14 de enero de 2024

Inversiones polares y catástrofes geológicas (11 de 12)

David Pratt
Enero 2000, última revisión enero 2024


Contenidos:

06. Sampson Arnold Mackey y H.P.B.


06. Sampson Arnold Mackey y H.P.B.

Mackey (1765-1843) pasó la mayor parte de su vida adulta en Norwich, donde trabajó como zapatero. Recibió una educación mínima, pero hizo sus propios estudios astronómicos y obtuvo conocimientos en geología y tradiciones mitológicas. Dio conferencias sobre sus teorías y publicó varios libros y folletos por su cuenta. Es renombrado por ser uno de los primeros escritores en desafiar públicamente el dogma bíblico de que la Tierra no tenía más de 6000 años, y argumentó que nuestro planeta y también la humanidad comportan millones. Fue invitado a unirse a la masonería, mas declinó porque deseaba mantener su independencia, y murió en un asilo años más tarde.

Para más información sobre la biografía y obra de Mackey, véanse Blavatsky Collected Writings, 14:545-9, y los libros de Joscelyn Godwin Arktos: The polar Myth in Science, Symbolism, and Nazi Survival, Phanes Press, 1993, p. 202, y también The Theosophical Enlightenment, State University of New York Press, 1994, p. 67-76.

Godwin observa: "Como muchos autodidactas, Mackey pierde algo de verosimilitud al exceder sus propósitos. Cada mito o leyenda con que se topó parecía referir las experiencias de la humanidad bajo condiciones dinámicas del eje. Todos los mitos solares aludían al comportamiento aparente del Sol, y las serpientes a los caminos espirales del polo. Las diferentes vueltas de éstos últimos siempre fueron mitificadas como seres inteligentes, lo que explicaba todas las historias de los dioses y su progenie. Todos los números en la teogonía y el mito se vincularon a las matemáticas celestiales, que Mackey pensaba habían sido plenamente comprendidas por los sacerdotes-astrónomos de la Antigüedad" (The Theosophical Enlightenment, p. 71).

Si bien Mackey exageró sus indagatorias, Blavatsky claramente consideraba que algunas de sus perspectivas eran dignas de mención. En este apartado, se transcriben todos los pasajes de las obras por Helena que citan a Mackey o se basan en él, incluidos los números de página en Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated [M.A.]. Finalmente, del mismo autor hay extractos adicionales en torno a los zodíacos de Dendera. Para una evaluación de sus criterios, consultar Apéndice 5 y también Antonios Goyios, "S.A. Mackey and the Dendera zodiacs", octubre de 2009, blavatskyarchives.com. [N.del T.: por motivos de redundancia, no aparecerán las secciones de Mackey ya expuestas en La Doctrina Secreta].


H.P. Blavatsky
La Doctrina Secreta [D.S.]

1:654-5: "Los teólogos cristianos piensan que es su deber escribir contra los largos períodos de la cronología hindú", dice muy oportunamente S.A. Mackey, el "filósofo, astrónomo y zapatero" de Norwich. "Pero no puedo considerarlo tan perdonable cuando un hombre de conocimiento crucifica los nombres y números de los antiguos, y los retuerce una y otra vez en un modo que significa algo completamente extraño a la intención de los autores arcaicos; y al quedar tan mutilados, encajan con el nacimiento de alguna lombriz preexistente en su cerebro, con tanta exactitud que finge estar asombrado por el descubrimiento" (Urania's Key) [M.A., Parte 2, 23-4].

Pretendemos que esto se aplique al capitán (difunto coronel) Wilford, pero las palabras pueden corresponder a más de uno de nuestros orientalistas modernos.

D.S. 2:331: Cada año sideral, los trópicos se alejan del polo cuatro grados en cada revolución desde los puntos equinocciales, a medida que el ecuador transita las constelaciones del zodíaco. Ahora bien, como todo astrónomo sabe, actualmente el trópico está sólo a 23° y fracción menor a medio grado del ecuador; por lo tanto, aún le quedan otros 2½ por recorrer antes que finalice el año sideral, lo que da al grueso de la humanidad -y en particular sus razas civilizadas- un respiro cercano a 16.000 años [M.A., Apéndice, 25-6].

Ver la Parte 5 de este artículo.

D.S. 2:332: Los sacerdotes egipcios aseguraban a Heródoto que el polo de la Tierra y el de la eclíptica habían coincidido anteriormente [M.A., 2], pero como señaló el autor de la Sphinxiad [dibujo zodiacal en M.A.]: "Estos pobres e ignorantes hindúes registraron un conocimiento de astronomía durante diez veces 25.000 años desde el último Diluvio (local, en Asia) o Era del Horror, en la latitud de India [M.A., Apéndice, 23]. Y además tienen observaciones desde la fecha del primer Gran Diluvio en el recuerdo histórico de los arios, aquel que sumergió las últimas porciones de Atlántida hace 850.000 años".

D.S. 2:356: (...) todo ocultista sabe que la Serpiente referida es el Polo Norte, como también el de los cielos.* Este último produce las estaciones según el ángulo con que penetra en el centro de la Tierra [M.A., 39].

*Simbolizado por los egipcios bajo la forma de una culebra con cabeza de halcón.

D.S. 2:357-8: De acuerdo con Eusebio -quien por una vez (y por sorpresa) escribió la verdad-, los egipcios simbolizaban el Kosmos mediante un gran círculo de fuego, esquematizando una serpiente con cabeza de halcón y atravesada en su diámetro. "Aquí tenemos el polo de la Tierra dentro del plano de la eclíptica, acompañado por todas las ardientes consecuencias que deben surgir de tal condición celeste, cuando todo el Zodíaco en 25.000 años (impares) deba enrojecerse con llamas solares, y cada signo aparecerá vertical a la región polar" (ver Sphinxiad de Mackey) [M.A., 42].

Como se explicó antes, Meru -la morada de los dioses- estaba en el Polo Norte, mientras se suponía que Pâtâla, la región inferior, ocupó el Sur. Puesto que cada símbolo en la filosofía esotérica tiene siete claves, geográficamente Meru y Pâtâla tienen un significado y representan localidades; astronómicamente poseen otro y denotan "los dos polos", y ello terminó por traducirse a menudo en un sectarismo exotérico: la "Montaña" y el "Pozo", o Cielo e Infierno (...). Como señala a medias el autor que acabamos de citar, Helión y Aqueronte querían decir casi lo mismo: "Heli-on es el Sol en lo más alto" (Helios, Heli-on, el "más elevado"); "y Acheron tiene 32 grados por encima del polo, y 32 bajo él, suponiéndose de este modo que el río alegórico toca el horizonte boreal en la latitud de 32 grados. El vasto agujero, que está para siempre oculto a nosotros y rodeaba el Polo Sur, fue llamado 'POZO'; y observando al extremo septentrional que cierto circuito del firmamento siempre afloraba en el horizonte, fue denominado la Montaña. Como Meru es el alto domicilio de los dioses, se pensó que éstos ascendían y descendían periódicamente, con lo cual (en términos astronómicos) se refiere a las divinidades zodiacales, el paso del Polo Norte verdadero de la Tierra a su contraparte austral en el cielo". "En aquella época -añade el autor de la curiosa obra Sphinxiad y Urania's Key to the Revelations-, al mediodía, la eclíptica fue paralela al meridiano, y parte del Zodíaco descendería del Polo Norte hasta el horizonte análogo, atravesando las ocho vueltas de la serpiente (ocho años sidéreos, o más de 200.000 años solares), lo que parecería una escalera imaginaria con ocho varas que parten desde la Tierra hacia el polo, es decir, el trono de Júpiter. Por ese camino subían y bajaban los Dioses, o signos del Zodíaco (escalera de Jacob y los ángeles) (...). Han pasado más de 400.000 años desde que el Zodíaco formó los lados de esta escala" [M.A., 41, 44, 46-7].

Ésta es una explicación ingeniosa, aunque no del todo libre de herejía oculta; sin embargo, está más cerca de la verdad que muchas de carácter más científico y especialmente teológico.

D.S. 2:360: Las dos figuras en piedra blanca y negra han existido en los santuarios de Egipto desde tiempos inmemoriales, de acuerdo con la tradición; e históricamente, desde los días del rey Cambises, quien les vio en persona (...). Estos símbolos eran los dos Kabiri que personificaban polos contrarios. Heródoto (Talía, n° 77) narra que cuando Cambises entró en el templo de los Kabirim, se desternilló de risa al ver lo que le parecía un hombre erguido y ante él una mujer cabeza abajo (...) [la representación] pretendía conmemorar "el paso del Polo Norte original de la Tierra al Polo Sur del Cielo", tal como lo percibió Mackey* [M.A., 40-1]; pero también mostraba los polos invertidos, a consecuencia de la gran oblicuidad del eje, trayendo cada vez como efecto un desplazamiento de océanos, la subsidencia de tierras polares y la aparición de nuevos continentes en regiones ecuatoriales, y viceversa. Estos Kabirim eran los dioses del "Diluvio".

*Añade que los egipcios tenían diversas formas de esquematizar los ángulos de polos. Además, en el View of the Levant por Perry hay "una figura que encarna el Polo Sur de la Tierra en la constelación del Arpa", donde los polos aparecen como dos varillas rectas y completadas con alas de halcón, pero también solían exhibirse como serpientes con cabeza de la misma ave, una en cada extremo [M.A., 41].

D.S. 2:362 nota al pie: Es una idea curiosa -aunque tal vez no muy alejada de lo real- la especulación de Mackey, el autodidacta-adepto de Norwich, en su Mythological Astronomy. Dice que los Kabiri llamados Axieros y Axiokersa derivaron sus nombres: (a) de Kab o Cab, una medida, y Urim o los cielos, siendo aquéllos "una medida celestial"; y (b) sus nombres distintivos, que connotan el principio de generación, se referían a los sexos pues "antiguamente la palabra sexo se entendía por aix [que hoy tiene su significancia conocida]", y cita la entrada "aspiración" en la Encyclopaedia Londinus. Ahora bien, si damos el sonido aspirado a Axieros, sería Saxieros, y el otro polo Saxiokersa. Así, ambos se convertirían en generadores de otras potencias en la naturaleza, o los padres, y por ende los dioses más poderosos [M.A., 38-9].

D.S. 2:368: Se dice que África, como continente, apareció antes que Europa; sin embargo, afloró más tarde que Lemuria e incluso la Atlántida temprana. Heródoto, Estrabón, Plinio y todos los griegos supieron primero que toda la zona de lo que hoy es Egipto y sus desiertos estuvo alguna vez cubierta por el mar; y en segundo término, esto fue conocido a través de la geología. Abisinia era una isla, y el Delta fue el primer territorio ocupado por emigrantes pioneros que llegaron con sus dioses desde el noreste.

¿Y cuándo ocurrió? La historia guarda silencio sobre el tema. Afortunadamente tenemos el Zodíaco de Dendera, un planisferio en el techo de uno de los templos egipcios más antiguos, que registra ese evento. El diagrama, con sus misteriosas tres Virgos entre el León y Libra, ha encontrado su Edipo, que comprendió el arcano de estos signos y justificó la veracidad de aquellos sacerdotes diciendo a Heródoto que: (a) los polos terrestres y eclípticos habían coincidido anteriormente; y (b) incluso desde que comenzaron sus primeros registros zodiacales, los polos han estado tres veces dentro del plano de la eclíptica, como enseñaron los Iniciados [M.A., 2, 4].

D.S. 2:406-8: Seguramente, si los Purânas hindúes ofrecen una descripción de guerras en continentes e islas situadas más allá de África occidental en el Océano Atlántico; y si sus escritores hablan de los bárbaros y otros pueblos como los árabes (aquéllos que jamás recorrieron ni cruzaron el Kala pani (aguas negras del océano) en tiempos de la navegación fenicia), entonces la obra tiene que ser más antigua que los fenicios (situados entre 2000 y 3000 a. de C.). En cualquier caso, estas tradiciones deben haber sido aún más antiguas:

"En los relatos anteriores", escribe un adepto, "los hindúes hablan de esta isla como existente y con gran poder; por lo tanto, debe haber sido hace más de once mil años" [M.A., Parte 2, 70].

Empero, podemos citar una estimación y prueba de la gran antigüedad de estos hindúes arios que conocían y describieron la última isla superviviente de Atlántida (pues antaño vivieron ahí), o más bien el resabio del sector oriental de aquel continente que había perecido poco después de levantarse las dos Américas, o los Varshas de Pushkara. Esto puede demostrarse, además, por un cálculo astronómico que realizó cierto adepto criticando a Wilford. Dice lo siguiente al recordar lo que el orientalista planteó sobre el monte Ashburj "al pie del cual se pone el Sol", donde tuvo lugar la guerra entre Devatas y Daityas:

"Consideraremos, entonces, la latitud y longitud de la isla perdida y el monte Ashburj que queda. Estaba en la séptima etapa del mundo, es decir, el séptimo clima (entre los 24° y 28° de latitud norte) (...). Esta ínsula, hija del Océano, se describe frecuentemente como situada al oeste, y el Sol es representado ocultándose al pie de su montaña (Ashburj, Atlas, Tenerife o Nila, el nombre da igual), luchando contra el Diablo blanco de la 'Isla Blanca'" [M.A., Parte 2, 69].

Como ya vimos, dado que en los relatos purânicos la isla aún existe, entonces deben ser más antiguos que los 11.000 años transcurridos desde que desapareció Sancha Dwipa, o el Poseidonis de Atlántida. ¿Acaso no sería remotamente posible que los hindúes conocieran el lugar antes de ese periodo? Volvamos a las demostraciones astronómicas, que lo hacen bastante claro si se conjetura, según dicho adepto, que "en el momento que el 'coluro' tropical de verano pasó por Pléyades, cuando cor-Leonis [Regulus] estaría sobre el ecuador, y Leo se encontraba vertical con respecto a Ceilán al atardecer, entonces Tauro mostraba igual posición referente a la isla de Atlántida al mediodía" [M.A., Parte 2, 70, 177].

Esto puede explicar por qué los cingaleses, herederos de los Râkshasas y Gigantes de Lanka, y descendientes directos de Singh o Leo, se conectaron con Sancha Dwipa o Poseidonis (la Atlántida de Platón). Sólo añadimos que, como afirma la Sphinxiad de Mackey, esto debió ocurrir hace unos 23.000 años astronómicamente, en cuyo momento la oblicuidad eclíptica tuvo algo más de 27°, y por consiguiente Tauro pasó sobre la "Atlántida" o "Sancha Dwipa", lo cual está demostrado con exactitud [M.A., Parte 2, 70].

Nota

Según Mackey (mencionado por Helena), hace 23.000 años o alrededor del 23.180 AP la inclinación axial tenía poco más de 27°, el punto del solsticio veraniego se encontraba en Pléyades, Regulus en el ecuador celeste, Tauro vertical a la isla de Atlántida al mediodía y también Leo en relación con Ceilán al atardecer.

Lo anterior es aproximadamente cierto, según cálculos astronómicos sobre la base de que el ladeo disminuye a un ritmo de 4° cada 25.920 años. En 23.180 AP el desvío era de 27,02°, y Alcíone tuvo una longitud eclíptica de 98° con ascensión recta algo superior a 99°; por definición, el punto del solsticio de verano implica 90° en esos tipos de coordenada (medidos hacia el levante desde el punto equinoccial de primavera, a lo largo de la eclíptica y el ecuador sidéreo respectivamente). Consideremos que nuestro puño con el brazo extendido abarca unos 10° de ancho. Regulus se hallaba casi 3° bajo el ecuador celeste, y al producirse el verano, las estrellas con longitud eclíptica o ascensión recta de 90° (6 h.) serán verticales al mediodía, en tanto que los astros con 180° para ambos indicadores (12 h.) se divisarán perpendiculares al atardecer, sólo si el emplazamiento tiene una latitud similar a la declinación de estrellas (es decir, su distancia angular al N ó S del ecuador celeste). En 23.180 AP, Aldebarán tuvo ascensión recta de 7 h. 16 min. y Regulus 12 h. 18 min. Mackey supone que la Atlántida (o "esa parte de Atala cerca de Tenerife") estaba entre 24° y 28° de latitud norte, mientras que Ceilán se localiza a 6-10°N. En igual fecha, la estrella protagónica de Tauro mostraba una declinación de 22° y la de Leo 3° hacia al norte. Otros fulgores en esas constelaciones están 10 o más grados en el mismo sentido cardinal (ver Parte 1, secciones 1 y 2 de este artículo).

D.S. 2:431-6: Entre otras artes y ciencias -y como reliquias atlantes-, los antiguos tenían las de astronomía y simbolismo, que incluyeron el conocimiento del zodíaco.

Como explicitamos, toda la Antigüedad creía con razón que nuestra especie y sus razas están íntimamente unidas con planetas, a su vez con los signos zodiacales, y en éstos se inscribe el pasado del mundo entero. En los antiguos santuarios egipcios, ello se evidencia con el Zodíaco de Dendera, pero a excepción de una obra árabe y propiedad de un sufí, la escritora jamás encontró una copia correcta de estos maravillosos registros de la historia pretérita y también del futuro para nuestro globo. Sin embargo, es innegable que las crónicas genuinas existen.

Como los europeos ignoran los verdaderos zodíacos de India, ni comprenden los que ya conocen (véase a Bentley), para verificar esto se recomienda al lector que recurra a la obra de Denon (Travels in Egypt, vol. 2) en el que, si se comprende, puede examinar los dos famosos diagramas egipcios. Tras haberlos visto personalmente, la escritora no necesita confiar en lo que otros estudiantes digan sobre ellos, aún cuando los analizaron y estudiaron con mucho cuidado. Como narraban los sacerdotes egipcios a Heródoto -a quien se le informó que el polo terrestre y de la eclíptica habían coincidido anteriormente-, así lo encontró y corroboró Mackey*. [*Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated [p. 2], por un simbólogo y astrónomo extrañamente intuitivo, una especie de adepto autodidacta de Norwich, quien vivió en el primer cuarto de este siglo]. Afirma que los polos se representan por los Zodíacos en ambas posiciones, "y en aquél con los ejes polares en ángulo recto, hay marcas como constancia de que no fue la última vez que estuvieron en dicho sitio, sino la primera, después que los zodíacos fueron trazados. El Polo Norte simboliza a Capricornio, y Cáncer se divide cerca de su mitad en la contraparte sur, lo cual confirma que originalmente tenían su invierno cuando el Sol aparecía en la cuarta casa; pero son el León y la Virgen las principales características de que constituya un monumento conmemorativo de la primera vez que el polo estuvo en esa zona" [M.A., 3].

Puesto que el Zodíaco de Dendera muestra el paso de tres años sidéreos, la Gran Pirámide debió ser construida 78.000 años atrás, o en cualquier caso (...) esta posibilidad merece acogida, al menos tan fácilmente como la fecha posterior del 3350 a. de C.

Ahora bien, el zodíaco de cierto templo al extremo norte de India, como aquél en Dendera, exhiben iguales atributos de los signos. Quienes conocen bien los símbolos y constelaciones hindúes podrán descubrir, mediante la descripción egipcia, si las pistas de tramos cronológicos son correctas o no. En el gráfico de Dendera, tal y como lo conservan los modernos adeptos egipcios-coptos y griegos, y explicado de manera un tanto diferente por Mackey, el León se encuentra sobre Hidra y su cola es casi recta, apuntando hacia abajo en 40 ó 50 grados, cuya posición coincide con el arreglo original de estas constelaciones. Mackey añade: "Pero en muchos lugares vemos a Leo (Simha) con el rabo curvo sobre el lomo y terminando en una cabeza de serpiente, demostrando así que el felino estaba 'invertido', y lo cual debió ser el caso con todo el Zodíaco y las demás constelaciones, cuando el polo se trastocó" [M.A., 3].

Hablando del Zodíaco Circular, también ofrecido por Denon, dice que allí "el León está parado sobre la Serpiente y su cola torcida hacia abajo, desde donde comprobamos que, si bien pudieron pasar seiscientos o setecientos mil años entre las dos posiciones, sin embargo habían hecho poca diferencia en los asterismos de Leo e Hidra, mientras que Virgo está representado de manera muy diferente en los dos. En el planisferio circular, la Virgen amamanta a su hijo, pero al parecer no transmitieron esa idea cuando el polo estuvo por primera vez dentro del plano eclíptico; porque en este Zodíaco, tal como muestra Denon, vemos tres Vírgenes entre el León y la Balanza, la última de las cuales tiene en su mano una espiga de trigo. Es muy lamentable que exista una brecha entre la figura del último sector de Leo y el comienzo de Virgo, suprimiendo un decanato a cada signo" [M.A., 3-4].

Las tres "Vírgenes" o Virgo en posiciones diferentes, denotaban [para egipcios e hindúes] el registro de las tres primeras "Dinastías divinas o astronómicas" que enseñaron a la Tercera Raza-Raíz; y tras abandonar a los atlantes en su desgracia, regresaron (o más bien redescendieron) durante la tercera sub-raza de la Quinta, para revelar a la humanidad salvada los misterios de su lugar de nacimiento, o los Cielos Siderales (...). En la Sphinxiad de Mackey, las hipótesis del valeroso escritor debieron horrorizar a los ortodoxos de la población de Norwich, como él mismo dice, de forma muy inverosímil:

"Pero después de todo, el mayor lapso registrado por esos monumentos (Pirámides, Laberinto y Zodíacos) no excede de cinco millones de años (siendo esto falso)*, y lo cual se queda corto a juzgar por los recuentos esotéricos de chinos e hindúes; de éstos últimos, su cultura posee un conocimiento cronológico desde hace siete u ocho millones de años**; que he visto en un talismán de porcelana" [M.A., 6].

*Los antecesores de brahmanes arios obtuvieron sus constelaciones zodiacales y sistema homólogo de aquéllos nacidos por el poder de Kriyasakti o "Hijos del Yoga", y los egipcios por los atlantes de Ruta.

**En consecuencia, numeraron periodos durante siete u ocho millones de años, pero no los egipcios.

D.S. 2:768: (...) debió existir un buen motivo por el que una nación asiática ubicara a sus grandes progenitores y santos en la Osa Mayor, una constelación del norte. Sin embargo, han pasado 70.000 años desde que el polo de la Tierra señaló el extremo final en la cola de Osa Menor [M.A., Parte 2, 74], y muchos miles más desde que los siete Rishis pudieron identificarse con Carro Mayor.

Véase Parte 4, nota 14.

D.S. 2:785-6: Astraea, símbolo de la justicia, fue la última que abandonó la Tierra, cuando se dice que sus pares le rechazaron y Júpiter los llevó nuevamente al cielo; pero tan pronto como él secuestró a Ganímedes (lujuria personificada), el padre de los dioses la catapultó de regreso al planeta, precipitándose de cabeza. Aquélla es Virgo, el asterismo del zodíaco. Astronómicamente posee un significado muy evidente y que da la clave de su denotación oculta, pero es inseparable de Leo -el signo que le precede-, las Pléyades y sus hermanas Híades, de las que Aldebarán es su refulgente líder. Todo ello se conecta con las renovaciones periódicas de la Tierra, hablando de sus continentes, e incluso Ganímedes que en astronomía es Acuario. Ya expusimos que mientras el Polo Sur es el Agujero (o zonas diabólicas en sentido figurado y cosmológico), el Norte es el primer continente geográfico. Desde una postura astronómica y traslaticia, el polo celeste -con su estrella- es Meru o el Asiento de Brahmâ, Trono de Júpiter, etc., pues en el tiempo que los dioses abandonaron la Tierra y ascendían al firmamento, la eclíptica estuvo paralela al meridiano, y parte del zodíaco semejaba descender desde el Polo Norte hasta el horizonte boreal. Aldebarán se hallaba entonces unido con el Sol, como hace 40.000 años, en la gran fiesta conmemorativa de aquel Magnus Annus, del que hablaba Plutarco. Desde esos 40.000 años existió un movimiento retrógrado del ecuador, y hace unos 31.000 Aldebarán coincidía con el punto equinoccial de primavera. El rol asignado a Tauro, incluso en el misticismo cristiano, es demasiado conocido para repetirse aquí. El famoso himno órfico sobre el gran cataclismo recidivo cuenta todo el esoterismo del acontecimiento. Plutón (en el Pozo) se lleva a Eurídice, mordida por la serpiente (polar) y Leo es derrotado. Ahora bien, cuando éste se encuentra en el Pozo o bajo el Polo Sur, entonces la Virgen lo sigue, y ella se invierte cuando su cabeza, hasta la cintura, permanece bajo el plano horizontal sureño. Por otro lado, las Híades son constelaciones de lluvia o Diluvio; y Aldebarán (el que sucede a las hijas de Atlas o Pléyades) mira en ángulo descendente con el ojo taurino. Es a partir de este punto de la eclíptica que se iniciaron los cálculos del nuevo ciclo. El estudiante debe recordar también que cuando Ganímedes (Acuario) tiene su ascenso divino (sobre el horizonte del Polo Norte), Virgo o Astraea (Venus-Lucifer) desciende de cabeza bajo el nivel yacente del extremo sur, cuyo agujero es también el Gran Dragón o Diluvio. Dejemos que el aprendiz ejercite su intuición aunando estos hechos, pues no podemos revelar más [M.A., 43-8].

Blavatsky Collected Writings 14:365-8: En el artículo "Secret Cycles", no publicado durante su vida, Blavatsky describe a Samspon como "un astrónomo amateur y desconocido, pero muy inteligente (...). Son peculiares sus teorías sobre las yugas hindúes e intervalos respectivos, por hallarse tan cerca de la doctrina correcta". Prosigue con una cita muy extensa, de la cual ofrecemos extractos:

"[En los libros científicos hindúes] encontramos los Cielos y la Tierra divididos en cinco partes de dimensiones irregulares, por círculos paralelos al ecuador (...). De ellos surgió el reparto de su Mahâ-Yuga en cuatro sectores. Todo astrónomo sabe que hay un punto en el cielo llamado polo, alrededor del cual todo parece girar en veinticuatro horas, y que a 90° de él se establece un contorno llamado ecuador, que separa Cielo y Tierra en dos mitades iguales norte y sur. Entre esta línea y el polo hay otro círculo imaginario, o de la perpetua aparición, y entre éste y el ecuador hay un lugar sidéreo denominado cenit, por el cual pasa otra circunferencia teórica, equidistante a las otras dos; luego sólo falta aquélla de perpetua ocultación para completar la ronda (...). Ningún astrónomo europeo, aparte de mí, los ha aplicado al desarrollo de los misteriosos números hindúes. [En 36°N] el círculo de aparición perpetua se extendería hasta los 72° de altitud, y desde allí hasta el cenit no hay más de 18°, pero desde éste al ecuador en esa cota hay 36°, y partiendo de dicho paralelo hasta el círculo de ocultación hay 54°. Aquí encontramos el semicírculo de 180° dividido en cuatro partes, en la proporción 1, 2, 3 y 4, es decir, 18, 36, 54 y 72. Si los astrónomos hindúes estaban o no familiarizados con el movimiento de la Tierra, no tiene ningún efecto, ya que las apariencias son iguales; y si esto genera algún placer a esos caballeros de tiernas conciencias, estoy dispuesto a admitir que aquéllos imaginaron a los cielos revolucionando en torno al planeta; no obstante, sí concluyeron que las estrellas en el camino del Sol avanzaban por los puntos equinocciales, al ritmo de 54 segundos de grado en un año, que hacían virar todo el zodíaco en 24.000 años; en ese tiempo, además, notaron que el ángulo de oblicuidad variaba, de modo que extendía o contraía el ancho de los trópicos en cuatro grados a cada flanco, una velocidad de movimiento que llevaría los trópicos desde el ecuador a los polos en 540.000 años. Para este lapso, el Zodíaco habría hecho veintidós revoluciones y media (...) o lo que es lo mismo, el polo norte de la eclíptica se habría trasladado desde el Polo Norte geográfico hasta el ecuador (...). Así se invierten los polos en 1.080.000 años, que es su Mahâ-Yuga, y lo fraccionaron en cuatro partes desiguales (...) por las razones antes mencionadas, que son 108.000, 216.000, 324.000 y 432.000".

[A fin de que el polo volviera a su sitio original] se requirieron 2.160.000 años, o Prajanatha Yuga (...).

Se ha dicho lo suficiente para demostrar que los libros científicos hindúes no son "locuras repugnantes" u "originados en ignorancia y carácter vano o crédulo", sino que incluyen los conocimientos más profundos de astronomía y geografía.