bordeado por los Apalaches en el este y las Montañas Rocosas al oeste. La parte occidental del núcleo de Eurasia septentrional (que comprende el Escudo Báltico y las plataformas Rusa y Siberiana, fig. 6.12) ha controlado la evolución tectónica de Europa donde los cinturones de plegamiento caledoniano y herciniano envuelven sus márgenes en derredor. Los Urales atravesaron el núcleo y presumiblemente se hallaban sustentados por una litosfera más delgada cuando se formaron.
 

Fig. 6.11. (a) Mapa tectónico de Norteamérica (Holmes, 1965, fig. 811). (b) Contornos de espesor litosférico, calculados a partir de la velocidad en la onda de corte. Círculos magenta = ubicaciones de kimberlitas con diamantes; círculos amarillos = ubicaciones de basaltos alcalinos que contienen nódulos mantélicos cuyas composiciones minerales se usaron para estimar el grosor litosférico. Los números en cuadros blancos muestran el espesor estimado de la litosfera (las espesuras son aproximadamente 100 kms. menores a las encontradas por Shapiro et al., 2004; ver figura 2.8). La línea amarilla muestra el límite aproximado del cratón norteamericano etiquetado como "a" (McKenzie y Priestley, 2008, fig. 2).
 

Fig. 6.12. (a) Mapa tectónico de Europa (Holmes, 1965, fig. 807). (b) La línea amarilla muestra el límite aproximado del cratón de Europa oriental, etiquetado como "a"; ver clave de fig. 6.11 (McKenzie y Priestley, 2008, fig. 3).

También cabe señalar que según la teoría (Jeffreys, 1976) y experimentos de laboratorio (Bucher, 1956) las esferas calientes se enfrían por ruptura a lo largo de círculos grandes. Los cinturones orogénicos pre-terciarios caen a lo largo de otros aproximados de gran círculo o en partes de dichas formaciones, pero hoy en la Tierra perduran dos zonas parciales de fractura y gran círculo: el cinturón sismotectónico circunpacífico altamente activo (zonas de Benioff) y el casi desaparecido Alpino-Himalayo (Tetis) (Meyerhoff et al., 1996a; Meyerhoff y Meyerhoff, 1974a). Ambos cinturones probablemente se originaron en el Precámbrico y se han reactivado de forma episódica.
 
 
Continentes giratorios

Según la tectónica de torsiones, desde el Cretácico tardío los continentes han experimentado varios niveles de rotación, junto con parte de la litosfera oceánica circundante, tal vez en lo que respecta a los "límites de placas" oficiales. Aunque los movimientos planteados son más modestos que en la tectónica de placas, siguen siendo problemáticos dadas las dramáticas variaciones en grosor litosférico y la falta de una astenosfera universal. A continuación se presenta un resumen de los desplazamientos que suelen invocarse. Cuando los datos paleomagnéticos requieren que creamos en eventos geológicamente inverosímiles, una conclusión razonable es que esos detalles no deben tomarse en serio.
 
Se dice que América del Norte giró en sentido de las agujas del reloj ~25° con respecto a Europa/Eurasia alrededor de un polo Euler y en la parte norte del continente (Storetvedt, 1997, p. 72; Storetvedt y Longhinos, 2011, p. 21). Storetvedt y Longhinos (2012) dicen que Norteamérica rotó ~30º en sentido horario con relación a la masa continental más lenta de Eurasia, pero en lugar de un viraje in situ de toda la masa terrestre, una porción sustancial es resultado de deformación interna con un aumento de torsión en modo horario en la mitad sur del continente, totalizando unos 55°.
 
Antes del límite Eoceno-Oligoceno, Europa giraba ~25º en sentido horario, y África se tornó de modo antihorario en la misma cuantía (Storetvedt, 1997, p. 246). Se dice que África y toda Eurasia están sujetas a una rotación continua, aunque Storetvedt (1997, p. 248) también aduce que el giro relativo de África y Europa cesó en dicha demarcación E-O.
 
Sudamérica rotó ~20º en sentido horario, probablemente en el Eoceno, y alrededor de un polo Euler al noreste de Brasil, pero al mismo tiempo la mitad norte del continente (norte de 20° S) viró en forma antihoraria, lo que contribuyó a la flexión tectónica en la cadena andina central (Storetvedt, 1992, p. 211; 1997, p. 307-12); desde entonces la rotación de Sudamérica se ha revisado a ~10º. También se dice que ésta última se desplazó hacia el sur en ~20º (Storetvedt y Longhinos, 2012). Las fuerzas de inercia que supuestamente hacen girar a los continentes deberían hacer que América del Sur rote de modo antihorario, pero se cree que la "interacción tectónica" a través del Atlántico ecuatorial relativamente estrecho dio lugar a una considerable "presión tectónica" que obligó a América Meridional a girar en sentido horario, ¡aunque simultáneamente el campo tensional hizo que la parte norte de aquélla se balanceara en sentido antihorario!
 
El Mundo Indio [Greater India] giró ~135º en sentido horario cerca del límite Cretáceo-Terciario antes de volver a atracar con Asia durante el Paleoceno inferior en su orientación actual aproximada (Storetvedt, 1990, p. 141; 1997, p. 243).
 
La Antártica viró 140° en sentido horario y Australia 70° de forma antihoraria (Storetvedt, 1997, p. 335, 350). La rotación de ésta última continuó más allá del límite E-O (1992, p. 209) y Antártica todavía se halla rotando. Además, el bloque Antártida-Australia-Nueva Zelanda-Melanesia se ha desplazado 1.700 kms. (15°) hacia el noreste en relación con África (1997, p. 350).
 
El centro de Irán giró más de 90° en sentido antihorario desde el Triásico (Storetvedt y Bouzari, 2012). La microplaca italiana se volteó 10-15º de modo horario en el Terciario inferior y en contraste con el viraje antihorario de 30-40º postulado por la tectónica de placas (Storetvedt, 1997, p. 271-2). Durante el Terciario, Madeira rotó ~50º en orientación antihoraria y seguido de ~25º en sentido horario (1990, p. 166). En el Cretácico Superior, Iberia rotó al menos 40º en dirección antihoraria hace 100-90 m.a., seguido de ~70º en modo horario a 75-65 m.a. (1997, p. 281).
 
Fig. 6.13. Inclinación de Iberia según la tectónica de torcimiento (Storetvedt, 1997, fig. 9.24).
 
Fig. 6.14. Principales tendencias tectónicas en y alrededor del continente sudamericano. CPM = megatendencia del Pacífico central; MNP = megatendencia del Pacífico norte (Choi, 2002, fig. 4).

La superficie de la Tierra está entrecruzada por lineamientos estructurales, aparentemente originados en la fase precámbrica, que a menudo se extienden por miles de kilómetros a través de cuencas oceánicas y continentes, refutando así los movimientos litosféricos postulados por los tectonistas de placa. Storetvedt y Longhinos (2012) dicen que los desplazamientos continentales y de fondo marino propuestos en la tectónica de torsiones no han interrumpido significativamente la continuidad de estas directrices. Sin embargo, deberían haber dejado algún rastro, pero los lineamientos en la figura 6.14 no muestran evidencia obvia del pretextado avance meridional en 20º de Sudamérica, la rotación de 10º en modo horario y el giro antihorario de 25º para África. Los lineamientos que atraviesan Australia y llegan al fondo marino (fig. 6.15) contradicen el viraje antihorario en 70º de Australia; del mismo modo, el traslado horario de ~135º en el caso de Gran India se contradice con los lineamientos y la evidencia estratigráfica que se muestran en las figuras 4.6, 4.8 y 4.9.
 
Fig. 6.15. Lineamientos de fondo oceánico en torno a Australia con los principales lineamientos continentales superpuestos (O'Driscoll, 1986, Elliott, 1994). Se indican los pozos de sondeo en aguas profundas y los sitios de dragado. CLPT F.Z. = zona de fractura de Clipperton (Choi, 1997, fig. 2).

Los vectores de velocidad GPS en la figura 6.16 no muestran rotación en sentido horario para América del Norte y Sur, o giros antihorarios de África y Australia. Storetvedt y Longhinos (2012) sostienen que los datos GPS admiten el viraje horario y continuo de toda Eurasia citando a Zemtsov (2007), pero éste último proporciona información adicional importante. Primero, el epicentro de la rotación actual tendría por localización el Himalaya oriental (95º E, 30º N), en China, alejado del centro geométrico del continente; y en segundo lugar, los vectores giratorios angulares aumentan desde la periferia continental hasta el dominio central de rotación, contrariamente a lo que se esperaría si Eurasia estuviera rotando como unidad rígida. Sería extraño si el continente más grande todavía estuviera girando y deformándose -más rápido hacia el centro que en la periferia-, mientras que varios continentes más pequeños han dejado de voltearse.
 
Storetvedt y Bouzari (2012) concluyen del campo de velocidad GPS mostrado en la figura 6.17 que Medio Oriente está rotando actualmente en sentido antihorario. Sin embargo, los vectores de rapidez señalan con claridad que la zona no gira como unidad coherente y relativamente rígida. El polo de rotación podría situarse en el Mediterráneo oriental (perpendicular a muchos vectores de velocidad), pero los aceleramientos debieran incrementarse a medida que aumenta la distancia desde dicho polo, lo que a ojos vistas no sucede. Como sostienen Reilinger et al. (2006): "El campo de velocidad está bien caracterizado por un sistema de regiones con no-deformación y desunidas por zonas concentradas de deformación (con anchos de <<100 kms.). Las zonas de deformación se correlacionan estrechamente con fallas activas y sismicidad histórica mapeadas, y las regiones coherentes con zonas sísmicamente tranquilas". Storetvedt y Bouzari (2012) llegan a inferir de la figura 6.17 que siguen girando en forma antihoraria no sólo Arabia, Irán, Anatolia y el Egeo, sino también África en su conjunto, pero no muestran el campo de velocidad para la última. Como se ve en la ilustración 6.16, no hay evidencia convincente de rotación antihoraria.
 
Fig. 6.16. Movimientos corticales según GPS (http://en.wikipedia.org).
 
Fig. 6.17. Mapa que muestra las velocidades deducidas por GPS y diezmadas para Oriente Medio en relación a Eurasia, con elipses de error 1σ (Reilinger et al., 2006, fig. 2).
 
Fig. 6.18. Velocidades de estación horizontal según la red GPS-SCAR en Antártica, que muestra una de las soluciones para el polo de rotación (Dietrich et al., 2004; http://rses.anu.edu.au).

También se dice que la información GPS demuestra el viraje en sentido horario de Antártica (Storetvedt, 2010). Lo que es seguro es que ésta no gira sobre un punto dentro de sí misma; el polo Euler del hemisferio sur se encuentra en el océano circundante (Bouin y Vigny, 2000; Donnellan y Luyendyk, 2004; Jiang et al., 2009; Dietrich et al., 2004) (fig. 6.18), en tanto que Jiang et al. (2009) dicen que en general la placa antártica se mueve hacia la sudamericana mientras se aleja gradualmente de la australiana.
 
Los datos geodésicos espaciales brindan información valiosa sobre los movimientos actuales de corteza y campos de tensión locales, pero elaborar conclusiones generalizadas sobre el movimiento de "placas" litosféricas completas y extrapolar los datos millones de años hacia el pasado o el futuro constituyen prácticas muy dudosas.
 
 
Fuerzas inerciales

Según la tectónica de torcimiento (Storetvedt, 2007), la torsión hemisférica, las rotaciones continentales/de placa in situ y la formación de cinturones tectonomagmáticos son causadas principalmente por las fuerzas centrífuga, de Coriolis, Eötvös (Polflucht o fuga polar) y de marea (atracción gravitacional del Sol y la Luna). La teoría de Wegener invocó las mismas incidencias (y más tarde convección del manto) para explicar la presunta deriva continental hacia el oeste a través del fondo marino más denso. Sin embargo, se planteó la objeción de que ninguna de estas fuerzas podría ejercer tensiones de cizalladura superiores a unas 4.000 dinas/cm2 en la base de un continente, mientras que el manto exterior parece tener una resistencia a largo plazo de al menos 108
 dinas/cm2 ó 100 bares (Chadwick, 1962; Jeffreys, 1976).
 
El efecto Coriolis es causado por rotación de la Tierra y la inercia del cuerpo que experimenta el efecto. Este fenómeno se refiere al hecho de que un cuerpo en movimiento horizontal parece desviarse hacia la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en la mitad sur (Pedlosky, 1979; Price, 2006). También los objetos que viajan hacia arriba o abajo se desvían al oeste/este respectivamente, aunque dicho efecto es mucho menos significativo. "Para un determinado movimiento horizontal, la desviación análoga más fuerte está en los polos y no hay deflexión horizontal en el ecuador; lo opuesto es verdad para el desplazamiento vertical" (Persson, 1998). Además de su componente horizontal, el efecto Coriolis tiene otro de tipo vertical conocido como efecto Eötvös; éste significa que los objetos que viajan hacia el este se desvían en dirección ascendente (se sienten más ligeros), mientras que los cuerpos que van al oeste son deflectados hacia abajo (se perciben más pesados). Este aspecto del fenómeno es mayor cerca del ecuador y el término "efecto Coriolis" a menudo se usa para referir sólo al componente horizontal.
 
El efecto Coriolis es proporcional a la velocidad de rotación planetaria y a la rapidez del objeto en cuestión que se desplaza. Debido a que la Tierra gira sólo una vez al día, el efecto es pequeño, pero se hace notable para la circulación atmosférica y oceánica a gran escala, explicando así por qué los sistemas de viento con alta presión giran de modo horario en el hemisferio norte y antihorario en el sur, mientras que los sistemas de baja presión rotan en el curso opuesto. Una instancia similar se aplica a los giros oceánicos: la circulación es de tipo horario en el hemisferio norte y antihorario en el sur para el caso de giros de alta presión; lo contrario se aplica en rotaciones de baja presión.
 
Ricard (2007) afirma que la fuerza de Coriolis es 20.000 trillones de veces más débil que la gravedad, y la fuerza centrífuga 291 veces más ligera, y que incluso en los supuestos más generosos "la inercia y las aceleraciones de Coriolis todavía juegan un papel insignificante en la dinámica del manto". Goldreich y Toomre (1969) también sostuvieron que al interior del manto "todas las fuerzas de Coriolis deben ser completamente despreciables". Por su parte Hughes (1973) afirmaba que las perturbaciones de convección mantélica por la fuerza de Coriolis podrían explicar las zonas de fractura en la superficie terrestre, incluyendo alineaciones en los pisos de los océanos Pacífico e Índico, y los sistemas fracturales de África oriental y mesoatlántico, argumentando que el bloque euroasiático y el suelo del Océano Pacífico están rotando en sentido antihorario. Sin embargo, su modelo establece varias suposiciones irracionales: convección de dos fases a lo ancho del manto que involucra cuatro celdas convectivas en una disposición tetraédrica con simetría polar; tasas de flujo muy elevadas y viscosidad extremadamente baja en la astenosfera; y la existencia de una astenosfera global y continua a 100 kms. bajo la superficie de la Tierra. 
 
La fuerza de fuga polar (otro aspecto del efecto Eötvös) es el producto combinado de la rotación planetaria y el principio de isostasia. Fue notado por primera vez por Kreichgauer en 1900 (Wegener, 1929, p. 179) y se explicó con mayor detalle por Eötvös (1913; ver Scheidegger, 1963). La fuerza de Eötvös tiende a desplazar un cuerpo flotante hacia regiones donde la gravedad es menor. En particular, una masa de tierra compensada de modo isostático tenderá a dirigirse hacia el ecuador; sin embargo, según Jeffreys (1976) la tensión producida es sólo de aproximadamente 4.400 dinas/cm2. Wegener asumió que la fuerza de Eötvös, como tiende a hacer que un cuerpo flotante se mueva hacia el ecuador, en un planeta giratorio produciría una deriva constante hacia el oeste. Jeffreys (1976, p. 479-83) objetó que dado que dicha fuerza es una cizalladura aplicada a la superficie, la viscosidad del manto tendría que ser de sólo ~1015 Pa·s, un valor tan bajo que la oscilación de Chandler quedaría amortiguada en cuestión de pocos días. Si se da por hecho una viscosidad de al menos 5 x 1019 Pa·s e implicada por datos de variación en latitud, la corteza se desplazaría a través de un radián (~57°) en aproximadamente 3.000 m.a. Suponiendo las viscosidades inferidas del levantamiento fenoscandiano, este período tendría que multiplicarse por aproximadamente 100 y Jeffreys concluyó que la fuerza de Eötvös no puede producir desplazamientos de importancia geológica.
 
Según Gasperid y Chierici (1996), la fuerza de Eötvös no es superior a unos pocos miligales si la superficie de desacoplamiento se encuentra en el límite corteza-manto (como en la teoría de Wegener), pero tiene una magnitud mayor (20-30 miligales en latitudes medias ) si la misma superficie se halla en la división litosfera-astenosfera. Caputo (1986) argumentó que si la densidad de una porción litosférica es menor que la de rocas circundantes, el bloque se moverá hacia el ecuador (Polfluchtkraft), mientras que si la densidad es mayor dicha sección se trasladará a los polos (Äquatorfluchtkraft). Gasperid y Chierici dicen que el Polfluchtkraft podría haber contribuido a la supuesta deriva de 4.000 kilómetros de Gondwana hacia el ecuador y su ruptura, pero ignoran las principales variaciones en el grosor litosférico y la falta de una astenosfera universal. 
 
Según la tectónica de torsiones, la deformación de torcedura se halla a su punto máximo en la zona paleoecuatorial y se rige por fuerzas de inercia como la de Coriolis y centrífuga (Storetvedt y Bouzari, 2012). Estas injerencias también se conocen como "pseudo-fuerzas" o "ficticias" porque no resultan de ninguna interacción física, sino de la aceleración del marco referente no inercial, es decir, la Tierra giratoria (Iro, 2010; Price, 2006). La fuerza centrífuga es más fuerte en el ecuador, mientras que la de Coriolis es más débil en esa zona respecto de los flujos horizontales. Storetvedt (1992, p. 217) escribió que la movilidad de la litosfera en relación con el manto subyacente tal vez fue causada por "convección térmica en el manto (...) controlada por el giro axial de la Tierra", pero más tarde admitió que "la convección mantélica ya no es necesaria como fuerza impulsora en la tectónica" (Storetvedt, 2007). De esta manera, no está claro cómo es que la fuerza de Coriolis hace girar a continentes enteros, incluso uno tan grande como Eurasia. La rotación de la Tierra causará un flujo general hacia el este en la astenosfera y también en los canales de magma litosféricos (Meyerhoff et al., 1992b, 1996a), pero es difícil concebir que las fuerzas de inercia puedan alterar el flujo astenosférico de forma que provoque rotación de continentes individuales/"placas". La tectónica de torsiones aún tiene que respaldar sus afirmaciones arrogantes sobre injerencias inerciales con un análisis cuantitativo. También son desconocidas las fuerzas que supuestamente desplazaron a Sudamérica (y el fondo marino circundante) 20° hacia el sur, y el "bloque Antártica-Australia-Nueva Zelanda-Melanesia" 15° al noreste.
 
Los polos de rotación sólo pueden estar en un lugar al mismo tiempo. Entonces, una vez que los migracionistas polares -que rechazan los movimientos de placas a gran escala y toman en serio algunas informaciones paleomagnéticas- han decidido la ubicación de polos durante un período particular, los componentes restantes de datos paleomagnéticos deben explicarse por rotaciones y translaciones de continentes individuales o bloques continentales, o ser descartados como errores (2). Si la tectónica de torsiones incorporara más datos paleomagnéticos regionales, se requerirían cada vez más movimientos de secciones intracontinentales; por ejemplo, los bloques del norte y sur de China, Siberia y "Báltica", las mitades norte y sur de Gran Bretaña e Irlanda y cientos de "terrenos exóticos" tendrán que someterse a rotaciones/translaciones independientes y no hay garantía de que esos virajes estén en la misma dirección en que supuestamente gira el conglomerado continental. Si los movimientos postulados son poco realistas en términos geológicos, y si es necesario ser arbitrariamente selectivo para decidir qué datos paleomagnéticos usar, es probable que esto sea señal de que las informaciones en sí mismas son guías poco confiables para las posiciones pretéritas de los polos de rotación.
 
(2) Un ejemplo extremo de esto es el modelo sobre rotación de fluidos por Pavlenkova (2012) en que ella adopta el escenario de migración polar según Storetvedt, pero rechaza los movimientos de rotación y translación propuestos de continentes/placas. La autora sólo acepta los cambios continentales en general hacia el norte e implicados por información paleomagnética, pero rechaza de modo arbitrario cualquier cambio longitudinal e ignora el hecho de que incluso los cambios latitudinales -según esos datos para diferentes continentes o bloques- no siempre son compatibles con los 70° propuestos de migración polar desde el Carbonífero.