7 de febrero de 2022

Karma: actos de comisión y omisión


KARMA es la ley de acción y reacción o causa-efecto que ajusta cada resultado a su origen, y restaura el equilibrio perturbado en el mundo físico y la armonía rota en el mundo moral. Para cada una de nuestras acciones recibimos las consecuencias, ya sea a nivel de pensamiento, palabra y actividad. Todas nuestras operaciones, sean buenas o malas, son actos de comisión y en ese sentido estamos bastante familiarizados con este aspecto del Karma.

Sin embargo, también hay actos de omisión, lo cual significa "ignorar" o "dejar de hacer"; esto es, la inobservancia constituye una acción o deber individual que se deja de realizar. Muchas veces no sabemos la importancia de llevar a cabo tareas con cuidado, lo que nos parece insignificante. Cada pequeña parte de una máquina es importante para su buen funcionamiento y así sucede también con la vida humana. Un incidente en la historia muestra que cuando se perdió cierta batalla hubo una investigación para averiguar la causa, revelándose que la derrota se debió a que los soldados se desanimaron pues la caída del caballo mató al general del ejército (1), y a su vez esto fue porque la herradura se desprendió por causa de que el herrero había omitido poner un clavo. De esta manera hay un dicho en inglés que reza "la batalla se perdió por falta de un clavo de herradura". Un pequeño acto de omisión trajo un resultado desastroso, por cuanto ningún deber es insignificante, y a veces no podemos ver instantáneamente el efecto de nuestros esfuerzos. Por eso un Maestro de Sabiduría escribe:

"¡Ah! ¡Si se abrieran vuestros ojos, podríais ver un panorama tal de bendiciones potenciales para vosotros y la humanidad que yacen en el germen del esfuerzo de la hora actual, pues podríais colmar a sus almas con gozo y fervor!" 

Entonces, observemos las pequeñas cosas de la vida. No dejemos sin hacer lo que se debe, ni hagamos lo que no es menester; y más que nada, no hagamos lo que no es necesario, porque de otro modo ponemos en marcha una nueva acción que no será armoniosa.

¿Con qué frecuencia enfatizamos la impersonalidad y olvidamos la amonestación por H.P. Blavatsky de "más bien pecar con elogios exagerados que con muy poca apreciación por los esfuerzos del prójimo"? ("La Clave de la Teosofía", p. 250).

(1) A lo largo de los siglos han surgido muchas variaciones del proverbio "por culpa de un clavo" debido a sus verdades siempre populares y vivas (https://en.wikipedia.org/wiki/For_Want_of_a_Nail).

Muchos escritores u oradores en ciernes se han visto desanimados de realizar más esfuerzos por el duro silencio de otros respecto de su trabajo, mientras que realmente todo lo que hubieran necesitado era simpatía y aliento genuinos.

Bien podría ser un acto de negligencia omitir resistir el mal. Hace algunos años y en cierto país, un grupo de guerrilleros ingresó a una escuela y asesinó sin piedad a unos 150 estudiantes y maestros. En un artículo que apareció en "The Speaking Tree" (Sunday Times of India), un profesor islámico señaló que según un versículo del Corán matar a un ser humano inocente es como aniquilar a toda la especie humana; asimismo observó que la beligerancia ha sido común en dicho país durante muchos años, pero la gente permaneció apática porque pensaba que los asesinos atacaban a otros. Pero en tales asuntos uno no puede permanecer indiferente. Según un Hadith (2), cuando Dios ordenó a sus ángeles que demolieran un pueblo en que sus habitantes estaban involucrados en actos condenables, los ángeles informaron que había una persona en el pueblo que adoraba diariamente a Dios, pero el mandato de éste era demoler el pueblo junto con ese individuo, pues "no trató de evitar que su gente hiciera actos malvados". La indiferencia significa participación indirecta, lo cual a ojos de Dios es tan mala como la implicación directa.

Una de las frases más memorables en "La Voz del Silencio" es: "La inacción en un acto de misericordia se convierte en acción de pecado mortal", y de esta forma somos responsables de nuestros actos, tanto de comisión como de omisión. Cuando nos abstenemos de una acción piadosa, se convierte en un "pecado" de omisión y aquí se nos dice una verdad muy profunda sobre lo que constituye el karma nocivo, porque según esta ley la acción moralmente incorrecta se considera una falta que traerá malos resultados. Pero también incurrimos en yerro cuando elidimos realizar un hecho moralmente correcto; así, un acto de omisión en materia moral o cuando se trata de ayudar a otro es tan punible como un acto de comisión.

Pero ¿podemos decir que cada vez que cometemos un acto de omisión incurrimos en pecado? No es cierto que la abstención siempre se convierta en un algo pecaminoso, porque incluso mientras ayudamos a otros se nos aconseja ejercer discriminación y usar la sabiduría. Blavatsky decía que se necesita ser una persona muy sabia para hacer el bien sin causar un daño incalculable. Un individuo con conocimiento sabe a quién rescatar y a quién mantener en el fango y el dolor, el mejor maestro para esa persona en particular. Por ejemplo, en un nivel simple podemos omitir extender más ayuda a una persona cuando vemos que puede convertirla en un parásito o dependiente de nosotros. Del mismo modo, podemos abstenernos de colaborar porque no tenemos la habilidad o el conocimiento necesarios, pudiendo provocar que una fractura simple se convierta en una compuesta, y a este respecto Blavatsky también aconsejó "en caso de duda, abstenerse". Entonces, un "pecado de omisión" parece referirse a casos en los que sabemos que podemos ayudar, y sin embargo por pereza, egoísmo o indiferencia descuidamos asistir a alguien, lo cual equivale a cometer un pecado. Un Maestro de Sabiduría señaló: “Quien vuelve un oído sordo al llanto de la miseria humana; quien oye a una persona inocente siendo calumniada (...) y no emprende su defensa como lo haría con la suya, ése, no es teósofo".

También en "La Voz del Silencio" se dice que "la inacción basada en el miedo egoísta puede dar frutos malos". Especialmente en India, a veces encontramos que un individuo religioso y "bueno" que busca liberarse de la cadena de nacimientos y muertes tiene miedo de ayudar a otros, porque cree que al dar o recibir ayuda de alguien crea una "esclavitud kármica" que lo obligará a nacer nuevamente, y teme que pueda actuar por deseo personal o emociones que resulten vinculantes y obstruyan "su" progreso. Entonces, aquél libro establece: "Perece condenado aquél que por temor a Mara se abstiene de ayudar al hombre, y por miedo de actuar por sí mismo". Al ser amable con otra persona siente que tal vez está siendo seducido por Mara, es decir, su naturaleza emocional o la tentación personificada a través de los vicios humanos. Para una persona así, su sentimiento de bondad parece ejercer fascinación y alejarlo del camino correcto. En los viejos tiempos y cuando prevalecía la intocabilidad, si una persona de casta superior veía a un niño harijan (casta baja) llorando a un costado del camino, se sentiría compelido a recogerlo y encontrar a su madre, pero podría considerar que esta bondad surgida en sí misma es una tentación que lo lleva a hacer algo que no está sancionado por las leyes sociales. Por lo tanto, un individuo que se niega a entablar una relación amable con los demás se compara con un peregrino que cruza un río luego de caminar por sectores cálidos, pero tiene miedo de sumergirse y meter su cuerpo en el agua por miedo a ser arrastrado. Tal persona está en peligro de morir por el calor, y del mismo modo quien sigue calculando "de qué manera no estaría yo obligado por el karma" encuentra que dicha conjetura no funciona.

Cada acto de servicio o amabilidad no es necesariamente beneficioso, y cuando se realiza sin la debida deliberación puede tener consecuencias peligrosas. El texto teosófico infantil "'Because'-For the the Children Who Ask Why" da el ejemplo de un niño llamado Chester, cuya madre no le da dinero para comprar dulces y helados. Su amigo Milton, sintiendo pena, saca dinero de su alcancía y lo regala a Chester para que éste cumpla el deseo. Como resultado, Chester cae enfermo. La hermana de Milton resiste la tentación de decirle que las madres siempre saben lo que es mejor para sus hijos, por lo que no debió otorgar los medios a Chester para adquirir golosinas. En parte ella tiene miedo de que al enrostrar a su hermano sobre no dar dinero a Chester podría estropear el placer de Milton, y en parte porque siente que éste no se abstendría incluso si se lo dijera. La tía de los niños luego señala que todos ellos fallaron en "actuar para y como el Ser". Al tratar de hacer feliz a Chester, Milton pasó por alto las consecuencias de su acción. La mujer dijo a la niña -que descuidó detener a su hermano- que si hubiera intentado hacer lo que realmente sabía era lo correcto, entonces incluso si no hubiera podido contener a Milton, su parte en el desastre se habría detenido justo ahí: "Cuando hacemos todo lo posible para evitar algo incorrecto, eso es todo lo que podemos realizar, ya que nadie realmente puede evitar que otro haga lo que desea". Siempre es el deber de quienes saben más ayudar a los que saben menos, pero demasiadas personas omiten decir o hacer lo que saben que es correcto porque temen "ofender" a los demás y también recibir desaprobación ajena. Los libros antiguos dicen que el "pecado de omisión" es el peor de todos. Cuando la gente hace algo mal de modo activo, se da cuenta de ello por los resultados que siguen, y es relativamente difícil tomar conciencia de los pecados de negligencia porque la ley de Karma trae sus resultados de manera secreta y silenciosa. Incluso en un acto de omisión, al igual que cuando se concreta un proceder, la regla kármica tendrá en cuenta el motivo de la acción, el grado de desarrollo y conocimiento de la persona y la carga de su karma pasado mientras reparte el castigo.

En general, todos tenemos un fuerte instinto de rebaño y estamos altamente condicionados para conformarnos. Preferimos seguir la corriente y tenemos miedo de nadar contra ella, pero es nuestro deber alzar la voz contra toda ley inicua y maldad social, incluso a riesgo de ser aislados, marginados y perseguidos. Aquéllos que lucharon contra perversiones sociales como la esclavitud, los matrimonios infantiles, la crueldad hacia las mujeres, etc., poseían coraje moral y desafiaban toda oposición. La clave está en formar una opinión pública y llevarla en la dirección correcta, por ejemplo, escribiendo artículos.

Cada acción malsana debe ser cortada de raíz, y si omitimos "accionar el freno", aquélla no se controla. Cuando todos los niños se burlan de un nuevo maestro, uno o dos alumnos que elijan abstenerse pueden ser de gran ayuda para construir la confianza de ese profesor. Una dueña de casa víctima de violencia doméstica debe hablar porque si descuida tomar medidas, entonces también se convierte en partícipe de esa acción nociva. Del mismo modo, los prejuicios crecen si permitimos que no se controlen. William Martin escribe: “Muchos de nuestros prejuicios son como pirámides al revés: descansan en pequeños incidentes triviales, pero se extienden hacia arriba y afuera hasta llenar nuestras mentes". Lo mismo se aplica a los rumores y chismes, y en este aspecto H.P.B. acotaba que la naturaleza humana está constituida de tal forma que cualquier aspecto bueno y dicho sobre una persona, se olvida inmediatamente y nunca se repite, pero basta con que sólo un individuo pronuncie una calumnia o invente una historia para que se acepte con facilidad, especialmente si resulta estar vinculada con algún personaje impopular ("La Clave de la Teosofía", p. 275).

Es cierto que la tolerancia es una de las mayores virtudes, pero si se trata de una pseudotolerancia puede ser perjudicial a largo plazo. Se cuenta una historia en que un niño roba un lápiz y su madre no lo reprendió porque "lo amaba demasiado". Cuando creció, el niño se convirtió en ladrón y asesino. Finalmente y al momento de llevarlo a la horca, éste se encontró con su madre y le dijo que si ella lo hubiera amonestado la primera vez que sustrajo un lápiz, tal vez no se habría convertido en criminal.

La tolerancia mal entendida bien puede considerarse como acto de omisión. Es deber del sabio discerniente culpar todo lo condenable y amonestar. La posición intrépida y audaz de la Teosofía "para decir la verdad por igual sin malicia o prejuicio" consagra este principio que surge de un profundo sentido del deber y compasión por la humanidad. Si nos encontramos con una falsedad, debemos tener coraje moral para hablar, sin vulgaridades pero con firmeza. Para quienes diluyen la Teosofía o sacrifican la verdad por miedo a "herir los sentimientos de los demás" por tener una falsa idea de "hermandad", Robert Crosbie escribió:

"Esta [hermandad] no significa la aceptación indiscriminada de todo y de todos (...) ¿No es el deber de los que saben mantener enarbolado el Estándar Inmaculado de la Verdad? Tiene que ser así, pues de lo contrario ¿cómo podría percibirla un investigador? La Teosofía debe mantenerse en alto de tal manera que confronte errores de todo tipo, incluyendo a sus doncellas de hipocresía" ("The Friendly Philosopher", p. 12).

(De la revista "The Theosophical Movement", febrero de 2019).